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Consejo de Formación en Educación Curso de Historia de la Historiografía II

Instituto de Profesores Artigas Prof. Ma. Guadalupe López Filardo

UNIDAD II
Historiografía en la Antigüedad Grecolatina
Historiografía latina. Tito Livio y Tácito.

Tito Livio (59 a. C. - 17 d. C.)


Ignoro si aprovecharía mucho escribir la historia del pueblo romano desde su
origen; y si no lo ignorase, no me atrevería á decirlo, sobre todo cuando considero
lo antiguos que son algunos hechos, y lo conocidos, merced á la muchedumbre de
escritores que incesantemente se renuevan, y que pretenden, ó presentarlos con
mayor exactitud, ó que oscurecen con las galas del estilo la ruda sencillez de la
antigüedad. Pero sea como quiera, tendré al menos la satisfacción de haber
contribuido a perpetuar la memoria de las grandes cosas llevadas a cabo por el
pueblo más grande de la tierra; y si mi nombre desaparece entre tantos escritores,
me consolaría el brillo y la fama de los que me oscurezcan.

Es además labor inmensa consignar los hechos realizados en un período de más de setecientos años, tomando
por punto de partida los obscuros principios de Roma, y seguirla en su progreso hasta esta última época en que
comienza á doblegarse bajo el peso de su misma grandeza; temo, por otra parte, que los principios de Roma y los
períodos a ellos inmediatos tengan poco atractivo para los lectores, impacientes por llegar á las épocas modernas,
en que el poderío, por harto tiempo soberano, torna sus fuerzas contra sí mismo. Por mi parte, un provecho
obtendré de este trabajo: el de abstraerme del espectáculo de los males que por tantos años ha presenciado
nuestro tiempo, ocupando por completo mi atención en el estudio de la historia antigua y viéndome libre de los
temores que, sin apartar de la verdad al escritor, consiguen sin embargo fatigarle.

Los hechos que precedieron ó acompañaron á la fundación de Roma, antes aparecen embellecidos por fantasías
poéticas, que apoyados en el irrecusable testimonio de la historia; no pretendo, sin embargo, afirmarlos ni
rechazarlos, debiéndose perdonar á la antigüedad esa mezcla de cosas divinas y humanas que imprime caracteres
más augustos al origen de las ciudades. Y ciertamente, si puede permitirse á pueblo alguno que dé carácter
sagrado á su origen refiriéndolo á los dioses, sin duda ese pueblo es el romano; y al pretender que Marte es su
padre y fundador, sopórtenlo con paciencia los demás pueblos, como soportan su poderío. Poco monta, sin
embargo, que se acepte ó rechace esta tradición.

Lo importante y lo que debe ocupar la atención de todos es conocer la vida y costumbres de los primeros romanos,
averiguar quiénes fueron los hombres y cuáles las artes, tanto en la paz como en la guerra, que fundaron nuestra
grandeza y la dieron impulso, y seguir, en fin, con el pensamiento la sensible debilitación de la disciplina de aquella
primera relajación de costumbres que, lanzándose muy pronto por rápida pendiente, precipitaron su caída, hasta
nuestros días, en que el remedio es tan insoportable como el mal. Lo principal y más saludable en el conocimiento
de la historia, es poner ante la vista en luminoso monumento enseñanzas de todo género que parecen decirnos:
esto debes hacer en provecho tuyo ó en el de la república; esto debes evitar, porque es vergonzoso pensarlo y
vergonzoso hacerlo.

Por lo demás, ó mucho me engaña la afición á este trabajo, ó jamás existió república más grande, más ilustre y
abundante en buenos ejemplos; ninguna estuvo cerrada por más tiempo al lujo y sed de riquezas, ni fue más
constante en el culto á la templanza y la pobreza; de tal manera acomodaba sus deseos á su riqueza. En nuestros
días es cuando la opulencia ha engendrado la avaricia, el desbordamiento de los placeres y un como deseo de
perderlo todo en el deleite y desenfreno. Pero estas quejas mías, aún siendo necesarias, tendrían poco éxito, y
debo por consiguiente prescindir de ellas en los comienzos de este gran trabajo. Mejor sería, si tuviese el privilegio
de los poetas, empezar invocando los dioses y las diosas, para conseguir de ellos, por medio de súplicas y ruegos,
que lleven a término feliz esta grande empresa.

Tito Livio Patavino. Décadas de la Historia Romana. Traducción D. Francisco Navarro y Calvo.
Madrid: Librería de los Sucesores de Hernando Quintana, 1914, Tomo I, Introducción al Libro I, pp. 1 - 4
Cornelio Tácito (56 d. C. – 120 d. C.)

No he tomado por asunto el referir los pareceres de todos, sino los más excelentes
por su honestidad, ó los más notables por su infamia; cuidado y ocupación precisa
de quien se encarga de escribir anales, para que no se pasen en silencio los actos
virtuosos, y sea tenida por los venideros la deshonra de los hechos y dichos infames.
(Anales III, 65 p. 203)

Estas cosas contadas por el vulgo, fuera de que ningún autor las confirma, se
pueden también refutar prontamente. Porque ¿cuál fuera el hombre de mediana
prudencia, cuanto y más Tiberio, cursado en tantos negocios, que sin oír las
defensas de su hijo, de su propia mano y sin espacio de poderes arrepentir le diese
la muerte?/…/

He querido referir y reprender esta voz del vulgo, para quitar con este claro ejemplo el crédito á semejantes
patrañas, rogando á los que vieren estos mis trabajos que no antepongan á las cosas verdaderas y no corrompidas
con maravillas las opiniones vulgares, y, aunque de suyo increíbles, oídas con gusto y aceptación. (Anales IV, 11
p. 225)

Sé muy bien que muchas cosas de estas que he contado y pienso contar parecerán por ventura muy leves y no
dignas de ponerse en memoria; mas no se haga comparación de nuestros anales con las materias por donde
pudieron discurrir los que recogieron las cosas antiguas del pueblo romano; porque aquellos trataron libremente
de guerras grandes, de expugnaciones de ciudades, de reyes presos ó puestos en huida… /…/ Nuestro trabajo está
ceñido más estrecho, y por el consiguiente es capaz de menor gloria: una paz no alterada, ó bien poco, las cosas
de Roma afligidas, y el príncipe sin cuidado de extender el Imperio. Todavía no será fuera de propósito el
considerar estas cosas despreciables á primera vista, dado que pueden sacarse de ellas notables documentos.
(Anales IV, 32 pp. 243-244)

Porque todas las naciones y ciudades son gobernadas ó por el pueblo, ó por los nobles, ó por un príncipe sólo.
Otra forma de república fuera de éstas, antes se puede alabar que hallar; ni dado que se hallase podría durar
largo tiempo. Así pues, como entonces, prevaleciendo la plebe, era necesario conocer la naturaleza del vulgo y el
modo de saberle regir y manejar, ó cuando gobernando los senadores eran tenidos por prudentes y astutos los
que conocían las inclinaciones del Senado y de los nobles, así ahora, habiéndose mudado el estado de la ciudad y
reducídose las cosas al gobierno de uno sólo, a éstas conviene atender y de éstas es necesario y provechoso tratar,
siendo así que no son pocos los que con la prudencia sola saben discernir las cosas honestas de las que no lo son,
y las útiles de las dañosas, y muchos los que se enseñan á costa de los sucesos ajenos. /…/ (Anales IV, 32 p. 244)

Mas nosotros no escribimos otra cosa que mandatos crueles, acusaciones continuas, amistades falsas, ruina de
inocentes, y las causas de estos efectos, siempre conformes en sus medios y en sus fines, con una semejanza de
cosas bastante para cansar á quienquiera. Fuera de que son raros los que dicen mal de los escritores antiguos,
importando poco que alguno se haya alargado en engrandecer con mayor gusto las escuadras cartaginesas que
las romanas. Mas ahora viven todavía muchos descendientes de los que en tiempo de Tiberio sacaron vergüenza
ó castigo. Y cuando bien demos que hayan acabado aquellos linajes, se hallarán muchos que, por la conformidad
de costumbres, pensarán que se les prohija a ellos todo el mal que se dice de los otros. Á más de esto, la gloria y
la virtud tienen sus émulos, según que el espíritu del hombre discurre en sí al contrario de lo que pide su natural.
(Anales IV, 33 pp. 244-245)

Cayo Cornelio Tácito. Los Anales. Traducción D. Carlos Coloma.


Madrid: Librería de los Sucesores de Hernando Quintana, 1914, Tomo I

EJERCICIO
A partir de la lectura de los textos precedentes, procure:
a) subrayar las principales características de la historiografía latina, con respecto a su visión sobre el
pasado, al objeto de la historia y al método empleado por los historiadores romanos;
b) establecer algunas comparaciones con los rasgos que definen la historiografía griega.

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