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El Hombre y la Máquina

ISSN: 0121-0777
maquina@uao.edu.co
Universidad Autónoma de Occidente
Colombia

Arango M., Mario Alonso


Los cortejos del diablo: una indagación del pasado colonial
El Hombre y la Máquina, núm. 27, julio-diciembre, 2006, pp. 108-121
Universidad Autónoma de Occidente
Cali, Colombia

Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=47802712

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Los cortejos del diablo:
una indagación del pasado
colonial
*

MARIO ALONSO ARANGO M.


** La suma de nuestros ros-
tros dará algún día nuestra
verdadera imagen colectiva,
esa identidad que parece es-
capar a los científicos sociales
y que no es otra que la de un
rostro mestizo, epítome de una
cultura de culturas.
(ESPINOSA 1990: 80)
Libro Colombia Tierra y Gente

* Este trabajo de investigación se realizó con el apoyo de Duksung Women’s University (Corea del Sur) para el año académico 2005.
** Máster en literatura hispanoameticana del Instituto Caro y Cuervo. Profesor titular de la Duksung Women's University, de Seúl (Corea del Sur).
Fecha de recibo: mayo de 2006 Fecha de aceptación: agosto de 2006
Mario Alonso Arango M Los cortejos del diablo: una indagación del pasado colonial

del siglo XVII, sino también nos


Resumen dice de él como sujeto creador en-
frentado a sus orígenes, diríamos a
¿De dónde el interés por la
todo aquello que lo ha formado: su
historia y la concepción de la
historia personal y social. En cuanto
literatura en Germán Espinosa?
a esto último, la palabra “cortejos”,
Es claro que para el autor las
es un paradigma que nos aproxima
fuentes documentales en rela-
a sus motivaciones escriturales: la
ción con los momentos funda-
obsesión (enamoramiento) por la
cionales de nuestra identidad, la
historia y la conciencia de sus mar-
visión unilateral o parcializada
cas (acompañamiento), que el autor
de los procesos sociales (espa-
convierte en fuerza creativa. En su
ñola, oficial, de historiadores
indagación por el propio pasado es
y críticos literarios) con sus
ya clásica la serie de novelas com-
grietas e irresoluciones lo han
puesta por Los cortejos del diablo,
vuelto un escéptico. El presente
La tejedora de coronas (1982), El
ensayo indaga precisamente
signo del pez (1987) y Sinfonía
esta situación
desde el Nuevo Mundo (1990). Tras
Palabras clave: Los cor- su publicación, es indudable que el
tejos del diablo-indagación del autor ha logrado convertirse en uno
pasado colonial, imagen colec- de los más importantes cultivadores
tiva, identidad, rostro mestizo, de la novela histórica latinoameri-
cultura, historia. cana posterior al boom.

Abstract ¿Pero de dónde el interés por


la historia y la concepción de la
Why German Espinosa literatura en Germán Espinosa? Es
show an interest for both, his- claro que para el autor las fuentes
tory and litterature? It's clear documentales en relación con los
that documental sources are momentos fundacionales de nuestra
in relation with the moments identidad, la visión unilateral o par-
of our identity foundation, so cializada de los procesos sociales
the one way vision of spanish (española, oficial, de historiadores
colonial period or republic pe- y críticos literarios) con sus grietas
riod are thruly important for our e irresoluciones lo han vuelto un
litterature. This essays tray to escéptico. Sin embargo es un es-
ask this kaind of situation. cepticismo que no deriva en mera
Key words: Los cortejos desaprensión frente a lo real-histó-
del diablo-colonial pass resear- rico, ya que el autor lo ha convertido
ch-comun image, identity, half en una fuerza activa, que no sólo le
blood faces, culture, history. ha servido como una buena razón
para el ejercicio de la escritura y
la reinvención del pasado, sino
también para mirarse o reconocerse
Del interés por la historia
con amarga ironía como cuando nos
Algo de obsesión hay ya en la habla de esta “carencia” o falta de
elección del título que hizo el escri- reflexión y que ve prefigurada en el
tor cartagenero Germán Espinosa simbolismo de “la cola de cerdo”
(1938) para su primera novela Los (en su lectura de Cien años de sole-
cortejos del diablo (1970). Con dad), todo un monumento a nuestra
éste no sólo califica el estado de incompetencia histórica, una tara o
alucinación de los personajes y de la caricatura de nuestra identidad que
misma ciudad en la que tiene lugar parece condenarnos a una segunda
el relato, la Cartagena de principios oportunidad (Espinosa 1990: 80).
Mario Alonso Arango M Los cortejos del diablo: una indagación del pasado colonial

Tal vez sea esta conciencia de en cambio le resulta más interesante


incertidumbre, unida a la plena desbocarse libremente en lo que él
certeza de que Latinoamérica es el llama el pasado más remoto, ya que
producto de la hibridez cultural y desde allí se siente más cómodo
del mestizaje, lo que le ha permitido para criticar e ironizar, pero también
a él liberarse y encontrar su propia como lo ha dicho en sus ensayos,
libertad (de sujeto histórico) y con- para “desmontar la guardia” (yo
vertirse en un fabulador con una agregaría una terapéutica para curar
particular concepción de la relación las taras). Es así como su escritura
historia-literatura. termina por ser también un lugar
de reflexión para el lector. Dice a
En cuanto a la primera libera-
propósito Espinosa:
ción es necesario decir que Espi-
nosa, como cualquier historiador Pasado remoto o reflexión de
que nos pone al “otro” o “lo otro” connotaciones políticas y sociales,
pasados en el presente de la narra- que por un truco de perspectiva aca-
ción, no sólo busca consolidarse ban envolviendo nuestra época.
como voz particular sino que, al
(ESPINOSA 1990: 77).
igual que cualquier crítico, busca
cargar de sentido su propio tiempo Este truco de perspectiva no
y el porvenir. Al respecto dice él es en él más que la creación de un
mismo: orden regido por las necesidades
de la palabra, de la estética, donde
No puedo menos que solazar- incluso los personajes tomados de
me afirmando mi universalidad en la misma historia terminan sujetos
el espacio y el tiempo. (Jaramillo al orden caprichoso del arte (como
1990: 1) Juan de Mañozga, Pedro de Heredia
Creer que toda preocupación y otros, a quienes les crea un destino
por el pasado es una preocupación muy diferente del que podría cote-
por la muerte, es no entender el jarse en las fuentes documentales).
tiempo. (…) El tiempo pasado con- Germán Espinosa es un fabulador,
tiene (…) lo más vital que poseemos prefiere acercarse al pasado desde
para vivirnos en el presente. el discurso ficcional y no desde otra
perspectiva. Ya bien lo dice:
(ESPINOSA 1990: 81)
Sucede que, a través de la crea-
Del pasado en tanto referente
ción literaria, la visión histórica
(personajes y eventos), el autor en suele, porque así es el arte, hacerse
sus novelas se concentra en lo que más profunda, quizá más verdadera
considera “esencial”, es decir, en que la de los mismos historiógrafos.
los conflictos, que aunque pasados Estos fundan su labor en la minu-
aún tienen efectos en la realidad ciosa confrontación de documentos,
contemporánea. Un aspecto que siempre fríos y casi siempre em-
ejemplificaré más adelante en rela- busteros. El novelista deja volar la
ción con “la visión de los vencidos” imaginación, y quizá su mentira sea
y los orígenes de la libertad en la más auténtica que la verdad parcial
brujería. Como el mismo autor lo del historiador.
ha dicho al analizar los diferentes
modos como interactúan literatu- (ESPINOSA 1990: 69)
ra e historia, poco le interesan la Cabe también preguntarse por
forma testimonial (por el carácter qué Espinosa trasiega en el mundo
inmediatista y coetáneo narrador- de la historia colonial o por qué la
escritura) y la ciencia ficción (por considera digna de ser un leitmotiv
la visión apocalíptica en que ha re- para ser novelada. George Lukacs,
sultado la anticipación histórica), y “(…) explicó esa necesidad de re-
Mario Alonso Arango M Los cortejos del diablo: una indagación del pasado colonial

tornar al pasado en el caso del siglo De todo esto surgen sus pre-
XIX europeo, como una respuesta a ferencias y su búsqueda: el autor
la conciencia que adquirieron los in- llena con la palabra las fisuras que
dividuos de su existencia como algo ha dejado el discurso oficial, rein-
históricamente condicionado [es ventando mundos imaginarios, en
decir, producto de] un ininterrum- una suerte de autorreconocimiento
pido proceso de transformaciones, y como una manera de configurar su
[lo que] condujo a la necesidad de propio presente como momento de
configurar su propio presente como la historia. En este trabajo de rees-
momento de la historia (…). Así, critura es fácil ver su actitud desa-
la opción de construir un pasado cralizante y desenmascaradora ante
que diera continuidad al presente, la mirada monopolar de la historia,
condujo a la configuración de los donde los referentes son asumidos
elementos de lo nacional” (Acosta por el autor como instrumentos
1998: 25). En Espinosa vemos que para la parodia y donde el mundo
dicha configuración se manifiesta religioso, con el peso histórico que
en la reiterada pasión por encarar ha tenido en el devenir colombiano,
la “hibridez” como elemento te- termina por ser una “terapéutica o
mático de sus textos, los avatares uno de sus exorcismos”.
de su formación y sus secuelas Así pues, la óptica de Espinosa
con todas sus implicaciones en el se aleja de la perspectiva con la que
orden sociopolítico. ¿Y qué mejor la misma literatura colombiana del
espacio que el de la Colonia don- siglo XIX recuperó el pasado, porque
de tiene comienzo este proceso? en ese período “ (…) lo que interesó
¿Acaso no es esta preocupación un no fueron los sucesos que argumen-
intento por definir la nacionalidad talmente conformaron la historia,
colombiana de la que es hijo? Sin interesó aquel material histórico que
temor me atrevería a decir que esta permitió la permanencia de determi-
obsesión por la hibridez está direc- nadas relaciones sociales (…) Impor-
tamente relacionada con una toma taban los vínculos que mantenían la
de conciencia de lo que ha sido su armonía. Vínculos, por demás, que
país: multiétnico, multicultural, se configuraban desde las permanen-
geográficamente fragmentado, pero cias católicas y desde las estructuras
sociales promovidas por el mundo
cuyos miembros han estado sujetos
colonial” (Acosta 1998: 25). De la
a toda una cadena de exclusiones
misma manera el autor también se
y negaciones y que aún no toma
aleja del carácter testimonial que le
la suficiente conciencia de sínte-
atribuye a gran parte de la literatura
sis. En cuanto a esto, no resulta de principios y mediados del siglo
descabellada la percepción que XX, pues a ella le falta la posibilidad
tiene la crítica de su estilo. Todos de identificación social y cultural, la
coinciden en una tendencia barroca, búsqueda apasionada de la identidad.
generada por el desequilibrio social Bien nos lo dice el autor:
contemporáneo. Yo agregaría que
el carácter muchas veces delirante No ignoramos cómo nuestra
de sus personajes es el reflejo de la sangre, producto de sangres verti-
conciencia atormentada de quienes das en el lago púrpura de la hibri-
enfrentados a la realidad aún no lo- dez cultural y del mestizaje, halla
gran una síntesis, están en proceso o trabajoso, a ratos, identificarse en
se niegan a aceptar la hibridez. De el espejo de la historia. Es esa labor
de identificación la que justifica un
ahí el desequilibrio, los desborda-
volcamiento literario sobre nuestra
mientos y las tensiones que, como
vieja historia política
en el mejor de los barrocos, son
perceptibles en su obra. (ESPINOSA 1990: 78).
Mario Alonso Arango M Los cortejos del diablo: una indagación del pasado colonial

Así pues, en su deseo por car- una ciudad llegue a ser legendaria
gar de sentido el propio presente, se necesita a menudo que sus hijos
Espinosa juega no sólo un papel dispongan de un poco de ocio, a
de crítico sino de historiador al fin de poder sentarse a inventar
elaborar su propia materialidad holgadamente su ayer, su acervo
discursiva. Una materialidad que de leyendas (…). Cuando yo nací
no puede más que acosarnos en estaba ya poblada de ellas (…)
el presente. Él, como sujeto crea- (Espinosa 1990: 84-85).
dor, se inscribe en la propuesta
consciente que tiene en cuenta el De la guerra de imaginarios en
proyecto “asuntivo”1de dar sig- el sujeto colonial
nificación a la historia, habiendo Como muy pocas ciudades en
considerado las grandes crisis de Latinoamérica, Cartagena sigue
los discursos totalitarios, y como siendo desde su fundación (1533)
una necesidad de abrir las puertas una ciudad ligada a la historia del
a otras voces, enfrentándonos a continente y de Colombia. Fue un
“la cuestión del otro”, que para puerto intermedio entre las Amé-
el caso colombiano, corresponde ricas adonde llegaban personas,
al “discurso de las minorías”, al ideas y mercancías desde los puntos
papel y la fuerza que tuvieron en más remotos del mundo. Desde un
la constitución de la identidad. principio se convirtió en un espacio
Desde su primera novela, Los cor- transculturador y uno de los puntos
tejos del diablo, es claro que en su de mayor atención para los intereses
abordaje del mundo colonial, y el de la Corona española en América.
“otro”, se ha operado un cambio En su devenir histórico se las vio con
de foco, un cambio de fronteras en toda suerte de batallas: agresiones
la narrativa colombiana, ya que él de la naturaleza, la piratería francesa
empieza a darle importancia a la e inglesa en su deseo expansionista
“oralidad” para desentrañar esos hacia el atlántico, la generada en la
imaginarios o representaciones por misma estratificación social y de
medio de las cuales la sociedad ha razas que impuso España, y tam-
intentado explicarse a sí misma. bién la que llevó a cabo contra el
Oralidad que sólo en años recientes régimen español para la liberación
ha cobrado fuerza en los estudios del territorio de la Nueva Granada.
coloniales.2 Es como se explica esa No es pues extraño oír hablar de
conjugación de memoria colectiva ella como una ciudad aliada con la
y discurso oficial que el autor re- historia o que en su seno siga guar-
crea desde el rumor, las leyendas dando, asegurando y multiplicando
y las fantasmagorías de Cartagena, esa cultura mestiza que claramente
su ciudad natal, y que él revierte en ha definido el destino de Colombia.
escritura. Tal vez esto explica que los mejores
Cartagena tuvo la fortuna, narradores y poetas colombianos
que muy pocas ciudades llegan a (Soledad Acosta de Samper, Luis
granjearse, de convertirse desde su Carlos López y García Márquez,
fundación misma en una aqueren- entre otros) hayan puesto sus ojos
ciadora de leyendas (…). Para que en ella para reinventarla. Es el caso

1 Un camino iniciado por pensadores y críticos latinoamericanos como Leopoldo Zea, Pedro Henríquez Ureña, Mariano Picón Salas, Ángel Rama, pero también es-
critores del siglo XX como José Lezama Lima y Severo Sarduy a través de los ensayos y la narrativa ficcional. Sobre el tema véase el artículo “Barroco y mestizaje
en Latinoamérica” (Arango 1996, pp. 21-31.
2 “La oralidad, en breve, es un tópico inmenso en las culturas coloniales, si se la contempla en su manifestación en las tradiciones orales americanas (…). También
ciertos sistemas de representación y de comunicación (los catecismos testerianos, los códices mesoamericanos coloniales […]) nos pueden enseñar mucho sobre los
procesos de transformación e intercambio en la cultura colonial” (Adorno 1998: 22).
Mario Alonso Arango M Los cortejos del diablo: una indagación del pasado colonial

de Germán Espinosa en Los cortejos Vaticano 5 . Políticas que iban a


del diablo.3 contracorriente de la época, pues
“(…) ahora los pactos se hacen con
La Cartagena que se reinventa
la razón (…) Ahora los problemas
es la del año 1640, un dato que no
que apremian al Rey [Felipe IV]
vemos escrito nunca en el texto,
son más terrenales: la economía,
pero que los lectores recuperamos
la política y las guerras” (Ceballos,
a través del juego de la alusión ba-
1994: 56).
rroca. El narrador parece ocultarlo
con toda una cadena de signifi- En esta Cartagena de 1640 se ve
cantes, pero que lo nombran entre cómo las políticas son lideradas por
más parece ocultarlo.4 La tensión intereses personales, se muestran
generada en el ocultamiento del ya las consecuencias del proceso
referente denuncia la lucha del na- de “hibridez” (el cimarronaje y la
rrador por el dato escueto y directo brujería como elementos de lucha)
en su relación con lo real-histórico que había empezado a conformarse
o lo documental, pero cuya efecti- desde décadas atrás, y también la
vidad se aúna a la misma tensión lucha por controlarlo. Un hecho
de los acontecimientos que narra, que en Los cortejos del diablo se
obligando al lector a la búsqueda da bajo una guerra de imaginarios
de fuentes. entre las cabezas salvaguardado-
ras del orden civil (Fernández de
Estas marcas históricas nos
Amaya, el alcaide; y Catalina de
acercan a una colonia alejada de
Alcántara, la hija bastarda del rey)
los fervores de la Conquista, del
y religioso (Fray Juan de Mañozga,
encuentro con lo nuevo, del inter-
el inquisidor, y el nuevo obispo,
cambio que caracterizó al espíritu
Cristóbal Pérez de Lazarraga) de la
renacentista, y en cambio nos sitúa
villa y todas aquellas figuras que se
en una España hija de los cismas
consideran desestabilizadoras o im-
de la Iglesia protestante (1560) y
pedimento para la consolidación de
muy posterior a la finalización del
dicho orden (Luis Andrea, el mítico
Concilio de Trento (1565). Un pe-
cimarrón de Tolú; Rosaura García,
riodo dominado por el espíritu de
la legendaria bruja cartagenera; y el
la Contrarreforma con sus políticas
judío portugués, Lorenzo Spinoza).
de unificación de las conciencias, de
Alrededor de todas estas figuras se
guerra cultural y religiosa. En esta
teje la trama.
Cartagena que presenta Espinosa
claramente se nota que los procesos En Los cortejos del diablo esta
de transculturación continúan, a guerra se desarrolla en torno al
pesar de las luchas políticas y las Tribunal de la Santa Inquisición,
nuevas técnicas de homogeneiza- una institución que actuó como ex-
ción implementadas por parte del tensión o brazo del Estado español

3 En adelante cualquier referencia al texto se hará con base en la edición impresa de la Editorial Oveja Negra, Bogotá, 1985 (ver bibliografía).
4 Así por ejemplo: “Catalina había llegado siete años atrás cuando se celebraba el centenario de la Fundación” (p.26) “(…) faltaban dos años todavía para el nacimiento
de Isaac Newton en Woolsthorpe” (p.67). “Por menos que todo eso quemamos vivo hace cuarenta años a Giordano Bruno” (p.108), “Pablo Clarís ha proclamado la
República catalana con la protección de Francia” (p.117), “Y, como si esto fuera poco, los portugueses han declarado una lucha separatista al mando del duque de
Braganza” (p.117).
5 Sobre estas políticas hay que aclarar que ya se había dado un cambio de foco y de estrategias. Pues en cuanto al mantenimiento de las misiones cristianas o la
creación de otras nuevas (China y Japón), el mismo Vaticano en carta de 15 de enero de 1622 anunciaba a todos los nuncios apostólicos el nacimiento de la nueva
Congregación “de Propaganda Fide”, que remarcaba en los métodos para tratar con los “fieles” y otra con los “infieles”. Un hecho que aunque generó un apasionado
debate al interior de las órdenes, especialmente entre los jesuitas, apuntaba a la puesta en experimentación de las técnicas de la “acomodación” y de la simulación a
nivel mundial. La implementación comprendió desde estrategias para seducir a príncipes que gobernaban reinos de infieles intra y extraeuropeos, códigos de con-
ducta válidos en el interior de contextos determinados, la consideración de la Iglesia como espacio teatral con representaciones aleccionantes, técnicas oratorias, el
ejercicio de las artes visuales y demás. En fin, a través del deseo de revitalizar y difundir antiguos modelos de vida cristina, cobró forma algo moderno, encarnado
en la figura del misionero que ya empezaba a desplazar al Inquisidor: la caja de Pandora de la relación entre el intelectual y las masas. Como comenta este autor,
“la experimentación en materia de adaptación madurada en los conflictos religiosos europeos estaba lista para verterse en las técnicas de conquista cultural de las
poblaciones extraeuropeas” (Prosperi 1992: 216) Lo que para entonces también marcaría un nuevo signo para América, ya que para su conquista se había dado como
un dato de hecho el uso de la fuerza y donde las misiones cristianas habían dependido del orden creado por las armas españolas (así lo hubieran debatido juristas,
teólogos y filósofos).
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en su lucha por constituirse como través de diferentes facetas: en la


nación, y que sirvió de control ruina del inquisidor Juan de Ma-
político, económico e ideológico. ñozga como representante de la
A diferencia del resto de Europa, Iglesia, el discurso de la falsedad
el control e independencia con la (ambivalencia) del nuevo obispo
que actuó muchas veces esta insti- y la codicia del alcalde, represen-
tución en España, y sus territorios tante del poder civil. De otro lado,
de ultramar, cobró tales ribetes, también nos muesta cómo ese po-
que como ha sido analizado por der se les escapa de las manos en
muchos historiadores se convirtió su enfrentamiento con las fuerzas
en “un monstruoso estado dentro desestabilizadoras del orden. La
del estado” (Ceballos 1994: 44).6 articulación de estos elementos es
De ahí que hasta no cesar sus fun- lo que he dado en llamar guerra de
ciones en el territorio de la Nueva imaginarios.
Granada (1821) fue difícil decir
dónde acababa la política y dónde El personaje histórico, Juan
comenzaba la religión. de Mañozga, llegó nombrado por
la Corona en 1610 con el estable-
El Tribunal de Cartagena de cimiento del Tribunal de la Santa
Indias no fue la excepción en es- Inquisición. La guerra que desata
tos mecanismos de control, así se contra los brujos de la villa y demás
hubiera creado en el siglo XVII que representaban una potencial
(noviembre de 1610), cuando co- amenaza denuncia una mentalidad
menzaba la decadencia del Santo que ya venía obsesionada con las
Oficio en España. Fue establecido fantasías demonológicas,8 hecho
allí (y no en otro sitio) por ser un bien particular ya que por enton-
lugar estratégico, un puerto de en- ces en España no era la brujería la
trada de mercancías, extranjeros y preocupación fundamental. Tal vez
esclavos, quizá como ningún otro, contribuyeron a alebrestar su espíri-
y al que había que proteger de la tu no sólo el hecho de que Cartagena
“gentilidad”.7 No es, pues, extraño era una colonia multiétnica y de
que en el período de su apogeo escaso control social, además de la
(1610-1650) “la mayoría de los amenaza de asaltos de cimarrones
procesados fueron portugueses, que se habían asentado en lugares
holandeses o ingleses, por herejía” cercanos como Tolú, sino también
(Ceballos 1994: 52). que “[el] ambiente social se hallaba
En cuanto al control del Santo cargado de supersticiones, y aunque
Oficio y todas sus contradicciones, de manera no muy visible, la magia
incluyendo su decadencia, es donde impregnaba la vida cotidiana de la
Espinosa concentra su ficción. De ciudad amurallada” (Uribe 1987:
un lado nos muestra la crisis del 3) A lo que habría que agregar
Tribunal y de los demás estamen- que desde su fundación hasta sus
tos representantes de la Corona, a últimos días, el Tribunal sufrió

6 Esto, independientemente de la “legalidad” del procedimiento inquisitorial español (Gacto Fernández 1999: 38) y de las menores cifras de procesados que recibie-
ron la muerte (Haliczar 1999: 47) al compararse con el resto de Europa. Lo cierto es que con la Bula del Papa Sixto IV (diciembre de 1478), en la que ordenaba el
nombramiento de sacerdotes como inquisidores concediéndole a la Corona española plenos poderes para su elección y destitución, se constituyó un nuevo tipo de
Inquisición acorde con las exigencias de un estado-nación. Ésta no estaba sometida como en otros países al poder del Papa.
7 Es lo que reza en sus objetivos: “(…) considerando quanto toca á nuestra Dignidad Real y Catolico zelo procurar por todos los medios possibles, que nuestra Santa
Fé sea dilatada y ensalzada por todo el mundo, fundaron en estos nuestros Reynos el Sánto Oficio de la Inquisición, para que se conserve con la pureza y entereza
que conviene (…) y que se conserve libre de errores y doctrinas falsas y sospechosas (…)”. Tomado de Documentos que hicieron un país. Recopilación de las leyes
de Indias. Bogotá: Archivo General de la Nación, Libro I, Título Diesynueve, Leyes Primera, Segunda y Tercera.
8 Según los historiadores estas fantasías de atribuirle a los brujos crímenes tales como infanticidio, orgías, culto al diablo, canibalismo, profanaciones de tumbas,
incesto y demás, tuvo fines políticos y “fue elaborada a lo largo de la Edad Media en Europa por teólogos e inquisidores, inspirados en la tradición literaria heredera
de los Padres de la Iglesia” (Ceballos 1994: 133)
Mario Alonso Arango M Los cortejos del diablo: una indagación del pasado colonial

toda clase de penurias,9 llevándolo la del colonizado. En el texto la


a cometer desafueros contra otras desacralización se revierte en una
comunidades europeas (portuguesa, proliferación de significantes que
inglesa, francesa y de judeocon- se acumulan página tras página:
versos) asentadas allí para lograr “El Inquisidor dejaba al descubierto
sobrevivir. Sobre ellas se pusieron una senilidad grotesca y adiposa”
en práctica muchos imaginarios, (p.13), “(…) un prometeo impoten-
unas veces para canalizar las agre- te” (p13), “Se sabía un escombro,
siones y malestares de la comunidad una sucia piltrafa a punto de ser
invitándola a la denuncia (En Los barrida por el viento” (p. 17) “(…)
cortejos se culpa de la sequía a los parecía su propia caricatura” (p.22),
brujos, y de la crisis de la Corona “aparición fantasmal” (p.56), “Se
a una conspiración política de los sabía un guiñapo” (p.63), “su an-
portugueses: el móvil de la denuncia dar era vacilante, pero trataba de
del judioconverso Spinoza por parte mantenerse erguido para parecerse
de Catalina de Alcántara) y otras más a su propia imagen” (p. 107),
para expoliarlos (el caso del actor “escombro humano” (152), “estaba
Orestes Cariñema a quien el alcalde pudriéndose en vida” (p. 160), “pil-
y el inquisidor ven una presa fácil trafa ambulante” (162).
de explotar).10 Pero la ruina no basta, ella sólo
El Mañozga de esta ficción está denuncia la paradoja de una inver-
en sus últimos días, un hombre con- sión o metamorfosis: el personaje
vencido del poder de la brujería y que sentencia es sentenciado. De
obsesionado con ella. Lo interesante esta manera Espinosa invierte la
es que el autor con Los cortejos del cadena de determinaciones del dis-
diablo crea no sólo un híbrido de curso colonialista y nos presenta a
historia-ficción sino que crea un un Mañozga obsedido no sólo por
discurso artístico con implicaciones los propios imaginarios, sino por los
políticas y sociales, ya que él toma otros contra los que lucha, ya que
como enfoque de análisis lo contra- termina por creer en el poder de las
hegemónico: desacraliza “el cuer- prácticas mágicas: “Palurdo de mí,
po” y “la voz” del Inquisidor a tra- que he escogido una profesión de
vés de un discurso que dista mucho demonio: la de condenar” (p.13),
de esa típica narración etnográfica y “El rostro, transfigurado por la fie-
literaria (revelada por críticos como bre, era el un Mañozga endiablado
Ángel Rama y Edward Said) donde que el recadero tomó por algún
la “alteridad” del sujeto colonial,11 diablo enmañozgado” (p13), “Hacía
tiempo que Mañozga sólo alzaba
incorporada en ella (épica, realista,
la cabeza porque creía ver brujas
narraciones de viajes y cuadros de
sobrevolándole la greña” (64).
costumbres), apunta sólo a resaltar
“el cuerpo” y “la voz” del coloni- De ahí que el final del personaje
zador, obnubilando y degradando sea una especie de apoteosis irónica

9 En el texto se hace énfasis en esta situación: “un reo al que esquilmar en estos días de indigencia” (p.54), “Pero recordó que, hacía un año - ¿dos?, ¿tres?, ¿cuatro?,
¿cinco? - los calabozos estaban vacíos y parecía haber en la villa una conjura para cercar por hambre al Santo Oficio” (Espinosa 1985: 21).
10 “(…) el poder del Santo Oficio fue restringido por su debilidad financiera (…) Pero también la debilidad de su propia estructura imponía grandes obstáculos a su
funcionamiento. Muy lejos de ser completa (…) la red de familiares y comisarios nunca podía cubrir los extensos distritos inquisitoriales sobre todo en América.
Esta situación insostenible en un distrito [Cartagena de Indias] ‘mayor que ninguno de cuantos había en la cristiandad’ justificaba las quejas del Tribunal que en una
carta a la Suprema de 1 de Julio de 1619 expresaba que ‘mal se podrá hacer cosa sin ministros’ (…)” (Haliczer 1999: 52-53).
11 El concepto de “sujeto colonial” como categoría de análisis ha sido revisado en los últimos años, e involucra tanto al colonizado como al colonizador (Adorno 1988:
55); pero también al autor, ya que “[uno] de los resultados significativos del paso de la historia literaria colonial al discurso colonial es la aparición del autor no como
hombre de letras o autodidacta sino como colonizador o colonizado, es decir, como sujeto colonial. La historia literaria ha logrado eclipsar la posición del sujeto
porque sus intereses pertenecen al foro estético, no al social: ha visto al escritor como productor de discursos artísticos y no las implicaciones políticas y socials
producidas por ellos” (Adorno 1988: 19-20).
Mario Alonso Arango M Los cortejos del diablo: una indagación del pasado colonial

de la hibridez: ha luchado por acabar Este proselitismo religioso con


de raíz con todos aquellos que en el el que descargaron la mirada los
culto al dios Buziraco le besan el inquisidores y misioneros (iglesia)
culo y él estará condenado a besár- y el poder civil (monarca) sobre
selo por toda la eternidad: “Entonces el territorio y el sujeto colonial no
la asamblea de brujas cargaría con obedeció más que a una “lectura
él y lo conduciría a Tolú, tierra del práctica de la situación ideológica”,
bálsamo, donde Buziraco – el espí- lo cual avivó la exaltación de las
ritu de Luis Andrea – estaría espe- mentalidades. Es la conclusión a la
rándolo, con la forma de un cabrón, que llegan los especialistas.13 Lo
para obligarlo a besar su salvohonor que no está lejos de la percepción
hediondo” (p.17). del mundo en Los cortejos del dia-
blo, donde vemos que el modelo
En esta guerra de imaginarios
epistemológico que se puso en
cabe resaltar otro “cuerpo”, el que
práctica fue el de la similitud con
corresponde a la topografía de Car-
marcos comparativos para reco-
tagena y por extensión del territorio
nocer, comprender y clasificar al
americano como tierra gobernada
“otro” o “lo otro”, tanto como el de
por la gentilidad. Alrededor de él
la oposición (mecanismo de con-
se teje otra “alteridad”, la de la
ceptualización y conocimiento) para
mentalidad hispánica.12 La noción e
negarlo. Desde allí se siembran las
imagen de las Indias en la que se de-
marcas de esta Cartagena de 1640.
baten los personajes del texto parte
La domonización (gentilidad) del
del principio generador de la misma
espacio es clara: “(…) estas tierras
Inquisición: la convicción de la
de Belcebú, donde el sol no se sacia,
unicidad y la evidencia de la verdad
te chupa la sangre y te la saca hecha
religiosa, de la que se desprendía
borrajas” (p. 12), “ciudad con bocas
la necesidad de recurrir a la fuerza de dragón” (14), “(…) tierras que
para empujar a los contumaces, re- holló la pata de Satán” (p.20), “(…)
calcitrantes o heterodoxos. En otras tierras que parecen fecundadas por
palabras, obedecía a la afirmación, un dios de los gentiles” (p.51), “(…)
la instauración o restauración de un tierras esterilizadas por la pezuña
saber, y que como ha sido analizado del Malo” (p.98) “(…) tierras in-
por los estudiosos de la Inquisición vadidas del Mohán” (p. 149). Alre-
sólo obedecía al exhibicionismo de dedor de este cuerpo y su imagen,
un poder fundamentado en la supe- Espinosa levanta otro elemento muy
rioridad de este saber. ¿Y qué otra propio de la mentalidad del sujeto
cosa no era la exhibición del cuerpo colonial: el miedo.14 Con él no sólo
del relajado (ejecutado o herido, se estigmatizó a grupos disidentes
o llevando el San Benito)? Ya el o tipos culturales como mecanismo
cuerpo mismo era el locus en el que institucional de control social, sino
se inscribía el poder, las marcas lo también –lo decíamos arriba– sirvió
denunciaban o lo hacían real. de catalizador de sus problemas.

12 Aunque Los cortejos del diablo nos sumergen en el mundo de la Colonia, es importante no perder de vista que “[en] la literatura consagrada al descubrimiento de
América, no obstante, se concedía muy escaso espacio a las informaciones etnográficas. Había habido una urgencia por describir la abundancia de la ‘mies’ ofrecida
a los segadores evangélicos; pero había habido sobre todo una singular diversidad de pueblos y costumbres que sólo se [describían], al parecer, de forma negativa,
enumerando las carencias con respeto a lo que se conocía (…) Desde las primeras relaciones de viajes hasta las reflexiones de Montaigne o las reelaboraciones de
Shakespeare, éste había sido el rasgo dominante de las descripciones de los pueblos (…) de América” (Prosperi 1992: 209).
13 A propósito, es interesante el análisis que hace la estudiosa Patricia Aristizábal de La monarquía del diablo en la gentilidad del Nuevo Mundo del ex jesuita italiano An-
tonio Julián. Un texto “(…) concebido como alegato (…) [ pero ] a caballo entre la historia y la teología, la antropología y la ficción” (Aristizábal Montes 1997: 78).
14 Alrededor del miedo se han tejido muchas teorías, sin embargo, lo que sí es claro es que detrás de las acusaciones de brujería o herejía siempre palpita el miedo, el temor
a lo desconocido, extraño e incomprensible. Las acusaciones generalmente recayeron sobre las cabezas que detentaban algún poder en las comunidades para neutralizar
su saber (los chamanes indígenas o negros) o sobre grupos subordinados a quienes se les consideraba débiles ya que permitían la entrada del demonio, por pacto o
posesión. No obstante, bien por su saber o debilidad, su señalamiento o exterminio son una consecuencia de la contraposición del imaginario y el enfrentamiento del
deseo de unos (la libertad en indígenas o cimarrones, pero también de otras comunidades no católicas) con el imaginario de la norma (el saber fanático vuelto poder),
impulsados por el imaginario del miedo al otro o lo otro (Ceballos 1994: 101).
Mario Alonso Arango M Los cortejos del diablo: una indagación del pasado colonial

Así que muchas veces, de manera tra-hegemónico: cede “la voz” a


inconsciente, los sujetos coloniales la centenaria bruja Rosaura, para
(grupos dominantes) empezaron a mostrarnos a través de ella no sólo
responder al tipo de imaginarios que esas otras concepciones del mundo
traían, y reactivaron una concepción (mítica para algunos críticos) que
mágica para explicarse sus propias se estaban gestando en el proceso
carencias y problemas. Es como se de mestizaje, producto del impacto
entienden todas las reiteradas no- cultural del encuentro en que parti-
minalizaciones que se hacen de la ciparon Europa, África y América,
ciudad de Cartagena como espacio sino también del discurso de las
“alucinante”, donde todo lo extraño fuerzas que le hacen resistencia
e incomprensible puede suceder: social y cultural.
“ciudad hechizada” (p.13), “un pie
Diferente del cuerpo gentilizado
de dios había quedado, en su ubi-
de Cartagena vemos que previo al
cuidad cósmica, suspendido sobre
Cartagena de Indias” (p. 32), “Este “funeral carnavalesco” (p. 54) del
miembro del Señor, al librar sobre la Inquisidor Mañozga con el que ter-
ciudad una cantidad imponderable mina el libro, el narrador levanta la
de flujo magnético, era a su vez res- voz de Rosaura que ingresa en plena
ponsable de la abundancia de brujos plaza pública acompañada de sus
dotados de poderes sobrenaturales parientes, en el mismo instante en
en esta región del mundo” (p32), que acababa de resolverse con aire
“No contaba, por supuesto (…), burlesco de comedia el juicio contra
con las efervescencias que el clima el actor Carestes Oriñema. La mujer
podía desatar en una mente llena de aparece con aire heroico para levan-
ideas exuberantes como las de fray tar la voz de los oprimidos y dejar
Cristóbal” (p. 89). claro que la guerra de imaginarios
era un hecho y difícil de ganar. Es
Al volver los ojos al pasado es lo que nos dice el narrador:
claro que si estos miedos se hubie-
ran canalizado con el ímpetu rena- De suerte que Mañozga y toda
centista, tanto la historia de España su bola de secuaces comprendían
como de América hubiera sido otra. por modo cabal ahora lo difícil
Pero no fue lo que sucedió porque que era someter unas tierras cuyo
como nos lo muestra la trama de dios no era el mismo de España y
Los cortejos del diablo en esta gue- enviaba plagas y males contra los
rra de imaginarios las ambiciones enemigos de su pueblo. Suspensa en
personales muchas veces se sobre- el aire, Rosaura fraguaba planes en
pusieron a los ímpetus de la nación. consecuencia con esta idea, planes
Una ambivalencia que en el texto se que efervescían en su cabeza de
remarca no sólo en Mañozga y el bruja sabia (p. 136).
alcalde Fernández de Amaya, sino En el discurso de esta mujer el
en quienes apenas acaban de llegar, cuerpo de Cartagena y de todo el
el nuevo obispo, Cristóbal Pérez de continente americano cobra otro
Lazarraga: “¿A quién rábanos se le aire: no es tierra nueva, árida y po-
ocurrió que él, Cristóbal Pérez de blada de demonios. Es tierra noble
Lazarraga, iba a aceptar el obispado de cuna, variada en músicas, recur-
a sabiendas de que se trataba de una sos, lenguas, creencias y poblada
diócesis mendicante? Me engañaron de valientes.
los hidesumalamadre” (p. 39).
Habló de pueblos patriarcales
En cuanto a esta mirada del y santos que poblaron las indias en
“cuerpo” de Cartagena, Espinosa tiempos remotos;(…) y las selvas
de nuevo vuelve a invertir los y las pampas y llanos (…), y los
términos en un discurso de lo con- vastos océanos cálidos (…), y los
Mario Alonso Arango M Los cortejos del diablo: una indagación del pasado colonial

ríos majestuosos (…), y las llamas Flotando a tres metros del


y las vicuñas (…), y las lengus mis- suelo, la hija de Juana García se
teriosas (…) y los propios dialectos preguntaba si realmente todo fue
(…), y el fabuloso imperio del Gran inútil. Y convenía en que no del
jaguar (…), y las ruinas del juego de todo, porque el espíritu de Luis
la pelota y el templo de los Guerre- Andrea aun vagaba por las noches
ros (…) y la monarquía teocrática de Anayney, por las vaharosas de
de los muiscas, y el chicahuaztli Agud, por las opalinas mañanas de
precortesiano de sonido milagroso Paurí. Y lo que en Cartagena fue un
(…) (pp. 155-156). fracaso, florecía como un milagro
A través de los recuerdos de Ro- en la milenaria Tolú de las viejas
saura vemos levantarse como mito hechicerías (p. 135).
la figura del cimarrón, Luis Andrea
A modo de conclusión
(encarnación del dios Buziraco), a
quien el Inquisidor había relajado La búsqueda del orden es una
llevándolo a la hoguera seis años constante en la naturaleza humana y
atrás. Nos enteramos de su origen en la guerra entablada por lograrlo,
mestizo (la madre era zamba) y de la Iglesia en América activó dife-
que había decidido hacerse cima- rentes mecanismos: alimentó en las
rrón y emprender la lucha por la masas el rechazo y la denuncia de
libertad de los esclavos, una lucha aquellas creencias y prácticas que a
que libraba a partir de la brujería; su entender no eran ortodoxas desde
“activo motor de multitudes y el me- el punto de vista religioso, se estig-
dio más directo de afirmar la liber- matizó a grupos disidentes y débiles
tad individual y gregaria” (p. 133). levantando sobre ellos un imaginario
La mitificación de este personaje no de lo más peligroso, atroz y horrendo
sólo se da en tanto su muerte acaece para lograr su desprecio y como una
a los treinta y tres años, convirtién- proyección muchas veces de sus
dose en el Cristo de las Indias, sino propios miedos. En esta guerra de
también en la medida en que alrede- imaginarios la lucha cultural fue un
dor de él y el culto de las prácticas instrumento político decisivo: En
mágicas se congregan las fuerzas Los cortejos del diablo la cultura se
disidentes, aun después de muerto. vincula con la identidad y la “alte-
Espinosa pareciera fundar la crisis ridad” de cada grupo, ya que cada
de la institución inquisitorial en sus cada uno de ellos afirma el acervo
mecanismos de control como una de lo que su sociedad ha conocido y
paradoja del mismo sistema. La jus- pensado para identificarse. Piénsese
ticia ejemplarizante y el carácter pú- en el entramado de significantes y
blico con que se llevaban a cabo las relaciones de poder, desde los que se
sentencias terminaron por alebrestar generaron las valoraciones sobre el
las mentalidades, pues como bien lo territorio americano y la lucha contra
dicen los estudiosos sobre el tema las prácticas heterodoxas como la
“(…) las represiones (…) refuerzan brujería, promovidas por personas
los mecanismos simbólicos que las cultas (el inquisidor, Juan de Mañoz-
han creado. Simbólicamente, la ga o el monje agustino, Fray Alonso
presencia de ese individuo se hace de la Cruz Paredes). Un hecho que
mayor en el orden significante de en este primer libro de Espinosa bien
los demás” (Ceballos 1994: 113). puede leerse como una lucha contra
De ahí la misma conclusión de la “el mestizaje”, representado en la
sabia Rosaura: brujería como práctica integradora,15

15 El carácter fundamental de la magia o la brujería (y por extensión todos los tipos de prácticas mágicas) se dice radica en la importancia puesta en el pensamiento
simbólico, lo que en Los cortejos del diablo bien puede estar asociado con los deseos libertarios.
Mario Alonso Arango M Los cortejos del diablo: una indagación del pasado colonial

ya que los personajes Luis Andrea


y Rosaura García, en su papel de
brujos, chamanes, yerbateros o
curanderos, claramente cumplen la
función de lo que los antropólogos
llaman “fronteras de cultura”. Ellos
guardan un saber con “(…) una
función social precisa; son “a la vez,
[capaces] de aportar soluciones a los
problemas de la vida cotidiana y un
medio para canalizar las agresiones
y malestares de la comunidad” (Ce-
ballos 1994: 127). Así que no es ex-
traño que en esta guerra se tratara de
erradicar a las cabezas propietarias
de dicho saber como sucedió con el
brujo Luis Andrea. Pero la cultura
también se vincula con formas de
conocimiento / desconocimiento
que pueden llegar a convertirse en
un obstáculo epistemológico de al-
teridad con repercusiones en el orden
del desarrollo histórico: la relación
de apropiación, cristiana y totalitaria,
que mantenían los españoles con el
entorno americano, les impidió, por
ejemplo, un conocimiento profun-
do y efectivo de las posibilidades
médicas del medio ambiente. Un
hecho muy en contracorriente con
la visión alquimista y esotérica que
Libro Colombia Tierra y Gente

caracterizó el ímpetu renacentista,


y a la que ahora en el siglo XXI se
le empieza a dar valor sobre todo
por parte de instituciones como la
UNESCO y las grandes compañías
farmacéuticas del mundo, para bien
o para mal. vencidos”, texto dialógico en todos implicar. Por ejemplo, me fascina
Los cortejos del diablo nos re- los sentidos que no reproduce dico- el mito del vampiro humano, inten-
velan los síntomas de la crisis de la tomías excluyentes. samente poético (…), [la] alqui-
Inquisición y del estado español en mia, el demonismo, las religiones
Para finalizar resulta muy inte-
América, la crisis de un orden con orientales. No soy, por lo demás,
resante lo que el autor afirma de sí persona de creencias esotéricas;
múltiples caras ante la inminencia mismo en una de sus entrevistas:
de su muerte.16 Espinosa reinventa sólo de inclinaciones un tanto
el hecho como lo hizo gran parte Existe, sin duda, un interés coquetas hacia todo lo misterioso,
de la literatura de los siglos XVI predominante en su obra por los lo a veces inaprehensible (Rosero
y XVII, sólo que a diferencia de temas esótericos. ¿Qué nos dice al 1990: pp. 1-2).
ésta, el autor crea una novela en respecto? -Me interesa lo esóterico ¿Qué puede ser ese algo inapre-
la que cede la voz también a “los por la carga de poesía que puede hensible o esóterico en su obra?

16 España pierde el control comercial de las Indias entre 1630 y 1660 (Góngora 2003: 133).
Mario Alonso Arango M Los cortejos del diablo: una indagación del pasado colonial

Sin miedo me atrevería a decir que


la libertad con la que escribe y se
aproxima a la historia no hacen sino
reinvindicar una eficacia simbólica:
la catarsis social de quien cree en el
poder encantador del lenguaje como
una terapéutica para llenar esas fisuras
que ha dejado el discurso histórico
en la reivindicación de nuestras
potencialidades. Espinosa, como el
mago o el brujo, teje con palabras
una causalidad mística (discurso no-
velesco) y nos la pone en el papel con
una atención escrupulosa totalmente
orientada hacia lo concreto: exagera el
deseo de una sociedad más humanista,
alquimista y esotérica, menos prejui-
ciada y sensible a “lo otro”, que no
puede ser más que el reconocimiento
de nuestra cultura mestiza. Desde ahí
habría que entender todos esos guiños
de simpatía por parte del narrador
hacia esa bruja mayor, que es Rosaura
García: “(…) era su necesidad de dar
a la brujería un sentido procreador de
alcances casi divinos, el sentido exac-
to de su proyección poliédrica en con-
traste con el maniqueísmo español”
(p. 128). El origen y los alcances de
la escritura de Espinosa bien pueden
compararse con la lucidez con la que
Rosaura se piensa en la brujería:
Era como si la misma urgencia
que impulsaba a Catalina a mostrarse
en el milagro vivo de su desnudez,
la moviera a ella a hacer, de una vez
para siempre, la revelación pública
de su don futurible, la desnudez total
de su mente abierta a los vericuetos
del porvenir pero nutrida de pasado
como de un sedimento suave y mus-
goso sobre el cual corriesen las aguas
cristalinas del tiempo (p. 126).
Libro Colombia Tierra y Gente

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