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Elementos para un Matrimonio feliz

500 parejas, felizmente casadas, fueron entrevistadas recientemente acerca de lo que más les ha ayudado a sostener
su matrimonio y sus respuestas, en orden de importancia fueron las siguientes: la confianza mutua (52%); La fe y la
espiritualidad (27%); Una buena comunicación (18%). Y muy cerca de estos porcentajes, ellos destacaron el aporte
de: El compromiso, amar y luchar por los hijos, trabajar juntos en la solución de conflictos, la paciencia y el perdón,
así como pasar tiempo juntos. (Fuente: CARA, Marriage in the Catholic Church: A Survey of U.S. Catholics, 2007,
p. 90)

Por su parte, al interrogar a un gran número de personas separadas o divorciadas las encuestas revelaron que para la
gran mayoría de ellos (el 58%), lo que más afectó su relación fueron problemas en la comunicación, seguido por la
falta de compromiso o confianza (51%). Y especialmente entre los hispanos, los problemas económicos (48%),
problemas por la crianza de los hijos  (47%)y la relación con la familia del cónyuge (38%). Le seguían en dificultad,
el no poder pasar tiempo juntos y dificultades en la vida íntima o sexual (CARA, Marriage in the Catholic Church:
A Survey of U.S. Catholics, 2007, p. 100-101)

Si tratamos de resumir, podemos decir que entre muchos factores, hay algunos que definitivamente pueden ser claves
para un matrimonio feliz. Por eso, tendiendo en cuenta estos datos y otros provenientes de especialistas en la relación
de pareja, esta sección abordará los siguientes temas:

El compromiso
Como lo muestran las encuestas y lo repite la doctrina de la Iglesia, el amor matrimonial se basa en la fe y
compromiso que un cónyuge profesa por el otro. Muchos problemas de comunicación, de intimidad, y de
convivencia se evitan si ese voto de confianza y la decisión de amar al otro,  pronunciado el día del matrimonio, se
sigue usando y fortaleciendo cada día, y ante cada situación. Por eso vale la pena explorar el sentido y el valor
práctico de este elemento tan importante para su matrimonio.

Valores en común
Uno de los elementos que más contribuyen a la armonía y estabilidad de una pareja son las valores que tienen en
común. Ellos son como el tesoro del cual se nutren las decisiones diarias, tanto para la vida de pareja como para el
manejo del dinero, la crianza de los hijos, las relaciones con las familias respectivas, etc. En fin, el poder de este
tesoro es enorme y es algo que puede aprenderse a usar y a enriquecer, como se verá aquí.
La comunicación
Aprendemos a hablar en los primeros años de nuestra vida, pero aprendemos a comunicarnos a lo largo de ella y en
la medida que descubrimos que no todas las personas entienden las cosas de la forma que cada cual lo hace, ni se
expresan a través de los mismos medios. Unos son más espontáneos, otros reservados. Unos usan palabras, otros
gestos o acciones para dar a conocer sus sentimientos. Muchas dificultades que hacen que las parejas se disgusten o
digan “es que no me entiende”, etc., probablemente tienen su origen en estas diferencias de comunicación. Descubrir
la forma de comunicación de su pareja y la mejor forma para expresarle los sentimientos les será por eso de gran
ayuda.

Herramientas para la solución de conflictos


Discrepar en opiniones o puntos de vista es normal. Pero para que estas diferencias no sean  la ocasión de un
conflicto y mucho menos de una crisis matrimonial, se requiere aprender las técnicas de comunicación y solución de
conflictos. Este aprendizaje es conveniente para todos pues, aunque a veces tendemos a imaginar que el problema es
del otro, es claro que comunicarse es un arte con técnicas muy variadas, y cada persona es un mundo que vale la
pena aprender a descifrar y conquistar desde su particularidad.

Espiritualidad y Fe
Hablando de recursos para un matrimonio feliz debemos considerar de manera muy especial lo que Dios aporta a
nuestros matrimonios y relaciones afectivas. El es el amor y su fuente. Por eso, aprender a amar no es otra cosa que
aprender a escuchar la voluntad de Dios y seguirla, en nuestra vida personal y de pareja. Y cuando este camino de
búsqueda del amor verdadero o espiritualidad es un empeño que los dos cónyuges quieren experimentar juntos,
grandes bendiciones se hacen presente en la vida de pareja. Por eso, ya sea que estén pasando por un momento difícil
de su relación, o que deseen conservar la felicidad que ahora experimentan, aprender a desarrollar la espiritualidad
fortalecerá, sin duda, su amor.

Trabajo Fuera y Dentro de Casa

Trabajo Fuera y Dentro de Casa

 Por Valentín Araya


Uno de los signos más visibles de los cambios en la sociedad actual es el papel que la mujer ocupa en ella. Se ha
acelerado su promoción y se le ha reconocido igualdad de derechos y de representación en el hogar y en la sociedad.
Consecuentemente, hay un alto número de mamás que se han sumado a las fuerzas laborales.
Este cambio social ha generado cambios en nuestras familias que no siempre son fáciles de manejar y pueden
generar conflictos:

 Conflictos para la mujer, que preferiría no tener que salir fuera de casa a trabajar y desea ser ella
personalmente quien provee cuidado y educación a los hijos. Si lo hace es porque se ve forzada por las
circunstancias económicas.
 Conflictos en el hombre. Para algunos hombres, el hecho de que su esposa trabaje fuera de casa contradice la
mentalidad de que el hombre debe proveer todo lo económico para la familia y la mujer debe quedarse en
casa para realizar los oficios domésticos y cuidar de sus hijos. Y eso puede ser causa de tensiones y
frustraciones en el matrimonio. Sin embargo, como lo dice la Iglesia, “El genio femenino se necesita en
todos los ámbitos de la sociedad” (Laborem Exercens, 19). Y en muchos casos, el hecho que la mujer se
realice humana, cristiana y profesionalmente, fuera de casa, es una bendición para el matrimonio y para los
hijos. Lo importante es que los padres encuentren quién, en su ausencia, pueda cuidar bien los niños, y que el
trabajo no absorba el tiempo para compartir en familia y en pareja.
 Conflictos por tareas domésticas. Cuando los dos trabajan es muy importante distribuir adecuadamente las
tareas domésticas. Pues a veces las mujeres sufren la injusticia de tener que trabajar tiempo completo fuera
de casa y adicionalmente tener que  encargarse también, ellas solas, del trabajo al interior de la casa. El
hombre debe entender que el trabajo de casa es un trabajo más del cual los dos son responsables.
 Impacto en los hijos.  Los hijos pueden ser severamente afectados cuando los padres, primeros responsables
y educadores de los hijos no proveen la atención necesaria. Por eso, en su ausencia, ellos deben asegurarse
que los hijos  no sólo sean cuidados de peligros, sino también atendidos en sus necesidades psicológicas,
emocionales, espirituales e  intelectuales. Lo importante es que los padres encuentren quién, en su ausencia,
pueda cuidar bien los niños, y que el trabajo no absorba el tiempo para compartir en familia y en pareja.

Recomendaciones para parejas cuando los dos trabajan:


1. Eviten poner en riesgo a sus hijos.  En algunos casos es mejor hacer ciertos ajustes económicos y aprender a
vivir con menos dinero, que poner en riesgo a sus hijos. En edades escolares los niños requieren que papá o
mamá se involucre con ellos en la escuela y si los dos trabajan, es casi imposible hacerlo. Y cuando son
adolescentes requieren ser monitoreados de cerca. Si deciden que los dos van a trabajar, busquen las personas
profesionales o instituciones que garanticen el bienestar integral de sus hijos.
2. Dediquen tiempo a sus hijos. Aparte de las necesidades básicas: abrigo, comida y techo, los niños necesitan
seguridad, atención, amor, comprensión, comunicación y protección.
3. Decidan juntos sobre la disciplina y reglas de comportamiento.: Para evitar conflictos por la crianza es muy
importante que decidan, en pareja, el tipo de valores y los métodos de disciplina que usarán con sus hijos.
Comuniquen, claramente, tal decisión a su niñera. En mi caso, Betty, mi esposa, y yo decidimos que la
disciplina la íbamos a impartir nosotros y no nuestra niñera. Así, ella nos decía si los niños habían faltado a
una regla y nosotros aplicábamos las consecuencias. Los niños aprenden pronto que aunque alguien les cuida
durante el día, sus papás son los encargados de su disciplina y las personas permanentes en sus vidas.
4. No olviden la diversión. Dediquen tiempo para jugar con sus hijos después de llegar de sus trabajos. Los
niños necesitan ese contacto con ustedes y ustedes lo necesitan también. Reserven también un día por
semana como día familiar, donde puedan salir con ellos, hacer todo lo que les guste hacer, llevarlos al
parque, ir a caminar, etc.
5. Ayúdenles en sus tareas escolares. Padre de niños en edad escolar, dediquen tiempo para hacer tareas y
obligaciones escolares con sus hijos. Ese tiempo es una inversión excelente para el futuro de sus hijos.
6. Dediquen tiempo para ustedes dos.  No dejen que el trabajo y las tareas hogareñas les roben lo más
importante del matrimonio: ser pareja. Dediquen tiempo juntos para platicar, divertirse, pasar tiempo juntos y
seguirse conociendo. Pongan en su agenda por lo menos un día por semana para hacerlo. Es mejor pagar
unas cuantas horas más a su niñera, que dejar que su matrimonio se afecte y les lleve a la separación. Si
ustedes están bien como pareja, sus hijos estarán mejor.

Para mayor información sobre este tema y otras fuentes de conflictos visita Las soluciones que buscas.

Valores en común

Valores en común

 Por Dora Tobar


Muchos expertos en consejería matrimonial y de pareja coinciden en afirmar que si bien el compromiso o promesas
matrimoniales establecen y sellan la relación con la solidez de un vínculo estable, los valores en común crean la
unión diaria que favorece y sostiene la convivencia. Ellos son los que hacen posible que dos personas, aunque
provengan de mundos muy distintos,  se descubran como “almas gemelas”, con “espíritus afines”, o en términos
populares, como la “media naranja” con la cual se puede lograr la comunión de vida y de propósitos deseables en un
matrimonio.

Qué es un valor
Los valores tienen que ver con lo que motiva a una persona, lo que la hace actuar, lo que le da sentido a su vida. En
pocas palabras, “los valores de un apersona son, en cierto modo, la propia misma”. Ellos constituyen “el centro” de
donde salen los intereses; son la razón que hace vibrar a una persona, sus amores, lo que le es más sagrado e
importante (Véase, Geneviève Hone y Julien Mercure, las Estaciones de la Pareja”, Sal Terrae, 1993).

Los valores en común crean la unión diaria que favorece y sostiene la convivencia.
Importancia de los valores en la construcción de un matrimonio
Cada persona, a lo largo de su vida, y de acuerdo a los mensajes recibidos y asimilados, crea una lista de valores que
constituyen, por así decirlo, “su tesoro.” Esta lista le sirve de parámetro para juzgar si algo le agrada, si va con él o
con ella, o por el contrario, si le disgusta, le desagrada o le ofende. De ahí la importancia que los valores tienen para
la relación de una pareja: si las dos listas o códigos de valores coinciden, la armonía y el bienestar estarán en gran
medida garantizados; será fácil llegar a acuerdos sobre los objetivos en el manejo del dinero, la crianza de los hijos,
la distribución de los oficios, etc. En fin, les resultará bastante fácil crear planes juntos y sobre todo diseñar un
proyecto común de vida donde ninguno se sienta frustrado, limitado o forzado.

Para tener esta coincidencia en valores no se necesita ser de la misma religión ni del mismo país, pero ciertamente
haber crecido en hogares con principios morales y espirituales similares favorece la coincidencia. Cuando en cambio
son muchos más los valores en los cuales no se coincide, que aquellos que se tienen en común, es de esperarse que la
relación sea, si no conflictiva, por lo menos muy difícil.

¿Qué hacer cuando no hay perfecta coincidencia en los valores?


Nadie coincide total y perfectamente con los valores del otro. Siempre habrá entre los cónyuges, gustos, preferencias
o formas diferentes de ver la realidad . Eso no debe ser sin embargo la causa de dificultades en la relación. El amor
supone la aceptación del otro tal cual es y no implica que el otro sea mi idéntico. Por el contrario, su diferencia
puede aportarme formas de ver la vida y de actuar de las cuales puedo aprender mucho y terminar integrándolas en
mi propio esquema de valores.

Se trata por tanto de aprender a “manejar” las diferencias, lo cual es diferente de “soportar” o someterse. En la
negociación y búsqueda de acuerdos aprender las técnicas de comunicación y las herramientas para de solución de
conflictos será siempre de gran ayuda. Con todo se debe tener igualmente en cuenta los siguientes:

 Son negociables los valores que no afecten o dañen el bien de ninguno de los cónyuges ni de los hijos:
Valores que sean esenciales o fundamentales tales como la responsabilidad por la vida y el bien de las
personas de la familia; el respeto, la fidelidad, la honradez, la veracidad, la delicadeza en el trato, etc., no son
negociables ni renunciables.
 Valores que son más gustos o apreciaciones se pueden negociar o simplemente aceptar como una
característica propia del cónyuge.
 La pareja debe poder construir su propio código de valores que los identificará como familia y como
matrimonio. En esta elaboración el consejo de amigos y parientes puede ser tenido en cuenta pero no debe
sustituir la decisión de común acuerdo de la pareja.
 Todos evolucionamos y las circunstancias pueden hacer que tengamos que renunciar, no a nuestros
principios, pero sí a ciertas formas de aplicarlos (Por ejemplo, si ya no se puede cenar todos juntos, por lo
menos se puede buscar un día en que se puedan reunir). Tener esta flexibilidad puede facilitar la convivencia.
 Comprometerse juntos con los valores cristianos y esforzarse por cumplirlos creará en su pareja el tesoro
más rico y fructífero que garantizará su unidad y fortaleza como pareja. Recuerden “lo que Dios ha unido no
lo separa nadie”.

Lecturas Complementarias: Geneviève Hone y Julien Mercure, las Estaciones de la Pareja”, Sal Terrae, 1993;
Doris Helmering, Cómo alcanzar la felicidad con su pareja: Una técnica para logar la armonía en su relación
afectiva. Editorial Norma.1988; Elena Llanos, Cómo vivir bien en pareja. Editorial Grijalbo, 1989; J. Dominian, El
matrimonio: Guía para fortalecer una convivencia duradera, Ed. Paidos 1996

Comunicación
Comunicación

 Por Alicia Pérez-Nuño


En el matrimonio, la habilidad para comunicarse adecuadamente es fundamental para que la relación sea estable y
feliz. Y lo bueno es que este es un arte que se puede aprender.

La comunicación se compone de varios elementos: se necesita que haya una persona que tiene algo que decir y
alguien que escuche el mensaje. A su vez, la calidad de mensaje dependerá de la claridad para comunicarse y de la
disposición y habilidad del receptor  por escuchar. Entre más específico, corto, directo y libre de interferencias sea el
canal que usemos para comunicarnos, el mensaje se podrá escuchar más claramente. Por ejemplo, debemos poder
decir: “Estoy molesta(o) porque ayer cuando te pregunté si podíamos planear unas vacaciones, me contestaste muy
golpeado y de malagana”.

Igualmente, la retroalimentación que el que escucha le da al emisor es de gran ayuda para que la comunicación tenga
éxito. Retroalimentar es parafrasear lo que usted escuchó o cree haber escuchado; por ejemplo, puede decir: “O sea
que tú estás molesta(o) porque ayer te pareció que te hablé golpeado y de mala gana”. Si el receptor no ofrece esa
retroalimentación o significado compartido, quizá el emisor pueda pedirle a la otra persona que le repita lo que cree
que escuchó.

En la comunicación interfieren también lo que se conoce como “estorbos de la comunicación”. He aquí algunos de
los más frecuentes:

 Falta de claridad en el mensaje o el lenguaje: Recuerde ser específico y sobre todo traiga solo un asunto a la
vez. Piense qué es lo que quiere decir y cómo lo va a decir. Cuál es el mejor lenguaje y vocabulario que
puede usar con la persona con quien se quiere comunicar. Recuerde que el fin de la comunicación es darse a
entender para que el otro pueda responder a nuestra necesidad expresada.
 Ruido emocional: Este depende de cómo se están sintiendo las personas: Así por ejemplo, si una persona se
está sintiendo poco apreciada, ese sentimiento va a afectar cómo transmite o escucha lo que su pareja le
quiere decir. Por eso, si la pareja le responde mal ante una simple pregunta, pregúntele con preocupación,
¿qué te pasa? ¿Te sientes bien? Procure igualmente no tratar de resolver problemas o expresar su parecer
cuando se encuentra en un estado alterado. Espere a que la adrenalina desaparezca de su cuerpo y cuando ya
se sienta más calmado, inicie de nuevo la comunicación.
 El tono de voz y acentuación inadecuada de las palabras: Fíjese cómo dice las cosas. No es lo mismo hablar
con un tono despectivo o a gritos que empezar con amabilidad. El tono de voz y la acentuación ayudan a
crear el ambiente adecuado para que se dé la comunicación. Hay quienes se intimidan con ciertos tonos de
voz.
 La actitud negativa de quien escucha: Para tener éxito en la comunicación, la persona con quien quiere
comunicarse tiene que querer comunicarse. Es preferible hacer una cita y esperar hasta que dicha persona
esté lista para entablar la conversación.
 El ambiente que les rodea, la hora del día, los ruidos presentes: ¿Recuerda cuánto pensó dónde y cómo iba a
proponer matrimonio? ¿Por qué dejar de hacer algo que posiblemente tuvo éxito? Piense, y escoja el mejor
tiempo. La experiencia nos dice que el mejor tiempo para resolver un conflicto no es cuando está enojado.
Espere hasta que se haya calmado luego escoja el lugar y la hora.

Cuando conocemos el estilo de comunicación de nuestra pareja podemos mejorar nuestra comunicación y
posiblemente entender mejor sus actitudes.

Las persona tenemos también distintas formas o estilos para comunicarnos, dependiendo de nuestra personalidad
(introvertido, extrovertido, etc.) o de lo que hayamos aprendido a través de nuestra experiencia personal.

 Con frecuencia pensamos que la manera como nosotros nos comunicamos es la mejor (el león cree que todos
son de su misma condición) y no nos damos cuenta que otras personas pueden tener una manera diferente de
comunicarse sin que necesariamente sea errónea. Por esta razón, es conveniente que cada cual examine su
estilo de comunicación y que después se detenga a observar cómo se comunica su pareja.
 Pregúntese por ejemplo: ¿Soy un introvertido o un extrovertido? ¿Como saberlo? Las personas que disfrutan
la compañía de otras personas y se energizan cuando tienen con quién hablar y compartir su tiempo suelen
ser extrovertidas. Por el contrario, las personas a quienes el estar entre muchas personas les agota y prefieren
la compañía de unos cuantos o requieren de muchos momentos de  soledad, posiblemente sean introvertidos.
A los extrovertidos les gusta expresar lo que están pensando y compartirlo con otras personas mientras a los
introvertidos les gusta primero procesar sus pensamientos en silencio y después expresarlos. Ninguna de las
dos formas de ser es mejor o peor. Cada cual tiene sus ventajas y desventajas que se pueden tener en cuenta
para la relación. Pero conocer el estilo de cada uno es ya un buen comienzo.
 Cuando conocemos el estilo de comunicación de nuestra pareja podemos mejorar nuestra comunicación y
posiblemente entender mejor sus actitudes. En ocasiones, los dos pueden tener el mismo estilo de
comunicación (introvertido o extrovertido). Sin embargo,  usualmente uno va a ser más o menos que el otro
y por ello tendrá que aprender a comunicarse adecuadamente con su pareja

Ahora que ha reflexionado sobre el estilo de comunicación suyo y de su pareja, ¿qué cree que puede hacer usted para
tener más éxito en su comunicación?

La comunicación así como el amor se expresan de muchas maneras. En el caso del matrimonio estas dos van muy
unidas. Ponga atención a cómo le gusta que su pareja que le halaguen. A algunas parejas les gustan las palabras
amorosas y afirmantes; otras prefieren que usted pase tiempo con ellas. Otras parejas se sienten muy alagadas
cuando usted les da un regalo o les hacen su comida favorita y otras prefieren que usted les ofrezca un servicio y
ayuda. Para algunas parejas el contacto físico es muy importante y les halaga que usted les tome de la mano o les dé
un masaje.

Con frecuencia pensamos que lo que nos gusta a nosotros o nos alegra va a halagar a nuestra pareja. Sin embargo,
con el tiempo y observación, nos damos cuenta de que esto no es tal. La comunicación entre parejas debería mejorar
con el tiempo. Las parejas entre más se conocen puede estar más atentas a las necesidades del otro.

El compromiso
El compromiso

Por Dora Tobar

Todos los enamorados sueñan con amar y ser amados, de manera total y para siempre. Pero todos sabemos también
que hay una gran diferencia entre “desear” amar y entregarse de esta forma y “prometer o comprometerse” a tal
entrega y amor.

Esto se debe al hecho de que los seres humanos sólo podemos ser verdaderamente conscientes de lo que sentimos y
pensamos cuando lo podemos expresar mediante las palabras y los gestos.

Con todo, el poder de las palabras y los gestos de amor no es suficiente para garantizar que vamos a ser siempre
fieles a lo prometido. Es muy fácil prometer el cielo y la tierra en un arrebato de entusiasmo y después olvidarlo o
sentir que no podemos cumplir con nuestra palabra.

En cambio, cuando una persona está dispuesta a declarar su amor frente a testigos demuestra claramente que lo que
dice ha sido pensado y decidido con plena conciencia. Y si además esta declaración de amor se hace frente a Dios  y
apoyada en su gracia, es decir, cuando la pareja pide en el matrimonio, que Jesús mismo venga a ser la fuente y
garantía de sus promesas, entonces el compromiso humano de amor se transforma en alianza garantizada por Dios
mismo y para siempre.

De esta manera el amor se vuelve compromiso y el compromiso se vuelve el mejor gesto de amor que podemos
ofrecerle a quien amamos. Con él le aseguramos que no estamos jugando; que puede entregarse confiado(a) pues aún
cuando nos sintamos flaquear en nuestra capacidad de cumplir nuestras promesas, Dios mismo saldrá en nuestro
auxilio y nos ayudará a ser fieles y coherentes con el amor prometido.

Cuando en cambio una pareja se va a vivir juntos sin haberse hecho esta declaración se crea entre ellos una situación
anormal de inestabilidad en la cual ninguno de los dos puede estar seguro del grado en el cual el otro ha
comprometido su corazón y su existencia con él  o con ella. Entonces, aunque lo estén dando todo de si,  tampoco se
sienten en condición de poder reclamar responsabilidad o coherencia en el amor pues no ha habido un acuerdo.
Como resultado y a nivel inconsciente, los dos, en vez de sentirse libres para darse el uno al otro pues saben que van
a ser recibidos y amados, terminan por dejar una puerta abierta por donde, ante la posible amenaza, duda o
cansancio, puedan “salir huyendo”.

Esto se refleja claramente en las estadísticas: menos de la mitad las parejas que inician su vida en común terminan en
un matrimonio. Lo más común es que más del 50% de los que cohabitan rompen su relación antes de cumplir 5 años,
incluso teniendo hijos en común. Entre los casados la proporción de separaciones es en cambio del 15%.
Resumiendo podemos por eso decir que el compromiso explícito ante Dios  y la comunidad ayuda a la pareja en los
siguientes aspectos:

 Como base que crea la confianza necesaria para que la pareja pueda entregarse de corazón y cuerpo sin sentir
que está poniendo en riesgo su vida.
 Ayuda a la pareja a tomar conciencia de cada uno ha sido escogido y aceptado tal cual es. Esta aceptación es
la base fundamental para la seguridad emocional que cura y previene posibles celos, dudas en la relación y
que facilita la entrega.
 Pasados los años, el compromiso sirve de faro permanente que establece entre la pareja el objetivo al cual
apunta su amor. Así, aunque haya errores cada uno sabe a qué le ha apostado en su amor y se esforzará por
ser coherente.
 El compromiso consolida el “nosotros” que da origen emocional y legalmente a la institución de la familia.
Gracias a él la pareja será reconocida pública y socialmente como una entidad legítima de derechos y
deberes.
 Con el hecho de aceptar el compromiso del otro damos libremente el derecho a nuestro cónyuge a que apele
a nuestro amor y promesas. Así me pongo al servicio de sus necesidades y le garantizo que al reconocerlo
como “mi esposo”, “mi esposa”, haré todo lo posible por protegerla(o) de la indiferencia, la soledad o el
abandono.

Lo más profundo y único de cada persona es su emotividad. Si alguien nos abre por tanto la puerta de su corazón y
pone en nuestras manos el tesoro sagrado de sus afectos, lo único digno y responsable es corresponderle con nuestro
compromiso y decisión por agradecer cada día esa entrega. Al mismo tiempo prometer con la ayuda de la gracia
divina,  cuidarla, respetarla y celebrarla con toda la valentía, la delicadeza y el empeño de la cual seamos capaces.

Más sobre este tema en Sentido y propósito del matrimonio, ¿Qué estoy dispuesto a compartir? Y Cohabitación.

Espiritualidad y fe

Espiritualidad y fe

 Por Dora Tobar, PHD


Como muestran las estadísticas, de 500 parejas felizmente casadas, más de la mitad consideró que la espiritualidad y
la fe es el elemento que más contribuye a su felicidad (véase CARA, Marriage in The Catholic Church: A Survey of
U.S. Catholics, October 2007). Particularmente en las familias hispanas, el orar juntos demostró ser la fuente de la
cual sus miembros se nutren para sobrellevar los retos que afectan particularmente a esta comunidad, tales como las
adversidades económicas y la migración.
La razón de este beneficio puede verse desde muchos aspectos. Podemos comenzar diciendo que, aunque lo sepamos
o no, desde el instante mismo en que nos sentimos atraídos por nuestra pareja, Dios estaba ya ahí, en medio de
nosotros. Pues, sólo un Dios de Amor pudo haber hecho posible que sintiéramos el impulso de salir de nuestra
soledad egoísta, al encuentro de otro ser y de desear incluso entregarle, aunque no sea de nuestra familia ni de
nuestro grupo de allegados, todo lo que somos: nuestro cuerpo, lo que ganamos, lo que sentimos y hasta lo que
podemos llegar a ser. Y si esta aventura de “despojo y solidaridad” en vez de asustarnos y sentirla como una pérdida,
la experimentamos como una de las fuentes más grande de realización, es porque este Dios nos hizo parecidos a El.
Es decir, porque las fibras más íntimas de nuestro cuerpo y sentimientos están hechos con la misma realidad
trascendente por la cual Dios no es soledad sino Trinidad. En pocas palabras, ¡porque somos a imagen y semejanza
de Dios!

De ahí que el rostro de los enamorados tengan la semblanza angelical de quien se siente entre el cielo y la tierra. De
ahí también la energía vital y entusiasta que mueve a los esposos a desear, siempre y cada vez más, ser una sola
carne o una unidad indisoluble con el cónyuge. Amar es por tanto la experiencia más espiritual que podemos vivir
como seres humanos. Pero por eso mismo, no podemos amar verdaderamente sin Dios. Sin El, nuestros impulsos
físicos y emocionales pueden terminar usándose para el disfrute egoísta del placer, y entonces, donde debió haber
habido encuentro y entrega generosa, se crea un vacío que duele y hace más daño que la soledad.

Igualmente, los esposos saben muy bien que a medida que la relación avanza, el amor va dejando de ser una
sensación “entre las nubes” para convertirse en el contacto real con otro ser humano que necesita ser escuchado,
servido, aceptado, con sus defectos y atendido dentro las limitaciones y circunstancias que la vida nos presenta.
Entonces, la conquista de este corazón se vuelve verdadera entrega. Deja de ser la “visión encumbrada” de la
divinidad como la que tuvieron los apóstoles en el Tabor para convertirse en el encuentro de un Dios que está en el
rostro poco romántico del crucificado. Es decir, el amor matrimonial, con su específica condición de entrega de la
vida, es una realidad que puede aproximarnos a la forma como Dios ama, pero por eso, supone el salto trascendente
de fe o capacidad de donación y sacrificio que sólo Cristo puedo realizar de forma completa y total en la cruz.

¿Quién mejor que Cristo entonces para ser el depositario de nuestros sueños de entrega y de apasionada donación de
nosotros mismos? ¿Cómo garantizarle a nuestro cónyuge que le seremos fieles en tristeza y alegría, en salud y
enfermedad, en tiempos de prosperidad o en tiempos de crisis económica, si nuestro pobre corazón no se nutre con la
entrega misma de Cristo en la cruz? Por lo demás, no creo que haya alguien que no desee ser amado de esta manera.
Por lo tanto, la clave de nuestro matrimonio está aquí: en que la gracia permanente del amor de Jesús invocada el día
de la celebración de nuestro matrimonio siga siendo cada día el objeto de nuestras oraciones, para que en todo lo que
hagamos por nuestro cónyuge y nuestros hijos, imitemos cada vez mejor la donación sincera y total de Jesús en la
cruz.

Ahora bien, dentro de todas las oraciones ninguna es tan completa ni puede alimentar mejor a la pareja de cristianos
como la Eucaristía (CIC, 1644). Ella, centro y culmen del misterio cristiano, nos invita a comulgar con el Cristo que
se entregó sin mediada y a hacer de esta comunión la fuerza que nos transforme en “cuerpo de Cristo” o presencia
viva de su amor para otros. Por eso, los esposos que juntos busquen esta comunión y se nutran de ella, seguramente
no sólo vivirán a través de los retos y altibajos de la vida una relación matrimonial satisfactoria, sino también una
vida santa (CIC 1641-1642).

Más sobre este tema en Espiritualidad del matrimonio y La oración.

Herramientas para la solución de conflictos


Herramientas para la solución de conflictos

 Por Dr. Alicia Pérez-Nuño


Aunque el matrimonio está fundado en el amor es natural que las parejas encuentren diferencias y dificultades que
deben aprender a reconocer y resolver, para evitar el conflicto. Un conflicto no es un desacuerdo. Los desacuerdos
son normales. Pero cuando los desacuerdos no son respetados o causan problemas en la pareja, se convierten en
conflictos.

Muchas diferencias en la pareja provienen del hecho que cada uno trae consigo su propia experiencia de vida y
cultura. Es decir, con frecuencia  cada cónyuge tiene una forma de hacer las cosas y de ver el mundo muy distintas,
según lo aprendieron en sus respectivas familias o en el ambiente donde crecieron.

En la familia cada individuo aprende cómo resolver dificultades y conflictos de acuerdo a como lo hicieron sus
padres y quienes los rodeaban, así como la forma de expresar la rabia o frustración. En algunas familias, por
ejemplo, no se permite que los hijos expresen su enojo o rabia. Por eso estas personas crecen no sabiendo qué hacer
con estos sentimientos. Cuando se casan, al primer signo de conflicto, ellos pueden pensar que hay algo muy malo en
su relación; que se equivocaron de pareja e incluso deseen el divorcio.

La cultura también nos enseña cómo actuar frente a los conflictos. Por ejemplo, en muchas de las culturas
latinoamericanas mientras al hombre se le permite no sólo expresar su enojo sino incluso ser agresivo, a la mujer por
el contrario se le ha enseñado a quedarse callada para evitar los conflictos, no expresando lo que siente o necesita.
Este tipo de actitudes aprendidas de la cultura y en la familia son precisamente las que hacen difícil que haya un
diálogo franco entre los dos cónyuges, que les permita crecer juntos y resolver sus conflictos de una manera
saludable.

La experiencia de vida también cuenta a la hora de formarnos una visión del mundo; Lo que puede causar miedo o
ser difícil para alguien, no lo es para otro, según haya aprendido a vivir con eso o no. Por ejemplo, alguien que creció
con personas enfermas sabe cómo sobrellevar esta situación mejor que quien nunca tuvo a alguien con limitaciones
de salud o físicas en su casa. Nuestras reacciones tienen mucho que ver con el mensaje que tengamos asociado con
ese fenómeno. Y por supuesto, los dos miembros de la pareja no siempre tienen las mismas experiencias.

Es claro entonces que el pasado de una persona (lo que aprendió de su familia, de su cultura o de su experiencia de
vida) es muy importante para entender sus reacciones y sus formas de ver la vida. Por eso novios y esposos deben
interesarse en conocer el pasado, las raíces, la historia personal y los recuerdos de su pareja, para tratar de entender
también qué huella han dejado estos en su vida y ser así más comprensivos y menos conflictivos.

Conocer que no todos aprendimos lo mismo ni de la misma manera debe igualmente ayudarnos a relativizar nuestra
manera de hacer las cosas, si al final se llega al mismo resultado. Así por ejemplo,   “aunque haga el arroz con una
receta diferente a la de mi mamá, lo importante es que sabe igual de sabroso“.
Todos podemos tener una manera de pensar diferente, sin que esto, necesariamente cause un conflicto. Nuestras
actitudes ante las diferencias son las que determinan si estas se van a convertir en un conflicto o no.

Nuestras actitudes ante las diferencias son las que determinan si estas se van a convertir en un conflicto o no.

He aquí algunas actitudes que los expertos señalan como de gran ayuda para favorecer el diálogo y la solución de
conflictos:

 Con frecuencia pensamos que lo que nos gusta a nosotros o nos alegra va a halagar a nuestra pareja. Sin
embargo con el tiempo y observación, nos damos cuenta que esto no es tal. La  comunicación entre parejas
debería mejorar con el tiempo. Las parejas entre más se conocen puede estar más atentas a las
necesidades del otro.
 Mejore su habilidad y disposición para escuchar. No se puede entrar en comunicación con una persona que
no desee escuchar. Y para escuchar, se necesita poner toda la atención a la persona que le habla.
 Aprenda a expresar sus puntos de vista, deseos o necesidades. Nadie sabe mejor lo que una persona piensa o
necesita que ella misma. Por lo tanto esperar que la otra persona le adivine el pensamiento es irreal.
 Tenga una mente abierta donde puedan caber otras opciones y formas de ver una realidad. Nadie posee toda
la verdad. El punto de vista de otro puede además enriquecerle.
 Diga las cosas sin ofender, procurando dar a la otra persona el beneficio de la duda. Esto quiere decir, que al
expresar un desacuerdo o enojo sea capaz de usar un lenguaje que exprese el interés por saber   o comprender
el porqué de las actitudes o comportamientos de la otra persona, sin culparlo o descalificarlo. Por ejemplo,
diga: “¿Lo que quieres decirme es que te molesta mi desorden?”. Esta es quizás una de las mejores
herramientas para la comunicación.
 Procure hablar de un asunto a la vez, no se salgan del tema. No caiga en la trampa de responder a
insinuaciones o conductas destructivas que desvíen la comunicación y hagan que el conflicto se agrande.
 Procure asumir la responsabilidad por aquello en lo que usted considere que ha contribuido al problema.
Puede decir, por ejemplo, “yo reconozco, o, lamento que yo…”. Cuando se intenta resolver un conflicto con
frecuencia se busca la reconciliación. Pero si no tomamos responsabilidad por nuestros actos o pedimos
disculpas, el encontrar una solución al conflicto será más fácil.

Aunque todas estas habilidades le serán de mucha utilidad se debe reconocer que quizás, lo más importante para la
buena comunicación es el cómo se ve usted mismo(a), es decir, su auto estima. Esto significa valorarse y al mismo
tiempo saber reconocer sus errores. Finalmente, no olvide tratar de ponerse en el lugar del otro, es decir, esté
dispuesto a reconocer que en muchas ocasiones si usted estuviera en las mismas circunstancias posiblemente actuaría
igual o quizá hasta peor.

¿Abraza usted a su pareja?


¿Abraza usted a su pareja?

Cuando un hombre y una mujer comienzan su relación de noviazgo, una de las grandes manifestaciones que juntos
se expresan es a través del abrazo. Esta manera de demostrar el amor que empieza a fortalecerse entre ellos, se ve
reflejada cuando: caminan tomados de la mano o abrazados; en los momentos de alegría o tristeza siempre existe el
abrazo; al saludarse o despedirse el abrazo es el invitado esencial; en las celebraciones especiales, el abrazo es el
mejor regalo que le puedes dar a tu pareja; en fin… en la relación de noviazgo, el protagonista es el abrazo.   Pero,
qué pasa cuando las  parejas, después de haber tomado la decisión de casarse y de que haya transcurrido algún
tiempo, comienzan a perder esta linda manifestación de cariño y amor? Por qué el abrazo pierde su papel
protagónico entre los esposos? Por qué ya no nos abrazamos como antes o no nos tomamos de la mano?   Me da
vergüenza abrazar a mi pareja?

El abrazo, también llamado forma de expresar los sentimientos más allá de las palabras,  es tan importante para el ser
humano, que puede curar cualquier enfermedad o mejorar el bienestar emocional  en la persona o en la pareja.
Algunos estudios detallan que las parejas, después de recibir un abrazo, su cuerpo libera una hormona que genera
bienestar en las personas llamada oxitocina, enviándole al cerebro sensaciones de comodidad y vinculación innata,
por lo que éste actúa como si todo fluyera muy bien; lo cual evita que la pareja sienta necesidad de buscar a alguien
más. Por ello, presentamos cinco recomendaciones muy sencillas que usted puede tomar para fortalecer o comenzar
a reavivar esta manifestación de cariño y amor con su pareja:
1.      Cuando se despierte en la mañana, abrace inmediatamente a su pareja saludándola y deseándole un feliz día.
2.       Haga suyo el propósito de caminar juntos tomados de la mano.
3.      Acostumbre a saludar o despedirse de su pareja siempre con un abrazo.
4.      Cuando se genere alguna discusión, no olvide que la mejor manera de reconciliarse es a través de un abrazo  
5.      Ore con su pareja o familia tomados de la mano.    
No es tarde, estamos a tiempo para revivir esta linda manifestación de amor que no cuesta nada y dice más que mil
palabras.

Frases que Destruyen un Matrimonio


Frases que Destruyen un Matrimonio

Hay muchos factores que pueden dañar  un matrimonio: el estrés financiero, la infidelidad, las adiciones…
Recuperarse de todo esto implica una considerable cantidad de tiempo y de esfuerzo de ambas partes. Pero hay una
cosa que puede cambiar la calidad de un matrimonio casi al instante: qué palabras usas al hablar con tu cónyuge?. Si
deseas evitar discusiones, haz un esfuerzo consciente de omitir ciertas frases… Hay frases de las que nos
arrepentiremos siempre de haberlas dicho. Entre otras, éstas:
 
–       ‘Siempre’.  ‘Nunca’.
            Es una acusación muy seria para el amor de tu vida un “nunca me escuchas” o “Siempre llegas tarde del
trabajo”  porque, en primer lugar,  no es cierto. Además, la mayoría de las veces este comentario nace del enojo del
momento. Una mejor manera de expresar tus sentimientos es tomar un gran suspiro y decir “a veces siento que no
me escuchas y / o me entiendes?.Podemos hablar por algunos minutos?. Lo que quiero decir es   realmente
importante para mí. Tal vez podamos planear  maneras en las que podemos tener un poco más de tiempo de calidad 
en familia”.
 
–       ‘Engordaste?. T e veo más cachetona y la ropa ya no te queda igual que antes’.
Esto es básicamente decir que tu pareja se ve mal e implica insatisfacción con su cuerpo. Nunca digas algo negativo
sobre el cuerpo de tu pareja. Algo que ayuda a los esposos es mantenerse como eternos enamorados; ver a la esposa
como una eterna novia.
 
–       ‘Si de verdad me quieres, harías…’.
            Es una frase frecuente entre enamorados… Normalmente, la emplea él para sugerir una relación sexual. En el
caso de una pareja se está insinuando que tu cónyuge es egoísta. En realidad, es lo opuesto; la persona que está
haciendo esta solicitud está siendo egoísta al no considerar los sentimientos de su pareja. Has pensado que lo que
estás pidiendo es algo que incomoda a tu pareja?. Qué tal si lo que estás pidiendo no entra dentro de su presupuesto?.
Cuando se trata de las decisiones importantes    que afectarán a ambas partes, es mejor si sé deciden en común
acuerdo y no exigir en nombre del amor.
 
–       ‘Ojalá te fueras y no estuvieras aquí’.
            Muchos han pecado con esta frase. Tuvieron un fin de semana (o noche, o vacaciones juntos) que no salió
como se esperaba, y sientes que distanciarse entre ustedes es la solución. En ciertos casos tomar un respiro y un poco
de tiempo para calmar los ánimos y despejar la mente es una buena medida, incluso saludable. Pero decirle a tu
pareja que te gustaría que se fuera a otro lugar, o que no quieres estar cerca  de él, le hace daño y lo devalúa como tu
pareja y padre de tus hijos. Por qué no decir más bien ‘lamento que hemos tenido un par de días juntos difíciles.  Tal
vez podamos empezar de nuevo mañana’
–       ‘El esposo de mi amiga siempre… y tú no…’.
            Hacer comparaciones es odioso; causa resentimientos  de insuficiencia. Recuerda siempre la frase ‘escoge a
tu pareja y ama tu elección’. Esto no significa que tengas que soportar todos sus malos hábitos, pero recuerda que la
manera en la que te diriges a tu pareja le hace sentir seguro emocionalmente y que tan valorado es en la relación.  No
es conveniente hacer comparaciones porque cada persona es diferente de la otra: una tendrá unas cualidades, la otra,
otras; cada uno tiene sus defectos como los puede tener también el otro.
 
            Éstas son solo unas de esas frases inoportunas, imprudentes, que pronunciamos en un momento de cólera, de
disgusto; si por caso las empleamos alguna vez, será el momento de pedir  una excusa, perdón. F. Burton Howard 
decía del matrimonio: ‘si quieres que algo dure para siempre, cuídalo como un tesoro’.  Ricardo Búlmez añade:
cuida no lo que es seguro, tu familia por ejemplo; cuida lo que es inseguro, la pareja, ciertamente. Y lo explica así:
has oído decir a alguien ‘allí va tu ex-padre, o tu ex-hijo?. No. Pero si has oído decir ‘ahí va tu ex-esposa, o tu ex-
esposo’. Por tanto, lo más inseguro es tu pareja. Cuídala como a unan flor.

La crisis de la comunicación en la pareja

La crisis de la comunicación en la pareja

Acabo de llegar de Birmingham, Alabama de los estudios de EWTN, Televisión Mundial Católica, donde participé
como invitada en dos episodios del fantástico programa Cara a Cara, con Alejandro Bermúdez.  Alejandro es un
incomparable periodista peruano que ha dedicado su vida a informar sobre el palpitar diario de nuestra Iglesia, su
doctrina y los asuntos de actualidad que más impactan nuestra vida de fe.

En el programa hablamos sobre la crisis familiar y comentamos que una razón fundamental la misma es que muchas
veces los esposos carecen de buenas destrezas de comunicación.  Frecuentemente la razón de esta realidad es que el
hombre y la mujer no tienen idea de cómo es la naturaleza del género opuesto y por tanto no logran comunicarse
efectivamente. La mujer por lo general es sentimental, emotiva y comunicativa.  Por el contrario, el hombre es
analítico, reservado, práctico y poco expresivo.

Les comparto un simple ejemplo del diario vivir; el hombre llega cansado del trabajo y su esposa desea compartir lo
que lleva en el corazón y le comienza a hablar.  Él le dice que lo deje tranquilo o peor aún la manda a callar
gritándole, pues le molesta. La esposa explota en un mar de lágrimas o se retira profundamente herida.  El esposo se
enoja quejándose de porque le tuvo que tocar una mujer tan excesivamente sensible, y piensa que actúa así solo para
fastidiarle la vida. ¿Te recuerda esta escena algún momento de tu vida en pareja?

Por ello debemos conocer la naturaleza y aun la biología del género opuesto. Haciéndolo, el hombre realiza que la
mujer necesita expresarse y ser escuchada para sentirse valorada y respetada.  Igualmente, la mujer realizará que el
hombre por naturaleza es más callado y menos expresivo, y cuando llega a casa cansado lo que necesita es un rato de
silencio y solaz para recuperar sus fuerzas y su paz interior.  De no realizarlo, algo tan sencillo como el incidente que
describí puede ser el  principio del fin del matrimonio.  La mujer terminará alejándose herida pues piensa que su
esposo la considera un estorbo, o peor aún pensará que si él no le hace caso es porque tiene otra, y él puede terminar
hastiado de su amada pues la ve como una persona débil e hipersensible, que solo le quiere importunar su vida.
Algo tan simple como conocer al género opuesto es de fundamental importancia para mantener una comunicación
efectiva que fomente un matrimonio sano y feliz.

Las soluciones que buscas

Las soluciones que buscas

 Por Alba Liliana Jaramillo (Psicóloga)

En la vida sexual
¿Cuándo y cómo comienzan los problemas sexuales?
Otoniel y Carmenza son un matrimonio que lleva 5 años de casados y durante este tiempo no han hablado de sus
necesidades sexuales y esta situación está generando, sobre todo a Carmenza, sensaciones de  apatía y rechazo cada
vez que su esposo le propone hacer el amor. Este y muchos casos parecidos dejan ver que en gran proporción las
dificultades que los esposos encuentran en su comunicación corporal o sexual tiene que ver también con las
dificultades para comunicarse a través de la palabra. El diálogo es entonces clave.

La sexualidad es sin duda un aspecto muy importe en la vida de un matrimonio pues genera muchos dinamismos que
colaboran con el desarrollo y fortalecimiento de la relación conyugal. Lograr por tanto un buen nivel de diálogo
corporal es importante. Por eso se recomienda tener en cuenta:

 La sexualidad ocupa un lugar primordial en la vida matrimonial. Se debe evitar por eso que el afán por el
trabajo, los problemas domésticos o las preocupaciones por los  hijos la afecten.
 Durante la etapa de crianza de los hijos y de mucho trabajo, los esposos deben escapar de vez en cuando de
la rutina, buscar quién se encargue de los niños por unas horas y planear un momento romántico “solo para
ellos”.
 Los dos deben decidir, de común acuerdo cuándo tener relaciones, teniendo en cuanta el estado de ánimo
cada cual y su uso responsable de la planificación natural.
  La sexualidad comprende todos los gestos, palabras y actitudes que facilite expresar, mediante nuestro
cuerpo, el afecto, respeto y atención por el otro. Por eso no se reduce a los gestos en la cama sino que incluye
y comienza con los detalles, el ambiente de buena comunicación y de solidaridad en la vida diaria.
 La sexualidad es una forma de expresar y celebrar el amor. Por eso, supone que el amor en general se esté
alimentando mediante actitudes de confianza, entrega y deseos de agradar al otro. No se puede por eso llegar
a la intimidad de la alcoba bravos, con resentimientos o miedos que el diálogo previo no haya resuelto.
 Durante la relación sexual cada miembro del matrimonio debe expresar abiertamente cuales son sus
necesidades sexuales, así como lo que le agrada y le desagrada. De esta forma los dos sentirán que han sido
satisfechos. Y concluida la relación, debe también haber espacio para la comunicación abierta, que permita
conocer el grado de satisfacción que cada uno logró.
 Así como la intimidad en las conversaciones va creciendo, también la intimidad en la relación sexual debe
estar abierta a la posibilidad de que los esposos crezcan en el conocimiento mutuo de sus cuerpos, descubran
cada vez mejor lo que más agrada al otro y les permita romper la rutina de los gestos.
 Es importante llegar a la relación sin estrés por las responsabilidades externas a la relación,   y sin la presión
de pretender que el sexo debe ser perfecto. Se debe hacer de ese momento un verdadero espacio de intimidad
donde cada cual escuche las necesidades del otro, respete su ritmo y preferencias   y lo acompañe, con
paciencia y delicadeza, hasta su satisfacción.

Más sobre este tema en Intimidad y sexualidad. Algunos libros: Zig Ziglar , Cómo hacer que el romance no muera
con el matrimonio. Ed. Norma, 1991; Hendrix Harville Amigos y amantes: la relación de pareja ideal. Editorial
Norma 1991; Dagmar O´Connor , Cómo hacer el amor con la misma persona por el resto de su vida y con el mismo
entusiasmo, Ed. Planeta, 1989

En el manejo de las finanzas


El caso de Antonio y María:
Ellos son un matrimonio que llevan dos años de casados, con unos ingresos suficientes para suplir sus necesidades
económicas, sin embargo, desde novios cada uno respondía por sus propios gastos y nunca hablaron cómo, una vez
casados, manejarían su dinero. Ahora hay conflictos permanentes, porque ninguno de los dos se pone de acuerdo en
lo que cada uno debe pagar y en las responsabilidades que deben asumir.

Para tener en cuenta:


El manejo de las finanzas es fundamental en la vida cotidiana, y por tanto también en la convivencia matrimonial.
Por eso se recomienda:

 Tener un solo  fondo común, donde ambos aporten todo lo que ganan y poseen.
 Hacer una lista de los compromisos económicos que han adquirido como esposos, así como las proyecciones,
de acuerdo al nivel económico que se tenga.
 El fondo común debe ser manejado por aquel miembro del matrimonio que demuestre mayores habilidades
financieras y disciplinarias para hacerlo.
 En ningún momento el que gane más debe hacer sentir que tiene privilegios en las decisiones y manejo del
dinero.
 Quien maneje el fondo debe consultar siempre al otro sobre una inversión extra e informar periódicamente al
otro sobre el estado de las cuentas.
 Se debe dejar un porcentaje para los gastos individuales de cada uno de los esposos. Así se permite a una
cierta independencia para que cada cual supla sus necesidad básicas y sus gustos personales.
 Cuando haya puntos de vista diferentes frente al manejo del dinero es muy importante que, juntos, escuchen
lo que cada uno piensa con respecto al dinero y traten de llegar a acuerdos donde el resultado sea “Ganar-
Ganar” para ambos.
 Si estos acuerdos no son posibles, se hace necesario buscar ayuda especializada (que ojala no sea un
pariente) que medie y facilite solucionar este conflicto.

Más consejos y cómo realizar un presupuesto en El manejo de las finanzas.


Lectura complementaria: Victoria Collins, Mi dinero, tu dinero, nuestro dinero: cómo resolver los conflictos del
dinero en la vida de pareja. Ed. Norma. 1991
La vida de fe en matrimonio
El caso de Hernando y Mariana:
Los dos pertenecen a la misma religión, pero la manifestación de la fe de cada uno es distinta. Hernando viene de
una familia muy religiosa, donde su fe se manifiesta a través de la oración, la celebración de los sacramentos, el
apostolado, entre otros. Mariana, en cambio viene de una familia poco practicante. Esto ha generado conflictos,
porque Mariana es apática frente a todas las invitaciones que le hace Hernando para participar en la parroquia.  
Además cuando Hernando piensa en tener hijos, esta situación lo frena, porque para él, el compartir con los hijos sus
creencias y su fe es primordial.

Recomendaciones:

 La fe es muy importante en la vida de una persona y puede dar grandes beneficios a los esposos cuando se
comparte y se manifiesta en prácticas comunes.
 Sin embargo, no es necesario que los dos tengan el mismo credo  ni manifiesten el mismo interés por la vida
espiritual para que puedan tener un buen matrimonio. Lo importante es que cada cual, movido incluso por su
fe y caridad,  respete la religión y el proceso espiritual del otro (Véase, Catecismo de la Iglesia Católica,
1634).
 El diálogo inter-religioso al interior de un matrimonio debe llevarlos a desarrollar y apoyarse mutuamente en
el desarrollo de lo que les es común en su fe, y a respetar sus diferencias (CIC, 1636).
 Ciertamente el mayor problema se presenta en cuanto a la formación cristiana de los hijos. Los esposos
deben entonces recordar que, en la celebración de su matrimonio se pidió expresamente que los hijos sean
formados en la fe católica. Este acuerdo debe entonces hacer que quien sea realmente practicante asuma la
responsabilidad de la formación religiosa, y que el otro cónyuge respete y apoye este proceso (CIC, 1635).
 En algunos casos, la persona que tiene una mayor fortaleza y conocimiento de la fe, puede también indagar si
detrás de la apatía religiosa o rechazo de la fe del cónyuge se esconde un desconocimiento o incluso una
tergiversación de muchos aspectos de la religión. Este diálogo franco puede permitir la intimidad y
comprensión que facilite incluso el inicio de una conversión y de un camino mutuo hacia la fe.
 Finalmente, la Iglesia invita también a los esposos practicantes a que oren para el Señor los sostenga en su
amor y en su testimonio y para que sus oraciones puedan preparar al cónyuge no creyente a recibir la gracia
de la conversión (CIC 1637).

Más sobre este tema en En Proceso de devenir en una sola alma y Matrimonios Mixtos.

La relacion con la familia de mi esposo(a)


El caso de Augusto y Carolina:
Augusto y Carolina se enamoraron perdidamente y a los dos mese de conocerse resolvieron casarse. Después de
varios meses de estar casados cada uno empezó a percibir grandes diferencias en el trato y en la manera de ser de los
miembros de la familia de su esposo(a). Carolina además comentó con su familia algunos conflictos que empezaba a
tener con Augusto.  Esto generó rechazo de su familia hacia Augusto, y sin darse la ocasión de conocerlo por ellos
mismos, se hicieron ideas sobre él a partir de los que Carolina les decía.

Recomendaciones:

 Aceptar a una persona en matrimonio implica necesariamente entrar en relación con su familia y con la
forma de ser de esa familia.
 Cada uno de nosotros hereda comportamientos, formas de pensar y reacciones emocionales provenientes de
la familia donde crecimos. Es natural por eso que tengamos diferencias que se manifiestan en la convivencia
(Véase, Gelasia Marquez, Las marcas de nuestros padres y nuestra cultura).
 Precisamente porque cada familia ve las cosas desde su punto de vista, no se debe involucrar en las crisis o
conflictos del matrimonio a ninguno de los miembros de la familia, ni política, ni de consanguinidad, pues
esto casi siempre lleva a tomar posiciones radicales que, en vez de ayudar al esposo(a), en la mayoría de los
casos generan distorsiones de lo que realmente está pasando en la relación.
 Los esposos deben tener siempre presente que primero esta su relación matrimonial y después están todas las
demás relaciones, incluso las familiares. Por eso es muy importante tener presente que el matrimonio que
conforma un nuevo hogar , debe hacerlo a partir de las convicciones y costumbres, que ambos decidan, desde
el momento de casarse. Las costumbres y convicciones de sus respectivas  familias, solo deben ser
incorporadas, cuando ambos estén de acuerdo y vean la conveniencia para hacerlo. Así no se presentaran
discusiones como “es que en mi casa se hacia de esta o tal manera”, sino, “así lo hacemos en nuestro nuevo
hogar”.

Cuando se presenten conflictos y crisis en el matrimonio es necesario buscar ayuda externa que permita a los esposos
ver otros puntos de vista y encontrar otras formas de solucionar el conflicto.

El balance familia-trabajo
El caso de Juanita y José Manuel
Aunque Juanita y José Manuel llevan apenas dos años de casados, ya casi ni si ven y su tiempo para compartir es
muy reducido. Ambos trabajan en dos horarios laborales que no coinciden y por lo tanto, mientras el uno termina
una primera jornada de trabajo, el otro la empieza. En consecuencia, el poco tiempo que tienen para verse lo tienen
que emplear en resolver situaciones cotidianas y conflictos que se han creado por la falta de comunicación. No hay
espacio para salir un poco juntos a descansar de la rutina y la vida íntima ha casi desaparecido.

Elementos a considerar:

 La vida matrimonial necesita ser nutrida permanentemente para que ésta no empiece a morir, pues el amor es
una realidad que requiere constante creatividad y sobre todo, espacios de vida en común.
 Cuando el trabajo empieza a ser la prioridad en la vida y las personas se dedican obsesivamente a él, la
relación conyugal y la familia quedan relegados y acaban por ser realmente “abandonados”. Por eso esta
situación ha terminado con muchos matrimonios.

 En importante advertir igualmente que cuando el trabajo absorbe a una persona, lo más seguro es que
empiece a presentar síntomas de estrés y enfermedad que pueden llevar a la persona a no responder
adecuadamente a su trabajo. Así, se cae en un círculo vicioso, porque se empieza a trabajar más para no
fallar, pero el mismo estrés lleva a fallar y enfermarse. Es decir, el trabajo, como todo lo que se vuelve
obsesivo, puede convertirse en un vicio y debe ser tratado como tal.
 Ante esta situación es importante que las personas en el matrimonio analicen dos factores:
o ¿Hasta dónde realmente nos está afectando esta situación? ¿Qué aspectos de nuestra vida en común
se están deteriorando por la falta de tiempo para compartir? Este diagnóstico les ayudará a tomar
medidas.
o ¿Por qué se ha dado esta situación? ¿Será que el trabajo se ha convertido en una forma para escapar
de una situación que no hemos afrontado? ó, ¿Estamos tal vez demasiado apegados a un estilo de
vida o a ambiciones que están primando sobre nuestra vida afectiva y de familia?

Más sobre este tema en Trabajo fuera y dentro de casa.

Para compartir las labores del hogar


El caso de Antonia y Gustavo
Antonia y Gustavo llevan 5 años de casados. Antonia siempre se queja que Gustavo no colabora en ninguno de los
oficios domésticos y por el contrario, muchas veces le aumenta el trabajo doméstico   por el desorden que éste
siempre deja en su habitación y después de comer. Esto los lleva a tener discusiones frecuentes al punto que cada vez
más la relación gira alrededor de esta situación y dejan de comunicarse en muchos otros aspectos, porque este
conflicto siempre sale a flote.

Recomendaciones:

 El matrimonio es como una empresa que requiere un trabajo en equipo. Cada uno es responsable de aportar,
incluso en aquellas cosas simples de la vida cotidiana, como el arreglo de la casa, ir al supermercado, pagar
las cuentas, entre otros.
 Se deben distribuir las labores del hogar de acuerdo al tiempo que cada uno permanece en él. Si solo uno sale
a trabajar fuera del hogar y la otra persona trabaja en el hogar, el que sale a trabajar debe colaborar en los
fines de semana para que quien trabaja en casa pueda sentir un alivio frente a sus obligaciones. Así mismo el
cónyuge que sale a trabajar fuera debe colaborar entre semana no haciendo desorden, ni aumentando el
trabajo para el otro.
 Cuando ambos trabajen fuera del hogar se deben distribuir equitativamente las labores del hogar, para que
ninguno sienta una carga extra. Estas labores se pueden incluso intercambiar cada semana o de acuerdo al
tiempo que cada uno de los esposos considere pertinente. Así también, pueden encontrar cuales son las cosas
en que cada uno se siente más a gusto y cuales son aquellas en que se tiene más habilidad, para sacarle
provecho a este espacio para compartir las labores del hogar.
 Pueden incluso elaborar un cronograma semanal, donde se establezcan prioridades y además, los fines de
semana pueden adelantar ciertos oficios que hacen en los días de semana y esto también puede contribuir a
no sentir una carga tan pesada después de sus horarios laborales.

Más sobre este tema en Roles en el matrimonio.

Roles en el matrimonio

Roles en el matrimonio

Por Valentín Araya

Los roles y funciones que se le adjudican a los hombres y a las mujeres, dentro del matrimonio, se aprenden en el
hogar de origen y en el contexto cultural en que crecimos. Tanto el hombre como la mujer pueden llegar al
matrimonio con expectativas preestablecidas de lo que será su rol como cónyuge y con los hijos. Por tanto, es muy
importante confrontar estas expectativas con su pareja, puesto que la falta de congruencia en este punto puede causar
conflictos en el matrimonio.

Lo primero que habría que decirse aquí es que no hay papeles predeterminados para el esposo y la esposa dentro de
la vida matrimonial.

Cada miembro de la pareja debe evaluar los roles y expectativas que tiene frente a su cónyuge y ajustarlos a las
necesidades reales de la pareja.

Tradicionalmente, y sobre todo en nuestra mentalidad latina, el hombre se definió como el proveedor de todo lo
necesario y la mujer como la que se quedaba en casa, encargada del cuidado de los hijos y  de las mil tareas
domésticas. Como consecuencia, el hombre aprendía que no tenía responsabilidades en los oficios domésticos ni en
el cuidado de sus hijos, pues esas eran “cosas de mujeres”. La mujer por su parte, aceptaba además que ella era la
que debía atender al esposo.

Eso fomentaba una división muy drástica entre las actividades masculinas y femeninas dentro de la relación
matrimonial y traían un desbalance poco sano al matrimonio.

En algunos hogares latinos, aún en épocas actuales, la mujer tiene que trabajar muchas horas, sin goce de salario, sin
derechos y sin ese “tiempo personal” para recargar sus baterías. Todavía hay quienes no consideran el trabajo
doméstico como propiamente un trabajo, sino como una “obligación” que tiene la esposa en el matrimonio.

Hoy en día, por el contrario, la sociedad reconoce que el hombre y la mujer participan por igual en el campo laboral
fuera de casa y el trabajo doméstico, aunque no es siempre remunerado, es visto como un verdadero trabajo. Así
mimo, los hombres están tomando conciencia de que también ellos deben participar por igual en los oficios
domésticos, tradicionalmente asignados a las mujeres.

El matrimonio es como un regalo que tanto el esposo como la esposa reciben. En ese regalo vienen ciertos
privilegios y derechos, pero también vienen ciertas responsabilidades, obligaciones y tareas y no hay manuales que
especifiquen cuáles tareas debe hacer el hombre y cuáles la mujer.

El que la mujer esté naturalmente mejor dotada para realizar ciertas tareas en el hogar, no impide que el hombre
pueda aprender a hacerlas. El hogar, el matrimonio y los hijos no son sólo de uno, sino de los dos. Cada miembro de
la pareja debe evaluar los roles y expectativas que tiene frente a su cónyuge y ajustarlos a las necesidades reales de la
pareja. Comunicación clara y precisa es siempre una herramienta importantísima en este proceso.

Sentido y propósito del matrimonio


Sentido y propósito del matrimonio

Por Dora Tobar

El consentimiento libre por el cual la pareja se entrega y se recibe mutuamente es la esencia o “materia” del
sacramento del matrimonio.

El matrimonio es la íntima unión y la entrega mutua de la vida entre un hombre y una mujer con el propósito de
buscar en todo el bien mutuo. Dicha relación tiene sus raíces en la voluntad original de Dios quien al crear al hombre
y a la mujer a su imagen y semejanza, les dio la capacidad de amarse y entregarse mutuamente, hasta el punto de
poder ser “una sola carne” (véase Gn. 1, 22 y 2, 24).

Así, el matrimonio es tanto una institución natural como una unión sagradaque realiza el plan original de Dios para
la pareja. Pero además Cristo elevó esta vocación al amor a la dignidad de sacramento cuando hizo
del consentimiento de entrega de los esposos cristianos el símbolo mismo de su propia entrega por todos en la cruz.

En otras palabras, el consentimiento libre por el cual la pareja se entrega y se recibe mutuamente es la esencia o
“materia” del sacramento del matrimonio, de la misma forma como el pan y el vino son la materia del sacramento de
la Eucaristía. Dicho consentimiento o símbolo visible de la presencia de Cristo se concretiza, dentro del rito
matrimonial, en la fórmula que una vez y para siempre se dicen los esposos con palabras como: “Yo te recibo como
esposo(a) y me comprometo a amarte, respetarte y servirte, en salud o enfermedad, en tristeza y alegría, en riqueza
o en pobreza, hasta que la muerte nos separe”.

Con esta declaración pública de entrega, consumada después en el acto íntimo de entrega corporal, los esposos se
constituyen el uno para el otro en sacramentos vivos de la entrega de Cristo a la humanidad. Ellos son por tanto
los verdaderos ministros de este sacramento. Pero para que su declaración sea reconocida, la Iglesia pide que los
esposos pronuncien este consentimiento frente a un testigo autorizado por la Iglesia que puede ser un sacerdote o un
diácono y frente a la comunidad cristiana.

El compromiso celebrado en el rito se convierte en el estilo de vida de los esposos que, a través de su cotidiana
entrega y fidelidad, hacen de su amor el lugar donde el conyugue es amado, servido, escuchado y atendido como
Cristo mismo lo haría. En otras palabras, el sacramento del matrimonio no se reduce al rito que lo celebra, sino que
consiste en “ser sacramento” o presencia visible de Cristo para el cónyuge, todos los días y en todas las
circunstancias que la vida les presente. Por esta razón el matrimonio es junto al sacramento del orden sacerdotal
un sacramento de servicio que, vivido con el apoyo permanente de la gracia de Dios, es un camino excelente de
santidad.

Es además en el seno de esta relación estable y generosa donde Dios quiere que sean engendrados los hijos para que
sea el amor la cuna donde se reciban las nuevas creaturas y se constituya la familia, y la sociedad. Parte esencial del
amor de los esposos es pues estar abiertos a acoger con amor y responsabilidad la vida nueva que pueda surgir de sus
relaciones maritales. Así, su amor mismo se convierte en instrumento disponible a la obra creadora de Dios.

En pocas palabras, tanto por su donación y servicio mutuo como por su misión co-creadora, los esposos son
sacramento vivo y permanente del amor de Cristo por la humanidad y se convierten en “Ministros de la Iglesia
Doméstica” donde a diario están llamados, junto al pan y la palabra, a partir y compartir la vida de Cristo con su
cónyuge, sus hijos y quienes los rodean.

La Iglesia entera o “Familia Cristiana” se beneficia igualmente del sí sacramental que a diario se dan los esposos
pues este es un testimonio invaluable que sostiene a todos los cristianos en el camino de entrega y servicio al cual
hemos sido llamados.
¿Qué estás dispuesto a compartir?

¿Qué estás dispuesto a compartir?

Cinthya Arcega de Montalvo

Es posible que ante esta pregunta tu primera reacción sea contestar: ¡“Por supuesto que todo”! Y ciertamente esta es
la repuesta correcta de quien está pensando seriamente en contraer matrimonio. Sin embargo, es muy importante que
te asegures de que has entendido lo que realmente implica “entregarlo todo” y que tu respuesta no sea sólo el
impulso romántico, pero tal vez ciego o insensato, que las emociones de tu amor, o la proximidad de tu boda puedan
producirte.

De hecho, tu matrimonio será el mayor compromiso que adquieras en tu vida. Es decir, te vas a “comprometer” a
unir tu vida a otra persona compartiéndole, no sólo tus bienes y riquezas sino también lo que te es más íntimo, tu
vida emotiva, tus sentimientos, tus sueños, tus proyectos para el fututo, tus valores, etc. Mejor dicho, se trata de darte
libremente y por completo a la otra persona.

Esta entrega supone igualmente, recibir la donación del otro. Es decir, la aceptación del otro tal cual es, de tal
manera que encuentre en mí comprensión, tolerancia, respeto. Y esto debe ser recíproco, es decir la entrega debe ser
generosa y de ambos lados, de tal manera que ninguno quede engañado o se sienta minusvalorado. Por eso al casarte
te comprometes también a tener la suficiente delicadeza para agradecer todos los detalles y gestos de amor que te
entregan, por insignificante que parezcan, y a estar atento a lo que dices o haces, de tal forma que tu amado no se
ofenda.

Esta capacidad de  entrega va a ser lo que haga de tu vida de pareja una relación feliz, donde cada uno pueda seguir
creciendo como persona, como pareja y, cuando lleguen los hijos, como familia.

Entre más puedas compartir con tu pareja lo que eres, lo que tienes, tus ideas e ideales, así como lo que sientes y
deseas, la unión indisoluble que esperas tener al contraer matrimonio, será cada vez más fuerte.

Si le entregas el don de la confianza a tu pareja y estás dispuesto a dialogar abiertamente con ella,   la otra persona te
conocerá mejor y este conocimiento profundo se convertirá en  la base para que te comprenda mejor, para que te
acepte más profundamente y para que su amor sea más íntimo. De otra manera ustedes pueden volverse   como
extraños que, aunque vivan juntos, cada uno ignore lo que el otro piensa, quiere o siente.
Resumiendo, podemos decir que en el matrimonio compartimos:
 Por el hecho de estar basado en una alianza irrompible, en el matrimonio se crea la confianza necesaria
donde cada cual se debe sentir libre de compartir desde sus más profundos y sinceros anhelos hasta los mas
excéntricos sueños.
 Debemos poder compartir nuestros ideales, ilusiones, deseos, problemas, limitaciones, frustraciones,
fracasos, triunfos.
 Se comparte el mismo espacio (casa) y el tiempo extra que el trabajo nos deja.
 También se debe tener una economía en común.
 Se da la libertad y confianza para compartir nuestros cuerpos en  la relación íntima propia del matrimonio;
 Debemos poder compartir con nuestra pareja los gustos que tengamos en común como canciones, artículos
de periódico, programas de televisión, etc.

En fin, todo lo que rodea nuestras vidas es digno de compartirse y de ser recibido con respeto y gratitud.

Responsabilidades compartidas:
Otro aspecto muy importante es entender las responsabilidades que se adquieren en común y a las cuales deben
contribuir los dos.

 Compartimos las actividades, labores y responsabilidades que suponen el mantenimiento de una casa tales
como la limpieza, el orden, la administración, y la cocina. Estas actividades debe por tanto repartirse de
común acuerdo evitando que la carga caiga sobre una sola de las personas.
 Compartimos la responsabilidad de manejar con respeto y responsabilidad el don de la fertilidad.
 Compartimos la responsabilidad de la crianza y formación humana y religiosa de los hijos

¿Sientes que no estás listo para esta entrega?


Si sentiste miedo al tratar de contestar la pregunta acerca de lo que estás dispuesto a compartir, o sentiste que sólo
estás dispuesto a compartir algunas cosas, es bueno que examines cuál es la raíz de tu reacción:

 Si tu pareja no te inspira la confianza necesaria para  darlo todo por ella, entonces, no están listos. La
confianza no se puede inventar. O se siente o no se siente.
 Es posible que esta falta de confianza provenga del hecho que tu pareja “no es de confiar”, o que tú, por
razones emocionales que vale la pena averiguar, sufres de celos, te cuesta confiar, o te cuesta compartir.

Cualquiera de estas razones son suficientemente serias como para que las tomes en cuenta antes de apresurarte a
asumir un compromiso ante la otra persona y ante Dios. Quizás sea cuestión de tiempo, o valga la pena examinar si
has escogido la persona correcta. Recuerda que nada debe obligarte. Tu entrega debe nacer de una decisión
consciente, feliz y libre.

Sexualidad y cohabitación
Sexualidad y cohabitación

 Por Dora Tobar


El número de parejas que deciden irse a vivir juntas, sin casarse, está creciendo en los últimos años. Por eso, no es
raro que tu pareja te proponga esta opción o que tu mismo(a) la estés considerando.

Pero seguramente el hecho de que otros lo hagan no es razón suficientes para que tú también te decidas por eso. La
cohabitación, como lo muestran las estadísticas y lo repite la Iglesia, trae graves consecuencias para el futuro de tu
relación y de tu familia, que vale la pena que consideres y discutas con tu pareja:

Datos estadísticos
 Contrario a lo que muchas parejas piensan, cohabitar, en vez de preparar para el matrimonio crea precedentes
en la relación que hacen que el 46% de las parejas que antes de casarse vivieron juntas terminen
divorciándose (véase Why Marriage Matters: 26 Conclusions from the Social Sciences y Marriage and the
Public Good: Ten Principles, Witherspoon Institute, 2006).
 Mucho menos de la mitad de las parejas que cohabitan, alguna vez se casan.
 La mitad de las parejas que cohabitan terminan sus relaciones antes de los cinco años, aunque tengan hijos en
común.
 El aumento en la unión libre ha incrementado igualmente el número de niños que no crecen con su padre.
Entre la comunidad hispana por ejemplo, el 42% de todos los niños hispanos nacidos en Estados Unidos en
el 2006 son hijos de madres solteras, cuyos compañeros, en vez de responder por el hijo engendrado,
encontraron en la inestabilidad de la unión libre una excusa para dejar sola a la madre  (véase Pew Hispanic
Center, Statistical Portrait of Hispanics in the United States, 2006, Tabla 11).
 Las parejas casadas tiene  mejor estabilidad económica y posibilidades de progreso que las que cohabitan.
 Las madres solas o abandonadas, y sus hijos, están entre la población más pobre.
 Quienes iniciaron su vida de pareja en cohabitación tienden a seguir cambiando de pareja en relaciones
igualmente inestables.
 En cambio, la gran mayoría de los adultos no casados declararon que preferirían casarse. Así mismo, las
estadísticas revelaron que los adultos casados son mucho más felices y tienen menos riesgos en todos los
aspectos, que los que no están casados (véase Pew Research Center Publications,  As Marriage and
Parenthood Drift Apart, Public Is concerned about Social Impact. Executive Summary, July 1, 2007, p.1).

Los argumentos de la Iglesia

La Iglesia, más que juzgar a las parejas que optan por la unión libre y por iniciar su vida sexual fuera del contexto
del matrimonio, se preocupa por los riesgos que corren y le duele ver que, por falta de buena información o por anti-
testimonios, muchos jóvenes desconocen las enormes ventajas que el matrimonio aporta a la sexualidad y el amor:

 La sexualidad, nos dice la Iglesia y lo confirma la psicología moderna, es la expresión más íntima y personal
entre dos seres humanos. Por ella y a través de ella expresamos nuestra innata vocación a ser, no seres
solitarios sino seres de comunión y encuentro. Como lo dice bellamente el Papa Juan Pablo II, la sexualidad
es la huella divina en nuestra carne que nos recuerda que, no nacimos para algo, sino “para alguien” (Véase,
Juan Pablo II, “Audiencia General #15 de Enero 16, 1980).
  En sí misma la sexualidad tiene por tanto la capacidad de unir no sólo dos cuerpos sino dos personas. Es
decir, es el gesto que expresa y realiza la mutua donación que una mujer y un hombre pueden hacer de su ser
(“carácter unitivo de la sexualidad”). La sexualidad es también la fuerza que nos conecta con el principio de
la vida. Dios quiso que naciéramos por amor, y en el amor delegándonos, a través de la sexualidad, el
sagrado encargo de colaborar en la procreación (carácter procreador de la sexualidad). Por eso, lo queramos
o no, toda relación sexual interpela lo más profundo y sagrado del ser humano y lo expone, a él y a sus hijos, 
a la posibilidad de ser recibidos y respetados o por el contario, de ser usados o minusvalorados.
 Como lo advierte Pontificio Consejo para la familia, (Véase, Sexualidad Humana. Verdad y Significado, 11),
cuando la sexualidad pierde su sentido de auto-donación, la civilización de “lo impersonal’ toma el poder: las
mujeres se convierten en objetos de placer para el hombre y los hijos en estorbos para los padres.
 El daño psicológico de vivir la sexualidad fuera de un compromiso de amor   se ve claro en la mujer quien,
dada su estructura bio-química, al entregarse a la relación sexual genera una sustancia llamada “oxitocina”
que la deja dependiente emocionalmente del hombre al cual se entregó. Si después de su entrega el hombre la
deja, es por eso lógico que la mujer se sienta usada, se afecte emocionalmente, y hasta se deprima  (véase
Anonymous, M.D., Unprotected. A Campus Psychiatrist Reveals, Ed. Pinguin Group, 2006, p. 6-7).
 Y ni hablar de las consecuencias para los hijos: Los hijos nacidos en concubinatos son con más frecuencia
víctimas de toda clase de abuso y son sometidos emocionalmente a la inestabilidad de crecer en una relación
sin garantía (véase Importancia del matrimonio para los hijos).
  Por eso, aunque la sociedad llama el concubinato como “amor libre” pues no está regido por ningún tipo de
compromiso legal ni religioso, la Iglesia Católica no cesa de recordar que, precisamente la ausencia de dicho
compromiso no sólo expone a la pareja y a sus hijos a toda clase de incertidumbre sino que impide, a veces a
nivel muy inconsciente, que se genere en la vida de pareja la confianza profunda que debe corresponder a su
nivel de intimidad sexual y de vida. Siempre habrá por eso quien sienta que esta situación en vez de darle
libertad para amarse más, le da la ocasión para salir corriendo cuando se canse o deba enfrentar las
dificultades normales del ajuste de una pareja.
 Cuando en cambio una pareja tiene el coraje y el amor suficiente para declararse públicamente sus afectos y
comprometerse  a una entrega de todo su ser, de cara a Dios y al mundo, no sólo le está dando a su pareja la
mayor prueba de amor y respeto, sino que está creando una unión a la cual Dios mismo decide unirse para
con su fuerza de Amor sellarla y garantizarla para siempre (véase CIC, #s. 2350; 2353,2390-
2391; Familiaris Consortio, 81).

¿Por qué entonces conformarse con menos y arriesgar tanto? Si te decides por el amor y lo haces al estilo de Jesús,
como un amor de entrega, tendrás a Dios mismo a favor de tu amor.

Espiritualidad del matrimonio

Espiritualidad del matrimonio

Por Dora Tobar


Por su misma esencia y origen, el amor matrimonial es una realidad espiritual. La espiritualidad es todo lo que nos
permite tomar conciencia de nuestra intrínseca relación con Dios y nos ayuda a desarrollarla.

Ahora bien, por su misma esencia y origen, el amor matrimonial es una realidad espiritual. Es decir, lo sepan o no, al
haber hecho del amor la razón de ser y la meta de sus vidas como pareja, los esposos han optando ya por Dios y
están en el camino seguro de encontrarlo. Como lo dice la Primera Carta de San Juan: “El amor viene de Dios y todo
el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios” (4,7).
Pero además, cuando los esposos, en el sacramento del matrimonio, optan por amarse no sólo con la fuerza humana
del amor sino con el amor de entrega de Cristo en la cruz, algo más grande que un simple acuerdo humano está
sucediendo entre ellos. Su decisión significa que desean hacer de su vida en común el camino para identificarse con
Cristo, es decir, para alcanzar la santidad.

Esta es por tanto la primera y gran oración que los esposos elevan en común y frente a la cual Dios
nunca pasa desapercibido: “De la misma manera que en otro tiempo salió al encuentro de su pueblo por la alianza de
amor y fidelidad, ahora el Salvador de los hombres… sale al encuentro de los esposos para unirse a su
amor y permanecer con ellos” (CIC 1642).

Es más, su decisión o consentimiento de entregarse y recibirse mutuamente, por la gracia del sacramento del
matrimonio, hace que los esposos queden “como consagrados para los deberes y dignidad de su estado” (Vaticano II,
Gaudium et Spes, GS, 49). Por lo tanto, todo cuanto hagan para amarse será así su oración y ofrenda ante el altar del
amor que Dios ha establecido ante ellos.

Esta oración se vuelve vida cada vez que los esposos se intercambian gestos y pruebas de su amor de dedicación y
servicio; o cuando, con generoso corazón disponen su amor a la acción procreadora de Dios; Así mismo, se
vuelve ofrenda grata cuando se convierte en disposición para entender y ceder el propio punto de vista en aras de la
armonía, o cuando, ante los desacuerdos o las ofensas el amor se convierte respectivamente en  aceptación
respetuosa del otro, tal cual es, y en perdón misericordioso pues no se espera que el otro sea perfecto.

Es muy bello además cuando esta práctica espiritual en el silencio y la rutina de la convivencia, se puede traducir en
palabras y gestos explícitos de oración, pronunciadas al unísono o en compañía del cónyuge. Pues, como dicen los
maestros de espiritualidad, mediante la oración tomamos conciencia profunda de lo que Dios está realizando en
nosotros. Así, los esposos pueden gozar juntos de la contemplación de la obra de Dios,  tanto en sus logros como en
sus dificultades, y disponerse mejor para que siga sucediendo.

La celebración Eucarística es una excelente oportunidad para orar y celebrar juntos:

 En sus ritos mismos de entrada podemos por ejemplo tomar conciencia que, como en el día de nuestra boda,
otra vez caminamos juntos, frente al altar, dispuestos a amarnos y recibir la gracia para vivir la “común –
unión”.
 El rito penitencial nos da la ocasión de pedir perdón a Dios por nuestras faltas al amor, invocar el poder de su
perdón por las heridas recibidas y unirnos a la invocación de perdón que hace nuestro cónyuge.
 A través de su Palabra seguramente Dios tendrá una Buena Noticia para salvar nuestro amor. Estar ahí,
escuchándola con nuestro cónyuge nos ayuda a recordar que nuestra relación matrimonial es el mundo
inmediato donde esa Palabra debe hacerse realidad.
 El ofertorio es igualmente un momento litúrgico donde, mentalmente estamos invitados a poner en la
patena que el sacerdote levanta en el altar, todos los frutos de nuestro amor, pero también las migajas que
esperan ser transformadas en pan de vida y amor.
 Finalmente, la comunión con el cuerpo y la Sangre de Cristo que se entregó por nosotros, es el
mejor alimento para que cada esposo no sólo se mantenga en la entrega sino que se convierta en el cuerpo
visible de Dios para su cónyuge y su familia.
 El rito de conclusión debe recordarnos que no salimos como entramos y que Dios se ha quedado, una vez
más, con nosotros.
 Ahora, nuestra casa debe ser “el santuario” donde se siga reconociendo y sirviendo el rostro de Cristo en
nuestros “próximos” y nosotros seremos una vez más los “ministros consagrados por el amor” para la
construcción y cuidado de nuestra Iglesia Doméstica. Ahí, el milagro del altar seguirá invocándose y
celebrando a través de nuestras cenas en común, de nuestras conversaciones que buscan el entendimiento y la
comprensión, de nuestros gestos de ternura y placer, y de todos los actos de solidaridad y entrega que
conformen nuestra convivencia.
No se necesita pues nada extraordinario para vivir la espiritualidad del Matrimonio. Lo extraordinario ya ha sucedido
en su mutua voluntad de amor. Dejen todo, de nuevo, en manos del Señor y El se encargará de ayudarlos a tomar
conciencia de este milagro y de disponerse a seguir viviéndolo.

Cada cónyuge debe velar por mantener su espíritu alimentado en el amor. Puede siempre alentarnos la certeza, de
que Dios jamás niega el amor a quien se lo pide con corazón humilde y dispuesto. Ojala los dos puedan recorrer este
camino espiritual al mismo tiempo. Y cuando no, cuando uno de los cónyuges avanza primero o más en este proceso
de oración y conciencia de fe, es su deber orar por el cónyuge.

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