Está en la página 1de 7

INTRODUCCIÓN: LLAMADO DEL LAICO Y CONTEXTO EN EL QUE VIVEN

1. La parábola de Mt 20, 1-16, la parábola de los obreros de la viña del Señor, es el marco
evangélico en el que la exhortación se desarrolla. A partir de ello, el mundo es la viña y
todos estamos llamados a trabajar en ella. Este llamado ha resonado con mayor fuerza
después del Concilio Vaticano II y ha invitado a los laicos a que, tomando conciencia del
llamado universal a la santidad, se asocien a la misión salvadora de Cristo, en sus
ambientes. (ChL 2)
2. En el momento en el que se encuentra la humanidad, son múltiples los problemas a los
que todos en la Iglesia no debemos permanecer indiferentes: la indiferencia religiosa y el
ateísmo en sus diversas formas (especialmente el secularismo); el desprecio por la
dignidad humana y la instrumentalización de la personas; la escalda de conflictos (guerras
y terrorismo). Sin embargo, también estos tienen sus contrastes como un halo de
esperanza que viene del dueño de la casa, Jesucristo, y que se manifiesta en sus siervos a
lo largo del orbe: una mayor conciencia de las aspiraciones humanas y de la necesidad de
lo religioso: mayor sensibilidad sobre los derechos humanos; más esfuerzos para buscar el
en bien inestimable de la paz. (ChL 3-7) (AA 33)

CAPÍTULO I

YO SOY LA VID, VOSOTROS LOS SAERMIENTOS.

LA DIGNIDAD DE LOS FIELES LAICOS EN LA IGLESIA-MISTERIO

3. Reconociendo que Jesús es la vid y nosotros los sarmientos, estamos llamados a vivir en
comunión con Él. La Iglesia misma es, por tanto, la viña evangélica. Es misterio  porque el
amor y la vida del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo son el don absolutamente gratuito
que se ofrece a cuantos han nacido del agua y del Espíritu (Cfr. Jn 3,5). Sólo dentro de la
Iglesia como misterio de comunión se revela la «identidad» de los fieles laicos, su  original
dignidad. Y sólo dentro de esta dignidad se pueden definir su vocación y misión en la
Iglesia y en el mundo. (ChL 8).
4. Los laicos son todos los fieles cristianos, que no siendo clérigos o religiosos, están
incorporados a Cristo por el Bautismo, integrados al Pueblo de Dios, participan de modo
particular del oficio sacerdotal, profético y real de Cristo ejerciendo en la Iglesia y en el
mundo, la misión que a ellos le corresponde. Lo que marca toda vocación y el dinamismo
de la vida cristiana de los laicos en la inserción en Cristo. (ChL 9)
5. Toda la existencia del fiel laico tiene como objetivo el llevarlo a conocer la radical novedad
cristiana que deriva del Bautismo, sacramento de la fe, con el fin de que pueda vivir sus
compromisos bautismales según la vocación que ha recibido de Dios. (ChL 10)
6. Para describir la «figura» del fiel laico consideraremos ahora de modo directo y explícito
—entre otros— estos tres aspectos fundamentales: el Bautismo nos regenera a la vida de
los hijos de Dios; nos une a Jesucristo y a su Cuerpo que es la Iglesia; nos unge en el
Espíritu Santo constituyéndonos en templos espirituales. (ChL 10 Cfr. 10-13) AQUÍ PUEDEN
SALIR MÁS

7. Al ser templos del Espíritu Santo, el bautizado es consagrado e posee un sello indeleble, el
carácter. Por ello, el bautizado participa, pues, de la misma misión de Jesús, el Mesías
Salvador, según el modo que le es propio, en el triple oficio: Sacerdotal, Profético y Real de
Jesucristo. Es sacerdote porque se une a Jesús y a su sacrificio en el ofrecimiento de sí
mismo y de todas sus actividades; es profeta porque es testigo y anunciador de Cristo
Resucitado; es rey porque participa del señorío de Jesús sobre el universo, y lucha por
vencer el reino del pecado y por vivir una entrega generosa en el servicio y la justicia. (ChL
14)
8. La novedad cristiana es el fundamento y el título de la igualdad de todos los bautizados en
Cristo, de todos los miembros del Pueblo de Dios (cf. LG 32). De ahí nace
la corresponsabilidad de los laicos en la misión de la Iglesia. Pero los laicos tienen en dicha
misión una modalidad que los distingue, sin separarlos, así expresada por el Vaticano II: "El
carácter secular es propio y peculiar de los laicos" (LG 31). Esto quiere decir que el campo
específico de acción de los laicos es el mundo (en latín "saeculum", de ahí secular,
seglar...), es decir, las realidades temporales. (ChL 15) (AA 5)
9. En virtud del llamado universal a la santidad, el laico debe buscar santificarse en el mundo,
en las realidades temporales y en su participación cristiana en ellas. (ChL 16-17) (AA 4)

CAPÍTULO II-SARMIENTOS TODOS DE LA ÚNICA VID

10. «La Iglesia universal se presenta como "un pueblo congregado en la unidad del Padre, del
Hijo y del Espíritu Santo"» San Cipriano. Nadie queda fuera del misterio ni de la misión
eclesial. Esto es acogido por el Concilio Vaticano II y promulgado en muchos de sus textos.
Recuerda como el bautismo nos incorpora a Cristo y, en Él, a Pueblo de Dios. (ChL 18-19)
11. La comunión no significa singularidad ni individualidad, sino que hace referencia a un
Cuerpo, a un organismo vivo, con una diversidad y complementariedad. Es siempre el
único e idéntico Espíritu el principio dinámico de la variedad y de la unidad  en la Iglesia y
de la Iglesia. El fiel laico «no puede jamás cerrarse sobre sí mismo, aislándose
espiritualmente de la comunidad; sino que debe vivir en un continuo intercambio con los
demás, con un vivo sentido de fraternidad, en el gozo de una igual dignidad y en el
empeño por hacer fructificar, junto con los demás, el inmenso tesoro recibido en herencia.
De esta manera, los carismas, los ministerios, los encargos y los servicios del fiel laico
existen en la comunión y para la comunión.  (Ch 20)

12. Todo ministerio deriva del ministerio de Cristo. Existes ministerios ordenados, vinculados
al sacramento del Orden, dando paso a un sacerdocio ministerial, esencialmente distinto
del sacerdocio común de todo bautizado. Sobre los ministerios y oficios de los laicos,
sacramentalmente derivan del Bautismo, la Confirmación y, para algunos, del Matrimonio.
Aunque a veces realizan funciones fundamentalmente, del ministerio ordenado (presidir
celebraciones litúrgicas, administrar el bautismo) no es la regla general y debe ser en
conformidad con su específica vocación laical. El ámbito del compromiso laical es secular
y, en primer lugar, de evangelización en las realidades temporales y cotidianas. Es
necesario evitar una confusión de funciones y caer, así, en el clericalismo. (ChL 20-23) (AA
24)

13. Los carismas son siempre gracias del Espíritu Santo que tienen,  directa o
indirectamente, una utilidad eclesial,  ya que están ordenados a la edificación de la Iglesia,
al bien de los hombres y a las necesidades del mundo. Si bien, reconocer su autenticidad
es tarea de los pastores de la Iglesia, todos son sujetos de ellos, laicos y clérigos, según la
voluntad del Espíritu. (ChL 24) (AA 3)
14. En la vida de la Iglesia, el laico tiene su primera esfera de acción en las iglesias particulares
(diócesis), donde deben tener medios de participación (en colaboración, diálogo y
discernimiento) en las estructuras diocesanas (como consejos pastorales diocesanos). Esta
participación tiene su expresión más inmediata en la parroquia. Por ello se invita a la
renovación de las mismas, que respondan a la flexibilidad del derecho, permita el
surgimiento y aumento de las Comunidades Eclesiales de Base y una mayor comunicación
en integración comunitaria entre el párroco y la feligresía. En las circunstancias actuales,
los fieles laicos pueden y deben prestar una gran ayuda al crecimiento de una
autentica comunión eclesial  en sus respectivas parroquias, y en el dar nueva vida al afán
misionero  dirigido hacia los no creyentes y hacia los mismos creyentes que han
abandonado o limitado la práctica de la vida cristiana. (ChL 25-27) (AA 10,)

15. La participación del laico se da en dos modos, sin olvidar su singularidad (cada uno es hijo
de Dios) y su sentido comunitario. En las formas personales, después del CVII, las formas
de apostolado laical han tenido un auge increíble, en formas creativas y actuales, que
permitan seguir la dimensión capilar de la misión, su constancia y de forma incisiva. (ChL
27) (AA 16)

16. El segundo modo es la forma agregativa. La comunión eclesial, ya presente y operante en


la acción personal de cada uno, encuentra una manifestación específica en el actuar
asociado de los fieles laicos; es decir, en la acción solidaria que ellos llevan a cabo
participando responsablemente en la vida y misión de la Iglesia. Ahora existen tantas
opciones (Terceras Órdenes, asociaciones, movimientos, sodalicios, hermandades). Ante
esta realidad deben existir algunos criterios de eclesialidad: primacía de la vocación
universal a la santidad, responsabilidad de confesar la fe católica, comunión manifiesta
con el Papa y el Obispo, conformidad con el fin apostólico de la Iglesia, y comprometerse
en una presencia en la sociedad. (ChL 29-30) (AA 18, 19, 23)

17. Los Pastores en la Iglesia no pueden renunciar al servicio de su autoridad, incluso ante
posibles y comprensibles dificultades de algunas formas asociativas y ante el
afianzamiento de otras nuevas, no sólo por el bien de la Iglesia, sino además por el bien de
las mismas asociaciones laicales. Así, habrán de acompañar la labor de discernimiento con
la guía y, sobre todo, con el estímulo a un crecimiento de las asociaciones de los fieles
laicos en la comunión y misión de la Iglesia. Esto implica buscar la comunión con la
diócesis de las asociaciones y movimientos (mediante el reconocimiento oficial), y entre
ellos. Esto con ayuda del Pontificio Consejo para los Laicos (ahora el Dicasterio para los
Laicos, la Familia y la Vida) y el Pontificio Consejo para la Unión de los Cristianos. (ChL 31)

CAPÍTULO III

OS HE DESTINADO PARA QUE VAYAÍS Y DEIS FRUTO


LA CORRESPONSABILIDAD DE LOS FIELES LAICOS EN LA IGLESIA-MISIÓN

18. El rol del laico también es fecundo. En tanto el apostolado del laico esté vinculado a la Vid,
que es Cristo, este dará frutos. Esta comunión es gracias al Espíritu Santo, que une a los
pastores y a los fieles en una misión de la que son corresponsables, y no exclusivos. Por
ello, no se ha de considerar a los laicos como simples delegados u obreros de segunda
clase. (ChL 32)
19. Los fieles laicos, precisamente por ser miembros de la Iglesia, tienen la vocación y misión
de ser anunciadores del Evangelio: son habilitados y comprometidos en esta tarea por los
sacramentos de la iniciación cristiana y por los dones del Espíritu Santo. Es en
la evangelización  donde se concentra y se despliega la entera misión de la Iglesia, cuyo
caminar en la historia avanza movido por la gracia y el mandato de Jesucristo: (Mc  16, 15);
(Mt  28, 20). Por su gran alcance en las realidades temporales, los laicos son los agentes
primarios de esta evangelización. (ChL 33) (AA 10)
20. Ciertamente urge en todas partes rehacer el entramado cristiano de la sociedad humana.
Pero la condición es que se rehaga la cristiana trabazón de las mismas comunidades
eclesiales  que viven en estos países o naciones. La descristianización de la sociedad y el
secularismo hacen primordial una nueva evangelización, de la que los laicos deben ser
protagonistas. Para ello, en primer lugar, debe superarse la fractura entre fe y vida, para
volver a la unidad de la vida en el Evangelio. Esto será el más grande testimonio del amor
de Dios al hombre y permitirá la formación de comunidades eclesiales maduras, una
catequesis sistemática en todos los niveles y edades, y el anuncio a aquellos que no
conocen a Cristo Redentor.(ChL 34-35)
21. A partir de la situación específica de los laicos en el mundo, los laicos están llamados a
vivir el evangelio en favor de la persona y la sociedad. La Iglesia plantea algunas acciones:
- Promover la dignidad humana, redescubriendola como inviolable y sujeta de toda
persona humana;
- venerar el inviolable derecho a la vida (desde su comienzo hasta su fin natural);
- exigir el reconocimiento de la dimensión religiosa del hombre, no solo como exigencia
confesional sino de todo hombre;
- reconocer el valor único e insustituible de la familia para el desarrollo de la sociedad,
es el primer campo para el compromiso social de los fieles laicos;
- multiplicar el servicio de la caridad, en formas antiguas y siempre nuevas;
- participar activamente en la política, que promueva el bien común, la justicia y el
espíritu de servicio, a la luz de la DSI;
- Situar al hombre en el centro de la vida económico-social, sin dejar ninguna de sus
esferas, incluida la ecológica;
- Evangelizar la cultura y las culturas del hombre, con creatividad y en respeto de la
belleza y de la verdad, promoviendo también un buen uso de los MCS, para ser
verdaderos instrumentos para la evangelización.

(ChL 36-44) (AA 8)


CAPÍTULO IV- LOS OBREROS DE LA VIÑA DEL SEÑOR
Buenos administradores de la multiforme gracia de Dios

22. Así como el viñador sale a llamar a los obreros a distintas jornadas, así también el Señor
llama en distintos momentos de la vida, a diferentes personas, sin distinción de sexo o
talentos que pueda tener para la expansión del Reino. Esto muestra una vez más la riqueza
de la Iglesia (ChL 45)
23. Los jóvenes tiene un papel importante en la evangelización de la Iglesia, son su esperanza.
Ellos constituyen un gran desafío para el futuro de la Iglesia. Pero no deben ser sólo objeto
del cuidado pastoral. Por las típicas condiciones de esta edad: tiempo de crecimiento y de
descubrimiento del propio Proyecto de vida, sensibilidad a los grandes valores de la
condición humana y a las angustias del momento histórico, los jóvenes son, y deben
ser, sujetos activos, protagonistas de la evangelización y artífices de la renovación social.
La Iglesia, hoy, cuenta con los jóvenes porque son fuente de riqueza y de juventud para la
Iglesia y para la sociedad. (ChL 46)
24. Los niños son herederos del Reino de los cielos: Los niños son el símbolo elocuente y la
imagen de las condiciones morales y espirituales que son esenciales para entrar en el
Reino de los cielos. Esta es su misión profética en la Iglesia. Esta porción del Pueblo de
Dios debe ser cuidada y defendida de los muchos peligros que la amenazan en las
sociedades desarrolladas y de las carencias y sufrimientos que padecen en las
subdesarrolladas. (ChL 47)
25. Los ancianos poseen la sabiduría: No deben ser considerados como personas inútiles o
como carga insoportable. Al contrario son personas que al entrar en la tercera edad gozan
de la experiencia de la vida, del don de la sabiduría; son testigos de las sanas tradiciones y
a pesar de las naturales limitaciones pueden desempeñar un papel activo en la misión
evangelizadora de la Iglesia. Lo recuerda el salmista: "Todavía en la vejez darán frutos,
serán frescos y lozanos, para anunciar lo recto que es Yahvé" (Salmo 92) (ChL 48)
26. Es primario reconocer e invitar a todos a reconocer la indispensable contribución de la
mujer a la edificación de la Iglesia y al desarrollo de la sociedad y analizar la participación
de la mujer en la vida y misión de la Iglesia.  Es necesario promover la dignidad personal
de la mujer y por tanto su igualdad con el varón, especialmente frente a una sociedad
machista y discriminadora de la mujer. La conciencia de que la mujer —con sus dones y
responsabilidades propias— tiene una específica vocación, ha ido creciendo y haciéndose
más profunda en el período posconciliar, volviendo a encontrar su inspiración más original
en el Evangelio y en la historia de la Iglesia. Desde los comienzos las mujeres han tenido un
papel constante e importante en la vida de la Iglesia, siempre cercanas a Jesús y prestas a
la misión evangelizadora. Para sustentar todos estos avances es necesario también
profundizar en los fundamentos antropológicos y teológicos de la condición masculina y
feminina, que ya comenzó en la Carta Mulieris Dignitatem. Pero ello tiene sus orígenes
más atrás al acoger el designio divino, Es un designio que «al principio» ha sido impreso de
modo indeleble en el mismo ser de la persona humana —varón y mujer— y, por tanto, en
sus estructuras significativas y en sus profundos dinamismos. Precisamente este designio,
sapientísimo y amoroso, exige ser explorado en toda la riqueza de su contenido: es la
riqueza que desde el «principio» se ha ido manifestando progresivamente y realizando a lo
largo de la entera historia de la salvación, y ha culminado en la «plenitud del tiempo»,
cuando «Dios mandó su Hijo, nacido de mujer». (ChL 49-50) (AA 8)
27. Para lograr todo lo anterior, este debe manifestarse en el misión de la mujer en la Iglesia y
en el mundo. Y para esto, es requerido aclarar un tema que sigue generando discusión: la
mujer y el orden sacerdotal. El plan salvífico del Señor, revelado en la Escritura y la
Tradición no da a la mujer el orden sagrado. Mas esto no quiere desprestigiar a la mujer ni
hacerla menos digna ni santa, sino hacer una distinción de funciones. Por eso, es necesario
reconocer y promover el papel de la mujer en la misión y la vida de la comunidad cristiana,
pasando del reconocimiento teórico al reconocimiento práctico, haciéndola participe de
los roles que, desde su condición vocación de mujer bautizada, puede y debe ejercer. En
primer lugar su deber como responsable de dar plena dignidad a la vida matrimonial y a la
maternidad, y en segundo, más no exclusivamente, en su tarea de asegurar la dimensión
moral de la cultura. a participación de la mujer en la vida de la Iglesia y de la sociedad,
mediante sus dones, constituye el camino necesario de su realización personal —sobre la
que hoy tanto se insiste con justa razón— y, a la vez, la aportación original de la mujer al
enriquecimiento de la comunión eclesial y al dinamismo apostólico del Pueblo de Dios. En
conclusión debe existir una co-presencia y una colaboración de los hombres y de las
mujeres. (ChL 50-52)
28. Los enfermos y los que sufren participan también del apostolado eclesial, manifiestan el
misterio de la cruz y la esperanza cristiana, de la cual son insignes evangelizadores. La
Iglesia lucha contra la cultura de la muerte. A su vez, los laicos, de todas las profesiones y
sectores, pero sobre todo los que tienen a su cuidado a los enfermos, deben ser los
primeros agentes de una acción pastoral renovada que responda a las necesidades
actuales.(ChL 53)
29. Todos los estados de vida y las vocaciones, en relación los unos con los otros,
complementan el organismo vivo que es la Iglesia, cada uno desde su propia índole. Así el
estado de vida laical muestra su especificidad en la índole secular (cf. Cap. II, 15);
los religiosos testifican la índole escatológica de la Iglesia, es decir, su tensión hacia el
Reino de Dios y en cierta forma su anticipación; el sacerdocio ministerial representa la
garantía permanente de la presencia sacramental de Cristo Redentor. (ChL 55)
30. La rica variedad de la Iglesia encuentra su ulterior manifestación dentro de cada uno de los
estados de vida. Así, dentro del estado de vida laical se dan diversas «vocaciones», o sea,
diversos caminos espirituales y apostólicos que afectan a cada uno de los fieles laicos. (ChL
56) (AA 4)

CAPÍTULO V

PARA QUE DÉIS MÁS FRUTO


La formación de los fieles laicos

31. Los laicos deben buscar siempre crecer, unirse más a la Vid, madurar para dar más y
mejores frutos. «la formación de los fieles laicos se ha de colocar entre las prioridades de
la diócesis y se ha de incluir en los programas de acción pastoral  de modo que todos los
esfuerzos de la comunidad (sacerdotes, laicos y religiosos) concurran a este fin». (ChL 57).

32. La formación de los laicos busca que estos descubran su propia vocación laical, su
identidad y su formar de participar de la misión y vida eclesial. Esta formación es para
durante toda la vida. Esta formación busca también una integralidad y unidad en su forma
de vivir. No es una vida dentro de la Iglesia y otra vida en el mundo secular. (ChL 58-59)
(AA 4)
33. La formación de los laicos debe tener en cuenta estos aspectos: formación espiritual que
invite al laico a estar en continua intimidad con el Señor; formación doctrinal, tanto a nivel
catequético como cultural para por dar razones de la fe; una formación en la doctrina
social de la Iglesia y en valores humanos. Esto debe darse en el ambiente de la comunidad,
toda la Iglesia Universal, reconociendo en Dios al primer y gran educador de su Pueblo.
Tienen lugar privilegiado las parroquias y las pequeñas comunidades para una mayor
intensidad e incisión del mensaje evangélico. Esto no deja a un lado a la familia, como
Iglesia doméstica, las escuelas y las universidades católicas, los grupos, asociaciones y
movimientos. Esta formación es para formar para luego ser formadores. (ChL 60-63) (AA 4)
34. Ideas conclusivas a modo de llamamiento: - Los fieles laicos deben arraigar cada vez más
en la mente, en el corazón y en la vida la conciencia eclesial, es decir, la conciencia de ser
miembros de la Iglesia de Jesucristo, partícipes de su misterio de comunión y de su energía
apostólica y misionera.
- Es importante ser conscientes de la extraordinaria dignidad que se nos ha concedido
mediante el santo Bautismo.
- La "novedad cristiana" realizada por el Bautismo constituye la raíz de la participación en
el oficio sacerdotal, profético y real de Cristo y de la vocación de todos a la santidad, según
la índole "secular".
- El sentido de comunión eclesial hará que valoremos armónicamente en la Iglesia la rica
variedad de vocaciones, carismas, ministerios y responsabilidades.
- Todos en la Iglesia, Pastores y fieles, debemos sentir la necesidad de comprometernos en
la grande y magnífica empresa de la NUEVA EVANGELIZACIÓN de la que el mundo actual
tiene gran necesidad. (ChL 64)

También podría gustarte