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El Papado - Historia Del Cristianismo
El Papado - Historia Del Cristianismo
baro y pagano de los frisones. Cuando las circunstancias políticas le impidieron continuar la obra, regresó a Inglaterra
por un breve período, y de allí fue a Roma, donde el papa Gregorio II lo comisionó para que fuese en su nombre a em-
prender de nuevo su misión. Esto lo hizo Bonifacio con el apoyo, no sólo de Gregorio, sino también de los gobernantes
francos, que estaban interesados en la labor misionera como un medio de pacificar sus fronteras.
Debido a sus relaciones con los gobernantes francos, a la larga Bonifacio dedicó la mayor parte de sus esfuerzos, no
a las misiones entre los frisones, sino a reformar y organizar la iglesia en los territorios francos. En el año 743 fijó su
residencia en Maguncia, que pertenecía a los francos, y desde allí se dedicó a fundar monasterios en toda la región, que
a su vez fuesen centros para la reforma de la iglesia. Puesto que Bonifacio era benedictino, en todos los monasterios
fundados por él se observaba la Regla de San Benito. Además fue él quien, como representante del papa, ungió a Pipino
como rey de los francos.
Por fin, tras pasar largos años en la relativa seguridad de los territorios francos, Bonifacio decidió emprender una vez
más la evangelización de los frisones. En esa empresa lo acompañaron algunos monjes, pues parte de su propósito era
fundar un monasterio benedictino en los Países Bajos. Pero cuando iban de camino fueron atacados y muertos por una
banda de ladrones.
Las vidas de Bonifacio y de Agustín de Canterbury sirven para darnos una idea del modo en que la Regla benedicti-
na se extendió primero a las Islas Británicas, y después al reino de los francos y sus alrededores. Si pudiéramos conti-
nuar aquí esa historia, veríamos cómo después penetró en España y otros territorios. En otros capítulos veremos cómo
fue necesario reformar el movimiento repetidamente. Pero lo que aquí nos interesa es sencillamente mostrar cómo el
monaquismo benedictino se extendió, y su contribución al nuevo orden que nacía.
Esa expansión del monaquismo benedictino se relacionó estrechamente con su alianza con el creciente poder papal.
Según veremos en el próximo capítulo, el papado fue el otro elemento de estabilidad en medio del desorden que siguió a
las invasiones de los bárbaros. Y para llevar a cabo su tarea, el papado contó ante todo con el monaquismo benedictino.
Esa alianza nació en medio de circunstancias al parecer tristes para los benedictinos. En el año 589 Montecasino, el
monasterio fundado por San Benito, fue atacado y quemado por los lombardos.[Vol. 1, Page 272]
Los monjes se vieron obligados a huir a Roma. Allí hicieron fuerte impacto sobre Gregorio, quien al año siguiente se-
ría elegido papa. Tan pronto como Gregorio ocupó esa posición, comenzó a hacer todo lo posible por fomentar el uso de
la Regla de San Benito. Primero varios de los monasterios de Roma se acogieron a ella. Y después, a través de la obra
de Agustín y de otros como él, el monaquismo benedictino fue exportado a otras regiones de Europa. La obra de Bonifa-
cio es entonces continuación de la de Gregorio y Agustín.
En una época de desorden e incertidumbre, era necesario que surgiesen elementos de unidad que guiasen a Europa
hacia el nuevo orden que habría de surgir. Esos elementos fueron el monaquismo benedictino y el papado. Puesto que
en este capítulo hemos discutido los orígenes de ese monaquismo, hemos de dedicar el próximo a discutir el desarrollo
del poder papal.