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Francis Fukuyama – El fin de la historia

Introducción

Fukuyama en su ensayo El fin de la historia plantea que la historia del siglo XX parece dirigirse
hacia un triunfo del liberalismo económico y político. El triunfo de “occidente” es inevitable al no
ser posibles otras vías alternativas al liberalismo occidental. La apertura que en la década de los 80
se presenció en el mundo socialista con la entrada de artículos de consumo masivo como los
televisores a color en China y la música rock en contextos que van desde Praga a Irán son evidencia
de la fractura que ha sufrido el sistema. Fukuyama, entonces, dice que se podría estar ante no
solamente el fin del socialismo como sistema político (fin de la Guerra Fría) sino también ante el
fin de la historia en tanto la democracia liberal occidental ha triunfado como forma última de
gobierno.

Dice Fukuyama que la idea del fin de la historia no es original. Que su más grande difusor ha sido
Marx con la idea de que una vez lograda la utopía comunista se solucionarían todas las
contradicciones de la sociedad. Pero reconoce que a su vez ese pensamiento de Marx está basado en
las teorizaciones de Hegel, ya que de él fue que tomo prestada la idea de la dialéctica de la historia
que la entiende como un proceso que avanza desde un comienzo, atraviesa una etapa intermedia y
llega a un final. El pensamiento que considera que la historia humana ha transcurrido por distintas
etapas de organización social, desde las sociedades tribales a las esclavistas, teocráticas y
finalmente democráticas es inseparable de la conciencia humana moderna. Para Hegel, la historia
culminaba en el momento en que se alcanzara la forma definitiva, racional de la sociedad y del
Estado. Hegel, según Fukuyama es el pensador que tiene mayor repercusión en la actualidad en
tanto fue rescatado por modernos teóricos como Alexandre Kòjeve.

Kòjeve en Fenomenología de la mente, pretendió recatar el pensamiento de Hegel sobre el fin de la


historia, cuando ya la había proclamado en 1806 al presenciar la derrota del ejército prusiano ante
Napoleón en la batalla de Jena, lo cual significó para él, la culminación del proceso iniciado por la
Revolución Francesa y el triunfo de los principios de igualdad y libertad. Para Kòjeve ese hecho
marcó el punto en que la “vanguardia” de la humanidad llevó a cabo los ideales de la Revolución.
Los principios básicos del estado liberal habían sido sentados.

“(…) El Estado que emerge al final de la historia es liberal en la medida que reconoce y protege, a
través de un sistema de leyes, el derecho universal del hombre a la libertad, y democrático en tanto
existe sólo con el consentimiento de los gobernados. (...)” (Fukuyama, 1989, p.5)

Fukuyama, partiendo del idealismo de Hegel, hace una exposición donde critica los determinismos
materialistas derivados de la interpretación de la teoría marxista. En ese sentido, la explicación de
los destinos económicos y políticos de la sociedad escaparían a una base puramente material y
estaría condicionada por aspectos ideológicos y culturales. En tal sentido, los acontecimientos que
se dan en el mundo sensible están íntimamente relacionados con el ámbito de la conciencia
(religión, hábitos morales y culturales). La conciencia es, según Hegel, una entidad autónoma con
respecto al mundo material por lo que la historia del mundo real en realidad se resumiría en una
historia de la ideología. Este planteo fue invertido completamente por Marx y nos ha influido
fuertemente, quitándole a las ideas su poder autónomo.
El peso intelectual del materialismo en nuestra cultura es tal que se niega la posibilidad a cualquier
tipo de explicación del desarrollo económico que incorpore aspectos como la familia, la herencia
religiosa, la ética del trabajo, etc. Muchos de los aspectos que no permiten comprender cabalmente
el comportamiento económico de una nación son de naturaleza ideal.

¿Hemos llegado realmente al fin de la historia? ¿Existen contradicciones que no se puedan resolver
bajo la luz del liberalismo moderno?

El fascismo y el comunismo han sido las principales corrientes políticas que plantearon una
alternativa al liberalismo. El primero fue derrotado material e ideológicamente al culminar la
Segunda Guerra Mundial, y a pesar de que las condiciones en diversos países ameritaban tal vez un
resurgir del fascismo, el mismo no lo hizo por la patente derrota que sufrió tanto en el caso alemán
como en el japonés. La otra gran alternativa al liberalismo fue el comunismo que se apropió la
principal contradicción del sistema liberal; la existente entre capital y trabajo. Sin embargo,
Fukuyama concuerda con Kojève en que el sistema liberal ha avanzado mucho en materia de
igualitarismo social, especialmente en Norteamérica en tanto que los principios de la igualdad y la
redistribución son los que imperan en su sistema político. La desigualdad en los Estados Unidos en
lo referente a los afroamericanos sería producto de la pervivencia de estructuras mentales existentes
desde la época de la esclavitud. Este descenso del problema de clase puede haber provocado un
descenso de la popularidad del comunismo que va de la mano con un descenso de la militancia
política y un revisionismo de sus programas políticos. Por lo tanto, aquellos intelectuales
progresistas que aún creen en un futuro socialista comienzan a verse como desactualizados o
utópicos. En Asia especialmente, se ha dado un ambiente propicio para la experimentación en
materia política. La primera alternativa al liberalismo fue el fascismo japonés derrotado por los
Estados Unidos en la Guerra del Pacífico, quienes luego de su victoria impusieron el liberalismo en
aquel país asiático. A su vez, desde entonces, Japón se ha convertido en el estandarte del estado
homogéneo universal que el autor menciona como desarrollo político último del fin de la historia.
Los japoneses son los grandes responsables de difundir la cultura del consumo a la manera
occidental en todo el continente asiático. Volviendo a Hegel, Fukuyama asegura que el liberalismo
político ha venido siguiendo al liberalismo económico.
China, era el último baluarte de resistencia contra el liberalismo en tanto se mantenía como el único
país con un sistema declaradamente socialista basado en el marxismo-leninismo. Sin embargo,
hacia la década de los setenta empezó a mostrar fisuras en materia ideológica, especialmente desde
el advenimiento de Deng Xiaoping como jefe del Partido Comunista Chino. Aún así, hacia fines de
los ochenta no más de un 20 por ciento de la economía era de mercado. Sin embargo, no hubo un
proceso de apertura ideológica a la manera de la glasnost o perestroika en la URSS. A pesar de ello,
el consumismo burgués ha adentrado en la sociedad china al punto de que poca gente para esa época
creía ya en el purismo marxista. El maoísmo se había convertido en una fuerza retardataria para la
China continental.
Especialmente en la URSS, el marxismo-leninismo aparecía más como un eslogan de la élite
dirigente que como una ideología fuerte a nivel de la sociedad general, y de hecho en los años de la
dirigencia de Gorbachov la escuela económica soviética concordaba cada vez más en que la
ineficiencia económica era producto de la planificación central del Estado. E incluso, el
reconocimiento de que el reformismo soviético de aquellos años en pro de instituciones más
liberales como la separación de poderes, el debate de los asuntos públicos y la disidencia pública es
evidencia de la fractura intelectual que se estaba dando a pesar de que su implementación efectiva
fuese muy limitada.

“(...) al término de la historia no es necesario que todos los países se transformen en sociedades
liberales exitosas, sólo basta que abandonen sus pretensiones ideológicas de representar formas
diferentes y más elevadas de sociedad humana. (...)” (Fukuyama, 1989, p.14)

La apertura ideológica de la perestroika permitió que la opinión popular pudiera expresar lo que
hacía años se manejaba a nivel discursivo en la clandestinidad: que el socialismo soviético
constituyó un fracaso monumental.
Exceptuando las alternativas al liberalismo que significaron el fascismo y el comunismo, los otros
competidores en boga son la religión y el nacionalismo.
“(...) En el mundo contemporáneo, sólo el Islam ha presentado un Estado teocrático como
alternativa política tanto al liberalismo como al comunismo. Pero la doctrina tiene poco atractivo
para quienes no son musulmanes, y resulta difícil imaginar que el movimiento adquiera alguna
significación universal. (...)” (Fukuyama, 1989, p. 15)

En segundo lugar, el nacionalismo ha representado siempre una amenaza en el seno del liberalismo
pero, en realidad no constituye una contradicción irreconciliable con éste. En la medida en que estos
nacionalismos carecen de una ideología directora de sus destinos y se limiten una simple
reivindicación territorial en función de particularismos culturales no constituyen un elemento
antisistema sino que de hecho terminan complementándolo en tanto pueden llenar los espacios que
el liberalismo mismo no puede llenar.

Para Fukuyama, la caída de las grandes ideologías en el contexto del fin de la historia, hecho que en
1989 aún no consideraba del todo factible para grandes potencias como la URSS y China,
significaría una modificación de las relaciones internacionales aunque a su juicio no representaría
un gran cambio en el funcionamiento del mundo con el cual estamos familiarizados. Es decir, el
hecho de que ciertas naciones se integren al mundo liberal en materia ideológica, política y
económica no significa que la rivalidad entre diversos bloques de países desaparezca porque el
conflicto es inherente al sistema internacional como tal porque descansa en último término en los
intereses nacionales.

En opinión de Fukuyama, la intelectualidad soviética cercana a Gorbachov, había ya comulgado con


los ideales liberales por efecto de sus contactos con el resto de los países europeos. Sus relaciones
con ese mundo les pusieron de manifiesto una realidad dominada por las preocupaciones
económicas, dejando de lado la posibilidad de conflictos de extracción puramente ideológica.

"(…) La Unión Soviética, por tanto, se encuentra en un punto de bifurcación del camino: puede
comenzar a andar por el que Europa occidental demarcó hace cuarenta y cinco años, un camino
que ha seguido la mayor parte de Asia, o puede consumar su propia singularidad y permanecer
estancada en la historia. La decisión que adopte será muy importante para nosotros, dados el
tamaño y el poderío militar de la Unión Soviética; porque esta potencia seguirá preocupándonos y
disminuirá nuestra conciencia de que ya hemos emergido al otro lado de la historia (…)”
(Fukuyama, 1989, p.18)

La muerte del marxismo-leninismo en China y en la URSS deja a esa ideología sin margen de
acción para seguir a la vanguardia del pensamiento político internacional, y la vez disminuye la
posibilidad de un gran conflicto entre los Estados. Esto último, sin embargo, no significaría la
finalización de los conflictos internacionales ya que podrían darse enfrentamientos entre estados
que se encuentran aún “en la historia” y otros que se encuentran en el “fin de la historia”. Tampoco
se descarta la posibilidad de que continúe habiendo conflictos étnicos entre diversas naciones.
El fin de la historia será un momento muy triste, dice Fukuyama. Se abandonarán las pretensiones
de lucha por grandes ideales persiguiendo metas abstractas. Se reemplazará la lucha ideológica por
el cálculo económico, la preocupación por el medio ambiente y la satisfacción de las demandas de
los consumidores. El arte y la filosofía desaparecerán y se condenarán al museo de la historia
humana; nostalgia que por un tiempo seguirá alentando el conflicto durante el periodo pos histórico.

Fukuyama Gobierno global y revoluciones tecnológicas paralelas.

Fukuyama habla de dos revoluciones paralelas, una de la tecnología de la información (TI) y la otra
de la biología. La primera es más visible y dominada por los USA y la otra proviene de la segunda
guerra mundial con la tecnología Nazi, dominada por Europa y Alemania (Nacidos para gobernar)
en particular. Esta última muy cuestionada por la ética, sobre todo con respecto a la manipulación
genética.
La tecnología de la información ha penetrado en la globalización y se ha generado una propagación
de esta casi sin límites; que pese a los recortes que promueven algunas naciones, es casi imposible
limitar la penetración en las fronteras de dichos países (restricciones por parte de China y Francia
son las que ponen de ejemplo el autor). En el caso de las Revoluciones biológicas, pasan cosas muy
similares en lo que respecta a la ética de las constituciones y soberanías de las naciones, la
introducción de algunos productos químicos como la ritalina y el prozac, que interfieren en el
comportamiento de las personas o como sucede con las clonaciones de rasgos físicos que generarían
migraciones hacia países donde esto pudiera ser permitido.

Conclusiones:

La idea del fin de la historia, según Fukuyama no es hacer futurología, sino ver acontecimientos que
permiten avizorar el fin de la historia humana desde la revolución Francesa hasta el verano de 1789,
el mundo se fue configurando hacia un modelo hegemónico como la democracia liberal (el mejor
modelo) Este modelo pretende trascender a la naturaleza humana.

Los avances dentro de las ciencias naturales y la tecnología permitirán abolir definitivamente la
historia humana y comenzar una historia poshumana.
¿Occidente puede resquebrajarse?

Lo que plantea el autor, es la problemática surgida tras los ataques del 11 de septiembre y la política
antiterrorista de Bush, encuentra una serie, de discrepancias entre las políticas de USA y Europa, los
principales bloques de Occidente. Según el autor pese a que los regímenes islámicos son vistos
como antipopulares, y de poco andamiaje dentro de las fronteras de sus propios países (Caso de Irán
y otros); Para este autor representan una amenaza aún más compleja que el comunismo, la
declaración del Eje del mal por parte de Bush y la política antiterrorista desarrollada contra Estados
que los apoyan de forma ilimitada, generan fuertes dicotomías en cuanto a la forma de actuación
dentro de un bloque como el europeo, que actua más que nada por conceso. Aquí no hay según
Fukuyama una discusión con respecto al modelo de democracia liberal, sino cual es el alcance de la
misma.

Para USA no existe legitimidad democrática más allá del Estado Nación, constitucional y
democrático y esto refiere a un contrato negociado entre partes; partes que pueden retirarle la
legitimidad. Los europeos en cambio tienen una legitimidad democrática que trascienden al Estado
Nación, que está asociada a la voluntad de una comunidad, por allí podría haber una tentación de
que las interpretaciones democráticas de ambos bloques con respecto a la política internacional,
estén relacionadas por un lado a la derecha de los USA y por otro lado a la izquierda
internacionalista en el caso europeo.

Europa es un ejemplo claro, con respecto a USA en lo que refiere a gastos militares de defensa. Hay
una idea de inversión en gastos militares muy por debajo a la de USA. El autor asocia este aspecto;
pese a que ambos bloques tienen una cantidad de población similar y caudales monetarios también
muy similares; una diferencia en lo que respecta a la conciencia histórica de lo ocurrido a principios
y mediados del siglo XX (conflictos bélicos), que tuvieron gran parte de su origen en el
nacionalismo exacerbado.

Samuel Huntington – El choque de civilizaciones- Capitulo 8

Huntington plantea un panorama donde el mundo está dividido en diversas civilizaciones. Las más
importantes a los efectos de nuestro estudio son las que el autor llama la Occidental, la Islámica y la
Sínica. Estas civilizaciones integran diversas naciones pero las verdaderamente gravitantes
corresponden a los Estados Unidos en el primer caso, Irán e Irak en el segundo y, China en el
tercero. Las civilizaciones asiáticas significan para la Occidental un desafío a su hegemonía
mundial en tanto que en los años de la pos Guerra Fría se han comenzado a destacar en diversos
ámbitos como la producción armamentística y el peso demográfico que representan para el mundo
occidental ya que son cada vez más fuertes los flujos migratorios desde una civilización a la otra.

Este aumento de fuerza de civilizaciones distintas a la occidental tiene su parangón en el descenso


de popularidad de esta última y una reafirmación de las civilizaciones no occidentales, en la medida
en que tienen mayor interés y confianza en sus culturas autóctonas. El hundimiento del comunismo
también significó que se reafirmara la posición triunfante de la ideología occidental: el liberalismo
democrático. La civilización occidental con su mayor exponente que son los EE.UU cree que
ciertos valores como la democracia, los mercados libres, el gobierno limitado, los derechos
humanos, el individualismo, etc., son extensibles al resto del mundo y por ello se embarcan un
especie de misión para difundirlos. Sin embargo, esto no es recibido de como una salvación por los
no occidentales ya que como destaca Huntington, “Lo que para Occidente es universalismo, para el
resto del mundo es imperialismo ”. (Huntington, 1996, p.175)

Occidente, sistemáticamente intenta imponer su dominación a través de diversas instituciones como


el F.M.I. que es tan repudiado por las naciones externas a dicha civilización, ya que estas una vez
lograda su independencia política, han hecho un esfuerzo por desprenderse de otras formas de
dependencia como la económica, militar y cultural. Dice Huntington, que los países del Este
asiático casi han igualado en peso económico a los de Occidente y su misión ahora es con vistas a
liberarse de su dominación militar. Las aspiraciones universales de Occidente garantizan relaciones
tensas con el resto de las civilizaciones aunque también hay “civilizaciones oscilantes” que están
constituidas por Rusia, Japón y la India, en tanto que dichos países establecen alianzas pendulares
con países de una u otra civilización.
Es plausible, según la teoría realista de las civilizaciones que los estados centrales de cada una se
coaliguen para hacer frente a la dominante que es la occidental. Sin embargo, como remarca el
autor, dicha coalición encontraría numerosos impedimentos para materializarse ya que las culturas
Islámica y Sínica difieren tanto entre sí como con la occidental. Pero ante un enemigo común
pueden surgir alianzas que se orienten hacia el desarrollo de su potencial militar, especialmente en
el terreno de las armas nucleares y los dispositivos para lanzarlas, para, de esa forma, contrarrestar
la potencia bélica de occidente.
Los esfuerzos por mantener la superioridad de occidente frente al resto de civilizaciones se
concentran en tres aspectos fundamentales:
1. El mantenimiento de la superioridad militar mediante tratados de no proliferación de armas
nucleares, biológicas y químicas.
2. La promoción de los valores occidentales, especialmente en lo concerniente a los derechos
humanos y al modelo de democracia a la manera occidental.
3. La protección de la integridad cultural, étnica y social mediante la restricción de la
migración de individuos no occidentales hacia Occidente.

1. En cuanto a la proliferación armamentística, la capacidad de los estados no occidentales de


aumentar su producción de armas va de la mano con el constante crecimiento de sus
economías, por lo tanto, Japón, China y algunos países islámicos se encuentran en ese
camino. Sin embargo, ese crecimiento tiene su contrapartida en el abrumador poder militar
de Occidente, y concretamente de los Estados Unidos; sobre todo en lo tocante a su poder
militar aéreo que virtualmente le permite atacar cualquier área del planeta. En tanto los
esfuerzos que deben hacer los países no occidentales para igualar el poder militar de
occidente son cuantiosos y les llevaría un tiempo considerable, algunos han optado por el
camino más corto que es el del desarrollo de la tecnología nuclear para la obtención de
armas así como los dispositivos para lanzarlas. La posesión de armas nucleares tiene un
doble propósito: primero, afianzar la dominación de los estados centrales de cada
civilización estableciendo así un control más férreo a nivel regional, y segundo; disuadir
posibles intervenciones armadas de potencias como Estados Unidos en territorio nacional,
quienes no se arriesgarán a combatir a una nación en posesión de tales armas. Huntington
admite que es en la proliferación armamentística donde las civilizaciones islámica y
confuciana han encontrado mayores puntos de contacto, y es entre China, en un segundo
plano, Corea del Norte; y Paquistán e Irán donde se han dado los contactos más intensos en
esta materia. China ha sido, durante los ochenta y noventa, un asiduo vendedor de armas a
Paquistán e Irán, seguidos por Irak. Especialmente, China ha servido de patrocinador de los
esfuerzos de Paquistán por desarrollar armas nucleares proveyéndole los pertrechos
necesarios para hacerlo. En el mundo de la pos Guerra Fría los antagonistas de Occidente
están haciendo lo posible por aprovisionarse de armas de destrucción masiva y los
occidentales están haciendo un esfuerzo por impedírselo. Se trata de una lucha entre
acumulación y restricción. En ese sentido, ante la marcada imposibilidad de detener a los no
occidentales en su proliferación armamentística nuclear, los Estados Unidos se han
preocupado fundamentalmente por impulsar convenciones internacionales donde se impulse
la contraproliferación de armas de ese tipo.
2. Durante las décadas de los ochenta y noventa, numerosas naciones del Tercer Mundo se
volcaron hacia la democracia, tanto en Asia como en Europa y Latinoamérica. Parecen
compartir la mayoría de estas naciones cierta simpatía hacia la idiosincrasia cristiana y
occidental de manera que las transiciones hacia la democracia han sido en buena medida
fructíferas. El panorama para los países islámicos no es tan alentador.

A raíz del hundimiento de la URSS, los occidentales y especialmente los Estados Unidos se
sintieron en la misión de difundir la democracia liberal y sus concepciones sobre los derechos
humanos a lo largo del mundo en la medida en que se reconocieron como la nueva vanguardia de la
humanidad. Con éxitos relativos, la promoción de la democracia fue llevada adelante en el área de
civilización occidental, aunque en Asia y la zona islámica los intentos han sido generalmente
infructuosos. Este proceso iba en contraposición a la cada vez mayor confianza en sí mismos y en la
autodeterminación de estos gobiernos que se resistían a la intervención occidental.
Fundamentalmente, la cada vez mayor capacidad económica de países como China, India, Japón o
Indonesia les permite posicionarse en una posición elevada con respecto a las pretensiones de
Occidente con respecto a los derechos humanos. Este proceso de incremento de las fuerzas basado
en el desarrollo económico a la larga, dice Huntington, repercutirá a nivel de las sociedades
asiáticas en tanto se fortalecerán las burguesías locales y las clases medias, que abogarán por una
extensión de la democracia.
En ciertos casos, la presunción del cumplimiento de los derechos humanos a la manera occidental,
es entendida por el resto de civilizaciones como un ataque a sus soberanías nacionales, en tanto
consideran que se debe hacer un rastreo de las peculiaridades históricas, religiosas y culturales de
cada país para saber de qué manera aplicar los mencionados derechos.

3. La posición occidental respecto a la migración ha sido ambivalente. En los últimos años del
siglo XX se vivió un proceso de fuerte migración desde las zonas no occidentales hacia
Occidente, con un fuerte peso de las culturas asiática y latinoamericana. En contrapartida, la
migración de europeos hacia los EE.UU o de estadounidenses hacia Europa se ha reducido
considerablemente. Tanto es así que el crecimiento demográfico de estas naciones, depende
ahora en buena medida del aporte reproductivo de estas poblaciones de inmigrantes que
mantienen altas tasas de natalidad a diferencias de las poblaciones autóctonas. Como
consecuencia de este hecho, las poblaciones locales han empezado a sentir una especie de
invasión al interior de sus países de gentes que hablan otro idioma y tienen otras costumbres,
distintas a las de los locatarios, generando fobias y preocupaciones acerca de la identidad
nacional.
En Europa, la preocupación por la inmigración es sobre todo con respecto a los musulmanes. Esta
preocupación es de tipo demográfico y cultural dada la alta proporción de nacimientos que se dan
en Europa Occidental de esa procedencia, y al hecho de que estas comunidades se mantienen
herméticas a la penetración de la cultura europea. Dicha situación ha provocado un aumento de la
conflictividad social en países como Alemania donde se han dado casos de violencia contra los
inmigrantes, así como un incremento de los votos hacia partidos de derecha nacionalista que se
oponen a la entrada de inmigrantes tanto en Alemania como en Francia a Italia. Como los partidos
islamistas en los países musulmanes, estos partidos de derecha partían de la base de que existía un
establishment corrupto y se apoyaban en motivos de queja como el desempleo para arremeter contra
los inmigrantes. Sin embargo, a pesar de que les solía ir mejor en las elecciones locales que las
nacionales, estos partidos nacionalistas o islamistas no alcanzaban una representatividad superior al
20 por ciento del electorado allí donde el partido o coalición de gobierno fuese fuerte. Este
movimiento tuvo su correlato en una escalada de represión hacia los inmigrantes musulmanes en
Europa donde se les limitaba la cantidad de cupos para ingresar al país, se les ponía impedimentos a
la obtención de la ciudadanía y se facultaba a la policía con mayores poderes para controlar su
accionar.
En EE.UU, las presiones hacia los inmigrantes se vieron reducidas en cierta medida ya que ellos
mismos son una nación de inmigrantes. La mayor proporción de inmigrantes hacia aquel país
proviene de México beneficiados por una opinión pública que décadas atrás se mostraba
mayoritariamente favorable a la inmigración pero conforme se acercaba el final del siglo revirtió
dramáticamente su parecer, llegando a más de un 60 por ciento de oposición hacia mediados de los
noventa. La situación es tal que muchos norteamericanos han comenzado considerar a los
inmigrantes, concretamente los latinos y especialmente los mexicanos como una amenaza para su
nación, sobre todo en lo tocante a los entre 3.5 y 4 millones de inmigrantes ilegales. Según
Huntington, la preocupación de las sociedades europea y norteamericana no es sobre si Europa será
islamizada o EE.UU mexicanizado, sino sobre si a futuro no se conformarán al interior de sus
territorios civilizaciones duales con colectividades separadas y en ciertos casos, enfrentadas.

Relacionando las ideas de Fukuyama y Huntington

A mi parecer, el planteo de Fukuyama en torno a que hemos llegado al fin de la historia debe ser
entendido como un razonamiento propio de su época. La desaparición del mundo bipolar y la
patente entrada en decadencia de la ideología que durante más de un siglo se presentó a si misma
como pensamiento de vanguardia y estandarte del futuro, el marxismo; claramente le dejó al autor
un panorama desolador de cara a los años venideros. Podría ser visto su análisis como la expresión
de la desazón ante el fracaso de ese gran proyecto que fue el comunismo. Sin embargo, es
importante que Fukuyama ponga sobre el tapete elementos que pudieron haber erosionado la matriz
del marxismo clásico, y en ese sentido; es relevante que nos hable del idealismo de Hegel. Porque
es cierto, las ideas en buena medida emergen del contexto material en el que desarrollamos nuestra
vida, pero también existe un sustrato de ideas que no pueden comprenderse teniendo en cuenta
simplemente una base material. Llámese, religión, espiritualidad, costumbre ancestral, etc., existen
ciertas prácticas sociales que pueden llegar a condicionar el comportamiento económico de una
nación y que escapan a una explicación determinista materialista. Fukuyama es insistente en la idea
de que el fin de la historia se dirige inexorablemente hacia el triunfo de la democracia liberal por
sobre todas las demás formas políticas, no porque sea la mejor sino porque aparentemente es la más
resistente a los embates de sus contrincantes. La religión y el nacionalismo podrían plantear un
desafío al estado homogéneo universal que el autor ha planteado pero aún no han cuajado lo
suficiente como para desequilibrar al liberalismo democrático. Parecería entonces que la debacle de
las grandes utopías y la falta de concreción de otras corrientes de pensamiento le dejan el camino
libre al estado homogéneo universal.
Por otra parte, cuando nos paramos en el análisis de Huntington, vemos que si bien la idea de un
estado homogéneo universal, liberal y democrático podría transplantarse a su visión; en realidad su
éxito es bastante relativo a pesar de que técnicamente el modelo político occidental es el dominante
a nivel mundial y se presenta a sí mismo como la nueva vanguardia del desarrollo socio-político. De
esa forma, podría entenderse que el triunfo del liberalismo occidental por sobre las demás
“civilizaciones” que plantea Huntington es más declarativo que factual. Hemos visto que la
civilización occidental tiene como gran ventaja contar con la presencia de EE.UU como elemento
de presión, pero esa nación misma se encuentra en un proceso interno de reafirmación de su
soberanía que podría considerarse lesionada por la inmigración, y lo mismo sucede con los
europeos. Entonces, considero que el planteo de Huntington en buena medida si no contradice al de
Fukuyama, al menos lo pone en tela de juicio ya que habla de que el mundo occidental liberal se
encuentra en pugna con sus pares islámico y sínico que, fundamentalmente a raíz de su potencial
económico y su mutua colaboración, se coaligan como una fuerza opuesta a la de Occidente que
retrasa, impide y a veces arruina los planes de establecer una hegemonía mundial occidental, lo que
sería el escenario perfecto del estado homogéneo universal de Fukuyama. Por lo tanto un mundo
divido en civilizaciones tiene más sentido porque incorpora las particularidades étnicas, culturales e
históricas de cada región, en lugar de considerarlas receptoras pasivas de un modelo político
triunfante. Es un llamado a la autodeterminación de los pueblos y una prueba de que,
provisoriamente, no estamos en un mundo dominado por un solo polo, sino que ya estamos
recorriendo el camino hacia un nuevo mundo multipolar. Es claro que Occidente también carga con
cierto egocentrismo históricamente heredado que lo ha provisto de una conciencia universalizante y
quizás por eso el planteo de Fukuyama, pero también se puede entrever cierto oportunismo, y hasta
un rebrote de imperialismo en la actitud que ha tomado luego de la caída del bloque comunista. Se
auto reconocieron como el Mesías intentando proyectarse hacia el exterior pero olvidaron que en un
mundo más occidentalizado muchos más iban a querer tomar contacto con la fuente directa de la
civilización. En su afán por extenderse sobre el mundo, paradójicamente han fallado en ser
herméticos a la entrada de no occidentales a sus tierras, aunque eso no es visto nunca como un
triunfo de los no occidentales, dado que el foco del análisis esta puesto justamente sobre los
occidentales. Pero lo cierto es que esa penetración es condición de existencia de un doble proceso:
por un lado, la conformación de una civilización paralela y rival en terreno occidental, y por otro; el
despertar de fuerzas ocultas al interior del propio sistema político occidental que podrían socavar
nuevamente su legitimidad valiéndose de sus fallas como lo hicieron los fascismos. Esta última idea
me hace pensar como lo había hecho Fukuyama, en Hegel. Ya que si existe una conciencia externa
al desarrollo material, podríamos decir que lo que se intenta imponer aquí es una idea de Occidente
como forma última y perfecta. Se le quiere atribuir un carácter esencial. Pero esto implica la
negación de la dialogicidad con otras culturas que por definición son el paradigma de todo lo que
Occidente no es, por ende no podemos entenderlo de manera universal, sino que Occidente depende
de sus contrapartes no occidentales para darle sentido a su propia existencia.

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