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Y, sin embargo, son necesarios. "Las empresas necesitan saber cómo y en qué
medida los comportamientos y logros individuales y de los equipos contribuyen a
los resultados y objetivos de la organización", expone Mario Cerón, director de
proyectos globales de recursos humanos. Esa medición suele llevarse a cabo
mediante las "evaluaciones de desempeño", unas entrevistas formales realizadas
de manera periódica y sistemática en las que cada empleado repasa con su jefe
su nivel de aportación a la empresa y se establecen nuevas metas y puntos de
mejora de cara al futuro.
Cuestión de eficacia
La falta de preparación de los mandos para esta tarea es, según los especialistas,
manifiesta. "En general, se improvisa bastante y se deja demasiado espacio a lo
personal, al que me cae bien o mal", lamenta Oscar Massó, experto en marketing
y estrategias digitales. Las arbitrariedades están a la orden del día. "Pasan cosas
como que el grupo de confianza del jefe suele recibir buenas puntuaciones,
mientras que otras personas que a lo mejor han conseguido el 140% de sus
objetivos del año pero son menos cercanas a ese mando tienen una mala
evaluación", denuncia Juan Carrión, profesor del máster en Dirección de Personas
y Desarrollo Organizativo de ESIC. El efecto recencia, por el cual se tiende a
contar únicamente la última impresión del evaluado olvidando su trayectoria
anterior, es otro sesgo en el que suelen incurrir los evaluadores inexpertos. "Te
encargan una tarea, por lo que sea te retrasas un par de días y en la evaluación
consignan 'lento' aunque normalmente no lo seas", señala Carrión.
Alberto Blanco incide en que los evaluadores se apoyan mucho en los resultados,
pero, en general, no saben medir el modo en que se han obtenido. "Saber si un
colaborador logra sus objetivos es útil para recompensarle, pero no permite
orientar para el futuro.
Proceso objetivo
Ahora bien, en la lectura consideró que los evaluadores solo están considerando
variables extrínsecas, más no tienen en cuenta el valor agregado o los motivos
intrínsecos que cada trabajador ha puesto para llevar a cabo determinada tarea,
esto debido a la falta de continua observación y evaluación de los mismos.
A esto se le suma la injusticia al momento de determinar el desempeño de cada
persona, donde influyen las apreciaciones o las relaciones afectivas o sociales del
evaluador con el evaluado, lo que conlleva a que dicha evaluación sea mejor para
unos que para otros, determinada no por su trabajo, competencias o dedicación, si
no, más bien por caprichos o lasos de amistad con el evaluador, generando así
una percepción de inequidad [CITATION Cas91 \l 9226 ],provocando de esta manera
una reducción en la motivación de los demás, por tanto, una reducción significativa
en la producción de la empresa; hecho que tiene explicación mediante la teoría de
la equidad, propuesta por John Stacey Adams, en la cual se expone que los
trabajadores están motivados por el deseo de ser tratados de manera equitativa y
justa, [CITATION Riv96 \l 9226 ].
Bibliografía: