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-¿Puede evitarse que el paciente llegue hasta su morada final inconsciente por los calmantes y sin
posibilidad de comunicarse?
-Si hay entrenamiento, en la inmensa mayoría de los pacientes se puede lograr ese objetivo: que
permanezcan libres de dolor y otros síntomas molestos, pero lúcidos.
-La morfina y otros opioides, ¿son peligrosos?
-Muchos de los que sienten dolor la necesitan, no todos. Lejos de lo que se cree, es uno de los fármacos más
seguros si la administran profesionales entrenados.
-El paciente, ¿debe saber la verdad sobre su situación?
-En líneas generales, cuanto más honesta es la comunicación, más saludable, y esto implica la posibilidad de
hablar de temas difíciles. Muchas veces los familiares no saben qué es mejor. Por eso suelen consultar a los
equipos de cuidados paliativos.
-A veces se dice: "No le digas la verdad, va a sufrir más..."
-Partimos de una premisa falsa: no le digas la verdad como si el paciente no lo supiera... El secreto está en
cómo podemos compartir esa verdad. En la gran mayoría de los casos, el paciente siempre sabe. Y si bien
algunos utilizan un mecanismo psicológico de negación, luego pasarán a una etapa de mayor aceptación. Ahí
está la tarea del equipo para que estas etapas puedan ser vivenciadas.
-¿Qué piensa de la eutanasia?
-Hace más de 30 años que trabajo en cuidados paliativos y hay un tema en el que me mantengo firme: la
completa oposición a la eutanasia. Estoy convencido de que la mejor respuesta al sufrimiento en el final de la
vida no es la eutanasia. Los cuidados paliativos, en cambio, establecen un balance entre la afirmación y
defensa de la vida (es un movimiento en favor de la vida), pero al mismo tiempo ayudan a la aceptación de la
muerte como una realidad inevitable.
Por Gabriela Navarra
De la Redacción de LA NACION
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