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AUTORES, TEXTOS Y TEMAS

H U M A N I S M O

Giambattista Vico

O bras
Retórica
(Instituciones de Oratoria)

Prcs. de Emilio Hidalgo-Serna y José M. Sevilla


Pref. de Giuliano Grifo
Ed., trad, del latín y n. de Francisco J. Navarro Gómez

ANTHROPO*
AUTORES, TEXTOS Y TEMAS
H U M A N I S M O

Dirigida por Emilio H idalgo-Serna


y José M anuel Sevilla

La serie H um anism o responde a la necesidad de dar


a conocer a algunos de los A utores, Textos y Lemas
filosóficos del hum anism o italiano y español que han
sido más olvidados o incom prendidos por la h isto ­
ria del pensamiento occidental. Frente a la abstracción
del lenguaje racional, del saber apriorístico y de la
metafísica escolástica, los hum anistas entendieron c
ilustraron la preem inencia filosófica de la palabra
metafórica, de la imagen, de la fantasía, del conoci­
m iento inventivo y del pensam iento ingenioso. De
aquí procede, entre otras cosas, la reivindicación h u ­
m anista de la o rig in aria fu n ció n filosófica de la
poética y de la retórica.
Descartes, Hegel o H eidegger negaron el valor es­
peculativo del pensam iento latino y del hum anism o.
Es notorio además el grave silencio de la filosofía
española respecto a su propia tradición. La palabra y
el lenguaje, que constituyen las raíces de la historia
humana, fueron el fundam ento de la polém ica de los
hum anistas contra la estructura metafísica del pen­
sam iento medieval. Este hum anism o filosófico, casi
siem pre estudiado a nivel histórico y filológico, o
bien a la luz del idealism o o del neoplatonism o, cris­
talizó en las obras de Salutati, B runi, Valla, Vives,
C ervantes, Gracián o Vico.
En el olvido del verburn histórico p o r parte de la fi­
losofía tradicional, reconocieron los hum anistas la
prim era causa de la corrupción de las artes del len­
guaje, de las ciencias y del pensam iento.
Además de textos y traducciones de los hum anistas
más representativos, la serie H u m an ism o editará
aquellos trabajos críticos e interpretativos que d o ­
cum enten la actualidad filosófica de nuestra propia
tradición.
OBRAS
II
AUTORES, TEXTOS Y TEMAS
HUMANISMO
Dirigida por Emilio Hidalgo-Serna y José Manuel Sevilla

8
Giambattista Vico

OBRAS II
RETÓRICA
(INSTITUCIONES DE ORATORIA)

Presentación de Emilio Hiclalgo-Serna


y José Ai. Sevilla.
Prefacio de Giuliano Crifó
Edición, traducción del latín y notas
de Francisco J. Navarro Gómez.

Esta obra ha sido publicada con la ayuda de la Dirección General del Libro,
Archivos y Bibliotecas del Ministerio de Cultura

Con la colaboración de la
FUNDACIÓN
STUDIA HUMANITATIS
Obras II : Retórica (in stituciones de Oratoria) / Giam battista V ico ;
presentación de Em ilio H idalgo-Sem a y José M. Sevilla ; prefacio de Giuliano
Crìfò ; edición, traducción del Salín y notas de Francisco J. Navarro Góm ez. —
Rubí (Barcelona) ; A nlhropos Editorial, 2004
XIX t 267 p. ; 20 c¡n. — (Autores, Textos y Tem as. H um anism o ; 8)

B ibliografía p. 247-264. ín d ices


ISB N 84-7658-704-X

1. R etórica 2. H u m a n ism o filosófico 3. F ilosofía (Italia) - S. X VIII 1.1 Iklalgo-


S erna, Umilio, pr. II. Sevilla, .losé M., pr. III. Crifò, G iuliano, pref. IV. N av arro
G óm ez, F ran cisc o J., ed„ tr., n. V. T ítulo VI. Colección
i Vico, G iam b attista

Prim era edición: 2004

© de la presentación: Emilio H idalgo-Sema y .losé M. Sevilla, 2004


© del preLacio: Giuliano GriLó, 2004
© de la edición, traducción y notas: Francisco J. Navarro Gómez, 2004
© Anlhropos Editorial, 2004
Edita Anlhropos Editorial. Rubí (Barcelona)
vvww.anlliropos~editorial.com.
ISBN: 84-7658-704-X
Depósito legal: B. 46.125-2004
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n in g u n a form a ni po r nin g ú n m edio, sea m ecánico, l'otoquím ico, electrónico, m agnético, elec-
iroóptico, po r fotocopia, o cu a lq u ie r otro, sin el perm iso previo p o i'escrito de la editorial.
PRESENTACIÓN

Es para nosotros un gran placer poder ofrece); a España y


Latinoam érica este segundo volum en de las Obras 1 de Giambat-
tista Vico (1668-1744) en nuestra colección Hum anism o. Se tra­
ta de la prim era traducción española de las Instituñones orato­
rias, un m anual de apuntes que el profesor de retórica de la
Universidad de Nápoles y autor de la Ciencia nueva utilizó en
sus Cursos de retórica y elocuencia entre los años académicos
que van de 1699-1700 a '1739-1740.
Es evidente que la propia vida, el trabajo académ ico diario y
el pensamiento teórico no son separables. Pero en el caso de
nuestra tradición latina y del hum anism o filosófico, que alcanza
su culminación con Vico, esta relación indisoluble entre la vida y
la palabra —ya sea ésta hablada o escrita—, entre la experiencia
personal dei filósofo, la historia y el arte retórica como «facultad
de decir» y «pronunciar discursos con los mejores pensamientos
y selectísimas palabras »,2 constituyó adem ás la raíz esencial de
la formación de los Studia Humanitatis. Este m ismo sustrato
alimenta tam bién la Autobiografía de Vico, sus discursos inaugu­
rales en la Universidad partenopea, sus libros de reflexión filoló­
gica y jurídica, y su elaboración de la Ciencia nueva., siempre

1, En el prim er volum en de las O bras de Giam batdsta Vico (.Obras. Oraciones


inaugurales y La antiquísim a sabiduría de los italianos, A ntlnopos Editorial [serie Hu­
manismo., 6], Barcelona, 2002), h em o s publicado las O raciones inaugurales (1699-
1707), Del m étodo cíe estadios de nuestro tiem po (1708), Sobre ¡a revelación de ¡a antiquí­
sim a sabiduría de. los italianos (1710) y Sobre la m ente heroica (1732) (edición, traduc­
ción del lalín y notas a cargo de Francisco J. Navarro Gómez).
2, Inst, or. 12J, Cír, G. Vico, Retórica (Instituciones de oratoria) (ed., trad. y n. de
F.J. Navarro G óm ez), p. 3.

VII
m eticulosamente escritos y reelaborados para su publicación; al
igual que su correspondencia, los escritos de ocasión, o estos
utensilios preciosísimos aquí publicados y que le sirvieron para
la enseñanza oficial de la elocuencia durante cuarenta años, los
cuales deseamos que constituyan u n fructífero m anantial de
ideas para quienes se han ocupado o se preocupen en el futuro
de retórica y/o del pensam iento del gran autor napolitano.
En este detallado instrum entado viquiano de retórica es po­
sible descubrir nuevas relaciones de continuidad especulativa
entre el pensam iento filosófico de Vico y su larga e ininterrum ­
pida enseñanza de la elocuencia. Advertimos la huella de Cice­
rón, quien exigía al orador un conocim iento exhaustivo de to­
das las cosas y de cada una de las artes, de las lnstitulion.es
oratorias de Quintiliano o la preem inencia del lenguaje retórico
y de la elocutio inventiva y m etafórica defendida p o r hum anis­
tas com o Lorenzo Valla o Juan Luis Vives en su De raíione cli-
cendi (1532),3 p o r recordar aquí sólo algunos de los m om entos
de la retórica latina y hum anista que precedieron a Vico.
¿Cómo evitar el olvido del vínculo verbum-res para llenar el
vacío significativo del lenguaje racional, abstracto, cartesiano?
El filósofo hum anista y profesor de retórica concluye su diserta­
ción Del método de estudios de nuestro tiempo (1708) reiterando
que el orador «debía ser docto en todas las ciencias y artes».
«Pues ¿qué otra cosa es la elocuencia sino la sabiduría que ha­
bla de form a adornada, copiosa y acom odada al sentido co­
m ú n ?»4 —se pregunta y responde Vico. A la retórica atribuye
éste la función de ser el fundam ento unificador de todas las
ciencias y de constituir la verdadera respuesta filosófica que de­
berá atender a lo verosímil y lo probable, que son las dos m ane­
ras en que se presentan los asuntos y las cosas hum anos, las
dos coordenadas histórico-vitales del m undo civil. Porque la
lengua es condición para todo lo hum ano, no puede dejar de
serlo para el preciso razonam iento ni p ara el filosofar concreto.
Porque el hom bre es en su ser m ism o —com o dice Vico— cuer­
po, m ente y lengua, la retórica asum e la función de saber decir

.3, J.L. Vives, El arte retórica. De rationc diceitdi. (edición bilingüe) (csl. introd. do
E m ilio Hidalgo-Sem a; ed., írad. y n. de Ana Isabel Cam acho), Antliropos (serie H um a­
nism o, 3), Barcelona, 1998.
4. G. Vico, Obras.... eit., p. 124.

VIII
con pregnancia aquello que im porta a quien dice y a quien se le
dice. Es tanto un saber que habla, como tam bién un decir sabia­
mente. Ahondar en lo exquisito (scitum ) de los recursos del len­
guaje im plica a la vez un m odo de conocim iento verdadero
(scienlia.)5 que se basa en lo verosímil 6 en vez de presuponer una
«verdad» indudable, y que asum e la certeza de la realidad de lo
probable en vez de una incierta pretendida seguridad de lo real.
La retórica es la reina de las artes y de cada disciplina, no
sólo porque las abarca todas, sino, fundam entalm ente, porque
ella es capaz de mover, indicar, conmover, integrar los senti­
mientos y las razones o guiar a quienes deberán ser formados en
la totalidad del saber y pensar de los hombres. Sólo el discurso
retórico y la dimensión especulativa de la elocutio y de las figu­
ras retóricas podran constituir el histórico fundam ento del pen­
sam iento racional. «De m odo que creo —nos dice Vico— que la
actual elocuencia [...] se ha corrom pido sobre todo a causa de
que las cuestiones filosóficas se transm iten sin brillantez alguna,
y sin ningún ornato ni fecundidad .»7 Vico no niega la filosofía
para afirm ar la retórica, ni viceversa. Más bien al contrario, las
propuestas viquianas tienden a restablecer los vínculos solida­
rios entre retórica y filosofía. E n la lecciones que nos da Vico —y
com o posteriorm ente Ernesto Grassi ha argum entado a lo largo
de su producción intelectual— se aprende que toda verdadera
füosofia es retórica (o sea, que el razonam iento filosófico requiere
la formulación retórica de la palabra como inicio de sus razona­
mientos) y, más aún, que la verdadera retórica es filosofía*

5. Clr. Sobre la revelación de la antiquísima, sabiduría de los italianos, en Obras...,


cit., p. i 80.
6. Lo verosím il es «com o un térm ino m edio entro lo verdadero y lo falso, de modo
que en la m ayor parte de las ocasiones es verdadero, y raram ente falso»; siendo que
«de lo verosímil se engendra el sentido com ún» (G. Vico, Del m elado ele estudios de
nuestro tiem po, cap. III, en Obras..., cit., p. 82). Y el «sentido com ún», aplicado por los
hom bres a las utilidades y necesidades hum anas, es la fuente del derecho natural, que
es lo m ism o que decir de la sociedad hu m ana en la historia (clr. G, Vico, Scienza
nuova, ed. 1744, dign idadesX I, XII, XIII y CV [§§ 141-147 y 311-313]).
7. Iiist. or. [9]. Clr. G. Vico, Retórica (Instituciones de oratoria) (ed., traci, y n. de
F.J. Navarro Gómez, p. 12).
8. Cír. E. Grassi, 1Viatorie as Philosophy, Pennsylvania State U niveisity Press, 1980
(ed. ital,, Retorica com e filosofìa. La tradizione um anistica, a cargo de M assim o Maras­
si, La Città dei Sole, Nàpoles, 1999); id„ h i filosofia del hu m anism o. Preeminencia de la
palabra, Anthropos (serie H um anism o, 1), Barcelona, 1993; c icl., Vico y e l hum anism o.
Ensayos sobre Vico, Heidegger y la retórica, Anthropos (serie H um anism o, 5), Barcelo­
na, 1999. en especial el cap. IV, V éase adem ás E. H idalgo-Sem a, «Grassi y la primacía

IX
Los apuntes académ icos que ahora ven aquí su luz prim era
en nuestra lengua seguirán liberando al pensam iento viquiano
de la reductiva interpretación idealista, propiciada en el pasado
siglo por B enedetto Croce al atribuir a la retórica de su com pa­
triota únicam ente una tarea puram ente ornam ental. No sólo no
es así, com o se aprecia por la simple razón histórica de que las
lecciones de retórica las hace Vico tam bién cuando ya ha abor­
dado el trabajo de la Ciencia nueva (tanto en sus ediciones de
1725 como de 1730), y hay ideas que circulan com o vasos co­
m unicantes entre am bos trabajos; sino que, además, quienes
lean en profundidad y con claves problem atistas advertirán
cómo el problem a que establece Vico no es ya sim plem ente el
de la relación entre filosofía y retórica, sino —como retom ará
m ás adelante E. Grassi en su perspectiva hum anista retórica—
el problema que se presenta bajo la form a de retórica y filosofía .9
El decir y el saber retóricos hum anizan cualquier tipo de
discurso científico o filosófico porque, adem ás de tener en
cuenta los sentim ientos de quien habla y escucha, no descuidan
la verdad, los pensam ientos, la verosimilitud y probabilidad de
cada m ateria y disciplina. Sobre la retórica recae, además, la
responsabilidad de m antener unidas la sociedad de ios hombres
y la com unidad del saber hum ano. No en vano, en el arte de ha­
blar elocuentem ente (sabiduría que habla) se estrecha la unión
entre «la lengua y el corazón», el apego natural de su propia
palabra a la idea ,10 siendo éste el lugar donde deben confluir
creativam ente los sentidos, los sentim ientos, el ingenio, la fan­
tasía, la m em oria y la razón. El dom inio form ador de la retórica
brota de las raíces de los problem as hum anos, no del anonim a­
to de la palabra abstracta. E n su ám bito, la im agen y la m etáfo­
ra abren el pensam iento a la circunstancialidad de lo concreto,
donde el poder de la fantasía y la fuerza del ingenio se encargan
de establecer los vínculos con la realidad.

de Ja palabra en el hum anism o», introducción a E. Grassi, /.« filosofia cid hu m anis­
m o..., cit., en especial pp. X-XT; y J.M. Sevilla, «Relórica co m o filosofía. E, Grassi, Vico
y el problem a del hu m an ism o retórico», M m iteagudo, 3.:‘ época, n." 8 (2003), Universi­
dad de Murcia, m onográfico Retórica y D iscurso, pp. 73-106, espec. p. 77.
9. Gli'. M. M arassi, «Introduzione» a E. Grassi, Retorica com a filosofía, cit., pp.
11-27; p. 19 y p. 25.
10. Clr. G. Vico, «Las A cadem ias y las relaciones entre filosofía y elocuencia»,
discurso pronunciado en la Accadem ia degli O/.io.si en enero de 1737 (liad, cast., Cua­
dernos sobre Vico [Sevilla].. 7-8 [1997], pp. 473-477, cit. p. 476).

X
No ha cie extrañarnos, por tanto, que, al tratar acerca de su
naturaleza, Vico considere la retórica como una «facultad» (fa­
cultas); o sea, com o la facilidad de «decir» (dicere) «en la forma
apropiada» en todo debate de problem as, arraigándose en el
ánimo hum ano, que es el principio interno del movimiento en
la mente, por el que ésta —como mente del ánim o— se dirige
siem pre a otros ánim os y voluntades , 11 operando m ediante el
ingenio, «que es la facultad propia del saber ».12
La praxis y la filosofía viquianas de la retórica deberem os
cotejarlas y am aizarías teniendo en cuenta los tres niveles fun­
dam entales en los que, paralela y contem poráneam ente, tie­
nen lugar y confluyen, p o r u n a parte, sus clases universitarias
sobre las m últiples técnicas de la elocuencia, las figuras retó­
ricas o el «ben parlare in concetti», el m arcado acento hum a­
nista y didáctico que traslucen sus célebres Oraciones inaugu­
rales y el singular protagonism o del decir y saber retóricos en
cada uno de sus libros y del conjunto de su pensam iento. Los
estudios viquianos hoy día m uestran cóm o hay una evidente
línea de continuidad en el pensam iento de Vico, rastreable a
través de todas sus obras, com enzando desde las referidas
O raí iones hasta llegar a la ú ltim a Scienza nnova (1744). En di­
cha linealidad está claro que se incluye tam bién con todo su va­
lor las Institutiones oratoriae que, a pesar de su condición aca­
dém ica y de su form a de lecciones m agistrales, en ningún
caso ha de considerarse un texto m arginal. É sta es una razón
m ás p ara que las presentes Instituciones de oratoria constitu­
yan el segundo volum en en español de las Obras de Vico alo­
jadas en la serie H um anism o que dirigimos. A los criterios de
cronología y de textos en latín se une tam bién el de despliegue
de las ideas, y la consideración de que Vico, im buido de cultu­
ra jurídica y de pensam iento retórico, es —com o dijera Pielro

1 1. Jusl. or. [2]. Cír. G. Vico, Retórica (Instituciones eie oratoria) (ed., luid, y n. do
F.J. Navarro G óm ez), p. 3. Cír. G. Vico, Sobre la revelación de la antiquísim a sabiduría,
de los italianos, en Obras..., cit., pp. 173-174; y cír. Scienza nnova (ed. 1744), § 69.
12. La «facultad», entendida com o facilidad (facuiitas) operativa, com o habilidad
para hacer, constituye el rango de la potencialidad operativa del ser hum ano, la pose­
sión del principio activo del facera (que Vico identifica con eí conocer: c(V. Sobre la
revelación de la antiquísim a sabiduría de los italianos, cap. 1, en Obras.... cit., p. 133; v
Scienza, nu ova, ed. 1744, § 331 y § 349). Las facultades (sentidos, fantasía, memoria,
ingenio, intelecto) son potencias productoras de lo que hacernos en sentido propia-
¡n eniehum a.no, y, por tanto, de aquello que pod em os conocer de verdad.

XI
Piovani — 13 m ás u n «hum anista» que un filósofo en sentido
estricto, en contacto con el m ondo civile m ás que con el uni­
verso metafísico; en cualquier caso, u n a m ente preocupada y
puesta al servicio del m undo de los hombres.
Agradecemos al profesor Giuliano Crifó, de la Universidad
de Roma «La Sapienza», su prefacio a la edición española de
estas lecciones de Vico. La edición latina de Crifó, cuyo texto
asentado por él ha sido elegido com o base para la versión que
aquí presentam os, es la últim a, m ás crítica y m ejor de cuantas
han sido hechas hasta el m om ento .14
Por último, es Francisco J. Navarro Gómez —el fiel traductor
al castellano de la obra de Vico en latín— m erecedor de nuestro
más vivo agradecimiento, reconocim iento y estima. Con gran
pericia ha elaborado su propia versión siendo tan fiel al latín de
Vico y a sus ideas cuanto tam bién a nuestra lengua, y ha ilustra­
do el texto con un excelente aparato de notas que tiene como
objeto lograr una más efectiva lectura y com prensión de Vico.

E m i li o H i d a l g o - S e r n a
Presidente de la Fundación Studia Humanitatis
(Zúrich)

J o s é M . S e v il l a
Directo r del C entro d e Investigaciones so b re Vico
(Sevilla)

13. P. Piovani, Vico sin Hegel, en Introducción a l pensam iento de Vico (iiad. esp. de
O. Astorga, J.R. Herrera y C.I. Paván), E dición d e la Facultad de Hum anidades y
Educación, Universidad C endal de V enezuela, Caracas, 1987, p. 99; cfr. p. 124.
14. G. Vico, Institutiones oratoríae, [esto critico, versione e com m ento di Giuliano
Crifò, Istituto Suor Orsola Benincasa, Ñ apóles, 1989. «Prefazione», pp. XI-XI1Í, «Intro­
duzione», pp. XV-CXII, y «Commento», pp. 433-513.

XII
PREFACIO

Emilio Hidalgo-Sema y José M. Sevilla Fernández, directores


de la nueva y bella iniciativa editorial de las Obras de Vico, me
han pedido que presente la traducción española de las Institulio-
nes oratoriae. Es una invitación a la que me he adherido con
placer, aunque, para responder a ella, debería no sólo dom inar
la lengua de Cervantes, cosa de la que m e hallo m uy lejos, sino
no ignorar, y esto es solam ente u n ejemplo particularm ente sig­
nificativo, aquello que Ortega y Gasset escribiera a propósito de
«miseria y esplendor de la traducción» y tener en cuenta la lec­
ción herm enéutica de Emilio Betti, remitiéndom e a su Teoría
genercde clell’inteijiretazione (1955; II ed. corr. y ampl. a mi cargo,
Milán, 1990; II, pp. 635 ss.) y a uno de los últim os escritos de mi
Maestro, para el cual el presupuesto de toda traducción es una
interprelación reconocida como válida. Esto exige fidelidad al
texto, y, dada la distinción entre pensamiento y formulación lin­
güística, significa precaver el error del común prejuicio a favor
de la interpretación literal. Concluye que «traducir no puede ser
tarea de u n lexicógrafo o de un recolector de palabras y de fra­
ses, sino únicam ente prerrogativa de quien, por propia vocación
y preparación mental, se interesa más vivamente por el pensa­
miento, especulativo o poético, expresado en el texto original, y,
por tanto, está m ejor capacitado para experimentarlo, meditarlo
de nuevo y entenderlo» (E. Betti, «Traduzione e interpretazio-
ne», en Responsahilitci del sapera, 81, 1967, 3 ss., 31).
Para mí, entonces, no se trata de examinar particularm ente la
presente traducción del latín de Vico, por otro lado debida a un
eximio latinista y viquista, y reconocido traductor de otras obras

XIII
viquianas, como es Francisco Navarro Gómez, ei cual ha tenido
en cuenta la versión en italiano que acom paña mi edición. La
invitación, en cambio, me da la oportunidad de reabrir un anti­
guo clossier, recorrer u n camino que, iniciado hace más de veinte
años, me ha conducido hasta la elaboración de la prim era y única
edición crítica de las lecciones viquianas de retórica. De hecho,
un texto en latín que nos ha llegado en una serie de redacciones
durante el curso de largos años de enseñanza por parte de Vico.
Mi cotejo de las redacciones de 1711 y de 1738 y, en especial, la
utilización de un posterior m anuscrito inédito de 1741 y de otros
documentos me han permitido unificar el texto, publicarlo con
un largo ensayo introductorio (I-CXTV) que hace las veces, tam ­
bién, de nota al texto —dotado este último de la versión en italia­
no—, y proveerlo, además de con el aparato filológico de las va­
riantes y con la recuperación de las fuentes antiguas y modernas
de las que Vico ha hecho uso, de un amplio com entario histórico
y bibliográfico (433-513) a los diversos parágrafos en que están
repartidas estas Institutiones oratoriae, así como de varios índices
(515-567), necesarios subsidios («preciosos instrumentos», dirán
los recensores) para su efectiva lectura y comprensión. Un texto
donde, por ejemplo, hasta entonces se creía leer «arte» en vez de
«Aristóteles», o, atribuyendo a Vico u n error garrafal, se afirmaba
que un cierto libro, en realidad del gramático holandés Ausonius
van Popmcn, fuese una supuesta obra De lingua Latina del poeta
Ausonio. Un texto con indudable función didáctica, con todos los
límites inherentes a tal función, pero, como no me cansaré de
indicar, regido por un alto espíritu filosófico (¿la naturaleza clel
hombre no es quizás su misma formación?), crítico del cartesia­
nismo dominante por entonces, con una profunda valoración del
exemplum, segura conciencia herm enéutica, coherencia entre
lenguaje, derecho e historia, etc. Y todo ello, dando testimonio de
una continuidad del pensam iento viquiano hasta la Scieriza nuo-
va, gracias a la puesta en juego de la tradición representada por el
derecho romano y por los fundamentos culturales y sociales de la
retórica, a la luz, ciertamente, de la «rehabilitación» de esta últi­
ma, del actual redescubrimiento de la filosofía práctica, de la teo­
ría de la argumentación y de la hermenéutica, pero sobre todo del
«verdadero» Vico —sus palabras—, por no decir de la estrechísi­
ma relación existente entre derecho y política, experiencia jurídi­
ca y pensamiento político, de cuya eficaz comunicación es instru­

XIV
mentó principal, precisamente, la «sabiduría que habla», que es
para Vico la elocuencia.
De todo esto se había perdido la huella en los estudios sobre
Vico. De m anera que, al aparecer m i trabajo, hay quien ha dicho
precisamente, entre otras cosas, que esta («imponente», «benemé­
rita», «ejemplar»...) edición habría sido impensable algunas déca­
das antes, no hallándose un tejido cultural que prestase mucha
atención, y más bien ninguna atención, a los problemas esenciales
de la retórica y del lenguaje que, en cambio, son consustancia­
les, por decirlo así, a las Institutiom s viquianas, como resulta am­
pliamente documentado en las notas al texto y en su aparato críti­
co. Por lo que se concluía que «en este texto tan laboriosamente
editado se puede aprender —y no es poco— que el pensamiento
de Vico es m ás complejo, y articulado tam bién sobre distintos
planos, de cuanto hasta hace algunas décadas se podía creer». Y
se reconocía que las Instituí iones oratoriae, «tras la edición Crifó,
constituyen un punto ineludible de referencia para no pocos as­
pectos de la formación viquiana», introducen novedades cognos­
citivas (por ejemplo, a propósito de la memoria), abren una discu­
sión respecto a la tradición interpretativa, indican una línea de
profundÍ7.ación y desarrollo acerca de la oportunidad de una in­
dagación en clave hermenéutica, ofrecen «además claves de inte­
ligibilidad para la lectura de las transformaciones de cláusulas, de
órdenes de palabras, de ritm os compositivos», etc.
Efectivamente —lo he dicho ilustrando aquí, rápidamente, los
aspectos textuales de mi edición—, en los estudios se había perdi­
do el rastro de la actividad de Vico como maestro de retórica no
menos que como jurista c historiador del derecho. La ausencia
del contexto más amplio había impedido tam bién que se atesora­
se este específico patrimonio cultural y, en consecuencia y más
generalmente, que se preguntase por una efectiva continuidad de
pensamiento. De ello me he ocupado y ésta ha sido, como se ha
dicho, la fundamental intención de mi trabajo: recuperar un per­
fil que, gracias al «vastísimo panoram a crítico reconstruido» y al
«perfeccionamiento textual en que hoy es posible leer el manual
escolar viquiano de retórica», perm ite afirm ar sin duda «que el
papel ‘institucional” de profesor de elocuencia incide en la refle­
xión "filosófica” de Vico, que lo interioriza y lo vuelve funcional
en una estrategia intelectual global». Una constatación realista,
plenamente confirmada por la crítica que ha destacado la «fun­

XV
dada persuasión» de una coherencia interna m uy fuerte entre la
investigación retórica y la obra científica. Justam ente aquello que
hasta entonces había faltado. Y la causa de esta miopía podía
aparecer ahora con toda su evidencia como debida a la difusión
de la interpretación de Vico y a la ofuscación que en los estudio­
sos se derivaba del juicio de Benedetto Croce, para quien el mo­
mento retórico en ese pensamiento (aunque, en verdad, para Cro­
ce en fase del todo general y m ás allá de Vico) habría sido no sólo
marginal sino hasta desviador. Desvalorización ésa tan autoriza­
da cuanto expeditiva y dócilmente acogida y aplicada por el histó­
rico editor de Vico, Fausto Nicolini.
En este punto, la publicación de m i edición crítica, m ás allá
de sus resultados filológicos, representaba la explícita contesta­
ción al juicio de Croce, que en su Estética consideraba las Insti-
tudones oratodae com o «un árido m anual retórico escrito para
uso escolar (en el que en vano se buscaría una som bra de su
verdadero pensam iento)». Y, estando así las cosas, se entiende
bien cómo la discusión ha sido inm ediata e intensa, preparan­
do el camino, creo poder afirm arlo, p ara u n a nueva etapa de
estudios, con la nueva propuesta («de m anera magnífica», se
ha dicho) de «una obra hasta ahora casi generalm ente m argi­
nada en la producción global de Vico», com o reconocía, entre
otros, un estudioso, según el cual mi edición es «una im portan­
te contribución a la interpretación de la form ación del pensa­
m iento de Vico» y que integra «los otros escritos latinos de
m anera que se pueda considerar a Vico u n escritor latino de
acento personal, y sobre el fundam ento de una cultura y una
doctrina que fecundan tam bién su prosa italiana». Con la otra
no pequeña consecuencia de la posibilidad —ha sido dicho—
de que el nom bre de Vico, ausente en las recientes historias de
la retórica, ahora pueda ser introducido «en el actual floreci­
m iento de estudios sobre la retórica», donde 110 podrá faltar
jam ás en la historia de la retórica, tal y com o había sucedido
hasta ahora.
De todos modos, m ás allá de generosos reconocimientos,
puede ser realm ente productivo, para u n a adecuada inteligibi­
lidad del texto, lo que no debe ser entendido como vano exhi­
bicionismo, el hecho de referir aquí una parte de los juicios
expresados, todos ellos ex informata conscientia. Una parte muy
lim itada frente a las recensiones, los com entarios y, sobre todo,

XVÍ
tantas utilizaciones com o se han hecho de m i texto en no pocos
m om entos de la subsiguiente literatura viquiana.
Empezaré por el congreso napolitano de 1990 (mi volumen,
completado en diciembre de 1983, salió en 1989) sobre retórica y
filosofía en Giambattista Vico. Eugenio Garin, que presidía el
congreso, ha hablado de «espléndido volumen» y de un «precio­
so», «fecundo trabajo... detrás de cuyos consejos se encuentran
condensados nuevos estímulos, hipótesis e indicaciones»; Tullio
Gregory, en su introducción, ha señalado en especial el «vastísi­
mo comentario de capital im portancia para los estudios viquia-
nos, tam bién por el gran espacio otorgado a las fuentes jurídicas
y romanísticas». Pero tam bién se ha hablado de «imponente edi­
ción», «trabajo de gran esmero filológico y crítico, que... explora
con consumado rigor toda la docum entación textual disponible...,
recorre de nuevo y discute, con información irreprochable, toda
la literatura histórico-crítica referente a la obra y a la actividad
didáctica de Vico». Y ha sido resaltada la «cuidada y apasionada»
discusión sobre la cuestión de los tropos; el «precioso comenta­
rio» a los parágrafos de las Institutiones, la recuperación de las
fuentes antiguas, las observaciones sobre la función equitativa de
la oratoria forense que, a fuerza de la equidad natural, trata de
obtener decisiones inspiradas en la sabiduría práctica y en el sen­
tido común, y por ello ser capaz de conseguir consenso y, por­
tanto, de consolidar la autoridad del Estado; ha sido confirmada
la acentuación del pensar no sistemático de Vico y subrayada la
iluminación concedida por las Institutiones omtoriac a la delinca­
ción de una com unidad lingüística con toda su vigencia política.
Más aún. Estas «lecciones», im partidas por Vico durante toda
su vida, revelan una intuición «grandiosa» y, según alguno, ponen
«las bases del historicismo idealista que después de Vico pasa a
Hegel, y concluye con los herederos Croce y Gentile. Pocas veces
—se ha afirmado— de una pequeñita chispa se ha seguido "una
gran llama", como en este caso». Otros, al com partir mi indica­
ción de una línea de continuidad («innegable») entre las Institu-
tiones y la Scienza nuova prim era y segunda, han destacado cómo
yo había informado de la exigencia de conocer' (y enseñar) las
modalidades de los tropos, cómo la confrontación con el trata­
miento institucional de los tropos en general y de la metáfora,
metonimia, sinécdoque e ironía m uestran la identidad de la m a­
teria y de su misma organización así como del fluir nuevamente

XVII
de todo el m aterial de las Institutiones en la prim era y en la se­
gunda Scienza nuova, o sea, de la constante y estrechísima rela­
ción entre la enseñanza retórica y la restante obra de Vico. De
aquí, por tanto, la conveniencia y la necesidad de referirse a mi
texto si se tiene intención de tom ar correctas comparaciones y
concordancias entre el pensamiento viquiano y las reflexiones
modernas, tal y como son planteadas en especial por la herme­
néutica o por la teoría de la argumentación. Digamos para con­
cluir que, con esta edición, se está frente a «un acontecimiento
importante de la cultura no sólo italiana». Una larga, atentísima
recensión de C. Vasoli en los Quaclemi fiorentini per la storia del
pensiero giuridico moderno (23, 1944, pp. 463-474) destacaba, en­
tre tantas cosas, el mérito de «haber hecho emerger toda la im­
portancia de la cultura retórica de Vico, cuya comprensión es
indispensable tam bién para ilustrar y "entender" verdaderamente
la génesis de los grandes [descubrimientos] de la Scienza nuova».
No seré yo el único en observar que, sea como fuere, Vico
no habla p o r sí mismo, de modo que es difícil que, para una
correcta valoración, adem ás de un preciso conocim iento de sus
lecciones retóricas, pueda bastar la lectura de una traducción y
quizás de un com pendio de las cuestiones que se coligan. Es lo
que, respecto a una precedente iniciativa editorial en lengua
inglesa, no ha dejado de señalar algún recensor. Entonces,
¿para qué servirá únicam ente la traducción del texto viquiano?
En tanto se corresponde bien con el proyecto editorial de dar a
conocer las obras de Vico en el ám bito hispánico, constituirá
ciertam ente un encauzamienLo y un contacto con el «verdade­
ro» Vico y con las problem áticas que se hallan en él, y no decep­
cionará si es leída a la luz de cuanto he venido diciendo. No
puedo olvidar que Marcello Gigante, am igo desgraciadam ente
desaparecido y gran filólogo, concluía su m uy em peñada y rigu­
rosa lectura de mi libro con el auspicio de «que esta benemérita
edición... de m onum ental se haga de bolsillo y llegue a ser un
libro accesible a un m ayor núm ero de lectores no sólo dentro
sino también, sobre todo, fuera de la escuela para la que fue
concebido». Un auspicio que, sin em bargo, halla ahora realiza-,
ción «para lectores e investigadores de habla hispana (no sólo
en España, sino tam bién en América Latina)».

G t u t j a n o C r íf ó

XVTTI
INDICACIONES AL LECTOR

a) La p resen te trad u cció n , que hem os tratad o de ilu strar


am p liam en te respecto de las fuentes clásicas utilizadas, tom a
po r base textual latin a la definitivam ente establecida en el m uy
m erito rio y acred itad o trabajo:
GrAiVtBATTISTA VICO: Instituí iones omtoriae, testo critico, versione c
commento di Giuliano Grifo, Istituto Suor Orsola Benincasa, Napo-
li, 1989,
cuya versión, al cabo, hem os c o n tra sta d o con la nuestra.

b ) Las voces latinas que so n objeto de definición o debate


— o cuya versión pu ed e re su lta r p o lém ica— a p arecen entre cor­
chetes en su fo rm a original.

c) Las voces griegas h a n sido resp etad as g eneralm ente en la


fo rm a en que ap a re c en en el texto base, sea ésta la original
griega o su tran scrip ció n latina. Si p o r alg u n a razón tal form a
se ha visto alterada, heilios dejado co n stan cia del hecho en las
notas correspondientes.

XIX
INSTITUCIONES DE ORATORIA

[ 1]
EL NOMBRE DE LA RETÓRICA

Si la “retórica’' [;rhetorical pudiera verterse en latín con la


elegancia griega que la caracteriza, se diría “lo que fluye” [jluen-
tia ]2 o "lo que se dice” [dicentía]. Pues ni “facundia” [facundia]
ni “elocuencia" [eloquent ia]3 corresponden aptam ente a esta voz
griega. E n efecto, facundia es aquella virtud propia de la ora­
ción por la que lo que se dice no parece proceder de ningún arte
o preparación, sino de la naturaleza m ism a, y, m ás aún, da la
im presión de no ser tanto el orador como las cosas m ism as las
que hablan. En latín se llamó "facundia" [facundia] por "facili­
dad "4 [facilitate], que los antiguos llam aban “faculitas”,5 y que
posteriorm ente, tras contraerse, dio como resultado "facultad”
[facultas]: la que sin duda es, y así se la considera, como la más
difícil y, por ende, la suprem a virtud de este arte, cuya consecu­
ción es m ás práctica que norm ativa. Respecto a la elocuencia,
aun siendo tam bién otra virtud del discurso igualm ente princi­
pal, con la que se defienden abierta y explícitamente diversas
causas, no se contiene en ella, no obstante, toda la fuerza de la
oración. Antes bien, un estilo discursivo sublime gusta de una
forma de expresión que deje a los oyentes m uchas cosas sin
desvelar, otras m uchas truncadas, m uchas en suspenso, y m u­
chas que reflexionar .6 Por estas razones los latinos usaron
—como en m uchísim as otras disciplinas— el vocablo 7 "retóri­
ca" [rhetorical en lugar de uno latino.
Ahora bien, “rétor” [rhetor] es para los griegos el mismo
orador :8 pues el siglo de oro de la filosofía griega carecía de un

1
nom bre para tal técnico ,9 ya que la retórica se aprendía junto
con ia propia filosofía. En efecto, la filosofía form a la mente
del hom bre con las verdaderas virtudes del ánim o, y, aún más,
lo enseña a pensar, hacer y decir cosas verdaderas y dignas .10
Así pues, será óptim o o rad o r 11 aquel que habla desde la verdad
y de acuerdo con la dignidad .12 Y es el caso que Demóstenes
fue oyente 13 de P latón 14 durante m uchos años, y C icerón 15 re­
conoce haber extraído toda su fecundidad y fuerza discursiva
de la Academia. M as cuando los estudios de la filosofía se se­
pararon de los de la elocuencia 16 —a los que p o r naturaleza
estaban unidos— y com enzó la desunión entre lengua y cora­
zón, los profesores de este arte, faltos de la filosofía y simples
charlatanes , 17 se arrogaron el nom bre de sofistas, esto es, el
nom bre antiguo de los filósofos. Tam bién para los latinos care­
ce de nom bre un perito en este arte, por serles desconocido.
Pero m ás tarde se le acom odó la denom inación griega de "ora­
d or”, quizás porque, cuando los rom anos com enzaron a pasar
a Grecia para aprender el arte retórica, los oradores griegos
olían todos ellos a escuela . 18
"Declamar" [declamare] era, de un lado, durante el régimen
republicano, prepararse en casa, en voz m uy alta, las causas
que los oradores iban a defender en el foro .19 Y de otro, en el
principado, significó defender causas ficticias, un género de
cjercitación éste con el que los bisoños podían adquirir expe­
riencia para las verdaderas .20
No debemos omitir, p o r últim o, que se calificaba de “diser­
to” ["disertus”], por su sum a elegancia discursiva, a quien era
consum ado perito en palabras y sabía em plearlas con destreza,
tal como Pitias, en la obra de Terencio, se burla de Parmenón:
"¡Y yo que antes te tenía por hom bre avisado y diserto !”.21
‘E lo cu en te” [“eloqueris"]22 es en cam bio quien, siendo in­
signe en todos los estilos del discurso, está igualm ente pronto
ante todo género de causas, y se distingue en todas las virtu­
des de la oración, ante todo en la verdad y la dignidad. Por
ello Antonio, el orador, decía en la obra de Cicerón (en los
libros del De oratore) que había visto a m uchos disertos, m as a
nadie elocuente .23

2
[23
DE LA NATURALEZA DE LA RETÓRICA

La retórica o elocuencia es, por su parte, la "facultad de de­


cir en la form a apropiada para persuadir ”.1 Facultad, digo, por­
que los en ella instruidos "se expresan con facilidad", como si
de "facilidad" [faculitas] se tratase .2 Pues quien, con nom bre
digno de la realidad que representa, quiera llam arse orador
debe actuar sin trabas 3 en la defensa de sus causas. De otra
parte, "decir" [dicere] es pronunciar discursos con los mejores
pensamientos y selectísimas palabras, y hablar tras colocarlos
en form a conveniente dentro de determ inados períodos orato­
rios y ordenarlos en modo tal que resulten placenteros para los
oídos, de lo que resulta que decir es privativo del orador. Mas el
orador debe decir "en la form a apropiada para persuadir ",4 esto
es, que con su elocución 5 procure inducir en el oyente una dis­
posición de ánim o conform e con su discurso, para que, en lo
que hace a la causa, consienta con él.
No sin razón se dice lo de "en la form a apropiada para per­
suadir". Pues es deber del orador orientar y encauzar todos sus
propósitos a persuadir con su elocución, tal como es cometido
del médico el sanar 6 y de un jefe m ilitar el vencer. Mas si, aun
habiendo cum plido fielmente su obligación, no logra alcanzar
tal objetivo, no debemos im putar a la fortuna lo que incum be a
la destreza. En efecto, la persuasión, como la salud, como la
victoria, no está en m anos de la fortuna. Y aún m ás en el caso
de la persuasión que en el de la salud o la victoria: porque se
sanan o vencen los cuerpos, a los que se puede dom eñar por la
fuerza; el orador, en cambio, se ve concernido por la voluntad
de los oyentes, una voluntad que sólo ante Dios, que inclina las
voluntades, se retira vencida, Y persuadir es, en verdad, inducir
en el oyente una disposición de ánim o conform e al discurso,
esto es, que el oyente quiera lo que propone el discurso. Si el
orador lo logra, acom paña entonces a la virtud de su pericia
el éxito de la obra realizada.
Hay, con todo, quienes piensan que es orador quien ha lo­
grado persuadir .7 Y así esta "facultad" [faculitas], ejercida co­
rrectam ente, inclina al lado opuesto los ánimos, por m ás obsti­
nados que éstos sean. H abía deseado ardientem ente el pueblo
rom ano la prom ulgación de la ley agraria. Cicerón con sus ac-

3
d o n es oratorias contra Rulo 8 lo hizo m udar de parecer, para
que la rechazara. César, tras profunda m editación, emprendió
su proyecto conducente a condenar a Ligario. Cicerón con su
discurso 9 lo apartó de su decisión y lo inclinó a la clemencia.
Concluyen, así, de todo ello, que no hay discurso en aquella
causa en la que 110 se ha logrado persuadir.

[3]
SOBRE LAS PARTES DEL OFICIO DE ORADOR

Fin prim ero del orador, com o hem os dicho, es doblegar los
ánim os con la dicción. Por ello los apartados del m enester de
orador son "deleitar" [delectare], “enseñar" [docere] y "conm o­
ver" [commovere ].1 Y será sin duda el m ejor orador aquel que,
con la alusión a las m ejores tradiciones, se concilie ya desde
los comienzos del discurso los ánim os del auditorio, para que
le preste oídos voluntaria y gustosam ente. Y en la propia ento­
nación proporcione con sus argum entos crédito a su causa,
para que la crean verdadera; y aplique hasta el límite a los
ánim os de sus oyentes una suerte de fuegos de la elocuencia y
conm ueva los afectos que quiera, p ara que hagan lo que pre­
tende .2 De estos apartados, el prim ero am biciona vivam ente la
dulzura, el segundo la agudeza y el tercero la fuerza discursiva.
Y de este m odo el orador cautiva a sus oyentes con el encanto,
los m antiene en su poder con la verdad y les im prim e un viraje
con el afecto. Son, pues, las prim eras las intrigas y lo últim o la
m aquinaria bélica; m as la generosa virtud de la elocuencia re­
side en los argum entos. Y es, sin duda, de todo punto necesa­
rio y no adm ite excusas el granjearle crédito a la causa. Ningu­
na otra cosa exigen de u n orador los sabios, dado que éstos
siguen la verdad por el hecho de serlo .3 Mas ya que la elocuen­
cia se ha hecho p ara la m uchedum bre y el vulgo, a quienes la
verdad les resulta ingrata —salvo que alguna suerte de encan­
tos la torne grata—, y no obran con corrección —si no se ven
arrastrados por cierta incapacidad de m oderar sus caprichos—,
p o r todo ello debe hacer su discurso seductor p o r las conduc­
tas e inflam ado p o r las pasiones .4 P rincipalm ente en estos
apéndices se contiene la elocuencia, y de ningún otro modo se
celebran sus sacram entos.

4
[4]
SOBRE LA MATERIA DE LA RETÓRICA

Es tarea de la retórica la de persuadir o doblegar la voluntad


ajena .1 Y la voluntad es árbitra de lo que debe hacerse o rehuir­
se. Y es, en consecuencia, m ateria de la retórica cualquier cosa
som etida al debate acerca de si debe hacerse .2
No se trata, con todo, de que el orador no pueda tampoco
hablar de cuestiones a las que atiende la m era especulación
teorética, siendo así que con frecuencia debe hacerlo :5 como
“dudó un día Cristóbal Colón de si al otro lado del Océano
existían otras tierras''. Mas el orador no trata tal género de
cuestiones 4 para que el oyente adquiera el solo conocim iento
de las cosas y le dé crédito, sino que las trata en tanto en cuan­
to pueda sondear qué debe hacerse en lo sucesivo. De donde
podem os o tear cuán am plios confínes abarca el dom inio del
orador, que puede perorar de absolutam ente cualquier cosa de
form a adornada y copiosa.
Una tal m ateria es, o bien un argum ento universal, o bien
una cuestión particular; son argum entos universales aquellos
como el de la virtud, la justicia, el Estado o las leyes; y ésta es
más bien m ateria propia de los filósofos. Es una cuestión parti­
cular la que se establece respecto de alguna cosa particular, y
ésta puede ser genérica o específica, donde aquélla es indeter­
m inada [infinita] y ésta se denom ina determ inada [finita].5 Es
indeterm inada la cuestión en la que se plantea una pregunta
genérica universal, del tipo de si "debe concederse la paz a los
enemigos que la piden". Es, en cambio, determ inada la cuestión
que restringe u na cuestión indeterm inada a circunstancias con­
cretas, como “si debe concederse la paz a los pérfidos y a quie­
nes quebrantan los tratados ".6 La cuestión determ inada es m a­
teria propia principalm ente del orador, ya que éste 110 asum e la
defensa de causa alguna sino aquellas que la utilidad de bienes 7
y reos pone en sus manos.
Para explicar, probar y adornar la verdad ,8 en ocasiones el
orador despoja una cuestión determ inada de sus circunstan­
cias, la extrae de los angostos límites de éstas al campo amplísi­
mo de lo genérico y la rem ite a la indeterm inada .9 Y es sin duda
éste el m étodo discursivo que los mejores oradores utilizan:
pues quien conoce las cosas cada una en su propia especie di-

5
fiere tanto de aquel que distingue la universalidad genérica
cuanto quien ve de noche a la luz de un candil de quien lo hace
durante el día y a pleno sol .10
En verdad que si Cicerón hubiese expuesto los m éritos pro­
pios de Pompeyo , ' 1 habría enseñado tan sólo que Pompeyo ha­
bía sido u n gran general en jefe, mas, al describirlo m odelado a
im agen del óptimo general, puede referir con toda justicia el
juicio que le m erecen todos los jefes m ilitares a la causa de
Pompeyo. Se reconoce que un tal género discursivo, que Gaeta-
110 Argento llevó hasta la m ás alta cim a de la perfección, lo
introdujo en el foro rom ano el propio Tulio, así com o fue Fran­
cisco de Andrea el prim ero en introducirlo en el de Nápoles .12
Mas al tratar un a causa genéricam ente se provoca poco la
pasión, pues los géneros de las cosas son inteligibles para una
m ente m ás depurada; en cam bio las emociones aním icas se
presentan a través de los sentidos, p o r cuyo interm edio se des­
piertan las imágenes de las cosas singulares.
De ello se origina —a mi juicio— el que m uchos de los que
en nuestra época se dirigen a una asam blea pequen del defecto
de dejar frío al auditorio; pues al hablar genéricam ente de la
virtud cristiana y de los pecados opuestos a ella, suscitan unos
efectos oratorios ante los que no se conmueve nadie o cierta­
m ente m uy pocos .13 O brarían mejor, p o r ello, al disertar sobre
argum entos de filosofía cristiana, sirviéndose de un género de
discurso enteram ente sosegado y desem peñando tan sólo aque­
lla parte de la tarea oratoria con la que m ostrar las conductas
mejores para el deleite, com o corresponde a los filósofos en la
disertación: y así aprobaría yo por esta razón el género de dic­
ción em pleado en los diálogos de Sócrates.
Y quien se ciñe a los breves lím ites de u n a cuestión deter­
m inada se m antiene confinado en u n a pequeña balsa de agua
estancada; en cam bio quien accede a los géneros m ana de las
fuentes perennes de la elocuencia. Y es pobre ei ajuar para el
discurso del que proveen las circunstancias de la causa, mas
los géneros lo procuran en abundancia para cualquier nece­
sidad actual.
[De los tres géneros de causas] Tres son los géneros de las
cuestiones determinadas: "demostrativo” [demuiistrcUivitm], "de­
liberativo" [deíiherativLim] y "judicial” [iudiciaic].]4El dem ostrati­
vo se mueve entre ia loa y el vituperio. El deliberativo persuade o

6
disuade en previsión de un m om ento futuro . 15 El judicial acusa o
defiende en u n debate sobre el pasado. Propone así el dem ostra­
tivo la honestidad o la deshonra; el deliberativo la utilidad o inu­
tilidad; y el judicial el rigor o la equidad .16 Las emociones pro­
pias del prim er género son la admiración, el deleite y la em ula­
ción, y, como contrapartida, el desprecio, la abom inación y la
huida ;17 las del segundo son la esperanza o el miedo; las del
último el odio o la misericordia. Loas e invectivas en nada con­
ciernen a los oyentes; la tom a de decisiones incum be por entero
a aquellos que deliberan; la defensa es cosa del interés tanto de
los jueces como de los reos, si bien m ás de los reos que de los
jueces. Se distinguen, por último, el género exornativo por el
placer, el senatorio por la dignidad y el forense por la dificultad.
Por ello, tal como los pintores en cuanto saben dibujar per­
fectamente y m atizar con colores la cabeza hum ana, producen
ya en sus cuadros todas las im ágenes de las cosas, así entre los
antiguos la retórica se ocupaba casi por entero en el género
forense .18 Pues los dotados de destreza en las causas forenses
dispondrán sus actividades suasorias y laudatorias con facilidad
y rigor m uy superiores.

[5]
SOBRE LAS AYUDAS DE LA ELOCUENCIA

Ahora bien, tal facultad de hablar en form a adornada y co­


piosa 1 de cualquier asunto propuesto 2 se adquiere por naturale­
za, con ía técnica y con el ejercicio. A cualquier cosa que nos
encam ina la naturaleza, es la técnica la que dirige y el ejercicio
el que perfecciona. Es fecunda la naturaleza, m ísera la técnica,
y el ejercicio y el esfuerzo ím probo son invictos .3

[6 ]
AYUDAS DE LA NATURALEZA

Los medios auxiliares de la n aturaleza 1 son corporales los


unos y anímicos los otros .2
Son los del cuerpo una voz sonora y apta para las grandes
asambleas; matizada, capaz de pronunciar cada una de las letras

7
con su propio legítimo sonido; melodiosa, capaz de em itir los
sonidos en un tono m ás grave, o de provocar en ellos u n a infle­
xión, o en un tono m ás agudo. Que los pulm ones sean resisten­
tes, lo suficientemente robustos com o para sostener una larga
tensión vocal, y le basten a alguien que debe hablar durante m u­
chas horas. Y que le asista tam bién, p o r último, la dignidad del
rostro y del cuerpo entero y la gracia de los adem anes .3
Las ayudas del ánim o consisten en una índole especialmen­
te dotada para la elocuencia: pues nada podrás llevar a buen
término, por vulgar y obvio que sea —m enos aún tam aña em­
presa como la de ganarse los ánim os con el discurso—, a dis­
gusto y contra tu propia naturaleza. Un m uy encendido afán
oratorio: pues sucede a m enudo que los grandes ingenios, por
exceso de confianza en sí mismos, desdeñan de plano aquello
para lo que han nacido. Que no le sean, p o r ello, ingratas las
vigilias ni penosas las labores, que lo haga todo con atención y
nada con indolencia. Que sin disgusto sude y de buen grado
pase frío .4 Y se deleite con la única y excelsa loa de ser un ópti­
m o orador. Que disponga de un ingenio agudo para el razona­
miento, para penetrar con la m ayor rapidez en la m édula del
asunto de que se trata, y examine, colija y aplique felizmente a
su causa todo lo que incum be a la cuestión y lo una a ella con
éxito .5 Que tal ingenio tenga, asim ismo, facilidad para explicar,
de modo que se dejen ver las cosas en los pensam ientos y éstos
en las palabras con m ayor transparencia que el vidrio ;6 y sea
tam bién versátil, y m ude a lo jocoso, a lo serio, a lo suave, a lo
áspero ,7 al de grado o por fuerza, a lo grande, lo moderado o lo fú­
til más rápido que Proteo. Que sea sólido el juicio, para que se de­
leite tan sólo con la verdad; y lo acom pañen el criterio para co­
nocer y am ar todo lo que conviene, una pujante fantasía para
hacer suyos los hábitos y em ociones ajenos, y una memoria,
por último, firme y duradera. De tales dotes naturales, cultiva­
das por la técnica y reafirm adas por el ejercicio ,8 nacen luego
aquellas raras y preclaras virtudes de la oración: la de ser ple­
n a ,9 diáfana, múltiple, variada, verdadera, digna e im pregnada
de sentim iento anímico.

8
[7 ]
POR QUÉ SON TAN RAROS LOS ORADORES BRILLANTES

De ahí nos es dado com prender las causas por las que son
tan raros los oradores brillantes: pues esta facultad discursiva
crece de la conjunción de cosas absolutam ente contradictorias
entre sí .1 En efecto, se requiere u n a robustez corporal que sirve
de im pedim ento a los libérrim os movimientos aním icos y se
debilita con la m editación y otras actividades m entales .2 Las
personas ingeniosas tienen escasa capacidad mem orística, y en
cambio los m emoriosos rara vez son agudos, porque en su
m ente siem pre dom ina lo ajeno; m as aquéllos, cautivados por
su afán inventivo, se detienen poco en lo ajeno. Nada le resulta
tan adverso al juicio como u n a pujante fantasía, que con sus
imágenes provoca las pasiones por las que casi todo se juzga
erróneam ente .3 Los ánimos apacibles se conm ueven difícilmen­
te y difícilmente se exasperan. Quien se esfuerza en lo grande
desdeña lo insignificante, y los ingenios adolescentes se aterro­
rizan ante la dificultad 4 de las cosas grandes y m enosprecian,
en cambio, la sencillez de las insignificantes. Los hom bres seve­
ros son poco dados a las brom as, y por el contrario las personas
ligeras y frívolas se tornan en graciosos parásitos y bufones .5
Las ocurrencias, en efecto, sazonan el discurso m ediante un
cierto fraude contra la verdad, y en cam bio quienes están habi­
tuados a las agudezas no se distinguen en el severo arte de juz­
gar .6 Mas la m ayor dificultad estriba en lo siguiente: el hecho de
que un orador cuerdo debe enloquecer y, como dice el cómico,
"perder la razón con toda la razón '',7 esto es, debe inflamarse,
con su técnica, de las más graves perturbaciones anímicas. Por
tanto, si te sientes incapaz de garantizar todas estas virtudes de
la oración, elige un género de discurso adecuado a tus fuerzas.
Efectivamente, no soportando el joven Cicerón —por la excesi­
va esbeltez de su cuerpo— la am plia y sonora forma discursiva
en la que se hallaba em peñado, regresó a Grecia para volver a
formarse con el estilo sutil de la escuela de Lisias. En el curso
de este viaje fortaleció su cuerpo y sus miem bros, y se reorientó
a la estructura discursiva grande y amplia.

9
[8]
DE LA FORMACIÓN CIVIL DEL FUTURO ORADOR

Yo atribuiría sin duda la form ación civil a la naturaleza , 1


cuya fuerza es tan grande que, al ser la índole hum ana casi tan
m aleable como la cera —por lo que es tan ta la diversidad de
costum bres e instituciones entre los distintos pueblos—, se po­
dría d udar si la naturaleza h u m ana consiste en alguna otra
cosa que 110 sea la propia form ación. Que no sea ésta, p o r tan ­
to, ni severa ni rígida, pues el hielo les resulta hostil a los bro­
tes tiernos; ni evolucione entre la lisonja y la com placencia,
para que el ingenio no se ensoberbezca; sino que sea libre y
liberal, de m odo que reconozca haberse equivocado y guste de
ser corregido. Es p o r ello preferible que sea educado en unión
de sus iguales ,2 p ara que junto con ellos aprenda el sentido
com ún ,3 norm a de toda prudencia y elocuencia. Y no existe,
sin duda, cosa alguna que hayan dicho Demóstenes o Cicerón 4
que, tras haberla dicho, no haya pensado cualquier hom bre
rudo o iletrado que tam bién él habría podido inventarla. Mas
es útil, ante todo, lo de que crezca [el discípulo] en aquella
ciudad que sea capital de la nación, pues el propio esplendor y
la magnificencia de la ciudad form an ánim os espléndidos y
magníficos. Y la experiencia nos dem uestra que los ingenios
sublimes y dignos han florecido en los m ás grandes y florecien­
tes imperios: pues según nos sean prósperas o adversas las cir­
cunstancias, así tam bién som os nosotros grandes o humildes.
Es por ello m uy conveniente para la grandilocuencia el form ar
un ánim o recto y grande p o r m edio de la instrucción. En efec­
to, en el Estado de Esparta, de u n a elevadísim a virtud, nada se
pronunciaba salvo lo que fuese de consuno sublime y magnífi­
co. De donde la g ran copiosidad de apotegm as laconios. Y los
sabios cristianos, habituados a una larga y aguda m editación
en la divinidad infinita y en las cosas divinas, difunden por
doquier palabras henchidas de sublim idad y las m ás dignas de
recuerdo. Y, p o r el contrario, puesto que la nación francesa
está im buida de elegantísim as costum bres, no resulta fácil en­
contrar en su lengua un dicho sublim e .5 Y una relación m ante­
nida con los m ás cultos y liberales de la nación procura la
urbanidad y la elegancia del discurso. Pero nada hay m ás útil
que el que un adolescente se im buya de las mejores costum-

10
bres, de las buenas artes del ánim o y de las virtudes. Pues la
probidad en la vida le granjea al orador la m ayor gravedad: y a
la sabiduría, que es la regla de Jo que se debe hacer y evitar ,6 la
acom paña fácilmente, como una sirvienta, la elocuencia/ que
es la destreza en lo que se debe decir y callar .8

[9]
DE LA FORMACIÓN LITERARIA
PREPARATORIA DE LA RETÓRICA

Guarnecido con estos m edios auxiliares naturales que he­


mos dicho, obtenga el joven, antes de procurarse las ayudas de
tal arte, la form ación literaria que ésta precisa , 1 para no obrar
insensatam ente, como quien diseña un edificio antes de haber
adquirido el solar y la m adera para construir. Y al principio no
hay razón para que yo le aconseje que se instruya m uy bien en
la disciplina gram atical :2 “pues es ridículo que quienes no saben
hablar se afanen en ser elocuentes ” .3 Que aprenda, en cambio,
la geometría por medio de las figuras ,4 para, sim ultáneam ente,
adquirir el arte de la disposición y —con ayuda de la propia
fantasía, para la que los niños están m uy capacitados — 5 habi­
tuarse a colegir la verdad. Pues vale tanto el im portar ai discur­
so civil el m étodo geométrico com o el suprim ir de los asuntos
hum anos el capricho, la irreflexión, la ocasión y la fortuna; y no
adm itir nada agudo en el discurso, ni m ostrar nada sino lo que
tenem os a los pies; no dar nada que llevarse a la boca a los
oyentes, com o a los discípulos, sino lo previam ente masticado;
y, para resum irlo en una sola expresión, representar en la reu­
nión el papel de docente en lugar del de orador .6
Así pues, instruyase el futuro orador en aritm ética, más en
verdad para no ignorarla que para saberla. Pues la de los nú­
m eros es una ciencia m uy delicada, y las cosas delicadas son
nocivas para la elocuencia, cuyo cuerpo es preciso cuidar de
que sea sólido y resplandezca p o r su m usculatura, y refulja,
lleno de jugo, con sano color. En lo que atañe, en cambio, a la
filosofía, tal como antiguam ente ni la doctrina de los epicúreos
ni la de los estoicos eran de utilidad para la elocuencia —por­
que los epicúreos se contentaban con una expresión desnuda y
simple de las cosas, en tanto que los estoicos, debido a su exce­

11
siva inclinación p o r la sutileza, tritu rab an y desm enuzaban
cualquier cosa dem asiado generosa existente en el discurso y
en su propio espíritu, y, tras extraerle todo el jugo, ponían al
descubierto sus huesos desnudos, y ni siquiera articulados—,
tam poco hoy resultan de m uchísim a utilidad a los intereses de
la oratoria ni la doctrina cartesiana ni la aristotélica de nuestra
época: éstos, p o r toscos y rudos; aquéllos, por descam ados,
secos y áridos; de m odo que creo que la actual elocuencia,
siendo así que nosotros cultivam os m uchísim o la lengua lati­
na, adolece de u n defecto contraído en la propia realidad, y
que se ha corrom pido sobre todo a causa de que las cuestiones
filosóficas se transm iten sin brillantez alguna, y sin ningún or­
nato ni fecundidad. Mas, al ser la filosofía el instrum ento más
necesario p ara la retórica ,7 busqué en otra parte la idea de
cóm o podría enm endarse este inconveniente de nuestro m éto­
do de estudios .8 Y quisiera que el joven discípulo se instruyese
en la m úsica 9 denom inada "práctica" p a ra m oldear un oído
armónico, el que emite sus juicios acerca de los ritm os tanto
poéticos com o oratorios; y tanto m ás por su exquisito gusto
que por el cóm puto de los pies m étricos. Y finalm ente, si nos
depara la suerte el disfrutar de algún ilustre actor escénico
—com o Cicerón encontró a Roscio—,1Ües de gran ayuda que el
joven aprenda de él, con la representación de m uchas obras
teatrales, la dignidad de la actuación .11

[10]
MEDIOS AUXILIARES DEL ARTE

Dotado de tal estímulo y enriquecido por tal instrum ento, el


adolescente será conducido a la elocuencia de la m ano de la
técnica. Una técnica que divide sus preceptos sobre el decir en
cinco partes ;1 y éstas son: “invención" [inven(io], "disposición”
[disposüio], "elocución" [elocutio], "memoria" [memoria] y "ac­
tuación" [pronunciatio ].2 La invención excogita los argum entos
idóneos para persuadir. La disposición dispensa y distribuye or­
denadam ente los argum entos encontrados por las diversas par­
tes de la oración. La elocución adorna los tópicos hallados y
dispuestos con la luz de las sentencias y lo m ás selecto de las
palabras ,3 y con su ajustada, precisa y rítm ica com posición .4 La

12
m em oria guarda en su despensa 5 los tópicos hallados, dispues­
tos y adornados y los conserva bajo custodia fiel y duradera. La
actuación, finalmente, pronuncia el discurso con la apropiada
m odulación vocal, el sem blante conveniente y el adecuado ade­
m án corporal.
Mas, sin la naturaleza y sin el ejercicio, la técnica es una
mísera fábrica del decir .6 Pues todos aquellos que han recibido
u na formación y una acabada educación liberal 7 han estudiado
la técnica retórica; pero ¿cuán pocos resultaron p o r ello elo­
cuentes am én de disertos ?8 Hecho éste que se podría confirm ar
con el siguiente argumento: el de que Cicerón no encontró en
toda Grecia a ningún m aestro en esta técnica [retórica] que fue­
se elocuente él mismo.
Y aquellos ejercicios retóricos preparatorios 9 de los sofistas
son un género de ejercitación en la elocuencia ya periclitado, y
que m ás bien sirve para form ar al artífice de un discurso vani­
locuente, inepto e irreflexivo que a un auténtico orador. Me
parecería, p or tanto, que m ás vale enseñar a ios jóvenes esta
técnica con un m uy reducido núm ero de prescripciones, mas
copiosa en grado sum o en óptim os ejemplos. Sin lugar a du­
das, los pintores que se afanan en sobresalir en su arte no pier­
den m ucho tiem po en sutiles discusiones sobre el mismo, sino
que consum en m uchos años dibujando y pintando copias de
los originales de los m ejores artistas . 10 De m odo que quizás no
faltaría a la verdad al afirm ar que la óptim a técnica oratoria
sería una am plia colección de ilustres fórm ulas retóricas reco­
piladas de los m ejores oradores sin excepción y propuestas a
Jos jóvenes para su im itación. Pero veamos seguidam ente cada
una de las partes del arte retórica, en el m ism o orden en que
las hem os enum erado.

[ 11]
DE LA INVENCIÓN

Consiste la invención [inventio] en excogitar los argum entos


que son idóneos para persuadir .1
El argum ento [argumeiitum\,2 por su parte, es un razona­
m iento tom ado de otro sitio que, aplicado al asunto de que se
trata, lo confirm a y desarrolla. Tal sitio —de donde el razona-

13
mienLo se obtiene— se denom ina "lugar" [/ocw.s'].* Así pues, el
lugar es domicilio y sede del argum ento.
Ahora bien, los argum entos son o artificiosos [ariijicialia] o
inartificiosos [inartificialia].4 Son artificiosos aquellos que ex­
cogita el arte del orador. Y tienen u n a triple orientación, pues
unos se encam inan a proporcionar crédito, otros a granjearse
los ánim os ,5 y los terceros, finalm ente, a conm overlos .6 De ahí
que los prim eros se llam en "docentes" [docentia], los siguientes
"conciliantes" [conciliantia] y los terceros "conmovientes"
[commoventia].1

[ 12]
DE LOS ARGUMENTOS DOCENTES

Los argum entos instituidos para la obtención de crédito, o


docentes, son espigados de lugares docentes tam bién, siendo o
bien ciertos o bien raciocinantes .1
De los lugares ciertos se derivan los "catóñsiE^ " 2 o "demos­
traciones", com o ocurre con las "indiciarías" [ex signis]3 y las
que, con antiguo vocablo griego, se llam an “tgKf.uip ía” ["sínto­
m as "];4 por ejemplo: "ha parido, luego no es virgen ".5 Mas no
tom a el orador sus argum entos de lugares de tal género, porque
donde éstos se encuentran no existe causa alguna, y por ende el
orador no tiene ningún papel que desem peñar en la defensa,
sino tan sólo el juez en la condena.
De los lugares raciocinantes se infieren conclusiones proba­
bles y verosímiles; son probables, digo, si se trata de una cues­
tión cognitiva o, como vulgarm ente se dice en la Escolástica,
"contemplativa"; y verosímiles, en cambio, cuando la cuestión
es propuesta en razón de u n a acción, o, com o tam bién vulgar­
m ente dice la Escolástica, es "activa ".6
Los lugares así, bien sean de argum entos probables, bien de
verosímiles, son com unes a dialécticos y oradores los unos, y
propios de los oradores los otros .7

14
[13]
DEL ARTE TÒPICA

Nos m uestra los lugares com unes a dialécticos y oradores el


arte tópica, que por ello se define com o “arte de encontrar argu­
m entos en cualquier cuestión propuesta " .1
Entre los lugares de tal género se cuentan la definición, la
división, la etimología ,2 el género, la especie, el todo, las partes,
la causa —evidentemente eficiente—, el autor, la m ateria, la
forma, el fin, los efectos, el sujeto, las circunstancias accesorias,
sea de la cosa, de la persona, del lugar o del tiempo; refiere
tam bién a este lugar las facultades, ocasiones e instrum entos; y
junto a ello los antecedentes, concom itantes y consecuentes, se­
mejantes y desemejantes, congruentes y repugnantes. Los tres
géneros de proposiciones opuestas ,3 a saber; contrarios, privati­
vos y contradictorios ;4 y adem ás los relativos, com parados, en­
tre los cuales están los mayores, pares y m enores .5
Estos lugares son com o elem entos argum entativos: por
ello, si uno no los enriquece con la m ucha y varia erudición ,6
se asem ejará a aquel que conoce sin duda las letras, m as ello
no le basta p ara escribir las palabras en que las letras se un en .7
Asimismo es preciso ejercitarse en ellos con una larga práctica
en la disertación, para que pueda decirse que se ha logrado la
facultad tópica, esto es, la de recorrer en cualquier cuestión
propuesta de form a extem poránea todos los lugares con la m a­
yor celeridad, del m ism o m odo que las letras del alfabeto al
leer; no, sin embargo, para poder encontrar argum entos en to­
dos ellos (pues tam poco se juntan todas las letras para leer
cualquier palabra, sino algunas de entre todas), sino para estar
seguro de haber visto todo aquello 8 que pertenece o afecta al
asunto debatido.

[14]
EJEMPLOS DE LOS LUGARES

Pienso que hace al caso, ya que no es nuestro com etido el


aportar una completa tratadística , 1 exponer aquí tan sólo ejem­
plos de los lugares .2

15
Derivados de ¡a definición
“Si la am istad es un vínculo parental entre personas de
bien ,3 ¿cómo puede ser que ese hom bre tan crim inal sea amigo
de un hom bre óptim o ?”4
De la partición
“Pues todos los ciudadanos lloran la pérdida de este óptimo
varón: en efecto, con am arga añoranza echan de m enos los ple­
beyos a un correligionario suyo, los caballeros a su benefactor y
los senadores a un sabio de entre los suyos /'5
De la etimología
"Lo ha hecho el cónsul; y con su acción, en verdad, ha vela­
do 6 por la república ."7
De términos etimológicamente emparentados
"Hombre soy y pienso que nada hum ano 8 m e es ajeno ."9
Del todo
"Europa entera se consum e en el fuego de una guerra abo­
minable; ¿y nosotros, tan delicados, viviremos indem nes de los
males y daños de la guerra?"
De la parte
"Una sola cohorte, luchando en m edio de los enemigos, ha
sido capaz de evadirse a un lugar seguro; ¿y nosotros, en cam ­
bio, el ejército al completo, vam os a dejarnos m atar —como
hace el ganado— por el furor de los enemigos?"
Del género
"Si toda virtud es m erecedora de recom endación y elogio,
¿consideráis vosotros que quien ha olvidado una injuria —lo
que se reputa como m agnanim idad— es digno de vituperio?”
De la especie
"Cayó E sparta, el E stado de la frugalidad, de la continen­
cia y de toda elevadísim a virtud; ¡y esperam os nosotros que
unos im perios envilecidos p o r pésim as costum bres van a ser
eternos!"

16
Del autor
"Lo hizo Catón, el perpetuo enemigo de los vicios de los
romanos; ¿y nosotros dudam os de que sea honesto ?"10
De la materia.
"Si los litigios fom entan el odio, transigid, p o r favor, sobre la
causa, para que alguna vez por fin podam os volver a estar en
buenas relaciones.”
De la forma
"Siendo signos característicos del amigo y del adulador el
hecho de que aquél asiente tan sólo a lo verdadero y lo honesto
y éste, en cambio, a todo, aun siendo falso o vergonzoso, es,
pues, un lisonjero ese que dice cualquier cosa que dices tú y
niega lo que niegas tú.”
Del fin
"Aquella cuestión casiana del cid bono11 te acusa a ti, hom ­
bre de lo m ás indigente y osado, en cuyas m anos ha revertido el
espléndido patrim onio del pupilo m uerto por envenenam iento ’2
en virtud de sucesión testam entaria ."13
Del sujeto
"Debemos confiar no en los bienes del cuerpo, sino en los
del ánimo; pues el cuerpo es caduco y el ánim o, en cambio,
eterno."
De ¡as circunstancias accesorias111de los filósofos
"La ciencia, la prudencia, la virtud, son cosas divinas; ¿y
será m ortal el ánimo, su sede y domicilio?”
De las circunstancias accesorias de los rótores
"Si entre tú y Ticio m ediaba una gravísima enemistad; y tú
has sido siem pre osado, y en el bosque 15 en que fue asesinado
m ientras cazaba, 110 había ningún otro excepto tú; y él fue
m uerto p or el acero, y tú apresado con la espada ensangrenta­
da, y al ser apresado palideciste por la conciencia de tu crim en
y titubeaste; ¿por qué vamos a dudar que has sido tú quien ha
cometido el hom icidio ?” 16

17
De los contrarios
“Ama, pues, a aquellos que se han portado mal contigo, ya
que odias a quienes contigo han obrado bien."
De los contradictorios
"No puede ser que a quien todo le asiste algo le falte: ¿cómo,
pues, predicáis la virtud —a la que acom paña la totalidad de las
buenas artes del ánim o— de ese bellaco, que p o r experiencia
sabemos que se ha revestido de tan gran sim ulación?’'
De los repugnantes
"No es propio de un m ism o hom bre ir en pos de la virtud y
m antener íntim a y frecuente relación con unos cuantos hom ­
bres depravados y sólo con ellos/'
De los congruentes
"Es característico del avaro postergar la dignidad ante el
dinero.”
De los semejantes
"Así como el ojo no ve con claridad en el aire im puro, tam ­
poco la m ente con el ánim o turbado."
De los desemejantes
“Es diferente la concesión de u n beneficio de la donación de
dinero: pues quien m ás dinero da, de m ás dinero carece; en
tanto que quien m ás beneficios dispensa, tanto m ás adquiere ."17
De los relativos
"Es propio de un padre querer para su hi jo todos los bienes:
es, por tanto, deber del hijo obedecer en todo a su padre."
De lo m ayor 18
"Ha causado la ruina de los suyos; ¿qué no hará con los
extraños ?"19
De lo menor
"Pues si censuras a quien te ha prestado un auxilio vital,
¿qué le harás a quien te ha causado u n daño o un mal?"

i8
De lo par

"Tan impío es el hijo que golpea a u n a m adre que ha perdi­


do la cordura com o el ciudadano que corrige a su patria a des­
pecho de ésta/'
Los lugares hasta aquí enum erados están tom ados de las co­
sas mismas y se llaman, por ende, “ínsitos". Hay también lugares
asumidos de fuera y se denom inan “asuntos ”;20 de estos luga­
res se tom an los ejemplos, testimonios, escritos, leyes, dichos de
hombres sabios, máximas, cosas juzgadas, y se hace además pre­
cisa una copiosa y variada lectura 21 para su enriquecimiento. Me­
rece la pena aportar algunas fórmulas de ambos géneros.

[15]
FÓRMULAS PARA PROPONER EJEM PLOS 1

“E indudablem ente podría evocar de la m em oria de todos


los siglos ejemplos de este hecho :2 no puedo en Verdad pasar
p o r alto, siendo lo m ás insigne e ilustre de todo, lo de un tiempo
pretérito. Pienso, por otra parte, que a ninguno de vosotros le es
desconocido...”
"Pero podría recordar no sólo las sapientísim as palabras de
los antiguos sobre este argum ento, sino incluso sus no pocas
heroicas gestas. En efecto, este ejemplo nos lo da Fabricío,
aquel modelo de continencia y de pobreza,"
“Mas, ya que los ejemplos antiguos pueden m enos por leja­
nos, que pugnen m ás de cerca por nosotros los actuales. Pues
¿qué ha pretendido el m ás grande y m odesto de los reyes, Car­
los, con el hecho de...?"
“Pero tam bién nuestra época ha visto ejemplos de idéntica
gravedad y constancia. Recordáis, en efecto..."
"Y no necesito, sin duda, buscar ejemplos foráneos de ello,
cuando abundan entre nosotros..."
"Mas, para que nadie diga —nada m ás fácil de decir—, no
expondré más argumentos sobre esta cuestión, sino que aportaré
ejemplos délo más apropiados, así como de muchísimo peso..."
“Y para no haceros perder m ás tiem po con ejemplos en el
m ás evidente de los hechos ,3 os ruego que vosotros mismos lo
consideréis; y cuán mísero...”

19
"Mas, para que 110 parezca que intento d em ostrar lo que
he propuesto con tan sólo dos ejem plos, os ruego que os pon­
gáis en m is m anos y recorráis conm igo todos los reinos e im ­
perios con la m ente y el pensam iento. E m prendam os el viaje
p o r Italia../'
"Pero ¿qué necesidad hay de ejemplos cuando o.s enseña la
experiencia, m aestra en las cosas cotidianas ?"4
"¿Queréis ejemplos, ante cuya contem plación os parezca
distinguir con vuestros propios ojos todo lo que he dicho? Os
los propondré. M irad ..."5
"Mas, p ara que no parezca que este discurso es obra de mi
imaginación, aportaré ejemplos para que podáis conocer que
hom bres grandes y m uy prudentes han coincidido conmigo..."
"Mas, si acaso a alguien no lo satisfacen estos ejemplos de
nuestra época y cree que los antiguos han visto m ás que los de
hoy, que vuelva su m irada a Gneo Pompeyo.”
"Antes m e faltaría la luz del día que el discurso, si pretendie­
ra exponer el recuerdo de cada época y los testim onios de todos
los siglos por los que deberíais seguir el consejo que os he pro­
puesto. No callaré, no obstante..."
"Pero no tengáis a los rom anos, inm ortales en las artes de
gobierno, como únicos inspiradores de tal consejo; ¿qué hay de
los griegos?”
"De esto pueden buscarse ejemplos innum erables y de m u­
chísimo peso en las Sagradas Escrituras: en efecto, el m ás sabio
de los reyes, Salomón..."
"Y bastaría este único ejemplo para probar toda la cuestión;
pero tam poco faltan m uestras sim ilares de otros imperios y
pueblos."
"Para no parecer quizás en esto a alguno de vosotros más
agudo por los argum entos que veraz por la utilidad real de lo
tratado, os propondré ejemplos de ello de lo m ás eficaces para
imitarlos."
"Y si no pareciese que abusaba de vuestra atención —que
tan celosamente m e prestáis— podría dem ostrar lo que he pro­
puesto con innúm eros ejemplos. Pero traicionaría, sin duda, la
causa si omitiese el siguiente."
“Podría enum eraros hasta m il ..."6
"Por no m encionar otros../'
“Omito lo antiguo y paso revista a lo reciente."
“Que os sirva de ejemplo la república rom ana, modelo de las
mejores repúblicas."
“Rem em ora los tiem pos heroicos y los mitos te ofrecerán...
relee las Olimpiadas y los Fastos y la historia profana te enseña­
rá... revisa la Era cristiana a través de todas sus épocas y ésta te
mostrará."
"De esta cuestión, cuantas guerras se narran otros tantos
ejemplos se cuentan."
“Doquiera que volváis vuestra m irada y vuestra atención,
contemplaréis autorizadísim os ejemplos de ello.”
“Mas tal como encuentro com pletam ente expedito el co­
mienzo de mi discurso, así tam bién encuentro difícilísimo po­
nerle térm ino, si me adentro en el profundísim o m ar de los
ejemplos. Paso por alto, pues, las horas de nuestra vida y las de
nuestros Estados."
“Completad el censo de los ejemplos y lo encontraréis, sin
duda, m uy numeroso."
“Aquí los ejemplos son tan obvios y tan frecuentes que, debi­
do a la copiosidad, su selección será laboriosa.”
“¿Pides m ás ejemplos de perfidia, oyente? ¡Ojalá los de leal­
tad fuesen tan abundantes!"
“Me avergüenzo ya de continuar revolviendo entre los profa­
nos: he aquí ejemplos tom ados de la Historia Sagrada.”
"¿Te place probar tal experiencia en la vida cotidiana? Mira,
hazme el favor, a aquellos cortesanos.”
"En este frente de batalla de los ejemplos hem os dispuesto a
los ingleses, como principes, en prim era línea; sum am os a los
bátavos, como cistati, para com pletar las centurias; cerrémosla
ahora con los germanos, com o triarii.>n
“Aunque sobre este asunto contam os con abundantes ejem­
plos, ninguno sin em bargo más penetrante para com poner que
el que refiere el historiador."
“Todos lo han leído en los anales de nuestra ciudad; m u­
chos lo h an oído de sus padres; algunos de nosotros incluso lo
han visto."
“Pero cuán gratas, cuán útiles y cuán necesarias son las co­
sas que hem os aconsejado, se puede discernir sobre todo en los
ejemplos de los m ás sabios príncipes."
“Mas ¿qué quiere decir el que durante tanto tiem po digamos
estas cosas sin aportar ejemplos? Pues porque podríais compro-

21
bario por vosotros m ism os en la vida y hechos de casi todas las
épocas. Y para evocarlo desde la antigüedad m ás remota..."
“Pero ¿a qué debatirse en medio de tan gran antigüedad, como
si, habiendo hombres, faltasen ejemplos así? Pues a diario..."
“La historia nos proveería de m iríadas de ejemplos sobre
esta cuestión, si dispusiésemos de tiempo: pero, ya que mi dis­
curso se precipita hacia otros temas, elegiré, de entre todos, uno
solo m uy digno de recuerdo. Creo, sin duda, que a todos voso­
tros os consta cuán gran utilidad ha procurado a la república
Ticio con su gesta."
"Y cuánto, ciertam ente, confiere a la m agnificencia pública
la frugalidad de los particulares se bastan y sobran para atesti­
guarlo las historias de todas las ciudades rectam ente organiza­
das. En efecto, p o r qué otra causa los rom anos...”
"Mas, prescindiendo de los antiguos, vayam os a los m o­
dernos."
"Citaré ahora algunos ejemplos de hom bres m uy doctos."
“He aquí a Cicerón, que nos precede con su ejemplo en este
útilísimo ejercicio de im itar a todos y cada uno de los mejores
escritores ."8
"Pues bien, aduzcam os unos pocos ejemplos de óptimos
príncipes, que pensaron que no hay arm as pías sin las letras ni
las letras están a salvo, con dignidad, sin las arm as ..."9
"Y la razón enseña y la experiencia confirm a.”
"Ya el solo m isérrim o fin de Seyano probará que son absolu­
tam ente ciertas las afirmaciones que hem os hecho acerca de un
poder ambicionado. Pues por Suetonio sabéis..."
“Mas para qué necesitam os palabras cuando ios propios he­
chos hablan."
"A vosotras apelo, pirám ides, grandes cadáveres del poderío
egipcio; a tus venerables reliquias pongo p o r testigo, Roma; im­
ploro, Cartago, a tus ruinas por restaurar; asistidme, semide-
rruidos Liceos de la doctísim a Atenas; y lo que yo he afirmado
con razones, reforzadlo vosotros con vuestros ejemplos."
“A ti pregunto, Camilo, Coso, Torcuata, a ti pregunto, Fabio,
escudo de la república rom ana; a ti pregunto, Marcelo, puñal
del im perio rom ano; a vosotros pregunto, Escipiones, los rom a­
nos rayos de la guerra; ¿qué pensasteis cuando..."
“Con cuán num eroso y cuán presto ejército acuden corrien­
do en nuestra ayuda."

22
"Se nos ciega sin duda la m irada, se nos ciega en m edio de
Lanía luz de los ejemplos que, procedentes de todas partes, se
nos presentan; doquiera que vuelva los ojos, ven muy preclaras
acciones."
"Mas si tenéis la intención de recorrer el am plísim o y ubérri­
m o cam po de las historias, veréis unas abundantísim as y exu­
berantes cosechas de documentos."
"Si repasam os las historias, encontrarem os...''
"¿Quién es en la historia tan ajeno y extraño com o para no
sabei'?"
“Evocad todas las edades de antiguas y jóvenes naciones y
fácilmente conoceréis..."
"Desplegad todos los antiguos y m odernos recuerdos y des­
cubriréis que todos ellos conspiran en buena am istad conmigo."

[ 16]
FÓRMULAS PARA PROPONER TESTIMONIOS

"Sí buscáis testimonios, los libros rebosan de ellos p o r todas


partes; las voces de los sabios se arm onizan y en buena am istad
se concierta la antigüedad de los siglos con nuestra época."
"Y no resultará, sin duda, difícil, ni a vosotros quizás moles­
to, si sobre esta cuestión recito los elogios y testimonios de
hom bres sapientísimos."
"Mas clam a el Liceo, clam a el Pórtico, clam a la Academia, e
incluso el m ism o apacible jardincillo de E picuro 1 clama."
"Si apelamos al senado de los sabios, ya la causa se ha falla­
do a favor nuestro; pues son tan nuestros com o el que más..."
"¿Son, quizás, sospechosos los modernos? Reclamemos, pues,
justicia a los antiguos, tan alejados de nuestros amores y odios."
"A vosotros, aquí os invoco a vosotros, antiguos filósofos,
venerable tribunal de la antigüedad."
"Y, ciertam ente, sobre este tema están de píe a nuestro lado
en abigarrado frente los historiadores antiguos y m odernos.”
"Están de acuerdo conm igo los políticos."
"Mas, si querem os rivalizar en testimonios, podem os ofre­
cerlos bastante abundantes."
"Y en esto m e salen al encuentro m iríadas de filósofos; pero
sólo uno habla por todos."

23
"Álcese, pues, alguno de la sesión conjunta de los filósofos, y
principalmente..."
“Y no acum ulo testimonios sobre una opinión ya reiterada
hasta la saciedad; que ofrezca, sin embargo, el suyo al menos..."
“Así pues, no sin razón se dice vulgarmente..."
"Exquisita 2 es aquella palabra...”
‘Es digno de consideración el lugar en..."
“Es una m áxim a pronunciada desde el m ism o santuario de
la sabiduría."
“Es, sin duda, una voz m uy grave, y digna de un hom bre
m uy grave también."
"Y aquí cuadra, sin duda, aquel dicho áureo y m uy útil para
la vida del sabio...”
“En esto ha dado en el clavo .”3
"Verdaderamente lleno de Dios, Hom ero, el prim er padre de
los poetas, cantó...”
“Es un apólogo divulgado en la obra de Esopo, el m aestro de
la sabiduría infantil."
"Lo m ismo opina Hipócrates, el gran observador de la natu­
raleza enferma, quien, según su costum bre, de una forma tan
concisa com o reflexiva..."
“Desde el trípode 4 Pitágoras, el m ístico sacerdote de la ver­
dadera sabiduría oracular.”
“Esto quería decir Sócrates, el m ás sabio de entre todos, con
aquella sim ulación 5 suya, m aestra de la verdadera vida."
“Pero esto m ism o dilo tú, por favor, Platón, el sum o maestro
en sabiduría y elocuencia ,6 con aquél tu sabor ático ."7
“Aquí te invoco en mi ayuda, Jenofonte, preceptor de ópti­
mos príncipes ."8
“Óigase sobre este asunto al principal filósofo de la escuela
peripatética."
“En esta cuestión m e precede E picuro, faro de la n a tu ­
raleza .”9
“De m uchos testigos dispongo, m as a todos los despido; qué­
dese tan sólo Tucídides, perla de la discreción."
“Habla, pues, Heródoto, leche de las Musas..."
“Presento com o testigo m uy fidedigno de este hecho a De-
móstenes, ley y norm a de los oradores griegos.”
"Con gracia y donaire Plauto, la lengua de las M usas del
Lacio.”

24
"A propósito y apropiadam ente Terencio, cultísim o y ele­
gantísimo."
"Comparece, pues, Lucrecio, vate latino de la naturaleza, tú
que recorres los im practicables cam inos de las M usas ."'0
"Mas aquí debemos oír al doctísimo, y el m ás docto de los
rom anos, Varrón " ll
"Óigase a propósito de esto, en la obra de Cicerón, al orador
Antonio, el que m ejor disim ula su arte ."12
"Mas presentaré como árbitro al propio Craso, que despre­
cia el arte retórica ."13
“A ti te pregunto, Catón, de indom able virtud."
"Propugna, no obstante, nuestra causa César, inm ortal
igualm ente p o r la plum a y la espada, príncipe de la lengua y del
im perio romano."
"Esto Salustio, con su ardua y sublim e facundia..."
"Mas bebed de Livio esta leche purísima..."
"Dirígete al Senado y oye a Cicerón, el orador m ás digno de
la grandeza y m ajestad del im perio rom ano."
"Con voz m uy grave cantó Virgilio, la M usa m atrona del
Lacio.”
"Y de esto no difiere Ovidio, vate de u n a fecundísim a na­
turaleza."
"Séneca, com o suele, de form a ajustada y apropiada a esta
cuestión..."
"Y esto la elegantísima censura del Árbitro ..."14
“Lo ilum ina muy bien con su candil Epicteto."
"Y a esta opinión se adscribe Cebetes, el pintor de la sa­
biduría..."
"Con agudeza y verdad el celoso panegirista de Trajano..."
“He aquí que con m uy disertas palabras nos presta su testi­
m onio Plinio, el rom ano testigo de Ja naturaleza."
"Adelántese a prestar testimonio Laercio, el escritor de los
fastos de la filosofía..."
“Vota a favor de este juicio mío Auto Gelio, joyita de los
gramáticos..."
"Armoniza con esto aquello otro de Macrobio..."
"Y venero en este punto aquella generosa advertencia de
Persio, aunque de un Persio aún poco hecho..."
“No más un a verdadera respuesta de Apolo que lo que cantó
Juvenal, el apasionado censor infatigable de los vicios,,."

25
"Cuán gráficam ente pintó al avaro en sus Serm ones15 H ora­
cio, tan m ordaz con su ris a .,”
“Estos bienes de la vida en el cam po los cantó con feliz deci­
sión el Venusino ..."16
"De modo óptim o y m uy diserto, el óptim o y m uy diserto
Quintiliano, m aestro de elocuencia...”
"Según su costum bre Tácito, el rigurosísim o censor de prín­
cipes ,17 con jugosísim a brevedad...”
"Y así estableció esto Plutarco, el sapientísim o árbitro abso­
lutam ente im parcial entre los valores rom ano y griego ."18

[17]
DE LOS LUGARES DE LOS ARGUMENTOS CONCILLANTES

Son propios de los oradores los argum entos destinados a


conmover, por ser característica de ellos la persuasión.
Los argum entos concillantes se seleccionan de las costum ­
bres del orador, del reo, de los adversarios y de los oyentes, de la
configuración de la propia ciudadanía y de las cosas m ism as .1
De las costum bres del orador, para que el orador ponga de
m anifiesto la prudencia del consejo, la honradez de su ánimo,
la honesta razón que asiste a su em presa, su deber para con sus
clientes, su respeto hacia los jueces, su benevolencia para con
los oyentes, y pruebe la m esura de sus costum bres con su voz,
semblante, actitud y discurso .2
De la persona del reo, si se le presenta com o un hom bre de
buenas cualidades y de buena conducta, que espera y confía
sola y únicam ente en los jueces, debe esperarse que, si ha servi­
do bien al Estado e incluso a los propios jueces, será tam bién
útil en el futuro —y tanto m ás si resulta absuelto— al Estado y
(lo que m ás valor tiene para granjearse voluntades) a los pro­
pios jueces.
De las costum bres de los adversarios, si de su parte juegan
la malicia, la astucia, la perfidia, la contum acia, la fuerza, la
im pudencia o la audacia.
De las costum bres de los auditorios, según difieren por su
form a de sentir: pues de un m odo debe construirse el discurso
entre hom bres alegres y de otro entre personas afligidas; o por
su condición: pues no se puede, con u n m ism o arte, ganar la

26
voluntad de hom bres buenos y malvados; o por su edad: pues
los jóvenes son cautivados por la gloria, los ancianos por la uti­
lidad ;3 por su estam ento, por lo que el soldado es fiero, el hom­
bre de ciudad es astuto y el cam pesino hosco; p o r el sexo, por el
que los hom bres persiguen lo sólido y las m ujeres adm iran lo
vano; por la fortuna, por la que los nobles son soberbios, los
plebeyos viles, los poderosos generosos, los débiles astutos, los
afortunados osados y los infortunados tímidos.
De las costum bres de la nación, de m odo que son feroces los
ingleses, graves los españoles, imprevisibles los franceses, beli­
cosos los alemanes y perspicaces los italianos.
De las costum bres de la ciudadanía, p o r las que en una re­
pública democrática, com o la holandesa, el orador atenderá a
la libertad; en u n a aristocrática, com o la de Venecia, a la gran­
deza y honor de la nobleza; en u n a m onarquía, com o la nues­
tra, a la salud y la gloria del Príncipe .4
Tam bién se conquistan los ánim os del auditorio partiendo
de las cosas m ismas, si se presenta la causa com o honesta, gra­
ta, necesaria, útil al Estado y, m ucho m ás aún, provechosa para
los propios oyentes.

[ 18]
DE LOS LUGARES DE LOS ARGUMENTOS
QUE CONMUEVEN

De ios lugares, en fin, que conm ueven se extraen argum en­


tos destinados a excitar o sedar las pasiones aním icas.’
La principal de todas ellas, y su fuente, es el amor, por el
que perseguimos el bien; y de éste es hijo prim ogénito el odio,
por el que nos apartam os del mal.
A éstos sigue luego todo el resto de la familia afectiva: el
empeño, la aversión, la esperanza, el miedo, el entusiasmo,
el abatim iento, el gozo, el dolor, la alegría, la tristeza, la exulta­
ción, el aturdim iento, la calma, la ira, la benevolencia, la envi­
dia, el favor, el desprecio, la indignación, la misericordia, la
emulación, la gloria, el pudor y el respeto.
Será tam bién característico del óptim o orador el saber quié­
nes, y respecto a quiénes, y por qué causas pueden con esta o
aquella pasión conmoverse o calmarse: doctrina ésta que expli­

27
ca correctam ente Aristóteles en la Rhetorica2 y m ucho más co­
rrectam ente aú n en la Elhica?
Es preciso observar que el orador declara que, de estos tres
géneros de argum entos, él tan sólo se ocupa de los docentes y
nada antepone a proporcionar crédito a su causa: m as recurre
tam bién a los argum entos que conciertan las actitudes, o pro­
pone, p o r la fuerza m ism a de las cosas, aquellos otros encam i­
nados a perturbar. Pues aunque en el discurso la sede propia de
los argum entos que conciertan las actitudes sea el exordio, la
de los argum entos docentes el debate y la de los que conm ue­
ven la peroración ,4 con todo actitudes y afectos han de mezclar­
se con las cosas m ism as y difundirse por el discurso entero, tal
com o la sangre por el cuerpo .5

[19]
DE LOS LUGARES DE LOS ARGUMENTOS COMUNES
A LOS TRES GÉNEROS DE CAUSAS

Viene a continuación la doctrina sobre los lugares de los ar­


gumentos docentes, de los que sólo los oradores extraen argu­
mentos, y que por ello se llam an "lugares oratorios"; doctrina
ésta que, para que la comprendáis, debéis saber que [De los lu­
gares retóricos], así como cualquier arte tiene unos elementos
que le son propios, punto de partida para realizar su obra, del
mismo modo tam bién Aristóteles, antes que ningún otro, atribu­
yó los suyos a la retórica 1 —a los que llam a con frecuencia "pro­
posiciones”—, a partir de los cuales ios oradores llevan a cabo su
obra de persuasión. Y puesto que es triple, como hem os visto, el
género de causas que debe asum ir el orador —demostrativo, de­
liberativo y judicial—, y es m ateria del dem ostrativo lo honesto,
del deliberativo lo útil y del judicial lo equitativo, de ahí recoge la
ingente fuerza de las proposiciones sobre lo honesto y lo desho­
nesto, lo útil y lo inútil, lo equitativo 3' lo inicuo, m as no según
las opiniones de los filósofos, sino de acuerdo con el sentido
común, conforme al cual ha nacido la elocuencia entera .2
Pero hay quienes, con razón, culpan de excesiva y, 110 obs­
tante, aú n insuficiente esta diligencia de Aristóteles en la reco­
pilación de proposiciones: pues las recoge innum erables, m as
no pueden recogerse todas, al ser infinita la regla de una cosa

28
infinita ;3 así pues, con su copiosidad, m ás que equipar o ins­
truir, abrum a al principiante; y los elementos, por su propia
naturaleza, deben ser pocos en cualquier arte. Y aunque entre
estas proposiciones se cuentan m uchísim as dignas de ser seña­
ladas por tan gran filósofo, a pesar de todo enum era bastantes
tan evidentes —por deseo de la naturaleza— que obviamente
carece de sentido com ún aquel a quien se les deba enseñar, o
las recopila de un uso real tan escaso que, a mi parecer, son
sem ejantes a la letra “k" en latín, que sin duda la aprenden los
niños, m as no se usa para escribir casi ninguna palabra latina .4
En tal asunto son m ucho m ás dignos de censura los libros
del De inventione de Cicerón —de los que, p o r ello, su propio
autor se arrepintió m ás tarde — ,5 el Acl Herenniiiiri de Cornifi-
cio 6 y el De institutione oratoria de M arco Fabio Quintiliano,
quienes prescriben la investigación de los lugares retóricos
como si instruyesen a u n artesano y 110 a un orador; pues en
cada una de las causas enum eran unas determ inadas proposi­
ciones (que es lo que el orador Antonio llama, en los libros del
De oratore de Cicerón, el agüita estancada de la invención )7 con
objeto de que, basándose en ellas, el orador obtenga crédito
para cualquier causa [Juicio sobre los estados de las causas]
y, para avanzar con m ayor certeza, exponen un espinosísimo
tratado sobre los estados de las causas Quintiliano —en un lar­
guísimo capítulo que acrecienta la mole de un desm esurado
libro — 8 y Hermógenes, en u n libro entero .9 Y los dividen en
tres: esto es, de la conjetura o de hecho, de la definición o del
nom bre y de la cualidad o de derecho, de m odo que, cualquiera
que sea el estado de la causa encontrado, el orador encuentre
tam bién todas las proposiciones propias de la causa. Mas Cice­
rón, experim entadísim o en el foro rom ano, estim a este tratado
—en sus libros del De oratore— 10 com o el m ás inútil de todos,
porque el estado de cualquier causa viene en conocim iento de
cualquiera con natural buen juicio.
Así pues, consideraría yo m ucho m ás correcto que las pro­
posiciones de lo honesto y lo deshonesto (riesen objeto de estu­
dio en filosofía m oral, donde se diserta con orden y método
acerca de la naturaleza de todas las virtudes y vicios, de los
caracteres de las costum bres y de todos los deberes de esta vida.
Que la doctrina política nos instruya en las proposiciones acer­
ca de lo útil y lo inútil, ya que lo principal para dar consejos

29
sobre el Estado, como bien dice Cicerón, es conocer el E stado .11
Y finalm ente se extraerían las proposiciones acerca de lo equi­
tativo y de lo inicuo de los libros de jurisprudencia rom ana ,12
por cuya doctrina son valorados hoy principalm ente los orado­
res, al hacerla suya .13
Y tales preceptos para el descubrim iento de los estados de
las causas 14 son, en verdad, una lógica que nos previene de que
una cuestión no es perfectam ente m anifiesta para nadie salvo
para aquel que sobre esa m ism a cuestión, sobre la que indaga,
haya revisado estas tres cosas: prim ero si es, en segundo lugar
qué es, y finalm ente cuáles son sus propiedades . 15 Será esto,
pues, algo propio del orador, y el trasladarlo todo de lo verdade­
ro a lo verosímil.16 Pero para que no ignoréis por completo de
qué modo los rétores enseñan a encontrar argum entos en cual­
quier género de causas, tocarem os algunos aspectos de los tres
géneros de causas.
Los lugares de este tipo son unos com unes a todos los gé­
neros y otros propios de cada uno. Son lugares com unes a los
tres géneros lo posible y lo im posible —de m odo que se ense­
ñ a que un a cosa pudo o 110 pudo, puede o no puede hacerse—
y lo grande y lo pequeño —de m odo que se m uestra com para­
tivam ente que un a cosa es m ás honesta, m ás útil, m ás equita­
tiva que o tra . ' 7

[20]
DEL GÉNERO DEMOSTRATIVO 1

Se elogia a las personas, los hechos, las cosas.


Los lugares p o r los que se elogia a las personas son los que
atienden, sea a las circunstancias, sea a tres géneros de bienes.
De las circunstancias, unas preceden, otras acom pañan y
otras siguen a la persona a la que hem os decidido elogiar .2
La preceden 3 ios prodigios, oráculos, ensueños y otras cosas
de tal género —si las hay—, que presagiaban la futura grandeza
de la persona elogiada.
Tam bién se entiende que preceden a la persona la. patria, la
estirpe, el sexo, el natural, en tanto que bienes que la fortuna y
la naturaleza nos tenían ya dispuestos al nacer; y quien elogia
tales cosas elogia algo ajeno a la persona.

30
La acom pañan la educación civil, la instrucción literaria o
m ilitar ,4 los estudios, los ejercicios, las lucubraciones, las obras,
y sus dichos, escritos, gestas y hechos brillantes. Y éstos sí son
los argum entos propios de los elogios, pues una verdadera loa
es el premio de la aplicación, del esfuerzo y de la virtud.
La siguen 5 la m uerte y la clase de m uerte, los sucesos tras la
misma, la pérdida para el Estado, el luto de los hom bres de
bien y los honores decretados al difunto.
Tres son, de otra parte, los géneros de bienes: los de la fortu­
na, los corporales y los del ánim o .6
Al arbitrio de la fortuna 7 se encuentran las riquezas, el po­
der, los cargos ,8 los vínculos de parentesco, la descendencia y
las facciones a que se pertenece; pues las am istades se ganan
con la virtud.
Son dotes del cuerpo 9 la figura, la belleza, el digno porte, la
buena salud, la longevidad ,10la agilidad, la robustez.
De los bienes del án im o 11 unos son innatos, como el inge­
nio, la fantasía, la m em oria. Otros son adquiridos, y son éstos
las virtudes, bien las dianoéticas —o, com o vulgarm ente se
dice, intelectivas—, bien las éticas o morales. Son aquéllas per­
feccionam ientos del intelecto hum ano, y éstas lo son de la vo­
lu n tad :12 del intelecto, como las ciencias, las artes, la erudición;
de la voluntad, como la justicia, la tem planza, la fortaleza y la
prudencia .13
De intelecto y voluntad constan la prudencia y la sabiduría,
que es la consum ación del hom bre interior, esto es, de la mente
y del ánim o .14
De todos estos géneros de bienes tan sólo la virtud es elogia­
da por sí misma; los restantes se encom iendan a la virtud, como
la autolim itación que supone la sum a m oderación en el poder
suprem o o cuando a una rara herm osura la adorna una casti­
dad preclara.
El orden de los elogios es o natural, o artificioso o mixto.
Es natural si se sigue el orden de las épocas y gestas, como
nos ha m ostrado Plinio en su panegírico a Trajano .11 Artificioso,
si refieres todos los argum entos de los elogios a unas determ i­
nadas clasificaciones últimas, tal com o dispuso Cicerón la ala­
banza de Pompeyo en su ManiHana 16 y redu jo todos los elogios
de tal general suprem o a los siguientes cuatro principales capí­
tulos: la ciencia del arte militar, el valor, la autoridad y la buena

31
fortuna, que en un com andante en jefe deben ser sum os y en
Pompeyo eran todos ellos eminentes.
Será mixto el orden de las palabras si se divide los elogios en
determ inados apartados y se sigue u n orden tem poral acorde
con ellos.
Los hechos se alaban prim ero y principalm ente en función
de lo honesto, que es el lugar propio del género demostrativo,
siendo así que es el elogio la recom pensa apropiada y digna de
la virtud .17
Apartados dentro de lo honesto son: el decoro 18 —es decir,
lo que conviene a las cosas—, la personalidad, los m om entos y
lugares todos, y en lo que se basa la propia belleza de la virtud.
Un segundo apartado es lo equitativo, esto es, el culto a
Dios, el patriotism o, h o n ra r a los padres, el respeto a los m a­
gistrados, la solicitud para con los am igos, el cariño a los hi­
jos, el reconocim iento a quienes se lo m erecen, la clemencia
con los som etidos y la h u m anidad p ara con el propio género
hum ano.
Un tercer apartado de lo honesto es el de la gloria, esto es, la
fama, propagada en la m ayor m edida posible, de los méritos
hacia el género hum ano.19
Un segundo lugar para alabanza de los hechos consiste en lo
útil ,20por lo que aquellos argum entos evitan la antipatía y revis­
ten la apariencia de honestidad si se realizan acciones fructífe­
ras para otros y laboriosas y aun perniciosas para uno mismo, y
ciertam ente de form a desinteresada .21
El tercer lugar reside en lo difícil, según se haya hecho a
solas, el prim ero o con muy pocos, o m ucho m ás que los demás
o con m ayor frecuencia .22
Las cosas que se alaban derivan de la naturaleza, del arte o
de am bas a la vez.
De la naturaleza com o los lugares y regiones, que se elogian
por su situación, atractivo, fertilidad, com odidad y por el inge­
nio de los nativos .23
Del arte proceden las obras, ya sean pinturas, estatuas, li­
bros, armas, vestidos, vasos o edificios. Y son elogiadas p o r su
autor, antigüedad, m ateria, técnica, m agnificencia, elegancia y
por los hom bres ilustres que las han utilizado.
Del arte y la naturaleza se elogian las ciudades; pero, ade­
más de por los lugares ya m encionados, se elogian tam bién por

.32
su populosidad, por la concurrencia de extranjeros y por los
ciudadanos ilustres en las artes de la guerra y de la paz .24
El conjunto de ciudadanos, vale decir el Estado, porta un
peplo, y es así valorado por los lugares todos por los que sus
atributos son valorados uno por uno; y tiene tam bién los suyos
peculiares, esto es, sus insignes leyes, costum bres, instituciones,
y la extensión y duración de su im perio,2'’ p o r los que es asimis­
mo apreciado.
Se establece con frecuencia una alabanza com parativa, y
ello cuando, v.g., se ensalzan personalidades, ya sea con el cote­
jo de sus sem ejanzas —com o si com param os a C. Julio César
con Alejandro Magno por la dificultad y m agnitud de sus gestas
bélicas — ,26 ya sea con la confrontación de sus desemejanzas
—como la cuestión de si César fue m ás grande cuando redujo a
los rebeldes o cuando fue clem ente con los vencidos .27
Desde todos esos m ismos lugares por los que se elogia a las
personas, cosas y hechos, tam bién a su vez se las censura.
E n este género de causas no dom ina tan to el crédito cuan­
to la ornam entación y la am plificación; y así, no se elogia sino
lo que es opinión del com ún y tan sólo debe ser m ostrado o
indicado.

[21 ]
DEL GÉNERO D ELIBER A TE 0 1

Se delibera acerca de lo que se va a hacer, y puede tratarse


de asuntos públicos o privados.
E ntre los públicos se cuentan principalm ente las leyes, m a­
gistraturas, impuestos, comercios, la guerra, la paz, los tratados
y las obras de fortificación y de defensa .2
Son asuntos privados Lodos aquellos sobre los que es posible
debatir en el curso de la vida, com o el hecho de tom ar esposa,
adoptar un hijo o renunciar a u n a amistad.
Son lugares de este género: lo honesto, que es propio del
género dem ostrativo ;3 lo útil unido a la dignidad ,4 ya sea para
observar los pactos o para conseguir nuevas ventajas, lugar éste
dom inante en el presente género de causas; lo necesario, máxi­
me si se trata de aquello sin lo que no podem os estar a salvo ;5 lo
placentero ,6 por lo que de la decisión tom ada se deriva para

33
nosotros el m ayor placer; y, en fin, lo fácil,7 lugar que atiende
m ás a los m edios que al fin.
Eli este género prevalecen los ejem plos ,8 mas para que pue­
dan ayudar y resolver la lid deben con antelación fortificarse
firm em ente con la incorporación de argum entos.

[ 22 ]
DEL GÉNERO JUDICIAL 1

La causa en este género consiste en la im putación del acusa­


dor y la refutación del reo. El acusador, en efecto, sostiene que
"el reo ha com etido [el delito]". El reo, en cambio, refuta la
acusación afirm ando o "no haber com etido el hecho" o, aun si
reconoce el hecho, sostiene que “el hecho carece de tal entidad
o de tal calificación jurídica" que el acusador le im puta, o de­
fiende "haber actuado conform e a derecho ".2
De la im putación del acusador y la refutación del reo, por la
que dice “no h aber cometido [el delito]", nace la cuestión de "si
lo ha com etido ";3 de la im putación del acusador y la refutación
del reo de que “el hecho no tiene la entidad o la califica­
ción jurídica" que el acusador le im puta se origina la cuestión
de “qué ha hecho"; de la im putación, en fin, y la refutación de
que “ha actuado conform e a derecho" se concluye la cuestión
de “si ha actuado conform e a derecho".
De la cuestión de “si lo ha cometido" surge el status de con­
jetura [coniectum]', de la cuestión de "qué ha hecho", el status
de definición [defulitio]; de la cuestión, finalmente, de “si ha
actuado conform e a derecho", el status de cualidad [qualitas].4
El status es, pues, aquello en que consiste la causa ,5 y, como
hem os visto, es triple :6 del hecho, del nom bre y del derecho; o
de la conjetura, de la definición y de la cualidad.
Tras encontrar el status de la causa, alega el reo la razón de
su refutación [ratio depulsionis], excepto en el status de conjetu­
ra, en que la propia negativa constituye la razón .7
Contra la. razón de la refutación opone el acusador el funda­
m ento de su acusación [accusationis firmanlenturu.].
De la razón de la refutación —que el reo aduce— y del fun­
dam ento de la acusación —que eleva el acusador— nace el he­
cho justiciable del proceso [indicado].* Es tal hecho [objeto del

34
proceso] la principal cuestión 9 acerca de la cual los jueces de­
ben juzgar y el orador fundam entar.
Ilustremos con ejemplos tales preceptos: “lo has cometido",
es la imputación; "no lo he cometido", la refutación y la razón de
la refutación .10 De esta im putación y refutación surge el status
conjetural y sim ultáneam ente el hecho justiciable de "si lo ha
cometido”. "A escondidas lo has hurtado, contra mi voluntad", es
la imputación. "Me lo he llevado, sin duda, m as no lo he hurta­
do " .'1 De esta im putación y refutación deriva la cuestión de “qué
ha hecho". En esta cuestión se origina el status de la definición.
Alega el reo la razón de su refutación: “pues sólo me he llevado
lo mío”; contra esta razón el acusador levanta el siguiente funda­
m ento de su acusación: "Pues, aunque te llevaste lo que era tuyo,
cometiste hurto, puesto que m e lo habías entregado en com oda­
to". De esta razón de la refutación y del fundam ento de la acusa­
ción nace el hecho justiciable de “si comete hurto quien sustrae
al otro algo propio que le ha entregado en com odato " .12
"Sí lo has m atado ",13 es la im putación del actor; "lo he m ata­
do, m as legítim amente ",14 es la refutación del reo: de esta im pu­
tación y refutación nace el status de cualidad de "si lo ha m ata­
do legítim am ente”. El reo aduce la razón de su refutación:
"pues le di m uerte en legítim a defensa"; a su vez el acusador
opone, contra esta razón de la refutación, el siguiente funda­
m ento de su im putación: "ni siquiera para defenderte tenías de­
recho a m atar a u n hom bre sin condena previa”; de esta razón
de la refutación y del fundam ento de la acusación deriva el he­
cho controvertido de "sí para defenderse tiene un hom bre de­
recho a m atar a otro no condenado " .15
En el status conjetural 16 los principales lugares de que dispo­
ne el acusador proceden de las causas [cau'sae], de la facultad
[facúltales] y de los indicios [signad1
La causa es doble: "impulsiva" [impulsiva] y "premeditada"
[raíiocinans]. 18 La impulsiva nace de un ím petu, com o la ira o el
odio. La prem editada es deliberada, com o ocurre con quien
provee, con su crimen, a la consecución de bienes, como hono­
res. riquezas o poder, o a la evitación de males, com o la pobre­
za, la m uerte o ia infamia.
En am bas causas deben ser exam inadas con la m ayor dili­
gencia las circunstancias de las personas: pues al audaz le resul­
ta fácil d ar muerte, y al avaro robar y engañar.

35
La facultad reside en las ocasiones, en la esperanza de lle­
varlo a cabo, de ocultar el hecho, de im punidad, y en las cir­
cunstancias de la cosa, esto es, el lugar, el tiem po y otras así ;19
am én de en las circunstancias de la persona .20
Los indicios son, de otro lado, los dichos y hechos antece­
dentes, concom itantes y consiguientes, com o las am enazas, las
m aquinaciones, los preparativos, las insidias, los tum ultos, los
gritos, la fuga, los vestidos o las am ias m anchados de sangre, y
las m uestras de m ala conciencia, com o el tem blor, el titubeo y
el rostro abatido.
Es m isión del defensor el negar de principio causas y facul­
tades, por ejemplo, "que no es verosímil que el reo pusiese en
peligro lo presente y lo seguro por un lucro exiguo e incierto ”.21
"Y que es indicio suficiente de que el reo 110 gozó de dicha
facultad el hecho m ism o de que, resolviéndose sobre la pena
capital, no le asiste abogado alguno .” 22 Mas, en caso de que no
pueda negar el hecho, al menos que lo atenúe y debilite.
Respecto de los indicios que no pueden negarse, que los elu­
da o invierta los términos: que los eluda, como, por ejemplo,
que "una espada ensangrentada no es u n brazo ”;23 que los in­
vierta, como, p o r ejemplo, que "tanto dista de dem ostrar haber­
lo m atado por haber huido que ciertam ente no habría huido si
lo hubiese m atado ".24
En el status de la definición 25 los lugares son comunes a
am bas partes del proceso :26 que cada u n a de ellas defina de la
form a más acom odada posible al sentido com ún y a la sem ánti­
ca del térm ino. Luego, tras aducir símiles y ejemplos de otros
que se han m anifestado en idéntico sentido, que dé firm eza a su
definición y debilite la contraria. V. g., que diga el acusador que
"el hurto es u na interrupción de la posesión ajena; y el uso es
una cierta form a de posesión de un bien: y el uso de un como­
dato es nuestro por un tiem po determ inado; y que en tal senti­
do se han pronunciado los jurisconsultos ".27 Y el reo diga que
"el hurto es la sustracción de u n bien ajeno; y que tal sustrac­
ción no puede darse sino respecto de cuerpos m ateriales; y que
el uso no consta de corporeidad; y que así lo m anifiestan todos
en general y se cree com únm ente”.
El status de la cualidad 28 es doble: o racional [rationalis] o
legal [legalis].29 El racional 30 aparece en la cuestión de "si se ha
actuado conform e a derecho”, cuyo ejemplo aportam os supra,

36
al habJar de aquel que ha m atado a un hom bre para defenderse;
donde, bajo la locución "conforme a derecho” interpreto la ra­
zón, que es le}' del género hum ano.
La legitimidad del hecho se defiende por una doble vía: o
absoluta [absoluta] o asuntiva [assim iptiva]31
Absoluta ,32 cuando sim plem ente defendem os que el hecho
ha sido justam ente realizado, según el instinto natural, el con­
senso entre las naciones, el juicio de los hom bres sabios, las
leyes de nuestro Estado, las costum bres, las instituciones, los
convenios y acuerdos, los precedentes y las sentencias firmes.
Asuntiva ,33 cuando propugnam os, no que el hecho sea justo
per se, sino que sostenemos que es justo p o r alguna razón ex­
trínseca; y ello de cuatro formas distintas ,34 a saber: p o r com pa­
ración [comparatio], relación [relatio], rem oción [remotio] y
concesión [concessio].
Por com paración ,35 por ejemplo, cuando debía cumplirse
necesariam ente una entre dos alternativas, siendo una de las
dos preferible a la otra: com o “o debía perm itir que el ejército
fuese aniquilado o había de aceptar unas condiciones de paz
vergonzosas; así pues, firmé una vergonzosa paz ” .36
Por relación ,37 cuando se transfiere la culpa a la m isma per­
sona que ha padecido el m al y el daño.
Por rem oción ,38 cuando se hace recaer la culpa en otra cosa
o persona, por ejemplo, la orden de quien ostenta el poder 39 o la
carrera de u n caballo desbocado.
Por concesión ,40 cuando reconocem os la injusticia cometi­
da, mas o justificamos el hecho [purgatio]41 o suplicam os 42 [de­
precado] para que no se nos im ponga la pena. Justificam os el
hecho cuando lo excusamos p o r no haberse realizado con mala
fe, sino por im prudencia ,43 necesidad o azar .44 Suplicamos, en
cambio, en atención a los m éritos propios o de los nuestros
para con el Estado, y porque es de esperar que en el futuro
vamos a ser útiles al Estado .45
El status de cualidad legal aparece en la cuestión sobre la
interpretación de la ley. Consta de cinco parles ,46 a saber: "leyes
en conflicto" [legas contrariae ],47 "letra y espíritu” [scriptum el
sententia], "silogismo” [m¿iocinatio],4S "anfibología” [ambi-
g u u m ] y "transferencia" [iransiado] 49
El status de leyes en conflicto 50 se da cuando una ley parece
estar en contradicción consigo m ism a, o bien dos leyes entre sí:

37
por ejemplo, u n a ley prescribe que “el delator de u n a conjura
alcance la recom pensa solicitada, fuere cual fuere su petición";
y una segunda ley sanciona que “los conspiradores contra el
Estado deben todos ellos ser castigados con la pena capital ".” 1
El delator pide como recom pensa la salvación de la vida de su
hijo, cómplice de la conjura .32
El principio fundam ental en este caso es el de que debe pre­
valecer aquella de las dos leyes que provea a u n a m ayor utilidad
para el Estado.
El status de la letra y el espíritu 53 se da cuando la voluntad
del legislador parece disentir de su letra. Por ejemplo, la ley es:
“Quien franquee escalando los m uros de la ciudad comete un
delito capital ”.54 Mas alguien supera los m uros de la ciudad si­
tiada para inform ar a sus ciudadanos de que las tropas que
acuden en su ayuda no están m uy lejos, para que no se rindan
em pujados p o r la dificultad de las circunstancias. Debido a esta
noticia los ciudadanos soportan el asedio durante algunos días;
la ayuda llega por fin y la ciudad es liberada. La letra de la ley
prescribe que aquel que h a asaltado el m uro sea condenado a
muerte; m as la voluntad del legislador es que la ciudad esté
segura y sus ciudadanos a salvo, y no lo estaría ciertam ente si
aquél no hubiese franqueado Jos m uros.
Nos complace en el presente status m ostrar la praxis de los
lugares respecto, a am bas partes de la controversia.
[Ejemplo de invención oratoria en el status de cualidad so­
bre la letra y el espíritu.] Mas, para m ostraros con un ejemplo,
oyentes ,55 cuán vana, cuán estéril, y en ocasiones incluso im pro­
pia y ridicula, resulta la invención oratoria según nos la trans­
m iten por lo general ios propios rétores, seleccionemos la causa
perteneciente al status de cualidad conocida com o "de la letra y
el espíritu", que se define com o aquel caso en que la voluntad
del legislador parece disentir de la letra de la ley.

A favor de la letra de la. ley contra la intención del legislador


Quien defiende e! derecho estricto que diga, para ganarse el
beneplácito a su actuación, que él defiende no a un ciudadano
rebelde sino al legislador; y que no se ve movido a la acusación
p o r favor, odio o codicia, sino para m antener en buen estado de
conservación 56 la santidad de las leyes, en la que los Estados ba­
san su estabilidad. Que enseñe, en segundo lugar, que las leyes

38
son santas y de ningún modo, por ende, deben violarse; y que
por ello han sido propuestas las leyes, para que a los particula­
res no les fuese lícito en absoluto el violarlas; y que se hace
violencia contra las leyes cuando, estando escritas con palabras
claras, se las desprecia; y que si algunos hechos habían m ereci­
do públicam ente que se los exim iera de la aplicación de la ley,
la antigua jurisprudencia —m ediante las ficciones jurídicas — 57
los había tenido p or no cometidos, y esto m ism o no sin la pro­
m ulgación de un a ley; ensalzará al autor de la ley por su sabidu­
ría y concluirá de ello que aquél había ya previsto el caso fácti-
co particular que se plantea; y que au n así no había dispuesto
sobre él en su ley una cosa distinta. Que hay que lim itar el
arbitrio de los jueces ,58 Y que se abre la puerta de par en p ar a
la discrecionalidad si se perm ite añadir excepciones a la ley;
pues las excepciones no son sino vicios de las leyes, que acusan
a las claras la im prudencia de quienes proponen dichas leyes y
m enoscaban la autoridad de las m ism as .59 E xperim entar el ri­
gor de las leyes en un solo ciudadano es inculcar el respeto a
éstas en todos los demás, y un excesivo rigor en uno solo de los
ciudadanos es una clemencia excesiva para con los restantes.
Que acum ule luego ejemplos de sentencias acordes con el dere­
cho estricto, y entre ellas m uy principalm ente el caso del “hijo
de M anlio Torcuato, que, aun habiendo traído consigo la victo­
ria sobre los enemigos, tras condenarlo su padre por desobede­
cer sus órdenes, expió con la m uerte la pena por haber despre­
ciado el m andato paterno ".60 Y al fin provocará la hostilidad
partiendo de un mal ejemplo, que a la postre disolverá las leyes
y abatirá el Estado desde sus cimientos.

A favor ele la voluntad del legislador contra la literalidad de la ley

Si uno en cambio, en este caso particular, am para la equi­


dad ,61 que diga desde u n principio —para concillarse el bene­
plácito a su actuación— que él accede a defender a tal reo, que
es reo en atención a la ley, para obedecer al legislador: que él en
verdad defiende al legislador, pues asum e la defensa de quien
ha obedecido la voluntad del legislador; que m uestre luego que
la equidad es m adre de todo lo justo y la utilidad es la m odera­
dora del derecho estricto; y que esto es lo que promete la juris­
prudencia, es decir, ser el arte de lo justo y de lo bueno ;62 esto
es, de la utilidad común. Que es propio de los escribas el atener­

39
se a la letra de la ley, y en cam bio del jurista el buscar su senti­
do y significado. Que tales grandes generalizaciones jurídicas
con frecuencia lian inducido a error a los hom bres y han dado
lugar al proverbio “el derecho extrem o es extrem a injusticia ".63
Que son las palabras las que sirven a las leyes, no las leyes a las
palabras: es, en efecto, com eter un fraude de ley el m ostrarse
reverente con su letra y despreciar la voluntad del legislador, y
es una suerte de traidor quien se protege bajo el m anto del
derecho y ataca su razón de ser. Que debe defenderse la digni­
dad del legislador para que lo que éste dispuso como justo en el
género no se tom e inicuo en la especie. Y así debemos distan­
ciarnos de las palabras de la ley para velar por Ja voluntad del
legislador. Por ello tanto distan las excepciones de ser vicios de
las leyes que m ás bien son sus remedios: pues los legisladores
abarcan con sus leyes lo que ocurre con m ayor frecuencia, y
encom iendan el resto al arbitrio de los jueces, y nunca ha existi­
do nadie tan sabio que lo haya previsto todo ;64 y basta con con­
jetu rar que, si se hubiese interrogado al legislador acerca del
caso particular que se plantea, lo habría eximido de la aplica­
ción de esa ley suya; lo rígido se quiebra, y es preferible que las
leyes sean flexibles, y así debemos hacer liso de la ley como
de la regla lesbia, que se am olda a los cuerpos y no los cuerpos
a sí .65 Que debemos atender en las causas a la utilidad pública,
y que la reina de todas las leyes es la salvación del pueblo .66
Y moverá, en fin, a com pasión el que vaya a perecer el reo para
salvar a su patria, y el recibir tal prem io a su piedad, el de que,
para que todos estén a salvo, sólo él deba morir.

Partiendo del ejemplo propuesto, ¿quién 110 ve cuán pueril


es este m étodo de invención, toda vez que de estos lugares ex­
traen los oradores todas las causas que pueden defender y todos
los argum entos que pueden decir en el status de la letra y el
espíritu, siendo así que estos lugares son com unes a todos en tal
status y en él Cicerón cifra el verdadero elogio del discurso en
que se ciña a aquellos otros que le son propios?
El “status legal del silogismo "67 se da cuando se concluye
p or otras leyes lo que ninguna ley específica ha contemplado: lo
que entre los jurisconsultos se conoce com o “extender las leyes
a sus lógicas consecuencias". E n este status residen casi todas
las controversias jurídicas.

40
En tal status son los principales lugares tópicos los que par­
ten "de lo sem ejante” [a sunili], "de lo desemejante" [a dissimi-
li], "de lo discorde” [a repugnante], "de lo congruente" [a con­
gruente], "de lo contrario” [a contrario], "de la finalidad" [a. fine],
y de las “comparaciones" [a comparatis], "de lo mayor" [a malo­
re], "de lo m enor" [a minore], “de lo igual" [a pan].
Se da "anfibología ”68 cuando en la letra tienen cabida m últi­
ples significados; por ejemplo, "lego a Ticio una estatua que
sostiene una lanza, de oro”, donde cabe la duda de si ha de
entregarse un a estatua de oro o una lanza de oro .69
Depende este lugar de las circunstancias de las cosas y de las
personas.
Se da la "transferencia "70 cuando se hace necesario cam ­
biar al acusador, al juez, la acción, el tiem po o el lugar. El
acusador, toda vez que “quien es infam e, v. g., no está legitim a­
do p ara actuar ” .71 El juez, "porque no tiene conocim ienio de la
causa ”.72 La acción, "porque no se trata de una acción penal,
sino contractual ” ,73 "el actor no debe hacer valer su derecho
con esta fórm ula de acción, sino con otra distinta". El tiempo,
porque "el plazo para el pago aún no se ha cumplido". El lu­
gar, porque “el reo debe ser citado ante la justicia no en Nápo-
les, v.g., sino en Capua".
Mas en este género de causas el status no es uno propio y
distinto de los dem ás status legales que acabam os de enum erar:
pues darán form a a la causa bien las leyes en conflicto, bien la
letra y el espíritu, bien el silogismo o bien, en fin, la anfibología.
Por ello, así com o en estas cuestiones el status de la causa debe­
rá buscarse entre los anteriores, del m ism o m odo tam bién allí
habrá que indagar los lugares de tal status.

[23]
DE LA SELECCIÓN DE LOS LUGARES
O DEL ARTE CRÍTICA

Estos son los elem entos de la enseñanza que el orador,


cuando asum e la defensa de una causa, debe recorrer —todos
ellos— para estar seguro de haber encontrado cualquier cosa
verosímil que haya en la causa.
Mas en ello se debe adoptar un penetrante juicio, al que de

41
tantísim a utilidad le resulta el arte crítica, para m enospreciar
los argum entos falsos, dudosos, contrarios, absurdos, presun­
tos, com unes, inapropiados, ajenos, vanos, inconsistentes, so­
físticos, y seleccionar los verdaderos, ciertos, consistentes,
equitativos, prestos, apropiados, pertinentes, sólidos, constan­
tes y serios.
Y para poder evitar con m ayor facilidad los argum entos vi­
ciosos, no estará de m ás proponer aquí ejemplos de Jos mismos.
Falso. Es falso el argum ento del que de form a extraña al
latín dice la Escolástica que "es negado con elegancia” {rotunda
negari], com o "es lícito, pues así place ” .1
Dudoso. Es dudoso el que precisa confirmación, y en la Es­
colástica se censura el que se asum a de él algo controvertido:
por ejemplo, "actuó conform e a derecho, pues lo hizo tam bién
otro”. Pues no ayuda en nada un ejemplo que resuelve un pleito
con otro pleito.
Contraño. El argum ento contrario es aquel al que la Esco­
lástica suele d ar Ja vuelta: pór ejemplo, "lo traicionó porque se
había declarado enemigo suyo”; y así, en efecto, se responde:
"Muy al contrarío, precisam ente porque se había declarado
enemigo suyo no lo traicionó”; pues los traidores son los que se
fingen amigos.
Absurdo. Éste se dice en la Escolástica que prueba dem asia­
do y, por ende, no prueba nada: p o r ejemplo, "es púdica, pues
es casada”; m as en todas partes existen adúlteras.
Presunto. De este argum ento la Escolástica suele negar lo
que llam an presupuesto: por ejemplo, "Gaya, cum pliendo con
su condición de m adrastra, educaba al hijastro com o suyo”.
Pues, ¿quién ignora los odios de las m adrastras?
Común. Es argum ento com ún el que resulta útil a ambas
partes y, por ende, a ninguna de las dos. Por ejemplo, "Ticio
odiaba a Mevio porque era su com petidor”: al que en la Esco­
lástica se responde, como suele decirse, per instantiam.
Inapropiado. Es argum ento inapropiado el que no resulta
coherente con los demás: por ejemplo, si se dice que "un hom ­
bre avaro ha obrado con liberalidad o uno tím ido con valentía”;
la Escolástica lo censura porque quien lo propone no es cohe­
rente con la doctrina.
Ajeno. Este género de argum ento nada tiene que ver con el
asunto: por ejemplo, “estudia la filosofía estoica; ambiciona,

42
pues, el poder". A lo que la Escolástica responde: "pase de largo
el argumento" [transeat argumentum].
Vano. Es un argum ento vano el que de palabra parece un
argumento, m as de facto en absoluto dem uestra su propósito:
por ejemplo, “es pío, pues cultiva la piedad". De quienes se sir­
ven de este género de argum entos la Escolástica dice que incu­
rren en petición de principio.
Inconsistente. Es inconsistente el que resulta probado por
aquello m ism o que prueba: p o r ejemplo, “hay que creer en la
historia porque todos le h an dado crédito". Mas, ¿por qué to­
dos le han dado crédito sino porque hay que creer en la histo­
ria? A este argum ento la Escuela lo llam a "círculo vicioso". Se
procederá, pues, de form a correcta si se dice que hay que
creer en la historia porque, de sus coetáneos, es decir, de los
que han vivido en esa m ism a época, ninguno la ha puesto en
tela de juicio.
Sofístico. Adolece de sofístico el argum ento que juega con la
hom onim ia de la palabra; la Escolástica suele distinguir estos
géneros de argumentos: por ejemplo, "el im pío labrador hiere a
su madre".
Que se abstenga el orador de tales argum entos viciosos y
emplee aquellos que tienen las virtudes contrarias, si quiere de­
sem peñar con seriedad y celo su función discursiva.
Y cuide adem ás de pulir, adornar y am plificar lo que de
bueno tiene la causa, e insista en ello; y, en cambio, disimule
desde el principio lo que tiene de malo; si no le es posible, que
lo atenúe; si ni siquiera esto le resulta posible, que le oponga la
bondad de su causa y dem uestre que ésta, puesta en confronta­
ción, sería superior, com o logró hacer con éxito Demóstenes en
su discurso De corona, que es, según el unánim e juicio de los
críticos, el rey de cuantos discursos se han pronunciado, se pro­
nuncian y se pronunciarán.
Finalmente que mantenga su posición para atacar, acosar e
instigar al adversario allá donde sienta su debilidad ;2 si en algún
lugar lo ve venir a su encuentro orgulloso de sus fuerzas, que
retroceda con dignidad; donde sienta las fuerzas parejas, que re­
sista al punto, hasta que el adversario, cansado, ceda en alguna
parte por donde pueda abatirlo .3

43
[24]
DE LA DISPOSICIÓN

La "disposición" [disposido] enseña el arte de poner en or­


den lo descubierto . 5 Esta parte de la retórica supera en dificul­
tad a la invención, pues incluso los incultos e ignorantes suelen
plantear agudas invenciones, m as el ordenadas de form a apro­
piada, cabal y varia no está al alcance sino de quienes han sido
instruidos en ello y saben hacerlo.
Existe una doble disposición: la u n a procede del arte y la
otra de la prudencia.
Del arte, aquella que, observando la naturaleza, nota que
incluso las personas simples y carentes de cultura, al ser acusa­
das, em piezan p o r decir algo para conciliarse la benevolencia ,2
luego presentan la narración de la causa, m ás tarde prueban los
argum entos propios, después refutan los contrarios, y por fin
concluyen y piden clemencia.
De la prudencia, aquella otra que con frecuencia, para m ejor
servir a las causas, abandona los preceptos de su arte y, o bien
trastoca las partes del discurso —de m odo que, si los argum en­
tos del adversario h an causado im presión en el ánim o del juez,
podam os prim ero refutar sus objeciones—, o bien om ite alguna
de esas partes —p or ejemplo, ante una situación repentina y
enervante, hacem os u n discurso abrupto sin exordio alguno. En
efecto, en aquel caso no podem os cam inar entre los obstáculos,
y en éste el calor de la ira se enfría con los preparativos.
Las partes del discurso son: "exordio", "narración", "propo­
sición", "confirmación", "refutación" y "peroración ".3

[25]
DEL EXORDIO

El "exordio" {exordium]] es el com ienzo del discurso, con el


que el oyente se dispone a oír, esto es, a oír favorablemente, a
oír atentam ente y a oír dócilm ente .2
Y, para que el exordio sea el apropiado a la causa 3 y conexo
con lo subsiguiente (lo que constituye la mayor, así com o la
más difícil, virtud de dicho exordio), que el orador, tras exami­
n a r diligentem ente la causa —según el severísimo juicio de
Quintiliano— y sopesar con la m ayor atención las circunstan­
cias del proceso, vea desde qué punto puede comenzarlo, y bus­
que en últim o lugar lo que debe disponer en el prim ero. Y des­
cubra, bien partiendo de las visceras de la propia causa o bien
de las circunstancias de lugar, tiem po, cosas o personas, algo
apropiado para concillarse los ánim os ,4 que parezca brillante
para afirm ar el cam ino por el que va a discurrir su discurso,
que ha nacido del hecho m ism o e indudablem ente en ese preci­
so m om ento .5 E n efecto, la arquitectura se preocupa m uchísi­
mo por los vestíbulos, para que los edificios den buena im pre­
sión e inviten a entrar.
El exordio se tom a de las visceras de la causa; p o r ejemplo,
si en una de ellas, en la que alguien es citado ante la justicia
p or un crim en capital, el orador dice que accede a defender tal
causa para proteger de las calum nias la vida de todos los ino­
centes, unas vidas que jam ás estarán a salvo si aquel reo co­
rriese peligro.
De las circunstancias, del lugar por ejemplo, si es la prim era
vez que el orador habla desde un lugar m uy prestigioso para
pronunciar u n discurso ,6 por lo que tem e hacerlo; del tiempo, si
en el día en que el reo se defiende de la im putación de u n delito
capital, en ese m ismo día no m uchos años antes había prestado
distinguidos servicios al Estado; de las personas, por ejemplo si
alguien infacundo defiende ante otro m uy elocuente a un hom ­
bre solo enfrentado al poder supremo; o da gracias a Dios por
haberle tocado en suerte en tal causa unos doctísimos y justísi­
mos jueces, norm a ésta de la que será u n brillantísim o ejemplo
el siguiente:
Modelo de exordio propio de la causa y conexo con
lo subsiguiente, lomado del Pro Sexto Roscio Amerino, de Cicerón
[1.1] "Tengo la impresión, jueces, de que os preguntáis con
asom bro cuál es la razón de que, cuando tantos afamadísimos
oradores y muy ilustres hom bres perm anecen sentados, m e haya
levantado entre todos precisam ente yo, que ni por edad ni por
ingenio ni por prestigio puedo com pararm e con los que aquí
continúan en sus asientos. Todos cuantos veis aquí presentes
piensan que es preciso en este proceso defenderse de la injusticia
forjada con un delito insólito, m as —debido a la iniquidad de los
tiempos que corren— no se atreven a asum ir la defensa por sí

45
mismos. Sucede por ello que, aun asistiendo para cum plir con
su deber, guardan silencio, no obstante, para evitar el peligro.
[2] ¿Qué ocurre, pues? ¿Soy yo el m ás audaz de todos? En
absoluto. ¿Seré acaso m ás celoso cum plidor de mi deber que
los demás? Tam poco siento un deseo tal de ese elogio como
para querer arrebatárselo a oti'os. ¿Qué motivo, pues, me ha
impulsado a encargarm e de la defensa de Sexto Ros ció antes
que a los dem ás? Pues que si se hubiese levantado a hablar
alguno de los que veis aquí presentes, en quienes reside el más
elevado prestigio y dignidad, si hubiese pronunciado una pala­
bra sobre la situación política —cosa que es inevitable hacer en
este proceso—, se pensaría que había dicho m ucho m ás de lo
que en realidad hubiese dicho. [3] Y en cambio, aunque yo diga
con absoluta libertad todo lo que debe decirse, en m odo alguno
mi discurso podrá salir de aquí y difundirse entre el vulgo en la
medida en que lo haría el suyo. Y, en segundo lugar, porque ni
las palabras de los dem ás pueden perm anecer en la oscuridad
debido a la fama y dignidad de las que gozan, ni por su edad y
prudencia pueden perm itirse hablar tem erariam ente. Mas, si
fuese yo quien hubiese hablado con excesiva libertad, mis pala­
bras podrán perm anecer ocultas —pues aún 110 he accedido a la
vida pública— o ser perdonadas en atención a mi juventud 7
(aunque de esta ciudad han desaparecido ya no sólo la facultad
de perdonar sino incluso el hábito de conocer ).8
[4] A estas causas se añade una nueva: que quizás a los de­
más se les ha solicitado que se encargasen de la defensa de un
modo tal que pensasen que podían hacerlo o no sin m enoscabo
del cum plim iento de su deber; de mí, en cambio, lo han recaba­
do quienes sobre m í ejercen enorm e ascendiente por su am is­
tad, los favores debidos y su dignidad, cuya benevolencia para
conmigo 110 debía yo ignorar, ni despreciar su prestigio, ni des­
deñar su voluntad.
[II.5] Por tales motivos me he convertido en defensor de esta
causa: no ya elegido como el único en poder defenderla debido
a mi suprem o ingenio, sino porque era, de entre lodos, el que
quedaba para hacerlo con m enor riesgo; ni para que Sexto Ros-
cio contase con una defensa bastante firme, sino para que no se
viera com pletam ente desasistido.
Os preguntaréis quizás qué terro r y qué pánico tan grande
son esos que im piden a tantos y tan ilustres hom bres el asum ir

46
la defensa —como tienen por costum bre— de la vida y hacien­
da de otro. Y no es de extrañar que aún lo ignoréis, ya que los
acusadores no han m encionado todavía el hecho que ha provo­
cado este juicio.
[6] ¿Qué hecho es éste? Se trata de la hacienda del padre de
Sexto Roscio aquí presente, que asciende a seis millones de ses-
Lercios, que Cornelio Crisógono, probablem ente el joven más
poderoso de nuestra ciudad en estos m om entos, afirm a haber
com prado por dos mil sestercios a u n hom bre de gran valentía
y muy noble cuna —L. Sila—, a quien para honrarlo nombro.
Este Crisógono, jueces, solicita de vosotros que borréis de su
ánim o toda sospecha y le libréis de todo miedo por haberse
apropiado sin derecho alguno de un patrim onio ajeno tan co­
pioso y.brillante, y porque le parece que la vida de Sexto Roscio
supone un obstáculo y un estorbo para el disfrute de tal fortu­
na; no cree que pueda hacerse —m ientras Roscio perm anezca
incólume— con el patrim onio tan am plio y copioso de este ino­
cente, mas, una vez haya sido condenado y desterrado, espera
poder dilapidar y despilfarrar en m edio del lujo lo que ha obte­
nido m ediante el crimen. Os pide que le arranquéis de su ánim o
este escrúpulo que de día y de noche lo atorm enta y aguijonea,
que os reconozcáis cómplices suyos en la consecución de este
botín tan infame. [7] E n caso de que esta dem anda os parezca
equitativa y honesta, jueces, yo os presento por el contrario una
dem anda m odesta y, a m i entender, un tanto m ás equitativa.
[III] Pido en prim er lugar a Crisógono que se dé por conten­
to con nuestro dinero y nuestros bienes, y no pretenda además
la sangre y la vida; y luego a vosotros, jueces, que os opongáis a
la criminal actividad de estos osados, que aliviéis la desgracia
de los inocentes y que conjuréis, en la causa de Sexto Roscio, el
peligro que sobre todos se cierne.
[ 8] Pues si se encuentra u n a causa de la incrim inación o una
sospecha del hecho o cualquier cosa, en sum a, p o r pequeña que
sea, por la que parezca que aquéllos siguieron alguna pista al
presentar su denuncia contra él, o si, en fin, encontráis alguna
otra causa para ello, excepción hecha de aquel botín que he
mencionado, no nos oponem os a que la vida de Sexto Roscio
sea entregada a m erced de ellos. Mas si no se tratara de ningu­
na otra cosa sino de que nada les falte a quienes nada les basta,
si en estos m om entos tan sólo se pugna para que a aquel pingüe

47
y excelente botín se le sum e el colmo que supondría la condena
de Sexto Roscio, ¿no es precisam ente la indignidad extrema,
entre tan ta indignidad, que se os haya considerado idóneos
para alcanzar por m edio de vuestras sentencias y juram entos lo
que antes han estado acostum brados a alcanzar por sí mismos,
con el crim en y las armas? ¿Y que de vosotros —que por vues­
tra dignidad habéis sido elegidos de entre la ciudadanía para
form ar parte del Senado, y del Senado para integrar este tribu­
nal por vuestro rigor— pretendan unos sicarios y m atones, no
ya evitar los castigos que, p o r sus crím enes, de vosotros tam ­
bién deben tem er y causarles horror, sino incluso salir de este
juicio honrados y enriquecidos p o r los despojos ?9
[IV.9] E n estos asuntos tan transcendentales y atroces en­
tiendo que no puedo hablar con la suficiente propiedad, ni que­
jarm e con la suficiente energía, ni alzar la voz con libertad bas­
tante. Pues para tal propiedad m e supone un obstáculo la falta
de ingenio, para la energía la edad y para la libertad los tiempos
que corren. A ello se sum a el profundo tem or que me han in-
fundido mi propio natural y mi pudor, vuestra dignidad, la fuer­
za de los adversarios y los peligros que arrostra Sexto Roscio.
Por todo ello os ruego y suplico, jueces, que oigáis mis pala­
bras con atención y benévola indulgencia .10
[10] Confiando en vuestro crédito y sabiduría m e he cargado
con más peso del que creo poder soportar. Si en alguna medida
me aligeráis de él, jueces, lo soportaré com o pueda, con empe­
ño y esfuerzo; si, en cambio, m e veo abandonado por vosotros,
cosa que espero que no ocurra, 110 desfallecerá p o r ello mi áni­
m o y continuaré con lo que he em prendido hasta donde me sea
posible. Pues, si no pudiese llevarlo a térm ino, prefiero ser
aplastado por el peso de m i deber que abandonar por perfidia o
renunciar por debilidad de ánim o a lo que una vez m e fue enco­
m endado con absoluta confianza en mí.
[11] Tam bién a ti te m ego encarecidam ente, M. Fannio, que
en esta ocasión te com portes para con nosotros y el pueblo ro­
m ano tal como ya tiem po ha te has venido m ostrando ante el
mismo pueblo rom ano, cuando presidías como juez una causa
sim ilar a ésta.
[V] Ya ves cuán gran m ultitud de personas ha concurrido a
este juicio, y adviertes cuál es la expectación levantada entre
todos los hom bres y cuán ferviente su deseo de que se dicten

48
sentencias cluras y severas. Es éste el prim er juicio que se enta­
bla por homicidio tras un largo período de tiempo, cuando en el
ínterin se han cometido m uy num erosas e indignantes m atan­
zas; todos esperan que de este proceso resulte el m ás adecuado
castigo a los crím enes abiertam ente com etidos y a la sangre
cotidianam ente vertida.
[12] Quienes aquí actuam os com o defensores hablaremos
en esta ocasión en voz m uy alta, con ese m ism o tono de voz que
en los restantes juicios acostum bran a usar los acusadores. Te
pedimos, M. Fannio, y a vosotros, jueces, que castiguéis estos
crímenes con la m ayor severidad, que con sum a firmeza os
opongáis a unos hom bres osados en exceso, que penséis en
esto: que a no ser que en esta causa mostréis bien a las claras
cuál es vuestra form a de pensar, a tal extremo alcanzarán la
ambición, el crim en y la audacia de los hom bres que se perpe­
trarán m atanzas no ya ocultam ente, sino aquí en el propio
Foro, ante tu tribunal, M. Fannio, ante vuestros pies, jueces,
entre esos m ismos escaños vuestros .11
[13] Y, en efecto, ¿qué otra cosa se pretende en este juicio
sino la licencia para hacer eso? Ejercen la acusación los que se
han apoderado de los bienes de este hom bre, y se defiende él, a
quien nada -—excepto su desgracia— le han dejado; actúan
como acusadores aquellos a quienes les supuso un beneficio el
asesinato del padre de Sexto Roscio, y se ve forzado a defender­
se éste, a quien la m uerte de su padre le ha deparado no sólo el
luto, sino incluso la miseria; acusan los que han deseado con
todas sus fuerzas degollar a este m i patrocinado, y se defiende
éste que incluso a este m ism o juicio ha acudido con escolta,
para no ser acuchillado aquí mismo, ante vuestros ojos; y acu­
san, en fin, aquellos a los que el pueblo reclam a, y se defiende
éste, que es el único superviviente de la infam e m atanza come­
tida por aquéllos.
[14] Y, para que podáis, jueces, entender con m ayor facili­
dad que las acciones perpetradas son más indignas que lo que
mis palabras manifiestan, os expondrem os desde el inicio cómo
se ha gestado el caso .,,i2

El cometido de los exordios consiste en granjear la benevolen­


cia, la atención y la docilidad de los oyentes .13 Mas de estos tres
cometidos es el que se refiere a la benevolencia el m ás difícil.

49
Los rétores enum eran cinco géneros ele causas relativos a
cómo d ar cum plim iento a estas funciones y cuándo hacerlo:
"honesto'" [honestum),]4 "vergonzoso” [turpe], "dudoso" [du-
biu m ], "humilde” [hun lileV5 y "oscuro" [obscuram].*6
Establecen, además, dos géneros de exordios; a saber: "prin­
cipio'' [pñncipium ] e “insinuación" [insinuai io ) 7 al que yo aña­
diría un tercero: "ocupación" [occitpatio].
"Principio " 18 es aquel que utilizam os en una causa honesta 19
(por ejemplo, a favor de u n padre asesinado m ediante engaños
y contra el sicario), y con él nos conciliamos directa, breve y
abiertam ente la benevolencia.
"Insinuación "20 es aquella p o r la que en una causa vergonzo­
sa (v.g., a favor de un reo m uy depravado) nos conciliamos m e­
diante un rodeo la benevolencia que no podíam os ganarnos di­
recta, breve y abiertam ente: por ejemplo, si decimos que se tra~
ta de un crim en digno de u n nuevo género de penas y de un
asunto de lo más odioso para los jueces, y con toda justicia;
m as gradual e inesperadam ente vam os derivando hacia algún
argum ento con el que poder inclinar a los jueces a prestar aten­
ción a la causa con benignos oídos.

Insinuación de C.J. Cesara favor de los conjurados


con Catilina, en Salustio
[LI] "Es conveniente, senadores, que todos los hom bres ocu­
pados en deliberar sobre asuntos dudosos estén libres de odio,
am istad, ira y com pasión. Pues el ánim o no discierne con facili­
dad la verdad cuando tales afectos se lo estorban ,21 y nadie ha
prestado servicio sim ultáneam ente a la pasión y a la utilidad. Si
aplicamos nuestro ingenio, éste prevalece; m as si la pasión nos
posee, si ésta dom ina, el ánim o carece de toda fuerza. Éste po­
dría ser, senadores, un buen m om ento para recordar qué deci­
siones fueron las que erraron al tom ar reyes y pueblos em puja­
dos por la ira o la com pasión; m as prefiero decir en qué otro
nuestros antepasados actuaron con corrección y buen sentido
contra el im pulso de su ánim o. E n la guerra contra Macedonia,
que entablam os contra el rey Perseo, la ciudad de Rodas, gran­
de y magnífica, que había crecido m erced a la ayuda del pueblo
rom ano, nos fue infiel y hostil. Pero cuando, acabada la guerra,
se deliberó acerca de los rodios, nuestros antepasados, para que
nadie pudiese dccir que la guerra se había em prendido m ás por

50
sus riquezas que por la injuria recibida, les perm itieron m ar­
char impunes. Asimismo en todas las guerras púnicas, pese a
que los cartagineses habían com etido con frecuencia m uchos
crímenes infames así en la paz como durante las treguas, nunca
los nuestros obraron del m ism o m odo, aun presentándose la
ocasión; se preguntaban m ás qué sería digno de sí m ismos en
lugar de qué podría hacerse legítim am ente contra aquéllos. Ha­
béis de procurar además, senadores, lo siguiente: que no goce
de m ayor relevancia entre vosotros el crim en de P. Léntulo y de
los demás que vuestra propia dignidad, ni os dejéis aconsejar
más por vuestra ira que por vuestra reputación .”22

La "ocupación ”23 se da cuando, en u n a causa dudosa, es de­


cir, la que cuenta con una parte honesta y otra vergonzosa (por
ejemplo la de aquel que, para vengarse de una gravísima injuria
que le ha sido inferida, ha dado m uerte al ofensor), nos ocupa­
mos previam ente de la parte vergonzosa, esto es, la prevenimos
y desvirtuamos, para luego, basándonos en la parte honesta,
hacernos con un benévolo auditorio.
En cam bio en u n a causa hum ilde se debe despertar la aten­
ción —no sea que, en caso contrario, el juez la m enosprecie—;
por ejemplo, si en una causa m odesta prom etem os que vamos a
hablar de im portantes asuntos que es preciso saber, nuevos, úti­
les, placenteros .24
En una causa oscura, en fin, hay que ganarse la docilidad.
Más adelante, cuando tratem os de la proposición, diremos
cómo se hacc esto.
En el género dem ostrativo el exordio es el más libre, como
corresponde a causas cuyo principal objetivo es el de deleitar.
En el deliberativo el exordio puede hacerse de form a menos
cuidadosa, como com í ene a u n género en que los oyentes ya
están predispuestos en su propio interés.
E n el judicial el exordio debe ser especialm ente diestro, pues
la cuestión se dilucida con unos oyentes cuyo interés no está en
juego en absoluto, mas no quieren que se les engañe.

51
[26 ]
DE LA NARRACIÓN

La "narración" [nairatio ] 1 en su acepción pública —de la


que aquí se trata— es la exposición del hecho con todas sus
circunstancias útiles para salir victorioso del proceso.
En el género deliberativo, donde se delibera sobre el futuro,
la narración no tiene lugar m ás que de form a incidental, como
suele decirse, esto es, al n arrar los hechos para m ejor colegir lo
que hay que hacer.
En el género dem ostrativo la causa entera es una narración,
m atizada con sus adornos y amplificaciones.
También en el género judicial se asienta la causa sobre la
narración, si se basa en el ejercicio de u n derecho o el hecho es
manifiesto.
Si el adversario ha desarrollado la narración, mas ha ex­
puesto los hechos de una form a distinta a como se han sucedi­
do o ha guardado silencio en aquello que nos beneficia, infla­
mando, en cambio, aquello otro que nos perjudica, a la parte
que representam os se le hará precisa u n a distinta narración,
para exponer las cosas con verdad, enarbolar las circunstancias
del hecho que nos resultan útiles y poner de relieve otras causas
que nos son favorables; y con palabras m ás suaves m itigará lo
que la parte contraria ha narrado incrim inándonos para avivar
contra nosotros la anim osidad .2
Las virtudes con que necesariam ente debe contar la narra­
ción son: la de ser breve, diáfana, verosím il :3 suelen tam bién
añadir un a cuarta destinada a deleitar, la de ser agradable .4
Será breve 5 la narración si no nos rem ontam os m ás allá de
donde, ni nos extendemos m ás lejos que adonde resulta estric­
tam ente necesario para la causa. Y lo que resulta necesario es:
desde el lugar del que la causa com enzó a forjarse y hasta allí
adonde ha venido a parar; es decir, si se omite todo salvo la
propia causa y no se trae a colación nada que le sea ocioso. Y
que a esta brevedad de las cosas la acom pañe tam bién la breve­
dad del discurso, esto es, que se emplee tantas palabras cuantas
sea necesario, y que el desarrollo del discurso sea m ás concreto.
Será diáfana 6 si exponemos las cosas con palabras apropia­
das y usuales, si nos servimos de un discurso matizado, si obser­
vamos el orden cronológico en que se h an gestado los hechos.

52
Será verosímil 7 si pensam os en un desarrollo creíble, en el
que todas las circunstancias del hecho se arm onizan con las
personas, cosas, tiem pos, lugares, causas y sucesos, y se co­
rresponden adecuándose a la naturaleza de las cosas, las cos­
tum bres de los hom bres 8 y el sentido com ún ,9 de m odo que lo
que se dice que ha ocurrido parece naturalm ente oportuno que
así ocurra.
Será, en fin, agradable si describim os gráficam ente la im a­
gen de las personas, si les atribuim os una form a de hablar acor­
de con la naturaleza, educación, costum bres y condición de
cada cual, si dam os a conocer cosas nuevas e inopinadas, y
sobre todo, por último, si presentam os los resultados que se
esperaba y todo ello lo aderezam os con una cierta elegancia
ática 10y con distinción.
Ejemplo de narración publica tomado del Pro T. Annio Milone
Valga como ejemplo de tales norm as la narración del Pro
Milone. Cicerón la com puso partiendo de la m ás reciente causa
de los odios que arrastraban a Clodio contra Milón.
[9.24] "P. Clodio, tras haber decidido atorm entar a la repú­
blica con toda suerte de crím enes en el transcurso de su pretu-
ra, y al ver que, por haberse retrasado los comicios en el año
anterior, no podría desem peñar la pretura durante m uchos me­
ses, él, que 110 aspiraba a un nuevo peldaño en su carrera políti­
ca, como los demás, sino que quería tam bién evitarse un colega
como L. Paulo —ciudadano de virtud singular— y buscaba dis­
poner de u n año íntegro para despedazar la república, renunció
de repente a presentarse ese año, como le correspondía, y apla­
zó su candidatura para el siguiente; m as no —como suele suce­
der— por escrúpulo religioso alguno, sino para contar, como
decía él mismo, con un año com pleto y entero para desem peñar
la pretura, vale decir, para poner la república patas arriba. [25]
Se percataba de que la suya iba a ser una pretura m utilada y
debilitada con Milón com o cónsul; y veía, además, que éste se­
ría cónsul con el absoluto consenso del pueblo rom ano. Se
unió, pues, a los contrincantes de aquél, mas de modo que era
él solo quien controlaba toda la candidatura, incluso contra la
voluntad de éstos, para sostener toda la cam paña, como gusta­
ba de repetir, sobre sus hom bros. Convocaba a las tribus, inter­
venía, e inscribía una nueva tribu Colina con el alistam iento de

53
los ciudadanos m ás depravados. Cuanto m ayor era la agitación
provocada por aquél, tanto m ás se fortalecía de día en día éste
mi patrocinado.”1'
Prosigue ahora con las am enazas y preparativos.
“Cuando un hom bre así, de sobras dispuesto a crímenes de
toda especie, vio que un varón tan valiente, enemigo acérrim o
suyo, sería cónsul con toda certeza, y se dio cuenta de que esto
con frecuencia se había evidenciado no sólo en las conversacio­
nes, sino incluso p or los sufragios del pueblo rom ano, comenzó
a actuar a la vista de todos y a decir abiertam ente que Milón
había de morir. [26] H abía hecho bajar del Apenino a unos es­
clavos salvajes y bárbaros, a los que teníais ante los ojos, con los
que había devastado los bosques públicos y tiranizado Etruria.
El caso era evidente. Pues iba repitiendo públicam ente que a
Milón no se le podía arrebatar el consulado, mas sí la vida.
M anifestó esto a m enudo en el Senado, lo dijo en ia asamblea;
aún más, a M. Favonio, hom bre de gran valor, que le preguntó
haciéndole ver lo loco de sus esperanzas en tanto Milón estuvie­
se vivo, le respondió que aquél iba a m orir en el plazo de tres o
a lo sum o cuatro días; una m anifestación ésta suya que Favonio
refirió inm ediatam ente a M. Catón aquí presente .” 12
Desde aquí hasta aquello de "mas com o éste [hubiera salta­
do] del coche", se sientan los fundam entos de fe sobre los que
se levanta el edificio entero de la confirm ación, con lo que
m uestra que la violencia la hizo Clodio contra Milón y no Milón
contra Clodio. Y cada uno de los argum entos se hallan esparci­
dos durante todo este trayecto, como semillas, por las que se
recoge en la confirm ación una abundantísim a cosecha de argu­
mentaciones.
[10,27] "AI saber en el ínterin Clodio —y no le resultaba difí­
cil saberlo por los habitantes de Lanuvio— que Milón había de
llevar a cabo el recorrido anual establecido por la ley y obli­
gado, el día 20 de enero, a Lanuvio, para nom brar al flamen
—pues era dictador de Lanuvio—, se m archó súbitam ente de
Rom a el día antes, para tender una em boscada a Milón ante
una finca suya, com o se supo por los hechos; y tan rápido
se m archó que abandonó una turbulenta asam blea que, si no
hubiese querido estar presente en el lugar y el m om ento apro­
piados para el crimen, jam ás habría abandonado. [28] Milón,
en cambio, después de haber estado ese día en el Senado hasta

54
el fin de la sesión, fue a casa, se cam bió de calzado y vestidos,
se entretuvo un poco m ientras su mujer, com o suele ocurrir, se
preparaba, y luego se m archó, en un m om ento en que ya Clo-
dio, si realm ente había de ir a Rom a ese día, había podido ya
regresar. Le sale al encuentro Clodio, sin estorbos, a caballo, sin
coche, sin equipaje, sin acom pañantes griegos —como acos­
tum braba—, sin esposa, lo que no solía hacer casi nunca: mien­
tras que este emboscado, que había preparado aquel viaje para
perpetrar un asesinato, era transportado con su esposa en co­
che, con el m anto de viaje, con u n a comitiva grande, cargada de
bagajes, fem enina y delicada de jóvenes esclavas y esclavos .13
[29] El encuentro con Clodio se produce ante la finca de este,
hacia las cinco de la tarde sobre poco m ás o menos. Al instante
lo atacan m uchos con arm as arrojadizas desde un lugar más
elevado; y los que vienen de frente m atan al cochero.
Mas como éste [ahora atenúa el hecho con adm irable técni­
ca y suaviza la dureza con la que quizás lo habían narrado ante­
riorm ente sus adversarios] hubiera saltado del coche, tras des­
em barazarse del manto, y se defendiese anim osam ente, aque­
llos que estaban con Clodio, tras desenvainar sus espadas, una
parte corrió de nuevo hacia el coche para atacar a Milón por la
espalda, otra parte, pensando que ya estaba m uerto, comienza
a abatir a sus esclavos que venían detrás; de entre éstos, quienes
dieron m uestras de un ánim o fiel y esforzado para con su se­
ñor, unos fueron m asacrados, y otros, al ver que se luchaba
junto al coche, y que se les im pedía socorrer a su amo, oyendo
del propio Clodio que Milón había sido asesinado y teniéndolo
por verdad, estos esclavos de Milón hicieron —lo diré abierta­
mente, y no con la intención de aprovecharlo p ara la incrim ina­
ción, sino como lúe— sin que su señor lo ordenase, ni lo supie­
se, ni estuviese presente, lo que cada cual habría querido que
hicieran sus propios esclavos en tales circunstancias ." 14
Omite, en cambio, los turmiltos provocados por' los partida­
rios de Clodio tras la m uerte de éste y cierra aquí la narración,
pues de lo dicho hasta este m om ento ya se sustenta la causa.

55
[27]
DE LA DIGRESIÓN

Después de la narración cabe la posibilidad de divagar discre­


tam ente [digressio ],1 si existe algo externo a la causa que, con
todo, le beneficia, o que perm ite conocer con m ayor facilidad lo
que se va a decir, o una m ás profunda confirmación, o una más
extensa amplificación: así nos lo avala Cicerón cuando, antes de
aseverar los robos de Venes y las rapiñas cometidas durante su
gobierno de Sicilia, hace una digresión elogiando esta provincia .2
Es, por lo demás, característico del arte oratoria, tras la na­
rración de la causa, pasar sin solución de continuidad a fundar­
la y proponerla, de modo que tal proposición de la causa dé la
im presión de brotar espontáneam ente de su propia narración.

[28]
DE LA PROPOSICIÓN

[Proposiliü] 1 Es aquella que com prende el conjunto de la


causa íntegra. Es o simple, o con disyunción.
Es simple aquella con la que proponem os brevem ente lo que
el orador debe p robar y sobre lo que los jueces deben dictar
sentencia .2
Nos queda un brillantísim o ejemplo de proposición precisa
en Cicerón, en el Pro Publio Quine fio: "Me fijaré ciertos límites
y térm inos que no podré rebasar por m ucho que quiera, para
tener presente aquello de lo que hablaré y esté claro para Iíor-
tensio a qué h abrá de responder, y tú, Cayo Aquilio, puedas
representarte m entalm ente y con antelación de qué cuestiones
vas a oír hablar. Negam os que tú, Sexto Nevio, hayas poseído
los bienes de Publio Quincio según lo prevenido en el edicto
del pretor ” .3
Estamos, en cambio, ante una proposición con disyunción
cuando separam os aquello en que convenim os con el adversa­
rio de aquello otro que perm anece com o motivo de controver­
sia ;4 por ejemplo, adm itim os que “Tició h a dado m uerte a Me-
vio", mas negam os que se trate de un acto ilegítimo.

56
[29]
DE LA PARTICIÓN

A la proposición se le suele anexar, para lograr una mejor


docilidad del auditorio ,1 la “partición" [partido ],2 con la que
enum eram os cuántas y de qué cosas vamos a hablar, y en qué
orden .3 Por ello la partición es m ejor valorada si es breve —que
conste de tres o, a lo sum o, cuatro partes — 4 y si es precisa .5
Sírvanos de ejemplo la partición que Cicerón utiliza en el
mismo Pro Publio Quine lio. E n efecto, en la proposición 6 había
manifestado: “Negamos que tu Sexto Nevio, hayas poseído los
bienes de Publio Quincio según lo prevenido en el edicto del
pretor. Y sobre ello ha versado el com prom iso de garantir ".7
Ahora pasa a la partición: “M ostraré prim eram ente que no
hubo causa legítima alguna por la que pudieses solicitar del
pretor la posesión de los bienes de P. Quincio; en segundo lu­
gar, que no pudiste poseerlos según lo prevenido en el edicto; y
por último, que no los has poseído”. Y, para que estas m ismas
cosas queden profundam ente im presas en el ánim o de los jue­
ces, añade: “Te mego, C. Aquilio, y a vosotros, que formáis par­
te del consejo, que recordéis puntualm ente qué he prometido;
en efecto, os resultará m ás fácil com prender íntegram ente el
caso si recordáis esto, y fácilmente m e retiraréis vuestra estima
si trato de rebasar estos límites en los que yo m ism o m e he
confinado. Niego que hubiese causa legítima para su solicitud,
niego que haya podido poseerlos según lo prevenido en el edic­
to, niego que los haya poseído. Una vez haya dem ostrado estos
tres apartados, pasaré a la peroración ".8

[30]
DE LA CONFIRMACIÓN

Es éste [confirmatio] el m om ento agonal, el cam po de bata­


lla en que se patentizan las facultades de los oradores. En efec­
to, ésta es la parte del discurso en la que se exponen, con las
argumentaciones, los argum entos de la causa .1
La argum entación es, de una parte, la exposición del propio
argum ento ,2 y argum ento es, de otra, la razón a partir de la cual
se configura la cuestión ,3 y que la Escolástica llam a “térm ino

57
medio ".4 Ahora bien, la argum entación es la form a y figura por
la que el térm ino m edio se u n e con los dos puntos m ás prom i­
nentes de la cuestión propuesta —que la Escolástica llam a ex­
trem os— en la proposición y la asunción —vulgarm ente "la m a­
yor” y "la m enor”—, de form a que los propios extremos de la
cuestión propuesta se un an en la conclusión: por ejemplo, si
quieres dem ostrar que "el Coloso de bronce va a dejar de exis­
tir", debes asum ir el argum ento de que "ha sido hecho”. Luego
habrás de unir, genéricamente, "tener u n origen” con "dejar de
existir”, de acuerdo con la sentencia de Salustio:

Todo lo que ha tenido un orto Liene un ocaso, y todo lo que


ha crecido envejece.5

Asumirás, m ás tarde, que "tener un origen" se una con “el


Coloso de bronce". Pues bien, "el Coloso de bronce ha tenido un
origen”. Por últim o concluirás que “el Coloso" está unido con el
"dejar de existir". Y, “por tanto, el Coloso de bronce envejecerá".
Aunque la argum entación cede la prioridad tan sólo al crédi­
to, debe, con todo, llevar aparejados bien las costumbres, bien
los afectos, o bien unas y otros. Siendo así que contam os con
una argum entación oratoria que se diferencia de la argum enta­
ción dialéctica .6 Así, por ejemplo, m ientras el orador expone el
argum ento basado en una causa raciocinante de que "Ticio ha
dado m uerte a Mevio para hacerse con la herencia ab inféstalo’,
salpicará su argum entación con escenas de la sórdida vida de
Ticio, su conducta avara y la im piedad para con los suyos, si se
diese alguno de tales supuestos. Al exponer un argum ento basa­
do en su facultad para delinquir, el de que “Ticio había espera­
do salir im pune del juicio”, exagerará su potencia y su capaci­
dad de acción, en la que ya había confiado para com eter con
anterioridad m uchos actos reprobables y vergonzosos; grabará
en la m ente de los m agistrados su audacia, su desprecio por las
leyes y su rebeldía. Así, en efecto, el intelecto se ve cautivado
p or la razón y la verdad, y la voluntad se conm ueve cuando se
m uestran cosas agradables o desagradables: con estos dos ins­
trum entos se lleva a cabo la tarea de persuadir.
Para los filósofos los principales géneros de argum entación
son el "silogismo" [syllogisirius], la “epagoge",7 el "sorites” y el
"dilema” [dilegma].

58
El "silogismo”, en latín “ratiocinatio ",8 es una argum enta­
ción perfecta, que consta de tres partes: proposición, asunción y
conclusión (la Escolástica las llam a vulgarm ente mayor, m enor
y consiguiente). E n estas proposiciones enunciativas se dispo­
nen tres ideas, vulgarm ente llam adas térm inos, de m odo que la
idea que se aduce para probar lo que se ha propuesto en la
cuestión se une en la proposición con uno y en la asunción con
el otro punto culm inante —o, como vulgarm ente se dicc, extre­
mo— de la cuestión propuesta, para unirse luego los puntos
relevantes de la cuestión en la conclusión, pues si el argum ento
se separa del otro lugar culm inante de la cuestión, tales puntos
relevantes de la cuestión propuesta se encontrarán tam bién se­
parados en la conclusión, debido a aquellos dos axiom as de los
dialécticos, uno de los cuales enuncia: que los térm inos que se
unen con un tercero tam bién se unen entre sí; y el otro: que los
térm inos que por un tercero se encuentren separados están
tam bién separados entre sí.
La cuestión, por ejemplo, plantea: que "si debe cultivarse el
estudio de la elocuencia”; sea el argumento: "que es digno del
hombre"; la argum entación se dispone así:
Un estudio digno del hom bre debe cultivarse.
La elocuencia, de otro lado, es un estudio digno del hombre.
Luego el estudio de la elocuencia debe cultivarse.
Imaginaos, en esta argumentación, que habéis trazado una
suerte de triángulo lógico en el que dos ideas de la cuestión pro­
puesta se encuentran en los dos ángulos de la base, y la tercera
idea o argumento en el ángulo correspondiente al vértice.

Digno del hombre

El estudio de la elocuencia Debe .ser cultivado por el hombre

En este triángulo se puede distinguir que un silogismo debe


constar de tres ideas en total; que el argum ento "digno del hom ­
bre” se encuentra unido en el género con la cultura hum ana,
mas en la especie se abarca la elocuencia. De lo que resulta que
la conclusión se obtiene en la especie. De ahí se deduce que la

59
virtud de un ingenio agudo consiste en encontrar argum entos
que son verdaderos, así como la del ingenio sofista 9 estriba en
encontrar los que de por sí parecen verdaderos, pero en reali­
dad son falsos. En efecto, para los latinos se denom ina “argu-
lu m ” aquello que, en cierto modo, se ha aguzado.
Los oradores adjuntan a la proposición una breve prueba y
a la asunción un a confirmación con amplificación, concluyen
un perfectísimo silogismo y llevan a cabo el característico géne­
ro de argum entación que los rétores llam an "epiquerema en
cinco partes ";10 y lo usan los grandes y fecundos oradores.
Proposición. “¿Por qué no cultivam os el estudio m ás digno
del hombre, la elocuencia?”
Razón de la proposición. “En efecto, vemos que los demás ani­
males se deleitan con la inclinación que a cada uno le es propia."
Asunción. “Mas la elocuencia es casi tan propia del hom bre
com o la m ism a hum anidad."
Confirmación de la asunción. “Efectivamente, si la naturale­
za no nos hubiese concedido la capacidad de hablar, ciertam en­
te pasaríam os la vida en cubiles y guaridas solos y ocultos,
como hacen las fieras. Por ello con razón el sabio, para conocer
si veía a un hom bre, le m andaba hablar.”
Amplificación de la confilmación. “¿Pues qué otra cosa son las
palabras sino piezas de cambio con las que los hombres ponen en
práctica el comercio de los ánimos? ¿Qué, sino las arm as con las
que el género hum ano reivindica hum anam ente sus propios de­
rechos y rechaza las injurias? ¿Qué, en definitiva, sino los medios
con los que unos cuantos hom bres dom inan a una multitud?"
Aguda conclusión. “¿Descuidaremos, pues, el cultivo de aquel
estudio por el que los hom bres aventajan a las bestias y sobre­
salen entre los propios hombres?"
Mas los filósofos em plean con frecuencia u n silogismo im ­
perfecto, y lo llam an "entim em a ” 1* o silogismo m utilado ,12 pues
om iten —por ser conocida— una de las prem isas, según la fór­
mula siguiente;
El estudio de la elocuencia es digno del hom bre.
Por tanto, el hom bre debe cultivarlo.
Y los oradores —en aras de la variedad, o bien porque el
oyente desconoce el arte o no siente hastío ante la reiteración, y

60
para añadir algo de su propia cosecha a la argum entación y
deleitarse con ella como si fuese suya— casi siem pre om iten las
proposiciones genéricas, invierten las partes de los epiquerem as
y, en ocasiones, las disminuyen y distribuyen bien en cuatro, en
tres o en dos partes. Como ocurre en esta fórmula: "Si tan sólo
al hom bre le es dado hablar, ¿por qué no cultiva el hom bre la
elocuencia?”.
De tal género de argum entación se sirven los oradores den­
sos y quienes quieren parecer breves. Más aún, concluyen un
epiquerem a íntegro en un solo enunciado: “¿Así nosotros que
hablam os descuidamos el saber hablar?". Esta argum entación
es aquella que Aristóteles llam a "sentencia entim em ática " ,13
pues tiene la fuerza del entim em a ;14 p o r ejemplo, la siguiente:
“Hablamos; luego debemos esforzarnos en hablar bien". Y el
mismo filósofo, de entre todo género de entim em as, recom ien­
da ésta como el m ás ingenioso .15 Por ello usan este género de
confirmación aquellos oradores que quieren parecer m ás inge­
niosos que extensos: y son aquellos que entre los latinos, cuan­
do ya la elocuencia declinaba, se decía que "hablaban por m e­
dio de sentencias " ,16 y que entre nuestros com patriotas italianos
se dice “ben parlare in concetti”.
Mas en el arte retórica se llam a entim em a por excelencia,
como se suele decir, aquel que consta de proposiciones contra­
rias, y que —para resultar m ás agudo— adopta la forma de
interrogación ;17 por ejemplo, "¿a qué extraño vas a encontrar
que te sea fiel, si eres un enemigo para los tuyos ?";18 “pude sal­
var; ¿y no puedo destruir ?".19 Y tal género de argum entación
deben u sar quienes se deleitan con el elogio de la elocuencia de
Demóstenes y quieren ser conocidos como oradores entimemá-
ticos; así como quienes se afanan en aplicar el género de confir­
m ación ciceroniano es preciso que em pleen a m enudo los epi­
querem as en cinco partes y engrasen con amplificaciones las
confirmaciones de las asunciones.
Otro género principal de argum entación,es para los dialécti­
cos la epagoge,20 en latín inductio [inducción]. Y, tal com o el
silogismo es usado con frecuencia p o r Aristóteles y sus seguido­
res ,21 del mismo m odo la inducción ha sido muy empleada por
Sócrates y los socráticos .22
Es la inducción una form a y figura de argum entación que
tras haber aducido m uchas cosas indudables, logra captar el

61
asenso, en la cuestión propuesta, para otra cosa sobre la que
caben dudas .25
Y es doble: una, la inducción de las partes, y la otra la de los
semejantes.
Se considera que la inducción de las partes se da con la
enum eración de todas las especies que se contienen en un géne­
ro, confirmándose con ello el propio género: por ejemplo, "los
niños gustan de juegos y diversiones; los jóvenes de banquetes y
ejercicios; los hom bres de cargos públicos y poder político; los
ancianos de riquezas y fortunas; así pues, cada edad gusta de
alguna co sa ',24 O con la enum eración de todas las partes que
integran un todo: por ejemplo, “tus ojos están dispuestos para
la im pudencia, tu boca para la audacia, tu lengua para los per­
jurios, tus m anos para la rapiña, tu vientre para la gula, tus
partes pudendas para todo género de perversiones, tus pies
para la huida: todo tú, pues, eres una abom inación”.
Los m ás reflexivos oradores suelen acom odar esta figura de
la argum entación dialéctica a la práctica no tanto de la confir­
mación como de la amplificación que suele llam arse “por acu­
m ulación” [per congeriem). E, indudablem ente, con todo dere­
cho; pues ni los géneros ni el todo se coligen por inducción, al
ser indeterm inadas las especies y las partes, así que desborda­
rían toda actividad hum ana que pretenda abarcarlas.
Más fructífera es, en cambio, la inducción de los semejantes,
consistente en un discurso que, tras proponer diversas cosas
semejantes fuera de toda duda, capta el asenso de aquel con
quien se ha entablado la conversación respecto de otra cosa
semejante sobre la que sí caben dudas: “Es así como nos m ues­
tra Sócrates, en la obra de Esquines 'el Socrático '25 a Aspasia
hablando con la esposa de Jenofonte y con el propio Jenofonte:
'Dime, por favor, esposa de Jenofonte, si tu vecina tuviese una
pieza de oro m ejor que la que tienes tú, ¿cuál de las dos preferi­
rías. la suya o la tuya?’. ‘La suya', dijo. '¿Y qué ocurriría si tuvie­
se un vestido y los restantes com plem entos femeninos de un
precio m ayor que los que tienes tú, preferirías lo tuyo o lo
suyo?' Aquélla respondió: 'Lo suyo, ciertam ente'. f¿Y qué, pues?’,
dijo, '¿si aquélla tuviese un m arido m ejor que el que tienes tú, a
cuál de los dos preferirías, al tuyo o al suyo?’. En esto la m ujer
se ruborizó. Entonces Aspasia entabló conversación con el pro­
pio Jenofonte. 'Por favor, Jenofonte', dijo, 'si tu vecino tuviese

62
un caballo m ejor que el tuyo, ¿preferirías tu caballo o el suyo?’.
'El suyo', dijo. ‘¿Y qué ocurriría si tuviese u n a finca m ejor que la
que tienes tú, cuál de las dos fincas, en definitiva, preferirías
tener?' 'Obviamente la mejor.' '¿Y qué si tuviese una esposa me­
jor que la que tienes tú, a cuál de las dos preferirías, a la tuya o
a la suya?' Y aquí tam bién Jenofonte m ism o guardó silencio.
Dijo entonces Aspasia: ‘Puesto que cada uno de vosotros sólo ha
dejado de responderm e a lo único que yo quería escuchar, yo
m ism a os diré qué pensáis cada uno. Pues tú, mujer, quieres
tener el m ejor m arido, y tú, Jenofonte, quieres tener a la más
selecta esposa. Así que si no lográis esto, que no exista en la
tierra ni un hom bre m ejor ni u n a m ujer m ás selecta, es obvio
que siem pre echaréis en falta m ucho m ás lo que consideréis
que es lo m ejor [tú el ser m arido de la m ejor esposa y ella el
haberse casado con el m ejor m arido]' ".
Era éste un género de argum entación que Sócrates usaba
muchísimo, pues él no quería aducir nada para probar, ya que
declaraba que él nada sabía 26 y hacía ver que quería aprender
de sus adversarios, con aquella adm irable ironía suya .27 Y así,
de lo que le había concedido aquel con quien debatía, concluía
algo absurdo, falso, inapropiado, que aquél debía adm itir por
derivarse de lo que ya había concedido, u obtenía una verdad
necesaria que se convenía con esa m ism a razón.
Se s e m a tam bién de la com paración, que es una parte de la
inducción; y la concluía no de varias cosas sem ejantes, sino sólo
de una. De este tipo es aquella que usó en la Apología. En efec­
to, había acusado a Sócrates —o, por m ejor decir, lo había de­
nunciado falsamente—- el muy perverso Melito de im piedad por
negar la existencia de los dioses. Sócrates da pruebas con sus
preguntas de que 110 negaba a los dioses. Y así pregunta a Meli­
to, que lo acusaba de una cosa, otra cosa distinta: ''¿Confieso,
p or ventura, la existencia de los d a e m o n e s . "La confiesas", dice
Melito (no podía negarlo, en efecto, pues Sócrates había decla­
rado, a lo largo de toda su vida, que había hablado y actuado
bajo la guía y el consejo de un daenion ).28 Dice entonces Sócra­
tes: “¿Y no es verdad que los daemones son hijos de los dioses o
unas ciertas divinidades a su vez?". “Así es", responde aquél;
añade a continuación Sócrates, llevándolo con ello a la conclu­
sión y desenlace: “¿Y hay, pues, alguien que crea en la existen­
cia de los hijos de los dioses y no crea en la de los dioses ?".29

63
Con esta adm irable técnica interrogativa Sócrates atacaba a
los sofistas con tan gran destreza que no había ningún lugar
adverso ,30 absurdo o inapropiado en que no los precipitase. En
cambio los oradores no em plean ni la inducción ni la com para­
ción socráticas —pues este género de interrogaciones y dim inu­
tas respuestas, en los que se contenía por entero la dialéctica
platónica, no pueden tener acomodo en un discurso continuo—,
sino que, en lugar de la inducción socrática, han encontrado
otra distinta, y en lugar de la com paración utilizan el ejemplo .31
Es, pues, inducción oratoria aquella que consta de tres p ar­
tes: la prim era consiste en la enum eración de las cosas sem e­
jantes indudables; la segunda en la adición del factor semejante
mas dudoso; la tercera en la conclusión, por la que, partiendo
de los símiles indudables, con la com paración del mayor, m e­
nor, igual, o de otro lugar afín, m uestra que se sigue lo que se
ha propuesto en la cuestión. Sea, pues, la idea la siguiente: "No
se valora el agua por proceder de una lejana fuente, sino por ser
m uy fría y límpida"; "no se aprecia u n a m anzana p o r haberla
cogido de un viejo árbol, sino por ser m uy dulce y suave"; "no
son buenos los vinos p o r ser viejos, sino que por ser buenos
denotan su vejez". Así pues, ‘a un hom bre no se le reputa por
haber nacido de un antiguo linaje, sino porque hace un buen
uso de la razón. Pues tal como es propio del agua saciar la sed,
de la m anzana deleitar el paladar, del vino ser generoso, así es
propio del hom bre el buen uso de la razón”.
El “ejemplo ”32 es una inducción imperfecta, en la que se ar­
gumenta, partiendo de un símil indudable, sobre otro símil du­
doso: p o r ejemplo, "Horacio, acusado p o r haber dado m uerte a
su herm ana en presencia del ejército rom ano, no fue condena­
do por ello :33 del m ism o m odo no debe ser condenado Milón
por confesar haber m atado a Clodio”.
Tal com o los platónicos de la inducción y los aristotélicos de
silogismo, así los estoicos se sirvieron de un arm a argum entati­
va propia. Es ésta la que ellos llam an “sorites", sobre el que
Cicerón —en las Academicae [quaesliones]— nos ofrece su jui­
cio con el siguiente ejemplo: “Y debe reprochárseles, ante todo,
el empleo de un género de interrogación m uy capcioso, género
éste que suele estim arse poco en filosofía, consistente en añadir
o restar algo p o r partes y gradualm ente: lo llam an sorites, por­
que levantan u n m ontón añadiendo grano a grano ;34 se trata de

64
un vicioso y capcioso género argumentativo. Ésta es vuestra
m archa ascendente: ‘Si la divinidad le ofrece al durmiente una vi­
sión tal que sea probable ,35 ¿por qué no tam bién una que sea
verosímil? ¿Por qué no, luego, una que difícilmente se distinga
de la verdad? ¿Por qué no, m ás tarde, otra que ni siquiera se
distinga? ¿Y una, por último, en la que 110 hubiese, entre ella y
la verdad, diferencia alguna?’. Si hubieras llegado a esta conse­
cuencia porque previam ente yo te hubiese hecho alguna con­
cesión, la culpa sería mía; y será tuya, en cambio, si has llegado
a este punto por ti mismo, espontáneam ente. ¿Quién, en efecto,
te adm itirá o que tal divinidad lo puede todo o que, si pudiese,
iba a actuar así? ¿Cómo puedes asum ir que, p o r el hecho de
que una cosa pueda ser sem ejante a otra, se siga de esto que
difícilmente se la pueda diferenciar de ella? ¿Luego, que ni si­
quiera se la pueda diferenciar? ¿Y, por último, que sean una
m isma cosa? Como si, p o r ser los lobos sem ejantes a los perros,
afirm as que son lo m ism o en definitiva ''.36
Los oradores, en lugar del sorites, em plean la gradación ,37
por cuya m ediación 110 sólo se prueba el asunto, sino que se
amplifica, además, partiendo de una serie de causas. Por ejem­
plo, lo siguiente: “En la ciudad se engendra la lujuria; de la
lujuria surge necesariam ente la avaricia ;38 desde la avaricia
hace erupción la osadía, y de ella se generan todos los delitos y
fechorías ”.39
“Dilema '',40 por último, es una form a de argum entación que
utilizaban fundam entalm ente los escépticos, quienes con fre­
cuencia hacían precipitarse a sus adversarios de una u otra for­
m a ,41 com o ellos m ismos dicen. Pues es ésta una argum enta­
ción que encierra al adversario por am bas partes y le aplica a la
garganta una suerte de daga, dejándole tan sólo esta mísera
opción: “elige cuál de las dos alternativas prefieres ".42 Así Cice­
rón pone en aprietos a Nevio en el Pro Quinctio: "¿Acaso antes
de solicitar la posesión de los bienes enviaste a alguien que se
ocupara de que el dueño fuese desalojado por la fuerza de su
m ism a propiedad y por su m ism a servidum bre? Elige de las dos
la opción que quieras: la u n a es increíble y la otra infame, y,
hasta este m om ento, am bas inauditas. ¿Pretendes que en sólo
dos días se hayan recorrido setecientas millas? Di. ¿Lo niegas.?
Luego lo has enriado antes. Lo prefiero: pues, si dijeses lo con­
trario, daría la im presión de que m entías desvergonzadamente;

65
confesando, en cambio, esto otro, adm ites que has com etido lo
que ni siquiera m intiendo podrías ocultar ".43
Esto es lo que teníam os que decir sobre las formas o figuras
de las argum entaciones. Sobre su uso vale la pena recordar que
en el género judicial el arm a principal es el entim em a o el epi-
querema; en el género deliberativo, en cambio, tienen m ás valor
la inducción y los ejemplos; y en el demostrativo, en fin, no
juegan un papel tan preponderante los argum entos como la
amplificación.
Hay que guardar precauciones para que no se condense en
ejemplos o testimonios el discurso entero, sino que nos batam os
sobre todo con argumentos, a los que se les añadan ejemplos y
testimonios como un colmo, de m odo tal que parezca que aña­
den fuerza a los argum entos y, a su vez, la reciben de ellos.
Se debe, de otro lado, al cautivar la m ente por m edio de
razones, usar a m enudo de las sentencias, pues aquélla goza y
se deleita con la agudeza. Mas, cuando se hace preciso influir
sobre el ánimo, entonces debe producirse un m ás lento desarro­
llo, m ediante las amplificaciones. Pues el am or nace de la cos­
tum bre, y los niños sufren súbitos arranques de ira y ésta pron­
to se les pasa. Es ésta la causa de que los escritores concisos
profundicen poco en los afectos.

[31]
DE LA AMPLIFICACIÓN

La "amplificación" [amplificado]1 es una form a de afirm a­


ción m ás enérgica que, conmoviendo los ánimos, granjea crédi­
to a nuestras palabras.
Así pues, difiere de la argum entación en que m ientras ésta
tan sólo nos consigue crédito, la amplificación provoca además
el movimiento del ánimo. Cualquiera puede apreciar la diferen­
cia en el ejemplo siguiente: Cicerón había dem ostrado que CIo-
dio debía ser expulsado de la ciudad, con esta argumentación:
"No debe m antenerse en el seno de la república a ninguna perso­
na tan criminal. ¿Por qué, pues, nosotros los ciudadanos m ante­
nemos en ella al corruptísim o Clodio?". Con la amplificación, en
cambio, lo prueba y provoca, además, el odio —con lo que lo
prueba m ás enérgicam ente— con las siguientes palabras: "Dura
y cruel m e parecía ya, a fe m ía ,2 la fortuna del pueblo romano,
que soportaba que aquél [Clodio] desafiase a este Estado duran­
te tantos años. Había profanado con un adulterio los m ás sagra­
dos lazos religiosos, había quebrantado los m ás señalados decre­
tos del Senado, había com prado públicam ente su salvación so­
bornando a los jueces, había atacado al Senado durante su tribu­
nado, había anulado las acciones en pro de la salvación del Esta­
do llevadas a cabo con el consenso de todos los estam entos so­
ciales, me había expulsado de mi patria, me había arrebatado
mis bienes, había incendiado mi casa, había vejado a mis hijos y
a mi esposa, había declarado a Pompeyo una guerra impía, ha­
bía perpetrado m atanzas de m agistrados y de personas privadas,
había incendiado la casa de mi hermano, había devastado Etru-
ria, había desalojado a muchos de sus casas y haciendas; acosa­
ba, apremiaba; la ciudad de Roma, Italia, las provincias, los rei­
nos, no eran capaces de abarcar su locura ".3
Podemos am plificar con palabras, con cosas o con am bas.
Amplificamos por medio de palabras ilustres, como "ardiendo
de ira ",4 “inflamado por el deseo ";5 con superlativos, por ejemplo:
"Muy valientes y muy sabios varones ";6 con la disyunción de co­
sas diversas, como —hace un m om ento— "la ciudad de Roma,
Italia, las provincias, los reinos, no eran capaces de abarcar su
locura ";7 con la conjunción en una m isma cosa, por ejemplo "me
respeta y m e honra y me estima ";8 con la reiteración, como “la
cruz, la cruz, digo, le estaban preparando al infeliz y desgracia­
do ";9 con el uso de palabras de un sim ilar significado, mas que se
intensifican gradualmente acrecentando así el hecho, como "se
fue, se marchó, se escapó, salió violentamente ";10 o de un signifi­
cado divergente, atenuando el hecho, como: “¿Que he hecho?
¿Qué he merecido o qué pecado he cometido, padre?".1!
Amplificamos por medio de las propias cosas en función de
cinco fuentes: el "incremento" [incrementum], la “comparación"
[comparado], el "silogismo" [ra.tiocin.atio], la “acumulación" [con­
geries] y el "pulimento" [cxpolitioV2
La cosa se amplifica con el “increm ento " 13 cuando el discur­
so crece gradualm ente, de m odo que, no sin cierta adm iración
del auditorio, llegue de lo ínfimo a lo sumo. Tal sucede en el
discurso Pro Roscio Amerino: "A tal extrem o alcanzarán la am­
bición, el crim en y la audacia de los hom bres que se perpetra­
rán m atanzas no ya ocultam ente, sino aquí en el propio foro,

67
ante tu tribunal, M. Fannio, ante vuestros pies, jueces, entre
esos mismos escaños vuestros ''.14 Así pues, el prim er grado e
ínfimo es aquel "ocultamente"; el segundo, "en el foro"; el terce­
ro, "ante tu tribunal”; el cuarto, "ante vuestros pies"; el quinto y
sumo, "entre esos m ismos escaños vuestros".
De tal género es aquella am plificación del Parm enón de Te-
rencio en su E u n u ch u s:

Por Hércules que ella le apagará estas encendidas palabras


con una sola falsa lagrimita, exprimida a duras penas para mo­
ver a compasión a fuerza de restregarse los ojos...15

Em pleam os aquí la "com paración " 16 no para probar, sino


para acrecentar o atenuar, para que la cosa cié la im presión de
ser m ayor o m enor. En este caso todas las circunstancias de
am bas cosas com paradas deben exam inarse y cotejarse entre sí,
de modo que de todas las cosas del m undo parezca ser la m ayor
aquella de la que estam os tratando. Así, dice Cicerón en la Cali-
linaria I: "¿Acaso un ciudadano ilustrísim o, Publio Escipión,
Pontífice Máximo, dio m uerte siendo sólo u n particular a Tibe­
rio Graco por haber atentado venialm ente contra la constitu­
ción, y nosotros que somos cónsules soportarem os a Catilina
que aspira a devastar a sangre y fuego el m undo entero ?".17 Se
com para aquí Catilina a Graco, la situación política de la repú­
blica rom ana al m undo entero, un atentado m ediocre a la san­
gre, el fuego y la devastación, y una persona privada al cónsul.
Usamos el "silogismo " 18 cuando, partiendo de aquello que
acrecentamos, dejam os aún por conjeturar algo m ucho mayor;
como Cicerón contra Antonio: "Con tu garganta, tu pecho y
toda esa corpulencia tuya propia de u n gladiador, habías trase­
gado tanto vino que hubiste de vom itarlo ...".19
De este género de amplificación se sirven los poetas como
de un sum o artificio, cuando al acrecer u n a cosa procuran que
aum ente otra, extrayendo de ello el m edio para realzar lo que
quieren. Así Hom ero elogia sobrem anera el valor de H éctor 20 y
Virgilio el de T urno ,21 para que la gloria de sus respectivos ven­
cedores, Aquiles y Eneas, parezca m ayor .22
Amplificamos por "acum ulación ”23 cuando diversas cosas o
acciones se aglom eran en u n a sola p ara que parezcan m ayo­
res, como en el ejemplo propuesto stipra: "Dura m e parece, a

68
fe mía, etc .".24 O como Cicerón en el elogio de Pompeyo: “¿Y
qué género de guerra puede existir en que la fortuna de la re­
pública no lo haya puesto a prueba? La guerra civil, la de Afri­
ca, la transalpina, la de H ispania, u n a guerra frente a una
com binación de ciudadanos y pueblos m uy belicosos, la guerra
contra los esclavos, la naval, una variedad y diversidad de ene­
migos y guerras no sólo em prendidas, sino incluso finalizadas
por él solo ” .25
Su uso en el discurso es m áxim o cuando, para instar y apre­
miar, se enum eran variados y abundantes hechos y se acum u­
lan en uno solo como en un m ontón, pues m uchas acciones
virtuosas o fechorías viciosas reunidas en un único lugar confir­
m an la idea de virtud o de vicio. A partir de esta idea, en los
ánim os de los oyentes se despierta el am or o el odio, la adm ira­
ción o el desprecio. Y una vez afectados por cualquiera de estas
pasiones, no se precisa ya conducirlos, sino que espontánea­
m ente se ven arrastrados a d ar crédito. Pues, como vulgarm en­
te suele decirse, “cada uno cree lo que quiere ".26
Amplificamos, por último, con palabras y cosas con la sola
ayuda del 'pulim ento” cuando presentam os la m ism a cosa con
unas y otras formas discursivas, de modo que una cosa que es
en realidad la m ism a parezca siem pre diversa: resulta útil em­
plear este género de am plificación cuando contam os, entre
nuestras razones, con alguna cosa im portantísim a y de gran
peso que conviene dejar grabada y en la que conviene detener­
se, para que los oyentes se lleven consigo a casa 27 este argum en­
to com pletam ente desarrollado. De este tipo es la amplificación
en el Pro Ligarlo contra Tuberón: “¿Qué hacía, Tuberón, aquella
espada tuya desenvainada en la batalla de Farsalia? ¿De quién
era el costado que su hoja buscaba? ¿Qué pretendían tus ar­
mas? ¿Qué tu mente, tus ojos, tus m anos, el ardor de tu ánimo?
¿Qué querías, qué deseabas ?''.28

[321
DE LA REFUTACIÓN

Refutamos [confutado]' las acusaciones por una triple vía:


negando, defendiendo y transfiriendo ;2 ante el Príncipe se aña­
de una cuarta: suplicando.-^

69
P ara refutar a partir del propio estado de Jas causas, el de­
fensor debe observar si el acusador ha dicho cosas verdaderas
en el estado conjetural, apropiadas en el definitorío, y en el de
la cualidad cosas justas, o tam bién equitativas, honestas, lícitas,
útiles, necesarias.
Y a veces se censura p o r entero el género de acción desarro­
llado, como, p o r ejemplo, se reprende por cruel la acción de
Labieno contra R abino como reo de alta traición; por inhum a­
na, como la de Tuberón al acusar al desterrado Ligan o ;4 o por
soberbia, insidiosa, com o la de los acusadores contra Roscio
Amerino; tem eraria, como la de Nevio contra Quincio; inm ode­
rada, como la de Clodia contra Celio :5 de todo ello el argum ento
más poderoso consiste en decir que se trata de algo peligroso
para todos, o especialm ente para los propios jueces.
El m étodo de refutación de los argum entos es vario y m ultí­
plice: y así se precisa para ello sum a destreza y habilidad en el
orador, de modo que pueda d ar m uestras de lo que el Pseitdohts
plautino requería para urdir su tram a:

¿Sabe desenvolverse en las circunstancias difíciles? Una


peonza no es tan rápida ...6
¿Y si lo cogen in fraganJi? Es una anguila; se escurrirá.7

Y vea al principio si conviene atacar el elemento principal, o


varios sim ultáneam ente, o de uno en u n o .8 Atacamos el elemen­
to principal si de él dependen los dem ás como una cadena con
sus eslabones; m uchos juntos, cuando son débiles; de uno en
uno, cuando son m ás fuertes; aunque con m uchísim a frecuen­
cia al acusador le resulta ventajoso acum ular argum entos y al
reo, en cambio, desunirlos. Respecto a aquello a lo que en la
refutación de cada uno de los argum entos resulta útil atender,
todo se reduce a esto: a que el orador se indigne ante los falsos
argumentos, desprecie los dudosos, les dé la vuelta a los desfa­
vorables, se asom bre ante los absurdos, com bata los presuntos,
atraiga a su causa los com unes ,9 se ría de los ineptos, ataque los
extraños, desdeñe los vanos, se burle de los débiles, dem uestre
la inconsistencia en otros y exponga al ridículo los maliciosos.
Que debilite los verdaderos con los verosímiles, si ello no es
posible, que les oponga oLros igualm ente verdaderos; si tam po­
co éstos están a su disposición, que oculte los que le resulten

70
desfavorables y se dem ore en lo que le pueda ayudar. E n caso
de que ni siquiera esta ayuda esté a su alcance, que vea si puede
disipar con la risa lo que no puede vencer en serio, com o hizo
Cicerón en el discurso Pro Caelio.
No querría que en la refutación censuren a los adversarios
por su infacundia y señalen sus palabras y frases, com o suele
decirse, con un trazo crítico .10 Pues es propio del arte oratorio
el quejarse m ás bien de la elocuencia del adversario, para que lo
que se diga no parezca tanto nacido de la propia realidad cuan­
to fingido p or su propio artificio .11 Por ello desearía que se re­
prendiese al adversario más por hacer un discurso exquisito y
elaborado que confuso y tosco.

[33]
DE LA PERORACIÓN

Cierra, por último, el discurso la peroración iparoratió]} que


es un com pendio del discurso entero; y siendo así que Lodo el
discurso radica en argum entos y afectos, son tam bién dos, por
ello, las partes del epílogo :2 la "enum eración de los argum en­
tos ”3 y la "moción de los afectos ".4
Por medio de la enum eración recogemos sucintam ente lo
que ya hem os desarrollado am pliam ente a lo largo de toda la
confirmación; m as no todo, sino aquello en lo que principal­
m ente consiste la causa, para no d ar lugar a u n nuevo discurso,
y no con la m ism a estructuración de palabras y pensam ientos
—pues esto sería, obviamente, lo que llam an rehacer lo hecho—
sino con una m ás verdadera y que deje su aguijón clavado.
Se presenta un brillantísim o ejemplo de ello en Maniliana:
"Por lo cual, puesto que esa guerra es tan vital que no se la
puede descuidar, tan grande que se la debe dirigir con el máxi­
m o cuidado, y ya que podéis encom endar su dirección a un
general en el que concurren tan extraordinario conocimiento
del arte militar, un valor singular, un ilustre prestigio y una
notable fortuna, ¿vaciláis, ciudadanos, para conservar y ampliar­
la república, en recurrir a este bien tan grande que os han con­
cedido y regalado los dioses inm ortales ?".3
La otra parte de la peroración era la m oción de los afectos,
en la que el orador debe abrir paso a todas las fuentes de la

71
elegancia m ás sublime, de m odo que, si elogia, los oyentes no
sólo elogien, sino que se congratulen, adm iren y aspiren a em u­
lar al elogiado; si vitupera, no sólo desdeñen, sino desprecien,
aborrezcan, odien al vituperado; si aconseja, no sólo levante la
esperanza, sino despierte la audacia, no sólo infunda el miedo,
sino mueva al horror a aquel que delibera; si, en fin, acusa o
defiende, mezcle todos los géneros de pasiones, si bien el acusa­
d or debe atizar la anim adversión contra el reo y el defensor
granjearle la com pasión de los oyentes .6
Un modelo único de elocuencia patética 7 se halla propuesto
en la moción de los afectos 8 del Pro Milone: "¿Qué m e resta sino
rogaros y suplicaros, jueces, que concedáis a este hom bre tan
valeroso la m isericordia que él m ism o no im plora, y que yo
imploro y solicito a pesar de su renuencia ?” .9 Pasa ahora a des­
p ertar adm iración p o r la virtud de Milón: “Me dejan, jueces, sin
aliento y m e quitan la vida estas palabras de Milón que incesan­
tem ente oigo y constantem ente m e envuelven: 'Adiós', dice,
'adiós mis queridos conciudadanos; les deseo salud, prosperi­
dad, felicidad; que se m antenga en pie esta iluslrísim a ciudad,
mi queridísim a patria, cualquiera que sea el m odo en que me
ha tratado; que mis conciudadanos disfruten de una república
en calma solos sin m í —ya que a m í no se m e perm ite disfrutar­
la con ellos—, mas, con todo, gracias a mí. Yo m e retiraré y me
m archaré' ".,0
A este discurso ni siquiera le es parangonable aquel de Esci-
pión el Africano cuando partía al exilio, en el que, bastante con­
movido, había m anifestado: "Ingrata patria, no tendrás mis
huesos ”.11 Pues éste es, en verdad, digno de aquel que se atribu­
ye a Atilio Régulo, al volver a Cartago para enfrentarse a unos
torm entos seguros y a una m uerte atroz a fin de preservar la
santidad del crédito otorgado al juram ento rom ano .12
Lo describe ahora privado de la ayuda de los hom bres de
bien, una ayuda que se había ganado p o r sus m éritos para con
el Estado, para pasar a mover a la com pasión y de ahí al dolor
con la exclam ación siguiente: "¡Oh fatigas que inútilm ente he
soportado!”, dice, “¡Oh falaces esperanzas! ¡Oh vanos proyectos
míos!... Cuando yo Le he reintegrado a la patria (pues conmigo
habla con m uchísim a frecuencia), ¿podía pensar que no iba a
haber en la patria un sitio para mí? ¿Dónde está ahora el Sena­
do cuya guía hem os seguido, dónde aquellos tus queridos caba­

72
lleros, dónde el cariño de los munícipes, dónde la voz de Italia,
dónde en íin tu voz y tu defensa, M arco Tulio, que a tantos ha
auxiliado? ¿Tan sólo a mí, que por ti tantas veces me he enfren­
tado a la muerte, no puede aquélla socorrerm e ?” .13
Sondea ahora ese m ism o argumento, m as en relación consi­
go mismo: "El único consuelo que aú n m e sustenta, Tito Annio,
es el hecho de que, en lo que de m í depende, no te ha faltado ni
el amor, ni el afecto, ni la piedad que el deber m e exige”;14 y
pasa ahora, con la amplificación m ediante acumulación, a m o­
ver al auditorio en su favor: "¿Qué me queda ya? ¿Qué puedo
hacer a cambio de tus m éritos para conmigo sino considerar
m ía tu suerte, cualquiera que ésta fuere? No reniego de ella, 110
la rehusó, y os suplico, jueces, que acrecentéis con la salvación
de éste los beneficios que me habéis concedido, o bien os hagáis
cargo de que con su m ina tam bién dichos beneficios perece­
rán ”.15 Provoca ahora la indignación: "¿Qué pues? ¿Cuál será
ahora vuestro ánimo, jueces? ¿Conservaréis el recuerdo de Mi-
lón, m as al propio Milón lo desterraréis ?”. 16 Torna de nuevo
ahora a tocar la adm iración y, tras alabar la virtud de Milón, la
mezcla con la indignación: "¿Esta virtud tan grande será expul­
sada, arrojada fuera, desterrada de esta ciudad ?”.17 Toca nueva­
mente el dolor: “¡Pobre de mí! ¡Oh infeliz! Pudiste tú reintegrar­
m e a la patria, Milón, con la ayuda de éstos, ¿y no voy a poder
yo m antenerte en ella con su ayuda tam bién ?”. 18 Pule este mis­
mo argum ento volviéndose de Milón a sus hijos y a su herm ano
Quinto: "¿Qué responderé ahora a mis hijos, que te consideran
su segundo padre? ¿Qué te diré a ti, mi herm ano Quinto, ausen­
te ahora, m as mi com pañero en aquellos tiempos? ¿Que yo no
he podido velar por la salvación de Milón con Ja ayuda de aque­
llas mismas personas por las que él había conseguido la nues­
tra ?".19 Mueve de nuevo a la indignación: "Mas, ¿en qué clase de
causa no he podido hacerlo? En una que resulta grata a todos
los pueblos. ¿De quiénes no he podido lograrlo? De aquellos
que más han descansado con la m uerte de Publio Clodio. ¿Ante
los ruegos de quién? ¡Los m íos !”.20 Ahora provoca el odio: "¡Oja­
lá los dioses inm ortales hubiesen perm itido (dicho sea, patria
mía, con tu permiso...), ojalá Publio Clodio no sólo viviese, sino
que fuese pretor incluso, cónsul, dictador, antes de ver este es­
pectáculo !".21 De nuevo consigue la adm iración por la virtud de
aquél: " '¡Oh, dioses inmortales! ¡Se trata de un hom bre valiente

73
y digno de lograr de vosotros la salvación, jueces!'. ‘No, de nin­
gún modo'*, dice, 'm ejor que él sufra el castigo debido y nosotros
afrontemos, si así fuese necesario, uno inm erecido' ",22 Final­
mente mezcla la anim adversión, la compasión, la admiración,
la nostalgia y el miedo en la cláusula siguiente: “¿Acaso este
hombre, un hom bre nacido para la patria, ha de m orir en otro
lugar distinto de su patria o tal vez luchando p o r ella? ¿Guarda­
réis vosotros el recuerdo de su grandeza de ánimo, y permitiréis
que su cuerpo no encuentre sepultura en Italia? ¿Alguien expul­
sará de esta ciudad con su sentencia a un hom bre al que, cuan­
do sea expulsado, todas las ciudades querrán invitar? ¡Oh tierra
feliz aquella que acoja a este hombre, ingrata ésta si lo expulsa,
y desgraciada si lo llega a perder !".23

[34]
DE LA ELOCUCIÓN

Hasta este m om ento hem os consignado los preceptos sobre


la invención y la disposición; pasem os ahora a la “elocución"
[elocutio],1 que es la parte m ás principal de este arte ,2 hasta el
punto de que de ella ha recibido su nom bre la elocuencia.
La elocución es la exposición de las palabras idóneas y de
las expresiones acom odadas a los argum entos ya encontrados y
dispuestos ordenadam ente .3
Sus apartados m ás señalados son la "elegancia", la “digni­
dad” y la “com posición ".4 La elegancia se observa sobre todo en
las palabras y expresión de los conceptos; la dignidad en las
conspicuas figuras de dicción y de pensam iento; la composición
se aprecia en los enlaces, el período y el ritm o. Tratemos, pues,
de cada una de ellas.

[35]
DE LA ELEGANCIA DEL DISCURSO LATINO

La latinidad es la observancia del hecho de hablar un latín


incorrupto, a la m anera ro m an a .1 Es por ello por lo que no se la
consigue tanto con preceptos gram áticos cuanto con la lectura
de buenos escritores. Es, en efecto, m uy clara y verdadera aque-

74
lia sentencia de Quintiliano de que "una cosa es hablar según la
gram ática y otra distinta hacerlo en latín ".2 Se puede hablar, sin
duda, según las reglas de los gram áticos sin hacerlo en latín. Es
más, los gram áticos construyen en un orden que los latinos in­
vierten, éstos om iten lo que aquéllos suplen, aquéllos quitan lo
que añaden éstos, y, en definitiva, los gram áticos se em peñan
en la corrección del discurso y los latinos en su elegancia [ele-
gantia]. Quizás un ejemplo aporte luz a mis palabras. Dice en
latín el terenciano Simón:
Vosotros llevaos esto dentro: marchaos. Sosia,
acércate, quiero decirte algo.3

Un gram ático narraría estas m ism as cosas con todo detalle,


hasta el punto de provocar la náusea y la aversión, del modo
siguiente: “¡Oh esclavos, llevaos vosotros dentro estas cosas de
aquí y recorred vuestro cam ino fuera de aquí! ¡Oh Sosia, acér­
cate tú aquí: pues yo quiero hablar contigo unas cuantas pala­
b ras !” .4 Ya veis que en esta oración de los gramáticos se ha
evaporado toda la belleza del habla de Terencio, o sea, de la
elegancia latina, y que se obstaculiza con palabras inútiles y
onerosas para unos oídos cansados u n sentido 5 que, con la con­
cisión latina, era ya fácil de captar; y se le resta, en cambio,
aquella partícula d u m ,6 que expresaba el genio de la lengua lati­
na cuando querem os m itigar con donaire un imperativo.
Tiene, pues, tam bién la lengua latina —como cualquier otra—
cierta belleza natural que los extranjeros, aunque hayan residido
m ucho tiempo entre ciudadanos romanos, difícilmente pueden
conseguir. Por ello Asinio Polión censuraba a Livio una cierta
"patavinidad ”7 que nosotros apenas —o ni siquiera apenas— per­
cibimos. ¿Cuánto más difícil nos resulta, por ello, la labor de
acertar a com prender esta belleza del lenguaje, cuando la lengua
latina está totalmente m uerta ?8 Deberemos esforzarnos, pues, en
apartarnos lo menos posible de las fórmulas del habla romanas
que nos han prescrito los buenos escritores en tal lengua.
Mas deberemos observar los preceptos para poder parecer
latinos en nuestro habla. Y la elegancia del lenguaje latino nos
garantiza —con.la selección de las palabras que los m ás elegan­
tes alum nos de Rom a solían tener en su boca, ligadas por un
elegante encadenam iento y una pronunciación urbana— la
construcción de un discurso tal que no sólo nos harem os pasar

75
p o r un ciudadano rom ano, sino que parecerem os los más ele­
gantes de entre ellos.
De aquí los tres apartados de la elegancia latina :9 el primero,
la selección de las palabras; el segundo, su colocación latina ;10
el tercero, la correcta pronunciación.
El elocuentísim o César repetía que la selección de las pala­
bras es fuente de toda elocuencia . 11
Se eligen las palabras por una triple razón, a saber: la de su
origen, su significado y su uso .12
En relación con su origen unas palabras son latinas y otras
bárbaras :13 y no es m om ento de hablar de las palabras griegas,
pues cuando, por propia confesión de los latinos
[...] a los griegos concedió la Musa
el hablar con elegancia,14
las propias palabras latinas se consideraban bárbaras en com ­
paración con las griegas; de modo que en una ocasión Plauto
declara que ha vertido comedias griegas en lengua bárbara .15
Unas palabras latinas son originarias, a otras se les ha con­
cedido la latinidad. Las palabras la Linas originarias son aquellas
que, nacidas en el Lacio, han estado vigentes en una u otra
época de la lengua laLina.

[36]
DE LAS EDADES DE LA LENGUA LATINA

Se puede com parar la vida de la lengua latina a imagen de la


hum ana, pues, com o ella, tiene tam bién su infancia, adolescen­
cia, edad adulta, vejez y decrepitud .1
La infancia de la lengua latina abarcó desde la fundación de
Rom a a los tiem pos de Pirro; nos han quedado sus vestigios en
los fragmentos de la Ley de las X II Tablas, de los que se colige
que la lengua latina fue al principio rústica y ruda, com o lo
prueban las palabras aulai, pictai, capíeivei, quoius, quoi, lous,
ioudex, ioustilia, ¡lauros, hic servas, hunc servom, volt, voster,
optumus, m axum us, amaxit, amaxo, dicundum , jaciiindum,
amarier, docerier, amassere y otras así .2 Y la razón de ello es que
al principio los rom anos no conocían m ás entorno que el mili­
tar y el cam pesino .3

76
Corresponde la adolescencia de la lengua latina al período
que va de los tiempos de Pirro hasta Sil a; en esta época los
rom anos com enzaron a aprender las letras de los griegos 4 y a
transportar al Lacio la miel ática ,5 y sobresalieron óptim os es­
critores, en los que se puede ver la flor m ism a dé la época, y en
otros una fangosa aún —como ocurre en Ennio—, en otros un
poco áspera —como en Catón—, en otros lujuriosa —como en
Plauto— , y en otros cultísim a -—com o en Terencio.
En tiem pos de Julio César y Octaviano Augusto estuvo vi­
gente la edad adulta, el llamado "Siglo de Oro de la lengua", en
la que los rom anos com pitieron con los griegos tanto en elo­
cuencia com o en filosofía, y en la que vivieron inm ersos en el
período de m ayor extensión y esplendor del m ás grande im pe­
rio: así que se vio robustecido el vigor de la propia lengua en la
época de m ayor poderío de tal imperio. Pues la cultivaron en
esta etapa el doctísimo Varrón, sin duda el m ás docto de los
rom anos ,6 el elegantísimo César ,7 el elocuentísim o Cicerón, el
vehemente Salustio ,8 el fecundo Livio ,9 el resplandeciente Lu­
crecio, el sublim e Virgilio, Horacio, novedoso en su lírica y
puro en los Sermones, Epistulae y Ars Poética, Ovidio, de verso
fácil, el culto Tibulo, Propercio, que gusta de los autores grie­
gos , 10y Catulo, repleto de elegancia.
Dio comienzo a la época de decadencia Tiberio César, y al
deleitarse éste con u n tipo de lenguaje conciso, y dado que, con
la sofocación de la libertad, los ciudadanos intentaban —en
parte por adulación y en parte por m iedo— trastocar sus rectos
sentim ientos y em botar los m ás agudos, prevaleció un género
de discurso im propio y oscuro. Mas se asemejó m uchísim o
Quintiliano a Cicerón, Tácito a Salustio, Quinto C urdo a Livio.
Destacó tam bién Petronio Árbitro, árbitro de la fastuosidad y
del estilo, de la vida y del lenguaje. Y otros m uy elegantes en
esta época, como son Suetonio entre los historiadores y Juvenal
entre los poetas. Mas fue Tácito el de m ás fácil verbo, si bien de
pensam ientos m uy peculiares . 11 Apulcyo, en cambio, empleó un
género de literatura elaborado pero agradable. Los tres Sénecas
—el filósofo, el rétor y el poeta— son m ás elogiados por sus
pensam ientos que por su elocución. De la m ism a categoría es
Plinio el Joven; en cambio, Lucano es de estilo hinchado, nues­
tro E stad o osado, Marcial con frecuencia hace un uso abusivo
de la lengua, y Persio se envuelve en su tenebrosa poesía.

77
Pone fin a esta época Adriano, y desde él hasta Teodorico se
prolonga la decrepitud de la lengua; u n a etapa en la que la filo­
sofía griega se cultivaba en Rom a y el Lacio fue m uy frecuenta­
do por hom bres de provincias procedentes de todas partes, por­
que tam bién com enzó a haber em peradores rom anos nacidos
en las provincias; y luego, cuando ya los pueblos bárbaros lo
habían invadido, los estudios de ]as buenas letras o no los culti­
vaba nadie o tan sólo unos pocos: y así la lengua latina se hizo
semibárbara. Escribieron, con todo, en esta época Lactancio
Firmiano, el m ás latino de todos los Santos Padres, el ciceronia­
no Jerónimo, Tertuliano, de venturosa osadía, el facundo Am­
brosio, Agustín, muy agudo p o r sus pensam ientos, Gregorio,
que se deleita con un ritm o casi poético, y florecieron los poetas
Ausonio Magno y Claudiano: aquél m ás recom endable por sus
agudas y breves m áxim as y éste por- su elocución. Tan sólo los
jurisconsultos conservaron la pureza de la lengua com o si hu­
biese sido depositada en ellos, y esto debido a la solem nidad de
las fórmulas jurídicas. Y esta época encuentra su final con Sím-
maco y Boecio, el Platón latino. Y p o r fin la lengua latina se fue
extinguiendo cuando se fundió con las de los bárbaros, unas
lenguas que fueron ocupando Italia: una fusión de la que nació
ésta nuestra vernácula, llam ada "lengua italiana”.
De estos autores debemos elegir las palabras, para evitar el
vicio denom inado de "barbarism o ”, 12 en que tropiezan quienes
usan palabras nacidas originariam ente entre los bárbaros y a
cuyo uso jam ás los latinos otorgaron carta de naturaleza. Como
Bautista de M antua, que en cierta ocasión no vaciló en decir
"guerra ”. 13 Es necesario, además, em plear tales palabras —ele­
gidas como hem os dicho— con significado tam bién latino, y no
com eter el error discursivo que yo llam aría "de significado bár­
baro’’': por ejemplo, si se tom a de ios latinos la palabra “hostis”
—que es de origen latino, sin lugar a dudas—, pero se emplea
para significar “cam pam ento”, un significado con el que es de
género femenino en italiano [oste], y expresa "campamento",
tanto el nuestro com o el de los enemigos. Se usa ciertam ente
una voz latina, mas con un significado bárbaro. O si se toma de
los latinos la palabra “anim a” —que es siu duda de origen lati­
no—, pero se la em plea para significar la parte inm ortal del
hombre, tam bién se usa u n a voz latina, m as con un significado
bárbaro: pues ios latinos dicen "inm ortalidad de los ánim os " ,14
y por “anima" interpretan 'Vida'. Pero incluso Jos m edianam en­
te instruidos en latín evitarán con facilidad tanto el prim er de­
fecto com o el segundo. En él incurren con m uchísim a frecuen­
cia quienes eligen voces latinas de significación tam bién latina,
mas las 15 unen con un género de disposición bárbaro. Pues fá­
cilmente puede alguien tom ar la palabra “facere" y la palabra
“m a lw rí', am bas con significado latino, esto es: "facere” por "ha­
cer" y “m alum ” en su acepción de "lo que se le causa a un hom ­
bre"; y no atentará contra las norm as gramaticales si dice "te
hago un mal". Pues esta oración no adolece ni de solecism o 16
alguno ni del vicio que supone una lexis o una significación
ajena al latín; m as se la censura por su disposición no latina, ya
que nosotros los italianos sí que unim os la palabra "hacer" con
la palabra "mal". Por ende, quien habla así lo hace sin duda con
palabras latinas, mas con una frase o locución italiana.
Por ello se puede ver que no es suficiente haber aprendido
constantem ente los preceptos de los gram áticos para que uno
hable en latín; pues éstos son útiles tan sólo para no incurrir
en el defecto del solecismo, m as no en el del barbarism o. Con
lo que se confirm a aquel dicho de Quintiliano: "Una cosa es
h ablar gram aticalm ente y otra hacerlo en latín ” .17 Y no son
suficientes los léxicos para cerciorarnos de que hem os hablado
en latín: pues los léxicos nos m uestran a lo sum o las palabras
de u na en un a y nos descubren sus significados, m as no nos
enseñan tam bién su disposición, que es en lo que se aprecia
sobre todo su latinidad .18 Pues, com o dice el m ism o Quintilia­
no, en las palabras singularm ente consideradas desvelarás más
bien los vicios, pero las virtudes se observan en el contexto .19
H a intentado, con todo, ayudar en este asunto a los estudiosos
de la latinidad Robert Étienne en su Latirme lirigtiae Thesaurus,
en el que ha dado cabida a disposiciones seleccionadas de p a­
labras latinas, unas disposiciones latinas tam bién y tom adas
de autorizados escritores latinos, colocadas en orden alfabéti­
co. Pues bien, si indagáis en su Thesaurus, no encontraréis nin­
gún acreditado escritor en lengua latina que una la voz "m a­
lu m ” con el verbo "facere m as sí a m uchos que lo hacen con
el verbo "dare”.20
Según la historia de tal lengua que acabam os de narrar, las
palabras se dividen adem ás en antiguas y nuevas. Son antiguas
aquellas que cayeron en desuso en boca de los rom anos duran­

79
te el Siglo de Oro de su lengua. Y se consideran, en cambio,
nuevas aquellas, otras que los ro m an o s lian em pleado a partir
de tal época.
Se debe evitar, en prim er lugar, las voces ya extintas —y
así reconocidas— en época de Julio C ésar u Octava ano Augus­
to, com o "oppido” p or "valde”)21 luego las inflexiones gram atica­
les, com o “amassere p o r “a m a tu m m esse”; y, por último, la sin­
taxis, com o “servilm m e w n miror ubi s i l para lo cual se acude
a Ausonio Popma, que ha escrito sobre la lengua latina.
Hay que prescindir tam bién de aquellas palabras de los au­
tores que escribieron después de Tiberio y que para los escrito­
res del Siglo de Oro era u n pecado pronunciar, por ejemplo
“impos sibila” 22
Mas ni siquiera las palabras que estaban en uso en el siglo de
Augusto deben emplearse con un significado antiguo —como
“latro” por “satelles”— 23 o nuevo —com o "civilis” por "modas-
tus” 24 o com o "ambitio” por aquello que en italiano se llama
“compiacenza”.
Hay quienes son tan devotos de la lengua rom ana vigente en
la época de Julio César y Octaviano Augusto que 110 consideran
latino nada que no encuentren escrito p o r los autores de esa
etapa. Mas se equivocan, pues no cabe duda de que la lengua
latina estuvo vigente antes y después de aquellos tiempos; y, en
segundo lugar, p ara parecer escritores del Siglo de Oro se ven
en grandes aprietos. Pues los escritores de este período no nos
han dejado escritas todas las palabras ni todas Jas locuciones
necesarias para explicarlo todo.
Yo sería más bien de la opinión siguiente: que prescindam os
de los arcaísmos que nos conste que cayeron en desuso en el
Siglo de Oro 25 y de los neologismos p a ra los que se puedan en­
contrar con facilidad vocablos sustitutos de la Edad de Oro. No
llam aría yo, por ejemplo, “essentia”26 a lo que Cicerón llam a “vis
et natura” 21 ni ‘sociennus”28 a aquello otro que en los tiempos de
Augusto se llam a “socius”. Por lo dem ás, cuando ello no nos sea
posible, aprobaría un uso prom iscuo de todas las épocas.
Y no hay que tem er el parecer u n m onstruo, como dicen
ellos, por hablar una lengua en la que concurran palabras y locu­
ciones de autores que han escrito separados entre sí por interva­
los de tiem po tan grandes com o los que m edian, v. g., entre Boe­
cio y Catón. Pues si a todos ellos los confronto con la norm a del

80
Siglo de Oro, es decir, con las letras, diptongos, inflexiones, sin­
taxis de aquel período, y no consta que los rom anos de esa época
hablasen de un modo distinto, ¿quién m e acusará del defecto de
usar un lenguaje antiguo o moderno? En efecto, no les hablamos
a los difuntos latinos, a quienes esto ciertamente les podría pare­
cer asom broso y quizás llegarían a censuram os por este defecto;
sino que escribimos para los hom bres de letras de nuestra gene­
ración y las futuras, de quienes hay que pensar que ya han leído
a todos los autores de la lengua latina, así que 110 hay peligro
alguno de que no nos com prendan.
Lo seguro es lo siguiente: que, m uerta la lengua latina, no
tenemos ya licencia para excogitar nuevos vocablos en ella .29
Pues ésta es una potestad sólo del pueblo,
[...] en cuyo poder está el arbitrio y la norma del habla.30

Y únicam ente a los poetas ditirám bicos y cómicos les es lícito


hacerlo: a aquéllos porque, ebrios por el vino, parecen delirar
como bacantes con la propia novedad de los vocablos; a éstos, en
cambio, para mover a la risa con la invención de un nuevo géne­
ro de locuciones. Y, sin embargo, pueden am bos hacerlo mas
con prudencia, y observando las norm as de la analogía ,31 de for­
m a que los nuevos vocablos que van a construirse se deriven de
los latinos. Por ejemplo, como de "coelestis” se formó "coelestissi-
m us”, así de “terrestris” se podría form ar "terrestrissinms"; y, tal
como se llamó "coelestissimus” a la boca de Cicerón, así se po­
dría llam ar "terrestrissimus” el ánim o del avaro, entregado a los
bienes terrenos. Y tam bién los propios poetas, y los poetas de
este género, deben observar estas norm as al excogitar nuevos
vocablos —que, por su propio nombre, se llam an "innovacio­
nes ”— ,32 para no hablar neciam ente si los tom am os todos de los
bárbaros y los desviamos a un uso latino, a la m anera de las
Maccaronea de Merlin Cocai. Si esta normativa se les impone a
los poetas —que, como dice Cicerón, hablan en una lengua dis­
tinta — ,33 ¿cuánto menos se nos perm ite a nosotros, siendo así
que queremos emplear un lenguaje latino, que no es otra cosa
sino la forma de hablar según el uso del pueblo rom ano?
Así pues, una vez inventados por autores bárbaros nuevos
vocablos a causa de la novedad de las cosas por describir, si
puedes prescindir de su uso para parecer un latino absoluta­
mente puro, hazlos a un lado; p o r ejemplo, si narras que al­

81
guien ha sido asesinado, y si lo ha sido con u n nuevo tipo de
arm a desconocido para los rom anos, y p o r tal razón el léxico
latino no basta, si no te es necesario citarlo, no lo hagas. Mas si
es necesario m encionar el tipo de arm a, m ira prim eram ente si
puedes describir de m anera apropiada su form a y su uso, y
emplea, en lugar de u n solo vocablo bárbaro, una perífrasis de
varias palabras latinas; en cam bio si no puede hacerse apropia­
damente, pronuncia en voz alta el vocablo propio de tal arm a a
la m anera latina, para no lastim ar los escrupulosos oídos de los
latinos, pidiendo excusas previam ente con fórmulas como "per­
m ítasem e decirlo así", "si se m e perm ite decirlo así "34 y otras de
este tenor. Mas si, en fin, esa voz no perm ite que se la configure
en u na form a latina, pronuncia entonces la palabra bárbara en
su forma original, como: "el género de arm a que en lengua ver­
nácula se llam a —v.g.— 'bayoneta'
Los vocablos se distinguen en función del significado en que
unos significan más que, otros m enos que y otros significan
justam ente la propia cosa descrita. Los que significan más sir­
ven a aquella parte de la am plificación que se llam a "auxesis ”.35
Pues aum enta la cosa por encim a de sus méritos: por ejemplo,
si en lugar de "una falta" se dice "un crimen".
Los que significan menos son de utilidad a la otra parte de la
amplificación que se llama “meiosis”36 y atenúa la cosa; por ejem­
plo si, viceversa, en lugar de "crimen" se ha dicho "una falta".
Los vocablos que expresan justam ente la cosa en sí son
aquellos que nacieron para significar lo que tienes en tu áni­
mo, y gozan de suprem acía para expresarlo: por ello Horacio
los llam a elegantem ente vocablos "dom inantes ",37 y su signifi­
cación se denom ina "nativa ":38 p o r ejemplo, si se habla de una
cosa que ha m erecido el nom bre de "falta" y dices "falta"; y si
se trata de un a cosa que m erece denom inarse "crimen" y la
llam as "crimen".
Pero, para que com prendáis m ejor la cuestión, conviene sa­
ber que eso que el vulgo llam a "sinónimos" no se encuentra en
lengua alguna :39 pues no existe ciertam ente ninguna palabra que
signifique lo m ism o que otra, o al m enos del m ismo modo, o,
por último, que sean de una m ism a época. He aquí estas cuatro:
"falta", "fechoría”, "crimen", "crimen nefando”, que en esos li­
bros de sinónimos se exponen al joven ignorante concentradas
en un único lugar, como si verdaderam ente significaran lo mis-

82
rno. Mas efectivamente difieren m ucho entre sí, en su significa­
do: pues "falta” es la de aquel, por ejemplo, que desobedece a su
amo en un asunto de escasa im portancia; una "fechoría” el lle­
varse a la amiga contra la voluntad del lenón; un 'crim en” trai­
cionar a un amigo; u n "crimen nefando” m atar a u n hijo.
Y, aunque varias palabras signifiquen lo m ismo, no lo sig­
nifican, sin embargo, del m ism o modo: por ejemplo, "deseo
vivamente" y ‘arder en deseos ”;40 “m e enojo m ucho” e “infla­
m arse de ira ”;41 pues "deseo vivamente" y "me enojo m ucho”
son vocablos propios y confusos; “arder en deseos” e "infla­
m arse de ira" son transferidos y claros; aquellos connotan cal­
ma, éstos perturbación.
Mas, aunque varias palabras signifiquen lo m ismo y del mis­
mo modo, no han pertenecido, sin embargo, a un m ism o perío­
do, y cada una ha estado frecuentem ente en boca de los rom a­
nos en u na época distinta, como, por ejemplo, "gnatus ”42 y “fi-
lius”. En efecto, la palabra “gnatus” es m ás antigua y por ello la
em pleará el poeta; en cambio, quien quiera hablar en prosa y
con el lenguaje de la etapa augústea no la usará.
La elegancia es, pues, una virtud de la oración observable en
cada palabra, y es por ello m enuda y tanto m ás difícil en la
práctica cuanto más fácil en apariencia. En electo, esta virtud
subyace en el discurso, y no es manifiesta cuando, para explicar
cualesquiera conceptos, elegimos palabras que —como hemos
dicho— nacieron para significar esos m ismos conceptos.
Tales son a lo sum o los vocablos propios y buena parte de
los transferidos por necesidad ,43 que, al faltar los propios, fue el
pueblo el prim ero en inventar y considerar de la m ism a condi­
ción que los propios: por ello yo los llam o "metáforas nativas” y
“populares", como son m uchos vocablos del cam po que han
sido transferidos para significar actividades de la m ente hum a­
na: por ejemplo, "¡ego”, “intelligo", ‘'puto”, "dissero”, "cenia”, ‘‘de­
cenio", y otros de tal índole .44
El significado es, pues, nativo —sea propio o transferido—
cuando la palabra significa aquello para lo que, desde un princi­
pio, nació, como "calamitas”, que significa el desastre aquel por
el que los tallos de las espigas son abatidos a tierra y triturados
p or la fuerza superior del granizo.
Pues bien, para aprender los significados nativos de las pala­
bras suponen una gran a y u d a los Elegantianun libri de Lorenzo
Valla45 y el De differentiis verboritm de Ausonio Popma, las No-
tae de varios autores a escritores de reconocido prestigio y, en
prim er lugar, los Etimologici de Voss y Martini; es, en efecto, de
m uchísim a utilidad la etimología, que explica con detalle los
orígenes de las palabras y m uestra sus diversas evoluciones: y
p or ello resulta ser, a mi juicio, la filosofía y la historia de la
lengua ,46 y sobre la que tenéis a vuestra disposición el doctísimo
Etimologicum de Johann G erhard Voss.
Mas es necesario saber ante todo la fuerza y las propieda­
des 47 de las preposiciones que aparecen en la composición de
palabras y que constituyen la parte m ás im portante y principal
de la elegancia latina.
En efecto, “d” o “ah" significa o "parte” —por ejemplo, en
abscindo, abscedo—■; o "a otro sitio" —com o cunando—; o “a es­
condidas” —com o allego, allegas—; o “com pletam ente” —como
abeo, absolvo, amitlo.
“E" o "ex” significa "fuera de” —com o extare, existere—; o
"fuera” —como emitió. exeo, cgredior, educo, excedo—; o "per­
fección” —como edico, eloquor, efjício, exolvo—; o “carencia”
—como eviratus, elumbis, enervis.
“De' significa “perfección” —com o deamo, deligo—; o "mo­
vimiento descendente" —com o demillo, despido—; o "parte"
—como decido.
“Cum” significa “asociación" —como collacrimo, concla­
mo, conticeo—; o “por doquier" —como corrosus, consumptus,
contri tus.
“Pro” significa “adelante" —como provideo, procedo, promo-
veo—; o "en pro" —com o prosum —; o "a la vista" —como pros­
to— ) o "fuera"—com o prodo, pronego.
“Praeter” significa “delante” —com o praetergredior—; o lo
que en italiano se dice “per dinanzi” —com o praeterveho, praete-
reo, praetennitto.
“Prae significa “delante” —como praecedo, praesto, praeeo—;
o lo que los italianos traducen como “in p u n ta ” —como praeus-
lus, pmecido, praeventus.
“In“ preposición de ablativo significa "estado” —como Utico—;
o niega —como injectus, inficiari—; o añade —como irisan us, in-
fractus por "desmesuradamente grande", "totalmente roto”.
Como preposición de acusativo, en cambio, “in” significa
“dentro” —como induco—; o "arriba" —como inscendo—; o

84
"contra” —como invehor, insequor-—; o "desde enfrente” —como
intueor—; o "abajo” —como inspicio.
“Ob” o "am” significan "alrededor" —como obeo, ambitio—;
o "contra" —como obvius, obíoquor, obsto, obiicio—; o "perfec­
ción" —como officium .48
'‘Per” significa "la propia perfección" —de donde pérfido—;
"por doquier" —como perquiro, persequor—; o "medio" —como
perspido.
“Acl" significa "parte” —como adiido—; o "a alguien” —como
alloquor■ —; o "frente a" —como adspido—; o “movimiento hacia
un lugar" —como accedo, adigo.
“Inter” significa eso m ism o [“entre"] —como intervenio, in­
tercedo—; o "perfección" —como intenninor, inter/icio, inter-
mortuus, intemecio, interdico.
"Sub” significa "abajo" —como subiré antrinn—; o "arriba"
—como subiré m ontem o m u n im —; o "disminución" —como
subtnstis, subiratus.
"Se” significa “aparte” —com o sevoco, seduco, seditio.
“Di” significa "división” —com o disticio, distraho, dirimo,
diduco.
"Ve” aum enta —como vegrandis—> o resta —como vesanas,
vecors.
“Ante”, “post”, “trans" o “ira” y "circum" tienen un significa­
do evidente, de m odo que no se necesita ejemplo alguno.
Debe, además, observarse con sum o cuidado la analogía.
Pues se solventa de form a m ás elegante con una sola palabra
u n concepto tal com o “haré eso" que "puedo hacerlo”; "que he
leído" m ejor que "que he podido leer"; “examino" que "voy a
exam inar”; "se calienta" que "comienza a estar caliente”; “ven­
do" que "voy vendiendo"; "evitando" que “en la acción de evi­
tar"; “presumido" que “lleno de presunción”; "locuaz" que "muy
hablador".
Finalmente, los vocablos se distinguen en función del uso,
de m odo que unos son de uso popular y otros de uso literario.
Los de uso popular, unos son em pleados por personas origi­
narias de la plebe m ás baja y vil, y otros por personas más
distinguidas.
Como de todo lo sucio, hay que abstenerse tam bién de usar
aquellos vocablos que emplea la sucia plebe, género éste al que
pertenecen todos los térm inos indignos o sórdidos. Y entre ellos

85
cuento los viles y aquellas form as corruptas del lenguaje llam a­
das “idiotism os ” .49
Debe elegirse, en cambio, com o elegantes aquellas palabras
que emplean las personas distinguidas, como las nacidas de no­
ble cuna, senadores, hom bres de letras, y, para decirlo en una
palabra, las personas elegantes.
Aquellas otras que usan los escritores se alejan unas más
que otras del lenguaje consuetudinario del vulgo .50 Así, las de
los oradores un poco, y del m ism o m odo las de los historiado­
res; es asom broso en qué m edida lo hacen tanto las de los poe­
tas como, m ucho m ás que las demás, Jas de los filósofos, hasta
el punto de que Antonio —en los libros del De omtore, de Cice­
rón— no disimula que en m odo alguno es capaz de com prender
a los filósofos ,51 aunque escribiesen sus libros sobre argum entos
que no superasen una inteligencia mediocre. Y aboga por ello la
razón siguiente: que los oradores deben ser com prendidos por
una m ultitud p o r la que, como hem os dicho, nació principal­
m ente la elocuencia ;52 y deben, con su dicción, m antener la
atención del auditorio, lo que consiguen alzándose un poco por
encima de la form a de hablar vulgar .53 Los poetas, en cambio,
puesto que ante todo quieren deleitar, les granjean adm iración
a sus poemas principalm ente p o r su lenguaje, y de esta adm ira­
ción por la innovación nace el deleite: pues nada sino lo nuevo
despierta admiración. Así pues, o excogitan nuevas formas de
lenguaje, o dan nuevo uso a las antiguas —que, por ser formas
antiguas llam adas a u n uso actual, p o r esc m ism o hecho son
nuevas—, o im portan extranjerism os —que, como las m ercan­
cías exóticas, deleitan p o r su novedad. Los historiadores, por su
parle, dado que en los discursos desem peñan el papel de orado­
res y en los pasajes descriptivos el de poetas, em plean un géne­
ro de dicción interm edio entre unos y otros, m ás libre que los
oradores y m ás estrecho que los poetas. Los filósofos, en fin, ya
que hablan de cosas ocultas al vulgo, es tam bién necesario que
lo hagan con locuciones ignotas para el vulgo.
Cuento entre los filósofos a aquellos que han escrito sobre
técnicas, como Celso de medicina, Catón, Varrón y Columela de
agricultura, de arquitectura Vitruvio, del arte bélico Vegccio, de
historia natural Plinio, de jurisprudencia los jurisconsultos, to­
dos los cuales usan los vocablos propios de cada una de sus
artes, y de los que una gran parte era desconocida para los m is­

86
mos rom anos ignorantes de aquellas artes, incluso m ientras el
latín era aún una lengua viva .54
Es, pues, muy gran defecto el de expresar en m edio de un
lenguaje vulgar alguna brillante metáfora, digna de un discurso
más notable; por ejemplo, si en lugar de aquel “tú me has puesto
en este mal trance”, una expresión que usan Piauto y Terencio ,53
dijeras “tú eres la fuente de mis desdichas", tal como Cicerón
llamó a Clodio “fuente de la gloria de Mi Ion" en la Pro Mílone
oratio;56 o, en lugar de aquel "¿aún vive?”, recitases con Virgilio:

Conservan, si aún se alimenta con la etérea brisa


Y todavía no duerme entre las crueles sombras.37

O si se utilizara una locución propia de algún uso técnico en


vez de un a vulgar; por ejemplo, si se dice, con m entalidad de
jurisconsultos, “istum usurpavero morem" ["interrum piré esa
costum bre”], en lugar de "interrupero”, contra el sentido vulgar
del vocablo, que por “usurpo" entiende “uso con frecuencia”.
E n caso de que alguno de vosotros pregunte dónde se puede
aprender esta form a vulgar de hablar latín, siendo así que se
trata de una lengua m uerta y que no se nos han transm itido
sino los autores latinos, yo les diré: “de los cómicos". Pues ellos
tan sólo en el argum ento de sus obras son poetas; por lo demás,
emplean un género de dicción absolutam ente popular, y la ra­
zón sin duda así lo corrobora: pues, para que parezcan verosí­
miles sus obras —en las que salen a escena padres de familia,
hijos, siervos, esposas, amigas, lenones, y m antienen conversa­
ciones sobre cosas usuales en la vida cotidiana— les atribuyen
una form a de hablar sem ejante a aquella que tales hombres
em plean realm ente al trata r de esas m ism as cosas en casa y
hiera de ella .58 Por ello soy de la opinión de que quien quiera
aprender la lengua latina con m étodo y orden debe com enzar
por los poetas cómicos, pues son los únicos que atestiguan cuál
fue la lengua latina vulgar. ¿Y por qué no vamos a im itar en el
aprendizaje de una lengua m uerta una naturaleza cuyos pasos
seguimos en el de nuestra lengua vernácula? Pues en ella nos
instruyen las madres, las nodrizas y los niños con los que crece­
mos; luego aprendem os las de los oradores, poetas y filósofos. Y
no cabe duda alguna, com o hem os visto anteriorm ente, de que
los oradores se apartan algo de un género de dicción vulgar:
pues ¿de qué otro modo podrían distinguirse de quienes 110 sa­

87
ben expresarse? Los poetas en cambio, según el testim onio de
Cicerón, em plean una lengua distinta .59 Pero ¿qué necesidad
hay del testim onio de Cicerón cuando ningún pueblo ha em ­
pleado jam ás la lengua de los poetas, ni poeta alguno una len­
gua popular? Los filósofos, por últim o, usan voces y locuciones
con las cuales son ellos los únicos en com unicarse entre sí .60
Y no supone para ello obstáculo alguno Quintiliano, que
prescribe que a los niños se les debe explicar los poetas para
que aprendan la lengua .61 Pues en época de Quintiliano la len­
gua latina estaba vigente aún en boca de los rom anos; por ello
los niños sabían ya la lengua vulgar de los latinos cuando acu­
dían a gramáticos o literatos para que les explicasen con detalle
a los poetas —quienes, com o dice Cicerón, hablan con una len­
gua distinta — 62 y aprender así la lengua de éstos. Mas, ¿cómo
vamos a acudir directam ente a los poetas nosotros, que ignora­
mos por completo la lengua vulgar? Así que quienes obran de
tal m anera lo hacen, a m i parecer, del m ism o m odo que quien,
siendo un transalpino, quisiese aprender nuestra lengua italiana
en la poesía de Francisco Petrarca o Torcuato Tasso.
H asta aquí lo relativo a aquella parte de la elegancia com ­
prendida en la selección de palabras. La segunda era aquella
otra consistente en su elegante colocación. Pues bien, dado
que esta virtud se m anifiesta en u n contexto, propondrem os
dos ejemplos.
Es una colocación elegante si el genitivo precede a los casos
rectos, como en “stultitiae ])oenas luit" ["expió el castigo a su
necedad"]. Si a los adjetivos les suceden los sustantivos, como
"eloquentissimus Cicero“ ["el elocuentísim o Cicerón"]. Si los an­
tecedentes se posponen a los relativos, com o “quae hostium co-
piae agrwn infeslabant, tnicidatae" ["las tropas de los enemigos,
que infestaban el terreno, fueron despedazadas”]. Si los verbos
—como si fuesen llaves— abren y cierran la oración, pues de
esa forma es como si se profiriera la oración dos veces: una
prim era en suspenso, y luego como concentrada toda ella en un
soío verbo, y abierta: por ejemplo, “hom inis importunissimi
conlumeliae, quibus me crebris concionibus onerat, luis erga me
officiis leniuntur” ["las afrentas de un hom bre de lo m ás inso­
portable, de las que me colm a en sus frecuentes charlas, se m i­
tigan con tus buenos oficios para conmigo"]. Si la oración pro­
sigue con la m ism a estructura con la que comenzó: por ejem-

88
pío, “Ticio, afectísimo a ti y queridísim o para mí, envió una
carta a su hermano", es, sin duda, u n a expresión m ás elegante
que si se dijese: “Ticio, por quien tú eres inm ensam ente am ado
y a quien yo tengo por m uy querido, etc.". Si de vez en cuando
la oración se sazona con partículas, que, en verdad no son nece­
sarias, m as proporcionan cierto encanto; de ellas, las principa­
les son las aseverantes: p o r ejemplo, vera, certe, quídam, sane;
las fórmulas de juram ento: mehercule, ecastor, aadepol, medias~
fidius; y las partículas que tienen tan sólo la gracia de la transi­
ción: por ejemplo, vero, ciutem.
La tercera parte de la elegancia latina era la pronunciación
según el uso rom ano, que con apropiado vocablo se llam a "ur­
banidad ".61 Mas sería tarea desesperada la de querer abarcar
esa urbanidad genuina del habla rom ana una vez extinta tal
lengua. Nada hay, en efecto, m ás corrupto que nuestra pronun­
ciación: pues los latinos, cuando pronunciaban las vocales lar­
gas, invertían en ello tanto espacio de tiem po como si las dupli­
casen. Y así hubo un tiem po en que tam bién las repetían al
escribirlas; esta costum bre decayó en época de Ennio, y de ella
quedan aún vestigios en la interjección “eheu" y en el verbo
“prebendo” y sus compuestos. Se m antuvo, 110 obstante, des­
pués de E nnio aquella form a de pronunciación que hemos
mencionado, de ahí que pronunciaran “amorem" con "00", do­
ble, y a ello tendían en todas esas sílabas; p o r ello a ios histrio­
nes, que m uchas veces eran esclavos, les silbaba cualquier per­
sona del vulgo por haber errado, durante la representación de la
obra, en la cantidad de cualquier sílaba. E n cambio, nosotros
apenas percibimos la cantidad de la penúltim a sílaba, y ésta en
los vocablos al menos trisílabos .64 Los latinos articulaban un
sonido doble contracto en una sola sílaba cuando pronuncia­
ban los diptongos “aa’, "oe”; m as nosotros las em itim os como
vocales simples. Los latinos, según el testim onio de Cicerón,
elidían 65 la vocal que cerraba u n a palabra si le seguía otra que
tam bién com enzaba por vocal —com o hacem os los italianos—;
aún más, tam bién suprim ían la últim a sílaba de los vocablos
term inados en "m”, si les seguía una palabra com enzada por
vocal,66 cosa que hoy no se observa. La letra "h" tenía su uso
propio y, para que se la reconociese, al pronunciar la vocal so­
bre la que se apoyaba se em itía una aspiración desde lo más
profundo del pecho .67 Hoy este sonido no se percibe, y, con un

89
proverbio bárbaro, p ara significar que carece de valor alguno se
dice “com o u na 'h' entre otras letras ".68
¿Qué debemos, pues, hacer? Aunque haya habido quienes
han escrito acerca de la ortoepía, hoy se debe pronunciar según
el lenguaje actual de los eruditos.

[37]
DE LAS SENTENCIAS , 1 VULGARMENTE
"DEL B E N PARLARE IN CONCETTI"

Este fue el hado de la lengua griega, latina e italiana: que,


tras la época en que el lenguaje elegante se frecuentó, vino in­
m ediatam ente un período en que se valoró m ucho el hablar por
medio de sentencias o, com o dicen los italianos, “in concetii”.
Aristóteles divide la sentencia en cuatro partes .2 En efecto, o
bien lleva su razón incorporada o se pronuncia sin sum arle
ésta. La que se enuncia sin su razón es un axiom a para su uso
en la vida, verdadero para todos e incontrovertible. Y esta sen­
tencia es o general o particular. General com o “nada en exce­
so ",3 una especie de sentencia que los griegos, con nom bre
apropiado, llam aron yvcój.ir|.¿1 P articular es, de otro lado, la m is­
m a sentencia general aplicada a u n a determ inada persona o
cosa: por ejemplo, “no fue largo el despotism o de China, ni el de
Sila”;5 una m áxim a hipotética que, convertida en afirmativa, re­
sultaría: “El poder basado en la violencia no es m uy duradero ";6
y a esta segunda especie de sentencia la llam an los griegos, con
su vocablo propio, 'floem a'.7 Los gnomae coma en en m ás a los
filósofos, y e n cambio los noémata a los oradores, poetas e his­
toriadores .8 Y p or ello a este m ism o "hablar gnómico" los grie­
gos lo llam aban “filosofar", lo que nosotros los italianos traduci­
ríamos como “sputar sentenze".
En cambio, las sentencias que precisan de razón y de prue­
ba son las que enuncian alguna proposición sorprendente o
controvertida .9 Y algunas de ellas son partes de un entimema;
por ejemplo, “hom bre soy, y pienso que nada hum ano m e es
ajeno ”.10 Pues son dos m áxim as las partes de este entim em a.
Mas otras tienen la fuerza de un entim em a y se llaman, por
ello, “entimemáticas". Éstas, en opinión de Alistó teles superan
con m ucho a las demás, y tales son aquellas en las que aparece

90
la causa de lo que se dice, como la de "no guardes un odio
inm ortal en un corazón mortal". Pues si alguien enuncia: "no
guardes u n odio m ortal", habrá enunciado la sentencia; m as lo
que se le añade: "en u n corazón mortal", expresa la causa .11
Pero para los latinos se llam an sentencias, debido a su no­
bleza, las que dan m uestras de m ucho ingenio, tal como las que
tam bién entre los italianos se llam an, por su nobleza, "concern".
La virtud del ingenio, com o declara M ateo Pellegrini en su
áureo librito Dalle acutezze,n consiste en la recíproca ligazón de
cosas diversas. Pues en un dicho agudo se encuentran estos tres
apartados: las cosas, las palabras y la ligazón de cosas y pala­
bras. Y establece u n a ligazón de doble tipo: uno sensible, inteli­
gible el otro; aquél se efectúa con la coligazón de las cosas, éste,
en cambio, con la de las ideas. A su vez el inteligible se divide en
dos especies. La ligazón de una de las especies es simple y con
ella las ideas se unen de form a simple, sin aglutinante alguno
de otra idea: por ejemplo, "Catilina nació de noble estirpe ";13 y
ésta es la segunda operación de la m ente hu m an a ,14 y se deno­
mina "enunciación simple". La ligazón de la otra especie es
aquella que une dos ideas m ediante una tercera, esto es, me­
diante alguna razón expresa o tácita; ésta es la tercera opera­
ción de nuestra m ente, y se denom ina “silogismo" para los dia­
lécticos y "entim ema" para los rétores. En este sentido, Juvenal,
entre las desventajas de tener esposa, cuenta el que para pare­
cer ingeniosa...

[...] dispone un cntimema retorcido


en un párrafo redondeado...15

Es decir-, que gusta de hablar por medio de sentencias.


Lim itándose a enunciar una ligazón simple no posee inge­
nio ni arte alguno. Merece, en cambio, elogios p o r su agudeza
la sentencia raciocinante que contiene una tácita fuerza cntime-
mática, esto es, u n a razón m ediante la cual dos ideas diversas
se coligan aptam ente entre sí. Esta fuerza cntim em ática puede
esconderse, no ya en una proposición de apariencia simple,
sino incluso en u n a sola palabra: por ejemplo, cuando el Par-
m enón de Terencio llamó a Thais "calamidad del fundo de su
am o ' / 6 subyace un entim em a en aquella palabra; pues, me­
diante la razón que el propio Parm enón añade:

91
Pues ésta sustrae lo que deberíamos coger nosotros,17

la palabra "calamidad" está coligada con Thais. Si quisieras ex­


poner esto m ism o por extenso con los dialécticos, deberías di­
sertar así:
“La calam idad echa a perder cualquier cosa que debieran
recolectar los agricultores; lo que nosotros deberíam os coger,
Thais lo sustrae; Thais es 7pues, la calam idad de nuestro fundo".
Por ello, el propio Pellegrini define el acum en o fuerza del
ingenio como “el feliz descubrim iento del m edio ,18 que en algún
dicho coliga cosas diversas con adm irable aptitud y sum a ele­
gancia”. Y de este modo ubica el acum en en una nueva y rara
aptitud de dos extremos felizmente coligados en un cierto di­
cho. Su descubrim iento es m uy difícil en opinión de Aristóteles,
en la Poética, donde —al tratar de las m etáforas— dice: “el usar
las translaciones de form a apropiada es algo m uy arduo, pues
es privativo de un ingenio versátil" ;'9 y, p o r ejemplo, dice en la
Rhetorica: “Sólo los filósofos perspicaces y agudos son capaces
de m ostrar qué hay de sim ilar entre cosas distantes ".20
Por esta fuerza y agudeza del ingenio, de donde nacen, lla­
m an los italianos a las sentencias agudas “pensieri ingegnosi” y
"vivezze d ’ingegno": pues, aunque a veces el tem a contribuye en
algo a que se pueda decir cosas agudas, no hablam os con agu­
deza en función del tem a, como en aquel epigrama:

Q uien se a n u d a b a el lazo al cuello e n c o n tró el oro,


y en lu g ar del tesoro el lazo dejó.
M as quien lo h a b ía escondido, al no e n c o n tra r el oro,
.se colocó en el cuello el lazo q u e e n c o n tró .21

Por ello los poetas italianos de un período de inferior calidad


se proponían argumentos sorprendentes, para dar la impresión
de que hablaban de ello ingeniosamente. Pero no. Pues el acumen
no viene determinado por el tema o la novedad del objeto, sino
por el artificio. Y el artificio es, como dice el mismo Pellegrini, no
lo que descubre cosas herniosas, sino lo que las hace tales.
Es más, Escalígero, en el libro cuarto de la Poética,22 define
el acum en com o lo que hace que u n a sentencia de p o r sí débil
penetre en el ánim o del auditorio. Así pues, una sentencia inge­
niosa, según la describe Beni en la Poética 23 es aquella en que la

92
agudeza se deja traslucir en el sentido del ánim o de una forma
no vulgar, sino noble; y todo elogio a un dicho ingenioso debe
ser registrado en el haber, no de la cosa o sujeto, sino del modo
o form a de concebirlo, de m odo que se diga —con u n nom bre
adaptado a la cosa en sí— "dicho ingenioso".
Tras investigar en qué consisten los dichos agudos, averigüe­
mos a continuación por qué deleitan. Aristóteles aduce en la
Rhetoñca la causa siguiente: “porque con ellos los hombres
aprenden pronto y fácilmente m uchas cosas ";24 pues —advier­
te— la naturaleza nos ha inculcado a todos el deseo de obtener
gran placer cuando hemos aprendido algo fácil y prontamente.
Y de ahí infiere que son urbanos aquellos argum entos que nos
llevan rápidam ente al conocimiento de alguna cosa. Por ello ob­
serva que ni se valoran los argum entos que son patentes y evi­
dentes (dice que son evidentes aquellos que son conocidos por
todos y no necesitan que se les busque), ni se valoran tampoco
los que, aun tras ser expuestos, continúan siendo ignorados, sino
aquellos otros que, al ser planteados, nos llevan inm ediatam ente
a algún tipo de conocimiento, aunque nada supiésemos anterior­
mente, o los que se perciben tras un poco de reflexión.
El agudísimo Sforza Pallavicino ,25 en su áureo librito Dello
stile, expone esta m ism a causa que Aristóteles, mas se diferencia
de él en que el principal deleite m ental del que el ánim o se inun­
da tras oír un dicho agudo no nace de la facilidad del aprendiza­
je, sino de la adm iración ante su novedad; m as no por el hecho
de que la admiración suponga la ignorancia de la causa, sino
porque de la adm iración fluye el conocim iento de aquello que
antes se ignoraba :26 esta adquisición del conocimiento es fuente
y origen del placer más elevado que pueda afectar al intelecto
hum ano ;27 por ello, cuanto m ás desconocida nos resultaba una
cosa, o m ás contraria a nuestra opinión, tanto m ás adm iración y
placer nacen del conocimiento adquirido sobre ella.
Pellegrini opina que, sin duda, de la adm iración nace el pla­
cer, pero que nos conduce m ás bien a la contem plación de la
belleza que a la de la verdad. Pues —según dice— la verdad
tiene u na faz m uy agradable, pero deleita el intelecto de un
m odo m uy distinto una dem ostración de Euclides que el dicho
agudo de un poeta. Deleita lo prim ero, el haber acertado a com­
prender un a demostración, porque has com prendido la verdad;
esto otro, en cambio, deleita porque en ello se adm ira lo bello.

93
Ahora bien, la verdad es objeto del intelecto y la belleza lo es del
ingenio. Así pues, cuando Ja ligazón produzca una aptitud figu­
rada entre Jas partes coligadas tan nueva y tan ra ra que la vir­
tud del ingenio se haga en ella principal objeto de adm iración,
tendrem os en el dicho la agudeza adm irable y en ella la belleza
(pues la belleza es la apta colocación de las partes )28 y, de la
contemplación de la belleza, el placer.
Pero nada im pide que, tras oír u n dicho agudo, el intelecto
aprenda pronto y fácilm ente y el ingenio se deleite con lo bello.
De lo que resulta que nace m ayor placer de u n dicho agudo
que de una dem ostración m atem ática, no sólo por es la razón,
sino por otra que añade a continuación. Pues, como correcta­
m ente distingue el m ism o Pellegrini, el filósofo, a! enseñar, re­
vela él mismo la verdad, de form a que nada deja al oyente para
que éste se deleite con su propio ingenio. El orador, en cam ­
bio, tras pronunciar u n dicho agudo, produce algo bello cuyo
descubrim iento deja en m anos del propio oyente. Pues, tras ser
pronunciado el dicho agudo, esto es, cuando le ha sido apunta­
da la razón de tal ligazón, el oyente la investiga, descubre el
medio, com para los extremos, contem pla su aptitud, y descu­
bre p o r sí m ism o lo bello que el orador ha producido; p o r ello
resulta ingenioso a sus propios ojos, y se deleita con el dicho
agudo no tanto en su enunciado p o r el orador com o en su
intelección p o r sí m ism o .29
Así se explica el hecho de que cuanto m ás breve es un dicho
agudo tanto m ás deleita. Por ello deleita m enos la com paración
que la imagen, y ésta m enos que la m etáfora .30 Es u n a com pa­
ración: “Baco aleja la sed con su pátera como M arte aleja a los
enemigos con su escudo ".31 Es, p o r otra parte, una imagen:
“Baco aleja la sed con su pátera com o con u n escudo". Metáfo­
ra, en cambio, es: “Alejemos la sed con el escudo de Baco”. La
razón de la ligazón se desarrolla m ás en la com paración que en
la imagen, y m ás en ésta que en la m etáfora. Así pues, se le
perm ite m enor desarrollo al ingenio del oyente en la com para­
ción que en la imagen, y m enor en ésta que en la m etáfora.
Pues bien, todos los lugares tópicos, de donde se obtienen
los dichos agudos, los enum era César3z en los libros del De ora-
tore de Cicerón. Pero el doctísimo anónim o italiano, en sus ob­
servaciones al libro intitulado L ’arl du bien pensar, de u n tam ­
bién anónim o escritor francés, los reduce a dos capítulos prin­
cipales, a saber: falso que parece verdadero y verdadero que
parece falso. Al prim er capítulo refiere todos los dichos agudos
obtenidos por com paración y formados con figuras simbólicas;
al segundo reduce todos los dichos contrarios a la general opi­
nión, o paradojas. Mas en este asunto —dicho sea con permiso
de tan gran hombre-— no estoy de acuerdo: pues tanto en el
símbolo como en la paradoja existe una única forma de descu­
brir la verdad y la belleza. En efecto, tal com o —tras la explica­
ción de un a paradoja, cuando se pensaba que era de otra m ane­
ra— dice Aristóteles en la Poética33 que entonces el ánim o pare­
ce decirse a sí mismo: "¡Cuán verdad es esto! Mas yo estaba en
un error”, así tam bién, tras explicar la com paración, el ánimo
parece decirse: “¡Cuán aptam ente se corresponden estas cosas
que yo consideraba diversas!" M ás aún, si quieres interpretar
más sobriam ente aquel "¡Cuán verdad es esto!" de Aristóteles,
no es otra cosa sino “¡Cuán aptam ente se corresponden estas
cosas que yo consideraba opuestas!”. Así pues, si alguna dife­
rencia hay entre am bas formas de aprendizaje, ésta consiste en
que es m ayor la adm iración por la novedad y la rareza en la
paradoja que en el símbolo: porque pensábam os que se corres­
ponden m enos aptam ente las cosas opuestas que las cosas di­
versas entre sí. Pero "más" o "menos” no constituyen géneros de
cosas diversos.
Expliquémoslo m ás claram ente con ejemplos. “Símbolo ”34
es aquello p or lo que Cicerón llam ó a Rom a "cindadela del
m undo ”.35 Paradoja es, en cambio, aquello otro por lo que,
cuando exhorta a Catilina a m archarse del Senado y aun de
Roma, dice que todos los senadores —que allí se hallaban en
gran núm ero— p o r ese m ism o hecho "gritan m ientras callan ”.36
Ambos dichos son agudos, pues en am bos es feliz la invención
del medio, o ligazón, o razón por la que se coligan, con adm ira­
ble novedad y rareza, cosas diversas entre símbolo, y opuestas
en la paradoja, y se corresponden con sum a aptitud para pro­
ducir u n a verdad que es en sí m ism a bella. Única es en am ­
bos casos la form a de descubrir la verdad y la belleza. Pues, al
oír este símbolo, la m ente percibe en prim er lugar los extremos:
la ciudad de Rom a y el orbe terrestre, la acrópolis de la ciudad
y la capital del poder de todos los pueblos. Luego reconoce
el medio, o ligazón, con el que se coligan: el de que, tal como
la acrópolis es el baluarte de la ciudad contra la violencia y las

95
arm as hostiles, así Rom a es la protección de todos los pueblos
contra las injusticias. Así pues, en esta nueva y adm irable apti­
tud de las partes, adm ira una im agen verdadera y bella, y se
deleita con tal adm iración, que le procura este conocimiento.
Así, en esta paradoja el oyente enum era los extremos, los cua­
tro: callar, gritar, y los efectos de am bas cosas; del guardar si­
lencio —esto es, no m anifestar ningún juicio del ánim o— y del
gritar —-manifestarse im petuosam ente. A continuación, recono­
ce la ligazón con la que se une el efecto de gritar con el perm a­
necer en silencio; pues, callando, el senado entero parece exhor­
tar a Catilina con gravedad y vehemencia a las m ism as cosas a
que lo hace Cicerón. Y, disolviendo la paradoja, une el perm a­
necer en silencio con el efecto de gritar, y en esta conjunción de
los extremos descubre la nueva, rara y adm irable aptitud de dos
cosas que al principio parecían opuestas, y en ella, la verdad y
la belleza de un dicho agudo.
Concluyendo del principio al fin, podéis ver que no son dos
las fuentes de los dichos agudos: lo falso que parece verdadero y
lo verdadero que parece falso, y que la virtud de la agudeza se
derive del prim ero en los dichos simbólicos y del segundo en las
paradojas, sino que es único el origen de todos ellos: la verdad
latente que se revela rápida y fácilmente en cuanto se descubre
un medio nuevo y raro. Y, si existe alguna distinción entre di­
chos agudos simbólicos y paradójicos, ésta consiste en que en
los dichos simbólicos la verdad supone ignorancia, y, en cam ­
bio, en los paradójicos error del oyente. Así que, según esto,
puede decirse que son dos las fuentes de los dichos agudos: la
verdad que el oyente ignoraba y la verdad con respecto a la cual
el m ism o oyente estaba en un error; y que de la prim era proce­
den los dichos agudos obtenidos por com paración y de la se­
gunda aquellos otros contrarios a la general opinión. Por lo de­
más, am bos engendran la adm iración p o r la novedad y rareza
de la ligazón, generan la belleza p o r la apta proporción de las
partes, y alum bran, con la nueva y adm irable notabilidad de la
forma, la ciencia con la que el intelecto puede reconocer rápida
y fácilmente la verdad, y el ingenio la belleza.
Y más bien pensaría que lo falso que parece verdadero es
fuente de argucias. Opinión ésta de la que considero autor a
Aristóteles, quien dice que lo que hace la argucia es la causa
tom ada por no causa. Por lo que el m ism o filósofo llam a "jue­

96
gos" a los dichos ridículos de los entim em as aparentes .37 Las
argucias son cosa muy distinta de los dichos agudos, pues éstos
enseñan, m ientras que las argucias engañan. La form a de un
dicho agudo es una arm ónica 3' apta proporción de las partes.
Mas Aristóteles afirm a en la Poética que el dicho ridículo es una
suerte de pecado y vergüenza poco nociva e indolora 38 que, en
una sola palabra, Cicerón denom inó “subtttrpe" ["un poco ver­
gonzoso ''].39 Al oír un dicho agudo, se aprende rápidam ente la
verdad; m as con una argucia uno se ve defraudado en su propia
expectativa, y, m ientras espera la verdad —pues ésta es la incli­
nación ingénita del intelecto hum ano — 40 descubre lo falso.
Pero tal como la faz de la verdad es honesta y agradable, así el
aspecto de la falsedad es vergonzoso y desagradable. Por ello los
hom bres experim entan dolor ante las cosas falsas, tanto como
se deleitan con las verdaderas. Mas Aristóteles dice que la ver­
güenza de un dicho ridículo es inocua e indolora porque lo que el
dicho ridículo genera no es manifiestamente falso —lo que con­
siste en una enorm e deform idad de las partes, m ostrándose al
intelecto como un m onstruo vergonzoso, feo y desagradable de
ver—, sino una aparente falsedad integrada por partes m ás bien
ineptas y deformes; de donde resulta que su aspecto, como una
m áscara ridicula, no mueve al dolor sino a la risa.
He tratado estas cosas a fin de que podáis tener una técnica
para enjuiciar qué dichos son verdaderam ente agudos: si, tras
oírlos, no aprendéis nada nuevo, consideradlos m ás bien dichos
vanos que agudos; si, tras cotejar sus partes, se ofrece a la m en­
te un aspecto inepto, juzgadlos ridículos y no agudos; si su as­
pecto es absolutam ente deforme y feo, no los estiméis agudos ni
ocurrentes, sino falsos.
Hay quienes piensan que la agudeza de los dichos tam bién
está en función de las palabras, m as la hom onim ia los engaña.
Por "agudo” entendemos, en efecto, lo que enseña rápidam ente:
y, sin embargo, la locución en sí, p o r arm oniosa y complicada
que sea, 110 dice nada. Pues una locución aguda —o, m ejor aún,
penetrante— es aquella configuración de las palabras arm onio­
sa y complicada por cuyo interm edio dichas palabras o se co­
rresponden aptam ente a sí m ism as, o se colocan con elegancia,
o se presentan con m iem bros parejos, o concluyen con final
feliz, y m ucho más en el caso de aquella en que todo esto ocurre
sim ultáneam ente, com o la de Cicerón sobre la legítima defensa

97
en el Pro Milone: "Así pues, jueces, es ésta no u n a ley escrita,
sino natural, que no hem os aprendido, ni se nos ha transm itido,
ni hem os leído, sino que de la propia naturaleza la hemos tom a­
do, extraído, arrancado, en la que no hem os sido enseñados,
sino engendrados, ni hem os sido instruidos, sino imbuidos, la
de que, si nuestra vida se precipitase en algún tipo de em bosca­
das, o en medio de la violencia y de las arm as de ladrones o
enemigos, fuese honesto cualquier m edio para procurarse la
salvación ".41
Mas entre la conform ación de las palabras y la de las senten­
cias existe la siguiente diferencia: que la de las palabras se anu­
la si m udas éstas, m as la de las sentencias perm anece cuales­
quiera que sean las palabras que em plees ,42 de modo que la
configuración de éstas no aporta ninguna otra cosa salvo un
cierLo deleite en su audición.
Este m ismo hecho resplandecerá con un ejemplo que Aristó­
teles propone ad hoc. H abía dicho un cóm ico 43 en un senario:
Es hermoso morir cuando no se es digno de la muerte.44
Aristóteles, para arm onizar verbalm ente esta m ism a senten­
cia, conm utó la palabra "hermoso" en "digno ",45 una palabra que
reiteró en ese m ism o verso, mas no con idéntico significado.
Es digno morir cuando no se es digno de la muerte.
Con la prim era palabra la sentencia resulta elegante, con la
segunda urbana. E n lo que se dem uestra que el deleite que pro­
ducen las argucias verbales no se percibe si se m uda las pala­
bras. La agudeza de la sentencia, en cambio, perm anece idénti­
ca aunque m udes las palabras, subviertas la colocación, con­
fundas el curso o perturbes el ritmo.
Es, por tanto, una sola la función de este tipo de elegancias
que se conform an m ediante configuraciones verbales: acari­
ciar los oídos; de ahí que deban conLarse m ás bien entre las
argucias que entre los dichos agudos. Y m e lo confirma con
autoridad Aristóteles, quien en la Poética advierte a los poetas 46
que en las partes endebles y ociosas de sus poem as —cuales son
aquellas en las que no se expresa el carácter de personaje algu­
no, ni se exponen sentencias agudas para probar o graves para
conmover, como son las descripciones y narraciones de cosas
am enas—, se apliquen a ello y se afanen en ayudarlas con este

98
género de figuras y adornos del discurso, para que abunden, en
la medida de lo posible, en tales elegancias.
¿Por qué es esto así? Porque, al no tener dichas partes de los
poemas nada deleitoso por sí mismas, ni en lo que toca a la
imitación, ni a la doctrina, ni al movim iento del ánimo, necesa­
riam ente deben carecer de valor alguno, a no ser que se las
provea de estos ornam entos.
Y así, viceversa, donde se expresan costum bres y se enun­
cian sentencias, sea agudas para enseñar o graves para conm o­
ver, la locución deberá ser simple y pura, y no adornada de
exquisitas figuras de dicción. De este hecho Pellegrini aduce la
razón que ya antes expuso el filósofo M usonio en la obra de
Aulo Gelio :47 pues el ánim o hum ano no puede aplicar sim ultá­
neam ente su intensa agudeza a varias cosas de form a pareja; y,
al ser las figuras estilísticas en el lenguaje excesivamente m ani­
fiestas y muy conspicuas, captan fácilmente con su ornato y
esplendor toda la atención del hom bre, por lo que las costum ­
bres, los afectos y los entim em as, necesariam ente, en medio de
una luz tan grande, o no se hacen patentes, o lo hacen poco.

[38]
DE LA DIGNIDAD

La oración ha de ser como una m atrona, que debe presen­


tarse ataviada no sólo elegante, sino dignam ente además.
La dignidad 1 de la oración garantiza, pues, que se digan co­
sas aptas y adecuadas, y este decoro, que le gran jea a la oración
belleza y ornato ,2 lo llevan a efecto aquellas figuras estilísticas
del discurso llam adas "tropos" y "esquem as ".-5

[39]
DE LOS TROPOS

Son "tropos " 1 los que transfieren una voz desde su significa­
do propio y nativo a otro im propio y extraño; unas palabras
estas que Terencio llam a en latín “inversa”.2
Dos parecen ser las causas de tal mutación: la "necesidad" y
el "ornato". La necesidad consiste en lo siguiente: que siendo las

99
palabras, como dice el jurisconsulto ,3 los signos de las cosas, y
al ser en la naturaleza m uchas m ás las cosas que las palabras,
resulta de ello que cualquier lengua se ve privada de un vocablo
propio para expresar m uchas cosas, y por esta razón hubo de
recurrirse a otros extraños ,4 com o cuando decimos que “los
campos están sedientos ",5 que "los frutos se encuentran en mal
estado ",6 "un hom bre duro y áspero ".7
Son tam bién aquí pertinentes los tropos inventados para
acrecer o dism inuir el significado de la cosa conform e a su dig­
nidad: por ejemplo, “ardiendo de ira "8 m ejor que "airado"; "in­
flamado por el deseo "9 m ejor que "deseoso".
Y lo son por ornato aquellos tropos inventados que han sido
acomodados para proporcionar principalm ente placer y deleite.
Y deben tam bién rem itirse a este lugar los tropos pensados
teniendo en cuenta la honestidad, y cuando aquellas cosas poco
honestas de decir se expresan con una voz translaticia ;10 por
ejemplo, "residuos del alim ento ",11 "líquido excusado " .'2
Pues bien, de cuatro formas se transfiere el significado: del
todo a la parte y al contrario, o de las causas a los efectos y
viceversa, o de los símiles o de los opuestos. De aquí nacen los
cuatro tropos prim arios :13 "sinécdoque", "metonimia", "metáfo­
ra" e "ironía " ,14 a ios que se rem iten todos los demás.

[40]
DE LA METÁFORA

De entre todos los tropos, ya se atienda a su esplendor o ya a


su uso, el principal es sin duda la m etáfora .1 En efecto, no hay
otro tropo m ás frecuente, más florido o m ás brillante que ella .2
Es ésta luz y estrella de la oración, u n a sim ilitud breve y con­
tracta en una sola voz, que contribuye a la copiosidad, la m ajes­
tad y la evidencia.
Es, pues, la m etáfora el tropo por el que una palabra se
transfiere desde un significado propio a uno extraño a causa de
su sem ejanza ;3 p or ejemplo, si llam as con Ennio —a quien más
tarde recogió Virgilio— a los Escipiones...
[...] los dos rayos de la guerra,4

100
es una similitud; pues tal com o el rayo en un instante aterrori­
za, hiere y abate, así los Escipiones fueron el terror, la ruina y la
destrucción para los cartagineses.
De cualquier lugar se puede pretender una m etáfora, con tal
de que haya una sim ilitud con aquel lugar del que aquélla se
recaba: cuanto m ayor es tal similitud, tanto m ás recom enda­
ble resulta la metáfora, como lo son las m etáforas denom ina­
das recíprocas: p or ejemplo, 'e l general, m ente del ejército”, "el
ánimo, que im pera sobre la vida de los hom bres ”.5
Señalado elogio m erecen aquellas otras que dotan de ánimo
y movimiento a las cosas carentes de facultad sensitiva, como
[...] el Araxes, indignado contra el puente.6
Por ello son m ás brillantes las m etáforas consistentes en ver­
bos que en nombres: como "favorecen tal em presa ",7 "fluctúa
en el calor de su ira ";8 y m ás las consistentes en nom bres adjeti­
vos que en sustantivos, como "mente férrea", "feliz cosecha ”.9
Una m etáfora goza de m ayor encanto cuanto m ás m odesta
es. Y es m odesta o, como dice Cicerón, “verecunda " ,10 cuando
m uda a un significado extraño m ás que irrum pir en él, de modo
que parece haber derivado espontáneam ente, y no que se ha
visto arrastrada a la fuerza, motivo éste por el que se censura la
de Furio Bibáculo:
Júpiter, escupiendo sobre los invernales Alpes, los cubrió de blanca nieve."
Y es viciosa la m etáfora en la que la razón de la similitud es
genérica en exceso, com o la de Ennio: “las ingentes bóvedas del
cielo ".12 Y la que se ha tomado de muy lejos, por ejemplo: " 'Sir­
te del patrim onio ”,13 " 'Caribdis' de los bienes ”;14 y la que deriva
de u na cosa vergonzosa, com o "Glaucia, estiércol de la curia ”, 13
"el Estado castrado con la m uerte del Africano ";16 y aquella que
es m ayor que la cosa significada, com o “Jerjes, Júpiter de los
persas”; y aquella otra que es m enor, como "la pétrea verruga
del m onte ";17 o la que, sem ejante a un m onstruo, com ienza de
una m anera y acaba de otra, como “río de elocuencia que todo
lo incendia ",18 en lugar de "se desborda", "inunda".

101
[41]
DE LA METONIMIA

En latín se llam a ím nsnom inatio ,1 y es el tropo por el que se


confiere a la causa el nom bre del efecto o a lo sustantivo el
nom bre de lo adjetivo, y viceversa .2
En razón de la causa se acoge aquí tanto a los inventores
com o a los autores de las cosas. Tal es el caso del inventor por lo
inventado: por ejemplo, "Marte" p o r la guerra ,3 “Baco" por el
vino ,4 "Ceres" por el trigo .5 O el del autor, com o el del escritor
por su obra :6 de la m ism a m anera en que ha dicho Juvenal, por
ejemplo, "ingente Livio"7 tam bién se podría decir “brevísimo
Persio". Y viceversa, del efecto por la causa ,8 com o "pálida m uer­
te",9 "triste vejez ",10 "vergonzosa penuria ",11 ya que la muerte
hace palidecer y la penuria invita a actos vergonzosos.
O el caso de lo sustantivo por lo adjetivo, com o "corazón"
por "prudencia"; de ahí que los latinos dicen con admiración:
"¡corazón de hom bre !” 12 por "necio"; y, por el contrario "corda­
to " 13 por "sabio": por ello Escipión Nasica, debido a su sum a
prudencia, fue llam ado "corazoncito ".14
Con esto se debe tam bién poner en relación la m etonim ia
del continente por el contenido, p o r ejemplo, "Italia" por "los
italianos”, "ha apurado la pátera" p o r "todo el vino contenido en
la pátera". Y la del poseedor por la cosa poseída, como "arde el
cercano Ucalegón ",15 en vez de "la casa cercana de Ucalegón".
Un caso éste a] que pertenece aquel género de locución de: "sale
de Thais”,16en lugar de expresar "de la casa de Thais".
De la cosa significada por su imagen, por ejemplo una esta­
tua o un retrato en lugar de las personas que representan; y el
del nom bre en vez de la nación, com o el "nom bre rom ano " 17
por “el pueblo rom ano”; y con ello hay que relacionar el susti­
tu ir la cosa por su nom bre, como ocurre en Virgilio:
Enseñas a los bosques a repetir el nombre de la hermosa Amarillis.18
Y genéricamente, de la señal por la cosa señalada, por ejem­
plo “las haces " 19 por "la m agistratura"; com o aquello de "mayor
beneficio aportó a la república Cicerón con su toga que Pompe-
yo con su sayo m ilitar”. O de la cosa que en u n m om ento deter­
m inado sucede por ese m ism o m om ento: por ejemplo, la "terce­
ra cosecha "20por “el tercer verano".

102
Y está, en fin, la m etonim ia de lo adjetivo por lo sustantivo,
como "se acuesta en un lecho de p ú rpura ”21 en lugar de “en un
ropaje de cam a teñido de púrpura". A ello se debe rem itir tam ­
bién aquélla del contenido por el continente, com o "coronan los
vinos"22 por "llenan el cazo de vino hasta el borde”.
Del tiempo, por la cosa que en él se encuentra, por ejemplo
"siglos de oro ",23 "de hierro ".24
La actitud aním ica por el propio sujeto que la tiene, como
"propósito crim inal "25 p or "criminal": a lo que atañe aquella lo­
cución de Terencio:
Nadie dará nada a estas costumbres.26

[42]
DE LA SINÉCDOQUE

Se llam a esta en latín comprehensio, 1 y es el tropo en que se


expresa el todo p or la parte y viceversa .2
"Todo" se denom ina en la Escolástica algo universal, algo
esencial, algo integral. Y de ahí se derivan seis m odos de si­
nécdoque .3
La del todo universal o del género por la especie, como
"mortales ”4 por "hombres”, "palabras de consuelo "5 por "con­
suelo", "dirigir palabras de consuelo” por "consolar", "actor"
p or "jugador”.
La de la especie por el género, com o "Mirtos "6 por cualquier
m ar, "Austro "7 p or cualquier viento.
El todo esencial por la sola form a —com o "hombres inm or­
tales"— o p o r la sola m ateria —como "aquí yace sepultado Ti-
cio ”— ;8 la parte formal o m aterial p o r el todo esencial —como
"alma m ía ”.9 E n este punto se encuadra el uso de "plata ” 10 por
"dinero”, “hierro ” 11 por "arm as”.
El del todo integral por la parte, com o dijo Cicerón: "Ves
que el orbe terrestre se consum e p o r la guerra, con los poderes
divididos " ,12 en lugar de “ves que el im perio romano...".
La parte integral por el todo, como "popa” por "nave”, "pun­
ta” por "espada ”,13 "techo” por “casa ”, 14 "cabeza” por “hom bre ".15
Aquí debemos encuadrar tam bién el uso del núm ero singular
p or el plural, como "el rom ano vencedor en el c o m b a te 16 Y el

103
del plural por el singular, como —por m odestia— dicen los lati­
nos en prim era persona "nosotros ” 57 por "yo”. O el empleo de
núm eros redondos por uno m ayor o m enor, como dijo Livio:
“Calcis, el célebre puerto de las mil naves de Agamenón ";18 naves
cuyo núm ero Homero, en cambio, cifra en ochenta y seis .19
O de lo infinito por lo finito —com o “innum erables enemi­
gos "20 por "muchísimos"—; o de lo finito por lo infinito, como
"seiscientos ejemplos "21 por "innumerables".

[43]
DE LA IRONÍA

E n latín se dice clissimulatió o illusio, y es el tropo p o r el que


estam os pensando justo lo contrario de lo que decimos , 1 como
ocurre en Terencio:
Salud, buen hombre... te has ocupado de ello muy bien.2
Se desarrolla con elegancia m ediante la partícula “evidente­
m ente’’ [scilicet], como dice Dido a Eneas:
Es ésta, evidentemente, la labor de los dioses
y ésta la inquietud que turba su tranquilidad.3
Y por m edio de la partícula "en verdad" [vero], com o Juno
a Venus:
Obtenéis, en verdad, egregia loa y pingües despojos.4

[44]
DE LAS MODALIDADES DE LOS TROPOS

"Catacresis" [calachrcsis]' o abuaio es una cierta rudeza de


la m etáfora, com o “el varón del rebaño ",2 "tras haber am ena­
zado con cosas herm osas ",3 “prom etí u n vengador ",4 “esperar
el dolor ".5
Alegoría, en latín diversiloquium, es una translación m ulti­
plicada ,6 como:
¡Oh nave, oleajes nuevos Le devolverán al mar!
¿Qué haces? Llega valerosamente a puerto .7

104
Donde, bajo la sim ilitud con una nave, se describe al Estado,
con la im agen de la tem pestad las guerras civiles, y con la del
puerto la paz.
Así Cicerón, en el Pro Caelio, bajo la alegoría de la navega­
ción representa su discurso: "Puesto que ya mi discurso ha sali­
do de los bajíos y ha dejado atrás los escollos, el trayecto restan­
te se me m uestra m uy fácil".8
Mas es hermosa sobremanera, en el Pro Murena, la alegoría
en la que se encuentran la gracia de la similitud y el encanto de
la translación, am bas cosas: "Pues ¿qué estrecho, qué Euripo
pensáis que tiene tantos vaivenes, tantas y tan vanas agitaciones
y cambios de flujos cuantas perturbaciones y m areas jalonan el
proceso de los comicios ?’’.9
Nace tam bién la alegoría de la continuación de otros tropos,
como de la metonimia:
Sin Cores y Líber, Venus se hiela.10
Debemos velar por no com enzar las alegorías por un género
de cosas y term inarlas p o r otro distinto, lo que constituiría una
m onstruosa inconsecuencia.
"Hipérbole”n o superlatio es una translación que supera lo
verosímil, ya sea a m ayor —com o “se eleva a los astros el cla­
m or ",12 ‘m ás veloz que las alas del rayo "— 13 o a m enor —como
"estas palabras me hacen m orir de miedo, desgraciada de mí ",14
"en ningún lugar está la confianza segura " .15 En este segundo
ejemplo aparece una sinécdoque que recoge la confianza.
"Metalepsis ” 16 es el nexo de varios tropos, como:
Después de algunas espigas, me admiraré al ver mis reinos.17
Donde se expresa "espigas" por sinécdoque en lugar de "co­
secha", "cosecha” por m etonim ia en lugar de "verano", y "vera­
no” de nuevo por sinécdoque en lugar de "año".

[45]
DE LAS ESPECIES DE TROPOS

Asimismo se denom ina "metalepsis ” 1 a ú n a especie de m eto­


nim ia que opera cuando se expresa el antecedente por el conse­
cuente, como "oír" por "creer", "escuchar" por "obedecer", "ver"

105
por "entender"; o, por el contrario, el consecuente por el antece­
dente, como "decir” por “entender'.
"Antonomasia ”2 es u n a especie de sinécdoque ,3 a saber, el
uso de una especie sobresaliente en lugar de su género, como
en "Melio”4 por "perturbador”, "Curio”'’ p o r "m oderado”, "Lu­
crecia ”6 por "púdica”.
A este apartado pertenece aquel caso en que se hace uso del
nom bre de u n pueblo para m encionar a cualquier persona do­
tada de las costum bres de aquél, com o "tarentino” por "volup­
tuoso”, "cam pano "7 p o r “soberbio”, “púnico ”8 por "pérfido”,
"tracio” por "hom bre de carácter obtuso”.
O cuando se da el nom bre del género a la especie más pres­
tante en tal género, como si abarcase el género por entero; por
ejemplo, "urbe” por "Roma”, "orador" p o r "Cicerón", "poeta'’
por “Virgilio".
Aquí debemos rem itir tam bién aquella antonom asia de "Ar­
píñate” por "Cicerón”, "Patavino" por "Livio”, "Sulm onense”
por "Ovidio", "Venusino" por "Horacio ”,9 y los patroním icos de
los poetas.
"Litotes” o extenuado™ es tam bién u n apartado de la sinéc­
doque, por la que se dice menos de lo que se piensa, com o "no
desprecio los regalos ” 11 por "los recibo de buen grado", "no ala­
bo " 12 por "censuro”.
Es u n a especie de ironía el "sarcasm o ” 13 o irrisión hostil ha­
cia quien ya está m uerto o m oribundo, como:
Te irás de aquí como mensajero
y comunicarás al Pelida esta noticia.14
"Diasynnos ” 15 es tam bién u n a irrisión hostil, m as no m e­
diando muerte, cual es la del cam pano que, en Livio, hostiga al
rom ano, cuando lo llam a "hospitalario enemigo " .16
El "carientismo ” 17 suaviza las palabras duras, como "conve­
nientem ente” [recta] por "nada”, "hacer un sacrificio" por "matar
a la víctima", "evaporar incienso” por “quem arlo”, "que los dio­
ses nos sean propicios” [Dii melioraV8 por "que alejen de noso­
tros los males''. Así Davos m ega a Sim ón que 110 lo maldiga:
Con buenas palabras, por favor.19
El "asteísmo ”20 es u n fino donaire, como:

106
Que tus poemas gusten, Mevio, a quien no odie a Bavio,
y también unza zon'as y ordeñe a machos cabríos.21
La "mimesis” o "imitación ”22 es aquella por la que se refie­
ren las palabras ajenas en un discurso correcto, m as con un
sentido m uy diverso: así, dice a Thais el tercnciano Fedrias:
¿Crees que no sabía adonde ibas? "De pequcñita la robaron de aquí;
como a hija suya la educó mi madre; la tomaron por mi hermana;
ahora quiero llevármela de aquí para devolverla a los suyos”.23

[46]
DE LOS TROPOS APARENTES

La “onom atopeya ” 1 no sólo no es un tropo sino que, por su


intermedio, se form an las m ás propias de todas las voces, sien­
do así que se las modela partiendo de su propio sonido, como
"el clam or de las tubas ",2 "el estridor de las jarcias ",3 "el m ur­
mullo de los vientos ",4 "de los torrentes ",5 "el fragor de los true­
nos ",6 "relinchar", "mugir", "balar", "rugir", "gruñir”, y otras así.
La "antífrasis ",7 según opinan generalm ente los gramáticos,
designa las cosas m ediante sus contrarios; mas ésta ha nacido
de su propia ignorancia, pues, al desconocerlos verdaderos orí­
genes de los vocablos, para poder aportar uno u otro se refu­
gian en la ficción com o si fuese un asilo para su ignorancia, y
así piensan que se dice "bosque sagrado” [lucu.sT "porque no
luce", siendo así que procede del griego "XnKoc;", "lobo”; "gue­
rra” [bcllum] “porque no es algo bello”, cuando proviene del
antiguo “diieUum”, m udando "da" en "be’1;9 "obligación" [offi-
cium ] "porque no se opone”, cuando deriva de la partícula "ob”,
esto es, "perfectamente" y “hago” [jacio].

[47]
DE LOS ESQUEMAS O FIGURAS

La otra parte del decoro se encierra en los esquem as [sche-


mata].x Los esquemas son propiam ente las vestimentas, sobre
todo las de la escena. De ahí que se llam an esquemas, como
adornos del discurso, ios que consisten en la textura de las pala-

107
bras o en la disposición de las sentencias ;2 pues tal como los
actores teatrales se visten con diversos ropajes según la varie­
dad de sus personajes, así tam bién el orador viste su discurso
con diversos esquem as de form a acorde con la diversidad de co­
sas de que trata. Y en am bos casos en aras de la dignidad.
En latín se denom inan figurad ,3 pues son ciertas formas
conspicuas a las que deben conform arse palabras y sentencias.

[48]
DE LAS FIGURAS DE DICCIÓN ,1 Y ANTE TODO
DE LAS CONSISTENTES EN DEFECTO O EXCESO

El "asíndeton', en latín “disiunctum ”} se adecúa a Jas cosas


rápidas, como;
Traed rápidos las llamas, largad las velas, bogad3
Y asimismo:
Traed, hombres, las llamas, disparad las Hechas, escalad los muros4
Es válido tam bién para la acumulación:
Sobrevienen de golpe [antas adversidades, de las que 110 se puede emerger,
violencia, penuria, injusticia, soledad, infamia.5
Y lo que Cicerón dice de Clodio: “Instaba, acosaba; la ciu­
dad, Italia, las provincias, los reinos no podían ab a rca r su
locura ".6
El "polisíndeton "7 resulta útil para exagerar, como...
[...] vagamos sin conocer ni a los hombres ni los lugares.8
Y en otro lugar:
¿A cuál, ya sea de los dioses o de los hom bres, no he acusado yo, loco de mí?9

Dice Cicerón en sus Episíulae: "A mí, p o r delante de todos,


me respeta y m e honra y m e estim a " .10
Y en In Verrem: "No ha dejado nada, ni privado, ni público,
ni profano, ni sagrado, en toda Sicilia”."

108
' ■ ■■ ■ '[« r i
DE LAS FIGURAS DE DICCIÓN BASADAS
EN LA REPETICIÓN j;.

La "antanaclasis " 1 se da cuando se hace uso de u n a m isma


voz con diverso significado, com o "es grato ser am ado [[aman],
siem pre que no haya en ello nada am argo [amari]”.2
Existe "ploce"3 cuando la m ism a voz significa en un lugar
persona o cosa, y en otro costum bres y caracteres:
[...] desde entonces Condón es Condón para nosotros...4
Se da la "sinonimia" o "interpretación” [interpreíatió]* cuan­
do se buscan voces de significación similar, al objeto de explicar
con decoro una cosa, y de ello hem os hablado extensamente
cuando tratam os acerca de la elegancia.

[50]
DE LAS FIGURAS DE DICCIÓN BASADAS
EN LA COLOCACIÓN 1

"Anáfora "2 es la repetición de una m ism a voz al principio de


la oración:
Por tres veces intenté tender los brazos alrededor de su cuello,
por tres veces la imagen, tras mi frustrado intento, se me escapó
inasible de Jas manos.3
Es aseverativa:
Eres tú quien me ha procurado este reino, tú el cetro y el favor de Júpiter,
tú quien me permite participar en los festines de los dioses.4
Y en otra paite:
Así movía ella los ojos, así las manos, así la boca.5
O acosa, como en la Prima. Catilinaria: "¿En nada te han
conmovido las nocturnas guardias del Palatino, en nada los
centinelas de la ciudad, en nada el m iedo del pueblo, en nada el
concurso de todos los hom bres de bien, en nada que las sesio­
nes del Senado se celebrasen en lugar tan resguardado, en nada
la faz y el rostro de los presentes ?”.6

109
Es elegantísima cuando se yuxtaponen cosas opuestas:
Tú vales para luchar y yo tengo la fuerza de la sagrada razón;
tú posees la fuerza «racional, y yo me ocupo del futuro .7
Y en el Pro Roscio Amarino: “Son los acusadores aquellos
que se apropiaron de su fortuna, y él, al que nada dejaron salvo
su infortunio, se ve obligado a defenderse ".8
La “epiphom”,9 opuesta a la anáfora, es la repetición en las
cláusulas de un a m ism a voz:
Levantémonos; pues dañosa suele resultarles la sombra a los que cantan;
lo es la sombra del enebro, y también a las mieses son nocivas las sombras.10
Cicerón contra Antonio: “Sentís dolor por la aniquilación de
tres ejércitos del pueblo rom ano: Antonio los ha aniquilado.
Añoráis a los m ás ilustres ciudadanos: tam bién os los ha arre­
batado Antonio. La autoridad de este orden se ha visto sacudi­
da: Antonio ha sido quien lo ha hecho ”. 11
La “symploce”u consta de una anáfora y de una epiphom :
¡Qué bien, Cauno, podría ser yo la nuera de tu padre!
¡Qué bien, Cauno, podrías ser tú el yerno de mi padre !13
Cicerón, en De ¡ege agraria: “¿Quién propuso la ley? Rulo. ¿Quién
privó del sufragio a la mayor parte del pueblo? Rulo. ¿Quién pre­
sidió los comicios...? Ese m ism o Rulo ”.14
“Epanalepsis ” 15 es la repetición de una m ism a voz al princi­
pio de la proposición precedente y al fin de la siguiente:
Mucho preguntando sobre Príamo y sobre Héctor mucho.16
Y Ovidio en los Fasti:
Un solo día había enviado a la guerra a todos los Fabios;
y, enviados a la guerra, los perdió un solo día.17
Im itándolo Ausonio en De rosis, lo contrajo en un solo
verso:
Un solo día las abre, y las marchita un solo día.ls
Y Cicerón, en el Pro Marceño: “Hemos visto tu victoria seña­
lada por el fin de los combates; no hem os visto en la ciudad una
espada desenvainada ” .19
El “epanodos”20 existe cuando repetim os en un lugar poste­

110
rior lo que estaba ubicado en uno anterior, y en uno anterior lo
que estaba en uno posterior:
Fuiste cruel tú también, madre.
¿Fue más eme! la madre o malvado aquel niño?
El niño fue m alvado, m as tú ta m b ién fuiste cruel, m ad re.21

Dice Cicerón en Pro P iando: "Aquel que manifiesta... su gra­


titud, la tiene; y quien la tiene, por el propio hecho de tenerla, la
))
expresa .

[51]
DE LAS FIGURAS DE DICCIÓN EN RAZÓN
DE LA PRONUNCIACIÓN

La “epizeiixis”1 es la repetición de u n a m ism a voz con vehe­


mencia:
¡Ah Condón, Condón!, ¿qué locura se apoderó de ti?2
Cicerón, en In Verrem: “La cruz, la cruz digo, le estaban pre­
parando al infeliz y desgraciado ” .3
Y en Philippicae: “No tenéis, vosotros no tenéis, ciudadanos,
disputa alguna con aquel enemigo con el que pueda existir al­
guna condición de paz ” /1
Alguna que otra vez se dan la "parembole" o la "parenthesis
inversa”. La parembole,5 como en “guerras, hórridas guerras ".6
Y Cicerón: “He visto, en efecto, he visto y advertido plenam en­
te ".7 Y la p a r e n th e s is en el Pro Marcello: “Todo esto, por grande
que sea (y ciertam ente lo es en sum o grado), todo, digo, es
tuyo ” .9 Conviene al énfasis y a los afectos.

[52]
DE LAS FIGURAS DE DICCIÓN BASADAS
EN LA CONEXIÓN

Existe “clímax" o “gradación" [gradatio]] cuando pasam os


de una cosa a otra en forma tal que conectam os con la m isma
palabra lo siguiente a lo anterior:

111
La torva leona va en pos clcl lobo, y el lobo de la cabrita,
y la retozona cabrita va en pos del florido citiso.2
Y Ovidio en los Fasti:
Marte la ve y tras verla la desea y tras desearla la posee.3
Cicerón, en Pro Roscio Afuerino: "En la ciudad se engen­
dra la lujuria, y necesariam ente de la lujuria nace la avaricia,
y de la avaricia brota la audacia. Y de ahí trae n su origen
todos los crím enes y delitos ".4 Y en las Philippicae: "¿Pues en
qué, p o r los dioses inm ortales, puede n u estra em bajada be­
neficiar a la república? ¿B eneficiar digo? ¿Y qué si aú n ha de
perjudicarla? ¿Ha de perjudicarla? ¿Y qué si ya la ha dañado
y perju d icad o ?".5
Y el Auctor ad Herennium .:6 "¿Pues qué futura esperanza de
libertad nos resta si a aquellos les es lícito obrar según su ca­
pricho, y lo que les es lícito les resulta posible, y osan aquello
que les es posible, y hacen lo que osan, y lo que hacen no os
desagrada ?".7
Armoniza y conecta con encanto las causas.

[53]
DE LAS FIGURAS DE DICCIÓN BASADAS
EN LA DIVERSIDAD DE CASOS

La “poliptoton " 1 se da cuando se coloca la m ism a palabra en


diversos casos:
Deseo que nuestras playas sean adversas a sus playas, nuestras olas a
sus olas,
y nuestras armas a sus armas: que luchemos con ellos nosotros
mismos y nuestros descendientes.2
Y nuestro Estacio, en el libro octavo de las Thebaid.es:
Ya se ve rechazado el escudo por el escudo, su centro por otro centro,
la amenazadora espada por la espada, el pie por el pie y la lanza por la
lanza.3
Cicerón, en Pro Caelio: "Pugnará cosa con cosa, causa con
causa, razón contra razón ”.4 Y la Venina Séptima:. "Un lugar
concreto, u na ley concreta, un tribunal concreto ".5 Y en el Pro

112
Archia: “Pero de ejemplos están llenos todos los libros, llenas las
sentencias de los sabios, llena la antigüedad ".6
Es un esquem a sim ultáneam ente áspero y grave.

[54]
DE LAS FIGURAS DE DICCIÓN BASADAS
EN LA SEMEJANZA DE CASOS

El “parechmenon”! se da cuando jugam os con palabras deri­


vadas, como aquel pasaje de Cicerón en Laeliiis: "Mas tal como
entonces yo era u n viejo que escribía a otro viejo sobre la vejez,
así en este libro, como un entrañable amigo, he escrito a un
amigo sobre la am istad ".2 Es figura m uy elegante.
Existe "paronomasia" o "annom inatio "3 cuando con un pe­
queño cambio en la palabra la oración se torna en otro sentido
distinto. Y ello sucede, bien con u n cam bio de letra o de sílaba,
como dice de Venus Ausonio:
Surgida del mar [saló\, acogida por el sucio [soló], engendrada por el
padre cielo [ccielo].4
Livio: "Así pues, soy el prim ero en derogar y abrogar un
plebiscito que me ha resultado m ás oneroso que honroso ”.5 Y la
Philippica Secunda: "Cuando en el regazo de las com ediantas
dejabas descansar tu m entón y tu m ente ".6
O por detracción, com o dice Cicerón de sí mismo:
¡Oh Roma afortunada nacida í’fortunatam ncitam] en mi consulado!7
Por ello dijo Juvenal que deberían evitarse los poem as de
Cicerón .8
O por adjunción, como Terencio en Heauton tim orum enos:
Para ti estarán prestas las palabras [verba] y para este hombre los
azotes [verbera].9
O p o r transposición, como "Roma-amor", con la que grave­
m ente jugó el poeta :10
Todo lo vence el amor.11
Si se invierte "todo lo vence...".
Sirve para brom as y risas . 12

113
[55]
DE LAS FIGURAS DE DICCIÓN ARMÓNICAS 1

[I] De las figuras de dicción basadas en la sim ilitud


de formas flexivas
El "homoeoptoton"2 o "figura de la similitud casual" se da
cuando dos o más palabras son expresadas en una m ism a ora­
ción y una m ism a forma flexiva. Así, en Pro lega Man ilia: "Y, ante
lodo, ¡cuán completa debe ser la integridad de los generales,
cuánta adem ás su tem planza en todo, cuánto su crédito, cuánta
su disponibilidad, cuánta su hum anidad !".3
Y en el Pro Archia: “¿Y no voy yo a estim arlo, ni a adm irarlo,
ni a defenderlo por todos los m edios ?".4
Hace que el proceso discursivo sea uniforme.

[II] De las figuras de dicción basadas en la sem ejanza


de las term inaciones

Existe “homoeoteleuton”5 o "sem ejanza de las desinencias"


cuando incisos o m iem bros de la oración term inan en un soni­
do similar:
Con tales palabras Eneas (trataba de calmar su ánimo) enfurecido
[arden!en i\ que le lanzaba torvas miradas... [dienten i].6
[...] mi padre nos aconseja recorrer el mar [mari] y su perdón implorar
[precari].’
Y no me di cuenta [respexi] de que la había perdido ni pensé en ella
[reflexi] antes de...s
En Pro lege Manilla: "De m odo que no sólo los ciudadanos
han asentido siem pre a sus deseos, los aliados han accedido y
ios enemigos han obedecido, sino que adem ás viento y tem pes­
tades los h an secundado ".9
Y en Pro Milone: “No ya para extinguir [exslingiiendam] su
vida, sino para quebrantar [infngendam] su gloria por medio de
tales hom bres ".10

[III] De las figuras de dicción basadas en la paridad


de los m iem bros

El "isocolon ” 11 o "paridad de los m iem bros” se da cuando


los m iem bros del discurso se despliegan con pareja medida, en

í 14
parles iguales, de m odo que todas se corresponden con igual
proporción de sílabas.
Así Cicerón, en Pro lege M añil ia: "Se aprestó para tam aña
guerra... a finales del invierno; la em prendió a com ienzos de la
primavera; la finalizó a m ediados del verano " .52
Contribuye a la claridad.
La naturaleza de las figuras llam adas de dicción es tal que,
como podemos ver, su artificio no tiene nada o poco de sólido,
y aparenta m ás de lo que es en realidad. Deleitan, sin duda,
mas los oídos, no la m ente, y, en los asuntos, no consiguen
nada que m erezca la pena. Son fáciles y evidentes, por lo que
más que m antener la atención de los oyentes en el tem a los
distraen de él; y, siendo obvias, descubren el artificio y restan
credibilidad .13 De ahí que en las causas de m ayor entidad,
como las que se sustancian ante los tribunales y en los juicios
públicos, sea m uy parco su uso; y, en cambio, la licencia en
ello sea m ayor cuando se instituye u n discurso encam inado al
deleite, com o ocurre en los ornatos oratorios.

[56]
DE LAS FIGURAS DE PENSAMIENTO 1

Éstas son aquellos adornos de la elocuencia con los que no se


realza tanto el cuerpo como el espíritu de la oración; que no aca­
rician los oídos sino que conquistan las mentes y, aun contenien­
do en sí gran arte, no lo patentizan.
Por tal género de ornam entos Demóstenes entre los griegos
y Cicerón entre los latinos obtuvieron el cetro de la elocuencia,
y, sin duda, con todo derecho. En efecto, en estas figuras se
forma aquello en lo que se fundan todos los m iem bros y fuerzas
del discurso: pues son brillantes figuras del concepto, razón por
la que se les llam a figuras de pensam iento.
Algunas de ellas conciernen al adorno de la invención, otras
a la arm onía de la disposición. De entre aquellas que adornan la
invención, unas se refieren a la prueba, otras a la explicación,
unas a los afectos y otras a las costumbres.

115

i
[57]
DE LAS FIGURAS DE PENSAMIENTO
' RELATIVAS A LA PRUEBA

A la vanguardia de la colum na de tal género de figuras está


la "prolepsis” o "anticipación" [pcciipcitio ],1 p o r la que nos anti­
cipamos o desvirtuam os lo que conjeturam os que nuestro ad­
versario nos puede objetar.
Son fórmulas de la anticipación :2 "aquí alguno dirá ";3 "si por
fortuna alguien se admira"; "para que nadie se asom bre ";4 "aquí
quizás alguien m e objete ”;5 "porque si ahora alguno m e pregun­
ta ";6 "preguntará alguien ";7 “m as dirás sin duda ";8 "veo que se
acusa"; "siento que mis adversarios m e obstruyen el paso". Exi­
ge del orador prudencia para ver absolutam ente qué es lo que el
auditorio aprueba con facilidad y a qué se opone.
Es figura m uy acom odada para los proemios.
“Hypobole" o “subiecíio“9 es aquella otra por la que propone­
mos las objeciones de form a porm enorizada y las desvirtuamos
tam bién un a por una. Consta de tres partes: la prim era la pro­
posición, la segunda la enum eración de los argum entos y su re­
futación, y la tercera la conclusión. Así Cicerón en Pro Quinctio:
"¿Se dudará acaso de si resulta m ás probable que Sexto Nevio,
si se le debía algo, habría dem andado su pago inm ediatam ente,
o no lo habría reclam ado durante todo un bienio?” (hasta aquí
la proposición). "¿No era el m om ento de reclam arlo? Mas vivió
contigo m ás de un año. ¿No podía hacerse en la Galia? Mas en
la provincia se adm inistra justicia y en Rom a se celebran jui­
cios. Resta sólo que te lo haya im pedido u n a gran negligencia o
una liberalidad única. Si dices que fue negligencia, nos adm ira­
remos; si bondad, nos reiremos; y no consigo encontrar qué
m ás podrías decir." H asta aquí han sido enum erados y refuta­
dos los argum entos (sigue la conclusión). "El hecho de que Ne­
vio no reclam ase n ada durante tanto tiem po es prueba suficien­
te de que nada se le debía ."10
“Ancicoenosis" o “com m unicatio”11 es aquella p o r la que con­
sultam os al propio adversario o deliberam os con los jueces
acerca de qué pensarían ellos que debería hacerse si estuviesen
en nuestro lugar. E n Pro Caecina: "Te pregunto: si hoy, al volver
a tu casa, unos hom bres en cuadrilla y arm ados no sólo te impi­
diesen el acceso a las estancias y al interior de tu m orada, sino

lió
al zaguán y al vestíbulo, ¿qué harías? Un amigo mío, L. Calpur-
nio, te aconseja que digas lo m ism o que él ha dicho anterior­
mente en un proceso p o r injurias. M as ¿qué tiene eso que ver
con una causa sobre la posesión ...?".12
En Pro Quinctio: "Te pregunto, C. Aquilio, y a L. Lucilio,
P. Quinctilio, M. Marcelo: no ha com parecido ante el juez un
cierto socio y allegado mío con quien m edia una vieja am istad y
una reciente disputa acerca de un asunto pecuniario; ¿pido,
pues, al pretor que se m e perm ita entrar en posesión de sus
bienes, o mejor, ya que en Rom a tiene casa, m ujer e hijo, enta­
blo la denuncia sobre tal casa? ¿Cuál sería, en fin, vuestro pare­
cer sobre esta cuestión ?".13
Tal como en la "subiectio" exploramos tanteándolos los ar­
gum entos adversos para refutarlos todos uno p o r uno, así en la
“com m unicatio”, como si estuviésemos persuadidos de la pure­
za de nuestro derecho y de la rectitud de nuestra causa, apre­
m iam os con insinuaciones y arrancam os del adversario una tá­
cita confesión y del juez u n a sentencia: es, pues, m uy válida
para la insinuación.
"Epitrope” o "concesión" [concessio]14 es aquella por la que
incluso lo inicuo, incluso lo falso, incluso lo inapropiado lo con­
cedemos a nuestro adversario como si fuesen algo justo, cierto
y verdadero, fiando en que gozamos de sobradas razones, en las
que abundam os tanto que, aun concediendo aquellos extremos
que con todo derecho podríam os negar, dem ostram os que se­
guimos siendo superiores en la causa. Se construye con las
siguientes fórmulas: "sea ”;15 "tenlo por verdad ";16 "sea verdad ";’7
"admito esto al acusador"; "concédase esto a los adversarios";
"lo tolero"; "lo soporto''; "lo permito"; "sea realm ente así ";18 "no
lo discuto"; “no lo rehusó ”;19 "no me opongo ",20
Existe una seria y otra irónica: seria, com o en Pro Roscio
Amarino: "Sea, no puedes ofrecernos un móvil, Aunque ahora
m ism o debo declararm e vencedor, cederé con todo en mi dere­
cho y, confiando en la inocencia de mi patrocinado, te concede­
ré en esta causa lo que en otra parte no te concedería. No te
pregunto por qué Sexto Roscio ha m atado a su padre, te pre­
gunto cómo lo ha m atado ".21
E n el Pro Murena: "Pero bien, sean en efecto análogas todas
estas cosas, sea análoga la labor forense de la militar, y el sufra­
gio m ilitar del civil, sea tam bién Jo m ism o el haber organizado

117
unos juegos con la m ayor magnificencia que el no haberlo he­
cho nunca. ¿Y qué? En la m ism a pretura, ¿piensas que no exis­
tió diferencia alguna entre tu ocupación y la de éste ?".22
Irónica: en Pro Flacco: “Así pues, hagam os sacrificios a Lén-
tulo, tributem os honores fúnebres a Cétego, llamemos de vuelta
a los desterrados; y sufram os a nuestra vez, si así place, los
castigos por nuestra excesiva piedad y sum o am or a la patria ".23
Dido a Eneas:
[...] Ni te retengo ni refuto tus palabras:
ve, pon rumbo a Italia con el favor de los vientos, busca tu reino a
travos de las olas.24

Y el terenciano Demea:
Al contrario, que se marche, que le vaya bien y viva con ella;25
que derroche, se pierda y se muera; me trae sin cuidado.26

De todo este género de figuras la m ás artificiosa es el “co­


lor ",27 por la que alegamos, en lugar de u n a causa que nos
perjudica, un pretexto verosímil; aportam os com o prueba el
Pro lege Manilla, cuando Cicerón, para no d añ ar a Lúculo, no
quería referir la verdadera causa de una inexperim entada vic­
toria: siendo ésta, en efecto, u n a sedición m ilitar, cubrió tal
ignom inia con la honestidad del siguiente “color": "Mas nues­
tro ejército, aunque había tom ado la capital del reino de Ti gra­
nes y había entablado exitosos com bates, estaba, con todo, in­
quieto por la excesiva lejanía de aquellos parajes y la añoranza
de los suyos ".28
Se adecúa a quien refuta y rebate, y es, sin duda, la más
difícil de todas las tareas de la pericia oratoria.
“Gnome"29 o sentencia es una proposición general de aque­
llas cosas que en el transcurso de la vida buscam os o rehuimos.
En Pro Milone: "Es propio de un pueblo agradecido recom pen­
sar a los ciudadanos que han senado bien a la república, y de
un hom bre valiente no verse inducido, ni siquiera bajo supli­
cios, a arrepentirse de haber obrado valerosam ente ".30
Procura gravedad al discurso; prueba, a m anera de testim o­
nio del género hum ano; deleita, pues enseña con brevedad y
brillantez; m as no debe em plearse con frecuencia en el discur­
so público, p ara no d ar la im presión de que, m ás que hablar,
filosofamos.

118
Más apropiado al discurso es el “noiima o "sentencia acó-
m odada a la oración". Gnome es, de un lado, "nada es tan po­
pular como la bondad ";31 y noiima es eso mismo, que Cicerón
aplica a César en Pro Ligario: "Tu fortuna no posee nada más
grande que tu capacidad, ni tu naturaleza nada m ejor que tu
voluntad de otorgar tu protección al m ayor núm ero de perso­
nas posible ".32
Hace la oración verosímil y ejemplificadora de morigeración.

[58]
DE LAS FIGURAS DE PENSAMIENTO
DIRIGIDAS A EXPLICAR

Explicam os o las cosas, o las costum bres o los afectos;


las figuras del prim er género tornan el discurso brillante, las
del segundo ejem plificador de m origeración, las del tercero
apasionado.
Dentro del grupo del prim er género se encuentra la “hypo-
typosis ", 1 por la que el asunto se expone con tanta claridad y
distinción 2 que da la im presión de no ser percibido por los oí­
dos, sino con los ojos. Así Cicerón en Pro Roscio Ameri.no:
"¿También en asuntos tan evidentes ha de buscarse argum enta­
ción o hacer conjeturas? ¿No os da la im presión, jueces, de es­
tar viendo con vuestros propios ojos lo que habéis oído? ¿No
veis a aquél desdichado, ignorante de su desgracia, volviendo
de la cena, la em boscada que le tendieron, el repentino ata­
que? ¿No está Glaucia ante vuestros ojos, en m edio del asesina­
to? ¿No está allí ese Ticio Roscio? ¿No coloca en el carro con
sus propias m anos a aquel Automeclonte, m ensajero de su ho­
rrible crim en y de su execrable victoria? ¿No le m ega que vele
durante esa noche, que se sacrifique por su honor, que lo anun­
cie cuanto antes a Capitón ?",3
Es eficaz para la evidencia y el adorno del discurso, am én de
para conm overlos ánimos. Y en efecto, si decimos que "el pala­
cio de Príam o ha sido tomado", sin duda lo hem os dicho todo;
m as este breve enunciado, por su escaso desarrollo, penetra
poco en los afectos .4 Pero si se pone al descubierto todas las
circunstancias, que —com o en una sum a— estaban incluidas
en una sola palabra, aparecerá aquello no sin em oción anímica.

119
Mas en el interior del palacio se mezclan los gemidos
y el mísero tumulto, y los aposentos más íntimos de la mansión resuenan
con los alaridos de las mujeres: el clamor hiere los dorados astros.
Entonces madres temblorosas vagan por sus enormes salas
y abrazándose a las jambas de las puertas se aterran y las besan.
Pirro ataca con la violencia paterna, y ni cerrojos ni los mismos guardias
se bastan para soportar su empuje; la puerta se derrumba ante los repetidos
golpes del ariete, y las jambas arrancadas de sus goznes caen al suelo.
La violencia abre camino; los Dáñaos hacen pedazos las entradas,
matan a los primeros y llenan los amplios aposentos con un ejército.5

“Icón” o “imagen" [imago]0 es una asimilación que se hace


por m edio de partículas, por ejemplo "como", "tal como", "a
m anera de” y otras sem ejantes .7 E n Pro dom o sua: "Y tú surgis­
te com o un tu m o r en m edio de esta herida ” .8
E In Verrem: "Pues cuando se m archó, por dondequiera que
hizo el camino, no parecía que avanzaba un legado del pueblo
rom ano, sino una suerte de calam idad ".9
La "parábola" [parabole] o "com paración" [coinparatia]10 se
da cuando se recaba de alguna parte u n a sim ilitud 11 para ilumi­
n ar aquello sobre lo que versa la charla:
y así comò con frecuencia surge en un gran pueblo
la sedición y el innoble vulgo se enfurece
y vuelan ya antorchas y piedras, y el furor suministra las armas:
entonces, si por fortuna ven a un hombre respetado por su piedad
y sus méritos, guardan silencio y asisten con sus oídos atentos;
aquél con sus palabras gobierna sus ánimos y aplaca sus corazones:
así cesa todo el fragor del mar cuando el padre,
mirando la marina llanura y transportado a cielo abierLo,
cambia el rumbo de sus caballos y volando en su obediente cano afloja
las riendas.12

Del icón y la sim ilitud 13 ya hem os dicho bastante anterior­


mente, cuando tratam os de las sentencias .14
Existe “symbole" o "cotejo" [collatio]15 cuando se traen a cola­
ción elegantemente m uchas cosas, al objeto de que se vea más
claram ente en qué difieren o convienen. Cicerón, en In Verrem:
"Comparad esta paz con aquella guerra, la llegada de este pretor
con la victoria de aquel general, la im pura cohorte de éste con el
invicto ejército de aquél, las pasiones de éste con la continencia
de aquél; diréis que Siracusa fue fundada por aquel que la tomó,
y que fue tom ada por éste que la recibió ya organizada ”.16

120
"Diaphora”17 o "desemejanza” [dissiinilitudo] 18 es aquella
que distingue las cosas que podían parecer sim ilares con rasgos
propios. E n Pro P iando: "Es distinta una deuda pecuniaria y
otra de gratitud; pues quien devuelve el dinero deja al instante
de tener lo que ha devuelto; y, en cambio, quien debe retiene lo
ajeno; la gratitud, por el contrario, quien la m anifiesta la tiene;
y quien la tiene, por el propio hecho de tenerla, la expresa " .19
La “paradiastoíe",20 tras excluir una de aquellas cosas que
com únm ente se unen por afinidad, expresa la otra. Así, en In
Verrem III: “No a un ladrón sino a un saqueador, no a un adúl­
tero sino a un violador del pudor, no a un sacrilego sino a un
enemigo de lo sagrado ” .21
La “enantiosis”22 ilustra el discurso partiendo de la antítesis 23
o los contrarios. La m ás conspicua de todas es aquella que, so­
bre la ley de autodefensa, aparece en el Pro Milone: “Es, pues,
una ley no escrita, sino natural ”.24
La “antirnetabole”25 es una m áxim a por transposición, con
inversión de las palabras: “El poem a es una pintura con voz, la
pintura un poem a m udo ''.26
Plinio, en el Panegyricus: “No pareces haber vencido por
triunfar, sino triunfar por haber vencido ”.27 Y aquella otra de:
"hay que com er para vivir, no vivir para com er ”.28 Cicerón, en
De legibus III: "En verdad puede decirse que el m agistrado es la
ley con voz, y la ley un m agistrado m udo ".29
"Oxímoron ”30 se da cuando se niega la esencia de una cosa,
como aquella locución vulgar: "ese 'algo' no es nada ”;31 "tú, por
Pólux, si tienes cerebro, lo que sabes no lo sabes ” .32 Y con Teren-
cio: “volverse loco con razón ”;33 y en Horacio: "diligente indolen­
cia ”,34 "loca sabiduría ",35 "errar reflexivamente ”;36 y en Ovidio:
“concordia discorde ”,37 “justo injusto ”.38 Y en Marcial: “No siem­
pre huele bien quien siem pre huele bien ”.39 Y también: "Quien
habita en todas partes, Máximo, no habita en ninguna ”.40

[59]
DE LAS FIGURAS DE PENSAMIENTO ENCAMINADAS
A EXPRESAR LAS COSTUMBRES

E ntre éstas se encuentra la “sennocinatio”,' cuando a una


persona se le atribuye determ inada form a de h ab lar en fun­

121
ción de su sexo, edad, condición, fortuna o dignidad. Así en
Pro Quinado: “¿Qué dice a esto Nevio? Se ríe, sin duda, de
n uestra locura, p or ech ar en falta en su vida la valoración de
un m ás alto espíritu de servicio... ¿Qué tengo yo que ver, dice,
con esa sum a escrupulosidad y diligencia? Que se cuiden,
dice, de tales obligaciones los hom bres de bien; en lo que a mí
respecta, que consideren no qué es lo que tengo, sino p o r qué
m edios lo he adquirido ” .2
E m parentado con la sermocinatio, si no ya de su m ism a
especie, es el “dialogismus ” ,3 por el que m uchas personas son
introducidas p o r el orador para m antener una conversación,
cada un a de acuerdo con su condición, com o ocurre en ese
m ism o discurso: “Deseo debatir sobre la cuestión pecuniaria.
—'No puedes'. —Pero es éste el tem a controvertido. —'No me
concierne; debes defender la causa civil'. —Acusa, pues, ya que
es necesario. —'No', dice, si antes tú, lo que constituiría una
novedad, no hablas en p rim er lugar'. —H abrá entonces que
hablar. —'Se establecerán de antem ano las horas a nuestro ar­
bitrio, y el propio juez se verá obligado a ello'. —¿Y entonces
qué? —'E ncontrarás a algún abogado, u n hom bre chapado a la
antigua, a quien traiga sin cuidado la consideración y el favor
de que gozamos...' ",4
Figuras éstas que, si se Ies da form a correctam ente, gran­
jean crédito y dignidad al discurso y producen unas narraciones
particularm ente gratas.

[60]
DE LAS FIGURAS DE DICCIÓN ENCAMINADAS
A CONMOVER LOS ÁNIMOS, ESTO ES, LAS LLAMAS
DE LA ELOCUENCIA

La "exclamación" [exclamado] ’ es u n a interjección del dis­


curso, que incita las pasiones aním icas a cosas elevadas. Teren-
cio, en Adelphoe: "¡Oh cielo! ¡Oh tierra! ¡Oh m ares de N eptuno !".2
Cicerón, en ín Cadlinam: "¡Oh tiempos! ¡Oh costum bres !".3
Tam bién contribuye a provocar el odio. In Pisonem: "¡Oh
crimen! ¡Oh peste! ¡Oh destrucción !4 ¡Oh tinieblas! ¡Oh lodo!
¡Oh b asu ra !".5 "¡Oh m onstruo que debería ser deportado a los
últimos confines de la tierra !"6

122
Asimismo a provocar la com pasión, com o en el Da o rato re
III, cuando Cicerón llora la m uerte de Craso: “¡Oh falaz la espe­
ranza de los hombres, frágil su fortuna y vanos nuestros esfuer­
zos, que, a m enudo, a m itad de cam ino se quiebran y derrum ­
ban, o en el mismo viaje son sepultados, antes de haber podido
divisar el puerto !".7 Em pleada después de grandes cosas invoca
los afectos.
La "aclamación" [acclam atiof es una proposición que,
com o corolario de un hecho probado o narrado, subraya lo que
es digno de observación. Así Virgilio, tras n arrar la im potente
ira de Juno contra los troyanos, clama:
¿... tanta ira en los ánim os celestes?9

Cicerón, en De senectute: “[la vejez] que todos desean alcan­


zar, y cuando la han alcanzado se quejan de ella. ¡Tan grande es
nuestra necedad, inconstancia y perversión !".10 [Y] el poeta, tras
señalar las dificultades para fundar el im perio rom ano, añade:
Tan considerable era la em presa de fundar el pueblo rom ano.11

Suscita la adm iración e im pone un sello a la narración.


La "duda” [dubitatio]12 se da cuando el ánim o vacila incierto
sobre qué decir o qué hacer. Existen, pues, dos formas: una de
las palabras y otra de las cosas.
De las palabras es, por ejemplo, la de Pro Quinctio: “¿Y si
toda esta causa la lias fraguado tú, con fraude y m alicia sumos,
si entre tú y P. Quincio no existió en absoluto ningún com pro­
miso de com parecencia ante el juez? ¿De que podem os califi­
carte? ¿De ímprobo? Pero, aunque se hubiese producido la in-
comparecencia, en tal dem anda y proscripción de los bienes se
te consideraría un hom bre m uy ím probo. ¿De malicioso? No lo
niegas. ¿De defraudador? Mas tal cosa tú m ism o te la arrogas y
lo llevas a gala. ¿De audaz, ambicioso, pérfido? Son térm inos
vulgares y com entes ”. 11
Una profunda duda sobre las cosas es aquella que siente Dido
cuando, abandonada por Eneas, delibera acerca de qué hacer:
¡Ay!, ¿qué haré? ¿Volveré para servir de burla a mis antiguos
pretendientes? ¿Buscaré suplicante m atrim onio entre los munidas,
a quienes ya tantas veces he desdeñado p or maridos?
¿Debo, pues, seguir las naves de Ilion y las durísim as órdenes de los
teucros?
¿Me favorece el haberlos protegido antes con mi ayuda y perm anece
aún firme en su m em oria la gratitud por m i anterior seivicio?
Y en el caso de que yo quiera, ¿quién me lo perm itirá y me acogerá,
siéndoles odiosa, en sus soberbias naves? ¿No conoces —¡ay, pobre de ti!—
ni aun adviertes el perjurio del pueblo de Laomedonte?
¿Qué, pues? ¿Acompañare yo sola en su huida a los victoriosos marineros?
¿O acom pañada do los tirios y de todas mis tropas
me lanzaré tras ellos y, a los que a duras penas arranqué de Sidón,
los em pujaré de nuevo al m ar y les ordenaré largar las velas al viento?14

Finalm ente concluye su deliberación:

Muere, mejor, com o mereces y pon fin a tu dolor con la espada.15

Una duda sobre las cosas sublim e es aquella del Pro Roscio
Amerino: "¿De qué puedo quejarm e en prim er lugar o por dón­
de puedo comenzar, jueces, o qué auxilio puedo pedir y a quié­
nes? ¿El de los dioses inm ortales? ¿El del pueblo rom ano ?”.56
Util a ios exordios y amplificaciones, provoca la atención y la
expectación.
La “epanorthosis” o "corrección" [correctioV1 puede serlo de
un vocablo o de un a sentencia.
La prim era es aquella que retira la que se ha dicho y la susti­
tuye por u n a palabra más idónea. El terenciano Menedemo:
[...] tengo un único hijo adolescente.
¡Ah! ¿Qué he dicho: que tengo? Más bien lo tuve, Cremes;
En este m om ento no está claro si lo tengo o n o .18

Cicerón, en la III in A ntonium : "El joven Gayo César...


aprestó el m ás fírme ejército de la invicta raza de los soldados
veteranos y derrochó su patrim onio; aunque no he utilizado el
térm ino que debí usar: pues no lo derrochó, sino que lo invirtió
en la salvación de la república " .19
Se usa con las siguientes fórmulas: "quise decir m ás bien ",20
"no sé si decir m ejor ",21 “a no ser que quieras llam arlo más
bien", y otras así.
La corrección de las cosas se da cuando repudiam os los pa­
receres que ya hem os sostenido, como en las fórm ulas siguien­
tes: "¿Pero qué digo ?",22 "aunque, ¿qué voy a d ecir ',23 "¿para
qué se necesitan palabras ?",24 "pero tontos de nosotros, que du­
dam os de un asunto evidentísimo ",25 "pero necio de mí, que
vacilo en una cosa tan obvia".

124
Evidencia un discurso nacido extem poráneam ente, y sirve
con gran brillantez para la prueba y la explicación.
La “aposiopesis”26 es una "interrupción del discurso" ante
el ím petu de la pasión, principalm ente de la ira. El terenciano
Fedrias:
Yo a ella, la que lo, la que me, la que no... ¡Ya está bien!
Preferiría morir: se va a enterar de qué clase de hom bre soy yo,27

La “prosopopeya” [prosopopeia]28 se da cuando hacemos


una persona de lo que no lo es, com o en Divinatione in Verrem:
"Si toda Sicilia hablase con una sola voz diría lo siguiente:
'cuanto oro, cuanta plata...' " 29 Y en In Catilinam introduce en
escena a la patria, que habla así a Catilina: “Hace ya algunos
años que no existe ningún delito, salvo los com etidos por ti ...”.30
Existe “apostrofe" [apostrophel 31 cuando se torna el discurso
hacia un tem a distinto de aquel que estaba establecido, y es
más provechoso si se dirige a los que están ausentes o a cosas
inanim adas. Virgilio:
[...] y se apodera del oro
por la fuerza. ¡A qué no obligas a los corazones de los hombres,
execrable ham bre de oro!32

Cicerón, en Pro Balbo: "a vosotros, en fin, os imploro, regio­


nes m udas y desiertos de los últim os confines de la tierra, a
vosotros, mares, puertos, islas, costas ".33
La “in terro g ación” finterrogatio ]34 aprem ia con m ayor
acritud aquello que con el discurso sim ple languidecía. Pro
Roscio com oedo: “Lo has estipulado. ¿Cuándo? ¿En qué día?
¿En qué m om ento? ¿Ante quién? ¿Q uién dice que yo lo he
p ro m etid o ?".35
La "licencia” [licentia]*6 nos ofrece u n discurso libre: “diré lo
que siento ”;37 "digo y diré siem pre ”;38 "es algo grave de decir;
pero hay que decirlo ”.39
La “execración” [execrado]40 se expresa con las siguientes
fórmulas: “que los dioses te pierdan ";41 "que los dioses te destru­
yan ”;42 "que los dioses te den una m uerte digna de tus obras ”;43
"que los dioses y diosas todos te pierdan ";44 "que acabes como
un apestado ";45 “y crucificado".
La "adm onición” [admonitio] se form a así: "está atento ”;46
"guárdate de hacer ";47 "atención, una y otra vez ”.48
La ''deprecación" [deprecado]49 y la "súplica” [obsecrado]50
son casi de idéntica naturaleza, sólo que aquélla lo es de m al y
ésta de bien. La terenciana Crisis:

Por esta diestra y p o r tu genio protector te mego,


por tu lealtad y el desam paro de ésta
te suplico que no la alejes de tu lado ni la abandones.
Si te he am ado como a un verdadero herm ano,
o bien ésta te ha tenido a ti solo siem pre en el m ayor aprecio
o se ha portado bien contigo en Lodo,
te entrego a ella como marido, amigo, tutor, padre.51

"Admiración" [admirado],52 como: "¡Admirable clemencia,


digna de decorarse con todo género de loa, de apología, de lite­
ratura y de conm em oración !".53 Conviene a los grandes asuntos
narrados o probados.
El "voto" [vo d im ],54 vehem ente expresión de deseo, como:
"ojalá y ojalá de nuevo ";35 "cómo querría ";56 "oh, si ocurriese ".57

[61]
DE LAS FIGURAS DE PENSAMIENTO DIRIGIDAS
A LA DISPOSICIÓN

De este grupo form an parte: la "transición" [transido ],1 por


la que pasam os de una cosa a otra con cierta dignidad. Pro lege
Manilla: “Ya que he hablado del género de guerra, diré ahora
unas cuantas cosas sobre su im portancia ".2
El "aplazam iento" [reiecdo],3 p o r el que sim plem ente re­
m ovemos del discurso algo p o r inapropiado o extraño, o bien
—por m or del orden— lo diferim os a otro lugar m ás oportu­
no. Pues...
O me equivoco, o estribará en esto el valor y la belleza de la
composición:
en que diga ya, ahora, lo que inm ediatam ente deba decirse,
y difiera otras muchas cosas y, por el momento, las omita.4
La “digresión" [digressio]5 es aquella figura por la que, con
cierta gracia, nos desviamos hacia algún asunto externo a nues­
tro objeto y que, no obstante, le concierne.
El “regreso al propósito" [redidis ad propositw n],ñ p o r el

126

i!
tam bién con cierto encanto, regresam os al discurso pro-
Imosto desde aquel lugar al que nos habíam os desviado.
Mago merced de los ejemplos, pues se tratan en su contexto.

[62]
DE LA COMPOSICIÓN

E n lo que toca a la doctrina del ornato 1 nos falta hablar de la


“composición” [compositio ],2 que es la estructura verbal idónea
encam inada a lograr la dignidad del discurso.
Se la distingue en las tres cosas siguientes, a saber: la “liga­
zón" [iunctura], el "período" [jmiodus] y el “ritm o” [numeras],

[63]
DE LA LIGAZÓN

La “ligazón” [iunctura]'1 se evalúa por la conjunción de le­


tras, sílabas y voces.
E n el concurso de letras hay que velar porque, de su mezcla,
no se origine un discurso con hiatos y grosero p o r el frecuente
encuentro de vocales :2 com o "adquirir algo con ansia y luego
privarse de lo adquirido es propio de un ánim o avaro" [reni
anxie adipisci atque adepta egere, avari anim i &s/].3 Ni sea abrup­
to por la dificultad que supone el encuentro de consonantes ,4
como "el rey Jerjes" [rex Xerses].5
Así pues, una mezcla en serie de vocales y consonantes alter­
nativam ente en la apertura y cierre de los vocablos proporciona
un discurso muelle y fluido, como el “de cuya boca m anaba un
discurso m ás dulce que la miel ” .6
Hay que guardarse, además, de frecuentar el uso de pala­
bras en las que se repita la m ism a vocal o consonante ,7 como
aquello de:
O tú, Tito Tacio, tantas tristezas, tirano, te atrajiste.*
Y de repetir la últim a sílaba de la voz precedente al principio
de la siguiente ,9 como:
¡Oh R om a afortunada, nacida \fortim a (a tim a ta n ñ en mi consulado!10

127
Razón p o r la cual Juvenal señala que los poem as de Cicerón
son risibles .11
Y de que la últim a sílaba de la palabra anterior y la prim era
de la posterior den lugar a algún nom bre deshonesto ,12 como se
hace notar de aquel pasaje de Virgilio:
[...] los cam pam entos dorios fDórica castr a V 3

Por ello los latinos prefirieron decir nobiscuin a cum nobis.u


En lo que atañe a los vocablos, los m onosílabos frecuentes
generan un discurso entrecortado, y los sesquipedales lo hacen
lento y penoso. No debemos, por tanto, ni densificar aquéllos ni
prolongar el uso de éstos, sino que es preciso que se mezclen
entre sí y con otros de m ediana duración.

[64]
DEL PERÍODO 1

Especialm ente p o r este apartado se distingue el diserto del


inexperto en el decir: pues el ignorante extiende cuanto puede
su confuso discurso, y lo que dice viene determ inado por sus
pulm ones y su aliento, mas no por el arte. El diserto, en cam ­
bio, enlaza el pensam iento con las palabras en form a tal que lo
abarca dentro de un lim itado núm ero de ellas. Por ello el dis­
curso de aquél es infinito, incierto e indeciso, y, en cambio, el
de éste discurre dentro de unos contornos bien definidos, pun­
tualm ente salpicado por sus pausas para la respiración y sus
intervalos, y finaliza cerrando un período circular.
Y en lo que toca a este asunto, son tres las form as discursi­
vas: una, según decimos, por incisos, otra por m iem bros y otra
p or períodos .2
Desarrollamos un discurso p o r incisos 3 cuando lo dividimos
en partes m uy m enudas: lo que resulta apropiado cuando se
amplifica, como "el arte es largo, la vida breve ,4 la experiencia
engañosa, la ocasión es lo prim ero, el juicio difícil, el experi­
m ento peligroso"; así, aquel pasaje de In Pisoné ni: "Cuando es­
tabas destruyendo al Senado, vendías la autoridad de este or­
den, adjudicabas a u n tribuno de la plebe tu consulado, ponías
patas arriba la república, traicionabas mi derecho de ciudada­
nía y m i vida al único precio de una provincia ".5

128
En Pro Archia: “Estos estudios suponen un estím ulo para la
juventud, un goce para la vejez, adornan los m om entos buenos,
proporcionan refugio y solaz en la adversidad, deleitan en casa,
no estorban fuera, con nosotros pernoctan y perm anecen, de
viaje o en el cam po ".6
Hablam os por m iem bros 7 cuando el discurso se detiene en
cada uno de ellos; lo que contribuye m uchísim o a la narración ,8
como "la ciudad de Rom a estuvo al principio en m anos de los
reyes; Lucio Bruto instituyó la república y el consulado, las dic­
taduras se asum ían por tiem po lim itado ”.9 Cicerón, en las Epis-
tulae: “A mis restantes miserias se ha añadido el dolor por la
salud de Dolabella y Tulia. E n todas las cosas no sé en absoluto
ni qué decisión tom ar ni qué hacer. Cuida, por favor, tu salud y
la de Tulia " .10
Hablamos, por último, p o r períodos cuando el discurso se
encuentra como encerrado en un círculo, y el pensam iento no
adm ite tregua m ás que una vez perfecto y acabado.
Consta el período de dos partes, a saber: "prótasis" y "apó-
dosis ” .11
Así, en el exordio del Pro Milone se establece la prótasis:
"Aunque m e temo, jueces, que sea cosa vergonzosa el com en­
zar a hablar en pro de un hom bre m uy esforzado y no esté
bien que, m ientras el m ism o T. Annio está m ás preocupado
p or la salvación de la república que por la suya propia, no
pueda yo ofrecer una pareja m agnanim idad en la defensa de
su causa, no obstante esta nueva form a de los nuevos juicios
aterroriza unos ojos —los m íos— que, doquiera que miran,
van buscando la antigua práctica forense y el ancestral proce­
dim iento en los ju icio s '.12
El m odo m ás ajustado de un período es, sin embargo, el
que consta de u n núm ero de cuatro m iem bros , 13 período éste
del que se propone un com pletísimo m odelo en el exordio del
Pro Caecina, cuyos dos prim eros m iem bros abarcan la prótasis
del período y los dos posteriores la apódosis, y todos estos cua­
tro m iem bros se corresponden con adm irable arm onía: "Si
cuanto puede la audacia en el cam po y los lugares desiertos,
otro tanto valiese la im pudencia en el foro y en los juicios,
A. Caecina no cedería m enos en esta causa ante la im pudencia
de Sexto Ebucio de lo que entonces cedió ante su audacia al
o brar con violencia ”.14

129
En los períodos trim em bres, en cambio, si el últim o m iem ­
bro, en que consiste la apódosis, es m ás breve, el discurso se
to m a m ás cortante. E n Pro Milone: "Si los dioses inm ortales no
lo hubiesen im pulsado a aquella idea de intentar m atar, siendo
un afeminado, al m ás valiente de los hom bres, hoy no tendríais
ninguna república ".15 Y si es m ás prolongado da lugar a u n dis­
curso grave. En Pro Marceño: “Pues tan gran esplendor hay en
el verdadero elogio, tan ta dignidad en la grandeza de ánim o y
de pensam iento, que éstos parecen ser dones de la virtud y los
demás, préstam os de la fortuna " .16
Las fuentes para generar y dilatar el período son las circuns­
tancias adjuntas, superlativos, relativos, partículas copulativas o
disyuntivas y subordinantes.

[65]
DEL RITMO

El ritm o oratorio’ es definido p o r Aristóteles 2 como cierto


ritm o ni exquisito ni canoro, al m odo de los poem as e himnos,
sino que, siendo disimulado y latente, se percibe, no obstante, y
concluye con agradable final. Ilustrem os tal definición con un
ejemplo: inconm ensurable ha sido este discurso de Carbón, en el
transcurso de la reunión que m antenía, tan grato a los oídos del
auditorio que lo siguió el m urm ullo de toda la asamblea: “La
tem eridad del hijo ha confirmado el sabio dicho del padre ".3
Es ésta u n a oración arrítm ica, m as con una cadencia muy
agradable y m anteniendo las m ism as palabras Carbón pronun­
ció esta oración ante la asamblea: “El sabio dicho del padre
confirmó la tem eridad del hijo ".4
El ritmo, pues, tiene en cuenta la cantidad 5 y el núm ero de
sílabas, que en los incisos de los m iem bros, y un tanto más
cuidadosam ente en las cláusulas de los períodos, restringim os a
tres o com o m ínim o dos pies. Yo sería de la opinión de que la
causa principal del ritmo, aunque no la única, es la cantidad de
las sílabas. Pues tam bién aportan m ucho a un discurso rítmico
¡a eufonía y el sonido de las letras en las sílabas, y el ritm o de
las sílabas en las palabras.
De entre las vocales ,6 la "A" es la m ás sonora:

130
[...] el clamor llega a los altos
atrios [ad alta atrio].7
[...] alLos ornatos para futuras escenas.s
Le siguen en sonoridad la “E ” y la "O”:
[...] a lo lejos con bronce canoro.y
La 'T es débil:
Entonces son pingües los corderos y suavísimos los vinos.10
La “U" ulula:
[...] con femíneo ulular."
De las semivocales la "F" es fluida, de donde deriva tam bién
el propio verbo “fluir".
La “M" es horrísona y m ugiente; la "N” tintineante y grata;
la "R" áspera; por estas razones la lengua griega aventaja a la
latina en agrado: pues lo que los latinos term inan en “M" lo
finalizan los griegos en “N”; y no se frecuenta tanto entre ellos
el uso de la “R", porque torna áspero el discurso:
Sigue el clamor de los hombres y la estridencia de las jarcias.12
La "S” es sibilante:
[...] los muy estridentes Austros.13
La "X" es desigual.
La “Z” es suave, y en ella abundaban los delicados persas.
Las sílabas breves insuflan rapidez al discurso:
Mas huye mientras tanto, huye irreparable el tiempo.14
En cam bio las sílabas largas lo ralentizan:
O de la dúctil plata moldean pulidas grebas.15
Las palabras largas lo retardan y dificultan:
Giramos los cabos de las veladas entenas.16
Si se cierra el discurso con monosílabos, éste se hace humilde:
Parirán los montes, nacerá un ridículo ratón [;»¡/s].17
O decadente:
[...] cae al suelo el toro [bos\.18

131
Y también:
[...] se precipita desde el Océano la noche [nox].19
O vehemente, como: "¿Qué m uerte puede inferirse a un insi­
dioso o a un ladrón que sea injusta ?".20
Cuando son polisílabos los que cierran el discurso, lo hacen
grandioso y grave:
[...] gran vástago de Júpiter.21
Podría uno pensar que todos los pies cierran perfectam ente
una sentencia, con sólo ofrecer u n ritm o digno de las cosas.
Y tam bién en los comienzos se tiene algo en cuenta el ritmo,
por lo que es más correcto que los discursos graves comiencen
por una larga. El em pezar los principios por una larga es algo
que Aristóteles22 y Quintiliano 23 enseñan y Cicerón cumple este
precepto ,24 com enzando casi siem pre la oración las partículas
etsi, quamquam, quamvis, m ejor que con la partícula licet. Yo
pienso que esto tan sólo es verdadero cuando, como m uchas
veces sucede, los principios son apacibles. En cambio en los im ­
petuosos la naturaleza nos lleva a com enzar por una breve:
"¿Hasta cuándo, Catilina, abusarás de nuestra paciencia, etc .?” .25
Por ello en tales ocasiones es apto el yambo, pues comienza por
una breve y acaba en larga, y p o r ello con toda razón...
[...] la rabia armó a Arquíloco con el yambo, propio de él.26
Para los sosegados, por el contrario, es m ás apto el troqueo,
que com ienza p or una larga y acaba en u n a breve, tal como la
naturaleza del discurso com ún nos lleva a em pezar apacible­
mente e ir acelerando a m edida que progresa el discurso.
En cuanto a los pies prohibidos en el discurso en prosa y
especialmente en las cláusulas, son aquellos con los que se cie­
rran el hexám etro heroico, el elegiaco, el asclepiadeo: aunque
de vez en cuando, de form a involuntaria e inadvertida, se les
pase por alto a los oradores ,27 com o aquel pasaje de Cicerón:
"Los dolores procedentes de aquella fuente ",28 lo que a tal res­
pecto hace n o tar Fabio [Quintiliano ].29 Y hay que guardarse de
em pezar los discursos p o r versos dem asiado notorios, como ad­
vierten algunos en Tácito, y observan que com enzó los Armales
por un verso hexámetro: "La ciudad de R om a estuvo al princi­
pio en m anos de los reyes ".30

132
La parte central de m iem bros y períodos no es objeto de tan
escrupulosa atención. Mas num erosos escritores observan lo si­
guiente: que el discurso, cuando sea im petuoso, avance, rápida­
m ente con sílabas breves, y evolucione, en cambio, con sílabas
largas cuando sea grave.
Tal com o Virgilio en los ritm os poéticos frecuenta el uso de
los dáctilos cuando quiere expresar algo fogoso y vivaz.
Pero huye entretanto, huye irreparable el tiempo.31

Y en otro lugar:
[...] si no acude en su ayuda la huida...32
... huye al mom ento, más veloz que el E uro.33

Para expresar la tardanza y la dificultad emplea con fre­


cuencia espondeos:
0 de la dúctil plata m oldean pulidas grebas...34

Asimismo:
Ellos alternativam ente levantan los brazos con gran fuerza.35

El yam bo es apto para situaciones ásperas, siendo así que


tal pie consta de dos sílabas, de las que la anterior tiene tesis
breve y la posterior larga; se acom oda bien a una naturaleza
irritada. Y p or eso afirm a Horacio:
La rabia arm ó a Arquíloco con el yambo, propio de él.36

Hay que velar no obstante, m ientras atendem os al ritmo,


p or 110 trastocar las palabras en form a tal que parezca un hecho
artificioso ,37 ni em plear palabras superfluas, com o puntales
contra el derrum be.
Hay que cuidar, por último, de que varíen los m iem bros con
los incisos, y entre éstos los períodos; y de no cerrar siem pre la
sentencia con el mismo pie, razón ésta por la que se censura a
Cicerón, p or deleitarse con tan ta frecuencia con aquella cláusu­
la de esse videatur.3S

133
[ 66 ]
DE LAS FORMAS DEL DECIR

De todos estos preceptos sobre la elocución se conform an


tres caracteres o figuras del decir, a los que, como si de sus
géneros se tratase, se rem iten todos los estilos peculiares.
Tales prototipos son tres: el magnífico o sublim e [magnifi­
cus seu sublimisi, el hum ilde o atenuado [hit m i lis sen attenua-
tus] y el tem plado o m edio [temperatus seu m ediocris]x
El tipo sublim e tiene lugar en argum entos de gran im por­
tancia, cuales son los que versan sobre el Estado. Las senten­
cias sublimes, nuevas, raras, adm irables procuran m agnificen­
cia al discurso; sus palabras son conexas, siem pre que no re­
sulten insólitas; poéticas, con tal de que no se alejen m ucho del
sentido común; antiguas, a condición de que no se haya produ­
cido su m uerte y su funeral; la translación de los tropos; de las
figuras de dicción, ias repeticiones retóricas, las disyunciones
en una m ism a cosa, las conjunciones en cosas diversas; de las
figuras de pensam iento, todas las que engendran la am plifica­
ción y suscitan vehem entes m ovim ientos del ánimo. El lengua­
je, aquel que m ude inm ediatam ente el habla habitual y no sepa
a sintaxis plana y simple. Todos los géneros de amplificación.
La composición, p or últim o, ni descuidada en exceso ni en ex­
ceso cuidada; la ligazón m ás áspera que suave, m ás sonora que
lánguida; el ritm o m odulado por los dáctilos; el período m ás
largo de lo justo.
Esta form a tiene su lugar en las causas públicas y en las más
grandes asambleas.
A la forma magnífica se le opone la am pulosa [tumida], que
a veces es tam bién fría, y en la que incurren los escritores que
de las cosas m ás nim ias hacen u n a tragedia. Y además, si con­
ciben pensam ientos dem asiado hiperbólicos, y si usan voces
nuevas o construidas al m odo ditiràm bico, si profieren duras
m etáforas y, finalmente, si se preocupan en exceso por el ritmo,
da la im presión de que com ponen versos.
La form a hum ilde es aquella que rebaja el discurso hasta el
m ás constante y habitual uso del lenguaje. Y tiene su lugar en
los asuntos privados.
Sus sentencias serán naturales; las palabras, las de uso habi­
tual, m as em pleadas selectivamente, de m odo que haya tam ­

134
bién elegancia en ellas; su composición gusta ele una ligazón
laxa de los m iem bros m ás que de los períodos, y en éstos ni de
los dem asiado prolongados ni de excesivos circunloquios. El rit­
mo, totalm ente disimulado.
A la form a tenue se opone la árida [añila], seca [sicca] o
m agra [ieiuna].
Adolecen de este vicio quienes conform an las cosas grandes
a módulos pequeños, o expresan en sus sentencias menos de lo
que las cosas reclaman, si em plean palabras inferiores a la dig­
nidad de las cosas tratadas o si usan una puntuación excesiva
en la composición.
La form a del decir tem plada o m edia es aquella otra que
participa de las dos anteriores.
Tiene su lugar en las cosas am enas o floridas.
Busca las sentencias que anteponen el ornato a la gravedad;
todas las proporciones verbales y las figuras de pensam iento que
hacen grata la composición y el más armonioso de los ritmos.
A esta form a se opone la fluctuante y descuidada [jluctuans
et dissohita], p o r la que, m ientras se rehuye el carácter árido, se
alza en exceso, o, m ientras se trata de evitar el inflado y am pu­
loso, cae por los suelos.
La form a magnífica tiene su lugar en los debates m ás seña­
lados; la tem plada en los panegíricos y dem ás loas; la humilde
en las narraciones privadas, epístolas y diálogos .2

[67]
DE LA MEMORIA Y LA PRONUNCIACIÓN

No es éste el lugar para facilitar los preceptos acerca de la


m em oria [memoria]'} pues ésta es una facultad innata que se
conserva y aum enta por el uso, y si algún arte le es propio —que
no lo creo— se trata de aquel que se llama "mnemotecnia ”.2
La actuación [actio],3 p o r otra parte, que es una suerte de
elocuencia corporal, aunque tanto confiere al bien decir que
Demóstenes la enunció entre las prim eras ,4 se funda m ás en la
naturaleza y en la im itación que en precepto alguno.

135
NOTAS DEL TRADUCTOR

ABREVIATURAS DE LAS OBRAS


CITADAS CON MAYOR FRECUENCIA

Beristáin, H.: Helena Beristáin: Diccionario de Retórica y


Diccionario... Poética. Ed. Porrúa S.A. 2.a ed. México, 1988.

Calboli Consulti Fortunatiani. Ars Rhetorica.


Montefusco: Introduzione, edizione critica, traduzione
Consulti... italiana e commento a cura di Lucia Calboli
Montefusco. Pàtron editore. Bologna, 1979.

Calboli Lucia Calboli Montefusco: E xordium


Montefusco: Narratio Epilogus. Studi sulla teoria retorica
Exordium ... greca e rom ana delle parti del discorso.
Editrice CLUEB. Università degli Studi di
Bologna. Bologna, 1988.
Calboli Lucia Calboli Montefusco: La dottrina degli
Montefusco: “sta tu s" nella retorica greca e rom ana. Ed.
La dottrina... Olms-Weidmann. Hildesheim, 1986.

Cicerón: Cicerón: La invención retórìca. Introducción,


La invención traducción y notas de Salvador Núñez.
retórica B.C.G. Ed. Gredos S.A.. Madrid, 1997,

Cousin, J.: Jean Cousin: Études su r Q uintilien. Ed. BRG.


Études... P. Schippers N.V. - Amsterdam, 1967.

Crifò, G.: Giam battista Vico: In stitutiones oratoriae.


Testo critico, versione e commento di
Giuliano Crifò. Ed. Istituto Suor Orsola
Benincasa. Napoli, 1989.

Kennedy, G.: George Kennedy: The Art o f persuasión in


The Art o f Greece. Ed. Princeton University Press.
persuasion... Princeton, New Jersey, 1963.

137
Kennedy, G.: George Kennedy: The Art o f Rhetoric in the
The Art o f R om an World. 30Ü B.C.-A.D. 300. Ed.
Rhetoric ... Princeton University Press. Princeton, New
Jersey, 1972.

Lausberg, H.: Heinrich Lausberg: M anual de Retórica


M anual... literaria. Ed. Gredos S.A. Madrid, 4.a reimp,
(1999) de la 1.a ed. (1966). Traducción del
alemán: H andbuch der literarischen Rhetorik.
Eine Grundlegung der Literaturwissenschaft.
Max Hueber Verlag. München, 1960.
Lecman, A.D,: Anton D. Leeman: Orationis ratio. Teoria e
Orationis... pratica stilistica degli oratori, storici e filosofi
latini. Ed. lì Mulino. Bologna, 1974. Tit.
orig.: Orationis ratio. The Stylistic Theories
and Practice o f the R om an Orators H istorians
and Philosophers. Adolf M. Hakkert
Publisher. Amsterdam, 1963.
Martin, J.: Josef Martin: Antike Rhetorik. Technik und
Antike... Methode. Handbuch der
Altertumswissenschaft II.3. Verlag C. H.
Beck. München, 1974.

Retórica a Retòrica a Herenio. Introducción, traducción


Herenio y notas de Salvador Núñez. B.C.G. Ed.
Gredos S.A. Madrid, 1997.
Smith, R.W.: Robert W. Smith: The Art o f Rhetoric in
The Art... Alexandria . Its Theory a n d Practice in the
A ncient World. Ed. Martinus Nijhoff. The
Hague, Netherlands, 1974.

Vico: SN Giam battista Vico: Scienza N uova (1744).

Vico: DAIS Giam battista Vico: Sobre la revelación de la


antiquísim a sabiduría de los italianos. V.
infra: Obras...

Vico: De nostri Giam battista Vico: Del m étodo de estudios de


nuestro tiem po. V. infra: Obras ...

Vico: Obras... Giam battista Vico: Obras. Oraciones


inaugurales. La antiquísim a sabiduría de los
italianos. Ed. Anthropos. Barcelona, 2002.

Volkmann, R.: Richard Volkmann: Die Rhetorik der Griechen


Die Rhetorik... u n d R öm er in System atischer Übersicht. Ed.
G. Olms. Hildesheim, 1963.

138
m
1. < gr.' fcéco: “fluir", "manar", "correr". Cf. Alcuino: D isputaíio de
rhctorica, 3: Unde dicta est rhetorica? Apa tou retoreuein, id est copia
¡ocutionis. Quintiliano: Instit.. orat., II, 14, 1 ss.
2. Cf. A. Marcelino: H istoriae, X X X , 4, 10: [...] eloquentiam inanis
(¡uciedam im ita tu r fluentia loquendi.
3. Como, no obstante, se la tradujo con b astan te frecuencia (v.
Kennedy, Cf.: The Arí o f Rhetoric..., p. 7) y a la que la asimila Cicerón: De
inventione, I, 6: artificiosa etoquenlia, quam rhetoricam vocant [...].
Y Quintiliano: Instit. orat., II, 14, 2: [...] rhetorice talis est qualis eloquentia
[....]. El propio Vico las identifica, al inicio del capítulo siguiente [2].
Acerca de su origen, v. Cicerón: De inventione, l, 2; De oratore, I, 32, 146.
Quintiliano: Instit. orat., III, 2, 1 ss.
4. No existe tal relación etimológica de facundia con facere, como
apunta Vico, sino con fari ("decir", "hablar”); v. M artin, F.: Les m ots
¡atins. Librairie H achcttc, París, 1978, pp. 85-86.
5. Cf. nuestra versión de Sobre la revelación de la antiq u ísim a sabidu­
ría... [en adelante ZM/S], cap. VII § I (De la facultad), en Vico, G.: Obras...
(op. cit.), p. 177 —a la que, salvo expresa mención en sentido contrario,
corresponden los diversos pasajes citados de la obra latina viquiana a lo
largo del presente volumen—: "Facultas se pronunciaba como si fuese
faculitas, de donde posteriorm ente facilitas ["facilidad"], como si se tra­
tase de una habilidad expedita y pronta para actuar. Así pues, la facili­
dad es aquella m ediante la que la potencia es llevada al acto. El alma es
potencia; la visión, un acto; el sentido de la vista, una facultad [...]”.
6. Frente a la oración "plena" a que se alude en Del m étodo de estu ­
dios... [en adelante De nostri ] III, p. 83: "De donde surge aquella sum a y
rara virtud de la oración por la que se llama plena a la que no deja nada
intacto, nada sin aducir, nada que desear a los oyentes [...]", y haciendo
bueno el aserto de Cicerón ( Tópica , 33): [...] non est vitio su m in re in fin i­
ta praetermittere aliquid.
7. Griego.
8. Cf. Cicerón: Orator, XIX, 61: Sed iam illiusperfecti oratoris et sum m ae
eloquentiae sp ecies exp rim en d a est. Q uem hoc u n o excellere [id est
oratione], celera in eo latere indicat nom en ipsum ; non enim inventor a u t
com positor aut actor qui haec co m plexus est om nia, sed et Graece ab
eloquendo rhetoret Latine eloquens dictus est; ceterarum enim rerum quae
su n t in oratore partem aliquam sibi quisque vindicat, dicendi autem , id
est eloquendi, m a xim a vis soli h u ic conceditur. V. Calboli Montefusco:
Consulti..., pp. 251 ss. Lausberg, H.: M anual..., §§ 1.243-1.244.
9. De hecho la retórica (en latín ars) era en griego (té^vr)) priTOpiKT),
según acuña Platón: Phaedrus, 261a (Mas v. Kennedy, G.: The Art o f
Persuasión..., pp. 16 ss.). Un ars, el ars dicendi, basado en m ulto labore,
ad sid u o stu d io , varia exercitatione, p lu r im is experim entis, a ltissim a
prudentia, praesentissim o consilio (Quintiliano: Instit. orat., II, 13, 15).
Con todo, no faltan aquellos —como afirma Platón en el Gorgias, 462c, o
Antonio en el De oratore de Cicerón, II, 57, 232 (v. Quintiliano: Instit.

139
o ra l, II, 15, 24 y II, 17, 5 respectivamente)— para quienes la retórica es
más bien una práctica que un arte, tesis que Quintiliano se encarga de
desmontar con sus argumentaciones en Instit, orat., II, 17, 1 ss. V. Lausberg,
H.: Manual..., §§ 1-8.
10. "Hemos enum erado, como suplicios de la corrupta naturaleza hu­
mana, lo infacundo de su lengua, las opiniones de su m ente y los vicios de
su ánimo. Por ende, sus dotes, ya enmendada, son la elocuencia, la cien­
cia y la virtud: que son como tres puntos que describe en su giro el orbe
entero de las artes y las ciencias. En efecto, en estas tres muy preclaras
cosas está contenida la sabiduría: saber con seguridad, obrar rectam en­
te, hablar de form a adecuada [...]", dice Vico en Oración inaugural VI.
11. Magnífica descripción del perfecto o rador en Plinio el Joven:
Epistulae, II, 3, 1 ss,, tom ando el modelo de Iseo, contem poráneo suyo.
Cf. Cicerón: Orator, XIX, 61 ss; De oratore, III, 21, 81 ss. Quintiliano:
Instit. orat., Proem ., 9 ss. V. Cousin, J.: É tudes..., pp. 11 ss.
12. El vir bon u s dicendi p e ñ tu s, de Catón a Quintiliano.
13. La voz "audire” y otras em parentadas etim ológicam ente con ella
se usan muy a m enudo para significar a los alum nos en una clase m a­
gistral. Así: a) En Sobre la m ente heroica constituye el contrapunto de
los profesores: "Excelencia de los oyentes... y de los profesores”, "eleva­
das funciones académ icas de los oyentes... y de los profesores”... El uso
de la locución “funciones académicas" nos pone sobre aviso de que no
se dirige a cualquier asistente a una conferencia o discurso, sino a las
partes im plicadas en el m encionado proceso, esto es: alum nos y profe­
sores. Así utiliza en esta m isma obra la locución “tem p u s a u d ien d i ” como
"tiempo dedicado al aprendizaje”, b) En las Oraciones inaugurales (sal­
vo en la VI, donde no em plea el térm ino), forjadas para alentar y esti­
m ular al estudio a la juventud, reiteradam ente se dirige a ésta —los
alumnos— con el vocablo "oyentes", c) La función propia del alum no es
la de oír; así, en la Oratio inauguralis IV, los alum nos “oyen a sus profe­
sores estremeciéndose y ateridos de frío". Asimismo, en De nostri... afir­
ma, hablando de los pitagóricos, que "guardaban silencio durante todo
un quinquenio, tiempo éste durante el cual propugnaban lo oído con el
solo testim onio de su m aestro — ipse d ix it’—, y generalm ente la función
propia de los aprendices de la filosofía era la de oír: de donde, con apro­
piado vocablo, eran llamados 'oyentes'".
Trataríase, pues, de lecciones magistrales durante las cuales la fun­
ción del alum no es la de atender (“oír"), cotejando m ás tarde, como
postula Vico en el desarrollo del Sum ario, el aprendizaje así obtenido
en las diversas disciplinas entre sí y con las propias lecturas de obras
originales y com entarios a las mismas.
14. Frente a lo m anifestado en De nostri, VIL A propósito de ello
señalábam os en Vico, G.: Obras... (op. cit.), nota 124 a De n o stri: "La
re la c ió n e n tre el Liceo y D em ó sten e s —que lo h a c e o y en te de
Aristóteles— se debe, probablem ente, a un lapsus viquiano, siendo así
que las referencias de las Biografías de los oradores del Pseudo-Plutarco,
las Ile p i Tfjq AruioaQévoix; Xé^ecoq y 'ET tiato^rt rcpót; 'Ap.p.cuov de
Dionisio de H alicarnaso, la biografía de Demóstenes debida a Plutarco,

140
y, sobre todo, el Orator, 15 y el B ru tu s, 121 ciceronianos expresan que
leyó con entusiasm o e incluso oyó a Platón' (Lesky, A.: H istoria de la
!itaratura griega), lo que lo hace discípulo de Platón, no de Aristóteles".
V. asimism o Tácito: D ialogus de ora to rib u s, 32.
15. Resulta recurrente, casi tópico, el perm anente paralelism o traza­
do por Vico entre Demóstenes y Cicerón, que podem os hallar, am én de
aquí, en el pasaje anterio rm en te citado (De n o stri, VII), en O ratio
inauguralis III (passim , rem ontándose ya a Longino en Пер! ü\|/OD<;,
XII, 4), en D AIS, cap. VII § V, etc.
16. Hecho del que algunos responsabilizan a Sócrates. Cf. Cicerón:
De inventione, II, 6 ss.; De oratore, III, 19, 72; 35, 142; y, especialmente,
15, 56 ss. Quintiliano: Instit. orat., I, Proem. 13 ss. V. Kennedy, G.: The
Art o f Persuasión..., pp. 78-79 (Platón: Phaedrus), 83-84 (Aristóteles),
321-330 (helenística); The Art o f R h etoric..., pp. 557-558 y 584-585.
Belardi, W.: Filosofìa, gram m atica e retorica nel pensiero a n tico , Edizioni
dcll’Ateneo, Roma, 1985. González Bedoya, J.: Tratado histórico de retò­
rica filosófica, Ed. Nájera, Madrid, 1990. Lausberg, H.: M anual..., § 36.
Lévy, С. у Pernot, L.: Dire Vevidence (Philosophie et rhétorique antigües),
Ed. L’H arm attan, Paris, 1997. Perelm an у Olbrechts-Tyteca: Retorica e
filosofia, Ed. De Donato, Bari, 1979.
17. Se insiste reiteradamente, a lo largo de toda la literatura clásica,
en la necesidad de reintegrar los estudios de la sabiduría (filosofía) a los
de la elocuencia, dado lo perniciosa que resulta ésta sin aquélla (V.A. de
Brescia: De amore et dilectione Dei, III, 8 у Salustio: Bellum Catilinae, 5).
Véase, de G. Vico, el discurso ante la Accademia degli Oziosi (1737): [Las
Academias y las relaciones entre la Filosofía y la Elocuencia'], trad. del ita­
liano por José M. Sevilla, e n Cuadernos sobre Vico, 7-8, 1997, pp. 473-477.
Cf. A. Gelio; N octes Atticae, I, 15, 18 ss. Cicerón: De inventione, I, 1; De
oratore, I, 18, 83; Orator, III, 11 ss. Philippicae, II, 5, 11. Y el propio Vico,
G.: Oración inaugural VI: "[...] que una a los estudios de la sabiduría los
de la elocuencia". Es ésta también la tesis de Cármadas en De oratore, I,
18, 84: Charmadas [...] significabat, eos, qui rhetores nom inarentur et qui
dicendi praecepta traderent, n ihil piane tenere ñeque posse q u em q u a m
facultatem adsequi dicendi, nisi qui philosophorum inventa didicisset. Pre­
cisamente la condena de Platón en el Gorgias (454e) deriva del entendi­
miento de la Retórica como aquella persuasión que conduce a una creen­
cia carente de ciencia. Contrástese, en cambio, con la opinión de Antonio
en Cicerón: De oratore, I, 51, 219-233 acerca de la disparidad de condicio­
nes, formación y fines entre el orador y el filósofo.
18. En tal sentido, dice Quintiliano de Isócrates (In stit. orat., XII, 10,
22): [...] at eius schola principes oratorum dedit; y A n vero clarissim us ille
praeceptor Isócrates, q uem non m agis libri bene dixisse q u a m discipuli
bene docuisse testantu r [...]? (ib id em , II, 8, 11).
19. Cf. Ad H erennium , III, 20 ss. Cicerón: B ru tu s, XC, 310.
20. Reputadas como útilísimas por Quintiliano (In stit orat., II, 10, 1
ss.), las que se refieren a época postclásica son probablemente similares
a las apuntadas por él como ejercicio escolar (Ibidem., I, 2, 23; II, 1, 2 y 5,
6; IV, 2, 28-30; o las propuestas en II, 10, 1 ss., V, 12, 17...) y tal vez a las

141
Declamationes atribuidas al propio Quintiliano. Cf. al respecto A. Gelio:
Noctes Atticae, XV, 1. Séneca (rétor): Controversine, I, 12 y IH, 11. Tàcito:
D ialogas de oratoribus, 31: H oc sibi illi vetares persuaserant, ad hoc
efjìciendum intellegebant opus esse, non ut in rhetorum scholis declamarent,
nec u t ficlis nec ulto m odo ad veritatem accedentibus controversiis linguam
m odo et vocem exercerent [...] Únase a ello el hecho de que, ya desde épo­
ca helenística, la retórica política ha dejado de serlo — la 7tóX,tq ya no
existe, y es precisam ente en época de grandes crisis políticas cuando se
hace patente la m ejor oratoria (Tácito: Dialogas de oratoribus, 36 y 40-
41)— para transform arse en retórica escolar, con lo que —al decir de
Cicerón {De oratore, II, 83, 338)— la elocuencia deja de existir, pues no se
puede ser elocuente sin auditorio. V. Cousin, J.: É tudes..., pp. 127 ss.
Kennedy, G.: TheA rt ofpersuasión..., pp. 22, 271=272; The Ari ofRhetoric...,
pp. 91-96, 310-337, 560-561. Leeman, À.D.: Orationis..., pp. 314 ss. y 398
ss. Smith, R. W.: TheA rt..., pp. 114-115, 120-121.
21. Terencio: E u n u c h u s, 1.011: at etiam prim o callidum et d isertum
credidi h om inem .
22. Cf. Cicerón: Orator, XXI, 69: Erit igitur eloquens— h u n c e n im auctore
A m onio quaerim us -— is qui in foro causisque civilibus ita dicet, u t probei,
ul delectet, u t flectat. Probare necessitatis est, delectare suavitatis, flectere
victoriae: nam id u n u m ex o m n ib u s ad obtinendas causas potest p lu rim u m
[...] E ibidem , XXIX, 100: Sed inventus profecto est ille eloquens, quem
n u m quam vidit A ntonius. Quis est igitur is? Compicciar brevi, disseram
pluribus. Is est enim eloquens, qui et hum illa subtiliter et alta graviter et
mediocrìa temperate potest dicere. N em o is, inquies, u m q u a m fuit. N efuerit.
23. De oratore, I, 21, 94: [...] d iserto s co g n o sse m e n o n n u llo s,
eloquentem a d h u c n e m in e m ; y continua definiendo y diferenciando
disertas de eloquens : q u o d eu m statuebam disertum , qui pos set satis acute
atque dilucide apud m ediocris h o m in es ex c o m m u n i quadam opinione
h o m im im dicere, eloquentem vero, q u i m irabilius et m agnificentius ungere
posset atque ornare quae vellet, o m n isq u e o m n iu m rerum , q uae ad
dicendum pertinerent, fo n tis a n im o ac m em oria contineret. La cita se re­
fiere a un libellus de Antonio precedente. Cicerón, en Orator, V, 18, afir­
ma: Itaque M. A n to n iu s [...] in eo libro quem u n u m reliquit disertos ait se
vidisse m ullos, eloquentem o m n in o nem inem . Cf. Quintiliano: Instit. orat.,
VIII, Proem., 13 y XII, 1, 21.

[ 2]

1. riei0ou<; 8rijito'0pYüc;, en una definición que se hace rem ontar a


Córax y Tisias (Martin, J.: Antike..., p. 2). Ya Aristóteles hacía hincapié en
que la función de la retórica es básicam ente m etodológica antes que
teleologica, vale decir derivada de la puesta en práctica del método en la
forma apropiada y conveniente para la persuasión, independientemente
del resultado final. Así se colige de su definición de tal xéxvri en Rhetorica,
I, 2, 1, 1.355b 25-26: Eaxcü 5f| t| ¡DtixoptKfi Suvapit; 7TE.pl skocctov xou
Gecoprjaai to ' fcvSE%ópevov juQavóv. Cf. también ibidem, I, 1,6, 1.355b

142
10-13: [...] Kcd 6xt ob xó rceicai épyov ainíjí;, écXXá xó I5eív xd ijrcocp-
yovxa m é av á ne.pl éKaaxov, xaflártep K ai £v xaiq áXXcxiQ téxvcac ná~
naiq (ot)Sfe yáp iaxpiKric xó byiá 7ioifjaai, & \ \ á M¿XPl °^> fcvSéxexoa, p£-
/p i xoúxou npoayaYEiv [...’]). Volvemos a tropezam os con esta tesis
aristotélica —incluida la com paración con los médicos, cuya función es
la de curar, esto es, cuidar y no necesariam ente sanar al enfermo, a quien
atiende aunque le resulte imposible devolverle la salud— en fray Diego
Pérez de Valdivia: De Sacra ratione concionandi (Barcelona, 1588), un
tentado sobre predicación, si bien para objetarla en este caso. Cicerón
(i)e inventione, I, 6), basándose en el texto aristotélico, distingue entre
iimción y fin de la retórica, esto es, entre aquello que debe hacerse y el
objeto por el que debe hacerse. Una distinción cuya ausencia podemos
constatar en Ad H erennium , í, 2, donde se afirma: Oratoris officium est de
iis rebus posse dicere, quae res ad u su m civilem m oribus et legibus constitutae
sunt, cum adsensione auditorum , quoad eius fieri poterit. Quintiliano, por
su parte, tras constatar que hay quienes confunden ambas cosas (Instit.
oral., II, 15, 3: H i fere a u t in p e rsu a d en d o a u t in d icen d o apte ad
persuadendum p o situ m orandi m u n u s su n t arbitrad), hace que Cicerón
discrimine entre la función del orador y el fin retórico ( ibídem , II, 15, 5-6:
Cicero plu rib u s íocis scripsit o fficiu m oratoris esse dicere adposite ad
persuadendum, in rhetoricis etiam, quos sine dubio ipse non probat, fin em
facit persuadere). Cicerón: De inventione, I, 6 (Civilis quaedam ratio est,
quae m u h is et m agnis ex rebus constat, eius quaedam magna et ampia pars
est artificiosa eloquentia, quam rhetoricam vocant). Quintiliano: Instit. orat.,
II, 15, 1 ss. Mas en la definición de la retórica por éste como ars bene
dicendi (Ibídem , Proem., 6 y II, 15, 34) debió, sin duda, operar en buena
medida la aversión de los estoicos por el concepto de persuasión, del que
disentían absolutamente. V. Bcristáin, H.: Diccionario..., pp. 421 ss. Calboli
Montefusco: Consulti..., pp. 249 ss. Kennedy, G.: The Art o f Persuasión...,
pp. 3 ss. y 34-16. Lausberg, H.: Manual..., §§ 32-33, 1.243-1.244. Martin,
J.: Antike..., pp. 1 ss. Volkmann, R.: Die R hetoñk..., § 1.
2. Faculitas / facilitas: v. supra, [1] nota 5. Quintiliano (ibídem ), que
utiliza el térm ino "vis", da razó n de que m uchos u san "p o ten cia”
[polestas], y algunos otros —como hace aquí Vico— "facultad" [facultas],
sentando el hecho de que con él traduce el griego "8*üvap.t<;”, en un afán
de evitar la ambigüedad.
3. Esto es, sin dificultades, lo que enlaza con el faciliter precedente.
4. Así, v. g., en Quintiliano: Instit. orat., II, 15, 3 (si bien sustituyendo
apposite por apte), e ibídem, II, 15, 5, citando a Cicerón, así como refe­
rencias a Herm ágoras en II, 15, 14. Y en Cicerón: De inventione, I, 6 : De
legibus, I, 62 ("[...] oratione [...] apte ad persuadendum [...]”); De oratore,
I, 31, 138 y 61, 260; y referencias aproxim adas en Tópica. Y Tácito:
Dialogus de oratoribus, 30.
5. Preferimos aquí la versión '‘elocución" a la más literal de "dicción”
(idictione ) por recoger hoy aquélla —frente a ésta—, am én de la distri­
bución de las palabras, tam bién la de los pensamientos en el discurso,
siendo así que Vico acaba de aludir a ambos.
6. Cf. lo sustentado por Aristóteles y Cicerón (supra, nota 1 en este

143
mismo parágrafo) respecto del o ffícium y fin is. Respecto de los officia
oratoris en relación con el docere, movere, delectare, v. Calboli Montefusco:
E xordium ..., pp. 6-8 (Cicerón: Orator, XXI, 69; De optim o genere oratorum ,
I, 3; De oratore, II, 77, 310); Consulti..., pp. 253-256. M artin, J.: A ntike...,
pp. 2, 11-12. Kennedy, G.: The Art o f Persuasión..., pp. 292-293; The Art
o f Rhetoric..., p. 255.
7. Y no es digno de ostentar tal nom bre quien no logra llevar a cabo
su obra de persuasión. De tal parecer es, v. g., Apolodoro (v. Quintiliano:
Instit. orat., II, 15, 12).
8. De lege agraria contra R u llu m . Ley esperada por la plebe desde la
época de los Gracos y a la que Cicerón, en efecto, consigue con sus
dotes de persuasión que ésta se oponga. Mas a costa de sustituir lo ver­
dadero por lo verosímil y de justificar los medios por el fin pretendido,
convenciendo a la plebe —y con ello traicionando sus probables convic­
ciones— de que los funcionarios elegidos para la puesta en práctica de
la ley serían u na suerte de reyes, y valiéndose con ello de la repugnancia
del pueblo rom ano por el nom bre de "rey" (cosa que tam bién hizo m a­
nifiestam ente Salustio en su Bellum Catilinae). El De lege agraria contra
R ullum consta de tres discursos, pronunciados el prim ero ante el Sena­
do y los dos restantes ante el pueblo. V. Guillén, J.: Cicerón. S u época, su
vida y su obra. Ed. Escelicer, S.L. Cádiz 1950, pp. 104-105.
9. Pro Q. Ligario oratio. E n defensa de Ligario, que, acabada la gue­
rra civil, había sido acusado ante César por Tuberón de haber entrega­
do a Pompeyo el gobierno de África. E n esta oratio, dado que al parecer
ya César tenía incluso redactada la condena de Ligario, Cicerón debió
poner todo su em peño (A d fam iliares, VI, 14: Ser. R om ae a. d. v. Kal.
intercal. priores a.u.c. 708. CICERO LIG ARIO: Me scito o m n e m m eu m
laborem, om nem operam, curam , stu d iu m , in lúa salute consum ere [...]),
poniendo en juego —y logrando con ello persuadir a César— sus mejo­
res facultades em otivas (Ad A ttic u m , XIII, 12: Ligarianam praeclare
vendidisti. posthac quicq u id scripsero tibi praeconium deferam ).

[3]

1. Cf., v. g., Cicerón: De o p tim o genere oratorum , I, 3: O p tim u s est


enim orator qui dicendo á nim os a u d ien tiu m et docet el delectat el perm ovet.
Docere debitum est, delectare honorarium , permovere necessariunv, y V,
16: Necesse est tam en oralori q uem q u a erim u s controversias explicare
fo r e n s is d ic e n d i g e n ere a p to a d d o c e n d u m , a d d e le c ta n d u m , a d
p e n n o ven d u m ; B ru tu s, 185 y 276: [...] tria videri esse quae orator efficere
deberet, u t doceret, u t delectaret, u t moveret[...]; Orator, XXI, 69 (v. supra,
[1] nota 22). Y Quintiliano: Instit. orat., II, 21, 1 ss; III, 5, 2: Tria su n t
item quae praestare debeat orator, u t doceat m oveat delecteV, y 3 —por
exclusión —, así como el proem io completo al libro V y el Proemio, 7 del
libro VIII: Oratoris ofjficium docendi m ovendi delectandi partibus condneri,
ex quibus ad docendum expositio et argum entatio, ad m o v en d u m adfectus
pertinerent, quos per o m nem quidem caasam sed m áxim e tam en in ingressu

144
iir fine dominari. N am delectationem, qua m vis in utroque sit eorum , magis
¡tunen proprias in eíocutione partes habere; así como XII, 2, II. V. Calboli
Montefusco: C onsulti ..., pp. 476-479; E xordium ..., pp. 6 ss. Cotisin, J.:
¡■.ludes..., pp. 158 ss. Kennedy, G.: T heA rt ofR hetoric..., p. 207. Lausberg,
i!.: M anual..., §§ 256-257. Leeman, A.D.: O rationis..., p. 272. Martin, J.:
Autike...,pp. 11-12 y 332-333. V. supra, [2] nota 6.
2. Es, en cierta medida, lo reconocido por Gorgias a instancias de
Sócrates (Platón: Gorgias, 452e) y, sobre todo, la tesis de Apolodoro en
Quintiliano: Jnstit. orat., II, 15, 12 —quien, al decir de Quintiliano, con­
fundiría el officium oratoris con el fin ís rhetoricae —: A tqui non m u ltu m
nb hoc fine abesl Apollodorus dicens iudicialis orationis p rim u m et super
om nia esse persuadere iudici et sententiam eius ducere in id quod velit.
Nam et ipse oratorem fort.unae subicit, ut, si non persuaserit, n om en su u m
retiñere non possit.
3. Traza Vico idéntico paralelism o entre aquello que mueve a los sa­
bios y al vulgo en De nostri, VII: “La mente, sin duda, se deja atrap ar por
esas tenues redes de la verdad, mas el ánimo no se deja doblegar y asal­
tar sino por estas corpulentísim as m áquinas. La elocuencia, de hecho,
es la facultad de persuadir al deber: y persuade aquel que induce en el
oyente el ánim o que quiere. Los sabios inducen en sí mismos este áni­
mo con la voluntad, que es placidísima sierva de la mente; por lo que les
basta que les m uestres su deber para que lo cumplan. Mas la m ultitud y
el vulgo se dejan arrastrar y arrebatar por el deseo, y éste es tum ultuoso
y turbulento [...]" (V. Obras..., cit.).
4. Prosigue, pues, la dicotomía: intriga / m aquinaria bélica // la ver­
dad / los afectos // conductas / pasiones // sabios / vulgo.

[4]

1. V. supra, [3] nota 2.


2. Cf. Cicerón: De oratore, II, 10, 41 ss. V. Lausberg, H.: M anual...,
§§ 46 ss.
3. Cf. Cicerón: De oratore, II, 15, 64 ss. Mas v. De in ven tio n e, í, 8,
contra la teoría de H ermágoras de Terrinos.
4. Las quaestiones aquí i'eferidas (“si...", “an...”, "si utrum...", etc.),
nacidas originalm ente como glosas marginales a la lectura (/ectio ) de
los textos como medio explicativo o aclaratorio (expositio), se fueron
independizando desde el siglo XIII y term inaron por constituir un cor­
p u s independiente.
5. Cf. Cicerón: De partitione oratoria, 6; y 61 (Duo sunt, u t initio dixi,
q u a estio n u m genera, q u o ru m alterum fin itu m tem poribus et personis,
causam appello, alterum in fln itu m nullis ñeque personis ñeque tem poribus
no ta tu m propositum voco); De oratore, I, 31, 138; II, 41, 42 y 65; Orator,
XIV, 46 y Topica, 79 ss. Se relaciona con las partes de la cuestión, esto
es, indeterm inada o consu lta d o y determ inada o causa (ibidem , 4). Cf.
tam bién Quintiliano: Instìt. orat., III, 5, 5 ss.: Item convenit quaestiones
esse aut in fin ita s a u t fin ita s. In fin ita e s u n t quae rem otis personis et

145
tem poribus et locis ceterisque sim ilib u s in utram que partem tractantur,
quocl Graeci thesin dicunt, Cicero propositum , alii quaestiones universa­
les civiles, alii quaestiones philosopho convenientis, A thenaeus partem
causae appellat, y VIII, Proem., 8-9. V, Calboli Montefusco: La dottrina...,
pp. 34-35 y 42-50. Cousin, J.: Études..., II, pp. 89 y 145. Kennedy: T heA rt
o f Persuasión..., pp. 305-306. Lausberg, H.: M anual..., §§ 68-77. Martin,
J.; A ntike..., pp. 15-18. Volkmann, R.: Die R hetorik..., § 3.
6. Como puede observarse, existen gradaciones tam bién según la m a­
yor o m enor generalización o especificidad, abstracción o concreción,
dado que una cuestión determ inada podría tornarse en indeterm inada
respecto de una tercera cuestión donde aún cabría m ayor concreción.
7. Preferimos la versión "bienes" para “rerum" en el presente contex­
to (en lugar de la posible de “hecho judicial", "litigio", o "pleito") por
entender que, junto a la retórica —e intraducibie— paronom asia deri­
vada del uso de rerum y reorum , se establece aquí una dicotom ía dere­
cho civil / derecho penal.
8. V. [3]: "[...] veritate tenet [...]", “[...] [sapientes] vera se q u u n tu r quia
vera su n t [...]", "[...] verum est ingratum
9. Punto éste, pues, de confluencia e intersección de la labor del o ra­
dor con la del filósofo. V. Cicerón: De p a rtitio n e oratoria, 106: Ita
disceptationes cae quae in his controversiis o riu n tu r quae s u n t certis
personiset tem poribus n o ta ta efiu n t rursus infm itae detractiset tem poribus
et personis, et rursum ad consultationis fo rm a m rationem que revocantur.
El orador hablará, pues, de toda m ateria, incluidas las tesis, en abierta
oposición a lo que propugnaba ya desde los inicios del De inventione (I,
6). De diversa opinión se declara Aristóteles: Rhetorica, 1.359b: [...] n o U ó
t e ttÍlEío) SeSóoBat Kcti vvv a in f j xóov oíksícov 9ecopr|pám>v- Cf. Cicerón:
De oratore, I, 6, 2; III, 8, 80 y 14, 54; Orator, XIV, 45. Tópica, 81. V. tam ­
bién Quintiliano: Instit. orat., II, 21, 5 y 6, 12 y 13; III, 5, 12 ss. y X, 1, 35
ss. Calboli Montefusco: La dottrina..., pp. 42 ss. Kennedy, G.: The Art o f
Persuasión..., pp. 305-306.
10. Se lam enta por ello Quintiliano (In stit. oral., II, 1, 9) de que este
ám bito de Geaeiq y tópica, dominio de los antiguos rétores, se vea copa­
do en su época por filósofos y gram áticos respectivamente.
11. V., v. g., De legibus, I, 8. Mas el panegírico y la apología por antono­
masia de Pompeyo —lo que más tarde le valió el respaldo de éste en su
aspiración al consulado— en la obra de Cicerón reside en Pro Iege Manilia
o De imperio Cn. Pompei ad Quirites oratio, en apoyo de una proposición
de ley del tribuno de la plebe C. Manilio que otorgaría a Pompeyo pode­
res de excepción. Favorecen la intervención de Cicerón en tal sentido,
am én de su adm iración por Pompeyo —cuya capacidad militar, virtudes
y prestigio pone de realce— y su intento de ganarse el favor de éste, fun­
damentalmente dos factores: el riesgo que para el poder romano supone
un levantamiento en Asia como el que se está gestando y el hecho de que
fuesen los caballeros —quienes tenían generalm ente encom endado el
cobro de los impuestos— los más inmediatam ente afectados por la nega­
tiva de las provincias de Oriente a hacerlos efectivos, y dado que él m is­
mo pertenecía al orden ecuestre. V. Guillén, J.: op. cit., pp. 91-94.

146
12. Francesco D'Andrea (1625*1698), jurista doctorado en Nápoles y
¡orinado en la filosofia atomista, que defendió en su Apología. Ejerció
corno abogado y participó activamente en la vida cultural e intelectual de
la época en el entorno napolitano. Y Gaetano Argento (1661-1730), co­
menzó en Cosenza sus estudios en jurisprudencia y filosofía, que poste­
riormente completó también en Nápoles. En esta ciudad, sus continuos
éxitos en el ejercicio del derecho le proporcionaron cargos de relevancia,
k g., ocuparse de las relaciones del Reino de Nápoles con la Santa Sede,
desempeñar sus funciones como miembro de Sacro Real Consejo... En lo
que respecta a la estructura, en otro orden de cosas, se trata de un quiasmo,
disposición elocutiva a la que tan proclive resulta Vico.
13. A fin de obviar, o paliar al menos, los defectos de que tales discur­
sos adolecen, nace ya desde el siglo XVI toda una preceptística (emi­
nentem ente de índole sacra —desde el Ecclesiastes sive con cio n a to r
cvangelicus de Erasmo al De sacra ratíone concionandi de Valdivia, pa­
sando, tam bién en España, por la Rhetorica Christiana de Valades—,
dirigidos a la form ación de los predicadores y en los que, junto al conte­
nido, se resalta la im portancia de la forma, la expresión y las actitudes
y gestos del orador para atraerse y cautivar al auditorio).
14. Los géneros oratorios, según Aristóteles {.R hetorica , 1.358a ss.),
quien establece la clasificación —deliberativo, judicial y epidíctico o
demostrativo— en función de los diversos tipos de auditorio a los que
puede ir dirigido el discurso, un criterio idéntico al que asume Cicerón
en De partitione oratoria, 10 ss. Cf. PHTOPIKH FÍPOS AAE5ANÁP0N,
1.421b. Cf. tam bién Cicerón: De in ven tio n e, I, 7 (donde reconoce a
Aristóteles como padre de la taxonomía), 12 ss. y 43 ss; e ibidem , II, 12,
76... Y De oratore, I, 31, 141; De partitione oratoria, 10, 69... donde, al
enum erar los géneros de causas, y ya no de discurso, el epidíctico se ve
sustituido por el laudativo; Topica, 91. Quintiliano: ínstit. oral., II (passim ;
especialmente, citando a Aristóteles, 21, 23); III, 3, 14 (donde se habla
de nuevo de "partes de la retórica”); III, 4,1 ss.; VIII, Proem., 6. Y Alcuino:
D isputado de rhetorica, 5. V, Beristáin, H.: Diccionario..., pp. 421-422.
Calboli Montefusco: C onsulti..., pp. 258-260. Kennedy, G.: The Art o f
Persuasión..., pp. 85 ss. Lausberg, H.: M anual..., §§ 59-65. Leeman, A.D.:
O rationis..., pp. 24-26. Martin, J.: Antike..., pp. 9-10,
15. Acerca del tiem po en relación con los géneros, v. Aristóteles:
R hetorica, 1.392a: Sé xtov koivwv xò [lèv oujfeiv olKeióxaxov xou;
émSsiKxiKoíq, c&cntep eìpTytai, xò 8è yeyovòc, xotc; 8ikcxvikoí<; (rcepi xoú
xcúv yccp h KpíaiQ), xò Sè 8-uvaxóv icai éaójxevov xoíq crujxpouX£\m-
KOiq [...].
16. Tal correspondencia —de origen aristotélico, si bien en este caso en
función del auditorio y no ya de la materia— es también la defendida por
Quintiliano; así en Instit , orat., II, 20, 8: N am quid orator in laudando faciet
nisi honestorum et turpium peritus? aut in suadendo nisi utilitate perspecta?
aut in iucliciis si iustitiae sit ignarus? Quid? Mas sin que dicha división, de
carácter más bien metodológico, constituya en modo alguno una separa­
ción rigurosa o taxativa, pues ne iis quidem accesserim, qui laudativam
materiam honestorum, deliberatívam utilium, iudicialem iustorum quaestione

147
coníinerí putant, celen magis ac rutunda usi distributions quam vera. Slant
enim quodam modo m u tu is auxiliis omnia; nam et in laude iustitia utilitasque
tractaturet in consiliis honestas, et raro iudicialem inveneris causam in cuius
non parte aliquid eorum quae supra dixim us reperiatur (Ibidem , III, 4, 16).
17. V. Vico, G.: Oración inaugural II.
18. Y, dentro del género forense, particularm ente en las causas pena­
les: "[...] como con m uchísim a frecuencia acaece en nuestro foro, en las
causas penales, las verdaderam ente oratorias [...]" {De nostri, III, en
Obras...).

[51

1. Cf. De nostri, XV, en Obras...: "Pues ¿qué otra cosa es la elocuencia


sino la sabiduría que habla de forma adornada, copiosa y acomodada al
sentido común?”. V. tam bién Cicerón: Tuse, disp., 1.1, IV, 1, donde m ani­
fiesta que Aristóteles, movido por la gloria de Isócrates, comenzó a “unir
prudencia con elocuencia" (prudentiam c u m eloquentia iungere ); y conti­
núa: hanc enim perfectam philosophiam sem per iudicavi, quae de m axim is
quaestionibus copiose posset ornateque dicere. Y De oratore, passim .
2. Lo que, junto con el ad persuadendum apte dicere, constituye en
opinión de Tácito {Dialogus de oratoribus, 30), la esencia de todo orador
digno de tal nombre.
3. "[...] artem sine adsiduitate dicendi non m u ltu m iuvare [...J", se dice
en la Rhetorica ad H erennium , I, 1. Cf. Quintiliano: Instit. orat., II, 17, 5:
Q uidam naturalem esse rhetoricen vo lu n t et tom en adiuvari exercitatione
non diffitentur, ut in libris Ciceronis de Oratore dicit A ntonius observadonem
quandam esse, non artem [De oratore, II, 57, 232]. En ocasiones se añade
un quinto elemento a los cuatro ya mencionados —natura, ars, exercitatio,
labor (stu d iu m , en Cicerón: De inventione, I, 2)— : la im itado, si bien de
algunos pasajes (v. Ad H erennium , I, 3) se obtiene más bien la impresión
de que el stu d iu m englobaría no sólo la im ita d o y la exercitatio, sino inclu­
so el ars. V. Calboli M ontefusco: C o nsulti..., pp. 430-431. M artin, J.:
A ndke..., p. 7. Volkmann, R.: Die Rhetorik..., p. 30.

[ 6]

1. Ubicados por Craso —que, en general, recoge la opinión del m is­


mo Cicerón— por delante y por encim a del propio arte: así ocurre, v. g.,
en De oratore, I, 25, 113 ss. Y ya anteriorm ente los discursos de Isócrates
habían puesto de manifiesto que no basta el ars si la naturaleza no acom ­
paña. También Tácito: Dialogus de oratoñbus, 33. Vico hace extensivo el
aserto a la poesía: S N § 213. V. Lausberg, H.: M anual.,., §§ 37-41 ss.
2. Así, en De oratore, I, 25, 113: “Sic igitur" inquit "sendo", Crassus
“naturam pritnum atque ingenium ad dicendum v im adferre m axim am ;
ñeque vero istis, de q u ibus pa u lo ante dixit A ntonius, scriptoribus artis
rationem dicendi et viam , sed naturam defuisse; nam et a n im i atque ingeni

148
frieres quidam m o tu s esse debent, qui et ad excogitandum acuti et ad
r xplicandum o m a n d u m q u e sin t uberes et ad m em o ria m fir m i atque
diuturni V., asimismo, ibidem , I, 47, 213.
3. Cf. ibidem , I, 25, 114: [.,.]5Ì haec accendi aut com m overi artepossinl;
inserì quidem et donati ab arte non p o ssu n t ; om nia s u n t e n im illa dona
mtlurae — quid de illis dicam , quae certe cu m ipso h o m in e nascuntur,
linguae solutio, vocis sonus, latera, vires, conform ado quaedam et figura
lotius oris et corporis?
4. Cf. "Sudavit et a lsìt ": Horacio: Ars Poètica, 413.
5. V., v. g., Cicerón: De oratore , J, 28, 128: [...] in oratore au tem acum en
dialecticorum, sententiae philosophorum , verba prope poetarum , m e m o ­
ria iuris consultorum , vox tragoedorum, gestus paene su m m o ru m actorum
est requirendus [...].
6. “Perlucidior vitro", dice Horacio: Carmina, I, XVIII, 16.
7. La antonim ia lene / asperum se encuentra, v. g., en Cicerón: De
finibus, II, 36 y De natura de.orum, II, 146, si bien algunos códices ofre­
cen la lectura "leve”.
8. Cf. Cicerón: De oratore, í, 32, 145 ss. El orador lo es por naturaleza y
arte, según afirma Quintiliano: Instit. orat., II, 19, 1 ss. Ya defendía la nece­
sidad de esta triple vertiente y en idéntico orden Isócrales: ANTIAOSIS,
187: AÉyo(j.Ev yàp cbq S e i x o ù c ; pèXXovxac Stoíaetv fj rap ì xoùq A-oyouq f\
Ttepì toc; npà^Eiq f] 7iEpì xàc; àXXac, epyaatac; Ttpaixov pèv npòc, Tomo
necpVKévai KaXwq, npòq ònep ctv T rp o r ip T iJ ié v o i xuyxàvcoatv, e tc e ix o c
TtaiSevOrjuai Kal Xapstv xrjv £7iiaxfipr¡v, iyuiq àv f| KEpi EKàaxou, xpixov
e v x p i p E Í t; Y E v é a G a t K a l yvfivocoOrjvai nepi x-pv xpeíav K a l xfjv spneiptav
abxcBv ’e k xoùxcov yàp e v à n à a a ic , xaìq fepyaaiaii; x e X e ìo u < ; yiyvEcSat
m i 7toÀù 6ia(|)Épovxaq xóv áXAcov. (Los resaltados son nuestros).
9. V. [1] nota 9.

[7]

1. Cicerón apunta otra razón en De oratore, I, 28, 128: la de que el


com pendio de todas y cada una de las virtudes requeridas en el orador
debe darse en grado sumo. Dice, pues: [...] quam ob rem nihil in h o m in u m
genere rarius perfecto oratore inveniripotest; quae enim , singularum rerum
artífices singula si m ediocriter adepti su n t, probantur, ea nisi o m n ia su n t
in oratore su m m a , probari non po ssu n t.
2. Cf. Oración inaugural V. (en Obras...): "[...] la milicia selecciona
para la leva los cuerpos vigorosos, m ientras las disciplinas de las letras
los consum en [...] Mas, en efecto, los estudios de las letras em botan las
fuerzas [...]”.
3. Cf. Oración inaugral VI (en Obras...): "Ahora bien, nada es más
contrario a la razón que la fantasía: experiencia que podemos probar en
las mujeres, que hacen menos uso de la razón porque prevalecen en
fantasía: por lo cual sus ánimos se ven hostigados por emociones más
agudas que los del hombre", V. asimismo De nostri, III. Y S N 1.744, § 185
(dignidad XXXVI).

149
4. Asperitatibus sería, tal vez, más clásico; esto es, un plural por dis­
tribución.
5. Aquí, como en otros m últiples contextos, Vico piensa en térm inos
—y utiliza térm inos— derivados de la comedia (en este caso personajes-
tipo o arquetipos cómicos).
6. Vale decir en la crítica.
7. le re n d o : E u n u c h u s, 62-63. Citado asimism o en D AIS, Vil § V.

[ 8]

1. Respecto de los valores que deben integrar la form ación civil del
orador, v. De oratore, I, 19, 85-86, así como Quintiliano: Instit. orat., XII,
1, l ss. y 2, 1 ss.
2. Cf. Quintiliano: Instit. orat., I, 2, 29. Y ya desde sus prim eros p a­
sos, como apunta Tácito: Dialogas de oratorihus, 28 ss.
3. Engendrado por “la sim ilitud de costum bres en los pueblos” {DAIS,
VII § V), por "lo verosímil” (De nostri, III). V. S N §§ 142-146.
4. V. supra, [I] nota 13.
5. Toma Vico partido, de facto, por el grupo italiano en la polémica
suscitada ya en las postrim erías del s. XVII entre el estilo literario claro,
conciso y terreno de los franceses —que a la postre resultará victorio­
so—• y el más rebuscado, prolijo y etéreo de los italianos, polémica so­
bre la que, de pasada, versa el De nostri, VIL
6. Este papel es atribuido por Vico a la historia en la práctica de los
ejemplos (Oración inaugural V: "La lectura de la historia le aporta la
utilidad de tener qué ejemplo declinar y qué otro seguir”), y lo asigna
Séneca, en la forma de conducirse en el devenir cotidiano, a la filosofía.
Así, en A d L ucilium , 16, 3: “[la filosofía...] m uestra qué se debe hacer y
qué omitir, siem pre está sentada al tim ón y dirige el curso entre los
peligros y avatares de la existencia”.
7. Esto es, re-invirtiendo la priorización ya a su vez subvertida por
Craso en el De oratore, I, respecto del sentir general, prim ero la filosofía
y luego la elocuencia.
8. Al modo del Liberde arte, dicendi et tacendi de Albertanus de Brescia,
cuyo influjo fue am plísim o desde su aparición.

[9]

1. Cf., v. g., Cicerón: Orator, I, l y 3; II, 7; XXVIII, 100 y XXIX, 101.


2. Cf. Quintiliano: Instit. orat., I, 4, Iss.: Prim us in eo qu i scribendi
legendique adeptas erit facu lta tem gram m aticis est locus [...] E ibídem , I,
8, 13 ss. y I, 9.
3. Cf. Cicerón: De oratore, III, 1-0, 38: [...] ñeque en im c o n a m u r docere
eum dicere, qui toqui nesciat, esto es, m u ta tis m u ta n d is , una linca de
pensam iento sim ilar a la seguida por Platón en el Ion, 530 c: prim ero
saber lo que se dice para poder, más larde, expresarlo bellamente.

150
4. Cf. Quintiliano: Instit. oral., I, JO, 34. Utililidad de la geometría
por su semejanza con la dialéctica al servirse del silogismo (Ibíclem, I,
10, 36), así como a la retórica que se vale del entim em a [silogismo retó­
rico], cuya prem isa lo es sólo de probabilidad.
5. Se reitera la m ism a idea en las Oraciones inaugurales IV y VI y en
De nostri, III y VIII. Cf. S N 1.744, §§ 186 y 21 í -212.
6. El párrafo reproduce casi literalm ente el de DAIS, VII § V (en
Obras...)-. “Disponer el discurso político según el método geométrico es
lo mismo que no adm itir nada agudo en el discurso ni m ostrar nada
salvo lo que está situado ante tus pies, no dar a los oyentes nada que
llevarse a la boca —como si fuesen niños— sino lo previamente m asti­
cado, y, para resum irlo en u na palabra, representar en la reunión el
papel de docente en lugar del de orador".
7. V. Oración inaugural VI y supra, [1 j nota 17.
8. A paliar tales inconvenientes provee, precisamente, el Del m étodo
de estudios de nuestro tiem po.
9. Cf. Platón: Resp., 2, 3, 4 y 7. Quintiliano: Instit. orat., I, Í0, 15;
sirviendo a la pronuntiatio o actio: ibídem , I, 10, 22 ss.
10. Quinto Roscio Galo, actor a quien Cicerón adm iraba sobremanera
y que fue defendido por él en Pro Roscio com oedo. V. Cicerón: De oratore,
passim , especialmente I, 27, 124; 28, 129 y 130; 29, 132; 59, 25 l("Q uis
neget opus esse oratori in hoc oratorio m o tu statuque R osci gestum et
venustatem?")] 60, 254; 61, 258; pero también II, 57, 233 ("Q uam quam
soleo saepe m irari eorum im p u d e n tia m , q u i a g u n t in scaena g estu m
inspectante Roscio; quis enim sese com m overe potest, cu iu s Ule vida non
videat?’’); 59, 242; y III, 26, 102; 59, 221. V. también B rntus, LXXXIV, 190;
De legibus, I, 11; Pro Archia, 17 y De divinatione, I, 36, 79 y II, 36, 66. Mas
se trata aquí de una mimesis basada en la moderación: cf. Quintiliano:
Instit. orat., I, 11, 3 y 12; y II, 10, 13. Con todo, tal modelo de actio había
ya decaído en época de Tácito (v. Dialogas de oratoribus, 20).
11. Más am plia aún es la formación propugnada por Craso en Cicerón:
De oratore, I, 34, 158-159. Aquí se trata prácticamente de una adecuación
al arte propuesta del cursus doctrinarum que aparece explicitado en la
Oración inaugural VI —2.a parte del argum ento— con la adición de dos
notas imprescindibles para el tema que nos ocupa, a saber: el estudio deb
ritm o no poético, sino retórico (esto es, el "número oratorio"), y la prác­
tica de la actuación (pronuntiatio o actio [v. infra, [10] nota 2]). V., asimis­
mo, Cicerón: Orator, XXXII, 113 (donde, entre las materias que deben
integrar la formación del orador, se señalan —am én de la propia retóri­
ca—• la dialéctica, la filosofía en general, física, derecho e historia) y
Quintiliano: Instit. orat., II, 5, 1 ss.; X, í, 27 ss.; XII, 3, 1 ss. y 4, 1 ss.

[ 10]

1. Cf. Alcuino: D isputado de rhelorica, 4. A d H erennium , I, 3. Cicerón:


De invendone, I, 9; De oratore, I, 31, 142 y II, 19, 79 (De hecho, el libro II
está dedicado a la inventio, disposino y m em oria, y el III, a la eloculio y

151
la actio ); De partitione oratoria, 3; Quintil i ano: Instit, orat., 111, 3, 1 ss.,
donde tales partes de la retórica se definen como officia oratoñs, Resul­
ta significativo en tal sentido el pasaje de Aristóteles: Rhetorica, 1.403b:
’EtceiSí] xpía feaxlv á 5eí 7ipaYHaxE\>0fjvai nepi xov A.óyov, &v jifcv etc
xivcov a l Ttíaxeiq éaovxoa, Seúxepov 5e rrepi xf|v Xfe^iv, ipíxov 5s jicoq
Xpf] xá^oci x á M-épr| xoü %6yo\) [...], donde distingue tan sólo tres de
estas partes, si bien el térm ino empleado para definir la segunda: Xe^k;,
suele inducir a error. Pues no se trata aquí tanto de un paralelo de la
clocutio, com o en ocasiones se ha pretendido —con lo que, m u ta tis
m u tandis, vendría a coincidir Vico al tratar precisam ente de las mismas
tres partes, prescindiendo prácticamente (v. [67]) de m em oria y actio —,
sino precisam ente de ésta última, como claramente se deduce del des­
arrollo de tal apartado, a p artir de m ediados de 1.403b y 1.404a. V.
Beristáin, H.: Diccionario..., p, 422. Calboli Montefusco: Consulti..., pp.
265-268. Lausberg, H.: M anual..., §§ 255 ss. Martín, J.: A ntike..., p. 11.
2. Preferim os la versión "actuación" —tam bién la actual "declam a­
ción", si no fuese porque "declam ar” posee una especial acepción en el
tem a que nos ocupa (v. [1])— para "p ro n u n tia tio ", como com pendio de
gestos, tono y pronunciación, p o r entender que, v. g. en Q uintiliano:
Instit. orat., I, 2, 31, la actitud del cuerpo viene recogida por el térm i­
no “h a b itu s” o por “incessus" —citados ju n to a "p ro n u n tia tio "— am én
del “m o tu s corporis". Asimismo, para ejercitar la m em oria, la voz y la
"p ro n u n tia tio ”, el orador habrá de aprender a "decir sus discursos en
pie con voz clara y de qué modo deberá com portarse” (ib íd em , I, 11,
14); m áxim e cuando no cabe separar la “p ro n u n tia tio " de la persona
del orador, de sus adem anes, de la c h iro n o m ia (sic: ibídem , I, 11, 16-
17): así, se enum era "c o m p o sitio g estu s p ro n u n tia tio v u ltu s m o tu s"
(ibídem , I, 12, 4). V. tam bién ibídem III, 3, 1-3: O m nis a u te m orandi
ratio, u t p lu r im i m a x im iq u e a u cto res tradid eru n t, q u in q u é p a rtib u s
constat: inventione, dispositione, elocutione, m em oria, p ronuntiatione
sive a c tio n e (u tro q u e cn im m odo d ic itu r)... V eru m haec c u n e ta
c o r r u m p it a c p r o p e m o d u m p e r d it in d e c o r a vel voce vel g e stu
pronuntiatio. Y en XI, 3 ,1 : P ronuntiatio a plerisque actio dicitur, sed
prius n om en a voce, sequens a gestu vid etu r accipere. N am que a ctio n em
Cicero alias “q uasi serm o n e m ”, alias "eloquentiam q u a n d a m corporis"
d ic it. Id e m ta m e n d u a s e iu s p a r tís fa c it, q u a e s u n t e a e d e m
p ro n u n tia tio n is, vocem atque m o tu m : quapropter utraque appellatione
indifferenter uti licet. Asimismo, en A d H erennium , I, 2, 3: P ronuntiatio
est vocis, vultus, gestus m oderado c u m ven u sta te (Los resaltados en
redondilla son nuestros); y en Cicerón: De in ventione, I, 9: p ro n u n tia tio
est ex rerum et verborum dignitate vocis et corporis m oderatio. Se trata,
pues, de un com pendio de pronunciación vocal, aspecto del rostro,
gesto de la m ano y adem anes corporales que aparece ya tratado, en
buena m edida, por la retórica griega dentro de la sección dedicada a
la í>7iOKpixtlcn xé^vq, concretam ente en el apartado que versa sobre
el recitado en la representación dram ática (v. g., Aristóteles: Poética,
19, 7 y R hetorica, III, 1, si bien deja constancia — ibídem , 1,404a—• de
que ésta últim a debe m ucho a la n aturaleza y poco al arte). E n tal

152
••(-itiido, acíio es la representación escénica a que se dedica y que se ha
i Ir im itar de Roscio ([9], in fine).
3. En probable referencia a las figuras de pensam iento y de dicción.
4. La "apta et num erosa oratio" de Cicerón (especialmente en el Orator
passim —, cuya segunda m itad se dedica casi íntegram ente al tem a de
la arm onía en la prosa), la prosa rítm ica, con unos finales rítmicos ba-
vulos en la estructura de los pies m étricos que vienen a caracterizar los
<1¡versos períodos oratorios (cláusulas), y que, cuando se encuentran
aliados al contenido semántico, dan lugar a un paralelism o forma-sen-
i icio conocido como epífora en retórica.
5. V. D AIS, VII § III.
6. Cf. Quintiliano: Instit. orat., III, 2, 1*3.
7. La expresión es de Cicerón: De fin ib u s, III, 38.
8. Acerca de la diferencia entre eloquens y disertus, v. § [1].
9. ripoy'D jiváap.axa. Son famosos, v. g., los de Hermógenes, una de
las cinco obras incluidas tradicionalm ente en su Téxvrj pTytopiKq, si
bien su autoría ha sido puesta por algunos •—Rabe— en tela de juicio.
(Existe traducción castellana: Teón, Hermógenes, Aftonio: Ejercicios de
retórica, Biblioteca Clásica Gredos, Ed. Gredos, Madrid, 1991). Cf. FIPOE
AAEHANAPON, 29, 4. Quintiliano: Instit. orat,, I, 3, 1 ss. V. Cousin, J.:
¡iludes..., p, 79.
10. Mas, paradójicam ente, es ésta precisam ente la causa, según el
propio Vico, de que no lleguen a destacar. Cf. De nostri, XII.

[ 11]
1. Cf. Alcuino: D isputado de rhetorica, 4. Ad H erennium , I, 3 y 4; II, 1:
De oratoris officiis quinqué inventio et prim a et difficiliima est. Cicerón: De
inventione, I, 9: Inventio est excogitado rerum verarum a u t veri sim ilium ,
quae causam probabilem reddant (donde se la califica de princeps o m n iu m
p a rtiu m ); De oratore, II, 27, 117 ss. Frente a la general opinión de la
globalidad de los autores, en A d H erennium , se enum era el exordio, na­
rración, etc. como partes de la inventio y no del discurso en sí. V. Beristáin,
H.: Diccionario..., pp. 266 ss. Kennedy, G.: The Art o f Persuasion.,., pp. 87-
103 (en Aristóteles). Lausberg, H.: M anual..., §§ 260 ss. Leeman, A.D.:
Orationis..., pp. 149*151. Martin, J.: Antike..., pp. 13 ss.
2. V. DAIS, VII § V. Cf. Cicerón: De partitione oratoria, 5: C.F. Q uid est
argum entum ? C.P. Probabile inventum adfaciendam fidem . De inventione, l,
27: A rgum entum est ficta res, quae tarnen fieri potuit, conicidente con la
definición que se ofrece en Ad H erennium , I, 13. V. asimismo ibidem, II, 18.
3. Transcripción del TÓ7to<; aristotélico. Cf. De partitione oratoria, 5:
C.F. Quos vocas locos? C.P. Eos in q u ibus latent argumenta. Y Topica, 7-8:
...locos nosse debemus; sic enim appellatae ab Aristotele su n t eae quasi se­
des, e q u ib u s argum en ta p ro m u n tu r. Ita q u e licet definire lo c u m esse
argum enti sedem, argum entum autem rationem quae rei dubiaefaciatfidem .
4. E sto es, que incorporan o no arte o técnica, respectivam ente.
Aristóteles: Rhetorica, I, 2, am pliado en 1.375a-b. flPOZ AAEHANAPON,

153
1.428a. Cicerón: De partitione oratoria, 5 ss. (esp. 8); ibidem , 48; Topica,
8 ss. y 72 ss. Quintiliano: Instit. orai., V, 1, 1: Ac prim a quidem illa partilio
ab Aristotele tradita consensum fere o m n iu m m eruit, alias esse probadon.es
quas extra dicendi radonem acciperet orator, alias quas ex causa traheret
ipse et quodam m odo gigneret; ideoque illas atechnous, id est inardficiales,
has en tech n o u s id est artificiales, voc a veruni. V. Calboli M ontefusco:
Consulti..., pp. 394-396 y 407 ss. Cousin, J.: Études..., II, pp. 57 y 77.
Lausberg, H.: M a n u a l..., §§ 350 ss. M artin, J.: A n tik e ..., pp. 97 ss.
Volkmann, R.: Die Rhetorik,.., pp. 178 ss.
5. Así, en la trilogía “docere, delectare, com m overe”, el segundo ele­
mento se ve sustituido por una concilia n o a n im o ru m , esto es, la captado
benevolendae, cuya prim era aparición y sede más principal se encuen­
tra ya en el exordio.
6. Como el "mover los afectos" es objeto del arte globalmente consi­
derado. Así el “m uovere gli affetti" es potestad de la música, según m ani­
fiesta J. Villalobos (en M emoria declarada de la m úsica, Ed. Kronos, Se­
villa, 2003) citando a Monteverdi, quien, a su vez, probablem ente tom ó
la cita de S. Isidoro: E tim ., I, 19. De m u sica . Cap. XVII, 1, 164: M usica
m ovet affectus, provocai in d iversum h a b itu m sensus.. Dicen B. Gentili y
R. Preagostini: La m usica in Grecia, VII: Di qui la stretta relazione fra la
percezione acustica e gli stati d'a n im o che essa destava (aisthesis)...
7. La división sólo parcialm ente corresponde con la establecida por
Aristóteles (R hetorica, I, 2), dentro de las pruebas artificiosas, entre las
relacionadas con el £0oq, TiáGoq y ^óyoq, respectivamente.

[ 12]

1. Cf. Aristóteles: Rhetorica, 1.357a. Cicerón: De invendone, I, 44 ss.


2. Cf. Quintiliano: In sd t. or at., I, 10, 38 y V, 10, 1-7.
3. Las no necesarias (e’u cóxa), esto es, lo que se denom ina sig n u m
(aripetov), in d iciu m o vestigium . Cf. ibidem , V, 9, 8-9. V. Cousin, J,:
Études..., II, pp. 129-130. Lausberg, H.: M anual..., §§ 363-365.
4. Cf. Quintiliano: Insdt. orat., V, 9, 3 ss.: D ivid u n tu r autem in has
prim as duas species, q u o d eorum alia su n t, u t dixi, quae necessaria (sunt,
alia quae non necessaria). Priora illa su n t quae aliter habere se non possunt,
quae Graeci tecm eria vocant. \-Quae sunt-¥ alyta sem ia: quae m ih i vix
perdnere ad praecepta artis vid en tu r; nam ubi est sig n u m insolubile, ibi
ne lis quidem est [...]. Se trata, pues, de signos caracterizados por la
necesidad. Por "Graeci" debemos entender probablem ente Aristóteles
(v. g. Rhetorica, 1.357b: [...] XCùv Sé crpEÍcov xò [lèv obxcúq £%ei ebe; xcov
kcí.0’ éKaaxóv xi TtpÒQ xò KaOóXou, xò Sè (b<; xcòv KaQóXou xi TtpòQ xò
Kaxà pèpoq. zomeov 8è xò ¡lèv à v a y K a io v %£K¡i r)piov, xò 5è jj.fi àvaYKaiov
àvcòvujjóv feaxt K axà xf]v Stot(j)0pái> [...]), pues la mayoría de los orado­
res suele u sar indistintam ente xeKpfiptov y cripetov. V. Cousin, J.:
Études..., II, p. 139. Lausberg, H.: M anual..., §§ 361-362.
5. Cicerón: De invendone, I, 72-75. Cf. ibidem , ì, 44. Quintiliano: In sd t.
orat., V, 9, 5.

154
6. Dando así cuenta de la dicotom ía establecida por Cicerón. V.
UuinfiJiano: Instit. orat., III, 5, 6: H oc g em ís Cicero sdentici et actione
iIistingu.it, u t sii scientiae “an providentia m u n d u s regatur ", actionis "an
tu ci'dendum a d rem publicara adm inistrandam ". Y, en relación con elio,
( i c e i ó n : De partitione oratoria, 62; y 76, respecto de las virtudes; Topica,
«Sl ss. Calboli Montcfusco: La dottrina..., pp. 46-47.
7. Entendemos que respectivamente, esto es, los lugares de los argu­
mentos probables, comunes, y propios de los oradores los de los vero­
símiles, en que se analizan las circunstancias de facto y se aplican las
a d iones legales. V Cicerón: De officiis, I, 51: Iudicis est sem per in causis
veruni sequi, patroni non n u m q u a m veri sim ile, ed a m si m in u s s it verum,
Refendere [...] Y Vico, G.: De nostri, III (en Obras...): "[...] pues con fre­
cuencia los oradores pasan mayores fatigas por una causa verdadera
que no (iene nada de verosímil que por una falsa basada en un hilo
conductor creíble [...’] ¿Y qué decir del hecho de que se quedará atasca­
do el orador que únicam ente se ocupe de la verdad en las mismas cau­
sas en las que se desem barazará el que persiga además lo verosímil?”.
Pues, como dice Quintiliano (In stit . orat., V, 10, 12), para poder probar
hemos de basarnos en algo que sea o parezca verdad.

[13]

1. V. Cousin, J.: É tudes..., II, pp. 139-140. Lausberg, H.: M anual...,


§§ 373 ss.
2. Al origen latino del término (notado) se refiere Quintiliano: Instit.
orat., I, 6, 28: Elymologia, quae verborum originem inquini, a Cicerone dicta
est notado, quia nom en eius apud Arístotelen invenitur symbolon, quod est
"nota". N am verbum ex verbo ductum , id est veriloquium, ipse Cicero qui
finxit refonnidat. su n t qui vini potius intuid originationem vocent. La refe­
rencia a Cicerón lo es a Topica, 35: Multa edam ex notadone sum untur. Ea
estautem , cum exvinom inisargum entum elicitur;quam Graecié'Wfj.oA.oyíccv
appellant, id est verbum ex verbo veriloquium; nos autern novitatem verbi
non satis apti fugientes genus hoc notadonem appellamus, quia su n t verba
rem m notae. ìtaque hoc quidem Aristóteles cv¡if5oXov appellai, quod Latine
est nota. Sed cum intellegitur quid significetur, m in u s laborandwn est de
nomine. V. Cousin, J.: Études..., II, p. 84. Leeman, A.D.: Oralionis..., p. 42.
3. Así com o Aulo Gclio (Noctes A tticae , XVJ, 8, 13 ss.) distingue per­
fectam ente entre opuestas y contrarias, S. Agustín (De civitate Dei, XI,
18) las identifica, entendiéndolas como antitéticas.
4. Cf. Cicerón: Topica, 47-49.
5. Cf. Aristóteles : R hetorica, II, 23. Cicerón: De partitione oratoria, 7;
Topica, 11 ss. De oratore, II, 39, 162 - 40, 173 (respecto de los tópicos en
la argum entación). Quintiliano: ln sd t. orat., V, 10, 1 ss. (especialmente
20 ss.), quien ya confiesa la imposibilidad m aterial de abarcar toda la
casuística, esto es, de recoger todas las posibles especies (ibidem , V, 10,
100). Loci argum entorum : v. Martin, L: A ntike..., pp. 107 ss. Volkmann,
R.: Die R hetorik..., pp. 218 ss.

155
6. Una erudición que se alcanza en buena m edida por la lectura;
dice, así, Vico en De nostri, II (en Obras...): "[...] por lo que entre los
nuestros son tantísim os los hom bres doctos, no ya en uno o dos escrito­
res, sino eruditos por la mucha, varia y casi infinita lectura [...]".
7. E ncongam os idéntica com paración en De nostri, III y V; y en
D AIS, VII § V.
8. Mas, "¿Y de qué m anera puede alguien estar seguro de haberlo
observado todo?”, dirá en De antiquissim a... VII § V. En contra del m é­
todo cartesiano: "[...] hacer en todo unos recuentos tan integrales y unas
revisiones tan generales, que llegase a estar seguro de no om itir nada”:
Regula X III. V. Descartes: D iscours de ¡a m éthode, p. II.

[14]

1. "[...] la suprem a virtud de este arte [la retórica], cuya consecución


es más práctica que norm ativa [...]", dice en [1].
2. V. supra, [13] nota 5. Cf. Aristóteles: Rheíorica, II, 23. Cicerón: De
oratore, II, 39, 164; De partitione oratoria, 11-23; Tópica: 11 ss y 35 ss. V.
M artin, J.: A ntike..., pp. 113-114.
3. Cf. Aristóteles: E thica N icom achea, 1.157a-b y Rheíorica, II, 4.
4. V., v. g., Cicerón: De am iciíia, 19, 37 (in fine), 43, 44, 50, 54, y,
especialmente, 18 y 74.
5. V., v. g.. Cicerón: Pro M ilone, VIII, 20.
6. Paronim ia etimológica intraducibie entre có n su l y consulu.it.
I . Cf. Cicerón: De oratore, II, 39, 165. Idéntico juego, respecto de
p o p u lu s y popularem en De dom o su a , 77.
8. Paronim ia —aunque, contra la aseveración de Vico, no etimológica,
a tenor de lo apuntado por Martin, F. (op. cit.), p. 108— entre h o m o y
h u m a n a s.
9. Terencio: H eauíon tim o ru m en o s, 77. Citado, asimismo, en Oración
inaugural VI.
10. Para la aucloritas de Catón en tal sentido, véase, v. g., Cicerón: De
finibus, IV, 16, 45 y De d o m o su a , 21; Aulo Gelio: Noctes Aíticae, I, 15, 8
y 10, y VI, 3, 11; Ausonio: Parentalia, 24, 3; Casiodoro: Variae, 2, 3, 4...
II. D eterminación del beneficiado como indicio probable del respon­
sable últim o del delito. Véase Cicerón: Pro Roscio Am erino, 84: L. Cassius
Ule quem populus R om anus verissim um et sapi&niissimum iudicem putabat
identidem in causis quaerere solebaí 'cui b o n o ’fuisset [...]; Philippicae, II,
14, 35 y Pro M ilone, XII, 32: [...] illud Cassianum , “cu i b ono' fuerií [...],
un criterio de probabilidad éste que encontram os ya acuñado en IIPOL
AAEHANAPON, 1.428a.
12. Más que de Apuleyo (M eta m ., X , 5) o Suetonio (De viía divi Claudi,
1), enten d em o s que la exp resió n p rocede de T ácito (A grícola, 43
e H istoriae, III, 12).
13. Véanse, v. g., al respecto las palabras de Ulpiano en Digesta, 28, 6,
2,2 : Interdum etiam pupillaris testa m en ti causa com pellendum heredem
in s tiíu lu m adire hereditatem , u t ex secu n d is ta bu lis fid e ic o m m issu m

156
(onvalescat: u t p uta si iam p u p illu s decessil: ceteru m si adhuc vivat,
im probum esse Iulian us existim at eum , qui sollicitus est de vivi hereditate.
Paralelam ente a las sustituciones vulgar y fideicom isaria, existe una
sustitución pupilar en la que el padre, jun to a la institución de su hijo
im púber como heredero, designa tam bién un segundo heredero alter­
nativo, sustituto de aquél para el caso en que falleciese antes de alcan­
zar la pubertad y, por ende, sin gozar aú n de capacidad legal para testar
por sí mismo. Esta segunda designación debía hacerse en época antigua
por separado, en unas segundas tablas cerradas que se abrirían sólo en
el caso de que el m encionado óbito acaeciese.
14. “E x consequentibus siue a d iu n ctis " (Quintiliano: Instit. orat., V,
10, 74).
15. “Sylva" (sic ). El vocablo en griego, con idéntico origen etimológico,
es '4)Xfi”; un origen com ún que se revela con m ayor evidencia en la
forma aquí em pleada que en la más usual: "silva".
16. Cf. Quintiliano: In s tit . orat., IV, 2, 13.
17. Cf. Oración inaugural IV: “Pues las funciones que provienen de los
recursos de la mente y el espíritu no son de tal naturaleza, como la vida, el
fundo o la casa, que quien las consume no las usa y quien las usa no las
consume; sino que son de ese asombroso género, que quienes las tienen no
Jas poseen; quienes las donan, por este mismo hecho —por donarlas—, las
conservan, y con agudeza y razón podrías decir que, de ellas, los avaros
son indigentes y los generosos, ricos", así como las numerosas citas inser­
tas en la nota 21 a la misma, en Vico, G.: Obras... (op. cit.).
18. Argumentos a fortiori.
19. Y aún más empleado y representativo el modelo de Cicerón: “[...]
hoc pueri possunt, viri non poterunt?" (Tuse, disp., II, 34).
20. Véase, en relación con [1 J] ("argumentos inartificiosos"), Cicerón:
De partitione oratoria, 48: C.F. Quid? illa quae sine arte appellantur, quae
ia m d u d u m assu m p ta dixisti, ecquonam m odo artis indigent? C.P. Illa vero
indigent, nec eo d icu n tu r sine arte q u o d ita sunt, sed q u o d ea non p a ñ í
oratoris ars sed fo ris ad se delata tam en arte tractat, et m áxim e in testibus.
21. Véase supra, [8] y [9] notas 6 y 11 respectivamente.

[15]

1. Gr. rcapáSei'Ypa, que implica una relación de semejanza, una yux­


taposición de cosas similares. Cf. Quintiliano: Instit. orat., V, 11, 1-2. V.
Aristóteles: Rhetorica, II, 20.
2. Cf. Oración inaugural II: "E indudablem ente podría evocar, de toda
la m em oria de los tiempos [...]".
3. Cf. Oración inaugural IV: "... siento pudor de haceros perder el
tiem po a vosotros
4. Cf. Oración inaugural III: "¿Y qué necesidad hay de hacer eso, en
un asunto del que no hay ninguno de nosotros que dude?".
5. Cf. Oración inaugural II: "¿Os gusta verlos agitados con vuestros
propios ojos? Mirad

157
6. Son abundantísim os los pasajes en que se docum enta en latín un
uso de sescenti como sinónim o de núm ero muy elevado, comenzando
por los com ediógrafos (Planto: A u lu la ria , 320, B a c c h id e s, 1.034 o
M enaechm i, 896, v. g.; Terencio: Phorm io, 668), y siguiendo con los ora­
dores (Cicerón: In Verrem sec., I, 125, De fato, 27, Pro Ai. Fonteio, 4 o Pro
Ro.scio Amer., 60) y los poetas de la etapa clásica (Virgilio: Aeneis, X,
172), o autores de época m ucho más tardía (Ausonio: C o m m em o ra ü o ...
21 o S. Agustín: De civitate Dei, p a ssim ).
7. El orden de los manípulos —que se m antuvo inalterado a lo largo
de su historia— es, en realidad, el de ha sta li o astati (los más jóvenes)
en prim era línea, principes (los de cierta edad y experiencia) y triarii
(veteranos) como tropas de reserva, en últim o lugar, lo que da origen a
la expresión res ad tríanos venit para significar unas circunstancias crí­
ticas. Cf. al respecto Varrón: De lingua latina, V, XVI: H astali dicti qui
p rím i hastis pugnabant, pilani qui pilis, principes qu i a prin cip io gladiis;
ea p o st co m m u ta la re m ilitari m in u s illustria su n t. Pilani triarii quoque
dicti, quod in acie lerdo ordine extrem i su b sid io deponebantur; quod hi
subsidebant ab eo su b sid iu m dictum , a q u o P laulus: Agite m in e, subsidite
om nes quasi solent triarii.
8. Práctica é s ta —la de im itación de unos modelos (c a n ó n ico s )— pro­
pia de la oratoria aticista, unas posiciones hacia cuya vertiente m odera­
da Cicerón fue evolucionando desde el exuberante asianism o de su ju ­
ventud, escuela que reivindicaba en este aspecto, frente a la aticista, la
más estricta originalidad. Una mimesis de los autores clásicos de reco­
nocido prestigio a la que Vico se m antuvo siem pre fiel —como podemos
constatar del m uy elevado núm ero de citas, textuales o no, espigadas de
los textos latinos y griegos en cualquiera de sus obras (v. g. la presente,
sin ir más lejos)— y que, si bien adolece de inconsistencia por incurrir
en la m ism a actividad que censura, critica ya el A u cto r ad H erennium
(en IV, 1: Q uoniam in lioc libro, H eren ni, de elocutione co n scrip sim u s et,
q u ib u s in rebus opus fu it exem plis u d , n ostris exem plis u si s u m u s et id
fecim u s praeter con su etu d in em Graecorum, q u i de hac re scripserunt...),
refiriéndose a unos autores griegos que, tal vez incapaces de im aginar
ejemplos propios, recurren a los ajenos.
9. Lo que, básicam ente, constituye el argum ento de la Oración in a u ­
gural V. Véase Vico, G.: Obras... (op. cit.), pp. 49-59.

[ 16]

1. Con el recurrente tropo se designa, obvia y respectivam ente, el


aristotelism o, el estoicismo, el platonism o y el epicureism o. La alusión
al "jardincillo de E picuro” se debe a que adquirió en Atenas —donde
fundó escuela— una casa con jardín, y en ella im partía sus enseñanzas.
De ello la denom inación de "filósofos del jardín" (oi a n o x c o v k t it ic o v ) y
la alusión de Vico. Cf. D AIS, V § I.
2. Scitum (sic). Acerca de este término apunta en D AIS, VII § IV (v.
Obras..., cit.): "Ciertamente que 'exquisito' [scitum] tiene la misma etimo-

158
I' 1.1 <|iu' ciencia' [scientia], lo que con no menor elegancia traducen los
H ili.im >s por ben inteso y aggíustato". Mas, si bien el verbo5cio y el incoativo
. ii i slán emparentados, sciíum es participio perfecto del segundo, en
i mil 11 |uc .scientia procede de sciens, participio presente del primero.
t el. Plauto: R udens, 1.306. Locución tam bién usada por Erasmo:
\,l,nin>rum chiliades, Pars secunda, 2, 4, 93.
1 Alusión al asiento de la Pitonisa en Delfos, desde el que pronuncia-
li.i lir. oráculos en el santuario del templo de Apolo Pitio.
’i Siguiendo Ja concepción aristotélica, más bien basada en la "simu-
I ii mu" que en el recurso de "disimular” (elpcovevopca), termino latino
i. li-uiHiendo con la ei.poíveia griega; a s í"[...] Socratem opinar in hac ironía
.//■.\tnnilantiaque longe lepare et h um anitate óm nibuspraestitisse" (Cicerón:
/'i1imitare, II, 67, 270). Cf. Quintiliano: Inslit. orat., IX, 2, 14.
<i. Véase en [1] la antigua vinculación entre filosofía y retórica.
7. Literalmente "tomillo”. Cf. Quintiliano: Instit. orat., XII, 10, 25.
)v En alusión a la Ciropedia, y que así vendría a oponerse a Tácito y
M.ujuiavelo: "[...] un príncipe incontam inado por todas las malas artes
Je gobierno, de las que imbuyeron a los suyos Cornelio Tácito y Nicolás
M:i<|iiiavelo” (DA/S, dedicatoria a Paolo Matia Doria, en Obras..., cit.).
'). Dicho títu lo se atribuye, en cam bio, a D em ó crito en O ratio
¡ttauguralis III', mas es de sobras conocido el hecho de que la física de
l'picuro es enteram ente deudora de la de aquél ("Si yo, por ejemplo,
-.¡í'.niese en física las doctrinas de Epicuro, es decir, las de Demócrito",
IIico Cicerón: Academicae quaestiones, L. I). Véase, al respecto, DAIS, IV
•'i 11, nota 113, en Vico, G.: Obras... (op . cit.).
10. Lucrecio: De rerum natura, I, 926.
11. Cf. Cicerón: De divinalione , I, 32 y Academici, III; Quintiliano: Instit.
m uí., X, 1, 95; Séneca: A d Helv. de consol., 8, I; Apuleyo: Apología, 42;
S. Agustín: De civitate Dei: passim , esp. VI, 6 y XIX, 22; y, de facto, en Aulo
( iclio: Noctes Atticae, passim . Y Vico, reiteradamente, en su Scienza Nuova.
12. "[Antonio...] eral m em oria sw n m a , nulla m ed ita tio n is suspicio;
¡mparatus sem per adgredi ad dicendum videbatur, sed ita erat paratus, ut
índices illo dicente non n u m q u a m viderentur non satis parati ad cavendum
fuisse (Cicerón: B rutus, 139). Viene a ser lugar com ún —como virtud de
la lexis — en la preceptística retórica la dissim ulatio artis, esto es: que el
buen orador debe encubrir perfectam ente el artificio con que ha forjado
su discurso. La razón de ello nos la proporciona el mismo Cicerón: De
inventione, 1, 6, 25: \...]propterea q u o d ex h issu sp ic io quaedam apparationis
atque artificiosae díligentiae nascitur, quae m áxim e orationi fidem, oratori
adim it auctoritatem . Una razón coincidente, por otra parte, con la alega­
da por el A uctorad H erennium , 1 ,17 ([...] nam et periculosum est, ne quando
plus m inusve dicamus; et suspicionem adfert auditori m editatioñis et artificii:
quae res fidem abrogat orationi), corroborada en I, 11 y en IV, 10 ([...] et
post in dicendo, ne possit ars eminere et ab óm nibus videri, facúltate oratoris
occultatur) y que encontramos ya en la Rhetorica aristotélica, v. g. en 1.404b
18-21: Sió 5ei Xav0dcv£tv noiow ic«;, m i ¡i/f| Sokeív Xéyeiv JiErcXaofié
7 I£ ( ¡) u k ó x c o í; (xouxo y á p TuBavóv, £K£Ívo S e xobvavxíov cbq
vco q á X ? v á
yáp Tipóc, ferapooXEÚovxa óiapáAAovxcu. KaBánep npó^ xoí)t; oívo\x; xoix;

159
¡iE|iiy¡i£VO'üQ) Se trata, en definitiva, de no restar crédito a la oración
evitando que un evidente artificio en la elaboración dei discurso conta­
mine, en la mente del auditorio, de maquinación y, por ende, de falta de
espontaneidad, naturalidad y sinceridad los argumentos que se esgrimen.
Este recurso, no obstante, fue desapareciendo —desgraciadamente, en
palabras de Q uintiliano: Instit. orat., IV, ], 9: Inde illa veterum circa
occulíandam eloquentiam sim ulado, m u ltu m ab hac nostrorum tem porum
iactadone diversa [...]. E ibídem, IV, 2, 127: et perire artera p u ta m u s
nisi appareat, cu m desinat ars esse si apparet— en aras de una mayor os­
tentación del arte. V., a mayor abundancia, Retórica a Herenio, I, 17, nota
32. Calboli Montcfusco: C onsuld..., pp. 462; E xordium ..., pp. 24-25.
13. Véase, v. g., Cicerón: De oratore, 1, 22, 102 - 23, 109, y la prim era
parte del II.
14. Petronius Arbiter (elegandae ).
1 5 .1, 1, 103-108 y II, 3, 158-159.
16. Esto es, Horacio, natural de Venusia.
17. El presente aserto viene, en cierta medida, a oponerse a la conside­
ración de Tácito reflejada en la dedicatoria del D AIS a Paolo Matia Doria.
Véase al respecto, en Vico, G.: Obras... (op. cit.), nuestra nota 16 al propio
DAIS, acerca del denom inado ‘tacitismo negro' o absolutista. V. también,
a mayor abundancia, la introducción a Tácito: Anales, Introducción ge­
neral, traducción y notas de J.L. Moralejo. Ed. Gredos S.A., Madrid, 2001.
18. E n obvia referencia a sus Vidas paralelas.

[17]

1. V., en relación con el £0O<;, Cicerón: De oratore, II, 43, 182-184.


Cousin, J.: Études..., II, p. 88. Lausberg, H.: M anual..., §§ 376 ss.
2. V, v. g., Aristóteles: R hetorica, II, 1 en lo que se refiere al e0o<;, e
ibídem , II, 2-11 para el Jtá0o<;. V. Cousin, J.: Études..., II, p. 110. Martin,
J.: A ndke..., p. 96. Volkmann, R.: Die R hetorik..., pp. 271 ss.
3. Cf. Sobre la m ente heroica, en Vico, G.: Obras... (op. cit.), la cita
—procedente de la Doctrina de las co stu m b res — con la que es encabeza­
da aquélla: “Muévense los jóvenes por la gloria, los hom bres por el po­
der y los ancianos por la utilidad". V. Aristóteles: Rhetorica, II, 13-14.
4. No va, pues, del todo desencaminado el "ignotus erro", tan denostado
en las Vici vindiciae (v. nuestra traducción en Cuadernos sobre Vico, ed.
Centro de Investigaciones sobre Vico, Sevilla, número 13), en la polémica
que se entabla acerca de la “acomodación" —passim — del discurso de éste.

[18]

1. V., en relación con el 7tá0o<;, Aristóteles: R hetorica, II, 2-11. Cicerón:


De oratore, II, 44, 185 ss. (E ibídem , II, 47, 197 ss. para la ejemplificación
de £0oc; y 7tá0o<; en relación con el proceso de Norbano). Quintiliano:
In stit . orat., VI, 2, 1 ss.

160
1 V. nota precedente.
I luce aquí referencia, más que a la E udem ia o a las Magna moralia,
i l i /•litica N icom achea.
I (T. Quintiliano: Instìt. orai., VI, 1, 51.
■>. Com paración (reversibilidad de térm inos —o "convertibilidad",
< run la denom inación acuñada por la Escolástica—) ya empleada, v.
> . <-n De nostri, I.

[19]

I. Rhetorica, I, 3, 1.358b ss. (G. Crifó, p. 94)


Se sitúa, como es obvio, aquí Vico ante la polémica suscitada en la
Antigüedad entre la tesis del ars disserendi —de ascendencia platónica y
■jMi* propugna la verdad como único criterio, condenando toda opinión—
v i-l argumento in utram que partem, sustentado por los aristotélicos y que
y.i había adquirido carta de naturaleza con Protágoras —cuyo criterio pro-
l mii sería el de la verosimilitud basada en la probabilidad—, de parte de los
m )'.wndos de forma indubitable. Mas este posicionamiento —como por
■ parte ocurre también en Cicerón, cuya obra da sobrados ejemplos de
i ¡m: no sólo fue consciente de ello, sino también de que osciló entre ambas
posturas— choca con el que mantiene, v. g., en [1], párr. 2.°, y [3], in fine,
;isi como en las Reivindicaciones de Vico, XVI (Cuadernos sobre Vico, 13-
14, CIV, Sevilla, 2002): "Mas la filosofía, la geometría, la filología y aun
iodo género de doctrinas dem uestran convincentemente, de forma mani-
Iiosla, que esa opinión —que el ingenio pugna con la verdad— es de lo más
.ibsurda... Por último, la filología nos muestra en los tratados de retórica
(iuc la agudeza del ingenio no puede mantenerse en pie sin la verdad”. No
obstante, en el caso de Vico ello es debido a su concepción de lo verosímil
como un term ino medio entre lo vei'dadero y lo falso, que tiende las más
de las veces hacia la verdad (De nosíri, III), frente a la perspectiva cartesiana,
que lo entiende más bien como falso (Descartes: Discours de la méthode, I:
je reputáis presque p o u rfa u x tout ce qui n ’é tait que vraisemblable). V., al
respecto, Vico, G.: Obras... (op. cit.), notas 32 y 44 a De nostii. La opinión
de Platón de que sólo un hombre justo puede llegar a ser un retórico co­
rrectamente formado (Gorgias , 460c y 508c) le lleva a debatirse contra
aquellos rétores que anteponen a la verdad lo creíble o, a decir de Celso, lo
verosímil (Quintiliano: Instit. orat., II, 15, 31-32: Doctores quoque eius artis
parum idonei Platoni videbantur, qui rhetoricen a iustitia separarent el veris
credibilia praeferrent; nam id quoque dicit in Phaedro [267a]. Consensisse
autem illis superioribus videri potesl etiam Comelius Celsus, cuius haec verba
sunt: “orator simile tantu m veri petit” [...]). La razón de ello nos la intenta
proporcionar Cicerón, recogido por Quintiliano: Instit. orat., II, 17, 36:
N on sem per a u tem ei, etia m si frequentissim e, tuenda v en ta s erit, sed
aliquando exigit co m m u n is utilitas u t etiam falsa defendat.
P o n u n tu r hae q u o q u e in s e c u n d o C ic e ro n is de O ratore lib ro
contradictiones: artem earum rerum esse qttae sciantur: oratoris om nem
actionem opinione, non scientia contineri, quia etapudeos dicat qui nesciant,

161
et ipse dical aliquando quod nesciat. Tampoco para Aristóteles es propio
del arte retórica, sino de la ciencia, el tratarlo s asuntos en relación con la
verdad; v, v. g., Rheíorica, 1,359b: Ka0' ’¿Kaaxov ¡afev oí>v ótKptfkoc; SiapiGut)
aao Q ai Kaí SiaX apeív ele; eíSr| Ttepl <£>v eicú9aoi xPTll'ia ' ^ ei'v> ^Xl
b’ óaov kvSexexai Ttepi abxcov Siopíaca Kaxá xf|V áXí|0£iav, ob 5sí Kaxá
xóv jrapóvxa Kaipóv ¡¡tyceív 5 iá xó |ít]xs xrje; ¡DT|xopiKT}c; etvai x¿xvtiq,
áXV kp<j)poveaxépa<; Kai jiáXXov áXTiBivfjc, [...]■ V. al respecto, v. g ., Vico,
G.: DAIS, T § III, en relación con SM, §§ 137-138 y 328.
3. En este entendim iento afirma —en DAIS, II— que obran incorrec­
tam ente quienes llam an infinita a la vara de medir, porque con ella pue­
de medirse todo lo extenso; se necesitaría para ello una regla realmente
infinita. Mas se om ite el hecho, como ocurre en D AIS, I § II (v. ibidem,
nota 119, en Vico, G.: Obras... [op. cií.j) de la existencia de series m ate­
m áticas "convergentes".
4. Cf. Quiñiiliano: Insíit. orat. I, 7, 10.
5. Un ensayo de su juventud al que en su m adurez llama "incompleto
y basto” (De Gratore, I, 2, 5: [...] quae pueris a u t adulescentulis nobis ex
com m entariolis nostris incohata ac rudia exciderunt [...]), pese al enor­
me predicam ento de que gozó (rheíorica prim a o veíus, frente a la Ad
H erennium , que sería la secunda o n o va ) a lo largo de toda la Edad
Media, hasta el s. XV, en que se recupera el De oratore. Ya Quintiliano
(Instit. orat., III, 3, 7) declara que las tesis sostenidas en el De oratore
son más vinculantes por más tardías.
6. Identificado modernamente de nuevo con el rétor Cornificio por al­
gunos autores (v. g. Calboli), como en época de Vico, elA uctorad H erennium
—cuya obra parece haber bebido de las mismas fuentes que el De inventione
de Cicerón—, ha existido una época intermedia en que, debido a una tradi­
ción tardía, ésta fue erróneamente atribuida al pi'opio Cicerón.
7. Cicerón: De oratore, II, 39, 162.
8. Quintiliano trata acerca de la doctrina de los sta tu s (Gxáaeic;), pro­
cedente de H ermágoras de Temnos, especialmente en Instit. orat., VII.
9. El íle p l axáaecov, obra —según la S u d a — de extrema juventud y
que, con el ü e p i íS eñv X ó yo v, constituyen los dos únicos libros de los
cinco incluidos tradicionalm ente en su Té^vr) piycopiicq cuya autoría
resulta indiscutida.
10. V. g. en De oratore, II, 24, 104; 26, 113. Mas es Antonio quien habla,
cuando por lo general la opinión del propio Cicerón se manifiesta por
boca de Craso. En cualquier caso, el asunto está en relación con el hecho
de que, ya desde su etapa juvenil con el De inventione, Cicerón viene
minusvalorando la teoría hermagórea de los status de la causa en un in ­
tento de arm onización con la aristotélica de los tres géneros de la misma.
11. Cicerón: De oratore, II, 82, 337: A d co n siliu m au tem de re publica
dandum capia est nosse rem publicam [...]. Mas la idea subyace en otros
pasajes, v. g. en De legibus, III, 18, 40-41 refiriéndose a los senadores. Se
trata de una labor de síntesis de la doctrina aristotélica en relación con
las prem isas para los discursos deliberativos: v. al respecto Aristóteles:
Rheíorica, I, 4, 1.359b-1.360a.
12. Tales disciplinas constituirían, pues, la base y el punto de partida

162
|i;ira la búsqueda de proposiciones relativas a los tipos de discurso, esto
es, demostrativo (epidíctico en la doctrina aristotélica), deliberativo y
¡udida.1 o forense, cuyos respectivos fines son precisam ente los enum e­
rados por Vico a lo largo del presente párrafo.
13. Si bien ya en su origen, desde Aristóteles —a quien debemos la
sistematización retórica de los tria genera apuntados en la nota prece­
dente—, el género forense gozó de una hipertrofia en detrim ento de los
dos restantes (basta, para constatarlo, con observar el espacio exorbi-
lante que, en la Rhetorica, acapara en com paración con éstos), la valo­
ración, en esa prim era época, acerca del talento, aptitudes y arte del
orador no corresponde propiamente al discurso judicial sino al epidíctico.
14. Base de la metodología de H erm ágoras de Temnos, que se ha
intentado conjugar con m ayor o m enor fortuna con los tria genera dicendi
procedentes de Aristóteles por buena parte de la preceptíslica poste­
rior, com enzando por el propio Cicerón. V. supra, nota 8 en este mismo
parágrafo. Calboli Montefusco: La dottrina..., p. 9, 29 ss. y 37 ss.
15. Que, en el caso de la retórica, da lugar a la distinción aristotélica
entre una esencia consistente en el inventario de las posibilidades que se
plantean y unas propiedades que incluyen las premisas que aquélla, nece­
sariamente, toma de la ética y de la política (v. J.J. Murphy: Sinopsis histó­
rica de la retórica clásica, B.U.G., Ed. Gredos, Madrid, 1989, pp. 43-44).
16. V. nota 2 en este mismo parágrafo.
17. Según se trate, respectivamente, del epidíctico, el deliberativo o
el forense.

[ 20]

1. V. Aristóteles: Rhetorica, I, 9. TIPOS AAE5ANAP0N, 1.425b-1.426b.


Ad H erennium , 111, 10-15. Cicerón: De inventione, II, 177; De partitione
oratoria, 70 ss. Q uintiliano: In stit. orat., III, 7. Calboli Montefusco:
Consulti..., pp. 261-262. Cousin, J.: Études..., II, pp. 69 y 80.. Kennedy,
G.: The Art o f Persuasión..., pp. 152-203; The Art o f Rhetoric..., pp. 21-23.
Lausberg, H.: M anual..., §§ 239-254. Martin, J.: A ntike..., pp. 177-210.
2. V. Quintiliano: Instit. orat., III, 7, 10. Calboli Montefusco: Consulti...,
pp. 344 ss.
3. V. Quintiliano: instit. orat., III, 7, 10-11, donde el orden de este
párrafo y el siguiente se encuentran invertidos.
4. Aunque Vico reivindica una form ación en ambos aspectos no ex-
cluyente (v. Oración inaugural V), no puede sustraerse a la visión con­
tem poránea en que resultan —en cierta medida— antagónicos, siendo
así que muy pocos cum plen el ideal de ser, sim ultáneam ente, hombres
de arm as y de letras.
5. Cf. Quintiliano: Instit. orat., III, 7, 17-18.
6. V. ibidem ., III, 7, 12. Y Ad H erennium , III, 10.
7. Cf. Quintiliano: Instit. orat., III, 7, 13-14.
8. Se advierte aquí una cierta discrepancia con lo manifestado en la Ora­
ción inaugural IV, en que tales bienes no se contemplan sometidos cntera-

163
mente al dominio de la fortuna, existiendo un determinado proceso a seguir
en su consecución, por el que accederemos a ellos "incluso sin pretenderlo”.
9. Cf. Quintiliano: Instit. orat., III, 7, 12,
10. La inclusión aquí de la longevidad como una virtud del cuerpo,
entre otras cualidades positivas, testim onia que no pasa de ser una agu­
deza más feliz que verosímil su anterior aserto —con rem iniscencias de
Virgilio: Aeneis, IV, 617-618— en la Oración inaugural II: "Y ya estando
decrépitos desean una vida longeva, para sentir las incom odidades de
la vejez y ver los funerales de los suyos”.
11. Cf. Quintiliano: Instit. orat., III, 7, 15.
12. Las virtudes dianoéticas —de carácter discursivo y basadas en el
razonamiento— se adquieren por medio de la enseñanza, en tanto que las
éticas se adquieren por el hábito (Aristóteles: Ethica Nicomachea, 1.103a
14-18: Atxxí^ 5f] xr\c, ápExfjQ ойс>т|(;, tfjq ji£v 6iavoT|xiKr)<; xfj<; Se fiBiKfjq, f|
Hev SiavorjUK'n "tó tiXeíov ek SiSaaKaXíac; é%£t кса xqv ^éveatv Kcd xqv
au^rjcnv, SióTtep k¡i7tEtpía<; Seixai Kat xpóvou, 1] 8' f|0i.KTi &£, £8o-oc,
Tíepiyivexai. o0ev Kal xouvojxa Éa^riKE jitKpóv raxpEKKXívov óotó xoíj feSotx;).
13. Las cuatro virtudes cardinales.
14. "Para Platón la sabiduría se define como purificadora, sanadora
y consum adora del hom bre interior. Ahora bien, el hom bre interior es
mente y espíritu [...]", dice en Sobre la m ente heroica (v. Obras..., cit.).
15. C. Plinii Secundi, Panegyricus.
16. De im perio Cn. Pompei ad Quirites orado.
17. ''[...] del propósito de servir a la sociedad nace el sentim iento del
deber; de la copiosidad de deberes se crea la reputación de virtud; a la
reputación de virtud le sucede el elogio de los hom bres buenos; del elo­
gio de los buenos se sigue necesariam ente la autoridad; de ello se origi­
nan honores, riquezas y clientelas", dice en Oración inaugural IV.
18. Traducción del part. griego xó 7tp87tov (Cicerón: De officiis, I, 27,
93), en la acepción que frecuentemente le confieren, u g., Platón e Isócrates.
Idéntico lexema subyace en decorum y en decet, de ahí la reciprocidad
enunciada por Cicerón, quien entiende, como aquí Vico, que no existe
decorum que no sea previamente honestum {ibidem , I, 27, 94: [...] nam et
quod decet honestum est et quod honestum est decet. qualis autem differenda
sit honesti et decori, facilius intellegi quam explanan potest. qu icquid est enim,
quod deceat, id tu m apparet, cu m antegressa est honestas).
19. Crisol de héroes. Cf., al respecto, Sobre la m ente heroica: "[...] la
felicidad del género humano, la única a la que sólo los héroes atienden
con exclusividad, quienes, ampliamente divulgada la fama de sus méritos
para con el genero humano, fam a mediante la cual, con voz resonante a
través de pueblos y naciones, Cicerón describe elegantemente la gloria
[Pro Marcelo, VIII, 26], engendran la inmortalidad de su nombre".
20. Mas una utilidad inherente a la propia honestidad m encionada
supra ; así "[...] me veo obligado a adir como herencia, para partirla y
dividirla, aquella queja de Sócrates, que esgrimía contra esos hombres
que, antes que ningún otro, introdujeron es la distinción, muy perniciosa
para la sociedad hum ana, entre las palabras siguientes: 'útil' y 'hones­
to'...", según afirm a en la Oración inaugural IV parafraseando el De officiis

164
de Cicerón (libro 111, passim , esp, 3, 4, 7...). fin Cicerón, en cambio, la
.loble vertiente de honestidad y utilidad se hace más manifiesta en el
C,enero deliberativo, no en el demostrativo; así, v. De inventione, II, 12 y
IS6: In deliberativo autem Aristoteli placel utilitatem, nobis et honestatem
<■! utilitatem, in dem onstrativo honestatem . Mas será la cultura o la incul-
im a del auditorio el criterio del que deberá valerse el orador para prim ar
uno de los dos atributos —honestidad o utilidad respectivamente— por
encima del otro, como declara él mismo en De partitione oratoria, 90.
21. V. Quintiliano: Instit. orat., III, 7, 16.
22. Ibídem .
23. V. g., la descripción de Nápoles y sus habitantes en la Oración
inaugural IV, o la consideración de los italianos como "[...] tras los espa­
ñoles, el más ingenioso de los pueblos [...]" en De nostri, VII.
24. “Y es tam bién un mérito de la patria el que podamos contraponer
n otros nuestros antepasados, quienes esclarecieron el nom bre de Nápoles
en las artes de la guerra y de la paz con una fama imperecedera”, dice en
Oración inaugural IV. Cf. Quintiliano: Instit. orat., III, 7, 26-27.
25. V. Oración inaugural V.
26. Como hace el propio Vico —ibídem — o Plutarco en sus Vidas
Paralelas.
27. Cf. Virgilio: Aeneis, VI, 853: Parcere subiectis et debellare superbos.

[2 1 ]

1. V. Aristóteles: Rhetorica, I, 4-8. IIPO£ AAEZANAPON, 1.421b ss.


(especies de los géneros oratorios). A d H erennium , III, 2-7. Cicerón: De
inventione, II, 156-176; De partitione oratoria, 83 ss. Quintiliano: Instit.
orat., III, 8. Calboli Montefusco: C onsulti..., pp. 262-263. Kennedy, G.:
The Art o f Persuasión..., pp. 203-206; The Art o f Rhetoric..., pp. 18-21,
Lausberg, H.: M anual..., §§ 224-238. Martin, J.: A ntike..., pp. 167-176.
2. En consonancia con la mayoría de los autores griegos y con Cicerón
(De oratore, II, 82, 335-337), según apunta Quintiliano (Instit. orat., III, 8,
14). Cf. Aristóteles: Rhetorica, 1.359b. riPOS AAE3ANAP0N, 1.423a-1.425b.
3. V. [20].
4. Como, v. g ., en el argum ento de la Oración inaugural IV, que , a su
vez, retom a el del libro III del De officiis de Cicerón (corroborando con
ello lo ya m antenido en De inventione, II, 12 y 156). Cf. supra, [20] nota
20. V. Quintiliano: Instit. orat., III, 8, 1 ss.: Deliberativas quoque m iror a
quibusdam sola utilitate finitas. Ac si quid in his u n u m sequi oporteret,
p oliorfuisset apud m e Ciceronis sententia, qui hoc materiae genus dignitate
m axim e contineri p u ta t [en probable referencia a De oratore, II, 82, 334].
Nec dubito q uin ii qui su n t in illa priore sententia secu n d u m opinionem
pulcherrim am ne utile quidem nisi quod h o n estu m esset existim arint [...].
Para el A uctor ad H erennium (III, 3) la dignidad forma parte de la utili­
dad, en tanto que para Aristóteles {Rhetorica, 1.358b), en cada género
de discurso existe un factor preponderante que, por ende, no excluye a
los demás, pero goza de suprem acía sobre aquéllos.

165
5. Cf. Cicerón: De in.venii.one, II, 158 y 170-175. Quintiliano: ìn s tit orai.,
Ili, 8, 22-25.
6. Cf. Quintiliano: Ìnstit. orai., Ili, 8, 28-29,
7. Cf. ibidem , 27. Mas todos estos apartados y subapartados se redu­
cen, en opinión de Quintiliano, a los dos primeros, esto es, utilidad y
dignidad, siendo así que en ellos quedan subsum idos todos los poste­
riorm ente enunciados.
8. Cf. ibidem, 66: Usumex&mplorum nulli materiae magis convenire merito
fere omnes consentiunt, cum plerum que videantur respóndete futura praeteritis
habeaturque experimentum velut quoddam rationis testim om um .

[ 22 ]

1. V. Aristóteles: Rhetorica, I, 10-15. IIPOZ AAESANAPON, 1.426b ss.


Ad Herennìum, I, 18 ss.; II, 3 ss. Alcuino: Disputa.tio de rhetorica, 7 ss. Ci­
cerón: De inventione, I, 10-19 y II, llss.; De partitione oratoria, 98 ss.
Quintiliano: ìnstit. orat. Ili, 6, 1 ss.; III, 9-11; VII, 2-10. Calboli Montcfusco:
Consulti..., pp. 263-265. Kennedy, G.: The Art o f Persuasión..., pp. 126-152;
The Art o f Rhetoric..., pp. 7-18. Lausberg, H.: Manual..., §§ 140 ss.
2. V. Ad H erennium , II, 19. Cicerón: De inventione, I, 15; Topica, 94.
Con tal refutación de la acusación com ienza la controversia que da lu ­
gar al sta tu s ; v. Quintiliano: ìn stit. orai., VII, 1, 6-8.
3. V. Cicerón: De inventione, I, 36.
4. Esto es, Ja antijuridicidad o no del hecho, y, globalmente considera­
do, la teoría general jurídica del delito. V., v. g., Cicerón: Topica, 91-94.
5. Otras diversas denom inaciones en Quintiliano: ìnstit. orat., III, 6,
2-3. Acerca de su origen, v. ibidem , III, 6, 13 ss. La doctrina de los status
de la causa, atribuida a H erm ágoras de Temnos (v. Calboli Montefusco:
La dottrina..., p a ssim ), quien la concretó, precisó y desarrolló, tiene ya
precedentes en Aristóteles: Rhetorica, 1.317b: [...] áTtoSeiKV'úvai Sé XP"n,
ènei Tiep x E x x á p m v f] áji(JjLO 'Pf|T7'iOL(^, Ttepi t o u àp.c))ia|3r|xouiJ.èvou t}>é
povxa xfiv árcóSei^iv, oíov, s i òxi ob yéyovev á|i(j)tc>pT)T£ÍTca, zv xrj
KpíoEi Sei xobxou (idX iaxa xt¡v ánóSet^iv (j>ép£iv, el 8’ óxi o í >k epAaxyev,
x o ú t o d , Kcd òxi oh xoaóvSe f) óxi Sikocícoq, cbaabxcoi; Kai el Tiepi xou

yevéaBai xom o h áji(j)ta|3fixr|Gti;... H(j). A d H erennium , 1. 18 ss. Cicerón:


Topica, 93 ss. V. Calboli Montefusco: Consulti..., pp. 299-300 y 337 ss.;
La dottrina..., pp. 2 ss. Cousin, J.: Études..., II, p. 130. Kennedy, G.: The
Art o f Persuasión..., pp. 306 ss. Lausberg, IL: M anual..., §§ 79-97. Leeman,
A.D.: O rationis..., p. 26. Volkmann, R.: Die R hetorik..., pp. 38 ss.
6. Cf. Quintiliano: ìnstit. orat., Ili, 6, 44 ss. Contrástese con Cicerón: De
inventione, I, 10 ss. (donde se recoge con mayor fidelidad la doctrina
hermagórea, que incluía cuatro s tatus); De partitione oratoria, 101. V. Calboli
Montefusco: Consulti..., pp. 300 ss. Otras clasificaciones en Lausberg, H.:
Manual..., §§ 134 ss.
7. Cf. Ad H erennium , I, 73. Cicerón: De inventione, I, 19. V. Calboli
Montefusco: La dottrina..., p. 63. Martin, J.: A ntike..., p. 29.
8. Gr. xó K pvvópevov. Acerca de la q u a estio , ratio, iu d ic a tio y

166

i
liuiK im entum , v. Ad H erennium , I, 26. Cicerón: De inventione, I, 18-19;
topica, 95. Q uintiliano: Instit. orat., ili, 11, 1 ss. E ibidem. III, 11, 24, don-
<li- se: identifica firm am en tu m , quaestio y indicano: Ncque est fere quisquam,
nimio non stultus atque ab onini prorsus usu dicendi rem otus, quin sciat et
•¡itid litem faciat (quod ab illis causa vel continens dicitur), et quae sit inter
litigantes quaestio, et de quo iudicari oporteat: quae om nia, idem sunt. N am
¡ i tic eo quaestio est quod in controversiam venit, et de eo iudicatur de quo
quaestio est. Calboli M ontefusco: La dottrina.,., p. 3. Cousin, J.: Études...,
Il, pp. 97 y 134-135.
9. Cf. Q uintiliano: Instit. orat. ,111, 11, 27: Theodori schola, u t dixi, om nia
irfi'i t ad capita. His plura intelleguntur, u n o m odo su m m a quaestio item ut
\tatus, altero ceterae quae ad su m m a m referuntur, tertio propositio cu m
titlfinnatione, ut dicim us “caput rei est” et apud M enandrum Kephalaion
csiin. In universum autem quidquidprobandum est erit caput, sed id m aius
tini m inus. V. Cousin, J.: Études..., II, p. 86.
10. V. supra, el statu s de con jetu ra. Cf. Alcuino: D isputatio de rhetorica,
7 ss. Cicerón: De inven tio n e , I, 10-19; II, 69 ss. A d H erennium , I, 19 ss.
Q uintiliano: Instit. orat., Ili, 6, 1 ss.
11. Cf. Quintiliano: Instit. oral., VI, 1, 49. V. Aristóteles: Rhetorica, 1.374a:
krtei 6' òpoXoyowtei; tioXàóckic; Tteiipaxèvoo, f| xò STtiYpapjia ol>x qioXoyoixyiv
•¡ì nepì ò xò brÍYpa|!(ia, olou Xapeív pèv àXk' ob KÀ.èyai [...].
12. Cf., al respecto, Gayo: In stitu tio n es, II, 49.
13. Cf. C iccrón: De inventione, II, 15 y 79. A d H erennium , I, 27.
14. Cf. Alcuino: D isputatio de rhetorica, 10. C icerón: De inventione, I,
18. V. A ristóteles: R hetorica, 1.373b.
15. V. Leges X II Tabularum, IX, fr. 6; [...] inlerfici [...] in d em n a tu m
qu em cum que h o m in em [.,.] u etu eru n t [...]. Cf. S. A gustín: De civitate
Dei, I, 19. Ad H erennium , IV, 33 (in fine). Cicerón: De in ventione, II, 82 y
84; De partitione oratoria, 106. Q uintiliano: Instit. orat., Ili, 11, 14... Y,
en tiem pos de C icerón, Clodio tra tó de sa c a r ad e la n te u n a ley en tal
sentido teniendo com o objetivo al p ro p io cónsul. Así, V. P atcrculo: His­
toria R om ana, II, 45: [...] legem in tribunalu tulit, qui civem R o m a n u m
in dem natum interem isset, ei aqua et igni interdiceretur .
16. Cf. A d H erennium , I, 18; II, 3 ss. Cicerón: De in ventione, I, 10 ss.;
II, 14-42; De oratore, I, 31, 139 y II, 24, 104; De partitione oratoria, 101
ss.; Topica: 82 y 92. Q u in tilian o : In stit. orat., VII, 2, 1 ss. V. C alboli
M ontefusco: Consulti..., pp. 304 ss.; La dottrina..., pp. 60 ss. Lausbcrg,
H.: M anual..., §§ 99-103. L eem an, A.D.: Orationis..., p. 71. M artin, J.:
Antike..., pp. 30-32. V olkm ann, R.: Die R hetorik..., pp. 57 ss.
17. Cf. los lugares e n u m era d o s en C icerón: De inventione, I, 34 ss. V.
ibidem , II, 16, donde la co n jetu ra nace ex causa, ex persona y ex facto
ipso, frente a la Rhetorica ad H erennium II, 3 ss., en que se an alizan seis
p artes d istin tas. V. C alboli M ontefusco: La dottrina..., pp. 71 ss.
18. Cf. C icerón: De inventione, II, 17 ss. V. asim ism o ibidem , I, 41.
Calboli M ontefusco: C onsulti..., pp. 346-347; La dottrina..., p. 71.
19. V. g. el modo, que tam b ién falta en Cicerón: De inventione, II, 40. V.
Quintiliano: Instit. orat., V, 10, 52. Calboli M ontefusco: Consulti..., pp. 342-
344 y 347 ss. Lausberg, H.: Manual..., §§ 382 ss. M artin, J.: Antike..., p. 112.

167
20. V. M a r t i n , Antike..., pp. 111-112.
21. A ctuación ésta que censura Plaui.o en P seu d o lu s, 685: Certa
a m ittim us, d u m incerta petim us.
22. Cf. Plinio: Epistulae, VII, 6, 3.
23. Cf. el ejemplo de Cicerón en De inventione, II, 14, a propósito del
status de causa conjetural. V. supra, [14] nota 16.
24. Cf. Aristóteles: Rhetorica, 1.402a: è era 5* £K xoínox) xoi3 iótiou f|
KópotKoi; xéxvri cruyKEipivTy xe yàp jxf| évo%o^ fj xfj odxía, ofov
àa0Evfì5 cüv aÍKÍa<; c|)Eijy£i (ob yàp bíkóO* ^ àv èvoxoQ fi, ofov lax^PÒQ
tòv (ob yàp &ÌKÓQ, 5xi eIkò<; Só^eiv)”.
25. Cf. Ad H erennium, I, 21 y II, 17. Ciccrón: De inventione, I, 10 y II, 52
y 153; De oratore, I, 139 y II, 107-109; De partitione oratoria, 123; Topica, 82
ss. Quintiliano; Instit. orat., VII, 3, 1 ss. V. Calboli Montefusco: Consulti...,
pp. 307-309; Iaa dottrina..., pp. 77-93. Lausberg, H.: M anual.., §§ 104-122.
Martin, J .'.Antike..., pp. 32-36. Volkmann, R.: Die Rhetorik..., pp. 65 ss.
26. V. la definición de lugares propios y com unes en A d H erennium ,
II, 9. No confundir con los loci co m m u n es —proposiciones de carácter
universal— procedentes de la teoría aristotélica (v. g. Rhetorica, 1.358a).
27. Trataríase, pues, de una realización arbitraría del propio derecho,
28. Cf. A d H erennium , I, 24 ss. y II, 19 ss. Cicerón: De inventione, I, 12-
15 y II, 62 ss. De oratore: II, 109 ss. De partitione oratoria, 129 ss. Topica, 84
ss. Quintiliano: Instit. orat., VII, 4, 1 ss. V. Calboli Montefusco: Consulti...,
pp. 309-311; La dottrina..., pp. 93-139. Lausberg, H.: Manual..., §§ 123-130.
Martin, J.: Antike..., pp. 36-41. Volkmann, R.: Die Rhetorik..., pp. 74 ss.
29. Cf. A d H erennium , I, 18 ss. Cicerón: De inventione, I, 14; II, 62 ss.
Quintiliano: Instit. orat., III, 5,4: Illud iam om nes fatentur, esse quaestiones
a u t in scripto a u t in non scripto. In scripto su n t de iure, in non scripto de
re: illud rationale, hoc legale genus Hermagoras atque e u m secutì vocant,
id est no m iko n et logìkon. Se trata de una diversificación de lo justo en
"por naturaleza" y “p o r legalidad" (ibidem , VII, 4, 5). V. Aristóteles:
Rhetorica, 1.373b: Xèyco Se vóp.ov xòv jiev l8iov, xòv Se koivòv, tSiov
pèv xòv e m a to ic , cbptapèvov 7tpòq abxot)Q, m i xouxov xòv [lèv àypa^ov,
xòv 5è ysypawiévov, koivòv 8è xòv Kaxà ^ a i v ... Calboli Montefusco:
La dottrina..., pp. 35 ss. y 99 ss. Cousin, J.: Études..., II, p. 106. Lausberg,
H.: M anual..., §§ 142 ss. y 198 ss. M artin, J.: A ntike..., pp. 29-30.
30. V. Cousin, J.: É tudes..., II, pp. 99-100. Lausbei'g, H.: M anual...,
§§ 149 ss.
31. Cf. A d H erennium , I, 24. Ciccrón: De inventione, I, 15; II, 69 ss.
Martin, J.: A ntike..., pp. 234-240. Volkmann, R.: Die R hetorik..., p. 76.
32. Cf. I7PO I AAEEANAPON, 1.439a. Quintiliano: Instit. orat., VII,
4,4. V. Calboli Montefusco: Consulti..., pp. 311 ss. y 354-355; La dottrina...,
pp. 108-113. Lausberg, H.: M anual..., § 176. Volkmann, R.: Die Rhetorik...,
pp. 383 ss.
33. Cf. Quintiliano: In stit. orat., VII, 4, 7. V. Calboli Montefusco:
Consulti..., pp. 355-356; La dottrina..., pp, 113 ss. Lausberg, H,: M anual...,
§§ 177 ss. Volkmann, R.: Die RJietorik..., pp. 386 ss.
34. Cf. Ad H erennium , II, 21, ss. Quintiliano: Instit. orat., VII, 4, 12 ss.
35. V. Lausberg, H.: M anual..., §§ 181-182.

168

1
36. Cf. Alcuino: Disputatici de rhetorica, 13 (com parado y relado). Se
«Iellate entre la utilidad y el honor. V. A dH erennium , I, 25 y IV, 34. Cicerón:
/>«• ¡avendone, II, 72. Quintiliano: Insdt. orat., VII, 4, 9 y III, 8, 23-24:
i.hiod si h anc vocant necessitatevi in q u a m h o m in es graviorum m etu
• nyjtntur, udlitads erit quaestio, ut si obsessi et inpares et aqua ciboque
ih'l'i’cd de facienda ad hostem dedilione deliberent et dicatur "necesse est";
nnnpe sequitur u t hoc subiciatur: "alioqui pereundum est" [...] Calboli
Montefusco: La dottrina..., pp. 116-119. Martin, J.: Antike..., pp. 237-238.
37. Cf. Ad H erennium , I, 25 y II, 26. Cicerón: De viven d o n e, I, 15 y II,
78. Quintiliano: In s d t. orat., VII, 4, 8. V. Calboli Montefusco: La dottiina...,
pp. 119*123. Lausberg, H.: M anual..., §§ 179-180. Martin, J.: Antike...,
PP. 236-237.
38. Quintiliano: Insdt. ora/.,VII, 4, 14. Cf. Ad H erennium , Í, 25 y II, 26.
Cicerón: De inventione, II, 86 ss, V. Calboli Montefusco: La dottrina..., pp.
123-129. Lausberg, H.: M anual..., §§ 183-185. Martin, J.: Antike..., p. 238.
39. Concepto jurídico de “obediencia debida". Un transparente ejem­
plo en Cicerón: De invendone, II, 91-92.
40. Cf. Alcuino: D isputado de rhetorica, 15. V. Calboli Montefusco: La
dottrina..., pp. 129-130. Lausberg, H.: M anual..., §§ 186 ss. Martin, J.:
Antike..., pp. 238-240.
41. V. Lausberg, H.: M anual..., §§ 187-191.
42. Es m uy posible que la fuente principal de Vico en esta cuestión
fuese, en form a directa o indirecta, Cicerón. De hecho, la disyuntiva
que aquí plantea entre el p u rg a m u s y el deprecam us se corresponde
m ilim étricam ente con la subdivisión que éste establece en la concessio
en purgai io y deprecado (De in ven tio n e, I, 15 y II, 31 ss.) y la que apare­
ce en Ad H erennium , I, 24. Cf. Quintiliano: Instit. orat., VII, 4, 14. V.
Calboli Montefusco: La dottrina..., pp. 130-139. Lausberg, H.: M anual...,
§§ 192-194.
43. Esto es, no m ediando dolo, sino culpa en todo caso.
44. n P O I AAEEANÀPON, 1.427a. Ad H erennium , I, 23-24. Cicerón:
De inventione, I, 15 y 41; II, 94 ss. Quintiliano: Instit. orat., VII, 4, 14-15.
45. V. supra, [17]. Cf. A d H erennium , II, 25.
46. Cf, A d H erennium , I, 19 ss., donde se añade una nueva co n sd tu tio :
la definido. Lo mismo hace Cicerón: De inventione, I, 17 ss. y II, 116 ss.
(especialmente 153-154); De partidone oratoria, 132 ss. Contrástese con
Topica, 96. Mas así como éste incluye la translado como un cuarto status
de la causa. Vico —como ya hiciera el Auctor ad H erennium — la hace
derivar del genus radonale al genus legale. Quintiliano: Instit. orat., III, 6,
46: [,..] et alios qui ex scripto ducuntur, legum contrariarum, quae antino­
m ia dicitur, et scripti et sentendae vel voluntads, id est kata rheton kai
dianoian, et m etalem psin, qu a m nos varíe transladvam, transum pdvam ,
transpositivam vocam us, sillogismon, quem accipim us ratiocinadvum vel
collecdvum am biguitatis, quae am phibolia nom inatur... E ibidem, III, 6, 60
ss. Parte Quintiliano de aquellos tres status racionales y cinco legales,
para posteriorm ente restringir la ambigüedad (III, 6, 67) y la transferen­
cia (III, 6, 68 ss.). V. asimismo ibidem, VII, 6, 1 ss. (letra y espíritu); 7, 1 ss.
(leyes en conflicto); 8, 1 ss. (silogismo); 9, 1 ss. (anfibología). V. Calboli

169
Montefusco: Consulti..., pp. 323 ss.; La dottrina..., pp. 81-82 (en relación
con cl sta tus de la definición). Lausberg, H.: M anual..., §§ 206 ss. Martin,
J.: Antike..., pp. 44-46. Volkmann, R.: Die Rhetorìk..., pp. 84 ss.
47. Propiamente, "antinomia". V. Cousin, J.: É tudes..., II, p. 50.
48. Entre otros y principalm ente la analogía. Cf. Quintiliano: Instit.
orai., III, 6, 43 (ratiocinativus sta tu s) y V, 10, 6.
49. Por razón de falta de legitim idad, competencia... V. Cousin, J.:
Études..., II, p. 103.
50. Cf. A d H erennium , I, 20; lì, 15. Cicerón: De inventione, I, 17; II,
144 ss; De partitione oratoria , 137 ss.; Topica, 96. Quintiliano: Instit. orat.,
VII, 7, 1 ss. V. Calboli Montefusco: Consulti..., pp. 330-332 y 359-361; La
dottrina..., pp. 166-178. Lausberg, H.: M anual..., §§ 218-220, Martin, J,:
A ntike..., pp. 48-50 y 242. Volkmann, R.: Dìe R hetorìk..., pp. 91-92.
51. Plectere aliquem capite es locución característica del Codex de
Justiniano (v. g ., 9, 20, 7).
52. Un caso similar, mas a la inversa, en Quintiliano: Instit. orai., IX, 2 , 81.
53. Cf. Aristóteles: R hetorica, 1.374a. A d H erennium , I, 19; II, 13 ss.
Cicerón: De inventione, I, 17; II, 121 ss. y 143; De partitione oratoria, 133
ss.; Topica, 96. Quintiliano: Instit. orat., VII, 6,1 ss. V. Calboli Montefusco:
Consulti..., pp. 329-330 y 358-359; La dottrina..., pp. 153-166. Lausberg,
H.: M anual..., §§ 214-217. M artin, J.: A ntike..., pp. 46-48 y 240-241.
Volkmann, R.: Die R hetorìk..., pp. 88-89.
54. Cf. Justiniano: In stitu tio n es, II, 1; Digesta, 1, 8, 8, 2 y 1, 8, 11,
rem ontándose a la fundación de Roma (v. Livio: Ab urbe condita, I, 7 y
Ovidio: Fasti, IV, 807-862). Mas cf. Digesta, 48, 13, 13. Cf., asimismo,
Cicerón: De oratore, II, 24, 100.
55. Auditores (sic): ¿d iscip u li ?
56. V. Cicerón: A d fam iliares, XIII, 11; In Verrem, II, I, 130 y 131.
Erasmo: Adagiorum chiliades, IV, 5, 37. Justiniano: Codex, 3,33, 7; Digesta,
I, 16, 7, 1; 7, 1, 7, 2; 48, 11,7, 2... Livio: Ab urbe condita, XXIX, 37...
57. V. Vico, G.: Obras... (o p . cit.), De nostri, XI, donde cita expresa­
m ente las del p o stlim in iu m y la lex Cornelia.
58. Lo que supone una postura —la del reconocimiento del arbitrio
judicial, si bien limitado— m oderna y equidistante entre las dos más ex­
tremas, a saber: la del histórico "buen juez" de los franceses (Magnaud),
de la más amplia discrecionalidad en la aplicación del derecho equitati­
vo, y la de la consideración de la figura del juez como "la boca que pro­
nuncia las palabras de la ley", esto es, una suerte de autóm ata privado de
la capacidad de interpretación y de aplicación de un criterio propio.
59. Cf. Vico, G.: Obras... (op. cit.), De nostri, Xí: "Pero es m enor la santi­
dad de las leyes, pues quien se afana en buscar excepciones en la ley, y la
tacha de defectuosa, está acusando al legislador de imprevisión y ataca, en
definitiva, la autoridad de las leyes: pues a menudo las leyes, demolidas
por tales defectos o excepciones, acaban por no encontrar qué sancionar".
60. Cf. A. Gelio: N octes Atticae, I, 13. Cicerón: De fin ib u s, II, 105; De
offìciis, III, 112. Erasmo: Adagiorum chiliades, I, 10, 87. Floro: E pitom ae
T. Livi, I, 9. Frontino: Strategem ata, IV, 1. Livio: Ab urbe condita, IV, 29;
VIII, 7 ss. Quintiliano: Instit. orat., V, 11,7. Salustio: B ellum Catilinae,

170
S.L Séneca (rétor): Controversiae, IX, 2, 20. V. Máximo: Facía et dicta
m cniorabilia, I, 6, 4, 1. Vico, G.: SN , § 517.
61. El espíritu frente a Ja letra, la equidad contra el derecho positivo
est l ieto: v. De nostri, XI.
62. Cf. la definición de Celso: "Ius est ars boni et aequi’’ (Ulpiano:
Digista, I, 1, [De iustitia et iure), 1, pr. 1).
63. Cicerón: De. ofßciis, l, .33. Erasm o : Adagiorum chi.li.ades, I, 10, 25.
64. Frente a Descartes: hacer en todo unos recuentos tan inte­
grales y unas revisiones tan generales, que llegase a estar seguro de no
m nitir nada”: Regula X I11. V. D iscours de la m éthode, p. II. Cf. Vico, G.:
Obras... (op. cit.), De nostri, 111 y D AIS VII § V.
65. Cf. De nostri, VII, nuestra nota 110 relativa a un pasaje aristotélico:
/■lìnea N icom achea, V, 10, 1.137b.
66. Cf. Cicerón: De legibus, III, 3, 8: Salus populi suprema lex esto.
67. Cf. Ad H erennium , I, 23; II, 18. Cicerón: De inventione, I, 17; II,
148 ss. Quintiliano: In stit. orat., VII, 8, 1 ss. V. Calboli Montefusco:
Consulti..., pp. 334-336 y 361-362; La dottrina..., pp. 187-196. Cousin, J.:
íitudes..., II, pp. 130-131. Lausberg, H.: M anual..., § 221. Martin, J.: A n­
tike..., pp. 51-52 y 242-243. Volkmann, R.: Die Rhetorik..., pp. 89-90.
68. Gr. cqi(ptßo?aa, coincidiendo con la figura hom ónim a (v. Cousin,
.1.: É tudes..., II, pp. 36 ss.). Cf. Ad H erennium , I, 20; II, 16. Cicerón:
De inventione, I, 17; II, 116 ss.; De oratore, II, 110 ss.; De Partitione ora­
toria, 132 ss. Topica, 86. Quintiliano: Instit. orai., III, 6, 44 ss; VII, 9, 1 ss.
V. Calboli Montefusco: C onsulti..., pp. 332-333 y 361; La dottrina...,
pp. 178-187. Lausberg, H.: M anual..., §§ 222-223. Martin, J.: A ntike...,
pp. 50-51 y 241-242. Volkmann, R.: Die R hetorik..., pp. 90-91.
69. Quintiliano: Instit. orat., VII, 9, 8 ss.
70. Cf. A d H erennium , I, 22; li, 18. Cicerón: De inventione, I, 16; II, 57
ss. V. Calboli Montefusco: C onsulti..., pp. 315 ss. y 357-358; La dottrina...,
pp. 139-152. Cousin, J.: Études..., II, pp. 102-103. Lausberg, H.: M anual...,
§§ 131-133 y 197. Martin, J.: A ntike..., pp. 42-44 (y supra, nota 49 en este
mismo parágrafo). Volkmann, R.: Die R hetorik..., pp. 84 ss.
71. V. Quintiliano: Instit. orai., Ili, 6, 75: Non recte agis ignom iniosus”.
Q uaerituran ignom iniosus sit, a u t an agere ignom inioso liceat: quaestiones
et status. Ergo trala tivu m g en u s causae, u t co m p a ra tivu m et m u tu a e
accusationis. Cf. Digesta, 3, 1 y 3, 2.
72. Cf. ibidem , 42, 1, 5 y 50, 16, 99.
73. Civil, en definitiva. V. Gayo: In stitu tio n e s, II, 8 y IV, 2,

[23]

1. Intraducibie paronim ia entre licet y libet. Cf. Ad H erennium , IV,


34. V. infra [52]. El juego de p alabras se en cuentra ya en Plauto:
Trinum m us, 1032.
2. Usados aquí “ubi" e “ib i’’ con valor local-temporal (v. Vico, G.:
Obras... [op. cit.], D AIS IV § IV y nota 156), esto es: “donde"... “allí", y
"cuando”... “entonces”. Y lo mismo para el resto.

171
3. V., en relación con el símil de la táctica m ilitar aplicada a la ejecu­
ción del discurso, Quintiliano: Instit. orai., II, 13, 3 y 4. Cf. asim ism o
ibidem , VI, 4, 1 ss.

[24]

1. A d H erennium , III, 16-18. Cicerón: De oratore, II, 42, 117 ss. V.


Beristáin, H.: Diccionario..., pp. 156 ss. Calboli Montefusco: C onsulti...,
pp. 425-427. Kennedy, G.: The Art o f Persuasión..., pp. 119 ss. Lausberg,
H.: M anual..., §§ 443-452. Leeman, A.D.: Orationis..., pp. 151-153. Martin,
J.: A ntike..., pp. 213-243.
2. V. supra, [11] nota 6.
3. V. A d H erennium , I, 4. Cicerón: De inventione, I, .19-20, seis partes
que, con m atices, se m antienen posteriorm ente en De oratore, aunque
se ven re d u c id a s a cinco en O ra to r, XXXV, 122. Cf. Topica, 98.
Q uintiliano: Instit. orat., III, 9, 1 ss.: N u n c de iudiciali genere, q u o d est
praecipue m ultiplex sed officiis constai duobus, in ten d o n is ac depulsionis.
c u iu s partes, u t p lu rim is a u cto rib u s placuit, q u in q u é su n t: p ro h o e m iu m
narrado probado refutado perorado. H is adiecerunt q u id a m p a rd d o n e m
propositionem excessum ; q u o ru m priores duae p ro b a d o n i su c c id u n t [...].
Y VIII, P roem ., 11. Alcuino: D isp u ta d o de rhetorica, 19. A ristóteles
(Rhetorica, III, 13), p o r su parte, adm itía cuatro a lo sumo: exordio,
exposición, prueba y epílogo (esto es, las m ism as cuatro que enum era
Cicerón en De pard tio n e oratoria, 4), m as en la inteligencia de que sólo
la exposición y la prueba —que vendrían a coincidir con la n arració n y
la confirm ación respectivam ente— son im prescindibles, ya que en d e­
term inados contextos o géneros el exordio y el epílogo no lo son. V.
Calboli Montefusco: C onsulti..., pp. 362-365. Lausberg, H.: M anual...,
§ 255 ss., y especialm ente, acerca de la controversia sobre el núm ero
de partes, §§ 261-262 y cu a d ro anexo. Leem an, A.D.: O ra tio n is...,
pp. 20-22. Martin, J.: A n tike..., pp. 52-60. Volkmann, R.: Die R h eto rik...,
pp. 123 ss.

[25]

1. Cf. Aristóteles: Rhetorica, III, 14-15. H P02 AÄESANAPON, 1.436a-


b y 1.441b ss. Ad H erennium , I, 4 ss. Cicerón: De inventione, I, 20; De
oratore, II, 77, 310. Quintiliano: Instit. orai., IV, 1. Alcuino: D isputado de
rhetorica, 20. V. B eristáin, H.: D ic c io n a rio ..., pp. 204-205. Calboli
M ontefusco: E x o rd iu m ..., pp. 1-32. Cousin, J.: É tu d es..., II, p. 125.
Lausberg, H.: M anual..., §§ 263 ss. Leeman, A.D.: O radonis..., p. 25.
Martin, J.: A ndke..., pp. 60-75. Volkmann, R.: Die R hetorik..., pp. 127 ss.
2. Cf. Aristóteles: Rhetorica, 1.415a, in fine. Ad H erennium , I, 6-11.
Cicerón: De inventione, I, 20 ss; Topica, 97; De oratore, II, 19, 80 ss. y 79,
322 ss. Quintiliano: Instit. orai., IV, 1, 5. Alcuino: D isputado de rhetorica,
20. Dante A.: E pistulae, XIII (Ad Cangrande), 19, a proposito de la teoria

172
ictérica de Cicerón conocida hasta la época: La Rhetorica Vetus y la
N ova Rhetorica. V. infra, nota 13 en este parágrafo.
3. V. Calboli Monte fus co: E xo rd iu m ..., pp. 22 ss.
4. Cf. Ad Herennium, I, 8. V. Calboli Montefusco: Consulti..., pp. 370-371.
5. V. supra, [16] nota 12.
6. V. Vico, G.: Obras... (op. cit.), Oración inaugural I: "¿[...] digno de
este muy prestigioso y distinguido lugar para la disertación al que aho­
ra, falto de hábito, he subido a hablar por vez primera?".
7. Contaba 27 años.
8. Ignoscendi [...] cognoscendi. “Que haya en ti ocasión de conocer y
de perdonar”: Vico, G.: Obras... (op. cit.), Oración inaugural III, en refe­
rencia a Terencio: H eauton tim o ru m en o s, 218: N am et cognoscendi et
ignoscendi dabitur peccati locus.
9. Las partes, pues, del proceso —acusación y defensa— se invier­
ten m ediante la aplicación al caso controvertido de la cuestión cui
b o n o ? Se trata, pues, de un caso de ávxiK axriY opía o m u tu a accusatio,
donde —como apunta Calboli Montefusco: La dottrina..., p. 65— "... il
crim ine sarà trasferito nella persona stessa dell’accusatore [...]".
10. Atención, benevolencia... propiam ente los objetivos que trata de
alcanzar el exordio. V. infra.
11. Subsellia: así llamados por encontrarse ubicados a un nivel infe­
rior al asiento del pretor, que preside el estrado (tribunal).
12. Cicerón: Pro R oscio A m erin o , 1-14.
13. Cf. Aristóteles: Rhetorica, 1.315a. ITPOS AAEEANAPON, 1.436a (in
fine) ss. (en ambos casos con exclusiva mención de la atención y la benevo­
lencia, y con ausencia, pues, de la docilidad). Cicerón: De inventione, I, 20
ss. Ad H erennium , I, 7. Quintiliano (que adopta el orden secuencia! de
Cicerón y al que probablemente sigue Vico): Instit. orat., IV, 1,5 ss., quien
reduce la enumeración a estos tres elementos, una enumeración que, en
cambio, Apolodoro aum enta sensiblemente (v. ibidem., IV, 1, 50-51). V.
Calboli Montefusco: Exordium ..., pp. 3 ss. Lausberg, H.: Manual..., §§ 268
ss. Leeman, A.D.: Orationis..., pp. 151 y 153. Martin, J.: Antike..., pp. 64 ss.
14. Gr. ev80^0v. V. Cousin, J.: É tudes..., II, pp. 74-75.
15. V. Cousin, J.: Études..., II, p. 138.
16. La afirm ación no es enteram ente cierta: Cicerón (De inventione,
I, 20) enum era, en efecto, cinco; mas no el turpe ("vergonzoso") y sí, a
cambio, un adm irabile (v. Cousin, J.: É tudes..., II, p .l 12), am én de deno­
m inar anceps al d u biu m . La Rhetorica ad H erennium (I, 5) menciona
sólo cuatro, faltándole el ob scu ru m . Quintiliano, por su parte (In s tit.
orat., IV. 1, 40) señala seis, pues añade a los cinco de Cicerón (incluido
un anceps o d u b iu m ) el turpe. V. Calboli Montefusco: C onsulti..., pp.
366-368; E xordium ..., pp. 8-10. Lausberg, H.: M anual..., §§ 64 y 264.
Martin, J.: A ntike..., pp. 24-26 y 70-71.
17. Cicerón: De inventione, I, 20-26. A d H erennium , I, 6-11, que ates­
tigua su procedencia griega (prooim ion y ephodos). Quintiliano: Instit.
orat., IV, 1, 42. V. Lausberg, H.: M anual..., §§ 265 ss.
18. V. Calboli Montefusco: E xordium ..., pp. 11-12 y 18. Lausberg, H.:
M anual..., §§ 266 ss.

173
19. En la que inchiso podemos prescindir de todo exordio: Ad Herennium,
I, 6 y Cicerón: De inventione, I, 21. V. Calboli Montefusco: Consulti..., pp.
365-366; Exordium ..., pp. 27 ss. Lausberg, H.: Manual..., §§ 284 ss.
20. V. Calboli Montefusco; Consulti..., pp. 368-370; E xordium ..., pp.
12-18. Lausberg, H.: M anual..., §§280-281. Martin, J.: Antike...., pp. 71-72.
21. Cf. Vico, G.; Obras... (op. cit.); p a ssim en las Oraciones inaugura­
les. V. particularm ente la nota 9 a la Oración inaugural II.
22. Salustio; Bellum Catilinae, 51.
23. Forma de prolepsis, de ahí el nom bre de occupatio (v. [57]).
24. Cf. Ad H erennium , I, 7.

[26]

1. ÄrryyriGU;. Cf. Aristóteles: Rhetorica, III, 16. TIPOS AAE5ANAP0N,


1.438a. Ad H erennium , I, 11 ss. Cicerón: De inventione, I, 27. De partitione
oratoria, 31: [...] narrado est rerum explicado et quaedam quasi sedes ac
fu n d a m en tu m constituendae fìdei... Quintiliano: Instit. orat., IV, 2, 31 :
N arrado est rei factae a u t u t factae u tilis ad persuadendum . V. Beristáin,
H.: D iccionario..., pp. 355 ss. Calboli Montefusco: Consulti..., pp. 375
ss.; E xordium ..., pp. 33-77. Lausberg, H.: M anual..., §§ 289 ss. Leeman,
A.D.: O rationis..., p. 25. Martin, J.: A ntike..., pp. 75-89. Volkmann, R.:
Die R hetorik..., pp. 148 ss.
2. En tales casos la narrado resulta imprescindible. Cf. Quintiliano:
Insdt. orat., IV, 2, 20-21: Ne hoc quidem sim pliciter accipiendum , quod est
a m e positum , supervacuam esse narradonem rei quam iudex noverit: quod
sic intellegi volo, si non m odo fa c tu m quid sit seiet, sed ita factum edam ut
nobis expedit opinabitur. Meque enim narrado in hoc reperta est, u t ta n tu m
cognoscat iudex, sed aliquanto m agis u t consendat. Quare edam si n o n erit
docendus sed aliquo m odo adficiendus narrabim us, cu m praeparatione
quadam [...] No así en otros: v. Lausberg, H.: Manual..., § 337.
3. Sigue, pues, la distribución del De partitione oratoria entre propie­
dades necessaria y assum pta. Cf. A d H erennium , I, 14, ss. Cicerón: De
inventione, I, 28 ss.; Topica, 97. Quintiliano: Insdt. orat., IV, 2, 31: E am
plerique scriptores m axim eque q u i su n t ab Isocrate volu n t esse lucidam
brevem veri sim ilem . Ñeque e n im refert an pro lucida perspicuam , pro veri
sim ili probabilem credibilemve d ica m u s [...]. Esta doctrina, al parecer
procedente de la escuela de Isócrates, aparece también recogida en T1POE
AAEEANAPON, 1.438a, si bien Aristóteles (R hetorica, 1.416b) pone ob­
jeciones al criterio de la brevedad por excesivamente aprioristico, con­
siderando que más bien debe ser proporcionada, equilibrada y acorde
con la casuística a afrontar en cada momento. V. Calboli Montefusco:
C onsulti..., pp. 377-379; E xordium ..., pp. 65 ss. Lausberg, H.: M anual...,
§§ 294 ss. M artin, J.: A ntike..., pp. 82 ss.
4. Las assum pta ad o m a tu m . Cf. Aristóteles: Rhetorica, 1.414a-1.515b.
Quintiliano: Insdt. orat., IV, 2, 63: Illa quoque ut narrationi apta, ita ceteris
quoque pardbus com m unis est virtus quam Theodectes huic uni proprie dedit;
non enim m agnificam m odo vult esse verum edam incundam expositionem

174
I... | Y rccogc además (ibídem , IV, 2, 107) el pasaje de Cicerón (De partitione
■notoria, 31), según el cual la narrado debe despertar adm iraciones,
i•Kspccladones, exitus inopinatos, interpositos m otas anim orum , colloquia
1't‘rsonarum, dolores, iracundias, m etus , laetidas, cupiditates. Cf. ibídem, 19,
irspccto de las palabras a utilizar. V. Lausberg, H.: Manual.,., §§ 335-336.
5. Cf. A d H erennium , I, 14. Cicerón: De in v en d o n e , I, 28. Quintiliano:
Insdt. orat., IV, 2, 40-51.
6. Cf. Ad H erennium , I, 15. Cicerón: De invendone, I, 29. Quintiliano:
Instit. orat., IV, 2, 36*39.
7. Cf. A d H erennium , I, 16. Cicerón: De invendone, 1, 29. Quintiliano:
hisl.it. orat., IV, 2, 52-60. V. Calboli Montefusco: C onsuld..., pp. 384-385;
lixordium ..., pp. 52 ss. —en relación con los diversos tipos de n arra­
ción— y 69 ss.
8. Coherencia interna en el com portam iento de personas y persona­
jes, esto es la rjBoTtoiía según la entiende Aristóteles (completa descrip­
ción en Poética, 1.454a). V. De nostri, VIH; y en Sobre la m ente heroica-.
"[...] contemplad [...] la naturaleza hum ana en las fábulas de los más
conspicuos poetas, herm osísim a incluso en medio de su propia fealdad,
porque siem pre conviene consigo, es siempre sem ejante a sí misma,
arm ónica en todas sus partes [...]". Cf. Cicerón: De officiis, I, 28, 97:
"[...] los poetas observan el decoro cuando cada personaje habla y se
com porta en consecuencia con su carácter”.
9. En el sentido en que viene definido en Vico, G.: Obras... (op. cit.),
De nostri, II y DAIS VII § V.
10. V. supra, [16] nota 7.
11. Cicerón: Pro M ilone, IX, 24-25.
12. Ibídem , IX, 25-26.
13. Em pleado para ejemplificación por Quintiliano: Insdt. orat., V,
10, 50-52.
14. Cicerón: Pro M ilone, X, 27-29. Recogido por Quintiliano: Insdt.
orat., IV, 2, 121.

[27]

1. V. Quintiliano: Insdt. orat., IV, 3, 1 ss. IlapéK paotq para los griegos,
egressus, egressio o excursus para los latinos (ibídem , IV, 3, 12), viene jus­
tificada por Quintiliano sólo en contadas ocasiones, siempre que lo de­
mande la propia causa —nunca por mero lucimiento retórico (ibídem , IV,
3, 1-3)— y, por ende, no exclusiva ni necesariam ente ubicada tras la
narrado (ibídem, IV, 3, 4 y 15: N am quidquid dicitur praeter illas quinqué
quas fecim us partes egressio est [...]). Recogida por Hermágoras entre las
partes del discurso, nunca fue muy aceptada como tal entre los rétores
latinos (V. Quintiliano: ibídem y Cicerón: De oratore, II, 77, 312: [...] vel re
narrata el expósita saepe datur ad com m ovendos ánim os digrediendi locus
[...]), que, como se puede observar, la recogen más bien como un recurso
estilístico de carácter emotivo. Cf. Cicerón: La invención... I, nota 143.
V. Beristáin, H.: Diccionario..., pp. 150-151. Calboli Montefusco: Consuld...,

175
pp. 385-387; E xordium ..., pp. 73-77. Cousin, .1.: Éludes..., II, pp. 113-114.
Lausberg, H.: M anual..., §§ 340-342. Leeman, A.D.: O ralionis..., p. 56.
Martin, J.; A ntike..., pp. 89-91. Volkmann, R.: Die Rhetorik..., pp. 164 ss.
2. Cicerón: In Verrem, II, 0 , 1-8. Recogido por Quintiliano: Instit.
orat., IV, 3, 13.

[28]

1.V . Ad H erennium , II, 28 ss. Quintiliano: Instit. orat., Ill, 9, 2 y 5; III,


11, 20 y IV, 4, 1 ss. V. Calboli Montefusco: Consulti..., pp. 3.393-3.394.
Lausberg, H.: M anual..., § 346. Leeman, À.D.: O radonis..., p. 26. Martin,
J.: A ntike..., pp. 91-95. Volkmann, R.: Die R hetorik..., pp. 167 ss.
2. Como inicio de la dem ostración. Cf. Quintiliano: Instit. orat., IV, 4,
9: Habet interim vim propositionìs, etia m sì per se non est propositio, c u m
e x p o sito rerum o rdin e s u b ic im u s : "de h is c o g n o s c itis ", u t s ii haec
com m onitio iudicis, quo se ad quaestionem acrius intendat et velai quodam
tactu excitatus fin em esse, narrationis et in itiu m probationis intellegat...
3. Cicerón: Pro Q uinctio, 10.
4. Lo que en A d H erennium (I, 17) constituye la prim era parte de la
divisio : C ausarum divisto in duas partes distributa est.
P rim um per narrationem debem us aperire, q uid nobis conveniat c u m
adversariis si ea, quae utilia s u n t nobis, convenient, q uid in controversiis
<relictum sit> V. asimism o Cicerón: De inventione, I, 31: Partes eius
[p a rtid o ] su n t duae, q u a ru m utraque m agno opere ad aperiendam ca u sa m
et co n sd tu en d a m perdnet controversìam . Una pars est, quae, q u id c u m
adversariis conveniat et q u id in controversia relinquatur, ostendit [...]. In ­
tegran, pues, la divisio de aquél y la p a rtid o de éste dos partes, de las
que la prim era sería la presente propositio y la segunda la p artido, trata­
da a continuación. Y Quintiliano: In stit. orat., IV, 5, 28. Leeman, Á.D.:
O radonis..., p. 314.

[29]

1. Cf. Quintiliano: Instit . oral., IV, 5,1: Partido est nostrarum aut adversarii
propositionum aut utrarumque ordine conlocata enumerado. Hac quidam
utendum semper putant, quod ea fíat causa lucidior et iudex intenüor ac
docilior si scierit et de quo dicim us et de quo dicturi postea sum us. (El resalta­
do en redondilla —así como los de las notas subsiguientes— son nuestros.)
2. V. Quintiliano: In stit. orat., IV, 5, 1 ss. y VII, I, 1 ss. V. Calboli
Montefusco: Consulti..., pp. 387 ss. Lausberg, H.: M anual..., § 347, Leeman,
A.D.: Oradonis..., p. 26. Volkmann, R.: Die Rhetorik..., pp, 167 ss.
3. La segunda parte de la divisio e n A d H erennium , I, 17: Deinde, c u m
hoc fecerim us, distributione u ti debem us. Ea d ivid itu r in duas partes:
enum erationem et exposidonem .
E num eratione utemur, cum dicemus num ero, quot de rebus dicturi
sumus. Eam plus quam trium partium num ero <esse> non oportet- nam

176
í'í periculosum est, ne quando plus m in u sve dicam us; et suspicionem adfert
auditori m editationis et artificii: quae res fidem abrogai orationi.
Expositio est, cum res, quibus de rebus dicturi sumus, exponimus
brcviter et absolute.
4. A la excesiva desm em bración se debe la ligera burla que hace
( ¡cerón (D ivinatio in Caecilium, 45), recogida en Quintiliano: histit. orat.,
IV, 5, 24: Mee in m é rito m u ltu m ex d ilig en tia p a rtie n d i tu lit la u d is
O. H ortensius, cu iu s tarnen d ivisionem in dígitos diductam n o n n u m q u a m
Cicero leviter eludit. Mam est su u s et in gestu m o d u s et vitanda utique
m axim e concisa n im iu m et velut articulosa partitio.
5. Cf. Cicerón: De inventione, I, 32: [... p a rtitio ] haec habere debet:
brevitatem , a b so lu tio n e m , p a u c ita te m [...]. V. Calboli M ontefusco:
Consulti..., pp. 390-391, Martin, J.: A ntike..., p. 94.
6. Se trata aquí de la propositio de Quintiliano, correspondiente a la
primera parte de la partitio de Cicerón.
7. La sponsio, integrada de stipulatio y prom issio. V. Digesta , 50, 16, 7.
8. Cicerón: Pro Q uinctio, 10.

[30]

1. Aristóteles: Rhetorica, III, 17-3 8. IIPOE AAE5ANAP0N, 1.438b.


Y como señala el A uctor ad H eren n iu m (III, 18), las argum entaciones de
peso deben ubicarse ai principio y al final, reservando el centro para las
m ás endebles: In c o n firm a tio n e et c o n fu ta tio n e a rg u m e n ta tio n u m
dispositiones h u iu sm o d i convenit habere: firm issim a s argum entationes
in prim is et in postrem is causae partibus conlocare; m ediocris et ñeque
inútiles ad dicendum ñeque necessarias a d p ro b a n d u m , quae, si separatim
ac singulae dicantur, in firm a e sin t, c u m ceteris co n iu n cta e firm a e et
probabiles fiunt, interponi [in m edio conlocari] oportet [...]. V. asimismo
Quintiliano: Instit. orat., V, 13, 4, 5 y 14; y VII, 1, 10-12. Cf. Lausberg, H.:
M anual.,., §§ 348 ss. Martin, J.: A ntike..., pp. 95-137. Volkmann, R.: Die
R hetorik..., pp. 175 ss.
2. Cicerón: De partitione oratoria, 46: [ CICERO PATER] E st ergo (ut
supra d ictu m est) explicado argum enti argum entado.
3. Cf. A d H erennium , I, 13 y II, 8.
4. V. D A IS VII § V y De nostri, III.
5. Salustio: B ellum íu g u rth in u m , 2.
6. Si bien, basándose ambos en la argumentación, existen evidentes
intersecciones, tam bién son notables las diferencias entre una dialéctica
que pretende partir de un verum silogístico y una retórica que lo hace de
un certum —esto es, un verum retórico— entimemático. De hecho, los
estoicos, que cultivaron muchísimo la dialéctica (Cicerón: De fiíñ b u s, IV,
4, 10; Tópica, 6), relegaron totalmente la retórica.
7. Argumento inductivo (in d u ed o ) frente al silogismo, deductivo. Se
trata de un argum ento lógico paralelo, en cierta medida, al exem plum
retórico. V. Cousin, J.: É tudes..., II, p. 78.
8. V. Lausberg, H.: M anual..., §§ 367-372.

177
9. Para la variedad de acepciones contextúales de la voz "argutum ",
v. D AIS VII § IV y V, y nuestra versión de Reivindicaciones de Vico, XVI
(en Cuadernos sobre Vico, CIV n.° 13-14, Secretariado de Publicaciones
de la Universidad de Sevilla, Sevilla, '2002, pp. 437-459).
10. A doptada esta form a en cinco partes por los seguidores de
Aristóteles y Teofrasto, al decir de Cicerón (De in ven tio n e, I, 61), se
trata de un silogismo retórico com pleto —a diferencia del entim em a
aristotélico (R hetorica , 1.394 ab)—, en el que la prem isa m enor restilta
ser una form a particular de la mayor, y am pliado con la adición de
una breve prueba a am bas prem isas. En él la verosim ilitud nace por lo
g en e ral de p ru e b a s p ro c e d e n te s del o rd en in a rtific io so . Cf. A d
H erennium , II, 28 ss. y Cicerón: De in ve n tio n e : I, 57 ss. Q uintiliano:
ln stit. orat., V, 10, 1 ss. V., a m ayor abundancia, R etórica a H erenio, II,
nota 56. V. —tam bién para el entim em a— Quintiliano: ln stit. ora/.., V,
14, 1 ss. Calboli Montefusco: C onsulti..., pp. 417 ss. Cousin, J.: É tudes...,
II, pp. 82-83. Lausbcrg, H.: M anual..., §§ 371-372.
1 1 .0 silogismo retórico. V. Q uintiliano: ln stit. orat., I, 10, 38: N a m
et syllogism is si res poscet utetur, et certe enthym em ate, qui rhetoricus est
s y llo g is m u s . Una d e s c rip c ió n se n o s o fre ce ib id e m , V, 10, 1-3.
V. Aristóteles: R hetorica, II, 22. Calboli M ontefusco: C onsulti..., pp, 415
ss. Cousin, J.: Études..., II, pp. 75-76. Lausberg, H.: M anual..., § 371.
12. Cf. Quintiliano: lnstit. orat., V, 10, 7: [...] esse apodixin inperfectum
epichirem a eadem causa qua d ix im u s en th ym em a a syllogism o distare;
nam et enthym em a syttogism i pars est.
13. V. A ristó teles: R h e to r ic a , II, 1.349a-b. Cf. ib id e m , II, 21.
Y Quintiliano: ln stit. orat., VIII, 5, 1 ss.
14. A trib u id a a D em óstenes en D A IS , VII § V. V. A ristóteles:
R hetorica, 1.356b.
15. Cf. Aristóteles: R hetorica, 1.394b.
16. Cf. Cicerón: Orator, XXIV, 79 y LXXI, 236. Gr. yvco}.loÁ,oyía. Res­
pecto de la acum ulación de sentencias, v. Quintiliano: lnstit. orat., VIII,
5, 25 ss. Cousin, J.: Études..., II, pp. 54-55.
17. La denom inada "interrogación retórica”, tratada por Q uintiliano
en ln stit. orat., IX, 2, 7 ss. V. Leeman, A.D.: O rationis..., p. 37. Volkmann,
R.: Die R hetorik..., p. 491.
18. Salustio: B ellum lu g u r th in u m , 10.
19. Cf. Quintiliano: ln stit. orat., VIII, 5, 6.
20. V. Aristóteles: R hetorica , 1.356a-b: icòv Sé Sid t o u Seikvúvcü. f)
(J ja ív e a O a t SetKvúvai, KaOdrcep Kai é v t o í q S ia ? * .sk tik o u ; t ò | i é v
b7iaycüY f) £ < m v , t ò S è g u à X o y i o ( i ó ^ , t ò 8 è (j> aivó¡i£v 0í; a u ^ X -o y io p -ó i;,
ydp t ò pèv T ia p à S e ty p -a i~naYtùYTì, t ò 8' 'ev-
K a i é v x a ñ S a òjioicoQ - é a T t v
9 ú p r|p a o'uX.X.oYtajaóq, t ò Sé óa i v ó(ievov év0ú¡.iTiia.a <f>aivó|i.evoq
auÁAoYiajióQ. KaXcS 8’ évQóprifia (lèv pqTopiKÓv auXXoYtajióu, m p d -
Ssiyi-ia Se e n a y c ú y r \ v pr|TO plK qv. Pasaje éste que resulta muy esclarece-
dor; como lo es asimism o el de Topica, 105a. V. tam bién A. Gclio: N octes
A tticae, VI, 3, 35 y 44 (relativas a su uso p o r Catón). Cicerón: De
inventione, I, 51; Topica, 42 y Quintiliano: lnstit. orat., V, 10, 73. Calboli
Montefusco: C onsulti..., pp. 414-415. Lausberg, H.: M anual..., §§ 419 ss.

178
21. Si bien Aristóteles suele servirse de ambos, la referencia aquí es
il Nilogismo retórico, no al lógico.
22. Cf. Quintiliano: Instit. oral., V, 1.1, 2-3.
23. Una más completa definición, v. g., en Cicerón: De inventione, I, 5.
24. Cf. Aristóteles: Rhetorica, II. 12-14.
25. No confundir con Esquines el orador. Se trata aquí de Esquines
vi Socrático”, autor de diálogos (tenem os noticia de unos siete) de los
i¡i ti- sólo nos quedan fragmentos, aunque abundantes. Uno de tales diá­
logos se intitula precisam ente Aspasia, por ser su protagonista esta cor-
ii'sana, am ante de Feríeles, cuya inteligencia e ingenio —cualidades que
Ir valieron, en tanto que mujer, la sátira de algunos comediógrafos—
m ienta realzar. La cita es aquí de Cicerón: De inventione, I, 51 y 52,
Mvogida p o r Quintiliano: Instit. orat., V, 1 í, 27-29.
26. V. g., Cicerón: Académicas q uaesiiones, I (Posteriores), 4.
27. V. Cicerón: De oratore, II, 67, 270; B ru ta s, 292; De officiis, I, 108;
ih ‘ fin ib u s, II, 2... Quintiliano: Instit. orat., IX, 2, 46.
28. A ello se alude tam bién en D AIS VI.
29. Cf. Platón: Apología, 27d.
30. ¿E n a n th io n ? ¿Hipercorrección? En gr. é v a v tío v , no évavOíov.
31. Cf. Aristóteles: Rhetorica, 1.393a ss. I1POZ AAEHANAPON, 1.429a.
W H erennium , IV, 62, Cicerón: De in ven tio n e, I, 49.
32. Cf. A ristó te le s , R h e to r ic a , 1.356b. T ó p ica , 105a. IIPO Z
AAESANAPON, 1.429a. V. Calboli Montefusco: Consulti..., pp. 396-398.
( :<msin, J.: Études..., II, p. 111. Lausberg, H.: M anual..., §§ 410 ss. Leeman,
A.D.: O r a tio n is ..., pp. 346-347. M artin, J.: A n tik e ..., pp. 119-124.
Volkmann, R.: Die R hetorik..., pp. 233 ss.
33. Cf. Alcuino: D isputado de rhetorica, 13. Cicerón: De inventione,
I [, 78-79. Livio: Ab urbe condita, I, 25. Quintiliano: Instit. orat., III, 6, 76
y V, 11, 12, citando el Pro Milone. Es frecuente la ejemplificación retóri­
ca a este respecto con el caso de Orestes (Ad H erennium , I, 17 y 26.
Cicerón: De inventione, I, 18. Quintiliano: Instit. orat., III, 6, 76 y 11, 4
ss.; V, 11, 18), m as a partir de Cicerón —y más concretam ente del Pro
M ilone — los ejemplos alternan en los rétores posteriores entre ambos
casos. Así encontram os el caso de Miíón en el propio Quintiliano (v. g.,
en Instit. orat., III, 11, 15-17). Cf. SN , § 1.078.
34. Silogismos encadenados en que la conclusión de uno es la prem i­
sa del siguiente; gr. <Kopítr|<; < ccopót;: "m ontón”.
35. El sueño enviado por la divinidad, de los estoicos. V. D AIS I § III.
36. Cicerón: Academicae quaesiiones, II, 16.
37. Cf. A d H eren n iu m : IV, 34. Quintiliano: Instit. orat., IX, 3, 54.
V. infra, [52] nota 1.
38. Cf. Salustio: B ellum Catilinae, 8; e ibídem , XII, 2. V. Vico, G.: Oratio
inauguralis IV.
39. Cicerón; Pro R oscio A m erino, 75.
40. Cf. Aristóteles: Rhetorica, 1.399a. A d H erennium , II, 38. Cicerón:
De in ventione, I, 45.
41. Así, v. g ., el escéptico Sexto Empírico, en sus obras 2KHIITIKA
(tanto en nPOE AOriKOYZ como en IIPOE AOrMATIKOYZ), mas prin-

179
cipalmente enllYPPQNEIOI YIIOTYIIQSEIX, I, 117 y II, 68 (ÒmXXr\Xo<;
ZpÒKOC).
42. Cf. Quintiliano: Instit. orat., V, 10, 69-70.
43. Cicerón: Pro Q uine tio, 26.

[31]

1. Cf. Ad H eren n iu m , II, 47 ss. y III, 23. V., v. g., Cicerón: Orator,
XXXVI, 126: N am c u m o m n is pars orationìs esse debet laudabilis, sic u t
verbum n u llu m nisi a u t grave aut elegans excidat, tu m su n i m axim e
lu m in o sa s et quasi actuosae partes duae: q u a ru m alteram in u niversi
generis quaestione pono, quam , ut supra dvd, Graeci appellant thesin,
alteram in augendis a m plifìcandisque rebus , quae ab isdem a uxesis est
nom inata; y De partitione oratoria, 27 y 52 ss. Cf. Platón: Phaedrus,
267a. Cicerón: De oratore, III, 104; De partitione oratoria, 52, Quintiliano:
In s tit. o ra t., VIII, 4, 9. V. B eristáin, H.: D ic c io n a rio ..., pp. 44-46.
Lausberg, H.: M anual..., §§ 400-409. Volkmann, R.: Die R hetorik..., pp.
447 ss,
2. E structura sim ilar en Vico, G.: Oratio inauguralis VI, a comienzos
del exordio.
3. Cicerón: Pro M ilone, XXXVII, 87.
4. Cf. Cicerón: Pro Fiacco, 88. Citado por Quintiliano: Instit. orat.,
VIII, 6, 7.
5. Cf. Cicerón: In Verrem, II, IV, 38; De do m o su a , 107. Quintiliano:
Instit. orat., V ili, 6, 7. Salustio: B ellum Catilinae, 5.
6. Cf. Cicerón: Pro M urena, 83; Pro lege M anilia, 8; Pro Caelio, 34 y 60;
Pro Sestio, XXXI, 67; Pro Sulla, 11 ; Pro M ilone, XXIV, 66...
7. V. supra, nota 3 en este parágrafo.
8. Cf. Cicerón: A d fam iliares , IV, 3 (in fine); V, 8; XII, 69... Mas proba­
blemente se refiere a XIII, 78: [...] m eque praeter ceteros et colit et observat
et dìligit.
9. Cicerón: In Verrem, II, V, 162.
10. Cicerón: In Catilinam , II, 1, 1. Cf. Quintiliano: In stit . orat., IX, 3,
46 como form a de G'UVCüV'Dp.ía, de d isiu n ctio o —según Cecilio— de
pleonasmo.
11. Terencio: Andria, 139.
12. Cuatro en Quintiliano (In stit . orat., VIII, 4, 3-19), que prescinde
de la expolitio. En A d H erennium , IV, 54, se la enum era entre las figuras
de pensam iento. V. Lausberg, H.: M anual..., §§ 401-406. Leeman, A.D.;
Orationis..., pp. 410-411. Martin, J.: A ntike..., p. 157y 255-257. Volkmann,
R.: Die R hetorik..., pp. 447 ss.
13. V L ausberg, H.: M a n u a l..., §§ 402-403. V olkm ann, R.: Die
R hetorik..., pp. 447-448.
14. Cicerón: Pro R oscio A m erino, 12. V. supra, [25].
15. Terencio: E u n u c h u s, 67-69.
16. V. Lausberg, H.: M anual..., § 404.
17. Cicerón: ln Catilinam , I, 1,3. V. Quintiliano: Instit. orat., VIII, 4, 13.

180
18. V. Lausberg, H.: M anual..., § 405. Volkmann, R.: Die Rhetorik...,
pp. 449*450.
19. Cicerón: Philippicae, II, 25, 63. Cf. Quintiliano: Instit. orat., VIII, 4, 16.
20. Homero: IÁ IA Z, passim , v. g. cantos VII, V ili, XII, y, especial­
mente, a finales del canto VI —diàlogo con Andromaca—, donde, aun
siendo consciente de su destino, que sin duda le depara la muerte, se
reintegra al combate.
21. Virgilio: Aeneis, VII-XII, passim .
22. Cf. Quintiliano: Instit. orat., Vili, 4, 20: N onne u su s est ratione,
qua colligerent a u d ie n te s q u a n tu m illu d esset q u o d inferebatur, cu i
com parata haec viderentur h u m a n a atque usitata? Sic quoque solet ex
alio a liu d augeri c u m H a n n ib a lis bellicis la u d ib u s a m p lia tu r virtu s
Scipionis, et fo rtitu d in em G allorum G erm anorum que m ira m u r quo sit
m aior C. Caesaris gloria.
23. Respecto al aDvaQpoiG^lóc; (Ad H erennium , IV, 52: frequentatio) la
diferencia estriba en que “simile est hoc figurae quam synathroismon vocant,
sed illic plurìum rerum est congeries, hic u n iu s m ultiplicado" (Quintiliano:
Instit. orat., VM, 4, 27). V. Cousin, J.: Études..., II, pp. 131-132). Pues afirma
en relación con ello Quintiliano (ibidem , IV, 2, 82): At enim quaedam argu­
menta turba valent, diducta leviora sunt. Y Q uid quod interim quae per se
levia su n t et infirma, turba valent...? (ibidem, IV, 5, 7). V. Lausberg, H.: Ma­
nual..., § 406. Volkmann, R.: Die Rhetorik..., pp. 451-452 y 472.
24. Cicerón: Pro M ilone, XXXII, 87.
25. Cicerón: Pro lege M anilla, 28.
26. Cf. Séneca: Hercules furens, 313.
27. Cf. De nostri, IV, en Obras... (op. c it.): "[...] y se dem ora en la
misma idea [...] para que el oyente se la lieve a casa im presa en su àni­
mo lo más profundam ente posible".
28. Cicerón: Pro Ligario, III, 9. V. Quintiliano: Instit. orat., V ili, 4, 27;
Vili, 6, 12 y IX, 2, 7.

[32]

1. V., v. g., IIPOZ AAE3ANÁP0N, 1.439b. Ad H erennium , I, 4 (donde


se em plea el térm ino c o n fu ta tio ). Cicerón: De in v en tio n e , I, 78 ss.
Quintiliano: Instit. orat., V, 13, 1 ss. V. Lausberg, H.: M anual..., §§ 262 y
430. Leeman, A.D.: Orationis..., p. 25. Martin, J.: A ntike..., pp. 124-133.
Volkmann, R.: Die R hetorik..., pp. 239 ss.
2. Cf. Quintiliano: Instit. orat., VI, 3, 72.
3. Cf. ibidem , V, 13, 6 y VII, 4, 18.
4. Cf. ibidem , V, 13, 20.
5. V., respectivamente, Pro R abido (perduellionis reo), acusado de un
delito de maiestate; Pro Ligario; Pro Roscio Amerino; Pro Quinctio; Pro Caelio.
6. Plauto: Pseudolus, 745.
7. Ibidem , 747.
8. Cf. Quintiliano: In sd t. orat., V, 13, 11 y 12.
9. Esto es, los utilizables por am bas partes. V. supra, [22].

181
10. Virgula censoria. Carácter con ei que se señalaba en una obra aquel
pasaje que adolecía de algún defecto (Cf. Quintiliano: Insl.it. oral., I, 4, 3).
11. V. supra, [16] nota 12.

[33]

1. V. Aristóteles: Rhetorica, III, 19. TIPOE AAEHANAPON, 1.440b ss.


Ad H erennium , I, 4. Cicerón: De invertitone, I, 98 ss.; De oratore, II, 19,
80; De partitione oratoria, 52 ss. Quintiliano: Insiti, orai., VI, 1,1 ss. y XI,
3, 170. V. Calboli M ontefusco: E x o rd iu m ..., pp. 79-104. Cousin, J.:
Études..., II, pp. 81-82. Lausberg, H.: M anual..., §§ 431-442. Leeman,
A.D.: O rationis..., p. 25. Martin, J.: A ntike..., pp. 147 ss. Volkmann, R.:
Die R hetorik..., pp. 262 ss.
2. Cf. A d H erennium , II, 47. Lausberg, H.: M anual..., §§ 432-433.
3. V. A d H erennium , II, 37. Cicerón: De partitione oratoria, 122. Alcuino:
D isputatio de rhelorica, 33. Q uintiliano: In stit. oral., VI, 1, 1 ss (gr.
ccvaKecpaXaícüCTtq: v. Cousin, J.: É tu d e s..., II, pp. 39-40). Calboli
Montefusco: E xordium ..., pp. 89 ss. Lausberg, H.: M anual..., §§ 434-435.
Martin, J.: A ntike..., pp. 150 ss.
4. Cf. Cicerón: De partitione oratoria, 4 y 14-15; Topica, 98. Alcuino
{D isputatio de rhelorica, 33) diversifica este últim o p u n to en dos:
indignatio ( S e 'i v c ö g k ; , mas no como figura, según l a entiende Quintiliano:
Instit. oral., IX, 2, 104. V. Cousin, J.: Études..., II, p. 64) y conquestio
(è^eoc;), basándose probablem ente en Cicerón: De in ventione, I, 98. A
su vez, el A uctor ad H erennium (II, 47) sum a a las dos aquí citadas la
a m p lific a d o —que debería in se rtarse en el epílogo (Leem an, A.D.:
O rationis..., pp. 26-27 y 56; cf. Quintiliano: Insiti, oral., VI, 1, 52), mas
sustituyendo la moción de los afectos por la m isericordia. Ibidem , VI, 1,
9 ss. V. Calboli Montefusco: C onsidti..., pp. 420 ss.; E xordium ..., pp. 95
ss. Lausberg, H.: M anual..., §§ 436-439. M artin, J.: A ntike..., p. 158.
5. Cicerón: Pro lege M anilia, 49.
6. Cf. nPOE AAEHANAPON, 1.444b.
7. Junto con el eöoq, el TiaOot; es la segunda vertiente indispensable
de la elocuencia aristotélica.
8. Prefiere aquí Vico u na transcripción literal del griego: pathopoiia
Ota0o7toúcc). La más com ún y acom odada a la diptongación latina es
palhopoeia.
9. Cicerón: Pro M ilane, XXXIV, 92.
10. Ibidem , 93.
11. Cf. V. Máximo: Facta et dicta m em orabilia, V, 3, 2.
12. Se trata de u n lugar común. V. Cicerón: De offìciis, III, 29, 106:
"Porque el derecho de guerra y la palabra em peñada por el juram ento
con respecto al enemigo hay que observarlos m uchas vcccs”; y III, 31,
111: "...lo indican los tratados, por los cuales se obliga a la fidelidad
incluso con los enemigos...". Referido a M arco Atilio Régulo: ibidem , I,
13, 39 y III, 27, 99 a 101, así como Vico, G.: De nostri... XI.
13. Cicerón: Pro Milone, XXXIV, 94.

182
14. Ibidem , XXXVI, 100.
15. Ibidem .
16. Ibidem , XXXVii, 101.
17. Ibidem .
18. Ibidem, XXXVII, 102. V. Quintiliano: ¡n.sti.t.. orat.., VI, 1, 24 y XI, 3,172.
19. Ibidem .
20. Ibidem .
21. Ibidem , XXXV1I3., 103.
22. Ibidem , XXXVIII, 104.
23. Ibidem , XXXVIli, 104-105.

[34]

1. Cf. Quintiliano: Instìt. orat., Vili, 1, 1 ss. V. Beristáin, H,: D icciona­


rio..., pp. 164-165. Calboli Montefusco: C onsulti..., pp. 427 ss. Lausbcrg,
IL: M anual..., §§ 453 ss. Leeman, A.D.: O rationis..., pp. 26 ss. y 153 ss.
2. Y tam bién la más difícil; v. Quintiliano: Instit. orat.. Vili, Proem., 13.
3. Cf. Alcuino: D isputado de rhetorica, 4 y 36-37 .A d H erennium , I, 3.
Cicerón: De in ven tio n e : 1, 9. Quintiliano: In sd t. orat., V ili, 1, 1 ss.
4. Cf. Ad H erennium , IV, 17. Quintiliano: In sd t. orat., V ili, Proem., 31
y 1, 1; IX, 4, 1 ss. V. Calboli Montefusco: Consulti..., pp. 435 ss. Kennedy,
G.: The Ari o f Persuasion..., p. 278. Lausberg, H.: M anual..., §§ 458 ss.
Leeman, À.D.: O rationis..., pp. 31 ss. Martin, J.: A n d ke..., pp. 249 ss.

[35]

1. V. A d H erennium , IV, 17; y Servio: C om m entarius in artem D onad,


De participio y De accendbus. Serm o p u ru s erit et L atinus, dice Cicerón:
Orator, XXIII, 79. Lausberg, H.: M anual..., §§ 463 ss. Lceman, A.D.: Ora-
donis..., p. 31.
2. Cf. Quintiliano: Instit. orat., I, 6,27. Y Cicerón: De oratore, III, 10, 37 ss.
3. Terencio: Andria, 28-29.
4. La contraposición coincide prácticam ente con la que se establece
actualm ente entre estructura superficial y profunda —respectivam en­
te— en lengua, si bien hoy no se atribuye la prim era a la elegancia sino
al concepto de economía lingüística, algo que Vico tam bién recoge infra,
al señalar que las palabras suplem entarias son "inútiles”.
5. Aquí la dicotom ía verbum lsentenda —como tam bién sucede en al­
gunos casos del ap a rtad o [34]— recuerda, en b u en a m edida, la de
significante y significado.
6. “A d esd u m ”, dice Tcrencio, frente al "ades" de los gram áticos en el
ejemplo propuesto.
7. V. Quintiliano: Instit. orat., I, 5, 56 e íbidem , VIII, 1, 3. Decíamos en
Vico, G.: Obras.., (op. cit.), nota 49 a la Oración inaugural III: "Así como
a diversos autores se les reprocha su escasa 'latinidad', debido a su pro­
cedencia no rom ana, a Livio (V. Quintiliano: Instit. orat., I, 5, 56: '[,..]

183
quem ad m o d u m Pollio reprendit in Livio P alavinitatem ...') se le censura
su ‘patavinidad’, esto es, su provincialismo dialectal propio de P atavium
(Padua), de donde era originario’'.
8. Cf. O ración inaugural III.
9. Cf. Ad H erennium , IV, 17.
10. Esto es, verba singula y verba co n iu n cla , virtudes cuyos respecti­
vos vicios serían el barbarism o y el solecismo. V. Lausberg, H.: M anual...,
§§ 470 ss.
11. Cf. Cicerón: B rutus, 253.
12. En función de la claridad, v. Quintiliano: Instit. orai., VIII, 2, 1 ss.
Lausberg, H.: M anual..., §§ 466 ss.
13. Unas son latinas y otras peregrinas, al decir de Quintiliano: Instit.
orai., I, 5, 55 ss.
14. Horacio: Ars Poètica, 323-324.
15. En dos ocasiones, en realidad; v. Plauto: Asinaria, 11 y Tñnum m us, 19.

[36]

1. Cf. S N 1.744, axiomas LXIV-LXVIII (§§ 238-244).


2. .Algunos de los términos aquí citados —procedentes tanto de la Ley
de las X II Tablas como de inscripciones arcaicas y de los comediógrafos—
que deben su forma a que los correspondientes fenómenos fonéticos trans­
formadores aún no se han operado (v. g. la m onoptongación de "ou" en
“o", el cierre de "o” en "u” en nominativo y acusativo, aun precedida de
"u" consonàntica, la vacilación i/u ante labial...) continuarán siendo utili­
zados varios siglos más tarde por autores que, como Salustio, gustan de
lo arcaizante, o bien debido a la novedad que para el estilo —como no
dejan de apuntar los autores clásicos (passim ) y el propio Vico— supone
el uso de tales locuciones en una época en que éste era ya obsoleto. V. al
respecto Quintiliano: Instit. orat., 1,1, 18 ss.
3. V. D AIS, Proemio: "[...] la historia atestigua que, hasta los tiempos
de Pirro, los antiguos rom anos no se habían consagrado más que a la
agricultura y a la guerra [...]”. Acerca de los "orígenes salvajes y cam pe­
sinos" de la lengua latina, véase S N 1.744, § 240.
4. A través del etrusco.
5. Em plea la m ism a locución respecto de Platón en la Oración in a u ­
gural III.
6. V. supra ,[1 6 ] nota 11.
7. Cf. Quintiliano; Instit. orat., X, 1, 114: C. vero Caesar si foro ta n tu m
vacasset, non alius ex nostris contra Ciceronem nom inaretur: tanta in eo
vis est, id acum en, ea concitatio, u t illum eodem anim o dixisse quo bellavit
appareat; exom at tam en haec om nia mira sermonis, cu iu s proprie studiosus
fu it, elegantia.
8. Cf. Oración inaugural III.
9. V. Quintiliano: Instit. orat., X, 1, 32: [...] illa Livi ladea ubertas [...].
10. Ibidem, X, 1,93: Elegia quoque Graecosprovocamus, cuius m ihi tersus
atque elegans m axim e videtur auctor Tibullus. S u n t qui Propertium malint.

184

i
11. Como ya ocurriera en la dedicatoria a D A IS, de nuevo se adscribe
Vico a la corriente denom inada "tacitism o negro". V. al respecto nota 16
.1 l.-t misma en Vico, G., Obras... (op. cit.)
12. V. Quintiliano: Instit. oral., I, 5, 5 ss. V. Lausberg, H.: M anual...,
•{•’ 476 ss.
13. Guerram (.sic ): barbarism o de origen germánico que se traduce, pues,
cu una suerte de latín m acarrónico. Cf. Quintiliano: Instit. orat., I, 5, 57
i ui a términos de origen galo, púnico o hispano, e ibídem, 58 para vocablos
<Ir ascendencia griega: Sed haec divisio mea ad Graecum sermonem praecipue
iwríinet; nam et m axim a ex parte R o m a n u s inde conversas est, et confessis
¡/noque G raecis u tim u r v erb is u b i n o stra d e su n í, s ic u í illi a nobis
iionnum quam m utuantur. Inde illa quaestio exoritur, an eadem ralione per
casus-duci externa qua nostra conveniat. (El resaltado final es nuestro.)
14. V. D AIS V § I: "[...] cuando hablaban de 3a inm ortalidad, los lati­
nos decían que ésta era propia de los 'ánim os', no de las 'alm as’”.
15. Ea? Lapsus ca la m i ? "Voces" pro "verba"?
16. V. Quintiliano: Instit. orat., I, 5, 34 ss. Lausberg, H.: Manual..., §§ 497
ss. Leeman, A.D.: Orationis..., p. 31. Volkmann, R.: Die Rhelorik..., p. 461.
17. Quintiliano: In síií. orat., I, 6, 27 (v. supra, [35] nota 2).
18. Así lo declara tam bién Aristóteles: Rhetorica, III, 5, tratando acerca
de la pureza del helenismo, que consiste en buena m edida en h u ir de los
vicios sintácticos en general y del solecismo en particular.
19. Quintiliano: Instit. orat., I, 5, 3: [...] Uni verbo v itiu m saepius quam
virtus inest. Licet enim d ica m u s aliquod proprium , speciosum , sublim e,
nihil lam en h orum nisi in com plexu loquendi serieque contingit: laudam us
enim verba rebus bene accom m odata.
20. Inversam ente tenem os el aún m ucho más frecuente ejemplo de
"dar gracias", en que en latín la locución con ‘'clare" es inusitada, em­
pleándose, en cambio, e! verbo "agere”.
21. Con tal valor adverbial es usual en época arcaica: P lauto y
Terencio la utilizan a m enudo. Mas, contra la opinión de Vico, es tam ­
bién em pleada p o r au to res de época clásica ta n reconocidos como
Cicerón (De fin ib u s , III, 33 y A d fam iliares, XIV, 4) y Livio (Ab urbe
condita, XXXVII, 25 y XXXIX, 47). Como en otras m últiples ocasio­
nes, probablem ente Vico cita de m em oria, en este caso a Q uintiliano
(Instit. orat., VIH, 3, 25: [...] "Oppido", q u a m q u a m usi s u n í p a u lu m
tem pore n o stro sup erio res, vereor u t ia m n o s feral q u isq u a m : certe
"antegerio", c u iu s eadem sig n ific a d o est, nem o nisi a m b itio su s u te tu r .);
m as éste sí deja constancia de su uso en la etapa inm ediatam ente an ­
terior, y sólo sienta el hecho de que no debería usarse ya, esto es, en
época postclásica.
22. De uso exclusivam ente postclásico (Q uintiliano, Tertuliano,
Justiniano...).
23. V. g. Plauto: P oenulus, 663.
24. Mas con tal valor se encuentra aún en Suetonio: Vitae duodecim
Caesarum: Vita Tiberi, 11.
25. De opinión diversa se manifiesta Cicerón por boca de Craso, al
afirm ar que con arcaísmos, neologismos y metáforas expertamente in-

185
sertos se da lustre al discurso: De oratore. III, 38, 152-153: Tria su n t ìgitur
in verbo simplici, quae orator adferat ad inlustrandam alque exom andam
oratìonem: aut in u sìta tu m verbum aut nova tu m a u l translatum . Inusitata
sunt prisca fere ac vetusta te ab usu cotidiani serm o nis iam diu intermissa,
quae su n t poetarum licentiae liberiora quam noslrae; sed lam en raro habet
edam in oratione poeticum aliquod verbum dignilatem ... aut alia multa,
quibus loco positis grandior atque antiquior oratio saepe videri solet. V.
asimismo Quintiliano: Instit. orai., I, 6, 39, Calboli Montefusco: Consulti...,
pp. 428-431 y 433-434. Lausberg, H.: Manual..., § 546.
26. V. DAIS, Proemio y IV § I.
27. Cf. Cicerón: Tuse, disp., I, 27, 66; De fato, 6; De divinatione, I, 6,
12; I, 9, 15; II, 45, 94; De fin ib u s, V, 21, 60...
28. Plauto: Aulularia, 559.
29. Continúa enriqueciendo continuam ente el léxico latino con nue­
vos vocablos la Iglesia Católica, debido a la necesidad —dada la oficia­
lidad del latín en su seno— de transm itir conceptos entera y perpetua­
m ente nuevos,
30. Horacio: Ars Poètica, 72. V. Vico, G.: Oración inaugural VI. Con­
tradicho en cierta medida por Quintiliano: Instit. orat., I, 6, 43-44.
31. Cf. Quintiliano: Instit. orat., I, 6, 3: C onsuetudo vero certissim a
loquendi m agistra, u ten d u m q u e plane sermone, u t n u m m o , cu i publica
form a est. O m nia tarnen ha.ee exigunt acre iudiciu m , analogia praecipue.
32. "Neologismos” [n ovata ]. Cf. Cicerón: De oratore, III, 38, 152-155
y De partitione oratoria, 16 ([...] E t Sim plicia verba partim nativa sunt,
partim reperta: nativa ea quae significata su n t sensu, reperto quae ex his
facta s u n t et novata a u t sim ilitu d in e a u t im itatione a u t inflexione a u t
adiunctione verborum ), am bos en relación con este punto. V. Quintiliano:
Instit. orat., VIII, 3, 30-32. Lausberg, H.: M anual..., §§ 547 ss. Leeman,
A.D.: O rationis..., pp. 404-406.
33. Cicerón: De oratore, II, 14, 61.
34. Cf. Quintiliano: Instit. orat., VIII, 3, 37: Sed si q u id periculosius
fin x isse videbim ur, q u ib u sd a m rem ediis p ra e m u n ie n d u m est: “u t ita
d ica m ”, “si licet dicere”, “quodam modo", “perm ittite m ih i sic u ti”.
35. Gr. a\)^r[CHC, propiam ente coincidente con la am plificado. V. supra,
[31] nota 1. Lausberg, H.: M anual..., § 259. Volkmann, R.: Die R hetorik...,
pp. 266 ss.
36. Gr. ¡íeícoaiq: “atenuación”; lat. extenuado o m in u d o , opuesta a la
cco^riciq. V. Quintiliano: Instit. orat., VIII, 4, 1 ss. Cf., en relación con el
género dem ostrativo, Platón: Phaedrus, 267a: T eiö iav 5è T opytay xe
£CCGO[iev euSe.iv, oì rtpò xeov dX.r|0còv xd EtKóxa eISov cbq xt[nr)xÉa, (.tàlXov,
rà t s a v o p ix p à p e y d X a kccì xá p e y à X a o p iK p d è a iv e o O a i n o io v a iv
5 ià f)cú¡J.T¡P X ó yo v [...] (El resaltado en cursiva es nuestro). Aristóteles:
Rhetorica, 1.368a y IIPOS AAE5ANAPON, 1.426a-1.426b. Beristáin, H.:
Diccionario..., p. 276. Cousin, J.: É tudes..., II, pp. 101-102. Lausberg,
H.: M anual..., § 504. Leeman, A.D.: O rationis..., p. 410.
37. Horacio: Ars Poetica, 234 ("d o m in a n d a nom ina").
38. Cf. Cicerón: De partitione oratoria, 16 (v. supra, nota 31 en este pará­
grafo). Y Quintiliano: Instit. orat., VIII, 3, 36: N am c u m sint eorum alia, ut

186
dicit Cicero, “nativa " idesl, "quae significata su n t prim o sensu", alia "reperta,
quae ex his facía sunt": ut iam nobis ponere aliqua, quod illi m d es hom ines
primique fecerunt, fas non sit, at derivare flectere coniungere, quod natis postea
concessum est, quandn desit licere?
39. Se m uestra Vico absolutam ente moderno en el planteam iento de
la cuestión. Cf. Quintiliano: Instit. ora.t., VIII, 3, 16.
40. En el prim er caso una form a verbal; en el segundo una locución
perifrástica. V. g. en Cicerón: Pro Sulla, 40 y C. Nepote: De viris ill .:
Hannibal, 2.
41. Idem . Cicerón: De natura deorum , I, 42.
42. Arcaico, anterior al s. III (Se encuentra ya en la lnscr. 16-C. I. L.
I2 12 - en A. Ernout. R écueil de textes latins archaiques, Ed. Klincksieck,
9.a ed., París, 1973). Y, posteriorm ente, Ausonio: Epicedion in patrem , 2,
38. Catulo: C armina, LXIV, 119, 213, 220, 400; entendido com o prosthesis
por Donato: De m etaplasm o (y. Cousín, J.: Études..., II, p. 103), 1. Horacio:
Serm ones, I, 1, 83; I, 2, 21... Y, sobre todo, passim en los comediógrafos.
43. Así, en Quintiliano: Instit. orat., I, 5, 71, se distingue entre voca­
blos propios, transferidos, usuales o nuevos.
44. Cf. SN , § 404.
45. Las Elegantiae linguae latinae, donde, partiendo de los textos, Valla
elabora un estudio práctico razonado para acceder al conocimiento de
un más puro latín.
46. Cf. Vico, G.: Scienza N uova, § 354: "Tercero, utilizamos las etim o­
logías de las lenguas nativas [tingue natie], que narran las historias de
las cosas que esas palabras [vo ci ] significan, comenzando p o r la propie­
dad de sus orígenes y prosiguiendo los naturales progresos de sus reco­
rridos [trasporti ] según el orden de las ideas../’.
47. V. s u p r a , n o ta 26 en este parág rafo , p o r "esencia". Cf. A d
H erennium , IV, 35.
48. Mas o fficium no procede de ob-facere, sino de o p ificiu m < opus y
facere: "hacer el trabajo", "desem peñar la tarea”, "cum plir la función”
(V. Martin, E: op. cit., pp. 72 y 174).
49. V. g. Q uin tilian o : I n s tit. o ra t., VIII, 3, 22. S éneca (rétor):
Controversiae, VII, 5.
50. Con respecto al género de elocución utilizado por filósofos, poe­
tas, historiadores, etc. en com paración con los oradores, cf. Cicerón:
Orator, XIX, 62 ss.
51. V. g. Cicerón: De oratore, II, 14, 61 (G. Crifó, p. 256): [...] in
philosophos vestros si q u ando incidí, deceptus in d icib u s librorum , qui
su n t fere inscripti de rebus n o tis et inlustribus, de virtute, de iuslitia, de
¡ionestate, de voluptate, verb u m prorsus n u llu m intellego [...] .Un defec­
to éste cuya solución aporta en III, 13, 48 ss. V. Vico, G.: Oración in a u ­
gural I, in fine.
52. Sus legendarios fundadores fueron Córax y su discípulo lisias. Y
ya desde los remotos tiempos del primero, a comienzos del s. V a.C., la
retórica nace con un objeto práctico inmediato: el de proveer a la restitu­
ción de las tierras injustam ente confiscadas a los campesinos por los tira­
nos Gelón y Gerón I de Siracusa. V. Kennedy, G.: The Art o f Persuasión...,

187
pp. 58-61. Y M ortara Garavelli, B.: M an u a l de retórica, Ed. Cátedra,
Salamanca, 1988, p. 18.
53. Una función teleológica, pues, que no aspira a la consecución de
un ideal retórico abstracto, sino que atiende siempre a la persuasión
como objetivo último.
54. Cf. De nostri, XI.
55. Cf. Plauto: Mercator, 617; E pidicus, 557.
56. Cicerón: Pro Milone, XIII, 34. V. Quintiliano: Instit. orat., VIII, 6, 7.
57. Virgilio: Ae.neis, I, 546-547.
58. El decoro. V. supra, [26] nota 8.
59. V. supra, [36] nota 32.
60. V. supra, [36] nota 50.
61. Cf. Quintiliano: Instit. orat., I, 8, 4-12.
62. V. supra, [36] nota 32.
63. En Q uintiliano (v., v. g., Instit. orat., VIII, 6, 74), sin embargo, la
acepción de la urbanitas tiene que v e r—más que con la pronunciación—
con la gracia, finura y donaire en el discurso, esto es, posee unas conno­
taciones más próximas a la a c r te ia aristotélica. V. infra, [37] nota 20.
64. Precisamente donde más se necesita, pues, dadas las normas de
acentuación latina (evidentemente prosódica, pues la tilde no existe), ésta
es transparente en monosílabos y bisílabos; mas para conocer dónde debe
recaer el acento en trisílabos y polisílabos se aplica la “ley de la penúlti­
m a sílaba", por lo que resulta preciso saber si ésta es larga o breve.
65. Cicerón: Orator, XLIV, 150 ss. Cf. Quintiliano: Instit. orat., IX, 4,
36 y XI, 3, 33.
66. Algo que se percibe en el propio pasaje de Cicerón anteriorm ente
citado. Cf. Quintiliano: Instit. orat., IX, 4, 40 (Atqui eadem illa littera,
quotiens ultim a est et vocalem verbi sequentis ita con tin g it u t in eatn
transiré possit, etiam si scribitur, tam en p a ru m exprimitur, u t "m u ltu m
Ule"et "quantum erat”, adeo u tp a en e cu iu sd a m novae litterae so n u m reddat
[...]) y XI, 3, 34. Servio: C om m entarius in artem D o n a ti: De barbarism o.
67. Cicerón: Orator , XLVIII, 160; Quintiliano: Instit. orat., I, 5, 19 ss.;
S. Agustín: De civitate Dei, I, 18; Donato: De barbarism o.
68. "No vale una hache".

[37]

1. V. Martin, J.: A ntike..., pp. 257-258. Volkmann, R.: Die Rhetorik...,


pp. 452 ss.
2. Aristóteles: R hetorica, II, 1.399b.
3. Terencio: A ndria, 61. Alcuino: D isputatio de rhetorica, 43. Ausonio:
L udus septem sapientum , 6: Cleobulus. Erasmo: A dagiorum chiliades, I,
6, 96; Fam iliarium colloquiorum form ulae: Pila.
4. G nom en (sic). La transliteración latina es m ás bien gnom e, y como
tal se en cu en tra, v. g ., en A. Gelio: N o cte s A ttica e, P raef., 21. Cf.
Quintiliano: Instit. orat., VIII, 5, 3. V. Cousin, J.: Études..., II, pp. 62-63.
5. Tácito: Annales, 1.

188
6. Séneca: Troades, 258.
7. V. Quintiliano: Instit. orat., VIII, 5, 12. Cousin, J.: É tudes..., II,
p. 106. Leeman, A.D.: O rationis..., p. 412.
8. El prim ero está relacionado con la thesis y el segundo con la
hypothesis .
9. Cf. Aristóteles: Rhetorica, 1,394b. V, asimismo FIPOZ AAESANAPON,
1.430b.
10. Terencio: H eauton tim orum enos, 77. V. Séneca: A d L u ciliu m , XV,
95, 53 y Vico, G.: Oración inaugural VI.
11. Tomado casi literalm ente de Aristóteles: Rhetorica, 1.394b.
12. Publicado en 1639, es de raigambre y técnica indudablem ente ba­
rrocas, si bien de un barroco moderado. Véase Emilio Hidalgo-Sema: El
pensam iento ingenioso en Baltasar Gracián, Ed, Anthropos, Autores, Tex­
tos y Temas Humanismo, 2, Barcelona, 1993, pp. 25-56, 57, 64, 65 y 217.
Véase también Di Cesare, D. en Bibliografía, V, en este mismo volumen.
13. Salustio: B ellum Catilinae, 5.
14. V. D AIS VIII § V.
15. Juvenal: Saturas, VI, 449-450.
16. Terencio: E u n u c h u s, 79.
17. Ibidem , 80.
18. V. supra, [30] nota 4.
19. Aristóteles: Poética, 1.459a: l a n v 5k [xéya jifev xó femcrtcp xcüv elpTjpe-
voov Jtpenóvtax; xpíjaQai, ical SirtXoic; bvópaai Kai y X c b x x a it;, noXi) Sé
¡léyioxov xó ¡xexa<popiKÓv e lv a i. póuov y á p xovxo o vre n a p ’ áX X ov éa xt
X a fieív eixpvíccg xs ar\¡xeióv k a x i • (El resaltado en cursiva es nuestro).
20. Aristóteles: Rhetorica, 1.412a. Y es por ello por lo que los tropos
como el símil, la metáfora, etc. son elementos significantes y reveladores
de la agudeza y el ingenio, de la á<7teta (la urbanitas latina): v, ibidem,
III, 10-11. Cf. D AIS VII § V.
21. Ausonio: Epigrammata, 2 \.D e e o qui thesaurum repperit cu m se laqueo
vellet suspendere. Ex Grasco. Cfr. Diego Hurtado de Mendoza: Poesía com ­
pleta, ed. intr. y notas de José Diez Fernández, Ed. Planeta, Autores Hispá­
nicos, 171, Barcelona, 1989, p. 224: CX: "A la variedad de la fortuna".
22. Poeticss libri septem ... cap. XIII (G. Crifó, p. 288).
23. Donde pone en práctica las teorías literarias que defiende en la
La anticrusca y Cavalcanti, sus obras más renom bradas.
24. Aristóteles: Rhetorica, 1.410b.
25. Citado en Sobre la m ente heroica. Jesuita y cardenal italiano (1607-
1667). Uno de los trece definidores que tuvieron que pronunciarse sobre
las cinco proposiciones del A ugustinus (1653). Cardenal (1659), se consa­
gró por completo a su obra capital solicitada por Inocencio X: Historia
del Concilio de Trento, en dos volúmenes. Autor también de varios trata­
dos sobre el estilo, Del bene (1644) y una tragedia: Ermenegilda martire.
26. Enlazando a su vez, pues, con el O atíjia aristotélico.
27. "Suele ser mayor mi admiración porque es muy principalmente pro­
pio del hombre la búsqueda de la verdad, por la que cotidianamente ansia­
mos ver, oír o aprender algo, y nos inundamos de sumo placer cuando,
sobre cosas nuevas u ocultas, descubrimos qué hay en ellas cierto y puro”,

189
decía en la Oración inaugural I (en Vico, G.: Obras... [op. d/.'J), pasaje que
poníamos en relación con Virgilio: Georgicon, II, 490: Félix q u ip o tu it rerum
cognoscere caussas. V. asimismo nota 42 a dicha Oración.
28. Según define la belleza del cuerpo hum ano en la Oración in a u g u ­
ral I y en Sobre la m ente heroica.
29. V. Vico, G.: De nostri, IV, en Obras... (op. cit.): “Mas el buen orador
pasa por alto aquello en lo que todos convienen: y al hablar sobre las se­
gundas verdades hace recordar a sus oyentes, silenciándolas, las primeras:
de modo que las argumentaciones que en realidad elabora él mismo ten­
gan sus oyentes la impresión de ser ellos quienes Jas han elaborado". Y
Aristóteles:Rhetorica, í.400b: ndvxcüv 8é Kal xoov ^Xeykukcov Kcd xcov
Seikxikcov cuH oY iopióv Qopupeíxai {iáXicrta xd x o ia m a o c a ápx,óp&va
rcpoopcoai p.fj kntrtoXf)Q e lv a i (ájxa ydp Kal abxoi k<¡>’ abxot^ %aípovax
rcpoaiaOavójievot.) Asimismo, IIPOZ AAE5ANAP0N, 1.434a.
30. Acerca de las relaciones entre sim ilitu d o , im ago y translatio, v.
Lausberg, H.: M anual..., §§ 422 y 558. Leeman, A.D.: O rationis..., p, 43.
M artin, J.: A n tike..., pp. 119 y 253. V. tam bién Calboli M ontcfusco:
Consulti,.., pp. 398-400 (sim ilitu d o ) y 403-404 (imago). Volkmann, R.:
Die R hetorik..., pp. 442 ss.
31. V. Oración inaugural I. Cf. Aristóteles: Poética, 1.457b. Lausberg,
H.: M anual..., §§ 422 ss.
32. ¿Lapsus? La referencia es, obviamente, al De oratore, II; mas la
intervención de César Estrabón se produce principalmente a propósito
del ridiculum : 217-290, en tanto que los tópicos son tratados en 162.-177.
33. Ubinam legitur ? Coincidimos en este punto con G. Crifó en que pro­
bablemente se trata de un lapsus viquiano, por Aristóteles: Rhetorica, 1.412a.
34. V. Cousin, J.: Études..., II, p. 131.
35. Cicerón: ln Catilinam , IV, 11; y, por extensión, I, 9.
36. Cicerón: In C atilinam , I, 8, 21.
37. Cf. Aristóteles: Rhetorica, II, 24-25.
38. Aristóteles: Poética, 1.449a, in fine: xó ydp YsXoióv saxiv ápdpxT¡[id
xi kocí aloxoq ávcáSvvov Kai oí) (j)9apxiKÓv[...]
39. Cicerón: De oratore, II, 66, 264. V. R eivindicaciones de Vico, XVI.
40. V, Vico, G.: Oración inaugural 1 y nota 42 a la misma, donde de­
cíamos: "V. Cicerón: De officiis, I, 6, 18:'[...] la prim era, que consiste en
el conocimiento de la verdad, es la más propia del hombre. Todos nos
vemos arrastrados y conducidos hacia el deseo del conocim iento y de la
ciencia y Tuse. disp. I, 19, 44: N atura inesl in m e n tib u s n ostris
insatiabilis quaedam cupiditas veri videndi. ("Subyace por naturaleza en
nuestras m entes cierta insaciable avidez por ver la verdad".)
41. Cicerón: Pro M ilone, IV, 10. V. Quintiliano: Instit. orat., IX, 3, 83.
42. Cicerón: Orator, XXIV, 81: Conlocata a u tem verba habent ornatum ,
si aliquid concinnitatis efficiunt, quod verhis m u ta tis non m aneat m anente
sententia; nam sententia ru m ornam enta quae perm anent, etiam si verba
m utaveris, su n t illa quidem perm ulta, sed quae em ineant pauciora.
43. Anaxándrides.
44. Aristóteles: Rhetorica, 1.412b.
45. "Calón" y "á xio n ” (sic) respectivamente.

.190
46. V. g. Aristóteles: Poética, 1.460b: xfj §£ Ssí Siarcoveív ev
xoiq ápyoiQ pé-peoiv Kaí [if)te i}8ix:oi<; p.f]xe Siavor¡xiKOi^-
47. Cf. A. Gelío: N oeles Atticae, V, 1.

[38]

1. Cf. Ad H erennium , IV, 18 ss.


2. V. Lausberg, H.: M anual..., §§ 538 ss.
3. Recursos ya asociados por Gorgias a la capacidad de persuadir.
V. Volkmann, R.: Die R hetorik..,, pp. 410 ss. Respecto del ornato, v,
Quintiliano: In stit. orat., VIII, 3, 1 ss. Para ias diferencias y sem ejan­
zas entre am bos, v. ibidem , fX, 1, 1-9.

[39 J

1. Cf. SN , § 404 ss, V. Quintiliano: Jnstit. orat., VIII, 6, 1 ss. Beristáin,


H.: D iccionario..., pp. 487-488. Calboli Montefusco: C onsulti..., pp. 434-
435. Cousin, J.: Études..., II, p. 141. Lausbcrg, H.: M anual..., §§ 552 ss.
Leeman, A.D.: O rationis..., pp. 38-39 y 413 ss. Martin, J.: A ntike..., pp.
261 ss. Volkmann, R,: Die R hetorik..., pp. 415 ss.
2. Exclusivamente en Terencio: H eauton tim o ru m en o s, 372.
3. Así las denom ina Cicerón en De fin ib u s, V, 25, 74, y en Tópica, 35.
4. Cf. Vico, G., en Obras... (op. cit.): Oración inaugural 1: "Pues ¿qué len­
gua ha florecido en lugar alguno con léxico tan copioso que haya designado
cada uno de los colores con un término propio?, ¿que haya distinguido todos
los sabores, cada uno con el rasgo que lo caracteriza?, ¿que no haya designa­
do todos los olores con unos pocos vocablos, y siéndoles aún éstos ajenos?”
5. Cicerón: Orator, XXIV, 81. V. Quintiliano: Instit. orat., VIII, 6, 6.
6. Ibídem .
7. Ibídem .
8. V. supra, [31] nota 4.
9. Ibídem , nota 5.
10. Eufemismos.
11. VaiTÓn: Saturae M enippeae, 71, Prom etheus liber, 434. 217, 14.; cf.
Res rusticae, I, 64. Celso: De m edicina, V, 15.
12. Plinio: Naturalis historia, VII, 171 (G. Crifó, p. 310). Cf. Quintiliano:
Instit. orat., VII, 3, 45.
13. Cf. SN , § 409.
14. Aunque, según Quintiliano, no está claro que se trate de un tropo
y no de una figura de pensam iento. Así, en Instit. orat., IX, 1, 3: [...]
ironía tam inter figuras sententiae qu a m Ínter tropos reperiatur, periphrasin
autern et hyperbaton et o n o m a to p o iia n clari quoque auctores figuras
verborum p o tiu s q u a m tropos dixerint. Aristóteles, por su parte, incluía
el símil como u na suerte de m etáfora (R hetorica, III, 4) v, relativamente,
tam bién la sinécdoque y la metonimia.

191
[40]

1. Translatio. V. Aristóteles: Rhetorica, III, 2; Poètica, XXII. Cf. Ad


H erennium : IV, 45. Quintiliano: Instit. orai., VIII, 6, 4 ss. V. Beristàin,
H.: D iccionario..., pp. 308 ss. Cousin, J.: Études..., II, p. 104. Lausberg,
H.: M anual..., §§ 558-564. Leeman, A.D.: O rationis..., pp. 159 ss. Martin,
J.: A ntike..., pp. 266-268. Volkmann, R.: Die Rhetorik..., pp. 417 ss.
2. V. De nostri, IV; y SM, § 404. Cf. Quintiliano: Instit. orat., Vili, 6, 4.
3. Cf. Aristóteles: Poètica, 1.457b.
4. Virgilio: Aeneis, VI, 842.
5. V. Salustio: B ellum lu g u rth in u m , I, 3.
6. Virgilio: Aeneis, Vili, 728. V. Quintiliano: Instit. orat., V ili, 6, 1Í.
7. Cf. Ovidio: Metani., I, 3.
8. Cf. Virgilio: Aeneis, IV, 532.
9. Virgilio: Georgicon, I, 1.
10. Cicerón: A d fam iliares , XVI, 17, 1. Cf. A. Gelio: N octes Atticae, IX,
10, 1. Cicerón: De oratore : III, 41, 165.
11. Cf. Quintiliano: Instit. orat., V ili, 6, 17.
12. Cf. Cicerón: De oratore, III, 40, 162. Varrón: De lingua latina, V, 3.
13. Cicerón: De oratore, III, 41, 163.
14. Ibidem.
15. Cf. Alcuino: D isputado de rhetorica, 37. Cicerón: De oratore, III,
41, 164. V. Quintiliano: Instit. orat., V ili, 6, 15.
16. Alcuino: Ìbidem. Cicerón: ibidem . Quintiliano: ibidem .
17. Quintiliano: Instit. orat., V ili, 3, 48 y 6, 14.
18. V. Vico, G.: O ración in a u g u ra l III, refiriéndose a Cicerón y
rem em orando a Virgilio: Aeneis, II, 304-308.

[41]

1. Y denom inatio. Cf. Ad H erenn iu m : IV, 43.


2. Cf. Q uintiliano: In s tit. orat., V ili, 6, 23 ss. ('UTtaXXa'yft). V.
B e ristàin , H.: D ic c io n a r io ..., pp. 328 ss. Cousin, J.: É tu d e s..., II,
pp. 104-105. L ausberg, H.: M a n u a l..., §§ 565-571. L eem an, A.D.:
O rationis..., pp. 39-40. M artin, J.: A n tike.,., pp. 268-269. Volkmann, R.:
Die R hetorik..., pp. 423 ss.
3. V. g., Amiano Marcelino: H istoriae, XIV, 8 , 13 y XV, 10, 10; César:
De bello Gallico, VII, 19 y VIII, 19; Virgilio: Aeneis, II, 335 y VII, 540...
Dice tam bién Alcuino: D isputatio de rhetorica, 37: ... u t pro bello Martern
et pro frugibus Cererem...
4. E. g., Horacio: Carmina, III, 16, 34; Lucano: B ellum civile, I, 610 y
X, 172; Virgilio: Aeneis, I, 215 y III, 334...
5. V. g., Lucrecio: De rerum n a tu ra , II, 655 ss.; Virgilio: Aeneis, I, 177
y 701... Y no sólo corno "trigo" o "pan", sino incluso corno "alimento" en
generai; v. Terencio: E u n u c h u s, 732, citado infra, en [44]. Y Quintiliano:
Instit. orat., VIII, 6, 24 para los tres.
6. Cf. SN , § 406.

192
7. U bìnam legitur? El único pasaje de cierta semejanza léxico-fonéti­
ca (Juvenal: Saturae, I, 4-5: "[...] ingens Telephus [...]") no guarda rela­
ción sem ántica alguna con el presente contexto. Probablem ente se trata
de un lapsus calam i de Vico —que, como suele, cita de m em oria— entre
Juvenal y Marcial: Epigram m ata (Apophoreta), CXC: "Pellibus exiguis
artatur L ivius ingens, q uem m ea non to tu m bibliotheca cap it " ("En estos
exiguos pergaminos se condensa el ingente Livio, a quien mi biblioteca
no es capaz de abarcar al com pleto”. Debido a la enorme extensión del
Ab urbe condita de T. Livio — 142 libros— M arcial debió de m anejar los
Periocha o resúmenes).
8. Cf. SN , § 406.
9. Horacio: Carmina, I, 4, 13. Citado por Quintiliano: Instit. orat.,
VIII, 6, 27.
10. Virgilio: Aeneis, VI, 275. Citado por Quintiliano: Instit. orat., VIH,
6, 27 y 41. V. Ausonio: Eclogae, 2.
11. V. Virgilio: Aeneis, VI, 276.
12. V. —tam bién en relación con las dos siguientes notas— Vico, G.:
DAIS, V § III.
13. Cicerón: Tuse, disp., I, 9, 18; Séneca: Apocolocyntosis D ivi Claudii,
12, 3; Ennio: Annales, X (fragm enta ), 326.
14. Cicerón: B rutus, 79. V. tam bién De viris illustribus urbis Rom ae
(incerti auctoris), 46.
15. Virgilio: Aeneis, II, 311-312. Citado por Quintiliano: Instit. orat.,
VIII, 6, 25.
16. Terencio: E u n u ch u s, 545.
17. V. g., Livio: Ab urbe condita, VI, 2.
18. Virgilio: Eclogae, I, 5.
19. E. g., Juvenal: Saturae, X, 79.
20. Ovidio: Heroides, VI, 57. Cf. S N , §§ 407, 431 y 484.
21. Virgilio: Aeneis, I, 700; citado por Ausonio: Cento nuptialis, 3. Cf.
Petronio: Satyricon, 83, 10.
22. Virgilio: Aeneis, I, 724; usado para ejemplificacìón por Donato:
De tropis, 4.
23. Cf., v. g., Séneca: Ad Lucilium., CXV, 13; o Virgilio: Aeneis, VIH, 324 ss.
24. Cf., y. g ., Horacio: Epodon liber, XVI, in fine.
25. Plauto: Bacchides, 1.095.
26. Terencio: Andria, 395-396. Mas el contexto original es absoluta­
m ente diverso, al existir una puntuación (;) entre ambos versos : "Con
costum bres así me libraré de tener esposa; nadie me la dará”.

[42]

1, E intellectio. Cf. Ad H erennium : IV, 44-45.


2. Cf. Quintiliano: Instit. orat., VIII, 6, 19 ss. V. Beristáin, H.: D iccio­
nario..., pp. 464 ss. Cousin, J.: Études..., II, p. 134. Lausberg, H.: Ma­
nual..., §§ 572-577. Leeman, A.D.: O rationis..., p. 40. Martin, J.: Antike...,
p. 270. Volkmann, R.: Die R hetorik.,., pp. 421 ss.

193
3. Buena parte de los ejemplos subsiguientes coincide con los em ­
pleados —tam bién a propósito de la sinécdoque— en SN, § 407.
4. V.g., Petronio: Saíyricon, 1 15, 14. Plauto: A m phitruo, 1.047; Captivi,
798; Miles gloriosus, 55 ... {passim ). Plinio: Naluralis historia, Í3, 207.
Salustio: B ellum Catilinae, 2; B ellum lu g u rth in u m , 54,
5. Ovidio: Tristia, I, 5, 4 y 8, 18. Petronio: Saíyricon, 310.
6. Así, en Horacio: Carmina, I, 1, 34 (G. Ciifò, p. 322).
7. E. g., Petronio: Saíyricon, 123 y 233. Virgilio: Eclogae, ÌI, 58.
8. Con el valor impersonal de "fulano", Titius se emplea en múltiples
contextos. Así, jurídicam ente, v. g. en el Codex de Justiniano o en Sexto
Cecilio: Q uaestionum fragm enta, p a ssim (V. Vico, G.: D AIS, II).
9. Plauto: Curculio, 99 y 165, Terencio: A ndria, 685. En general, es de
am plio uso {passim ) en ambos comediógrafos,
10. También en Plauto (v. g. Asinaria, 75, 83 y 198) y Terencio.
31. Cicerón: De natura deorum , III, 81 y Virgilio: Aeneis : I, 355 y II, 333.
12. Cicerón: A d fam iliares, IV, 1.
13. Cf. Quintiliano: Inst.it. orai., VIII, 6, 20.
14. Ibidem .
15. De todas ellas se puede ejem plificar con A eneis: II, 56; II, 449; II
679; V, 815 y IX, 496 (respectivamente).
16. Livio: Ab urbe condita, II, 27 (Cf. Quintiliano: Instit. oral., VIII, 6,
20) y XXXI, 36.
17. Ovidio: Am ores, II, 16, 30.
38. Livio: Ab urbe condita, XLV, 27, 9.
19. Homero: IAIAS, II, 494 ss (G. Crifò, p. 324).
20. Cf., v. g., V. Patérculo: H istoria R o m a n a , II, 46.
21. V .su p ra , [15] nota 6.

[43]

1. Cf., v. g., Quintiliano: Instit. orat., VI, 2, 15: Verum a liquanto m agis
propria fuerit virtu tis sim u la tio sa tisfa cien d i rogandi, et eipeoveia, quae
diversum ei quod dicit intellectum petit. (El resaltado en redondilla es
nuestro). Y VIII, 6, 54. Q uintiliano, no obstante, deja tam bién cons­
tancia (In s tit. orat., IX, 2, 44 ss.) de una suerte de ironía como figura.
En riPOS AAEEANAPON, 1.433b se la enuncia form ando parte de la
recapitulación final o epílogo, m as con una doble vertiente en 1.434a:
la aquí descrita como ironía y la que conocem os actualm ente como
"preterición" (v. Ad H erennium , IV, 34), V. B eristáin, H.: D iccionario...,
pp. 271 ss. Cousin, J.: É tudes..., II, pp. 70-71. Lausberg, H.: M anual...,
§§ 582-585. Lecm an, A.D.: O ra tio n is..., p. 39. M artin, J.: A n tik e ...,
pp. 263-264 y 289. Volkmann, R.: Die R hetorik..., p. 432.
2. Terencio: A ndria, 846-847. De hecho, la ironía continúa en los ver­
sos siguientes.
3. Virgilio: Aeneis, IV, 379-380. Cf. Quintiliano: Instit. oral., IX, 2, 50.
4. Ibidem , IV, 93. V. Donato: De tropis, 17a.

194
[4 4 ]

1. < Gr. K U iáxpriaiq. V. A d H eren n iu m : IV, 45. Quintiliano: Instit.


orai., V ili, 2, 5 y 6, 36; y Vili, 6, 34 ss. V. Cousin, J.: Études..., II, pp. 95-
96. Lausberg, H.: M anual..., §§ 562 y 577. Leeman, A.D.: O rationis..., pp.
39 y 163. Martin, J.: A ntike..., p. 266. Volkmann, R.: Die Rhetorik..., pp.
40Ü y 426-427..
2. Virgilio: Eclogae, VII, 7; empleado por Manilio: A stronom ica, V, 32.
3. Horacio: Epistulae, I, 8, 3.
4. Virgilio: Aeneis, II, 96.
5. Virgilio: Aeneis, IV, 419. Cf. Quintiliano: Instit. orat., V ili, 2, 3,
Citado por Donato: Ars gram m atica, De ceteris vitiis, I: Acyrologia (V.
Volkmann, R.: Die Rhetorik..., p, 426).
6. Cf. Ad H erennium : IV, 46. Quintiliano: Instit. orat., Vili, 6, 14 y 44 ss. V.
Berislàin, IL: Diccionario..., pp. 35-36. Cousin, J,: Études..., II, p. 115.
Lausberg, H.: Manual..., §§ 895-900. Leeman, A.D.: Orationis..., pp. 39 y 414.
Martin, J.: Antike..., pp. 262-263. Volkmann, R.: Die Rhetorik..., pp. 429 ss.
7. Horacio: Carmina, I, 14, 1-3. V. Quintiliano: Instit. orat., VIII, 6, 44
y Servio Dem. Hor.: F ortunatiano DM.
8. Cicerón: Pro Caelio, 51.
9. Cicerón: Pro M urena, 35. Cf. Quintiliano: Instit. orat., Vili, 6, 49.
10. Terencio: E u n u ch u s, 732. Cf. Cicerón: De natura deorum , II, 60;
Donato: De tropis ; 4. Erasmo: A dagiorum chiliades, II, 3, 97.
11. Cf. Ad H erenniu m : IV, 44. Quintiliano: Instit. orat., VIII, 6, 67 ss.
V. Beristáin, H.: Diccionario..., p. 251. Cousin, J.: Études..., II, p. 144.
Lausberg, H.: M anual..., § 579. Leeman, A.D.: O rationis..., p. 40. Martin,
J,: A ntike..., pp. 264-265. Volkmann, R.: Die Rhetorik..., pp. 439 ss.
12. Cf. Servio: C om m entarii in artem Donati: De nom ine, referido a
Virgilio: Aeneis, V, 451; Silio Itàlico: Punica, II, 417; Estacio: Thebaides,
ili, 593; Virgilio: Aeneis, IV, 665-666. Mas, probablemente, se trata de
una co ntam inado entre Virgilio y Ovidio: Fasti, III, 374.
13. Virgilio: Aeneis, V, 319. Cf. Quintiliano: Instit. orat., VIII, 6, 69.
14. Terencio: Andrìa, 251.
15. Virgilio: Aeneis, IV, 373.
16. Transsum pdo. V. Quintiliano: Instit. orat., Vili, 6, 37. V. Cousin,
J.: É tudes..., Il, p. 103 (2.a acepción). Lausberg, H.: M anual..., § 571.
17. Virgilio: Eclogae , I, 69. Ésta es la interpretación de Vico; mas la
puntuación viquiana induce a error, ya que, en realidad, el texto origi­
nal debería más bien leerse: "[...] me adm iraré al ver mis reinos, unas
pocas espigas". V. Donato: De tropis, 3. Cf. SN , § 407.

[45]

1. V. Lausberg, H.: Manual..., § 568. Volkmann, R.: Die Rhetorik..., p. 427.


2. Cf. Ad H erennium : IV, 42. P ronom inado.
3. Cf, Quintiliano: Insdt. orat., VIII, 6, 29-30, definida como un epíte­
to o una aposición sin un sustantivo al que complementar. V. Cousin, J.:

195
Etudes..., II, p. 52. Kennedy, G.: The Art o f Persuasion..., p. 298. Lausberg,
H.: M anual..., §§ 580-581. Leeman, A.D.: O rationis..., p. 40. Martin, J.:
A ntike..., p. 263. Volkmann, R.: Die R hetorik..., p. 425.
4. Cicerón: In Catilinam, I, 3; De senectute, XVI, 56. Livio: A b urbe
condita, IV, 13. Citado por S. Agustín: De civitate Dei, III, 17.
5. V. g. Cicerón: De senectute, XVI, 55.
6. Símbolo de la dignidad y honestidad de la m atrona rom ana, su sui­
cidio tras ser violada por Tarquino el Soberbio dio origen, legendariamente,
a la expulsión de los reyes y la instauración de la república romana. V., e.
g., Juvenal: Saturae, X, 293; Livio: Ab urbe condita, I, 58; Quintiliano: Instìt.
orat, V, 11, 10; y Séneca: Ad M arciam de consolatione, XVI, 2.
7. Livio: Ab urbe condita, XXV, 18, 8.
8. Plauto: Poenulus, 113. V. Vico, G.: Oración inaugural V. Mas en V. Máxi­
mo (Dicta et facta memorabilia, II, 3, 3 y 3, 2 ext. 1) la perfidia es campana.
9. V. supra, [16].
10. Cf. A d Herennium: IV, 50. V. Beristáin, H.: Diccionario..., pp. 302-303.
Lausberg, H.: Manual..., §§ 586-588. Volkmann, R.: Die Rhetorik..., p. 434.
11. Ovidio: Heroldes, XVII, 73-74.
12. Terencio: Andria, 455.
13. Acerca del sarcasmo, el asteísm o, la antífrasis y la paroim ía v.
Quintiliano: Instit. orat., VIII, 6, 56 ss. Beristáin, H.: Diccionario..., p.
275. Cousin, J.: Études..., II, P- 129. Lausberg, H.: M anual..., § 583 (tam ­
bién para el diasyrm os, carientism o y asteísm o). Volkmann, R.: Die
Rhetorik..., pp. 432-433.
14. Virgilio: Aeneis, II, 547-548.
15. < Gr. 5ioca\>p[ióc;: elogio irónico. Como formas de ironía, tanto en
este tropo como en el siguiente, v. Beristáin, H.: D iccionario..., pp. 273 y
275. Martin, J.: Antike..,, p. 264.
16. Livio: Ab urbe condita, XXV, 18, 8.
17. V. Donato: De tropis, 17d. Volkmann, R.: Die Rhetorik..., pp. 433-434.
18. V. g. Cicerón: De senectute, XIV, 47 y Philippicae, VIII, 10.
19. Terencio: Andria, 204.
20. Cf. Quintiliano: Instit. orat., VHI, 6, 57. V. Beristáin, H.: Diccionario...,
p. 273. Cousin, J.: Études..., II, p. 56. Volkmann, R.: Die Rhetorik..., p. 433.
21. Virgilio: Eclogae, III, 90-91. V. Donato: De tropis, 17g.
22. Etopeya. Cf. Quintiliano: Instit. orat., IX, 2, 58 ss. V. Beristáin,
H.: D iccionario..., pp. 275-276. Calboli Montefusco: C onsulti..., pp. 46-
462. Cousin, J.: Études..., 1.1, p. 87. Lausberg, H.: M anual..., § 1243. Martin,
J.: A ntike..., pp. 291-292. Volkmann, R.: Die R hetorik..., p. 490.
23. Terencio: E unuchus, 155-157. Cf, Quintiliano: Instit. orat., IX, 2, 58.

[46]

1. N om inatio. Ci. Ad Herennium: IV, 42. Quintiliano: Instit. orat., VIII, 6,


31. V. Beristáin, H.: Diccionario..., pp. 368-369. Cousin, J.: Études..., II, pp.
108-109. Lausberg, H.: Manual..., §§ 547-548. Leeman, A.D.: Orationis..., p.
39. Martin, J.: Antike..., p. 269. Volkmann, R.: Die Rhetorik..., pp. 425-426.

196
2. Más que clam or o plangor —como se lee en b (v. aparato crítico en
G. Crifó: op. cit., p. 336)— creemos que se trata de aproximaciones a
clangor. Si bien en alguna ocasión Livio em plea la locución clam or
tubarum (Ab urbe condita, XXV, 24 y 37), el uso generalizado —por su
sonido metálico— es el de clangor tubarum : v. A. Marcelino: Historiae,
XIV, 1,1; XVI, 12, 7; XIX, 6, 9. S. Agustín: De dialéctica, VI. Donato: De
tropis, 8. S. Isidoro: De m ú sic a , XX, 10. S. Itálico: Púnica, II, 627. Lucano:
B ellum civile, I, 237 y IV, 750. Virgilio: Aeneis: II, 313 y XI, 192.
3. V. Virgilio: Aeneis, I, 87.
4. V., v. g., Ovidio: Tristia, I, 2, 25. S. Itálico: Púnica, IV, 241; VII, 256.
5. De más extenso uso, éste relacionado con las aguas, que el prece­
dente; así Ausonio: Mosella, 33. Cicerón: De oratore, III, 40, 161. Erasmo:
Ad N icholam Varium M., epist., (in fine). Lucano: Bellum civile, V, 571 y
X, 321. Lucrecio: De rerum natura, I, 276. Virgilio: Eclogae: IX, 58...
6. V. A. Marcelino: Historiae, XVII, 10, 2. A veces asociados, como en
Livio: Ab urbe condita, I, 16, y XL, 58.
7. V. Beristáin, H.: Diccionario..., p. 271. Cousin, J.: Études..., II, p. 51.
Lausberg, H.: Manual..., § 1.244. Volkmann, R.: Die RJietorik..., pp. 434-435.
8. Las etimologías subsiguientes son más fidedignas, pero en este
caso existe, en verdad, más relación con "luz” que con "lobo", aun con
inverso sentido al aportado por Vico. El lexema * /m c - aparece aquí por­
que, como señala Martin, K (op. cit., p. 139), se designa con esta voz no
la m asa forestal en sí, sino el "claro” en medio del bosque que posibili­
taba la confluencia. Una segunda alternativa, por otra parte, que el pro­
pio Vico aporta en SN , § 479: "Tácito cuenta de los antiguos germanos
que adoraban a sus dioses dentro de lugares sagrados, que llama ‘lucos
et nem ora’, que debieron de ser claros [selve rasate] en la espesura de los
bosques Respecto de las falsas etimologías —con mención expre­
sa de lu c u s — v. Quintiliano: Instit. orat., I, 6, 34 ss.
9. La evolución fonética es due>be.

[47]

1. Cf. Quintiliano: Instit. orat., IX, 1, 10 ss. Y, citados en IX, 1, 26-45,


Cicerón: De oratore, III, 52, 201 ss. y Orator, XXXIX, I34-XL, 139. V.
Calboli Montcfusco: Consulti..., pp. 454 ss. Cousin, J.: Études..., II, pp.
136-137. Lausberg, H.: M anual.,., §§ 600 ss. Martin, L: A ntike..., pp. 270
ss. Volkmann, R.: Die R hetorik..., pp. 456 ss.
2. Figuras de expresión o dicción (A,é^i<;) y de pensamiento o sentido
(5iavoiot); v. Quintiliano: Instit. orat., IX, 1,17. Lausberg, H.: M anual...,
§§ 602 ss.
3. Cf. Quintiliano: In s tit , orat., I, 8, 16: E nìm vero iam maiore cura
doceat tropos om nes, q uibus praecipue non poem a m odo sed etiam oratio
ornatur, Schem ata utraque, id est figuras, quaeque lexeos quaeque dianoeas
vocantur: quo ru m ego sicu t troporum tractatum in eu m locum differo
quo m ih i de o m a tu orationis dicendum erit.

197
[48]

1. Cf. Quintiliano: Instit. orat., TX, 3, 1 ss. V., para las figuras de dic­
ción en general, Beristáin, H.: D iccionario..., pp, 211 ss. Lausberg, H.:
M anual..., §§ 604 ss. Leeman, A.D.: O rationis..., pp. 33-40. Volkmann.,
R.: Die R hetorik..., pp. 465 ss.
2. No confundir con la figura cuasi hom ónim a de A d H eren n iu m : IV,
37 y Quintiliano: Instit. orat.., IX, 3, 45 (d isiu n c tio ). Coincide más bien
con el dissolutimi, de Ad H erennium : IV, 41 y la dissolutio de Quintiliano:
Instit. orai., IX, 3, 50. V. Beristáin, Tl.: D iccionario..., p. 79. Cousin, J.:
Études..., II, p. 56. Lausberg, H.: M anual..., §§ 709-711. Leeman, A.D.:
O rationis..., p. 36. Martin, J.: A ntike..., pp. 299-300. Volkmann, R.: Die
Rhetorik..., p. 473.
3. Cf. Virgilio: Aeneis, IV, 594. V. Donato: De sc h em a tib u s, 17.
4. Cf. Virgilio: Aeneis, IX, 37.
5. Terencio: Adelphoe, 302-303.
6. Cicerón: Pro M ilone , XXXII, 87.
7. V. B eristáin, H.: D iccionario..., pp. 395-396. Cousin, J.: É tudes...,
II, p. 122. L au sb e rg , H.: M a n u a l..., §§ 686-687. L eem an, A.D.:
O ra tio n is..., p. 36. M artin, J.: A n tik e ..., p. 308. Volkm ann, R.: Die
R h eto rik..., p. 474.
8. Virgilio: Aeneis, I, 332-333.
9. Virgilio: Aeneis, II, 745.
10. V. supra, [31] nota 8.
11. Cicerón: In Verrem, II, IV, 2. Cf. De officiis, I, 4.

[49]

1. V. Beristáin, H.: D iccionario..., p. 151-152. Cousin, J.: É tudes...,


II, p. 45.
2. Ad H erennium , IV, 21. V. Q uintiliano: Instit. orat., IX, 3, 69-70.
Lausberg, H.: M anual..., § 663.
3. Traductio. Cf. A d H erennium , IV, 20. Quintiliano: Instit. orat., IX, 3,
49. El hecho de que sólo Cornificio y el A uctor ad H erennium empleen la
voz traductio para significar la TtXoKq griega es una de las razones que
llevan a determ inados autores, como. Calboli-Montefusco, a identificar­
los. V. Cousin, J.: Études..., II, pp. 121-122. Lausberg, H.: M anual..., § 661.
Leeman, A.D.: Orationis..., p. 33. Martin, ,L: Antike..., p. 306. Volkmann,
R.: Die Rhetorik..., p. 480.
4. Virgilio: Eclogae, VII, 70.
5. Cf. A d H eren n iu m : IV, 38. También niega que se trate de una figura
Quintiliano: Instit. orat., IX, 3r 98. Nos encontraríam os más bien ante
una form a de pleonasmo. V. Beristáin, H.: Diccionario..., pp. 467-469.
Cousin, J.: É tudes..., II, p. 136. Lausberg, H.: M anual..., § 751. Leeman,
A.D.: O rationis..., p. 35. Martin, J.: A ntike..., pp. 306-307. Volkmann, R.:
Die Rhetorik...., p. 405.

198
[50]

1. V. Volkmann, R.: Die Rhetorik..., pp. 467 ss.


2. R epetitio. Cf. A d H erennium , IV, 19. V. Beristáin, H.: Diccionario...,
pp. 50-5]. Calboli Montefusco: Consulti..,, pp. 458. Lausberg, H.: M a­
nual..., § 629. Volkmann, R.: Die R hetorik..,, p. 467.
3. Virgilio: Aeneis, VI, 700-701.
4. Ibidem , I, 78-79.
5. Ibidem , III, 490. Mas "ferebat", no “m o v e b a f. La formula original
fue em pleada por Ausonio: Cento nuptialis, 5.
6. Cicerón: In Catilinam , I, 1,1. Cf. Quintiliano: Instit. orat., IX, 3, 30.
7. Cf. Ovidio: M etam ., XIII, 363-364, salvo cl ùltimo inciso y en orden
inverso:
tu vires sine mente geris, nuhi cura futuri,
tu pugnare potes, pugnandi tem pora m ecum ...
8. Cicerón: Pro R oscio Am erino, 13. Y la estructura se repite en otras
tres ocasiones consecutivas.
9. Conversio. Llamada etatpocpf] por los postaristotélicos, integra junto
con la ávoccpopá la TiapopokoGic, o paralelismo de sonidos al final y al prin­
cipio de las oraciones respectivamente, constituyendo así cl contrapunto de
la TcapíacoCTiq o isocolon (v. infra, [55] nota 11), que representaría el de las
estructuras. Cf. Ad Herennium, IV, 19. Quintiliano: Ins ti t. orat., IX, 3, 30. V.
Beristáin, H.: Diccionario..., p. 193. Calboli Montefusco: Consulti..., pp. 458-
459. Lausberg, H.: Manual..., § 631. Leeman, A.D.: Orationis..., p. 33. Martin,
J.: Antike..., p. 304. Volkmann, R.: Die Rhetorik..., pp. 459 ss., 469 y 482.
10. Virgilio: Eclogae, X, 75-76.
11. Cicerón: Philippicae, II, 22, 55.
12. Complexio. Cf. A d H erennium , IV, 20. Quintiliano: Instit. orat., IX,
3, 31. V. Beristáin, H.: Diccionario..., p. 105. Lausberg, H.: M anual...,
§ 633. Leeman, A.D.: O rationis..., p. 33. M artin, J.: A n tike..., p. 304.
Volkmann, R.: Die Rhetorik..., p. 469.
13. Ovidio: M etani., IX, 488-489.
14. Cicerón: De lege agraria, II, 22.
15. Cf. Ad H erennium'. IV, 38. V. Beristáin, H.: D iccionario..., p. 190.
Cousin, J.: Études..., II, pp. 78-79. Lausberg, H.: M anual..., §§ 616-618.
Martin, J.: Antike..., p. 302. Volkmann, R.: Die R hetorik..., p. 467.
16. Virgilio: A eneis, I, 750. Citado como ejemplo por Donato: De
partibus orationis ars m inor: ‘'S u p er' quam vim ha b et ?
17. Ovidio: Fasti, II, 235-236.
18. A ppendix Vergiliana: De rosìs n a scen tib u s, 40: Una dies aperit,
c o n fid i ipsa dies.
19. Cicerón: Pro Marcello, VI, 17.
20. V. Beristáin, H.: D iccionario..., pp. 194-195. Cousin, J.: Études...,
II, pp. 79-80. L ausberg, H,: M a n u a l..., § 798. V olkm ann, R.: Die
R hetorik..., p. 467.
21. Virgilio: Eclogae, VIII, 48-50.
22. Cicerón: Pro Piando, XXVIII, 68 (Pero cf. Post reditum ad Quintes,
23). V. Aulo Gelio: Noct.es Attìcae, I, 4, 3 y 6 Vico, G.: Obras... (op. cit.),

199
Oratio inauguralis IV (“Pues las funciones que provienen de los recursos de
la mente y el espíritu no son de tal naturaleza, como la vida, el fundo o la
casa, que quien las consum e no las usa y quien las usa no las consum e ; sino
que son de ese asombroso género, que quienes las tienen no las poseen;
quienes las donan, por este mismo hecho —por donarlas—, las conservan,
y con agudeza y razón podrías decir que, de ellas, los avaros son indigentes
y los generosos, ricos" [Las cursivas son nuestras]) y nota 21 a la misma.

[ 51]

1. V. Beristáin, H.: D iccionario..., pp. 415-416, Lausberg, H.: M anual.,.,


§ 617.
2. Virgilio: Eclogae, II, 69. V, Quintiliano: Instit. orat., IX, 3, 28.
3. V. supra, [31] nota 9.
4. Cf. Cicerón: Philippicae, IV, 5, 11. Mas no existe en el original tal
reiteración.
5. V. Lausberg, H.: M anual..., § 1245.
6. Virgilio: Aeneis, VI, 86. V. asimism o E stado: Thebaides, 457.
7. Cicerón: A d A tticu m , I, 17.
8. V. Beristáin, H.: D iccionario..., pp. 384-385. Lausberg, H.: M anual...,
§ 860.
9. Cicerón: Pro Marcello, II, 7.

[52]

1. V. Beristáin, H.: D iccionario..., pp. 243-245. Cousin, J.: Études...,


II, pp. 96-97. L ausberg, H.: M a n u a l..., §§ 623-624. L eem an, A.D.:
O rationis..., p. 34.
2. Virgilio: Eclogae, II, 63-64. V. Servio: C om m entarius adartem Donati:
De nom ine.
3. Ovidio: Fasti, III, 21.
4. Cicerón: Pro R oscio A m erino, 75.
5. Cicerón: Philippicae, XII, 3, 7.
6. Mas ya anteriorm ente ha tom ado partido sobre la cuestión de la
autoría, atribuyéndola a Comificio (v. supra, [19] nota 6).
7. A d H erennium : IV, 34.

[53]

1. Una de las llam adas “figuras gorgianas". Cf. Quintiliano: Insíit.


orat., IX, 3, 36-38. V. B eristáin, H.: D icc io n a rio ..., p. 136. Calboli
Montefusco: C onsulti..., pp. 457-458. Cousin, J.: É tudes..., II, p. 122.
Lausberg, H.: M anual..., §§ 640-648. M artin, J.: A ntike..., p. 305.
2. Virgilio: A eneis, IV, 628-629. V. Donato: De sch em a tib u s, 14; y
Manilio: A stronom ica, IV, 313-314.

200

t
3. Estacio: Thebaides, VIII, 398-399.
4. Cicerón: Pro Caelio, 22.
5. Cicerón: In Verrem, II, V, 79.
6. Cicerón: Pro Archia, 14.

[54]

1. V. Lausberg, H.: M anual..., § 648.


2. Cicerón: De am icitia, 5.
3. Cf. Ad H erennium : IV, 29 ss. Quintiliano: Instit. orat., IX, 3, 66. V.
Beristáin, H.: D iccionario..., pp. 385*386. Calboli Montefusco: Consulti...,
p. 459. Cousin, J.: Études..., II, p. 116. Lausberg, H.: M anual..., §§ 637-
638. Leeman, A.D.: Orationis..., p. 35. Martin, J.: A ntike..., pp. 304-305.
Volkmann, R.: Die R hetorik..., p. 479.
4. Ausonio: E pigram m ata, 34. Cf. S N , § 447.
5. Livio: Ab urbe condita, XXII, 30.
6. Cicerón: Philippicae, XIII, 11, 24. E rror en la cita. No es la II sino
la XIII.
7. Cicerón: De co n su la tu su o , fr. 7. V. Juvenal: Saturae, X, 122;
Quintiliano: Instit. orat., IX, 4, 41 y XI, 1, 24; Salustio: Invectiva in
Ciceronem, 5. Cf. Horacio: Carmina, III, 21, 1, que nos lo recuerda, en
forma probablem ente no exenta de ironía; véase la semejanza: O nata
m ecu m consule M anlio
8. Cf. Juvenal: Saturae, X, 122-126. Cf. Quintiliano: Instit. orat., IX, 4,
41 y XI, 1, 24 (G. Crifò, p. 357).
9. Terencio: H eauton tim o ru m en o s, 356.
10. V. supra [45]: antonom asia.
11. Virgilio: Eclogae, X, 69.
12. Acerca del valor discursivo de la risa provocada p o r el chiste, el
juego de palabras... v. Quintiliano: Instit. orat., VI, 3, 1 ss.

[55]

1.V., acerca de la sim ilicadenciay la similidesinencia, A d H erennium ,


IV, 28, así como Quintiliano: Instit. orat., IX, 4, 43.
2. V. Beristáin, H.: D iccionario.,., p. 386. Cousin, J.: É tudes..., II,
p. 107. Lausberg, H.: M anual..., §§ 729-731. Leeman, A.D.: Orationis..., p.
34. Martin, J.: Antike..., p. 311.
3. Cicerón: Pro lege Manilia, 36.
4. Cicerón: Pro Archia, 8.
5. Figura tam bién muy em pleada por Gorgias. V. supra, [53] nota 1.
Beristáin, H.: D iccionario..., p. 386. Cousin, J.: Études..., II, PP- 107-108.
Lausberg, H.: M anual..., §§ 725-728. Leeman, A.D.: O rationis..., p. 34.
Martin, J.: A ntike..., p. 312. Cf. Quintiliano: Instit. orat., IX, 3, 77.
6. Virgilio: Aeneis, VI, 467.
7. Ibidem , III, 144.

201
8. Ibidem , II, 741.
9. Cicerón: Pro lege M anilia, 48.
10. Cicerón: Pro M ilane, II, 5.
11. Cf. Ad H erennium , IV, 27. Quintiliano: Instit. orai., IX, 3, 80. V.
Beristáin, H.: D iccionario..., pp. 279-283. Cousin, J.: Études..., II, p. 90.
Lausberg, H.: M anual..., §§719 ss. Lee m an, A.D.: O rationis..., p. 34.
Martin, J.: A ntike..., p. 310.
12. Cicerón: Pro lege M anilia , 35.
13. V. supra, [ 16] nota 12.

[56]

1. Cf. Quintiliano: Instit. orat., IX, 1, 19 ss. y IX, 2, 1 ss. V., también
para las figuras de pensamiento en general, C o u s i n , Études..., II, p. 65.
Lausberg, H.: M anual..., §§ 755 ss. Leeman, A.D.: Orationis..., pp. 40-46.
Volkmann, R.: Die Rhetorik..., pp. 488 ss.

[57]

1. Cf. Quintiliano: Instit. orat., IV, 1, 59. V. Beristáin, H.: Diccionario...,


pp. 64-65. Cousin, J.: Études..., II, p. 124. Lausberg, H.: Manual..., § 855.
Martin, J.: Antike..., p. 277. Volkmann, R.: Die Rhetorik..., pp. 494-495.
2. Algunas de estas fórmulas son asimism o citadas por Quintiliano
(Instit. orat., IX, 2, 36) como ejemplos de prosopopeya.
3. Cf. Cicerón: In Verrem, II, II, 56; II, IV, 10, 13 y 56... Justiniano:
Digesta (p a ssim ). Livio: Ab urbe co n d ita , XXI, 10. Salustio: B ellu m
Iu g u rth in u m , 31. Séneca: De clem entia, I, 15, 5; A d L u ciliu m , I, 86, 12...
V. Quintiliano: Instit. orat., IX, 2, 36: E st et incerta persona ficta oratio:
“hic aliquis" et “dicat aliquis".
4. Cf. Cicerón: De inventione, II, 19. Dante: De vulgati eloquentia, IX,
8. Justiniano: Digesta, 37, 10, 5, 3.
5. Cf. Cicerón: De senectute, III, 8. S. Agustín: De civitate Dei, XXI, 6.
6. Cf. Terencio: Andria, 258.
7. Cf. Cicerón: De lege agraria, II, 20; De natura deorum , II, 133; Pro
Archia, 15...
8. Cf. S. Anseimo: Proslogion: R esp o n sio ad obiecta G aulo n is, 2.
Cicerón: A d A tticu m , V, 21, 3,
9. Cf. Ad H erennium , IV, 33. Quintiliano: Instit. orat., IX, 2, 40 y IX, 3,
98, donde la incluye entre las figuras de pensam iento. V. Beristáin, H.:
D iccionario..., p. 65. Lausberg, H.: M anual..., §§ 771-775. M artin, J.:
A ntike..., pp. 286-287. Volkmann, R.: Die R hetorik..., p. 493. Por lo gene­
ral, no obstante, se denom ina subiectio a la hypotyposis (v. infra).
10. Cicerón: Pro Q u in etio, 12.
11. Cf. Quintiliano: Instit. orat., IX, 2, 20 ss. V. Beristáin, H.: Diccio­
nario..., p. 263. Lausberg, H.: M anual..., § 779. Martin, J.: A ntike..., p.
288. Volkmann, R.: Die Rhetorik..., p. 497.

202
12. Cicerón: Pro Caecina, 35. Recogido por Quintiliano: Instit. oral.,
V, 11,33.
13. Cicerón: Pro Q uinctio, 17.
14. Cf. A d H erennium : IV, 39. No confundir con la concessio de la vía
nsuntiva dentro del sta tu s de cualidad. Difiere, con todo, de la figura del
mismo nom bre d escrita por Q uintiliano: In stit. orat., IX, 2, 25. V.
Beristáin, H.: D iccionario..., pp. 391-392. Lausberg, H.: M anual..., §§
M56-857. Leeman, A.D.: O rationis..., p. 38. M artin, J.: A ntike..., p. 281
(pennissio), que lo distingue de la concessio con la que, no obstante, lo
em parenta. Volkmann, R.: Die R hetorik..., p. 498.
15. Cf. Cicerón: A d A tticu m , IX, 9, 3.; De divinatione, E, 16, 29; De
finibus, II, 61. Juvenal: Saturae, VI, 222 y VIII, 164. Terencio: H eauton
tim orum enos, 572...
16. Cf. Cicerón: Ad fam iliares, IX, 16; In Verrern, II, IV, 19; Pro P iando,
XXVIII, 68.
17. Cf. Cicerón: De finibus, II, 75; De lege agraria, 1,15; In Vetrem, II, II, 46.
18. Cf. Cicerón: De legibus, I, 2; De am icitia, 18; Pro M ilonc, XIX, 49.
19. Cf. Cicerón : Ad A tticu m , XV, 4, 3; Ad fam iliares, VI, 18; Philippicae,
II, 13, 33; Erasmo: F am iliarum colloquiorum fonnulae: L u d u s globorum
m isiliu m .
20. Cf. Cicerón: Pro M ilone, XXXVI, 100.
21. Cicerón: Pro R oscio A m erino, 73.
22. Cicerón: Pro M urena, 41.
23. Cicerón: Pro Flacco, 96.
24. Virgilio: Aeneis, IV, 380-381. Cf. Quintiliano: Instit. orat., IX, 2, 49.
25. Terencio: A ndria, 889. Los códices conservados ofrecen la lectura
habeat (no abeat ): "que se la lleve”.
26. Terencio: Adelphoe, 134.
27. V. Calboli Montefusco: C onsulti..., 275 y 280-281; La dottrina...,
pp. 17 ss. Kennedy, G.: The Art o f R hetoric, p. 326. Lausberg, H.: Ma­
nual..., § 1.061. Leeman, A.D.: O rationis..., p. 314. Martin, J.: Antike...,
pp. 274-275. Volkmann, R.: Die R hetorik..., p. 463.
28. Cicerón: Pro lege M anilla, 23.
29. Cf. Aristóteles: Rhetorica, 1.394a-1.395b. IlPO£ AAESANAPON,
1.430b. Ad H erennium , IV, 24. El hecho de que Quintiliano (In s tit. orat.,
IX, 3, 98) la excluya de las figuras en general, tras desplazar algunas
otras de las consideradas por Cornificio como figuras de dicción a figu­
ras de pensam iento, así como el que es el A uctor ad H erennium prácti­
camente el único en incluirla entre las figuras —llega a considerar figu­
ra incluso el cntim em a—, aboga a favor de la tesis de que Vico sigue a
éste en el presente apartado relativo a los schem ata. V. Lausberg, H.:
M anual..., §§ 872 ss.
30. Cicerón: Pro M ilone, XXX, 82.
31. Cicerón: Pro Ligarlo, XII, 37. V. Quintiliano: Instit. orat., VIII, 5, 3.
32. Cicerón: Pro Ligarlo, XII, 38. V. Quintiliano: Instit. orat., VIII, 5, 7.

203
[58]

1. Cf. A d H erennium , IV, 68. Cicerón: De oratore, III, 53, 202. Quintiliano:
Instit. orai., VIII, 3, 61 ss. V. Beristáin, H.: Diccionario..., p. 138. Cousin,
J.: Études..., II, p. 145. Lausberg, H.: M anual..., §§810 ss. Leeman, A.D.:
Orationis..., p. 41. Martin, J.: Antike..., pp. 288-289. Volkmann, R.: Die
Rhetorik..., p. 504.
2. Cf. Descartes: "...las cosas concebidas con m ucha claridad y dis­
tinción son todas verdaderas..." (D iscours de la m éthode, p. IV).
3. Cicerón: Pro Roscio Am erino, 98.
4. La m ajestuosidad opuesta a la brevedad: v. Aristóteles: Rhetorica,
III, 6 (1.°).
5. Virgilio: Aeneis, II, 486-495.
6. Cf. Aristóteles: Rhetorica, 1.406b. A d H eren n iu m : IV, 62. Cicerón:
De inventione, I, 49. Quintiliano: Instit. orat., V, 11, 24. V. Cousin, J.:
Études..., II, p. 70. Lausberg, H.: M anual..., § 422.
7. Cf. Virgilio: Aeneis, pa ssim .
8. Cicerón: Pro dom o sua, 12.
9. Cicerón: In Verrem, II, I, 44.
10. V. Beristáin, H.: D iccionario..., pp. 99 ss. Lausberg, H.: M anual...,
§§ 799 y 843-847.
11. Y en toda parabole precede la sim ilitud y sigue su objeto o vice­
versa: v. Quintiliano: Instit. orat., VIII, 3, 77.
12. Virgilio: Aeneis, I, 148-156.
13. E sto es, la com paración y la im agen, respectivam ente. Cf. A d
H erennium : IV, 59. Quintiliano: Instit. orat., VIII, 3, 72 ss. V. Lausberg,
H.: M anual..., §§ 843-847.
14. V. supra, [37].
15. V. Cousin, J.: Études..., II, pp. 110-111. Lausberg, H.: Manual..., § 422.
16. Cicerón: In Verrem , II, IV, 115.
17. Cf. A d H erennium , IV, 21. Quintiliano: Instit. orat., IX, 3, 68.
18. V. Beristáin, H.: D iccionario..., p. 155. Lausberg, H.: M anual..., §§
558 y 785.
19. V. supra, [50].
20. V. Beristáin, H.: Diccionario..., pp. 377-378. Lausberg, H.: Ma­
nual..., § 805.
21. Cicerón: In Verrem, II, I, 9. V. Quintiliano: Instit. orat., VIII, 4, 2.
22. Cf. Ad Herennium'. IV, 58. V. Beristáin, H.: Diccionario..., pp. 67-68.
Cousin, J.: Étucles..., II, pp. 73-74. Lausberg, H.: Manual..., §§ 587, 902
(como forma de ironía). Volkmann, R.: Die R hetorik..., pp. 417 y 485.
23. V. Kennedy, G.: The Art o f Persuasión..., pp. 64-66.
24. C ontentio, ávxíG eiov. Cf. Ad H erennium , IV, 21. Cicerón: Pro
M ilone, IV, 10 (Cf. Orator, XLIX, 165). V. Quintiliano: Instit. orat., IX, 3,
83. Cousin, J.: Études..., II, pp. 46-48. Leeman, A.D.: O rationis..., p. 34.
25. Cf. A d H eren n iu m : IV, 39. Quintiliano: Instit. orat., IX, 3, 85. V.
Beristáin, H.: D iccionario..., p. 411. Lausberg, H.: M anual..., § 801.
26. Cf. Ad H erennium , IV, 39.
27. Plinio: Panegyricus, 17.

204
28. Ad H erennium , IV, 39.
29. Cicerón: De legibus, III, 1, 2.
30. V. Beristáin, H.: Diccionario..., pp. 373-374. Lausberg, H.: Manual..., § 807.
31. Terencio: Andria, 314.
32. Terencio: E u n u c h u s, 721-722.
33. Ibidem , 63. V. Vico, G.: Obras... (op. cit.), DAIS, VII § V.
34. Horacio: Epistulae, I, 11, 28.
35. Horacio: Carmina, I, 34, 2.
36. Ibidem , I, 34, 3.
37. Ovidio: M etam ., I, 433. Cf. Horacio: Epistulae, I, 12, 19 y Lucano:
Bellum civile, I, 98.
38. Ovidio: M etam ., II, 627.
39. Cf. Marcial: Epigram m ata, II, 12, 4.
40. Ibidem , VII, 73, 6.

[59]

1. Cf. Ad H erennium : IV, 55. Quintiliano: Insiit. orat., IX, 2, 31-32. V.


Beristáin, H.: D iccionario..., p. 277. Lausberg, H.: M anual..., §§ 820 ss. y
1.131-1.132. Leeman, A.D.: O rationis..., p. 42.
2. Cicerón: Pro Q uinctio, 17.
3. Cf. Ad H erennium : IV, 65. Quintiliano: Instit. orat., IX, 2, 29. V.
Beristáin, H.: D iccionario..., p. 145. Lausberg, H.: M anual..., §§ 822-823.
4. Cicerón: Pro Q uinctio, 22.

[60]

1. Cf. A d H e re n n iu m , IV, 22. Se relacio n a en ocasiones con la


áTCOüTpO(pf| (v. infra, nota 31 en este parágrafo). Quintiliano: Instit. orat.,
IX, 2, 27. V. Beristáin, H.: Diccionario..., pp. 203-204. Calboli Montefusco:
C o nsulti..., pp. 383-384. Lausberg, H.: M a n u a l..., § 809. M artin, J.:
A ntike..., p. 282. Volkmann, R.: Die Rhetorik..., p. 498.
2. Terencio: Adelphoe, 790.
3. Cicerón: ¡n C adlinam , I, 1, 2. V. tam bién De dom o su a , 137; In
Verrem: II, IV, 55; y Pro rege Deiotaro, 31. Cf. Marcial: E pigram m ata, IX,
70, 1 y Quintiliano: Instit. orat., IX, 2, 26.
4. Cicerón: In Pisonem , 24.
5. Ibidem , 26. Vico la enlaza con la anterior, unificándolas.
6. Cicerón: In Verrem, II, I, 40. Cf. De dom o sua, 47.
7. Cicerón: De oratore, III, 2 ,1 .
8. èi(pcóvr|)j.a. Quintiliano: Instit. orat., V ili, 5, 11. V. Beristáin, H.:
Diccionario..., pp. 192-193. Lausberg, H.: M anual..., § 879.
9. Virgilio: Aeneis: I, 11- Cf. Ausonio: E pitaphia, 28.
10. Cicerón: De senectute, II, 4. Hoy se prefiere la lectura: [...] quam ut
adipiscantur ornnes optant, eandem accusant adeptam ; tanta est stultitiae
inconstantia atque perversitas.

205
11. Virgilio: A eneis, í, 33. V. Quintiliano: Instit. orat., VIH, 5, 11.
12. Cf. Ad Herennium-. IV, 40. Quintiliano: Instit. orat., IX, 2, 19, V.
Beristáin, H.: D iccionario..., pp. 160-161. Lausberg, II.: M anual..., §§
776-778. Leeman, A.D.: O rationis..., p. 38. Martin, J.: Antike...., pp. 287-
288. Volkmann, R.: Die. R hetorik,.., pp. 496-497.
13. Cicerón: Pro Q idnctio, 18.
14. Virgilio: Aeneis, IV, 534-546.
15. Ibidem , 547.
16. Cicerón: Pro R oscio A m erino, 29.
17. Cf. Ad Herennium:. IV, 36. V. Beristáin, H.: D iccionario..., pp. 118-
119. Calboli M ontefusco: Consulti..., p. 460. Lausberg, H.: M anual..., §§
784-786. Leeman, A.D.: Orationis..., p. 38. Marlin, J.: Antike..., pp. 279-
280. Volkmann, R.: Die R hetorik..., p. 496.
18. Terencio: H eauton tim o ru m en o s, 93-95.
19. Cicerón: Philippicae, III, 2, 3. Caesari? Lapsus: Caesar.
20. Cf. Cicerón: Pro Caelio, 32; y p a ssim en los comediógrafos.
21. Cf. Cicerón: Pro Ligario, IX, 26. Q uintiliano: D ecla m a tio n e s
m aiores, I, 13. Erasmo: Adagiorum chiliades, II, in fine.
22. Cf. Cicerón: Ad A tticu m , IV, 13, 1 y VIII, 12, 6; A d fam iliares, XII,
3; De oratore, II, 90, 365, In Verrem, II, IV, 6...
23. Cf. Cicerón: De natura deorum , II, 128; Philippicae, XI, 6; Tuse,
disp., I, 2; In P isonem , 32, Pro Caecina, 25. Marcial: E pigram m ata, IX, 3,
11. Ovidio: Heroides, XIX, 39; Tristia: III, 10, 25.
24. Cf. Cicerón: De senectute, I, 3. Justiniano: Codex, 8, 53, 37, Ovidio:
M etani., XIII, 120. Plauto: Mercator, 106. Terencio: A ndria, 99.
25. Cf. Cicerón: Philippicae, I, 24 y XIV, 10.
26. Cf. Quintiliano: Instit. orat., IX, 2, 54 ss. (Praecisio) A d H erennium ,
IV, 41. (R eticentia) Cicerón: De oratore, III, 53, 205. V. B eristáin, H.:
Diccionario..., pp. 163 y 420-421. Cousin, J.: Études..., II, p. 53. Lausberg,
H.: M anual..., §§ 887-889. Leeman, A.D.: O rationis..., p. 38. Martin, J.:
A ntike..., pp. 290-291. Volkmann, R.: Die R hetorik..., p. 503.
27. Terencio: E u n u c h u s, 65-66.
28. Cf. Aristóteles: Rhetorica, 1.411b, in fine. Ad H erennium , IV, 66.
Quintiliano: Instit. orat., IX, 2, 29 ss. V. Beristáin, H.: Diccionario..., p. 309.
Calboli Montefusco: Consulti..., pp. 382-383. Cousin, J,: Études..., II, p. 126.
Lausberg, H.: Manual..., §§ 822-828. Martin, J.: Antike..., pp. 292-293. Aquí se
trata de la prosopopeya stricto sensu, con exclusión, pues, de la sermocinatio.
29. Cicerón: In Q uintum Caecilimn, 19. V. A. Gelio:Nocías Atticae, XUI, 25, 9.
30. Cicerón: In Catilinam, I, 7, 18. V. Quintiliano: Instit. orat., IX, 2, 32.
31. Cf. Quintiliano: Instit. orat., IX, 2, 38. V. Beristáin, IL: D icciona­
rio..., pp. 71-73. Calboli Montefusco: C onsulti..., pp. 381-382. Cousin, J.:
Études..., II, pp. 53-54. Lausberg, H.: M anual..., §§ 762-763. Leeman,
A.D.: Orationis..., p. 36. Martin, J.: A ntike..., pp. 282-284.
32. Virgilio: Aeneis, m , 55-57, V Justiniano: Codex, 1, 3, 30, 2; y Quintiliano:
Instit. orat., IX, 2, 10 y IX, 3, 25 (y modernamente Rimbaud: Jugurtha, I).
33. Cicerón: Pro Balbo, 13.
34. Cf. A d H erennium , IV, 22. Quintiliano: Instit. orat., IX, 3, 98. 284-
285. V. Beristáin, H.: D iccionario..., pp. 262-263 (“interrogación retóri-

206
ca”, a la que añade las connotaciones de apremio, acoso o instigación).
Lausberg, H.: M anual,.., §§ 767-770.
35. Cicerón: Pro Q uinto R oscio com oedo, 14.
36. Cf. A d H erennium : IV, 48. Quintiliano: Instit. orat., IX, 3, 99. V.
Beristáin, H.: D iccionario..., pp. 300-301. Cousin, J.: Études..., II, p. 117.
Latisberg, H.: M anual..., § 761. Lecman, A.D.: O rationis..., p. 41. Martin,
J.; An.ti.ke..., pp. 279-280. Volkmann, R.: Die Rhetorik..., p. 499.
37. Cf. Cicerón: De oratore, I, 44, 195; B rutus, 151; In Pisonem , 14;
Orator, LXXI, 236. Quintiliano: Instit. orat., VI, 2, 3 y X, 1, 90.
38. Cf. Cicerón: Pro Sulla, 33.
39. Cicerón: Philippicae, IX, 4, 8. Cf. ibidem, Vili, 3, 9 y De offìciis, III, 69.
40. Quintiliano: Instit. orat., IX, 1, 32 y 2, 3. Forma de optatio que
coincidiría más bien con la im precado que con la execrado : v. Beristáin,
H.: Diccionario..., pp. 370-371.
41. Cf. Plauto: E pidicus, 23; Mercator, 967; Miles gloriosas, 286...
42. Cf. Terencio: Andria, 761; H eauton dmorum.en.os, 589.
43. Cf. Terencio: A ndria, 666.
44. Cf. Plauto: Cistellaria, 481; Curculio, 721; Mercator, 793; Persa, 292...
45. Cf. Cicerón: Philippicae, XIII, 21, 48, donde constituye u na única
execrado —que Vico desdobla— con la siguiente.
46. Cf. Apuleyo: M etam ., IX, 6. Persio: Saturae, I, 108. Plauto: Captivi,
883; Mercator, 324; Mostellaria, 966... (passim )
47. Cf. H oracio: Serm ones, II, 3, 38. Plauto: A sin a ria : 624; M iles
gloriosus, 1.125 y 1.372; T ru cu le n ta s , 943. Terencio: H eau to n tim o -
rum enos, 187.
48. Cf. Cicerón: In Q u in tu m Caecilium, 37; A d A tticu m , XV, 8,2; Ad
fam iliares, XI, 3.
49. Quintiliano: Instit. orat., IX, 1, 32 y 2, 3. V. Beristáin, H.: D iccio­
nario..., pp. 135-136. Lausberg, H.: M anual..., §§ 192 ss.
50. Quintiliano: Instit. orat., IX, 1, 32. V. Beristáin, H.: Diccionario...,
p. 136. Lausberg, H.: M anual..., § 760.
51. Terencio: A ndria, 289-295.
52. Quintiliano: Instit. orat., VIII, 5, 6; IX, I, 28 y 2, 10. V. Lausberg,
H : M anual..., §§ 192 ss.
53. Cicerón: Pro Ligario, II, 6.
54. V. Beristáin, H.: Diccionario..., p. 370.
55. Cf. Cicerón: Ad A tticu m , XIII, 48, 1.
56. Cf. Apuleyo: M etam ., III, 12 y 20; y VI, 4. Cicerón: Ad A tticu m , II,
22, 1 y V, 18, 1. Suetonio: Vita N eronis, 10. Terencio: Andria, 326.
57. Cf. Cicerón: Ad A tticu m , X, 16, 3.

[61]

1. Cf. Ad H erennium : IV, 35. Quintiliano: Inst.it. orat., IX, 3, 98.


cionada con la revocado y la reiecdo (infra ). V. Beristáin, H.: D icciona­
rio..., pp. 426-427. Lausberg, H.: M anual..., §§ 849-850. Leeman, A.D.:
j O rationis..., p. 37.
i
I

207
2. Cicerón: Pro lege M anilia, 20.
3. Forma de digressio relacionada tanto con la com m oratio como con
la aversio, V. Beristáin, H.: D iccionario..., pp. 426-427.
4. Horacio: Ars Poética, 42-44.
5. Considerada aquí como figura am én de como pars orationis, un
hecho que deriva precisam ente de la ubicación por Vico de la digressio
exclusivamente como un apartado subsiguiente a la narrado. V, supra,
[27]. Beristáin, H.: D iccionario..., pp. 150-151.
6. V. Cicerón: De oratore, III, 53, 203 y Quintiliano: Instit. orat., IX, 1, 28.
Beristáin, H.: Diccionario..., p. 426. Lausberg, H.: Manual..., §§ 830 y 848.

[62]

1. V. Leeman, A.D.: O rationis..., pp. 32 ss. y 156 ss.


2. Acerca de la com posición en general y del rimo en particular, v.
Volkmann, R.: Die Rhetorik..., pp. 505 ss. V. tam bién Quintiliano: Instit.
orat., IX, 4, 1 ss. Calboli Montefusco: C onsulti..., pp. 468 ss. Lausberg,
H.: M anual..., §§ 911 ss. Leeman, A.D.: O rationis..., pp. 31, 193 ss. y 377
ss. Martin, J.: A ntike..., pp. 313-328.

[63]

1. V. L ausberg, H,: M a n u a l..., §§ 954 ss. M artin , J.: A n tik e ...,


pp. 321-323.
2. Structura hiulca. V. Lausberg, H.: M anual..., §§ 969 ss.
3. Cf. Alcuino: D isputado de rhetotica, 38 y Ad Herennium, IV, 18, así como
nPOX AAEHANAPON, 1.435a. V. Calboli Montefusco: Consulti..., pp. 466 ss.
4. Esto es, structura aspera', forma, aquí, de dysprophoron. V. Lausberg,
H.: M anual..., §§ 968 y 976.
5. V. A. Gelio: N o d e s Atticae, XVII, 21,12.
6. Cf. A d H erennium , IV, 44. Cicerón: De senectute, X, 31. Atribuido a
Néstor por Homero: IAIAE, A, 247-249 (Las cursivas son nuestras):
to ía i Sé Néaxcop
TiSuETriK ávópouae XiYÚq IIiAícov áYopr|TÍ)<;,
To v icai á n ó y/icóaarig ¡léfa xo g yXvKÍcou fcéev ai>Sfj-
Citado por Quintiliano: Instit. orat., XII, 10, 64: H om erus... ex ore
Nestoris dixit dulciorem melle profiliere serm onem ... Y por Erasmo: Laus
stulddae, 13.
7. H om oeoprophoron, assiduitas. V. Lausberg, H.: M anual..., § 975.
8. Ennio: A nuales, I, 73 (Ernout). V. Ad H erennium , IV, 18. Donato:
De schem adbus, 11.
9. Parechema. V. Lausberg, H.: M anual..., § 963.
10. V. supra, [54] nota 7.
11. V. supra, [54] nota 8.
12. Cacem phaton. V. Cousin, J.: É tudes..., II, p. 93. Lausberg, H.: Ma­
nual..., § 964.

208
13. Virgilio: A e ne is, li, 27 y VI, 88. Pero tam bién Ovidio: Heroides,
XVI, 372 y Propercio: Elegiae, II, 8, 32 y IV, 6, 34.
14. Cum nohis, que suena cu n nobis. Cf. Quintiliano: lnst.it. orat.,
Vili, 3, 44-45 y IX, 4, 45. Y 33: Atque u t ordinem sequar, p rim u m su n t
quae im perìtis quoque ad reprehensionem notabilia videntur, id est, quae
com m issis inter se verbis d u obus ex ultim a [fine] prioris ac prim a sequentis
syllaba deforme aliquod nomen. effìciunt. lu m vocalium concursus: quod
cum ac.cidit, hial et intersis tit et quasi labor at oratio [...].

[64}

1. V, Lausberg, H.: M anual..., §§ 923 ss. Leeman, A.I).: O rationis...,


pp. 197-201.
2. Cf. Aristóteles: R hetorica , III, 12. Quintiliano: Instit. orat., IX, 4, 22
(KÓ(i.ata, KwXa, 7tepío5oq). V. Beristáin, H.: D iccionario..., pp. 99 y
390. Calboli Montefusco: C onsulti..., pp. 463-466. Cousin, J.: Études...,
II, pp. 97, 98 y 118.. Martin, J.: A ntike..., pp. 313-320.
3. V. Lausberg, H.: M anual..., §§ 935 ss.
4. Cf. Séneca: De brevítate vitae, I, 1 (G. Crifó, p. 408). Véase al respec­
to nuestra nota 8 a la Or. Inaug. V, en Vico, G.: Obras... (op. cit.), p. 229.
5. Cicerón: In Pisonem , 24,
6. Cicerón: Pro Archia, 16.
7. V. Lausberg, H.: M anual..., §§ 928 ss.
8. Para la estructuración en incisos y miembros, v. Cicerón: Orator,
LXVI, 221 - LXVII, 226.
9. Tácito: A nnales, I, 1.
10. Cicerón: A d fam iliares, XIV, 9.
11. V. Lausberg, H.: M anual..., § 924.
12. Cicerón: Pro M ilone, I, 1. V. Quintiliano: Instit. orat., XI, 3, 47.
13. Cf. Cicerón: Orator, LXVI, 221-222. V. Lausbeig, H.: Manual..., § 933.
14. Cicerón: Pro Caecina, 1. Cf. Quintiliano: Instit. orat., IX, 3, 80,
citado para ejemplificación del isocolon ([57], III).
15. Cicerón: Pro M ilone, XXXIII, 89.
16. Cicerón: Pro Marcéllo, VI, 19.

[65]

1. Cf. Cicerón: De oratore, III, 43, 173 ss.; Orator, XLIV, 149 ss. El
ritm o es n u m eru s oratorius como el entim em a syllogism us oratorius.
Quintiliano: Instit. orat., IX, 4, 45 ss. V. Beristáin, H.; Diccionario..., pp.
429-431. Lausberg, H.: M anual..., §§ 977 ss. Leeman, A.D.: O rationis...,
pp. 194 ss. Martin, J.: Antike..., pp. 323-328.
2. V. g. en Rhetorica, III, 8.
3. Cicerón: Orator, LXIII, 214. V. Quintiliano: Instit. orat., X, 4, 103.
4. En español, con la inversión de los términos, da la im presión de
invertirse tam bién la sem ántica del texto. Mas no ocurre así en latín,

209
donde se da una transposición sólo de tales términos, no así de las fun­
ciones, que se m antienen al hacerlo tam bién los casos.
5. Cantidad prosódica, basada en la alternancia de sílabas largas y
breves.
6. Acerca de las vocales, v. Quintiliano: Instií. orai., IX, 4, 34 ss.
7. Virgilio: Aeneis, IV, 665-666.
8. Ibidem , I, 429.
9. Ibidem , IX, 503. V. S. Isidoro: De m usica, X X , 2.
10. Virgilio: Georgicon, 1, 341.
11. Virgilio: Aeneis, IV, 667 y IX, 477.
12. Ibidem , I, 87.
13. Cf. S. Italico: P unica, VI, 321.
14. Virgilio: Georgicon, III, 284 (Cit. por Séneca: Ad L u cìliu m , XIII,
108, 24). Cf. Virgilio: Aeneis, X, 467.
15. Ibidem , VII, 634.
16. Ibidem , III, 549.
17. Horacio: An? Poetica, 139, V. Quintiliano: Instit. oral., VIII, 3, 20.
Erasmo: Adagiorum chiliades, J, 9, 14.
18. Virgilio: Aeneis, V, 481.
19. Ibidem , II, 250. V. H rabanus Maurus: De rerum naturis, X, 6.
20. Cicerón: Pro M ilone, IV, 10. Cf. Quintiliano: Instit. orat., V, 11, 16.
21. Virgilio: Eclogae, IV, 49. Tomado por A ppendix Vergili ana: Ciris y
p o r Sannazaro: De partu Virginis, III.
22. A ristóteles: R h eto rica , 1.409a: èc m v 8è Tiottctvoq 8úo et5ri
ávuKEÍjieva cov xò ¡lèv èv ápxfi étppóxxei, cóanep Kai xp¿>vxar
o$xo<¡ S' eaxiv ou áp%£i pev f| pcticpa [...]
23. Quintiliano: Instit. orat., IX , 4, 92; 96; 106; 107 y 111.
24. De hecho sigue a Aristóteles en la preceptiva que sobre el ritm o
proporciona en De oratore, III, 44, 173 ss.
25. Cicerón: In Catilinam , I, 1. V. Quintiliano: Instit. orat., IX, 2, 7.
26. Horacio: Ar.s Poetica, 79.
27. Cf. Cicerón: Orator, 56, 189 (G. Crifó, p. 420). V. g. Quintiliano:
Instit. orat., IX, 4, 52 y 64.
28. Cicerón: Pro Milone, XXXVII, 103.
2 9 . V. g . , Quintiliano: Inslit. orat., IX, 4, 53. Y la búsqueda por Cicerón
del ritmo, ibidem , 56: Idque Cicero optim e videt ac testatur frequenter se
q n o d n u m ero su m sit quaerere u t m agis n o n a rrh y th m u m , q u o d essel
in s c itu m atque agreste, q u a m e n rh y th m u m , q u o d p o e tic u m est, esse
com positionem velit: sicu t etiam q uos palaestritas esse n o lum us, tam en
esse n o lu m u s eos qui d icu n tu r apalaestroe.
30. Tácito: Armales, I, 1, V. supra [64].
31. V. supra, nota 14 en este mismo parágrafo.
32. Virgilio: Aeneis, XII, 733.
33. Ibidem , V ili, 223. Cf. Horacio: Carmina., II, 16, 24.
34. V. supra, nota 15 en este m ism o parágrafo.
35. Virgilio: Georgicon, IV, 174. Cf. Aeneis, VII, 452.
36. V. supra, en este parágrafo.
37. V. supra, [13] nota 1.

210

i
38. V. g. en Epistulae... (passim ) V. Quintiliano: Inslìt. orai., IX, 4, 72 у
73; X, 2, 18. Y Tàcito: Dìalogus de oratorìbus, 23.

[ 66 ]

1. Cf. Aristóteles: Rh.etori.ca, i,407ass. IIPOS AAEHiANÀPON, 1.434b.


Ad H eren n iu m , IV, 11 ss. Cicerón: O rator, XXIII, 75 - XXVIII, 99.
Quintiliano: Irtstit. orat., XII, 10, 1 ss., y especialmente 58 ss. V., incluso
en el s. VI, Casiodoro: Variae, Praef., 16. V. Calboli Montefusco: C onsulti..,
pp. 446 ss. Cousin, J.: Études..,, II, pp. 90-91. Kennedy, G.: The Art o f
Persuasión..., pp. 278-282. Lausberg, H.: Manual..., § 1.078 ss. Leeman,
A.D.: O rationis..., pp. 26 ss. у 188 ss. Martin, J.: A ntike..., pp, 329 ss.
Volkmann, R.: Die Rhetorik..., pp. 532 ss.
2. Se distinguen, pues, en función de la ocasión, el auditorio o el con­
texto más que por ser característico o propio de un determinado orador.
Por ello asevera Cicerón que el orador perfecto ha de emplear los tres
estilos. Así, en Orator, XXI, 69-70; у XXIX, 100-104: Is est enim eloquens,
qui et hum ilia subtiliter et alta graviterei mediocrìa temperate potest dicere.
También Ad H erennium , IV, 17. Y así ya Aristóteles diversificaba los esti­
los en función de los géneros oratorios: v. Rhetorica, III, 12.

[67]

1. Cf. Quintiliano: Instit. orat., XI, 2, 1 ss. V. Beristáin, H.: D icciona­


rio..., pp. 305-306. Calboli Montefusco: Consulti..., pp. 470 ss. Lausberg,
H.: Manual..., §§ 1.083-1.090. Martin, J.: Antike..., pp. 349-350. Volkmann,
R.: Die R hetorik..., pp. 567 ss.
2. M nem oneutica (sic).
3. V. Aristóteles: Rhetorica, III, 1. A d H erennium , III, 19 ss. Cicerón:
B rutas, 110 .D e inventione, I, 9; De oratore, III, 56, 213. Orator, XVII, 55
ss. Quintiliano: Instit. orat., I, 11 у XI, 3, 1 ss. V. Beristáin, H.: D icciona­
rio..., p. 401. Calboli Montefusco: Consulti..., pp. 475 ss. Lausberg, H.:
M anual..., § 1.091. Leeman, A.D.: O rationis..., p. 24. Martin, J.: Antike...,
pp. 353-355. Volkmann, R.: Die R hetorik..., pp, 573 ss.
4. V. Cicerón: B rutas, 142; De oratore, III, 56, 213; Orator, XVII, 55 ss.
Quintiliano: Instit. orat., XI, 3, 6 ss. Corroborado por Bacon: Serm ones
fideles sive interiora rerum, XII, 1. En la antigua Grecia, contra lo que
sucede hoy día, los informes y pruebas periciales gozaban de un valor
muy limitado frente a la habilidad del orador, lo que influye en la im­
portancia concedida por Demóstenes a esta faceta. A ello contribuye
asimismo la pulcritud en el atuendo (v. A. Gelio: Noctes Atticae, I, 5, 1).
V. también Aristóteles: Rhetorica, III, 1.

211
REFERENCIAS DE LAS NOTAS
Y FUENTES

De autores grecolatinos clásicos, postclásicos, tardíos, medieva­


les o humanistas. Se indica a continuación —y entre corchetes: v. g.
[7]— el/los parágrafo/s en que tales referencias aparecen, así como
—entre paréntesis: (V)— los casos en que una determinada referen­
cia se debe a una cita textual o a un pasaje aludido por el propio
Vico. De no existir esta última anotación, se trata de un pasaje adu­
cido por el traductor a modo de sustentación y ejemplificación de
las aseveraciones de Vico. En caso de reiteración de la cita dentro
de un mismo párrafo sólo será mencionada una vez.

A. de Brescia: De amore et cìiìectione A. Marcelino: Historiad, XIV, 1,1. [46]


Dei, III, 8. [1] A. Marcelino: Historian, XIV, 8 ,13.
A. de Brescia: Liberde arte dicendi [41]
et tacendi. [8] A. Marcelino: Historiae, XV, 10, 10.
A. Celio: Noctes Atticae, passim. [16] [41]
A. Gelio: Noctes Atticae, Praef'., 21. [37] A. Marcelino: Historiae, XVI, 12,7. [46]
A. Geiio: Noctes Atticae, I, 4, 3. [50] A. Mairelino: Historiae, XVII, 10, 2.
A. Gelio: Noctes Atticae, I, 5, 1. [67] [46]
A. Gelio: Noctes Atticae, I, 13. [22] A. Marcelino: Historiae, XIX, 6,9, [46]
A. Gelio: Noctes Atticae, I, 15, 8. [14] A. Marcelino: Historiae, XXX, 4, 10,
A. Gelio: Noctes Atticae, I, 15, 10. [14] [ 1]
A. Gelio: Noctes Atticae, I, 15,18 ss. [1] Ad Herennium , I, 1. [5]
A. Gelio: Noctes Atticae, V, 1. [37] (V) Ad I-Ierermium, I, 2. [2]
A. Gelio: Noctes Atticae, VI, 3,11, [14] Ad Herennium, I, 2. [22]
A. Gelio: Noctes Atticae, VI, 3, 35 y Ad H erennium , I, 2. [10]
44. [30] Ad H erennium , I, 3. [5]
A. Gelio: Noctes Atticae, IX, 10, 1. Ad Herennium, I, 3. [10]
[40](V) A d Herennium, 1,3. [34]
A. Gelio: Noctes Atticae, XV, 1. [1] Ad H erennium , I, 4. [24]
A. Gelio: Noctes Atticae, XVI, 8, 13 Ad Herennium, I, 4 ss. [25]
ss. [13] Ad Herennium, I, 4. [32]
A. Gelio: Noctes Atticae, XVII, 21, Ad H erennium , I, 4. [33]
12.[63] (V) Ad Herennium, I, 6. [25]

213
Ad Herennium, I, 6-11. [25] Ad Herennium, III, 3. [21]
Ad Herennium, I, 6-11. [25] Ad Herennium, III, 10. [20]
Ad Herennium, 1, 7. [25] Ad Herennium, III, 10-15. [20]
Ad Herennium, I, 7. [25] Ad Herennium, III, 16-18. [24]
Ad Herennium, I, 11. [16] Ad Herennium, III, 18. [30]
Ad Herennium, 1,11 ss. [26] A d H erennium , III, 19 ss. [67]
Ad. Herennium, I, 13. [11] Ad Herennium, III, 20 ss. [1]
Ad Herennium, I, 13. [30] Ad Herennium, III, 23. [31]
Ad Herennium, I, 14, ss. [26] Ad H erennium , IV, 1. [15]
Ad Herennium, I, 15. [26] Ad Herennium, IV, 10. [16]
Ad H erennium, I, 16. [26] Ad. Herennium, IV, 11 ss. [66]
Ad Herennium, I, 17. [16] Ad Herennium, IV', 17. [34]
Ad Herennium, 1, 17. [28] Ad Herennium, IV, 17. [35]
Ad Herennium, I, 17. [29] Ad H erennium , IV, 17. [66]
Ad Herennium, I, 17. [30] Ad Herennium, IV, 18 ss. [38]
Ad Herennium, I, 18 ss. [22] Ad Herennium, IV, 18. [63]
Ad Herennium, I, 19 ss. [22] Ad Herennium, IV, 18. [63] (V)
Ad Herennium, 1, 20. [22] Ad Herennium, IV, 19. [50]
Ad Herennium, I, 22. [22] Ad Herennium, IV, 20. [49]
Ad Herennium, I, 23. [22] Ad Herennium , IV, 20. [50]
Ad Herennium, I, 23-24. [22] Ad Herennium, IV, 2.1. [49] (V)
Ad Herennium, I, 24 ss. [22] Ad Herennium, IV, 21. [58]
Ad Herennium, I, 25. [22] Ad Herennium, IV, 22. [60]
Ad Herennium, I, 25. [22] Ad Herennium, IV, 24. [57]
Ad Herennium, 1, 26. [22] Ad Herennium, IV, 27. [55]
Ad Herennium, I, 26. [30] Ad Herennium, IV, 28. [55]
Ad Herennium, I, 27. [22] (V) Ad Herennium, IV, 29 ss. [54]
Ad Herennium, I, 73. [22] Ad H erennium , IV, 33 (in fine). [22]
Ad Herennium, II, 3 ss. [22] Ad. Herennium, IV, 33. [57]
Ad Herennium, II, 8, [30] Ad Herennium, IV, 34. [22]
Ad Herennium, II, 9. [22] Ad Herennium , IV, 34. [30]
Ad Herennium, TI, 13 ss. [22] Ad Herennium, IV, 34. [43]
Ad Herennium, II, 15. [22] Ad H erennium , IV, 34. [52] (V)
Ad Herennium, II, 16. [22] AdI-Ierennium, IV, 35. [36]
Ad Herennium, II, 17. [22] A d Herennium, IV, 35. [61]
Ad Herennium, II, 18. [11] Ad Herennium, IV, 36. [60]
Ad Herennium, II, 18. [22] Ad Herennium, IV, 37. [48]
Ad Herennium, II, 19 ss. [22] Ad Herennium, IV, 38. [49]
Ad Herennium, II, 21, ss. [22] Ad Herennium, IV, 38. [50]
Ad Herennium, II, 25. [22] Ad Herennium, IV, 39. [57]
Ad H erennium, II, 26. [22] A d H erennium , IV, 39. [58]
Ad Herennium, II, 28 ss. [28] A d H erennium , IV, 40. [60]
Ad Herennium, II, 28 ss. [30] Ad Herennium, IV, 41. [48]
Ad Herennium, II, 37. [33] Ad Herennium, IV, 41. [60]
Ad Herennium, II, 38. [30] Ad H erennium , IV, 42. [45]
Ad Herennium, II, 47 ss. [31] Ad Herennium, IV, 42. [46]
Ad Herennium, II, 47. [33] A d Herennium, IV, 43. [41]
Ad Herennium. III, 2-7. [21] A d Herennium, IV, 44. [44]

214
Ad Herennium, IV, 44. [63] (V) Alcuino: Disputatio de rhetorica, 38.
Ad Herennium, IV, 44-45. [42] [63]
Ad Herennium, IV, 45. [40] Alcuino: Disputatio de rhetorica, 43.
Ad Herennium, IV, 45. [44] [37]
Ad Herennium, IV, 46. [44] Appendix Vergiliana: Ciris. [65]
Ad Herennium, IV, 48. [60] Appendix Vergüiatia: De rosis
Ad Herennium, IV, 50. [45] nascentibus, 40. [50] (V)
Ad Herennium, IV, 52. [31] Apuleyo: Apología, 42. [16]
Ad Herennium, IV, 54. [31] Apuleyo: Metarn., III, 12. [60]
Ad Herennium, IV, 55. [59] Apuleyo: Metam., VI, 4. [60]
Ad Herennium, IV, 58. [58] Apuleyo: Metam., 20. [60]
Ad Herennium, IV, 59. [58] Apuleyo: Metam., IX, 6. [60]
Ad Herennium, IV, 62. [30] Apuleyo: Metam., X, 5. [14]
Ad Herennium, IV, 62. [58] Aristóteles: Etílica Nicomachea,
Ad Herennium, IV, 65. [59] 1103a. 14-18. [20]
Ad Herennium, IV, 66. [60] Aristóteles: Ethica Nicomachea,
Ad Herennium, IV, 68. [58] 1157a-b. [14]
Alcuino: Disputa fio de rhetorica, 3. [1] Aristóteles: Ethica Nicomachea, [18]
Alenino: Disputatici de rhetorica, 4 [34] Aristóteles: Ethica Nicomachea, V,
Alcuino: Disputalio de rhetorica, 4. 1 0,1137b. [22] (V)
[ 10] Aristóteles: Ethica Nicomachea, V,
Alcuino: Disputatio de rhetorica, 4. 10, 7. [22]
[ 11] Aristóteles: Poética, 1,449a. in fine.
Alcuino: Disputa tio de rhetorica, 5. [4] [37] (V)
Alcuino: Disputa tio de rhetorica, 7 Aristóteles: Poética, 1.454a. [26]
ss. [22] Aristóteles: Poética, 1.457b. [37]
Alcuino: Dìsputa tio de rhetorica, 10. Aristóteles: Poética, 1.457b. [40]
[22 ] Aristóteles: Poética, 1.459a. [37] (V)
Alcuino: Disputatici de rhetorica, 13. Aristóteles: Poética, 1.460b. [37] (V)
[22 ] Aristóteles: Poética, XIX, 7, [10]
Alcuino: jDisputa tio de rhetorica, 13. Aristóteles: Poética, XXII. [40]
[30] Aristóteles: Política, VII-2. [36]
Alcuino: Dispulalio de rhetorica, 15. Aristóteles: Rhetorica, 1.315a. [25]
[22] Aristóteles: Rhetorica, 1.317b. [22]
Alcuino: Disputalio de rhetorica, 19. Aristóteles: Rhetorica, 1.356a-b. [30]
[24] Aristóteles: Rhetorica, 1.356b. [30]
Alcuino: Disputa fio de rhetorica, 20, Aristóteles: Rhetorica, 1.356b. [30]
[25] Aristóteles: Rhetorica, 1.357a. [12]
Alcuino: Disputalio de rhetorica, 33. Aristóteles: Rhetorica, 1.357b. [12]
[33] Aristóteles: Rhetorica, 1.358a ss. [4]
Alcuino: Disputa tio eie rhetorica, 33. Aristóteles: Rhetorica, !.358a. [22]
[33] Aristóteles: Rhetorica, 1.358b. [21]
Alcuino: Disputalio de rhetorica, Aristóteles: Rhetorica, 1.359b. [19]
36-37. [34] Aristóteles: Rhetorica, 1.359b. [21]
Alenino: Disputalio de rhetorica, 37. Aristóteles: Rhetorica , 1.359b. [4]
[401(V) Aristóteles: Rhetorica, 1.368a. [36]
.Alcuino: Disputano de rhetorica, 37. Aristóteles: Rhetorica, 1.373b. [22]
[41] Aristóteles: Rhetorica, 1.373b. [22]

215
Aristóteles: Rhetorica, 1.374a. [22] Aristóteles: Rhetorica, II, 1.349a-b.
Aristóteles: Rhetorica, 1.374a. [22] [30](V)
Aristóteles: Rhetorica, 1.375a-b. [11] Alistó teles: Rhetorica, II, 1.399b. [37]
Aristóteles: Rhetorica, 1.392a. [4] Aristóteles: Rhetorica, II, 20. [15]
Aristóteles: RJietorica, 1.393a ss. [30] Aristóteles: Rhetorica, II, 21. [30]
Aristóteles: Rhetorica, 1.394 ab. [30] Aristóteles: Rhetorica, II, 22. [30]
Aristóteles: Rhetorica, 1.394a-1.395b. Aristóteles: Rhetorica, II, 23, [13]
[57] Aristóteles: Rhetorica, II, 23. [14]
Aristóteles: Rhetorica, 1.394b. [30] Aristóteles: Rhetorica, II, 24-25. [37]
Aristóteles: Rhetorica, 1.394b. [37] (V)
Aristóteles: Rhetorica, 1.394b. [37] Aristóteles: Rhetorica, III, 1. [10]
(V) Aristóteles: Rhetorica, III, 1. [67]
Aristóteles: Rhetorica, 1.399a. [30] .Atistóteles: Rhetorica, III, 10-11. [37]
Aristóteles: Rhetorica, 1.400b. [37] Aristóteles: Rhetorica, III, 12. [64]
Aristóteles: Rhetorica, 1.402a. [22] Aristóteles: Rhetorica, III, 12. [66]
Aristóteles: Rhetorica, 1.403b. [10] Aristóteles: Rhetorica, III, 13. [24]
Alistó teles: Rhetorica, 1.404a. [10] Aristóteles: Rhetorica, III, 14-15. [25]
Aristóteles: Rhetorica, 1.404b. [16] Aristóteles: Rhetorica, III, 16, [26]
Aristóteles: Rhetorica, 1.406b. [58] Aristóteles: Rhetorica, III, 17-18. [30]
Aristóteles: Rhetorica, 1.407a ss. [66] Aristóteles: Rhetorica, III, 19. [33]
Aristóteles: Rhetorica, 1.409a. [65] (V) Aristóteles: Rhetorica, III, 2. [40]
Aristóteles: Rhetorica, 1.410b. [37] Aristóteles: Rhetorica, III, 4. [39]
Aristóteles: Rhetorica, 1.411b, in Aristóteles: Rhetorica, III, 5. [36]
fine, [60] Aristóteles: Rhetorica, III, 6 (1."). [58]
Aristóteles: Rhetorica, 1.412a. [37] Aristóteles: Rhetorica, III, 8. [65] (V)
Aristóteles: Rhetorica, 1.412a. [37] (V) Aristóteles: Topica, 105a. [30]
Aristóteles: Rhetorica, 1.412b. [37] (V) Ausonio: Cento nuptìalis, 3. [41] (V)
Aristóteles: Rhetorica, 1.414a-l .515b. Ausonio: Cento nuptialis, 5. [50]
[26] Ausonio: Commemorano... 21. [15]
Aristóteles: Rhetorica, 1.415a, in Ausonio: Eclogae, 2. [41]
fíne. [25] Ausonio: Epicedion in patreni, 2,
Aristóteles: Rhetorica, 1.416b. [26] 38. [36]
Aristóteles: Rh&torica, 1,2, 1, Ausonio: Epigrammata , 21. De eo
1.355b. [2] qui thesaurum repperit curii se
Aristóteles: Rhetorica, I, 2. [11] laqueo vellet suspendere. Ex
Aristóteles: Rhetorica, I, 3, 1.358b Graeco. [37] (V)
ss. [19] Ausonio: Epigrammata, 34. [54] (V)
Aristóteles: Rhetorica, 1,4, Ausonio: Epitaphia, 28. [60]
1.359b-1.360a. [19] Ausonio: Ludus septem sapientwn,
Aristóteles: Rhetorica, I, 4-8. [21] 6: Cleobulus. [37]
Aristóteles: Rhetorica, I, 9. [20] Ausonio: Mosella, 33. [46]
Aristóteles: Rhetorica , I, 10-15. [22] Ausonio: Parentalia, 24, 3. [14]
Aristóteles: Rhetorica, II, 1. [17] Bacon: Sermones fi deles sive
Aristóteles: Rhetorica, II, 4. [14] interiora reruìn, XII, 1. [67]
Aristóteles: Rhetorica, II, 2-11. [17] C. Nepote: De v/m ili: Hannibal, 2.
Aristóteles: Rhetorica, II, 2-11. [18] [36]
Aristóteles: Rhetorica, II, 12-14. [30] Casiodoro: Variae, Praef, 16. [66]
Aristóteles: Rhetorica, II, 13-14, [17] Casiodoro: Variae, 2, 3, 4. [14]

216
Caíulo: Carmina, LXIV, 119, 213, Cicerón: Brutus, 142. [67] (V)
220, 400. [36] Cicerón: Brutus, 151; ¡n Pisonem,
Celso: De m edicina, V, .15. [39] 14.[60]
Cesar: De bello Gallico, VII, 19. [41] Cicerón: Brutus, 185. [3]
<:ésar: De bello Gallico, VIII, 19. [41] Cicerón: Brutus, 190. [9]
Cicerón: Académicas quaestiones, I. Cicerón: Brutus, 253. [35]
[16] Cicerón: Brutus, 276. [3]
Cicerón: Academicae quaestiones, I Cicerón: Brutus, 292. [30]
(Posteriores), 4. [30] Cicerón: Brutus, 310, [1]
Cicerón: Academicae quaestiones, Cicerón: De amicitia, 5. [54] (V)
11,16. [30] (V) Cicerón: De amicitia, 18, [14]
Cicerón: Academici, III. [16] Cicerón: De amicitia, 18. [57]
Cicerón: Ad A tticum , I, 17. [51] (V) Cicerón: De amicitia, 19. [14]
Cicerón: Ad A tticum , II, 22, 1, [60] Cicerón: De amicitia, 37 (in fine). [14]
Cicerón: Ad A tticum , IV, 13,1. [60] Cicerón: De amicitia, 43. [14'J
Cicerón: Ad A tticum , V, 18,1, [60] Cicerón: De amicilia, 44, [14]
Cicerón: Ad A tticum , V, 21, 3. [57] Cicerón: De amicitia, 50. [14]
Cicerón: Ad A tticum , VIII, 12, 6. [60] Cicerón: De amicitia, 54. [14]
Cicerón: Ad A tticum , IX, 9, 3. [57] Cicerón: De amicitia, 74. [14]
Cicerón: Ad A tticum , X, 16, 3. [60] Cicerón: De consulatu suo, Ir. 7.
Cicerón: Ad A tticum , XIII, 12. [2] [54](V)
Cicerón: Ad A tticum , XIII, 48,1. [60] Cicerón: De consulatu suo, fr. 7.
Cicerón: Ad A tticum , XV, 4, 3. [57] [63](V)
Cicerón: Ad A tticum , XV, 8, 2. [60] Cicerón: De divinatione, I, 6, 12.
Cicerón: Ad familiares, IV, 1. [42] (V) [36](V)
Cicerón: Ad familiares, IV, 3 (jn Cicerón: De divinatione, I, 9, 15.
fme). [31] [36](V)
Cicerón: Ad familiares, V, 8. [31] Cicerón: De divinatione, 1,16, 29. [57]
Cicerón: Ad familiares, VI, 14. [2] Cicerón: De divinatione, I, 32. [16]
Cicerón: Ad familiares, VI, 18. [57] Cicerón: De divinatione, 1,36, 79. [9]
Cicerón: Ad familiares, IX, 16. [57] Cicerón: De divinatione, II, 36, 66. [9]
Cicerón: Ad fam iliares, XI, 3. [60] Cicerón: De divinatione, II, 45, 94.
Cicerón: Ad familiares, XII, 3. [60] [36](V)
Cicerón: Ad familiares, XII, 69. [31] Cicerón: De domo sua, 13. [60]
Cicerón: Ad familiares, XIII, 11. [22] Cicerón: De domo sua, 21. [14]
Cicerón: Ad familiares, XIII, 78. Cicerón: De domo sua, 47. [60]
[31] (V) Cicerón: De domo sua, 77. [14]
Cicerón: Ad familiares, XIII, 78. Cicerón: De domo sua, 107. [31]
[48](V) Cicerón: De fato, 6. [36] (V)
Cicerón: Ad familiares, XIV, 4. [36] Cicerón: De falo, 27. [15]
Cicerón: Ad familiares, XIV, 9. [64] Cicerón; D efinibus, II, 2. [30]
(V) Cicerón: D efinibus, II, 7. [57]
Cicerón: Ad familiares, XVI, 17, 1. Cicerón: D efinibus, II, 36. [6]
[40](V) Cicerón; De finibus, II, 105. [22]
Cicerón: Brutus, 79. [41] Cicerón: D efinibus, II, 61. [57]
Cicerón: Brutus, 110. [67] Cicerón: D efinibus, III, 33. [36]
Cicerón: Brutus, 121. [1] Cicerón: D efinibus, III, 38, [10]
Cicerón: Brutus, 139, [16] Cicerón: De finibus, IV, 4, 10. [30]

217
Cicerón: De TV, 16, 45. [14] Cicerón: De inventione, I, 34 ss. [22]
Cicerón: De V, 21 60.[36](V) Cicerón: De inventione, 1,36. [22] (V)
Cicerón: De , V, 25, 74. [39] Cicerón: De inventione, I, 41. [22]
Cicerón: De o Cu. Pompei ad Cicerón: De inventione, I, 41. [22]
Quintes o 20] (V) Cicerón: De inventione, I, 43 ss. [4]
Cicerón: De one, l.[ l ] Cicerón: De inventione, T, 44 ss. [12]
Cicerón: De one, 2. [1] Cicerón: De inventione, I, 44. [12]
Cicerón: De one, 2. [5] Cicerón: De inventione, 1, 45. [30]
Cicerón: De one, 5.[30] Cicerón: De inventione, I, 49. [30]
Cicerón: De one, 6. [1] Cicerón: De inventione, 1, 49. [58]
Cicerón: De one, 6. [2] Cicerón: De inventione, 1, 51. [30]
Cicerón: De one, 6. [2] (V) Cicerón: De inventione, I, 52. [30] (V)
Cicerón: De one, 6. [4] Cicerón: De inventione: I, 57 ss. [30]
Cicerón: De one, 6.[16] Cicerón: De inventione, I, 61. [30]
Cicerón: De one, 7- [4] Cicerón: De inventione, J, 72-75.
Cicerón: De one, 8. [4] [12] (V)
Cicerón: De one, 9.[10] Cicerón: De inventione, 1, 78 ss. [32]
Cicerón: De one, 9-[11] Cicerón: De inventione, I, 98 ss. [33]
Cicerón: De one: 9. [34] Cicerón: De inventione, I, 98. [33]
Cicerón: De one, 9.[67] Cicerón: De inventione, II, ó ss. [1]
Cicerón: De one, 10 ss. [22] Cicerón: De inventione, II, 11 ss. [22]
Cicerón: De one, 10 ss. [22] Cicerón: De inventione, II, 12. [4]
Cicerón: De one, 10. [22] Cicerón: De inventione, II, 12. [20]
Cicerón: De one, 10-19. [22] Cicerón: De inventione, II, 12. [21]
Cicerón: De one, 10-19.[22] Cicerón: De inventione, IT, !4. [22]
Cicerón: De one, 12-15.[22] Cicerón: De inventione, II, 14-42. [22]
Cicerón: De one, 12 ss. [4] Cicerón: De inventione, II, 15. [22] (V)
Cicerón: De one, 14.[22] Cicerón: De inventione, II, 16. [22]
Cicerón: De 'one, 15.[22] Cicerón: De inventione, II, 17 ss. [22]
Cicerón: Da one, 16. [22] Cicerón: De inventione, II, 19. [57]
Cicerón: De one, 17 ss. [22] Cicerón: De inventione, II, 31 ss. [22]
Cicerón: De one, 18.[22] Cicerón: De inventione, II, 40. [22]
Cicerón: De one, 18. [30] Cicerón: De inventione, 11, 52. [22]
Cicerón: De one, 18-19. [22] Cicerón: De. inventione, II, 57 ss. [22]
Cicerón: De one, 19.[22] Cicerón: De inventione, II, 62 ss. [22]
Cicerón: De one, 19-20, [24] Cicerón: De inventione, II, 69 ss. [22]
Cicerón: De one, 20 ss. [25] Cicerón: De inventione, TT, 72. [22]
Cicerón: De one, 20. [25] Cicerón: De inventione, II, 76. [4]
Cicerón: De one., 20-26. [25] Cicerón: De inventione, 11, 78. [22]
Cicerón: De one, 21.[25] Cicerón: De inventione, II, 78-79. [30]
Cicerón: De one, 25.[16] Cicerón: De inventione, 11, 79. [22] (V)
Cicerón: De one, 27.[11] Cicerón: De inventione, II, 82. [22]
Cicerón: De one, 27. [26] Cicerón: De inventione, II, 84. [22]
Cicerón: De one, 28 ss. [26] Cicerón: De inventione, II, 86 ss. [22]
Cicerón: De one, 28.[261 Cicerón: De inventione, TI, 91-92. [22]
Cicerón: De one. 29.[26] Cicerón: De inventione, 11, 94 ss. [22]
Cicerón: De one, 31.[281 Cicerón: De inventione, II, 116 ss. [22]
Cicerón: De one, 32. [29] Cicerón: De inventione, II, 121 ss. [22]

218
('¡cerón: De inventione, II, 143. [22] Cicerón: De optimo genere
Cicerón: De, inventione, II, 144 ss. [22] oratorum, I, 3. [2]
Cicerón: De inventione, n, 148 ss. [22] Cicerón: De óptimo genere
Cicerón: De inventione, II, 153. [22] oratorum, I, 3. [3]
Cicerón: De inventione, II, 156. [20] Cicerón: De optimo genere
Cicerón: De inventione, II, 156. [21] oratorum., V, 16,13]
Cicerón: De inventione, II, 156-176. Cicerón: De oratore, passini. [5]
[ 21] Cicerón: De oratore, I. [8]
Cicerón: De inventione, II, 158. [21] Cicerón: De oratore, 1, 2, 5. [19] (V)
Cicerón: De inventione, II, 170-175. Cicerón: De oratore, I, 18, 83. [1]
[ 21 ] Cicerón: De oratore, T, 18, 84. [1]
Cicerón: De inventione, II, 177. [20] Cicerón: De oratore, I, 19, 85-86. [8]
Cicerón: De lege agraria. [2] Cicerón: De oratore, I, 21, 94. [1] (V)
Cicerón: De legibus, I, 2. [57] Cicerón: De oratore, I, 22, 102 - 23,
Cicerón: De lege agraria, I, 15. [57] 109. [16]
Cicerón: De lege agraria, II, 20. [57] Cicerón: De oratore, I, 25, 113 ss. [6j
Cicerón: De lege agraria, II, 22. [50] Cicerón: De oratore, 1, 25, 113. [6]
(V) Cicerón: De oratore, I, 25, 114. [6]
Cicerón: De legibus, I, 8. [4] Cicerón: De oratore, I, 27, 124. [9]
Cicerón: De legibus, I, 11. [9] Cicerón: De oratore, I, 28, 128. [6]
Cicerón: De legibus, i, 62. [2] Cicerón: De oratore, I, 28, 128. [7]
Cicerón: De legibus, III, 1, 2. [58] (V) Cicerón: De oratore, I, 28, 129 y
Cicerón: De legibus, III, 3, 8. [22] (V) 130.[9]
Cicerón: De natura deorum, 1,42. [36] Cicerón: De oratore, I, 29, 132. [9]
Cicerón: De natura deorum, II, 60. Cicerón: De oratore, I, 31, 138. [2]
[44] Cicerón: De oratore, 1,31, 138.14]
Cicerón: De natura deorum, III, 81. Cicerón: De oratore, I, 31,139. [22]
[42] Cicerón: De oratore, I, 31, 141. [4]
Cicerón: De natura deorum, II, 128. Cicerón: De oratore, I, 31, 142. [10]
[60] Cicerón: De oratore, I, 32, 145 ss, [6]
Cicerón: De natura deorum, II, 133. Cicerón: De oratore, I, 32, 146, [1]
[57] Cicerón: De oratore, I, 34, 158-159.
Cicerón: De natura deorum, II, 146. [9]
[6] Cicerón: De oratore, I, 44, 195. [60]
Cicerón: De officiis, I, 4. [48] Cicerón: De oratore, I, 47, 213. [6]
Cicerón: De officiis. I, 13, 39. [33] Cicerón: De oratore, I, 51, 219-233. [1]
Cicerón: De officiis, I, 27, 93. [20] Cicerón: De oratore, I, 59, 251. [9]
Cicerón: De officiis, I, 27, 94. [20] Cicerón: De oratore, I, 6, 2. [4]
Cicerón: De officiis, I, 28, 97. [26] Cicerón: De oratore, I, 60, 254. [9]
Cicerón: De officiis, I, 33. [22] (V) Cicerón: De oratore, 1, 61, 258. [9]
Cicerón: De officiis, I, 51. [12] Cicerón: De oratore, I, 61, 260. [2]
Cicerón: De officiis, I, 108. [30] Cicerón: De oratore, IT, 1 parte. [16]
Cicerón: De officiis, Til, 3, 4 y 7. [20] Cicerón: De oratore, II, 10, 41 ss. [4]
Cicerón: De officiis, III, 27, 99 a Cicerón: De oratore, 11, 14, 61. [36]
101. [33] (V)
Cicerón: De officiis, III, 29, 106. [33] Cicerón: De oratore, II, 15, 64 ss. [4]
Cicerón: De officiis, JII. 69. [60] Cicerón: De oratore, II, 19, 79. [10]
Cicerón: De officiis, III, 112. [22] Cicerón: De oratore, IT, 19, 80 ss. [25]

219
Cicerón: De oratore, II, 19, 80. [33] Cicerón: De oratore, III, 15, 56 ss. [1]
Cicerón: De oratore, II, 24, 100. [22] Cicerón: De oratore, III, 19, 72. [1]
Cicerón: De oratore, II, 24, 104. [22] Cicerón: De oratore, III, 21, 81 ss. [1]
Cicerón: De oratore, II, 24, 104-26, Cicerón: De oratore, III, 26, 102. [9]
113.[19](V) Cicerón: De oratore, III, 35, 142. [1]
Cicerón: De oratore, II, 27,117 ss. [11] Cicerón: De oratore, III, 38,
Cicerón: De oratore, II, 39, 162. [19] 152-153. [36]
(V) Cicerón: De oratore, III, 38,
Cicerón: De oratore, II, 39, 162-40, 152-155. [36]
173.[13] Cicerón: De oratore, III, 40, 161. [46]
Cicerón: De oratore, II, 39, 164. [14] Cicerón: De oratore, III, 40, 162.
Cicerón: De oratore, II, 39, 165. [14] [40](V)
(V) Cicerón: De oratore, III, 41, 163.
Cicerón: De oratore, II, 41, 42. [4] [40](V)
Cicerón: De oratore, II, 41, 65. [4] Cicerón: De oratore, III, 41, 164.
Cicerón: De oratore, II, 42,117 ss. [24] [40](V)
Cicerón: De oratore, II, 43, 182-184. Cicerón: De oratore, III, 41, 165.
[17] [40](V)
Cicerón: De oratore, II, 44,185 ss. [18] Cicerón: De oratore, III, 43, 173 ss.
Cicerón: De oratore, II, 47,197 ss. [18] [65]
Cicerón: De oratore, II, 57, 232. [1] Cicerón: De oratore, III, 44, 173 ss.
Cicerón: De oratore, II, 57, 232, [5] [65] (V)
Cicerón: De oratore, II, 57, 233. [9] Cicerón: De oratore, III, 52, 201 ss.
Cicerón: De oratore, II, 59, 242. [9] [47]
Cicei'ón: De oratore, II, 66, 264. [37] Cicerón: De oratore, III, 53, 202. [58]
(V) Cicerón: De oratore, III, 53, 203. [61]
Cicerón: De oratore, II, 67, 270. [16] Cicerón: De oratore, III, 53, 205. [60]
Cicerón: De oratore, II, 67, 270. [30] Cicerón: De oratore, III, 56, 213. [67]
Cicerón: De oratore, II, 77, 310. [2] Cicerón: De oratore, III, 56, 213.
Cicerón: De oratore, II, 77, 310. [25] [67](V)
Cicerón\ De oratore, II, 77, 312. [27] Cicerón: De oratore, III, 59, 221. [9]
Cicerón: De oratore, n, 79,322 ss. [25] Cicerón: De oratore, III, 104. [31]
Cicerón: De oratore, II, 82, 334. [21] Cicerón: De partii ione oratoria, 3. [10]
Cicerón: De oratore, II, 82, 335-337. Cicerón: De partitiom oratoria, 4. [24]
[21] Cicerón: De part.iti.one oratoria, 4 y
Cicerón: De oratore, II, 82, 337. [19] 14-15. [33]
(V) Cicerón: De partitiom oratoria, 5 ss.
Cicerón: De oratore, II, 83, 338. [1] [ 11]
Cicerón: De oratore, II, 90, 365. [60] Cicerón: De partitiom oratoria, 6. [4]
Cicerón: De oratore, li, 107-109. [22] Cicerón: De partitiom oratoria, 7. [13]
Cicerón: De oratore, II, 109 ss, [22] Cicerón: De partii ione oratoria, 10
Cicerón: De oratore, II, 110 ss. [22] ss. [4]
Cicerón: De oratore, III, 2, 7. [60] (V) Cicerón: De partitiom oratoria, 10,
Cicerón: De oratore, III, 8, 80. [4] 69.[4]
Cicerón: De oratore, III, 10, 37 ss. [35] Cicerón: De partitiom oratoria,
Cicerón: De oratore, IH, 10,38. [9] (V) 11-23. [14]
Cicerón: De oratore, III, 13,48 ss. [36] Cicerón: De partitiom oratoria, 16.
Cicerón: Ite oratore, III, 14, 54. [4] [36]

220
Cicerón: De partitione oratoria, 19. Cicerón: De senectute, I, 3. [60]
[26] Cicerón: De senectute, II, 4. [60] (V)
Cicerón: De partitione oratoria, 21. Cicerón: De senectute, III, 8. [57]
[31] Cicerón: De senectute, X, 31. [63] (V)
Cicerón: De partitione oratoria, 31. Cicerón: De senectute, XIV, 47. [45]
[26] Cicerón: De senectute, XVI, 55. [45]
Cicerón: De partitione oratoria, 46. Cicerón: De senectute, XVI, 56. [45]
[30] Cicerón: Divinado in Caecilium, 45.
Cicerón: De partitione oratoria, 48. [29]
[ 11] Cicerón: Epistulae... (j)assiin) [65]
Cicerón: De partitione oratoria, 48. Cicerón: In Catilinam, I, 1. [65] (V)
[14] Cicerón: In Catilinam, I, 1,2. [60]
Cicerón: De partitione oratoria, 52 (V)
ss. [31] Cicerón: In Calilinam, I, 1,3. [31] (V)
Cicerón: De partitione oratoria , 52 Cicerón: In Catilinam, I, 1,1. [50] (V)
ss. [33] Cicerón: In Catilinam, I, 3. [45]
Cicerón: De partitione oratoria, 62. Cicerón: In Catilinam, I, 7, 18. [60]
[ 12] (V)
Cicerón: De partitione oratoria, 70 Cicei'ón: In Catilinam, I, 8, 21. [37]
ss. [20] (V)
Cicerón: De partitione oratoria, 76. Cicerón: In Catilinam, I, 9. [37]
[12] Cicerón: In Catilinam, II, 1, 1. [31]
Cicerón: De partitione oratoria, 83 (V)
ss. [21] Cicerón: In Catilinam, IV, 11. [37]
Cicerón: De partitione oratoria, 90. (V)
[20] Cicerón: In Pisonem, 24. [60] (V)
Cicerón: De partitione oratoria, 98 Cicerón: In Pisonem, 24. [64] (V)
ss. [22] Cicerón: In Pisonem, 26. [60]
Cicerón: De partitione oratoria, 101 Cicerón: In Pisonem, 32. [60]
ss. [22] Cicerón: In Q uintum Caecilium, 19.
Cicerón: De partitione oratoria, 106. [60](V)
[22 ] Cicerón: In Q uintum Caecilium, 37.
Cicerón: De partitione oratoria, 106. [60]
[4] Cicerón: In Verrem, II, II, 1-8. [27] (V)
Cicerón: De partitione oratoria, 122. Cicerón: In Verrem, II, I, 9. [58] (V)
[33] Cicerón: In Verrem, II, I, 13. [22]
Cicerón: De partitione oratoria, 123. Cicerón: In Verrem, II, I, 40. [60] (V)
[22] Cicerón: In Verrem, II, I, 44. [58] (V)
Cicerón: De partitione ora torta, 129 Cicerón: In Verrem, II, I, 125. [15]
ss. [22] Cicerón: In Verrem, II, I, 131. [22]
Cicerón: De partitione oratoria, 132 Cicerón: In Verrem, II, II, 46. [57]
ss. [22] Cicerón: In Verrem, II, II, 56. [57]
Cicerón: De Partitione oratoria, 132 Cicerón: In Verrem, II, IV, 2. [48] (V)
ss. [22] Cicerón: In Verrem, II, IV, 6. [60]
Cicerón: De partitione oratoria, 133 Cicerón: In Verrem, II, IV, 10, 13 y
ss. [22] 56. [57]
Cicerón: De partitione oratoria, 137 Cicerón: In Verrem, II, IV, 19. [57]
ss. [22] Cicerón: In Verrem, II, IV, 38. [31]

221
Cicerón: In Varen i: II, IV, 55. [60]' Cicerón: Orator, LXVI, 221-222. [64]
Cicerón: In Verrem, II, IV, 115. [58] Cicerón: Orator, LXXI, 236, [30]
(V) Cicerón: Orator, LXXI, 236. [60]
Cicerón: In Verrem, II, V, 79. [53] (V) Cicerón: Philippicae, 1, 24. [60]
Cicerón: In Verrem, II, V, 162. [31] Cicerón: Philippicae, II, 5, 11. [1]
(V) Cicerón: Philippicae, II, 13, 33. [57]
Cicerón: In Verrem, II. V, 162. [51] Cicerón: Philippicae, II, 14, 35. [14]
(V) Cicerón: Philippicae, II, 22, 55. [50]
Cicerón: Orator, passim, [10] (V)
Cicerón: Orator. 1, 1. [9] Cicerón: Philippicae, II, 25, 63. [31]
Cicerón: Orator, I. 3. [9] (V)
Cicerón: Orator, II, 7. [9] Cicerón: Philippicae, III, 2, 3. [60] (V)
Cicerón: Orator, III, 11 ss. [1] Cicerón: Philippicae, IV, 5, 11. [51]
Cicerón: Orator, IV, 15. [1]
(V)
Cicerón: Orator, V, 18. [1] Cicerón: Philippicae, VIII, 10. [45]
Cicerón: Orator, XIV, 45. [4] Cicerón: Philippicae, VIII, 3, 9. [60]
Cicerón: Orator, XIV. 46. [4] Cicerón: Philippicae, IX, 4, 8. [60]
Cicerón: Orator, XVII, 55 ss. [67] Cicerón: Philippicae, XI, 6. [60]
Cicerón: Orator, XVII, 55 ss. [67] (V) Cicerón: Philippicae, XII, 3, 7. [52]
Cicerón: Orator, XIX, 61 ss. [1] (V)
Cicerón: Orator, XIX, 62 ss. [36] Cicerón: Philippicae, XIII, 11, 24.
Cicerón: Orator, XXI, 69. [1] [54](V)
Cicerón: Orator, XXI, 69. [2] Cicerón: Philippicae, XIII, 21,48. [60]
Cicerón: Orator, XXI, 69. [3] Cicerón: Philippicae, XI V, 10. [60]
Cicerón: Orator, XXI, 69-70. [66] Cicerón: Post rediíum ad Quintes,
Cicerón: Orator, XXIII, 75 - XXVIII, 23. [50]
99.[66] Cicerón: Pro Archia, 8. [55] (V)
Cicerón: Orator, XXIII, 79. [35] Cicerón: Pro Archia, 14. [53] (V)
Cicerón: Orator, XXIV, 79. [30] Cicerón: Pro Archia, 15. [57]
Cicerón: Orator, XXIV, 81. [37j Cicerón: Pro Archia, 16. [64] (V)
Cicerón: Orator, XXIV, 81. [39] (V) Cicerón: Pro Archia, 17. [9]
Cicerón: Orator, XXVIII, 100. [9] Cicerón: Pro Bulbo, 13, [60] (V)
Cicerón: Orator, XXIX, 100. [1] Cicerón: Pro Caecina, 1. [64] (V)
Cicerón: Orator, XXIX, 100-104, [66] Cicerón: Pro Caecina, 25. [60]
Cicerón: Orator, XXIX, 101. [9] Cicerón: Pro Caecina, 35. [57] (V)
Cicerón: Orator, XXXII, 113. [9] Cicerón: Pro Caelio, [32]
Cicerón: Orator, XXXV, 122. [24] Cicerón: Pro Caelio, 22. [53] (V)
Cicerón: Orator, XXXVI, 126. [31] Cicerón: Pro Caelio, 32. [60]
Cicerón: Orator, XXXIX, 134-XT,, Cicerón: Pro Caelio, 34. [31]
139.[47] Cicerón: Pro Caelio, 51. [44] (V)
Cicerón: Orator, XLIV, 149 ss. [65] Cicerón: Pro Caelio, 60. [31]
Cicerón: Orator, XLIV, 150 ss. [36] Cicerón: Pro dom o sita, 12. [58] (V)
Cicerón: Orator, XLVIII, 160. [36] Cicerón: Pro Flacco, 88. [31]
Cicerón: Orator, XL1X, 165. [58] Cicerón: Pro Flacco, 96. [57] (V)
Cicerón: Orator, LVI, 189. [65] Cicerón: Pro lege Manilla o De
Cicerón: Orator, LXIII, 214. [65] (V) imperio Cn. Pompei ad Quintes
Cicerón: Orator, LXVI, 221 - LXVÍI, oratio. [4]
226. [64] Cicerón: Pro lege Man iHa, 8. [31]

222
Cicerón: Pro lege Manilla, 20. [61] (V) Cicerón: Pro Milone, XXXVI, 100.
Cicerón: Pro lege Mamita, 23. [57] (V) [33] (V)
Cicerón: Pro kge Manilla, 28. [31] (V) Cicerón: Pro Milone, XXXVI, 100.
Cicerón: Pro lege Manilia, 35. [55] (V) [57]
Cicerón: Pro lege Manilia, 36. [55] (V) Cicerón: Pro Milone, XXXVII, 101.
Cicerón: Pro lege Manilia, 48. [55] (V) [33] (V)
Cicerón: Pro lege Manilia, 49. [33] (V) Cicerón: Pro Milone, XXXVII, 102.
Cicerón: Pro Ligarlo ora fio. [2] [33](V)
Cicerón: Pro Ligario. [32] Cicerón: Pro Milone, XXXVII, 103.
Cicerón: Pro Ligario, II, 6. [60] (V) [65] (V)
Cicerón: Pro Ligario, III, 9. [31] (V) Cicerón: Pro Milone, XXXVII, 87.
Cicerón: Pro Ligario, Di, 26, [60] [31](V)
Cicerón: Pro Ligario, XII, 37. [57] (V) Cicerón: Pro Milone, XXXVIII, 103.
Cicerón: Pro Ligario, XII, 38. [57] (V) [33](V)
Cicerón: Pro M. b'onteio, 4. [15] Cicerón: Pro Milone, XXXVIII, 104.
Cicerón: Pro Marcello, 11, 7. [51] (V) [33] (V)
Cicerón: Pro Marceño, VI, 17. [50] (V) Cicerón: Pro Milone, XXXV1ÍÍ,
Cicerón: Pro Marcello, VI, 19. [64] (V) 104-105. [33] (V)
Cicerón: Pro Marcelo, VIII, 26. [20] Cicerón: Pro Murena, 35. [44] (V)
Cicei'ón: Pro Milone, I, 1. [64] (V) Cicerón: Pro Murena, 41. [57] (V)
Cicerón: Pro Milone, II, 5. [55] (V) Cicerón: Pro Murena, 83. [31]
Cicerón: Pro Milone, IV, 10, [37] (V) Cicerón: Pro Plancia, XXVIII, 68.
Cicerón: Pro Milone. IV, 10. [58] (V) [50] (V)
Cicerón: Pro Milone, TV, 10. [65] (V) Cicerón: Pro Plancia, XXVIII, 68. [57]
Cicerón: Pro Milone, VIII, 20. [14] Cicerón: Pro Piando, XXVIII, 68.
Cicerón: Pro Milone, IX, 24-25. [26] [58](V)
(V) Cicerón: Pro Quinci io. [32]
Cicerón: Pro Milone, IX, 25-26. [26] Cicerón: Pro Quinctio, 10. [28] (V)
(V) Cicerón: Pro Quinctio, 10. [29] (V)
Cicerón: Pro Milone, X, 27-29. [26] (V) Cicerón: Pro Quinctio, 12. [57] (V)
Cicerón: Pro Milone, XII, 32. [14] Cicerón: Pro Quinctio, 17. [57] (V)
Cicerón: Pro Milone, XIII, 34. 36] (V) Cicerón: Pro Quinctio, 17. [59] (V)
Cicerón: Pro Milone, XIX, 49. [57] Cicerón: Pro Quinctio, 18. [60] (V)
Cicerón: Pro Milone, XXTV, 66. [31] Cicerón: Pro Quinctio, 22. [59] (V)
Cicerón: Pro Milone, XXX, 82. [57] Cicerón: Pro Quinctio, 26. [30] (V)
(V) Cicerón: Pro Rabírio (pereiuellionis
Cicerón: Pro Milone, XXXII, 87. reo). [32]
[311 (V) Cicerón: Pro rege Deintaro, 31. [60j
Cicerón: Pro Milone, XXXII. 87. Cicei'ón: Pro Roscio Amerino. [32]
[48](V) Cicerón: Pro Roscio Amerino, 1-14.
Cicerón: Pro Milone, XXXIII, 89. [25](V)
[64](V) Cicerón: Pro Roscio Amerino, 12.
Cicerón: Pro Milone, XXXIV, 92. [31] (V)
[33] (V) Cicerón: Pro Roscio Amerino, 13.
Cicerón: Pro Milone. XXXTV, 93. [50](V)
[331(V) Cicerón: Pro Roscio Amerino, 29.
Cicerón: Pro Milone, XXXTV, 94. [60] (V)
[33](V) Cicerón: Pro Roscio Amerino, 60. [15]

223
Cicerón: Pro R oscio Ameri.no, 73, Cicerón: Tuse, disp., 1.1, IV, 7. [5]
[57](V) Cicerón: Tuse, disp., I, 2. [60]
Cicerón: Pro R oscio Amerino, 75. Cicerón: Tuse, disp., 1,9, 18. [41]
[30](V) Cicerón: Tuse, disp., I, 19, 44. [37]
Cicerón: Pro R oscio Amerino, 75. Cicerón: Tuse, disp., I, 27, 66. [36] (V)
[52](V) Cicerón: Tuse, disp., II, 34. [14]
Cicerón: Pro Roscio Amerino, 84. [14] Cicerón: Tuse, disp., III, 69. [64]
Cicerón: Pro R oscio Amerino, 98. Dante A,: Epistulae, XIII (Ad
[58](V) Cangrande), 19. [25]
Cicerón: Pro Roscio comoeclo. [9] Dante: De vulgari eloc/uentia, IX, 8.
Cicerón: Pro Roscio comoeclo, 14. [57]
[60](V) D¿ viris illustribus urhis Romae
Cicerón: Pro Sestio, XXXI, 67. [31] {incerti auctaris), 46. [41]
Cicerón: Pro Sulla, 11. [31] Dionisio de Halicamaso: 'Emcto/tn
Cicerón: Topica, 4. [4] npoq 'AfijiaTov. [1]
Cicerón: Topica, 6. [30] Dionisio de Halicarnaso: flepi tf¡<;
Cicerón: Topica, 7-8. [11] ATUiooeévooi;?iÉ^ecü<;. [1]
Cicerón: Topica, 8 ss. [11] Donato: Ars grammatica, Deceteris
Cicerón: Pro Sulla, 33. [60] vitiis, I: Aeyrologia. [44]
Cicerón: Pro Sulla, 40. [36] Donato: De barbarismo. [36]
Cicerón: Topica, 11 ss. [13] Donato: De metaplasmo, 1. [36]
Cicerón: Topica, 11 ss. [14] Donato: De partibus orationis ars
Cicerón: Topica, 33. [1] minor. [50]
Cicerón: Topica, 35 ss, [14] Donato: De schematibus, 11. [63] (V)
Cicerón: Topica, 35. [13] Donato: De schematibus, 14. [53]
Cicerón: Topica, 35. [39] Donato: De schematibus, 17. [48]
Cicerón: Topica, 42, [30] Donato: De tropis, 3. [44]
Cicerón: Topica, 47-49. [13] Donato: De tropis, 4. [41] (V)
Cicerón: Topica, 72 ss. [11] Donato: De tropis, 4. [44]
Cicerón: Topica, 79 ss. [4] Donato: De tropis, 8. [46]
Cicerón: Topica, 81 ss. [12] Donato: De tropis, 17a. [43] (V)
Cicerón: Topica, 81. [4] Donato: De tropis, 17d. [45]
Cicerón: Topica, 82 ss. [22] Donato: De tropis, 17g. [45]
Cicerón: Topica, 82. [22] Ennio: Anuales, I, 73. [63] (V)
Cicerón: Topica, 84 ss. [22] Ennio: Annales, X (fragmenta), 326.
Cicerón: Topica, 86, [22] [41]
Cicerón: Topica, 91, [4] Erasmo: Acl Nicholam Varium A4.,
Cicerón: Topica, 91-94. [22] epist. (in fine). [46]
Cicerón: Topica, 92. [22] Erasmo: A dagiarm i ch ihades, I, 6,
Cicerón: Topica, 93 ss. [22] 96. [37]
Cicerón: Topica, 94. [22] Erasmo: Adagiorum chiliades, I, 9,
Cicerón: Topica, 95. [22] 14.[65]
Cicerón: Topica, 96. [22] Erasmo: Adagiorum chiliades, I, 10,
Cicerón: Topica, 97. [25] 25.[22]
Cicerón: Topica, 97. [26] Erasmo: Adagiorum chiliades, I, 10,
Cicerón: Topica, 98. [24] 87. [22]
Cicerón: Topica, 98. [33] Erasmo: Adagiorum chiliades, II, 3,
Cicerón: Topica, 105a, [30] 97.[44]

224
f a-asmo: Adagiorum chiliades, II, 4, Horacio: Sermones, I, 1, 83.
93.[16] Horacio: Sermones, 1,1, 103-108. [16]
lírasmo: Adagiorum chiliades, II, in Horacio: Sermones, I, 2, 21. [36]
fine, [60] Horacio: Sermones, II, 3, 38. [60]
Hrasmo: Adagiorum chiliades, IV, 5, Horacio: Sermones, II, 3, 158-159.
37.[22] [16]
l:uasmo: Familiarum colloquiorum Hrabanus Maurus: De rerum
formúlete: Ludus globorum naturis, X, 6. [65]
misilium, [57] Isocrates: ANTIAOSII, 187. [6]
Eiasmo: Familianum colloquiorum Justiniano: Codex, 1, 3, 30, 2. [60]
formulae : Pila. [37] Justiniano: Codex, 3, 33, 7. [22]
Erasmo: Laus stultitiae, 13. [63] Justiniano: Codex, 8, 53, 37. [60]
Estado: Thebaides, 457. [51] Justiniano: Codex, 9, 20, 7. [22]
Estacio: Thebaides, III, 593. [44] Justiniano: Codex. [42]
Estado: Thebaides, VIII, 398-399. Justiniano: Digesta (passim). [57]
[53](V) Justiniano: Digesta, 1, 8, 8, 2. [22]
Floro: Epitómete T. Livi, I, 9. [22] Justiniano: Digesta, 1,8, 11. [22]
Frontino: Strategemata, IV, 1. [22] Justiniano: Digesta, 1, 16, 7, I. [22]
Gayo: Instilutiones, II, 49. [22] Justiniano: Digesta, 3, 1 y 3, 2. [22]
Gayo: Institutiones, II, 8. [22] Justiniano: Digesta, 7, 1, 7, 2. [22]
Gayo: Institutiones, IV, 2. [22] Justiniano: Digesta, 37, 10, 5, 3. [57]
Hermógenes: Tlepi íSecóv Xóyou [19] Justiniano: Digesta, 42, 1,5. [22]
Hemiógencs: FTepi otáaecov. [19] Justiniano: Digesta, 48, 11, 7, 2. [22]
Hermógenes: ripoyujiváo^aTa. [10] Justiniano: Digesta, 48. 13, 13. [22]
Homero: ¡MAS, passim. [31] Justiniano: Digesta, 50, 16, 7. [29]
Homero: IAIAI, A, 247-249. [63] (V) Justiniano: Digesta, 50, 16, 99. [22]
Homero: IAIAI, II, 494 ss. [42] Justiniano: Inslitutiones, II, 1. [22]
Horacio: Ars Poética, 42-44. [61] (V) Juvenal: Saturae, I, 4-5. [41]
Horacio: Ars Poética, 72. [36] (V) Juvenal: Saturae, VI, 222. [57]
Horacio: Ars Poética, 79. [65] (V) Juvenal; Saturae, VI, 449-450. [37]
Horacio: Ars Poética, 139. [65] (V) (V)
Horacio: Ars Poética, 234 [36] (V) Juvenal: Saturae, VIII, 164. [57]
Horacio: Ars Poética, 323-324. [35] (V) Juvenal: Saturae, X, 79. [41]
Horacio: Ars Poética, 413. [6] Juvenal: Saturae, X, 122. [54] (V)
Horacio: Carmina, I, 1, 14. [42] Juvenal: Saturae, X, 122-126. [54]
Horacio: Carmina, 1,4, 13. [41] Juvenal: Saturae, X, 293. [45]
Horacio: Carmina, 1,14,1-3. [44] (V) Leges X II Tabulamm, IX, ir. 6. [22]
Horacio: Carmina, I, 18, 16, [6] Livio: Ab urbe condita. I, 7. [22]
Horacio: Carmina, I, 34, 2. [58] (V) Livio: Ab urbe condita, I, 16. [46]
Horacio: Carmina, I, 34, 3. [58] (V) Livio: Ab urbe condita, I, 25. [30]
Horacio: Carmina, II, 16, 24. [65] Livio: Ah urbe condita, I, 58. [45]
Horacio: Carmina, III, 16, 34. [41] Livio: Ab urbe condita, II, 27. [42]
Horacio: Carmina, III, 21, 1. [54] Livio: Ab urbe condita, IV, 13. [45]
Horacio: Epistulae, I, 8, 3. [44] (V) Livio: Ab urbe condita, IV, 29. [22]
Horado: Epistulae, I, 11, 28. [58] (V) Livio: Ab urbe condita, VI, 2. [41]
Horacio: Epistulae, I, 12, 19. [58] Livio: Ab urbe condita, VIII, 7 ss. [22]
Horacio: Epodon liber, XVI, in fíne. Livio: Ab urbe condita, XL, 58. [46]
[41] Livio: Ab urbe condita, XXI, 10. [57]

225
Livio: Ab urbe condita, XXII, 30. Ovidio: Heroides, XTX, 39. [60]
[54J(V) Ovidio: Heroides, XVI, 372. [63]
Livio: Ab urbe, condita, XXV, 18, 8. Ovidio: Heroides, XVII, 73-74. [45]
[45] Ovidio: Metani., I, 3. [40] (V)
Livio: Ab urbe condita, XXV, 24 y Ovidio: Metani., I, 433. [58] (V)
37. [46] Ovidio: Metani., II, 627. [58] (V)
Livio: Ab urbe condita, XXIX, 37. Ovidio: Metani., IX, 488-489. [50] (V)
[22] Ovidio: Metani., XTII, 120. [60]
Livio: Ab urbe condita, XXXI, 36. [42] Ovidio: Metani., XIII, 363-364. [50]
Livio: Ab urbe condita, XXXVII, 25. (V)
[36] Ovidio: Tristia, I, 2, 25. [46]
Livio: Ab urbe condita, XXXTX, 47. Ovidio: Tristia, I, 5, 4. [42]
[36] Ovidio: Tristia, I, 8, 18. [42]
Livio: Ab urbe condita, XLV, 27, 9. Ovidio: Tristia, HI, 10, 25. [60]
[42](V) Persio: Satureie, I, 108. [60]
Lucano: Bellum civile, i, 98. [58] Petronio: Satyricon, 83, 10. [41]
Lucano: Bellum civile, I, 237. [46] Petronio: Satyricon, 110. [42]
Lucano: Bellwn civile, I, 610. [41] Petronio: Satyricon, 115, 14. [42]
Lucano: Bellum civile, IV, 750. [46] Petronio: Satyricon, 123. [42]
Lucano: Bellum civile, V, 571. [46] Petronio: Satyricon, 233. [42]
Lucano: Bellum civile, X, 172. [41] Piatón: Apologia Socratis, 27cl. [30]
Lucano: Bellwn civile, X, 321. [46] (V)
Lucrecio: De rerum. natura, I, 276. Platón: Gorgias, 452 e. [3]
[46] Platón: Gorgias, 454e. [1]
Lucrecio: De rerum natura, I, 926, Platón: Gorgias, 460e. [19]
[16] (V) Platón: Gorgias, 462c. [1]
Lucrecio: De rerum natura, 11, 655 Platón: Gorgias, 508c. [19]
ss. [41] Platón: Ion, 530 c. [9]
Manilio: Astronomica, IV, 313-314. Platón: Phaedrus, 267a. [31]
Manilio: Astronomica, V, 32. [44] Platón: Phaedrus, 267a. [36]
Marciai: Ep ¡gromma ta Platón: Resp., 2, 3, 4 y 7. [9]
(Apophoreta), CXC. [41] Plauto :Amphitruo, 1047. [42]
Marciai: Epigraìjmiata, li, 12, 4. Plauto: Asinaria, 11. [35]
[58](V) Plauto: Asinaria, 75, 83 y 198. [42]
Marciai: Epigramma/a , VII, 73. 6. Plauto: Asina ria: 624. [60]
[58](V) Plauto: Aulula ria, 320. [15]
Marciai: Epigramniata, IX, 3, 11. Plauto: Aulularia, 559. [36] (V)
[60] Plauto: Bacchides, 1034. [15]
Marciai: Epigramniata, TX, 70, 1. Plauto: Bacchides, 1095. [41]
[60] Plauto: Captivi. 798. [42]
Máximo: Facta et dieta Plauto: Captivi, 883. [60]
memorabilia, V, 3, 2. [33] (V) Plauto: Cistdlaria, 481. [60]
Ovidio: Amores, il, 16, 30. [421 Plauto: Curculio, 99 y 165. [42]
Ovidio: Fasti, II, 235-236. [50] (V) Plauto: Curculio, 721. [60]
Ovidio: Fasti, Ili, 21. [52] (V) Plauto: Epidicus, 23. [60]
Ovidio: Fasti, III, 374. [44] Plauto: Epidicus, 557. [36] (V)
Ovidio: Fasti, IV, 807-862. [22] Plauto: Mena echini, 896. [15]
Ovidio: Heroides, VI, 57. [41] (V) Plauto: Mercator, 106, [60]

226
Plauto; Mercator, 324. [60] nPOE AAEEANAPON, 1.434a. [37]
Plauto: Mercator, 617. [36] (V) nPOS AAEEANAPON, 1.434b. [66]
Plauto: Mercator, 793. [60] nPOS AAEEANAPON, 1.435a. [63]
Plauto: Mercator, 967. [60] nPOS AAEEANAPON, 1.436a(m
Plauto: Miles gloriosus, 55. [42] prie) ss. [25]
Plauto: Miles glori osus, 1,125. [60] nPOS AAEEANAPON, 1.436a-bv
Plauto: Miles gloriosas, 1.372. [60] 1.441b ss. [25]
Plauto: Miles gloriosas, 286. [60] nP02 AAEEANAPON, 1.438a. [26]
Plauto: Mostellaria, 966. [60] nPOS AAEEANAPON, 1.438b. [30]
Plauto: Persa, 292. [60] nPOS AAEEANAPON, 1.439a. [22]
Plauto: Poenulus, 113. [45] nPOI AAEEANAPON, 1.439b. [32]
Plauto: Poenulus, 663. [36] nPOZ AAEEANAPON, 1.440b ss. [33]
Plauto: Pseudolus, 685. [22] nPOE AAEEANAPON, 1.444b. [33]
Plauto: Pseudolus, 745. [32] (V) Pseudo-Plutarco: Biograftas de los
Plauto: Pseudolus, 747. [32] (V) oradores. [1]
Plauto: Rudens, 1306. [16] Quintiliano: Dedan tati ones
Plauto: Trinumm us, 19. [35] ntaiores, I, 13. [60]
Plauto: Trinumm us, 1032. [23] Quintiliano: Declamationes. [1]
Plauto: Truculentas, 943. [60] Quintiliano: Insti;, oral., Proem., 6.
Plinio el Joven: Epistulae, II, 3, 1 ss. [2 ]
[ 1] Quintiliano: Insti!, orar., Proem., 9
Plinio el Joven: Epistulae, VII, 6, 3. ss. [1]
[ 22] Quintiliano: Instit. orat., T, Pronai.,
Plinio el Joven: Panegyricus. [20] (V) 13 ss. [I]
Plinio el Joven: Panegyricus, 17. Quintiliano: Instit. orat., I, 1. [67]
[58](V) Quintiliano: Inslit, oral., I, 2, 23. [1]
Plinio: Naturalis historia, II, 207. [42] Quintiliano: Inst.it. orat., I, 2, 29. [8]
Plinio: Naturalis historia, VII, 51. [64] Quintiliano: Instil, orat., I, 2, 31. [10]
Plinio: Naturalis historia, VII, 171 Quintiliano: Inst.it. orat., I, 4, 1 ss. [9]
[39](V) Quintiliano: Instil, oral., I, 5, 3. [36]
Propercio: Elegiae, II, 8, 32. [63] Quintiliano: Instil, orat., 1,5, 5 ss. [36]
Pro perciò: Elegiae, IV, 6, 34. [63] Quintiliano: Instit. oral., I, 5, 19 ss,
FIPOZ AAEEANAPON, i.421h ss. [21] [36]
HPOZ AAEEANAPON, 1.421b. [4] Quintiliano: Instit. oral., I, 5, 34 ss.
nPOZ AAEEANAPON, 1.423a-1.425b. [36]
[ 21] Quintiliano: Instil, orar., I, 5, 55 ss.
nPOS AAEEANAPON, 1.425b-1.426b. [35]
[20] Quintiliano: Instit. orai., 1, 5, 56. [35]
IIPOS AAEEANAPON, 1.426a-1.426b. Quintiliano: Instit. orai., I, 5, 56.
[36] [35] (V)
Ì1POX AAEEANAPON, l,426bss. [22] Quintiliano: Instit. oral., I, 5, 57. [36]
FlPO£ AAEEANAPON, 1.427a. [22] Quintiliano: Instil, oral., I, 5, 58. [36]
llPOI AAEEANAPON, 1.428a. [11] Quintiliano: Instit. orar., T, 5, 71. [36]
FI POE AAEEANAPON, 1.428a. [14] Quintiliano: Instil, oral., I, 6, 3. [36]
HPOI AAEEANAPON, 1.429a. [30] Quintiliano: Instit. orai, I, 6, 27.
TIPO! AAEEANAPON, 1.430b. [37] [35](V)
nPOZ AAEEANAPON, 1.430b. [57] Quintiliano: Inslit. orat., I, 6, 27.
nPOS AAEEANAPON, 1.433b. [43] [36] (V)

227
Quintiliano: Insiti, ora/., I, 6,28. [13] Quintiliano: Instit. orat., II, 15,12. [2]
Quintiliano: Insiti, orai., I, 6, 34 ss. Quintiliano: Instit. orat., II, 15, 12. [3]
[46] Quintiliano:Instit. orat., II, 15, 14. [2]
Quintiliano: Insiti, orai, I, 6, 39. [36] Quintiliano: Instit. orat., II, 15, 24. [1]
Quintiliano: Insiti, ora/., I, 7,10. [19] Quintiliano: Instit. orat., II, 15,
Quintiliano: Insiti, orai., I, 7, 18 ss. 31-32. [19]
[36] Quintiliano: Instit. orat., II, 15, 34. [2]
Quintiliano: Insiti, orat., I, 8, 13 ss. Quintiliano: Instit. oral., II, 17, 1 ss.
[9] [ 1]
Quintiliano: Instit. orat., I, 8,16. [47] Quintiliano: Instit. orat., II, 17, 5. [1]
Quintiliano: Insiti, orat., I, 8, 4-12. Quintiliano: Insiti, orai., II, 17, 5. [5]
[36] Quintiliano: Insiti., orat, II, 17, 36.
Quintiliano: Instit. orat.., I, 9. [9] [19]
Quintiliano: Instit. orat., I, 10, 15. [9] Quintiliano: Instit. orat., II, 20, 8. [4]
Quintiliano: Insiti, orat., 1,10, 22 ss. Quintiliano: Instit. orat., II, 21, 1 ss.
[9] [3]
Quintiliano: Insiti, orat, I, 10, 34. [9] Quintiliano: Instit. orat., II, 21, 23. [4]
Quintiliano: Insiti, orat., I, 10, 36. [9] Quintiliano: Insiti, orai., II, 21, 5. [4]
Quintiliano: Insiti, orat., I, 10, 38. [12] Quintiliano: Instit. orat., III, 2, 1 ss.
Quintiliano: Instit. orai., 1,10,38. [30] [ 1]
Quintiliano: Instit orat., 1,11,14. [10] Quintiliano: Instit. orat., Ili, 2, 1-3.
Quintiliano: Instit. orat. ,1, 11, [ 10]
16-17. [10] Quintiliano: Instit. orat., III, 3, 1 ss.
Quintiliano: Insiti, orat., 1,11, 3 y [ 10]
12. [9] Quintiliano: Instit. orat., Ili, 3, 1-3.
Quintiliano: Insiti, orat., 1,12, 4. [10] [ 10]
Quintiliano: Instit. orat., II, 1, 2. [1] Quintiliano: Instit. orat., Ili, 3, 7. [19]
Quintiliano: Insiti, orat., II, 1, 9. [4] Quintiliano: Instit. orat., Ili, 3, 14. [4]
Quintiliano: Insiti, orat., II, 5, 1 ss. Quintiliano: Instit. orat., IH, 4, 1 ss.
[9] [4]
Quintiliano: Insiti, orai., II, 5, 6. [1] Quintiliano: Instit. orat., Ili, 4, 16. [4]
Quintiliano: Instit. orat., II, 6, 12, Quintiliano: Instit. orai., Ili, 5, 2. [3]
13. [4] Quintiliano; Instit. orat., Ili, 5, 4. [22]
Quintiliano: Instit. orat., II, 8, 11. [1] Quintiliano: Instit. oral.., Ili, 5, 5 ss.
Quintiliano: Instit. orat., II, 10, 1 ss. [4]
[ 1] Quintiliano: Instit. orat., Ili, 5, 6. [12]
Quintiliano: Instit. orat., II, 10,13. [9] Quintiliano: Instit. orat., III, 5, 12
Quintiliano: Instit. orat., II, 13, 3 y ss. [4]
4. [23] Quintiliano: Instit. orat., Ili, 6, 1 ss.
Quintiliano: Insiti, orat., II, 13, 15. [1] [22]
Quintiliano: Instit. orat., II, 14, 1 ss. Quintiliano: Instit. oral., Ili, 6, 2-3.
[ 1] [22 ]
Quintiliano: Insiti, orat., II, 14, 2. [1] Quintiliano: Insiti, orat., Ili, 6, 13
Quintiliano: Instit. orat., II, 15, 1 ss. ss. [22]
[2 ] Quintiliano: Insiti, orai., Ili, 6, 43.
Quintiliano: Instit. orat., II, 15, 3. [2] [22]
Quintiliano: Instit. orat., II, 15, 5. [2] Quintiliano: Instit. oral., III, 6, 44
Quintiliano: Insiti, orat., II, 15, 5-6. [2] ss. [22]

228
Quintiliano: Instìt. orai., Ili, 6, 44 Quintiliano: Instit. orat., Ili, 9, 2 y
ss. [22] 5. [28]
Quintiliano: Im iti, orai., Ili, 6, 46. Quintiliano: Instit. orat., Ili, 9-11.
[22] [22 ]
Quintiliano: Instit. orai., Ili, 6, 60 Quintiliano: Instit. orat., Ili, 11,1
ss. [22] ss. [22]
Quintiliano: Instit. orai., Ili, 6, 67. Quintiliano: Instit. orat., Ili, 11,4
[22] ss. [30]
Quintiliano: Instit. orai., Ili, ó, 68 Quintiliano: Instit. orat., Ili, 11, 14.
ss. [22] [22]
Quintiliano: Instit. orat., Ili, 6, 75. Quintiliano: Instit. orat., ITI, 11,
[22 ] 15-17. [30]
Quintiliano: Instit. orat., Ili, 6, 76. Quintiliano: Instit. orat., Ili, 11, 18.
[30] [30]
Quintiliano: Instit. orat., Ili, 7. [20] Quintiliano: Instit. orat., Ili, 11, 20.
Quintiliano: Instit. orat., Ili, 7, 10. [28]
[20] Quintiliano: Instit. orat., Ili, 11, 24.
Quintiliano: Instit. orat., III, 7, [22 ]
10-11. [20] Quintiliano: Instit. orat., Ili, 11, 27.
Quintiliano: Instit. orat., Ili, 7, 12. [22 ]
[20] Quintiliano: Instit. orat., IV, 1. [25]
Quintiliano: Instit. orat., Ili, 7, Quintiliano: Instit. orat., IV, 1, 5 ss.
13-14.[20] [25]
Quintiliano: Instit. orat., Ili, 7, 15. Quintiliano: Instit. orat., IV, 1,5. [25]
[20] Quintiliano: Instit. orat., IV. 1, 9. [16]
Quintiliano: Instit. orat., Ili, 7, 16. Quintiliano: Instit. orat., IV. 1, 40.
[20] [25]
Quintiliano: Instit. orat., Ili, 7, Quintiliano: Instit. orat., IV, 1,
17-18. [20] 50-51. [25]
Quintiliano: Instit. orat., Ili, 7, Quintiliano: Instit. orat., IV, 1, 59.
26-27. [20] [57]
Quintiliano: Instit. orat., Ili, 8. [21] Quintiliano: Instit. orat., IV, 2,
Quintiliano: Instit. orat., Ili, 8, 1 ss. 20-21. [26]
[21 ] Quintiliano: Instit. orai., TV, 2,
Quintiliano: Instit. orat., Ili, 8, 14. 28-30. [1]
[ 21 ] Quintiliano: Instit. orat., IV, 2, 31, [26]
Quintiliano: Instit. orat., Ili, 8, Quintiliano: Instit. orat., IV, 2,
22-25. [21] 36-39. [26]
Quintiliano: Instit. orat., Ili, 8, Quintiliano: Instit. orat., IV, 2,
23-24. [22] 40-51. [26]
Quintiliano: Instit. orat., Ili, 8, 27. Quintiliano: Instit. orat., IV, 2,
[21] 52-60. [26]
Quintiliano: Instit. orat., Ili, 8, Quintiliano: Instit. orat., IV, 2, 63.
28-29. [21] [26]
Quintiliano: Instit. orat., Ili, 8, 66. Quintiliano: Instit. orat., IV, 2, 82.
[21 ] [31]
Quintiliano: Instit. orat., Ili, 9, 1 ss. Quintiliano: Instit. orat., IV, 2, 107.
[24] [26]

229
Quintiliano: Instìt. orat., IV, 2, 121. Quintiliano: Insti!, o t., V, 10, 52.
[26] Quintiliano: Instit. a f„V, 10,
Quintiliano: Instit. orat., IV, 2, 127. 69-70. [30]
[16] Quintiliano: Instit. o /,, V, 10, 73.
Quintiliano: Instit. orai., IV, 3, 1 ss. [30]
[27] Quintiliano: Insiti, o L, V, 10,74.
Quintiliano: Instit. orat., IV, 3, 1-3. [14]
[27] Quintiliano: Instit. o /., V, 10, 100.
Quintiliano: Instit. orat., TV, 3, 4 y [13]
15.[27] Quintiliano: Insiti, o /.,V, 11, 1-2.
Quintiliano: Instit. orat., IV, 3, 12. [15]
[27] Quintiliano; Instit. o A, V, 11,2-3.
Quintiliano: Instit. orai., IV, 3, 13. [30]
[27] Quintiliano: Instit. or .,V, 11,7. [22]
Quintiliano: Instit. orat.., IV, 4, 1 ss. Quintiliano: Instit. o t., V, 11, 10.
[28] [45]
Quintiliano; Instit. orat., IV, 4, 9. [28] Quintiliano: Insiti, o t.,M, 11, 12.
Quintiliano: Insiti, orat., IV, 5, 1 ss. [30]
[29] Quintiliano: Instit. o t., V, 11, 16.
Quintiliano: Insiti, orat., TV, 5, 1. [65]
[29] Quintiliano: Instit. o t., V, 11,24.
Quintiliano: Instit. orat., IV, 5, 24. [58]
[29] Quintiliano: Insiti, o f.,V, 11,
Quintiliano: Instit. orai., IV, 5, 28. 27-29. [30] (V)
[28] Quintiliano: Instit. o /.,V, 11,33.
Quintiliano: Instit. orat., IV, 93, [57](V)
[43](V) Quintiliano; Instit. o /., V, 12, 17.
Quintiliano: Insiti, orat., V, Proem. [1]
[3] Quintiliano: Insiti, o A,V, 13, 1 ss.
Quintiliano: Instit. orat., V, 1, I. [11] [32]
Quintiliano: Instit. orat., V, 9, 3 ss. Quintiliano: Instit. o /.,V, 13,4,5
[12](V) y 14.[30]
Quintiliano: Instit. orat.., V, 9, 5. Quintiliano: Instit. o V, 13,6.
[121(V) [32]
Quintiliano: Instit. orat., V, 9, 8-9. Quintiliano; Instit. o A,V, 13, 11 y
[12] 12.[32]
Quintiliano: Instit. orat., V, 10, 1 ss. Quintiliano: Instit. o A, V, 13,20.
[13] [32]
Quintiliano: Insiti, orat., V, 10, 1 ss. Quintiliano: Instit. o L, V, 14, 1 ss.
[30] [30]
Quintiliano: Insiti, orat., V, 10, 1-7, Quintiliano: Instit. o /.,VI, 1, 1 ss.
[12] [33]
Quintiliano: Instit. orat., V, 10, 6. [22] Quintiliano: Insiti, o A, VI, 1, 9 ss.
Quintiliano: Insiti, orai., V, 10, 7. [30] [33]
Quintiliano: Instit. orat., V, 10, 12, Quintiliano: Instit. o /„VI, 1,24.
[12] [33] (V)
Quintiliano: Instit. orat., V, 10, Quintiliano: Instit. orat., VI, 1, 49.
50-52. [26] [22]

230
Ouintiliano: Insiti, orcit., VI, 1,51. Quintiliano: Instit. orat., VII, 4, 18.
[18] [32]
Quintiliano: Insti 1. orai., VI, 1, 52. Quintiliano: Instit. orai., VII, 6, 1 ss.
[33] [22]
Quintiliano: Insiti, orat., VI, 2, 1 ss. Quintiliano: Instit. ora/,, VIT, 7, 1 ss.
[18] [22]
Quintiliano: Insiti, orat., VI, 2, 3. Quintiliano: Instit. orat., VII, 8, 1 ss.
[60] [22]
Quintiliano: Insiti, orat., VI, 2, 15. Ouintiliano: Insiti. ora/., VII. 9, 1 ss.
[43] [22]
Quintiliano: Instit. orat., VI, 3, 1 ss. Quintiliano: Instit. ora/., VII, 9, 8 ss.
[54] [22](V)
Quintiliano: Instit. orat., VI, 3, 72. Quintiliano: Instit. orat., Vili,
[32] Proem., 6. [4]
Quintiliano: Insiti, orat., VI, 4, 1 ss. Quintiliano: Instit. orat., Vili,
[23] Proem., 7. [3]
Quintiliano: Insiti, orat., VII. [19] Quintiliano: Insiti. orat., Vili,
Quintiliano: Instit. ora/., VII, 1, 1 ss. Proem., 8-9. [4]
[29] Quintiliano: Instit. ora/., Vili,
Quintiliano: Insiti, orat., VII, 1,6-8. Proem., 11. [24]
[22] Quintiliano: Instit. orai., Vili,
Quintiliano: Insiti, orai., VII, 1, Proem., 13. [1]
10-12. [30] Quintiliano: Instit. ora/., Vili,
Quintiliano: Instit. orat., VII, 2, 1 ss. Proem., 13. [34]
[22] Quintiliano: Instit. orat., Vili,
Quintiliano: Instit. orat., VII, 2-10. Proem., 31. [34]
[22] Quintiliano: Instit. ora/., Vili, 1, 1
Quintiliano: Instit. orat., VII, 3, 1 ss. ss. [34]
[22] Quintiliano: Instit. ora/., Vili, 1,1.
Quintiliimo: Instit. orar., VII, 3, 45. [34]
[39] Quintiliano: Instil. ora/., Vili, 1, 3.
Quintiliano: Instit. orat., VII, 4, 1 ss. [35](V)
[22] Quintiliano: Insiti. ora/., Vili, 2, 1
Quintiliano: Instit. orat., VII, 4, 4, ss. [35]
[22] Quintiliano: Instit ora/., Vili, 2, 3.
Quintiliano: Instit. orat., VII, 4, 5. [44]
[22] Quintiliano: Insiti. ora/., Vili, 2, 5.
Quintiliano: Instit. orat., VII, 4, 7. [44]
[22] Quintiliano: Instit ora/., Vili, 3, 1
Quintiliano: Instit. orat., VII, 4, 8. ss. [38]
[22] Quintiliano: Insiti ora/., Vili, 3, 16.
Quintiliano: Instit. orai., VII, 4, 9. [22] [36]
Quintiliano: Instit. orat., VII, 4, 12 Quintiliano: Instil: ora/., Vili, 3, 20.
ss. [22] [65]
Quintiliano: Instit. orat., VII, 4, 14. Quintiliano: Insiti. ora/., Vili, 3, 22.
[22] [36]
Quintiliano: Instit. orat., VII, 4, Quintiliano: Instit ora/., Vili, 3, 25.
34-15. [22] [36]

231
Quintiliano: Insiti, orat. VIII, 3, Quintiliano: Instìt. orai., Vili, 5, 25
30-32. [36] ss. [30]
Quintiliano: Instit. orat. VIII, 3, 36. Quintiliano: Instit. orni., Vili, 6,1
[36] ss. [39]
Quintiliano: Instit. orat. Vili, 3, 37. Quintiliano: lnst.it. orat., Vili, 6, 4
[36] ss, [40]
Quintiliano: Instit. orat. Vili, 3, Quintiliano: Instit. orat., Vili, 6, 4.
44-45. [63] (V) . [40]
Quintiliano: Insiti, orat. VITI, 3, 48. Quintiliano: Instit. orat., Vili, 6, 6.
[40](V) [39] (V)
Quintiliano: Instit. orat. Vili, 3,61 Quintiliano: Insiti, orat., Vili, 6, 7.
ss. [58] [31]
Quintiliano: Insiti, orat. Vili, 3, 72 Quintiliano: Instit. orat., Vili, 6, 7.
ss. [58] [36](V)
Quintiliano: Instit. orat. Vili, 3, 77. Quintiliano: Insiti, orat., Vili, 6, 11.
[58] [40](V)
Quintiliano: Instit. orat. Vili, 4, 1 Quintiliano: Insiti, orai., Vili, 6, 12.
ss. [36] [31]
Quintiliano: Instit. orat. Vili, 4, 2, Quintiliano: Insiti, orat., Vili, 6, 14.
[58] [40](V)
Quintiliano: Instit. orat. Vili, 4, 13. Quintiliano: Instit. orat., Vili, 6, 14.
[31](V) [44]
Quintiliano: Instit. orat. Vili, 4, 16. Quintiliano: Instit. orat., V ili, 6, 15.
[31] (V) [40](V)
Quintiliano: Instit. orat. Vili, 4, 20. Quintiliano: Insiti, orai., Vili, 6, 17.
[31] [40](V)
Quintiliano: Instit. orat. Vili, 4, 27. Quintiliano: Insiti, orat., V ili, 6, 19
[31] ss. [42]
Quintiliano: Instit. orat. Vili, 4, Quintiliano: Insiti, orat., Vili, 6, 20,
3-19.[31] [42]
Quintiliano: Insiti, orat. Vili, 4, 9. Quintiliano: Insiti, orai., Vili, 6, 23
[31] ss. [41]
Quintiliano: Instit. orat. Vili, 5, 1 Quintiliano: Instit. orat., Vili, 6, 24.
ss. [30] [41]
Quintiliano: Instit. orat, Vili, 5, 3. Quintiliano: Instit. orat., Vili, 6, 25.
[371 [41](V)
Quintiliano: Insiti, orat. Vili, 5, 3. Quintiliano: Instit. orai., V ili, 6, 27.
[57] [41]
Quintiliano: Instit. orat. Vili, 5, 6. Quintiliano: Insiti, orai., Vili, 6,
[30](V) 29-30. [45]
Quintiliano: Insiti, orat. Vili, 5, 6. Quintiliano: Insiti, orai., Vili, 6, 31.
[60] [461
Quintiliano: instit. orat. Vili, 5, 7. Quintiliano: Insiti, orai., Vili, 6, 34
[57] ss. [44]
Quintiliano: Instit. orat. Vili, 5, 11. Quintiliano: Instit. orat., Vili, 6, 36.
[60] [44]
Quintiliano: Instit. orat. Vili, 5, 12. Quintiliano: Instit. orat., VITI, 6, 37.
[37] [44]

232
Quintiliano: Insili, orai., Vili, 6,41. Quintiliano: Insiii. orai., IX, 2, 10.
[41] [60]
Quintiliano: Insiti, orai,, Vili, 6 , 44 Quintiliano: Insiti, orai., IX, 2, 14.
ss. [44] [16]
Quintiliano: Insiti, orai., Vili, 6, 44. Quintiliano: Insiii, orai., IX, 2, 19.
[44] (V) [60]
Quintiliano: Insiti, orai., Vili, 6, 49. Quintiliano: Insiii. orai., IX, 2, 20
[44] ss. [57]
Quintiliano: Insiti, orai., Vili, 6, 54. Quintiliano: Insiti, orai., IX, 2, 25.
[43] [57]
Quintiliano: Insiti, orai., Vili, 6, 5ó Quintiliano: Insiti, orai., IX, 2 , 26.
ss. [45] [60]
Quintiliano: Insiti, orai., Vili, 6, 57. Quintiliano: Insiti, orai., IX, 2, 27.
[45] [60]
Quintiliano: Insiti, orai., Vili, 6, 67 Quintiliano: Insili, orai., IX, 2, 29
ss. [44] ss. [60]
Quintiliano: Insiti, orai., Vili, 6, 69. Quintiliano: Insiti, orai., IX, 2, 29.
[44] [59]
Quintiliano: Insiti, orai., Vili, 6, 74. Quintiliano: Insiti, orai., IX, 2,
[36] 31-32. [59]
Quintiliano: Insiti, orai., IX, 1, 1-9. Quintiliano: Insiti, orai., IX, 2, 32.
[38] [60]
Quintiliano: Insiti, orai., IX, 1, 3. Quintiliano: Insiti, orai., IX, 2, 36.
[39] [57] X
Quintiliano: Insiti, orai., LX, 1, 10 Quintiliano: Insiti, orai., IX, 2, 38.
ss. [47] [60]
Quintiliano: Insiti, orai., IX, 1, 17. Quintiliano: Insiti, orai., IX, 2, 40.
[47] [57]
Quintiliano: Insiii. orai., IX, 1, 19 Quintiliano: Insiti, orat., IX, 2, '44
ss. [56] ss. [43]
Quintiliano: Insiti, orai., IX, 1, Quintiliano: Insiti, orai., IX, 2, 46.
26-45. [47] [30]
Quintiliano: Insiti, orai., IX, 1,28. Quintiliano: Insiti, orai., IX, 2, 49.
[60] [57]
Quintiliano: Insiti, orai., IX, 1, 28. Quintiliano: Insiti, orai., IX, 2, 50.
[61] [43] (V)
Quintiliano: Insiti . orai., IX, 1, 32. Quintiliano: Insiti.. orat., IX, 2, 54
[60] ss. [60]
Quintiliano: Insiti, orai., IX, 2, 1 ss. Quintiliano: Insiti, orai,, IX, 2, 58
[56] ss. [45]
Quintiliano: Insili, orat., IX, 2, 3. Quintiliano: Insiti, orai., IX, 2, 58.
[60] [45]
Quintiliano: Insiti, orai., IX, 2, 7 ss. Quintiliano: Insiii. orai., IX, 2, 81.
[30] [22]
Quintiliano: Insiti, orai.., IX, 2, 7. Quintiliano: Insiii. orai., IX, 2, 104.
[31] [33]
Quintiliano: Insiii. orai., IX, 2, 7. Quintiliano: Insiti, orai., IX, 3,1 ss.
[65] [48]

233
Quintiliano: Instit. orai:, IX, 3, 25. [60] Quintiliano: Instit. orat., IX, 3,99. [60]
Quintiliano: Insiti, orai., IX, 3, 28. Quintiliano: Instit. orat., IX, 4, 1 ss.
[51] (V). [34]
Quintiliano: Insiti, orat., IX, 3, 30. Quintiliano: Instit. orat., IX, 4, 1 ss.
[50] [62]
Quintiliano: Insiti, orat., EX, 3, 30. Quintiliano: Instit. orat., iX, 4, 22.
[50] [64]
Quintiliano: Insiti, orai., TX, 3, 31. Quintiliano: Insiti, orat., IX, 4, 33.
[50] [63]
Quintiliano: Instit. orai., IX, 3, Quintiliano: Instit. orat., IX, 4, 34
36-38. [53] ss. [65]
Quintiliano: Insiti. orai., IX, 3, 45. Quintiliano: Instit. orat., IX, 4, 36.
[48] [36]
Quintiliano: Instit. orai., IX, 3, 46. Quintiliano: Instit. orat., IX, 4, 40,
[31] [36]
Quintiliano: Insl.it. orat., IX, 3, 49. Quintiliano: Insiti, orai., IX, 4, 41.
[49] [54]
Quintiliano: Insiti, orat., IX, 3, 50. Quintiliano: Insiti, ora!., IX, 4, 41.
[48] [54] (V)
Quintiliano: Insiti, orat., IX, 3, 54. Quintiliano: Instit. orat., IX, 4, 43.
[30] [55]
Quintiliano: Insiti, orat., IX, 3, 66. Quintiliano: Insti/, orat., IX, 4, 45
[54] ss. [65]
Quintiliano: Insiti, orat., IX, 3, 68. Quintiliano: Insiti, orat., IX, 4, 45.
[58] [63] (V)
Quintiliano: Insiti, orat., IX, 3, Quintiliano: Instit. orat., IX, 4, 52 y
69-70. [49] (V) 64.[65]
Quintiliano: Inslil. orat., IX, 3, 77. Quintiliano: Instit. orat., IX, 4, 53.
Quintiliano: Instit. orai., IX, 3, 80. [65]
[55] Quintiliano: Insiti: orat., JX, 4, 56.
Quintiliano: Instit. orat., IX, 3, 80. [65]
[64] Quintiliano: Instit. orai., IX, 4, 72 y
Quintiliano: Instit. orai., IX, 3, 83, 73.[65]
[37] Quintiliano: Instit. orat., IX, 4, 92,
Quintiliano: Instit. orat., IX, 3, 83. 96, 106, 107 y 111. [65] (V)
[58] Quintiliano: Instit. ora!., XI, 1, 24.
Quintiliano: Insiti, orat., IX, 3, 85. [54]
[58] Quintiliano: Insti!: orat.,X, 1, 27 ss.
Quintiliano: Instit. orai., IX, 3, 98. [9]
[49] Quintiliano: Instit. orat.,X, 1, 32. [36]
Quintiliano: Instit. orat., IX, 3, 98. Quintiliano: Insiti, orat., X, 1, 35 ss.
[57] [4]
Quintiliano: Insiti, orat., IX, 3, 98. Quintiliano: Insiti. orat.,X, 1, 90. [60]
[57] Quintiliano: Insiti, orai., X. 1, 93. [36]
Quintiliano: Instit. orai., IX, 3, 98. Quintiliano: Insiti, orai., X, 1, 95. [16]
[ól] Quintiliano: Instit. orat., X, 1, 114.
Quintiliano: Insiti, orai., IX, 3, 98. [36]
284-285, [60] Quintiliano: Instit. orat.,X, 2 , 18. [65]
Quintiliano: Instit. oraL, X, 4, 103. S. Agustín: De civitate Dei, XIX, 22.
[65] [16]
Quintiliano: Insti!, orni., XI, 1, 24. S. Agustín: De civitate Dei, XXI, 6.
[54](V) [57]
Quintiliano: Insti!, ora!., XI, 2, 1 ss. S. Agustín: De dialéctica, VT. [46]
[67] S. Anseimo: Proslogion: Responsio
Quintiliano: Insti!, ora!., XI, 3, 1 ss. ad obie d a Gaulonis, 2. [57]
[67] S. Isidoro: Elim., I, 19, De musica.
Quintiliano: Instit. orai., XI, 3,1, [10] Cap. XVII, l, 164. [11]
Quintiliano: Instit. oral:., XI, 3, 6 ss. S. Isidoro: De musica, XX, 2, [65]
[67](V) S. Isidoro: De musica, XX, 10. [46]
Quintiliano: Instit. oral., XI, 3, 33. S. Itàlico: Punica, II, 417. [44]
[36] S. Itàlico: Punica, II, 627. [46]
Quintiliano: Instit. orat., XI, 3, 34. S. Itàlico: Punica, IV, 24!. [46]
[36] S. Italico: Punica, VI, 321. [65] (V)
Quintiliano: Instit. orat., XI, 3, 47. S. Itàlico: Punica, VII, 256. [46]
[64] Salustio: Bellum Catilinae, 2. [30]
Quintiliano: Insti!, orai., XI, 3, 170, Salustio: Bellum Catilinae, 2. [42]
[33] Salustio: Bellum Catilinae, 5. [1]
Quintiliano: Instit. ora/., XI, 3, 172. Salustio: Bellum Catilinae, 5. [31]
[33] (V) Salustio: Bellum Catilinae, 5. [37 ]
Quintiliano: Instit. orat., XI1, 1, 1 (V)
ss. [8] Salustio: Bellum Catilinae., 8. [30]
Quintiliano: Instit. orat., XII, 1,21. Salustio: Bellum Catilinae, 51. [25]
[ 1] (V)
Quintiliano: Instit. orai., XII, 2, 1 Salustio: Bellum Catilinae, 52. [22]
ss. [8] Salustio: Bellum Iugurthinum , 2.
Quintiliano: Instit. oral., XII, 2, 11. [30]
[3] Salustio: Bellum Iugurthinum , 3.
Quintiliano: Instit. ora!.. XII, 3, 1 [40](V)
ss. [9] Salustio: Bellum Iugurthinum , 10.
Quintiliano: Instit. oral:.. XII, 4, 1 [30] (V)
ss. [9] Salustio: Bellum Iugurthinum , 31.
Quintiliano: Instit. orat., XII, 10, 1 [57]
ss., y 58 ss. [66] Salustio: Bellum Iugurthinum , 54.
Quintiliano: Insti/, orat., Xll. 10, [42]
22 . [ 1] Salustio: Invectiva in Ciceronem, 5.
Quintiliano: Instit. orat., XII, 10, [54] (V)
64.[63](V) Sannazaro: De partii Virginis, ITI.
Rimbaud: Jugurtha, L [601 [65]
S. Agustín: De civitate Dei, passini. Séneca (rétor): Con/mversiae, I, 12.
[15] [1J
S. Agustín: De civitate Dei, I, 18. [36] Séneca (rétor): Controversiae, III,
S. Agustín: De civitate Dei, I, 19. [22] 11.[i]
S. Agustín: De civitate Dei, III, 17. Séneca (rétor): Controversiae, VII,
[45] 5. [36]
S, Agustín: De civitate Dei, VI, 6. [16] Séneca (rétor): Controversiae, IX, 2,
S, Agustín: De civitate Dei, XI, 18. [13] 20. [22]

235
Séneca; Ad tìelv. de consol., 8, 1. Tácito: Annales, I, 1. [65] (V)
[16] Tácito: Dialogus de oratoribus, 20.
Seneca: A dLucilium , I, 86, 12. [57] [9]
Séneca: A d Lucilium, XIII, 108, 24. Tácito: Dialogus de oratoribus, 23.
[65] [65]
Séneca; Ad Lucilium, XV, 95, 53. Tácito: Dialogus de oratoribus, 28
[37] ss. [8]
Séneca: Ad Lucilium, XVI, 3. [8] Tácito: Dialogus de oratoribus, 30. [2]
Séneca: Ad Lucilium , CXV, 13. [41] Tácito: Dialogus de oratoribus, 30. [5]
Séneca; Ad Mctrciam de Tácito; Dialogus de oratoribus, 31. [1]
consolatione, XVI, 2. [45] Tácito: Dialogus de oratoribus, 32. [1]
Séneca: Apocolocyntosis Divi Tácito: Dialogus de oratoribus, 33. [6]
Claudii, 12, 3. [41] Tácito: Dialogus de oratoribus, 36. [1]
Seneca: De brevitate vitae, I, 1. [64] Tácito: Dialogus de oratoribus,
(V) 40-41. [1]
Seneca: De dementia, I, 15, 5, [57] Tácito: Historiae, III, 12. [14]
Seneca: Hercules furens, 313. [31] Terencio: Adelphoe, 134. [57] (V)
Séneca: Tmades, 258. [37] (V) Terencio: Adelphoe, 302-303. [48]
Servio Dem. Hor.: Fortunatiano (V)
DN. [44] Terencio: Adelphoe, 790. [60] (V)
Servio: Commentarius in artem Terencio: Anùria, 28-29. [35] (V)
Donati, De accentibus. [35] Terencio: And ria, 61. [37] (V)
Servio: Commentarius in artem Terencio: Andria, 99. [60]
Donati, De barbarismo. [36] Terencio: Andria, 139. [31] (V)
Servio: Commentarius in artem Terencio: Andria, 204. [45] (V)
Donati, De nomine. [44] Terencio: Andria, 251. [44] (V)
Servio; Commentarius ad artem Tcrcncio: Andria, 258. [57]
Donati, De nomine. [52] Tei-encio: Andria, 289-295. [60] (V)
Servio: Commentarius in artem Terencio: Andria, 314. [58] (V)
Donati, De participio. [35] Terencio: Andria, 326. [60]
Sexto Cecilio: Quaestionum Terencio: Andria, 395-396. [41] (V)
fragmenta, passim. [42] Terencio: Andria, 455. [45]
Sexto Empirico: FIYPPANEIOI Terencio: Andria, 666. [60]
YnOTYnttIEJS, I, 117. [30] Terencio: Andria, 685. [42]
Sexto Empírico: HYPPHNEiOi Terencio; Andria, 761. [60]
YnOTYnniEii;, II, 68. [30] Terencio: Andria, 846-847. [43] (V)
Sexto Empírico: IKFITIKA. [30] Terencio: Andria, 889. [57] (V)
Suetonio: Vitae duodecim Terencio: Eunuchus, 62-63. [7] (V)
Caesarum, De vita divi Claudi, 1. Terencio: Eunuchus, 63. [58] (V) .
[14] Terencio: Eunuchus, 65-66. [60] (V)
Suetonio: Vitae duodecim Caesarum, Terencio: E unuchus, 67-69. [31] (V)
De vita Neronis, 10. [60] Terencio: E u n u ch u s, 79. [37] (V)
Suetonio; Vitae duodecim Terencio: Eunuchus, 80. [37] (V)
Caesarum, De vita Tiberi, 11. [36] Terencio: E unuchus, 155-157. [45]
Tàcito: Agricola, 43. [14] (V)
Tácito: Agricola, 7. [36] Terencio: Eunuchus, 545. [41] (V)
Tácito: Annales, 1. [37] (V) Terencio: Eunuchus, 721-722. [58]
Tácito: Annales, I, 1. [64] (V) (V)

236
Terencio: E unuchus, 732. [41] Virgilio: Aeneis, I, 177. [41]
Tcrcncio: E unuchus, 732. [44] (V) Virgilio: Aeneis, I, 215. [41]
Terencio: E unuchus, 1.011. [1] (V) Virgilio: Aeneis, I, 332-333. [48] (V)
Terencio: Heauton timorumenos, Virgilio: Aeneis, I, 355. [42]
77. [14](V) Virgilio: Aeneis, I, 429. [65] (V)
Terencio: Heauton timorumenos, Virgilio: Aeneis, í, 546-547. 36] (V)
77. [37] (V) Virgilio: Aeneis, 547. [60] (V)
Terencio: Heauton timorumenos, Virgilio: Aeneis, I, 700, [41] (V)
93-95. [60] (V) Virgilio: Aeneis, I, 701. [41]
Tcrcncio: Heauton tim orum enos, Virgilio: Aeneis, I, 724. [41] (V)
187. [60] Virgilio: Aeneis, I, 750. [50] (V)
Terencio: Heauton tim orum enos, Virgilio: Aeneis, II, 27. [63] (V)
218. [25] (V) Virgilio: Aeneis, II, 56. [42]
Terencio: Heauton timorumenos, Virgilio: Aeneis, 11, 96. [44] (V)
356. [54] (V) Virgilio: Aeneis, II, 250. [65] (V)
Tcrcncio: Heauton timorumenos, Virgilio: Aeneis, II, 304-308. [40] (V)
372. [39] (V) Virgilio: Aeneis, II, 311-312. [41] (V)
Terencio: Heauton timorumenos, Virgilio: Aeneis, II, 313. [46]
572. [57] Virgilio: Aeneis, II, 333. [42]
Terencio: Heauton tim orum enos, Virgilio: Aeneis, II, 335. [41]
589. [60] Virgilio: Aeneis, II, 449. [42]
Terencio: Phonnio, 668. [15] Virgilio: Aeneis, II, 486-495. [58] (V)
Ulpiano: Digesta, 28, 6, 2, 2. [14] Virgilio: Aeneis, II, 547-548. [45] (V)
Uìpiano: Digesta, I, 1, [De iustitia et Virgilio: Aeneis, II, 679. [42]
iure], 1, pr. 1. [22] Virgilio: Aeneis, II, 741. [55] (V)
V, Máximo: Dicta et facta Virgilio: Aeneis, II, 745. [48] (V)
memorabilia, I, 6, 4, [22] Virgilio: Aeneis, III, 55-57. [60] (V)
V. Máximo: Dicta et facta Virgilio: Aeneis, III, 144. [55] (V)
memorabilia, II, 3, 3 y 3, 2 ext. 1. Virgilio: Aeneis, III, 334. [41]
[45] Virgilio: Aeneis, III, 490. [50] (V)
V. Patcrculo: Historia Romana, II, Virgilio: Aeneis, III, 549. [65] (V)
45. [22] Virgilio: Aeneis, IV, 373. [44] (V)
V. Patérculo: Historia Romana, II, Virgilio: Aeneis, IV, 379-380. [43] (V)
46. [42] Virgilio: Aeneis, IV, 380-381. [57] (V)
Varrón: De lingua latina, V. 3. [40] Virgilio: Aeneis, IV, 419. [44] (V)
Virgilio: Aeneis, IV, 532. [40] (V)
(V)
Varrón: De lingua ¡atina, V, 16. [15] Virgilio: Aeneis, IV, 534-546. [60] (V)
VaiTÓn: Res rusticae, I, 64. [39] Virgilio: Aeneis, IV, 594. [48] (V)
Varrón: Saturae Menippeae, 71, Virgilio: Aeneis, IV, 617-618. [20]
Prometheus liber, 434. 217, 14. Virgilio: Aeneis, IV, 628-629. [53] (V)
[39](V) Virgilio: Aeneis, IV, 665-666. [44]
Virgilio: Aeneis, passim. [58] Virgilio: Aeneis, IV, 665-666. [65] (V)
Virgilio: Aeneis, I, 11. [60] (V) Virgilio: Aeneis, IV, 667. [65] (V)
Virgilio: Aeneis, I, 33. [60] (V) Virgilio: Aeneis, V, 319. [44] (V)
Virgilio: Aeneis, I, 78-79. [50] (V) Virgilio: Aeneis, V, 451. [44]
Virgilio: Aeneis, I, 87. [46] Virgilio: Aeneis, V, 481. [65] (V)
Virgilio: Aeneis. I 87. [65] (V) Virgilio: Aeneis, V, 815. [42]
Virgilio: Aeneis, I, 148-156. [58] (V) Virgilio: Aeneis, VI, 86. [51] (V)

237
Virgilio: Aeneis, VI, 88. [63] (V) Virgilio: Aeneis, XI, 192, [46]
Virgilio: Aeneis, VI, 275. [41] Virgilio: Aeneis, XII, 733. [65] (V)
Virgilio: Aeneis, VI, 276. [41] Virgilio: Ecloga e, I, 5. [41] (V)
Virgilio: Aeneis, VI, 467. [55] Virgilio: Eclogae, I, 69. [44] (V)
Virgilio: Aeneis, VI, 700-701, [50] (V) Virgilio: Eclogue, II, 58. [42]
Virgilio: Aeneis, VI, 842. [40] (V) Virgilio: Eclogae, II, 63-64. [52] (V)
Virgilio: Aeneis, VI, 853. [20] Virgilio: Eclogae, II, 69. [51] (V)
Virgilio: Aeneis, VII-XII, passim. [31 ] Virgilio: Eclogae, III, 90-91. [45] (V)
Virgilio: Aeneis, VII, 452. [65] Virgilio: Eclogae, IV, 49. [65] (V)
Virgilio: Aeneis, VII, 540. [41 ] Virgilio: Eclogae, VII, 7. [44] (V)
Virgilio: Aeneis, VII, 634, [65] (V) Virgilio: Eclogae, VII, 70. [49] (V)
Virgilio: Aeneis, Vili, 223. [65] (V) Virgilio: Eclogae, Vili, 48-50. [50] (V)
Virgilio: Aeneis, VIII, 324 ss. [41] Virgilio: Eclogae: IX, 58. [46]
Virgilio: Aeneis, VIII, 728. [40] (V) Virgilio: Eclogae, X, 69. [54] (V)
Virgilio: Aeneis, IX, 37. [48] (V) Virgilio: Eclogae, X, 75-76. [50] (V)
Virgilio: Aeneis, IX, 477. [65] (V) Virgilio: Georgicon, 1,1. [40] (V)
Virgilio: Aeneis, IX, 496. [42] Virgilio: Georgicon, I, 341. [65] (V)
Virgilio: Aeneis. IX, 503. [65] (V) Virgilio: Georgicon, II, 490. [37]
Virgilio: Aeneis, X, 172. [15] Virgilio: Georgicon, III, 284, [65] (V)
Virgilio: Aeneis, X, 467. [65] Virgilio: Georgicon, IV, 174. [65] (V)

238
ÍNDICE ONOMÁSTICO
(DE LAS INSTITUCIONES DE ORATORIA )

Academia: 2, 23 Ausonio (Popma): 80, 84


Academicae [quaestiones]: 64 Austro: 103
AdH erennium : 29. W<35g Auctor- Automedontc: 119
Adetphoe: 122
Baco: 94, 102. Véase Liber
Adriano: 78
Bautista de Mantua: 78
África: 69
Bavio: 107
Agamenón: 104
Beni: 92
Alejandro Magno: 33
Boecio: 78, 80
Alpes: 101
Amarillis: 102 C. Aquilio: 57, 117
Amerino (Pro Sexto Roselo)’. 45, 67, Calcis: 104
70, 110, 112, 117, 119, 124 Camilo: 22
Anuales : 132 Capitón: 119
Antonio (Marco): 68, 110 Capua: 41
Antonio (orador): 2, 25, 29, 86 Carbón: 130
Apolo: 25 Caribdis: 101
Apología: 63 Carlos (Rey de España): 19
Apuleyo: 77 Cartago: 22, 72
Aquiles: 68. Véase Pelida Catilina: 50, 68, 91, 95, 125, 132
Araxes: 101 Catilinaria 68, 109. Véase In
Árbitro: 25, 77. Véase Petronio Catilinam
Aristóteles: 28, 61, 90, 92, 93, 95, Catón: 17, 25, 54, 77, 80, 86
96, 98,130, 132 Catulo: 77
Arquíloco: 132, 133 Cauno: 110
Ars Poetica (de Horacio): 77 Cayo Aquilio: 56
Asinio Polión: 75 Cebetes: 25
Aspasia: 62 Celio: 70
Atenas: 22 Celso: 86
Atilio Régulo: 72 Ceres: 102, 105
Auctor ad Herenrtium: 112, Véase César 4, 25, 33, 50, 76, 77, 80, 94,
Ad Herennium 119, 124
Augusto: 77, 80. Véase Octaviano Cicerón: 2, 3, 6, 9, 10, 12, 13, 22, 25,
Aulo Gelio: 25, 99 29, 30,31,40, 45,56,57, 64, 65,
Ausonio (Magno): 78, 110, 113 66, 68, 69,71,77,80,81,86, 87,

239
88, 89, 94, 95, 97,101, 102, 103, Escipiones: 22, 100, 101
105, 106, 108, 110, 111, 112, 113, Escolástica: 14, 42, 43, 57, 59, 103
115, 116, 118, 119, 120, 121, 122, Esopo: 24
123, 124, 125, 128, 129, 132, 133 Esparta: 10, 16
Claudiana: 78 Esquines «el Socrático»: 62
Clodia: 70 Estado: 77, 112
Clodio: 54, 55, 64, 66, 73, 87, 108 Etilica: (de Aristóteles): 28
Colina (tribù): 53 Etimologici: 84
Coloso: 58 Etruria: 54, 67
Coltimela: 86 Elididos: 93
comoedo [Pro Roseti)]: 125 Eunuchus: 68
Coridón: 109, 111 Euro: 133
Comitìcio: 29 Europa: 16
Coso: 22
Fabio: 22, 29, 132. Véase.
Craso: 25, 123
Quintiliano
Crisis: 126
Fabios: 110
Crisógono: 47
Fabricio: 19
Cristóbal Colón: 5
Farsalia: 69
Curdo: 77
Fasti: 110, 112
Curio: 106
Fastos: 21
Davos: 106 Fedrias: 107, 125
De corona : 43 Francisco de Andrea: 6
De differentiis verborum: 84 Francisco Petrarca: 88
De mstitutione oratoria: 29 Furio Bibáculo: 101
De lege agraria: 110
Gaelano Argento: 6
Delegibus: 121
Galia: 116
De oratore: 2, 29, 86, 94, 123
Glaucia: 101, 119
Derosis: 110
Graco: 68
De senectute: 123
Grecia: 2, 9, 13
Delle acutezze: 91
Gregorio: 78
Dello stile: 93
Demea: 118 Heautontimorumenos: 113
Demóstenes: 2, 10, 24, 43, 61, 115, Héctor; 68, 110
135 Hemiógenes: 29
Dido: 104, 118, 123 Heródoto: 24
Dios: 3, 24, 32, 45 Hipócrates: 24
Divinatione in Verrein: 125 Homero: 24, 68, 104
Dolabella: 129 Horacio: 26, 64, 77, 82, 106, 121,
133
Elegantiarum libri: 83
Eneas: 68, 104, 114, 118, 123 in Antoniwn: 124. Véase Philippicae
Ennio: 77, 89, 100, 101 In Catilinam: 122, 125. Véase
Epictcto: 25 Catilinaria
Epicuro: 23, 24 In Pisónem: 122, 128
Epistulae (de Horaccio): 77 In Verrem: 108, 111, 120, 121. Véase
Epistulae (de Cicerón): 108, 129 Verrina
Escipìón el Africano: 72 Italia: 20, 67, 73, 74, 78, 102, 108,
Escipión Nasica: 102 118

240
Jenofonte: 24, 62 Mirlos: 103
Jerjes: 101, 127 Musa: 25, 76
Jerónimo: 78 Musas: 24, 25
Juno: 104, 123
Nàpoles: 6, 41
Júpiter: 101, 109, 132
Nevio: 65, 70, 116, 122
Juvenal: 25, 77,91, 102, 113, 128
Ocèano: 5, 132
L. Calpumio: 117
Octaviano Augusto: 77, 80. Vécise
L. Lucilio: 117
L. Paulo: 53 Augusto
Olimpiadas: 21
L’art clu bien penser: 94
Ovidio: 25, 77, 106, 110, 112, 121
Lacio: 24, 25, 76, 77, 78
Laclando Firmiano: 78 P. Léntulo: 51
Laelius: 113 P. Quincio: 57, 123
Laercio (Diógenes): 25 P. Quinctìlio: 117
Lanuvio: 54 Panegyricus: 121
Laomcdonte: 124 Parmenón; 2, 68, 91
Latìnae lingua e Thesaurus-, 79 Pelida: 106. Véase Aquiles
Ley ele las X II Tablas: 76 Pellegrini (Mateo): 91, 92, 93, 94, 99
Líber: 105. Véase Baco Perseo: 50
Liceo: 23 Persio: 25, 77, 102
Ligario: 4, 69, 70, 119. Véase Pri Petronio: 77. Véase Àrbitro
Liguria Philippica Secunda: 113
Lisias: 9 Philippicae: 111, 112. Véase In
Livio: 25, 75, 77, 102, 104, 106, 113 Antonimi!
Lorenzo Valla: 84 Pino: 76, 77, 120
Lucano: 77 Pitàgoras: 24
Lucio Bruto: 129 Pitias: 2
Lucrecia: 106 Platón: 2, 24, 7S
Lucrecio: 25, 77 Plauto: 24, 76, 77, 87
Lúculo: 118 Plinio: 25, 31,77,86, 121
M. Fannio: 48, 49, 68 Plutarco: 26
M. Favonio: 54 Poètica (de Beni): 92
Macca ronea: 81 Poetica (de Aristóleles): 92, 95, 97,
Macedonia: 50 98
Macrobio: 25 Poetica (de Escaligero): 92
Man ilia na: 31,71 Pólux: 121
Marcelo: 22, 117 Pompeyo: 6, 20, 31, 67, 69, 102
Marcial: 77, 121 Popma. Véase Ausonio: 80, 84
Marte: 94, 102, 112 Pòrtico: 23
Martini: 84 Priamo: 110, 119
Máximo: 68, 121 Pro Archili: 113, 114, 129
Melio: 106 Pro Balbo: 125
Melilo: 63 Pro Caccino: 116, 129
Meneclemo; 124 Pro Caelio: 71, 105, 112
Merlin Cocai: 81 Pro dom o sua: 120
Mevio: 42,56, 58, 107 Pro Fiacco: ] 18
Mitón: 54, 55, 64, 72, 73, 87 Pro lege Manilia: 114, 115, 118, 126

241
Pro Ligarlo: 69, 119 Símmaco: 78
Pro Marceño: 110, 111, 130 Simón: 75, 106
Pro Milone: 72, 87, 98, 114, 118, Siracusa: 120
121, 129, 130. Véase ProT. Annio Sirte: 101
Milane Sócrates: 6, 24, 61, 62, 63, 64
Pro Murena: 105,117 Sosia: 75
Pro Plancío: 111, 121 Suetonio: 22, 77
Pro Publio Quinctio: 56, 57. Véase
T. Annio: 53, 129. Véase Tito Annio
Pro Quinctio
Tácito; 26, 77, 132
Pro Q uindio: 65,116, 117, 122,
123. Véase Pro Publio Quinctio Tasso: 88
Teodorico: 78
Pro T. Annio Milone: 53. Véase Pro
Terencio: 2, 25, 68, 75, 77, 87, 91,
Milone
99, 103, 104, 113, 121, 122
Propercio: 77
Tertuliano: 78
Proteo: 8
Thais: 91, 92, 102, 107
Pseudolus: 70
Thebaides: 112
Publio Escipión: 68
Tiberio: 68, 77, 80
Quincio: 56, 57, 70 Tibulo: 77
Quintiliano: 26, 29, 45, 75, 77, 79, Ticio: 17, 22, 41, 42, 56, 58, 89, 103,
88,132 119
Quinto: 73, 77 Tigranes: 118
Tito Annio: 73. Véase T. Annio
Rhetorica (de Aristóteles): 28, 92, 93
TitoTacio: 127
Robert Étienne: 79
Torcuato: 22, 39, 88
Rodas: 50
Roma: 22, 54, 67, 75, 76, 78, 95, Trajano: 25, 31
Tuberón: 69, 70
106, 113, 116,117, 127, 129, 132
Roscio: 12, 45, 46, 47, 48, 49, 67, Tucídides: 24
Tulia: 129
70, 110, 112, 117, 119, 124, 125
Rulo: 4, 110 Tulio: 6, 73
Tumo: 68
Sagradas Escrituras: 20
Ucalegón: 102
Salomón: 20
Salustio: 25, 50, 58, 77 Varrón: 25, 77, 86
Séneca: 25 Vegecio: 86
Sénecas: 77 Venecia: 27
Sermones: 26, 77 Venus: 104, 105, 113
Sexto Ebucio: 129 Vexres: 56
Sexto Nevio: 56, 57, 116 Venina Séptima: 112. Véase In
Seyano: 22 Verrem
Sforza Pallavicino: 93 Virgilio: 25, 68, 77, 87, 100, 102,
Sicilia: 56,108, 125 106, 123, 125, 128, 133
Sidón: 124 Vitruvio: 86
Sila: 47, 77, 90 Voss: 84

242
ÍNDICE CONCEPTUAL
(DE LAS INSTITUCIONES DE ORATORIA )

absoluta (status qualitatis kgatis)'. 37 asíndeton: 108


aclamación (acclamatio): 123 asteísmo: 106
activa (cuestión): 14 asunción (la menor): 58-60
actuación (actio, pronutiatio): 12, asuntiva (status qualitatis legalis): 37
13,38, 39, 135 asuntos (lugares): 19
acumulación (congeries): 62,67,68, auxesis: 82
73,108
admiración {admiraLio): 126 barbarismo: 78, 79
admonición (admonitio): 125 carientismo: 106
agudeza/-s: 4, 9, 66, 91-94, 96-99 catacresis: 104
agudo(a)/-s: 8-11, 20, 44, 60, 61, 77, circunstancias: 5, 6, 10, 15, 17, 30,
78,91-99 35,36,41,45,52, 53, 68, 119, 130
alegoría: 104, 105 collado: 120
amplificaciónAes: 33, 52, 56, 60, 62, color (schema): 118
66, 68,69, 73, 82, 134 communicatio: 116, 117
ampuloso(a) (estilo): 134 comparación: 37, 63, 64, 67, 68,
anáfora: 109, 110 94-96, 120
anfibología: 37 composición: 12, 74, 84,126,127,
antanaclasis: 109 134, 135
antífrasis: 107 con disyunción (proposición): 56
antimetabole: 121 concesión: 37, 65, 117
antonomasia: 106 conclusión: 58, 60, 63, 64, 116
aplazamiento {schema): 126 confirmación: 42, 54, 56-62, 71
apódosis: 129, 130 conjetura (status de): 29, 34, 35
aposiopesis: 125 conjetural (status): 35, 70
apostrofe: 125 conmover: 4, 14, 26, 27, 99, 119
argumentación: 57-63, 65,66,119 contemplativa (cuestión): 14
argumentoAs: 4-6, 12-15, 19, 20, corrección (schema): 124
26-28, 30-32, 34, 40, 42-44, 50, cualidad (status de): 34-38, 70
54, 57-60, 65, 66, 69, 70, 71, 73,
74, 86, 87,92, 93, 116, 117, 134 declamar: 2
árido(a) (estilo): 134 definición (lugares): 15-17, 28, 29,
arte: 9,12-15,25, 30-33,41, 44, 56, 34-36
74, 115, 135 definición (status de): 29, 34, 35
artificiosos (argumentos): 14 deleitar: 4, 51, 52, 86

243
deliberativo (género): 6, 7, 28, 33, exordio: 28, 44, 45, 49-51, 124, 129
34,51,52, 66 fantasía: 8, 9,11, 31
demos traciones (apode Lkes): 14 figuras: 99, 107, 115,116, 118, 119,
demostrativo (género): 6, 7, 28, 122,134
30-33,51,52,66 figuras de dicción y pensamiento:
deprecación (schema): 126 74, 99, 108, 109, 111-116, 119,
deprecado (por concesión en vía 121, 122, 126, 134, 135
asuntiva); 37 filosofía: 1, 2, 6, 11, 12, 25, 29, 42,
determinada (quaestio): 5, 6 64, 78, 84
dialogismus: 122 fluctuante (estilo): 135
diasyrmos: 106 género/-s: 2, 6, 7, 16, 28, 30, 32-34,
dignidad (de la elocución): 74, 99 40, 41, 50-52, 59, 62, 66, 95, 103,
digresión: 56, 126 105, 106, 134
dilema: 58 gradación: 65, 111
disposición (de ánimo): 3
disposi do: 12, 44, 74, 79, 108, 115, hipérbole: 105
126, 127 homoeoptoton: 114
dissimililudo: 121 homoeoteleuton: 114
duda: 123, 124 honesto (genera [causarían]): 28,
dudoso (exordio): 50 32, 33, 50
humilde (genera causarían): 50, 51;
ejemplo/-s: 34, 64 (y estilo): 131,134,135
ejercicio: 7, 8, 13 hypolyposis: 119
elegancia (de la elocución): 1, 2,10,
32, 53, 72, 74-77, 83, 88, 89, 92, icón: 120
97,98, 104, 109, 135 idiotismos: 86
elocución: 3, 12, 74, 77, 78, 134 imagen: 94, 96, 102, 105, 120
elocuencia: 1-4, 6-8, 10-13, 24, 26, imitación: 107,135
28, 59-61,71,72, 74, 76, 77, 86, impulsiva (causa): 35
101, 115, 122-124, 135 inartificiosos (argumentos): 14
enantiosis: 121 inciso: 114, 128, 130, 133
enseñar: 4, 94, 99 incremento (amplificado por): 67
entimema: 60, 61, 66, 90, 91, 97, 99 indeterminada (quaesíio): 5
epagoge: 58, 61 indiciarías (demostraciones): 14
epanalepsis: 110 indicios: 35, 36
epanodos: 110 inducción: 61, 62, 64, 66
epiphora: 110 ingenio/-s: 8, 9, 10, 31, 32, 45,46,
epiquerema: 60,61, 66 48, 50, 60,91,92, 94, 96
epizewcis: 111 insinuación (exordio por): 50
Escolástica: 14, 42, 43, 58, 59, 103 ínsitos (lugares): 19
especie: 5, 15, 16, 40, 59, 62,91, interrogación (schema): 125
103, 105, 106, 122 invención: 12, 13, 29, 38, 40, 44, 74,
esquemas: 99, 107,. 108 95, 115
estados de las causas: 29, 30 ironía: 63, 100, 104, 106
estilos (del decir): 134 isocolon: 114
etimología: 15,16, 84 judicial (género): 6, 7, 28. 34, 51,
exclamación (schema): 12 ,122 52,66
execración (schema): 125 juicio (mental): 8, 9, 29, 37, 41, 96

244
la letra y el espíritu: 38,40 persuasión: 3, 26, 28
latinidad: 74, 79 ploce: 109
legal (status qualitatis): 36 poliptoton: 112
leyes en conflicto; 37,41 polisíndeton: 108
licencia {schema): 125 prem editada (causa): 35
ligazón (en la compositio): 91, principio: 50
'94-96, 127, 134 prolepsis: 116
litotes: 106 pronunciación: 75, 76, 89, 111;
lugarAes (tópicos): 14,15,19, 26, (adío): 135
28-30,32, 33, 35, 36,38, 40,41, proposición/-es: 15, 28, 29, 44, 51,
64,94, 101 5 6 -6 1 ,9 0 ,9 1 ,1 1 0 ,1 1 6 ,1 1 8 ,1 2 3
prosopopeya: 125
magnífico(a) (estilo): 134, 135
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meiosis: 82
prudencia: 10, 17, 26, 31, 44, 102
memoria: 8, 12, 31, 135
pulim ento [amplificafio por): 67, 69
metáfora/-s: 83, 87, 92, 94,100,
purga fio: 37
101, 104, 134
metalcpsis: 105 racional: 36
metonimia: 100, 102, 103, 105 refutación: 34, 35, 44, 69-71, 116
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133, 135 relación (asuntiva): 37
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129
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132-135
29, 30, 32, 44, 53, 60, 87, 93, 98,
100, 115, 126, 132, 133, 135 sarcasmo: 106
noiima: 50, 51 sentcncia/-s: 12, 61, 66, 90-92, 98,
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132-135
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paradías iole: 121 sinonimia: 109
paradoja: 95., 96 sinónimos: 82
varechmenon: 113 síntom as (demostraciones): 14
va m n b o k: 111 solecismo: 79
parenthesis: 111 sorites: 58, 64, 65
paronom asia: 113 status: 34-41
partición: 16, 57 subiectio: 116, 117
período/-s: 74, 128-130, 133-135 sublime (estilo): 1, 10, 25, 72, 77,
peroración: 28, 44, 57, 71 124,134
persuadir: 3-5, 12,13, 58 symploce: 110
técnica: 7-9, 12, 13, 32, 55, 64, 86, 97 verdad: 2, 4, 5, 8, 9, 11, 13,25, 50,
templado(a): 134, 135 52, 58, 63, 65, 93-97, 117
tópica: 15 verdadero(a): 8, 17, 30, 42, 60, 70,
transferencia: 37, 41 71,74, 90, 95, 96, 117
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voto (scheirni): 126
urbana (expresión): 75, 98
urbanidad: 10, 89

246
BIBLIOGRAFÍA

Esta Bibliografía sum aría pretende ser únicam ente una se­
lección* realizada com o com plem ento orientativo. Para una in­
form ación exhaustiva y com pleta de la bibliografía viquiana
véanse los repertorios, catálogos y contribuciones referidos en
el apartado VII infra, especialmente —debido a su carácter reco-
pilatorío y completivo— los volúmenes de B. Croce y F. Nicolini
(1947-1948); M. Donzelli (1973); R. Crease (1978); A. Battistini
(1983); M. Sanna (1986); G. Tagliacozzo, D.P. V ereney V. Rum-
ble (1986); R. Mazzoia (1987-1988; 2001-2002); M. Black Verene
(1994, 1994-2002); A. Stile y D. Rotoli (1994-1995); M. Martira-
no (1997, 2002); R. Mazzoia y M. Sanna (1999); S. Caianiello
(2000); y las contribuciones de J.M. Sevilla (1988-2003).

I. Principales ediciones de las Opere de Vico


II. Ediciones de las Institutiones omtoriae
III. Ediciones en español de obras de Vico
IV. Estudios sobre Vico
V. Estudios sobre Vico y la retórica
VI. Revistas-anuarios de estudios viquianos
VIL Bibliografías, repertorios y elencos bibliográficos

I. P rin cip ales ed icio n es d e la s Opere d e Vico

Opere (ed. de N. Corcia), Nápoles, Tipografìa della Sibilla, 1834, 2 vols.


Opere (ed. de G. Ferrari), Milán, Classici Italiani, 1835-1837, 6 vols.
(reed. de los vols. IV y V: Opere scelte, Milán, Classici Italiani, 1843).
Opere, Nápoles, Jovene, 1840, 3 vols.

* Selección a cargo de Emilio Hidalgo-Sema y José M. Sevilla Fernández.

247
Opere complete (ed. F.S. Pomodoro), Nápoles, Morano, 1858-1869, 8 vols.
Opere m inori (ed. de L. Luzzatto), Lanciano, Carabba, 1913.
La scienza nuova e Opere scelte (ed. de N. Abbagnano), Turin, Utet, 1952
(1968 nueva edición).
Opere (ed. F. Nicolini), Milán/Nápoles, R. Ricciardi, 1953.
Tutte le opere (ed. de F. Flora), Milán, M ondadori, 1957.
Opere (ed. de P. Rossi), Milán, Rizzoli, 1959.
Opere (ed. de F. Nicolini), Laterza, Bari, 1914-1941, 8 vols. (reimpr.
a n a st en 1968).
Opere filosofiche (ed. de P. Cristofoìini), Florencia, Sansoni, 1971.
Opere (ed. de R. Parenti), Nápoles, Rossi, 1972, 2 vols.
Opere giuridiche (ed. de P. Cristofoìini), Florencia, Sansoni, 1974.
Opere (ed. de A. Battistini), Milán, M ondadori, 1990, 2 vols.
Edición crítica de las Opere di G iam battista Vico por el Centro di Studi
Vichiani (Nápoles): I. Le Orazioni Inaugurali I-V I (a cargo de G.G.
Visconti), Bolonia, Il Mulino, 1982; II/l. La congiura dei principi na­
poletani: 1701 (a cargo de C. Pandolfi), Nápoles, M orano, 1992; XI.
Epistole. Con aggiunte le epistole dei su o i corrisporidenti (a cargo de
M. Sanna), Nápoles, M orano, 1993; XII. Varia. Il «De m ente heroica»
e gli scritti latini m inori (a cargo de G.G. Visconti), Nápoles, Guida,
1996; II/2. Le gesta di A n to nio Carafa (a cargo de M. Sanna), Nápo­
les, Guida, 1997; II/3. Minora. Scritti latini e d ’occasione (a cargo de
G.G. Visconti), Nápoles, Guida, 2000. Continuación: De nostri tem-
porìs stu d io ru m ratione (a cargo de S. Monti); IV. De a n tiquissim a
italorum sapientia (a cargo de V. Placella); V. Diritto universale (a
cargo de G. Crifò); VI. Autobiografìa (a cargo de R. Verdirame); VII.
Scienza N u o va 1725 (a cargo de E. Nuzzo); VIII. Scienza N u o va 1730
(a cargo de P. Cristofoìini); LX. Scienza N u o va 1744 (a cargo de
P. Cristofoìini); X. Poesie (a cargo de G. Fulco).

H. Ediciones de las Institutiones oratoriae

Istitutiones oratoriae (ed. a cargo de L. Parchetti), Novi, Moretti, 1844.


Istituzioni oratorie di G iam battista Vico, Nápoles, Tipa, 1845.
Istituzioni oratorie e Scritti inediti di G.B. Vico, en Opere com plete (ed. de
F.S. Pomodoro), voi. VII, Nápoles, M orano, 1865 (reed. anast.: Leip­
zig, Zentralantiquariat, 1970, voi. IV).
Im titu tio n es oratoriae, en Opere, voi. VIII (ed. de F. Nicolini), Bari, La-
terza, 1941.
Institutiones oratoriae (ed. de G. Crifò: texto critico latino, tiad. it., no­
tas, jntrod. y «Comentário»), Nápoles, Istituto Suor Orsola Benin-
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III. Ediciones en español de obras de Vico

Sabiduría prim itiva de los italianos (trad., intr. y n. de J. Cúccaro), Bue­


nos Aires, Instituto de Filosofía de la Facultad de Filosofía y Letras
de Buenos Aires, 1939.
Principios de u n a ciencia nueva en to m o a la naturaleza, c o m ú n de las
naciones [1725] (ed. de J. Camer), México, El Colegio de México,
1941, 2 vols. (reed. en un vol.: México, FCE, 1978).
Vico 1668-1744. Selección (selecc., trad. y n. de C. Ir acheta), Revista de
Ideas Estéticas, 7 (1944), 99-115.
Crítica del ideal de la form ación h u m a n a en nuestro tiem po (selecc. y
trad. de R. Krebs), Santiago de Chile, Istituto de Investigaciones His-
tórico-Culturales, 1945 (reed. 1957).
Principios de una ciencia nueva en torno a la naturaleza c o m ú n de las
naciones (selecc. y trad. de R. Krebs), Universidad de Santiago de
Chile, s.d.
Autobiografía (ed. de F. González Viccn), Buenos Aires, Espasa Cal-
pe, 1948.
Principios de una ciencia nueva sobre la naturaleza c o m ú n de las nacio­
nes [1744] (ed. de M. Fuentes Benot), Buenos Aires, Aguilar, 1956,
4 vols. (reed. post.: 1973-1975; 19815).
Autobiografía (ed. de A.M.11Miniaty), M adrid, Aguilar, 1970.
Sabiduría poética (trad. del libro II de la Scienza. n u o va p o r Gena­
ro Godoy), publicado junto con J. G uzm án, «El concepto de Letra
en la Ciencia Nueva», Santiago de Chile, Ed. del D.E.H. Univ. de
Chile, 1978.
Sobre la m ente heroica, Historias, Boletín del IIH, UNAM, 15 (1984),
21-32.
Principios de una ciencia nueva en torno a la naturaleza c o m ú n de las
naciones [1744] (ed. de J.M. Berm udo; trad. de J.M. Berm udo y
A. Camps), B a rc e lo n a , Orbis, 1985, 2 vols. (reed.: Barcelona, Planeta
De Agostini, 1996; Barcelona, Eds. Folio, 2002).
Sobre la m ente heroica (trad. de M.aA. Díez-Canedo y S. Mastrangclo),
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Vico. Antología (selecc:, trad. y notas de R. Bussom), Barcelona, Penín­
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Oración I (1699) (trad. de M. Rodríguez Donís), Cuadernos sobre Vico, 2
(1992), 253-259.

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Oración I I (1700) (trad. de F. Navarro Gómez), Cuadernos sobre Vico, 3
(1993), 211-218.
Oración I I I (1701) y Oración TV (1704) (trad. de F. N avarro Gómez),
Cuadernos sobre Vico, 4 (1994), 191-198 y 201-208.
Sentim ientos de u n desesperado (1692) (trad. de D. Ocaña y A. Manzi),
Cuadernos sobre Vico, 4 (1994), 209-213.
Ciencia nueva (trad. de la ed. de 1744, introd. y n. de R. de la Villa),
Madrid, Tecnos, 1995.
Oración V (1705) y Oración V I (1707) (trad. de F. Navarro Gómez),
Cuadernos sobre Vico, 5/6 (1995-1996), 429-435 y 439-446.
Reprensión de la m etafísica de R enato Descartes, de B enito Espinosa y de
Juan Loche (trad. de J.A. Marín), Cuadernos sobre Vico, 5/6 (1995-
1996), 449-450.
Práctica de la ciencia nueva (trad. y n. de J.M. Sevilla), Cuadernos sobre
Vico, 5/6 (1995-1996), 451-455.“
Sobre la m ente heroica (1732) (trad. de F. N avarro Gómez), Cuadernos
sobre Vico, 7-8 (1997), 461-470.
Las Academ ias y las relaciones entre Filosofía y Elocuencia [1737] (trad. y
n. de J.M. Sevilla), Cuadernos sobre Vico, 7-8 (1997), 473-477.
Del m étodo de estudios de nuestro tiem po [1708] (trad. de F. Navarro
Gómez), Cuadernos sobre Vico, 9-19 (1998), 401-436.
Sinopsis del Derecho Universal [1720] (trad. y n. de J.M. Sevilla), Cuader­
nos sobre Vico , 9-10 (1998), 439-459.
Autobiografía de G iam battista Vico (ed. de M. González García y J. Mar­
tínez Bisbal), Madrid, Siglo XXI, 1998.
La antiquísim a sabiduría de los italianos [1710] (trad. de F. Navarro
Gómez), Cuadernos sobre Vico, 11-12 (1999-2000), 443-483.
Reivindicaciones de Vico [1729] (trad. y n. de F. N avarro Gómez), Cua­
dernos sobre Vico, 13-14 (2001-2002), 438-459.
Obras. Oraciones inaugurales & La a n tiq u ísim a sabiduría de los italianos
(ed., trad. del latín y n. de F. N avarro Gómez; Pres. de E. Hidalgo-
Sema; Introd. de J.M. Sevilla), Barcelona, Anthropos, 2002 (contie­
ne tam bién «Del método de estudios de nuestro tiempo» y «Sobre la
mente heroica»).

IV. Estadios sobre Vico

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tino. Periodicidad anual desde 1971. Último volumen hasta la fecha:
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da por el Centro de Investigaciones sobre Vico (Sevilla), publicada por
el Secretariado de Publicaciones de la Univ. de Sevilla. Periodicidad
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tor: Prof. José M. Sevilla (Univ. de Sevilla). http://\vww.us.es/civico
N E W VICO STU D IE S. Revísta fundada por Giorgio Tagliacozzo (f) y
editada por el Institute for Vico Sludies (Universidad de Emory, At­
lanta), publicada en la actualidad po r Philosophy Documcntation
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264
ÍNDICE GENERAL

Presentación, por Emilio Hidalgo-Sema y José M. Sevilla . . . . VTI


Prefacio, por Gitdiario C r ifb .............................................................. XIII
Indicaciones al l e c t o r ........................................................................ XIX

INSTITUCIONES DE ORATORIA

[ 1] E l nom bre de l a r e t ó r i c a .......................................................... 1


[2] D e la naturaleza de la retórica ............................................ 3
[3] S obre las partes del oficio de o r a d o r .................................. 4
[4] S obre la materia de la retórica ................................................ 5
[5] S obre las ayudas de la e l o c u e n c ia ......................................... 7
[6 ] A yu d a s d e la n a t u r a l e z a ...................................................................... 7
[7] P or qué son tan raros los oradores b r il l a n t e s ................. 9
[8] D e LAformación civil DEL futuro o r a d o r ............................... 10
[9] De la formación literaria preparatoria de la retórica . . II
[10] M edios auxiliares del a r t e ................................................... 12
[11] De la invención ........................................................................... 13
[12] De los argumentos d o c e n t e s ................................................ 14
[13] Del arte t ó pic a ........................................................................... 15
[14] E jemplos de los i .u g a r e s .......................................................... 15
[15] F ormulas para proponer ejem plos ......................................... 19
[16] F órmulas para proponer t e st im o n io s .................................. 23
[17] D e lo s lu g a re s de lo s argum entos c o n c i l i a n t e s .............. 26
[18] De lo s lu g a re s de lo s arg u m en to s que conm ueven . . . . 27
[ 19] D e lo s lu g a re s de lo s arg u m en to s com unes a lo s t r e s
géneros de ca u sa s ........................................................................ 28
[20] Del género demostrativo ....................................................... 30
[21] Del género deliberativo ....................................................... 33
[22] Del género j u d ic ia l ................................................................. 34

265
[2 3 ] DE LA SELECCIÓN DE LOS LUGARES O DEL ARTE CRÍTICA .............................41
[2 4 ] D e la d i s p o s i c i ó n ...................................................................................... ............4 4

[2 5 ] D e l e x o r d io ...........................................................................................................4 4
[2 6 ] D e la n a r r a c i ó n ...................................................................................... ............52
[2 7 ] D e la d i g r e s i ó n .......................................................................................................56
[2 8 ] D e la p ro p o sic ió n .................................................................................. ............56
[2 9 ] D e la p a r t i c i ó n .......................................................................................................57
[30] De la c o n f i r m a c i ó n ...............................................................................................57
[31 ] D e la a m p l if ic a c ió n ...............................................................................................66
[3 2 ] D e la r e f u t a c i ó n ...................................................................................... ............69
[3 3 ] D e la p e r o r a c i ó n ...................................................................................... ............71
[3 4 ] D e l a e l o c u c i ó n ...................................................................................... ............74
[3 5 ] D e la e l e g a n c ia d e l d is c u r s o l a t i n o ............................................. ............74
[3 6 ] D e la s e d a d e s d e la l e n g u a l a t i n a ............................................................. 76
[3 7 ] D e la s s e n t e n c ia s , v u l g a r m e n t e «del den parlare
IN CONCETTI» .................................................................................. ......... 90
[38] De la d i g n i d a d ................................................................................................... .............99
[3 9 ] D e l o s t r o p o s ...................................................................................................... 99
[4 0 ] D e l a m e t á f o r a ...................................................................................................... 100
[4 1 ] D e l a m e t o n i m i a ...................................................................................... ........... 102
[4 2 ] D e la s i n é c d o q u e ...................................................................................... ........... 103
[4 3 ] D e la i r o n í a .............................................................................................................. 104
[4 4 ] D e la s m o d a l id a d e s d e l o s t r o p o s ............................................................. 104
[4 5 ] D e la s e s p e c ie s d e t r o p o s .................................................................. ........... 105
[4 6 ] D e l o s t r o p o s a p a r e n t e s ...................................................................... ........... 107
[ 4 7 ] D e l o s e s q u e m a s o f i g u r a s .................................................................. ........... 107
[4 8 ] D e l a s f i g u r a s d e d ic c ió n , y a n t e t o d o d e
LAS CONSISTENTES EN DEFECTO O EX CESO ............................................. ........... 108
[4 9 ] De LAS FIGURAS DE DICCIÓN BASADAS EN LA REPETICIÓN . . . . 109
[5 0 ] De LAS FIGURAS DE DICCIÓN BASADAS EN LA COLOCACIÓN . . . . 109
[51 ] De LAS FIGURAS DE DICCIÓN EN RAZÓN DE LA PRONUNCIACIÓN 111
[5 2 ] D e LAS FIGURAS DE DICCIÓN BASADAS EN LA CON EX IÓ N ................ ........... 111
[5 3 ] D e LAS FIGURAS DE DICCIÓN BASADAS EN LA DIVERSIDAD
DE C A S O S ........................................................................................................... ........... 112
[5 4 ] DE LAS FIGURAS DE DICCIÓN BASADAS EN LA SEMEJANZA
DE C A S O S ..................................................................................................................... ............ 113
[5 5 ] D e LAS FIGURAS DE DICCIÓN ARMÓNICAS............................................. ........... 114
[5 6 ] D e LAS FIGURAS DE PENSAMIENTO..................................................................... 115
[ 5 7 ] D e LAS FIGURAS DE PENSAMIENTO RELATIVAS A LA PRUEBA . . . 116
[ 5 8 ] D e LAS FIGURAS DE PENSAMIENTO DIRIGIDAS A EXPLICAR . . . . 119
[5 9 ] D e LAS FIGURAS DE PENSAMIENTO ENCAMINADAS A EXPRESAR
LAS C O S T U M B R E S ...................................................................................................... 121
[6 0 ] D e LAS FIGURAS DE DICCIÓN ENCAMINADAS A CONMOVER
LOS ANIMOS, ESTO ES, LAS LLAMAS DE LA E LO C U EN C IA ................................ 122

266
[Ó 1] D e LAS FIG ORAS DE PENSAMIENTO DIRIGIDAS A LA DISPOSICIÓN . 126
[6 2 ] D e la c o m p o s i c i ó n .................................................................................. .......... 127
[6 3 ] D e LA LIGAZÓN.............................................................................................. .......... 127
[64] Del período ....................................................................................... 128
[65]D elrttm o ........ 130
[66].De las formas del d e c i r .......................................................... ........ 134
[67] D e la memoria y la pronunciación ......................................... ........ 135

Notas del t r a d u c t o r ........................................................................... ........ 137


Referencias de las notas y fu e n te s ................................................... 213
índice onomástico (de las institu cio n es de Oratoria ) ................. 239
índice conceptual (de las Instituciones de Oratoria ) .................... ........ 243
B ib lio g ra fía ................................................................................................. 247

267
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Pres. de Emilio Hidalgo-Sema y José M. Sez 'lia
P ref de Giulia.no Grifo
Ed,, trad, del latín y n. de E.J. Navarro Góm ez
H o y más que nunca, ante la em ergente
reivindicación de las hum anidades, la obra
de Vico co nstituye una actualísima respuesta
a los problem as que acucian a los distintos órdenes
del saber. El presente texto de las Instituciones
de O ratoria destaca el papel de la retórica
y del arte de la elocuencia, tan to en el ám bito
de la reflexión filosófica co m o en el de la praxis
jurídica y civil. Sim ultáneam ente ofrece no pocos
elem entos a un nuevo pensar con fo rm e a la realidad
problem ática, d o n d e eí lenguaje no se desvincula
de los actos cognitivos ni de la b úsqueda de
la verdad, y d o n d e el arte de la argum entación
se m uestra im prescindible para ab ord ar y resolver
los asuntos hum anos.
Este pensam iento resulta estim ulante
especialmente para profesores y estudiantes
de Filosofía, H u m an idad es, Filología, D erecho,
H istoria, Pedagogía, Estética..., u indispensable
para los estudiosos de Vico, la retórica
y el hum anism o.

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