Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
HISTORIA
MODERNA
J
J
J
J
J
J
J
J
J
J
J
J
J
J
J
J
J
J
J
J
J
J
J
J
J
J
J
J
J
J
J
J
J
J
J
J
J
J
J
J
J
J
J
J
J
J
J
J
J
J
J
J
J
J
J
J
André Corvisier
HISTORIA MODERNA
Traducción de Fabíán García-Prieto Buendía
7
traducir en estos «Tiempos modernos» divisiones destinadas a prolon-
garse. Los alemanes distinguen entre Frühere Neuzeít y Spat Neuzeit;
los ingleses, entre Early Modern Times y Later Modern Times ... Estos
términos, indudablemente menos rígidos que los nuestros, ¿correspon-
den exactamente al antiguo régimen y al régimen nuevo? Si así fuera,
su delimitación variaría según los países: 1848 para la mayoría de las
naciones de la Europa central, 1860 o 1917 para Rusia... De hecho,
los historiadores occidentales reconocen por lo general que el final del
siglo XVIII marca una etapa importante en la historia de sus países
respectivos como consecuencia de la repercusión de las revoluciones
americana y francesa.
Podríamos decir que se trata de puntos de vista europeocentristas.
Pueblos que hoy constituyen más de la mitad de la humanidad no
se vieron perturbados en modo alguno, a fines del siglo XVIII y prin-
cipios del XIX, por los grandes movimientos que afectaron a Europa
y sus prolongaciones coloniales. ¿Es justo ignorar su presencia en una
periodización del pasado? Personalmente considero que la naturaleza
de este argumento no es suficiente para descartar el final del siglo XVIII
como término de nuestro período. El Extremo Oriente o la India no
desempeñan en ese momento, ni desempeñarán durante algún tiempo,
un papel impulsor de primer orden en la evolución de la humanidad.
Otra objeción: el comienzo del siglo XVI y el final del XVIII no
representan un viraje: importante en la historia económica o en la de
las condiciones de vida materiales. Las consecuencias del descubri-
miento de América y del acceso directo de los europeos a las Indias
no se advierten sino en el transcurso del siglo XVI, y la Revolución
industrial se sitúa, salvo para Inglaterra, durante el siglo XIX. ¿Se
pueden ignorar estos hechos?
Cierto que toda periodización es artificial. Al aceptar el esquema
general de esta colección, no he querido dejar en la sombra la histo-
ria de los pueblos no europeos, ni limitar la de los acontecimientos
económicos y materiales, sino que he tratado de equilibrar el estudio
de los factores económicos, sociales, morales, espirituales y políticos,
presentándolos, en la medida de lo posible, de acuerdo con un orden
cronológico.
8
no suele pensarse en la conveniencia de hacer el mismo esfuerzo con
respecto a Europa a lo largo de la casi totalidad de los tiempos mo-
dernos. Tanto menos en Francia, donde los tiempos modernos han
producido obras maestras que pretenden ser universales. Ahora bien,
«el hombre de Versalles» está muy lejos de nosotros. ¿Qué decir del
hombre del campo o de las pequeñas ciudades contemporáneas de Lu-
tero? Porque no existe un hombre de los tiempos modernos. Estos tres
siglos presencian una auténtica «muda» de la especie humana, sin
duda menos visible y menos precipitada que la presente, pero bastante
profunda, ya que prepara esta última. Para comprender a los hombres
de estos tres siglos hay que someterse a una serie de desplazamientos
en el tiempo y en el espacio, puesto que si el mundo del siglo XX no
es uno, a pesar de la unidad aparente que le impone la mecanización,
el de los Tiempos modernos es aún más abigarrado.
En efecto, a fines del siglo XV entran en contacto mundos que se
habían ignorado por completo hasta entonces. Por primera vez en la
historia, el hombre conoce la forma de la Tierra. No sabe aún que ya
na quedan por hacer en el globo más descubrimientos de la importan-
cia del de América. Nosotros, que lo sabemos, calibramos mejor que
los contemporáneos de América Vespucio la importancia de su tiempo
en la historia: el planeta culminó su unidad.
9
Bibliografía General
Hisioire générale des civilisations, vol. IV, R. MOUSNIER, Les XVI' et XVII' siécles,
S." edición, 1967, y vol. V, R. MOUSNIER, C.-E. LABROUSSE y M. BOULOISEAU, Le
XVIII' siécle, 1953.
Les Grandes Civilisations: J. DELUMEAU, La Civilisation de la Renaissance, 1967;
P. CHAUNU, La Civilisation de l'Europe classique, 1966 y La Civilisation de
l'Europe des Lumiéres, 1971; A. SOBOUL, La Civilisation et la Révolution fran-
caise, vol. 1, La crise de l'Ancien régime, 1970.
Le Monde et son histoire, vols, V y VI, M. VÉNARD, XVI' et XVII' siecles, vol. VII,
1967, Y L. BERGERON, XVIII' siécle, 1968.
Recueil de textes d'Histoire, bajo la dirección de L. GOTHIER y A. TROUX, vol. III,
Les Temps modernes, 1959.
R. TATON, Histoire générale des sciences, vol. II, 2." edición, 1968.
M. DAUMAS, Histoire générale des tcchniques, vol. II, 1965.
Histoire universelle de poche, M. MORINEAU, Le XVI' siecle, 1968, y SUZANNE PIL-
LORGET, Apogée et décadence des sociétés d'ordres, 1969.
10
CAPÍTULO PRIMERO
El hombre y el clima
El hábitat
II
generaliza ya tarde, y en pleno siglo XVI, París es todavía una ciu-
dad de madera. A lo sumo, se construye en piedra la planta baja. El
incendio de Londres de 1666 nos recuerda que la madera estaba aún
muy difundida en el siglo XVII. Únicamente en las iglesias, conventos
y Ayuntamientos se emplean materiales duros. Incluso en las ciudades,
la techumbre está hecha a menudo de tablillas o cañas.
En las zonas donde abunda la madera, abarca la totalidad del edificio (Escan-
dinavia, Rusia). En otras partes, la forma de construcción más extendida combina
la madera y el adobe; en la Europa occidental, con revoque de argamasa o entra-
mado de madera a la vista; en Extremo Oriente, con bambú y adobe. En la ciu-
dad, la construcción está sujeta a una estricta reglamentación. No obstante, per-
siste cierta fluidez en la agrupación de las casas. La apiñada aldea lorenesa no
aparecerá hasta el siglo XVII. Se conservan los jardines entre las manzanas de casas
urbanas.
En las ciudades, la casa pobre, baja, se compone a menudo de dos piezas:
«la habitación delantera» y «la habitación trasera». La casa burguesa, que sigue
siendo estrecha, crece en altura y alberga varias familias. Se difunde la estrati-
ficación vertical de los niveles sociales: tienda o taller en la planta baja, hogar
del amo en la primera planta y, encima, habitaciones para los operarios, desva-
nes habitados. En el campo, el hábitat une estrechamente hombres y animales
domésticos.
La tierra apisonada que, salvo excepciones, constituye el suelo de las casas ru-
rales, cede la plaza al embaldosado en las ciudades. El parqué se limita a hacer
una tímida aparición en los hogares de los más pudientes y no se divulgará hasta
el siglo XVII. En París se continúa aún cubriendo el suelo de las habitaciones con
paja en invierno y con hierba fresca en verano. Europa conoce la innovación del
vidrio transparente, cuya aplicación en ventanas se extenderá en el siglo XVII. El
postigo macizo sigue presente, sobre todo en el campo.
La calefacción sólo existe realmente en los países donde el invierno es riguroso.
En el norte de China, en Rusia, el campesino duerme con su familia sobre la
estufa de ladriIlo. La chimenea de ciertas dimensiones hace su aparición en el
noroeste de Europa, donde pasa a ser elemento decorativo de los hogares ricos.
En París, la gente pobre se calienta gracias al fogón de ladrillo que sirve de cocina.
Los países mediterráneos sólo conocen el brasero. En Europa central y oriental,
la estufa de ladrillo, más tarde de cerámica, se coloca en la sala. La calefacción
es privilegio de una sola estancia, lo que implica la concentración de la vida
durante el invierno en un reducido espacio.
12
la modesta palmatoria. Esta «victoria sobre la noche» se sitúa en Eu-
ropa en el curso del siglo XVI (P. Braudel).
La indumentaria de la mayor parte de la humanidad no experi-
menta cambio alguno ni en cuanto a la materia textil empleada ni en
cuanto a la forma, ya se trate del quimono en el Japón o del poncho
en el Perú. Tampoco varía apenas entre los pobres de Europa, tanto
hombres como mujeres, antes del siglo XVIII. La elección del tejido está
determinada por los recursos naturales del país, las costumbres impe-
rantes en cuanto a la vestimenta y el rango social.
La uniformidad preside como norma no sólo las ropas de trabajo, sino tam-
bién los atuendos profesionales. Así, en la Europa occidental y central, la toga
continúa siendo el distintivo de clérigos, miembros del claustro de profesores uni-
versitarios (incluidos los de medicina) y jueces. El uso de una indumentaria talar
impone un comportamiento grave y mesurado a hombres aún cercanos a la
naturaleza.
No obstante, el atuendo de la corte, imitado de lejos por el de la ciudad, se
convierte en presa de la moda. Tanto es as! que todo lo que' se juzga a sí mismo
permanente -Iglesia, monarquía-e- se aferra al uso de indumentarias anacrónicas,
cuya forma viene fijada, en lineas generales, desde el siglo xv. ¿No es acaso esta
victoria de la moda el signo de una victoria sobre los imperativos del vestido?
13
que no haya cosecha todos los años. Este desafío 'a la naturaleza, ¿es
verdaderamente tan excepcional?
El hombre apenas sí intenta incrementar la fertilidad de las tie-
rras, que en la mayoría de casos, sobre todo en los países de cultivo,
manual, ª,bona, como .• en China, con estiércol humano. Por lo demás,
el laboreo es pocqprofundo. Los animales dejan el estiércol directa-
mentesoprelatierrll cuando se les lleva a los rastrojos. Para devol-
ver <al Jerrel10su fertilidad, se le deja reposar. A la falta de cultivo
permanente,seiafíadeuna falta de cultivo temporal, no siempre pe-
riódica.Cuanqo Iasnecesídades de alimentación aumentan, se recurre
a la. T9tpEtlci(¡n.
ELil1tercB,rnbiQdeespecies es ya considerable entre las distintas
Ptlrt€sq21"\TiejPirvl\ll1do,peronada comparable en rapidez a las trans-
f0J:']113ciol1e§iREqyqca.d.as . por el descubrimiento del Nuevo Mundo.
Imaginagul1a.:Europa sin patatas, sin maíz...
El universo animal es probablemente más rico que hoy día en especies no do-
mesticadas. Claro que el hombre ha incidido en su equilibrio. El oro puebla aún
las montañas, y el lobo los campos de la Europa occidental, pero han entrado ya
en la fase de desaparición. Menos sorprendente resulta ver al hombre transportar
de un continente a otro sus animales domésticos. Esto proporcionará a América
el caballo; a Europa, el pavo, la gallineta... Algunos animales domésticos serían
irreconocibles para el hombre del siglo )"'X. El cerdo, provisto de colmillos, sigue
siendo más bien pequeño (de 40 a 60 kilos de peso) y velloso. Sólo las vacas que
se encuentran actualmente en la India pueden proporcionar una idea de las que
había entonces en Europa.
Las fueJ:1Jes ge energía motriz son inmediatas. Proceden de todo aquello que se
muevexies lllqyido naturalmente, En un principio, el hombre emplea su propia
fuerza. En esteas]J€cto no 10 hace mejor hoy día. Todas las máquinas elementa-
les están ya. inventadas. Las grandes civilizaciones del Viejo Mundo conocen la
palanca, la-rueda, la polea, el cabrestante, el torno de mano, la grúa, los pedales,
que multiplican las fuerzas humanas, débiles por naturaleza.
La fuerza animal se emplea más a menudo para transportar que para arras-
trar o mover las máquinas. Tampoco en ese aspecto el hombre ha progresado de-
masiado, al menos en el Viejo Mundo. El caballo es aún un animal caro, atri-
buto privativo de los nobles, de los guerreros, o de los labradores pudientes en
las regiones más fáciles de cultivar.
14
Gracias al caballo y al dromedario, el hombre puede vencer la dis-
tancia, al multiplicar por cinco la longitud de la etapa diaria. Pero no
logra vencer el peso. Falto de caminos adecuados, el acarreo sigue sien-
do problemático y limitado. Una carreta de tiro apenas sí transporta
más de media tonelada, y los gastos son enormes. Así pues, está claro
que lo único que se debe transportar a cierta distancia son las mer-
cancías ligeras y costosas.
En tierra, el viento sólo impulsa los molinos. No ocurre lo mismo
con el motor hidráulico, aunque, nacido de las necesidades de la
molinería, se continúa llamándole molino. Pero no sólo acciona las
muelas. Se puede afirmar que, en el siglo XVI, el molino se convirtió
en la principal fuente de energía motriz utilizada por la industria.
La navegación aprovecha únicamente las fuentes de energía motriz
naturales (remos y velas). Pero es un medio de comunicación casi ex-
clusivamente terrestre: fluvial o costera, por lo demás insuperable allí
donde es posible. La travesía directa de océanos y mares de cuales-
quiera dimensiones constituye entonces una aventura. Y sólo en el
transcurso del siglo xv los europeos empiezan a pensar en ella.
El hombre del siglo XVI no puede considerar los combustibles como
una fuente de energía. No obstante, utiliza la madera y, en un se-
gundo plano, en el norte de China y en distintos puntos de Europa
(región de Newcastle y zona de Lieja) el carbón de piedra, no sólo
para calentarse, sino también en aplicaciones industriales: metalurgia,
evaporación en la obtención de la sal... Es probablemente en el as-
pecto de las fuentes de energía donde aparece con mayor nitidez la
inferioridad de las civilizaciones anteriores respecto a las nuestras.
Por paradójico que resulte, la técnica no está tan atrasada. El do-
minio de las aguas comprende canales, irrigación, drenaje, bombas,
esclusas. Muchas de las herramientas están hechas, evidentemente, de
madera. Sin embargo, el utillaje de acero, que permite cortar, per-
forar, pulir, se encuentra casi a punto (la sierra, el berbiquí, el tala-
dro ...). Lo único que le falta es fuerza. La necesidad de metales pre-
ciosos, o incluso simplemente útiles, induce al hombre, desde hace
mucho tiempo, a explorar las fuentes del subsuelo. Con toda seguri-
dad, no se puede comparar la mina del siglo XVI con la del siglo xx.
Sin embargo, todos los elementos están presentes: pozos, tornos de
mano, galerías, vagonetas, bombas de agua, ventiladores.
Así pues, si dispusiese de la energía necesaria, la técnica permiti-
ría al hombre un considerable dominio de la naturaleza. Para paliar
esta insuficiencia, se las ingenia para multiplicar sus propias fuerzas.
Al tratar de poner al servicio de su técnica considerables fuentes de
energía, ha de derrochar, en sus relaciones con la naturaleza, una
paciencia infinita. La paciencia del europeo del siglo XVI es probable-
mente del mismo nivel que la del chino del siglo XIX. En efecto, su
15
técnica y sus fuentes de energía motriz no proporcionan todavía al
europeo una superioridad abrumadora sobre el chino. Si se considera
el piloto de la humanidad es por otras razones, especialmente es-
pirituales.
Alimentos y estimulantes
Los tipos de alimentación son menos variados que hoy día. El medio geográ-
fico impone su ley. El pan, las gachas de arroz y de maíz dominan en zonas com-
pletamente aisladas. A esto se suman las prescripciones religiosas (el islam, sin
vino, alcohol ni cerdo; la India brahmánica, sin carne ni pescado de mar). Por
último, la tradición se resiste a la introducción de nuevos alimentos o recetas.
Esto se traduce, dentro de cada región, en una gran monotonía del régimen
alimentario. Imaginad la mesa del europec desprovista de patatas, arroz, gachas de
maíz, pavo, azúcar, alcohol, chocolate, té, café, y la ausencia de tabaco. Sin em-
bargo, tampoco hay que exagerar esta monotonía, pues a partir del siglo XVI el
europeo renuncia al consumo de numerosos productos naturales: bayas silvestres,
«hierbas», caza diversa. Además, de acuerdo con las estaciones, existen diferencias
en los regímenes alimentarios cuya práctica ha perdido el europeo.
16
perder su valor. Así ocurrió con las especias, cuya búsqueda fue uno
de los acicates de los grandes descubrimientos y que fueron despre-
ciadas por los gastrónomos del siglo XVIII.
17
2. Corvísíer.
'El vino se conoce en toda Europa, más caro en las regiones no vinícolas en la
medida en que no se sabe conservarlo bien. Aunque no sea todavía objeto de un
consumo masivo, la ebriedad aumenta. Al lado de la cerveza rubia corriente, de
escaso contenido alcohólico, en la Europa del Norte comienzan a aparecer cerve-
zas de lujo. Pero la fabricación de la cerveza presenta el inconveniente de com-
petir con el pan, puesto que ambos se obtienen a partir de cereales. Quizás esta
competencia. pueda explicar el éxito de la sidra a finales del siglo xv y principios
del XVI. Es en esta época cuando, procedente de Vizcaya, toma carta de natura-
leza en la Baja Normandía. Existen otras muchas bebidas fermentadas, incluso en
Europa, donde se emplean los frutos y las hojas de ciertos árboles silvestres (fresno,
Silvia de abedul), pero más aún fuera de Europa, por ejemplo, las bebidas obte-
nidas a partir de la savia de arce (Canadá), el vino de palma o el vino de arroz.
En América se hace una cerveza a base de maíz. germinado.
A comienzos del siglo XVI, el aguardiente deja de ser patrimonio exclusivo de
médicos y boticarios. Partiendo de Francia, se difunde primero por la Europa del
Norte, luego por la del Sur. Fuera de Europa, hay muchos lugares en que el
alcohol es desconocido." En contraposición, Europa ignora los estupefacientes, el
hachís asiático, la hoja de coca de la América tropical y, antes de su introducción
en Lisboa en el año 1558, el tabaco.
18
tanas, de las fiebres que ongman una gran transpiración? Probablemente, en el
fondo se trata de la difteria, de las tifoideas, de la viruela, del sarampión. A ellos
hay que añadir las fiebres intermitentes. La malaria asola las zonas cálidas y
húmedas. Europa no se ve más afectada que cualquier otra parte del mundo.
«Los virus colonizan las regiones nuevas con mayor rapidez que el hombre.»
La sífilis, que quizás existiese ya bajo otra forma en el Mundo Antiguo, triunfa
en Barcelona a partir de las fiestas que celebran el regreso de Cristóbal Colón.
En cuatro o cinco años conquista toda Europa. En 1506-1507 ha llegado hasta
China. La lepra se mantiene en Asia, aunque disminuye muy netamente en Eu-
ropa, de donde habrá casi desaparecido a comienzos del siglo XVII. No sabemos si
esta desaparición se debe al progreso de la ropa interior o a la competencia de
otros virus.
Pero la enfermedad más temible en esta época sigue siendo la peste, que toda-
vía no se ha logrado vencer. Es el símbolo de todas las enfermedades del mundo
cristiano. De hecho, existen dos clases de peste: la peste pulmonar, pandemia que
nada es capaz de detener (peste negra de 1348), y la peste bubónica, transmitida
por la pulga de la rata. Esta última es endémica en el sur de China, en la India,
en Africa del Norte y, durante casi dos siglos todavía, en Europa, donde reapa-
rece sin cesar localmente, bajo una forma más o menos virulenta. Entre las prin-
cipales víctimas, los recién nacidos y las mujeres encinta.
La medicina se muestra impotente en la lucha contra la peste y otras enfer-
medades, cuando no prescribe remedios, vomitivos y sangrías que debilitan aún
más al enfermo. El empirismo popular se muestra quizá más eficaz. Y probable-
mente se deba a su inspiración, para establecer un dique contra la sífilis, la desa-
paríción de los baños públicos. Este mismo empirismo incita a los enfermos a
recurrir a los curanderos. Los reyes de Francia e Inglaterra padecen de lamparones
(escrófulas, adenitis tuberculosas).
La mejor defensa contra la peste es el aislamiento. Las autoridades municipa-
les empiezan a organizar seriamente cuarentenas, cordones sanitarios, redes de
información exterior. Pero la lucha no rebasa el plano local. Todos los que poseen
los medios para ello abandonan la ciudad infectada y se refugian en las viviendas
campestres. Al lado de actos de abnegación admirables, la peste provoca también
deserciones. En mayor proporción que ninguna otra plaga, actúa psicológicamente,
exasperando el egoísmo, no sólo de los individuos, sino de los grupos y las clases
sociales. Desencadena verdaderas locuras colectivas. Por regla general, los pobres
quedan encerrados en las ciudades contaminadas, donde se entregan al pillaje y
mueren. A su paso, la peste inspira igualmente un arte morboso (danzas de la
muerte). Desarmado así ante la muerte,· el hombre puede oscilar entre el fatalismo
y la pasión de vivir, entre la postración y la acción. Y en cuanto a esta última,
aún es preciso que sus aptitudes físicas se lo permitan.
19
a las enfermedades. Cada herida deja su huella; muy a menudo el tronco y los
miembros quedan torcidos de por vida. Lo más probable es que la humanidad no
presentase mejor aspecto al principio de los tiempos modernos. No son casos de-
masiado raros los que inspiraron los cuadros de los realistas flamencos.
Inversamente, quizás esos hombres estuvieran dotados de una resistencia que
nosotros no poseemos. Resistencia al dolor, que el empleo de anestésicos ha debi-
litado, resistencia al calor, al frío, a los cambios de temperatura, a la fatiga.
Pero los cuerpos se desgastan pronto. Muchos hombres de cuarenta años están ya
decrépitos y se les considera como ancianos. La disminución de la vista es irre-
mediable. Las personas acomodadas se retiran de la vida activa mucho antes que
ahora y las mujeres son incapaces de tener hijos bastante antes de llegar a la
menopausia.
Los individuos reaccionan de manera diferente ante esas pruebas impuestas a
su cuerpo. Hay hombres que abandonan, hay otros que luchan. La postración y la
indolencia, que las creencias fatalistas pueden justificar a posteriori, parecen reinar
sobre la mayor parte del mundo y mantienen la debilidad física y fisiológica. En
contraposición, bajo casi todos los climas, en casi todos los medios religiosos, se
encuentra un número mayor o menor de hombres que exigen mucho de su cuerpo,
bien porque pueden hacerlo, bien porque les obligan a hacerlo. El esfuerzo diario
del cooli chino requiere desde la adolescencia la movilización de toda la energía
humana. Lo mismo ocurre en otras muchas actividades especializadas. El tejedor
ha de adaptar su cuerpo al telar, lo mismo que el caballero al caballo. Así ad-
quieren aptitudes muy particulares que hacen que los cuerpos se diferencien mucho
más que en las sociedades evolucionadas actuales.
LA AFECTIVIDAD
Si es cierto que los tipos físicos están más diversificados que hoy
en día, probablemente lo estén aún más los tipos psíquicos. Salvo en
caso de una vecindad inmediata, los contactos entre hombres tan dis-
tintos y tan notoriamente acantonados han de ser por fuerza rudímen-
tarios y esporádicos. Se precisaron dos siglos para que se crease una
diplomacia europea. Debido al abigarramiento de las estructuras socia-
les y políticas, a causa también de las diferencias de grado en el do-
minio de sí mismo y la diversidad de las formas de afectividad, sólo
excepcionalmente, de no ser para conquistarlos, se deseaba una rela-
ción con los mundos exteriores.
El dominio de sí mismo
20
de la Edad Moderna, lo mismo que sus vecinos, nos parece grosero y libertino,
inestable, emotivo, impulsivo, capaz de sentimientos de una violencia asombrosa.
Su avaricia y su concupiscencia están poco refrenadas. Asesinatos, crímenes pasio-
nales, premeditados o no, violaciones y raptos son relativamente comunes en todos
los niveles sociales. A duras penas sí el clero llega a evitar tales excesos. Los senti-
mientos más elevados, la fe religiosa, el honor, presentan un aspecto visceral y
se expresan a veces de manera feroz, como testimonian las guerras de religión y los
duelos.
La crueldad de la época sorprende. La vista de la sangre no causa repulsión.
Más bien resulta atrayente. La gente corre a contemplar las ejecuciones capitales,
que se acompañan de una gran variedad de suplicios. Hasta la desesperación y las
penitencias libremente aceptadas tienen un carácter desmedido.
La sociabilidad
Las relaciones entre los individuos son las más de las veces rela-
ciones de fuerza. No es bueno que el hombre esté solo, dice la Biblia.
Tampoco es bueno para la mujer, podría añadirse.
El niño no suscita el menor interés por sí mismo. Para los grandes, los nobles,
los burgueses, el hijo representa el porvenir del linaje. Se respeta en el anciano el
posible beneficio de su experiencia y su proximidad al cielo. La caridad, procla-
mada en voz alta como una virtud y un deber, se ejerce en interés del donante y
no del socorrido. Se tolera a los mendigos, pero a condición de que pertenezcan
a la comunidad local.
Ello se debe a que tanto los franceses como sus vecinos, extrema-
damente gregarios, forman células sociales elementales, comunidades
rurales, parroquias muy sólidas, que no son verdaderas entidades, pero
que se sienten como organismos vivos, como cuerpos, con su cabeza y
sus miembros. El extraño, el «forastero», provoca la desconfianza y se
convierte fácilmente en el chivo expiatorio, sobre todo cuando no habla
el mismo idioma, no practica la misma religión o incluso cuando ejerce
una profesión distinta al conjunto del cuerpo (comerciantes, banqueros).
Entonces, el odio que le persigue es endémico.
21
los límites de la ciudad. Y dado que los reyes de Francia e Inglaterra han sido
largo tiempo enemigos, y existe en sus pueblos, aun cuando diferente de lo que
será más tarde, un sentimiento nacional.
La vida y la muerte
EL CONOCIMIENTO
Los sentidos
22
La vista, que es nuestro sentido principal, tiene para él menos importancia que
el oído y el tacto. Antes de la difusión del libro impreso, la lectura es un medio
de información mucho menos empleado que la audición. Los consejeros de los
reyes reciben el nombre de auditores y los informes se presentan casi siempre oral-
mente. La Palabra de Dios es comunicada mucho más mediante sermones y pré-
dicas que a través de la lectura. Entendimiento significa comprensión. El tacto es
el órgano de la certeza, que aporta al hombre la confirmación de lo que ve. Las
prácticas religiosas ratifican esta confianza (imposición de manos, contacto con las
reliquias). No obstante, el papel de la vista aumenta durante el siglo XVI, época
en que se incrementa el uso de cristales transparentes en las ventanas y en que
los lentes aportan una prolongación a la actividad del hombre.
23
Deficiencia de la expresión abstracta
Las lenguas vivas de aquel tiempo no permiten expresar bien los conceptos.
Faltan en el francés de la época multitud de términos abstractos. La expansión de
la imprenta no ha permitido aún la codificación de la ortografía. Sin embargo, el
francés puede ya enunciar nociones jurídicas, como lo prueba la Ordenanza de
Víllers-Cotteréts (1539), que hace su empleo obligatorio en las actas jurídicas. En
cambio, no se acomoda a la ciencia. Verosímilmente, las restantes lenguas europeas
no están mejor provistas.
El latín, que presenta la ventaja de ser comprendido por todo el mundo culto
europeo, admite la creación de neologismos, pero «hecho para expresar los procesos
intelectuales de una civilización muerta una docena de siglos atrás [...] ¿será capaz
de alumbrar las ideas futuras? (L. Febvre),
La expresión de lo cuantitativo aparece todavía menos favorecida. Y aunque el
cálculo posee ciertos procedimientos sencillos, sirven sólo para la contabilidad co-
mercial. El cálculo científico se ve embarazado por las dificultades de expresión.
La numeración gobar (o arábiga), de origen indio, no ha penetrado aún en la vida
corriente, en la que reina la numeración romana, tan complicada para las cuentas
sobre el papel que se emplea de preferencia el tablero, el ábaco y las fichas.
Necesidad de certidumbre
24
Bibliografía: Obras citadas en la pág. 10. R. MANDROU, /ntroduction a la France
moderne, essai de psychologie historique, /500-/600, 1961. M. DAUMAS (bajo la di-
rección de), Histoire générale des techniques, vol. I1, 1965. F. BRAUDEL, Civilización
material y capitalismo, 1967. E. LE Roy-LADURIE, Histoire du climat depuis l'an
mil, 1967.
25
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
I
PRIMERA PARTE
Afirmación de Europa
(1492-1560)
27
mundo. Los europeos del frente atlántico se abren acceso al resto de
la tierra, destruyen Imperios inmensos en América e imponen a los
Imperios asiáticos relaciones comerciales y espirituales muy poco de-
seadas por ellos.
28
CAPÍTULO II
EL AUMENTO DE LA POBLACION
Aspectos generales
29
momentáneamente, de un pueblo a otro.
Jade. exclusivamente por el número de mujeres
siológico». Pero hay que añadir también la prolongada duración de
las lactancias, que establece un espacio intergenésico medio superior a
los dos años. Por último, el celibato eclesiástico tiene probablemente
un peso considerable. A causa de la moralidad reinante, la natalidad
depende en muy amplia medida de la nupcialidad y refleja, por con-
siguiente, las catástrofes que impiden o retrasan los matrimonios:
rr~~~,p~E~~~h~m!?r:~~~,Pero quizá dependa más todavía de la '""'' "',<"""",,,,,,
li<i"ast. Los fallecimientos prematuros son frecuentes entre los hombres,
e igualmente entre las mujeres, para las cuales, a causa de la falta de
higiene, la maternidad resulta con frecuencia fatal. Los efectos demo-
gráficos se ven agravados por un tenaz prejuicio contra un nuevo ma-
trimonio de las viudas. La .m<2EE~!i~:;;~pr~~?:~~~P?E 1:;; peste y el
hambr:.s:lle\,~sgpretodo .~ .lospift()sy 1()~~I:lc:!ªJlºs, Si el índice de
natalidad (en relación al número de supervivientes) es verosímilmente
elevado, el número de hijos conservados por pareja no tiene nada de
desmesurado. Sin embargo, antes de la reanudación de las guerras y
de la aceleración de la emigración a ultramar, el número de adultos
varones es lo bastante considerable para permitir una expansión de-
mográfica y económica real.
La expansión demográfica
30
cuerdan los actuales barrios en decadencia que sirven de refugio a
capas de población mal integradas en la ciudad.
Los movimientos migratorios tienen a veces una amplitud distinta.
Algunos son involuntarios. La expulsión de los judíos de Castilla y
Portugal en 1492, de Sicilia en 1493, de Nápoles en 1509, y la de los
musulmanes de Granada (1502) fue posible gracias a la abundancia
de hombres llegados para reemplazarlos. En el período siguiente, los
viajes a ultramar testimonian en el mismo sentido.
Distribución de la población
Las ciudades
31
Génova, Palermo, Roma, Lisboa, Londres, Amberes, Lyon. Entre 30000 y 40000
habitantes, Colonia, Brujas, Granada, Sevilla, Mesína, Ruán, Toulouse, Tours, Or-
leans. Entre 20000 y 30000, Lübeck, Praga, Barcelona, Marsella, Amiens. Después,
Hamburgo, Basilea, Lille...
Clasificación tanto más dudosa cuanto que no tiene en cuenta el dinamismo de
tilles ciudades. Algunas de ellas alcanzan un ritmo de crecimiento avasallador, como
Amberes y, más tarde, Londres; otras se estancan, como Ruán, o incluso declinan,
comoBruj as.
LAS SUBSISTENCIAS
Se procede normalmente a dos o tres labores. La siega del trigo se hace en dos
tiempos: recolección de las espigas con la hoz; luego, de la paja con la guadaña.
La paja no sólo sirve de cama a los animales, sino que se utiliza tanto en el
arreglo interior como en el techo de las casas. Cuando espigas y paja han sido
retiradas de los campos, éstos se convierten momentáneamente en colectivos y
quedan entregados a los derechos de uso: espigueo y pasto libre para el ganado
perteneciente a los habitantes de la comunidad.
Los cultivos son muy poco variados. Se distingue bien entre los áridos (= cerea-
les) de invierno: trigo, centeno, comuña (trigo mezclado con centeno), y los áridos
32
de verano: cebada, avena, llamados marzales, tremés o tremesinos, de barbecho ...,
pero no se les alterna a voluntad, ni siquiera regularmente, como se hará más
tarde. Ciertos terrenos de buena calidad permiten el cultivo del trigo; otros han de
ser dedicados al centeno o incluso son incapaces de dar otra cosa que trigo sarra-
ceno o mijo.
Existen pocos alimentos complementarios. Los más comunes son probablemente
la carne de cerdo, las aves de corral, 'la leche y los huevos. La caza sigue siendo
el privilegio de aquellos que se reservan el derecho de cazar. Se consume pescado
en toda la Europa cristiana, aun donde las condiciones físicas debieran excluirlo.
El lugar ocupado por la alimentación vegetal complementaria es reducido: garban-
zos, habas, arvejas, rábanos, coles. En cambio, la recogida de frutos silvestres ocupa
un lugar importante. Se recurre a los bosques y a los matorrales que, salvo en
algunas regiones como Flandes, se evita destruir por completo. Además de las dife-
rentes maderas, la cama y el pasto para el ganado, el bosque proporciona al hom-
bre bellotas, hayucos, bayas, setas, y por tanto la posibilidad de preparar alimentos
y bebidas. La explotación del bosque por la comunidad está sometida a reglas muy
estrictas.
AsÍ, cada pueblo constituye una célula organizada para VIVIr por
sus propios medios o, todo lo más, en asociación con algunos pueblos
vecinos, a los que el carácter del terreno impone una especialización
relativa, y con la ciudad más cercana.
33
3. Corvisier.
En ciertos sectores limitados de la cuenca de Londres, de Flandes y
de Francia, ese rendimiento es superior, pero son mucho más vastas
las tierras en que es todavía inferior. Siendo tan bajo el nivel de pro-
ducción, una mala cosecha supone un duro golpe. Si se reduce a la
mitad, no queda para la alimentación más que una cantidad equiva-
lente a la reservada para la siembra, es decir un tercio de lo habitual.
Si se reduce aún más, se corre el peligro de no poder efectuar la siem-
bra del año siguiente. Dos malas cosechas consecutivas significan la
catástrofe.
A pesar de todo, el hombre intenta mejorar los resultados. Las correcciones del
terreno (adición de marga y cal) no son desconocidas. El Flandes se aprovechan las
basuras caseras de las ciudades. Se recurre sobre todo a la estercoladura, condu-
ciendo el ganado a los rastrojos y dejándolo sobre el terreno. Y aunque este pro-
cedimiento es menos eficaz que la producción de estiércol en el establo, no resulta
inoperante.
En las llanuras abiertas de la Europa del noroeste, donde se elabora lenta-
mente la rotación de cultivos trienal, el laboreo se ha convertido en un arte com-
plicado. El arado trabaja los campos, estrechos y alargados, de tal modo que se
permita el desagüe por las «orillas». Los principales tipos de arado parecen estar
ya bien fijados, as! como las áreas geográficas de su empleo.
Señores y burgueses se preocupan mucho de las rentas de la tierra. La im-
prenta favorece la creación de toda una literatura agronómica. Citemos, por ejem-
plo, el Book of Husbandry de [ohn Fitzhebert (1523). La publicación de obras
antiguas demuestra el gusto de la gente culta por las cosas de la tierra, pero tiene
el inconveniente de hacer publicar compilaciones carentes de originalidad, que
mantienen frecuentemente una rutina apoyada en la autoridad de los antiguos y
perjudican la verdadera investigación. A despecho de todos sus esfuerzos, el culti-
vador continúa desarmado ante los fenómenos meteorológicos, los insectos y las
enfermedades de las plantas. Sólo puede paliar sus efectos dispersando los cultivos.
34
más importante de los cuales es el trigo. La ciudad es un mercado, y
en primer término, un mercado de trigo. En todas partes, las autori-
dades municipales y locales vigilan el comercio del trigo. Venecia posee
incluso un «servicio del trigo», que «controla sus entradas, los mer-
cados, las existencias [...] y vela por la calidad y el peso del pan».
Para luchar contra la especulación, hay que proceder a reajustes cons-
tantes de su cotización. La mayoría de las ciudades exponen listas en
que se anotan esas cotizaciones. Sólo se permite la exportación de gra-
nos cuando existen excedentes y los graneros están llenos. En caso de
escasez, se llevan a cabo requisas, tasaciones de precio y racionamien-
tos. A pesar de ese control, bastante aleatorio, pero quizá más eficaz
de lo que se ha dicho, el comercio del trigo se desarrolla con el pro-
greso de las rutas marítimas, fluviales e incluso terrestres.
35
LA INDUSTRIA
36
nización recibe el nombre de cofradía o gremio y posee el monopolio
del oficio. Ni operarios ni maestros pueden trabajar fuera del gremio
y, para entrar en él, los primeros deben pasar por un aprendizaje y
los segundos presentar una obra maestra. Por otra parte, las condicio-
nes de acceso no son las mismas para todos los individuos. Se consi-
dera legítimo favorecer a los postulantes que son hijos del cuerpo y
de acuerdo con el grado de sus relaciones con él. Cada corporación
tiene el poder de reglamentar su producción: organización de los ta-
lleres, condiciones de trabajo, calidad de los productos. Bajo el arbitraje
de las autoridades municipales o señoriales, cada gremio discute con
los gremios vecinos el precio de compra de las materias primas y el
de venta de los productos fabricados. Los oficios urbanos se caracte-
rizan, pues, por una reglamentación, muchas veces minuciosa y ruti-
naria, pero que asegura una producción de calidad, a la que no se
pueden comparar los bastos objetos fabricados por los campesinos.
El artesanado es inseparable del comercio. El maestro compra la
materia prima y vende los productos de su taller. La preocupación de
procurarse la una y vender los otros hace que ciertos oficios participen
en el gran comercio. Iguales en principio dentro de la ciudad, los gre-
mios están en realidad jerarquizados. Hay oficios clave, como la cor-
poración de pañeros que tiende a subordinarse las demás corporacio-
nes que participan en la industria de la lana, cardadores, hilanderos,
tejedores ... Los que las practican son más bien comerciantes que fa-
bricantes. Las instituciones municipales reconocen esta jerarquía y
distinguen a las corporaciones privilegiadas reservándoles la adminis-
tración de la ciudad. Así ocurre, por ejemplo, Con las «seis corpora-
ciones» de París o las «artes mayores» de Florencia, que controlan la
industria y la economia.
Pero en ningún lugar está más avanzada esta organización que en
algunas ciudades italianas, en Inglaterra y en Flandes, lo mismo que
en ciertos oficios, que han adquirido, ya las características del capita-
lismo comercial, es decir, una organización en que los comerciantes
compran la materia prima, la hacen manipular por las diversas cor-
poraciones y venden los productos fabricados. Los maestros de oficio
poseen aún los instrumentos de trabajo, pero ya no son dueños del
mercado. Se convierten en artesanos económicamente dependientes.
y en algunos casos ni siquiera les pertenecen las herramientas.
La industria textil
37
cría la oveja y se hila y teje la lana, pero hay ciertas zonas que, bajo
el dominio del capitalismo comercial, se transforman en grandes pro-
ductoras de lana (España e Inglaterra) o de paños y en polos de la
actividad económica de Europa.
«Florencia aparece como la capital del paño» (F. Mauro). La panena se en-
cuentra en manos del arte de la lana, que compra la lana en bruto, el alumbre
necesario para desengrasarla y los tintes indispensables. La lana se prepara en los
almacenes del arte o en ciertos talleres pertenecientes a sus miembros más pode-
rosos, como los Médicis. Una vez cardada, se entrega a mujeres de la ciudad o del
campo para hilarla y pasa después a manos de los tejedores instalados en la ciu-
dad, que entregan a los comerciantes las piezas tejidas. Se procede entonces al
tintado en los talleres del arte o en los de los Médicis. Las últimas operaciones de
acabado se realizan en talleres familiares particularmente controlados. Facioru sys-
tem (fábrica) y domestic system se hallan íntimamente asociados. El capitalismo
comercial reviste así una de sus formas más avanzadas, la del cártel entre comer-
ciantes, los más importantes de los cuales son los Médicis.
La pañería inglesa es una creación real del siglo XIV, destinada a liberar Ingla-
terra del monopolio que ejercen las «ciudades pañeras» de Flandes. Triunfa: 1.0, por-
que se encuentra próxima a la materia prima; 2.°, porque, rural desde un principio,
escapa a la estrecha reglamentación de las antiguas corporaciones urbanas; 3.°, por-
que se orienta hacia la producción de paños de calidad corriente y de mejor
precio, que responden mejor a las necesidades de una clientela cada vez más extensa.
Flandes reacciona a fines del siglo xv siguiendo la misma política. Los gobier-
nos de la dinastía de Borgoña, más tarde de la dinastía de los Habsburgo, des-
confiando de las antiguas ciudades pañeras, se dedican a desarrollar los talleres
rurales, que fabrican paños ligeros, sargas comunes, sargas ligeras, sargas mezcla-
das con seda, mediante procedimientos simplificados. La nueva industria se instala
en tomo a Amberes y Hondschoote. En Amberes, los comerciantes, dueños de la
materia prima, dirigen la producción. En Hondschoote, la corporación de pañe-
ros, que participa aún en la producción, es la que ejerce el mismo control sobre
los restantes oficios relativos a la fabricación de las sargas, mientras que los mer-
caderes se encargan de las relaciones comerciales con el exterior. Pañeros y mer-
caderes se reparten los beneficios. Algunas de las antiguas ciudades pañeras de
Flandes consiguen una reconversión. Lille, Valenciennes, Mons, Verviers y Lieja
fabrican a su vez sargas comunes y sargas mezcladas con seda.
Tal es el caso del lino, producido y trabajado en las zonas húmedas de Italia
del Norte, del pasillo del Ródano, el sur de Alemania, los países Bálticos, Inglaterra,
Flandes, y también el del cáñamo, cultivado especialmente en el Maine y las más
de las veces cerca de los puertos, a los que abastece en cordajes. La industria de
la seda es reciente en Europa. A principios del siglo XVI, se la encuentra sobre todo
alrededor de Florencia, Milán y Venecia, en el reino de Nápoles y en Sicilia. Los
Médicis controlan y dirigen la mayoría de los 'talleres de Florencia y proveen de
sedería a las principales cortes europeas. De Italia, la seda pasa a ciertas ciudades
de España y a Tours. Se establece en Lyon en 1536.
38
de alcance internacional. Las plantas tintóreas: rubia (rojo), gualda
y azafrán (amarillo), hierba pastel (azul), se preparan en el mismo
lugar de cultivo. Los comerciantes de Toulouse se convierten en maes-
tros en la producción del pastel del Lauraguais y su transformación
en tinte.
39
LA ECONOMIA DE INTERCAMBIO
Las rutas
Los progresos de la navegación permiten seguir mejor las rutas, marchar contra
el viento. No obstante, aun en el Mediterráneo, se prefiere costear. Por el Medi-
terráneo circulan barcos de vela venecianos, genoveses o ragusianos, que alcanzan
las IODO toneladas. Pero los armadores continúan empleando navíos más pequeños,
más rápidos, que les permiten dividir los riesgos. En el océano, se prefieren los
veleros pequeños, de 100 toneladas, más manejables y que presentan la ventaja de
remontar los estuarios.
Los transportes terrestres, lejos de ofrecer las mismas posibilidades, están de-
terminados por la existencia de ríos. El barcaje revela una ingeniosidad y una
paciencia difíciles de imaginar hoy en día. La «red navegable» permanente o de
estación no desdeña, pues, casi ningún río.
40
A los obstáculos naturales se suman los obstáculos jurídicos, los más molestos
de los cuales no son precisamente las fronteras entre los Estados. En efecto, los
Estados-naciones son todavía muy jóvenes, y sus límites demasiado complejos para
suscitar una voluntad de aislamiento. La principal dificultad proviene de la mul-
tiplicidad de los peajes establecidos por los señores o de las «barreras» impuestas
por las ciudades. Estos derechos de paso son particularmente numerosos en Fran-
cia, y se multiplicarán aún hasta el reinado de Luis XIV, a pesar de las ordenan-
zas reales. Los mercaderes se asocian para defenderse y soportar los gastos de peaje.
Las postas universitarias transportan a los estudiantes y les traen las noticias
y el dinero que les envían sus familias. En ocasiones, cuidan también de hacer
encargos para particulares. A finales del siglo xv, se crean los correos estatales. Los
Habsburgo arriendan los de sus posesiones alemanas a la familia Turn, que por
esta razón se llamó Turn und Taxis. Luis XI organiza un correo real. Otros sobe-
ranos siguen el ejemplo. Pero el público disfruta sólo de manera excepcional de
estos correos estatales. Las casas de comercio importantes prefieren contar con sus
propios mensajeros y sus corresponsales.
Los mercados
41
mercado. Hay que asegurar en primer término la satisfacción de las
necesidades locales. Los mercaderes, los extraños a la comunidad sólo
son admitidos después de los habitantes.
Según su importancia, las ferias abarcan una región, un conjunto
de regiones o incluso toda Europa. Como son una fuente de riqueza,
los reyes las protegen, por ejemplo concediendo exenciones a las mer-
cancias destinadas a ellas. Las más célebres de la época son las de
Medina del Campo, en Castilla, y las de Ginebra, suplantadas, gracias
a los esfuerzos, primero, de Luis XI y, luego, de Francisco I, por las
de Lyon.
Desde fines del siglo xv, existen bolsas de mercancías, que son en
realidad ferias permanentes (Lonjas de Castilla o Beurs de Flandes).
Tales bolsas exigen la instalación de importantes almacenes. En ellas
se practica cada vez más la venta sobre muestra. Con la apertura de
la nueva Bolsa de Amberes, en 1533, el carácter financiero de estos
establecimientos comenzó a prevalecer sobre su carácter comercial.
La moneda
42
de San Jorge de la Mina, fundado por los portugueses en la costa de
Guinea. La abundancia' de oro provoca su depreciación con respecto
a la plata y una elevación del precio de la plata evaluada en oro. De
ahí la intensificación de las prospecciones y de la producción de las
minas de plata de Austria y Hungria, facilitadas también por el per-
feccionamiento del procedimiento de amalgamación. Al comienzo del
siglo XVI, Alemania ha conquistado una plaza de elección en el mer-
cado de los metales preciosos. Vienen a continuación los países que
reciben el oro del Sudán: la península ibérica e Italia. Esta situación
explica la prosperidad de las casas de comercio de Augsburgo, a cuya
cabeza figuran los Fugger, al menos hasta la aparición del producto
de las minas de oro americanas, que tiene lugar después de 1530. Antes
de esta fecha, el oro de América procede tan sólo del pillaje de los
tesoros indígenas, una llamarada que se extingue pronto.
Claro está que el oro y la plata no irrigan enteramente la econo-
mía europea, ya que interviene siempre el atesoramiento en forma de
objetos de arte, menos por parte de las iglesias, dañadas por la guerra
y el bandolerismo, que por la munificencia de las cortes principescas.
El crédito
43
dinero. Gracias al comercio, se establecen las grandes bancas floren-
tinas de los Médícís y los Strozzi, las de Zaragoza, Medina del Campo
y Barcelona, las de Augsburgo, dominadas por algunas familias -los
Fugger, los We1tzer-, las de Brujas, Amberes y, más tarde, Lyon,
que experimentarían gran desarrollo en el período siguiente. Por el con-
trario, las bancas públicas son raras (Casa de San Jorge en Génova o
Banca Municipal de Barcelona).
Así pues, al comenzar el siglo XVI, el comercio está dotado ya de la
mayoría de los instrumentos que va a utilizar. Su desarrollo a finales
del siglo xv y hasta poco más o menos 1530, testimonia una expansión
económica sensible, pero relativamente ordenada y mesurada, que no
provoca un alza exagerada de los precios.
44
de 1530, la proporcion de rentas constituidas aumenta. Las grandes
rentas se incrementan, pero el volumen de las pequeñas no se redu-
ce, y aquéllas padecen la competencia de los empréstitos del Estado
(F. Mauro). Así ocurre especialmente en Francia hacia 1555, después
de las emisiones de renta sobre el Ayuntamiento. No obstante, el mer-
cado de la renta tiene escasos contactos con el mundo de los negocios.
La subida de los precios aprovecha a los que pueden vender y
origina un aumento de las ganancias, que a su vez se invierten con
frecuencia en los negocios. Sin embargo, esta expansión se ve turbada
por las crisis del crédito. La de 1559-1560 afecta a las grandes casas
de carácter patrimonial o familiar. De esta fecha data el ocaso de los
Fugger y los Médicis.
Los establecimientos europeos de ultramar tienen una importancia
creciente en la economía europea, ya que proporcionan no sólo el oro,
sino también diversos productos coloniales: especias propiamente di-
chas, maderas tintóreas (Brasil). El rey de Portugal ejerce un mono-
polio casi absoluto sobre ellos de 1504 a 1516 y conserva una parte
preponderante hasta 1540 aproximadamente. Pero como los portugue-
ses provocan una gran diferencia en el precio de la pimienta entre la
India y Europa, los mercaderes árabes Se sienten tentados por el trá-
fico de las especias y, con la complicidad de los venecianos, consiguen
volver a abrir la ruta de Suez. A partir de 1550, los españoles se ponen
a la cabeza del mercado del oro, al comenzar a agotarse las minas de
Guinea. Desde entonces, los portugueses vuelven más su atención hacia
Brasil.
La Europa económica
45
cipales, los únicos aptos para aprovechar el dinamismo europeo. Pero
lo esencial es que ese horizonte más amplio existe.
En primer lugar, hay que distinguir los grandes sectores geográ-
ficos de la economía europea: mediterráneo, báltico, de Europa central
y de la vertiente atlántica.
46
de Contratación, creada en Sevilla, en 1503, y la Casa da India de Lisboa son
organizaciones estatales, a las que se concede el monopolio del comercio con los
países recién descubiertos. Portugueses y españoles eligen Amberes como escala
para su comercio en el Norte. A sus relaciones con Lisboa y Sevilla, Amberes une
las que sostiene con el Báltico y, por vía terrestre, con Lyon, Augsburgo y aun
Venecia y Florencia. El éxito se debe a su situación geográfica, a la actividad del
interior, a la flexibilidad de sus organizaciones corporativas, liberadas de ciertas
reglas y a su pertenencia al conjunto de las posesiones de los Habsburgo.
Es fácil ver hasta qué punto los cuatro sectores económicos eu-
ropeos están interrelacionados. La unidad de la Europa mercantil se
intensifica aún más por la constitución de organizaciones comerciales,
que a menudo no hacen el menor caso de soberanías ni fronteras.
47
El lujo de las cortes y el perfeccionamiento de las armas acrecien-
tan la acción indirecta de los reyes sobre la economía. Durante mucho
tiempo no se han atrevido a intervenir en ella sino con fines fiscales:
mutación de la moneda, creación de peajes, de tasas como la gabela.
Más tarde, se atreven a tomar medidas que favorecen a sus súbditos
a expensas de los extranjeros. Las expulsiones de los judíos de Por-
tugal y Castilla se deben en parte a las mismas preocupaciones. Por
último, se les ve asumir el monopolio de ciertos productos y reservarse
su beneficio. En Francia, la gabela se ha convertido en un monopolio
sobre la sal, acompañado, por lo demás, de todo tipo de derogaciones.
El rey de Portugal se arroga el monopolio de las especias.
En re~1!:rniª§t~S;gg:J1ta~,...esas. medidas .refuerzan la.mlJoridad del
Estado, R~rºJa~rgcientenecesidad..de.. dingro¡;rnpvjª ª 19~ s9!?~ranos
a pe~irlo. prestado.y a ...ponerseen manoS dg Jo~banqg¡;ros. Así lo
hacen los dos candidatos a la elección imperial de 1519. Carlos V,
elegido gracias al apoyo de los Fugger, les estará obligado durante toda
su vida. Francisco I, consciente de la escasa confianza que inspira su
garantía, pide prestado 'a los administradores de las finanzas reales:
tesoreros de Francia y generales de Hacienda. Sólo consigue liberarse
de su poder haciendo uso de sus prerrogativas reales (condena a muerte
de Semblancay en 1523).
La presión económica afecta incluso a la Iglesia. Los papas recu-
rren ya a los buenos oficios de los banqueros, los Médicis, por ejemplo,
que consiguen ver a uno de los suyos en el trono de San Pedro en 1513.
Los prelados comendatarios compran y acumulan obispados y abadiaz-
gas como se compran señoríos. Alberto de Brandeburgo, arzobispo de
Magdeburgo y Halberstadt, se convierte así en arzobispo de Maguncia.
Roma autoriza tan escandalosa acumulación a cambio de la suma de
24 000 ducados, que Alberto de Brandeburgo pide prestados a los
Fugger. Para liberarse de su deuda, obtiene del papa una parte del
producto de la indulgencia predicada en Alemania en 1517 para la
reconstrucción de San Pedro. El emperador Maximiliano da su apro-
bación a cambio del pago de 1000 florines. Es casa sabida que el es-
cándalo de las indulgencias fue una de las causas de la rebelión de
Lutero.
A través de ese entrelazado en aumento de los factores económí-
coscon los sociales, políticos e incluso espirituales, puede medirse el
camino recorrido por la Europa occidental durante el fructuoso periodo
de relativa paz que va desde mediados del siglo xv al segundo cuarto
del XVI.
48
Démographie historique (col. «D»), 1970. R. EHRENEERG, Le siecle des Fugger (tra-
ducido del alemán), 1955. L. SCHICK, Un grand homme d'affaires au début du
XVI' siécle, [acob Fugger, 1957. P. JEANNIN, Les marchands au XVI' siécie (col. «Le
temps qui court»), 1957. H. LAPEYRE, Une famUle de marchands, les Ruiz (colección
«Aífaíres et gens d'affaires»), 1955. E. COORNAERT, La draperie-sauetierie d'Hond-
schoote, xw'·xvm' siecles, 1930.
49
4. Corvisier.
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
CAPÍTULO III
La renovación de Europa:
humanismo y renacimiento
~\
\~
:)1i !Í
'~Mede:l\r\'(\ ",~/,
El Renacimiento no puede disociarse del humanismo, que sitúa al
hombre como centro de sus preocupaciones espirituales y de sus es-
tudios. «El humanismo es una empresa de reforma intelectual y moral
que puede resumirse en una fórmula: creación del más alto tipo de
humanidad» (A. Renaudet), El humanismo es optimista. En contra
de lo que pensaron J. Burckhardt y Michelet, no se opone necesaria-
mente al cristianismo. Para el humanista, en el fondo del alma hu-
mana está Dios. El hombre tiene, pues, interés en conocerse para co-
nocer a Dios. Se coincide así con la filosofía antigua, y Erasmo escribe
«San Sócrates, ruega por nosotros.»
¿Acaso santo Tomás no había intentado ya conciliar el dogma cris-
tiano con la cultura antigua, que la Edad Media consideraba «como
un legado cuyo valor no quería rebajan? (R. Mousnier). Pero las
sofocantes formas del razonamiento escolástico y la esclerosis de los
estudios universitarios explican el desprecio que los humanistas sien-
ten por el período precedente y justifican su impresión de haber re-
novado el pensamiento. Al margen de la languideciente vida univer-
sitaria, se produce una efervescencia intelectual alimentada por las
nuevas exigencias del espíritu. Y aunque, como el culto de la Anti-
güedad, crea a su vez nuevos conformismos, el humanismo tiene un
aspecto individualista, característica que dejará su huella en la vida
intelectual y espiritual de comienzos del siglo XVI. «El humanismo,
conciencia del Renacimiento» (A. Renaudet), participará asimismo en
el gran movimiento de reforma religiosa del siglo XVI, antes de hun-
dirse en las controversias.
El progreso de la imprenta
Nos enfrentamos aquí a un problema extremadamente complejo,
en el eje de las actividades intelectuales, económicas, religiosas y
políticas.
El perfeccionamiento de la imprenta en los años 1550-1560 no debe hacer olvidar
la importancia de los obtenidos en la primera mitad del siglo: desarrollo de la in-
dustria del papel, fijación de la materia de que se componen los caracteres y de su
forma (Estienne, Garamond...L El libro se vende aún muy lentamente. Una edición
52
exige gran provisión de fondos y se presenta como una verdadera aventura. El papel
del editor, que es al mismo tiempo librero, resulta, por tanto, capital. Citemos en
el siglo XVI a Aldo Manucio en Venecia, Antaine Vérard en París, Koberger en Nu-
remberg ..., y en el siglo XVII, Amerbach y Froben en Basilea, [osse Bade y los Es-
tienne en París, más tarde Plantin en Amberes...
Desde su aparición, la Iglesia y los soberanos. vigilan este poderoso medio de
difusión de las ideas. Por regla general, son las universidades las que se encargan de
la censura. La Bula Inter multiplices autoriza a los príncipes a establecer comisiones
de censura. Así, en Francia, la Sorbona (Facultad de Teología) y el Parlamento de
París se mantienen ojo avizor. En 1563 se crea el privilegio real destinado a prote-
ger a los editores contra las falsificaciones y a ejercer una censura preventiva.
La enseñanza
53
La enseñanza elemental está relativamente extendida por todo el Occidente de
Europa. Las escuelas parroquiales, controladas por el obispo,. despiertan cada vez
mayor interés en las autoridades municipales. Cierto que proporcionan una ense-
ñanza por demás inconexa e irregular; Se contrata a los maestros por algunos años.
En principio, la enseñanza es gratuita para los necesitados, lo que no basta para
atraerlos a la escuela. Por otra parte, la invención de la imprenta obliga a los maes-
tros escribanos a orientarse hacia la enseñanza de la lectura, la escritura y el cálculo.
Parece ser que, antes de los disturbios que desgarraron la Europa occidental en el
siglo XVI, el número de hombres que saben escribir es relativamente importante.
Entre las escuelas elementales y las Facultades superiores (Teología, Derecho, Me-
dicina), existe una enseñanza intermedia que corresponde a los colegios. El término
designa entonces establecimientos muy distintos, pensiones para los alumnos de las
Facultades de Arte, donde vienen a dar clases los maestros, escuelas creadas por las
ciudades que no poseen universidad. Estas últimas aspiran al privilegio real, muy
envidiado y pocas veces concedido. En los colegios existen numerosas becas de fun-
dación, pero perderán su valor con la depreciación del dinero en el siglo XVI. Los
maestros son laicos o eclesiásticos, en general monjes, especialmente dominicos.
La organización de las universidades no ha cambiado desde el siglo XIV. Consti-
tuyen corporaciones que agrupan a maestros, estudiantes y diversos agentes, llamados
en Francia suppbts. Los estudiantes están a su vez agrupados en «naciones». Las
materias están distribuidas según las Facultades superiores: Teología, Derecho (a
veces reducido tan sólo al Derecho canónico o decreto) y Medicina, a las que se
accede después de pasar por la Facultad de las Artes. La universidad, que preside el
rector elegido por un tiempo muy breve, está dirigida por el consejo de la univer-
sidad y el claustro de profesores. La mantienen fundaciones piadosas con la ayuda
de la corporación de la ciudad. Y. los reyes, a Ios que se recurre con frecuencia,
conceden las rentas de algunas tasas e intervienen más o menos en su funcionamiento.
Los estudios son largos, al menos cinco años en la Facultad de las Artes, tras
los cuales, con los grados de maestro en artes y licenciado, se puede enseñar en
dicha facultad y continuar estudios en las facultades superiores. Las clases consisten
en lecciones magistrales y en disputationes entre estudiantes; los exámenes (bachi-
llerato, maestría, licenciatura, doctorado), en interrogatorios y también disputa-
tiones.
54
sia mental, pero consuma el divorcio entre la fe y la razón. Sin un
impulso místico, cuya receta no da, la religión corre el riesgo de ha-
cerse ritualista y seca. El nominalismo crea, pues, una insatisfacción
y demanda la búsqueda por otros métodos: por la fe, por el misti-
cismo, que proporciona a los que llegan a él certidumbres palpables, y
por el conocimiento, por el humanismo.
55
al fracaso de Savonarola, quemado vivo en 1498, Florencia no llega
a ser jamás la ciudad de los sueños de Marsílío Fícíno. Letrados y
artistas prefieren huir a Roma, que los papas Alejandro VI Borgia
(1492-1503), Julio II (1503-1513) Y sobre todo León X Médicis (1513-
1521) quieren convertir en la capital de un universo ampliado gracias
a los grandes descubrimientos, para lo cual disponen de recursos finan-
cieros considerables, debidos a la explotación del alumbre de ToIfa, a
los empréstitos públicos y a las sumas pagadas por los fieles de ciertos
paises.
El particularismo veneciano
56
platonismo, afirma que el hombre no ha sido creado a imagen de Dios y socava
las bases de la revelación cristiana al negar los milagros y la inmortalidad del
alma. Aunque condenado por la Iglesia, Pomponazzi tuvo gran influencia en el
siglo XVI.
Venecia, rebelde al neoplatonísmo, es el principal foco del arte en Italia des-
pués del saqueo de Roma en 1527. Algunos de sus artistas (Tíziano...) han adop-
tado, cierto es, la concepción del espacio de los romanos, pero expresan la grandeza
de su ciudad, su colorido y sus contactos con el Oriente.
Orígenes y características
57
vaina (colegio trilingüe: hebreo, griego, francés, fundado en 1517),
mientras que Londres, Viena, Praga, Cracovia, se despiertan a su vez
y que Augsburgo y Nuremberg, gracias al apoyo de grandes mecenas,
se convierten en focos de cultura.
Diferencias nacionales
58
traducciones originales, que son en realidad adaptaciones muchas ve-
ces alejadas del texto primitivo, y la publicación de grandes obras li-
terarias contribuyen a la renovación de las lenguas nacionales y, en
consecuencia, el despertar de los nacíonalísmos.jfil culto de los héroes
nacionales de la Antigüedad se desarrolla por doquier. Los alemanes
exaltan a Arminio, los franceses descubren a Franción, hijo de Héctor.
Así, a pesar de los frecuentes contactos, se puede hablar de humanismo
francés, alemán, inglés, español y de los Países Bajos. Tales tenden-
cias se afirman sobre todo a partir del decenio 1520-1530.
59
ideal renovado del Miles Christi el que suscita las búsquedas de Le-
febvre de Etaples y Erasmo.
LA HUELLA DE HUMANISMO EN
LA CIVILIZACION OCCIDENTAL
El conocimiento
Nicolás de Cusa (1401-1464), más conocido como filósofo y teólogo que como
científico, piensa que el dominio de la mente humana es lo finito y lo relativo y
que, más allá, apenas si se puede proceder por intuición intelectual, razonando
por comparaciones progresivas. De ahí proviene el titulo de su obra, La docta ig-
norancia (1440). Mediante su procedimiento, forma series que llevan a lo infini-
tamente grande y lo infinitamente pequeño. El universo se hace ilimitado. Nicolás
60
de Cusa libera la astronomía de sus antíguos límites. Piensa también que el uni-
verso es uno y que se pueden comparar todas sus partes. Por eso preconiza en
toda ínvestigación el empleo de la medida.
Aunque no se puede apenas hablar en el siglo xv de ciencias exactas, los uni-
versitarios franceses consiguen progresos notables en el cálculo, y los alemanes
Feuerbach y Regiomontano en la trigonometría. El álgebra sigue siendo concreta,
aunque progresa a principíos del siglo XVI en Italia, con Tartaglia y Cardan y,
más tarde, a finales de siglo, en los Países Bajos, con Stevín. Pero las mayores
transformaciones se producen en la astronomía, con el polaco Copérnico (1473-1543).
Lo que se ha llamado la «revolución copernicana» consiste en sítuar el Sol en
el centro del sistema planetario. Revolución audaz, puesto que choca con la Biblia,
pero incompleta, ya que Copérnico abandona la ídea emitida por Nicolás de Cusa
de un universo ilimitado. En realidad, el sistema de Copérnico fue considerado
durante mucho tiempo como una simple especulación intelectual.
En cuanto a la física, se apoya sobre entidades que dan cuenta de un gran
número de fenómenos. Por ejemplo, el movimiento se explica por el ímpetus, que
Nicolás de Cusa y Leonardo de Vinci conciben casi como un ser espiritual. Hoy
se tiende a ver en Leonardo de Vinci un autodidacta, que recoge las enseñanzas
más diversas de los científicos de su época.
El conocimiento de la naturaleza continúa prisionero de las concepciones ani-
mistas, que se aplican incluso al reino mineral. Se encuentran asimismo ideas que
se mantendrán sin salida hasta el siglo xx, como la jerarquía de los elementos, la
transmutación y la perfectibilidad de los metales. No obstante, aunque trabada
por especulaciones diversas, la ciencia física acumula las observaciones y, a veces,
las recetas prácticas, algunas de las cuales tendrán un gran porvenir. Paracelso es
uno de los primeros en emplear cuerpos químicos como medicamentos.
La biología está marcada por la creencia en las correlaciones entre los órganos
humanos y el mundo exterior, en particular los astros. Sin embargo, se practica ya
el análisis de los humores, sangre, orina, esputos..., y el aislamiento sistemático,
no sólo de los enfermos, sino también de las plagas. El humanismo favorece el
conocimiento del cuerpo humano. Los médicos comienzan a realizar disecciones,
pese a los anatemas de la Iglesia, y los artistas representan los sistemas óseo y
muscular con una asombrosa 'pasión por la verdad. La fisiología sigue penosamente
los adelantos de la anatomía. Se establece la circulación de la sangre, pero de
manera incorrecta. Se deben a Ambrosio Paré varios progresos en el cuidado de
las heridas (invención del torniquete para contener las hemorragias). En fin,
científicos como Vesalio no vacilan en reaccionar contra la autoridad de Galeno.
61
muchedumbre de pintores, entre ellos el Correggio (1494-1534), cuya
composición, forma y color expresan un paganismo fácil y voluptuoso.
En cambio, se considera a Maquiavelo (1469-1527), célebre por El
Príncipe (1513), tratado de política positivista y realista, como un caso
aislado.
Después del saqueo de Roma (1527), escritores y artistas se dise-
minan por las cortes de Italia. Julio Romano (1499-1546), discípulo de
Rafael, se refugia en Mantua. Pero la vena creadora está agotada. Se
aprovecha la experiencia de las realizaciones del periodo precedente.
Serlio escribe un tratado de arquitectura y Vasari, una historia de los
artistas de comienzos de siglo, cuyas obras maestras son puestas en I
62
Por otra parte, si hay rasgos generales que se manifiestan en la
inspira:eión artística, se traducen de modo distinto según la sensibili-
dad regional, incluso nacional. La cómoda pero discutible etiqueta de
«primitivo» se complementa siempre con un calificativo étnico o geo.
gráfico. La arquitectura gótica, invadida durante el siglo precedente
por una abundante decoración, se mantiene fiel a las tradiciones del
pais respectivo: estilo flamígero en el Norte de Francia, estilo perpen-
dicular en Inglaterra, isabelino en España, manuelino en Portugal.
Estos dos últimos se muestran capaces de asimilar influencias exóticas:
moriscas e incluso africanas e indias...
La influencia italiana penetra en primer término en las cortes de
Francisco I, Enrique VIII, Margarita de Austria, regente de los Paises
Bajos, y entre los hombres de negocios humanistas del sur de Alema-
nia. Se trata al principio de la adopción de motivos ornamentales que
modifican las formas flamígeras y de elementos arquitectónicos: esca-
linatas, galerías abiertas, terrazas, y la penetración voluntaria de la
luz en las piezas. Pero se lleva a efecto más bien por intermedio de las
reformas, redistribuciones y ampliaciones que en las obras nuevas.
Sólo a partir de 1530 las artes y las letras occidentales se liberan lo
bastante de las tradiciones medievales para crear escuelas nuevas, muy
inspiradas en el ejemplo italiano, cuya difusión es facilitada precisa-
mente en ese momento por el manierísmo,
El Renacimiento gana rápidamente España, aunque perdura aún por cierto tiem-
po la influencia flamenca. Los elementos decorativos italianos inspiran el arte pla-
teresco. El escultor Berruguete, que ha estudiado en Italia, hace escuela. La imita-
ción de Italia es completa en Pedro Machuca (patio de Carlos V en la Alhambra
de Granada) y en la Universidad de Alcalá de Henares.
En Francia, pese a que las guerras de Italia multiplican los contactos, es pre-
ciso esperar a mediados de siglo para que los arquitectos abandonen en la cons-
trucción de los nuevos castillos el plano del castillo feudal, con sus torres redon-
das, que se conservan en Gaillon (1502-1510) o enChambord (comenzado en 1524).
Francisco I hace venir a Leonardo de Víncí, que muere en Francia sin dejar es-
cuela (1519). Más afortunada resulta la llegada del Primaticcio (1504-1570), que
en 1540 trae de Italia copias y moldes y es uno de los iniciadores de la escuela
de Fontainebleau. El Renacimiento, que despierta principalmente en las orillas del
Loira, disfruta gracias a los reyes de un gran florecimiento en París y en la región
parisiense, con Pierre Lescaut (1510-1578) en el Nuevo Louvre, [ean Bullant (1515-
1578) y Philibert Delorme (1512-1570), así como el escultor [ean Goujon, que
aborda los temas mitológicos e introduce el gusto del día en la escultura funeraria,
y el pintor Francois Clouet, de cuyos retratos está desterrada la anécdota. La pe-
netración fue más lenta en las provincias, salvo en Lyon, y en las artes menores,
pero da lugar a obras muy sabrosas por su espontaneidad y su original asimilación
de los ejemplos antiguos e italianos.
Apoyándose en una literatura popular y una música polifónica ilustrada por
las creaciones originales de Clément [anequín (La batalla de Marignan), la poesía
evoluciona con mayor lentitud que el arte. Clément Marot (1499-1544), último de
los grandes retóricos de fines de la Edad Media, adopta los temas mitológicos. La
renovación proviene sobre todo de la admiración por la obra de Petrarca, cuya
influencia alcanza a Lyon, donde se forma un círculo literario en torno al merca-
63
der humanista Maurice Scéve. Los poetas de la Pléyade, Du Bellay, Ronsard..., alían
la influencia italiana con el amor al terruño. Imitan la Antigüedad y a Petrarca,
pero sirven deliberadamente a la lengua nacional. La Defensa e ilustración de la
lengua francesa (1549) es en cierto modo su manifiesto.
Flandes, que constituye un polo de atracción en la economía europea aparte de
Italia, conserva su originalidad. Los edificios, incluso los civiles, se mantienen por
más tiempo fieles al gótico. Lo mismo ocurre con los pintores, entre ellos el visio-
nario Jerónimo Basca (1450-1516) y Quintín Metsys (1465-1530). La influencia de
la Antigüedad no aparece hasta Mabuse (1478-hacia 1533). Brueghel el Viejo (1525-
1569) sabe asimilar las técnicas italianas, pero sigue siendo flamenco por su sensi-
bilidad ante la vida.
Los países alemanes de comienzos del siglo XVI continúan entregados al gótico.
El sentimiento de la vida y de la muerte inspira de manera realista o angustiada
al escultor Veit Voss y al pintor Matías Grünewald. Pero los mercaderes huma-
nistas de Augsburgo y Nuremberg, que se hallan en relaciones con Italia, favo-
recen las influencias procedentes de esta nación. Sin embargo, los pintores, como
Lucas Cranach (1472-1553), se mantienen fieles a la tradición, incluso cuando
abordan temas mitológicos. El artista de mayor genio es incontestablemente Al-
berto Durero (1471-1528). Durero lleva hasta su ápice la técnica todavía nueva del
grabado y traduce mejor que ningún otro las aspiraciones del humanismo occi-
dental (La Melancolfa) y del Miles Christi (El Caballero, la Muerte y el Diablo).
En las letras, una potente vena burguesa y popular aísla por largo tiempo las in-
fluencias antiguas e italianas en pequeños circulas de gente culta o en ciertas cortes
y mantiene en vida las viejas formas poéticas y las farsas. Hans Sachs (1496-1576)
es el último de los maestros cantores, pero Lutero abre a la literatura nacional un
campo inmenso común a todas las condiciones sociales y extiende el conocimiento
del alemán literario mediante su traducción de la Biblia al alemán y sus cánticos.
El arte del Renacimiento penetra lentamente en Inglaterra con la construcción
del castillo de Hampton Court y la llegada del pintor alemán Holbein (1497-1543),
célebre por sus retratos de grandes personajes. El Renacimiento es un fenómeno
europeo. Alcanza a Polonia y ejerce su influencia hasta Moscú, donde los italianos
trabajan en el Kremlin, y Constantinopla.
64
CAPÍTULO IV
La Reforma
MAPA III, frente a pág. 96.
65
5. Corvisier,
CAUSAS DE LA REFORMA
Podemos distinguir causas religiosas, morales y sociales, sin olvidar
que todas ellas se encuentran fuertemente imbricadas.
La causas religiosas
La Reforma, tanto católica como protestante, puede considerarse en
cierta medida como resultado de las inquietudes religiosas del fin de la
Edad Media.
66
l1usiyj gana al pue1:>lQ.<;:.l1.~J;:l? y sostiene su resistencia a la germanización. De la
misma manera, ¡Juan .Huss ihace de la Escritura la única fuente de verdad, pero
reconoce la autoridad de Roma, que él quisiera atraer a su manera de pensar.
Además, admite que. cada uno puede interpretar libremente la Biblia. Al acordar
concesiones, como la comunión bajo las dos especies (sub utraque specie), Roma
logra resquebrajar el movimiento husita. De la Iglesia utraquista, convertida en
oficial y conformista, se separan los taboritas, que añaden una especie de evange-
lismo social, así como los hermanos bohemios. Fuera de la Bohemia y de los pe-
queños núcleos valdenses, el retorno a la Escritura y la aspiración a una religión
simplificada se difunden por Inglaterra, donde, sin embargo, se acosa a los lolardos,
y por la Europa central.
67
sumada, proporcionan argumentos polémicos a sus adversarios. Cierto
que al comienzo del siglo XVI, si bien la religión está presente por to-
das partes en la vida cotidiana, inversamente, lqJ?Eofa..110 se mezcla J1
lo ..§a.~~~? de la manera más natural del mundo, incluso en los oficios.
Lq~a.lJÚ~9§. g~1 . . ¡::1~roso:p,reales. Al~ia.!l~EqYlBQrgj,g. se ocupa dema-
siado ruidosamente de sus hijos; Juli()lí,de l~ ·política italiana; León X,
de las construcciones, MU\;hq~qlJi~pº§ compran los sufragios de sus
capitulos, acumulan beneficios y raJ;ªll1~J:"l!~ªiS~J:"lll1J§a. H¡;¡YE¡::en:!,Q-
tes que viven e:p, concllbiJ:"lgto, vend~J:"lJºssacramentos y llevan la... mis:
ma vidaque.sus..J eligreses.Los monjes vagabundean. La dignidad del
sacerdote se encuentra tanto más envilecida cuanto que las predica-
ciones violentas contra los abusos no faltan. Así, Savonarola, que se
opone completamente a los humanistas, impone en Florencia un orden
cristiano que, por su rigor, anuncia en muchos puntos el que Calvino
instituirá en Ginebra. A partir del gran cisma, se ha extendido la idea
de que la Iglesia tiene que ser reformada en su jefe y en sus miembros.
La Santa Sede Se halla particularmente paralizada. La dificil re-
construcción del Estado pontificio después del gran cisma, el mece-
nazgo de los papas, su papel político, hacen de ellos príncipes Italia-
, nos y reducen su autoridad sobre la Iglesia, al tiempo que los sentí-
1 mientos nacionales se desarrollan e incitan a los fieles a afirmar la
autonomía de las Iglesias nacionales. El papa no logra poner fin a la
hostilidad de la Iglesia galicana sino es abandonando prácticamente al
rey de Francia, por el Concordato de Bolonia (1516), todo lo que sé
refiere a la disciplina. La Inquisición española se encuentra en manos
de los soberanos. Roma se hace muchos enemigos con el mantenimien-
to de la fiscalidad pontificia, particularmente pesada en Alemania e
Inglaterra. En fin, los papas temen verse obligados a convocar un con-
cilio ecuménico y, sin embargo, éste parece el último recurso a todos
aquellos que desean una reforma profunda.
68
la miseria toma fácilmente la forma de conquista del reino de Dios.
Los . c0rtlienzos. deL . capitalismo .comercial....foIlle:ntaIl lOs antagonismos
entre .1ascill~~~ese,:n ple,Illl.~}(pª!lstQIlY gL campo, Los~tlrtl:;t:rJistas en
fin,hab1án admitido entre~llosll. las damas de la corte, y alguna~ .de
ellas (Margarita de Angulema) desertlpeñan un papeLen el movimiento
erasrnia l1(), al 911e aportll.Il a\T~~Slll1~spíritjJ apasionado.
Las razones ~ económicas, sociales y políticas son probablemente más
fuertes en Alemania que en ninguna otra parte. En las ciudades del
sur se encuentran f2S2S.J~xª.s.mianos,.reclutad()s entre los h.0Illpres de
negocios .~llrtlanistll.s, . que J2or ..10_ªem~sp~!r1iª11~C:~Ilª~~Lª1ªJglesiª,
cabaIreros empobrecidos, campesinos y 'artesanos que no se han bene-
ficiado, como en Francia, del movimiento económico originado por
la reconstrucción y que padecen por el papel representado por los
hombres de negocios. A f:.l:a~e.~~a rrl~~a~quía .~.acional ftl:rte, car>a~
de defender a los fieles..cóntra.l~~Vi~ez~e .1afi§caligadpQn.tigcia, se
refuer~1l.I1los . J2ril1ciJ211.~()s~c1esiª.sti~ºs,.qYe. PXgsgntªnJos IllisIllos . .defe.c.-
tosque el Estado pontificio. Los prínci~sJªic9s aspiran ll. xggYdr el
papel de1gmpgradofY a substituirlo coIllo jefes teIllPorllles de la Igle-
sia en .sllsrespe,ctivos d()nlinios: Esta estructura política explica el hecho
de que la predi~ación de las iIl4111ge,:nsills tome en Alemania un carác-
ter más escandaloso que en ningún otro lugar y que suscite la reacción
decisiva.
La rebelión de Lutero
Lutero (¿ l483?-1546), hijo .....de.1Jl'lc:aIllpesinoaS()I!l0qad2S01'1ver}id() en pequeño
empresarío-ide ...minas, había sido discípulo de los hermanos de la VIda común,
más tarde de la Universidad de Erfurt, ganada a un h.umanismo de tendencia anti-
clerical. Sin embargo, obsesionado por el pecado -orlgínaT,--nó" comparte la con-
fianza de los humanistas en el hombre. Preocupado por SUI)I'QI>ia~s.1!lY.ación, se
hace lp...Q!!je, sacerdote, doct()r~~_Il._teo1()gía, profesor en la UniversidadjieWítjem-
berg, En tanto que se dedica a lasbueuin¡-obras sin obtener déellas la certidumbre
de-la salvación, encuentra la respuesta a sus angustias en el estudio de los místicos,
de sa~n, de Lefebvre de Etap1es y especialmente de la Biblia.
69
heshapo):'Cristo. En consecuencia, laS,Dh¡;1l§§oIl . i llútiles para la sal:
.va,cióny,elhomhre,es.JibreJrente.ala.. Jey. Temperamento sensible e
incluso violento, pone en su actuación una llama que había faltado
a Lefebvre o Erasmo. Pero su drama interior es el mismo que el de
muchos otros hombres, y las 95 tesis obtienen un rápido éxito.
Sin embargo, transcurren aún tres años antes de la ruptura con Roma, durante
los cuales Lutero precisa su pensamiento. Los humanistas toman posición, la
mayoría en su favor, algunos mostrándose incluso más audaces que él, mientras
que el papado. titubea, al menos hasta la elección imperial de 1519, y Erasmo,
Carlos V y varios príncipes alemanes, entre ellos el elector de Sajonia, Federico
el Prudente, se aplican a evitar un cisma.
Los hechos más salientes de este periodo son la «Controversia de Leipzig» (julio
de 1519) y la publicación en 1520 de las obras esenciales de Lutero. En El papado
de Roma, el reformador afirma que «el Reino de Dios está en nuestro interior».
A la nobleza cristiana de la nación alemana es una invitación a los príncipes, no-
bles y magistrados a luchar contra la tiranía de Roma, a reformarla vida cristiana.
Subraya también el sacerdocio universal. En De la cautividad babilónica de la
Iglesia, se rebela contra la jerarquía romana que, habiendo hecho de los sacramen-
tos el medio de la gracia, se aprovecha de ello para dominar las almas; no reco-
noce más que tres sacramentos: el bautismo, gracia gratuita concedida por Dios
y sin que nadie pueda interponerse entre Dios y el cristiano, la Sagrada Cena, pro-
mesa divina, y la penitencia. En su tratado De la, libertad de un hombre cristiano,
afirma que el .a1ma,il.l1miJ:la,4..a,por la. JequedaJibr~con.respectºaJodo ..lo que-
no s~ª.:Oiº~. Habiéndole concedido la gracia de la salvación, Dios inspira al ver-
dadero cristiano el amor de Dios y del prójimo. Al no estar sometido a nadie, el
cristiano se somete a todos y por ello mismo acepta el papel humano de las
buenas obras. Muchos humanistas esperan provocar la reforma esperada reteniendo
a Lutero en la Iglesia.
71
otras reformas, obra de príncipes, de patriciados urbanos (sacramen-
tarios) o propuestas a los ele~~!lct()sp()Pl.l,JªI'§~ (a~~ba.eEi~t~~2:
Las reformas de los príncipes se mantienen próximas al modelo
alemán. Cuando, en 1523, la dinastía de los. Vasa da a Suecia su in-
dependencia, instala el luteranismo progresivamente en Suecia y en
Finlandia. El rey de Dinamarca hace lo propio en sus Estados a par-
tir de 1526. Las resistencias católicas en Noruega e Islandia presentan
un aspecto nacional.
Sacramentarios y anabaptistas
Zuinglio (1484-1531) no debe nada a Lutero. Es un humanista y un conductor
de hombres. Predicando en Zürich desde 1518, insiste más sobre la predestinación
que en la justificación por la fe. De espíritu racionalista, concibe el bautismo y
la Cena como ceremonias puramente simbólicas y les niega todo valor de sacra-
mentos. En 1523, triunfa en Zürich, haciendo de ella una ciudad de Dios, gracias
al apoyo de la burguesía mercantil a quien agrada la claridad de su pensamiento,
su patriotismo y la energía con que elimina a los anabaptistas. Varios cantones se
ven arrastrados en su reforma, y Zuinglio toma la dirección de una liga armada.
Siguiendo el ejemplo de Zürich, el movimiento sacramentario gana Basilea, la
Suiza de habla francesa con Guillermo Farel, Alsacia, donde Bucero dirige la re-
forma en Estrasburgo. Zuinglio rompe con los luteranos en 1529 y sucumbe frente
a los cantones que han permanecido fieles al catolicismo en la batalla de Kappel
(1531). Los sacramentarios presentan una confesión aparte en la Dieta de Augs-
burgo, y Lutero rechaza finalmente el acuerdo en los Artículos de Smalkalda (1537).
Al margen del luteranismo, la reforma sacramentaria debía preparar el camino al
calvinismo.
Eljmabaptismo aparece en todll§.pªrte!idQlld~,lº§xefoxmlldºr~!i§ºm~l~llla.Igle
sia al poder político (H. Dubíeí). Considerando que sólo se puede ser cristiano por
una conversión personal, 10SllX111PllPti§tllLllo .r~collocen.lllás que el bautismo <le
lo~ adultos. No tratan de ganarse a la multitud y admiten la tolerancia, pero re-
chazan la autoridad del Estado y consideran la propiedad individual como un
pecado. Juan de Leyden se apodera de Münster, haciendo reinar el terror en la
ciudad (1533-1535). Los anabaptistas son entonces acosados por católicos y pro-
testantes. No obstante, Menno Simons (1496-1559) restituye al anabaptismo el ca-
rácter pacífico de sus comienzos. Algunos pequeños núcleos menonitas se instalan
en los Países Bajos y en la Europa central.
ELJuteranismo no consigue conservar el carácter universalista de
sus comienzos. Se convierte sobre todo en alemán. Desde Alemania,
&~E~. . l~s . . . r~iJJ.{)s . . ~SC~11ªi!lc~Y()Sl ...poco c PQP1fl;ª ()s,.. . 'l penetra"-eñ"Bonem:fa:;'
I-{:ungdª" Transilvania y Lituania. En 1542, establece un acuerdo con
los hermanoshol1.emios; pero en otros lugares choca con la resistencia
de los católicos o se ve suplantado por el calvinismo.
72
cuentra reforzado y puede defender la Iglesia de Francia contra Roma.
Francia disfruta de una amplia autonomía con la Pragmática Sanción
de Bourges. Desde el Concordato de Bolonia (1516), la «Iglesia gali-
cana» depende del rey en lo que respecta a la disciplina. Su reforma
sólo puede llevarse a cabo siempre y cuando que el rey lo quiera. El
deseo de reformar la Iglesia es muy fuerte. Luis XII y el cardenal
Georges d'Amboise intentan una reforma de las órdenes relígíosase-"
Francisco 1 y Margarita de Angulema son ganados al humanismo y
participan en la corriente erasmista. Con Lefebvre de Etaples, se abre
en Francia la vía de una reforma profunda, más pronto incluso que en
Alemania, pero queda limitada a pequeños círculos de letrados, que
esperan mantenerla dentro de la Iglesia católica. El obispo de Meaux,
Bríconnet, reúne a su alrededor a Lefebvre y sus discípulos, Farel, Rous-
Bríconnet pone en marcha una reforma disciplinaria en su obis-
Esta reforma se encuentra claramente teñida de evangelismo, ya
las oraciones se dicen en francés, se destierran las imágenes y se
reduce el cuIto a la Virgen y a los santos.
Entre tanto, algunos de los numerosos predicadores populares hacen suyas las
afirmaciones de Lutero. La Sorbona condena el luteranismo en 1521, pero el rey
protege al «grupo de Meaux» hasta el desastre de Pavía (1525), que provoca una
angustia colectiva. Sin embargo, el reyes retenido todavía en los sentimientos eras-
mistas por su hermana Margarita de Angulema, así como por la necesidad en que
se halla de obtener el apoyo del rey de Inglaterra, Enrique VIII, y de los príncipes
luteranos de Alemania.
La efervescencia religiosa aumenta. En casi todas las provincias se encuentran
pequeños núcleos favorables a las ideas luteranas o sacramentarias, pero sobre todo
en París, en las ciudades comerciales, como Lyon, y en Beam, donde Margarita
de Angulema, reina de Navarra, hace de su corte de Nérac un refugio para los
discípulos de Lefebvre. Todos los grupos sociales de las ciudades son influidos: clero,
pequeña nobleza, burguesía de toga y burguesía mercantil, e incluso algunos ofi-
cios, como la imprenta. En Lyon estalla una revuelta popular en 1529, la Rebeine,
en la que se mezclan influencias luteranas con reivindicaciones sociales. Frente a
este estado de, cosas, la inquietud de todos aquellos que siguen siendo católicos
aumenta.
73
Calvino
Juan Calvino (1509-1564), hijo de ynadrninistrador acomodado del capítulo de
la catedral de Noyon, estudia las artes liberales en París, después derecho en
Orleañsy en Bourges, Humanista, es ganado por el pensamiento de Lefebvre de
Etaples, se convierte a la Reforma, renuncia a sus beneficícsy huye a Estrasburgo
y posteriormente a Basilea, después del asunto de los l'lapqrds.
Con la Institución cristiana, Calvino aparta la reformafrancesa de sus guías.
La primera edición aparece precedida de una epísto]ajj.lsttf1cativa a Francisco 1.
En las ediciones siguientes, latinas o francesas, el~.l~g~t?sede al tratado dog-
mático. La obra se caracteriza por el rigor y la clarid~ª.qesllrazonamiento, donde
se revela el jurista. Calvino incorpora el pensamientosdersus predecesores, pero
lo renueva en un momento en que el impulso .espiritualdeIa reforma comienza a
paralizarse.
74
dores. Calvino se traslada entonces a Estrasburgo y entra en contacto con Bucero.
Llamado nuevamente a Ginebra, impone las Ordenanzas eclesiásticas de 1541, las
cuales implican de hecho una reforma de la Iglesia y de la sociedad. La Iglesia,
aunque íntimamente ligada al Estado, no le está sometida. Por el contrario, obra
como su inspiradora. Sus instituciones tienen como base cuatro ministerios cole-
giales: 10spastore§J cooptados (predicación), los doctores, nombrados por los pas-
tores (enseñanza) ,el consistorio, formado por pastores y ancianos designados por
el Consejo de la ciudad asistido por decuriones encargados de encuadrar la pobla-
ción (control de la fe), los diáconos (asistencia). Aunque sin magistratura oficial,
Calvino ejerce una verdadera dictadura. Pero esto no sucede sin luchas. El Gran
Consejo de Ginebra disputa al consistorio el derecho de admitir a la comunión y
de excomulgar. Calvino, apoyado par numerosos refugiados franceses, pretende im-
poner una rigurosa inquisición con respecto a las prácticas católicas, anabaptistas
e incluso profanas, como la danza, el teatro y los juegos. Un partido nacional sos-
tenido por el patriciado le obstaculiza. A partir de 1555, la autoridad de Calvino
es indiscutible.
Esta autoridad rebasa el marco de la ciudad, como testimonia lo ocurrido con
Miguel Servet. Este pertenecía a la corriente antitrinitaria que, ilustrada por Lelio
Socino, se había insinuado en Lyon y en algunas ciudades de Suiza antes de en-
contrar refugio en Polonia. Miguel Servet negaba el pecado original y el dogma
de la Trinidad. Fue perseguido, por el obispo de Lyon, condenado a muerte por
las Iglesias suizas y quemado vivo (1553). Ninguna protesta contra Calvino se alza
en el mundo cristiano, salvo la de Sebastián Castalión.
75
Knox, formado en la academia de Ginebra, de vuelta en 1559 en su país, em-
prende la lucha contra la dínastía de lbs Estuardo y se manifiesta como un notable
organizador. La aristocracia se pasa a la Reforma, al tiempo que los hidalgüelos y
los campesinos de esta región pobre desean los bienes de la Iglesia. El calvinismo
obtiene un triunfo aplastante. El Parlamento adopta una confesión de fe redac-
tada por J. Knox, La Iglesia presbiteriana de Escocia se organiza de acuerdo con
el Libro de disciplina, de una forma más democrática que la de Ginebra, ya que
los pastores son elegidos por los fieles.
LA REFORMA INGLESA
LA REFORMA CATOLICA
La nostalgia de la unidad
En 1522 muere León x. Los cardenales, inquietos por los avances del lutera-
nismo, eligen papa a un cardenal holandés, Adriano VI, que parece hallarse bien
preparado para las urgentes tareas del papado. Adrián VI es un humanista, amigo
de Erasmo y antiguo preceptor de Carlos V, pero muere prematuramente. Su suce-
sor, un Médicis, Clemente VII (1523-1534), subestima la fuerza de los luteranos,
El movimiento de reforma de la Iglesia romana iniciado a comienzos de siglo
continúa, aunque experimenta gran desaliento a causa del cisma luterano y el
fracaso de las tentativas de conciliación llevadas a cabo por Erasmo. Está soste-
nido por los progresos de la devotio moderna que, suscitada por la Imitación de
Cristo, extiende el misticismo entre los laicos y concilia vida ascética y vida activa.
Por otra parte, España ofrece con el cardenal [íménez de Cisneros, en la Univer-
sidad de Alcalá de Henares, un ejemplo de reforma católica lograda. Tampoco
puede despreciarse el ejemplo dado por algunos prelados, que se dedican a mejorar
la formación de los sacerdotes y a: dar un nuevo vigor al catecismo y a las obras
de caridad. Sin embargo, en estos momentos la defensa del catolicismo se apoya
sobre todo en los soberanos. Le falta sólo el impulso que podía darle la autoridad
suprema del papa.
~~~te.de_Jm. pap.aque:rlo_.JlareC.f:.-s;_sJ:ªLJ!º.t~ll.ra
ella, Paulo In Farnesio (1534-1549). En 1536, año en que muere
Erasmo, Pgulo nI coi!.voca un. cO:rl-<::ili.Q...1l.1li~ La reforma de la
Iglesia romana comienza verdaderamente.
Paulo Hl sabe movilizar todas las energias que se le presentan.
En 1536, nombra cardenales a humanistas eminentes y respetados:
Juan Pedro Caraffa, Contarini, Sadolet y Pole, que preparan el pro-
grama del futuro concilio. En el «Consejo sobre la reforma de la
Iglesia» (1537), se denuncian los abusos despiadadamente. Por otro
,.-...--. In3..-sussQnsJ~jergLºIganizan igualmente la Contrarre-
lado, Paulo ' " , "" ""-"'.""'''''''--'--'''''-'''''''-''-'''''''''~''''-''--''._-_._ -..'''._"~"-,~,-".,_.~-_.,._'-'---,,---,,.,,--'-'~"-~~-
78
forma, En ~>._lª-llli1-liisiciÓ1:LIDm8:fta--es~col.LfLadaa una ~t:ga-
cíóíi de ~~enal~§J la ~ensu~~,ª~JQ§.Jihl'Qs.-.aL.s.anto--ºfujQ~Q-lS.:l:3.
Eíprimer índice~~J!!>ros_.Q!'2.~~e.~<!.os se Pl1blicU~1. Paulo III se
apoyatam1J1en:-en órdenes monásticas nuevas, la de los tea tinos, la de
los capuchinos, procedentes de los .1~anciscanQs y fundada en 1525,
sin ólvmar-la de los jesuitas, instituida por Igna~~_Loyolª.
--- '-~-
El Concilio de Trento ~
Ante el fracaso de la última tentativa/de acuerdo con Mélanchthon (1541), se
elige la cj).\dªª~_Irento, por~z: italiana' y estar situada dentro del Imperio, corno
lugar de reunión deun concilio. Perocuando éste se abre, ningún luterano se
encuentra presente.
Iniciado en una relativa indiferencia, el Concilio de Trento, después de una
agitada existencia, se termina en el entusiasmo. Celebra sesiones de 1545 a 1547,
de 1551 a 1552 y, por último, de 1562 a 1563, sometidas a los azares de la polí-
tica europea tanto como a la evolución de los espíritus. Conduce de frente dos
tareas: definición del dogma y restauración de la disciplina. Dos tendencias se
oponen en él. La primera es la tendencia moderada, sostenida por los soberanos
de los países que pertenecen al ámbito de la Reforma, Carlos V, que en 1551 logra
que se escuche a los teólogos luteranos, después Fernando de Habsburgo y Cata-
lina de Médícis, que no desean que se endurezcan las posiciones y mantienen. por
razones políticas la actitud de los erasmistas de la generación precedente. La se-
gunda tendencia es la del papado, que, comprobando la ruptura definitiva, se
opone a toda concesión doctrinal a los protestantes e intenta, mediante la reforma
disciplinaria, reforzar la autoridad pontificia en el mundo católico. Con el ponti-
ficado del intransigente Paulo N Caraffa, el papado, apoyándose en el movimiento
de renacimiento católico, toma la dirección de la reforma católica. .
79
1. El dogma tiene su fundamento en las Escrituras, que sólo la
Iglesia posee el poder de interpretar, y en la tradición. El papa y los
obispos ostentan los poderes entregados por Jesucristo a san Pedro' y
los apóstoles. '
2. El hombre no puede ser justificado sin la gracia divina, pero
puede conservarla o perderla y, mediante los sacramentos instituidos
por Dios, volverla a encontrar. El libre arbitrio existe en la medida
en que Dios lo permite, y el hombre será juzgado no solamente por su
fe, sino también por las obras de las que es responsable.
3. La misa es un sacrificio que renueva realmente el de Cristo.
De este modo .se reafirma la presencia real de Jesús en el pan y el
vino, rechazada por los sacramentarios, y la. h·~nsu~st(lI1~iíl:s:l§!k...es
decir, el cambio de substancia .de las dos espéC'!es;-que se convierten
en el cuerpo y la sangre de Cristo, rechazada por el conjunto de los
protestantes.
El _Concil~J:ij~~~~!!1en tgXe.gl?s,.. Qi~J!!lª:riªLqll~_~Q.Ilcierpen a
la formación....} '.Ja.Ym-dg-los sacerdotes (semirrariesr-y-del clero regu-
lar~(clausura). asicomo a la admínístracíón.xie.Joa sacramentos El
derecho canónico precisa espe~ialmente la legislación sobre el matri-
monio. Pero no todos los abusos desaparecen. Los beneficios de los
eclesiásticos no podian suprimirse sin una revolución social. En cambio,
Se hace ya posible una pastoral nueva.
El renacimiento católico comienza. Aparece un nuevo tipo de órdenes, perte-
necientes al clero regular: teatinos y jesuitas, o bien los hermanos de la caridad,
que siguen siendo laicos (Granada, 1537). Incluso hay un intento de creación de
religiosas seculares, las ursulinas (1535), destinadas a la enseñanza de las mucha-
chas. Las órdenes antiguas se reforman, como los dominicos. En Roma, Felipe Neri
reúne a su alrededor hombres dedicados asiduamente a la oración y a la acción
apostólica y caritativa (Oratorio romano). Santa Teresa de Avila abre al misti-
cismo nuevas vías. En 1562 funda el primer convento de carmelitas reformadas.
Los estudios teológicos tienen un nuevo despertar gracias a los dominicos, agusti-
nos y sobre todo jesuitas, que han asimilado la enseñanza de los humanistas.
BALANCE DE LA REFORMA
80
2. Al norte, se constituye un bloque protestante: luterano en la
Alemania del Norte y del Este, los reinos escandinavos y sus depen-
dencias (Finlandia, Islandia), calvinista en Escocia, anglicano en In-
glaterra. Sólo Irlanda permanece fiel a Roma. En estos países, la reli-
gión continúa ligada al sentimiento nacional.
Entre estos dos bloques, existe una zona disputada, que compren-
de Francia, los Países Bajos, Renania, Suiza, Austria, Bohemia, Hun-
gría y Polonia. El luteranismo retrocede ante el calvinismo, apoyado
por la burguesía, la pequeña nobleza y algunos grandes señores. Salvo
en Bohemia, el elemento popular parece en general menos afectado,
ya que los lazos feudales al servicio de la nobleza actúan en los dos
sentidos, y sólo una minoría del clero se pasa a la Reforma. Todo
depende de los soberanos. Se mantienen fieles a la Iglesia romana y
tarde o temprano se convierten en agentes de la Contrarreforma. Las
dos confesiones se reparten estos países. En ellos se entablan las guerras
de religión y se plantea la cuestión de la tolerancia.
La intolerancia religiosa
81
6. Corvisier.
de Miguel Servet, que no admite la intromisión del brazo secular en
materia de doctrina y pide el exilio y no la muerte de los heréticos.
Su influencia es muy pequeña. La tolerancia no puede proceder sino
de una distinción entre lo temporal y lo espiritual. Tal es el caso de
los anabaptistas. Después de haber repudiado la violencia de un Tomás
de Leyden, Menno Simonsafirma: «La fe es un don de Dios; no pue-
de ser impuesta mediante la espada por ninguna autoridad temporal».
Los menonitas constituyen una secta sin vinculación con el Estado.
Otros, los «políticos», preocupados por la paz pública, aceptan las me-
didas con tal de que se adapten al mantenimiento de ésta (Miguel
de I'Hópítal), Dicha corriente se beneficia más tarde de la lasitud pro-
vocada por las guerras de religión. Hacia 1563, la tolerancia religiosa
sólo se da de hecho, y de manera muy precaria, en casos limitados
(Polonia). Por el contrario, la persecución se instala por todas partes
donde se encuentran disidentes. Se convierte fácilmente en sistemá-
tica: valdenses en Francia, protestantes en Italia y España, papistas
en Inglaterra (excepto con Maria Tudor), antitrinitarios casi en todas
partes. La Reforma multiplica las ocasiones de persecución.
82
CAPiTuLO V
La sociedad cristiana
83
cidad se vuelve por entero hacia esta última. La Iglesia enseña la re-
signación con respecto a las desigualdades naturales y las desigual-
dades sociales. La idea de justicia social, tal como la conciben la ma-
yoría de los europeos del siglo xx, no tiene sentido para los del siglo XVI.
La doctrina económica de la Iglesia consiste en que el individuo no
puede perseguir fines lucrativos. Se prohíben la usura y la especula-
ción sobre los precios. Las autoridades municipales y señoriales y los
soberanos deben arbitrar los conflictos entre los gremios, entre produc-
tores y consumidores, y fijar el «justo precio». Se soportan las desi-
gualdades sociales, no sólo porque parece difícil remediarlas (aunque
existe un comunismo evangélico latente), sino porque hay una igual-
dad ante la muerte y ante Dios. Además, la miseria se considera casi
como un don de Dios, como un seguro para el otro mundo.
La enseñanza de la Iglesia va todavía más allá de esta resignación.
Los clérigos enseñan que la sociedad presente está inscrita en la cadena
de los tiempos y que la evolución es inconcebible. No se trata de una
óptica enteramente determinista, pero toda modificación del orden so-
cial ha de venir forzosamente de Dios. Tal es la razón de que las
justificaciones de orden social adquieran el carácter de verdades de fe.
Cada uno de estos órdenes está sometido a una ley particular: privati lex o
privilegio, cuyo objeto es permitir a sus miembros cumplir mejor la misión que le
corresponde. Los privilegios incluyen sacrificios y ventaj as. Los sacrificios consisten
en el celibato para el clero, «el impuesto de sangre» para los nobles y la pena del
trabajo para el tercer orden. Las ventajas suponen para el clero verse defendido y
alimentado; para la nobleza, contar con las oraciones y los víveres de los demás;
para los trabaj adores, descansar en la oración y la vigilancia de los otros dos ór-
denes. Los tres órdenes son íntimamente solidarios.
En realidad, esta concepción expresada por el clero, si bien inspira: ciertas ac-
titudes sociales, se modifica al difundirse. A veces no se distinguen más que dos
órdenes, clérigos y laicos, a -despecho de su desigualdad numérica. Y otras veces
no se considera al clero como un orden social, puesto que sus miembros se hallan
84
en estado de muerte civil. No quedan entonces más que dos órdenes, que se dife-
rencian por su nacimiento. En fin, el orden es susceptible de subdividirse. Por
ejemplo, el clero se separa en clero regular, compuesto a su vez de cierto número
de órdenes monásticas, y clero secular, en el que se distingue a su vez un primer
orden (obispos y abades) y un segundo orden (sacerdotes). Los títulos de nobleza
comienzan a separar entre sí a los nobles. Aparecen asimismo distinciones jurídicas
en el seno del tercer orden: burgueses (hombres inscritos en los registros de la
burguesía), miembros de los gremios.
85
el rey, pero la medida general de 1470 no fue renovada. En el siglo XVI, ni la
tierra ni el dinero ennoblecen sin la intervención de la voluntad real. Sin embargo,
ésta no se opone más que excepcionalmente al consentimiento general, y el enno-
blecimiento se rodea de toda clase de precauciones destinadas a apaciguar la hos-
tilidad, no sólo de los nobles, sino también de los plebeyos, obligados a cargar con
los gastos de desgravación de impuestos que representa el paso a la nobleza (pago
de una cantidad a los otros miembros de la comunidad rural, por ejemplo). La
nobleza tiende a cerrarse ante los recién llegados. Al lado de una nobleza posee-
dora de feudos, que cuenta con rentas y en la que la descendencia sólo afecta a
los segundones, existe una nobleza no poseedora de feudos, formada por esos se-
gundones, reducida a solicitar una plaza de los grandes, que sirve en el ejército y
cae a veces en el bandidaje, pero conserva celosamente sus títulos, Existen también
nobles que aceptan el trabajo manual, pero esto es tan contrario a la opinión
reinante que se les relega al olvido y se les hace el vacío.
La sociedad corporatioa
86
misión lo que los une. De hecho, se trata de la defensa de sus intereses. Pero sobre
todo la noción de corporación está impregnada de una cierta afectividad. Así, el
sentimiento nacional se traduce en lenguaje corporativo. La nación es un gran
cuerpo, compuesto de miembros y una cabeza, el soberano.
La herencia
87
sino para aquellos que no han nacido en su seno, para la gente que
proviene de otro oficio, de otra localidad donde quizá las habilidades
manuales no son las mismas, o, dentro de la corporación, para los
hijos de aquellos que no han alcanzado un alto grado en la jerarquía.
De este modo, la herencia influye en todos los aspectos de la vida.
De la fortuna, pasa a las funciones, a las corporaciones, a los órdenes.
Es un hecho en la nobleza y, prácticamente, en los gremios. Y tiende
también a serlo en lo que respecta a los cargos. Se llega a la idea de
que cada hombre nace en una condición social y está destinado por
voluntad divina a permanecer en ella. Evidentemente, la herencia se
opone a la movilidad social.
Pero en la realidad la herencia no ha impedido jamás la movili-
dad social, sobre todo en las épocas de demografía incierta. La falta
de hijos, las inaptitudes naturales, la espantosa mortalidad debida a
la peste, el hambre o la guerra, diezman las familias y exigen su reem-
plazo. El exceso de hijos lleva a la decadencia. Por otra parte, es cosa
admitida. ¿No es ésa también la voluntad divina? El período 1453-1530,
dedicado a la repoblación de Europa, favorece las ascensiones sociales.
El dinero interviene facilitando la compra de tierras, la producción de
una obra maestra, la instalación de un taller, la compra de feudos y
de cartas de nobleza. Por algún tiempo, las plagas y el desarrollo eco-
nómico debilitan la opresión de la herencia.
88
que los progresos de la mente humana agudizan el sentido de lo cuan-
titativo. No obstante, la riqueza significa también para ellos un medio
de vivir mejor, hasta el punto de que, una vez alcanzada la fortuna,
el crédito y la consideración social, se comportan como señores fas-
tuosos, orgullosos de su clientela, protegiendo a los artistas y, gracias
a ello, al cabo de algunas generaciones, se aproximan a la nobleza.
Hay oficios que se reorganizan en el marco del capitalismo 'comer-
cial. Se trata sobre todo de la industria textil y, accesoriamente, de la
minera. El maestro Se convierte entonces en un destajista y pierde
toda su independencia. Los operarios se benefician de la coyuntura
relativamente favorable a principios del siglo XVI, y la expansión eco-
nómica contribuye a distender los reglamentos de los oficios. A partir
de 1520, se produce un cambio profundo. Los salarios se esfuerzan, sin
lograrlo, por seguir el alza de los precios. Los maestros, bien porque
han sido ganados por la mentalidad capitalista, bien porque defienden
una condición que se ha hecho precaria, ensanchan el foso que los
separa de los operarios. La herencia no tropieza ya con ningún freno.
Los operarios, al no poder obtener ya su parte en los provechos de la
expansión, se organizan en hermandades que les son propias y que
las autoridades prohíben.
La sociedad rural no Se ve exenta de estos disturbios. Como la
tierra representa la inversión más estimada y segura, los que han ga-
nado dinero en el comercio tratan de convertirlo en tierras. La prác-
tica se extiende a todos los niveles sociales. Los Fugger se convierten
en grandes propietarios rurales, y en los pueblos se crea una burgue-
sía rural formada por labradores enriquecidos. Esta tendencia no hace
más que aumentar con las crisis. Al mismo tiempo, la Reforma pro-
voca la puesta en venta de grandes patrimonios eclesiásticos. No cabe
duda de que los nuevos propietarios se preocupan mucho por la ren-
tabilidad de sus fondos y vigilan con gran atención el cobro de los
derechos feudales. Se asiste también a la extensión de los derechos en
especie (champortsl.: pero subsisten numerosos derechos en metálico
(censos), que se devalúan con el aumento de los precios. Se extienden
igualmente por ciertas regiones de Francia explotaciones de nuevo tipo,
como las aparcerías, creadas por los burgueses con las tierras reciente-
mente adquiridas, situadas a veces en distintos señoríos y confiadas a
un campesino, que paga el arriendo sobre todo en especie. Arrenda-
miento y aparcería no se distinguen claramente como en el siglo XIX.
Estas concentraciones parcelarias tienden a reducir el número de los
que tienen trigo para vender y extienden así la condición de jorna-
lero. Cuando se acompañan de la «enclosure» (cercado) de las tierras,
como ocurre en la cuenca de Londres, limitan la eficacia de las prác-
89
ticas comunitarias. El número de descontentos aumenta en la ciudad
y en el campo. Las predicaciones igualitarias de lolardos, taboritas,
anabaptistas, encuentran eco, pero más bien perjudican la causa de
los miserables por los desórdenes que suscitan y las represiones que
provocan. La profesión donde se da mayor efervescencia es la im-
prenta, porque en ella la organización capitalista está más avanzada.
Además, los operarios impresores son lo más selecto de la clase obrera
y a menudo se hallan en contacto con la Reforma. En Lyon, se ponen
a la cabeza de la Grande Rebeine de 1529. Las hermandades de obre-
ros forman coaliciones, boicotean a los maestros que no aceptan sus
condiciones, imponen la huelga (trie). Las revueltas amenazan a veces
a toda una ciudad: Florencia (1527), Génova (1528), Lyon (1529 y
1539), París (1542), Augsburgo (1548). En fin, a partir de 1520, el
descontento latente alimenta movimientos de gran amplitud, provoca-
dos por razones diversas: predicaciones religiosas (Guerra de los cam-
pesinos en Alemania, 1524-1526, y rebelión de los anabaptistas de
Münster, 1533-1534), descontento contra los extranjeros y amenazas
contra los privilegios (rebelión de los Comuneros en España, 1521-1523),
aumento de los impuestos, tanto más duro cuanto que los campesinos
han sido despojados del mercado del trigo, que les procuraba el dinero
para pagarlos (rebelión de los campesinos de Guyena, 1548). Violen-
cia y pillaje acompañan por regla general estos movimientos, que dan
lugar a una represión muy enérgica.
MATICES REGIONALES
Francia
Una gran parte de Francia presenta el aspecto más equilibrado de
la sociedad de órdenes. El número de siervos es pequeño, y su con-
dición se aproxima a la de los hombres libres. Se mantiene el régimen
señorial, y la nobleza es sobre todo campesina.
90
debido al clero, derechos señoriales, que proceden de la usurpación por parte de
los señores de los derechos de regalía (tailles señoriales, monopolios: horno o mo-
lino común, derechos de laudemio y venta) y derechos feudales correspondientes a
la posesión de la tierra (censos en dinero de carácter de reconocimiento y en gene-
ral muy ligeros, champart en especie), así como las prestaciones personales. Se
calcula que la proporción de propiedad campesina se eleva a casi el 50 % de la
tierra. Sin embargo, esta propiedad está excesivamente parcelada y repartida de
manera muy desigual entre los campesinos.
91
Volveremos a encontrar todos estos elementos en los países vecinos,
aunque en un orden variable de importancia.
92
sociales son fuertes, pero la comunidad urbana crea lazos en el seno
de estas sociedades, donde se codean individuos de condiciones tan
diversas.
El noroeste de Europa
93
los campesinos (él los representa ante la justicia), y éstos pierden su
independencia. Las prestaciones personales se multiplican, permitiendo
la explotación del patrimonio próximo y su extensión. Las tenencias
campesinas disminuyen. El señor acumula cada vez más la propiedad
eminente (Grundherrschaft) y la propiedad útil (Gutherrschaft). Más
al este, Polonia posee una nobleza numerosa y pobre (la Szlachta),
que acaba por pasar a depender de los grandes propietarios (magna-
tes). Las ciudades polacas presentan aún una actividad real, pero los
mercaderes son en su mayoría extranjeros (alemanes y judíos). En fin,
en este siglo de oro de Polonia, el número de letrados es relativamente
grande.
Existen, pues, desde el amanecer de los tiempos modernos tenden-
cias regionales, que no harán más que acentuarse después.
94
CAPÍTULO VI
Los Estados son como las sociedades. Bajo la diversidad de las ins-
tituciones se reconocen los principios comunes a los paises de la cris-
tiandad occidental. Todos ellos se rigen de acuerdo con usos políticos
estrechamente adaptados a los principios cristianos y a las concepcio-
nes sociales. Tales usos forman verdaderas constituciones consuetudi-
narias. Sin embargo, la unidad de la cristiandad retrocede ante el
desarrollo de las naciones.
Cristiandad y naciones
95
dos poderes tradicionales, el papa y el emperador, este último ha per-
dido toda autoridad sobre los reyes, salvo el absolutamente eventual
y teórico de crearlos.
Las naciones refuerzan el poder de los reyes frente al papa. Poder
espiritual y poder temporal aparecen 'COmo inseparables. Nadie con-
tradice el principio fundamental de que la acción de los soberanos
debe inspirarse en la religión, y se trata casi siempre de justificar la
desobediencia por la violación, real o pretendida, de las leyes de Dios.
Sin embargo, el papa ha tenido que moderar sus pretensiones frente
a los reyes, aunque sigue siendo el papa el que predica la cruzada, in-
cluso cuando ésta no se inicia siquiera y se limita a una recaudación
de subsidios. En ciertos casos, conserva el papel de árbitro supremo
entre las naciones. Así, en 1496, Alejandro VI reparte las nuevas tie-
rras entre españoles y portugueses, lo que suscita las protestas de fran-
ceses e ingleses. En fin, aún no se ha negado al papa el derecho a
condenar a un rey herético.
No obstante, los reyes se han liberado de los consejos de la Igle-
sia en lo que respecta a los asuntos temporales y buscan la inspiración
cristiana de sus actos en sus consejeros privados. Por otra parte, están
investidos de un carácter religioso. Gracias a la consagración, no deben
su cetro más que a Dios.
Todos los reyes son consagrados por la Iglesia de su propio reino, siguiendo un
ritual particular. La consagración no les confiere un orden religioso, pero, cuando
ya se ha retirado a los fieles la comunión bajo las dos especies, ellos conservan
por regla general el privilegio. Sus consejeros les reconocen normalmente el papel
de «obispos externos», protectores temporales de la Iglesia. Los reyes de Francia e
Inglaterra poseen poderes taumatúrgicos, que la Iglesia reconoce (curación de las
escrófulas) .
La monarquía
Además de la religión, las fuentes del poder real se encuentran
generalmente en el derecho feudal, que hace del rey el señor feudal
supremo, y en el derecho romano, que los juristas le aplican con mayor
96
o menor audacia y éxito. De hecho, existen monarquias que siguen
siendo casi feudales, como Polonia, otras que tienden a un absolu-
tismo efectivo, como Francia y Castilla. Pero en todas ellas se condena
el despotismo al modo oriental. El soberano no es propietario de sus
súbditos. Debe respetar su propiedad y sus bienes conforme a la ley
divina y la ley natural. Debe gobernar de acuerdo con los usos, ver-
dadera constitución consuetudinaria.
97
7. Corvisier.
gundo orden. Continúan proporcionándole sus funcionarios. Por su
parte, «la nobleza apenas sí puede defenderse de la burguesía a no
ser por el favor real». En efecto, como continúa llevando un tren de
vida dispendioso,. tiene que solicitar del rey cargos, puestos de mando
militares, obispados y abadias, incluso pensiones. Con ello pone en
peligro su independencia. Por lo demás, esto no excluye su participa-
ción en las clientelas, puesto que hay muchos nobles cuya única posi-
bilidad de presentar una solicitud al rey consiste en recurrir a la inter-
vención de un grande del reino.
Estos lazos entre economía, sociedad y politica condicionan el de-
sarrollo de los Estados y diversifican en la práctica instituciones fre-
cuentemente semejantes.
TIPOS DE MONARQUIAS
El dominio real se extiende sobre la mayor parte del reino. Existen, sin em-
bargo, feudos importantes, sobre los que el rey ejerce una autoridad mayor o
menor: Charolais (de Maximiliano de Austria), Armagnac, Bigorre, Comminges,
condado de Foix (del rey de Navarra), La Marca, Auvernia, el Borbonesado, Forez,
el Beaujolais (del duque de Borbón); heredades pertenecientes a las ramas segun-
donas de la casa de Valois: Valois, Orleans, Blois de una parte (incorporadas al
advenimiento al trono de Luis XII), Angulema de la otra (incorporada al adveni-
miento de Francisco 1); o a parientes más alejados: Alencon, Vendóme. Una uni-
formidad relativa de instituciones y costumbres reina en los países comprendidos
entre el Somme y el Loira, a los cuales se extiende la autoridad de las Cortes
soberanas de París. El resto de las provincias tienen casi siempre sus propias Cor-
tes soberanas y sus Estados regionales (Nermandía, IClIrg0ña, Delfmado, Provenza,
Languedoc, Bretaña...).
98
ron a, miembros de derecho, y de los grandes dignatarios requeridos
por el rey. Pero a este Consejo, demasiado numeroso y poco manejable,
el rey prefiere los pocos consejeros que forman el Consejo secreto (Con-
seil secret) o Consejo restringido (Conseil étroit).
99
Las Cortes soberanas registran los edictos que son de su compe-
tencia. En esta ocurrencia, los Parlamentos formulan con frecuencia
amonestaciones, que pueden tener un carácterpolitico. Y en ausen-
cia de los Estados generales, critican especialmente los edictos fiscales.
Los impuestos indirectos son las aides (derechos sobre las mercan-
cías, sobre todo el vino), las traites (derechos sobre los transportes) y
la gabela, que es en realidad un monopolio sobre la sal. Existen varios
regímenes de gabelas: la gran gabela, que representa en cierto modo
el derecho común, distintos regímenes de pequeña gabela, menos one-
rosos, y exención (por ejemplo, en Bretaña).
Con Francisco 1 y Enrique II se produce un cambio en la manera
de gobernar, sin que se modifiquen los principios. Por ejemplo, co-
mienza a aplicarse al rey el término majestad, hasta entonces reser-
100
vado al emperador. Y se asiste a una aproximación de la nación al rey
y al reforzamiento de la administración real.
La monarquía inglesa
101
Como el rey de Inglaterra no logra pasarse sin el consentimiento de la asam-
blea de los órdenes (Parlamento) para la recaudación de impuestos, recurre sobre
todo a las rentas del dominio real y a los derechos de aduanas. La Cámara del
rey reemplaza al Exchequer en la administración de la mayoría de los fondos, de
modo que las finanzas reales se hallan en manos del soberano.
Al precio de sostener una sana política financiera, el poder real no es incomo-
dado apenas' por el Parlamento. Este se compone de los Lores (más eclesiásticos
que laicos) y los Comunes, un cuarto de los cuales son caballeros electos por los
terratenientes libres de los condados; el resto, burgueses electos por los burgos. El
papel principal corresponde a los Lores, a los que se añade una delegación de los
Comunes convocada por el rey. No obstante, las leyes que reciben la sanción del
Parlamento se consideran superiores a las demás actas reales, y el rey no cuenta
apenas con los medios para llevar una gran política.
La monarquía española
102
A partir de 1480, la autoridad real está representada en las provincias por los corre-
gidores, a la vez jueces y administradores, que vigilan de modo especial las corpo-
raciones municipales, dominadas sobre todo por los hidalgos. Por debajo de ellos,
se encuentran los alcaldes mayores.
La administración financiera es complicada. Los ingresos se componen de: 1) in-
gresosordinarios, tasas sobre las ventas (alcabalas), derechos aduaneros, tasas sobre
los rebaños trashumantes; 2) las rentas de las órdenes militares y los subsidios del
clero; 3) los servicios, análogos a la taille, pero votados por la asamblea de los
órdenes o Cortes; 4) las remesas de Indias.
Como la misión principal de las Cortes de Castilla consiste en votar los servi-
cios, los reyes toman la costumbre de no convocar a ellas más que a los plebeyos.
Las Cortes de los países que forman el reino de Aragón conservan un papel más
amplio.
La constitución del Imperio había sido fijada por la Bula de oro en 1356. El
personaje llamado a ser emperador, o rey de los romanos, debe ser nombrado antes
de su coronación por siete electores: tres eclesiásticos, los arzobispos de Maguncia,
Tréveris y Colonia, y cuatro seglares: el rey de Bohemia, el duque de Sajonia-
Wittemberg, el margrave de Brandeburgo y el conde palatino del Rin. La Dieta
(Reichstag), formada por tres asambleas, de los electores, de los principes y de las
ciudades, esta última sólo a título consultivo, asiste al emperador. El arzobispe de
Maguncia preside la Cancillería imperial. Desde 1440, se elige al emperador dentre.
de la familia de los Habsburgo.
Maximiliano (1493-1519), de acuerdo con la Dieta de Worms (1495), efectúa
varias reformas destinadas a afianzar el orden interior. Se prohíben las guerras pri-
vadas y se crea en Francfort del Meno una Cámara de justicia imperial, que con-
103
tribuye mucho a la expansion del derecho romano. En el año 1500, se divide el
Imperio en diez círculos, con objeto de asegurar la defensa común, pero esta ins-
titución no se afirmará hasta mucho más tarde.
Maximiliano intenta asimismo constituir una administración común para sus
Estados y el Imperio, que tendría su sede en Austria o le seguiría en sus desplaza-
mientos. La Cancillería áulica y la Cámara áulica no funcionarán en realidad hasta
más tarde y lo harán sobre todo en los Estados hereditarios.
104
Carlos V hace que la Dieta vote el Interim de Augsburgo, que no
satisface a nadie. Los príncipes protestantes obtienen el franco apoyo
de Enrique II, a quien el Tratado de Chambord permite ocupar Metz,
Toul y Verdún. Derrotado ante Metz, Carlos V tiene que firmar con
los príncipes la Paz de Augsburgo (25 de septiembre de 1555), que
consagra la disminución del poder imperial. Cada príncipe se convierte
de hecho en el jefe de la Iglesia dentro de sus Estados y se reconoce
la validez de las secularizaciones efectuadas antes de 1552.
Tres Estados desbordan los limites de Italia. Los Estados de la Iglesia, mosaico
de diversas soberanías feudales sobre ciudades que han mantenido vivas las insti-
tuciones municipales, como Roma, o que han pasado al poder de condotieros con-
vertidos en feudatarios del papa, son demasiado débiles, a pesar de los esfuerzos
de papas como Alejandro VI (1492-1503) o Julio II (1503-1513). Hay cierta confu-
sión entre el gobierno de la Iglesia y el gobierno propio de esos Estados. No obs-
tante, la centralización progresa durante el siglo XVI. A partir de 1504, el reino
de Nápoles forma parte de la corona de Aragón, lo mismo que Cerdeña y Sicilia.
El soberano está representado por un virrey, asistido por un Consejo colateral, y
se apoya en las ciudades para contener la poderosa feudalidad rural.
Venecia es algo más que un Estado italiano, puesto que a sus «posesiones de
tierra firme» se unen una parte de Istria, de la Dalmacia y de las islas jónicas,
Creta, Chipre y varias islas del mar Egeo. La soberanía corresponde a un Gran
Consejo, compuesto por los representantes de las aproximadamente dos mil familias
inscritas desde 1506 en el libro de oro. El Gran Consejo delega sus poderes en el
Senado, cuyos principales órganos ejecutivos son el Consejo de los Sabios y el
Consejo de los Diez. Este último mantiene una temible policía secreta. El Dux,
cabeza oficial de la Serenísima República, no tiene apenas más que un papel re-
presentativo y se halla muy vigilado. El orden reina en los Estados de la Repú-
blica, y Venecia puede contar con la lealtad de sus súbditos. Su ejército, su flota
y sus recursos financieros hacen de ella una potencia europea.
Otros Estados, por el contrario, se ven forzados a sufrir intermitentes tutelas
extranjeras. En oposición a Venecia, en la república de Génova reina una gran
agitación. Los nobles, distribuidos en clanes (alberghi), se oponen a los plebeyos
(popolari), los burgueses a los artesanos, las facciones rivales: blancos y negros,
entre sí. Los organismos, entre ellos la Casa di San Giorgio (finanzas), desempeñan
un gran papel.
El ducado de Sabaya se extiende al oeste de los Alpes sobre Niza, Sabaya,
Bresse, Bugey, la comarca de Gex y la comarca de Vaud; al este, no comprende
más que una parte del Piamonte actual. Se trata de un Estado bastante bien admi-
nistrado, pero inconexo y pobre, cuyo papel principal consiste en dominar los pasos
entre Francia e Italia. La Reforma le hace perder Ginebra y la comarca de Vaud,
105
Milán se ha transformado en un Estado principesco, que cambia a menudo
de dueño sin que sus instituciones .se modifiquen.
Florencia es en esta época la ciudad de las revoluciones. Sus instituciones son
muy complicadas y se modifican con frecuencia (véase Historia de la Edad Me-
dia, páginas 217, 218). El principado de los Médicis y el gobierno republicano
se suceden uno a otro. La invasión francesa de 1494 expulsa a los Médícis, permi-
tiendo al dominico Savonarola ejercer una dictadura moral de espíritu evangélico.
Pero, en 1498, un levantamiento popular, que es en realidad un esfuerzo por esta-
bilizar el régimen republicano realizado por algunos consejeros, entre ellos Ma-
quiavelo, derriba .a Savonarola, que es condenado a la hoguera. Pero los Médicis
regresan en 1512 y, bajo la protección de los papas pertenecientes a su familia,
León X (1513-1520) y Clemente VII (1523-1534), crean una verdadera monarquía.
La Unión de Kalmar, que alía entre sí los Estados escandinavos, se relaj a. Suecia
vuelve a la independencia con Gustavo Vasa (1520-1523) y mientras que ella evo-
luciona hacia la monarquía absoluta, Dinamarca continúa siendo una monarquía
medieval, donde la corona es electiva. El rey no puede prescindir de la aprobación
de la Dieta (Rigsraat), compuesta por la nobleza y el clero, cuyo poderío se acre-
cienta y que reintroducen la servidumbre en sus dominios. El principal recurso
del Estado es el peaje de Elsinor, extendido a partir de 1512 a todos los navíos
que penetran en el Sund.
Polonia es un Estado heterogéneo, en el que se integran el reino de Polonia y
el gran ducado de Lituania.: Sus fronteras orientales son imprecisas. El poder real
no deja de disminuir. La corona es electiva, y sólo a costa de muchas concesiones
logra mantenerse la dinastía de los Jagellones (1501-1572). El rey ha de contar con
el Senado o Gran Consejo, formado por los obispos y magnates, cuyas advertencias
está obligado a obedecer, y con la Dieta, que, a partir de 1496, se compone de los
diputados que hayan recibido su procuración imperativa de las dietinas de pro-
vincia, en las que sólo figura la pequeña nobleza o Szlachta. La constitución Nihil
novi (1505) prohíbe al rey establecer nada nuevo sin el acuerdo del Senado y de
las Dietas. El rey no dispone ni del ejército, ni del tesoro, ni de la administración
y tiene que vivir de sus propios dominios. El verdadero .poder pertenece a los mag-
nates, que han sometido a la Szlachta. Durante el reinado de Segismundo 1 (1506-
1548) es el Senado el que ejerce el verdadero poder. La principal fuerza de Polonia
sigue consistiendo en su apego al catolicismo romano frente a los ortodoxos rusos,
el Imperio musulmán y, bien pronto, frente a la Reforma, y en el levantamiento
en masa de la nobleza, cuyo mando asume entonces el rey. Hungría posee una
constitución del mismo tipo, pero, a partir de 1526, la mayor parte de su territorio
cae en poder de los otomanos.
106
Bibliografía: H. LAPEYRE, Las monarquías europeas del siglo XVI. Las rela-
ciones internacionales (col. «Nueva C!ío», Ed, Labor), 1967. M. BLOCH, Les rois
thaumaturges, 1924. R. MOUSNIER, Etudes sur la France de 1494 d 1559 (curso mul-
ticopiado), 1959. R. TYLER, L'empereur Charles Quint, trad. del inglés, 1960. 1. CA-
HEN y M. BRAURE, L'évolution politique de l'Angleterre moderne (1485-1660) (colec-
ción «Evolution de l'Humanité»), 1960. R. MANTRAN, H istoire de la Turquie (co-
lección «Que sais-je?»), 1952.
107
CAPÍTULO VII
La unificación de Rusia
El gran príncipe de Moscú, Iván nI (1462-1505), señor feudal del resto de los
príncipes rusos, lleva a cabo la unificación territorial de Rusia, rechaza a los litua-
nos y se hace reconocer por ellos como soberano de toda Rusia. Se niega a pagar
109
tributo a los tártaros y se proclama autócrata, independiente de todo soberano éJ¡:-
tranjero. Extiende su dominio hasta el océano Glaciar y, rebasando los Urales, llega
hasta el Obi.
No obstante, Rusia está separada de la Europa occidental por los polacos, los
lituanos, los alemanes (caballeros teutónicos, caballeros portaespada, hanseáticos),
que la consideran como bárbara. En 1494, los hanseáticos cierran su factoría de
Novgorod. Cierto que se trata de un país casi exclusivamente rural, con muy escasa
población y que no posee apenas otras ciudades que Moscú, la ciudad santa, Nov-
gorod la grande y Pskov, centro de un pobre comercio de tránsito. La parte esen-
cial de la actividad se concentra en aglomeraciones urbanas dispersas, centros de
grandes dominios. Una feudalidad de escasa fuerza une a los señores (boyardos)
con el soberano.
Pese a sus características asiáticas, debidas a su larga sujeción a los tártaros,
con Iván Ill Rusia afirma su cristianismo y se organiza como la muralla oriental
de la cristiandad. Mediante su matrimonio con Sofía Paleólogo, sobrina del úl-
timo emperador bizantino, Iván In se presenta como el sucesor del antiguo Impe-
rio cristiano de Oriente. Moscú pretende ser la «tercera Roma», único santuario
de la verdadera fe frente a los cristianos de Occidente y los infieles.
Naturalmente, Iván In trata de procurarse los medios necesarios para sostener
tales pretensiones. Pero la voluntad del soberano choca con el Consejo de los bo-
yardos. Iván Ill comienza a constituir un verdadero orden de «hombres de servi-
cio» (pomiestchiks), que se vinculan a él de por vida y a los que remunera con
tierras. Algunos de ellos sirven como soldados, otros como agentes de una buro-
cracia .en plena expansión. El desarrollo de la economía monetaria, sensible desde
que los tártaros no drenan ya el oro en forma de tributos, transforma la economía
patrimonial. Los censos en" dinero reemplazan con frecuencia a los censos en espe-
cie y a las prestaciones personales. Los campesinos se endeudan y, para evitar per-
der su libertad, huyen. Iván Ill les prohibe abandonar el dominio, con lo que
caen bajo la dependencia de señores y pomiestchiks. La sociedad rural rusa evo-
luciona en el mismo sentido que el resto de los paises situados al este del Elba.
El Imperio turco está formado ante todo por un ejército, el de los otomanos,
en parte feudal, compuesto por la caballería, los espahíes, que disfrutan de un
beneficio vitalicio, el timar, y por una infantería, el cuerpo de los jenízaros, reclu-
tados mediante razzías entre los hijos de los cristianos, a los que se educa en la
religión musulmana y se condena al celibato. Estos últimos forman un cuerpo de
ejército selecto, fanático e intransigente, capaces de asesinar al soberano que, como
Bayaceto Il, no les proporciona bastantes guerras. La artillería es nutrida y temi-
ble. En la flota, compuesta sobre todo de galeras, reman los cautivos cristianos. Esta
potencia militar está sostenida por un impuesto de capitación recaudado entre los
cristianos y por los tributos que pagan los príncipes vasallos o simplemente vecinos.
El Imperio turco es un Estado despótico, donde la voluntad del soberano no
choca contra ningún obstáculo legal. El sultán se considera como sucesor del em-
perador bizantino. Gobierna con un gran visir y diversos visires, que forman el
Diván. El Imperio se divide en provincias o sandjaks, administradas por bajaes.
La mayor parte del personal está formada por cristianos renegados.
Ante el mundo musulmán, el sultán se presenta como el defensor de la verda-
dera fe. Selim 1 (1512-1520) derrota a los persas heréticos (1513), se apodera de
Alepo, Damasco, Jerusalén, El Cairo y Alejandría y se convierte en el protector de
110
las ciudades santas de La Meca y Medina. Toma el título de califa o comendador
de los creyentes (1517). Y cuando el Estado berberisco, creado en 1518 en Argel
por Khairredino Barbarroja, solicita la protección del sultán, el Imperio turco uni-
fica bajo su mando el mundo árabe (a excepción de Bagdad).
En cuanto a los cristianos, la ofensiva turca se dirige especialmente contra las
posesiones venecianas en Oriente y aun contra la misma Venecia. Pero, mal sos-
tenida por la Santa Liga que forman el papa, Hungría, Francia y España, Venecia
prefiere negociar con el sultán. Renuncia a sus posesiones de Grecia, que ya había
perdido, pero salva su comercio con Oriente (1503). Así se introduce la diplomacia
en las relaciones entre cristianos y musulmanes. Incluso, en un aspecto, los cris-
tianos obtienen ventajas momentáneas. De 1505 a 1510, los españoles ocupan puntos
importantes en la costa de Afríca del Norte: Melilla, Orán, No obstante, la cons-
titución del Estado berberisco hace precaria la posición de los españoles.
Solimán el Magnífico (1520-1566) reemprende la ofensiva contra Europa. Se
apodera de Belgrado (1521), expulsa de Rodas a los caballeros de San Juan de
Jerusalén, que se instalan entonces en Malta (1522), sitia Viena en 1529 y 1532
y aplasta en Mohacs (1576), donde encuentra la muerte, al rey de Bohemia y
Hungría, Luis II [agellón. Es el punto más avanzado de la penetración turca en
Europa. Hungría se divide en dos: la Hungría real, reducida a una estrecha zona
que va de los Cárpatos al Adriático, pasa a depender de Fernando de Habsburgo;
la mayor parte de la llanura húngara, con Buda que, durante cerca de dos siglos,
será la principal fortaleza turca frente a Occidente, es gobernada por un príncipe
cristiano vasallo del sultán.
Hubo un momento durante los primeros años del siglo XVI en que
pudo pensarse que la cristiandad iba a encontrar una nueva unidad
gracias al humanismo. «Los humanistas europeos forman una repú-
blica de las letras basada en frecuentes intercambios epistolares»
CH. Lapeyre). Todo quedó en nada.
La guerra continúa pareciendo una calamidad tan inevitable como
la peste y el hambre. Por otra parte, el patriotismo supera el grado
del apego a la patria chica y toma poco a poco en el alma popular
la forma de una conciencia nacional, en la que se mezclan elementos
religiosos con Juana de Arco y Juan Huss. Los poetas del Renacimiento
la expresan en términos nuevos, recurriendo a menudo al recuerdo de
Virgilio y Tito Livio. Se ingenian también por dotar a su nación de
orígenes míticos y gloriosos. Francia, Inglaterra y España son los países
donde con más frecuencia se apela al sentimiento patriótico.
Si bien los soberanos ambicionan la gloria, tratan de adquirir más
provincias y llevan una política dinástica, se identifican más que en
111
el pasado con su nacion, cuyos sentimientos e intereses adoptan. Sin
embargo, hay quizá cierto equívoco entre la adhesión al soberano y el
sentimiento nacional. Las provincias pasan de un príncipe a otro a
consecuencia de conquistas o de herencias, novpor anexión, sino por
transferencia de soberanía. Provenza, Borgoña y Bretaña aceptan al
rey de Francia como su soberano mediante un verdadero contrato. En
los tres casos la unión tiene un sentido de adhesión latente a la nación
francesa. Francisco I, obligado a ceder la Borgoña a Carlos V para
recuperar su libertad, se niega a cumplir la cláusula alegando la opo-
sición de los Estados de Borgoña y el Parlamento de París. Da así una
inesperada expresión al derecho de los pueblos a disponer de sí mis-
mos. La adhesión al soberano puede ser, por tanto, a la vez, un com-
ponente y una expresión del sentimiento nacional.
Sin embargo, herencias y matrimonios pueden conducir (salvo en
Francia) al advenimiento de una dinastía extranjera. Ahora bien, la
adhesión a un soberano de origen extranjero no es incompatible con
el sentimiento nacional, como se comprueba en el Imperio de los Habs-
burgo. Pero Carlos V ha de mostrarse castellano en Castilla y flamenco
en Flandes y confiar el gobierno a .hombres del país. De este modo, a
partir de los Estados nacionales, se constituyen «Estados nebulosas»
(P. Chaunu), colecciones de diversas soberanías.
112
MAPA
-Italia en el siglo XVI b I Francia en el siglo XVI IV
.T~rritoriosperdidos por
el duque de Sabaya
.
Límites de los países de
"r»f//~ derecho consuetudinario y NORMANDIA Nombres)
Territorios: de derecho escrito ____ Límites {de las Generalidades
113
8. Corvisier.
DUELO ENTRE FRANCIA Y LA CASA DE HABSBURGO
114
El Tratado de Cateau-Cambrésís, decepcionante para Francia, fija
las posiciones de las dos grandes monarquías católicas durante un siglo.
Sin embargo, los sueños imperiales de Carlos V quedan arruinados.
La Europa occidental disfruta de un nuevo equilibrio, basado en las tres
naciones principales: España, Francia e Inglaterra.
Un nuevo equilibrio se establece también en la Europa oriental, más
favorable a los turcos que a los cristianos. Se basa en el debilitamiento
de los Estados situados entre el Imperio y España, de una parte, y el
Imperio otomano, de la otra. A despecho de la hostilidad de Persia,
con la que los Habsburgo mantienen relaciones, los turcos hacen pesar
una amenaza constante sobre Hungría y el Mediterráneo. Detenidos
ante Viena en 1529, consiguen, no obstante, ocupar casi toda Hungría,
con Buda, y hacen de Transilvania un principado vasallo. Se asegu-
ran el dominio del Mediterráneo gracias a la flota de su vasallo, el
corsario berberisco Barbarroja, instalado en Argel, y a la ayuda de
Francisco I, que permite a la flota de Barbarroja hacer escala en To-
lón (1543). y obtienen de Venecia la cesión de las posiciones que ésta
conservaba en Grecia, mientras que los españoles retroceden en Africa
del Norte.
A principios de siglo, los grandes Estados disponen tan sólo de un núcleo res-
tringido de tropas permanentes. En tiempo de guerra, hay que recurrir a la con-
vocatoria de los señores feudales con sus vasallos y a las milicias para asegurar la
defensa local. El grueso del ejército está formado por mercenarios y cada país se
especializa en una forma de combate. La infantería pesada se recluta sobre todo
entre los suizos y los lansquenetes alemanes. La infantería ligera está integrada a
menudo por «gascones». Sin embargo, los mercenarios cuestan caro, son exigentes
y su lealtad está condicionada a la regularidad de la paga. Se trata entonces de
limitar su empleo. En España se consigue gracias al gran número de hidalgos que
sirven como caballeros o arcabuceros. En Francia se reclutan las antiguas bandas
de Picardía y, más tarde, las de Piamonte,
La táctica evoluciona al mismo tiempo que el armamento. A finales del si-
glo xv, son los suizos quienes dan el tono. Se presentan en apretados cuadros de
alrededor de 6000 hombres, los piqueros rodeados por los alabarderos y los arca-
buceros. La batalla se reduce a un choque frontal. Pero tiene que entablarse con
el consentimiento mutuo, porque el único procedimiento consiste en situarse en
orden de batalla fuera del alcance del enemigo y avanzar después en su dirección.
Con ello, el otro dispone de todo el tiempo necesario para retirarse. La caballería
no tiene apenas mayor movilidad en el campo de batalla.
La caballería, que en 1494 constituía más de la mitad de los efectivos del ejér-
cito francés, se reduce a poco más de la décima parte a mediados del siglo XVI.
115
Al mismo tiempo, los arcabuceros pasan de ser la décima parte a formar un tercio
de la infantería. El principal innovador es Gonzalo de Córdoba, recurriendo con
frecuencia al alistamiento de «soldados de avanzada» y al atrincheramiento. El
arcabuz se hace más manejable. La artillería comienza a intervenir en el campo
de batalla en unión de las restantes armas. Desde este punto de vista, Marignano
fue la primera batalla moderna.
Al principio, los franceses tienen una verdadera superioridad en cuanto a la
artillería de sitio. Las fortificaciones medievales, con frecuencia mal cuidadas, re-
sultan ineficaces. Es preciso recubrir de tierra los muros, construir taludes donde
las balas de cañón se hunden sin daño, hacerlos preceder de bastiones con entrantes
y salientes que permitan efectuar tiros convergentes. Las fortificaciones de Verona,
renovadas en 1520, pasan por ser un modelo del género.
La estrategia no evoluciona apenas. Las batallas son raras y es muy difícil
aprovechar militarmente una victoria. Como no es posible desarmar al adversario,
se recurre a la estrategia del rodeo, consistente en apoderarse de las ciudades, mer-
cados, vías de paso y en devastar la campiña para obligarlo a retirarse por falta
de abastecimiento.
La marina de guerra comienza a desarrollarse en Francia y sobre todo en In-
glaterra, pero lo más frecuente es que se componga de barcos comerciales armados.
El empleo de la galera no está limitado aún al Mediterráneo. Su fuerza radica en
su rapidez para entablar la batalla. Transporta gran número de soldados de infan-
tería y los combates de galeras se realizan al abordaje. Pero, precisamente a causa
del numeroso personal que necesita (infantería, chusma), se ve obligada a navegar
a lo largo de las costas para asegurarse el abastecimiento. Una vez perfeccionada
la navegación a vela, el navío tiene más amplio radio de acción, además de que
puede armarse con mayor número de cañones. Sin embargo, no se reconoce todavía
su superioridad.
Venecia establece unos usos diplomáticos que todo el mundo imita. Los emba-
jadores se ponen en contacto no sólo con los soberanos, sino también con sus
Consejos y sus secretarios. La lengua diplomática es el latín. Las embajadas se
convierten pronto en la sede de redes de información y de espionaje. Además,
los príncipes utilizan los servicios de agentes secretos, a los que resulta fácil des-
autorizar.
Esta diplomacia permanente es una diplomacia positivista. Lo único que cuenta
son los resultados. Podría decirse que en esta época «la diplomacia es la guerra en
otro terreno» (R. Mousnier), Maquiavelo expone en El Príncipe (1513) la teoría
y la práctica de la diplomacia positivista y, sobre todo, el fruto de su experiencia.
Coaliciones, tratados, compromisos sólo tienen valor mientras subsisten las cir-
cunstancias que los han originado. La mentira y la astucia son la regla, aunque
son pocos los engañados.
116
No puede afirmarse que los progresos de la diplomacia reduzcan el
número de las guerras, pero limitan su alcance y contribuyen asi a
extender a gran parte de Europa el equilibrio que desde hace cerca de
medio siglo reina en Italia. El coste de la guerra impide el aumento
de los efectivos y con ello aminora los indudables estragos causados
por los hombres de armas. Al mismo tiempo, sobrecarga las finanzas
de los Estados, alienta el desarrollo de la fiscalidad y estorba el co-
mercio. La guerra contribuye al desequilibrio financiero y a las crisis
sociales y morales que, tras un periodo de relativa estabilidad, señalan
el periodo que comienza en la década 1520-1530.
El desmembramiento de la cristiandad occidental en naciones, en
confesiones opuestas, y su retroceso ante los turcos, los progresos de
la diplomacia, lo mismo que las empresas europeas en América y Asia,
el humanismo y el desarrollo de la burguesía, demuestran que, sin
que haya una ruptura con el pasado, ha nacido en Europa un mundo
nuevo.
117
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
SEGUNDA PARTE
La crISIS de Europa
119
CAPíTULO VIII
121
ses, atraídos por los altos salarios y que regresan a Francia con sus economías. Los
mercaderes franceses venden a España, a precios muy altos, víveres y productos
manufacturados destinados a América. [ean Bodin denuncia asimismo el lujo de
los soberanos y las cortes. Cierto que comprende la ventaja que supone para la
economía la abundancia de numerario, pero no cree que el remedio consista en
el aumento de la producción. Bodin fue poco seguido.
El mercantilismo
Hay que esperar· a la segunda mitad del siglo XVI para que nazcan doctrinas
mercantilistas. En su Memorial (1558), Luis Ortiz pone de manifiesto que España
se vacía de metales preciosos porque exporta sus materias primas y compra pro-
ductos manufacturados, para el mayor beneficio de los demás pueblos. El remedio
consiste en desarrollar la industria nacional, estimulando el cultivo del lino, el
cáñamo y la morera, favoreciendo la instalación de nuevos talleres, haciendo venir
mano de obra cualificada del extranjero. El Estado puede actuar reglamentando la
producción y el comercio y practicando una política aduanera.
Estas ideas son compartidas en Francia a finales de siglo, cuando el país se
122
halla arruinado por las guerras de religión, por los funcionarios regios y algunos
hombres de negocios. Barthélemy de Laffemas expone lo esencial del mercantilismo:
desconfianza de la ociosidad y el lujo, que provocan la importación de productos
costosos, voluntad de exportar y, para ello, de desarrollar la agricultura y sobre
todo la industria. Laffemas aconseja la prohibición de las sederías extranjeras y el
apoyo a las industrias de lujo. Para que la industria produzca bastante, bien y a
precios razonables, ha de ser reorganizada, cosa que sólo puede hacerse basándose
en las corporaciones. Laffemas piensa en la creación de «Cámaras de oficios».
En Inglaterra, Gresham insiste en su Breve Tratado sobre el hecho de que el
total de las importaciones no debe rebasar el de las exportaciones y formula ya
el principio según el cual «los productos se cambian por productos».
123
A pesar de los poderes que posee en materia economica, la tarea
del rey de Francia es más incómoda, a causa de la multiplicidad de
los privilegios provinciales y municipales. Con el fin de controlar me-
jor la industria, los reyes favorecen los gremios jurados en detrimento
de los gremios libres. A partir de Francisco I se da a los gremios re-
glamentos minuciosos. El Edicto de 1571 sobre la industria textil fija
los precios de venta y los modos de fabricación. De manera general,
esta legislación favorece a los maestros, por lo que resulta impopular
e ineficaz. Los Edictos de 1581 y 1597 pretenden hacer desaparecer los
gremios libres. Aunque subsisten, reciben de hecho una reglamentación
y es más justo hablar de «gremios reglamentados».
Las medidas proteccionistas se multiplican a partir de 1530. Car-
los V prohíbe la exportación del lino, cáñamo, pieles, cueros, seda,
hierro y minerales de hierro. Sin embargo, los reyes de España, con
su inmenso Imperio, no consiguen hacer respetar el monopolio del
comercio. Por lo demás, se contentan con derechos de aduana limitados.
Ciertos países, como el principado de Lieja e Inglaterra, donde la
industria capitalista se halla en plena expansión, no temen apenas la
competencia extranjera y se muestran poco proteccionistas durante el
siglo XVI. Los ingleses conceden mayor importancia a las Actas de
navegación, que, a partir de 1651, tenderán a reservar a sus propios
barcos una parte del comercio de importación.
En Francia, los intereses son a veces contrapuestos. Las Cartas
reales de 1516 prohíben sin éxito la importación de tejidos de lujo y
es preciso volver a publicarlas en varias ocasiones durante el trans-
curso del siglo. En 1577 y 1599, para responder a los deseos expresa-
dos en los Estados generales por los diputados de numerosas ciudades,
el rey prohíbe la importación de objetos manufacturados. Pero Lyon
no tiene los mismos intereses y se opone a estas medidas, que no son
aplicadas.
Expansión económica
124
tensifica la operaClOn del recurso, que es una resaca convenida entre
los dos contratantes desde el principio de la operación (véase pág. 43).
A pesar de todo, Europa es en el siglo XVI la única parte del mundo
en que existen centros de cambio. Las crisis del crédito debidas a una
expansión desordenada dejan su huella al comienzo del período. Por
ejemplo, después de 1560, los Fugger y los Médícís no recuperan el
lugar que habían ocupado en el período precedente. Prosperan, por
el contrario, empresas nuevas, más financieras e incluso, en ciertos
países, más industriales, que a su vez se ven afectadas por las crisis
de 1595-1600. El capitalismo de las grandes compañías de comercio,
más anónimo, toma el relevo.
El monopolio portugués se ha hundido; el de España se mantiene
a duras penas. Otros Estados van a intervenir en el comercio de ul-
tramar, organizando compañías de nuevo tipo, inspiradas en los con-
ceptos mercantilistas y limitadas al tráfico en un sector geográfico de-
terminado. Estas compañías, creadas por el gobierno, deben agrupar
a todos los mercaderes interesados en una ruta comercial. Cuentan
con un monopolio y reciben la protección del Estado. La Moscovy Com-
pany, fundada en 1555, abre para Rusia una primera ventana por el
puerto de Arcángel y permite a los ingleses drenar una parte del co-
mercio exterior de este país. La Eastland Company penetra hasta el
Báltico a favor de la decadencia de la Hansa. La Levant Company,
creada en 1581, aprovecha el ocaso de Venecia y las dificultades de
Francia para cambiar en las Escalas de Levante los paños ingleses por
los productos de Oriente. Dichas compañías son sociedades por accio-
nes, que subscriben los mercaderes londinenses y los grandes señores,
incluso el soberano. La East India Company recibe importantes pri-
vilegios: derecho a poseer una flota y tropas, poderes soberanos sobre
las tierras conquistadas y, por último, exención de los derechos de
aduanas. Holanda sigue el ejemplo. En 1602 se funda la Oost indische
Compagnie; más tarde, la Compañía del Norte para la pesca de la
ballena, la Compañía de Levante y laWest indische. Las compañías
holandesas gozan de una gran libertad de acción. Francia sólo entra
en esta vía con Richelieu.
A partir de 1560, al lado de la pimienta se sitúan otros productos
de Levante y las Indias: sederías, algodones, maderas preciosas, por-
celanas, tapices. Los artífices de este comercio son en primer término
los franceses, quienes, gracias a las capitulaciones firmadas con el Im-
perio turco, efectúan un «comercio triangular España-Francia-Levante,
es decir, dinero-pañería-productos de Oriente» (F. Mauro). Más tarde,
durante las guerras de religión, ingleses y holandeses suplantan a los
franceses.
En cambio, las exportaciones de América no progresan sino len-
tamente. Se trata de productos tintóreos: palo brasíl del Brasil, cochi-
125
nilla e índigo de México. Aparece ya el producto que ha de ser la
base de la prosperidad de la América tropical, el azúcar, que llega a
partir de 1570, sobre todo del Brasil y las Antillas.
Frente a las importaciones, cuentan aún poco las exportaciones de
Europa a ultramar. Consisten en tejidos, harinas y, en menor cantidad,
objetos de lujo y herramientas.
La expansión se sostiene también gracias a los progresos de la téc-
nica en numerosos campos. La primera máquina de hacer punto se
pone en marcha en Inglaterra. La fabricación de medias de seda en
telar experimenta un gran desarrollo.
Más caracteristica es la expansión de la metalurgia y en especial de
la siderurgia, debida igualmente a la demanda acrecentada de armas
de fuego, máquinas y objetos diversos.
126
española arruinan la comarca. Amberes es saqueada en 1576. La división de los
Países Bajos en dos le hace perder las bocas del Escalda, y el puerto queda aislado
del mar.
La decadencia de la Hansa se acelera. De hecho, el Báltico está abierto para
todos una vez pagado el peaje de Elsinor. A pesar de los disturbios, los puertos
franceses del Atlántico disfrutan de cierta prosperidad. Pero la última guerra de
religión, simultánea a la guerra con España, pone en dificultades a los mercaderes
franceses, en provecho de ingleses y holandeses.
Lo mismo que el siglo XVI, el siglo XVII tiene sus crisis (1630-1632,
1648-1652, 1661, 1693-1694), aunque mucho más graves, caracteriza-
das por hambres y mortandades. Al mismo tiempo, estas crisis no se
inscriben ya sobre un fondo de expansión económica, sino de estan-
camiento e incluso de repliegue. A partir de 1620-1630, los precios
dejan en general de aumentar. Tras la crisis de 1648-1652, bajan, para
alcanzar el nivel inferior entre 1660-1680 (fase B de los economistas).
En realidad, esta baja Se acompaña de oscilaciones profundas y de
gran amplitud, generadoras de un sentimiento de inseguridad. La ac-
tividad comercial, la renta de bienes raíces rinden menos. El crédito
desfallece, las inversiones Se desaniman. El pueblo llano no se beneficia
apenas de la baja de los precios, puesto que, si bien los salarios, par-
cialmente en especie, no se ven casi afectados, las hambres, las epide-
127
mias, a las que hay que añadir las guerras y con frecuencia la fisca-
lidad, hacen que su situación sea cruel. La crisis afecta sobre todo a
los países que habían disfrutado en el siglo XVI de la mayor expansión
económica. Por el contrario, alcanza más tardíamente a los países me-
diterráneos, que no se han lanzado a grandes empresas, y a Holanda,
cuya armazón económica es lo bastante sólida para hacerle frente.
No se ven aún muy bien las razones de este desplome de la eco-
nomía. Europa padece una penuria de numerario debida al atesora-
miento de los metales preciosos en forma de joyas u objetos de precio,
y todavía más a la compra de artículos de lujo en los países de Oriente.
A ello se une la baja en la producción americana de metales preciosos,
provocada por el agotamiento de los filones y la rarefacción de una
mano de obra indígena diezmada por los trabajos forzados y las epi-
demias. Se ha hablado asimismo de las consecuencias de la «pequeña
edad glacial» (véase pág. 11). No debe olvidarse tampoco la coyun-
tura política. Las guerras del siglo XVII suceden demasiado pronto a
las del siglo XVI. De 1559 a 1660 las guerras de religión o de otro tipo
pasan de un país a otro, recomenzando a menudo cuando la recons-
trucción requerida a causa del conflicto precedente no está terminada.
Si se exceptúa el ejemplo del dinamismo burgués de algunas naciones
marítimas, las poblaciones europeas dan más bien pruebas de un ago-
tamiento colectivo. A causa de las hambres, las epidemias y las guerras,
y a excepción de algunos sectores favorecidos, la Europa del siglo XVII
presenta una demografía probablemente más desastrosa que la de los
actuales países subdesarrollados. Quizá sea ésta la razón esencial del
estancamiento sufrido por una expansión económica desproporcionada
respecto a los medios técnicos de que disponía entonces Europa.
128
que al cabo de una o dos generaciones una fortuna adquirida en el
comercio no se transforme en una fortuna en tierras: rentas de bienes
raíces, haciendas, señoríos, parecen las inversiones más seguras. Este
estado de espíritu no hace más que reforzarse cuando la expansión eco-
nómica se ve atacada por las crisis. El fenómeno se observa en todas
partes, aunque menos en aquellos lugares donde el suelo se hace es-
caso con respecto a la población (Países Bajos, especialmente Holanda).
Por eso, señores, burgueses, labradores, tan pronto como pueden hacer-
lo, compran tierras. En los países alcanzados por la Reforma, Se secu-
larizan las tierras de la Iglesia. Por lo general, los soberanos no con-
servan más que una pequeña parte del suelo así embargado. Distribu-
yen dominios entre los grandes cuya fidelidad se quieren asegurar y
venden la mayor parte a señores, mercaderes y campesinos ricos. Puede
ocurrir también que la nobleza reformada actúe por su propia cuenta
durante las guerras de religión. Incluso donde la religión católica es-
taba destinada a triunfar se produce una transferencia de las tierras
de la Iglesia. Con el fin de sufragar los gastos de la lucha contra los
rebeldes protestantes, los Estados generales de Francia proceden a
poner parcialmente a la disposición de la nación los bienes del clero,
medida que recae al parecer sobre un quinto de las tierras de la Iglesia.
Así, la aristocracia rural se refuerza con todos los nobles ávidos o
simplemente sagaces, mercaderes, labradores, que disponen de trigo
para vender. Por otra parte, salvo quizás en Flandes y en Holanda, la
consideración social va unida sobre todo a la propiedad de la tierra.
Cuando se trata de un feudo, permite realzar el brillo de un patro-
nímico plebeyo, vivir como un noble, ejercer una autoridad y situarse
en buena posición para acceder a la nobleza.
129
9. Corvisier.
abastecer ciudades con una población en aumento conducen a la extensión de la
ganadería, que se realiza a expensas de la agricultura, bien en una forma catas-
trófica, como en el sur de Italia y aun en España, bien de manera más lenta,
como en Inglaterra. En este último país, el progreso de la ganadería es inseparable
del de los cercados y la desaparición de las prácticas comunitarias.
130
Las poblaciones urbanas
131
La tensión social: ¿Ordenes o clases?
132
del rey o entrando en una clientela que mediante una administración
más juiciosa de su patrimonio. Ante el empuje de la burguesía, hace
hincapié en el comportamiento y la mentalidad de su orden, insiste
en la pureza de la raza y el honor, acentúa su desprecio del trabaje.
De la burguesía nace una nobleza nueva, formada por nuevos se-
ñores ennoblecidos por el soberano o por la compra de importantes
cargos del Estado y a quien los nobles de raza rehúsan su calidad de
gentilhombre. Los nuevos nobles tratan, sin embargo, con obstinación
de aproximarse a la vieja nobleza por medio de matrimonios o el oficio
de las armas. Por sus aptitudes, sus aspiraciones y sus gustos, que acen-
túa, la burguesía se mantiene apartada del pueblo y profesa el des-
precio del trabajo manual. En la medida en que la fusión entre las dos
noblezas no resulta fácil, la nueva nobleza y la burguesía intenta im-
ponerse como tales, ya sea, como en Inglaterra y Holanda, por el po-
derío financiero, ya, como se Ve sobre todo en Francia, intentando
constituir una especie de cuarto orden, el de los funcionarios.
Lo que en el periodo precedente era sólo tendencia se ha conver-
tido en regla de comportamiento social en el transcurso del siglo XVI.
¿Habrá que pensar que Se halla en vías de formación una sociedad de
clases que suplanta insidiosamente a la sociedad de órdenes?
Tal parece ser el caso de Holanda tras la ruptura con España. La
unión de los órdenes contra el enemigo común no impide a la bur-
guesía mercantil tomar en sus manos el destino de todos, reduciendo
a la nobleza a. un papel militar controlado y manteniendo al margen
al proletariado urbano. En un grado menor, se comprueba en Ingla-
terra que, al dedicarse a los negocios una parte de la nobleza, éstos
adquieren en la consideración social una importancia que no tienen
en el continente. Por otra parte, se desarrolla un proletariado urbano
y rural. Pero no faltan los elementos de resistencia: gentry y yeomanry
rurales.
En el conjunto de Europa, el sentimiento de clase se manifiesta
esporádicamente, aunque de manera muy limitada. No existe ninguna
unidad entre los asalariados de la industria capitalista, entre los ope-
rarios, entre los jornaleros, de una ciudad a otra, de una comarca a
otra. La cosa no es tan acentuada entre la burguesía mercantil u oficial.
y aun así, en esta última, el desarrollo del sentimiento nacional crea
oposiciones entre los diversos países.
Por todas partes, la alta nobleza Se desgarra en clientelas rivales,
que no siempre acuerdan una tregua ante el peligro nacional. La pe-
queña nobleza Se reparte entre esas clientelas. Nobleza y burguesía
oficial se sienten poco solidarias con la burguesía mercantil y no piensan
más que en aumentar sus privilegios en el servicio del rey.
Así, en la mayoría de los países, la evolución económica y la evo-
lución de las mentalidades tienden más bien a sostener la sociedad de
133
órdenes. La irregularidad creciente de la expansion invita, en efecto,
a consolidar las ventajas adquiridas y a refugiarse tras estatutos más
precisos. La publicación de los tratados de Loyseau, entre ellos, en 1611,
el Tratado de los órdenes, supone un testimonio en lo que respecta a
Francia. La accesión a la nobleza se hace más reglamentada. Ya: no
se deja al azar el empleo de epitetos honorificos (mi señor, maestro,
venerable...). La posesión de un escudo de armas es un medio para
distinguirse de la gente del pueblo, pero, con su complicado lenguaje,
la heráldica permite diferenciar entre nobles y plebeyos y a los nobles
entre si. La sociedad tiende a inmovilizarse. La movilidad social no se
detiene, pero a principios del siglo XVII debe hacerse más discreta. Los
matrimonios desiguales provocan con mayor facilidad el escándalo.
También en la Europa del este se inmovilizan los órdenes. El foso
entre señores grandes propietarios y pequeña nobleza se ensancha, lo
mismo que entre nobles y campesinos, reducidos a servidumbre. Incluso
en Rusia, a despecho de la creación de una nobleza de servicio bas-
tante abierta, se acentúan las distinciones y se instaura la servidumbre.
La teoría de la constitución de la sociedad en órdenes disfruta, en
fin, de un nuevo favor, con la apelación constante a un pasado medie-
val mal conocido, incluso en los paises protestantes. Por otra parte,
el siglo XVI ha visto el apogeo de las asambleas de Estados, que con-
sagran la separación de los órdenes y ponen a veces de manifiesto su
oposición, especialmente en Francia durante los Estados generales
de 1614.
134
es apoyada por los grandes o los funcionarios regios, que se sirven de
la miseria popular como un arma contra un gobierno detestado. La
participación del pueblo, sobre todo cuando no Se trata de desarraiga-
dos de las ciudades, toma fácilmente el carácter de un ajuste de cuen-
tas entre pobres y ricos. Cuando no son motivos políticos los que pro-
vocan la insurrección, ésta encuentra la complicidad de los señores,
temerosos de que la avidez del fisco real perjudique la recaudación de
los impuestos señoriales, la de los funcionarios regios, afectados tam-
bién por la crisis económica y el peso de los nuevos impuestos, y en
fin, la de los grandes, en la medida en que intentan limitar el poder
real. En ciertos casos (Cataluña, Nápoles, Irlanda), el particularismo
se convierte en el carácter dominante de una revuelta que une a la
mayoría de la población. Las tensiones sociales se exasperan en el
momento en que comienza la represión. Señores y burgueses, desbor-
dados por la amplitud de los movimientos populares y temiendo verse
incluidos en el castigo, reanudan localmente su papel de defensores
del orden y se apresuran a adelantarse a la represión de los ejércitos
del monarca. Los rebeldes quedan solos frente a los grupos sociales
superiores y el Estado. La revuelta sólo sirve para consolidar el Estado
y la sociedad de órdenes y corporaciones.
También en los países marítimos las querellas religiosas y políticas
presentan un aspecto social. En las Provincias Unidas, que han arran-
cado su independencia a España (d. pág. 149), la querella teológica
de arminíanos y gomarístas encubre oposíones sociales: marineros y
obreros de los puertos, nobleza del interior que sostiene a la Casa de
Orange contra los Estados de Holanda, apoyados por la rica burgue-
sía liberal. En Inglaterra, los reyes de la dinastía de los Estuardo se
presentan como defensores de los pobres contra la burguesía y la gen-
try, pero no encuentran remedios en el marco de la sociedad de órde-
nes, a la que siguen apegados. Una parte de esos pobres es solicitada
por los «niveladores», que la burguesía ve alzarse contra ella. Por
último, en la Europa del este, la sujeción de los campesinos a los se-
ñores aumenta a favor de la apertura de nuevas rutas comerciales y
del debilitamiento del poder monárquico. Pero los disturbios populares
estallan tan sólo cuando el Estado sucumbe ante las querellas de los
grandes, y aun así en las regiones marginales (por ejemplo, con los
cosacos).
135
manistas deja paulatinamente paso al pesimismo. Jamás el hombre se
había creído tan ingenuamente cercano a Dios. Pues bien, el perío-
do 1560-1660 se destaca por las más clamorosas epidemias de sata-
nismo que haya padecido Europa. ¿Desfallecimiento de la razón, re-
florecimiento de los instintos por un momento reprimidos? Sin embargo,
no Se han perdido las mejores simientes del Renacimiento. El clasi-
cismo, la ciencia moderna se elaboran ya desde el siglo XVI, aunque
no se desarrollarán hasta el período siguiente. A riesgo de trastocar la
cronología de los factores espirituales, antes de emprender la presen-
tación de los acontecimientos de este período, pareoe necesario exa-
minar las desventajas que pesan sobre el comportamiento de los hom-
bres. Dejaremos para el final de esta parte, como prefacio a un nuevo
punto de partida de la civilización europea, la penosa elaboración de
las soluciones a la crisis.
136
y hecho más grave, si se tiene en cuenta la amplitud de las nece-
sidades religiosas de la época, la cristiandad se ha dividido y debilitado.
El arte barroco
El arte del Renacimiento había supuesto un nuevo descubrimiento
de las leyes de la perspectiva, el destierro de la anécdota, la depura-
ción de la composición. Algunos artistas geniales habían conseguido
dominar un arte que se había hecho más exigente. Pero la mayoría
son incapaces de una obra original. El Renacimiento tuvo, por tanto,
vástagos muy diversos. Barroco y clasicismo pueden disociarse difícil-
mente, puesto que ambos aspectos Se encuentran ya en las obras de
arte que siguen al saqueo de Roma (1527).
137
glo XVII» (R. Mousnier). El barroco es capaz de expresar a la vez el yo desmesu-
rado o contradictorio y los impulsos desordenados del subconsciente. Se siente a
gusto entre lo sobrenatural y se muestra al mismo tiempo enfático y tumultuoso.
Las obras barrocas se caracterizan por su exuberancia lo mismo que por su lujo.
El barroco corresponde a una sociedad aristocrática, señorial y que sigue siendo
rural (V.-L. Tapié). La riqueza de la decoración afirma ante una muchedumbre
de miserables, a los que seduce, el poderío del rey de los cielos en los altares y el
de los grandes de este mundo en los frontones de los palacios.
Los grandes se rodean de un séquito armado, tan eficaz como ostentoso. Las
fortalezas están provistas de armas. En Inglaterra, los buenos tiempos de los arse-
nales privados abarcan de 1550 a 1620 (L. Stone). La disminución de las tropas
señoriales se produce en el siglo XVII. En Francia, se aplica mal la Ordenanza de
Enrique III (1583), que reserva al rey el derecho exclusivo de reclutar hombres de
armas. Richelieu tiene que desmantelar las fortalezas alej adas de las fronteras,
pero los palacios de los nobles poseen salas de armas. Por otra parte, está per-
mitido defender por las armas la seguridad personal, tanto en el domicilio privado
como en los viajes. Sin embargo, la moda de los duelos, que representan un pro-
greso en la medida en que substituyen a la emboscada, da testimonio de que se
ha producido un cambio. Las ordenanzas contra los duelos sólo pueden reducir
su frecuencia. El duelo, forma nobiliaria' del combate singular, tiene equivalencias
en todos los niveles sociales.
La violencia de las costumbres se manifiesta asimismo en el número de raptos
y secuestros, que se incrementa cuando se aflojan los lazos familiares y decrece la
autoridad paterna. Pero los escándalos se acumulan hasta tal punto que dan lugar
a una reacción de los padres de familia, deseosos de someter a sus hijos a matri-
monios favorables a las ambiciones familiares. Se persigue el matrimonio contra
la voluntad de los padres. En los países católicos, el Concilio de Trento y el Estado
conceden al sacerdote un papel acrecentado en la celebración del matrimonio. La
institución de los registros parroquiales le convierte igualmente en un verdadero
funcionario de estado civil.
Un último testimonio de la relativa disminución de la violencia a mediados del
siglo XVII es el número creciente de procesos en los Estados de Occidente. En un
siglo, se multiplican en Inglaterra de seis a diez veces (L. Stone).
Resulta característico que tanto los jueces como las mentes superiores crean en
las intervenciones constantes del diablo. [ean Bodin, humanista, precursor de las
138
ciencias políticas, escribe (1580) Sobre la demonomanía de los hechiceros y en su
cargo de juez se muestra como un temible cazador de brujas. Las enormes lagunas
del conocimiento científico dejan un lugar considerable para lo sobrenatural. En
el campo de lo inexplicable, todo lo que conduce al bien se atribuye a Dios, todo
lo que conduce al mal, a Satán. Aquellos que actúan por vías incomprensibles:
curanderos, ensalmadores y todos aquellos de quienes se desconfía pasan por ob-
tener del diablo el poder de hechizar. El rumor público acusa a diestro y siniestro.
Desde el momento en que la justicia se apodera de él, la suerte del acusado está
poco más o menos echada. Armado de un tratado de demonología, el juez hace
preguntas al miserable, agotado por la cautividad, los testimonios apabullantes y
la tortura. Ciertamente, la Iglesia no pide otra cosa que salvar al acusado y cu-
rarlo por medio de exorcismos. Pero si éste confiesa algún crimen, ya no puede
hacer nada por él. Por último, el acusado, despavorido, no deja de denunciar a
numerosos cómplices. De este modo, centenares de desdichados son quemados en
la comarca de Labourd en 1609, y varios milIares en las lindes occidentales del
Imperio. .
139
Textos y documentos: O. DE SERRES, Le théátre d'agriculture et mesnage des
champs (1600), 1805. M. BAULANT y J. MEUVRET, Prix des céréales extraits de la
mercuriale de Paris, 1520-1698, 2 vols., 1960,1962. H. HAUSER, La réponse de
J. Bodin a M. de Malestroit (1568), 1932. Lard BEVERIDGE, Prices and Wages in
England, 1965. N. W. POSTHUMUS, Inquiry into the histary af Prices in Holland,
2 vols., 1954 y 1964.
140
CAPÍTULO IX
141
Enrique Il, quizá porque ha apoyado a los protestantes alemanes re-
belados contra el emperador, considera a los protestantes franceses, no
sólo como heréticos, sino como rebeldes y traidores en potencia. A la
muerte de Enrique Il, el debilitamiento de la voluntad real favorece
la rebelión. El factor social no puede despreciarse. La fuerza del par-
tido protestante francés proviene de la conversión de la nobleza, que
moviliza a vasallos y clientes. Más tarde, la Liga católica actúa de la
misma manera, apelando a veces al proletariado urbano en contra de
la burguesía y los maestros de oficio protestantes.
142
plo de las cortes de Florencia y Roma, convertida en reina de Fran-
cia' ha sabido informarse de las tradiciones y realidades del reino.
Madre apasionada, vela por el patrimonio de sus hijos y se esfuerza
por no comprometer en nada la monarquía. Su reputación poco favo-
rable proviene del hecho de haber obtenido más éxito que otros en las
intrigas entonces corrientes. Se muestra ante todo optimista, tratando
de reconciliar a los Barbón y los Guisa, puesto que no puede elimi-
narlos. Se ha dicho que el canciller Miguel de L'Hópítal es el insti-
gador de su política de tolerancia. Según parece, es más bien el ins-
trumento de los proyectos de la regente, que no desespera de un re-
torno a la unidad, aun al precio de concesiones cuyas dificultades sub-
estima en lo que se refiere a los católicos.
El mal estado de la hacienda obliga a Catalina de Médicis a con"
vacar los Estados generales. Miguel de L'Hópital anuncia en ellos la
celebración de un concilio nacional. Esta relajación de la tensión alienta
a los protestantes. El orador del tercer estado, un hugonote, reclama
la libertad religiosa y propone como solución a la crisis financiera el
embargo de una parte de los bienes del clero. En septiembre, Se cele-
bra el decepcionante coloquio de Poissy, que enfrenta a los teólogos
reformados, encabezados por Teodoro de Beza, con los prelados cató-
licos, dirigidos por el cardenal de Lorena. Sin embargo, Catalina per-
siste en su política y hace firmar a Carlos IX el Edicto de tolerancia
de enero de 1562, por el que se concede a los protestantes la libertad
de culto fuera de las ciudades. Se les da el derecho a constituir Una
corporación, puesto que pueden pedir a los funcionarios regios la con-
firmación de sus reglamentos religiosos, pero necesitan la autorización
real para celebrar sínodos. Por último, se reconoce a sus ministros.
El Edicto de enero demuestra pronto ser inaplicable. Allí donde
predominan, los hugonotes celebran predicaciones en la ciudad, hasta
en iglesias, previamente despojadas de sus ornamentos. Tienen lugar
concentraciones armadas y en el suroeste se esboza una organización
militar. Por parte católica, Francisco de Guisa se pone a la cabeza de
un movimiento de resistencia católica, apoyado en los prelados y un
buen número de funcionarios regios. El Parlamento de París se niega
a registrar el Edicto de enero y la Sorbona lo condena. Ambos bandos
se tantean. La matanza de Vassy (1 de marzo de 1562) es la señal
para las hostilidades. Antonio de Barbón conduce a París a la regente
y al joven rey, que se encontraban en Fontainebleau. Los nobles hugo-
notes, haciendo caso omiso de los consejos de moderación de Coligny,
se unen a Condé, que el 8 de abril les llama a las armas.
143
burgueses se apoderan de los bienes de la Iglesia; los campesinos se niegan a
pagar los diezmos. Por ambas partes, la guerra provoca pillajes y ajustes de cuentas.
Se piensa en solicitar la ayuda extranjera. Felipe II promete la suya a la regente
y a los príncipes católicos. Los hugonotes entregan El Havre a Isabel de Inglaterra
a cambio de refuerzos.
No obstante, el golpe protestante fracasa. Al cabo de algunos meses, los prin-
cipales jefes de partido han desaparecido, muertos, prisioneros o, como Francisco
de Guisa, asesinados. Catalina de Médicis puede reanudar su política de concilia-
ción, pero ha de tener en cuenta la resistencia de los católicos. Impone a los dos
partidos el Edicto de pacificación de Amboise (19 de marzo de 1563), menos favo-
rable para los protestantes que el Edicto de enero. En él se consagra la situación
de hecho, autorizando el culto reformado en los lugares en que ya existe. Pero
fuera de ese caso, queda reducido a los suburbios de una ciudad por bailía. Para
conciliarse a la nobleza, el Edicto concede a los señores de horca y cuchillo, así
como a sus vasallos, la libertad de culto. Protestantes y católicos, reconciliados,
recuperan El Havre.
La política de tolerancia de Catalina parece triunfar, y el reino disfruta de
algunos años de paz. Para afirmar en todo el país la autoridad real, Catalina
arrastra a Carlos IX, y mayor de edad, en un viaje por Francia que dura dos
años. Inquieto por los contactos de Catalina con España, Candé intenta secuestrar
al rey, mientras que se elige el día de San Miguel para asesinar a los principales
católicos (elvliguelada»). Esta tentativa siembra definitivamente la discordia entre
Catalina de Médicis y los protestantes. Pese al fracaso del efecto de sorpresa, los
hugonotes, reforzados por el ejército de Juan Casimiro, hijo del elector palatino,
obtienen la confirmación del Edicto de Amboise. Una vez reforzados ambos par-
tidos, se reanudan las operaciones militares en torno a La Rochela, convertida en
una base protestante. El ejército realista inflige graves derrotas a sus adversarios en
[arnac y Moncontour. Pero Coligny invierte la situación. La guerra demuestra que,
si los hugonotes resisten bien en ciertas plazas, la mayor parte del reino les es-
capa. Por otra parte, parece imposible que los católicos consigan eliminarlos.
Catalina se resigna a pactar. El Edicto de Saint-Germain (8 de agosto de 1570)
concede a los hugonotes por dos años cuatro plazas de seguridad, en las cuales
tienen derecho a mantener una guarnición. Se trata de un grave atentado contra
los derechos del Estado.
144
El comercio europeo en el siglo y
Vías comerciales
Producciones
e @ Plazas de cambio
o Principales puertos
y mercados
...!'!arva ! .;
::.: .••••~
O 300 km
o Novgorod
"
Riga ~ .
Sedas. alfombras
bastante desordenada. La suerte de los protestantes depende en cada
ciudad de la actitud de las autoridades y del estado de espiritu de la
población. En lugar de mantener el orden, las milicias burguesas (mi-
licias ciudadanas) participan en la matanza. En muchos lugares, la
matanza de San Bartolomé significa para el populacho la ocasión de
vengar la de San Miguel y también de satisfaoer rencores de carácter
social. Entre las víctimas se cuentan con frecuencia mercaderes, ban-
queros, orfebres, libreros. La Noche de San Bartolomé tiene gran re-
percusión en el extranjero, provocando el entusiasmo de los católicos
y la indignación de los paises protestantes, que acogen una primera
oleada de refugiados hugonotes. El partido protestante no queda des-
truido en Francia. Las plazas que se hallan en manos de los hugono-
tes resisten, en especial La Rochela. Pero, como el duque de Anjou,
hermano del rey, acaba de ser elegido rey de Polonia y necesita el
apoyo de los protestantes alemanes, Carlos IX concede un edicto que
confirma la Paz de Saint-Germain. No podia ser más que un armis-
ticio, puesto que la Noche de San Bartolomé ha hecho imposible una
política de tolerancia por toda una generación.
145
10. Corvisier,
Los Guisa organizan la Liga católica. En 1580 comienza una paz relativa, du-
rante la cual se baraja el proyecto de poner al duque de Anjou a la cabeza de los
rebeldes de los Países Bajos. Pero el duque de Anjou muere en 1584. El heredero
de Enrique nI es Enrique de Navarra. Las guerras de religión toman un cariz
dramático, que presagian grandes enfrentamientos. Al mismo tiempo, la decaden-
cia de Francia en Europa hace de este país el campo donde se oponen las ambi-
ciones de España y los intereses de Inglaterra y los príncipes protestantes. Felipe n
de España concede subsidios a la Liga. El papa declara a Enrique de Navarra
despojado de sus derechos a la corona. Los Guisa encuentran el apoyo espontáneo
de París, donde la penuria de subsistencias, las predicaciones inflamadas y el paro
alimentan la agitación. Las grandes ciudades lo siguen. Las milicias burguesas se
convierten en instrumentos de la Liga. La nobleza continúa mostrándose reti-
cente, y la Liga reviste un carácter popular y comunal. Por su parte, Enrique de
Navarra, heredero del trono, es el jefe indiscutible de los hugonotes y recibe
subsidios de Isabel de Inglaterra y tropas del elector palatino.
No queriendo unirse a ningún partido, Enrique Ill se encuentra reducido a la
impotencia. Cuando trata de tomar de nuevo las riendas de París, la población se
subleva (Jornada de las barricadas) y Enrique se ve obligado a huir (mayo de 1588).
Desde entonces, trata de actuar con astucia, pero tiene que nombrar a Enrique de
Guisa lugarteniente general del reino y convocar los Estados generales. Reunidos
éstos en Blois, los tres órdenes se muestran favorables a la Liga. Guisa aparece
como el amo del reino. El rey tiene que eliminarlo. A falta de medios, la ejecu-
ción sólo puede consistir en un asesinato. Los principales jefes de la Liga son
arrestados.
146
Enrique N recurre a Inglaterra, a los prmcipes protestantes de Alemania, a
los holandeses. Levanta el cerco de París e intenta instalarse en Normandía para
recibir los socorros ingleses (victorias de Arques, 1589, e Ivry, 1590). El papa Gre-
gorio XIII le despoja de sus derechos y excomulga a sus partidarios. Felipe II de
España piensa en poner en el trono de Francia a su hij a la infanta Isabel Clara
Eugenia, nieta de Enrique Il. París recibe una guarnición española, y el ejército
de Alejandro Farnesio obliga de nuevo a Enrique a levantar el cerco de París (1591).
Sin embargo, la Liga se divide. Una fracción revolucionaria, los Dieciséis, apo-
yada en elementos populares, sostiene la política de Felipe Il, Pero la actitud del
papa y de Felipe Il despierta el sentimiento nacional, especialmente entre los fun-
cionarios regios, que esperan la conversión del rey para unirse a él. Un libelo, la
Sátira Menipea, ataca a la Liga. En 1593, para solucionar el problema real, Ma-
yenne convoca en París los Estados generales. El embajador de España sostiene
en ellos la candidatura de la infanta, que contraería matrimonio con un príncipe
francés. Los moderados demuestran que dicha candidatura es contraria a la ley
sálica, proponen la apertura de negociaciones con el rey y consiguen aplazar toda
elección (28 de junio). El 27 de julio, en Saint-Denís, abjura Enrique IV. Se con-
cluye una tregua entre la Liga y las tropas realistas. El 27 de febrero de 1594,
Enrique IV es consagrado en Chartres. Las grandes ciudades se unen a él, entre
ellas París, que hace evacuar la guarnición española (22 de marzo). Enrique N
acepta solicitar la absolución pontificia, que recibe en 1595.
No significa más que un primer paso hacia el final de las tribulaciones. Feli-
pe II, que ha tenido que renunciar a sus designios dinásticos, espera al menos
apoderarse de algunas provincias con la ayuda de los miembros irreductibles de
la Liga. Enrique IV le declara la guerra. A costa de concederles ventajas persona-
les, obtiene la adhesión de los principales jefes de la Liga. Sin embargo; los espa-
ñoles amenazan el reino por todas partes: Pirineos, Franco Condado y sobre todo
desde los Países Bajos e incluso Bretaña, ya que habían establecido una base en
la región del Morbihan. Enrique IV los contiene en Borgoña, pero se apoderan de
Calais y Amiens (1597). Esta última ciudad es recuperada, aunque no sin trabajo.
Las dificultades financieras con que tropieza obligan a Felipe Il a pactar.
147
tenidos por España. Los sucesos son con frecuencia simultáneos y en-
trelazados. Desde el principio predomina el aspecto nacional, pero, al
contrario de lo que sucede en Francia, el tercer partido de los cató-
licos moderados no consigue mantener la unidad. La oposición relí-
giosa da origen a una división política duradera.
148
En agosto de 1566 los calvinistas atacan iglesias y monasterios. La sublevación
de los nobles calvinistas es fácilmente reprimida, y Guillermo de Orange tiene que
huir a Alemania. Entre tanto, Felipe II envía a los Países Bajos al duque de Alba,
a la cabeza de un ejército y provisto de amplios poderes. El gobierno de los Países
Bajos pasa a manos de los españoles, violando así los privilegios de las provincias.
Un tribunal extraordinario, el Tribunal de los tumultos, pronuncia numerosas con-
denas. Egmont y Hornes son decapitados. Esta represión extranjera despierta la
indignación general. La gobernadora Margarita de Parma presenta la dimisión. Sin
embargo, el éxito de España parece absoluto. El duque de Alba rechaza con faci-
lidad una tentativa de invasión de Guillermo de Orange y obliga a los Estados
Generales a aceptar nuevos impuestos. Restablecida la calma, Felipe II concede el
perdón en 1570.
A pesar de ello, la insurrección recomienza en 1572. Los «Mendigos» (Gueux),
nombre con que se conoce a los sublevados, se habían refugiado y reorganizado en
el extranjero. Atacan los navíos españoles y se apoderan del pequeño puerto de
La Brielle en la desembocadura del Mosa, con la ayuda de los corsarios ingleses
y recheleses; y con la de su suegro, Coligny, Guillermo de Orange ocupa Mons y
Valenciennes. La Noche de San Bartolomé priva a Guillermo de Orange de un
precioso apoyo. Alba recobra las provincias del sur. En este momento, Felipe II
decide suavizar su política. Releva de su cargo a Alba y concede un nuevo perdón.
La constitución federativa de los Países Bajos permite a las provincias que se han
mantenido fieles al catolicismo entenderse con las provincias de Holanda y Zelanda,
donde se ha suprimido el culto católico. El saqueo de Amberes por los soldados
del rey de España refuerza el acuerdo, y unos días más tarde se firma la Pacifi-
cación de Gante (8 de noviembre de 1576), que concede la libertad religiosa a las
dos provincias calvinistas y suprime los Placards. El nuevo gobernador, don Juan
de Austria, tiene que aceptar la Pacificación de Gante y la partida de las tropas
españolas, pero en Bruselas el poder pasa a manos de un comité revolucionario.
Guillermo de Orange se convierte en el lugarteniente general de los Países Bajos.
Este triunfo de los calvinistas no corresponde a la realidad de sus fuerzas.
Gracias al ejército de Alejandro Farnesio enviado por Felipe II, don Juan bloquea
en Amberes las tropas de sus adversarios. Guillermo de Orange se ve desbordado
por sus partidarios, que tratan de suprimir el culto católico en Flandes. Propone
entonces a los Estados generales la Paz de religión, que instituye una muy amplia
tolerancia. Temerosos de la autoridad de Guillermo de Orange, algunos de sus par-
tidarios intentan confiar el señorío de los Países Bajos a un príncipe extranjero, el
duque de Anjou, hermano de Enrique III. Las provincias del Sur, de donde han
sido expulsados los hugonotes, siguen siendo católicas, y en ellas se forma un par-
tido de Descontentos, hostiles a Guillermo de Orange.
149
y recurre al duque de Anjou. Este acude a los Paises Bajos, actúa de manera poco
hábil y muere en 1584. Un mes más tarde, Guillermo de Orange es asesinado.
El poder sigue en manos de los Estados generales de las Provincias Unidas -se
comienza a llamar así a las provincias que se han adherido a la Unión de Utrecht-
pero más particularmente en las de los Estados de Holanda, del Gran pensionario
de esta provincia, Oldenbamevelt, y de Mauricio de Nassau, hijo de Guillermo de
Orange, estatúder de varias provincias.
Entre tanto, Alejandro Famesio lleva a cabo metódicamente la obra de recon-
quista en el sur y el este de los Paises Bajos. Gante, Bruselas, Amberes, Nimega,
Groninga son recuperadas. Pero Felipe n dispersa sus fuerzas al confiarle la inva-
sión de Inglaterra y la lucha contra Enrique IV. Famesio muere en 1592 y no
tiene un sucesor de su misma talla. La guerra franco-española destruye la espe-
ranza de una reconquista de los Paises Bajos. En 1596, Francia, Inglaterra y las
Provincias Unidas forman una alianza. Mauricio de Nassau recupera las provincias
del este. Para salvar las provincias del sur, Felipe n acepta firmar la paz con
Francia. Además, cede los Paises Bajos al archiduque Alberto y la infanta Isabel,
su yerno y su hija. En caso de que los archiduques no tuviesen hijos, los Paises
Bajos retomarían a España. Las tropas españolas se quedan. Sólo los diputados de
las diez provincias meridionales acuden a los Estados generales de Bruselas (1598).
La guerra continúa tras la muerte de Felipe Il, y en 1609, Felipe Ill tiene que
firmar la Tregua de los doce años, que consagra el reconocimiento de [acto de la
independencia de las Provincias Unidas.
150
cíos, Sin embargo, hay quien se aprovecha de los acontecimientos:
favoritos, grandes señores que hacen pagar cara su adhesión, finan-
cieros (entre ellos los italianos), proveedores de los ejércitos, comer-
ciantes en granos, especuladores de todas clases. En fin, las comuni-
dades rurales y las ciudades tienen que endeudarse para hacer frente
al mantenimiento de sus fortificaciones, pagar a los hombres de armas
o comprar víveres, perdiendo así su independencia.
Balance espiritual
152
CAPÍTULO X
153
Mediterráneo, donde se enfrentan con los infieles, y el océano y los
Paises Bajos, donde chocan con los herejes.
La monarquía de Felipe Il
Italia y el Mediterráneo
154
ya servir de contrapeso, su influencia se extiende a los restantes Estados
italianos.
Tras un período turbulento, Italia vive en paz. La Contrarreforma triunfa y
crea una especie de unidad moral. Las posesiones españolas están dirigidas desde
Castilla por el Consejo de Italia. En todas partes, las instituciones locales perma-
necen en manos de una mayoría de gente del país y experimentan pocos cambios.
La influencia española es particularmente fuerte en la república de Génova, en
Florencia y en los ducados de Parma y Mantua. Florencia se ha convertido en una
monarquía hereditaria. Cosme de Médicis obtiene del papa en 1569 el título de
gran duque de Toscana. Aun conservando las apariencias de la antigua república,
ejerce un poder absoluto. Cuando gana Siena, se realiza la unidad de Toscana (1557).
155
donan Chipre a los turcos (1573). Pero el efecto moral es grande. El
mundo cristiano ve en ella el final de la larga serie de victorias turcas.
A partir de 1578, se pactan treguas. La flota turca no vuelve a penetrar
en el Mediterráneo occidental. Desde ahora, el Mediterráneo queda
fuera de las grandes acciones militares y navales. En cambio, es el
teatro de una incesante guerra de corso entre corsarios berberiscos y
corsarios cristianos, entre los cuales se cuentan los caballeros de Malta.
La población de Castilla pasa de tres a seis millones de almas entre 1530 y 1594.
Los progresos son desiguales en las diversas comarcas, más intensos en la región
de Toledo que en la de Salamanca. En la zona de Valencia el progreso se acentúa,
156
a causa sobre todo de la natalidad, muy elevada entre los moriscos. En Portugal,
Lisboa, pese al estancamiento de su actividad, pasa de 65000 a 100000 habitantes
entre 1550 y 1600. Tampoco Italia da la impresión de un estancamiento demográ-
fico. El ritmo de crecimiento se eleva en Sicilia y en el reino de Nápoles, mientras
que el aumento es menos rápido en Toscana e incluso se detiene en Venecia. La
expansión aprovecha sobre todo a las ciudades. A finales del siglo XVI Nápoles al-
canza los 200 000 habitantes; Palermo, Milán y Roma (a pesar del saqueo de 1527),
los 100000.
Cada año, en enero y en agosto, parten dos flotas hacia las Antillas. Allí se
dividen en dos convoyes: uno va a La Vera Cruz y Nueva España (México), el
otro gana Venezuela y el istmo de Panamá.. Al regreso, los galeones españoles cargan
los productos de las minas del Perú, transportados por mar en el Pacífico, después
por caravanas a través del istmo; y en convoyes, a causa de los corsarios, llegan
a España. De México parte asimismo todos los años el galeón de Manila, que se
dirige a Filipinas. Cuando el oro llega a España se transforma en piezas de mo-
neda, que sirve para pagar a las tropas o abonar los subsidios. Por el sistema de
contratos llamados asientos, los hombres de negocios, sobre todo genoveses, se
comprometen a pagar en Italia y los Países Bajos sumas cuyo reembolso se efectúa
en Castilla sobre las rentas de la corona. Los gastos y la carga de la deuda pú-
blica aumentan con mayor rapidez que los recursos. Estos gastos tan considerables
obligan a Felipe TI a declarar la bancarrota en 1557, 1575 y 1596. Sin embargo,
consigue evitar la inflación mediante severas medidas. Por ejemplo, para evitar el
alza de los precios se prohíbe la exportación de los trigos españoles, cosa que
mantiene a la agricultura en un cierto torpor. La Mesta continúa extendiendo la
ganadería trashumante a expensas de los cultivos, con la complicidad del gobierno,
al que paga cánones cada vez más altos. La industria española está mal protegida.
A pesar de las prohibiciones, España vende la lana en bruto e importa paños
italianos y franceses, menos costosos.
157
Bajos e incluso la de Italia. Gracias a santa Teresa de Avila y san Juan de la
Cruz, España, convertida en la patria de la fe mística, insufla un nuevo vigor a la
reforma católica. Castilla pasa también a los ojos de las noblezas occidentales por
la patria del honor. Las modas españolas tiranizan a la Europa de fines del siglo XVI,
hasta en la Inglaterra protestante.
Isabel y su pueblo
La hija de Enrique VIII y Ana Bolena recibe una educación humanista muy
brillante, pero, mantenida alejada durante el reinado de Eduardo VI y, sobre todo,
durante el de María Tudor, y sospechosa de conjuración, sube al trono «con un
espíritu maduro y desprovisto de generosidad». En este siglo XVI que ve el gobierno
de tantas mujeres, Isabel suscita muchas extrañezas. Reaparecen en ella la vanidad
y los caprichos de Enrique VIII, pero también su pasión por el poder personal,
llevado hasta el punto de que descuida el asegurar el porvenir de la dinastía antes
que compartir el trono con un marido. Mujer dominante, sedienta de homenajes
galantes, tiene varios favoritos, pero consigue siempre escapar a su influencia. Por
otra parte, asume sin desfallecer todos los deberes de su cargo. Y sobre todo,
consigue mantenerse en íntimo acuerdo con su pueblo.
158
Está igualmente bien servida. El primer secretario de Estado, sir
William Cecil, nombrado lord Burleigh, procedente de la alta burgue-
sía, mente sagaz, trabajador, enemigo de aventuras, disfruta de la
entera confianza de la reina hasta su muerte (1598). Frente a lord
Burleigh, el conde de Leicester y sir Francis Walsingham representan
una tendencia más audaz. Isabel no hace cambio alguno en las ins-
tituciones. La evolución de éstas aporta cierta disminución en las fun-
ciones del canciller y el lord del Sello privado a favor del Consejo pri-
vado. En los condados, aumentan los poderes del juez de paz a ex-
pensas de los correspondientes al sheriff. El Parlamento no supone un
obstáculo a la voluntad de la reina. Isabel reduce sus sesiones, se ade-
lanta o elude las propuestas de ley de sus miembros y Se asegura de
hecho un poder absoluto. Sólo al final de su reinado aparece una opo-
sición en cuestiones religiosas y financieras. Las únicas verdaderas
dificultades con que tropieza provienen de Irlanda, sublevada en 1594
bajo la dirección de Tyrone, que vencs a las tropas inglesas. A la
muerte de Isabel, Irlanda no ha 'sido aún sometida.
Según parece, la mayoría del pueblo inglés permanece fiel al catolicismo, pero
los reformados constituyen una minoría importante y activa. Isabel encuentra la'
mayor resistencia por parte de los católicos, especialmente en la Cámara de los
Lores y el alto clero. Este último es renovado. Pocos de los miembros del bajo
clero rechazan los cambios. No obstante, Isabel deja creer que se puede negociar
un retomo a la ortodoxia. Por su parte, el papado, siguiendo los consejos de
Felipe Il que pretende la alianza inglesa, espera antes de condenar a Isabel y a
la Iglesia de Inglaterra. De este modo, los católicos ingleses continúan en la in-
certidumbre. Muchos de ellos se habitúan a los nuevos ritos (G. R. Elton). Sin
embargo, los acontecimientos de Escocia y Francia inducen a Isabel a actuar en
favor de los protestantes en ambos países, donde choca con los mismos adversa-
rios, los Guisa, tíos y consejeros de María Estuardo, reina de Escocia, que es
también su heredera. Vencida, María Estuardo tiene que reconocer a Isabel como
reina de Inglaterra y despedir a los contingentes franceses (1561). Los hugonotes
franceses entregan El Havre a Isabel a cambio del envío de fuerzas inglesas. Pero
pocos meses más tarde, los franceses, reconciliados, recuperan El Havre (1562).
Este humillante fracaso confirma a Isabel en su prudente política. Se mantiene a
la defensiva.
Los intereses ingleses interfieren constantemente con los' de Escocia y con la
política de Felipe Il, que presta apoyo a las conjuraciones tendentes a destronar a
Isabel. María Estuardo, muy apegada al catolicismo, se había entendido bien al
principio con los protestantes moderados. Pero se los enajena a causa de su ma-
trimonio con su primo Enrique Darnley, católico escocés. Algún tiempo más tarde,
al morir Darnley asesinado y casarse María Estuardo tres meses después con
Bothwell, el presunto asesino, un levantamiento general la fuerza a abdicar en
su hijo Tacaba VI y a refugiarse en Inglaterra, donde Isabel la somete a residencia
159
vigilada (1568). Una revuelta católica estalla en el norte de Inglaterra. La repre-
sión es sangrienta (1569). En el año 1570 se produce un giro en la evolución polí-
tica de Inglaterra. Isabel restablece el Acta de Supremacía. Pío V la excomulga.
Roma anima al seminario inglés de Dousi a enviar misioneros a Inglaterra. El
anuncio de complots tramados para liberar a María Estuardo despierta la indig-
nación del pueblo inglés, y el Parlamento vota leyes represivas. En febrero de 1587,
María Estuardo es juzgada y decapitada. La resistencia católica se hace menos
activa.
Al mismo tiempo, la Iglesia anglicana ha de enfrentarse a otro peligro. Algunos
ven en el anglicanismo una solución de espera y desean que la Iglesia evolucione
hacia el calvinismo. Le reprochan su pompa y su riqueza. Reciben el nombre de
puritanos. Por otra parte, los puritanos son sobrepasados por otras sectas, entre
ellas la de los anabaptistas. Todos estos no conformistas rechazan la autoridad de
la Iglesia establecida y el Libro de rezos anglicano. Desencadenan una campaña
de libelos que provoca la represión. Los puritanos cuentan con apoyos en el Par-
lamento, una de las razones de las dificultades con que tropieza entonces Isabel
con respecto a su Parlamento.
La expansión de Inglaterra
160
a súblevaelén de los Países Bajos b l. Las guerras. de reli¡gió~n
St.O~er .FLIlllilES
o 100 km 200 km
trias: fábricas de ladrillos, de cerveza..., y ha transformado la vida de los ricos:
calefacción doméstica de carbón, casas de ladrillo, cristales en las ventanas. En
otro orden de cosas, el consumo de la cerveza se hace común en todas partes.
Las primeras tentativas son tímidas. Españoles y portugueses dominan las vías
de acceso a las Indias. Los marinos a las órdenes de Jos mercaderes de Londres
y Bristol tratan de abrirse los· pasos del noroeste y el noreste. Fracasan, pero,
en 1553, Chancellor penetra en el mar Blanco, después [enkínson alcanza el Valga
y desciende por él al mar Caspio, llegando hasta Persia. Hacia 1560, los ingleses
se arriesgan a practicar el contrabando en el Imperio portugués, incapaz ya de
hacer respetar su monopolio. A medida que los marinos ingleses ocupan las rutas
marítimas, se fundan compañías de comercio. Los Merchants Adventurers, ya ve-
teranos, acaban por eliminar a los mercaderes de la Hansa. La Moscovy Company
se asegura el comercio del mar Blanco (1555). En 1581, la Compañía de Levante
permite a los ingleses prescindir de los venecianos e intercambiar paños por es-
pecias en las Escalas de. Levante. En fin, la Compañía de las Indias orientales,
creada en 1600, utiliza la ruta de El Cabo, que los portugueses se habían reser-
vado celosamente (véase pág. 46).
161
11. Corvisier.
Algunos de ellos, sin embargo, escriben obras maestras, como Marlowe, muerto
en una pendencia a la edad de veintinueve años.
Los reyes de Francia e Inglaterra protestan contra el reparto del mundo entre
españoles y portugueses. Entre tanto, los establecimientos fundados en la Florida
por hugonotes franceses son destruidos por los españoles (1565). Los ingleses no
se comprometen del mismo modo, y JohnHawkins, que consigue desbaratar las
flotas españolas, va en dos ocasiones a vender esclavos en América.
En 1568, la tensión entre Inglaterra y España aumenta bruscamente. Las guerras
de los Paises Bajos y Francia suscitan la piratería de los «Mendigos del mar» y
de los habitantes de La Rochela a expensas de los españoles. Cuando cinco navíos
cargados de numerario con destino al ejército del duque de Alba tienen que refu-
giarse en los puertos ingleses para escapar de los rocheleses, Isabel decomisa ese
tesoro. El duque de Alba embarga los bienes de los mercaderes ingleses en los
Paises Bajos e Isabel procede del mismo modo con respecto a los pertenecientes a
los mercaderes españoles y flamencos en Inglaterra. En 1572, el corsario Francis
Drake, en un audaz golpe, captura los convoyes de mulas que transportan a través
del istmo de Panamá toda la producción de oro y plata amasada en el Perú du-
rante el año. A sugestión de Walsingham y Coligny, se piensa en una acción
francesa en los Paises Bajos, apoyada por Inglaterra (cf, pág. 145). La Noche de
San Bartolomé hace abandonar el proyecto.
La tregua sugerida por lord Burleigh es de corta duración. En 1577, Drake
emprende la vuelta al mundo siguiendo la ruta de Magallanes. A su paso, saquea
Lima y Callao, va a California, llega hasta las Malucas, que pone bajo el pro-
tectorado de la reina, y regresa triunfante por el cabo de Buena Esperanza con
un fructuoso botín, Las ambiciones inglesas se acrecientan. Los marinos ingleses
echan el ojo a los territorios de América aún libres y lo bastante alejados del
Imperio español. Sir Humphrey Gilbert toma posesión de Terranova en 1583.
En 1584, sir Walter Raleigh envíauna expedición para fundar un establecimiento
en América del Norte, bautizado con el nombre de Virginia en honor de Isabel.
La empresa fracasa, pero es renovada más tarde.
Por su parte, Felipe II no permanece inactivo y sostiene a los rebeldesirlan-
deses. Es además el momento en que consigue la unidad de los Imperios español y
portugués. Dado que Francia no se encuentra ya en situación de sostener, ni si-
quiera de aprovechar, la causa de Maria Estuardo, Felipe piensa en la posibilidad
162
de substituir a Isabel por la reina de Escocia. En marzo de 1585, Felipe 11 toma
la iniciativa de la ruptura, decomisando los navíos ingleses que se encuentran en
los puertos ibéricos. . .
La guerra declarada
163
sarios no molestan más que antes a las flotas comerciales de España.
Los españoles aprovechan la experiencia. Organizan patrullas nava-
les y fortifican sus puertos. Los ingleses fracasan en sus tentativas en
Portugal, las Azores y los puertos de América central.
Pero Felipe Il está también ocupado en los asuntos de Francia.
Tiene que hacer frente a varios adversarios. Aunque Isabel Se ha
vuelto circunspecta con respecto a Enrique IV, que ha abjurado, firma
con él un tratado de alianza después de que los españoles se han apo-
derado de Calaís, En 1596, una flota anglo-holandesa logra causar
estragos en la base comercial y militar de Cádiz. Felipe reúne una
nueva Armada para vengar esta humillación. La Armada queda de-
tenida en ruta por una tempestad (1597). Sin embargo, la causa cató-
lica obtiene un último éxito. O'Neill, conde de Tyrone, aplasta a los
ingleses en Irlanda y levanta a toda la isla contra ellos. A pesar de
sus compromisos, Enrique IV firma por separado la paz con Felipe Il
en Vervins (1598). Las operaciones aminoran. En 1604, [acebo I, su-
cesor de Maria Estuardo, ahora también rey de Inglaterra, firma con
España una paz blanca y, en 1609, España y las Provincias Unidas
acuerdan una Tregua de doce años.
Los españoles no han perdido nada, salvo los Países Bajos del norte,
pérdida ampliamente compensada por la adquisición de Portugal y de
su Imperio, pero han tenido que renunciar a todos los grandes designios
de Felipe Il, Inglaterra y las Provincias Unidas empiezan a obtener
provecho de sus actividades económicas. Se ha establecido el equili-
brio entre las fuerzas de la Europa del noroeste y las de la Europa
mediterránea, pero la vitalidad de ambos conjuntos no puede ya com-
pararse. El siglo XVII consagrará la decadencia de España y el empuje
de las «potencias marítimas» del noroeste.
a
Bibliografía: F. BRAUDEL, La Méditerranée et le monde méditerranée Tépo-
quede Philippe 1I, 2 vols., 1966. F. BRAUDEL, P. CHAUNU, P. VlLAR, L'Espagne au
temps de Philippe II (col. «Age d'or et réalités»), 1965. L. CAHEN y M. BRAURE,
op. cit. P. GEYL, op. cit.
164
CAPÍTULO XI
La obra de Iván III el Grande y de Basilio III sufre una dura prue-
ba en el transcurso del siglo XVI y comienzos del XVII con las guerras
de Iván IV el Terrible (1538-1584) y la época de las perturbaciones,
que se explican sobre todo por las características originales que ha
adquirido la sociedad rusa, sociedad de servicio a la que se acomodan
mal las viejas familias, y por la movilidad de la población, casi siem-
pre debida al descontento de una parte del campesinado.
165
lo demás, el zar es libre de reconocer o no. El orden de los rangos (tchine) enu-
mera los grupos sociales de acuerdo con los servicios que les atribuye el zar. Las
poblaciones eligen los miembros de los consejos (volosts), formados por los nobles
y también los estarostas (bailes) electos de los campesinos. Pero, paralelamente,
continúa el desarrollo de los organismos (prikaz). La mayoría de las veces Iván N
no hace más que sistematizar una evolución ya iniciada. Las resistencias con que
tropiezan sus medidas le incitan a ejercer un verdadero terror en contra de los
boyardos. La Duma de los Boyardos (Consejo) y el Zemski Sobor (Asamblea nacio-
nal) no pueden servir de contrapeso a la autoridad del zar. Iván IV crea una
guardia personal que es al mismo tiempo una policía política, la Opritchnina, que
procede a la deportación a las fronteras orientales de boyardos, cuyas tierras son
confiscadas y reemplazadas por concesiones temporales, y ciudadanos -Novgorod
fue castigada por el fuego en 1570.
166
La organización social
167
Como los campesinos, abrumados, intentan huir, varias medidas prohi-
ben su partida.
Los zares se esfuerzan por transformar la sociedad rusa en una es-
pecie de sociedad de órdenes. En realidad, se trata más bien de una
sociedad de clases, puesto que la autoridad va unida a la posesión de
los medios de producción (R. Mousnier).
168
La restauración del Estado ruso.
La fijación de los órdenes sociales
Se distinguen:
1.0 Los servidores del Estado, cuyos grados superiores constituyen una nobleza
hereditaria sujeta al servicio militar y que, a partir de 1628, es la única (aparte
el clero) que tiene derecho a poseer tierras. La diferencia entre pomiestchés y
vostchinas se reduce. Estos servidores del Estado están muy jerarquizados. En la
cumbre se encuentran los que forman la Duma (uno de ellos, Morozov, no posee
menos de trescientos pueblos y aldeas, con decenas de millares de campesinos y
en los que trabajan diecisiete empresas industriales: fundiciones de hierro, talleres
de curtidores, manufacturas de lino, destilería, ladrillares...) . Los demás poseen
inmensos dominios de cultivo poco extendido (en 1616, en la región de Riazán,
los 21/22 del suelo se dejaban en erial). Así, los pequeños nobles son con fre-
cuencia pobres, se ven obligados a hacerse soldados o incluso mercaderes o arte-
sanos (R. Mousnier). .
2.° Los contribuyentes de las ciudades comprenden un pequeño número de
mercaderes, algunos de los cuales, como los Stroganov, administran los monopolios
del zar. Cada vez con mayor frecuencia, los mercaderes se agrupan en comunidades
de responsabilidad colectiva. Se encuentran también artesanos al servicio del zar o
de los señores y vinculados a su condición.
3.° Los contribuyentes campesinos tienden a fundirse en la categoría de siervos.
169
En 1646, la ley vincula los campesinos al dominio en que viven. Los campesinos
cesan de poseer una existencia legal propia. El señor tiene una especie de derecho
de propiedad sobre sus bienes, así como la jurisdicción en sus dominios para los
delitos de simple administración y la carga de recaudar los impuestos del zar sobre
los individuos. Se convierte, pues, en el intermediario obligado entre el zar y sus
súbditos.
170
tanosos, tierras de límites imprecisos cuya economía se basa en la agri-
cultura, la recogida de los productos del bosque y la caza. Las ciuda-
des tienen carácter extranjero, alemán o judío. El principal motor de
la nación es la aristocracia de grandes propietarios, que controla la
monarquía mediante la Dieta y contiene a la turbulenta pequeña no-
bleza en las Dietinas provinciales. El Estado no tiene existencia propia.
Aunque la época en que reina la dinastía de los Jagellón aparece como
el siglo de oro de Polonia, la fragilidad del Estado y las numerosas
guerras exteriores constituyen ya factores de debilidad que, a partir
de 1572, se amplifican y conducen a Polonia a la decadencia.
El apogeo
En manos de los hanseáticos, más tarde de los holandeses y los ingleses, el gran
comercio báltico vivifica los puertos, especialmente el de Danzig, que dan salida a
los productos del interior del país. El trigo ocupa un lugar cada vez más impor-
tante al lado de los productos del bosque y la ganadería. Con el fin de aumentar
las cantidades de trigo disponibles para la venta, los señores polacos y lituanos
siguen un movimiento que es general al este del Elba. Refuerzan los derechos Ieu-
dales y reducen a servidumbre a los campesinos. En torno a la gran nobleza po-
laca, gravita la pequeña nobleza (Szlachta) y, cada vez con mayor frecuencia, la
débil burguesía ciudadana. La gran nobleza se abre a las influencias occidentales,
intelectuales y artísticas. Las cortes y castillos, algunas capitales de provincia, se
convierten en focos del Renacimiento. Este se traduce en la adopción del latín como
lengua culta, pero asimismo en el desarrollo de una literatura nacional, ilustrada
por el poeta Jan Kochanowski (1530-1584), por colecciones de obras de arte y
encargos a los artistas occidentales y polacos. La capital,Cracovia, disfruta espe-
cialmente de este siglo de oro. Su Universidad, a la que va unido el nombre de
Copérnico, goza de fama europea.
El luteranismo penetra en los medios alemanes de las ciudades. Todas las· sec-
tas protestantes encuentran un clima favorable, incluidos los socinianos, expulsados
de todas partes. Polonia se hace para los nobles una tierra de tolerancia bastante
excepcional en Europa. Pero la desaparición de la dinastía de los Jagellón, en 1572,
inicia un período de decadencia.
171
al trono de Francia, Enrique de Valois abandona, no deja las cosas
en buen estado, y su partida hunde al país en un interregno de dos
años. Sucesivamente reinan un húngaro, Esteban Bathory, y la fami-
lia sueca Vasa. El poder real disminuye. Las Dietínas hacen levas de
impuestos y de tropas. La Dieta pretende controlar al rey, pero es
impotente para ello. Sus diputados reciben una procuración imperativa,
y las decisiones han de ser tomadas por unanimidad (liberum veto).
Casi en cada sesión la Dieta tiene que ser aplazada (rota). Los partidos
se organizan en confederaciones bajo la dirección de grandes familias,
apoyadas en su clientela.
Al mismo tiempo que el débil Estado polaco se disuelve, se conso-
lida lo que en definitiva ha de ser el principal cimiento de la nación:
la religión católica. El catolicismo resiste en las mismas fronteras de
su campo, sobre todo en Lituania. El obispo Estanislao Hosio atrae a
los jesuitas, y su academia de Vilnius toma el relevo de la Universi-
dad de Cracovia, Los reyes Vasa favorecen la Contrarreforma. La
aristocracia es recuperada por el catolicismo. Triunfante, éste intenta
conquistar una parte del mundo ortodoxo y obtiene un gran éxito.
En 1595, los ortodoxos de Ucrania occidental aceptan reconocer la au-
toridad de Roma, a condición de conservar sus ritos (Iglesia uniata),
pero esta adhesión habrá de revelarse más tarde como una causa de
discordia.
Polonia hace tan buen papel en la Europa occidental que los reyes Vasa creen
posible una política exterior ambiciosa. Así, trasladan la capital a Varsovia para
hallarse más cerca del mar Báltico. Alimentan miras dinásticas con respecto a
Suecia y Rusia. En este último país intervienen como árbitros en la «época de las
perturbaciones». Conservan Smolensko durante medio siglo. En las riberas del Bál-
tico los lituanos disputan con suecos y rusos la posesión de Livonia, pero tienen
que cederla a Suecia (1629). En fin, guardianes vigilantes de la cristiandad contra
los turcos, encabezan cruzadas y obtienen victorias (Chocim, 1623), por lo demás
sin porvenir.
A mediados del siglo XVII, Polonia tiene que enfrentarse a los ataques simultá-
neos de sus vecinos, lo que los historiadores polacos llaman el «Diluvio». En Ucra-
nia, Polonia se apoyaba en los cosacos. Ahora bien, éstos, descontentos por las ten-
tativas de los señores para vincularlos a sus dominios como siervos y por forzarlos
a reconocer la autoridad de Roma, se rebelan y se colocan bajo el vasallaje de los
zares. El ejército ruso aprovecha la ocasión para tomar Smolensko. Es el momento
que elige Carlos X Gustavo de Suecia para atacar a Polonia. El país es invadido,
Varsovia y Cracovia tomadas (1655). No obstante, se produce una reacción nacio-
nal, popular y católica. Polonia se salva, pero la Paz de Oliva (1660) confirma para
Suecia la posesión de Livonia; la de Andrusovo (1667) concede Smolensko y Kíev
a Rusia.
172
ruinas. Además, Polonia ha dejado de ser una nacion tolerante: los
socinianos son expulsados. La brillante participación de la caballería
del rey Juan Sobieski en la derrota turca ante Viena (1683) mantiene
la ilusión sobre un Estado que ha caido en la anarquia. Tras haber
contribuido a salvar el Occidente de los turcos, Polonia se aleja más
bien de él por la evolución de sus estructuras sociales.
EL DESPERTAR DE ESCANDINAVIA
El despertar económico
Dinamarca exporta sobre todo cereales y ganado, y esto determina una evolu-
ción social del mismo tipo que la de la Europa oriental. Sin embargo, los habitantes
de las islas danesas introducen las vacas holandesas y se orientan hacia la fabri-
cación de productos lácteos. La ganadería se extiende también por los demás países
escandinavos. Noruega intercambia pescado por cereales. Hasta alrededor de 1660,
es sobre todo el gran proveedor de madera de la marina holandesa, más tarde de
la inglesa. El rey y los nobles tratan de reservarse el monopolio de la explotación
173
~~~~~~~~~~~~~~~~l~~W.0'!!.
en el siglo XVI
posesiones:
rey de Dinamarca
los Ha b sburgo GRAN DUCADO
de Venecia
mm imperio otomano
o Novgorod
DE RUS I A
_....c= Límites del 1m '
~
• Límites d e Estad
Capitales
per -l-o- R E I N O
os ---- D E ES
C~C •Moscú
,=_Jl~~
Batallas lrE,dimburgo
l.
~~ GRAN
KHANATO
-,~ .
-c ,Argel
MeIiIIEi" Orán 1509-1516
1496 1505-1791
" '
I
========--~~
500 km
CAPÍTULO XII
177
12. Corvisier.
con doran (El don real), que sostiene el derecho divino de los reyes. Se
muestra, en fin, muy favorable a la jerarquia anglicana. Su hijo, Car-
los I, testimonia gran dignidad y comparte las teorias monárquicas rei-
nantes en Francia y en España. Pero, débil de carácter, se ve llevado
a hacer concesiones, que a sus ojos no tienen ningún valor, puesto que
los derechos de la corona son imprescribibles. En realidad, los primeros
Estuardo ejercen poca influencia en la evolución del pueblo inglés.
178
de los landlords se renueva por la extinción de las familias y por el
favor real, que distribuye monopolios entre los particulares. De él pro-
viene el partido de la corte, que domina la administración central.
Opuestamente, la suerte de las masas populares no hace más que em-
peorar. El salariado se extiende y la armazón corporativa retrocede;
por esa razón, las masas son más sensibles a la subida de los precios,
al hambre y al paro. Por otra parte, el proletariado urbano recibe el
refuerzo de los campesinos, a quienes no permiten ya vivir la super-
población y el sistema de los cercados. Inversamente, se desarrolla la
desconfianza ante la mendicidad y el vagabundeo. Ya no se piensa que
la miseria es la prenda de la elección divina, sino de su reprobación.
Sin embargo, el poder real trata de remediar la situación mediante la
fijación de los salarios y la organización de talleres de caridad, que no
gustan a los pobres porque enajenan su libertad a causa de su régi-
men, muy duro, mediante la estimulación de los reglamentos corpo-
rativos, que descontentan a los medios de los negocios y a la gentry y
son a los ojos de los partidarios del Parlamento una intrusión del
poder real.
Los diversos descontentos sociales y políticos toman también un
carácter religioso. Los Estuardo y el partido de la corte, aun mante-
niendo su hostilidad contra la Iglesia romana, refuerzan la jerarquía
episcopal y la proporción de ritos de origen católico. Con ello se en-
frentan a la gentry, apegada a la interpretación de la Biblia por el
padre de familia y el señor, y a los hombres de negocios individua-
listas, en tanto que las masas populares se vuelven a veces hacia las
sectas nacidas del anabaptismo. Así se constituye el mundo de los
puritanos, apasionado, unido sólo en su hostilidad contra la Iglesia
establecida, donde se codean los que desean conservar una Iglesia de
Estado del tipo de la Iglesia presbiteriana de Escocia y los que recha-
zan toda organización eclesiástica, como los Independientes. Los in-
gleses se ven solicitados por dos concepciones de la sociedad y de la
religión que están lejos de oponerse exactamente. Además, al menos
hasta los primeros años de la guerra civil, no Se ataca en modo alguno
la monarquía.
La monarquía y el Parlamento
179
El rey aspira a la soberanía absoluta, desea reinar únicamente con su Consejo
privado (rey en Consejo) y solicita de cuando en cuando la ayuda del Parla-
mento (rey en Parlamento). En el primer caso las órdenes reales se denominan
proclamaciones; en el segundo, actas, que tienen valor de leyes (estatutos). Por otra
parte, se piensa que, dado que el rey no puede equivocarse, la responsabilidad de
los errores de la política real recae solamente sobre sus consejeros. En cambio, la
autoridad del rey en el Parlamento es inatacable. Sólo ella puede modificar la
Common Law. Lo mismo que Isabel, [acebo I reúne raras veces el Parlamento, y
para cortas sesiones. Este se compone de dos asambleas, la de los Lores, la mayo-
ría de los cuales, vista la renovación de la aristocracia, son hechura del rey, y la
de los Comunes, integrada por diputados elegidos por los burgos y los condados.
Con el apoyo del patronaje, los condados están representados la mayoría de las
veces por la gentry; los burgos, por los hombres de negocios. Algunos diputados,
como Pym y Hampden, aparecen como verdaderos jefes. Lo más corriente es que
se limiten a denunciar lo que consideran como un abuso.
Frente al Parlamento, el rey no dispone de órganos tan eficaces como el rey
de Francia y no puede apoyarse en un cuerpo de funcionarios regios tan nume-
roso. El Consejo privado y los Tribunales de prerrogativa (Cámara estrellada para
los asuntos políticos y Tribunal de la Alta Comisión para las causas eclesiásticas)
son impopulares. La administración local queda abandonada en manos de los dipu-
tados lugartenientes, los sheriffs y los jueces de paz, nombrados por el rey entre
los principales hacendados. Ejercen a título benévolo y se muestran poco celosos
en la aplicación de las órdenes contrarias a los intereses de su grupo social. No
existe un ejército permanente. La hacienda real no puede contar más que con los
recursos de la corona y la recaudación de derechos ya consentidos por el Parla-
mento, entre ellos las aduanas, que son muy aumentadas en 1604. Por esa razón,
el rey prefiere limitar los gastos, mediante una política exterior prudente, a soli-
citar subsidios del Parlamento. En caso de necesidad, recurre a empréstitos for-
zados. La situación del rey de Inglaterra se complica por el hecho de ser también
el rey de Escocia y gobernar el reino de Irlanda. En Escocia, el rey no es el jefe
de la Iglesia. El Parlamento presenta la forma tradicional de los Estados gene-
rales. Irlanda se mantiene relativamente en calma durante algunos decenios y se
introduce en ella la ley inglesa. El gobierno aprovecha las oposiciones entre gaé-
licos, anglocatólicos y colonos protestantes. Sin embargo, ambos reinos no causan
demasiados problemas antes de 1638.
Bajo [acebo I, subsiste un cierto equilibrio entre el rey y la opinión pública.
En 1605, un complot católico, la Conspiración de la pólvora, determina la unión
nacional en torno al rey y en contra de Roma. No obstante, [acobo gobierna por
intermedio de sus favoritos, entre ellos Buckingham, se muestra dispendioso y
prodiga los monopolios entre sus cortesanos. Su política exterior timorata le ena-
jena una parte de la opinión. Hace la paz con España, desautoriza a sir Walter
Raleigh, que había efectuado una desafortunada tentativa contra las colonias es-
pañolas, y le deja condenar a muerte, pretende la mano de una infanta española
para el príncipe de Gales cuando la opinión espera que apoye a su yerno, el elec-
tor palatino, en lucha con los Habsburgo de Austria. Pero sabe ceder a tiempo, y
algo antes de su muertedec!ara la guerra a España (1625). Por el contrario, Car-
los I trata de unir a los ingleses entre sí mediante una política exterior activa. La
guerra es mal preparada por Buckingharn, La flota inglesa fracasa ante -Cádíz y
no consigue socorrer a los rocheleses, sitiados por Richelieu. El rey solicita subsi-
dios al Parlamento convocado en 1628, pero Cake y Selden presentan la Petition
of Right, donde se condenan los arrestos arbitrarios y la recaudación de impuestos
no concedidos por el Parlamento. El rey cede ante el requerimiento, pero en 1629,
habiendo sido asesinado Buckingham, Carlos I, casado con una princesa francesa
católica, resuelve prescindir del Parlamento.
180
ingleses llaman a este intento de absolutismo la «Tiranía». Laud se
ocupa de restaurar las temporalídades de la Iglesia establecida y de
volver a introducir en la liturgia ritos de origen católico. Esto provoca
viva oposición por parte de los puritanos. El Tribunal de la Alta Co-
misión eclesiástico reacciona ordenando excomuniones y arrestos. Los
puritanos marchan a establecerse en América. Para resolver los pro-
blemas financieros, Carlos 1 firma la paz con Francia (1629) y con
España (1630) y, con el pretexto de defender el comercio inglés contra
los holandeses, extiende a las ciudades del interior el Ship-moneq per-
cibido sobre los puertos. El proceso de Hampden, que se niega a pagar,
favorece a la oposición. El rey encuentra difícilmente quien le preste
dinero cuando tiene que hacer frente a la rebelión de los escoceses. El
intento de Carlos 1 puede incluirse en el esfuerzo general efectuado
por los monarcas para luchar contra la crisis. La Francia de Luis XIII
y Ríchelieu da el ejemplo. No obstante, a diferencia de lo que ocurre
en el continente, el absolutismo choca contra una burguesía activa.
Parece condenar el individualismo económico al salvar las antiguas es-
tructuras mediante su lucha contra el préstamo con interés y los cer-
cados. Frente a esta actuación conservadora, los oponentes no repre-
sentan forzosamente al liberalismo. Algunos de ellos marchan a esta-
blecerse en las colonias de América. Por otra parte, más afortunada
que la dictadura de Richelieu, la «Tiranía» de Carlos 1 Se beneficia de
la paz y la prosperidad económica. Son precisas circunstancias exte-
riores para hacer estallar el real descontento de los ingleses.
De forma muy imprudente, Carlos 1 lleva a cabo en Escocia una
política de asimilación, y Laud intenta establecer en ella la jerarquía
episcopal. Indignados, los habitantes de Edimburgo firman un pacto
o Covenant, al que se une toda Escocia (1637). Aun afirmando su
lealtad al rey, restablecen la organización de la Iglesia presbiteriana.
Carlos 1 no se halla en condiciones de someterlos. Sus consejeros, es-
peculando con el antagonismo anglo-escocés, le empujan a convocar
el Parlamento para solicitar subsidios (1640). A él acuden de nuevo
los oponentes de 1629, y el rey lo disuelve al cabo de tres semanas
(Court Parlement). Sin embargo, al invadir Inglaterra los escoceces,
es preciso convocarlo de nuevo (Long Parlement).
LA REVOLUCION y LA REPUBLICA
181
La victoria del Parlamento
El rey puede contar con el norte y el oeste, mientras que el Parlamento orga-
niza sus fuerzas en el sur y el este, más desarrollados desde el punto de vista
económico. Por otra parte, tanto Cabezas redondas como Caballeros son poco ex-
pertos en la guerra y carecen de recursos. De ambos lados combaten gentilhombres
y milicianos mal pagados y se recaudan impuestos. La mayor parte del pueblo in-
glés se limita a sufrir la guerra civil. El rey mantiene con los irlandeses contactos
que le desacreditan. El Parlamento se pone en relación con los escoceses, sin gran
eficacia. En 1644, la guerra se estanca. Pym y Hampden han muerto. Se inician
negociaciones, pero la intransigencia del rey las condena al fracaso.
182
realista es aplastado en Naseby. Carlos I huye a Escocia. Pero como
sigue negándose a reconocer el Covenant, los escoceses lo entregan al
Parlamento de Londres por 40 000 libras.
La República
183
Estos acontecimientos atizan la hostilidad de los holandeses contra
Inglaterra. Guillermo II de Orange, estatúder de Holanda, yerno de
Carlos 1, intenta intervenir. Esto se añade a la rivalidad comercial
entre ambos países, que se manifiesta en todas partes: en los puertos
europeos, las islas de la Sonda, las Antillas, América del Norte. El 9
de octubre de 1651, el Parlamento vota el Acta de navegación, según
la cual todos los productos coloniales deben importarse en navíos in-
gleses, y los productos europeos en navíos ingleses o de su país de
origen. El Acta apunta contra los holandeses, carreteros del mar, y
provoca la ruptura entre ambos países.
Los holandeses, al principio mejor entrenados, bien dirigidos por los almiran-
tes Tromp y Ruyter, consiguen victorias hasta en el estuario del Támesís, El Par-
lamento se encuentra en una situación crítica. Necesita una marina potente, en
tanto que el ejército se ha vuelto inútil y amenazador. Adelantándose a una posi-
ble disolución del ejército, Cromwell expulsa el Parlamento rabadilla (abril de 1653).
El gobierno es asegurado por un Consejo formado en su mayoría por militares.
El Consejo de oficiales elabora una nueva constitución: el Instrumento, que entrega
todos los poderes a Cromwell, con el título de Lord Protector de las repúblicas de
Inglaterra, Escocia e Irlanda.
El Instrumento unifica las islas británicas, que deben enviar a los Comunes una
representación uniforme. El derecho de voto es rigurosamente censual. En realidad,
para Cromwell sólo cuenta el Consejo de los generales. Como el Parlamento de 1654
muestra cierta indocilidad, lo disuelve al cabo de cuatro meses. Las islas británi-
cas se distribuyen en once gobiernos militares al mando de los mayores generales,
investidos de plenos poderes, encargados de reprimir la agitación de realistas y
niveladores y de tomar todas las medidas para hacer reinar un orden moral puri-
tano (cierre de las tabernas, de los teatros ...). En 1657, el Parlamento, domesti-
cado, ofrece la corona a Cromwell, que la rechaza temiendo sin duda una reacción
de los oficiales. No obstante, acepta los atributos reales y el derecho a designar
su sucesor.
Los ingleses se someten a esta dictadura que pone fin a largos años
de decadencia. En 1654, se firma una paz ventajosa con los holandeses.
Estos últimos reconocen el Acta de navegación y expulsan de su país
a Carlos II y los emigrados realistas. Esto permite a Cromwell asumir
el papel de campeón del protestantismo que había representado Isabel
184
e inmiscuirse en el conflicto franco-español. España le ofrece Calais;
Francia, Dunkerque. De hecho, Cromwell había permitido a los ma-
rinos ingleses atacar las Antillas y apoderarse de Jamaica (1655).
Mazarino obtiene su alianza y el envío de tropas. Los ingleses vuelven
a tomar tíerra sobre el continente y conservan Jamaica. A pesar de
todo, Cromwell sigue siendo lo bastante lúcido para apreciar la fragi-
lidad de su obra. Cuenta con el apoyo, muy reticente del medio de
los negocios. La hacienda se halla en mala situación. El puritanismo
cansa. Su muerte (3 de septiembre de 1658) es acogida con alivio por
una gran parte de la opinión.
185
1ndependencia y prosperidad de las Provincias Unidas
186
Los Estados generales de las Provincias Unidas proponen la fusión
de compañias de comercio fundadas a finales del siglo XVI. La Oost in-
dische Compagnie, creada en 1602, recibe el monopolio del comercio
con los paises del océano Indico y el Pacifico, donde los holandeses
substituyen a los portugueses y expulsan a los ingleses de Insulíndía.
187
Las provincias de Holanda y Zelanda están dominadas por una burguesía de
los negocios. La nobleza se halla solamente representada por la familia de Orange.
La mayor parte de la población se compone de trabajadores, mejor protegidos por
la actividad económica que en las ciudades de los restantes países europeos contra
el paro y una miseria excesiva. Las provincias del este tienen una estructura social
que se aproxima a la de Alemania. El régimen señorial encuadra una población
en su mayoría rural. De acuerdo con su importancia local, el patriciado urbano
de los regentes, la nobleza rural o, a veces, los campesinos ostentan los poderes
locales, intervienen en el nombramiento de los regidores y burgomaestres y de los
consejeros pensionarios de las ciudades y las provincias, es decir, de los agentes
pensionados.
Los Estados generales reúnen a los diputados de los Estados provinciales, pero
cada una de las provincias no tiene derecho más que a una voz y los preside por
turno. Los Estados generales se ocupan de los asuntos extranjeros, de las fuerzas
armadas, de ciertas cuestiones económicas y religiosas y de la Hacienda común.
Son una conferencia de embajadores. Los diputados tienen que remitirse constan-
temente a sus mandantes. Les es preciso consultar a los Estados de sus provincias,
ciudades, etc. Las decisiones han de ser tomadas por unanimidad. No existe poder
ejecutivo federal organizado. El Consejo de Estado está formado por doce diputa-
dos de las provincias, tres de ellos correspondientes a Holanda. Su competencia
queda limitada a la vigilancia administrativa de las tropas y a las contribuciones
financieras de las provincias. El poder ejecutivo corresponde en realidad a dos
poderes diferentes: 1.0, el capitán general, el almirante general y los estatúderes de
las provincias; 2.°, el pensionario o asesor de la provincia. Esta constitución, bas-
tante anárquica, funciona gracias al papel preponderante de la provincia de Ho-
landa, que asume el 50 % de los gastos comunes. El capitán general de esta pro-
vincia, el príncípe de Orange, se impone a las demás provincias, y su pensionario
se ha convertido de hecho en el jefe de la diplomacia.
Con la Tregua de los doce años, la oposición entre ambos partidos se amplifica
y llega al terreno religioso, donde se enfrentan dos concepciones de la gracia. La
burguesía liberal toma el partido de los teólogos arminianos, que rechazan la
predestinación absoluta, mientras que la familia de Orange se une a Gomar, quien
188
afirma la reprobación eterna (cf. pág. 74). Cuando un grupo de pastores armi-
níanos dirige una amonestación (remontrance) a los Estados de Holanda y Frisia,
se les da el nombre de Remonstrants. Su principal portavoz es Gracia (1583-1645),
pensionario de Rotterdam, que defiende la primacía del poder civil en materia re-
ligiosa. Pero el partido de Orange consigue en 1617 la convocatoria de un sínodo
nacional en Dordrecht. Los Cánones de Dordrecht imponen una ortodoxia goma-
rista (1619). Mauricio de Nassau, con el pretexto de traición, hace condenar a
muerte y ejecutar a Oldenbarnevelt. Grocio logra huir a Francia. Se reducen las
funciones del pensionario. La diplomacia le escapa. La reanudación de la guerra
refuerza la posición de la familia de Orange, Federico Enrique actúa como un
verdadero soberano. Casa a su hijo, Guillermo n, con la hija de Carlos 1. En 1647,
Guillermo n sucede a su padre en todos sus cargos y amplía la política dinástica
de la familia de Orange. Después de la Paz de Münster, se opone a la reducción
del ejército e impone su voluntad a los Estados de Holanda. Pero muere unos
meses después. El partido de Orange queda privado de jefe por varios años.
189
Ruysdael, del pintor de animales Potter, del pintor de interiores ho-
landeses Vermeer de Delft y, sobre todo, de Rembrandt. Se puede
evocar asimismo la actividad de la imprenta, que se beneficia de un
clima de libertad sin parangón en el siglo XVII europeo. La vida a la
vez confortable y austera de la mayor parte de la burguesía holan-
desa, el hecho de que el pueblo escape a las mayores catástrofes de la
época explican, con cierta libertad de expresión, el favor de que dis-
frutan los estudios. La instrucción elemental está más extendida que
en ninguna otra parte. La Universidad de Leyden es la más activa del
mundo protestante. Holanda es un país de científicos (Leeuwenhoek,
Huyghens). Los progresos del cálculo encuentran aplicaciones prácti-
cas, por ejemplo, en el establecimiento de las tasas de las rentas
vitalicias.
Las Provincias Unidas Se han convertido sobre todo en una tierra
de libertad politica y religiosa. El calvinismo no agrupa más que a
un tercio de la población. Los católicos siguen siendo numerosos, y las
sectas más diversas hallan refugio en ella. Se molesta menos a los
judíos que en otros países. La obra de Spinoza es un testimonio del
estado de espíritu que se desarrolla en Holanda hacia mediados de
siglo. En su Etica demostrada según el método geométrico, Spinoza
unifica teología y matemáticas. En el Tratado teológico-político, aboga
por la democracia directa.
La hegemonía comercial de los holandeses es un obstáculo a la
expansión inglesa y francesa; su libertad económica,politica y reli-
giosa, un desafio a las dificultades con que tropiezan la mayoría de
los Estados europeos y a las reglas del mercantilismo, a la intolerancia
religiosa que reina generalmente en Europa. La pacifica burguesía re-
publicana no presiente la tormenta. En 1672, las Provincias Unidas
son invadidas por los ejércitos de una coalición que agrupa a Francia
e Inglaterra. La república se descompone en unas semanas. La nega-
tiva de Luis XIV a aceptar sus ofertas provoca una reacción nacional,
el llamamiento a la familia de Orange, la matanza de Johan de Witt.
En 1678, por el Tratado de Nimega, las Provincias Unidas salvan su
territorio, pero no su hegemonía económica, que pasará a Inglaterra.
Su momento de gloria ha terminado. Inglaterra ocupa el primer rango
entre las potencias marítimas.
190
CAPÍTULO XIII
191
LA DECADENCIA DE LA MONARQUIA ESPAÑOLA
Se han dado razones diversas. La emigración hacia América ha sido muy exa-
gerada. El número y el tonelaje de los barcos limitan las salidas. Todo lo más
priva a España de elementos jóvenes y dinámicos, actuando así de un modo psi-
cológico. Sin embargo, hay que admitir también que le permite deshacerse de los
elementos turbulentos, hace menos agresiva la mendicidad endémica y contribuye
probablemente al mantenimiento del orden. Las salidas son ampliamente compen-
sadas por la inmigración francesa, especialmente en Cataluña. Más importante re-
viste la expulsión de los moriscos, realizada en 1609-1611 y que alcanza a algo
más de 270000 almas. Las devastaciones de la guerra en Cataluña y la fiscalidad
tienen también su influencia.
No obstante, la razón esencial de la despoblación hay que buscarla en la rei-
teración de las epidemias. La peste, que se ha hecho endémica en la Europa me-
diterránea del siglo XVII, se manifiesta en violentas oleadas. En 1649-1650, Sevilla
pierde la mitad de su población. Por otra parte, hay que decir que la despoblación
no afecta a la totalidad de España. Cataluña experimenta incluso un sensible
aumento antes de 1630. Por el contrario, las regiones de Murcia, Aragón y Castilla
se ven afectadas por la salida de los moriscos, laboriosa población de artesanos y
hortelanos, que marchan a enriquecer Africa del Norte, especialmente Marruecos.
Castilla, base de la potencia española, deja de ser la reserva de su monarquía. Las
posesiones italianas de España padecen igualmente una detención demográfica de-
bida a las epidemias y también, parece ser, al fenómeno bastante nuevo del descenso
de la natalidad. Se inicia también allí la emigración. La población sólo aumenta
en algunas ciudades, como Nápoles, pero sin estar sostenida por razones económicas.
192
a I Formación del Imperio sueco b I Las Islas Británicas en tiempos de la primera Revolución VIU
(.
- "'~
"
..
MU
-~~~ \
.....
/"
.1"/ ... - ..
...,1',
"- 1',\" ..... .....1'
~~~:h~ .. .,
-c:
-- ~
if-~,
~""-"
RE 1 NO jAberdeen
/.1'-". .JI DE ,J
F~~ ESCOCIA »
: ~St. Andrews
"/ir
' / '7) JI b.
q ..,...
rc-«
-
";! .. • \i Glasgow~,,~
~I o o Edimburgo
1----
v
e- (ta-
~
~
\::::~
1"
n .....
IIf 7)¿;F' '"...
V 1-'
J
,<:t}:
<:••••••• 1\1 ewcastl e
,..... -::;7 {;),~~~ ~~;':':-:':"~
':~;;;:::::i'~:" ,
f--------------
\~"~
_ 1'.
-----~
-//1 \ ~- Belfast ti
.i\Sí+n:;'/~>?~
~'.,. ·... 1,.:;-- J
\:::L-u '.......
p
,¡ "
r
\ - - - - - - -, Area reservada
•• ' h
¡ f
1ft
.,' 'Lv
I para la ..' .::::;' York'"
- ,~
trasplantaclón .: ~ Drogheda r . Il'añosl Hull
¡------- de Irlandeses
-- J~ j:_"" \.... \}'
: EL PALE
'7 XMarsi~~' ~
¿·~~!.·";x....~ ¡:-'
~-:..>(''\ R E I N
O :~~ublín " o Moorl
1-' ~:::::-.""~ Manchester 16~4
1"" '
~-;,/,I\-
-, ~', ·:::;~~~\~~~~~~.Ú:::-~~ewark
DrE;é
0'---1
.., D E 1 R LA NDA f
PA~:f::~ ~
~
I1I1I1
I
/'
/'1" .,
I--~
~
1--' "ri.......
./
..--::.'.-::::::::;.5-:-:';';'.
..,...... :-::'.
.., 1642 XNasetv
1'%
, , ;~: A .l. ,E.~.: .;.:. , Edgehill Cambridge
e-;-:» '-.;.-:':-:-:';';':-:';';';';':' 1111ill l1J¿.
años .;......
~1A:::::;}~:: ......... ..iE~~;:~tb~ford I~.
i---------J'.'!.l.I
e
1--- .•.......,........""" ~ . d "........ .,. . on res ....
... .'0 Bristol I I ' . 111 ' "
.. Las poslclones al comienzo .•••••.~ • "Pañosl l\Iew~bury 1I I I m~ Canterbury-
I
Conquistas suecas []]]]] Condados favorables ~'.'.'.".'.'.,. ',' ..-r '''' --... '-
~"";"';"diPlymouth
~ sobre Dinamarca al Parlamento 'í¡:'
re s,
~ sobre otros paises
/'
./
P I ~
O 200 km /
tante del comercio interior. Los puertos, donde los franceses y sobre
todo los genoveses reemplazan a los flamencos, permanecen activos, en
particular Cádiz, principal centro económico de España. Los efectos de
la independencia portuguesa (1640) no parecen catastróficos, pero con-
tribuyen a perfilar la decadencia económica.
La sociedad española sigue dominada por el alto clero y la alta
nobleza. Esta última se reduc- en número y aumenta su riqueza por
el abuso de los mayorazgos, que concentra las herencias en las manos
de los primogénitos. Se ve aumentar el número de sacerdotes misera-
bles, de monjes, a menudo errantes, de letrados salidos de las univer-
sidades, que pululan como agentes reales, de hidalgos segundones de
familias nobles. La vida económica se apoya en una burguesia que
realiza pocos progresos y un campesinado donde el número de pro-
pietarios decrece mientras que aumenta el de los jornaleros. En fin, es
el apogeo del picara, frecuentemente de origen nobiliario, que mani-
fiesta gran desprecio por el trabajo manual, prefiriendo una vida de
aventuras y mendicidad. Este personaje capta el interés de los grandes,
de los escritores y de los artistas.
193
13. Corvisier.
cron, La Tregua de los doce años expira. La victoria de la Montaña
Blanca pone de manifiesto la fuerza del campo católico en Europa
(véase pág. 214). En 1619, se restablece el entendimiento entre las
dos ramas de la Casa de Habsburgo. La desgracia de Olivares con-
siste en verse enfrentado al cardenal Richelieu. Bajo el mando de
estos dos hombres, España y Francia se enzarzan en una lucha im-
placable, perturbando profundamente ambos paises por los sacrificios
exigidos, con lo que se suscitan revueltas y guerras civiles.
194
melitas se multiplican, los artistas son animados por una inspiración
visionaria. El sentido del honor desarrolla y precisa las reglas caba-
llerescas hasta en las capas populares. Este honor capaz de desafiar a
las autoridades es un tema favorito del teatro. El sentido de la gran-
deza española se expresa en la literatura. La lucha contra los moros
es una veta inagotable. Velázquez pinta en La rendición de Breda al
primer ejército de Europa. Pero el realismo está igualmente presente
por todas partes, en el teatro, la novela y la pintura. El mendigo, el
pícaro, bien retratados por Quevedo en El Buscón don Pablos, pre-
sentan con complacencia el orgullo y la independencia, mezclándose
con las escenas misticas. Los artistas más mimados no vacilan en pin-
tar de la manera más despiadada a reyes y reinas, prisioneros de su
herencia y su grandeza, como lo son de sus vestidos y sus atributos.
Admirada, odiada o burlada, España es imitada en todas partes,
hasta en el mundo protestante. Es de España de donde vienen los
carmelitas reformados. Al ideal del cortesano sucede el del gentilhom-
bre, héroe que toma de España su código del honor, generador de
duelos. Los autores españoles son traducidos y más/a menudo todavia
imitados por los escritores italianos, ingleses (Dryden) y franceses:
las preciosas (Mlle, de Scudéry), los bufones (Scarron) y grandes es-
critores como Corneille y Moliere toman de España una parte de .los
temas de sus obras. Los vestidos negros, ceñidos, imitan la moda es-
pañola. Sin embargo, comienza a extenderse la leyenda del ogro espa-
ñol' sediento de sangre, que cuentan los corsarios de las potencias
maritimas y todos aquellos que infringen el Exclusivo al traficar en
las inmensas colonias españolas, Imperio en el cual no se pone jamás
el sol. Al mismo tiempo, nace la caricatura del matamoros, héroe
jactancioso, pero pronto corrido, cuyo éxito se acrecienta con los sin-
sabores de la politica española. A partir de la mitad del siglo, ya no
es hacia España a donde se dirigen las miradas de Europa, sino hacia
Francia.
195
La restauración de la autoridad real
Enrique IV es uno de los raros reyes franceses que tiene que conquistar su
reino. Pone al servicio de su actuación un temperamento vigoroso y una experien-
cia madura. Además, conoce su reino. De apariencia franca y humana, actuando
con tacto, se atrae las simpatías. Sin embargo, su posición sigue siendo dificil, más
aún porque con la edad pierde clarividencia. Este aspecto humano y la flexibilidad
de su política dan crédito a la leyenda de un rey bonachón. No obstante, no aban-
dona nunca sus principios: «Un rey sólo es responsable ante Dios y su conciencia».
y no se trata únicamente de una visión ideal: sólo «el palo trae la paz». A pesar
de sus promesas, no reúne los Estados generales. Vigila a los gobernadores y las
corporaciones municipales. Multiplica los commissaires départis (ef. pág. 101). Para
dar ejemplo, hace ejecutar al mariscal De Biron, antiguo compañero de armas que
interviene en una conspiración con España (1602). No puede existir autoridad sin
un estado financiero más o menos satisfactorio. Sin duda el saneamiento practicado
por Sully, superintendente de Hacienda, ha sido exagerado. Se disminuyen momen-
táneamente las tailles, pero aides, gabelas, traites son aumentadas y exigidas con
mayor rigor. Se recurre a los expedientes (dote de la reina Maria de Médicis). Los
acreedores del Estado ven disminuir sus rentas hasta tres trimestres por año. Cierta-
mente estos expedientes comprometen el porvenir de la monarquía. La puesta en
venta de cargos regios y la institución del derecho anual o paulette (del nombre
del financiero que se encarga de su recaudación) mediante el reconocimiento de la
propiedad del cargo resultan muy fructuosas: al convertirse en propiedad los cargos,
su precio nominal se decuplica en la primera mitad del siglo. Sin embargo, ad-
quieren un carácter patrimonial que hace del mundo de los funcionarios una es-
pecie de cuarto estado, cuyo acceso se hace cada vez más difícil para los recién
llegados. Los titulares de los cargos más elevados constituyen, gracias a la conce-
sión de títulos nobiliarios, una nobleza de toga a la que el rey abandona en buena
parte la ejecución de sus voluntades. Sin embargo, este «orden» de funcionarios,
adicto al rey, no tiene siempre sobre el gobierno del reino puntos de vista seme-
jantes a los del soberano.
La aplicación del Edicto de N antes no se lleva a cabo sin dificultades, a pesar
de las múltiples disposiciones. El Edicto mismo incluía una amnistía general, el
restablecimiento en todas partes del culto católico, la tolerancia frente a «los de
la R.P.R.» (religión pretendidamente reformada), el permiso de celebrar sus cultos
en los lugares en que ya existían de hecho, en las casas de los señores de horca y
cuchillo y en los suburbios de dos ciudades por bailía, la institución de Cámaras
repartidas mitad y mitad en el Parlamento de París y en algunos Parlamentos de
provincia para resolver los litigios que enfrentasen a sujetos de las dos religiones.
Los protestantes están obligados a pagar el diezmo yana entorpecer en nada el
196
culto católico. A estos artículos generales, se añaden artículos secretos, no registra-
dos por los Parlamentos y que hacen concesiones tanto a católicos como a protes-
tantes. El rey reconoce la existencia legal de los pastores, de los consistorios y sí-
nodos y concede a los protestantes 151 plazas de seguridad, pero prohíbe el culto
reformado en los lugares en que los jefes de la Liga lo han exigido al capitular.
Una patente concede a los pastores y las academias protestantes que el Estado se
haga cargo de una parte de su mantenimiento. En la práctica, en las «Cámaras
del Edicto» no hay por regla general ni un solo consejero protestante. El culto
católico sigue estando prohibido en el Beam, que cuenta al menos con un 90 % de
súbditos de esta religión. En fin, se hace preciso enviar comisarios regios para solu-
cionar numerosos conflictos locales. El compromiso continúa siendo muy frágil.
La reconstrucción económica
Sully, preocupado por la hacienda y el orden público, piensa sobre todo en re-
solver el problema de las subsistencias y el restablecimiento de los impuestos. Lo
mismo que su política financiera, su política económica es de miras muy tradicio-
nales. Alienta la agricultura mediante una serie de medidas muy limitadas, des-
tinadas a acudir en socorro de los labradores: reducción de las tailles, que recaen
en su mayoría sobre los campesinos, prohibición de incautar el ganado y los aperos
de labranza, restauración de los bosques, restablecimiento de los terrenos comuna-
les y de los derechos de uso, organización de la lucha contra los lobos, prohibición
de cazar en los trigales y viñedos. La ayuda a la nobleza rural consiste en la auto-
rización concedida en los años de buena cosecha de exportar trigo y en el estímulo
aportado a Olivier de Serres, gentilhombre protestante del Vivarais, autor del Théá-
tre d'agriculture et mesnage des champs, publicado en 1600 y en el que anima a
la nobleza a apartarse de las actividades políticas para dedicarse al desarrollo de
197
sus rentas mediante una sana administración de sus dominios y la introducción
de nuevos cultivos, como la morera (véase pág. 129). Para incrementar la exten-
sión de los terrenos, el Estado estimula asimismo las empresas de desecación de
pantanos,por ejemplo el pantano Vernier, recurriendo para ello a ingenieros ho-
landeses. Sully, gran veedor de Francia, se esfuerza igualmente por reparar los ca-
minos: plantación de árboles destinada a garantizar su trazado y su anchura, y
por mejorar las vías acuáticas. Se emprende la excavación del canal de Briare, que
une el Sena con el Loira.
Laffemas se hace eco en Francia de las doctrinas mercantilistas (cf. pág. 123).
Piensa en desarrollar la producción de objetos de lujo para evitar la salida del
oro provocada por las importaciones. De 1601 a 1603, se reúne una «Comisión del
comercio», que esboza una política económica. Se fundan algunas manufacturas
bajo el patronazgo real: lienzos finos, tapicería (en París), encajes, cueros trabajados.
Laffemas se preocupa particularmente por la producción de la seda, cuya moda
tiraniza a la nobleza. Sully coincide con Laffemas en alentar el desarrollo del
cultivo de la morera. Lyon y Tours siguen siendo los principales centros de pro-
ducción de sedería. El comercio exterior recobra cierta importancia, encabezado por
las exportaciones de vino y sal. Pero no se consigue la creación de una Compañía
de las Indias orientales. Contrariamente a lo que ocurre en Inglaterra y en Holanda,
los capitales franceses se sienten más atraídos por la compra de tierras y de cargos
y por el paso a la nobleza que por la actividad económica.
198
a Jacques Clément. Se considera a Enrique IV como un rey mártir, y
el regicida se granjea duros oprobios. La monarquía absoluta y de
derecho divino resulta fortificada, 10 que no significa que los france-
ses se sientan dispuestos a aceptar cualquier forma de gobierno.
199
está sometido a la influencia de sus favoritos. Luynes le inspira una política favo-
rable al partido católico, pero tiene que hacer frente a la sublevación de los parti-
darios de Maria de Médicís y de los grandes y a la de los protestantes. En 1620
Luis XIII anexiona el Bearn a Francia, restablece en esta comarca el catolicismo,
se acerca a los Habsburgo y ataca sin éxito las plazas protestantes. Ante el fracaso
de esta política, Luis XIII llama a su madre y a los ministros de Enrique N y,
por último, en 1624, hace entrar a Richelieu en el Consejo. El período de las va-
cilaciones no ha terminado aún, pero la fuerte personalidad de Richelieu da un
nuevo estilo a la forma de gobernar.
\\
\~ !!edel\\1t A
de Estado» se convierte en la ley natural de ese cuerpo. Sólo el rey
conoce los verdaderos intereses del Estado y las condiciones de la
«salvación pública» (la expresión es empleada por Richelieu). El rey
no debe encontrar ningún obstáculo para asegurar la salvación pública.
La obediencia al rey,deber religioso, viene impuesta por la razón de
Estado. La innovación de Richelieu radica en la justificación de un
poder ministerial fuerte. El rey no puede verlo todo por si mismo. Es
legitimo que se descargue del cuidado del gobierno en sus consejeros.
Pero no debe pedir la opinión de los grandes, menos aún la de los
Estados generales, porque «es cosa perniciosa que el pueblo tenga el
atrevimiento de presentar sus quejas públicamente». Es preciso, al
contrario, que no haya «más que un piloto al timón del Estado».
Naturalmente ese piloto es el primer ministro.
Richelieu favorece la aplicación de los cánones del Concilio de Trento y la
expansión católica, pero exige de las asambleas del clero el voto de dones gratuitos,
quiere limitar la proliferación de los conventos y vigila la «invasión mística» pro-
cedente de España. Testimonia gran simpatía a la nobleza, «uno de los principales
nervios del Estado». La defiende contra los duelos, convertidos en un verdadero
azote, aplicando con rigor los edictos de Enrique IV. Al mismo tiempo, lucha contra
la turbulencia de los grandes y sus clientelas, particularmente haciendo demoler las
fortalezas fuera de las provincias fronterizas. Richelieu acepta la venalidad de la
burocracia que, al desencadenar la carrera por los cargos oficiales, empuja a la
burguesía a enriquecerse mediante el comercio; pero niega a los Parlamentos todo
derecho a inmiscuirse en los asuntos políticos, En 1641, reglamenta el derecho de
amonestación (remontrance). El pueblo no es objeto de gran atención, pero la
insensibilidad que Richelieu muestra a su respecto corresponde a la que ostentan
la mayoría de los espíritus cultivados. «Si los pueblos viviesen con demasiado aco-
modo, seria imposible contenerlos en las reglas de sus deberes.»
202
El Código Michaud plantea principios dignos de un Acta de navegacion en ma-
teria de flete y cabotaje. Richelieu autoriza a los nobles a practicar el gran comer-
cio, pero estas medidas resultan letra muerta. Intenta imitar las Compañías de
navegación que tan buenos resultados habían dado a los holandeses: Compañía de
los cien asociados, que se encarga de trasladar colonos al Canadá, donde Samuel
Champlain había fundado Quebec en 1609, Compañía de las Islas, destinada a
poblar las Antillas. Los establecimientos de Montreal, San Luis del Senegal y Fort-
Dauphin, Guadalupe, Martinica y la isla Barbón plantan jalones para el porvenir.
Sin embargo, las empresas francesas no obtienen el éxito esperado. La ambiciosa
política económica de Richelieu es prematura en relación con los medios y la
mentalidad francesa de la época (H. Méthivier).
Para someter el país a esta política, se modifican las instituciones en el sentido
de la centralización. El Consejo de los Negocios (Gonseil des Affaires), formado
por un pequeño número de consejeros (ministros de Estado), toma las principales
decisiones. A su lado, el tradicional Consejo del rey continúa su especialización en
Consejo de Estado y de Hacienda (especie de jurisdicción contenciosa), Consejo
privado o de las partes (avocación de las causas ante el rey, casación). Los cuatro
secretarios de Estado siguen ocupándose cada uno de la cuarta parte del reino, pero
hacia 1635 comienzan a especializarse. Uno de ellos constituye el secretariado de
Guerra, otro, el secretariado de Asuntos Exteriores. Richelieu acelera la tendencia
a reducir el papel de los Estados regionales. La mayoría no vuelven a serconvo-
cados. No obstante, se ve obligado a dejar su organización a los Estados de Bor-
goña, Provenza, Bretaña, Delfinado y Languedoc. Richelieu vigila o traslada a los
gobernadores de provincia y asegura sus funciones por medio de lugartenientes
generales.
203
gustados por las maneras autoritarias del ministro y la creciente
fiscalidad.
204
logra obtener de los franceses sacrificios hasta entonces jamás alcan-
zados. Los resultados son la salvación del reino y una miseria espantosa.
LA FRONDA Y EL RESTABLECIMIENTO
DE LA AUTORIDAD REAL
La regente y Mazarino
El advenimiento del rey niño -Luis XIV no ha cumplido aún los cinco años-
es seguido por acontecimientos sorprendentes. El 18 de mayo, la regente obliga al
Parlamento a anular el testamento de Luis XIII con el fin de desembarazarse del
Consejo de Regencia. Con ello, implícitamente, devuelve una función política al
Parlamento. Al mismo tiempo, conserva a Mazarino como ministro principal.
Francia pasa a manos de una reina conocida hasta entonces por su vinculación a
España y sus traiciones, y de un italiano apenas afrancesado. La institución de los
ministros continúa de manera imprevista. Mazarino, cardenal sin ser sacerdote,
quizá casado en secreto con la reina, le dicta su conducta. Sin embargo, dista de
tener la talla de Richelieu. Nacido en 1602 en el medio pontificio, ha hecho una
rápida carrera al servicio del papado: capitán, diplomático, vicelegado de Aviñón,
nuncio en París, donde llama la atención de Richelieu. En 1639, Mazarino se natu-
raliza francés y entra en el Conseil des Affaires. Bajo una humildad afectada, di-
simula mal una ambición y una avidez de arribista al servicio de su fortuna per-
sonal y su familia. Exceptuada su habilidad diplomática, se conocen mal sus
demás cualidades: valor físico, obstinación, capacidad de trabajo. Por último, tes-
timonia no sólo a la corona sino a Francia una entrega apasionada, que comparte
con la antigua conspiradora convertida en regente.
205
bierno se enajena el mundo de los funcionarios, la burguesía, los
parisienses. Los motines populares continúan, la nobleza se agita, los
funcionarios Se conciertan (sindicato de los tesoreros de Francia y de
los electos). La oposición a los intendentes es general, mucho más por-
que el ejemplo de la revolución de Inglaterra alienta el descontento.
El Parlamento de París se pone a la cabeza del movimiento.
La Fronda
206
traicionado por la nobleza de toga, con las Cortes soberanas a la ca-
beza: Parlamentos, Cámaras de cuentas, los «grandes togados», que
unen la competencia a una fortuna acrecentada por el aumento de
precio de sus cargos. La corte necesita a las Cortes soberanas para el
registro de los edictos. Incluso se ha reconocido al Parlamento el de-
recho a anular el testamento del rey. Ahora bien, la corte siembra el
descontento entre los funcionarios al exigirles sacrificios financieros. Los
Parlamentos encabezan la oposición, proporcionándole argumentos cons-
titucionales y una especie de programa: el retorno a un pasado idea-
lizado. En particular, se quiere suprimir la institución de los ministe-
rios, atentado a la monarquía absoluta, y la de los intendentes, sus
agentes arbitrarios, usurpadores de la autoridad de los funcionarios.
Los Parlamentos en que tienen asiento los pares de Francia, grado
supremo de la nobleza, han de ser consultados sobre los asuntos pú-
blicos, reconstituyendo así la antigua Curia regis. El Parlamento da a
la Fronda las características de una revolución reaccionaria (R. Mous-
nier). Felizmente para la monarquia, no hay ninguna clase social poli-
ticamente capaz de aprovechar la brecha así abierta, como será el caso
en 1789.
Por el momento, los distintos descontentos cristalizan en torno a
algunas ideas sencillas: retorno a los tiempos del buen rey Enrique,
abolición de los impuestos creados después de 1635, destitución de los
intendentes y recaudadores de gabelas, confianza en el rey y los par-
lamentarios, aclamados como los «Padres de la Patria» y sobre todo
odio contra Mazarino. Aunque menos sobrecargados de impuestos que
el resto de los franceses, los parisienses se muestran particularmente
sensibles a la agitación política.
Las Cortes soberanas se reúnen a la llamada del Parlamento.
Votan una Declaración en 27 articulas que condena la fiscalidad (re-
ducción de las tailles, garantías de las rentas e ingresos, supresión de
los recaudadores de traites) y afirma las pretensiones de los funciona-
rios (atribución y recaudación de impuestos efectuadas únicamente por
los funcionarios, fin de la creación de cargos y de las detenciones de
funcionarios). En particular, los miembros de las Cortes soberanas
piden la desaparición de los intendentes. La Declaración real del 31 de
julio concede prácticamente todo, pero el 26 de agosto, aprovechando
la victoria de Lens, Mazarino hace arrestar a Broussel, uno de los
consejeros más populares del Parlamento. París se cubre inmediata-
mente de barricadas. El día 28 la regente cede y pone en libertad a
Broussel.
207
Parlamento se apodera del gobierno y organiza la milicia ciudadana. Una serie de
libelos, las mazarinadas, desencadenan a la población contra el ministro y remueven
a veces ideas revolucionarias (es el momento de la ejecución de Carlos 1). Paul de
Gondi concilia al Parlamento y los grandes. Estos últimos organizan el levanta-
miento en las provincias. Sin embargo, los parlamentarios temen la actuación po-
pular y recelan hacerle el juego a España. El bloqueo de París produce cierto can-
sancio. El 11 de marzo, el Parlamento pacta con Mazarino, que mantiene las
concesiones hechas, salvo la reunión de las Cortes soberanas. La Fronda parla-
mentaria termina.
Condé, que se tiene por el tutor de la monarquía, a la que ha salvado, lo em-
barulla todo. Mazarino lo hace arrestar (18 de enero de 1650). La guerra civil
recomienza. Con la complicidad de los Parlamentos de provincia y el apoyo se-
creto de España, la Guyena, el Limousin y Borgoña se sublevan. El gobierno real
les hace frente y disuelve los movimientos, por lo demás mal coordinados. La recu-
peración de Burdeos, la derrota de Turena en Rethel (15 de diciembre de 1650)
parecen poner fin a la Fronda de los príncipes.
La victoria de Mazarino hace temer al Parlamento el restablecimiento de los
intendentes. Eso conduce a la unión de las dos Frondas. Mazarino se aleja, si
bien sigue inspirando la política de la regente. En el verano de 1651 las Frondas
se han desunido de nuevo. Gondi, enemistado con Condé, negocia con la reina.
El Parlamento, que no quiere verse despojado de sus pretensiones políticas en pro-
vecho de los Estados generales, proclama la mayoría de Luis XN (7 de julio) y
hace aclamar al rey en París. Condé tiene que abandonar la ciudad y tratar con
España (6 de noviembre).
Para Francia 1652 es un año de duras pruebas. En Burdeos, Condé se alía con
el comité revolucionario de la Ormée, que gobierna la ciudad y domina el suroeste
del reino y la Provenza. La corte se halla en Poitiers bajo la protección del ejér-
cito mandado por Turena. En París reina la mayor confusión. El ejército de Condé,
bloqueado por Turena bajo los muros de París, es salvado por la Grande Made-
moiselle, que le abre las puertas. El terror se apodera de la capital. No sintiéndose
ya en seguridad, Condé tiene que huir, y el rey regresa el 21 de octubre. Se prohíbe
al Parlamento mezclarse en los asuntos de Estado y en la Hacienda. Mazarino re-
gresa a su vez en febrero de 1653. Hay aún algunos «Coletazos de la Fronda»
en 1653, especialmente en Burdeos, donde la Ormée revolucionaria es sostenida por
los partidarios de Condé y por España. El 21 de julio, Burdeos capitula.
208
firmado la paz victoriosa con España, pero la guerra ha durado
hasta 1659. Al menos, Luis XIV tiene en sus manos los instrumentos
políticos de Richelieu, restablecidos por Mazarino.
209
14. Corvisíer,
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
CAPÍTULO XIV
211
La evolución politica favorece el nacimiento de los grandes Esta-
dos. Las ciudades libres tienen menos importancia que antaño. La be-
licosa pequeña nobleza declina irremediablemente. La Reforma acre-
cienta la independencia de los príncipes. Pero no hay que olvidar que
son ayudados por los Estados de las provincias que poseen. Por esta
razón, a finales del siglo XVI las asambleas de éstos arbitran los pro-
blemas de sucesión, impiden el desmembramiento de los Estados, acu-
den en ayuda de los príncipes votando los impuestos, pero participan
también en la administración recaudando esos impuestos (P. L. Carsten).
La soberanía territorial (Landeshoheit] progresa. Maximiliano I de
Baviera es probablemente quien obtiene mayor éxito entre los prín-
cipes. Pero los Habsburgo dan en sus Estados patrimoniales el ejemplo
de una administración propia. En estas condiciones, el Imperio no
es más que un principio federativo de la nación alemana, respetado a
condición de que no estorbe a los príncipes. En cada elección imperial
se impone al emperador un contrato (Wahlkapitulation), que limita
sus poderes fuera de su propio dominio. Sin embargo, la adhesión al
Imperio sigue siendo grande, ya que une a los alemanes frente a los
extranjeros, turcos y también franceses (V.-L. Tapié).
212
conservar su obispado. Es expulsado de él por las tropas españolas y
bávaras. A comienzos del siglo XVII los incidentes se multiplican. Como
la ciudad libre de Donauwerth niega a los católicos el derecho a cele-
brar públicamente su culto, el emperador la margina del Imperio (1608).
A instigación de Cristián de Anhalt, los protestantes, a excepción del
elector de Sajonia, forman la Unión evangélica, que negocia con In-
glaterra, las Provincias Unidas y Francia. Maximíliano de Baviera
crea entonces la Liga católica (1609), la cual firma un tratado de alian-
za con España. Ambas Ligas se oponen a causa de la sucesión de
Cléves y Juliers, principados renanos que abren el acceso de Alema-
nia a las Provincias Unidas. Enrique IV, inquieto por el acercamiento
entre las dos Casas de Habsburgo, se apresta a apoyar la Unión evan-
gélica cuando es asesinado. La guerra se evita,y Cléves y Juliers ne
reparten entre los dos candidatos, uno de los cuales es el elector de
Brandeburgo. La tensión se desplaza hacia Bohemia.
213
El hundimiento de Bohemia y la victoria católica
La rebelión de los Estados de Bohemia, que tiende a restaurar el pasado, no
carece desemejanza con el levantamiento de los nobles y los protestantes que agitan
a Francia durante la minoría de Luis XIII (V.-L. Tapié). Los sublevados dan a
Bohemia una constitución que extiende el poder de los Estados. Un directorio don-
dejos tres órdenes: señores, nobles, ciudades, están representados sustituye al Con-
sejo de Regencia. Pero no se intenta siquiera arrebatar la corona al rey Matías,
que por lo demás se muestra inclinado a negociar. A su muerte, los Estados se
niegan a reconocer a Fernando Ir, alumno de los jesuitas, elegido sin embargo
en 1617, que pretende llevar una política de Contrarreforma. Ofrecen la corona al
elector palatino, el joven Federico V, jefe de la Liga evangélica, que se instala en
Praga en octubre de 1619. Esta elección modifica el equilibrio religioso y político
instaurado en 1555 y da la mayoría a los protestantes en el seno del colegio de
los príncipes electores. Así debilita la causa católica en Europa y arruina el po-
derío de los Habsburgo en la Europa central. Los Estados de Bohemia organizan una
Confederación de Bohemia, a la que se unen Moravia, Silesia y las Lusacias y a
la que se alían los Estados de la Alta y Baja Austria, rebelados contra su soberano.
En el momento en que es elegido emperador, Fernando Ir debe hacer frente a un
levantamiento general de sus Estados. Su capital, Viena, se salva por escaso margen.
No obstante, Federico V no ha preparado seriamente la guerra. Dispone del
mediocre ejército de los Estados de Bohemia. La Unión evangélica quiere evitar el
comprometer tropas en Bohemia y prefiere cubrir el Palatinado. Los checos reciben
promesas de ayuda por parte del príncipe de Transilvania, Gábor Bethlen, quien,
con la anuencia del sultán, espera apoderarse de la parte de Hungría que ha per-
manecido en manos de los Habsburgo (Hungría real). Venecia les proporciona di-
nero. En fin, las Provincias Unidas, que piensan en reemprender la lucha contra
España a la expiración de la Tregua de los doce años, dichosas de ver así dete-
nidas las tropas de los Habsburgo, envían igualmente socorros. Por parte católica,
el emperador puede contar con el apoyo de la Liga católica, dirigida por Maxímí-
liana de Baviera y cuyas tropas le ayudan a recobrar Austria. España, que sigue
siendo el campeón del catolicismo y se ha puesto a la cabeza de la Casa de Habs-
burgo, proporciona subsidios a Fernando y pone a su disposición el ejército español
de los Países Bajos, mandado por Spinola, a cambio de la promesa de cesión de la
Alta Alsacia.
Sin embargo, se llevan a cabo algunas tentativas en favor de la paz. Luis XIII
y sus consejeros piensan en mantener el equilibrio en Alemania. El gobierno fran-
cés propone su mediación a los dos campos. Consigue hacer firmar el Tratado de
Ulm a las dos Ligas alemanas (3 de julio de 1619). Ambos ejércitos no deben
combatirse: el de la Liga evangélica tiene que defender el Bajo Palatinado contra
los españoles de Spinola; el de la Liga católica, al emperador contra sus súbditos
sublevados. Por motivos diferentes, el gobierno inglés incita al apaciguamiento. El
pueblo manifiesta su simpatía por el palatino, pero el rey Jacabo I, suegro de
Federico V, trata de acercarse a España porque espera lograr el matrimonio de
una infanta con su hijo, el futuro Carlos 1 Incluso en la misma Alemania una
corriente conservadora desea el mantenimiento del statu qua. Por ejemplo, el lute-
rano elector de Sabaya prefiere sostener al acosado emperador que al calvinista
palatino.
214
cerca de tres siglos. Los privilegios del reino son abolidos. La Carta
de Majestad, apuñalada por el verdugo. Un tribunal de excepción con-
dena a muerte a 27 jefes rebeldes, tanto alemanes como checos. Para
cobrar las multas que recaen sobre los señores fugitivos, se embargan
sus bienes. Sus familias sólo alcanzan a rescatar algunas parcelas de
ellos, lo cual desemboca en la eliminación de una parte de la nobleza
checa y la transferencia de sus bienes a los alemanes. En 1627 el rey
otorga una nueva constitución. La corona se hace hereditaria en la
familia de los Habsburgo. El rey hará él solo las propuestas de ley
a los Estados. La cancillería de Bohemia se transfiere a Viena. Se
restaura el clero como orden y el catolicismo pasa a ser la religión del
Estado. Dentro del mismo año, los checos tienen que convertirse o
abandonar el reino.
El 21 de enero de 1621, Federico V es desterrado del Imperio. A su
alrededor se multiplican las defecciones. Se disuelve la Unión evan-
gélica. Gábor Bethlen concluye con el emperador una paz ventajosa.
En 1622 una Dieta restringida reunida en Ratisbona transfiere al duque
de Baviera la dignidad electoral de Federico V y el Alto Palatinado.
El Palatinado renano queda bajo la administración provisional de los
españoles y los bávaros. Fernando II recobra el poder, pero queda a
merced de sus aliados, Baviera y España. Las tropas españolas, que
se han instalado en Valtelina, valle que comunica el Milanesado con
el Tirol, toman posiciones sobre el Rin, uniendo así los Países Bajos
con las posesiones italianas del rey de España. Con el advenimiento
de Felipe IV (1621) y de su activo ministro Olivares, la política espa-
ñola vuelve a mostrarse conquistadora.
215
dona los obispados de Brema y Verden. Olivares intenta eludir el
poderío marí timo de las Provincias Unidas suscitando las empresas
bálticas de Wallenstein. Pero éste, nombrado por el emperador «gene-
ral de los mares Océano y Báltico», se enfrenta con los suecos. Fer-
nando promulga el Edicto de restitución anulando todas las seculari-
zacioneshechas en violación de la Paz de Augsburgo. Los éxitos del
emperador siembran la inquietud en Alemania, no sólo entre los pro-
testantes, sino incluso entre ciertos principes católicos como Maximi-
liana de Baviera, al que Richelieu empuja a ponerse a la cabeza de
un tercer partido católico. Cuando, en 1630, Fernando n reúne la
Dieta en Ratisbona para pedir la elección de su hijo como rey de los
romanos, es decir, como sucesor designado, tropieza con las intrigas
del padre Joseph, enviado por Ríchelieu a la Dieta. Esta no sólo se
niega a acceder a la demanda del emperador, sino que le obliga a
deshacerse de Wallenstein y a renunciar a una politica ambiciosa.
216
certado, el emperador retira a Wallenstein. Gustavo Adolfo se con-
vierte en el verdadero árbitro de Europa. Mientras los sajones ocupan
Bohemia, se dirige hacia el Rin y se instala en Maguncia. Sus ejérci-
tos asolan Alsacia. Lorena se ve amenazada. Dado que el duque de
Lorena, Carlos IV, intriga con España y con Gastón de Orleans, Ri-
chelieu hace ocupar algunas de las fortalezas de este Estado. Entre
tanto, Wallensteín vuelve a entrar en escena. Impone al emperador
condiciones que le conceden un papel considerable. Las operaciones
toman el aspecto de un duelo entre dos grandes jefes. Mientras Gus-
tavo Adolfo derrota a Tilly, ocupa Baviera y entra en Munich lle-
vando a su lado a Federico V, Wallenstein recobra Bohemia. Gustavo
Adolfo se repliega hacia el Norte. Ambos ejércitos Se enfrentan en
Lutzen (16 de septiembre de 1632). En una refriega confusa y san-
grienta, Wallensteín lleva la peor parte, pero Gustavo Adolfo encuentra
la muerte.
Quizá los alemanes hubiesen podido intentar una reconciliación, pero a las
potencias extranjeras no les interesa. España y Suecia activan su política. Francia
y las Provincias Unidas, ya en guerra contra España, no se inquietan de enfren-
tarse solos a Madrid. El año 1633 está lleno de intrigas. El canciller Oxenstierna,
que controla Suecia durante la minoría de la reina Cristina, y Richelíeu tratan de
retener a los príncipes alemanes aliados suyos. Por otra parte, el emperador se
inquieta ante la política personalista de Wallenstein, que negocia con el elector de
Sajonia una reconciliación de los alemanes. Se pone secretamente en contacto con
Francia y Suecia. Estas consolidan sus posiciones en el Imperio. La indecisión de
Wallenstein, las sospechas que su actitud despiertan en el emperador arruinan la
esperanza de restablecer la paz en Alemania por el sometimiento del emperador.
Destituido por Fernando JI y traicionado por sus lugartenientes, Wallenstein muere
asesinado (25 de febrero de 1634).
217
La guerra europea
Se ha negado que Richelieu haya pensado nunca en una política de las fronte-
ras naturales. Ahora bien, después del Renacimiento, señalado por un aumento del
nacionalismo, la idea de «hacer retornar a Francia en todos los aspectos a lo que
era la antigua Galia», tal como César la describe, se halla muy extendida entre
los letrados. Esta idea refuerza los sentimientos antiespañolistas de los «políticos»
del siglo XVI tanto como el deseo de seguridad. Que Richelieu no la haya expresado
claramente, como se ha llegado a afirmar, no cambia nada. Para un hombre de
Estado del siglo XVI sólo puede tratarse de una empresa de varias generaciones.
Puesto que Richelieu es un realista, conoce muy bien los límites de las fuerzas
francesas. Además, las anexiones de territorios importantes presentan en esta época
la forma de transferencias de fidelidad. Dependen, pues, de coyunturas dinásticas y
no sólo de las situaciones de hecho. En fin, Richelieu, que necesita la alianza de
los príncipes alemanes, está obligado a cierta prudencia. Se puede hablar más le-
gítimamente de una política de consolidación de las fronteras francesas en los pun-
tos más débiles, es decir, allí donde Francia no ha alcanzado aún sus fronteras
naturales o, mejor, cuando la situación se hace más favorable, de expansión en el
marco de las fronteras naturales, incluso si en ciertos casos Richelieu juzga más
eficaz ocupar posiciones situadas más allá, como Pinerolo o Brisach, que abren el
acceso a los países vecinos. Por eso se ve transformarse progresivamente el régimen
de «protección» de los Obispados en régimen de soberanía (creación en Metz de
un Parlamento en 1633), la ocupación del ducado de Lorena, con cesión de puntos
estratégicos y, más adelante, de Alsacia. Esto constituye al mismo tiempo una etapa"
consciente hacia lo que se considera ya como una política de las fronteras naturales.
218
persas operaciones resultan decepcionantes para los ejércitos franceses y suecos. La
situación se restablece a partir de 1638. Franceses y suecos estrechan su alianza.
Bernardo de Sajonia-Weimar, al servicio de Francia, toma Brisach, el sueco Ban-
ner ocupa Silesia y el norte de Bohemia (1639-1640), el almirante holandés Tromp
derrota a la flota española (1639). Los franceses, que se han reagrupado al llama-
miento de Richelíeu, echan a los españoles de Corbie y conquistan Arras (1640).
En el Imperio, los acontecimientos son más confusos, más aún porque las nego-
ciaciones no han cesado ni por un instante. El nuevo emperador, Fernando III
(1637-1657), se muestra más flexible que su padre. Los suecos fracasan ante Praga,
pero llegan hasta Moravia. Han evacuado ya esta provincia cuando Rákóczy, prín-
cipe de Transilvania, conquista Eslovaquia (1644). El emperador logra arrastrar a
Dinamarca a una guerra contra Suecia y Holanda (1643). La flota danesa es des-
truida y Francia impone su mediación. Por el Tratado de Bromsebró, Dinamarca
evita el desmembramiento, pero tiene que ceder las islas de Oesel y Gotland a
los suecos y conceder a los holandeses el retorno a peajes más ligeros para sus
navíos que pasen el Sund (1645).
219
los Estados hereditarios de los Habsburgo, pero tropiezan con las ma-
yores dificultades para combinar las operaciones de sus ejércitos. Tras
la victoria obtenida en común en Zummarshausen, Turena y el sueco
Wrangel se abren la ruta de Viena. En el momento en que se firma
la paz con el emperador, se está combatiendo en Praga. Al mismo
tiempo, el duque de Enghien, ahora príncipe de Candé, consigue frente
a los españoles una nueva victoria en Lens (1648).
220
Una nueva Constitutio germanica nace de los Tratados de Westfalia. La Lan-
deshoheit la reciben 350 Estados (supremacía territorial), es decir, la independen-
cia, con la sola restricción de no concluir tratados dirigidos contra el Imperio y el
emperador. La cuestión de las restituciones se soluciona por la adopción de 1624
como fecha de referencia. Los calvinistas logran el mismo estatuto que católicos y
luteranos. Se reconoce el derecho a emigrar a los súbditos de distinta religión que
su príncipe y se garantizan con indemnizaciones los bienes de los emigrantes. Todas
las cuestiones religiosas deben ser resueltas en la Dieta por unanimidad, lo que
exige largas transacciones entre católicos y protestantes y da de hecho a la Dieta
un carácter permanente. Esta Dieta paralizada se convierte en una especie de Se-
nado, y el emperador no puede ya prescindir de ella. Los historiadores están de
acuerdo en reconocer que los Tratados de Westfalia suponen un retroceso para Ale-
mania. Sin embargo, en la medida en que liberan a los principales Estados de la
constitución medieval del Imperio, permiten el desarrollo de los Estados modernos,
en particular de los Estados hereditarios de los Habsburgo y del Estado brande-
burgo-prusiano. En el marco de estos Estados independientes se hace posible la
imitación de las monarquías occidentales (Fr. Dickmann).
DE LA PREPONDERANcIA ESPA:Ñ"OLA
A LA PREPONDERANCIA FRANCESA
La guerra franco-española continúa en la más extrema confusión.
El final del año 1648 y las primeras semanas de 1649 SOn teatro de
grandes conmociones políticas en la Europa occidental.
221
algunos distritos occidentales. La reconciliación de ambas coronas se
afirma por el matrimonio de Luis XIV con la infanta María Teresa.
Esta última renuncia a sus derechos a la sucesión de España a cambio
del pago de una dote de 500 000 escudos en oro.
El orden establecido por los Tratados de Westfalia corre el peligro de verse mo-
dificado por los problemas del norte y el este. Ambiciones comerciales y políticas
se enfrentan en el Báltico. Polonia se muestra como un punto débil, más aún por-
que se halla de nuevo en guerra con Rusia. Después de la abdicación de la reina
Cristina (1654), reina en Suecia un príncípe bastante aventurado, Carlos X Gus-
tavo, que no vacila en despertar viejas ambiciones dinásticas sobre Polonia. Cuenta
con la ayuda del elector de Brandeburgo, que soporta mal el ser vasallo de Polonia
por su ducado de Prusia y trata de aumentar la mediocre fachada marítima que
los Tratados de Westfalia había concedido a su electorado.
El emperador reconcilia Polonia y Brandeburgo. Este último obtiene la sobe-
ranía total de Prusia (1657). El cambio de situación inspira a Federico III de Di-
namarca. la idea de un desquite sobre Suecia. Sin embargo, Carlos X cree poder
terminar con Dinamarca y asegurarse la posesión del Sund. El emperador consigue
coaligar contra Suecia a todos los Estados ribereños del Báltico. Holanda se une
a ellos para conservar sus posiciones en el Báltico. Suecia se encamina hacia la
catástrofe.
Los ejércitos
Durante la guerra de los Treinta Años se ve en todas partes un aumento con-
siderable de los efectivos, cuyo reclutamiento se efectúa de diversas formas. Los
súbditos deben participar en la defensa de su ciudad, de su provincia y, más rara-
222
mente, del Estado. La leva general de vasallos propiamente dicha pesa sobre los
poseedores de feudos y, por tanto, sobre la nobleza en su mayoría. Pero como ésta
se encuentra ya solicitada por el ejército, la leva no alcanza más que a hombres
ineptos, mal entrenados o carentes de buena voluntad. Por otra parte, el servicio
militar no es forzosamente un servicio personal. Puede tratarse simplemente de
proporcionar hombres equipados. No obstante, Suecia perfecciona un eficaz sistema
de cantones para el reclutamiento de 10 000 hombres (la centésima parte de la
población). Pero pronto esto no representa más que una pequeña parte del ejér-
cito sueco. El soberano recurre con mucha frecuencia a un condotiero, especie de
empresario. El ejército de un condotiero se basa en una serie de contratos: contra-
tos que relacionan al soberano, el «señor de la guerra», con el condotiero, a éste
con sus coroneles y capitanes, a los capitanes con los reclutas. Los soberanos, en
fin, llevan a cabo el reclutamiento de hombres. Se trata de un derecho de regalía.
En Francia, el rey comisiona a coroneles y capitanes, previamente provistos de pa-
tentes que le confieren este grado, para reclutar y mandar a sus hombres. Dichos
oficiales son propietarios de su compañía y reciben cierta cantidad para su reclu-
tamiento y su manutención. Los comisarios de guerra vigilan el empleo de los fon-
dos y efectúan demostraciones o revistas. Pero las trampas son frecuentes y los efec-
tivos reales siempre inferiores a los efectivos teóricos. El día de la presentación, los
capitanes contratan a soldados ficticios: domésticos, civiles, incluso soldados per-
tenecientes a otros cuerpos de ejército, hasta alcanzar la cifra requerida, y se
embolsan el dinero destinado a las soldadas y al mantenimiento de los hombres
que faltan.
La organización de los cuerpos de ejército se flexibiliza. Las armas de fuego se
extienden. Aunque aligerado, el mosquete es todavía poco manejable. Aun después
de la invención del cartucho, hacen falta dos minutos para cargar y disparar. Por
eso los dos tercios de la infantería son piqueros, contra los que viene a chocar la
caballería y a los que abaten los cañones. Los caballeros emplean cada vez más
carabina y pistola, que corren a descargar sobre el enemigo antes de volver grupas.
Pero la carga al arma blanca sigue siendo todavía la táctica preferida. La artillería
y los bagajes del ejército son transportados por tiros «contratados». El servicio de
sanidad está muy poco organizado, salvo en el ejército sueco. Para los condotieros,
el ejército constituye una verdadera empresa. El caso mejor conocido es el de
WaIlenstein, que se dirige a un financiero, Hans de Witt, quien le adelanta el
dinero y se reembolsa con el producto de los dominios y los impuestos de los prin-
cipados que el emperador concede a Wallenstein como pago, así como con los
impuestos recaudados en los países enemigos. Delega factores en las diversas plazas
para tratar con los maestros herreros, los mercaderes y los empresarios de acarreo,
a fin de procurar al ejército armas, municiones y víveres. Constituye una organiza-
ción autónoma. En los otros casos el soberano trata con particulares, los abastece-
dores, que en ocasiones forman un partido o sindicato. Richelieu intenta controlar
su actividad enviando intendentes a los ejércitos. Al comienzo, la administración
del ejército es enteramente civil.
223
Salvo en lo que respecta a determinados cuerpos, los ejércitos ad-
quieren carácter internacional. Los italianos, después cada vez con
mayor frecuencia los alemanes, proporcionan muchos mercenarios. Los
campesinos desarraigados por el paso de los ejércitos Se alistan o si-
guen a las tropas. Un ejército arrastra tras de sí criados, comerciantes,
mujeres y niños. La soldada es el único lazo entre el soldado y la
causa que sirve. Si no la recibe, pilla o se pasa a otro ejército. El nú-
mero de deserciones es considerable. No obstante, la mortalidad es
mucho más fuerte durante los largos cuarteles de invierno que en las
batallas. El soldado de la guerra de los Treinta Años pasa por ser el
prototipo del militarote. Del mismo modo que los ejércitos sirven de
vehículo a las epidemias, contribuyen a la relajación de las costumbres.
La brutalidad se generaliza. La población civil se venga en los sol-
dados aislados de los incendios, pillajes, asesinatos y violaciones. Para
dirigir un ejército, más que competencia técnica un jefe ha de poseer
autoridad moral. Por ello no resulta sorprendente encontrar eclesiás-
ticos a la cabeza de las tropas.
224
Las guerras europeas (1618 ml660)
*;¡¡;
Batallas
Sitios
() Tratados de paz
_
____
_ Fronteras
Frontera de
deEstado
Estados alemanes
============;~=~~~
o de provincias
1--- ,
O km 300 --------''lA..
Chozim X
1621
¡.....--=---'""----------f~,::::::·I~·-'--'--'--'-. . . ---------\
Las ruinas materiales provienen pocas veces de los combates, con
mucho mayor frecuencia del fuego. A ello hay que añadir el pillaje
de las casas abandonadas, cuyos materiales toman los vecinos para
reparar sus viviendas. Los cultivos se han echado a perder por el
abandono y la falta de brazos. El erial invade los terrenos cultivados.
Los campesinos arruinados venden sus tierras. La propiedad campe-
sina se reduce, sobre todo al este. Al oeste del Elba progresa la apar-
cería, y la suerte de los campesinos no mejora. Al este, la recons-
trucción la lleva a cabo el señor, y en su propio provecho. La falta
de mano de obra le incita a vincular los campesinos libres a la tierra.
Se generaliza la servidumbre. La separación de Alemania en dos zonas
de estructuras económicas y sociales diferentes se acentúa con la
guerra de los Treinta Años.
La guerra ha dado lugar a profundas agitaciones en el espíritu
público y en la sensibilidad de los alemanes. Hastaaproximadamen-
te 1635, la opinión se expresa a través de numerosos libelos, a menudo
inspirados por los príncipes, acompañados de grabados burdamente
coloreados y en los que se denuncian las desdichas de la guerra o se
magnifican las victorias. Pero después de esta fecha, los libelos son
raros; la opinión está cansada. En cambio aumentan los periódicos
sometidos a la censura del Estado. Al final de la guerra, universidades
y escuelas están desiertas. La juventud es solicitada por la guerra; la
población, ganada por la violencia. La embriaguez hace aterradores
progresos. Se retrasa la restauración religiosa emprendida por la Igle-
sia inmediatamente después del Concilio de Trento, y la hechicería
se extiende. La guerra no favorece el arte, aunque, cuando vuelve la
seguridad, se restauran algunas iglesias (en estilo barroco). La litera-
tura alemana produce algunas obras pesimistas, entre ellas el célebre
Simplicius Simplicissimus de Grimmelshausen, que muestra al hombre
aislado para el que la guerra es el oficio más lucrativo y sobre todo
el menos peligroso, que ha perdido la idea del deber, que no es apto
ya para las obras de paz, pero que está animado por sueños mesiá-
nicos. En los demás países, el foso que separa a las minorías sociales
de las masas populares se hace más profundo, pero la violencia es
general, como testimonia la moda de los duelos entre la nobleza y la
brutalidad de los levantamientos populares.
225
15. Corvisier.
CAPÍTULO XV
LA RESTAURACION RELIGIOSA
227
cisma se ve dotado de sus principales instrumentos doctrinales: el cate-
cismo romano, el nuevo breviario y el nuevo misal, la Vulgata o tra-
ducción oficial de la Biblia, preparada siguiendo las enseñanzas de los
humanistas y, por último, las listas de libros incluidos en el lndice.
Sixto V (1585-1590) se muestra como un organizador despiadado. Las
Congregaciones que administran la Iglesia (Congregaciones del Santo
Oficio o Inquisición, de los ritos...) instauran la centralización romana.
Los papas se esfuerzan por establecer su autoridad sobre los obispos
y, a través de las nunciaturas, por hallarse presentes en las cortes de
los soberanos. La creación de la Congregación de la Propagación de la
fe en 1622 suprime la vara alta de estos últimos sobre las misiones de
las colonias europeas. Roma, humillada en 1527, se recupera. Los papas
continúan embelleciéndola y haciéndola digna de su papel de capital
del catolicismo y de principal lugar de peregrinaje de la cristiandad.
La obra de las órdenes religiosas, auxiliares del papa, es considerable.
A mediados del siglo XVII, apoyándose en sus santos y sus mártires (Ignacio de
Loyola, Francisco Javier, Canisio), en sus 13000 miembros, en sus 500 colegios, los
jesuitas están presentes en todas partes. Su eficacia proviene sobre todo de la ense-
ñanza, que han renovado en sus colegios, situados en su mayoría en puntos estra-
tégicos de la Contrarreforma: colegio romano (1551), colegios de Ingolstadt, de
Praga (1554), de Clermont en París (1555)... Instruyen gratuitamente a los niños
de todas las condiciones sociales, de acuerdo con una Ratio studiorum codificada
en 1599 y que instituye la enseñanza secundaria: distribución de los alumnos en
clases progresivas, emulación incesante. Recogen y transmiten la herencia del hu-
manismo. Pero no por ello olvidan el primer objetivo de su fundador y el ejemplo
de Francisco Javier, puesto que se les encuentra fuera de Europa, evangelizando a
hindúes, chinos, indios de América latina. Su ubicuidad, su influencia en nume-
rosos dominios, hasta en el arte, su éxito, especialmente entre los jóvenes de la
aristocracia, les atraen muchas enemistades.
En los medios populares de las ciudades e incluso del campo, los capuchinos
ejercen una actividad comparable a la de los jesuitas por el ejemplo de su pobreza
y su abnegación en todas las catástrofes: epidemias, incendios, guerras. Dirigen mi-
siones en país reformado. Algunos de ellos se han ganado un buen lugar en la
renovación mística (Benito de Canfield). Al lado de órdenes creadas en el siglo XVI
y comienzos del XVII, consagradas sobre todo a la enseñanza y la caridad, se asiste
a la reforma de las antiguas órdenes. El ejemplo más importante es la del Car-
melo, renovada por el ardor místico de santa Teresa de Avila (1515-1582) y de
san Juan de la Cruz (1542-1591). Si se exceptúan los carmelitas, la mayoría de estas
órdenes tienden a mezclarse al mundo. Siguiendo el ejemplo de los jesuitas, muchos
regulares reciben el sacerdocio y ejercen su apostolado en el siglo. Pese a las reti-
cencías generales -se piensa entonces que las mujeres necesitan o el claustro o
un marido-, a mediados del siglo XVII comienzan a extenderse las hermanas hos-
pitalarias que viven en el mundo: las hermanas de la Caridad.
228
modelo del prelado según el Concilio de Trento. Faltan seminarios, a pesar de las
recomendaciones del Concilio. Se fundan congregaciones de sacerdotes: Oratorio de
París de Bérulle (1611), sacerdotes de la Misión o lazaristas de Monsieur Vin-
cent (1625), sulpicianos de Monsieur Ollier (1641)... Se ve a los sacerdotes some-
tidos a llevar la sotana, más instruidos, más preocupados por el apostolado, más
apartados de los regocijos populares o mundanos. Desde comienzos del siglo XVII,
san Francisco de Sales, que vela por la enseñanza del catecismo y por las obras
de caridad, proporciona un modelo de acción pastoral. En la segunda mitad del
siglo la religión ha vuelto a encontrar todo su prestigio en los países que se han
mantenido fieles al catolicismo.
229
mrsiones aportan al menos una distracción en la vida cotidiana y muchas veces
dejan una huella profunda en las almas. Este esfuerzo sostenido durante la mayor
parte del siglo XVII depura lentamente las prácticas religiosas. Las ceremonias pro-
piciatorias, .Ias .peregrinaciones y la práctica de los sacramentos renacen.
230
Lutero. Contra la predestinación, el jesuita Molina afirma un amplio libre albedrío
del hombre. La controversia se reanuda cuando en 1640 se publica el Agustinus,
obra póstuma del antiguo obispo de Ypres, [ansenío, que alcanza un éxito inespe-
rado gracias a Saínt-Cyran, amigo de [ansenio, que había llegado a ser capellán
del convento de monjas cistercienses de Port-Royal, reformado por la joven supe-
riora Angélique Arnauld (1609). Port-Royal de París atrae a un gran número de
mujeres de la burguesía parisiense. Al mismo tiempo, Port-Royal-des-Champs está
ocupado por un pequeño grupo de hombres procedentes de la burguesía de toga,
los «Solitarios de Port-Royal», entregados a la oración y el estudio. Saint-Cyran
atrae Port-Royal al jansenismo. Richelieu, que teme los contactos con España (jan-
senio había atacado la política francesa en su Mars gallicus), hace encarcelar a
Saínt-Cyran,
231
reforma sacramentaria. Los calvinistas no esperan el acuerdo del Estado para fun-
dar iglesias. Los pastores son elegidos por los fieles y dependen de los consistorios,
dominados por la nobleza y la burguesía. En fin, el calvinismo tiene una capital,
Ginebra, que acoge a los refugiados protestantes, forma pastores en su Academia y
envía misioneros. Ginebra constituye un lazo entre las distintas Iglesias nacionales.
Ciudad sitiada, se da por la Ordenanza de 1576 un gobierno teocrático. El consis-
torio inspira la política del Consejo de la ciudad, obtiene un derecho de fiscaliza-
ción sobre toda la vida ciudadana e impone a los habitantes una atmósfera puritana.
Empuj ados a la intransigencia por las guerras religiosas, los calvinistas insisten
no sólo en la predestinación a la salvación, sino en la predestinación a la conde-
nación. Sin embargo, una vez pasado el peligro, se produce una relajación, parti-
cularmente entre la burguesía holandesa. Arrninio (t 1609) restringe el alcance de
la predestinación, pero es atacado por Gomar. El conflicto es a la vez político y
social (d. pág. 188). Para zanjar este problema teológico, los Estados generales de
Holanda convocan un sínodo en Dordrecht, en el que participan enviados de la
Europa calvinista. Los artículos de Dordrecht afirman la predestinación. Se depone
a los pastores armínianos. Algunos de ellos van a refugiarse en los países en que
la ortodoxia calvinista no puede apoyarse en el brazo secular, especialmente en
Francia. Es en Francia también donde tienen lugar las tentativas de conciliación
entre las dos tendencias, tentativas dirigidas sin éxito por Moyse Amirault.
En el siglo XVII se dan dos tipos de secta, unas nacidas de la Reforma: meno-
nitas y socinianos, otras nacidas en la ardiente Inglaterra del tiempo de los Es-
tuardo. Los anabaptistas salvados por Menno Simmons (t 1559, d. pág. 82) diso-
cian vida religiosa y vida civil. Obtienen adhesiones entre la burguesía holandesa.
Los antitrinitarios, expulsados de todas partes, encuentran momentáneamente refugio
en Polonia, donde Fausto Sozzini (t 1604) consigue darles una unidad y organizar
una capital espiritual alrededor de Rakow. El Catecismo de Rakow (1605) fija el
dogma. Pero los socinianos son arrojados de Polonia y perseguidos en todos los
países, católicos y protestantes. Inglaterra da nacimiento a nuevas sectas que ape-
nas sobreviven a la revolución, salvo la de los cuáqueros, fundada por George Fax,
que desatiende el dogma, se muestra hostil a las Iglesias establecidas e invita a
los «amigos» a temblar ante Dios, de ahí su nombre. Por otra parte, Fax tiene
que luchar en el interior de la secta contra un gran número de iluminados.
232
A mediados del siglo XVI, aunque debilitado por las divisiones, el
mundo protestante da signos aún de una gran vitalidad y participa
activamente en el desarrollo de la civilización europea, especialmente
en las ciencias. Pero frente al dinamismo triunfante del catolicismo, se
encuentra momentáneamente en retirada en lo que respecta a las acti-
vidades literarias y artísticas.
233
vestigaciones con gran reticencia. Pero, a finales de siglo, la moda de
los desafíos entre científicos hace cambiar las cosas. Aunque el latín
sigue siendo la lengua científica internacional, la correspondencia se
efectúa cada vez más en las lenguas nacionales. Un consejero del Par-
lamento de Aix, Peiresc (t 1637), se convierte en el «buzón» del mundo
científico. Se multiplican los circulos científicos, como la Aocademia dei
Lincei en Roma (1603) o el grupo reunido en París en torno al padre
Marin Mersenne, que será el núcleo de la futura Real Academia de
Ciencias. En el momento en que las universidades pierden su carácter
internacionalista y no conservan más que un papel regional, los cien-
tíficos se inclinan sobre la solución de los mismos problemas; por ejem-
plo, el de la ruleta (trayectoria que describe el clavo de una rueda que
se desplaza) agita a Mersenne, Galileo, Roberval, Torricelli, Descartes,
Fermat, Huygens... y Pascal, que es quien encuentra la mejor solución.
Para la mayoría de las mentalidades de la época, ciencias y meta-
física van unidas. El desarrollo del racionalismo provocado por el des-
pertar de la ciencia no hace mella en la fe de los científicos, aun en el
caso en que restringe su campo, pero proporciona argumentos a los
que se llama los libertinos, Entre los más conocidos se encuentran
Vaniní, autor de los Secretos de la naturaleza (1616), que es conde-
nado a la hoguera en Toulouse, o el poeta Théophile de Vian, La
mayoría mantiene una actitud prudente. Pero algunos llegan hasta el
pirronismo (escepticismo total), como La Mothe Le Vayer (La vertu
des payens, 1642).
o
Los libertinos contribuyen a despertar la desconfianza de la Iglesia frente a
ciertos aspectos de la ciencia. Sin embargo, Roma no rechaza la parte práctica de
las aportaciones de la ciencia. Así, en 1582, el papa Gregario XIII hace adoptar
un calendario que suprime un año bisiesto por siglo a fin de aproximarse más a
la exactitud del movimiento aparente del Sol. El calendario gregoriano es acep-
tado rápidamente por el mundo católico, después por la Alemania protestante (1700)
y por Inglaterra (1752). Más tarde, los jesuitas se crearán una sólida reputación de
matemáticos, especialmente en China. No obstante, los procesos de Galileo de-
muestran qué género de obstáculo a los progresos de la ciencia oponía aún la letra
del Antiguo Testamento. Galileo pone de manifiesto el desacuerdo entre el sistema
de Copérnico y la Biblia. El Santo Oficio condena entonces en 1616 el sistema de
Copérnico, y Galileo es invitado a abandonarlo. Tras una sumisión aparente, con-
tinúa sosteniendo bastante ruidosamente que la Tierra no está inmóvil en el centro
del mundo. En 1633, el Santo Oficio le fuerza a firmar una fórmula de abjuración.
Es una invitación a una prudencia puramente formal. Hombres de Iglesia como
Gassendi <t 1656) no son apenas inquietados, a pesar de la audacia de sus escritos.
El cartesianismo
234
cesa, pero hay muchos espíritus que desean vencer a los libertinos en
su propio terreno, el de la filosofía y de la ciencia. Descartes propor-
ciona a quienes tratan de defender el cristianismo por la ciencia uni-
versal un método racional.
235
nen habitualmente las fachadas, a menudo incurvadas, incluidas en un conjunto
más vasto de torres, cúpulas, fuentes, de un colosalismo bien proporcionado. Abun-
dantes esculturas, pinturas que producen efectos engañosos, mármoles de colores
variados, dorados, concentraciones de luz valorizan los gloriosos altares o las pom-
posas salas. La ciudad de Roma se convierte en el campo de una verdadera esce-
nografía que pretende conducir al peregrino a las proximidades del mundo divino.
Al lado de este espectáculo duradero, el espectáculo pasajero se eleva a la catego-
ría de un arte. Si Monteverdi da nacimiento a la ópera infundiendo a los perso-
najes de los recitativos musicales caracteres humanos (Orfeo, 1607), sus sucesores
se sienten más tentados por la decoración. Las ceremonias públicas, en fin, dan
lugar a arquitecturas provisionales que dejan amplio campo a la imaginación.
236
El arte francés da la impresión de no aceptar más que un barroco
prudente (Val-de-Cráce), puesto que las influencias nacionales unidas
a la falta de dinero incitan a limitar la profusión de las decoraciones.
Sin embargo, los grabados que representan fiestas y ceremonias de-
muestran que todas las arquitecturas provisionales son barrocas. La
pintura adopta las técnicas y muchas veces también los temas de Ita-
lia, pero estas influencias externas están contenidas en los artistas ori-
ginales, como De La Tour y Philippe de Champaigne. La reacción
contra el barroco proviene de Nícolas Poussin (1594-1665), que busca
apasionadamente, más allá de las apariencias, la verdad y la lógica
interna. Sus obras son ante todo una composición. Poussin disciplina
una inspiración real y sincera, que le vale escalar al academicismo.
En 1661 la oleada barroca predomina todavía. No obstante, se
manifiestan ya diversas resistencias y veleidades de clasicismo. En Fran-
cia, gracias a la corriente cartesiana, el terreno está preparado para la
eclosión de la generación que va a alejarse del barroco.
Con diferencias según los países, los teóricos del absolutismo o sus
adversarios son alternativamente escuchados durante la primera mitad
del siglo XVII.
En el Imperio, una corriente predominante se opone a las tentativas del em-
perador por reforzar su poder. Althusius (1557-1638) da en su Politica methodice
digesta, reeditada varias veces, una teoría federativa del Estado. La soberanía per-
tenece a la comunidad. El soberano es el magistrado supremo, elegido y unido a
sus electores mediante un pacto. Por eso está permitido resistir a la tiranía. De
hecho, no anuncia una democracia, sino que presenta como modelo un Estado de
forma medieval. Es una justificación del régimen político de las Provincias Unidas.
Hippolytus a Lapide (1605-1678), al afirmar que la soberanía reside no en el em-
perador sino en el Imperio, justifica por adelantado los Tratados de Westfalia (con-
fróntese pág. 220). En realidad, estas concepciones medievales preparan la instala-
ción del absolutismo en los principados alemanes que gozan de soberanía territorial.
Incluso los Habsburgo se preocuparán mucho más de asegurarse la obediencia de
los súbditos de sus Estados patrimoniales que de renovar el Imperio.
237
de Harrington. Milton, por su parte, defiende sobre todo la libertad de
conciencia y la libertad de prensa. Los niveladores afirman que todo
hombre tiene derecho a dar su consentimiento a la ley a través de
sus representantes. No obstante, la ejecución de Carlos I demuestra
que el apego religioso y místico a la monarquía no ha desaparecido.
Carlos II recibe en el exilio la visita de muchos ingleses, entre ellos
los que vienen para que él toque sus escrófulas. Con su dictadura,
Cromwell prepara a los ingleses para un retorno a la monarquía, y
las ideas de la revolución sufren un eclipse. No desaparecerán, sin
embargo, y se fundirán lentamente en las ideas políticas de la burguesía
inglesa.
En Francia, la Fronda da lugar a la publicación de libelos. Todos
ellos se muestran respetuosos hacia el soberano. Sólo se condena la ins-
titución ministerial y los intendentes. No es cuestión de tomar pres-
tadas las teorías inglesas, que se encuentran en regresión desde que la
ejecución de Carlos II ha vuelto a despertar la emoción suscitada an-
taño por el asesinato de Enrique IV. Sin embargo, se asiste a un debate
sobre los límites del poder real. En 1652, Claude Joly, antiguo abo-
gado en el Parlamento de París, publica una Colección de máximas
verdaderas e importantes para la institución del rey. En ella concluye
que «el poder de los reyes"es limitado y finito y que no pueden dispo-
ner de sus súbditos a su antojo y placer» y también que «los reyes
no tienen derecho a imponer impuestos a sus súbditos sin el consen-
timiento de éstos». La obra es condenada a la hoguera. La Fronda da
pruebas de su carácter retrógrado. La limitación del poder real no
aprovecha apenas más que a los nobles de espada o de toga: los pri-
meros se muestran incapaces de sostener una monarquía que les pro-
porcionaría un lugar tan importante y los segundos se preocupan de
no arruinar un régimen al que deben su poderío.
238
Hobbes (1588-1679), partidario de los Estuardo, deja una obra im-
portante, entre la que destaca el Leviatán (1651). SB ha dicho que el
Testamento de Richelieu es un «arte politica». Hobbes, al contrario,
pretende constituir una ciencia politica. La filosofía de Hobbes es ra-
cionalista; su política, positivista. No defiende la fidelidad a la monar-
quía, sino la fidelidad al poder absoluto, única garantía eficaz del bien
público. Hobbes piensa en el Estado como una persona, que debe ser
representada por un solo hombre con el consentimiento de todos. Re-
chaza la separación de poderes. Los únicos límites que encuentra el
soberano a su poder provienen de su razón. Hobbes refuerza, pues, el
absolutismo, pero su soberanía desacralizada tiene el deber de triunfar.
Las teorías de Hobbes coadyuvan a la restauración de 1660, pero nutren
asimismo las exigencias políticas de los ingleses.
Así, cuando Luis XIV «toma el poder» y Carlos II restaura la mo-
narquía, la Europa occidental no ha superado aún la crisis del siglo XVII,
pero ha reunido ya los elementos de esta civilización clásica que va a
darle cierta unidad y gran confianza en sí misma. Además, ya no está
encerrada en sus propios límites. Ha conquistado los océanos y se ha
puesto en contacto con los grandes Estados del mundo extraeuropeo.
Comienza también a construir nuevas Europas del otro lado del mar.
y emprende, en fin, en provecho propio la explotación de las riquezas
del mundo.
239
XVI Y XVII
TUAREGS
., ..... .
~ 8"''''''''''-',
~DARFUR\
BORNU~ ..,""'I!oI¡,., .... 03
'''''_'''fIIiI~
«->:
Santa Elena
\ H.11651
~
Zonas de lnfluencla
europea
--) Estados africanos
t........
conocidos
1 ¡
O 1000 km
y XVII
Expansión
rusa
SIERRA LEONA
lE.) 1460 -------''''0// ,,, ¡ - - - - - - I
(¿==:=1
Mogadiscio
(P.)
Sáo Tomé Mascaté
P.l1473
Manila .'
F'¡"L1 P I N A S- E.
1 - - - - - - - Santa Elena
\H.l1651
CEiLAN (H.)
1602
i
del Imperio otomano IH.\1649
y sus vasallos (F.) Franceses
Zonas de influencia (l.) Ingleses
P.
europea 1602 Fecha Timar
Estados africanos de (H.11655
conocidos JAVA (H.)
l----l
1
o 1000 km O 500 km
TERCERA PARTE
El mundo extraeuropeo
en los siglos XVI y XVII
Durante el siglo XVI y la mayor parte del XVII, los europeos con-
siguen casi operar la unión de las diferentes partes habitadas del globo,
pero las consecuencias de los grandes descubrimientos son aún bas-
tante limitadas para el Mundo Antiguo, incluida Europa. Fuera de los
limites de la cristiandad, el conjunto de los europeos no se interesa
apenas más que por el islam, que aparece como la antítesis obligada
del cristianismo y contra el cual es preciso defenderse, desde Gibraltar
hasta Polonia. Ciertamente, los europeos comprenden muy pronto que
la vertiente atlántica, al permitirles eludir el islam por el sur o esta-
blecer relaciones con el Nuevo Mundo, representa su mejor baza. A fi-
nales del siglo XVI, ingleses, holandeses y franceses disputan el tráfico
del océano a los ibéricos. En realidad, la mayoria de los europeos per-
ciben muy lentamente las consecuencias económicas y espirituales de
los grandes descubrimientos. Por mucho tiempo, la colonización de las
Américas es patrimonio de españoles y portugueses. Además, las rela-
ciones con ultramar no conciernen al parecer más que a un puñado
de hombres: comerciantes, misioneros y aventureros, y, en apariencia,
Europa no toma casi nada dalos paises que ha «descubierto».
En las viejas civilizaciones del Mundo Antiguo, India y China es-
pecialmente, la llegada de los europeos no provoca conmociones. La
'vida de los Imperios no se modifica. Las técnicas europeas se intro-
ducen más lentamente en estos paises, que permiten el establecimiento
de relaciones comerciales con Europa, que en el islam hostil. Las úni-
cas regiones trastornadas por el acontecimiento son aquellas en que
las civilizaciones indigenas resultan tan débiles frente a la civilización
europea que los europeos pueden imponer su gobierno y establecerse
sobre grandes extensiones. Tal es el caso del Nuevo Mundo. Pero éste
241
16. Corvisier.
dista mucho entonces de comprender el conjunto de las Américas.
En total, la superficie de las tierras recorridas por los europeos a me-
diados del siglo XVII no excede casi la de Europa. Sus establecimientos
parecen inmensos solamente parque se encuentran dispersos y están
poco poblados.
Sin embargo, a fines del siglo XVII, el mundo está cada vez más
soldado a Europa. Las Compañías de las Indias Orientales son fuente
de las mayores ganancias y constituyen un aguijón para la economía
europea. Pero ya el Nuevo Mundo va adquiriendo un lugar impor-
tante. Las Indias occidentales se hallan a punto de alcanzar el nivel
de las Indias orientales en el comercio europeo y, mientras que Europa
renuncia pronto a conquistar el Asia (salvo excepciones locales), Amé-
rica adquiere una importancia creciente en la politica europea. En ella
se constituyen nuevas Europas que los Estados europeos se disputan
como provincias. Con la guerra de Sucesión de España, América entra
definitivamente en el campo politico de los Estados europeos.
242
CAPÍTuLO XVI
EL MUNDO MUSULMAN
243
El Imperio otomano combate en fronteras demasiado alejadas. Ade-
más del frente europeo y mediterráneo, tiene que sostener un frente
oriental, en el que se encuentra en contacto, en Asia, con el Imperio
persa y, en el océano Indico, con los portugueses.
244
Decadencia de la autoridad
El ocaso del Imperio otomano se debe sobre todo a causas internas.
Todo el Imperio reposa sobre el sultán, jefe del ejército, convertido
en 1517 en jefe religioso. Tiene derecho a disponer de bienes y personas.
Por eso la personalidad del sultán es muy importante.
La expansión musulmana
245
dono confiado a su voluntad, carencia de sacerdocio, sencillez de los ritos, flexibi-
lidad de la moral, que no excluye la posibilidad de una vida mística y al mismo
tiempo se adapta a las costumbres locales (admisión de la poligamia) y a las
condiciones políticas (moral del jefe y moral de los pueblos), por último promesa
de un paraíso abierto a todos los creyentes, y sin juicio para aquellos que mueren
en la guerra santa. Esta fe puede convenir tanto a los cristianos, que encuentran en
el Corán el eco del Antiguo y el Nuevo Testamento, como a los brahmánicos e
incluso a los animistas (R Mousnier).
Algunos cantones de la Europa turca se islamizan por completo (Albania).
Además, muchos de los cautivos apostatan, comprando la libertad a ese precio, lo
mismo que refugiados occidentales enfrentados a la justicia de su país o a dificul-
tades diversas, mercaderes que se instalan en territorio musulmán, incluso deser-
tores de las guarniciones españolas y portuguesas de Africa o Asia, en fin moriscos
que retornan al islam. Ahora bien, esos renegados desempeñan un papel impor-
tante en el comercio y la administración. Ellos facilitan la adopción de las téc-
nicas europeas. Sin embargo, conviene no exagerar. La Europa cristiana rechaza al
islam no sólo de España o en las puertas de Viena en 1683, sino también en los
Balcanes a causa del apego de la mayoría de la población a su religión.
246
con quienes los berberiscos mantienen en general relaciones normales. Corsarios y
comerciantes de Argel y Túnez se rodean de un gran lujo. A mediados del siglo XVII
época en que el corso se halla en su apogeo, Argel tiene alrededor de 100000 habi-
tantes, entre ellos de 25 000 a 35 000 cautivos, y se relaciona más con Europa y
el Mediterráneo que con el continente africano.
~ En los extremos occidentales del mundo musulmán, los portugueses
/ dominan la costa atlántica durante el siglo XVI y privan a las cara-
vanas del tráfico de oro de La Mina, pero el ocaso se inicia desde
mediados de siglo y, en 1637, los holandeses se apoderan de La Mina.
La caravana obtiene su desquite sobre el tráfico marítimo, y los nó-
madas recobran la importancia militar y politica que habían perdido
momentáneamente. Se vuelven hacia Marruecos, donde despiertan la
guerra santa, echan a los portugueses de la mayoría de sus factorías,
imponen una dinastía del sur, la dinastía sadiana (1553), y permiten
a los corsarios de Salé desarrollar su actividad. Marruecos Se trans-
forma en un Estado organizado bajo el reinado de Al Mansur, que
elige como capital Marraquex, establece el Majzén, administración mi-
litar de las tribus sometidas, y logra contener las zaouias, centros reli-
giosos exaltados y frecuentemente indóciles. En 1578, Al Mansur aplas-
ta la cruzada portuguesa del rey Sebastián. En 1591, destruye el Im-
perio negro de Tombuctú, Y en fin, mantiene relaciones comerciales
con los europeos, particularmente con los ingleses. A su muerte (1603),
Marruecos se desgarra de nuevo. Una república de corsarios moriscos,
y a veces ingleses, se constituye en Salé y Se libera del sultán en 1628.
Renunciando a la guerra santa, los habitantes de Salé hacen del corso
un auxiliar del comercio, intercambiando especialmente cautivos por
armas. La dinastía sadiana es reemplazada por la dinastía alauita, sos-
tenida al principio por las zaouias del sur y cuyo más ilustre repre-
sentante es el sanguinario y fastuoso Muley Ismael (1672-1727), que
instala su capital en Mequinez y hace de ella una ciudad real, reem-
prende la guerra santa, arrebata a los españoles la casi totalidad de
sus presidios, pero reanuda finalmente las relaciones con los cristianos,
primero con Luis XIV, cuya alianza espera contra España, y más
tarde, después de 1700, con los ingleses. A su muerte, Marruecos vuelve
a caer en la anarquía.
En sus limites orientales, el islam se halla debilitado por la exis-
tencia de herejías. Se encuentran en el seno del Imperio turco y fuera
de él, como la de los haxixinnos, fieles del Aga Khan, pero la más
importante y la más peligrosa para la unidad del islam es la de los
chiítas del Irán que, contrariamente al conjunto de los musulmanes
de rito sunnita, rechazan la tradición o Sunna para no atenerse más
que al Corán. Sunnitas y chlítas se odian profundamente. El chíísmo
es una religión de autoridad y no de consentimiento y presenta un
aspecto austero. Se convierte en la religión nacional de los persas con
la dinastía de los sefévidas, fundada a principios del siglo XVI.
247
Los sefévidas son nómadas que se apoyan en ciertas tribus turcas. Pero con el
sha Abbas I el Grande (1587-1629) la monarquía persa reviste un carácter nuevo.
En lugar de escoger sus consejeros y funcionarios entre las habituales tribus nó-
madas, constituye una tribu de «Amigos del sha», elegidos entre todas las tribus
iranias y provistos de feudos. Divide sus Estados en provincias y fija una capital,
Ispahán. Dicha monarquía está tradicionalmente contenida por entero en el rey,
vicario del Profeta, situado por encima de las leyes, el sha Abbas. El soberano crea
un potente ejército gracias a los consejos de dos gentilhombres ingleses, Anthony
y Robert Sherley, que lo dotan de 500 cañones y 60 000 mosquetes. La administra-
ción centralizada impide el pillaje de los nómadas, asegura el buen funcionamiento
de las rutas, hace reinar la justicia, cruel desde luego, recauda exactamente los
impuestos. El restablecimiento del orden permite el cuidado de las carreteras y el
desarrollo del comercio. Los extranjeros afluyen. El sha Abbas consigue reconstruir
la unidad de Persia y organiza marcas fronterizas. Tranquilo a ese respecto, se
vuelve contra los turcos y los echa de Azerbaidján, de Georgia y de Mesopotamia,
Con la ayuda de la Compañía inglesa de las Indias, se apodera del puesto portu-
gués de Ormuz (1622) e instala en él a mercaderes ingleses y holandeses, lo que
le evita tener que hacer pasar sus caravanas por el Imperio otomano. El sha Abbas
se arroga el monopolio de la seda, que proporciona una buena parte de las expor-
taciones a la India, Insulindia y Europa. Inversamente, los paños de Holanda e
Inglaterra y los productos de lujo de Europa penetran en Persia. Ispahán se trans-
forma en una ciudad magnífica, donde se encuentran artesanos procedentes de la
India, de China y de Europa. Con sus palacios y sus mezquitas, es un notable
foco de arte nacional.
Después del sha Abbas, la dinastía sefévida se degrada. Agotados por la lujuria
y el alcohol, los soberanos permiten que el ejército se desorganice y que las fun-
ciones administrativas se hagan venales y hereditarias. Los turcos aprovechan la
ocasión para reconquistar Bagdad (1638). El comercio se mantiene bastante flore-
ciente, pero en provecho de los europeos, sobre todo de los holandeses y en se-
gundo término de los franceses. Luis XIV obtiene privilegios para la Compañía
francesa de las Indias y, más tarde, la protección de los cristianos del reino persa
(1683). En 1715 recibe una embajada persa en Versalles, que firma un nuevo tra-
tado de comercio. Sin embargo, los afganos se rebelan en 1722 y los turcos se
muestran amenazadores. Persia cae en la anarquía.
EL MUNDO NEGRO
248
Europa en vías de formación en el extremo meridional del continente.
Salvo excepción, es la irrupción de elementos extranjeros lo que sus-
cita las grandes transformaciones.
Al sur. del Sáhara, el Sudán se presenta como una zona de contacto entre los
nómadas blancos musulmanes y los sedentarios negros. En él se constituyen gran-
des Imperios efimeros: Mali (siglos XIV-XVII), Imperio songhaí, con la capital en
Gao y que se hunde bajo los golpes de los marroquíes, provistos de armas de fuego
(1591), Imperio constituido en torno a la ciudad de Segú y que no sobrevive a la
muerte de su fundador (1710), reino del Bornú a orillas del lago Chad, creado por
un jefe musulmán nómada en el siglo XVI ... El mundo sudanés vuelve entonces la
espalda a las costas, sólo mantiene contactos con el exterior a través del Sáhara,
de donde llegan las caravanas, y se deja invadir por el islam.
Los países de Guinea y el Congo reciben en cambio la influencia europea por
el Atlántico. Existen pequeñas unidades en las costas o a lo largo de los ríos, que
forman penosamente Estados, como la federación de los ashantis a finales del si-
glo XVII o como el reino del Dahomey, que alcanza su pleno desarrollo en el
siglo XVIII. El reino de Benín es el centro de una civilización original en torno a
la ciudad del mismo nombre, pero declina en el siglo XVIII. Más al sur, el pueblo
bacongo forma un reino a comienzos del siglo XVI. SU soberano se convierte y man-
tiene buenas relaciones con el rey de Portugal. El reino del Congo se hunde cuando,
atacado por los pueblos del interior, es víctima de la rivalidad entre portugueses y
holandeses (1665).
Musulmanes y cristianos se encuentran en el Africa oriental. La comarca del
Zambeze inferior está ocupada por un pueblo, los chonas, cuyo jefe llamado Mo-
nomotapa da su nombre al Estado, que a los ojos de los europeos pasa por ser el
país de la reina de Saba. El Monomotapa comercia con los árabes de Sofala, que les
venden tejidos y perlas a cambio de oro y marfil. En 1505, los portugueses reem-
plazan a los árabes en Sofala, después en Mombasa. Imponen su soberanía feudal
al Monomotapa, instalan algunas plantaciones de especias y utilizan el oro del país
en su comercio con la India. A partir de 1660, los árabes recobran una parte de
la costa. Madagascar no interesa apenas a los europeos. Sin embargo, Richelieu
piensa en una instalación limitada. En 1643 se funda Fort Dauphin, y Francia
proclama su soberanía feudal sobre la isla. De hecho, Colbert abandona Fort
Dauphin por la desierta isla Barbón, donde se instalan colonos franceses que de-
sarrollan las plantaciones de café, mientras que los holandeses desembarcan en la
isla Mauricio, hasta que son reemplazados por los franceses que en 1715 la con-
vierten en la isla de Francia. Ambas islas constituyen una buena escala en la ruta
de las Indias. En Madagascar, conquistadores de raza malaya, los hovas, gracias a
una organización social muy jerarquizada y a la plantación de arrozales, forman
en las mesetas el reino Merina y fundan Tananarive (siglo XVI).
249
vasallos y a los gobernadores convertidos en señores feudales, los ras. La presencia
de este reino cristiano hace nacer la leyenda del Preste Juan, sobre la que los por-
tugueses basan la esperanza de una maniobra de cerco de los musulmanes. Se trata
de una ilusión y, muy al contrario, el Negus tiene que ser salvado de una invasión
musulmana por la ayuda portuguesa (1541). El siglo XVII es un período de rela-
tiva prosperidad para Abisinia, cuya nacionalidad se afirma no sólo ante el mundo
musulmán que le rodea, sino también ante los misioneros católicos. Estos últimos,
que han conseguido someter al Negus a la autoridad de Roma, terminan por sus-
citar una reacción que conduce a su expulsión (1632). El Imperio abisinio se re-
pliega sobre sí mismo y en el siglo XVIII cae en la anarquía.
250
En 1659, fundan San Luis, después se apoderan de Gorea y dominan
el comercio del Senegal, mientras que los ingleses se instalan en Gam-
bia y en la Costa del Oro. Daneses, suecos y prusianos poseen igual-
mente factorías en la costa de «Guinea». Durante la guerra de Suce-
sión de España, los franceses se hacen conceder por los españoles el
asiento o monopolio de la trata de esclavos en su Imperio, monopolio
que tienen que ceder a los ingleses por el Tratado de Utrecht (1713).
Las factorías cambian con frecuencia de mano en el curso de las
guerras europeas. A comienzos del siglo XVIII su importancia no ha
aumentado apenas. La competencia entre franceses e ingleses anima
el mercado africano.
Sólo tardíamente aprecian los. europeos el interés del cabo de Buena Esperanza.
Los portugueses habían despreciado El Cabo por las escalas de Angola y Sofala.
Unicamente en 1652 el holandés Van Riebeck funda en El Cabo una primera
colonia de asentamiento, que ha de enfrentarse a unos comienzos difíciles. En 1685
recibe el refuerzo de hugonotes franceses, que tienen que fundirse con la población
holandesa, pero que le comunican su intransigencia calvinista. Además, los negros
hotentotes son rechazados al interior a medida que avanza la ocupación, en tanto
que se importan esclavos negros. Sólo se les permite quedarse a los hotentotes con-
vertidos o mestizos, pero manteniéndolos en una situación inferior. De este modo,
se instala en Africa del Sur una comunidad europea, aunque sus relaciones con
Europa son muy limitadas.
EL MUNDO HINDU
Religión y sociedad
La base de la civilización está formada por creencias originales. A los textos
primitivos, los Vedas, se han superpuesto comentarios, tratados místicos, poemas
épicos, sistemas filosóficos y. una tradición. El politeísmo hindú encierra la idea de
que los dioses son los aspectos de un principio único, el Brahman, creador del
Atman, el alma eterna, presente en todos los seres y todas las cosas. El hinduismo
implica la metempsicosis, es decir, las reencarnaciones sucesivas del alma en seres
u objetos cuya elección viene impuesta por los lazos, o Karma, contraídos en la
existencia precedente entre esta alma y el mundo, por su comportamiento por
tanto. Un buen comportamiento permite la reencarnación en un ser superior; el
malo, en un ser impuro. Dado que la vida está considerada como un sufrimiento,
no es posible eliminar la necesidad de las reencarnaciones más que desembara-
zándose del Karma por los métodos de liberación llamados Yoga, basados en la
ascesis, la meditación, que aseguran la desaparición del individuo o, mejor, su
fusión en el Brahman. Es el Nirvana. El panteón hindú comprende en primer tér-
mino a Izvara, manifestación perfecta de la esencia de Brahman. De Izvara pro-
vienen una infinidad de dioses, entre ellos la célebre trinidad: Brahma (creador),
Visnú (conservador) y Siva (destructor de lo individual, asegurando así el retorno
a la unidad fundamental). Estos dioses pueden encarnarse en hombres o en ani-
males mediante una serie de transformaciones o Avatares.
253
el tiempo. Testimonia también debilidades con respecto a Europa:
carencia de espíritu analítico, falta de interés por el fenómeno, por lo
mensurable, consecuentemente por la ciencia. Por lo demás, como el
hindú no concibe la contradicción entre los sistemas filosóficos o reli-
giosos, está presto a acoger todos los sincretismos, por ejemplo a con-
siderar el cristianismo como el yoga de Jesús y el islam como el de
Mahoma, pero no es capaz de adoptar los modos de pensamiento
extranjeros.
Otro factor de estancamiento consiste en la división de la socie-
dad en castas o grupos cerrados de individuos, cada uno de los cuales
correspon4e.a.un grado de pureza o impureza religiosa. La simple
proximidad entre personas de castas distintas representa una mancha
para el de casta superior. El matrimonio sólo puede concebirse entre
personas de la misma casta. La pertenencia a una casta es hereditaria.
Las castas corresponden a las profesiones, a los orígenes, a las cos-
tumbres... Los hombres se hallan, pues, jerarquizados según su grado
de pureza religiosa y no según sus funciones en la sociedad o su po-
tencíaeconómíca, Cuatro grupos de castas se reparten el mundo hindú:
brahmanes o sacerdotes, guerreros, vaizias (agricultores y comerciantes)
y<zudras(servidores), sin contar los impuros o intocables. En el si-
glo xvrr, existen quizás entre los vaizias y los zudras doscientas castas
y dos ¡:nilsubcastas. Cada subcasta tiene un jefe hereditario, asistido
por un consejo de ancianos. Este sistema divide a los hindúes frente a
los extranjeros, pero logra fundir entre sí las diversas razas y mantiene
la cohesión de la sociedad y de la civilización frente a los invasores.
La India se presenta, por tanto, como un bloque impresionante, a la
vez permeaple y resistente, intangible en la práctica.
A fines del siglo xv, la India, conquistada por los musulmanes, forma en la lla-
nura indogangética los reinos afganos de Lahore y de Bengala y numerosos Esta-
dos en. el. Dekán septentrional. Sólo el sur del Dekán escapa a los conquistadores,
pero se .parcela a partir de 1565 en diversos principados, pertenecientes a los Na-
yaks o señores. A. comienzos del siglo XVI, un príncipe mongol del Turquestán,
Baber, se apodera fácilmente del reino de Lahore, gracias a la artillería turca.
Funda la dinastía musulmana de los mogoles, cuyas capitales son Delhi y Agra.
Su nieto Akbar (1542-1605), guerrero ambicioso, extiende su autoridad sobre la
mayor parte de la India. Gobierna por sí mismo gracias a oficiales, los mansab-
dars, provistos de feudos (mansabs), que arriendan sus funciones y están asistidos
por una muchedumbre de soldados y escribas. En su. apogeo, el Imperio mogol es
una formación política potente, pero sin apoyo económico. El soberano confisca las
herencias de los nobles, abruma de impuestos a los campesinos, de tasas a los arte-
sanos y de empréstitos forzados a los comerciantes. En estas condiciones no puede
existir más que una economía de subsistencia y una yuxtaposición de mercados
locales. Akbar se esfuerza por reemplazar el arrendamiento de los cargos por fun-
cionarios a sueldo y por limitar las deducciones del Estado. A pesar de ello, una
existencia al día sólo puede encontrar algún consuelo en el misticismo religioso.
254
Akbar lo comprende así y no es extraño a la renovacion del hinduismo que se
produce entonces. Suprime las tasas a las peregrinaciones y las marcas infamantes
impuestas por los musulmanes a los hindúes (1564). Se redacta de nuevo el Rama-
yana, relato de las hazañas de Rama, divinidad consoladora. A partir de 1574,
Akbar, aun permaneciendo fiel al islamismo sunnita, se entrega a la búsqueda de
una religión universal. Reúne en 1578 un coloquio de doctores musulmanes, brah-
manes y jesuitas portugueses. En 1593, promulga un edicto de tolerancia, aunque
se persigue a los musulmanes que se resisten.
Bajo los sucesores de Akbar, se abandonan estas innovaciones. Se vuelve al sis-
tema de funcionarios arrendadores de su cargo, aumentan los impuestos, la agri-
cultura y la industria declinan. Las hambres se hacen más frecuentes y mortíferas,
mientras que el fasto de los soberanos dota a Delhi y Agra de monumentos mag-
níficos. El Imperio comienza a disociarse. Una vigorosa reacción musulmana tiene
lugar con Aureng Zeb (1657-1707), que pretende imponer el islam sunnita al
reino chiíta del Dekán y a los hindúes. En veintiséis años de guerra somete el
reino del Dekán, pero fracasa contra losmáratas del Dekán occidental, agricultores
apegados al hinduismo. Otro peligro para la dominación mogol se manifiesta al
noroeste con los sijs. A comienzos del siglo XVI, bajo la influencia del islam, Na-
nek (t 1539) había predicado, dentro del marco del hinduismo, la existencia de un
Dios único, eterno y todopoderoso, creador del universo, dirigiéndose a todos los
hombres sin distinción de castas y desembarazando la religión tradicional de mu-
chos de sus ritos. Sus discípulos, los sijs, se organizan en torno a Amritsar, conver-
tida en ciudad santa, bajo la dirección de jefes religiosos, los gurús, Al principio,
gozan de la tolerancia de Akbar, después son perseguidos, sobre todo por Aureng
Zeb. Resisten constituyendo tilla orden de guerreros, los shings (= leones), reclu-
tados en todas las castas, que han recibido el bautismo de la espada, comedores
de carne, liberados de los ritos hindúes. A la muerte de Aureng Zeb, el Imperio
mogol se derrumba bajo los golpes de máratas y sijs.
255
Los portugueses practican dos tipos de comercio: el comercio de
Asia en Europa y el comercio de la India en la India. El primero es
en parte monopolio real (especias, productos tintóreos, más tarde cobre
y oro). Está administrado por la Casa da India, que vende en Europa,
a partir de Lisboa, los productos comprados en la India y compra en
Europa los productos manufacturados destinados a la marina y al
sostenimiento de los puestos portugueses. No obstante, como los hin-
dúes se muestran poco aficionados a los productos europeos, hay que
pagarles en oro las compras que se les hacen. Los portugueses utilizan
para ello el oro del Monomotapa y los productos que se procuran en
Insulindia. Así se organiza un comercio de la India en la India. Tras
la crisis económica de 1545-1552, el rey de Portugal renuncia a sus
monopolios, salvo el del cobre. A pesar del despertar de los musul-
manes, la intervención del dinero de los españoles, instalados en Fili-
pinas y la aparición de los mercaderes ingleses y franceses, el ocaso del
Imperio portugués de Asia no Se pone apenas de manifiesto hasta des-
pués de 1596, con la llegada de un nuevo elemento, los holandeses.
Cuando la primera flota holandesa llega a Insulindia, la situación
es favorable. Portugueses e indígenas Se hallan agotados por largas
guerras. En 1602 las compañías holandesas se agrupan en la Oost
indische Compagníe, que reemplaza a los portugueses en Amboína,
A instigación de uno de sus gobernadores, Coen, los holandeses empren-
den la conquista de territorios o los consiguen gracias a los créditos
que conceden a los príncipes indígenas, a los que venden productos
europeos. Crean plantaciones, a fin de pagar con sus productos las
compras realizadas en la India y desarrollan sobre todo el comercio
de la India en la India. En 1617 fundan Batavia. En 1684 dominan
toda la Insulindia. Al mismo tiempo, expulsan a los portugueses de
Colombo, Negapattinam y Malaca (1636-1662). A fin de evitar las
flotas portuguesas, toman la costumbre de ganar la India en línea recta
desde el cabo de Buena Esperanza. Para ello, instalan en El Cabo una
escala para remozar sus tripulaciones (1652). Los holandeses se mues-
tran duros con los indígenas, pero comprensivos respecto a sus auxi-
liares chinos o árabes. No tratan de evangelizarlos. Atrayendo a los
musulmanes a Insulíndía, favorecen sin quererlo la instalación en ella
de un islam por lo demás fuertemente teñido de hinduismo y de
tradiciones locales.
Los ingleses de la East India Company, creada en 1600, fundan una factoría
en Orrnuz en 1622, toman bajo su protección el resto de las Iactorias portuguesas,
se hacen ceder Bombay por los portugueses, Madrás y después Calcuta por los
príncipes hindúes. Incapaces de competir con la compañía holandesa, que posee
plantaciones, y estorbados por su guerra civil, los ingleses tienen que abandonar
Insulíndía a los holandeses (Matanza de Amboina, 1624). Con Luis XIV, los fran-
ceses participan en el comercio del océano Indico. La Compañía francesa se funda
en 1664. Se apoya en la isla de Francia y la isla Borbón, ocupadas desde 1655.
256
Obliga a Aureng Zeb a cederle Surat y Chandernagor y funda Pondichery. Ingleses
y holandeses tratan sin éxito de eliminar a los franceses. A finales del siglo XVII
los holandeses se ven limitados a Ceilán y el este de Malaca. Ingleses y franceses
quedan solos y enfrentados en la India.
257
17. Corvisier.
EL MUNDO CHINO
La dinastía de los Ming, que reina desde 1368 tras haber expul-
sado a los invasores mongoles, muestra gran desconfianza frente a los
extranjeros. Los chinos consideran su patria como el centro del mundo
y como su única parte civilizada. Desde el siglo xv dejan de interesarse
por el océano Indico y concentran su atención sobre el Extremo Oriente.
Más aún que la India, China aparece a los ojos delos europeos como
una inmensa masa humana (oficialmente 60 millones de habitantes;
de hecho, quizá 150 millones), mucho más porque los habitantes se
concentran sobre todo en la zona costera, donde se establecen los
contactos con los occidentales.
258
blo, a prácticas muy supersticiosas. El confucianismo es agnóstico. «No
se sabe nada de los dioses», dice Confucio (hacia el 600 a. de J. C.).
Se trata sobre todo de una moral que insiste sobre la familia y el Es-
tado, a expensas del individuo, y sobre el respeto de las tradiciones.
Desde el siglo XI, el budismo, procedente de la India de donde ha sido
proscrito, adquiere gran extensión. Se trata tanto de una regla de vida
como de una religión. Puesto que la vida es sufrimiento, hay que
suprimir el deseo de vivir y entrar en el Nirvana, el absoluto donde el
alma se funde con la vida eterna, por la iluminación, la meditación
del universo y la piedad por todos los seres condenados al sufrimiento.
En la práctica, esas religiones no se excluyen y a menudo se ínter-
penetran. No existen Iglesias rivales. Los templos locales albergan con
frecuencia diversos cultos.
El Imperio forma una gran familia cuyo padre es el emperador.
A causa de la poligamia imperial, las normas de sucesión son muy
imprecisas. El emperador debe ante todo observar los ritos de que de-
pende el orden del mundo, pues, en caso contrario, el Imperio se verá
abrumado de calamidades. Todopoderoso, recibe, sin embargo, las res-
petuosas amonestaciones de un colegio de censores vigilantes para de-
nunciar toda falta contra los ritos en el Imperio. Está asistido por seis
ministros y secretarios muy jerarquizados. Entre el emperador y los
pueblos y familias se interpone una administración formada por ma-
gistrados o mandarines y una numerosa burocracia, jerarquizada en
provincias, prefecturas y subprefecturas. Los mandarines tienen «frente
a su superior, los deberes de un hijo y frente a sus inferiores los po-
deres de un padre» (Ro Mousnier). Cada uno de ellos está encargado
en su circunscripción del culto a los antepasados, del cumplimiento
de los ritos, de la justicia, la hacienda y el ejército.
Bajo la .dinastía Ming, se extiende una filosofía política nacida de la moral
confuciana, de carácter aristocrático, autoritario y conservador, cuyo iniciador es un
sabio del siglo XII, Tchu-Hí, ElYang se convierte en el principio de expansión;
el Yin, en el de regresión. El hombre debe obedecer ciegamente el orden del mundo.
Una reacción contra esta resignación se produce en el siglo XVI con Wang, que
busca la intuición moral en el examen de conciencia. Pero la filosofía de Wang es
desechada a principios del siglo XVII. El sistema de Tchu-Hi tiene consecuencias
políticas .y sociales importantes. Inspira una filosofía política según la cual la pre-
sencia de calamidades significa el regreso del Yin, que el Cielo retira su mandato
al emperador, con lo cual un cambio de gobierno no supone ya una revolución,
sino que es conforme al orden de las cosas. La doctrina de Tchu-Hi aporta igual-
mente una fijación rigurosa de los rangos correspondientes a la desigualdad entre
los individuos y a la necesaria división del trabajo.
La sociedad
La sociedad china está formada por familias de carácter patriarcal,
que comprenden algunas decenas de personas portadoras del nombre
de un antepasado. El jefe de familia da cuenta de sus actos a las almas
259
de los antepasados. Designado por orden de primogenitura, ejerce un
poder absoluto. El gobierno sólo le conoce a él. La familia es, por
tanto, una unidad administrativa básica. No obstante, bajo los Ming
se constituye la comunidad, federación de familias que tiende a apro-
ximarse al pueblo y cuyo jefe, asistido por una asamblea, asume el
culto común, administra la justicia, atribuye y percibe el impuesto. Los
habitantes de las comunidades son solidarios y se vigilan mutuamente.
La sociedad china implica ya una división entre los letrados y la gente común.
En el siglo XVII la sociedad china se ha convertido en una especie de sociedad de
órdenes en la que cuentan mucho las aptitudes personales, puesto que las funciones
se atribuyen por oposición y la herencia sólo interviene en los órdenes superiores
y con disminución de rango a cada sucesión. A la cabeza de la sociedad se en-
cuentran los miembros del clan imperial (alrededor de 100000 personas), la mayo-
ría caídos en el último rango, y los nobles, que pertenecen con frecuencia a fami-
lias militares, unos y otros raramente provistos de cargos. Una clase aparte la
forman los eunucos, en su mayoría mutilados voluntariamente, agentes del empe-
rador, que espían la administración y el ejército, administran las manufacturas y
los dominios imperiales.
Los letrados constituyen una élite y obtienen sus grados a través de difíciles
oposiciones, locales, provinciales o nacionales, consistentes exclusivamente en com-
posiciones escritas sobre programas literarios. Los mandarines se reclutan entre los
graduados, tras una espera muy corta cuando se trata de hijos de mandarines. Los
ascensos se realizan tras inspecciones, según una clasificación muy complicada.
Los grados se concretizan por el porte de botones y las funciones por el porte de
vestiduras diferentes. Los mandarines están provistos de dominios. Los demás fun-
cionarios viven sobre todo de los honorarios que cobran a sus administrados. En
esta minoría pueden incluirse los oficiales militares, reclutados por medio de opo-
siciones especiales y a los que se atribuyen títulos de nobleza. La obligación de
ganar las oposiciones impide que la práctica de la endogamia y las herencias con-
duzcan a la constitución de un grupo social cerrado. Raras son las familias que se
mantienen en las funciones públicas por más de dos o tres generaciones. Las fami-
lias que hasta ahora no han tenido en su seno graduados proporcionan a mediados
del siglo XVII el 40% de las más altas graduaciones. La élite china parece tener
una importancia relativa del mismo orden que la francesa, es decir, del 1 al 2 %
de la población.
Los comerciantes acceden a veces a la riqueza, especialmente los que arriendan
al Estado la explotación de las minas y el Comercio de la sal, sometidos a una
especie de gabela. Tratan de introducirse en la élite por la adquisición de grados
universitarios, de propiedades inmobiliarias y llevando una vida fastuosa. Sin em-
bargo, la presencia de una muchedumbre de artesanos en algunas ciudades sugiere
la idea de que existe un capitalismo comercial. De cada cinco chinos, cuatro al
menos son agricultores. El suelo pertenece a los grandes propietarios. Los grandes
dominios están parcelados en tenencias familiares. Se encuentran asimismo hom-
bres semiartesanos, comerciantes o campesinos y obreros agrícolas. Por último,
algunos de los campesinos son campesinos-soldados.
En el siglo XVII la situación de los campesinos tiende a empeorar. A las catás-
trofes naturales (inundaciones o sequías, langosta), se añade el aumento de la fis-
calidad imperial y las exacciones de los funcionarios. La agricultura progresa con
la introducción del maíz y la batata, pero a menor velocidad que la población.
La sed de tierra provoca un aumento de las rentas inmobiliarias debidas por los
colonos. Los campesinos tratan de ponerse bajo la protección de los mandarines, y
el emperador reacciona contra éstos multiplicando los servicios de los eunucos y
creando una feudalidad de adictos entre los que distribuye feudos, con lo cual agra-
va aún más la situación de los campesinos. Se tiende a pensar que la dinastía
Ming entra en una fase Yin y que el Cielo le retira su mandato. De 1619 a 1640,
se generalizan los levantamientos. Los señores feudales se organizan contra la om-
260
nipotencía de los eunucos. Los mandarines se mantienen a la expectativa o toman
partido. Los campesinos dejan de pagar los impuestos. Se extiende el bandidismo,
que, en realidad, no es más que el testimonio de rebeliones campesinas. China se
convierte en fácil presa para sus vecinos manchúes.
En el siglo XVI tribus tungúes, los jurtches, que vivían como nómadas junto a
las puertas septentrionales de China, comienzan a establecerse en Manchuria. Un
jefe de clan, Nur Hachú (1559-1626), los organiza en Estado. Llamados desde ese
momento manchúes, comienzan a adoptar la civilización china y amenazan Pekín.
En 1636 el hijo de Nur Hachú se proclama emperador y da a su dinastía el nom-
bre de Tsing (puro). No obstante, en 1637, un jefe de banda chino, Li Tse-tcheng,
se pone a la cabeza de un levantamiento en Se-chuan, Promete a los campesinos
abolir el impuesto. Li alcanza Pekín en 1644. El emperador abdica y se suicida,
pero el general Wu San-kuei, que luchaba contra los manchúes, prefiere entenderse
con ellos para combatir a Li. Cuenta además con el apoyo de los letrados. Li es
derrotado y muerto, pero los manchúes se niegan a abandonar Pekín y entregan
el poder a su emperador Chuen Tchi. Falta por conquistar la mayor parte de China.
Los Ming eligen un emperador y se sostienen en el sur con la ayuda de los por-
tugueses. Estos les proporcionan armas y obtienen la conversión al cristianismo del
último emperador Ming. Los musulmanes de la provincia occidental de Kansu se
rebelan. En fin, un pirata, Koxinga, también converso, se hace dueño de Formosa
y de las bocas del Yang-Tse.
Por otra parte, la protección del Imperio contra los extranjeros se halla igual-
mente asegurada. El emperador Kang-si (1662-1722), inteligente y enérgico, afirma
la grandeza del Imperio. Kang-si impone la soberanía feudal de Pekín a los sun-
garios, nómadas del Turquestán (1695), después, en 1713, los echa de Lhasa y en-
troniza un Dalai Lama sumiso (1713), lo que le concede gran autoridad sobre los
261
budistas. Kang-sí choca también con los rusos, que han alcanzado el río Amur,
Gracias a la mediación del jesuita francés GerbilIon, se firma un tratado en Nert-
chínsk, que no deja a los rusos más que esta ciudad sobre el Amur a cambio del
derecho a enviar todos los años una caravana a Pekín (1689).
Japón
262
ciones directas con el extranjero. A sus órdenes están los samurais, que
constituyen una especie de nobleza a sueldo y cuyos feudos consisten
en rentas pagadas en arroz. Lo mismo que en Occidente, hay mo-
nasterios, en este caso budistas, que poseen grandes dominios y cuyos
superiores ejercen poderes semejantes a los que ostentan los daimios.
La mayor parte de la población está formada por campesinos que
cultivan el arroz a mano en pequeñas unidades de explotación y prac-
tican una industria familiar (vestidos, herramientas). La moneda es
rara; las retribuciones y los impuestos Se pagan en arroz. La aldea es
una unidad de explotación señorial y fiscal, que posee bienes comu-
nales. Los campesinos son solidariamente responsables del impuesto.
A la cabeza del pueblo se encuentra un nanuchi, encargado de regis-
trar el estado civil y la producción de cada campesino. Agentes espe-
ciales recaudan los derechos señoriales, que se elevan al menos a dos
quin tos de la cosecha.
El Japón del siglo XVI se caracteriza por el estancamiento. A pesar de una ele-
vada natalidad, la población japonesa se mantiene estacionaria a causa de las ham-
bres frecuentes. Las guerras entre los daimios y las sublevaciones campesinas per-
turban el país, La mayoría de las ciudades, mal cuidadas, son fortalezas donde la
actividad comercial es muy pequeña. Se adormece la vida espiritual. La religión
nacional, el Sinto, no es capaz de oponerse a los avances del budismo. La función
administrativa de los letrados es menor que en China. Sin embargo, gracias a una
vida marítima muy activa, los japoneses dan muestras de mayor curiosidad que los
chinos por el mundo exterior.
A finales del siglo XVI se producen grandes transformaciones. El sogún de la
dinastía Ashíkaga, expulsado en 1568, pide ayuda a un señor de la familia Nobu-
naga que se ha hecho dueño de la extremadamente rica provincia central de Owari
y ha establecido en ella una administración ejemplar. Nobunaga termina por su-
plantar a Ashikaga en 1573. Emprende la tarea de restablecer los poderes del Ba-
kufu. Para ello le es preciso vencer la resistencia de los señores feudales y los mo-
nasterios y dominar los levantamientos campesinos. [eyasu (t 1616) prosigue su
labor. Este último funda la dinastía de los sogunes Tokugawa, que gobiernan el
Japón hasta 1868. El Japón sale unificado de esta lucha bajo la autoridad del
sogún, cuyas posesiones se extienden sobre la parte central del archipiélago y sobre
las principales ciudades. Para evitar un renacimiento de la feudalidad, todos los
daimios son sometidos a un severo régimen: prohibición de contraer matrimonio
o de construir un castillo sin la autorización del según, obligación de residir en
años alternos en la corte del sogún, establecida en Yedo (la actual Tokio) y de
dejar en ella su familia como rehén. Forzados a una costosa vida cortesana, los
daimios se arruinan y pierden su independencia.
263
tantes para la economía y la sociedad japonesas: expansión del comer-
cio, formación de una burguesía mercantil y agravación de la condición
campesina. Las estancias forzadas de los daimios en Y000 Y los ince-
santes viajes entre esta ciudad y sus feudos estimulan el comercio. Es
difícil pagar los gastos suntuarios simplemente con arroz. Los daimios
necesitan dinero. Venden el arroz, imponen tasas en metálico sobre
los productos del artesanado, incluso piden préstamos sobre las cose-
chas futuras o sobre sus pensiones. Los samurais los imitan. Los comer-
ciantes obtienen grandes ganancias y concluyen entre sí acuerdos para
mantener los precios a un elevado nivel. El artesanado se desarrolla
con la mano de obra procurada por los hijos de los campesinos, que
van a la ciudad en busca de un salario adicional. Las ciudades se
transforman en centros comerciales. A principios del siglo XVIII, Yedo
alcanza el medio millón de habitantes. El triunfo de los comerciantes
aparece claro en las crisis monetarias y económicas de finales del si-
glo XVII, que afectan duramente a daimíos y samurais. Los campesinos
pagan las consecuencias de estas transformaciones. En 1586, un edicto
transfiere al Estado una parte de los derechos feudales contra el pago
de pensiones a los daímíos. La familia Tokugawa se adjudica así el
30 % de la producción de arroz. A causa de ello, los campesinos tienen
que ceder los dos tercios de su cosecha. Desde luego, no pueden ser
expulsados de su tierra, pero no tienen derecho a venderla. Los avances
de la economía monetaria les obligan a producir más y a abandonar
la industria familiar. Y se endeudan.
Las condiciones con que los europeos tropiezan en China son mucho
menos favorables que en la India y el Japón. Oficialmente, China,
centro del mundo, sólo mantiene relaciones con los bárbaros que se
reconocen como sus vasallos. Desde finales del siglo xv la prohibición
impuesta por el emperador a sus súbditos de comerciar con los países
de ultramar no permite más que un tráfico muy limitado. A cambio
264
del homenaje de su soberano, los embajadores reciben la autorización
para comerciar en los suburbios de determinados puertos y de instalar
en ellos sus almacenes. Los mandarines conceden a algunos comer-
ciantes chinos licencias para comerciar con el extranjero. En fin, se
mantiene un importante contrabando, ejercido por chinos y japoneses.
Los primeros contactos regulares entre chinos y portugueses da-
tan de 1511, de la instalación de estos últimos en Malaca, y tienen
por objeto la venta de pimienta por parte de los portugueses. El fracaso
de su primera embajada, que no aporta al emperador ni homenaje ni
tributo, reduce a los portugueses al contrabando. Por otra parte, tras
conseguir hacerse reconocer como vasallos siameses, los portugueses
pueden instalarse en el islote de Macao, frente a Cantón (1554). A par-
tir de 1544, se establecen relaciones regulares entre el Japón y la India
portuguesa por intermedio de un navío anual, la Nao. Los portugueses
llevan al Japón especias, marfil, coral de la India, seda cruda de China,
y se traen en cambio metales, lacas, porcelanas y, sobre todo, dinero.
Este tráfico no afecta apenas a Europa. La unión de España y Portu-
gal en 1580 favorece a los portugueses de Extremo Oriente al eliminar
la competencia española. Los españoles se hallan instalados en Fili-
pinas desde 1565. Españoles, portugueses y chinos entablan relacio-
nes de negocios entre Filipinas y" China. Además, el «Galeón de Ma-
nila» pone en comunicación México y Filipinas una vez al año. Trae
de América el dinero necesario para la compra de sedería y porcelanas
chinas, que transporta a Manila, después a México y Europa. Los
reales españoles invaden China. Este comercio a través del Pacífico se
incrementa cuando hacen irrupción los holandeses y obstaculizan el
comercio entre Macao y la India.
265
tuvieron cierta actividad hasta la prohibición de las sedas chinas en
Francia, en 1713. No obstante, a partir de 1708, algunos navíos fran-
ceses llegan hasta China por el sur de América, pero este comercio
de los «mares del Sur» choca contra los ingleses y los españoles. Recor-
demos que desde 1689 una caravana rusa se presenta anualmente en
Pekín. Un producto recientemente apreciado en Europa, el té, va
adquiriendo un puesto cada vez más importante en el tráfico inglés
y ruso.
El 15 de agosto de 1549 Francisco Javier desembarca en el Japón.
Tras algunos tanteos, consciente del foso que separa las religiones de
Extremo Oriente del cristianismo, se limita a predicar la existencia de
un Dios personal, creador del mundo, y la inmortalidad del alma. No
habla de Jesucristo hasta después del bautismo.
266
perial declara buena la religión cristiana, y los jesuitas pueden construir una iglesia
en Pekín. En 1692, se autoriza el culto público.
267
CAPÍTULO· XVIII
El Nuevo Mundo
MAPA XI, frente a pág. 272.
269
metales se utilizaban únicamente como ornamento, ya que la mayor
parte de estos pueblos permanecían en la era neolítica. La idea de
conquista es, pues, inmediata para ,los europeos.
270
aztecas utilizan el cobre para su armamento y sus herramientas y tejen especial-
mente el algodón. Su alimentación, a base de maíz, es bastante variada (judías,
chocolate); beben bebidas fermentadas y fuman tabaco. En contraposición a su
civilización material, su civilización espiritual es menos avanzada que la de los
mayas. Sus dioses, por ejemplo Quetzacoatl (dios del viento) y sobre todo Huitzilo-
pochtli (dios del Sol y de la guerra) son fuerzas de la naturaleza. Este último re-
clama sacrificios humanos. Creen en la supervivencia, pero sin responsabilidad mo-
ral del individuo. Su agricultura recurre a .la irrigación; la irregularidad de las
cosechas exige la constitución de reservas; los dioses reclaman guerras para procu-
rarse los prisioneros destinados a los sacrificios humanos. Todo estos factores sus-
citan una organización autoritaria y comunitaria, apoyada en las ciudades fortifi-
cadas. La célula básica es el clan, poseedor de tierras, periódicamente distribuidas
de manera igualitaria entre los cabezas de familia, y gobernado por un consejo de
ancianos. Los clanes eligen un consejo tribal, que designa al jefe supremo. Pero, a
comienzos del siglo XVI, las funciones administrativas se convierten en el privile-
gio de una aristocracia. Las tierras destinadas al sostenimiento de los funcionarios
pasan a ser hereditarias. México se presenta como el símbolo del poderío azteca
(de 50000 a 60000 habitantes). Los aztecas, condenados a la guerra por su religión,
despiertan el odio de vencidos y vecinos.
La civilización más adelantada se encuentra en el Imperio de los incas, recien-
temente constituido en el Perú; A mediados del siglo xv, los incas unifican el pueblo
de los quichuas, después extienden sus conquistas por la vertiente occidental de
las mesetas andinas, entre el ecuador y el trópico. Pueblo de guerreros y adminis-
tradores, su obra ha sido comparada a la de los romanos. Construyen vías empe-
dradas, provistas de etapas y almacenes de víveres, franqueando las montañas por
medio de escaleras. El transporte de mercancías se efectúa mediante las llamas, y
rápidos correos circulan por todo el Imperio. Aunque no conocen la escritura, pro-
ceden a realizar censos de población haciendo nudos en cuerdecillas (quipus).
Desplazan a los vencidos y los asientan en las regiones que quieren cultivar. El
Imperio inca es una teocracia cuyo jefe, el inca, representa al Sol, posee tierras y
gobierna desde su capital, Cuzco, gracias a una nobleza que ha recibido una cui-
dadosa educación física y moral. La sociedad se distribuye en unidades de trabajo
(oullu}, la tierra se divide en lotes atribuidos a cada parej a. Una parte importante
de las tierras se destina al sostenimiento del inca y de su administración, al de los
sacerdotes y los nobles y a la constitución de reservas. No. existen ni moneda ni
impuestos, pero el trabajo es obligatorio en el conjunto de las tierras. Además, la
prestación personal al Estado o mita toma a un hombre de cada diez para el
correo, las minas, los trabajos públicos y el ejército. La religión de los incas es
probablemente la más evolucionada de toda América. Aunque exige sacrificios hu-
manos, hace del Paraíso la recompensa de la virtud.
La conquista
La conquista es ante todo obra de españoles, los conquistadores,
procedentes de todos los medios sociales, especialmente antiguos sol-
dados y religiosos, y de modo más particular nacidos en las tierras
ásperas de Castilla. De espirituaventurero, dan pruebas de un valor
excepcional. Muchos de ellos mueren de fatiga, hambre, sed, fiebre,
pero se sienten sostenidos por la conciencia de su superioridad téc-
nica, un real orgullo frente a los indígenas y una confianza sin límites
en la protección de Dios y la justicia de su causa. Los grandes Imperios
se derrumban con la captura de sus soberanos y, mirándolo bien, las
conquistas de México y Cuzco resultan más fáciles que la sumisión de
los pueblos que habian resistido a los aztecas y a .los cuales los espa-
ñoles tienen que oponer guerras inexpiables.
271
Cristóbal Colón había explorado las costas de La Española (Haití) y de algu-
nas otras islas y abordado la tierra firme en diversos puntos. Cuba, pacificada por
su primer gobernador, Diego Velázquez, se convierte en 1514 en la base de las
empresas contra el continente. En 1519, una expedición compuesta por 400 hom-
bres, 16 caballos y los cañones es confiada a un joven gentilhombre, Hernán Cortés.
El jefe azteca, Moctezuma, cavila al ver llegar a Cortés. ¿No se tratará del dios
Quetzacoatl, del que dice la tradición que volverá por el mar del este? Cortés, lle-
gado a México sin disparar un solo tiro (1519), se conduce en él como un amo.
Prohíbe los sacrificios humanos, hace destruir los ídolos y se apodera de Mocte-
zuma, Se saquean los tesoros, cuyo quinto se reserva para el rey de Castilla. Al
estallar un sangriento levantamiento, se hace preciso un sitio en toda regla para
reconquistar la ciudad. Cortés, nombrado capitán general de la Nueva España, em-
prende inmediatamente la exploración y la organización de la nueva provincia.
Dos aventureros, Pizarra y Almagro, son los conquistadores del Imperio inca.
Aprovechando una querella de sucesión, con un centenar de hombres y sesenta ca-
ballos, se apoderan de Cuzco en pleno corazón de las mesetas andinas y condenan
al inca por el asesinato de su hermano (1533). El Imperio inca queda destruido.
Un ajuste de cuentas opone a Almagro y Pizarra. Ambos perecen trágicamente.
Entre tanto, se multiplican las expediciones, muy desordenadas, para encontrar
el país de Eldorado (el soberano recubierto de polvo de oro), pero en vano. La con-
quista va más despacio cuando se llega a las regiones templadas, donde los indios,
menos evolucionados, resisten mejor. La conquista de Chile contra los araucanos ha
de ser metódicamente llevada a cabo por Valdívía. Se detiene en el paralelo 40. Los
españoles se estancan en el río de La Plata. Por último, a mediados de siglo no
son ya los únicos en codiciar el Nuevo Mundo.
Consecuencias de la conquista
272
ción hubiera sido imposible. Mientras subsiste el espejismo del oro, los
europeos no conceden mayor importancia a las plantaciones que crean
con la mano de obra india. Los indios, que están obligados a trabajar
en ellas (peones), no modifican apenas sus métodos de cultivo, pero no
pueden ya, como en el pasado, dedicar una importante parte de su
actividad a la ganadería, la caza y la pesca. A causa de ello, la subali-
mentación reina de manera endémica. Habituados a esfuerzos violen-
tos, pero discontinuos, los indios no tienen mayor éxito en las minas,
donde muchos de ellos mueren de agotamiento. El brusco cambio de
las condiciones de vida agrava los efectos de un fenómeno constante
cuando se produce el encuentro entre pueblos que hasta ahora no
han tenido ningún oontacto: el intercambio de enfermedades. Si los
europeos se traen a Europa una forma virulenta de sífilis, los organis-
mos de los indios no están mejor habituados a las enfermedades de
Europa. En 10s paises ecuatoriales la utilización de vestimenta provoca
enfermedades de la piel. Las enfermedades pulmonares se hacen más
frecuentes. La mezcla entre las poblaciones acarrea la extensión de la
sífilis en las plantaciones, donde se convierte en endémica. Por último,
parece que donde se hallan en contacto permanente con los españoles,
los indios pierden el gusto por la vida. El resultado es un derrumba-
miento numérico y moral de la población.
Los indios encuentran defensores entre el clero. El más célebre de
ellos es Bartolomé de las Casas, que publica en 1522 su Brevísima
relación de la destrucción de las Indias, en la que denuncia vigorosa-
mente el mal. Los reyes de España insisten siempre en que se trate
a los indios como hombres libres. Carlos V prohibe por las Leyes
nuevas de 1542 la esclavitud de los indios en las plantaciones (peonaje).
En la práctica, los europeos son incapaces de aplicar otro sistema de
explotación y resulta imposible poner diques al desastre. La campaña
de Las Casas tiene consecuencias imprevistas. Para salvar a los indios,
incita a las autoridades a emplear esclavos negros en las minas de
oro y en las plantaciones y, por lo tanto, a la trata de negros. A fines
del siglo XVII existe ya en América una importante población negra.
Los progresos de la navegación en el siglo XVIII permiten el desarrollo
de la trata. Además, la introducción de los negros complica el mestizaje
y conduce a una inverosimil variedad de razas en la América tropical.
De este modo, Africa se convierte en la cantera de la mano de obra
americana y se esboza un área oomercial del Atlántico.
273
18. Corvisier.
LAS COLONIAS DE AMERICA
Caracteres generales
De hecho, la mayor parte de las Américas demuestra muy pronto
ser de dificil ocupación y de interés limitado. Por mucho tiempo los
europeos permanecerán acantonados en las «zonas pioneras», aisla-
das unas de otras y que tratan pacientemente de ensanchar. Los colo-
nos de la misma nación intentan unir sus colonias. Se dan competicio-
nes entre Estados y colonos de naciones diferentes por la ocupación de
las costas. Se puede distinguir entre colonias de explotación, en la
zona tropical, y colonias de poblamiento europeo, en la parte tem-
plada de América del Norte. A pesar de las sensibles diferencias, hay
que reconocer que las políticas seguidas por los europeos presentan
caracteristicas comunes. Las colonias son siempre proclamadas parte
integrante de la corona (o de la República) y dotadas de un gobierno
local más o menos calcado sobre el de las provincias europeas. En
principio, se aplican en ellas las leyes del Estado, por ejemplo leyes
sobre la Inquisición, revocación del Edicto de Nantes, Test Act 1 (salvo
excepciones).
Sin embargo, las colonias constituyen posesiones de segundo orden,
sometidas a un régimen económico particular, el Exclusivo o Pacto
colonial, que priva sobre cualesquiera otras consideraciones. El Exclu-
sivo deriva de los derechos y monopolios que los reyes de España y
Portugal se atribuyen sobre el comercio de las Indias. La colonia, pues,
está hecha para la metrópoli. Sólo puede comerciar con ella, debe pro-
porcionarle lo que necesita y no comprarle más que a ella los produc-
tos manufacturados. Todo atentado contra el Exclusivo se considera
como contrabando. Así, el sistema del Exclusivo tiende a introducir
entre las colonias de las diferentes naciones un tabicamiento todavia
más riguroso que el que nace en Europa. No obstante, el contrabando
no deja de ejercerse a expensas del vasto Imperio español, con la com-
plicidad de los demás Estados. Por lo demás, no hay ningún Estado
capaz de aplicar en América, particularmente en los inmensos dominios
de la zona tropical, las leyes europeas en todo su rigor. Las autorida-
des locales tienen que adaptarse a necesidades imperiosas. Además,
como es preciso atraer a los europeos, se muestran liberales en la apli-
cación de muchas de las leyes. La administración colonial presenta un
estilo particular y goza de una relativa autonomía. La indocilidad de
los colonos causa tantas preocupaciones a los soberanos como la re-
sistencia de los indigenas. Sin embargo, en el siglo XVII las colonias
necesitan la protección constante de su nación.
1 Ley inglesa promulgada en 1673 por la que se impone a todos los funcionarios
la pertenencia a la fe anglicana. Fue abolida en 1828-1829. (N. del T.)
274
Los grandes dominios continentales
275
contrabando (interlope). En época de guerra, España tiene que sufrir
asimismo el corso. En 1713 se ve obligada a conceder a Inglaterra el
«navío de permiso», es decir, la franquicia de un navío al año en un
puerto del istmo de Panamá, Io cual resulta insuficiente para aportar
a la América española influencias ajenas a España.
N ace una civilización hispanoamericana, que se pretende europea.
Se impone el castellano como lengua administrativa y religiosa y se
hacen pocos esfuerzos para entrar realmente en contacto con la masa
de los indios. Se desarrollan una literatura y un 'arte españoles, no sin
cargarse de influencias locales. El barroco español ofrece a los artistas,
a menudo de origen indígena, una gran libertad en la decoración. Las
fachadas y retablos, particularmente exuberantes, expresan el carácter
dramático de la fe española, entremezclada quizá con reminiscencias
de los crueles cultos precolombinos.
276
efectuadas en el interior por los habitantes de Sao Paulo. Hacia 1670
la producción de caña de azúcar empieza a declinar a causa de la ex-
tensión de las plantaciones antillanas. Poco después, se descubren en
Brasil minas de oro, cuya explotación Se incrementa rápidamente en
los primeros años del siglo XVIII. I
Las islas
Los españoles explotan sin discernimiento las grandes islas y descuidan las pe-
queñas, hasta el punto de que a principios del siglo XVII las Antillas se hallan casi
desiertas. .La población india ha desaparecido por completo de ellas. Además, caren-
tes de marina, nunca habían logrado hacerse enteramente dueños de este Medite-
rráneo caribe que es el punto débil de su Imperio. A partir de 1620 los ingleses
desembarcan en San Cristóbal, Barbada y Santa Lucía. Los holandeses se instalan
en Curacao, En 1635 los franceses se apoderan de la Martinica, la Dominica y
Guadalupe. Después le llega el turno a las grandes islas. Los ingleses toman Ja-
maica en 1655, los franceses se instalan en la parte occidental de Santo Domingo,
cuya posesión se hacen reconocer por el Tratado de Ryswíck (1697).
Las islas comienzan por ser las bases de operación contra las pose-
siones y las rutas marítimas de los españoles: interlope, filibusterismo
(= piratería) y, en época de guerra, corso. Atraen un mundo extraño
de filibusteros y también, en el interior, de bucaneros que cazan los
animales introducidos por los europeos y que se han vuelto salvajes.
Estos aventureros viven una existencia agitada, a menudo peligrosa.
No se consigue integrarlos en los esfuerzos de colonización efectuados
por los gobiernas y constituyen una especie de repúblicas que no desa-
parecen hasta la primera mitad del siglo XVIII. Mientras tanto, los
europeos trasladados a las Antillas cultivan en ellas el tabaco y el
indigo. Pero pronto las Antillas se convierten en las islas del azúcar.
El asentamiento sigue siendo el problema esencial. En lo que respecta
a Francia, Colbert confía este cuidado a la Compañia de las Indias
occidentales, fundada en 1664, que recibe el monopolio de la trata de
negros de Guinea. Se necesitan también obreros europeos. Se resuelve
el problema por el sistema de la contratación. El precio del viaje a
América se paga mediante el compromiso de trabajar durante tres años
en las tierras de un colono. A finales del siglo XVII, se envia asimismo
galeotes y prostitutas. Contrariamente a lo que ocurre en el continente,
los blancos son más numerosos que la gente de color. Ingleses, fran-
ceses, holandeses, incluso daneses se instalan asi en las Antillas. En el
siglo XVIII cesa el mordisqueo de que eran objeto las posesiones espa-
ñolas, y las Antillas quedan dominadas por la rivalidad franco-inglesa.
277
Ingleses y franceses en la América del Norte
Los ingleses
La tentativa de sir Walter Raleígh en Virginia (1587) fracasa. Se repite en 1607
por iniciativa de [acebo 1, que funda la Compañia de Londres. Los colonos, a
pesar de las pérdidas causadas por los ataques de los indios, cultivan el tabaco,
cuyo producto permite la importación de herramientas. En 1624 Virginia se con-
vierte en colonia de la corona. En 1620 los pasajeros del May Flouier, entre los
cuales figuran puritanos que huyen de las persecuciones, los «Padres peregrinos»,
han creado una colonia más al norte. El asentamiento se ve acelerado por la mi-
seria rural y urbana y las crisis politicas y religiosas de Inglaterra. Las compañías
coloniales hacen suscribir compromisos a los emigrantes, contratos llamados de en-
sambladura, por los cuales, contra un compromiso de trabajo por cinco años, los
recién llegados ven pagado su viaje y reciben a la expiración de los cinco años
50 acres de tierra y herramientas. De 1630 a 1642, bajo el impulso de la Compa-
ñia de Massachusetts, un gran número de puritanos marchan a establecerse al
norte, en la Nueva Inglaterra, cuyo principal centro es Boston. La región conser-
vará su huella. Sólo se reconocen derechos politicos a los puritanos, y la adminis-
tración local se halla en manos de los principales accionistas y de los pastores.
Sin embargo, este régimen resulta pesado para algunos de ellos, que van a fundar
la pequeña colonia de Rhode Island, donde reina la libertad religiosa. Durante la
República, nobles «caballeros» emigran a Virginia, instauran en ella la gran pro-
piedad y fortalecen la Iglesia anglicana. Al norte de Virginia, un católico, lord
Baltimore, funda la colonia de Maryland, mientras que al sur se crea la de Caro-
lina durante el reinado de Carlos Il,
Los estuarios situados entre Maryland y Nueva Inglaterra tientan a holandeses
y suecos. Los holandeses fundan Nueva Amsterdam en la isla de Manhattan, en
la desembocadura del Hudson, abriendo una vía hacia los Grandes Lagos y los
paises de las pieles (1624-1664), en tanto que los suecos se instalan en el Delaware.
Los ingleses se apoderan sin dificultades de Nueva Holanda y Nueva Suecia. Nueva
Amsterdam se convierte en Nueva York. En 1680, Carlos II concede una parte de
este territorio a un cuáquero, WiIIiam Penn, quien invita no sólo a ingleses y es-
coceses, sino también a irlandeses, holandeses, escandinavos, franceses y sobre todo
alemanes a intentar la «Santa Experiencia». Penn negocia con las tribus indias y
redacta una constitución liberal. Filadelfia (Amor fraterno) se convierte en la capital
de Pennsylvania.
278
Las condiciones geográficas y las circunstancias de la instalación
determinan diferencias entre las colonias. Al sur, se encuentra el ré-
gimen de plantaciones, una aristocracia blanca y esclavos negros. En
el centro, reinan una gran variedad étnica, la tolerancia religiosa, una
economía diversificada donde la industria y el comercio tienen una
gran parte. Nueva Inglaterra se presenta como una provincia inglesa,
con un campesinado prolífico, actividades marítimas (pesca del baca-
lao, fabricación de alquitrán, próspero comercio con las islas) y una
vida intelectual activa (fundación del colegio Harvard en 1636, im-
prentas, prensa).
Los franceses
La matanza de los colonos de Florida (1567) hace retroceder hacia el norte las
tentativas de los franceses en las regiones del San Lorenzo, ampliamente abiertas
al interior. Llevan a cabo a la vez la colonización y la expansión sobre vastos es-
pacios, donde trafican en pieles. Enrique IV renueva los proyectos de Francisco 1
sobre Nueva Francia (1598). Champlain funda Port Royal en Acadia, más tarde
Quebec en el San Lorenzo (1607). Para participar en el comercio de las pieles, los
franceses entran en relaciones con los hurones y los algonquinos, con los que se
alían en contra de los iroqueses. En 1627 Richelieu funda la Compañía de los
Cien Asociados o de la Nueva Francia, encargada de instalar colonos y a la que
concede el monopolio del tráfico de pieles. Al mismo tiempo, la Compañía del
Santo Sacramento patrocina la evangelización y consigue que se prohíba el Ca-
nadá a los hugonotes. Siguiendo las huellas de los cazadores de pieles, los misio-
neros fundan Trois Rivieres, después Montreal (1642). Luis XN y Colbert dan un
nuevo impulso a ·la colonización. Nueva Francia es incorporada al dominio real.
Dado que la natalidad es muy elevada, la población crece bastante rápidamente.
Una agricultura de subsistencia y un artesanado permiten al Canadá francés vivir
de sus propios recursos, puesto que la ayuda de Francia es muy mesurada a partir
de 1690.
279
Cavalier de la Salle desciende por el río y planta la bandera de las
flores de lis en el delta. En el mismo año se funda la Compañía de
la Bahía de Hudson, que dedica su actividad al tráfico de pieles. A co-
mienzos del siglo XVIII, los franceses desembocan en la Pradera.
No se dan apenas contactos entre franceses e ingleses, salvo en Aca-
día, que los últimos consideran como una prolongación de Nueva In-
glaterra y que ocupan de 1654 a 1667. Los ingleses intentan asimismo
instalarse en las riberas de la bahía de Hudson, Apoderándose de
Nueva York, se encuentran en posesión de una vía de penetración
importante, la del Hudson, y se interesan en el tráfico de pieles. Ingle-
ses y franceses se acusan mutuamente de hacer la guerra utilizando a
los indios: hurones y algonquinos contra iroqueses. Según ellos, la
ofensiva india contra las colonias inglesas en 1675 ha sido provocada
por los franceses; la matanza de colonos franceses en 1689, por los
ingleses. En 1690, comienzan en Europa las guerras franco-inglesas,
que tienen su prolongación en América. Los ingleses consiguen ocupar
Acadia en 1711. Por el Tratado de Utrecht, Francia tiene que ceder
a los ingleses Acadia, Terranova (menos un derecho de pesca) y la
bahía de Hudson (1713).
280
CUARTA PARTE
281
portantes: 1689-1690 Y 1713-1715. El primero se señala por la segunda
revolución inglesa, que inicia la primera experiencia moderna de ré-
gimen constitucional y abre el camino a un régimen de libertades y
de tolerancia, que por lo demás no carecen de limites y no afectan
apenas al continente. El segundo es el momento del restablecimiento
de la paz en Europa o, más bien, del establecimiento de una paz. pre-
caria, basada en el equilibrio de las potencias. En él es cuando acon-
tece la desaparición de Luis XIV, cuyo reinado parecía prolongar una
situación politica superada, aunque en definitiva no hubiese supuesto
apenas el menor obstáculo a la evolución de las ideas. Sin embargo,
es bien cierto que, a partir de 1715, las ideas circulan con mayor faci-
lidad en Francia, en los países vecinos y también en los medios más
cultivados de Europa.
282
CAPÍTULO XIX
LA SOCIEDAD FRANCESA
La demografía
283
fuere, la población del reino representa poco más o menos un quinto
de la población europea. España posee entonces de seis a siete millo-
nes de habitantes, e Inglaterra no alcanza siquiera esa cifra.
Los censos de población efectuados en 1664 y hacia 1695, que quedan incom-
pletos, sólo cuentan los hogares contribuyentes.
Según los registros parroquiales, parece que la esperanza de vida no rebasa una
media de 25 años (hoyes aproximadamente de 70 años). De cada 100 recién naci-
dos, no quedan más que 75 al cabo de un año, 50 a los veinte años, 25 a los
cuarenta años y 10 a los sesenta. Para que la población se mantenga como lo
hace, es precisa una extraordinaria fuerza vital. El celibato no es más común que
hoy en día, pese a la existencia de lID numeroso clero. Los nuevos matrimonios de
los hombres tras la viudedad son muy frecuentes. Por lo demás, los nacimientos
ilegítimos siguen siendo raros, incluso en las ciudades, propicias al disimulo de
faltas cometidas con frecuencia en otros lugares. Lo mismo ocurre con los naci-
mientos poco después del matrimonio. El control de la natalidad se practica tan
sólo en los medios de la prostitución y entre una parte de la aristocracia. No obs-
tante, las familias numerosas son raras a causa de la desaparición de una gran
parte de los niños de escasa edad y porque los nacimientos son menos frecuentes
de lo que se ha creído durante mucho tiempo. Los matrimonios se celebran bas-
tante tarde, entre los 23 y los 25 años en lo que respecta a las mujeres. Las con-
cepciones son menos numerosas durante los períodos en que la Iglesia recomienda
la continencia (Cuaresma sobre todo); en fin, la lactancia espacia las concepciones,
salvo entre las personas de fortuna, que recurren a nodrizas. Por falta de una ali-
mentación conveniente, los nacimientos repetidos matan a la madre. El agotamiento
fisiológico, freno de la fecundidad, hace sentir sus efectos durante los períodos
de hambre.
284
Atrae un éxodo rural constante. Para la gente del campo, normalmente famélica y
que se adapta mal, la ciudad es una verdadera tumba. Por tal causa la población
urbana no aumenta apenas. Del conjunto de ciudades sede de obispado o de bailía
se destacan algunas metrópolis sede de Parlamento, de arzobispado, donde se de-
sarrolla una actividad económica importante. Sin embargo, a excepción de París,
que posee unos 480000 habitantes, ninguna ciudad alcanza los 100000. Se han
propuesto algunas evaluaciones para 1726: Lyon y Marsella: 95000; Ruán y Tou-
louse: 80000; Montpellier: 72 000; Lille: 50000; Burdeos: 40000; Amiens: 35000;
Angers y Nimes: 30000; Tours: 27000; Metz: 23000 ... (J. Dupáquíer). De siete a
diez mil habitantes bastan para asegurar un carácter urbano indiscutible.
Claro está que hay categorías que escapan a esta clasificación. Los
financieros, situados por Loyseau detrás de los hombres de letras, pue-
den ocupar una posición mucho menos modesta, pero esto provoca el
escándalo, Entre la «gente del común», es decir, cuatro de cada cinco
franceses, se manifiesta el fenómeno de las clases. En el campo, donde
no existen corporaciones, una persona puede denominarse mercader
desde el momento en que vende 'algo. Por lo demás, no se trata de una
sociedad inmovilizada. El orden se adquiere y se pierde. Las barreras
entre los tres órdenes no impiden los ennoblecimientos y las degrada-
ciones. Las que separan las subcategorías son menos altas. Proceden
285
bien de un carácter institucional (corporaciones, rangos), bien de pre-
tensiones ratificadas por un consenso. Incluso en este último caso, las
costumbres matrimoniales tienen muy en cuenta estas distinciones. Sin
constituir una obligación, se evitan los casamientos desiguales. No obs-
tante, se admiten en beneficio de las mujeres, salvo para compensar un
nacimiento plebeyo o «innoble» mediante el aporte de una buena dote.
La población del campo vive en comunidades rurales, cuya orga-
nización se perfecciona desde el momento en que la monarquía las
convierte en unidades fiscales y unidades para el reclutamiento de la
milicia.
286
explotación económica, rinden mucho más por las rentas inmobiliarias
y la venta del trigo que por los derechos feudales. No obstante, los
derechos señoriales o feudales siguen siendo un elemento decisivo de
prestigio. Los ingresos de origen económico hacen también la fortura
de abadías, diezmeros y arrendadores, de propietarios que comercia-
lizan arrendamientos, diezmos o cosechas.
Al lado de los labradores del norte o los administradores del Medio-
día, activos y poderosos caciques, sobre todo en los alrededores de
París, se encuentra la masa de los campesinos poseedores de una pe-
queña explotación, como los haricotiers del Beauvaisis, o simples jor-
naleros. Estos últimos son dueños en general de una choza, de un
vallado, de minúsculas parcelas y de algunas escuálidas cabezas de
ganado. Viven de los bienes comunales, alquilan su trabajo y propor-
cionan mano de obra a las industrias textiles rurales. Se ven particu-
larmente afectados por la recaudación de los impuestos reales, las tail-
les, a las que se añaden en 1695 la capitación, después, en 1710, la
décima, aides y gabelas y alojamiento de soldados. Sin embargo, los
levantamientos populares son raros (revuelta del papel timbrado en
Bretaña, 1675), lo que se debe, tanto como al fortalecimiento de la
autoridad real, a algunos períodos bastante largos en que el trigo es
abundante y barato, lo que hace la condición campesina menos inso-
portable.
Cabe en lo posible que en esta época se haya producido un cambio:
de actitud entre los campesinos. La calidad del clero mejora lenta-
mente. Probablemente es entre 1690 y 1740 cuando se manifiestan me-
jor los efectos de la reforma tridentina y los resultados de las misiones
del siglo XVII. El párroco, más instruido, adquiere gran autoridad. Lucha
contra la embriaguez, contra los groseros alborotos. Es el comienzo de
una muy lenta transformación.
La ciudad no cambia apenas de aspecto. Continúa amurallada y
Se cierran las puertas durante la noche. Las condiciones sociales más
diversas viven vecinas, aunque ya se distinguen «barrios residenciales»,
preferidos por los funcionarios regios, los nobles y los oficios y comer-
cios de más relieve. En los barrios semirrurales, en cambio, se amon-
tonan los recién llegados. El urbanismo hace su aparición, limitado
todavía a algunos puntos con el propósito de construir una plaza real
(Dijon, Montpellier) o un patio de armas.
La ciudad permanece apegada a sus privilegios y tradiciones. Pro-
sigue la exclusión del pueblo de las asambleas, y las corporaciones
municipales se eligen prácticamente por cooptación entre una oligar-
quía de funcionarios y negociantes. La administración de las ciudades
no se perjudica con ello. Preocupados por evitar la agitación popular,
las corporaciones municipales hacen cuanto pueden en tiempo de ham-
bre o de epidemias. Por lo demás, su autonomía se reduce a causa de
287
los avances de la administración real. El intendente se encarga de
vigilarlas.
La sociedad urbana se transforma. Muchos de los nobles residen
en la ciudad: nobles de toga que, por otra parte, van a pasar una parte
del verano en sus señorios, nobles de espada que en el invierno dejan
sus castillos por la ciudad. Los palacios urbanos dan el tono. Se en-
cuentra también una pequeña nobleza, no poseedora de feudos, em-
pleada en pequeños cargos (R. Dauvergne). La burguesia de los fun-
cionarios y «hombres de letras» disfruta de una vida relativamente
acomodada, pero laboriosa, austera y discreta. Se muestra muy ape-
gada a la idea de los órdenes. Elementos activos en la sociedad ur-
bana, negociantes y mercaderes tratan de integrarse en la burguesia
municipal, compran cargos y, como toda buena burguesia, aspiran a
la nobleza.
288
I\iAl'A
b ¡ Las fronteras de jj'ran"...
1
km
,
e
I
_8
I
r:
r
r
r
¡::
.
F x Batallas
:: Toma de ciudades
,. o Sedes de' congresos
y tratados de paz Filipsburgo
1648-1679
I Landa~ o
1'll 11"
Vlllevlctosa 1710
. X
Madrid 1706.
Lisboa
~
i:I
fronteras :
~ antes de 1559
- - - - en 1789
~ Gibraltar
~ 1704~
----"'\ liI
-
-
-
«maestros de escribir» desarrollan sus escuelas. La instrucción se ex-
tiende. Entre la pequeña burguesía y el «pueblo bajo» comienza a
constituirse una especie de élite popular, reclutada entre los oficios
tradicionales, que sabe leer, accede a la cultura popular y Se muestra
apegada a su religión.
El derecho divino
La corriente de pensamiento político provocada por el asesinato de Enrique IV
culmina en la primera parte del reinado de Luis XIV. El derecho divino se afirma
desde que la monarquía empieza a progresar, pero encuentra su expresión más per-
fecta en la pluma de Bossuet, en La política extraída de las propias palabras v-e
la Sagrada Escritura, o en las obras dictadas por Luis XIV, como las Memorias
para la instrucción del Delfín. «El trono real no es el trono de un hombre, sino
el trono de Dios», escribe Bossuet. Repite así la fórmula de san Pablo: Omnis
potestas a Deo. La tradición monárquica y galicana rechaza la coletilla per populum.
Bossuet rechaza la idea de pacto expresada aún por Claude [oly poco después de
la Fronda y por [uríeu tras la revocación del Edicto de Nantes. Luis XIV escribe:
«Todo hombre nacido súbdito debe obedecer sin discernimiento». El pueblo no
tiene derechos sobre el soberano, pero éste tiene deberes respecto al pueblo. El tér-
mino «poder absoluto» significa «poder independiente» (J. Truchet). Ciertos liber-
tinos van incluso más lejos. Guez de Balzac o Naudé sostienen que el rey dispone
de las vidas y los bienes de sus súbditos. ¿Se corresponde esto con el pensamiento
profundo de Luis XIV? Bossuet distingue entre el poder directivo de las leyes, que
los reyes deben observar, y su poder coactivo, al cual no están sometidos. Es decir,
no pueden estar sometidos ni a un control ni a sanciones. A partir de 1685, los
libelistas protestantes atacan la política de Luis XIV (Cartas pastorales de [urieu,
Noticias de la República de las Letras de Bayle, Suspiros de la Francia esclava)
y sacan de nuevo a la luz la idea de un contrato entre el rey y el pueblo. Hallan
en Francia muy escaso eco. En las postrimerías del reinado, altos personajes, como
Fénelon, al denunciar los abusos no van más allá de las «segundas potencias»:
duques y pares, Parlamentos, raras veces Estados generales. A la muerte de Luis XIV
no harán otra cosa que imponer al regente la presencia de Consejos elegidos entre
los nobles de espada o de toga.
En la conciencia colectiva, los reyes, consagrados, ungidos por el Señor, dota-
dos del poder de curar las escrófulas, no son exactamente laicos. La consagración
es el matrimonio que celebran con Francia, «esposa mística y la más privilegiada»,
escribe Le Bret. Por lo demás, Luis XIV distingue entre su persona y el Estado.
Es posible que haya dicho: «El Estado soy yo», pero en su lecho de muerte de-
clara: «Yo me voy, pero el Estado permanecerá siempre». Es cosa admitida que el
rey no tiene la propiedad sino la soberanía del Estado. En fin, los contemporáneos
consideran como el «misterio de la monarquía» el que Dios conceda al rey la
gracia especial de acordar la voluntad real con el bien público (R. Mousnier).
Será preciso que transcurra todo el siglo XVIII, una serie de abusos y el despertar
de las ideas de control de la monarquía para que los franceses cambien de opinión.
289
19. Corvisier.
Gobierno con el consejo y gobierno de los funcionarios
290
narios y comisarios no existe, pues, diferencia de origen. Pero los
comisarios son criaturas del rey. En momentos de gran necesidad, el
rey puede servirse de ellos para quebrantar las formas administrativas
ineficaces. Cuando los funcionarios invocan su conciencia, se les im-
pone. la razón de Estado.
Al mismo tiempo, el gobierno de los funcionarios es también un
gobierno rodeado de una corte brillante y estrictamente organizada,
medio político eficaz para desarmar a la nobleza.
Esta no puede ya satisfacer ambiciones con las que el rey no esté de acuerdo.
Obligada a conformarse a una minuciosa etiqueta y a realizar gastos dispendiosos,
lo espera todo del rey, gratificaciones, pensiones y favores insignificantes, que
Luis XN tiene el arte de supervalorar. Este seguro contra el retorno de los dis-
turbios cuesta probablemente menos que las Frondas. Los servicios de la corte ad-
quieren gran amplitud, lo que permite domesticar a la nobleza en los altos puestos
de la Casa civil (Cámara, Guardarropa, Mesa, Caballeriza, Montería). Por el con-
trario, deseoso de eficacidad, Luis XlV hace entrar en la guardia de corps soldados
selectos escogidos entre las tropas, en tanto que la guardia francesa y la guardia
suiza se encargan sobre todo de vigilar París. La severa represión del bandidismo
entre la nobleza (Grandes días de Auvernia, 1665) y de los levantamientos popu-
lares logra que el reino no padezca revueltas durante la segunda parte del reinado,
pese al aplastante aumento de los impuestos. Por último, se precisa la legislación:
ordenamiento civil (1667), criminal (1670), marítimo (1681)...
No hay OpOSIClon entre las miras del joven rey, a quien su confe-
sor negaba las ceremonias de Pascua a causa de su vida licenciosa, y
el viejo monarca, devoto esposo de Madame de Maintenon. Luis XIV,
rey muy cristiano, se siente siempre consciente de las responsabilidades
que le incumben con respecto a la salvación eterna de sus súbditos.
Por ello, se preocupa de mantener la Iglesia de Francia en el seno de
la Iglesia católica, aun en los casos en que le resulta penoso, y de
combatir la herejía en cualquier forma que se presente.
291
extensión de la regalía y el rey renuncia a la Declaración de los cuatro articulos,
que no obstante continúa siendo enseñada en los seminarios.
Como la mayoría de los franceses, Luis XIV desea la unión de todos sus súb-
ditos en el seno de la Iglesia. Hacia 1668-1670, se puede tener la ilusión de que
esa unión está próxima. La Compañía del Santo Sacramento ha sido disuelta
en 1660. La Paz de la Iglesia en 1668 calma la querella jansenista. El Gran Arnauld
y Nicole ponen su pluma al servicio del rey. Los «acomodadores de religión» se
esfuerzan por conseguir una reconciliación con los protestantes. Las tendencias ga-
licanas no disgustan a los protestantes. Por otra parte, el protestantismo francés
ha perdido parte de su vigor. Los luteranos y calvinistas de Alsacia se mantienen
aparte, protegidos por los Tratados de Westfalia. Reducidos a menos de un millón,
los protestantes franceses no aparecen ya como un cuerpo tan homogéneo. El pro-
testantismo de corte se muestra muy paciente. Los pastores tienen escaso prestigio,
y algunos de ellos abjuran, mientras que el catolicismo se encuentra en plena res-
tauración. Se dan resonantes conversiones, como la de Turena, Pero los «acomo-
dadores de religión» subestiman el apego de los hugonotes a su fe. La guerra de
Holanda pone prácticamente fin a las tentativas de unión.
Por otra parte, a partir de 1661, se va hacia una aplicación estricta del Edicto
de Nantes: destrucción de templos construidos donde el Edicto no los permite, fu-
nerales nocturnos, etc. El problema protestante presenta asimismo un aspecto social.
En muchas localidades, las masas populares católicas se oponen a una burguesía
protestante. Más de uno piensa que los protestantes son gente de dinero; de ahí
la idea de una Caja de conversiones, encargada de indemnizar a los que abjuran,
mediante el pago de primas, por los problemas con que puedan tropezar en sus
negocios por parte de sus antiguos correligionarios. Los convertidos quedan exentos
de la taille. Después de la Paz de Nímega, Luis XIV tiene las manos libres para
actuar. Se excluye a los hugonotes de los cargos, se suprimen las Cámaras partidas,
se prohíben los matrimonios mixtos. De 1680 data el procedimiento que consiste
en enviar soldados en guarnición entre los protestantes, como se hace con los con-
tribuyentes morosos. Son las dragonadas. El temor que inspiran los «misioneros con
botas» conduce a conversiones en masa. Aunque Luis XIV no ignora totalmente
las condiciones en que se obtienen tales conversiones, considera que prácticamente
ya no quedan protestantes en Francia y que, por tanto, el Edicto de Nantes carece
de objeto.
292
cibidas del «Refugio». Se persigue a los reunidos «en el desierto». El
protestantismo francés Se convierte en una religión familiar. El clero
católico no es capaz de asimilar una masa tan considerable de «nuevos
católicos». Se recurre alternativamente a la coacción y a la persuasión,
con muy escaso éxito. El protestantismo francés no desaparece, como
esperaba la Francia católica. Al mismo tiempo, se despierta de nuevo
la querella jansenista (1679). Los problemas religiosos complicarán el
final del reinado de Luis XIV.
293
diferentes derechos en una gran parte de Francia, «la extensión de las Cinco
grandes Fermes». Con ello se aumenta el ingreso de esos impuestos.
Para evitar las salidas de dinero, hay que fabricar objetos de lujo y, para poder
exportarlos, es preciso que Europa los prefiera por su calidad. Por ello, Colbert se
cuida especialmente de las manufacturas y del control de su producción. Con este
objeto, concede monopolios de fabricación, exenciones fiscales y préstamos y hace
pedidos. Atrae a los obreros especializados más hábiles de los países vecinos. Se
abren manufacturas reales para la fabricación de muebles y tapicería (Gobelinos,
Savonnerie, Beauvais, Aubusson), espejos, armas. En los arsenales de Brest, Toulon
y Rochefort reina gran actividad. Se da asimismo el título de «manufactura real»
a empresas privadas privilegiadas, cristalería de Saint-Gobain, pañería de Van
Robais en Abbeville. En estas fábricas, los obreros están sometidos a una disci-
plina monacal. La mayoría de las veces esas manufacturas están formadas por nu-
merosos talleres familiares dispersos, trabajando bajo la dirección de un comer-
ciante capitalista. De este modo, una parte de la industria francesa (paños de Nor-
mandía y Languedoc, lienzos de hilo y cáñamo del Maine y el Anjou, sedas de
Lyon, Tours, Nímes) es controlada por el gobierno. Colbert intenta obligar a los
demás oficios a constituirse en cofradías y se apoya en ellas para hacer aplicar
los minuciosos reglamentos de fabricación, establecidos tras largas investigaciones.
Inspectores de manufacturas vigilan su aplicación (1669).
No se descuida la agricultura. Colbert alienta los cultivos industriales: lino,
cáñamo, morera, y la cría del gusano de seda; crea remontas para el ejército. La
Ordenanza de Aguas y Bosques de 1669 establece prudentes principios de explo-
tación y permite la producción de madera de obra para la marina.
Colbert quiere que Francia ocupe en los mares un lugar digno de su rango de
gran potencia. Intenta interesar a Luis XIV en la marina de guerra y mercante y
en las empresas coloniales y reemprende la política de Richelieu con medios acre-
centados. Así se fundan Compañías de las Indias orientales, de las Indias occi-
dentales, del Norte, de Levante y para la trata de negros del Senegal. Pero a pesar
de la propaganda, los franceses prefieren invertir su dinero en cargos. En el seno
de las Compañías, se oponen los armadores, agrupados a menudo contra su vo-
luntad, y una burocracia leal, pero a veces muy alejada de la realidad. Sólo sub-
siste la Compañía de las Indias orientales. Los esfuerzos de Colbert no se pierden
por completo. Se establecen puertos francos a todo lo largo de la ruta de las Indias
(islas Borbón y de Francia, Pondichery, fundada en 1674). Se ocupa Santo Domingo,
futura perla de las Antillas. Canadá se convierte en la Nueva Francia.
294
tienen que contribuir a la gloria del rey y del reino a cambio de la
ayuda que se les ofrece.
295
unificar la administración de las ciudades. Todas ellas han de tener un alcalde
(1692), aunque es verdad que se trata de una medida fiscal, puesto que este cargo
es venal. En 1699, se instalan tenientes y comisarios de policía en las ciudades de
Parlamento y de bailía.
Las condiciones generales son malas, los gastos del Estado se du-
plican de 1689 a 1697. La guerra (21 años en 27), las malas cosechas
que provocan el hambre (1693-1694 y 1709-1710) agravan las tenden-
cias económicas desfavorables que afligen a Europa. Estas dificultades
inspiran soluciones a veces audaces pero con mayor frecuencia impo-
pulares. Para hacer frente a los gastos de la guerra, se multiplican ex-
pedientes bien conocidos, como la creación de cargos venales, que exci-
tan la cólera y aun la ironía. No se advierte apenas que esas creacio-
nes de cargos de apariencia ridícula reflejan muy a menudo los pro-
gresos de la administración: los «examinadores de la lengua de los
cerdos», encargados de descubrir los animales enfermos, los «controla-
dores de pelucas», que se han hecho necesarios por la recaudación de
un impuesto sobre este adminiculo de lujo. Muchas veces los cargos
existen ya antes de hacerse venales. Por regla general, son comprados
por su titular. Constituye un medio de hacer contribuir a las cargas
del Estado a la oligarquía de los funcionarios, ampliamente privilegia-
dos con respecto a otros impuestos. Estas últimas medidas se relacionan
con las comprobaciones de nobleza, que permiten a las personas re-
cientemente ennoblecidas mantenerse en el segundo orden mediante el
pago de un canon, so pena de volver a ser sometidos a la taille. No
por ello el procedimiento deja de causar muchos descontentos. Se va
aún más lejos. Se adopta el principio, revolucionario en una sociedad
de órdenes, de un impuesto común a los tres órdenes, puesto que en 1695
se impone la capitación. Los súbditos se distribuyen en veintidós clases,
correspondientes en líneas generales a su rango social, tasadas de 2000
a 1 libras. Suprimida en 1698, Se restablece en 1701, aunque como un
impuesto de derrama. En 1710, tomando aunque con grandes diferen-
cias una idea expresada por Vauban en su Dime royale, el rey insti-
tuye el impuesto de la décima sobre las rentas. Dado que es imposible
comprobar las declaraciones de renta, el rendimiento es pequeño, sobre
todo por parte de los privilegiados.
296
Se hace igualmente perceptible un cambio en la mentalidad eco-
nómica. Se critica el colbertismo. En 1700 se reúne de nuevo el Con-
sejo de Comercio. Los diputados de las ciudades mercantiles y de los
puertos, electos de las Cámaras de comercio que se constituyen enton-
ces, piden la libertad de comercio. La Compañía de las Indias vende
licencias para participar en el comercio cuyo monopolio ostenta. Ade-
más, a partir de 1700, la alianza con España permite una renovación
del comercio marítimo francés, de la que se benefician Saínt-Malo,
Nantes, Burdeos, Marsella... Restablecida la paz, el gobierno francés
firma tratados de comercio con los antiguos adversarios (1713).
Tras la crisis de 1694, Pontchartraín toma medidas de carácter hu-
manitario. Un edicto de 1695 proclama la escolaridad obligatoria. Se
trata especialmente de instruir en la religión católica a los hijos de
los protestantes, pero, por lo demás, el texto no provee los medios
necesarios.
Entre tanto, la monarquía se enfrenta a los problemas religiosos surgidos en el
período precedente. E;l problema protestante constituye una llaga en el interior del
reino. La Declaración real de 1698 suspende la persecución contra los nuevos ca-
tólicos que se niegan a ir a misa, pero esta Declaración se observa irregularmente.
Los niños deben asistir al catecismo. Guillermo de Orange habla prometido a los
hugonotes durante la guerra de la Liga de Augsburgo el restablecimiento del Edicto
de Nantes. La Paz de Ryswick causa decepciones que suscitan la aparición de
profetas inspirados en el Apocalipsis. Reanudada la guerra, estalla en 1702 un
levantamiento en las Cevenas, con jefes populares como [ean Cavalier. La suble-
vación de los Camisards es fácilmente limitada pero diHcilmente vencida. Para
acabar con ella, son precisos veinticinco mil soldados y la habilidad de Víllars
(1706). Sin embargo, en 1715, el pastor Antoine Court reúne un sínodo «en el
desierto». La tentativa de eliminación de la herejía ha fracasado por completo.
La Francia católica se ve igualmente turbada. La cuestión del quietismo es de
menor importancia. Enfrenta a Fénelon, que defiende la doctrina del «puro amor
divino» de Madame Guyon, con Bossuet. El papa censura a Fénelon, que pierde
además el favor de Luis XlV por otras razones. La querella jansenista se reanuda
en 1678. Con la nueva generación jansenista adquiere un tono más áspero. El jan-
senismo se convierte en el punto de confluencia de muchas oposiciones, políticas
inclusive. Recoge la corriente de independencia del bajo clero inspirada a comien-
zos de siglo por E. Rícher, sobre todo cuando se reafirma la autoridad de los obis-
pos sobre él (1693), y la corriente galicana en el momento en que Luis XlV se
reconcilia con el papa (1693). Los jansenistas invocan las leyes de la conciencia
ante el rey, el papa y los jesuitas. Su portavoz, el padre Quesnel, autor de las
Reflexiones morales sobre el Nuevo Testamento (1693), divulga la doctrina janse-
nista, su pesimismo respecto al hombre y su aspiración a una Iglesia menos jerar-
e
297
nistro. Mientras tanto, los duques de Beauvilliers, Chevreuse y Saint-
Símon preparan un proyecto de monarquía moderada por la posición
devuelta a la aristocracia. Desean la paz inmediata, incluso al precio
de volver a las fronteras de principios del siglo XVI, y el aplastamien-
to de jansenistas y hugonotes. Firme en los duelos familiares (en 1712,
desaparecen el duque y la duquesa de Borgoña y su hijo primogénito),
encarnación de la salvación de Francia durante la invasión de 1709,
Luis XIV continúa ejerciendo impasible su oficio de rey y represen-
tando, en una Francia muy distinta a aquella cuyo destino había to-
mado en sus manos en 1661, el papel que se había fijado cincuenta
años antes. Cuando muere, elide septiembre de 1715, dejando el
reino a su biznieto que no ha cumplido aún los cinco años, aparece,
erróneamente en parte, como un símbolo del pasado.
298
CAPÍTULO XX
Política y diplomacia
299
vasion, ofrecen a Luis XIV cederle los Paises de Generalidad, situados al sur del
Rin. La política de Luis XIV es bastante semejante a la de sus predecesores. No
tiene nada de sistemática. Al igual que ellos, aprovecha las circunstancias, y los
procedimientos empleados sólo difieren por su mayor eficacia.
Los ejércitos
300
brigada, pero la mayoría de los generales proceden de los cargos venales. Por úl-
timo, la creación de la Orden de San Luis (1693) permite recompensar a los
oficiales.
La infantería toma un aspecto nuevo cuando el fusil y la bayoneta de cubo
reemplazan al mosquete y la pica (hacia 1700). La caballería comienza a diversi-
ficarse a imitación del ejército austríaco (húsares). En 1668 aparece la infantería
montada constituida por los dragones, cuyo número aumenta rápidamente. La arti-
llería se organiza en un cuerpo autónomo: la Real Artillería. Un cuerpo de oficiales
especializados, los ingenieros, se encarga de construir las fortificaciones y de dirigir
los sitios, mientras que se crean compañías de zapadores.
Cada regimiento recibe un uniforme. El reino se cubre de una red de etapas
que permite el envío rápido de tropas. En conjunto, su aprovisionamiento es bas-
tante satisfactorio para que en los años de hambre no falten los reclutas. Gracias
a esta organización, la población civil padece menos con el paso de las tropas en
tiempo de paz. La constitución de almacenes de víveres, forraje, municiones, ase-
gura una preparación logística eficaz de las ofensivas.
"""\\\"~ :;<¡ff
ruso moderno, obra de Pedro el Grande, data de 1699. Todos los grandes propie-
tarios y las comunidades de campesinos libres están obligados a proporcionar un
infante por cada cincuenta fuegos y un caballero por cada cien fuegos. El servicio
se prolonga durante veinticinco años, es decir, prácticamente toda la vida. El zar
no vacila en recurrir a oficiales extranjeros, a la espera de que las escuelas de ofi-
ciales fundadas en Moscú y San Petersburgo formen oficiales rusos. La flota co-
mienza a constituirse en 1703. En esta Europa que se arma, Inglaterra representa
un caso particular. El gobierno de Cromwell ha hecho muy impopular el ejército
permanente. El ejército inglés sólo adquiere importancia en tiempo de guerra y en
el continente o en Irlanda. Inactiva, la milicia decae. La marina, en cambio, goza
de mayor favor. Los servicios de control y abastecimiento, la disciplina impuesta
a todos hacen de ella la primera de Europa. Pero Inglaterra no ha sabido resolver
el problema de las tripulaciones y sigue recurriendo a la leva, esto es, a la requi-
sición inmediata de todos los marineros que se encuentren en los puertos.
LA PREPONDERANCIA FRANCESA
302
Francia frente a una Europa dividida
Por el Tratado de los Pirineos, María Teresa había renunciado a sus derechos
a la sucesión a cambio de 500000 escudos, que España había sido incapaz de pa-
gar. Los juristas franceses exhuman en el derecho privado de los Países Bajos una
costumbre según la cual los hijos nacidos del primer matrimonio tienen derecho
a la sucesión de su padre (devolución). Luis XN exige la aplicación del derecho
de devolución a la sucesión de Felipe IV en los países en que se halla en vigor y
reclama la cesión de los Países Bajos. Ante la negativa de España y aprovechando
que Inglaterra y Holanda están en guerra, las tropas francesas se apoderan de al-
gunas plazas fuertes. El emperador, enfrentado en ese momento al levantamiento
de los señores húngaros, no puede actuar, y acepta firmar con Luis XIV un tra-
tado previendo un eventual reparto de la sucesión de España, que dejaría a Fran-
cia los Países Bajos (enero de 1668). Las potencias marítimas reaccionan. Ingla-
terra y Holanda firman la paz y concluyen una alianza a la que se une Suecia
(Triple Alianza de La Haya), que propone su mediación. Luis XIV se muestra
moderado, y en la Paz de Aquisgrán se contenta con doce plazas fuertes en los
Países Bajos, entre ellas Lille, Douai y Tournai.
Hugo de Lionne aísla las Provincias Unidas como había aislado España antes
de la guerra de Devolución. Por el Tratado de Douvres, Inglaterra retorna a la
alianza francesa a cambio de subsidios y la promesa de algunos puertos holande-
303
ses (1670). Suecia hace otro tanto. Los príncipes alemanes conceden su alianza (Co-
lonia) o su neutralidad (Baviera y el mismo emperador). Entre tanto, Louvois pre-
para un ejército de 120000 hombres, y Colbert, una flota de treinta barcos de
línea.
Los holandeses, presintiendo la tormenta, firman un tratado de alianza con Es-
paña y Brandeburgo, este último inquieto por sus posesiones de Cleves. El gran
pensionario [ohan de Witt hace entrar en el Consejo de Estado al joven Guillermo
de Orange, ya capitán y almirante general. Pero los preparativos de defensa son
muy insuficientes.
En la primavera de 1672, el ejército francés atraviesa el Rin por Tolhuis.
Luis XN entra en Utrecht, pero su marcha se ve interrumpida por las inunda-
ciones que provocan los holandeses abriendo los diques. Los Estados generales de
las Provincias Unidas ofrecen la paz. Proponen la cesión de los Países de Genera-
lidad, al sur del Rin, y una fuerte indemnización. Luis XN cree que se trata de
un principio de regateo y exige más. Las condiciones humillantes que impone para
la paz provocan la indignación general. Johan de Witt, al que se juzga responsa-
ble de la insuficiente defensa, es muerto en La Haya (agosto de 1672). Guillermo
de Orange, nombrado estatúder, trata de romper el aislamiento de las Provincias
Unidas. El emperador y España se unen a él, pero sin entrar en la guerra. Luis XN
comprende su error y acepta negociar. Se celebra un congreso en Colonia. Se tiene
la impresión de que la paz está próxima. Sin embargo, los alemanes se sienten
turbados ante las ambiciones francesas, y Luis XN teme ahora una acción en
Alsacia y en el ducado de Lorena. España y el emperador se entienden con las
Provincias Unidas para asegurar el mantenimiento del statu quo, después declaran
la guerra a Francia. Esta se encuentra sola, ya que Inglaterra ha firmado la paz
con Holanda.
304
Francia recupera, pues, una posición política muy sólida en Eu-
ropa, pero tiene que contar más que anteriormente con la hostilidad
de los pueblos extranjeros.
305
20. Corvisier.
La revocacion del Edicto de Nantes fortalece la determinación de los Estados
protestantes contra Luis XIV. Hace tambalearse al Gran Elector, que se había
hecho cómplice de la política de las reuniones. Sin embargo, si bien el emperador
refuerza su posición, la lucha contra los turcos desvía sus fuerzas del oeste. Luis XIV
puede elegir entonces entre dos políticas. El ministro de Asuntos exteriores, Croissy,
le propone tranquilizar a Europa. Louvois le sugiere compensar el fortalecimiento
de la posición imperial apoderándose de nuevas garantías. Luis XIV se inclina por
esta última opinión, y la política de fuerza continúa: bombardeo y sometimiento
de Génova (1685), caso de las Franquicias con el papa, que se termina con la
ocupación de .Aviñón (1688). Al mismo tiempo, reivindica para su cuñada, la du-
quesa de Orleans, princesa palatina, derechos alodiales sobre el Palatinado y pre-
tende imponer en el arzobispado de Colonia un candidato leal a Francia. El 24 de
septiembre de 1688, da al Imperio un plazo de tres meses para aceptar un arreglo
general conforme a sus exigencias. Estos abusos acercan al emperador, España, Ba-
viera y a muchos de los príncipes alemanes del sur, que concluyen la Liga de
Augsburgo (junio de 1686), por la cual se prometen apoyo mutuo contra toda nueva
empresa francesa. El emperador se encuentra paralizado por sus victorias contra
los turcos, que inmovilizan sus fuerzas en el este. La Liga de Augsburgo no puede
hacer nada sin el apoyo de Inglaterra.
Los aliados se fijan como objetivo hacer retroceder a Francia a las fronteras de
los Tratados de Westfalia y los Pirineos. Frente a esta coalición, Francia dispone
de la ventaj a que le procura la unidad de mando y de las «líneas interiores» de
comunicación. Apoyada en las fortalezas de Vauban, no tiene más que un solo
objetivo: la defensa de su territorio, mientras que sus adversarios se ven solicitados
por otras preocupaciones. El emperador Leopaldo continúa la guerra contra los tur-
cos, y Guillermo de Orange teme una sublevación de los jacobitas, partidarios de
los Estuardo. La guerra comienza por la devastación del Palatinado. No es el
único ejemplo en la época de la aplicación en país extranjero de la táctica de
tierra quemada, pero aparece como especialmente odioso porque se practica en una
amplia extensión y de manera sistemática. La operación resulta desastrosa desde
el punto de vista psicológico y moral y dejará huellas perdurables.
Los franceses atacan los puntos débiles de la coalición. Catinat derrota en Staf-
farde al duque de Saboya (1690); el duque de Luxemburgo, en Fleurus a los espa-
ñoles, mientras que, apoyado por la flota francesa de Tourville y Cháteaurenault,
[acebo II subleva Irlanda. En el mismo día, la flota inglesa es vencida en Beachy
Head y Guillermo vence a [acebo II en La Boyne, obligándole a reembarcar.
306
Francia no sabe aprovechar su superioridad naval. La marina cuesta cara, y en
Versalles no se comprende exactamente lo que se juega en la guerra en el mar.
Tras la destrucción de navíos franceses en La Hougue (1692), Luis XIV renuncia
a la guerra de escuadra. Esta decisión pesará en el futuro de los océanos. Los fran-
ceses no practicarán ya más que la guerra de corso, donde destacan especialmente
[ean Bart y Dugay-Trouin,
La suerte de la guerra se juega, pues, en tierra, donde los éxitos continúan
(victorias sobre Guillermo de Orange en Steinkerque y Neerwinde, sobre el duque
de Saboya en La MarsaiIle). Pero las operaciones se aminoran en 1694. Los adver-
sarios están agotados. Francia padece una terrible crisis de alimentos y de morta-
lidad que arruina la fiscalidad. Por su parte, los ingleses comienzan a cansarse de
la «guerra del rey Guillermo», más aún porque el corso perjudica su comercio. Los
holandeses prefieren no interrumpir su comercio con Francia. E! emperador tiene
que aminorar sus esfuerzos contra los turcos, y éstos recuperan Belgrado. Para man-
tener a los príncipes alemanes en pie de guerra, se ve obligado a hacerles conce-
siones (noveno electorado constituido para el duque de Hannover, 1692). Se inician
negociaciones secretas.
E! duque de Saboya es el primero en separarse de la coalición y firma con
Luis XIV el Tratado de Turín (1696), a cambio de la restitución de Pinerolo y
Casal. Los franceses aprovechan para apoderarse de Barcelona. Además, Frontenac
amenaza Nueva York desde el Canadá. Las negociaciones generales se abren en
Ryswick, donde se firman sucesivamente los distintos tratados. Luis XIV concede
a los holandeses el derecho a ocupar plazas de los Países Bajos españoles sobre la
frontera francesa (plazas de la Barrera). Reconoce a GuiIlermo III como rey de
Inglaterra y se compromete a no seguir sosteniendo a [acebo II, lo que resulta
penoso para su sentido del honor monárquico. Devuelve Luxemburgo a España;
Lorena, Friburgo y Kehl, a sus príncipes, pero conserva Estrasburgo y Sarrelouis
y se hace reconocer la parte occidental de Santo Domingo (Haití).
La sucesión de España
307
española interesa a todas las potencias de Europa. La union de la
corona de España a la corona de Francia o a las posesiones aumen-
tadas desde 1699 de los Habsburgo de Austria está excluida.
Luis XIV negocia con Guillermo de Orange y el gran pensionario de Holanda,
Heinsius. Se consigue un acuerdo respecto a un sobrino nieto de Carlos II, el joven
príncipe elector de Baviera, pero éste muere en 1699. Se establece un segundo
acuerdo con vistas a un reparto. La corona de España recaería en el archiduque
Carlos, segundo hijo del emperador Leopoldo. En compensación, Francia recibiría
las posesiones italianas de España, que cambiaría contra Lorena, Sabaya y Níza.
Esta solución no consigue el beneplácito ni de Leopoldo ni de Carlos Ir.
Carlos II muere el 1 de noviembre de 1700 dejando un testamento
que se opone al reparto de sus Estados y legándolos al duque de Anjou,
segundo nieto de Luis XIV. Luis XIV reflexiona del 9 al 16 de no-
viembre, y acepta el testamento. El orgullo dinástico no es la única
razón de su decisión. De todas maneras, parece dificil evitar la guerra
con Leopoldo. Por Un lado, Francia tiene asegurada la alianza de Es-
paña, por otro, el reservado apoyo de las potencias marítimas. Además,
la reunión del Consejo de Comercio en 1700 demuestra que los pro-
blemas económicos cobran cierta importancia. La alianza permite es-
perar una apertura de las colonias españolas al comercio francés.
La aceptación del testamento de Carlos II por Luis XIV no provoca reacciones
inmediatas, salvo por parte de Leopoldo. El medio de los negocios inglés es hostil
a una reanudación de la guerra, siempre que el comercio que sostiene con América
no padezca por ello. Pero Luis XIV se apresura demasiado a asegurarse las venta-
jas que la presencia de su nieto en Madrid puede procurarle. Para despertar a
España, Felipe V recurre a los franceses en la administración y. el comercio. Les
concede el monopolio de la trata de negros en su Imperio, después pide a las
tropas francesas que releven a las guarniciones en las plazas de la Barrera. Dos
medidas de Luis XIV resultan provocativas: el mantenimiento de los derechos de
Felipe V a la corona de Francia y el reconocimiento a la muerte de Jacobo II de
su hijo [acebo III como rey de Inglaterra.
Guillermo III y Heinsius son los artífices de la Gran Alianza de La Haya que
se pone al lado del emperador (septiembre de 1701). Muerto Guillermo III en
marzo de 1702, Heinsius se convierte en el alma de la coalición, muy bien se-
cundado por excelentes generales, Eugenio de Sabaya y Marlborough. Frente a la
coalición, Francia tiene que defender las posesiones de España y, para ello, disper-
sar sus fuerzas. Sólo puede contar con la alianza de Baviera. Sabaya y Portugal
abandonan a Luis XIV, Portugal a causa del «Tratado de Methuen», firmado con
Inglaterra, que une los intereses económicos de ambos países (intercambio de vino
por lanas, apertura del Brasil al comercio inglés). Al este, se entra en contacto con
Francisco Rakoczi, que levanta a una parte de Hungría y Transilvania contra el
emperador. Sin embargo, Luis XIV no logra sacar partido de la situación en Eu-
ropa oriental. Turquía se halla en plena anarquía. El joven rey de Suecia, Car-
los XII, se enfrenta a una coalición que une a Dinamarca, Sajonia, Polonia y Ru-
sia (1699). Tras vencer a Dinamarca gracias a las potencias marítimas, después a
los rusos en Narva (1700), Carlos XII comienza la conquista de Polonia.
La larga guerra
Si España dispone de un ejército y una flota mediocres, Francia tiene un nu-
trido y excelente ejército, pero el ejército austriaco es ahora bien organizado y
aguerrido. Los generales aliados, el inglés Marlborough y el príncipe Eugenio, son
308
superlores a la mayoría de los generales franceses (salvo Vendóme y Villars). Más
grave resulta la ausencia de una flota importante en el momento en que es pre-
ciso defender no sólo las costas francesas y españolas, sino también las comunica-
ciones con el inmenso Imperio español. En el mar, Francia no puede contar más
que con sus corsarios. En tierra, la guerra es primero favorable a los franceses, que,
partiendo de Baviera, pretenden marchar sobre Viena. En 1704, se manifiesta la
superioridad de los aliados. El 13 de agosto, Marlborough y el príncipe Eugenio
aplastan a los franceses en Hochstadt y llegan al Rin, mientras los ingleses se
apoderan de Gibraltar. Desde entonces, los reveses se acumulan para franceses y
españoles. En 1706, derrota de Ramillies y pérdida de los Países Bajos, derrota de
Turín y evacuación de Italia del Norte. El archiduque Carlos, que se ha instalado
en Barcelona, entra incluso en Madrid por algunas semanas. En 1707, se pierde
Nápoles. Al este, Rakoczi queda eliminado. El árbitro de Europa parece ser Car-
los XII, que consigue hacer subir al trono de Polonia a su protegido Estanislao
Lesczynski y recibe en el campo. de Altranstadt las solicitaciones de los Estados de
la Europa occidental. Luis XIV le presiona para que intervenga en la guerra de
Sucesión de España. Marlborough consigue desviarlo hacia Rusia.
La situación se agrava todavía en 1708, cuando Luis XIV intenta recuperar los
Países Bajos (derrota de Oudenarde). Las plazas fuertes del Norte empiezan a caer.
Lille tiene que rendirse tras un largo asedio. Los ejércitos enemigos «causan da-
ños» hasta el Somme. Francia está agotada. La crisis de subsistencias de 1709 im-
presiona a la corte porque afecta sobre todo al norte de Francia y se hace difícil
proporcionar pan a las tropas. Luis XIV está ya resignado a pedir la paz. Las con-
diciones de los aliados son duras y humillantes. Felipe V debe renunciar a la corona
de España. Luis XIV ha de ceder Alsacia y Estrasburgo. Los aliados exigen además
su ayuda para destronar a Felipe V.
309
La Europa occidental de Utrecht y Rastadt
Carlos XII subestima a Rusia, que posee ahora un ejército aguerrido. Comete
la imprudencia de marchar sobre Moscú pasando por Ucrania. El 8 de julio de 1709,
su ejército es destruido en Poltava. Carlos XII tiene que refugiarse entre los tur-
cos, intentando en vano empujar al sultán a la guerra. Vuelve a formarse la coa-
lición contra Suecia. Incluso se amplía a Prusia y Hannover, atraídos por la car-
nada (1714). Suecia pierde todas sus posesiones al sur del Báltico. De regreso en
su país, Carlos XII muere en el asedio de una plaza noruega (1718). Deja el trono
a su hermana Ulrica Eleonora, a quien los nobles imponen una constitución aris-
tocrática (1719). Se ve forzada a negociar. Por los Tratados de Estocolmo (1719),
se ceden los obispados de Brema y Verden a Hannover, Stettin y la Pomerania
occidental a Prusia. Suecia sólo conserva Stralsund. Por el Tratado de Nystadt
(1721), Rusia obtiene Livonia, Estonia, Ingria, una parte de Carelia y Viborg. El
Imperio sueco ha dejado de existir, y Suecia cesa de contarse entre las grandes
potencias.
310
Turquía experimenta un nuevo retroceso. El zar Pedro el Grande, confiado en
sus fuerzas tras la victoria de Poltava, ataca imprudentemente al sultán, contando
con el apoyo de los cristianos de los Balcanes. Vencido y capturado, tiene que
devolver Azov (Tratado del Prut, 1711). Los turcos se atreven entonces a atacar
Viena y reconquistar Marea. Pero Austria, que tiene las manos libres después de
la Paz de Rastadt, interviene. Los turcos, derrotados en Peterwardein, tienen que
firmar el desastroso Tratado de Passarowitz (1718). Si bien el sultán recupera Marea,
ha de ceder a Austria el banato de Temesvár y Belgrado, es decir, la puerta de
los Balcanes, que Austria organiza como confines militares.
Bibliografía: G. ZEllER, op, cit. L. ANIJRÉ, Louis XIV et l'Europe (col. «Evo-
lution de l'humanité»), 1950. C. G. PrcAvET, Ladiplomatie franc;aise au temps de
Louis XIV, 1930. c.-J. NORDMANN, La crise du Nord au XVIII' siécle, 1962.
311
I
j
j
j
j
j
j
j
j
j
j
j
j
j
j
j
j
j
j
j
j
j
j
j
j
j
j
j
j
j
j
j
j
j
j
j
j
j
j
j
J
CAPÍTULO XXI
LA EVOLUCION DE INGLATERRA
313
La prosperidad
314
La guerra proporciona la ocasion para un gran desarrollo de la
marina. Las construcciones navales suscitan investigaciones en el campo
industrial. El número de patentes de invención aumenta. En 1709
Darby pone a punto la fundición por coque. La máquina de vapor
de Newcomen (bomba de fuego) hace su aparición en las minas para
la extracción del agua. Sin embargo, la expansión comercial se ve
frenada por el ataque de los corsarios franceses. La alianza con Ho-
landa no sirve los intereses comerciales de Inglaterra. En efecto, Gui-
llermo de Orange sigue muy apegado al pais del que es todavia esta-
túder y considera Inglaterra como una reserva de fuerzas en su lucha
contra Luis XIV. La East India Company se estanca. Pero se abren
nuevos mercados (Tratado de Methuen con Portugal, Tratado de
Utrecht), preparando el porvenir. El Board of Trade, fundado en 1696,
estimula las exportaciones.
315
rios renunciando a recaudar impuestos y reclutar tropas sin el consen-
timiento del Parlamento. De hecho, todo depende del soberano, por-
que el Parlamento-convención no ha puesto ninguna condición a su
advenimiento (véase pág. 185). Se restablece la Cámara de los Lores y
se disuelve el ejército de Cromwell con distribución de indemnizacio-
nes a los soldados. Escocia e Irlanda recuperan su autonomía. Sin
embargo, anglicanos y disidentes no logran ponerse de acuerdo para
establecer una liturgia común, y el Parlamento-convención se separa.
316
individual y la supresion de la censura. La opinión se organiza en
torno a dos peticiones opuestas: una, defendida por Shaftesbury, que
había sostenido secretamente a Oates, pide la convocatoria del Parla-
mento y agrupa al Country Party; la otra, hostil a esta convocatoria,
insiste en el carácter divino de la monarquía y cuenta can el apoyo
de la jerarquía anglicana y del Court Party. Los primeros reciben el
apodo de whigs (nombre dado a los inmigrantes escoceses); el segundo,
el de tories (nombre dado a los inmigrantes irlandeses). Carlos n tiene
que ceder. El Bill de exclusión es votado por la Cámara de los Comu-
nes, pero rechazado por la Cámara de los Lores. Harto, Carlos II
disuelve el Parlamento. Gracias a los subsidios de Luis XIV puede pa-
sarse sin él. La opinión, cansada de controversias, deja imponer a
Titus Oates una multa por difamación y exiliarse a Shaftesbury.
Carlos II muere en 1685. Deja la monarquía fortalecida.
Jacobo II había sido un almirante popular. De inteligencia me-
diocre, se hace coronar, no obstante, siguiendo el rito anglicano y
obtiene unas elecciones tories. Pero una sublevación del duque de
Monmouth, hijo natural de Carlos II, cabecilla whig que reivindica
la corona, suscita una represión sangrienta. A partir de ese momento,
en vez de habituar a los ingleses a un rey católico, [acebo II toma en
favor de sus correligionarios medidas que no pueden por menos de
resultar provocativas. Sitúa, además, una unidad de tropas cerca de
Londres y solicita la abolición del habeas corpus y del Test. Es más
de lo que los whigs pueden soportar. La situación se degrada rápida-
mente, ya que al mismo tiempo la crisis económica causa estragos.
Jacobo II piensa ganarse a una parte de la opinión con la Declaración
de indulgencia de 1687, que suspende la aplicación del Bill del Test.
La mayoría de los disidentes se mantienen hostiles, y la Iglesia angli-
cana, hasta ahora fiel, se aparta de él. El clero se niega incluso a leer
desde el púlpito una nueva declaración de indulgencia, y siete prelados
son llevados ante los tribunales (1688). El nacimiento de un hijo, bau-
tizado en el catolicismo, destruye las esperanzas que los ingleses ha-
bían depositado en la hija de Jacobo II, María, esposa de Guillermo
de Orange, que es protestante. El 30 de junio, cabecillas whigs, y aun
tories, llaman a Guillermo de Orange, quien, aprovechando que el
ejército francés se encuentra ocupado en el Palatinado, desembarca
el 7 de noviembre en Inglaterra. Abandonado de todos, Jacobo II
consigue huir a Francia (Navidad de 1688).
Un nuevo Parlamento se reúne el 22 de enero de 1689. Declara el
trono vacante, y a Jacobo Ir y a su hijo, desposeídos de sus derechos
a la corona. Guillermo logra hacerse proclamar rey juntamente con
María. A diferencia del Parlamento-convención, el Parlamento de 1689
pone condiciones al advenimiento de los nuevos monarcas. Antes de
su coronación, Guillermo y Maria han de aceptar solemnemente el
317
Bill de los derechos (13 de febrero). Asi se afirma la supremacia de la
ley sobre el soberano. La ley no puede ser ni abolida, ni suspendida,
ni aplicada por una jurisdicción de excepción, Las elecciones deben ser
libres, y los diputados gozar de libertad de expresión en el Parlamento.
Este ha de ser reunido regularmente. Sólo los diputados tienen de-
recho a fijar la forma y la cantidad del impuesto y los efectivos del
ejército. Se evocan los derechos esenciales de los súbditos ingleses.
Unos meses después, la Ley de Tolerancia modera la aplicación del
Bill del Test en favor de los disidentes protestantes.
El sentido de la «gloriosa revolución» es puesto de relieve por John
Locke, que publica en 1690 el Tratado del gobierno civil, donde refuta
la doctrina del derecho divino, vuelve a la ideologia del contrato ori-
ginal, expresa la superioridad del poder legislativo sobre el poder eje-
cutivo, la supremacia de las leyes naturales sobre las leyes humanas,
es decir, el derecho a rebelarse contra la tirania. En sus Cartas sobre
la tolerancia añade que la religión es un asunto privado, cuyo ejercicio
no compete al Estado, salvo en lo que concierne al catolicismo. La
revolución de 1689 significa el triunfo de tendencias y tradiciones que
ya no volverán a ponerse en duda. Las obras de Locke proporcionan
el punto de partida a la ideología liberal del siglo XVIII.
318
La evolución política de Inglaterra se realiza en parte en función de los sacri-
ficios que Guillermo III pide al país para continuar la guerra contra Luis XIV.
Guillermo III escoge sus ministros entre el partido whig, pero se acerca a los to-
ríes, más favorables a la prerrogativa real. En 1694, se impone al rey la Triennal
Act, que hace obligatoria la renovación del Parlamento cada tres años, lo cual
deriva en una mayor sensibilización de la política británica a la opinión. El ad-
venimiento de la reina Ana confirma una nueva ascensión del partido tory y con-
cede una gran influencia a Marlborough. Este, de mente brillante y flexible, al
mismo tiempo que gran general, se presenta como tory pero se acerca a los whigs
para hacer la guerra a Luis XIV. Los whigs se reclutan entre los monneyed men,
pero también entre los yeomen, los disidentes, la «baja Iglesia», fracción de la
Iglesia anglicana más hostil al catolicismo, los oficiales del ejército y los lores
nombrados después de la revolución. Los whigs se comprometen a fondo en el con-
flicto por odio contra Luis XIV, campeón del absolutismo y el catolicismo, y con
la esperanza de aniquilar el poderío económico de Francia. Por su parte, los tories
representan a la gentry, seguida por los arrendatarios y el clero rural. No desean
comprometer todas las fuerzas del país en una guerra a ultranza y, llegado el
momento, foman el partido de la paz. En realidad, ambos partidos son coaliciones
muy inestables de clientelas agrupadas en torno a algunas personalidades y no
forman más que «plataformas» de circunstancias.
A partir de 1709, la guerra se vuelve impopular. La reina retira a Marlborough
sus funciones políticas y recurre a ministros tories. Las elecciones de 1710 resultan
favorables a los tories, que concluyen con Francia una paz por lo demás muy favo-
rable para Inglaterra.
319
El renacimiento de España
320
MAPA
Arte barroco y clásico XIII
11'
.~
- '-"
fA?
A
.~
;¡'''-.' ,¡~ocolmOIU9
."
Y: [.".
T
,~ (f
~mbu~g~
~'ru~. v:
..
~.
v
JO~.:Ff
I ~
ARCANGELSKOIE
A
A
KUSKOVO
1-------1., ~
...,.
Bohemia, de Hungría). Cada provincia tiene su Dieta, que se ocupa sobre todo
de controlar el ejercicio de la justicia y de los impuestos.
Los progresos de la monarquía de los Habsburgo se señalan no sólo por una
gran extensión territorial, sino también por un esfuerzo de centralización. Se mul-
tiplican las Conferencias secretas, comisiones especializadas cuyo objetivo consiste
en preparar para el soberano informes a los cuales él puede dar fuerza de ley. El
Consejo de la Guerra asume funciones cada vez más extensas, bajo la presidencia
del príncipe Eugenio. El ejército permanente, nacido en 1680, cuenta a finales de
siglo con 100000 hombres. Esto crea la necesidad de nuevos recursos fiscales: dere-
chos sobre el papel timbrado y sobre todo institución de un impuesto de capita-
ción (1691). En 1703, se crea un Banco de Estado. La conciencia de formar un
Estado común nace inmediatamente después de la liberación de Viena. Tal idea
aparece expresada en el libro de Van Hornígk Austria por encima de todo si ella
quiere (1684). Este Estado, que se pretende alemán (salvo la Hungría aneja),
guarda las distancias respecto al Imperio. El término equívoco de Austria se im-
pone para designarlo. De plaza fronteriza, Viena se convierte en el centro, en la
sede del gobierno y el símbolo de ese Estado. Residencia del soberano (Hofburg,
Schoenbrunn), atrae a la aristocracia de la Europa central y se transforma igual-
mente en un centro del comercio danubiano y en la cuna de una forma original de
arte barroco. A comienzos del siglo XVIII, alcanza los 100000 habitantes. El naci ..
miento del Estado austríaco va acompañado por una expansión demográfica en los
Estados que lo componen. Esto permite emprender la colonización por alemanes de
las comarcas conquistadas a los turcos. Pero no todos los Estados de los Habsburgo
escapan a la evolución que caracteriza a las sociedades rurales de la Europa central:
extensión de la prestación personal e incluso de la servidumbre.
José 1 (1705-1711), más enérgico que su padre, se enfrenta al levantamiento de
Francisco Rákóczi, que se ha puesto en Hungría a la cabeza de una revuelta con-
tra las veleidades de la centralización vienesa y ha arrastrado en ella a los protés-
tantes, que se resisten a la presión católica de los campesinos, descontentos por la
extensión de las prestaciones personales y de los impuestos reales. La insurrección
es contenida en las zonas montañosas. La Paz de Szatmar (1711) somete a Hungría
a la obediencia a cambio de grandes concesiones (libertad de culto protestante,
autonomía administrativa y militar). Prefigura el compromiso austro-húngaro de
1867 (V.-L. Tapié).
El reinado de Carlos VI (el antiguo archiduque Carlos) se inicia bajo brillan-
tes auspicios. En 1713, se promulga la Pragmática Sanción, en la que se afirma la
indivisibilidad del conjunto de los territorios pertenecientes a los Habsburgo. Supone
el coronamiento de treinta años de esfuerzos. Cierto que Carlos VI tiene que aban-
donar España, pero el Tratado de Rastadt le reconoce Nápoles, Cerdeña (que cam-
biará por Sicilia), el Milanesado y los Países Bajos. La posesión de estos dos últi-
mos Estados, ricos y poblados, desviará el destino de Austria hacia el Mediterráneo
y el mar del Norte. Austria se transforma, pues, en una gran potencia. A ella,
tanto como a Inglaterra, se debe la detención de la expansión francesa.
321
21. Corvisier.
se añade Minden; por último, al este, Prusia, vasalla del rey de Polonia. Brande-
burgo se encuentra despoblado y devastado después de la guerra de los Treinta
Años. El príncipe tropieza sin cesar con las Dietas, que limitan sus poderes. Al
este del Elba, la nobleza, que trata de asegurar la recuperación de los campos, re-
duce a servidumbre a los campesinos y se resiste al soberano. La burguesía se
atrinchera tras los privilegios urbanos. Parece imposible superar el estadio de unión
dinástica fortuita entre todos los territorios. Federico Guillermo, trabajador encar-
nizado, espíritu reflexivo, preocupado en general por lo posible, autoritario pero
tolerante en materia religiosa, adopta según las circunstancias una política brutal
o flexible.
La primera parte de su reinado es mediocre. La obra del Gran Elector comienza
verdaderamente a partir de la Paz de Oliva (1660), que le permite liberar a Prusia
deja soberanía feudal polaca. Entre todos sus Estados, es Prusia la que se le re-
sístemás. Kónígsberg queda vinculado a Polonia, a la que está adosado. La nobleza
prusiana envidia la independencia de la nobleza polaca. Se hace precisa la inter-
vención del ejército para someter primero a la burguesía, después a la nobleza.
El gobierno de Brandeburgo, con sede en Berlín, donde reside el elector, se con-
vierte en el núcleo del gobierno común. El Consejo secreto acaba por ocuparse de
todos los Estados de los Hohenzollern. A su lado se encuentra el Comisariado Ge-
neral de la Guerra, del que depende todo 10 que se refiere de cerca o de lejos al
ejército. La victoria sobre los suecos demuestra la solidez del ejército y del Estado.
322
Su primogénito, Federico (1688-1713), completa esta obra. Fede-
rico contrasta con la raza de los Hohenzollern a causa de su carácter
quimérico y fastuoso. En realidad, su papel resulta capital en la his-
toria de Prusia. Salvaguarda la obra de su padre anulando su testa-
mento. Desde ese momento, los Estados de los Hohenzollern no vuel-
ven acorrer el riesgo de dividirse. Federico adquiere el titulo real. En
noviembre de 1700, a cambio de la renovación de su alianza con el
emperador y la contribución de sus tropas, obtiene de él subsidios y
el muy equivoco titulo de «rey en Prusia». Pero Federico I se corona
rey en Ki::inigsberg con un fasto extraordinario (18 de enero de 1701).
El titulo real, que convierte los Estados de los Hohenzollern en reino
de Prusia, es reconocido por las potencias en Rastadt. El rey de Prusia
se presenta como el primer principe del Imperio frente a la Casa de
Habsburgo. Admirador de Luis XIV, 'Se rodea de una corte fastuosa,
protege a Leibniz, crea una Academia de las Artes, una Academia de
las Ciencias y la Universidad de Halle, que llega a ser la primera del
reino. Por otra parte, no descuida el ejército, pero a su muerte deja
al reino agotado por sus enormes gastos. Sin embargo, hace de él
una monarquía respetada, con una capital en plena expansión y a la
que el Tratado de Rastadt reconoce, con la posesión de Stettin, una
valiosa salida al mar.
323
Pedro el Grande y su reinado
Rusia pasa por cerca de veinticinco años inciertos con el hijo de Alejo, Fedor
(1676-1682), más tarde con Iván, un simple de espíritu, y su hermanastro Pedro,
de diez años de edad, bajo la regencia de Sofía, hermana mayor de Iván, De ca-
rácter enérgico, Sofía inicia algunas reformas y hace entrar a su país en la Santa
Alianza contra los turcos (1686). Ambiciosa, descuida completamente la educación
de Pedro, al que cuenta con eliminar llegado el momento para conservar el poder.
Pedro y sus amigos le toman la delantera. Sofía es encerrada en un convento (1689).
Los diez primeros años del reinado de Pedro son muy decepcionantes. Se considera
generalmente al nuevo zar como un ser pueril. En realidad, es un coloso, ignorante
y con frecuencia descuidado, de carácter impulsivo y desigual, de curiosidad siem-
pre despierta, de mente poco especulativa y que pone en la realización de sus
proyectos una energía que no retrocede ante nada. Entregado a sí mismo, pasa su
adolescencia entre compañeros de todas las condiciones sociales, a los que organiza
en compañías militares (los «bufones»). Se mezcla asimismo con extranjeros del
suburbio (Sloboda), donde escucha atentamente lo que le cuentan sobre Occidente
y sus monarcas, mercaderes o aventureros como el ginebrino Francoís Lefort. Cosa
extraña, este moscovita concibe una verdadera pasión por la marina.
Una vez en el poder, no cambia apenas de comportamiento. Hace de sus «bu-
fones» los dos primeros regimientos de Rusia. En 1693, visita el único puerto que
posee entonces Rusia, Arcángel; desde ese momento sueña con conquistar el acceso
a un mar libre de hielo, y se apodera de Azov en 1696. Emprende entonces un
viaje de semiincógnito por Occidente; visita Holanda, Inglaterra, Austria, se interesa
sobre todo por los astilleros de Holanda y la Bolsa de Amsterdam, es recibido por
Guillermo de Orange y Leopoldo I, pero Luis XIV se niega a recibirle. Tiene que
regresar precipitadamente a causa de la sublevación de la milicia de los sireltsi,
alentados por Sofía, y de aquellos a quienes inquietan las infracciones que Pedro
comete contra la tradición. Los dos regimientos aplastan el levantamiento, y a su
regreso Pedro procede a una sangrienta represión. Aprovecha el terror para imponer
a sus súbditos la vestimenta corta, hacer cortar las barbas o pagar una tasa.
Hace la guerra a los suecos (guerra del Norte). Aplastado en Narva, debe la
victoria de Poltava tanto a los errores de sus adversarios como a los progresos de
su ejército. Habiendo atacado imprudentemente a los turcos, es capturado por las
tropas del sultán (1711), pero sale bien librado con la devolución de Azov. En 1717,
Rusia está agotada por la guerra, las requisas, las sublevaciones. El período ha sido
calificado de caos por un historiador ruso. Sin embargo, hay algunos éxitos: vic-
toria sobre los suecos, fundación de San Petersburgo y de una industria metalúrgica
en el lago anega y el Ural, creación de un ejército y una marina modernos y es-
tablecimiento de un cuerpo de ingenieros y funcionarios nuevos. Durante su segun-
do viaje a Europa en 1717-1718, Pedro el Grande es recibido en todas partes, in-
cluido París, como un soberano respetado. A su regreso, hace ejecutar al zarevich
y a cuantos han intrigado durante su ausencia.
Sus últimos años son más serenos. Incluso una nueva generaclOn
rusa se halla a punto de tomar el relevo de los extranjeros de que se
había servido Pedro el Grande. Las nuevas instituciones salen del
período de improvisación. La obra de Pedro el Grande se decanta y
se consolida.
324
Transformaciones del Estado ruso
325
a los que ennoblece, pero sistematiza esta organización mediante la
ordenación del Cuadro de rangos o Chin (1722). En principio, la je-
rarquía nobiliaria se establece según las funciones asumidas y no de
acuerdo con el nacimiento o la fortuna. En la práctica, los tres factores
aparecen unidos. Pedro el Grande decide en 1714 que un solo hijo
heredará el patrimonio, lo que fuerza a los demás a entrar en el servi-
cio y, a fin de prepararse para él, ir a estudiar en las nuevas escuelas.
Continúa, pues, habiendo grandes diferencias de fortuna entre los nO-
bles. Los favoritos del zar, como Menchikov, acumulan dominios y
siervos. Una aristocracia Se asienta en San Petersburgo, donde cons-
tituye una sociedad abierta hacia el extranjero, un buen ejemplo de
la cual es Tatichtchev, que llega a ser director de las minas del Ural.
La formación de una nueva burguesía es el resultado del desarrollo
de la industria y el comercio.
Ya el zar Alejo había recurrido a los extranjeros. Los talleres metalúrgicos fun-
dados en Tula por los holandeses se habían revelado insuficientes para competir con
Suecia. Surgen entonces fábricas a orillas del lago Onega y sobre todo en el Ural,
especialmente en Nevianskii, gracias a capataces extranjeros atraídos a precio de
oro, a artesanos y campesinos trasladados por la fuerza y al transporte de campe-
sinos de las comarcas vecinas, una parte de los cuales se transforman en siervos
de la fábrica. El Estado se encarga de las fábricas más difíciles de implantar.
Muchas de ellas fracasan. Cuando prosperan, se las cede a los particulares. El resto
de las industrias (textiles, etc.) son generalmente creadas por los nobles en sus
tierras o incluso por mercaderes autorizados a poseer siervos. Las rutas comerciales
se animan. La más activa es la del Volga, unida al Neva y a San Petersburgo por
un canal que sirve para la evacuación de los productos del Ural hacia Moscú y
San Petersburgo. Las ciudades se pueblan de siervos que sus amos envían a tra-
bajar en ellas a cambio de un canon (obrok) y que a veces consiguen comprar su
libertad. A pesar de cierta movilidad en las ciudades, la burguesía sigue siendo
poco numerosa. Sin embargo, se dan algunos éxitos, como el de Nikita Demidov,
herrero de Tula, que llega a ser uno de los principales industriales del V ral.
326
bastardos. Estas reformas tienden a dividir la sociedad rusa en dos.
Por el momento, lo esencial es el aumento cierto de los recursos del
Estado, que sitúa a Rusia entre las grandes potencias.
327
CAPÍTULO XXII
329
política coherente. No obstante, los tories se mantienen igualmente adictos a la
dinastía de los Estuardo, desacreditada por sus sentimientos papistas. Por ello, la
mayoría de la oposición les acusa de perturbar el orden. Los whigs se apoyan en los
hombres de negocios y los propietarios de inmensos dominios recientemente consti-
tuidos. Se ganan a los disidentes religiosos y se presentan como defensores de la
supremacía del Parlamento. En la práctica, las fronteras entre ambos partidos son
muy imprecisas. Ni whigs ni tories atacan el régimen social ni los principios polí-
ticos nacidos de la revolución de 1689. Son muchos los indecisos, y se pasa fácil-
mente de un partido al otro. Las rivalidades personales y las cuestiones locales ocu-
pan un gran lugar. En el seno de los partidos existen conexiones o acuerdos entre
algunos líderes y clientelas polítícas.
A partir de 1711, la South Sea Company, que comercia con América del Sur y
el Pacifico, obtiene un gran éxito. SunderIand concibe la idea de transferir a la
Compañia una parte de las deudas del Estado. Los portadores de títulos del Estado
330
pueden cambiarlos contra acciones de la Compañía (junio de 1720). Una fiebre de
especulación (South Sea Bubble) decuplica el valor de las acciones (agosto de 1720),
pero en septiembre ciertos portadores prudentes piden el reembolso, y las cotizaciones
se hunden. El equipo gubernamental se disloca.
331
vadas no son patrimonio de los nuevos ricos. La aristocracia ciudadana
y las clases populares Se dan a la embriaguez. La prostitución y el
juego invaden las ciudades, especialmente Londres. En política, son
comunes la mentira y la corrupción. El sentimiento nacional, tan vivo
en el siglo XVII, se adormece. Naturalmente, no hay que tomar al pie
de la letra las sátiras de Swift, Defoe y Fielding y las pinturas de
Hogarth. Sin embargo, parece claro que ninguna autoridad establecida
se considera capaz de resistir a la corriente de desmoralización que
padece Inglaterra. Al lado de prelados edificantes, la Iglesia anglicana
cuenta con demasiados latitudinarios sumisos al Estado, aunque es
cierto que existen algunos pequeños grupos de hombres animados por
un vivo deseo de renovación religiosa, el más célebre de los cuales es
el Holy Club, fundado por John y Charles Wesley con algunos ami-
gos. Tras una estancia en América, JohnWesley regresa a Inglaterra
(1737). Predica ante los mineros y obreros de las manufacturas del
País de Gales. Sus discípulos, denominados metodistas porque desean
proceder metódicamente a la santificación, se mantienen aún aislados.
Su acción vendrá más tarde.
Entre tanto, Walpole tiene que enfrentarse a varios problemas. Estallan distur-
bios en Escocia, en Irlanda y entre los obreros galeses. El asiento y el «navío de
permiso» tropiezan con dificultades, y los españoles reaccionan contra el interlope.
Walpole se ve combatido no sólo por los tories, sino también por las facciones whigs
de lord Carteret, William Pitt y Pulteney, apodados los «pilluelos», que quieren
luchar contra la corrupción e imponer su voluntad a España. Walpole tiene que
ceder y declarar la guerra a esta última (1739). Las malas cosechas agrian a la opi-
nión, y Walpole pierde las elecciones de 1741. Se retira con una moción desfavorable
votada por las dos cámaras (1 de febrero de 1742).
Lord Carteret le sucede y no hace nada por evitar una guerra con
Francia. Esta sostiene al pretendiente Estuardo, Carlos Eduardo, que
desembarca en Escocia en julio de 1745, levanta al país, entra en
Edimburgo y llega a 150 kilómetros de Londres antes de ser vencido
por el duque de Cumberland en Culloden, el 16 de abril de 1746.
Esta alerta conmueve profundamente a Inglaterra. Pone claramente
de manifiesto sus debilidades y da la razón a los que denuncian la
corrupción de las costumbres y reclaman una política activa. Marca
un giro importante en la historia de Inglaterra.
LA FRANCIA DE LA REGENCIA
Y DEL CARDENAL FLEURY
La muerte de Luis XIV es acogida con alivio por parte de los ele-
mentos populares, abrumados por los impuestos, y sobre todo por parte
de la aristocracia. Como Luis XV no ha cumplido aún los cinco años,
332
el duque de Orleans se encarga de la regencia. Numerosos problemas
solicitan su atención: consolidación de su posición personal, miseria
de las finanzas del Estado, incremento de la oposición jansenista, se-
cuelas de las guerras. Tras un corto período de reacción contra el ré-
gimen autoritario impuesto por Luis XIV y de experiencias (polisí-
nodia, sistema de Law), se restablece la autoridad. La calma y la pros-
peridad sólo se restauran verdaderamente con el ministerio del cardenal
Fleury (1726-1743).
333
se de nuevo. A los constitucionistas se oponen los apelantes, denominados así porque
pretenden apelar contra la Constitución en un concilio universal. Pero, en 1718,
bajo la influencia de su antiguo preceptor, el abate Dubois, que ambiciona ser car-
denal, el regente aprueba una 'bula condenando a los apelantes e impone silencio
a los jansenistas. Por otra parte, abandonado Versalles, París recobra su papel de
capital, y se forman pequeñas cortes principescas, como la de la duquesa del Maine,
que conspira para hacer subir a Felipe V al trono de Francia. La reacción aristo-
crática plantea más problemas que resuelve. La polisinodia está ya condenada.
334
constituido por acciones de 5000 libras que se pueden subscribir en sus
tres cuartas partes en billetes de Estado (2 de mayo de 1716). Es un
medio de transferir al Banco una parte de las deudas del Estado; El
Banco emite billetes al portador, convertibles a la vista en numerario.
Ante el éxito del Banco, el Estado acepta, ella de abril de 1717, esos
billetes en pago de los impuestos. El 23 de agosto, Law es autorizado
a fundar la Compañía de Occidente o del Mississippi, con un capital
de 100 millones, constituido por 200000 acciones de 500 libras, paga-
deras en billetes de Estado refrendados en 1716. Las ideas de Law
parecen realizarse. La Compañía de Occidente absorbe las Compañías
del Senegal (trata de negros), de China, de las Indias Orientales, de
los mares del Sur, y se convierte en la Compañía de las Indias. E14 de
diciembre de 1718, el Banco se transforma en Banco real, y el Estado
rescata las acciones. En 1719, Law se hace cargo del control de las
monedas; después, del total de las Fermes (impuestos y contribuciones).
En octubre, el Banco real logra hacerse atribuir la totalidad de los
ingresos del Estado, a cambio del compromiso de reembolsar sus deu-
das. Law restablece la Intervención general de Hacienda en enero
de 1720.
335
tos. Es entonces cuando se crea Loríent, En París, el sistema provoca
especulaciones inmobiliarias. Las consecuencias sociales son considera-
bles. Un desplazamiento de la riqueza lleva a la ruina de antiguas
fortunas y a escandalosos enriquecimientos. La existencia de esos nue-
vos ricos y de esos nuevos pobres tiene un mal efecto sobre la mora-
lidad pública. Aunque el sistema permite el conocimiento de los nego-
cios en medios más amplios, no es capaz de crear por si mismo una
nueva mentalidad en la mayoria de los medios nobles y burgueses, que
prefieren las inversiones tradicionales.
Paradójicamente, la Regencia termina con el gobierno de un car-
denal ministro, puesto que Luis XV, ya mayor de edad, confia los
asuntos del Estado al cardenal Dubols, Pero Dubois muere casi inme-
diatamente. El duque de Orleans, que le sucede, le sigue unos meses
después (1723).
El jansenismo prospera entre el bajo clero urbano, entre las órdenes nacidas del
renacimiento religioso del siglo XVII (enseñanza: oratorianos, doctrinarios; misione-
ros; lazaristas; científicos: benedictinos de Saint-Maur). Gana igualmente a una
buena parte de la pequeña burguesía y de los medios parlamentarios. La resistencia
a Roma conduce a un acercamiento a las tesis galicanas. Un «tercer partido» parece
situarse entre constitucionistas y apelantes. Fleury toma medidas rigurosas contra los
«convulsionistas de Saint-Médard» (1727) y más tarde contra el obispo Soanem. Se
priva a los jansenistas de sus beneficios. Al oponerse el Parlamento de París a estos
rigores, se destierra a un centenar de sus miembros (1732). No obstante, contando
336
MAPA
en proyecto
o en construcción Capital de Generalidad
Centro de pañería Límites de Generalidad
Centro algodonero Limites de la extensión d
Prlnclpales fábricas las. Cinco grandes ermese
F'
Ferretería
de Inglaterra
,"100
Productos de lujo
de Levante
~ ~LJ
con altas complicidades, los jansenistas logran publicar clandestinamente las Noticias
eclesiásticas, que demuestran la vitalidad de esta oposición religiosa, convertida tam-
bién en oposición política. Pero, a partir de la guerra de Sucesión de Polonia, Fleury
renuncia a la lucha abierta.
FORTALECIMIENTO DE
LOS ESTADOS NACIONALES
El renacer de España
337
22. Corvisier.
francesa. Muchos españoles padecen cruelmente con la decadencia de
su país, hacen responsable de ella a la monarquía de los Habsburgo y
buscan fórmulas en Francia e Inglaterra para salvar a España de la
ruina. Por otra parte, tras sufrir la influencia de su abuelo, que le
provee de consejeros franceses, Felipe V despide a su camarilla fran-
cesa a partir de 1715. No obstante, este príncipe animoso, pero timido,
aquejado de senilidad precoz, no tiene la envergadura de un reformador.
Aguijoneado por su segunda esposa, la ambiciosa reina Isabel de Farnesio, em-
prende la tarea de borrar las huellas de la guerra que había arrasado España y
devolver al pais humillado un puesto honorable en Europa. El gobierno por Con-
sejos evoluciona hacia el gobierno por ministros, con la creación de cuatro secre-
tarios de Estado: Estado y Asuntos exteriores, Guerra y Economía, Marina e In-
dias, Asuntos eclesiásticos y Justicia. Se reducen los fueros, se encarga a los oficia-
les militares de mantener el orden. En 1718, aparecen los intendentes de justicia,
finanzas y policía. Las rentas del Estado se acrecientan por medio de economías
y de una simplificación de la fiscalidad. Felipe V pone su confianza en los minis-
tros. Primero en Alberoni, que, apoyándose en los refugiados italianos, empuja a
Felipe V a una política dinástica ambiciosa antes de haber restaurado suficiente-
mente las fuerzas de España (cf. pág. 344). Vencido, Felipe V despide a Alberoni,
abdica en favor de su hijo Luis 1, que muere al cabo de unos meses (1723), y
recupera la corona. Felipe V se apoya después en Patiño, quien se preocupa sobre
todo de rehacer el poderlo marítimo de España. La sede de la Casa de Contrata-
ción pasa de Sevilla a Cádiz. Se fundan compañías de comercio de objetivo limi-
tado: Compañia de Guipúzcoa, de las Antillas, de Filipinas. El sistema de galeones
se reemplaza por el más ágil de los registros, barcos mercantes provistos de licen-
cias. Se rehace la flota de guerra. Orán es reconquistado en 1732 y se combate el
interlope en las Antillas. Cuando Felipe V muere en 1746, España ha recobrado
cierta importancia. Aparece una nueva generación, en la que se distingue la escla-
recida minoría de los Ilustrados, todavía poco numerosa, abierta a las nuevas ideas
y que secundará los esfuerzos de la monarquía en la segunda mitad de siglo.
338
La administración burocrática está sostenida por un excelente sistema fiscal.
Tanto las propiedades señoriales como las campesinas pagan el impuesto directo.
La política económica, inspirada en el más estricto colbertismo, tiende a conseguir
que el Estado prusiano se baste lo más posible a si mismo. Se establecen prohibi-
ciones sobre los trigos extranjeros y los productos de lujo. Se desarrollan las adua-
nas, se crean manufacturas del Estado, especialmente para liberar a la intendencia
militar de las importaciones. Al final de su reinado, el Rey Sargento se orienta
hacia una concepción menos personalista de la monarquía prusiana, creando un
Ministerio de Justicia confiado al jurista Cocceji e instituyendo una Comisión de
reforma judicial, que trabaja en la unificación del derecho para todos los Estados
de los Hohenzollern (1737). En fin, Federico Guillermo prepara el brillante por-
venir de Prusia mediante la «doma» impuesta a su sucesor, el futuro Federico II,
principe instruido, espíritu ilustrado, al que fuerza a conocer en «detalle» la ad-
ministración y el ejército antes de concederle su confianza.
339
de sus sucesores, pero en definitiva acaba por sobrevivir. Así, la pri-
mera parte de la «época de las emperatrices», a pesar de la poca esta-
bilidad de los gobiernos, no compromete el porvenir de Rusia.
340
cos, especialmente los coloniales, pesan más en las decisiones de los
hombres de Estado. Sin embargo, la liquidación de las guerras prece-
den tes no termina hasta 1731, Y los años 1730 sirven de prefacio a
los grandes conflictos de mediados de siglo.
341
desarrollan de acuerdo con las formas convencionales, facilitadas por
el empleo de la lengua francesa, aunque de hecho esas reglas son cons-
tantemente violadas. La politica es más positivista que nunca. Todos
se ingenian para aprovechar las debilidades del adversario. Se compra
a príncipes y ministros. Un procedimiento relativamente frecuente con-
siste en proporcionar amantes a los soberanos y las soberanas. Las
alianzas se hacen y deshacen de acuerdo con los intereses del momento
(R. Mousnier). Se violan los tratados. No son raros los ataques pre-
ventivos, sobre todo en el mar, donde la mayoría de las veces los bar-
cos mercantes tienen que zarpar armados. De estos ataques se deriva
en ocasiones la guerra. Las guerras se terminan con congresos gene-
rales, que proceden frecuentemente a trueques de territorios sin con-
sultar a las poblaciones. No obstante, es de justicia señalar que estos
trueques recaen ya sobre Estados pequeños, ya sobre provincias peri-
féricas, unidas a una monarquía importante simplemente por lazos
dinásticos, y que el sentimiento nacional, si es que existe, no sufre
apenas de ello.
342
sion de España. En especial, ha conservado el primer lugar en el
Mediterráneo. El sistema de Law favorece una recuperación que se
manifiesta ya desde el restablecimiento de la paz. Los franceses chocan
con los ingleses en la explotación del Imperio español. Comerciantes
franceses, sobre todo naturales de Saint-Malo, se encargan en Cádiz
del comercio de comisión. Pasando por Cádiz, los productos franceses
son enviados a la América española e intercambiados por productos
tropicales y plata. Dado que el contrabando francés en las Antillas es
más limitado que el contrabando inglés, los intereses de España alían
a estos dos paises contra Inglaterra.
Los franceses chocan igualmente con los ingleses en las Antillas por
la posesión de las «islas neutras» (Santa Lucia, Dominica, Tobago),
de las que apartan a sus rivales. Los negreros franceses de La Rochela,
Burdeos y sobre todo Nantes entran en competencia con los negreros
ingleses. Colonos franceses hacen de la parte occidental de Santo Do-
mingo un rival de la poderosa Jamaica inglesa.
343
Liquidación de la suceszon de España y reconquista
de la supremacía francesa en Europa
344
pués a Felipe V. Se reúne un congreso general en Soissons (junio de 1728-julio
de 1729), pero los acuerdos principales no se firman en él, ya que Fleury y Walpole
tratan cada uno por su lado de imponer una mediación. Por iniciativa de Fleury,
se firma el Tratado de Sevilla (noviembre de 1729). Inglaterra, Holanda y Francia
permiten a los españoles ocupar Parma para instalar en ella a don Carlos. Por el
segundo Tratado de Viena, al que acude España (1731), Carlos VI sacrifica la
Compañía de Ostende al reconocimiento de la Pragmática Sanción y acepta la ins-
talación de don Carlos en Parma,
La paz dura apenas dos años. La muerte de Augusto II de Polonia da lugar a
las intrigas de las potencias, intrigas ya habituales en caso de elección al trono de
este país. Austria y Rusia sostienen al hijo del rey precedente, del que esperan
concesiones. Francia sostiene al candidato del partido nacional, Estanislao Leczyns-
ki, suegro de Luis XV, que ya ha reinado anteriormente con el apoyo de las tropas
suecas. Leczynski resulta elegido, pero, perseguido por las tropas austro-rusas, se
refugia en. Danzig. ¿Francia pasará por alto la injuria inferida al padre de la reina?
Por su parte, Isabel de Farnesio espera aprovechar las circunstancias para estable-
cer en Italia a su hijo menor, don Felipe. Se concluye una alianza con España,
Cerdeña y Baviera, pero Fleury cuida la neutralidad de Inglaterra y Holanda. No
autoriza más que una demostración simbólica en Danzig, Entre tanto, Berwiclc
pasa el Rin, se apodera de Kehl y Philippsburgo; Villars, de Mantua. Ambos reci-
ben la orden de no intentar marchar sobre Viena. Por el contrario, se ocupa Lo-
rena, que pertenece al yerno de Carlos VI. Las tropas francesas y españolas (los
«gallispans») se reúnen en Italia. Obtienen las victorias de Parma y Guastella
(1734). Los españoles ocupan Nápoles. Para adelantarse a una mediación inglesa,
Fleury negocia secretamente con el emperador, se detienen las operaciones milita-
res y se firman los preliminares de Viena en octubre de 1735. Las negociaciones se
prolongan hasta la firma de los Tratados de Viena, en mayo y noviembre de 1738.
Estanislao renuncia a Polonia y recibe el ducado de Lorena, que a su muerte retor-
nará a Francia. Francisco de Lorena reinará en Toscana y Parma, Don Carlos
pasa a Nápoles y Sicilia y recibe asimismo los presidios de Toscana. El Piamonte
gana Tortona y Novara.
Durante este tiempo, Rusia ataca a Turquía y se apodera de Azov. Carlos VI,
libre ya de la guerra de Sucesión de Polonia, invade Servia, pero las tropas turcas,
que tienen las manos libres gracias a la conclusión de la paz con Persia, reorga-
nizadas especialmente por el aventurero Bonneval, ofrecen una resistencia inesperada
y rechazan a sus adversarios. Por la Paz de Belgrado, Rusia devuelve Azov, y
Austria, los territorios situados al sur del Danubio, el Save y la parte occidental
del banato de Temesvár (1739). Al año siguiente, Francia obtiene del sultán la
renovación de las Capitulaciones.
345
j
J
J
J
J
J
J
J
J
J
J
J
J
J
J
J
J
J
J
J
J
J
J
J
J
J
J
J
J
J
J
J
J
J
J
J
J
J
J
J
J
J
J
J
J
J
J
J
J
J
J
J
J
J
J
CAPÍTuLO XXIII
LOS HOMBRES
347
epidemias se hacen menos mortíferas, incluso menos frecuentes. A partir de 1685
la peste es excepcional en el occidente de Europa. Las severas medidas de aisla-
miento tomadas por las autoridades no resultan inútiles. La peste de Marsella
de 1720 se debe a un relajamiento de esas medidas; al menos, fue eficazmente cir-
cunscrita. Las numerosas epidemias (fiebre con transpiración, fiebre purpúrea...) no
ocasionan ya las mismas hecatombes que antaño. Se puede señalar en Occidente
al uso más común de la ropa interior, las bebidas fermentadas, que permiten re-
ducir la ingestión de aguas a menudo corrompidas al final del verano, y la dismi-
nución de las hambres, que se reducen a escaseces. Sin embargo, en 1740, la partida
dista .de estar ganada, puesto que la última grave crisis de alimentos de alcance
general parece ser precisamente la de 1740-1741. Además, las «quintas de efectivos
reducidos» provocadas por las hambres de 1693-1694, 1709-1710, 1719-1720, al lle-
gar a la edad adulta, rarifican la mano de obra, lo que quizá sea ventajoso para
los salarios y en consecuencia para el nivel de vida. Parece claro que se va hacia
una especie de saneamiento de la demografía. En fin, la guerra cambia de estilo.
Una mayor disciplina en el ejército logra que cause menos estragos fuera de los
campos de operaciones. La paz, que dura en general en Occidente de 1714 a 1742,
sólo es interrumpida por guerras de corta duración, bastante localizadas.
Sin embargo, las transformaciones no son las mismas en todas partes. Si, como
piensan muchos historiadores, la población de Francia ha disminuido a finales del
reinado de Luis XN, la recuperación se ha logrado hacia 1740, y la tendencia se
invierte. Pero no se tiene inmediatamente conciencia de ello y se continúa de-
nunciando la despoblación del reino. La población inglesa experimenta durante el
siglo XVII un aumento calculado en 25 %. Ahora bien, de 1700 a 1720, sufre una
crisis causada por un descenso de la natalidad y un aumento simultáneo de la
mortalidad. De 1720 a 1740, detenida la crisis, sus efectos se atenúan. El número
de habitantes aumenta tan sólo de manera insignificante. Se ha dado como expli-
cación de esta mediocridad la persistencia de un factor importante de mortalidad,
el abuso del alcohol (ginebra). No obstante, hay que subrayar que la crisis de 1710
no hace desaparecer por completo en Inglaterra los excedentes de nacimientos y
que éstos disminuyen cuando el precio del trigo baja, mientras que aumentan
cuando aumenta también el precio del trigo. Se trata de un fenómeno absoluta-
mente nuevo, que demuestra que la cosecha no ejerce ya sobre la demografía una
presión tan tiránica como en el pasado.
La población se acrecienta, en cambio, en la península escandinava, aunque la
guerra del norte, finalizada en 1720, marca una pausa, y el ritmo de expansión ya
no es tan importante como en el siglo precedente. Aumenta también en la Europa
mediterránea. España gana, según parece, dos millones de almas entre 1717 y 1768
(de 7 a 9 millones de habitantes). Este progreso aprovecha sobre todo a Cataluña
y Aragón. También en Italia el incremento varía según las regiones. Es grande en
el Piamonte, algo menor en las Dos Sicílias, mucho más débil en el resto del país.
En Alemania, prosigue la recuperación de las pérdidas debidas a la guerra de los
Treinta Años, sobre todo en Wurtemberg, en Pomerania. De manera general, la
población de la Alemania del Este crece mucho más deprisa que la del Oeste,
sin alcanzar la misma densidad. Las mismas tendencias se encuentran en el Im-
perio de los Habsburgo, donde, gracias a la colonización, la población de Hungría
se acrecienta más rápidamente que la de los Estados incluidos en el Imperio. La
población rusa aumenta al parecer en un 20 % entre el censo de 1719-1721 y el
de 1743-1747. También en este caso el aumento es más sensible localmente al este
y al norte, en las regiones de colonización. Por ejemplo, la zona de 40 habitantes
por kilómetro cuadrado señalada por P. Chaunu para 1620 se extiende principal-
mente al conjunto de Inglaterra y de Italia del norte y se forma con las conden-
saciones donde la densidad rebasa los 20 habitantes por kilómetro cuadrado alre-
dedor de Berlín, Varsovia, Budapest, San Petersburgo. Por el contrario, el centro
de España se despuebla, salvo en torno a Madrid.
348
tantes), Madrid y Lisboa. Italia sigue siendo el pais de las grandes
ciudades, a las que se añade Turín. Además de París (500000habi-
tantes), Francia posee varias ciudades cuya población Se sitúa entre
SO 000 y 100000 habitantes (véase pág. 285). En el Imperio, sólo
Viena supera los 100000 habitantes; Berlín y Praga, los 50 000. Las
ciudades crecen también en Polonia, pero poco en Hungría. En 1730
Moscú llega a los 138 000 habitantes y San Petersburgo a los 68 000.
La demografía urbana continúa distinguiéndose de la del campo por
una menor natalidad, salvo en lo que respecta a la natalidad ilegí-
tima, que aumenta, y una mortalidad superior, que afecta sobre todo
a los inmigrados recientes.
En Occidente, los movimientos migratorios de las poblaciones de-
jan de ser casi exclusivamente colectivos, al azar de las circunstancias
religiosas, políticas o militares. Toman una forma más individual, cuya
modalidad más corriente es el éxodo rural (ganapanes, sirvientes ...).
Un nuevo factor de migración aparece con el desarrollo de los ejérci-
tos, cuyos efectivos alcanzan en tiempo de paz aproximadamente un
hombre por cada 100 habitantes (un número superior en Prusia). La
insumisión, las deserciones, tanto como el servicio, dan lugar a des-
plazamientos. Al Este, en cambio, prosiguen las emigraciones en masa,
suscitadas por la colonización de las tierras conquistadas a los turcos,
,cuya revalorización emprenden los Hohenzollern o los Romanov. Re-
cordemos, por último, que las emigraciones a las nuevas Europas al-
canzan gran desarrollo con los progresos de la navegación y la paz
marítima que reina de 1713 a 1739. Los ibéricos son superados por
los franceses, los germánicos y sobre todo por los anglosajones.
349
Formación de los mercados nacionales
Los itinerarios más frecuentados son los anejos a las vías acuáticas. Sin em-
bargo, en varias naciones el Estado esboza ya una política viaria. A este respecto,
Francia lleva la delantera. Colbert plantea con claridad los principios de una polí-
tica nacional de las comunicaciones (P. Léon). Las vías más importantes deben
partir de París hacia las fronteras y los principales puertos. A falta de recursos
financieros, esta política no hubiese triunfado si los medios económicos no hubie-
sen compartido la misma aspiración. Antes de 1740 sólo se llevan a cabo mejoras
de detalle, pero, de 1680 a 1754, especialmente hacia 1740 gracias a la actividad
de Orry y Trudaine, se crea lentamente la administración real de Caminos y
Puentes. La prestación personal real de carreteras, aparecida localmente en 1680,
empleada más ampliamente desde 1720, se legaliza en 1738. Las carreteras están a
punto de ganar la partida a las vías acuáticas. Sin embargo, también se trata de
mejorar estas últimas. Los canales son todavía muy limitados. Los más importantes
unen París con el Loira, el Somrne con el Aisne. El Canal de los Dos Mares,
abierto en 1681, no tiene aún más que un tráfico restringido. Un esfuerzo análogo
se lleva a cabo por razones militares no sólo en Prusia, sino, ya en el siglo XVIII,
en parte de Alemania y los Países Bajos, que sigue de bastante lejos al de la Europa
central. Los caminos ingleses no serán objeto de cuidados vigilantes hasta después
de 1746, pero su red navegable es la mejor de Europa.
La organización de los transportes deja todavía bastante que desear. No obs-
tante, la diligencia, que lleva a una quincena de personas, reemplaza a los pesa-
dos vehículos del siglo XVII, que sólo transportaban a la mitad. La silla de postas
para dos o tres personas es más rápida, pero mucho más costosa. El acarreo está
asegurado sobre todo, incluso para muy largas distancias, por campesinos a los que
ofrece un recurso complementario. Salvo en los mejores caminos, los carros o carre-
tas llevan cargas que no llegan a la tonelada. El mulo desempeña aún en Francia
un papel considerable. La mayoría de las embarcaciones fluviales no rebasan las
70 toneladas, y no alcanzan las ISO toneladas más que en recorridos muy favo-
rables. En todas partes se tiende a una concentración de las empresas. Los viajes
siguen siendo largos e inciertos. De Ruán a París, el transporte por barco necesita
de 10 a 30 días. Por tierra, la velocidad va aumentando lentamente, de 40-50 kiló-
metros diarios a 80 kilómetros en los trayectos frecuentados, como París-Ruán y
París-Lyon. El correo cuenta con pocos itinerarios. Pero el tráfico postal se incre-
menta. Los transportes son aún costosos, a pesar de la disminución del número de
peajes.
350
El comercio marítimo
Poco a poco, los «maestros del hacha» del siglo precedente van cediendo el
puesto a los ingenieros. Aparejo y velamen se perfeccionan. Se navega de manera
más segura gracias a las cartas marítimas y a la invención del octante. Pero la
mayoría de estos progresos no pasan a la marina mercante hasta el período si-
guiente. Según parece, en 1661, frente a los 500 o 600 navíos franceses y un nú-
mero algo mayor de navíos ingleses, existen 3500 navíos holandeses. El desarrollo
de la marina francesa, iniciado por Colbert, detenido por la guerra, se amplifica
después de la Paz de Utrecht y permite a Francia seguir bastante bien los progresos
de la flota inglesa.
,
- ~
;;:: Bn,UOTECA ~
t ;;.J CENTl:LÁlSl
r,,\
trasa su empleo en Francia hasta la Revolución (véase pág. 333). La letra de cam-
bio representa en todas partes un papel esencial. El volumen de esta circulación
escrituraria se incrementa. El préstamo con interés es ahora utilizado sin ninguna
restricción digna de mención. El negociante prefiere emplear sus propios capitales
y no recurrir más que eventualmente a participaciones (partes, acciones). Los nego-
cios siguen siendo con bastante frecuencia, particularmente en Francia, negocios
familiares o de nombre colectivo agrupando a parientes, amigos o correligionarios.
En una plaza comercial, un pequeño número de hombres están vinculados entre
sí por los negocios. Para repartir los riesgos, se participa a la vez en varias em-
presas. La comandita es corriente en todas partes. El comanditario no es solamente
un prestador, sino que participa efectivamente en la empresa.
En Inglaterra y Holanda se supera a menudo este estadio y se forman verdade-
ras sociedades anónimas, que emiten acciones con dividendos variables y obligacio-
nes con anualidades fijas, en ocasiones reembolsadas por sorteo. Tales procedimientos
no son desconocidos en Francia. Obtienen un primer éxito clamoroso, aunque de
resultados desdichados, con el sistema de Law. Este capitalismo comercial se hace
<cada vez más internacional: naturales de Saint-Malo en Cádiz, ingleses en Liorna,
ingleses, holandeses y alemanes en Burdeos, en El Havre... El negocio no está es-
pecializado. Continúa frecuentemente apegado a los armamentos y los seguros.
Todos los negociantes son más o menos aseguradores, pero no son los únicos: hay
burgueses que consideran los seguros corno una inversión. El importe de las primas
de seguro permite calcular la importancia relativa de los riesgos: 2,5 % de puerto
2 puerto francés, 5 % hacia Cádiz o Constantinopla, 9 % hacia las Antillas. Dichas
primas disminuyen lentamente. Muchas casas de comercio actúan aún como ban-
cos, pero esta actividad tiende a hacerse cada vez más especializada. París se ha
<convertido en la principal plaza francesa, muy por delante de Lyon. Se encuentran
también Génova, Liorna, Cádiz y, sobre todo, Arnsterdam y Londres. Las Bolsas
<de valores constituyen los centros financieros internacionales más importantes y
plazas bancarias en relación con los gobiernos. Arnsterdam, Londres, Hamburgo,
Francfort del Meno y París son las más activas. En todas partes la expansión de
los bancos testimonia el desarrollo de los negocios, tanto corno las necesidades de
los Estados. La producción se ve así enfrentada a una demanda en aumento de
los mercados.
LA PRODUCCION
352
Elba y en Inglaterra, y a la concentración de la propiedad. Así se
generaliza el cultivo por arrendamiento o aparcería en el Oeste, por
prestación personal en el Este. En Inglaterra, la gran explotación se
extiende con los progresos de los cercados y la ganadería. Los cultivos
intensivos, iniciados en Flandes, ganan Norfolk y muchos sectores de
la cuenca de Londres. A partir de 1720, el erial tiende a ceder la plaza
a las praderías artificiales y a los nabos forrajeros. Con ello pueden
aumentarse los rebaños de bovinos y procurarse más abono. Esta «re-
volución» agrícola no Se extiende a la totalidad de Inglaterra hasta
después de 1740. En el continente, salvo en Flandes y en los paises
vecinos, hay que esperar a fines del siglo XVIII para que comiencen
estas transformaciones.
353
23. Corvisier.
estado de espíritu es el solo privilegio de algunos cultivadores. Los campesinos dan
más bien pruebas de aplicación. No mejoran casi las labores, pero las multiplican
y comienzan a preocuparse por una aplicación más juiciosa del abono en las
grandes llanuras del noroeste.
354
rante el siglo XVIII en Inglaterra, en los Países Bajos y las Provincias
Unidas y en Francia, sin que pueda saberse si este aumento aprovecha
mucho a los humildes.
En el continente, presenta por regla general una muy grande dispersión geográ-
fica debido al empleo de la madera como combustible (metalurgia, cristalería) y
del agua (papelería, curtidos) y sobre todo de la mano de la obra rural (tejidos).
Las industrias textiles representan una parte abrumadora de la actividad industrial.
No obstante, se esboza una especialización en torno a ciertos centros, como por
ejemplo, en Francia, los paños y los lienzos de Picardía, Cambresis, Champaña,
Alta Normandía, los lienzos del Maine y del Perche, los paños, lienzos y sedas de
la región lyonesa, los paños del Languedoc.
Dos sistemas se reparten la actividad industrial. El sistema corporativo no ha
dejado de extenderse sobre el continente, especialmente en Francia. Alentado aún
por Colbert (Edicto de 1673), es estimulado por la actitud de los mismos intere-
sados. Los oficios libres se convierten en oficios «reglamentados». Pero el sistema
de empresa va ganando las industrias clave (textil) o piloto (metalurgia), donde
es necesaria una relativa producción en masa, con frecuencia provocada por los
pedidos del Estado (paños para los uniformes, armamentos). A este respecto, Ingla-
terra demuestra un adelanto creciente.
355
resan más que a una parte de la opmion. También en este aspecto
Inglaterra demuestra un avance real mucho antes de que se produzca
la revolución industrial.
356
la mayor parte de Francia y sus vecinos. Por este motivo, el resta-
blecimiento será en ellas menos perceptible.
La recuperación económica
A partir de la Paz de Ryswick, se advierten signos de recuperación,
incluso en Francia, donde además el comercio se beneficia de la mo-
mentánea apertura del Imperio español. La recuperación se confirma
357
en todas partes después de la Paz de Utrecht, sobre todo alrededor
de 1730. Los metales preciosos afluyen de nuevo a Europa. La explo-
tación de las minas del Brasil alcanza su apogeo en 1695. La produc-
ción mundial de oro se duplica entre 1700-1720 y 1741-1760. La de
plata, que no ha bajado tanto, alcanza el mismo resultado en el pe-
ríodo 1761-1780. Se acrecienta la masa monetaria, y a ella se añade
una circulación fiduciaria en aumento. Las monedas se consolidan.
En Francia, a la liquidación del sistema de Law sigue la fijación de
la libra tornesa, que dota al país de una moneda estable durante dos
siglos (dejando aparte el intermedio revolucionario), puesto que el
franco germinal volverá a adquirir, con una diferencia aproximada
del 1 %' el valor de la libra del cardenal Fleury (E. Labrousse). Por
otra parte, la recuperación demográfica es general en la parte de Eu-
ropa más afectada por las crisis de finales del siglo precedente. La
producción vuelve a ponerse en marcha, alentada por el alza de los
precios. En el sector agrícola, todos aquellos a los que alcanza la co-
mercialización de las cosechas obtienen provecho de ella, especialmente
los rentistas del suelo, a los que corresponde una parte de las ventajas
debidas al aumento de la producción y la totalidad de las creadas por
el alza de los precios y de los arrendamientos. A pesar de esta última
circunstancia, los arrendadores se benefician del alza del precio de sus
productos. Quienes no producen lo bastante para vender excedentes
una vez asegurado el consumo familiar, al menos salen gananciosos
de encontrarse con menos frecuencia en paro y de verse ofrecer nume-
rosos trabajos complementarios. Este aumento del trabajo permite ha-
cer frente con mayor facilidad al fisco y mejorar el nivel de vida. Es
bien recibido en una civilización que no posee apenas la noción del
ocio.
En 1740 el cambio de la coyuntura no ha producido aún todos sus
efectos. Desigual y frecuentemente lento, no provoca un «despegue»
de la economía, que llegará más tarde. Sin embargo, es lo bastante
claro para 'tener consecuencias sociales importantes. En particular,
produce una apertura de toda la gama de las riquezas mobiliarias. Se
abre una fosa entre capitalistas, negociantes, industriales de una parte,
asalariados de otra.
El fomento de la economía
358
el grupo social al que tendían todas las ambiciones. El dinero no sig-
nificaba más que un medio para lograrlo. No es lo mismo ya en 1740.
Después de Holanda, Inglaterra ha abierto el camino a nuevas con-
cepciones de la sociedad. La seguridad que le proporciona su insula-
ridad, el aplastamiento de Irlanda en 1690 y la Unión con Escocia
en 1707 disminuyen en consecuencia el prestigio de las armas. La no-
bleza terrateniente se abre a la actividad económica, especula en la
Bolsa y sus segundones se lanzan a los negocios, uniéndose a la clase
de los monneyed meno Addíson en The Spectator y Steele en The Tatler
se burlan de los titulas debidos al nacimiento y de las costumbres de
la nobleza. La fortuna Se convierte en un ideal confesado. Se consi-
dera útil a la sociedad. El hombre de negocios es el nuevo ideal social:
«Un comerciante cabal es el mejor de los gentilhombres». La nobleza
no es ya una condecoración que consagra el éxito. Del mismo modo,
el ideal social del cristianismo ya no tiene valor para la minoría. Las
ideas inglesas se extienden por el continente desde el final de la guerra
de Sucesión española, pero el ideal de la sociedad de órdenes resiste
hasta mediados de siglo porque, para que se derrumbe, es necesaria la
conjunción de muchos factores.
359
CAPÍTULO XXIV
La Europa barroca
Italia sigue fiel al arte nacido en ella. Bernini continúa su obra en Roma hasta
su muerte en 1680, y sus discípulos imprimen a la capital del mundo católico su
aspecto monumental. Pero aparecen otros focos de arte barroco: Venecia, donde
Longhena construye la iglesia de la Salute, y TurÍn, que Juvara dota de monumen-
tos triunfales. El barroco, ya instalado en España en el arte pictórico, se apodera
de la arquitectura y la escultura con la familia Churríguera, que durante el si-
361
glo XVIII sella el arte español con ese «estilo churrigueresco» que inspira. retablos,
verdaderos edificios donde se amontonan escenas pobladas de numerosos persona-
jes, asociación en una profusión de detalles y de oros de la tradición plateresca y
del patetismo caro al alma española. La Europa central ve el triunfo del barroco, in-
troducido por artistas italianos en el periodo precedente. Son igualmente artistas
italianos los que, hasta finales de siglo, construyen palacios e iglesias en Praga, Viena
y Munich, Sin embargo, en Viena, liberada de los turcos y convertida en la capi-
tal de un gran Estado, nace una escuela original con Fischer von Erlach e Hilde-
brandt. Directamente inspirado en el barroco romano y el barroco veneciano, el
barroco vienés se inclina hacia las formas graciosas y complicadas que toman el
nombre de estilo rococó.
La invasión barroca afecta a Francia especialmente en el Mediodía, con el es-
cultor Pierre Puget. En 1665, Bemini es llamado a París para presentar un pro-
yecto de reconstrucción del Louvre. Los arquitectos franceses impiden su realización.
Este fracaso deja la vía libre a la expansión del estilo clásico. No es el único tes-
timonio de las dificultades con que tropieza el gusto barroco en Francia. En la
poesía, el género burlesco y el pastoral desaparecen poco más o menos hacia 1660.
Sin embargo, el barroco triunfa en todas partes, incluso en Francia, en las ar-
quitecturas provisionales levantadas para las ceremonias, las fiestas y los espectácu-
los. En el teatro, se imponen los decorados y la tramoya italianos, En fin, los ita-
lianos reinan en la música. Lulli en Versalles, Cesti en Viena se convierten en
los propagadores de los conciertos y las sonatas nacidos en Italia. La expresión
musical se enriquece y se disciplina con Scarlatti, Corelli y Vivaldi. Se requiere en
todas partes a los cantantes y los ejecutantes italianos. Pero el gran triunfo del
barroco italiano es la ópera, en la cual decorado, libreto y ejecución de inspiración
italiana se abandonan al gusto «de lo maravilloso, de lo patético y de lo tierno».
La Europa clásica
En el instante en que Luis XIV se convierte en «su primer mims-
tro», escritores y artistas franceses comienzan a dar al clasicismo gran
número de obras maestras. Luis XIV favorece quizás el clasicismo fran-
cés por reacción contra las modas italianas que Mazarino había alen-
tado, contra los frondistas, en muchos casos apasionados por el precio-
sismo, y contra la provincia. Durante este tiempo, el rey pensiona a
escritores de ambas escuelas, y los Placeres de la isla encantada le
muestran en 1668 sumiso al prestigio de la escenografía italiana. Pero
el arte clásico encuentra el apoyo de la burguesia, especialmente en
París. Se siente inclinado al orden, la simplicidad y la naturalidad.
Refleja asimismo la conversión al cartesianismo de la élite intelectual.
Por instinto, los escritores encuentran las reglas que les permiten de-
purar su genio creador, y Boileau las formula en su Arte poética de 1674.
Este esfuerzo sobre si mismo corresponde a una tendencia general en
la que Luis XIV y la mayor parte de la minoria están de acuerdo.
Tal tendencia Se halla en armonía con la concepción de la religión
y la monarquia de Bossuet y la desconfianza respecto al individualismo
político y el iluminismo religioso. La sumisión al orden divino, tanto
como el cartesianismo, contribuyen a obligar a los hombres a plegarse
a las leyes de la naturaleza. El arte clásico es igualmente un arte mo-
nárquico y estatal. Luis XIV se convierte, no en el único mecenas del
reino, pero con mucho en el más importante. La gloria de Dios y la
362
del soberano son las metas a que aspira el trabajo de los más grandes
escritores y artistas. El jansenismo no contraría en absoluto la pleni-
tud del ideal monárquico y clásico durante la primera mitad del rei-
nado de Luis XIV. De hecho, frente a la piedad italiana y española,
como frente a la Reforma, el jansenismo expresa a menudo tendencias
profundas de la espiritualidad francesa. Un jansenismo no militante
invita a vivir en el mundo sometiéndose tanto al orden político y
social como al orden natural, así como a las circunstancias, que sería
en vano pretender cambiar. La obediencia a las reglas se transforma
así en un parapeto contra la tentación de cambiar el orden establecido.
De este modo, alrededor de 1670 se sitúa un momento bastante
excepcional en la historia de la civilización francesa, del que no está
desterrado el barroco, en que Le Brun no ejerce aún una verdadera
dirección de las artes, en el que, sin embargo, el monarca y una gran
parte de la élite espiritual (comprendidos los protestantes), a pesar de
las controversias religiosas, coinciden en una comunidad de gustos y
una inclinación general por lo noble, lo amable, lo mesurado y lo
razonable.
363
La irradiación francesa en Europa
364
no ha conseguido implantarse con tanta fuerza y todo está dispuesto para modelar
las capitales, el clasicismo francés no encuentra apenas ningún obstáculo. Leblond
es llamado por Pedro el Grande a San Petersburgo. Dota a esta ciudad de pers-
pectivas imitadas de la ciudad de Versalles. Copenhague, Estocolmo y Berlín sufren
la misma influencia, a veces por intermedio de los hugonotes refugiados. Incluso
grandes artistas originales como Cristóbal Wren no pueden escapar a la lección
de los franceses.
El mundo científico
365
curan atraerse a los científicos más ilustres. No está lejos el tiempo en que los
gobiernos de Europa, aprovechando la ocasión de la conjunción de Venus y el Sol,
que se produce únicamente cada ciento veinte años, se concierten para hacer medir
la distancia del Sol a la Tierra (1761 y 1769). Cierto que en esta época el material
científico es aún reducido y que, a excepción de la astronomía y la geografía, la
investigación no precisa de fondos importantes. Puede quedar reservada a los
aficionados.
Ahora bien, el gusto por la ciencia se extiende a principios del si-
glo XVIII. Aparte el ejemplo dado por el Estado, los periódicos cientí-
ficos ejercen gran influencia: Journal des savants (1665), Philosophical
transactions de la Royal Society. El abandono progresivo del latín,
nunca completamente reemplazado por el francés, perjudica los con-
tactos entre los científicos, pero permite la afición a la ciencia en me-
dios más amplios. Se dan cursos públicos, como los del abate Nol-
let (1734) en París, que atrae a mucha gente porque se presentan en
ellos experiencias. Se multiplican los libros de vulgarización, como
Los espectáculos de la naturaleza del abate Pluche (1732). Pronto, al
lado de las bibliotecas, algunos hombres cultos, como Voltaire, se hacen
con una colección de ciencias naturales o un gabinete de física. Aunque
el público ilustrado continúa declarándose aficionado a la literatura, el
gusto se inclina más hacia las ciencias. Se dedica menos tiempo a la
meditación religiosa, a los exámenes de conciencia, a la ejercitación
del dominio de sí mismo, al análisis de los sentimientos humanos, a
la búsqueda de estilo y más a la observación de la naturaleza y a la
meditación filosófica.
366
En posesion de una sólida formación matemática, recibida muy joven en la
Royal Society, Newton toma parte en los progresos de las matemáticas realizadas
en el dominio del cálculo infinitesimal por Huyghens, Leibniz y los hermanos Ber-
nouilli. Profundamente religioso, reprocha al mecanicismo cartesiano el contener
un fermento de ateísmo. Visionario, repleto de teología, tratará de dar a su concep-
ción del mundo una finalidad. Sin embargo, su procedimiento es inverso al de
Descartes. Este reconstruye el mundo por el razonamiento y aplica su método a
los diversos campos de la ciencia. Newton parte de los fenómenos. Emplea el mé-
todo de inducción para generalizar partiendo de fenómenos debidamente experi-
mentados. Su idea genial consiste en relacionar la gravedad y la atracción de los
planetas. En 1687 publica una síntesis, los Principios matemáticos de la filosofía
de la naturaleza. Expone en ella la idea de una fuerza que actúa a distancia: la
atracción universal, y explica por ella la gravedad, las mareas. No obstante, dado
que esta obra aparece en pleno triunfo del cartesianismo, es acogida bastante fría-
mente. La mayoría de los científicos franceses sólo la conocen verdaderamente des-
pués de las guerras de Luis XN. En una segunda edición de sus Principios, New-
ton precisa su pensamiento para defender su obra. Aunque menos hostil que Male-
branche a la búsqueda de las causas, pretende atenerse a la experiencia.
Al mismo tiempo, el sistema de Descartes sufre otro asalto, procedente esta vez
de Locke, Mientras que Descartes piensa que las ideas son innatas, Locke, en su
Ensayo sobre el entendimiento humano (1690), afirma que nacen de nuestras sen-
saciones. La ciencia de Descartes se hunde. En el siglo XVIII, resta de la aporta-
ción de Descartes su método, la duda metódica, la necesidad de «evidencia», la
primacía del instrumento matemático, la concepción mecanicista del universo que
implica un determinismo absoluto.
367
La quimica está dominada por la búsqueda del agente universal que deter-
mina todas las acciones de unos cuerpos sobre otros. El alemán Stahl cree haberlo
encontrado en un fluido indetectable, el flogísto. El flogisto permite explicar los
hechos entonces conocidos, pero esta falsa vía entorpecerá los progresos de la cien-
ciaquímica hasta el último tercio de siglo. La geología, que no carece de rela-
ciones con la química, comienza a abrirse a la observación. Se visitan las grutas
y se observan los fenómenos volcánicos. El danés Stenon, analizando los terrenos
de Toscana, descubre la sedimentación y clasifica cronológicamente los fósiles.
El descubrimiento del microscopio permite el estudio de los tejidos vivos (Mal-
pighi), de los insectos (Van Leeuwenhoek), de los óvulos de los mamíferos, del
esperma humano, de los microbios, pero no se penetra el secreto de la generación.
Las ciencias naturales están obstaculizadas por la idea de las causas finales. El
abate Pluche se extiende complacientemente sobre el tema en Los espectáculos de
la naturaleza: «Las mareas han sido creadas para que los barcos entren más fácil-
mente en los puertos...». La clasificación de los seres vivos deja bastante que desear.
Para los animales, continúa empleándose la de Aristóteles. El sueco Linneo intro-
duce una gran mejora en su Sistema de la naturaleza, cuya primera edición aparece
en 1735. Simplifica la nomenclatura. Pero sigue viendo en la existencia de cada
especie un acto del Creador y no imagina que puedan cambiar. Además, hay
muchos errores en su catalogación.
EL «ESPIRITU NUEVO»
368
lUAPA
Formación de las monarquías austriaca y nruslana XVI
1------ M A R -----~,If}J
o E L N O R T E---'!<\
t===================-.
'1_- FRISIII
~lIRIEIITIIL
1744.
km
porcionan así una gran dífusión. Por ejemplo, las obras de Locke se
dan a conocer sobre todo por su traducción francesa (1700). En fin,
Holanda es el principal centro de la imprenta en Europa (Amsterdam,
Leyden). Se publican muchas obras prohibidas en otros lugares, es-
pecialmente en Francia. Son hugonotes los que animan los periódicos
literarios, como las Noticias de la República de las Letras de Bayle
(1683). Después del Tratado de Nimega, que reduce su importancia
económica, Holanda adquiere Un importante puesto en el campo de
las ideas.
Por mucho tiempo se ha creído en Francia que el espíritu nuevo consistía esen-.
cialmente en las «ideas inglesas», llegadas al reino después de la Paz de Utrecht.
Cierto que el final de la guerra permite numerosos intercambios entre Francia e
Inglaterra y que la Regencia deja durante algunos años mayor libertad de expre-
sión a los innovadores. Sin embargo, la evolución de las mentalidades había em-
pezado mucho antes. Sus principales componentes se encuentran en los estudios y
369
24. Corvisier.
reflexiones practicados siguiendo el método cartesiano. Un trabajo oscuro pero
inmenso es llevado a cabo por los eruditos laicos y religiosos, benedictinos refor-
mados de Saint-Maur, oratorianos y jesuitas, estos últimos constituyendo el grupo
de los bolandistas, que depuran las Vidas de los santos. Se recogen los textos anti-
guos y se editan cuidadosamente. En 1678, Charles du Cange publica su Glosario
del latín medieval. En 1681, mediante su De re diplomatica, MabilIon funda el
método moderno de la diplomacia. Estos esfuerzos son, por lo demás, corrientes en
la Europa de la época. En Inglaterra, BentIey clasifica metódicamente los testimo-
nios de la Antigüedad. La misma historia sagrada es objeto de una reordenación.
Siguiendo a Spinoza, el oratoriano Richard Simon, en su Historia crítica del Anti-
guo Testamento (1678), demuestra el carácter heterogéneo de los libros atribuidos
a Moisés.
Por otra parte, la influencia del método cartesiano alienta el pirronismo. Locke,
al afirmar que la fuente de todo conocimiento se halla en nuestras sensaciones, de-
duce de ello una filosofía empirista, renunciando a captar las verdades primeras,
considerando únicamente útiles las que conciernen a la dirección de nuestra vida.
Al mismo tiempo, la idea de relatividad, presentada por Pascal, desechada por los
clásicos en busca de lo universal, se revigoriza. Relatividad del gusto en el tiempo:
en 1687, Charles Perrault sostiene en la Academia Francesa la idea de que los
autores franceses modernos, es decir actuales, superan a los griegos y latinos. Es
el origen de la querella de los Antiguos y los Modernos, que Luis XIV apacigua.
Desde ese momento, el término «moderno» toma un sentido laudatorio. Relatividad
del gusto en el espacio: los relatos de viajes se multiplican e informan especial-
mente a las personas cultas sobre las costumbres de los hombres de Oriente y Ex-
tremo Oriente. Turquía y Persia son mejor conocidas y se ponen de moda (tur-
querías). Lo mismo ocurre con el Corán. Las mil y una noches se traducen al
francés en 1704. Yana se presenta el islam como una religión infernal. Se habla
de la sabiduría oriental. Los embajadores siameses llegados a la corte de Luis XIV
suscitan una viva curiosidad. Con la esperanza de hacer admitir los ritos chinos,
los jesuitas escriben relatos muy favorables sobre la China. El mito del buen sal-
vaje cobra nueva vida. En realidad, la referencia a civilizaciones diferentes es
frecuentemente un artificio utilizado por los escritores para denunciar los abusos
que advierten en Europa.
370
A partir de 1680, se ha realizado un cambio de orientación en las
mentalidades. El humanismo cristiano del siglo XVII se había preocu-
pado del hombre en sí. Ahora se ve en el hombre el ser social en sus
relaciones no sólo con el sistema de la naturaleza y con Dios, sino
también con su medio y sus instituciones. Se pone de moda aceptar
tan sólo lo que se conoce por la observación y la experiencia. Las ins-
tituciones religiosas, políticas y sociales deben someterse a la luz de
la razón. Al mismo tiempo, la confianza en la razón humana entraña
la idea de progreso. Un número cada vez mayor de personas piensa
que la edad de oro no se halla en el pasado, sino en el porvenir, y que
el hombre será su artífice.
371
3.° Una corriente monárquica burguesa se manifiesta en sentido inverso. Pri-
mero con el abate Dubois, que en su Historia crítica del establecimiento de la
monarquía afirma que la monarquía ha tenido que recuperar los derechos de rega-
lía usurpados por los feudales. Dubois justifica la monarquía no por el derecho
divino, sino por los servicios que ha prestado a la nación. Se trata, pues, de un
sistema político positivista e utilitario, apto para captar la posibilidad de llevar a
cabo todas las reformas razonables. De hecho, ésta será la corriente de Vo1taire.
Inspirará más tarde a los enciclopedistas. Pero tiene ya sus equivalentes en Europa
continental. Es el fundamento mismo del despotismo ilustrado.
372
en las capas populares, que relegan con frecuencia el servicro a las
zonas fronterizas y a la gente más miserable, el guerrero cede el puesto
al mercenario.
Al mismo tiempo, se desarrolla un ideal humanitario y utilitario.
La promoción de la economia alienta la iniciativa individual e invita
a sacudirse las trabas que las concepciones cristianas de la sociedad
oponian al éxito personal en los negocios. La propiedad deja de con-
siderarse como un servicio social gravado por servidumbres, y esto jus-
tifica por ejemplo los cercados y la liberación de las prácticas comu-
nitarias. La búsqueda del justo precio cede de manera confesada ante
la del buen precio, mucho antes de que los economistas hayan puesto
a punto su sistema. Incluso en Francia, en las relaciones entre señores
y campesinos, el aspecto casi afectivo de las relaciones de hombre a
hombre empieza a desvanecerse. Otro tanto sucede en el ejército con
las relaciones entre capitanes y soldados. De esto no se deduce inme-
diatamente que un nuevo sistema social reemplace al antiguo. El bur-
gués, al continuar deslizándose en la nobleza y adoptando su com-
portamiento, y el noble, al desdeñar la actividad económica, siguen
justificando los principios de la sociedad de órdenes. Para llegar a una
nueva concepción de la sociedad, es preciso que se conciba una nueva
finalidad de ésta.
373
El proceso de la sociedad de órdenes
374
QUINTA PARTE
375
número de historiadores hablan de la «Revolución atlántica»-, la
extensión del mundo colonial, el repliegue y el estancamiento de China,
sin olvidar la segregación de los pueblos llamados «salvajes». Sin em-
bargo, es preciso colocar a la cabeza de este estudio lo que fue el motor
de la evolución: la revolución intelectual y sus diferentes componentes
económicos y técnicos, científicos y morales.
376
CAPÍTULO :XXV
LA «REVOLUCION DEMOGRAFICA»
377
seguros. Durante mucho tiempo se había temido la despoblación, pero,
en la segunda mitad del siglo XVIII, algunos comienzan a temer la
superpoblación. Malthus, que en 1798 publica su Ensayo sobre los
principios de la población, es el más conocido, pero no el primero.
Estos temores deben ser confrontados con los cambios en la distribu-
ción de la población, pero, una vez más, es preciso distinguir según
los países.
El crecimiento de la población
378
este aumento se haya producido, puesto que, bajo el reinado de Luis XIV, Francia
es un Estado en los límites de la superpoblación. Hubiese sido necesaria una ver-
dadera revolución técnica para permitir progresos más importantes (J. Dupaquier).
La mortalidad retrocede, aunque irregularmente, a causa del espaciamiento y de la
atenuación de las crisis, y la natalidad sigue siendo ligeramente inferior a la de
Inglaterra. Por último, en las Provincias Unidas y en Suiza, la población aumenta
muy poco; en este último país, de recursos limitados, la emigración es un medio
de lucha contra la superpoblación,
379
europeas, con unos 800 000 habitantes, y París alcanza con seguridad
los 600 000. En Inglaterra, Manchester, Liverpool, Bírmíngham, Brís-
tal y Leeds han rebasado ya los 50 000 habitantes. Salvo Bristol, se
trata de ciudades industriales de progreso reciente. En Francia, Lyon
y Marsella rozan las 100000 almas, Burdeos, Ruán, Lille, Nantes y
Estrasburgo se escalonan entre los 90000 y los 50000 habitantes. Este
progreso de las ciudades está en relación con el despertar comercial en
todos los países; y por lo que se refiere a Inglaterra, hay que añadir
el despertar industrial.
La expansión colonial
En América, los portugueses desplazan el centro del Brasil hacia el sur y, en 1763,
Rio de [aneiro substituye a Bahía como capital. La colonización remonta los ríos.
En 1780, los españoles fundan Montevideo en América del Sur y colonizan las
380
costas de la Patagonia. En América del Norte, se establecen en California y fun-
dan San Francisco (1783). Vuelven a tropezar con los ingleses tanto en las islas
Malvinas como en Vancouver. Choiseul trata de compensar las pérdidas del Tratado
de. París (1763) mediante un ensayo de colonización de la Guayana, el cual ter-
mma en un fracaso (1764). Otras dos tentativas en 1784 y en 1787 no consiguen
mayor éxito. En Africa del Sur los portugueses se mantienen difícilmente en Mo-
zambique, pero amplían sus establecimientos en Angola, mientras que los holan-
deses tienen que sostener dos guerras contra los cafres. En Asia, la Compañía fran-
cesa de las Indias orientales, que había logrado colocar bajo su protectorado la
mayor parte del Dekán, se ve obligada en 1763 a renunciar y a contentarse con
cinco factorías (cf. pág. 437). Los esfuerzos de los franceses se dirigen entonces ha-
cia Indochina, con la acción misionera de monseñor Pigneau de Béhaine, ayu-
dado por comerciantes de Pondíchery, La Revolución interrumpe esta tentativa. La
East India Company extiende su autoridad sobre Bengala. Por último, en 1788
comienza la colonización de Australia.
Inglaterra y Francia llevan a cabo un comercio activo con sus Indias occidenta-
les: importaciones de azúcar, de café sobre todo, y también de algodón, índigo,
especias; exportaciones de productos manufacturados, de lana, vinos, frutos. Además,
participan ampliamente en el comercio de la península ibérica y, a pesar. del pacto
colonial en vigor, en el de la América española. Este último comercio les vale, en
pago de los objetos manufacturados vendidos, cierta cantidad de monedas de oro
y plata. Las trece colonias inglesas de América del Norte producen pocos géneros
de gran valor. Sus exportaciones de grano, maderas y alquitranes a Inglaterra no
logran compensar las importaciones de productos manufacturados, de. los que su
numerosa población tiene necesidad. Restablecen entonces su balanza comercial
381
vendiendo sus productos a las Indias occidentales inglesas y también enviándolos
directamente hacia el Mediterráneo.
Por el contrario, las Indias orientales continúan exportando más de lo que
importan, ya que las poblaciones indígenas son muy pobres e incluso quedan en
ocasiones fuera de todo circuito comercial. Algodones, sedas, índigo, azúcar, arroz,
té, venidos de estos países representan en general un valor doble al de los tejidos,
cueros, metales que les vende Europa. De este modo, el comercio con la India y
la China ocasiona siempre una especie de transferencia del oro y la plata proce-
dentes de América hacia el Asia. Sin embargo, los ingleses, una vez que se han
instalado en Bengala, comienzan a compensar las pérdidas de metales preciosos
mediante la venta de opio en China.
Las mismas caracterlstícas se encuentran en Levante y el Oriente Medio, don-
de los franceses son los principales intermediarios en los intercambios de algodón,
cueros, grano, aceites, especias del Imperio otomano y los productos manufacturados
y los artículos coloniales. El cuarto complejo comercial es el del Báltico. Por mucho
tiempo, este granero de la Europa occidental había hecho la prosperidad de Danzig
en los periodos de escasez, pero la preponderancia pasa ahora a puertos situados
más hacia el Este. La madera para construir armazones procedente de los países
bálticos, de Finlandia y de Suecia es objeto de una creciente demanda a partir
de 1760; también lo es el hierro de Suecia, y sobre todo de Rusia. Ingleses y holan-
deses desempeñan un papel importante en el mar Báltico, pero mientras los pri-
meros reservan los productos del Báltico para su mercado interior, los segundos los
reexpiden a Europa. Inversamente,' ingleses y holandeses aportan a, los países del
Báltico productos mediterráneos (sal, vino), arenques, tejidos y, desde 1740, más
algodón y lana en bruto y sobre todo productos coloniales.
382
reduce los derechos sobre los productos textiles, cueros y ferretería in-
gleses; Inglaterra, 'a su vez, sobre los vinos y aguardientes franceses.
383
riores, más antiguas, hacen la sociedad más dinámica. Las exportacio-
nes aseguradas de productos manufacturados con destino a las trece
colonias, cuya economía es complementaria de la Gran Bretaña, actúan
como un estimulante, tanto más potente cuanto que· el ingreso medio
es allí más importante que en otros lugares, y las desigualdades de
fortuna menos acusadas. En Inglaterra la producción nacional se ve
estimulada primero por las exportaciones, más tarde, hacia finales de
siglo, por el desarrollo cada vez mayor del mercado interior. Francia
no se beneficia de circunstancias tan favorables. Exporta sobre todo
productos naturales o reexporta productos coloniales, que no siempre
son objeto de una transformación industrial. La demanda de produc-
tos manufacturados franceses no se encuentra apenas estimulada, salvo
en las Antillas. En Inglaterra, donde la demanda aumenta con mayor
rapidez que el número de obreros, Se hace necesario buscar nuevas
técnicas. Por ello, puede considerarse que la revolución industrial es
hija de la expansión del comercio atlántico.
384
Se realiza siguiendo las vías del comercio y encuentra sus enlaces entre
la burguesía mercantil, cuando ésta se halla lo bastante bien consi-
derada como para influir en la opinión y en las modas. Por ejemplo,
la influencia colonial es más fuerte en Grenoble que en la mayor parte
de las pequeñas ciudades de Bretaña, "situadas, sin embargo, en las
proximidades de los grandes puertos. A finales del siglo XVIII las in-
fluencias exteriores, especialmente las atlánticas y las coloniales, han
contribuido a aumentar los contrastes entre las regiones, las clases, los
gustos y las mentalidades.
385
25. Corvisier.
En Francia, el aumento de la población da lugar a roturaciones. Es en el primer
tercio de siglo cuando se produce la tendencia al abandono de las malas tierras a
cambio de nuevas roturaciones. Durante los años 1760-1770, se toman medidas ins-
piradas por la escuela fisiocrátíca (cf. pág. 390) Y por agrónomos como Duhamel
du Monceau, que parten de experiencias personales y del ejemplo inglés. Bertin,
interventor general de Hacienda, más tarde secretario de Estado de la Economía,
exime de la taille, del vigésimo y después del diezmo, durante veinte años, el pro-
ducto de las tierras roturadas o ganadas a los pantanos. La roturación es sobre
todo obra de los grandes propietarios. Presenta cierta importancia en Bretaña,
Provenza y Borgoña. C.-E. Labrousse la ha estimado, para el conjunto del reino,
en 2,5 % de la superficie cultivada. Las sociedades y los periódicos dedicados a la
agricultura, que se van propagando, buscan sobre todo estimular el rendimiento.
El barbecho es denunciado como un oprobio. Algunos grandes señores llevan a
cabo experiencias, de las que se ocupa con complacencia la literatura agronómica.
Sin embargo, en la práctica, salvo en Flandes y en Alsacia, el retroceso del bar-
becho es muy poco notorio. Hacia 1800 las praderas artificiales no representan toda-
vía más que 10 % de la extensión de las tierras en barbecho. El rendimiento medio
se mantiene, e incluso progresa ligeramente, a pesar de que se comienza a cultivar
tierras ingratas. También es probable que haya aumentado el rendimiento de los
terrenos tradicionales (C.-E. Labrousse). En general, la producción agrícola fran-
cesa experimenta cierto progreso, que se pone de manifiesto especialmente en los
viñedos, en los cultivos de cáñamo, lino y morera y en el trigo, a expensas del
centeno.
La Revolución industrial
386
contra las reticencias de los industriales, poco deseosos de arriesgar sus
capitales en la compra de máquinas cuyos resultados no son aún co-
nocidos. Los obreros, temiendo perder su trabajo por la economía de
mano de obra que éstas permiten realizar, se entregan a veces a la
destrucción de las máquinas.
387
de el uso del carbón en la producción del vidrio, la industria química, las refine-
rías de azúcar, y Francia se ve obligada a importar hulla, especialmente de Ingla-
terra. A pesar de ello, el retraso técnico con respecto a Inglaterra se incrementa.
La anglofilia ayuda al despertar de la «conciencia técnica» (P. Léon). El go-
bierno alienta la producción industrial y la adopción de nuevas técnicas. Algunos
franceses se traen de Inglaterra máquinas y técnicos. Holker, jacobita católico re-
fugiado en Ruán en 1746, es el mejor introductor de las «mecánicas inglesas». Pero
los ingleses desconfían, y los franceses tienen que proceder a un verdadero espio-
naje industrial. Sin embargo, a partir de 1763-1770, esta desconfianza desaparece, y
una serie de misiones industriales francesas son admitidas en Inglaterra. Verdaderas
«colonias» inglesas se instalan en Normandía,· Lyon, Bourges, Saint-Etíenne, colo-
nias que trabajan sobre todo los tejidos de lana y algodón. Los franceses cobran
pasión por la mecánica. A partir de 1742 Vaucanson renueva el utillaje de los
talleres de sedería, y los hermanos Montgolfier el de la industria del papel. La
producción aumenta en cantidad y en calidad. Pero, desde 1744, las innovaciones
se ven obstaculizadas por las rebeliones obreras contra las máquinas; las destruc-
ciones de máquinas llegan al paroxismo entre 1788 y 1789. En vísperas de la Re-
volución, la «revolución técnica» se manifiesta más como signo que como realidad
(P. Léon).
«LUCES» Y SENSIBILIDAD
388
instinto y la sensibilidad, Se relaja el control que la moral clásica
pretendia conseguir sobre la naturaleza humana.
389
como el rayo, que hasta el momento habían parecido enviados por la
voluntad divina. Pero al mismo tiempo los científicos se sienten atraí-
dos por la investigación de las cualidades ocultas de los cuerpos, lo
cual extravía a muchos por el camino del charlatanismo (cubeta de
Messmer). Las clases populares se muestran mucho más reticentes
(destrucción de pararrayos y de montgolfieres), La ciencia no ha con-
quistado todavía la sociedad europea.
390
debe garantizarlas. Es preciso suprimir los obstáculos a la producción,
a la circulación y al consumo de productos. La doctrina fisiocrática es
individualista. Reclama la libertad politica y la libertad económica
(laissez [aire, laissez passer] y se resigna a la desigualdad social, reco-
nocida como una ley natural. Turgot es el primero en formular la «ley
de bronce de los salarios»: con el fin de mantener los precios de coste
lo más bajos posible, los salarios deben asegurar únicamente la sub-
sistencia de los trabajadores. El mejor Estado es el que menos gobierna.
El concepto de «Estado providencia» correspondiente al Antiguo Ré-
gimen es substituido por el de «Estado policía», cuya única finalidad
consiste en asegurar el orden, la propiedad y la libertad individual
y económica. Algunos economistas hacen más flexible el pensamiento
de su maestro. Gournay extiende su favor a los industriales; Turgot
aplica estas ideas a la administración. El verdadero fundador del libe-
ralismo del siglo XIX es Adam Smith, cuya obra Investigación sobre la
naturaleza y las ceuscs de la riqueza de las naciones (1776) expone que
el orden natural es el mejor para regular las relaciones entre produc-
tores y consumidores. La fijación del salario debe resultar de la dis-
cusión entre el capitalista y el trabajador. De este modo, Adam Smith
admite implicitamente la lucha de clases como una ley natural.
391
quina, 1747), Helvecio (Del espíritu, 1758), D'Holbach (El sistema de
la naturaleza, 1770), explican todo por las propiedades de la materia.
Todos ellos piensan que las sociedades deben estar organizadas para
la dicha. Se considera como legitima la búsqueda del placer. La vida
en sociedad exige el respeto de los derechos naturales y, en consecuen-
cia, la tolerancia y el ejercicio de la filantropía. Algunos reconocen el
derecho a la insurrección en caso de violación de estos derechos natu-
rales, pero la mayor parte estima que tales derechos se encontrarían
mejor garantizados por un príncipe ilustrado y todopoderoso. Supresión
de la servidumbre, libertad económica, tolerancia religiosa, supresión de
los privilegios de nacimiento en nombre de la igualdad de derechos,
defensa de la propiedad que consagra la desigualdad de los talentos
son las ideas más extendidas en el mundo de las Luces. ASÍ, los filó-
sofos en general no son demócratas. Sin embargo, se muestran favo-
rables a la extensión de la enseñanza. Piensan que la justicia debe ser
mitigada y su intervención reservada a la defensa de la sociedad. Es
lo que expresa el italiano Beccaria en su Tratado de los delitos y las
penas (1764). Los filósofos condenan la guerra, en ocasiones incluso la
guerra defensiva. La doctrina de los filósofos mina la religión reve-
lada, la autoridad de la Iglesia y la monarquía de derecho divino, pre-
parando así el camino para el «despotismo ilustrado». Hay que aña-
dir que la opinión de los filósofos no siempre coincide sobre estos
problemas.
De entre todos ellos, el más individualista es J.-J. Rousseau
(1712-1778).
392
dad mediante leyes sobre la herencia; autoritaria: todos los poderes pertenecen al
pueblo, que da a conocer su voluntad por medio de plebiscitos; y, finalmente, deísta:
una religión civil sin dogma, sin culto ni sanción resulta indispensable para formar
el espíritu cívico y garantizar la virtud. Sin embargo, Rousseau no disimula que
una tal democracia sólo es posible en pequeños Estados. En sus proyectos de
constitución para Córcega o Polonia se muestra mucho más reservado.
393
Su formación religiosa deja a veces que desear. Reclutados frecuente-
mente entre la pequeña burguesía, se sienten menos próximos a la
jerarquía salida de la nobleza que a su medio de origen. Desde la res-
tauración católica del siglo XVII, la fe se ha depurado. ¿Es que resulta
fácil mantener las exigencias espirituales a un nivel muy elevado
cuando las solicitaciones del mundo cobran una nueva extensión y
variedad? Por otra parte, los creyentes no rechazan sistemáticamente
las «Luces». Además, las controversias entre jansenistas y jesuitas to-
man a menudo un carácter poco evangélico, proporcionando argu-
mentas a los adversarios de la Iglesia. En los países protestantes, las
Iglesias se encuentran minadas por su dependencia del Estado y la
tendencia a la religión natural. Sin embargo, también se producen
movimientos de renovación (pietistas en Alemania, Suecia, Dinamarca;
evangelistas en Inglaterra), que conducen a veces hasta la disidencia
(metodistas).
La propaganda filosófica se extiende por todas partes. A pesar de
grandes dificultades, Diderot concluye la Enciclopedia, trabajo que ha-
bía emprendido con D' Alembert, Instrumento precioso de conocimiento,
la Enciclopedia hace penetrar las ideas de las «Luces» en todas las mi-
norías intelectuales. Una Enciclopedia británica (a partir de 1768) y
otra alemana (a partir de 1778) ejercen igualmente gran influencia.
A mediados del siglo XVIII los salones se multiplican (Madame du Deí-
fand, Mademoiselle de Lespinasse, Madame Geoffrin, D'Holbach...).
En vísperas de la Revolución se han multiplicado hasta tal punto que
su acción Se diluye en las otras formas de propaganda. Con frecuencia
ocurre lo mismo can las Academias de provincia, invadidas por el
formalismo. Sin embargo, algunas de ellas cuentan con verdaderos
despachos de correspondencia. Los relevos se aseguran por los .medios
más diversos: francmasonería, sociedades de enseñanza, periodismo
militante.
394
largo período de reflexión y de experiencias (en Francia, de 1762 a 1802). Orato-
rianos, doctrinarios, seculares y laicos tratan de introducir en los colegios ense-
ñanzas especializadas sobre historia, geografía, ciencias naturales. En las grandes
ciudades, se fundan clases públicas (<<Musée» de Court de Gébelin, «Lycée» de La
Harpe en París... y en otras partes, numerosos y a menudo efímeros cursos de
medicina, física, navegación...). En ocasiones, la sed de saber es puro esnobismo.
En la primera mitad de siglo, el periodismo se orienta sobre todo hacia la infor-
mación y, salvo en Inglaterra y en Holanda, se halla estrechamente controlado por
el Estado (ejemplo: monopolio de la Gazette de France). En Francia, las campañas
de opinión no se realizan a través de los periódicos. Voltaire pide la revisión del
proceso de. Calas por medio de una activa correspondencia. La multiplicación de
los periódicos (numerosos Annonces, Affiches ...) y la benevolencia creciente de los
censores hacen el control cada vez menos eficaz. Los diarios, aparecidos en Ingla-
terra (Morning Chronicle, 1769, Times, 1785), se introducen en Francia Uournal
de Paris, 1777, [ournal de politique et littérature de Panckoucke). Un periodismo
internacional, que con frecuencia utiliza la lengua francesa, tiene su sede en Lon-
dres y en Holanda. Por último, un periodismo clandestino, compuesto de libelos y
de «noticias a mano», se muestra muy activo. Sin ser reconocida, la libertad de
expresión se hace bastante amplia en Francia durante los últimos años del Antiguo
Régimen.
El individualismo da lugar a un vigoroso brote de ideas y de muy
vivas controversias, que animan los lugares de reunión en esta «edad
de oro de la vida de sociedad»: salones, teatros, cafés, paseos (galerías
del Palaís-Royal), en donde ganan un público más amplio, si bien es
verdad que dejan de lado la casi 'totalidad de las personas preocupadas
por su trabajo manual y por su subsistencia. La corriente sentimental
contribuye a despertar un deseo por lo sobrenatural, que la filosofía
no satisface y que las «Luces» desvían con frecuencia, y alienta el
iluminismo. Aparecen profetas que pretenden ser capaces de penetrar
el más allá, como el sueco Swendenborg o el ciudadano de Zürich
Lavater. Esto explica también el éxito de charlatanes taumaturgos
como Cagliostro o Mesmer. En vísperas de la Revolución, se ha exten-
dido cierto mesianismo entre las mentes ilustradas que son al mismo
tiempo almas sensibles.
La filosofía de las Luces gana a la élite europea. El movimiento
Aufklorung es su versión alemana. Sin embargo, el cosmopolitismo a
la francesa se halla en retroceso. El clasicismo y las modas francesas
han engendrado cierta lasitud y suscitado reacciones nacionales. Por
otra parte, la influencia francesa sirve con frecuencia de vehículo a
la anglomanía. La evolución de la literatura inglesa, el despertar de la
literatura alemana constituyen una reacción contra la influencia fran-
cesa. Además, y en cierta medida, Rousseau revela a los escritores in-
gleses y alemanes las riquezas de una sensibilidad que el clasicismo
había sido incapaz de contener. Es la época en que Macpherson pu-
blica los poemas atribuidos a Osián (a partir de 1760) y en que Herder,
en Alemania, evoca el alma de los pueblos. El prerromanticismo (en
Alemania, Sturm und Drang) fortalece los patriotismos intelectuales
y va al encuentro de las aspiraciones universalistas del movimiento de
las «Luces».
395
Bibliografía: R. MOUSNIER y C.-E. LABROUSSE, Le xvtn- siécle. F. BRAUDEL Y
C.-E. LABROUSSE, op. cit. H. REATON, R. MANDROU, M. REINHARD, A. ARMENGAUD
Y DUPAQUIER, op. cit. R. MOUSNIER, Progrés scientifique et technique au XVIII' sié-
ele, 1958. P.MANTOUX, La révolution industrielle en Angleterre, 2." ed., 1959.
A.-J. BOURDE, Les agronomes en France au XVIII' siecle, 1967. L. TRÉNARD, His-
toire sociale des idées; Luon, de 1'«Encyclopédie» au préromantisme, 2 vols., 1958.
P. HAZARD, La pensée européenne au XVIII' siécle, 3 voIs., 1946. C. BELLANGER,
J. GODECHOT, P. GUlRAL y F. TERROU, Histoire de la presse, t. 1, 1969. R. MAUZI,
L'idée de bonheur dans la littérature et la pensée franc;aises au XVIII' si€cle, 1960.
396
CAPÍTULO XXVI
397
tierra y el retroceso del openfield. Así sucede sobre todo por lo que se refiere a los
ricos propietarios aristócratas o burgueses. La decadencia de los pequeños campe-
sinos se prosigue, aunque sin presentar, según parece, ningún carácter dramático.
Muchos de ellos aceptan vender sus tierras y probar su suerte en pequeñas empre-
sas manufactureras o bien convertirse en arrendatarios de los landlords, lo que,
teniendo en cuenta la carestía del trigo, no carece de ventajas. Las principales
víctimas son los jornaleros, que no siempre se hallan en situación de explotar los
campos que se les concede con ocasión de la partición de las tierras comunales y
de la supresión de los derechos de uso. No obstante, la agricultura intensiva se
extiende y exige mucha mano de obra, lo cual limita el éxodo rural. A pesar de
ello, la población urbana alcanza de 20 a 25 % de la población, por tanto un
porcentaje sensiblemente mayor que en Francia. La ganancia de los industriales se
eleva bruscamente con el empleo de las máquinas, hasta el 15 o el 20 % anual del
capitaL Esto permite el autofinanciamiento y el desarrollo de las fábricas (factory
system) a partir de 1785 a expensas de los talleres dispersos (putting out system).
398
pero el gobierno whig realiza en ella un gran esfuerzo. Se construyen carreteras y
se estimula la pesca, el comercio, la fabricación de lienzos. Las Highlands salen de
su aislamiento, y los escoceses participan en la revalorización de las colonias. Se
efectúa asimismo un gran esfuerzo en lo que respecta al ejército (organización de
la Secretary at War, adopción de un uniforme, construcción de cuarteles, disciplina
prusiana), y la marina de guerra llega a alcanzar las 320000 toneladas, con tri-
pulaciones bien entrenadas. Esto permite a Inglaterra hacer frente a una temible
guerra, en la que tiene que sostener a su aliada Prusia en el continente y tomar
en todas partes la ofensiva, tanto en el mar como en las colonias. Dado que la
guerra de los Siete Años comienza mal para Inglaterra, Jorge n recurre a William
Pítt, que impone un verdadero gobierno de salvación pública, apoyado en el Par-
lamento (1756). A su muerte (1760), Inglaterra ha eliminado a Francia de la
India y del Canadá.
399
personalmente al rey en su periodo (1763). Perseguido, excluido de
los Comunes, se Ve obligado a exiliarse. De regreso en Inglaterra, es
varias veces reelegido e invalidado. La sociedad de Defensa del Bill of
Rights congrega grandes mitínes, defiende a Wilkes, reclama mayor li-
bertad para la prensa y obtiene la publicidad de los debates parlamen-
tarios. Algunas sociedades de provincia piden una reforma electoral, así
<como la lucha contra la corrupción política. El movimiento abandona
a Wilkes, convertido en lord alcalde de Londres. Entre tanto, la agi-
tación gana a las masas populares, excitadas por una demagogia anti-
papista, y provoca graves motines (Cardan riots, 1780). Después de la
caída de lord North, la inestabilidad ministerial prosigue. Jorge III
llama al segundo Pitt. Este se gana a los diputados' independientes,
constituye un nuevo partido tory reformador y nacional que colabora
con el rey en la normalización de la situación (1783) y obtiene una
fuerte mayoría en las elecciones de 1784. Se restablece el equilibrio fi-
nanciero, comprometido por la guerra, se reorganiza la administración
,de [a East India Company (India Bill, 1784), se instala a los america-
nos legitimistas en Nueva Escocia y Nueva Brunswick. La prosperidad,
momentáneamente interrumpida, se restablece pronto e Inglaterra puede
firmar con Francia un tratado de comercio (1786). Por espacio de al-
gunos meses, Jorge III pierde la razón (invierno 1788-1789), y el prin-
cipe de Gales reclama la regencia. Pitt lleva la cuestión ante el Parla-
mento, que, de este modo, aun respetando la prerrogativa real, ve su
prestigio reforzado.
La civilización inglesa
400
Los conflictos del siglo XVIII en Europa XVIII
x- Batallas
1) Tratados de paz
1 !
O 300 km
Edimburgo
Belte-Ile
1759;1761
~'GIBRALTAR
.1727, 1780, 1782
del régimen electoral. La corriente sentimental predomina sobre la co-
rriente racionalista. Rechazando el ejemplo francés, Inglaterra se coloca
en el campo de la contrarrevolución (Burke, Reflexiones sobre la Re-
volución francesa, 1790).
La movilidad social
402
El género de vida y la mentalidad de los nobles se diversifican en
función de su fortuna. En apariencia, nada aproxima al noble de corte,
de vida fastuosa, o incluso al «barón del trigo» tolosano a la plebe
nobiliaria, ya laboriosa, ya ignorante y fatalista. Sin embargo, por
diferentes que sean, todos los nobles guardan la conciencia de su or-
den y permanecen unidos para la defensa de su estatuto y de sus
privilegios, dando ya a esta palabra el sentido moderno de ventajas
particulares.
En la burguesía, la movilidad social ha sido siempre importante.
Existen dos vías. La vía tradicional y lenta de la burocracia permite,
a fuerza de perseverancia y de economías, adquirir un cargo modesto
y venderlo después para comprar un cargo más elevado, a menos que
la necesidad de colocar a varios hijos agote los recursos. Por tanto,
no es raro -ver a la vez en la misma familia artesanos y funcionarios
de escasa importancia. La otra vía, más rápida y más aleatoria, es
« la de los negocios (ejemplo: los hermanos Páris), Las guerras, por la
necesidad de proveedores, y el sistema de Law aumentan las ocasiones.
En ambos casos, la ascensión de la familia comienza a menudo en
una aldea, se prosigue en una ciudad y se acompaña de la adquisición
de tierras. De los cargos señoriales y municipales y de los empleos
administrativos subalternos, algunos Se elevan a los cargos reales; del
comercio de granos o del arrendamiento general de un señorío, a ne-
gocios más importantes. A cierto nivel de fortuna, se ambicionan
cargos costosos, susceptibles de procurar la nobleza (secretarios del
rey), y la posesión de señoríos. Los estudios son cada vez más el acom-
pañamiento de toda ascensión, tanto por la educación y las relaciones
que procuran los colegios como por la instrucción que en ellos se re-
cibe. De este modo, se constituye una burguesía acomodada, instruida,
cuyo género de vida tiende hacia el de la nobleza y a la que no falta
más que el nacimiento. En cuanto a las hijas, una buena dote puede
compensar un nacimiento plebeyo. Los hombres tratan de hacer ol-
vidar su condición por el servicio de las armas, al menos antes de que
la reacción nobiliaria haga más difícil el acceso al grado de oficial.
En la época de las «Luces», los «hombres de talento» se multi-
plican y son mejor considerados: ingenieros, médicos, abogados, y
~también artistas, escritores, periodistas. Para las últimas categorías, la
posición es personal y raramente se convierte en familiar. Esta bur-
guesía puede encontrarse con la nobleza en las academias, sociedades
de pensamiento e incluso en los salones. Así, nobleza y talentos parecen
reunirse en lo que se puede llamar la élite (M. Reínhard), Por lo de-
más, la vocación de la nobleza 'se ve frecuentemente puesta en tela de
juicio. Con algunos meses de distancia, aparecen en 1756 La nobleza
militar del caballero d' Arc y La nobleza mercantil del abate Coyer.
Mientras que el primero desea una nobleza de servicio en la que se
403
admita a los plebeyos que se hayan distinguido en las armas, el se-
gundo denuncia las leyes que castigan con la derogación a los nobles
que practican el comercio al por menor, asi como los prejuicios que
extienden la prohibición a todos los negocios. Por otra parte, hay que
hacer notar que en los últimos tiempos del Antiguo Régimen los en-
noblecimientos recompensan con mayor frecuencia a «hombres de
talento», armadores, negociantes e industriales que a los militares.
De hecho, si bien existe una aproximación entre la nobleza ilustrada
y la alta burguesía, el nacimiento sigue siendo un temible obstáculo
juridico y moral.
Las posibilidades de ascenso social quedan abiertas para las cate-
gorias más humildes de la población. La apertura está condicionada
por la selección y el azar. Se forma una élite popular entre la gente
que ha tenido la suerte de escapar a las consecuencias de los periodos
de escasez. Existen varias vias para la ascensión. Los campesinos pro-
pietarias, los arrendatarios, el personal del señorío representan una
pequeña burguesia rural. En las ciudades, son los artesanos indepen-
dientes, los maestros de los oficios tradicionales que han seguido siendo
corporativos. Los hijos van a la escuela y a veces al colegio. Las com-
pras de pequeños terrenos suponen con frecuencia los primeros pasos
para abandonar las clases populares. Otra vía se abre desde el reinado
de Luis XIV y sobre todo bajo Luis XV con el servicio del Estado. Es
ante todo el ejército el que proporciona el pan a muchos miserables
y, para los que saben leer y escribir, el acceso a lacategoria de «ofi-
ciales de baja graduación». A partir de 1764, las pensiones de inva-
lidez concedidas 'a los mutilados y a los soldados veteranas (sueldo
completo al final de 24 años de servicios, medio sueldo a los 16 años)
crean un nuevo tipo social, el soldado veterano, generalmente bas-
tante desbastado. En la administración, los empleos subalternos se
multiplican: caballeros de gendarmería, guardagabelas, guardas de
arsenales..., que se dan a aquellos que saben leer y escribir y que con
frecuencia proceden del ejército. La alfabetización permite o consagra
el acceso a esta élite popular, que se pretende distinta de las demás
clases populares y no se aproxima a ellas más que en los periodos de
carestia o de descontento general. No obstante, el acceso a esta mi-
noria popular se halla cerrado para la mayor parte de los obreros de
la industria capitalista, para los «artesanos dependientes», por ejemplo
los de la industria textil, cuya única conquista es el descenso de la
•..¡¡. mortalidad; y aún, algunos de estos hombres corren el riesgo, en caso
de crisis económica, de caer en las «clases peligrosas». Pero por res-
tringidas que parezcan las posibiliddaes de ascensión social, han llegado
a ser mucho más amplias que en el siglo precedente.
404
El esplendor de la civilización.
Arte y sociedad en el siglo XVIII
El puesto que ocupaba la monarquia en el mecenazgo durante el
siglo precedente se reduce. La élite social hacia la cual tiende una
parte de la nobleza y la burguesia se convierte en la inspiradora del
gusto, que cobra asi un carácter menos solemne.
405
una inspiración rural o profesional, pero la moda sentimental conquista a la pe-
queña burguesía y penetra en los hogares más humildes, en forma de grabados re-
lativamente poco costosos que reproducen algunas obras célebres (especialmente de
Greuze) o desechados por la burguesía, de humildes cuadros de papel pintado o
de menudos objetos. Pero los que permanecen fuera de la élite popular no son
influidos, y el foso se ensancha entre la mentalidad y la sensibilidad cada vez más
refinadas de la minoría y las de las clases populares.
La agitación política
406
pOr los genoveses (1768). Sin embargo, elude las dificultades internas halagando a
la opinión, a los filósofos, abandonando los interventores generales ~l egoísmo de
Ios privilegiados, permitiendo que disminuya la autoridad real al tolerar los des-
propósitos de los Parlamentos.
407
mento de París. A pesar de la OpOSlClOn de la nobleza, de Choiseul
y de libelistas como Beaumarchals, los nuevos Tribunales quedan es-
tablecidos. Resulta dificil proceder al mismo tiempo a una reforma
fiscal. El abate Terray, «oportunista sin sistema ni escrúpulo» (R. Mé-
thivier), soluciona lo más urgente mediante una política de estricta
economía, que intenta incluso extender, por lo demás sin mayor éxito,
a los gastos de la corte. Como la coyuntura económica empeora, vuelve
a la reglamentación y suspende la libertad del comercio del trigo.
Desafiando la impopularidad, permite al Antiguo Régimen detener por
algún tiempo la decadencia. Los filósofos no reconocen en el «Triun-
virato» un régimen «ilustrado». r-
408
la reacción nobiliaria, que se ejerce en el clero, el ejército y la alta administración.
,*- En 1789 todos los obispos son nobles. El ejército se transforma en el teatro de
una ofensiva nobiliaria, que comienza con el mariscal de Belle-Isle en 1758 y se
prosigue sin tregua hasta 1789. La nobleza hace responsables de los reveses de la
guerra de los Siete Años al gran número de oficiales surgidos de la burguesía. Son
numerosos los jóvenes nobles que se consagran al ejército y que se imponen severos
estudios, un entrenamiento y una disciplina jamás alcanzados hasta entonces en
Francia. Pero la reforma del ejército hecha por la nobleza lo es para la nobleza.
La nobleza de corte monopoliza las altas graduaciones, mientras. que los cargos de
oficiales subalternos son reservados a la nobleza pobre, cerrando el camino a los
ricos plebeyos mediante la abolición de la venalidad de los cargos militares en 1776
y por el «Edicto» de Ségur (1781), que reserva el acceso a la alta oficialidad sin
pasar por las bajas graduaciones exclusivamente a los candidatos que presentan
pruebas de poseer cuatro cuartos de nobleza. En el momento en que el Antiguo
Régimen administrativo desaparece del ejército, el Antiguo Régimen social se re-
fuerza. La burguesía, al ver perdidas sus esperanzas de ascensión social, defiende
con mayor aspereza sus posiciones en contra de los hombres procedentes de las
clases populares que han escapado a los efectos de la crisis económica. Así, en el
~ ejército, el acceso al grado de suboficial se hace más difícil de alcanzar «por mé-
ritos», es decir, por antigüedad. Se demuestra mayor exigencia con respecto a la
capacidad de leer y escribir. Esta situación parece tanto más penosa cuanto que,
por algunos decenios, la movilidad social había aumentado y había permitido a
un buen número de familias albergar esperanzas relativamente grandes de mejorar
su situación.
409
de ir demasiado de prisa, de no tomar en cuenta la coyuntura eco-
nómica y el apego de las clases populares a la reglamentación. La li-
bertad del comercio de granos favorece el acaparamiento, acentúa el
alza de los precios debida a la escasez y provoca motines (guerra de
las harinas). Estas reformas provocadoras suscitan una coalición de
descontentos tanto aristocráticos como populares. Unos meses después
de la destitución de Turgot (mayo de 1776), ya no queda nada de su
obra. Por el contrario, se renueva la administración del ejército y la
marina. Saint-Germain suprime la venalidad de los cargos (1776),
crea escuelas militares, reforma la milicia, «forma por divisiones» el
ejército, introduce la disciplina al estilo prusiano, adopta un arma-
mento excelente, mientras que Sartine se rodea de buenos técnicos,
como el caballero de Borda. En 1789, la organización del ejército es
moderna y su valor técnico excelente. Napoleón no aportará más que
modificaciones de detalle y los cuadros trazados por Saínt-Germaín
subsistirán en lineas generales hasta 1940.
410
Inglaterra (1786), la resurreccion de la Compañía de las Indias sin
monopolio (1785). Habiendo restablecido la confianza, Calonne man-
tíene las finanzas a golpe de empréstitos masivos (800 millones). Es un
momento de euforía. Gracias al comercio colonial, el comercio exterior
rivaliza con el de Inglaterra. París se convíerte en un núcleo de es-
peculación dominado por los banqueros extranjeros, sobre todo suizos,
donde desarrollan su actividad una serie de especuladores que utilizan
las plumas venales de publicistas (Beaumarchais, Mirabeau). Al An-
tiguo Régimen le falta poco para extinguirse. La especulación inmo-
biliaria transforma el aspecto de las ciudades. El lujo de la aristocracia
se vuelve ostentoso. Pero la élite se mantiene al acecho de novedades
(ef. pág. 395) Y de escándalos (caso del collar de la reina).
411
blea espontánea de los Estados del Delfinado, suprimidos durante
Luis XIII. En todas partes, el ejército, llamado para la represión,
minado por el descontento debido a las reformas efectuadas por los
nobles, actúa a veces con apatía. Los intendentes, privados de una
parte de su poder por la creación de las asambleas provinciales, te-
miendo verse desautorizados por el gobierno, desalentados, vacilan.
La autoridad se derrumba. Para ganar tiempo, Brienne promete los
Estados generales para elIde mayo de 1789. Al borde de la bancarrota,
presenta su dimisión el 25 de agosto.
Necker es llamado nuevamente. Se esperan milagros de él. Consigue
lanzar un empréstito y toma medidas de circunstancias, como la su-
presión del libre comercio de granos. Sin embargo, la coalición se rompe
cuando, el 25 de septiembre de 1788, el Parlamento pide que los Es-
tados generales se mantengan dentro de las formas observadas en 1614.
A los privilegiados, Se opone el «partido nacional», que obtiene la
duplicación de la representación del tercer estado, concesión ilusoria
puesto que los órdenes votan separadamente (27 de diciembre). Du-
rante el invierno de 1788-1789 la libertad de prensa, de asociación y
de reunión existen de hecho. La opinión discute apasionadamente so-
luciones para proponerlas a los Estados generales. Se extiende la idea de
que éstos no se contentarán con restablecer las finanzas, sino que darán
también una nueva constitución al reino. Sin embargo, paro, mendi-
cidad, vagabundeo provocados por la crisis económica aumentan las
«clases peligrosas». El 24 de abril de 1789 estalla un motín en el barrio
de Saínt-Antoíne, que es duramente reprimido. Sin embargo, una gran
calma preside el desarrollo de las elecciones de los diputados de los
tres órdenes y la redacción de los cuadernos de quejas confiados a los
electos.· Un gran número de los correspondientes al tercer estado es
inspirado por la burguesía. Insatisfecha o inquieta por las reformas
administrativas en curso, algunas de ellas de verdadera importancia, la
nación, en una atmósfera a la vez enfebrecida y mesiánica, espera que
el rey, aceptando el consejo de su pueblo, restablezca la equidad, la
libertad, el orden y la prosperidad.
412
CAPÍTULO XXVII
EL «DESPOTISMO ILUSTRADO»
Los componentes
413
suet, es todavía más real en Rusia que en Francia. Existe igualmente en España
y en la muy reciente realeza prusiana. Sin embargo, por su aplicación a su «oficio
de rey», Luis XIV se hace el servidor del Estado. El «Rey Sargento» se procla-
mará el primer servidor del Estado. En fin, la monarquía de Luis XIV pretende ser
cartesiana: el rey recurre constantemente a la razón, inseparable entonces de la
religión.
414
Sus principios se encuentran en El Antimaquiavelo (1739), que debe a Wolf y
a la Aufkliirung tanto como a Vo1taire. Recibiendo a los filósofos en su mesa re-
donda de Sans-Souci, lleva a la práctica estas ideas en los años de paz 1746-1756.
Sabe adaptar las ideas de las «Luces» a las condiciones presentes de sus Estados.
El, «r~1l1agro .de la Casa de Brandeburgo» comple~a en Europa la admiración por el
prmcipe genial y el Estado que no han desfallecido luchando casi solos contra tres
grandes potencias.
Hay que hacer notar que las tentativas del despotismo ilustrado se
producen bien en Estados constituidos en fecha reciente y todavía mal
soldados, bien en Estados atrasados o bien en Estados que sólo poseen-
liria burguesía limitada a algunas ciudades o muy escasa. El soberano
debe apoyarse, por tanto, en la aristocracia, única susceptible de ser
ganada por las «Luces» y hacerle grandes concesiones, especialmente
en Prusia y más aún en Rusia. Los campesinos son abandonados a la
autoridad y a la explotación de los señores. Servidumbre y prestación
personal continúan progresando al este del Elba, salvo quizás en la
anárquica Polonia. En fin, la debilidad de la burguesía limita el papel
de la opinión pública. Parece como si el despotismo ilustrado fuese
incompatible con la presencia de una opinión sensible y cambiante.
Esta es probablemente una de las razones del fracaso en Francia de
las tentativas, llevadas a cabo por algunos ministros e intendentes, de
reformas autoritarias, que no dejan de tener analogías con el despo-
tismo ilustrado.
Federico 1I Y Prusia
La obra del despotismo ilustrado aparece como más fácil en Prusia que en otros
lugares. La exigüidad de los territorios hace más presente la autoridad de los sobe-
ranos, y la dinastía se beneficia del prestigio de sus victorias. Los dominios de los
415
Hohenzollern forman tres grupos. Los dos grupos esenciales pertenecen a la Europa
del Este. En primer lugar se encuentra Brandeburgo y sus anejos, Pomeranía orien-
tal y el puerto de Stettin; viene después el ducado de Prusia oriental, profunda-
mente penetrado de enclaves polacos, pero que posee el puerto de Kónígsberg, El
tercer grupo, al oeste del E1ba, perteneciente a la Europa occidental (Cléves, [u-
liers, Berg, a los cuales se puede añadir Magdeburgo), está constituido por territo-
rios exiguos, dispersos, pero ricos. La totalidad sólo contaba con 2200000 habitantes.
Si bien la densidad de población alcanza los 40 habitantes por kilómetro cuadrado
en el Oeste, cae por debajo de los 20 habitantes por kilómetro cuadrado en .otros
lugares. En Brandeburgo, los estragos de la guerra de los Treinta Años estaban
apenas reparados cuando el hambre y la peste de 1709-1710 causan grandes pér-
didas. Salvo en el Oeste, la economía es todavía poco activa, a pesar de los pro-
gresos en la exportación de trigo de los grandes dominios. La agricultura extensiva
prevalece. Los [unkers, poseedores de inmensos dominios, explotan un dominio pró-
ximo importante (Gutherrschaft) y reparten el resto (Grundherrschaft) entre cam-
pesinos, cuyas tenencias, ni hereditarias ni cesibles, son a veces revocables. Los
siervos corporales siguen siendo numerosos, y los demás vasallos, sobrecargados de
prestaciones personales, ven su condición jurídica y económica aproximarse a la
de los siervos. Los señores son los agentes del Estado, dictan la baja justicia sobre
los siervos, recaudan el impuesto del rey, forman los cuadros de los regimientos
reclutados en el cantón. El comercio es todavía mediocre y polarizado hacia Ham-
burgo. Las manufacturas no trabajan apenas si no es para el Estado y el ejército.
416
La producción industrial experimenta un notable progreso. Federico H practica el
colbertismo. En la ciudad, las corporaciones, controladas por el Estado a partir
de 1735, se transforman en los instrumentos de la política industrial. Los obreros
son estrechamente vigilados. En el campo, sólo se autorizan algunos oficios (lien-
zos, metalurgia), y los señores se encargan de su control. La prohibición de expor-
tar lana, de importar telas de algodón, vestidos y artículos de lujo, la constitución
de manufacturas privilegiadas ayudan al desarrollo de la industria de la lana, de
los lienzos (Silesia, Oeste) y del cáñamo, de la extracción del carbón, de la meta-
lurgia y de la vidriería en el Oeste. Se termina el canal del Elba al Oder, permi-
tiendo la desviación del tráfico de Silesia hacia Stettin. Flota comercial, compañías
de comercio (Indias orientales y Levante), banco real creado en 1765, son testi-
monio de las múltiples actividades de Federico H.
El dominio real es considerable. Más de una cuarta parte de los campesinos
son arrendatarios del rey dentro de los territorios pertenecientes a los Hohenzollern
en 1740 y contribuyen con una parte importante a los ingresos del Estado. Existe
un impuesto territorial que recae sobre los propietarios de tierras. En las ciudades,
la sisa, impuesto percibido sobre las mercancías a la entrada de las ciudades, reem-
plaza los impuestos directos. Gracias a una severa administración, Federico H logra
constituir un tesoro de guerra que representa tres años de ingresos. Aproximada-
mente la mitad de éstos van a parar al ejército.
Federico II continúa la obra militar de su padre. En 1786 el ejército prusiano
alcanza a 186000 hombres, o sea, casi el mismo número que el ejército francés,
advirtiendo que Francia se encuentra cuatro o cinco veces más poblada que Prusia.
El enrolamiento de mercenarios extranjeros suple al sistema de reclutamiento por
cantones. El ejércíto es el pilar del Estado. La oficialidad se halla reservada a la
nobleza. El ejército ayuda a la administración en el mantenimiento del orden, la
percepción de impuestos, la vigilancia de los precios y de los talleres. Estimula
también la economía, dadas sus grandes necesidades. En fin, los soldados veteranos
proporcionan funcionarios subalternos.
417
27. Corvisier.
Catalina 11 y Rusia
418
1774. Compra colecciones de obras de arte, ayuda a los escritores oc-
cidentales, hace proclamar mediante ellos sus reformas. Pero hay que
reconocer que lleva a cabo su tarea con verdadero encarnizamiento. La
«Semíramis del Norte» es sobre todo el «centinela al que nunca se
releva».
En el reinado de Catalina II se nota la influencia del miedo a la
subversión popular, representada por la rebelión de Pugachev (1773-
1774) Y posteriormente por la Revolución francesa. Los primero años
se caracterizan por las veleidades reformadoras y por una política de
desconfianza con respecto a los campesinos.
En 1766 una instrucción o Nakaz lanza los planes de múltiples reformas, ins-
piradas en Beccaria y en Montesquieu. En 1767 se reúne una comisión legislativa
-compuesta de los diputados de la nobleza, de las ciudades y de .los campesinos
portadores de cuadernos de quejas-, encargada de preparar un código de leyes y
que informa a la zarina sobre el estado de espíritu de sus pueblos. Catalina prac-
tica la tolerancia con respecto a todas las confesiones religiosas de su Imperio (salvo
los uniatos, ortodoxos sometidos a Roma). Hace redactar a Betzki un plan de edu-
cación general (1762). De hecho, las únicas creaciones son las del Instituto Smolny
para las jóvenes nobles (1764), la Escuela militar de cadetes (1766) y el Instituto
para niños abandonados. El edicto de liberación de la nobleza no es anulado, pero
se estimula el servicio del Estado. La Sociedad libre de estudios económicos, fun-
dada en 1765, intenta alentar el esfuerzo de los agrónomos, pero no hace nada por
los campesinos. Estos tienen que sufrir a causa de la secularización de la mitad
de los bienes de los monasterios y por el abandono de las tierras de la corona a
los favoritos, que hacen pasar a un gran número de ellos a un estatuto menos
favorable. Por este motivo, muchos se unen a la rebelión de Pugachev. Haciéndose
pasar por Pedro III escapado a sus asesinos, y aprovechando la guerra contra los
turcos, Pugachev logra asociar descontentos de orígenes diversos: cosacos celosos de
su autonomía, bashkires del sur del Ural, mal sometidos, obreros del Ural, Estable-
cido en Orenburgo, reúne a un grupo de campesinos y se apodera de Kazán; des-
pués es rechazado al este del Valga por Suvorov, capturado y ejecutado (1773-1774).
419
en 1796, o sea, dos veces más que 1730). Ucrania se convierte en poco
tiempo en una región importante para la economía rusa. Atraídos me-
diante agencias, alemanes, balcánicos, armenios, así como rusos de las
demás regiones, desarrollan en ella el cultivo del trigo y, en las costas,
los cultivos mediterráneos. La posesión de puertos en el mar Negro
(fundación de Jerson, Sebastopol, Odesa) permite las relaciones con
el Próximo Oriente y el Mediterráneo. Al mismo tiempo, se desarrolla
la industria. La reglamentación de los oficios y de las fabricaciones es
abolida conforme al deseo de los filósofos y para el mayor provecho
de la nobleza, asociada a la expansión económica. En 1770 Rusia se
coloca en el primer puesto, delante de Suecia, en la exportación de
productos metalúrgicos semielaborados. El Ural proporciona entonces
las tres cuartas partes de la producción. En la Rusia central se fabrican
paños y lienzos.
La expansión económica favorece igualmente la formación de un
embrión de burguesía. Comerciantes y técnicos se hacen más nume-
rosos, y algunos de ellos se enriquecen y acceden a la cultura, a pesar
de la limitación a la nobleza de los esfuerzos realizados en favor de
la enseñanza. Cuando estalla la Revolución francesa, Catalina II ve
en ella un peligro. Refuerza la censura, envía al exilio a espíritus in-
dependientes como el poeta Radistchev y el publicista Novikov, y se
pone a la cabeza de la cruzada contrarrevolucionaria. En Rusia, como
en Prusia, el despotismo ilustrado sirve al soberano, aprovecha a la
nobleza y consolida las estructuras tradicionales de la sociedad.
420
lismo y donde la presencia de una civilización urbana antigua nutre
las susceptibilidades e invita a los soberanos a actuar con prudencia,
incluso allí donde la burguesía es lo bastante fuerte para sostener
su acción.
421
rios, Pero fracasa la tentativa del jansenista Ricci para limitar el poder episco-
pal (1787). Es en Italia del norte (excluyendo Venecia y Génova) donde mayor es
la modernización. En manos de los austriacos, Milán disfruta de una auténtica
actividad económica e industrial. En el reino de Cerdeña, el regalismo de los sobe-
ranos experimenta cierta apertura hacia el espíritu de las «Luces», representado por
hombres como Alfieri. La creación de una academia en Turín, la abolición de la
servidumbre, un código de leyes y una reforma fiscal dan testimonio de ello. En
Parma, la influencia francesa prevalece bajo los Barbones, con el ministro Du
TilIot (1759-1771). Incluso se da una experiencia de despotismo ilustrado en el
reino de Nápoles. Este Estado se encontraba bajo el dominio de la aristocracia
terrateniente y del clero, que, muy numeroso, poseía un tercio de las tierras. Tanuc-
ci, ministro durante la juventud del sucesor de don Carlos, Fernando IV (1759-1774),
reduce el número de miembros del clero y la extensión de sus bienes y los SOmete
al impuesto. Una Giunta del commercio intenta una política mercantilista, estimu-
lando las manufacturas, mientras que Caraccioli, amigo de los filósofos franceses,
trata de transformar Sicilía, Se alientan asimismo las artes (excavaciones de Pom-
peya). Cuando Tanucci es depuesto, en 1774, la obra de reformas fracasa, y el
reino de Nápoles permanece entre los Estados más atrasados de Europa.
España y Portugal
422
granos, supresion del monopolio de Cádiz para el comercio con América y el de
las corporaciones para la producción industrial. Por el contrario, las medidas contra
la Mesta tienen poco éxito. Trabajos de irrigación permiten extender las superfi-
cies cultivadas. Se intentan ensayos de colonización interior, como el de Sierra
Morena, dirigido por el intendente Olavide, que por lo demás tropieza con los
enredos de la Inquisición y con la hostilidad de los campesinos de los alrededores.
La industria continúa progresando en Cataluña, en el país vasco, Asturias y Madrid.
Se construyen algunas carreteras. La banca de San Carlos, fundada en 1782, no
presenta una gran actividad. A finales del reinado de Carlos IlI, se inicia una
reacción siendo ministro Florídablanca.
Muy diferente por sus procedimientos, la tentativa de despotismo ilustrado que
se produce en Portugal se desarrolla, sin embargo, en un medio también poco favo-
rable. El marqués de Pombal, ministro bajo el insignificante rey José I (1750-1777),
lleva a cabo una brutal política de reformas, que impone por la acción de la poli-
cía. El es el primero en expulsar a los jesuitas (1759) y vigila los conventos y los
establecimientos religiosos de enseñanza. Reconstruye Lisboa, destruida por el tem-
blor de tierra de 1755. En el aspecto económico, toma, según los casos, medidas
proteccionistas o liberales. Cae en desgracia a la muerte de José I, y no queda
prácticamente nada de su obra.
423
bIes el Acta de unión y de seguridad, que permite el acceso de los plebeyos a casi
todos los puestos y la adquisición por los campesinos de tierras nobles, operación
táctica que indigna a la nobleza y a la cual pone fin el asesinato del rey (1792).
El caso de Polonia
424
Con el padre Konarski, después con el canónigo Hugo Kollontaj, se desarrolla en
la Universidad de Cracovia una corriente ilustrada. Fontenelle, Montesquieu, más
tarde los fisíócratas y Adam Smith, inspiran especialmente a una parte de la élite
intelectual.
EL CASO DE AUSTRIA
425
María Teresa y Kaunitz
426
música de cámara (Haydn). Triunfa en ella el arte barroco, para dejar
penetrar después el neoclásico. Si bien el francés ha substituido al latín
como lengua común de la élite ilustrada, el alemán, vinculado a la
promoción social, progresa, pero las civilizaciones locales, especialmente
la húngara, no fueron ahogadas.
427
La politica social de José JI, movida por motivos económicos y hu-
manitarios, es particularmente atrevida. Se suprime la servidumbre, pero-
el liberado debe comprar su tierra o pagar un canon al señor (1781).
La prestación personal señorial es abolida; el campesino debe pagar
12,5 % de sus ingresos al Estado y 17,5 % al señor (1789). Ya en 1773
se había establecido el principio de la enseñanza primaria obligatoria.
La censura se transforma en laica. El código josefino de 1787 proclama
la igualdad de todos los súbditos ante la ley y se inspira en Beccaria
en lo que se refiere a la justicia criminal.
Bien es verdad que todas estas medidas no son aplicadas automá-
ticamente a todos los Estados, pero no por ello José JI persigue menos
la fusión de sus pueblos. El alemán se convierte en la lengua de los
colegios, de los seminarios y de la alta administración, y Viena, en el
corazón de este «imperio». Sin embargo, José JI provoca el descontento
de mucha gente, mientras que los partidarios de la Aufkliirung 'son
poco numerosos en sus Estados, y la burocracia sigue difícilmente el
ritmo de las reformas. Para apaciguar a la nobleza húngara, cuya re-
sistencia resulta tanto más molesta cuanto que acaba de estallar una
guerra con los turcos, José JI Se ve obligado a renunciar a la supresión
de la prestación personal. En los Países Bajos, el partido «estadista»
reclama el mantenimiento de las libertades tradicionales y se alia con
los «vonckistas», que piden la libertad política, Esta coalición fuerza
a las tropas austríacas a retirarse (diciembre de 1789). Para restable-
cer el orden, el archiduque Leopoldo, convertido en el emperador Leo-
poldo JI al suceder a José JI (1790-1792), llega a un arreglo con la
aristocracia y renuncia a numerosas reformas. Sólo mantendrá la abo-
lición de la servidumbre, la tolerancia, las secularizaciones y la inde-
pendencia con respecto a Roma.
El fracaso de José JI se pone de manifiesto en el mismo momento
en que estalla la Revolución francesa. El despotismo ilustrado no es
ya posible en la Europa occidental dentro del marco de las monarquías
tradicionales y sólo puede serlo en la Europa central y oriental con el
apoyo de la aristocracia.
428
CAPÍTULO XXVIII
CARACTERISTICAS GENERALES
DE LAS RELACIONES EUROPEAS
La guerra
429
batida o hacerla menos temible. Mientras que el abate de Saint-Pierre
y Estanislao Leszczynski sueñan con una alianza universal de los sobe-
ranos y Vo1taire censura la resistencia de los polacos, la mayoría de
los filósofos admiten la guerra defensiva. Montesquieu clasifica igual-
mente entre las guerras justas las que son necesarias para ayudar a
un aliado e incluso la guerra preventiva contra un soberano criminal.
Montesquieu, Diderot y Rousseau prefieren la nación armada al ejér-
cito de oficio. El cosmopolitismo europeo permite las relaciones perso-.
nales entre súbditos de países enemigos. A la xenomanía de los salones
parisienses se opone la xenofobia de las masas. En Francia, el teatro
popular representa con éxito piezas que recuerdan hechos gloriosos.
No son raros los incidentes con comerciantes y técnicos extranjeros. La
resistencia contra el ocupante se hace a veces muy viva (Provenza
en 1746, Hannover en 1756). En Inglaterra Se produce una reacción
nacional en 1745, y en Francia, después de Rossbach, se prepara la
renovación del ejército. Será esta corriente de espíritu nacional laque
triunfe con la Revolución.
430
aunque la brutalidad tiende a disminuir entre los occidentales, se acrecienta la
sensibilidad a las desdichas de la guerra. Al menos, los daños causados por los
hombres de armas en su propio país se hacen menos crueles.
La diplomacia
431
introducirse, sobre todo en Francia a mediados de siglo, bien en los cuerpos cien-
tíficos (egente de talento»), bien, y especialmente, en otros cuerpos mediante la
compra de cargos. Los ministros franceses, al tratar de rechazar a los plebeyos a
los grados subalternos, no harán más que emparentar el ejército francés con los
demás ejércitos de Europa. Combaten la intervención del dinero en el ejército (com-
pañías propiedad del rey y no ya de los capitanes, 1762; supresión progresiva de
la venalidad de los cargos, 1776; «Edicto de Ségur», 1781; d. págs. 408 y 409). En
todas partes mejora la instrucción de los oficiales mediante la creación de escuelas
especializadas de artillería e ingeniería y de escuelas de cadetes (Prusia, Rusia, Aus-
tria, Inglaterra...) o de escuelas militares (Francia, 1750 y 1776). Igualmente, se
cuida más la instrucción de los suboficiales.
Los soldados se reclutan a veces por un sistema de cantones (Suecia, Prusia,
Rusia), con hombres inscritos desde su nacimiento en los registros militares (Pru-
sia) y un largo servicio (de por vida en Rusia). En otros lugares, a imitación de
la milicia francesa, las milicias locales al mismo tiempo que asumen los servicios
auxiliares sirven de reserva al ejército. Pero la mayoría de las veces el principal
modo de reclutamiento sigue siendo el alistamiento, que permite la supervivencia
de lazos feudales entre los capitanes ysus hombres, crea un exutorio para las cri-
sis económicas (las primas de alistamiento bajan cuando la coyuntura es mala) y
recoge a las personas decepcionadas, que han bajado de condición social o son
asociales, contribuyendo así al mantenimiento del orden público. En Francia, la
dificultad para encontrar soldados se acrecienta hacia mediados de siglo. El reclu-
tamiento de mercenarios extranjeros resulta más difícil a medida que se fortalecen
los sentimientos nacionales. Sólo los suizos continúan sirviendo al extranjero. Se
encuentran cuerpos suizos en todos los ejércitos de la Europa occidental, formando un
ejército dentro del ejército. Los ejércitos del siglo XVIII no están, pues, reclutados
exclusivamente entre la hez de la población, como se ha dicho con frecuencia, y
el número de «trotamundos» que pasan de un ejército a otro se aminora. Por lo
demás, el servicio militar es en todas partes un factor de fusión entre los diversos
pueblos de un Estado. Contribuye a extender la lengua oficial y a abastecer los
servicios públicos de agentes subalternos con los antiguos soldados (en Francia,
gabelous). Además, la suerte de los soldados se mejora en Francia mediante me-
didas de carácter social: pensiones (d. pág. 404), escuelas para los hijos de los
soldados (1786), pero la introducción de la disciplina prusiana y la mayor dificul-
tad para acceder a la oficialidad suscitan un vivo descontento (cf. pág. 409).
La administración militar se perfecciona por la creación de departamentos es-
peciales en los Ministerios de la Guerra, la multiplicación y la jerarquización de
los comisarios de guerra y de los oficiales encargados del «pormenor» (mayores,
sargentos furrieles). En la mayoría de los casos, transportes, alimentos y suminis-
tros se realizan por «contrata». El servicio de etapas, o bien depende directamente
del Estado, o bien se arrienda. Los hospitales militares y los cuarteles se multi-
plican, sin que sean, sin embargo, suficientes.
El siglo XVIII ve la consecución de progresos técnicos considerables. Cierto que
el arte de la fortificación evoluciona poco después de Vauban, Las fortalezas con-
tribuyen a salvar a Francia durante la guerra de Sucesión de España, y a Prusia
durante la guerra de los Siete Años. La infantería toma un lugar preponderante.
Los fusiles son más rápidos. El modelo francés de 1777, el mejor de la época,
hará todas las guerras de la Revolución y del Imperio. Se diversifica la caballería,
especialmente por el empleo de tropas más móviles (húsares, después cazadores mon-
tados), encargadas de los reconocimientos y de los golpes de mano. La caballería
austríaca es la más renombrada. En la artillería, la superioridad corresponde pri-
mero a Prusia (artillería montada de Federico 11), pero con Gribeauval el mate-
rial francés se tipifica, se hace más móvil y más preciso y supera al de los demás
ejércitos. Las victorias de Federico 11 dan al ejército prusiano un gran prestigio.
En todas partes se adopta el drill (instrucción de los soldados), la disciplina a la
prusiana y una táctica más ágil (formación de frente en dos filas reemplazando a
la formación en columna cerrada, formación oblicua tan del gusto de Federico 11).
Hay que subrayar, por otra parte, que estos progresos son posteriores a las grandes
guerras europeas. En 1789, el ejército francés ha llegado a ser el mejor desde el
punto de vista técnico, pero la crisis moral que vive lo hace olvidar.
432
MAPA
Indico y el Extremo Oriente en el siglo XVIII Indi!l, XIX
Acapulco-
1750
La rivalidad austro-prusiana
433
28. Corvisler.
los Alberto en 1745, Francisco de Lorena, esposo de María Teresa, es elegido em-
perador. La situación de Francia se restablece, y ésta continúa una guerra que ha
cambiado de objetivo. Conquistados los Países Bajos, el ejército francés entra en
las Provincias Unidas. En las colonias, éxitos y fracasos se equilibran para fran-
ceses e ingleses. Teniendo en cuenta el cansancio de la población, Luis XV firma
la paz «como rey y no como negociante» (Tratado de Aquísgrán, 1748) y aban-
dona los Países Bajos. La guerra beneficia a Federico II, que conserva Silesia, a
don Felipe, hijo de Felipe V de España y de Isabel de Farnesio, que obtiene Parma,
y al Pi amonte, que se anexiona Novara.
Esta apresurada paz tenia que engendrar una nueva guerra. Ade-
más, las hostilidades continúan virtualmente entre franceses e ingleses
en la India y en América. Austria no se resigna a la pérdida de Si-
lesia, mientras que Federico II está presto a una nueva guerra para
conservar su conquista. El gobierno francés, situado entre la perspec-
tiva de un nuevo conflicto marítimo y colonial con Inglaterra y la de
una nueva guerra en Europa, vacila sin conseguir librarse ni del uno
ni de la otra. Por tanto, Europa no disfruta más que de un corto pe-
riodo de entreguerras, caracterizado por el cambio de alianzas.
434
qanadá. La entrada de Es~aña en la guerra a. s~ lado (2 de enero de 1762) no
tiene el menor efecto. Los mgleses ocupan Martinica y Cuba. Sin embargo, Prusia
se ~alla agotada cuando la muerte; de la zarina ~sabel (5 de enero de 1762) y la
subida al trono de Pedro Ill, admirador de Fedenco Il, hacen cambiar a Rusia de
campo. Aunque Catalina Il proclama su neutralidad, la coalición se deshace. Por
su parte, Inglaterra logra sus objetivos. El nuevo rey, Jorge Ill, piensa en la paz.
Pitt tiene que ceder el puesto a Bute (septiembre de 1761). El 15 de febrero de 1763
se fuma la paz en Hubertsburgo, bajo las bases del statu qua ante bellum, Cinco
días antes, el Tratado de París ha puesto fin a la guerra franco-británica. La
guerra de los Siete Años ha arruinado a Prusia, pero ha hecho de ella una poten-
cia respetada. Los austríacos tienen que renunciar a Silesia, De hecho, Francia,
puesto que ha tenido que sostener dos guerras a la vez, es la principal perdedora.
435
Baviera y contentarse con los «distritos del Inn» (Paz de Teschen, 1779). La guerra
franco-británica, que ha estallado entre tanto, es motivo de preocupaciones para
los intereses comerciales y suscita la formación de una «liga de neutralidad armada»
que trata de hacer respetar la libertad de los mares (1780).
Mientras tanto, la decadencia política de Turquía se acentúa con el resurgir de
los pueblos cristianos de los BaIcanes, manifiesto sobre todo en la burguesía griega
mercantil y cultivada de los puertos, en contacto con el Mediterráneo occidental.
Catalina Il propone a José Il un plan de reparto, el «proyecto griego» (1782), qu~
entraña la creación de un reino dacio (Rumanía) y de un Imperio griego vasallos;
acompañada de ventajas territoriales para Rusia y Austria y de compensaciones para
Francia (Egipto) y para Prusia. Pero Francia e Inglaterra hacen fracasar el pro-
yecto griego. Rusia se contenta con anexionarse Crimea (1783). En 1787, Cata-
lina n y José n creen llegada la ocasión de relanzar este proyecto, dado que pri-
mero los turcos y después los suecos atacan a Rusia. José II interviene; estallan le-
vantamientos en Moldavia, Valaquia y Servia. En 1789, los rusos de Suvorov y los
austríacos obtienen grandes éxitos, pero la agitación se extiende en los Países Bajos
y en Hungría contra las reformas de José n. A la muerte de éste, Leopoldo Il, para
asegurar su elección imperial, busca la amistad de Federico Il y firma con los tur-
cos la Paz de Sistova (agosto de 1791). A su vez, Catalina Il trata con ellos en
Iassy (enero de 1792). Obtiene la región de Odesa.
436
ropeos sólo tientan a los comerciantes y a la gente rica que vive cerca
de las factorías y a los príncipes, compradores de armas y municiones.
Por el contrario, los europeos vienen a buscar especias, algodones, pro-
ductos de lujo. Compensan en parte el déficit de su balanza de pagos
efectuando el comercio de la India en la India, en el que los comer-
ciantes indígenas no desempeñan más que un papel auxiliar. Los úl-
timos en llegar a la India, los franceses, constituyen los únicos com-
petidores serios para los ingleses. Las Compañías francesas e inglesas
de las Indias orientales concentran en sus factorías, además de los
productos de la India (telas: madrás, percales, sedas, especias, tintes),
los cafés de Arabia y el té, la seda, las porcelanas de China, que
transportan a Europa.
Mientras tanto, los príncipes indígenas se han liberado del Imperio musulmán
del Gran Mogol. En el noroeste, se constituyen las confederaciones de los sijs y los
rajputas, mientras la de los máratas, guerreros e invasores, se extiende rápidamen-
te por el norte del Dekán. Persas y afganos entran en la India. Los agentes de la
Compañía francesa, después los de la inglesa, no se contentan ya con el comercio
e intervienen en las luchas políticas. Los gobernadores franceses Dumas y, a par-
tir de 1741, Dupleix se hacen conceder el titulo de nabab y crean un ejército de
franceses y cipayos. Inquietos, los ingleses rompen en 1744 las hostilidades y em-
pujan a los máratas a atacar las factorías francesas. Con la ayuda del gobernador
de las islas de Francia y de Borb6n, Mahé de La Bourdonnaye, Dupleix defiende
hábilmente las factorías francesas. La Bourdonnaye toma Madrás (1745) y Dupleix
salva Pondichery (1748). La Paz de Aquisgrán restituye Madrás a los ingleses (1748),
pero las hostilidades no cesan. Gracias al pequeño ejército de Bussy, Dupleix ins-
tala un verdadero protectorado en Carnatic, en torno a Pondichery y a Mahé, y
una zona de influencia en el Dekán y la costa de los Circars, en torno a Yana6n
y Masulipatam, La Compañía inglesa reacciona. Sus tropas, mandadas por Robert
Clive, derrotan a los franceses y sus protegidos en Trichin6poli (1753). El gobierno
francés, inquieto por esta política expansionista, desautoriza y destituye a Dupleix.
Ambas Compañías deciden limitar sus actividades al comercio. Por el Tratado Go-
deheu, renuncian a protectorados y alianzas. S610 los franceses corren el riesgo de
perder algo. Pero, dado que la guerra franco-británica se reanuda, el Tratado no
se pone en práctica. Bussy se mantiene en el Dekán. Sin embargo, Clive se apo-
dera de Chandernagor, derrota al subab de Bengala en Plassey (1757) y pone esta
región bajo su dominio. A la cabeza de los franceses, Lally-Tollendal defiende el
Carnatic, pero, incapaz de comprender los problemas de la India, fracasa ante
Madrás y tiene que capitular en Pondichery (1760). Al año siguiente, caen las
factorías francesas. No obstante, en el Tratado de París, sacrificando el Canadá y
la Luisiana, Francia consigue que se le restituyan las cinco factorías de la India
(1763). La guerra de América lleva a una reanudaci6n de las hostilidades en la
India. El almirante Suffren, que acude en socorro de Bussy y del sultán de Misore,
Haider AH, está llevando a cabo una campaña victoriosa cuando se firma la Paz
de Versalles (1783). Clive reemprende por cuenta de Inglaterra la política de Du-
pleíx, y la India pasa progresivamente bajo el protectorado inglés, pero la Com-
pañía de las Indias se halla al borde de la quiebra. La Regulating Act de 1773 la
coloca bajo el protectorado de la corona y del Parlamento. Warren Hastíngs, que
sucede a Clive, organiza la administración inglesa. El India Bill de 1784 refuerza
el control del gobierno sobre la Compañía. Pero en la práctica, la lejanía de Londres
permite a ésta una amplia autonomía. Los ingleses recaudan impuestos entre las
poblaciones indígenas y venden en China el opio de Bengala. Por su parte, los
holandeses, establecidos en Ceilán, concentran sus esfuerzos en Insulindia, donde
desarrollan plantaciones. Los europeos se convierten en vendedores de especias, azú-
car, algod6n y también índigo y arroz. De este modo su balanza de pagos se hace
mucho más favorable.
437
La evolución del mundo chino
438
de industrias en sus colonias. La parte más activa está formada por
las Antillas y la faja atlántica de América del Norte. A causa de ello,
franceses e ingleses Se la disputan ásperamente. No obstante, la Amé-
rica latina conserva toda su importancia. Las colonias españolas tienen
una economía basada €11 la ganaderia extensiva en grandes dominios y
una agricultura de subsistencia. Pagan la importación de los productos
manufacturados de Europa y de los negros de Africa con el producto
de las minas (sobre todo la plata mexicana). En la práctica, ingleses y
franceses se llevan la mayor parte de sus especias (ef. pág. 383). Como
el contrabando inglés es particularmente activo, franceses y españoles
se alían contra ellos. En el Brasil, el Tratado de Methuen permite a
los ingleses vender sus productos a cambio de oro. En las Antillas, a
las islas explotadas ya de antiguo (Cuba, Puerto Rico, Jamaica) se unen
las islas francesas: Martinica, Guadalupe, Dominica y sobre todo Santo
Domingo. A pesar de la pérdida de la Dominica en 1763, la población
de las islas francesas se triplica de 1735 a 1789, alcanzando los 750 000
habitantes, más de cuyo 80 % son esclavos negros. En todas ellas, el
monocultivo del azúcar retrocede ante el café, el algodón y el cacao.
La plantación tiene como centro la vivienda del propietario, alrededor
de la cual se diseminan las cabañas de los negros (de 50 a 200) y las
dependencias: molinos de caña, ingenios donde se prepara la melaza,
fábricas de ron. El agotamiento del suelo hace necesaria la introduc-
ción de la rotación de cultivos, en la que entran cultivos de plantas
alimenticias, y sobre todo los abonos. Además, teniendo en cuenta las
malas condiciones sanitarias, la mano de obra na sobrepasa apenas
los quince años de trabajo en las plantaciones, y el precio de los es-
clavos se duplica. Con ello la explotación se hace menos rentable. La
crisis afecta primero a las Antillas inglesas, cuyo aprovechamiento es
anterior. Los colonos ingleses obtienen de su gobierno un cuasi mono-
polio de la venta de melazas en las colonias inglesas de América del
Norte (1733) y el derecho a vender sus productos en Europa. Sin em-
bargo, los ingleses de América del Norte tratan de procurarse el azúcar
de las Antillas francesas, más barato, lo que aviva la hostilidad entre
Londres y París. La crisis alcanzará a las Antillas francesas a finales
de siglo. La administración de las plantaciones se resiente de las fre-
cuentes estancias de los más importantes plantadores en Francia y de
la falta de mano de obra calificada.
Ingleses y franceses se disputan en América inmensos territorios
comprendidos entre la costa atlántica, la bahía de Hudson y el Mis-
sissippi. La población es escasa salvo en la costa y en el San Lorenzo.
Los franceses instalan en el Canadá (al que se amputa en 1713 la
Acadia) una sociedad agrícola, señorial y sometida al clero. Una na-
talidad extraordinaria no basta para poblar estas extensiones, menos
aún porque la inmigración procedente de la metrópoli es muy escasa.
439
Así, el Canadá cuenta apenas con 60000 habitantes a mediados de
siglo. Las principales aglomeraciones: Quebec y Montreal, son puertos
exportadores de pieles, maderas, alquitranes y pescado seco e impor-
tadores de armas, herramientas, tejidos, melazas, en pequeñas canti-
dades a causa del escaso número de habitantes. La estrecha fachada
maritima del Canadá está defendida por el puesto de Luisburgo. Más
allá de Montreal, no se encuentran más que algunos puestos Iortífi-
cados, como Frontenac y Detroit, a lo largo de las pistas que conducen
a los Grandes Lagos o al valle del Ohio, y el pais sólo es recorrido
por los tramperos o los comerciantes en pieles en contacto can los
indios: hurones, favorables, e iroqueses, hostiles. En el golfo de Mé-
xico, Nueva Orleans es el único establecimiento importante de la
Luisiana, inmensa región de «praderas» atravesada por el Mississippi
y el Ohio, donde no viven apenas más que 10 000 franceses.
Los ingleses se hallan establecidos en la bahia de Hudson, en
Terranova, en Acadia y sobre todo en las trece colonias que, entre la
costa y los Apalaches, se extienden de la Acadia a la Florida española.
En plena expansión demográfica, estas colonias cuentan entonces con
un millón y medio de habitantes, más de cuyos dos tercios son blan-
cos, en 'Su mayoría de origen inglés, y el resto esclavos negros, que
trabajan sobre todo en el sur. Mientras que las colonias del sur tienen
una economía de plantaciones (tabaco, arroz, indigo), las del norte
tienen una agricultura más semejante a la agricultura canadiense, ex-
plotan la madera y las pieles, fabrican ron y poseen astilleros. Se en-
cuentra ya una vida urbana en Filadelfia (30000 habitantes), Bastan,
Nueva York. A pesar del Exclusivo, que prohibe la exportación de los
productos industriales (salvo de navíos con destino a Inglaterra), los
colonos del norte y del centro presentan una actividad económica im-
portante. El gobierno de Londres les permite exportar granos, carnes,
maderas, pescado, hacia las Antillas e incluso hacia la Europa medi-
terránea y, con destino a Africa, el ron que sirve como moneda de
cambio a los negreros. Importan productos manufacturados de Ingla-
terra y melazas y frutos de las Antillas. Inglaterra se interesa por las
trece colonias, que ofrecen una salida para los productos de su indus-
tria, con mayor motivo puesto que las Antillas inglesas pasan entonces
por una crisis.
Las colonias del sur y Jamaica chocan especialmente con los españoles, a expen-
sas de los cuales se hace un activo contrabando, pero, a mediados de siglo, el go-
bierno inglés y los colonos del norte y el centro temen más la expansión francesa.
Los pioneros ingleses franquean los Apalaches y tropiezan con los franceses en el
valle del Ohio. Muy pronto, la eliminación de los franceses aparece a los ojos de
los ingleses como una necesidad. Durante la guerra de Sucesión de Austria, se en-
frentan franceses e ingleses. Los ingleses se apoderan de Luisburgo (1745), que se
ven forzados a restituir por la Paz de Aquísgrán. De hecho, las hostilidades entre
los colonos no se detienen. Los ingleses intentan establecer puestos en el valle del
Ohío. Los franceses se apoderan de ellos (Fort Duquesne y Fort Nécessité, 1753
440
y ~754). Cuando se reanuda la guerra entre Francia e Inglaterra, los franceses, un
punado de soldados mandados por Montcalm y sobre todo milicias canadienses
continúan progresando en los Grandes Lagos y el Ohio. Pero Pítt envía a Arnéric~
a Wolfe con 25000 soldados. Ayudado por numerosas milicias coloniales mientras
que los franceses no reciben ya ningún socorro, Wolfe toma Fort Duq~esne que
se convierte en Pittsburgo (1758). Quebec cae en 1759. En 1760 los inglese; han
conquistado el Canadá, al que Francia renuncia por el Tratado de París. Francia
abandona asimismo la Luisiana. Cede la parte occidental a Inglaterra; los territo-
rios situados al este del Mississippi y Nueva Orleans, a España, en compensación
de la pérdida de Florida, conquistada por los ingleses.
441
congregacionalistas, anglicanos, presbiterianos, luteranos, baptístas, des-
pués metodistas, todos ellos en general intolerantes, a excepción de los
cuáqueros. El espíritu puritano domina sobre todo en el Norte y en
Nueva Inglaterra. No existen semejanzas entre la sociedad colonial del
Sur, donde grandes plantadores blancos, con frecuencia de origen aris-
tocrático y anglicano, viven de la exportación de géneros tropicales y
se sirven del trabajo de un gran número de esclavos negros, y la socie-
dad de carácter más democrático y puritano de Nueva Inglaterra, for-
mada por pequeños propietarios que cultivan cereales y crían caballos
y ganado bovino. Igualmente se oponen las poblaciones urbanas de
los puertos del Norte, que presentan una gran actividad industrial,
marítima (pesca), construcciones navales, comercial y una vida inte-
lectual desarrollada, y los pioneros de la «frontera», de espíritu aven-
turero e individualista. Las distancias y las circunstancias particulares
de su fundación permiten a las colonias tener un self government. Un
gobernador, nombrado por el rey en la mayoría de las colonias, repre-
senta a la corona y al Parlamento de Londres, pero su autoridad está
limitada por asambleas locales, elegidas siguiendo modalidades que
varían de una colonia a otra. El espíritu de autonomía interviene no
sólo frente a Londres, sino también frente a los vecinos. Por eso no
es nada extraño que cuando, en 1754, Benjamín Franklín propone una
asociación contra los franceses en el Congreso de Albany, no obtenga
ningún resultado.
Sin embargo, no faltan los rasgos comunes: práctica de la lengua
inglesa, prestigio de la enseñanza, especialmente en Nueva Inglaterra,
donde no hay más que 5 % de analfabetos. Varias Universidades han
conquistado ya la celebridad: Harvard, Yale, Prínceton. Las bibliote-
cas son numerosas. Se publican obras religiosas y científicas, periódi-
cos y almanaques (El pobre Richard, de B. Franklin). Los ingleses de
América tienen asimismo conciencia de pertenecer a un pueble ele-
gido. Se sienten apegados a los principios de la «gloriosa revolución»
de 1689 y al self government. Respetan a la corona y al Parlamento,
cuya autoridad, por lo demás, se ejerce sobre todo en materia comer-
cial, puesto que las colonias dependen estrechamente del Board of
Trade.
442
sobre las melazas y los productos de las Antillas), que únicamente aprovechan a
Inglaterra y perjudican sus intereses por su carácter mercantilista. Además, ellos
no los han votado, ya que no están representados en el Parlamento de Londres.
En 1765, un derecho de timbre sobre todas las publicaciones se aplica igualmente
a las colonias. Estas ya no pueden acuñar moneda, y sus habitantes están someti-
dos al alojamiento de tropas. Los descontentos se reúnen en un «Congreso del tim-
bre». Lord Grenville renuncia al derecho de timbre y disminuye las tasas, pero la
Declaratary Act da al Parlamento de Londres un derecho de veto sobre las asam-
bleas coloniales. Una nueva tentativa fiscal llevada a cabo por Townshend no ob-
tiene mayor éxito (1767-1769). La hostilidad frente a los soldados ingleses provoca
la represión (<<Matanza de Bastan», 1770). Se boicotean las mercancías inglesas, en
particular el té traído por la Compañía de las Indias (Bastan tea party, 1773). El
gobierno inglés reacciona vigorosamente por las Intolerable Acts (cierre del puerto
de Bastan, limitación de la autonomía de Massachusetts). En fin, la Quebec Act,
al extender el territorio del Canadá entre los Grandes Lagos y el Ohio, limita la
expansión hacia el oeste de Nueva Inglaterra.
443
independencia reconoce. Francia no puede continuar la guerra. El Tratado de Ver-
salles no le procura más que ventajas limitadas: restitución del Senegal, de Saint-
Pierre et Miquelon y, en principio, de la Luisiana occidental, derecho a fortificar
Dunkerque, perdido en 1713. España recobra Menorca y la Florida. Se reconoce a
los Estados Unidos como una nación nueva, con un territorio limitado al este por
el Mississippi.
Sin embargo, Se puede dudar que los Estados Unidos formen una
verdadera nación, ya que encuentran las mayores dificultades para
organizarse, y una crisis financiera y económica fomenta el desorden.
El Congreso de Filadelfia admite que cada Estado se dé su propia
constitución, lo que se realiza en 1780, después de largas discusiones.
444
una región colonizada constituirá un «territorio» dotado de cierta auto-
nomía tan pronto como tenga 5000 habitantes y se convertirá en un
estado cuando su población alcance los 60 000 habitantes.
Para salir de la anarquía, y a propuesta de Virginia, los estados
envían representantes a una Convención que Se celebra en Annápolis,
después en Filadelfia en marzo de 1787, bajo la presidencia de Wash-
ington. Los asistentes pertenecen a la burguesía. Se muestran sensi-
bles a la actuación de los Cincinnati (asociaciones de antiguos comba-
tientes) y desean salvaguardar el orden público, garantizar la propie-
dad, la unidad y el crédito del Estado. La Constitución de 1787 es el
resultado de laboriosos compromisos. En lineas generales, los estados
del Norte obtienen satisfacción respecto a los poderes del Estado en
materia de comercio, y los del Sur, respecto al mantenimiento de la
esclavitud. Se crea una Federación. La expresión de la soberanía po-
pular pasa de las leyes de los estados a las leyes federales. Los tres
poderes emanan del pueblo, pero se hallan rigurosamente separados.
Un presidente, elegido por cuatro años mediante un sufragio en dos
grados, ejerce el poder. ejecutivo. El poder legislativo recae en el Con-
greso, compuesto por un Senado en el que figuran dos miembros por
Estado, elegidos por las respectivas asambleas, y por una Cámara de
Representantes, elegidos a prorrateo entre la población de cada estado
(los negros no votan, pero cuentan los tres quintos de sus efectivos),
siguiendo sus propias leyes electorales. El presidente tiene un derecho
de voto suspensivo sobre las decisiones del Congreso. Por último, el
poder judicial, confiado a un Tribunal supremo de nueve jueces, de-
signados por el presidente con el acuerdo del Senado, Se encarga de
arbitrar los conflictos entre el presidente y el Congreso, el poder fe-
deral y los estados. Los dos tercios de los miembros del Congreso pue-
den proponer enmiendas a la Constitución, enmiendas que han de
ratificar los tres cuartos de los Estados.
La ratificación debe ser efectuada por el pueblo de cada estado.
Federalistas y antifederalistas se oponen apasionadamente. Rhode 1s-
land no concede su acuerdo hasta 1790. No obstante, la Constitución
es puesta en vigor por el Congreso, reunido en Filadelfia, el 4 de marzo
de 1789. El Congreso elige como presidente de los Estados Unidos a
George Washington. Aunque la independencia de los Estados Unidos
no ha sido en realidad más que una rebelión triunfante, aparece como
una revolución, especialmente a los ojos de la opinión europea, y como
la primera aplicación de los principios de Montesquieu y Rousseau.
Por este motivo, tiene el valor de un ejemplo, sobre todo en Francia.
Sin embargo, sólo algunos visionarios pueden entonces sospechar que
acaba de nacer una nación destinada a un gran desarrollo y a la ela-
boración de una nueva civilización.
445
Bibliografía: Obras citadas en la pagma 10. G. ZELLER, op. cit. S. E. MORI-
SON, The Oxford history of the American people, 1965. D. PASQUIER, Histoire poli-
tique et sociale du peuple américain, t. 1, 1924. M. DEVEZE, L'Europe et le monde
i1 la fin du XVIII' siécle (col. «Evo1ution de l'humanité»), 1970.
446
En el transcurso de estos tres siglos, el mundo ha conocido gran-
des transformaciones. Los contactos comerciales se han multiplicado
sobre una buena parte del globo gracias a los europeos y en su pro-
vecho. Los cambios han sido profundos en la Europa occidental. El
hombre del siglo XVIII es muy diferente al del XVI evocado en la In-
troducción. Primero se ha extendido una sensibilidad del Renacimiento,
borrada después por una «sensibilidad clásica», más disciplinada. En
realidad, el fenómeno es mucho más real entre la minoría instruida
que entre las masas populares, que la siguen difícilmente y a veces a
una gran distancia. Esta minoría corresponde a valores nuevos. La
búsqueda de la salvación eterna tiende a convertirse en una cuestión
privada; la «búsqueda de la felicidad», en el fin de la sociedad. Si bien
la importancia del dinero en la clasificación de los individuos no es
nueva, ahora se considera legítima. Los regímenes censuales se hallan
en gestación. Los talentos toman en la consideración social el lugar
que antes ocupaban las armas. Sin embargo, no todas las huellas de
las sociedades de órdenes han desaparecido de las mentalidades. Se
han iniciado, en fin, procesos demográficos, técnicos y económicos, a
la vez causas y consecuencias que anuncian el período siguiente.
El sentimiento de superioridad que experimentan los europeos del
Oeste ya no está basado esencialmente en certidumbres religiosas o filo-
sóficas, sino en confrontaciones. La civilización del Oeste ha conquis-
tado las élites del resto de Europa y establecido cabezas de puente
en América. Frente a un Extremo Oriente que se ha replegado sobre
sí mismo y a pueblos esporádicamente hostiles, con mucho mayor
frecuencia consentidores o resignados, los europeos, a pesar de cier-
tas declaraciones de los filósofos, consideran su civilización como la
Civilización.
447
INDICE
Prólogo 7
Bibliografía general 10
Capitulo primero. El hombre del siglo XVI 11
El hombre frente a la naturaleza 11
El régimen biológico del hombre 16
.La afectividad 20
. El conocimiento 22
449
29. Corvisier.
Capítulo V. Las sociedades europeas 83
Los principios de la sociedad 83
Las tensiones sociales ,.............................. 88
Matices regionales. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 90
Capítulo VI. Los Estados europeos 95
Los principios políticos 95
Tipos de monarquías . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 98
Capítulo VII. La política extranjera y las relaciones entre los
pueblos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . 109
Avances y retrocesos de la cristiandad .,. . . . . . . . . . . . . . . . 109
Las divisiones de la cristiandad 111
Las guerras de Italia. .. . .. .. .. .. .. .. .. .. .. . .. .. .. .. 113
Duelo entre Francia y la Casa de Habsburgo . . . . . . . . . . . . 114
Consecuencias de las guerras 115
450
El efímero resurgimiento de Francia bajo Enrique IV . 195
La Francia de Luis XIII y Richelieu . 200
La Fronda y el restablecimiento de la autoridad real . 205
Capitulo XIV. La Europa desgarrada, 1609-1661 . 211
El Imperio entre dos guerras de religión . 211
La guerra de los Treinta Años . 213
De la preponderancia española a la preponderancia francesa 221
Las consecuencias de la guerra para Europa. La guerra y la
civilización europea . 222
Capitulo XV. El difícil nacimiento de la Europa clásica . 227
La restauración religiosa . 227
Despertar del espiritu científico . 233
Barroco y clasicismo antes de 1660 . 235
Extensión de las teorias absolutistas . 237
\, eL;, thAJL
451 ~
~ I
~~fede\\:t\ ~/ ..
Pedro el Grande y las transformaciones de Rusia . 323
Capitulo XXII. Los Estados europeos de 1715 Qi 1740 . [329.
v/ El Reino U nido de Gran Bretaña . -329
La Francia de la regencia y el cardenal Fleury . 332
Fortalecimiento de los Estados nacionales . 337
Políticas de principes y relaciones entre naciones . 340
Capitulo XXIII. Las transformaciones económicas de 1660
a 1740 . 347
Los hombres . 347
La expansión de los mercados . 349
La producción . 352
El cambio de la coyuntura económica y sus consecuencias
generales . 356
Capitulo XXIV. Civilización y sociedades europeas de 1660
a 1740 ' . 361
Barroco y clasicismo después de 1661 . 361
El desarrollo de las ciencias . 365 ¡J
El «Espiritu nuevo» . 368
Cambio de ideal social . 372
452
Terminóse de imprimir en mayo de 1977
en los Talleres Gráficos Ibero-Americanos, S. A.
de Sant [oan Despí (Barcelona)