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A quién confiarías tu vida?

¿A
un científico o a un político?
Muchos políticos parecen tenerlo todo muy claro en
España sobre qué hacer con el coronavirus, pero los
científicos no, y las dos cosas son preocupantes
Los gobiernos decidirán cómo será la salida, pero si la
presión popular o de la oposición es más efectiva que la
de los científicos, las consecuencias pueden ser
terribles
Iñigo Sáenz de Ugarte  
47 comentarios
22/04/2020 - 

Un Gobierno central que tiene que bregar duro en sus


relaciones con los gobiernos regionales en la crisis del
coronavirus. Con puntos de vista que no coinciden en
cuanto a cómo llevar a cabo el levantamiento progresivo
de las restricciones en el mes de mayo. Políticos que se
vigilan mutuamente porque cada uno aspira a aumentar su
cuota de poder en el partido.
¿España? No (o no sólo España). Alemania.
Angela Merkel, acostumbrada a labrar consensos, ha
tenido que emplearse a fondo para mantener la cohesión
entre lo que pretende llevar a cabo el Gobierno federal y lo
que buscan algunos länder. Sin aspavientos ni gritos, como
es habitual en ella. Los estados federados no han perdido
sus competencias y cuentan con distintas prioridades.
Todos aceptan que es Berlín quien debe llevar la
iniciativa.
El problema de Merkel no es tanto el socio de coalición,
los socialdemócratas, sino los dirigentes de su partido que
presiden gobiernos regionales. Algunos ya están pensando
en la futura elección del sucesor de la canciller al frente
del partido. Hace una semana, se celebró una
videoconferencia de cuatro horas con un intenso debate
con los 16 presidentes de los estados. El resultado fue
bueno: "Hemos alcanzado un alto nivel de unidad, lo que es casi
un milagro para una república federal", dijo Merkel.

Sin embargo, las tensiones permanecen. Hasta cierto punto


es inevitable. En mayo, se permitirá la apertura de las
tiendas de al menos 800 metros cuadrados de superficie.
Merkel hubiera preferido que esa extensión fuera la mitad,
pero aceptó esa cifra como solución de compromiso.
Armin Laschet, presidente de Renania del Norte, quería
más comercios abiertos, incluidas las tiendas de muebles,
pero salió perdiendo en la discusión. Se impuso
el presidente de Baviera, Markus Söder, partidario de
medidas drásticas, lo que fue útil a Merkel. 
Los científicos alemanes no están por la labor de
flexibilizar demasiado las prohibiciones. Lo mismo ocurre
en Francia. Emmanuel Macron ha hecho promesas sobre
una relativa vuelta a la normalidad desde el 11 de mayo.
El principal consejero científico del Gobierno no lo tiene tan claro.
Ha afirmado que el país necesita llegar a 500.000 pruebas
semanales de coronavirus para saber hasta dónde llega el
nivel de contagios. Ahora realiza 150.000 a la semana. No
son suficientes.
En España, las tensiones entre gobiernos, entre Gobierno y
oposición, entre lo que decide el Gobierno y lo que le
gustaría ver a una población cansada y preocupada por el
futuro, son más altas y revelan un agudo desconocimiento
sobre lo que la ciencia sabe y puede hacer ante el
coronavirus. El PP quiere saber ya qué zonas de España y
de qué manera saldrán del confinamiento, dos semanas
antes de que concluya. "Francia, Italia y Alemania tienen
un calendario claro. Nosotros no", dijo Cuca Gamarra,
diputada del PP. Es falso, porque las dudas están por
encima de las certidumbres (en Alemania, está más claro,
pero en Italia y Francia aún hay dudas muy razonables). Sirve
para inculcar a la gente la idea de que está encerrada en su
casa por culpa del Gobierno, no de cierta enfermedad de la
que se ha hablado mucho en las últimas semanas.
"Si usted quiere que le diga la verdad, no le voy a
responder a preguntas que en estos momentos no tienen
respuesta", respondió el ministro Salvador Illa a otro
diputado. 
Esa cautela tiene ya pocas salidas en el sistema político
español, como se pudo apreciar en el debate de la prórroga
del estado de alarma en el Congreso. Una parte de la
oposición ha decidido que esto se tiene que acabar cuanto
antes con independencia de lo que digan los
científicos. Hay otra, como la que representa Pablo
Casado, obsesionada con hacer responsable a Sánchez de
todas y cada una de las muertes.
Jugando con los números
A Casado le encanta hacer comparaciones con el número
de fallecidos por el coronavirus. "Ya han muerto más
españoles que en el desembarco de Normandía". "Ha
habido días con más víctimas que cinco atentados del
11M". No sería extraño que en futuras sesiones
parlamentarias compare a Sánchez con Hitler o Bin Laden.
Juega con los números y al mismo tiempo exige minutos
de silencio, corbatas negras o banderas con crespón negro,
elementos de probado valor terapéutico en una epidemia.
En la sesión, hubo una diputada del PP –Ana Beltrán– que
superó a su líder en términos de curanderismo y otras
habilidades mágicas. "Como sé que usted lee mis
whatsapps, sabrá que yo le llamo el ministro de la
censura", dijo al ministro de Interior. Eso sí que sería una
noticia como para desafiar el confinamiento y salir
disparado hacia un juzgado de guardia. Lástima para
Beltrán que un mensaje en WhatsApp esté cifrado de
extremo a extremo. Ella no sabe lo que significa cifrado y
no está claro que sepa lo que es WhatsApp. 
Era un día muy loco. Hasta el siempre mesurado Aitor
Esteban se lanzó a pronunciar unas palabras difíciles de
entender. "Hay intransigencia de los expertos médicos,
que no quieren pillarse ni un meñique", dijo. Después de
21.000 muertos, parece lógico que los científicos anden
con cuidado. Nadie quiere ser responsable de otras 21.000
víctimas si el confinamiento se levanta demasiado rápido.
Todo eso puede cambiar. Es muy posible que los que
exigían al Gobierno las salidas de los niños a la calle o
saber ya cómo se volverá a la normalidad sean los mismos
que criticarán al Gobierno por dejar salir a los niños o por
decretar la vuelta a la vida cotidiana si las cosas vienen
mal dadas. 
Es cierto que a un Gobierno sin mayoría absoluta en el
Parlamento, a corto plazo le hace más daño la presión
política que la de los expertos. Como ejemplo, podemos
tomar lo ocurrido con el tema de salida de los niños a la
calle. Pedro Sánchez se equivocó al anunciar el sábado
una noticia que no estaba cerrada y que no
entusiasmaba mucho al comité de asesores técnicos. Las
discusiones internas propiciaron una confusa rueda de
prensa de la portavoz del Gobierno. Finalmente, la presión
fue demasiado fuerte y se decidió hacer un anuncio que
estaba reservado para el fin de semana. No iba a entrar en
vigor antes, pero dio la imagen de un Gobierno que parece
haber llegado al límite de su resistencia. Como los
ciudadanos. 
¡Tests masivos!, claman todos los políticos para abrir
cuanto antes las puertas. Ojalá. No van a ser posibles
porque se pidan más veces y en voz más alta, como si el
que habla tuviera en sus manos una solución mágica e
inmediata que los demás se niegan a ver. La realidad
científica es que la mayoría de los test rápidos de antígenos y
anticuerpos comprados por unos gobiernos

desesperados no ofrece la fiabilidad necesaria. Si el futuro


depende de ellos, habrá que echarle mucha paciencia, esa
que ya se va acabando.
"Eso es una estupidez"
El virólogo Andrea Crisanti es uno de los científicos más
conocidos en Italia, sobre todo porque su estrategia en el
Véneto impidió que esta región sufriera las mismas
consecuencias que Lombardía. En una entrevista en El
Confidencial, le preguntan qué le parece la idea,
tan extendida en España, de que esto se soluciona
haciendo millones de test serológicos y pasaportes de
inmunidad: "Eso es una estupidez sin precedentes. No lo
aconsejamos. Ni siquiera sabemos si la respuesta
inmunitaria protege contra el virus. Es absurdo hacer
planes sobre algo así". 
Crisanti sabe mucho sobre el coronavirus, pero también es
consciente de lo que la ciencia no sabe aún: "El virus no
ha desaparecido. Si no se mantienen medidas de
contención para sostener la caída de los contagios, es
como si no hubiésemos hecho nada. Volver a abrir el país
es una auténtica locura". 
Al final, son los políticos los que tienen que tomar esa
decisión, porque son los legitimados para hacerlo. Pero si
la presión popular o de otros partidos es más efectiva que
la de los científicos, las consecuencias pueden ser
terribles. El director general de la OMS dice que es
comprensible que las personas quieran seguir con sus
vidas, pero "el mundo no puede volver a ser como era". Al
menos, mientras no exista una vacuna, que no aparecerá
de forma milagrosa este año. 
Una encuesta de Metroscopia dice que los españoles están
empatadosante la pregunta de si confían en los expertos que

asesoran al Gobierno de Sánchez (46%-45%). La igualdad


se produce porque el 71% de los votantes de partidos de
derecha suspende su labor. Hay que deducir que se fían
más de sus dirigentes políticos que de esos científicos. 
Si alguien cree que se podrá salir de la pandemia sin la
ciencia –incluidas sus dudas, su lento proceso de
investigación y a veces también sus errores– debería
ponerse ya mismo tres mascarillas en la cara y empezar a
redactar su testamento.

https://www.eldiario.es/politica/Coronavirus-estado-alarma_0_1019448526.html

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