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“LEONORA Y MARIO” (1)

Leonora era una joven que vivía sola en una pequeña isla. Se
pasaba el día cazando, pescando y cosechando sólo para ella. Leonora,
no tenía con quien compartir. Había construido una pequeña choza para
protegerse del frío, el viento y el calor.

Un día, mientras reparaba su casa, Leonora observó que una balsa


se acercaba a la orilla. Sorprendida y contenta de ver a alguien después
de mucho tiempo, fue al encuentro del extraño.

- “¡Qué alegría verte! ¿Quién eres? Ya estaba aburrida aquí,


sola”. Mi nombre es Leonora”

El extraño respondió el saludo y se presentó:

- “Mi nombre es Mario. Vivo lejos de aquí, solo como tú.


Construí esta balsa con el cuero y los huesos de una ballena que
murió a la orilla de la playa. La hice para recorrer las islas, con la
esperanza de poder encontrar amigos y parece que lo he
logrado”.

- “Ven, acompáñame”, dijo Leonora.” Deja que te muestre la


isla. Mira todo lo que hay aquí, frutas, animales, árboles.”

Mario le contó a Leonora que donde él vive, no hay animales ni


árboles, que no puede protegerse del sol fácilmente y sólo puede comer
pescado.

Leonora y Mario pasearon, conversaron, se rieron y jugaron. Al


final del día, ya estaban muy cansados y con mucho sueño…

- “Lo hemos pasado bien”, dijo Mario. “Me iré y volveré otro día.
¿Es posible?”

- “Naturalmente”, respondió Leonora. “Si quieres te quedas.


Podemos compartir esta isla”.

- “Gracias, Leonora. Yo podré encargarme de pescar y de cuidar


las plantas y los árboles”.

- “¡Bien!”, dijo Leonora. “Yo, me encargaré de la tierra y de los


animales”.

- “¡De acuerdo!”, prometió Mario.


- “¡Venga esa mano!”, dijo Leonora. ” Yo te indicaré dónde
puedes dormir. O tú buscas un lugar por tu cuenta”

Felices, siguieron conversando.

Pasó el tiempo. Leonora y Mario vivían muy contentos respetando


sus acuerdos. Sin embargo, un día, Leonora comentó a Mario que la
cosecha no era suficiente y la pesca andaba floja, a lo que Mario replicó:

- “¿No exageras un poco?”

- “Mario, hace más de una semana que no tenemos fruta para


comer y los árboles están cargados, ¿cómo puedes dejar que la
fruta se pierda?”

- “Pero Leonora, es pesado el trabajo de pescar y tú puedes


sacar la fruta si necesitas comer”.

- “Sí”, dijo Leonora. “Puedo hacerlo, pero ese no fue nuestro


acuerdo”.

- “Lo siento, Leonora, pero me doy cuenta de que no me gusta


mucho pescar ni cuidar las plantas y los árboles”.

- “Entonces, ¿en qué va a quedar nuestro acuerdo? preguntó


Leonora.

- Mario, un poco molesto dijo: “Mira, creo que lo mejor es que


regrese a mi isla. ¡Allí haré lo que yo quiera!”.

- “Es lamentable”, señaló Leonora. “Pero ninguno de los dos


tendrá un amigo cerca”.

- “Eso es verdad, pero nadie me estará exigiendo que cumpla tal


o cual norma”, dijo Mario.

Leonora, que ya estaba un poco triste de perder a su amigo, invitó


a Mario a consultar a un Sabio que vivía en la isla vecina para pedirle un
consejo.

- “Ese Sabio nos puede ayudar a encontrar una solución a este


problema”.

A Mario le pareció bien y se pusieron en camino hacia la isla del


Sabio.
Al llegar a la otra isla, los amigos le contaron al sabio lo que
sucedía. Entonces, el sabio respondió:

- “Leonora, antes de llegar Mario a la isla, tú estabas aburrida.


No tenías con quién conversar y nadie con quién poder trabajar y
jugar a esos juegos tan entretenidos que tú conoces”.

- “¡Cierto!” - exclamó Leonora.

Nuevamente el Sabio intervino:

- “Cuando las personas viven juntas, en un mismo l u gar, necesitan


ponerse de acuerdo para poder trabajar, jugar y vivir o compartir espacios.
De otro modo, no podrían estar juntas”

Entonces Leonora exclamó:

- “Mario y yo habíamos hecho algunos acuerdos para poder compartir


nuestros alimentos, trabajos y juegos. Pero…”

- “¡Ahora entiendo! manifestó Mario. Y, un poco avergonzado,


reconoció: “Yo no cumplí esos acuerdos. Me comprometo, desde
hoy a cumplirlos”.

Leonora se alegró y pensó que era muy bueno seguir compartiendo


la isla y la amistad con otras personas. Mario miró al Sabio con alegría y
le agradeció: “Gracias, nos has ayudado a conservar nuestra amistad”.

Desde entonces, Leonora y Mario viven en paz. Cuando no están


seguros si lo que han hecho está bien o si rompen un acuerdo o una norma,
van a visitar al sabio de la isla, quien les ayuda a pensar y a decidir cómo
resolver el conflicto.

(1) Texto adaptado como narración de “Aprendo que las normas son acuerdos
que nos ayudan a vivir junto a otras personas”, Separata de Castillo, G. y
otros. Guías de Aprendizaje para una Escuela de Anticipación. Santiago,
Chile, CPEIP, 1999.

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