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La confianza de los hijos tiene un precio

Interrogados un grupo de adolescentes sobre lo primero que desearían en la relación con sus padres, contestaron:
“que les podamos tener confianza”.
La mayoría de problemas del día a día de la convivencia familiar se resolverían, si nos esforzáramos por tener
una buena comunicación con nuestros hijos. Hay muchas formas de hacerlo. Se puede hacer hasta con un gesto,
con una mirada de complicidad, y, por de pronto, con la palabra. Incluso nos podemos comunicar
silenciosamente. Pensad en unos padres junto a la cama de un hijo enfermo, acariciándolo o dándole la mano.
Son momentos de intensa comunicación.
Para comunicarse no siempre se necesitan palabras, pero sí es necesario demostrar afecto y crear un clima de
confianza y… ¿cómo conseguir este clima? Debemos pensarlo, puesto que se hace muy difícil recibir la
confianza de nuestros hijos si no hacemos un esfuerzo para ser acogedores, tener serenidad y hasta buen humor.
Hay algo previo a la comunicación: es la amistad.
Muchas veces se crea el clima favorable jugando con ellos, dedicándoles tiempo en cosas que a ellos les gustan,
fomentando aquellos espacios que crean cordialidad. El clima del diálogo es la amistad.

Es imprescindible comprender a nuestros hijos; saber intuir qué les preocupa, qué nos quieren decir o qué
necesitan. La base de la comunicación, es amar e interesarse por sus cosas. No seamos tacaños en el tiempo con
los hijos. Cuando hay confianza se actúa con calma, se da paz y se evitan muchos problemas.
Hay muchas virtudes que pueden ser útiles para ayudar a la comunicación, a crear el clima de confianza
adecuado, que favorece el diálogo, base de la comunicación. Vamos a fijarnos en tres puntos:

1. La confianza del hijo pide, como base, mucho amor, una gran entrega, un ejemplo constante y la unión
auténtica de los esposos.

Repasa y examínate de estos cuatro puntos. No pases adelante sin pensarlos y no los des por supuestos. Amor,
que es olvido de sí. Entrega, que es disposición para el sacrificio sin límites. Ejemplo, que es transparencia y
coherencia entre lo que decimos y lo que hacemos. Unión de los
esposos, llegar a acuerdos. Relee los cuatro puntos y pregúntate en cada uno: ¿Cómo va esto en mí?
Si nos paramos a pensar, podremos mejorar. Por ejemplo, si reconocemos un fallo y pedimos perdón, eso
resultará más educativo para el hijo que muchos sermones y consejos repetitivos.

2. Facilitar su sinceridad y actuar con discreción.

a) Sinceridad. ¿Por qué a veces los hijos no son lo suficiente sinceros con nosotros? Puede ser que tengan miedo
de nuestras reacciones ante lo que nos cuentan. Hay que estar preparados, sobre todo en la adolescencia, para
que nos expliquen lo más impensable sin perder los nervios.
Es fundamental que los hijos nos digan siempre la verdad, aunque del susto recibido nos quedemos sin aliento.
Por eso hemos de facilitarles la sinceridad, escuchando todo sin extrañarnos ni asustarnos, al menos por fuera.
Que nunca nos mientan por miedo. Así se reforzará la confianza mutua y tendremos los datos reales del
problema, para no equivocarnos a la hora de buscar soluciones.

b) Discreción. Su intimidad es muy valiosa.


Discreción para callar sus confidencias. Lo contrario sería negativo para la confianza. No podemos ''ventilar'' sus
cosas, ni menos comentarlas con ironía o con bromas. Para ellos una confidencia es algo muy importante,
aunque a los mayores nos pareciera de poco valor.
Con todo, tienen que comprender y aceptar que los padres comentemos todo entre los dos para bien de los hijos.
Y -¡alerta los padres!- Nunca debemos contradecirnos ni desautorizarnos ante los hijos.

Psic. Judith del Rocío Vidales Tinajera

rocio_arejanit@hotmail.com 449 277 7781


Discreción para saber cuándo es prudente preguntar, o cuando hace falta esperar para hacerlo, puesto que es
necesario respetar la intimidad del hijo y tener paciencia para recibir la confidencia. También distinguir el
momento en que es conveniente dar el consejo oportuno.
(Por ejemplo, ¿verdad que cuando un niño pequeño tiene una pataleta, es muy difícil corregirlo si nos ponemos a
gritar como él y perdemos los nervios?)
Pues, a medida que se hacen mayores, mucho más. Es necesaria la espera oportuna para pasar por alto el
momento de ofuscación, y buscar el espacio para dialogar, con calma y serenidad. Una persona discreta no
impone, no coacciona, sino que observa y ayuda a mejorar, reconociendo que ella también tiene defectos; por lo
tanto, no se sobresalta por nada, y, con esta comprensión anima a su hijo a la confianza.
El objetivo es ayudar a que haya el clima apropiado para que los hijos puedan explicar sus problemas, sus
alegrías y cimentar sus ideales. Empecemos a interesarnos por lo que les preocupa en la etapa infantil y así
fundamentaremos la franqueza del mañana.
Sinceridad y discreción. ¿Cuáles de estos aspectos tienes más descuidados?

3. Una actitud fundamental para la confianza: la paciencia.

Aunque ya ha ido saliendo, nos vamos a detener un poco más en esta actitud fundamental: la paciencia.
Presentamos unas insinuaciones, que nos puedan servir de estímulo, de orientación y de examen. Son como
ingredientes de esta virtud que tanto nos agrada ver en los demás, pero que nos resulta tan difícil a nosotros en
muchas ocasiones.
¿Qué te parece si, después de cada punto, te calificaras?

a) Saber esperar: Paciencia para esperar. Las prisas suelen ser malas y suelen traicionarnos. Esperar, por
ejemplo, a estar nosotros ‘entonados’ antes de hablar y, sobre todo, antes de corregir; esperar el momento
favorable. Dar tiempo a que el hijo se haga cargo de lo que queremos decirle; si no lo ve, dar tiempo. Decirle que
lo piense y que ya luego lo comentaremos. Saber esperar a tomar decisiones; no precipitarnos. Lo que nos parece
urgente, a veces no lo es tanto. El tiempo nos serena y nos da lucidez.
Paciencia también para esperar los resultados, paciencia para comprobar que no son los esperados, paciencia si
sólo se consiguieron la mitad de los previstos. La paciencia es una mezcla de empeño y aguante.
También hay que acostumbrar a los hijos en la espera, enseñándoles a frenar los deseos: que vean normal que en
la vida transcurre
siempre un tiempo, más o menos largo, entre lo que deseamos y su logro, y que no siempre se cumple. Así se
irán haciendo pacientes.

b) Saber escuchar. Paciencia para escuchar hasta el final lo que nos dicen, sin terminarles la frase. Escuchar
mucho, escuchar siempre. Es un excelente ejercicio de paciencia. Escucharlos, aunque nos parezcan cosas de
poca importancia. Si nos parecen cosas serias y graves, tratar de no asustarnos, de no extrañarnos. Dejar que se
expliquen. Tratar de reaccionar con paz interiormente y luego ayudar a pensar, sin sermonear, sin provocar
cerrazón.
¿Y si en ese momento no podemos dejar lo que llevamos entre manos y prestar la atención que merecen? Eso
tiene fácil solución. Podemos decirle:
“mira, en este momento no puedo; luego te escucho”. Pero… que luego sea verdad.
También hay que acostumbrar a los hijos a escuchar y a escucharse entre ellos. Y para eso han de saber dejar lo
que les impide escuchar. No seamos impacientes, ni dejemos que los hijos lo sean.

c) Saber aceptar. La paciencia empieza por aceptar a los hijos como son.
El planteamiento que hemos de tener ante los defectos de los hijos podría ser este: Puesto que él es así, ¿cómo
debo actuar yo? Acepar que tiene otro ritmo de comprensión y de reacción. Aceptar las circunstancias, sobre
todo las que se presentan de improviso.

Psic. Judith del Rocío Vidales Tinajera

rocio_arejanit@hotmail.com 449 277 7781


Paciencia es estar presentes sin atosigarles, corregirles sin irritarles, alentarles sin mimarles, enderezarles sin
humillarles… Seamos muy comprensivos. También ellos habrán de entrenarse en saber aceptar a las personas y
las circunstancias.

d) Saber respetar: creyendo en su buena intención y reconociendo lo bueno que hacen. Suplir con una buena
dosis de cariño las deficiencias. Paciencia cuando no aceptan lo que les proponemos, o vemos desacertado lo que
ellos proponen; podemos decirles: no lo veo claro, ¿por qué no lo
piensas más? Si se alteran o empeñan en aquello, dejarlo para otro momento. Pero, cuando se ve necesaria una
corrección, no dejarla por comodidad. Ayudémosles también a saber respetarse entre ellos y a respetar a todos.

Todo esto pide mucho dominio de nosotros y mucho amor. Vuelve atrás y, si no lo has hecho, toma nota de lo
que has de mejorar

Psic. Judith del Rocío Vidales Tinajera

rocio_arejanit@hotmail.com 449 277 7781

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