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Actividad Evaluable [A1]

UNIVERSIDAD
JOHN F. KENNEDY
Psicología Social de las Organizaciones
Prof.
Lic. CLAUDIA LANZANI
Alumno
Jorge A. Thomes
Actividad Evaluable [A1]

Análisis de la relación dialéctica entre lo instituido y fuerza instituyente

Tipo de actividad: Estudio de caso

Consigna: A partir de la lectura del artículo indicado realizar un análisis del contenido

utilizado como base el texto de Schvarstein, en su capítulo 1, págs. 26 a 33.

Instrucciones: 

 Formato general del trabajo:


 Tamaño página: A4
 Letra Calibrí, 12 pts
 Texto a doble espacio y justificado
 Citas bibliográficas APA
 Extensión entre 5 a 10 carillas
 Debe contemplar: Carátula, numeración de página e índice de contenido.
 Trabajo individual

Material de referencia:

1. Artículo Diario Clarín “35 años de democracia: el descontento y la madurez

social” Ollier, M. M. (2018) 35 años de democracia: el descontento y la madurez

social. Recuperado el 21 de marzo 2019 de: https://bit.ly/2ut8Mwk (Links to an

external site.)

2. Schvarstein, L. (2002) Psicología social de las organizaciones: nuevos

aportes. Buenos Aires: Paidos (Pags. 26 a 33)

3. Material de lectura, unidad 1.


Análisis de Contenido “35 años de democracia: el descontento y la madurez

social” Ollier, M. M. (2018) 

En el artículo “35 años de democracia: el descontento y la madurez social” de María


Matilde Ollier las referencias a los conceptos teóricos de “lo instituido y las fuerzas
instituyentes” y “las instituciones y las organizaciones” sobre los que trabaja Leonardo
Schvarstein en su libro Psicología Social de las Organizaciones son innumerables.

Estos conceptos teóricos son una herramienta precisa para describir el devenir
histórico de cualquier nación y sin duda son una herramienta ideal para describir el
devenir de nuestro país.

La lucha permanente entre las instituciones dominantes o lo instituido y las fuerzas

instituyentes que ha signado nuestra historia queda fuertemente reflejada en el

enfrentamiento permanente que han tenido durante todo el siglo 20 el

AUTORITARISMO vs la DEMOCRACIA.

Schavarstein (1991) nos dice que las Instituciones se definen como “aquellos cuerpos

normativos jurídico-culturales compuestos de ideas, valores, creencia, leyes que

determinan las formas de intercambio social” (p. 26).

¿Qué otras cosas pueden determinar con tanta potencia las formas de intercambio

social como la forma de gobierno, el método de acceso al poder y el modelo de

representación?
El Autoritarismo como método de gobierno en el cual el ejercicio de la autoridad se

sustenta a partir de la fuerza y carece de cualquier tipo de consenso social sin duda

regula las formas de intercambio social y cuando materializa en gobiernos dictatoriales

inclusive tiene el poder de resignificar algunas instituciones como la Educación o la

Libertad regulando y dirigiendo a las organizaciones las materializan.

La Democracia en cambio se sustenta principalmente en la regulación de modo de

acceso al poder mediante las elecciones libres y el voto popular. Es muy interesante la

observación que hace la autora sobre la falta de compromiso y de constancia de las

fuerzas instituyentes democráticas para lograr que la tan preciada institución

Democracia haya logrado mantenerse reinante como institución dominante durante el

Siglo 20.

En Argentina estas dos instituciones representadas por distintas organizaciones han

ido ocupando el poder formal alternativamente durante el transcurrir de las décadas y

según el momento histórico han sido Institución Dominante en algún momento y

Fuerza Instituyente en otro.

Sobre las Organizaciones Robbins (2004) nos dice que una organización “es una unidad

social coordinada deliberadamente y compuesta por dos o más personas, que funciona

de manera más o menos continua para alcanzar una meta o unas metas comunes” (p.

4).
Si bien esta definición se acerca mas a una escuela mas cercana a la administración

corporativa que a la Psicología Social de Pichon-Rivière sigue dejando en primer plano

a la organización como lugar de intercambio social y como herramienta de

transformación de la realidad.

Como ejemplos de relación de materialización de las Instituciones en Organizaciones

podemos elegir a los Partidos Políticos o a los Gobiernos Constitucionales como

representantes de la institución Democracia y a los Gobiernos Militares/Dictatoriales

como representantes de la institución Autoritarismo.

María Matilde Ollier en su articulo nos muestra la ya Instituida Democracia como

Fuerza Instituyente frente a otras Instituciones que ocupaban cómodamente el espacio

de Fuerzas Instituidas que no habían sido interpeladas amparadas en bajo el paraguas

de Instituciones conservadoras que ocupaban el poder durante los gobiernos

dictatoriales del Siglo 20.

Instituciones como el Matrimonio Indisoluble o el Matrimonio Heterosexual fueron

cuestionadas y desplazadas en algunos casos por nuevas instituciones como el

Matrimonio Igualitario o la Libre Elección de la Sexualidad.

En el campo de la epistemología Thomas Kuhn aporta una teoría muy similar al de la

Dialéctica de las Fuerzas instituidas e Instituyentes de la que habla Schavarstein. La

teoría de Kuhn se plasmó en su libro La Estructura de las Revoluciones Científicas y es

conocida como Cambio de Paradigma. Kuhn (1962) nos dice los Paradigmas son
“realizaciones científicas universalmente reconocidas que, durante cierto tiempo,

proporcionan modelos de problemas y soluciones a una comunidad científica” (p. 13).

Según Kuhn el paradigma reinante en un momento histórico es reemplazado cuando

un nuevo paradigma con mayor fuerza y aceptación de la comunidad científica lo

reemplaza. Para que esto suceda muchas veces no alcanza la demostración fáctica de

la veracidad del nuevo paradigma, sino que es necesaria la aceptación social de la

comunidad.

¿Porque traigo a Kuhn a este análisis del artículo de María Matilde Ollier sobre la joven

democracia argentina?

En primer lugar, por la evidente similitud entre modelos de las ciencias sociales y las

ciencias exactas. Esto sustentado en que al final de la ecuación el sujeto de

conocimiento siempre es el hombre.

En segundo lugar, por la particularidad de estos modelos de análisis del cambio donde

la aceptación social es uno de los factores primordiales para que los nuevos

paradigmas o las fuerzas instituyentes triunfen. La prueba fáctica de una mejora o una

evolución sobre las instituciones o los paradigmas reinantes no son prueba suficiente

para el cambio y garantía para el futuro de que el cambio produzca una evolución

superadora del statu quo.

Pese a la disponibilidad del conocimiento matemático necesario para verificar el

heliocentrismo de nuestro sistema planetario, la ciencia basada en prejuicios y datos

sin basamento científico demoro siglos en aceptar el nuevo paradigma heliocéntrico y


abandonar el geocentrismo. De hecho, aun hoy muchas personas alrededor del mundo

creen que el sol gira alrededor de la tierra.

De la misma manera la potencia de la Institución Democracia ha impedido interpelar

su validez como modelo de gobierno para el para Latinoamérica en general como para

Argentina en particular. La falta de respuesta de la Democracia (el Gobierno del

Pueblo) a los problemas que azotan a las mayorías es evidente. El desempleo

creciente, el empleo público creciente (ya sin empresas de servicios públicos

estatales), y la pobreza creciente desde 1983 a 2020, luego de 37 años de Democracia

normalmente en una sociedad que se guiara por modelos matemáticos abriría el

debate sobre la validez de la Democracia Argentina como sistema de gobierno que

beneficia a los argentinos.

Sin embargo, la potencia de la Institución Democracia hace difícil la aparición de una

Fuerza Instituyente que la enfrente o de cualquier cuestionamiento a si validez. Sin

embargo, la Institución Democracia abrió la puerta a una institución perimida y que ha

renacido en Argentina, la Sociedad de Clases. Como un revival del Virreinato del Rio de

la Plata la Democracia Argentina a sabida dar la espalda a su esencia teórica de

Gobierno del Pueblo y ha abierto la puerta a una nueva Clase Social, la Clase Política. A

contramarcha de la evolución del país la Clase Política a sabido crecer en integrantes,

en privilegios y en patrimonio económico.

El politólogo argentino Jose Nun (2000) nos dice “A los ciudadanos solo les toca

aplaudir o no, como en Esparta. En cuanto a los dirigentes, necesariamente se

profesionalizan, se transforman en especialistas de la cosa pública y en "el trato de los


hombres" y -tal como ya advirtiera Weber- además de vivir para la política se dedican

también a vivir de la política. Como en el caso de cualquier otra profesión, quienes la

practican desarrollan entonces sus propios intereses, el principal de los cuales consiste

en seguir ejerciéndola y en mantenerse en el poder una vez que llegan a él” (p. 17). En

honor a la verdad Nun no descarta la Democracia de plano, pero abre interrogantes

que parecen no tener lugar en la agenda de la sociedad.

La exigencia de respuestas obliga a las Organizaciones a encontrar respuestas dentro

de las Instituciones que las gobiernan, a interpelarlas en la búsqueda de nuevos

caminos o a cambiar estas instituciones por otras que den respuestas. Todo esto

siempre que la voz de las Fuerzas Instituyentes suene más fuerte que la voz las Fuerzas

Instituidas.
1. Artículo Diario Clarín “35 años de democracia: el descontento y la madurez
social” 

No resulta una primicia sostener que la democracia que recuperamos en 1983 se


encuentra plagada de descontentos. Las expectativas, sin duda exageradas, que se
depositaron aquel diciembre, se apagaron ante los justos reclamos irresueltos. La
alegría que rodeó 1983, luego de años de dolor, de desesperanza y de muerte, se
extinguió lenta pero sostenidamente y el entusiasmo acabó. Chispazos de bienestar
resucitan cada tanto el optimismo, pero la sociedad argentina no volvió a
experimentar, de manera conjunta sin distinciones partidarias ni de género, ni de
clases, ni de edad, una euforia compartida.

Pese a todo, como advirtió Raúl Alfonsín, la democracia iniciaba un ciclo de 100 años.
En consecuencia, un balance equilibrado nos obliga a mirar el pasado. Cuando la
democracia parecía llegar para quedarse en 1916, las fuerzas armadas con el aval de la
Corte y la complicidad de muchos políticos torcieron el rumbo, originando los
desafortunados ciclos de dictadura, fraude, y proscripción que la interrumpieron.

Resulta entonces, que por una razón o por otra, el compromiso democrático careció de
la fortaleza necesaria para perdurar y llevar a buen puerto nuestra vida política.

El regreso de Perón, pese a su renovado mensaje de unidad y de paz, no logró aunar a


lo/as argentino/as detrás de una democracia duradera. Por el contrario, desde su exilio
y luego en el gobierno, la violencia política y social que se desplegó tornó más frágil
todavía el pacto democrático.

Los tiempos que le sucedieron destruyeron cualquier pilar capaz de fortalecerlo. La


coerción autoritaria sobre la cultura y la educación, el silencio disciplinado por el
miedo, el imperio del terror y del crimen fueron las distintas herramientas utilizadas
por el estado militar en su intento de fundar una sociedad de autómatas. Sobre su
fracaso y su derrota en una guerra, renació la democracia. Puestas, así las cosas, decir
hoy que todo tiempo pasado fue mejor suena, por lo menos, poco ecuánime.
No resulta descabellado, entonces, afirmar que para 1983, la democracia y la república
contaban en su haber con pocas herramientas. La esperanza que despertó computaba
infundadas razones y sobrada ingenuidad. Las prácticas políticas previas alimentaron
conflictos que no desaparecieron de manera milagrosa con la reemergencia
democrática. Más todavía, a la histórica facciosidad partidaria y polarización política se
incorporó un personalismo galopante. Sin embargo, la retirada militar fue definitiva y
la política tuvo algún nivel de control público mayor.

Pese a las severas crisis atravesadas, los caminos constitucionales han sido los únicos
puestos en juego para resolverlas. Si bien problemas, como la pobreza y la inflación,
persisten, y nuevas formas de inseguridad, de corrupción y de delito, han surgido, al
final triunfó la convicción de que la alimentación, la educación, la salud y otras
necesidades sociales se resuelven dentro de la democracia. Ahora está en manos de
los políticos, de la ciudadanía y de los medios, pelear por mejorarla.

En el camino emprendido, la democracia permitió avanzar de manera sostenida en el


ámbito de la vida privada.

En contrapartida a El declive del hombre público que Richard Sennet publica en los
años 80’s, con sus luces y sus sombras, la democracia habilitó el auge de la privacidad.
Personas provenientes de la militarización que la política sufriera en los setentas,
comenzaron a revalorizar dimensiones de la vida opuestas a la partidización e
ideologización a que se había visto sometida por décadas. El regreso de lo humano
tomó la palabra y el liberalismo civil se hizo carne en la comunidad política.

Los derechos cívicos, y la conciencia ciudadana sobre la necesidad de respetarlos,


crecieron. La patria potestad compartida y la igualdad de los hijos/as nacido/as dentro
y fuera del matrimonio se impusieron, pese a la oposición de la jerarquía eclesiástica.
Después de una serie de marchas y contramarchas iniciadas a finales del siglo
diecinueve, el Congreso sancionó la desvinculación legal del matrimonio que se
convirtió en una conquista sin vuelta atrás. Avanzando en esa línea, la legalización del
matrimonio igualitario se convirtió en un progreso inigualable. El debate sobre la ley
de interrupción voluntaria del embarazo, aunque perdido, constituyó otro paso crucial
en el fortalecimiento de las regulaciones laicas sobre el dominio religioso de la vida
privada.

Esto último dejó al descubierto la larga lucha protagonizada por las mujeres en pos de
sus derechos; una batalla que se ha consolidado y popularizado. Merced a la
permanencia de la democracia y al coraje de muchas mujeres, se ha conocido el
maltrato y la discriminación a que son sometidas, el abuso sobre sus cuerpos y los
chantajes sobre sus psiquis. Instancias privadas que antes permanecían ocultas han
salido a la luz, convirtiendo a la opinión pública en un juez severo, que debe
acompañar, pero nunca sustituir a la Justicia.

Porque el gran logro de la democracia fue el lugar definitivo que los derechos humanos
ocuparon en la cultura política. Eso se logró merced a la voluntad política del
presidente Alfonsín, que no se dejó guiar por aquel sector de la sociedad que
pregonaba “por algo será”, y sometió a los miembros de la junta militar a un juicio
justo. Por eso el funcionamiento independiente del tercer poder, acaba siendo el gran
desafío que enfrenta la consolidación institucional de nuestra recuperada democracia.

María Matilde Ollier es Politóloga. Decana, Escuela de Política y Gobierno (UNSAM).

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