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En una columna reciente del diario El Colombiano, una persona que aprecio y admiro
hacía un llamado a las compañías a buscar un crecimiento ´consciente´; uno que fuera
más reflexivo frente a los dilemas éticos, sociales y ambientales que las decisiones sobre
expansión empresarial pueden suponer. Este pedido me parece sensato y loable. Desde
luego existen sendas de crecimiento más benignas que otras; y puede haber algunas
patentemente malignas.
No obstante, quedé con un sinsabor. Por un lado, una de las premisas sobre las que
fundamentaba su propuesta el columnista acusa serios problemas. Frente a la necesidad
de que Colombia crezca a tasas en torno al 5% anual, algo sin duda deseable, se
preguntaba si “¿lo tiene que hacer imitando a los países desarrollados enfermos de
obesidad, destructores de sus selvas, contaminados y contaminantes?”.
Según datos de la OMS, entre los 25 países con mayores índices de obesidad del mundo
solo hay 2 desarrollados: EE.UU. (#12) y Nueva Zelanda (#22). A la vez que entre los 10
de menor obesidad, también hay 2 economías avanzadas: Corea (#183) y Japón (#185).
La incidencia de obesidad en la mayoría de los países ricos es inferior a la mediana
latinoamericana (23,2%). Entonces no es tan cierto que los países desarrollados estén
“enfermos de obesidad”; o, al menos, esta condición no es exclusiva a ellos.
¡aumentó!) un 7,1% entre 1982 y 2016; la expansión de los bosques en Europa (+35%),
China (+34%) y EE.UU. (+15%) más que compensó la pérdida de los mismos en el
trópico.
De igual manera, hoy el aire en Londres, que registró sus peores niveles de
contaminación en 1891, es muchísimo más limpio de lo que era en 1700, antes de la era
industrial. Según el Informe Mundial de Calidad del Aire de 2018, que publica datos para
3.000 ciudades, la más contaminada de un país desarrollado ocupa el puesto #362. De
las 100 ciudades con el peor aire del mundo, 99 están en países ‘en desarrollo’ del
continente asiático.
Hoy puede resultar paradójico, pero la masificación del uso del carbón mineral, primero, y
luego del petróleo, salvaron a muchos de los bosques del mundo al sustituir a la madera
como fuente de calor y al pasto como fuente de ‘combustible’ para los caballos, y al
permitir la intensificación de la agricultura por medio de fertilizantes. La electricidad, en
parte generada con esos mismos minerales, despejó el aire de las ciudades.
https://www.semana.com/opinion/articulo/crecimiento-en-los-paises-desarrollados-vs-ambiente--columna-de-esteban-piedrahita/614326 2/2