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Ética y Deontologia
Profesional

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UNIDAD I

1.1. Noción de ética, moral y deontología. Moralidad y ciencia moral Los


términos "moral" y ética" son de significado equivalente, difiriendo sólo en su
etimología.

El Primero El Segundo

(Moral) (Ética)

proviene del latín proviene del griego

MORES ETHOS

Designándose en ambos casos a la

COSTUMBRE

Los antiguos, no obstante, usualmente se referían con estos términos a las


buenas costumbres o costumbres virtuosas, que se convertían en reglas de
conducta ejemplares.

Es necesario, en esta instancia distinguir entre: la moralidad

En tanto hecho que se verifica en la convivencia social, que posee


características específicas.

la ciencia: Que tiene por objeto de estudio esa realidad que es la moralidad.

la palabra moral (o ética) se refiere:

- A la moralidad como hecho social.

- A la ciencia que estudia ese fenómeno.

La Moralidad

La más elemental de las experiencias nos pone en contacto con El Hecho


Moral, éste se verifica: En la Interrelación social En la Interioridad de las
conciencias y Se manifiesta en juicios de aprobación y censura propia sobre la
conducta humana ajena.

La moralidad es una dimensión propia del ser humano, referida a su obrar


racional y libre, siempre presente en su devenir histórico, aún en las
sociedades más primitivas. Por ello puede afirmarse la universalidad del hecho
moral.

Existe un "sentido moral" en el común de las gentes, producto de un acto


espontáneo de su razón práctica, con el que se formulan las normas morales

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que regulan los actos humanos, entendiendo por tales, aquellos que son
realizados con inteligencia y voluntad.

El sentido moral, por ejemplo, nos hace ver lo erróneo de calificar (moralmente)
una persona por un acto realizado sin inteligencia (o advertencia) de su
significado y sin voluntad (o intención) de obtener su finalidad. Es más,
cualquiera de los dos elementos del acto humano que falten absolutamente
(sea la advertencia, sea la intención) hace que la calificación moral del agente
"no tenga sentido".

Enseña Jacques Maritain (Lecciones de Filosofía Moral) que la experiencia


moral común nos da un conocimiento natural del bien. "Las gentes no
aguardaron a la filosofía para tener una moral", afirma este pensador.

De ésta capacidad de razonamiento natural, inescindible de la experiencia


personal y colectiva, se forman a lo largo de las generaciones "...las
cosmovisiones, las "filosofías" no fundamentadas ni sistemáticas de origen y
patrimonio popular, con las cuales se articula la cultura general de un pueblo".
(Méndez, Julio, Filosofía del Derecho, Mod. 1). Como veremos en esta misma
Unidad, la concepción moral usual de una comunidad, que es parte inescindible
de su cosmovisión, influye en mayor o menor medida, en los juicios de
conciencia de los hombres que la integran.

La reflexión científica del hecho moral toma como punto de partida las
concepciones espontáneas del sentido moral y las formulaciones morales
vigentes en una determinada sociedad histórica.

A modo de ejemplo, la Ciencia Moral, siguiendo al sentido moral, formula las


condiciones de la moralidad; es decir, los requisitos para que un acto humano
pueda ser calificado moralmente:

Condiciones de la moralidad - sólo con ambos requisitos - tenemos un acto


humano calificable moralmente en una determinada sociedad histórica.

A modo de ejemplo, la Ciencia Moral, siguiendo al sentido moral, formula las


condiciones de la moralidad; es decir, los requisitos para que un acto
humano pueda ser calificado moralmente:

Ciencia Moral

La ciencia moral fue definida de muy diferentes maneras por las distintas
direcciones del pensamiento filosófico.

La concepción sociológico - positivista la concibe como ciencia descriptiva.


Considera a la moral como "la ciencia de las costumbres", entendiéndola como
una mera descripción de los hechos morales usuales de una sociedad histórica

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determinada, negando la existencia de reglas morales permanentes a las que


el hombre deba adecuar su conducta.

Quienes, en cambio, conciben la ciencia moral como ciencia del deber ser,
afirman que ésta es "la ciencia de las leyes ideales de la actividad libre del
hombre", (Jolivet, Regis "Moral", Ed. Lohlé, Buenos Aires, 1966). Josef Pieper
nos aporta, sin contradecir la definición anterior, una perspectiva valiosa al
afirmar: "Asociamos al concepto de moral la idea de una doctrina del hacer y,
sobre todo, del no hacer, del poder y no poder, de lo mandado y lo prohibido..
La primera enseñanza de Santo Tomás es que la Moral trata de la idea
verdadera del hombre, la idea del hombre bueno". (Las Virtudes
Fundamentales; Ed. Rialp, pág. 12). En consecuencia, para este autor, es la
ciencia de las virtudes del hombre, sin desconocer que la virtud consiste en
obrar como es debido.

Deontología

Entendemos que el término más adecuado para designar a la ciencia que


estudia el fenómeno de la moralidad es "Deontología", el que expresa con
mayor precisión el concepto implicado.

Esta palabra proviene de los vocablos griegos.

DEI Deber

ON Ser

LOGOS (ciencia, tratado)

Es decir ciencia o tratado del deber ser

De este modo, no hay lugar para considerar a la Deontología como una ciencia
descriptiva de las conductas usuales de una sociedad, sino que, deontología,
siempre hará referencia a la conducta debida, en razón del ser de las cosas.
Aludirá necesariamente a una ciencia normativa, que le propone al hombre las
reglas de su obrar libre, a fin de alcanzar su propio bien.

El concepto de Deontología es equivalente al de ciencia práctica, tanto en su


nivel filosófico como en el propiamente científico, tal como se expone en el
siguiente punto.

1.2. Niveles del saber práctico. Principios generales y partes especiales de la


deontología. Noción de deontología profesional y de deontología jurídica

Deontología es saber práctico

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La misma opción por la palabra Deontología implica una definición inicial por la
capacidad de la inteligencia humana de conocer naturalmente la existencia de
un bien que es propio del hombre y, en consecuencia, de dirigir sus actos en
orden a la efectiva realización de dicho bien.

A diferencia de los demás seres del universo, la persona humana busca


realizar su propio bien en forma deliberada y consciente.

Lo antedicho nos pone en la perspectiva del tipo de conocimiento que


corresponde a la Deontología, el que se identifica con el del saber práctico.

Tradicionalmente se divide el saber en:

• Especulativo (o teórico): tiene por objeto el ser, en cuanto inteligible; es decir


en cuanto susceptible de ser conocido.

Esta modalidad del saber cumple con su finalidad cuando el ser es conocido tal
cual es; es "contemplado" en su propia realidad por la inteligencia en su función
teórica.

• El saber Práctico, en cambio: tiene por objeto el ser en cuanto operable, es


decir en cuanto es pasible de la acción (u operación) humana; lo que significa
que este saber siempre tiene por fin dirigir (o regular) la acción, para lo cual
formula las normas (o preceptos) a los cuales debe ajustar su conducta.

Las reglas del obrar y del hacer

Pero las acciones libres del hombre comprenden un arco demasiado amplio.
Desde cocinar o armar una turbina, hasta dar la vida por la patria; desde
pasear por el campo, hasta asesinar por dinero. De allí que conviene distinguir
los campos del hacer y del obrar y, dentro de este último, el obrar calificable
moralmente del que es moralmente indiferente.

Cuando el saber práctico regula la conducta de la persona en orden a

- su propia perfección

- el bien del prójimo

- el bien social

nos encontramos en el ámbito del obrar humano, que es el de la ética.

En cambio, cuando dicho saber regula la producción de cosas, nos


encontramos en el ámbito del hacer del hombre, que es el de la técnica o arte.

En el primer caso, lo que se busca es el bien del hombre como tal, en el


segundo -haciendo abstracción de la perfección del hombre en sí- se busca la
perfección de la cosa producida. Por ejemplo, un técnico está desarrollando un

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software para posibilitar una estafa al Fisco. Desde el punto de vista técnico
(ámbito del hacer humano) el producto (software) puede estar muy bien hecho,
pero la conducta del agente contraria a su propio bien y al bien social, será
moralmente reprobable. Un ejemplo inverso: un hijo se pone a arreglar la
heladera de su casa, para evitar que sus padres gasten. Como el chico no tiene
conocimientos técnicos, su hacer es imperfecto, el producto es una reparación
defectuosa. Pero, sin dudas, su conducta es moralmente encomiable.

Si bien en la ciencia jurídica existe una técnica, un hacer que le es propio (de
importancia fundamental); en virtud de los objetos más específicos de nuestra
asignatura (la dimensión moral del orden jurídico y la ética profesional del
hombre de derecho):
Nos ocuparemos, en adelante, exclusivamente de esa forma del saber práctico
que es la que regula el obrar del hombre en pro de su perfección, es decir, del
conocimiento práctico ético.

En orden a lo expuesto, y recordando que todo saber práctico está referido a


dirigir la acción, y que hemos identificado a la Deontología con este saber, se
distinguirán tres niveles, que van de lo general a lo singular, y de lo abstracto a
lo concreto.

a. Filosofía practica o deontología general

El nivel de la filosofía práctica (Deontología General) tiene por objeto dirigir la


acción pero en forma remota, a través de la formulación de los principios
generales de la actividad moral. Por su mismo carácter de saber práctico se
ordena a dirigir la acción, pero no para producir una acción en concreto, sino
para analizar y determinar conceptualmente la acción en sus principios más
elementales. "...la filosofía moral refiérese mucho más al fin de los actos
morales que a los medios a emplear". (Jolivet, op. cit., 32).

Toda la filosofía moral depende del principio supremo de la moralidad, "hay que
hacer el bien y evitar el mal", de donde este conocimiento también tiene por
objeto "buscar de despertar y activar el deseo del bien". Los principios
generales de la moralidad serán estudiados por la Parte General de la
Deontología y serán el fundamento del segundo nivel;

b. Ciencias practicas o deontologías especiales

El segundo nivel del saber práctico es el que se da en las ciencias prácticas


(Deontologías Especiales). Este nivel tampoco tiene por fin producir
efectivamente la acción concreta, pero la estudia para determinar sus
necesidades más inmediatas. En este nivel del saber práctico se aplican los
principios generales a un ámbito de la conducta humana más circunscripto,
tratando de llegar con mayor precisión a la resolución de los problemas
específicos que se plantean en dicho ámbito.

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En este nivel del saber práctico se encuentran las partes especiales de la


deontología. Estas no son deontologías diferentes de la Deontología General,
por cuanto esta aporta los principios, que son universales, a las deontologías
especiales. No obstante, éstas son necesarias en virtud de que existen
diversos ámbitos del obrar humano (la política, la economía, la familia, la
sexualidad, la profesión, etc.) donde se plantean problemas específicos, que
requieren una mayor aproximación para determinar las reglas de conducta
aplicables a un determinado orden de la actividad humana.

Una deontología especial, no es algo distinto de la deontología. "...Sin


embargo, se justifica, porque se trata de llegar con más detalle a situaciones
específicas, concretas..." que se presentan en la actividad de un abogado y
no... de un ingeniero o un niño.

c. La prudencia o saber perfectamente practico

El saber prudencial es el que se refiere a la producción de la acción en forma


inmediata; es decir, tomada en su realidad existencial, con todas las
circunstancias que la definen como dato singular. Este es el saber
perfectamente práctico, por su grado máximo de concreción.

Esta realidad explica el instintivo rechazo por parte del sentido común de la
gente, hacia los juicios (sobre cuestiones de índole práctica) formulados por
quienes tienen estudios pero no experiencia. Ocurre en estos casos que, más
allá de la mejor o peor formación académica que posea el opinante, éste suele,
por inexperiencia (o lo que es lo mismo, falta de práctica) no tener el hábito
(prudencia) de considerar y ponderar debidamente todos los factores
pertinentes que inciden en la realidad existencial, para adoptar la mejor
determinación posible en el marco de las circunstancias existentes. El sentido
común, en cambio, aprecia al hombre experimentado, dotado del hábito de la
prudencia.

Ciertamente que una buena formación en los niveles filosóficos y científicos de


la Deontología, favorecerán enormemente a quienes la posean en la resolución
de sus casos concretos. Pero la sola formación académica no reemplaza a la
experiencia ni al hábito de la prudencia.

Tomemos como ejemplo el ejercicio de la abogacía. Indudablemente el


abogado que posee una sólida formación filosófico jurídica (1er. nivel del saber
práctico) y científica (2º nivel del saber práctico) tendrá una buena base para
empezar. Pero ésta, por sí misma, no lo convertirá en un prudente del derecho
(jurisprudente), no será en consecuencia -todavía- un profesional con pericia. Y
la actividad del profesional, precisamente, consiste en saber dar al cliente el
consejo jurídico que le conviene en el caso concreto (3er. nivel del saber
práctico). Y éste saber perfectamente práctico, sólo se adquiere con el ejercicio

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de la virtud de la prudencia a lo largo de los años. Es decir, mediante la


experiencia!

Noción de Deontología Jurídica y Deontología Profesional

De acuerdo a lo expuesto, ambas serán sendas partes especiales de la


Deontología, que procurarán un saber práctico a nivel científico.

La primera estudiará la relación de la moral con el orden jurídico, que es


primordialmente un orden de conductas, con el fin de formular las reglas éticas
pertinentes a las situaciones que en dicho orden se plantean en base a sus
particularidades.

1.3. Objetivo y método

Objeto

El objeto de nuestra asignatura está sintetizado en las tres partes sistemáticas


con que se integra el programa de estudios.

Método de la Deontología

La formulación y aplicación de las reglas de conducta requiere de un método


complejo; de cuatro etapas

Existe un momento inductivo (primera a tercer etapas) hasta la formulación de


la regla de conducta y un momento deductivo (cuarta etapa), que se encamina
a la aplicación de la norma al caso concreto.

a. Mediante la experiencia nos introducimos en el conocimiento del ser


humano. Sócrates, afirma Jolivet, tenía razón al hacer del "conócete a tí
mismo" el fundamento de la moral. Pero por nuestros sentidos conocemos al
hombre existencialmente dado, en su historicidad. La experiencia del hombre
histórico nos pondrá en contacto con sus usos y costumbres, su derecho, su
religión, sus formas políticas, y "...en general, todas las condiciones de hecho,
internas y externas, de la vida moral del hombre" (Jolivet, op. cit., 35).

b. Todos estos aspectos relativos a la moralidad que surgen de la interioridad


de la persona y de su dimensión social, pasan a ser analizados en sus partes,
relacionados, sistematizados, de acuerdo al método de las ciencias
descriptivas; con lo cual tenemos -luego de la experiencia inicial- una etapa

analítica. En esta etapa, siguiendo a Jolivet, se emplea la vía de composición y


de síntesis. "Se trata por ellas de componer y concordar los múltiples y diversos
factores que son a la vez necesarios para la perfección del diagnóstico".

c. La Deontología, en tanto saber práctico, tiene una tercera etapa, racional-


metafísica, donde -habiéndose transitado por las etapas precedentes- el

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intelecto aplicado a lo real concreto capta, mediante la abstracción formal,


esencias y naturalezas universales y necesarias. (Jolivet, ibid., 35).

Los principios y los conceptos universales, son captados de la realidad singular


y concreta por la razón mediante la abstracción, pero pertenecen a la
metafísica. La resultante, que es una regla de conducta en su máximo de
generalidad, será la guía de accionar concreto del hombre. Pero por su misma
generalidad, éste deberá aplicarla prudencialmente adaptada a las particulares
circunstancias que le toca vivir;

d. Ya formulada la regla moral, tenemos el segundo momento empírico, puesto


que ésta regla se dirige necesariamente a lo operable, hacia lo concreto,...de
nuevo estamos en el ámbito de la experiencia. Los deberes se cumplen en
función de las condiciones de hecho en las que el hombre desenvuelve su
actividad Observamos que la experiencia interviene al principio y al final del
proceso por el cual se determina el deber ser.

1.4. La experiencia del hecho moral

Ya nos hemos referido la moral como hecho (supra, Moralidad) y al papel que
juega la experiencia en la ciencia moral. Ahora, se sistematizará la experiencia
del hecho moral, partiendo de sus aspectos más evidentes, para luego analizar
los elementos que componen este fenómeno.

Con este tema comienza Jacques Leclercq su obra (cit.), expresando: "Entre
los hechos humanos existe uno y se llama moral, igual que la física es un
hecho y la matemática y la filosofía y la religión". Agregando a continuación:
"Por encima de la cuestión de saber si tal o tal moral es verdadera, o de saber
cuál es la verdad moral, ...un hecho se impone: los hombres admiten una
verdad moral, creen en ella, poco importa que hayan o no reflexionado sobre
ella".

"El hecho moral, es decir, el hecho de creer en una regla moral, es un hecho
humano. Donde quiera que encontramos hombres los encontramos en
posesión

de una moral...".

Moralidad y sociabilidad son notas inescindibles de la condición humana, de allí


que se ha dicho que el hombre es un ser constitutivamente ético y social.

1.4.1. Elementos del hecho moral

Desde el punto de vista de la conciencia moral "El hecho moral revela, si se lo


analiza, todo un complejo conjunto de elementos racionales (juicios), afectivos
(sentimientos) y activos (voluntad)", sostiene Jolivet (op. cit., 10 y ss).

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a. Elemento racional. La moral se manifiesta por imperativos, que se expresan


en preceptos ("no robarás, no debes retener el salario del trabajador...etc.").
Antes del obrar, en dependencia del precepto universal, la conciencia
determina -mediante un juicio- que tal acto concreto es bueno o malo, y que, en
consecuencia, debe ser realizado o evitado. Luego de realizado el acto, la
conciencia vuelve a juzgar aprobando o reprochando, según se haya cumplido
o no con lo previamente determinado

b. Elemento afectivo. Antes de obrar, este elemento se manifiesta a través de


los sentimientos de afección al bien y repulsa al mal; de simpatía y admiración
al que actúa bien, de antipatía y menosprecio al que no lo hace. Después del
acto, la conciencia tiene los sentimientos de alegría y paz interior ante la buena
obra o de tristeza, inquietud, vergüenza, ante lo indebido.

c. Elemento activo. Consiste en la voluntad, manifestada por la disposición de


los medios idóneos para la ejecución del fin requerido (la obra en concreto).

1.4.2. La doble constricción

Por los elementos afectivos que integran el acto de la conciencia moral,


descartamos una "neutralidad" de la razón ante el deber impuesto por los
preceptos morales. Advertimos un doble condicionamiento, de naturaleza
afectiva y racional. El que se da desde la interioridad de la persona, que se
encuentra comprometida ante sí para obrar como es debido, porque se
encuentra implicada su capacidad para la virtud, su perfeccionamiento como
ser humano, y su autoestima; por eso la llamaremos constricción interior.

Pero también se da otro tipo de constricción, que llamaremos externa. Es


innegable el influjo que ejerce en la toma de decisiones la opinión de los
demás. Existen personalidades en las que éste es el factor primordial a
considerar (el famoso "qué dirán...). En ocasiones esta opinión es una
verdadera presión. La Escuela Sociológica francesa consideraba la presión
social como el factor determinante en la formación del precepto moral y en su
correlativo acatamiento por el individuo. Esta posición extrema, que llega
implícitamente a anular la libertad personal, nos llama la atención sobre la
realidad de la constricción que ejercen los preceptos sociales, jurídicos,
religiosos, etc. además de los propiamente morales, sobre el juicio de la
conciencia.

1.4.3. Esencia del Hecho Moral

La presión exterior y los sentimientos propios de la constricción interior ¿anulan


la voluntad de la persona? existe en ellos un determinismo que provoca que el
hombre no pueda actuar de un modo distinto? La experiencia nos muestra la
incidencia de los sentimientos, de las pasiones y de lo social en el juicio de

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conciencia. Pero también nos muestra la realidad del problema moral, del
arduo

discurrir los pro y los contras que se dan en el juicio de conciencia, de las
diferentes respuestas ante un mismo problema de hombres en condiciones
semejantes, donde de hecho se toman actitudes completamente diferentes. La
historia nos muestra los conformistas tanto como los revolucionarios que
atacan la moral usual de su época, a los que vencen sus sentimientos
interiores y actúan "racionalmente" y a los que, más allá de lo que la razón les
aconseja, se dejan guiar por las pasiones.

Es que allí está el hombre, ante el problema moral. Sin duda limitado, pero
todavía capaz de hacer el esfuerzo, capaz de lograr la hazaña de obrar en
plena conciencia, es decir, con libertad para hacer el bien. Así puede decirse
que, con los condicionamientos propios de su historicidad y de su afectividad,
es dueño de sus actos y responsable de sus consecuencias.

El sentido moral común nos muestra el absurdo de calificar moralmente a quien


ha obrado bajo una violencia física o moral capaz de anular completamente su
voluntad. Tampoco descalifica a quien sin culpa ni dolo ha producido un daño.
La inteligencia y voluntad, que son propias de la condición humana, hacen de
la libertad y la responsabilidad, presupuestos de la moralidad de los actos y a la
dignidad de la persona, respectivamente.

Dicho de otro modo, son morales aquellos actos humanos que el agente realiza
con advertencia y voluntad libre (materia) considerados desde el punto de vista
de su adecuación con la regla ideal de la conducta humana con el fin de
alcanzar la perfección que le es propia (forma).

1.4.4. Caracteres del Hecho Moral. Especificidad y universalidad

Habiendo visto los elementos del hecho moral desde el punto de vista de la
conciencia, la realidad de la doble constricción, y por fin, la esencia del hecho
moral, en directa relación con éste último punto, podemos sintetizar los
caracteres esenciales de éste fenómeno.

a. Especificidad. El hecho moral es irreductible a otros tipos de hechos


humanos. La conciencia moral es el núcleo de esta especificidad, en tanto que
es capaz de aprehender las normas morales generales y convertirse en
legisladora del caso particular y luego en juez "inapelable" de la moralidad del
acto.

Esta doble función de legislador y juez de la conciencia es la razón de ser de la


responsabilidad del sujeto moral.

b. Universalidad. El hecho moral caracteriza a la humanidad, verificándose en


todo tiempo y lugar. Los hombres "siempre y en todas partes, han admitido la

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existencia de valores morales, distintos de los valores materiales y se han


sentido sujetos a leyes morales, distintas de las leyes físicas y que enuncian un
ideal de conducta". (Jolivet, op. cit., 11)

La universalidad de las nociones de bien moral y de mal es innegable. Tanto


como el hecho de que las costumbres evolucionan. Pero, siguiendo al Jolivet,
no es la evolución de las costumbres la que explica la moralidad, sino ésta la
que explica las vicisitudes de la evolución moral de la humanidad.

1.5. Ubicación epistemológica en el saber jurídico

La Deontología Jurídica, como ya se expuso, es una parte especial de la


Deontología, por lo que debemos considerar a nuestra asignatura, en el marco
del plan de estudios de la carrera de abogacía, como una materia auxiliar y no
como una materia específicamente jurídica.

Ella es concurrente a la formación integral del estudiante en orden a la


dimensión ética de:

a. Las conductas que se verifican en la actividad jurídica; donde se plantea una


interrelación entre el orden moral y el orden jurídico.

b. La próxima actividad profesional del estudiante, que le planteará problemas


éticos comunes a todas las profesiones y específicos de la abogacía. De allí la
necesidad de estudiar la naturaleza de la profesión de abogar y de sus grandes
líneas de organización en nuestro sistema político.

1.5.1. Practicidad de la Ciencia Jurídica

El hombre, ser social por naturaleza, ha tenido conciencia, desde su más


remoto origen, del hecho jurídico. El fenómeno de lo jurídico es parte
inseparable de la convivencia social, siendo sus fines más evidentes, la
ordenación de dicha convivencia hacia el bien común y el dirimir los conflictos
de intereses que se plantean entre sus integrantes.

En Roma asistimos al nacimiento de la "Iurisprudentia", como "ars boni et


aequi" (el arte de lo bueno y lo equitativo), destinada a favorecer la
consecución de los fines prácticos mencionados en el párrafo precedente. La
prudencia de lo jurídico, desde su ilustre origen, está ordenada en forma directa
a regular la praxis jurídica de la sociedad histórica en la que vive el "juris-
prudente".

En la Modernidad, por diferentes vías, se tendió a concebir a la ciencia jurídica


como una ciencia teórica, propugnándose inclusive el razonamiento deductivo
a partir de principios, de acuerdo al método de las ciencias positivas (sean
éstos

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principios los de un Código de Derecho Natural a la manera racionalista; los de


la Legislación a la manera de la Escuela Exegética; o los de la Dogmática
Jurídica a la manera de la Jurisprudencia de Conceptos).

La culminación de esta tendencia es la concepción de una ciencia "pura" del


derecho, que deja de lado todo aspecto valorativo, sociológico o político. Los
científicos del derecho, dedicados a la teoría y a la metodología que le es
propia, pierden de vista la vida concreta -histórica- del derecho, y
consecuentemente, los planes de estudio de abogacía se estructuraron
dejando de lado las materias que se refieren a aspectos prácticos de lo jurídico,
como lo es la Deontología Jurídica.

Contemporáneamente las concepciones teoricistas de la ciencia jurídica están


en crisis. Es que el desarrollo científico, a espaldas de la vida jurídica, tiende a
encerrarse en sí mismo y deja de servir a la sociedad. Se desarrolla (como lo
cuenta graciosamente Rudolf Ihering en "Bromas y Veras de la Jurisprudencia")
una ciencia "de profesores" divorciada de la práctica tribunalicia. Esta práctica,
requiere ser "iluminada" por una ciencia a su servicio a fin de coadyuvar a una
plena prudencia de lo jurídico.

En la actualidad, los aspectos prácticos que hacen al derecho, como son los
sociológicos, éticos, metodológicos, etc. han sido revalorizados. Asistimos al
renacimiento del razonamiento tópico y hasta de la retórica desarrollados por
los juristas de la antigüedad, por adecuarse perfectamente a los requerimientos
de la práctica del derecho.

Es coherente con esta dirección científica la inclusión en los planes de estudio


de la carrera de Abogacía de la Deontología Jurídica como nexo entre los
estudios universitarios (preponderantemente teóricos) y la próxima etapa del
graduado, inmersa en la praxis del derecho. En esta etapa el graduado se
enfrentará a cuestionamientos éticos provenientes de situaciones profesionales
concretas y específicas, que requieren un conocimiento previo de la normativa
pertinente, pero sobre todo, la posesión de criterios y hábitos de reflexión para
dar las respuestas adecuadas.

1.5.2. Iniciativas desde el Ámbito Profesional

Es digno de ser destacado que la inquietud por la enseñanza universitaria de


nuestra asignatura fue planteada, en primer lugar, desde los propios ámbitos
profesionales a través de sus entes de colegiación y de numerosos congresos.

Raúl Horacio Viñas, en su importante obra "Ética y Derecho de la Abogacía y


Procuración" reseña los hitos fundamentales de este movimiento en nuestro
país, tras citar antecedentes de la cultura universal a este respecto.

El primer código de ética profesional en nuestro país fue el del Colegio de


Abogados de Buenos Aires, institución que en el año 1918 adoptó como

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propias las Reglas de Ética de la Asociación del Foro de Nueva York,


empeñándose en la más amplia difusión de éstas normas en todo el país. Debe
destacarse que este Colegio es una asociación civil de afiliación voluntaria,
respondiendo la iniciativa de adoptar un código de ética al impulso de los
mismos profesionales colegiados. Llama la atención el hecho de la "adopción"
de las normas éticas de una asociación extranjera. En este aspecto debe
destacarse la tradición y prestigio de los colegios profesionales en la órbita
cultural anglosajona, la que se caracteriza por su pragmatismo. Es que en
definitiva, la estricta observancia de normas éticas en el ejercicio profesional,
redunda en beneficio directo de la profesión y en consecuencia, de los
profesionales.

El tratamiento más sistematizado y profundo de la cuestión se dio en las


Jornadas de Ética de la Abogacía, realizadas en Rosario, Provincia de Santa
Fe, en 1967. Las conclusiones de la Comisión que trató específicamente el
tema de la enseñanza de la ética profesional, constituyen una adecuada
síntesis del problema. Las mismas sirvieron de referencia ineludible para la
confección del programa de nuestra asignatura. Por su trascendencia se
incluyen las conclusiones como Apéndice II.

1.5.3. Realidad de la Inconducta Profesional

En las ya mencionadas Jornadas de Ética de la Abogacía de 1967 se trató


extensamente este punto. Los asistentes reconocieron entonces que las
situaciones de inconducta profesional se producen con relativa frecuencia y
asumiendo a veces singular gravedad. (Consultar Viñas, op. cit., 10 y ss.)

Este problema puede abordarse desde distintos puntos de vista:

a. El sociológico, donde el aspecto más relevante es la superpoblación de


abogados, en un contexto de progresivo achicamiento de recursos y de
sobrevaloración social de lo económico.

b. El educativo, por la ausencia de conocimiento y reflexión, en la Universidad y


en las corporaciones profesionales, de las normas de ética profesional.

c. El específicamente deontológico, por el relajamiento de la lealtad debida por


el profesional al cliente, a los magistrados y a la profesión.

Este último aspecto merece una reflexión aparte. ¿Existe una crisis moral de la
abogacía con caracteres de enfermedad terminal? En 1967 se coincidió en una
respuesta: los abogados participan de una crisis moral general de la sociedad,
en la que se verifica una subversión de los valores tradicionales. No es
entonces el conjunto de los abogados un grupo especialmente afectado de
inmoralidad.

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Esta respuesta es razonable, pero de ningún modo puede inducirnos al


conformismo o al quietismo. Como se verá durante el desarrollo de la
asignatura, en los Estados de Derecho, la Abogacía es una profesión
"sistémica"; esto es, hace al mismo funcionamiento del sistema. El sistema "lo
pone" al abogado como un auxiliar necesario de la Administración de Justicia;
además, la compleja realidad social lo requiere como un elemento de consulta
ineludible.

Si tenemos en cuenta que la vigencia efectiva del Derecho es uno de los


valores más altos de la vida en sociedad, debemos concluir que las fallas éticas
de los abogados, a quienes el sistema hace jugar un papel tan importante en
este cometido, tienen una repercusión social enorme. Dicho en otras palabras,
en esta profesión, la ética, cuando falta, "brilla por su ausencia".

Si la Abogacía es una suerte de ministerio social, si la vinculación con el cliente


excede la mera locación de servicios, si los Estudios Jurídicos no son ni
pueden ser empresas de comercio, lo es en virtud de un compromiso de
esencial contenido moral del abogado para con la sociedad, por lo que, rota la
lealtad debida por parte del abogado, se quiebra la misma razón de ser de la
profesión.

Si admitimos que en esta sociedad "postmoderna" los valores económicos se


consideran como los más elevados, aún en detrimento de la ética, una
profesión cuya esencia es la ética, se verá afectada de raíz. En conclusión, se
verá sumida en una crisis terminal.

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