Los compradores de hoy están inclinados a confiar en – y
comprar de – empresas que parecieran ser expertas en su
campo, y que además estén preparadas y sean capaces de compartir su conocimiento con sus prospectos. A los compradores les encanta aprender cosas nuevas y a la vez rechazan a toda costa la venta forzosa.
Por esto, si quieres ganar la confianza de tus prospectos,
tendrás que concentrarte en educarlos antes de siquiera mencionar tu portafolio de productos y servicios. La clave está en hacerlos querer saber y aprender más de ti. Educar significa entregarles toda la información necesaria para que estos puedan pensar estrategicamente sobre lo que necesitan para resolver sus problemas.
Por ejemplo, los ingenieros en telecomunicaciones y TI que
normalmente trabajan con los CIO como clientes, deben tener en cuenta que estos cargos no tienen tiempo para investigar cómo su tecnología puede ayudarles. Debes saber diagnosticarles para descubrir sus problemas y educarles sobre cómo las caopacidades de tus soluciones pueden resolver sus necesidades.
Concéntrate en los problemas que mejor sabes resolver
Está muy bien ser un especialista de confianza al cual tus prospectos recurren cuando necesitan información, pero nuestro objetivo es vender. Por ende, debemos identificar y concentrarnos en aquellos problemas en los que somos verdaderamente expertos, y por consecuencia seamos la mejor opción para nuestros prospectos. De lo contrario, tan sólo estaremos educando y para el beneficio de la competencia.
Es clave que sepas detectar estos problemas, conseguir que tu
cliente admita que los tiene, mostrarles cuánto les cuesta no actuar y seguir igual y crear una visión de la solución que este alienada con lo que tu vendes. Estas son las bases de la venta consultiva de soluciones de alto nivel de ingeniería. Vende el problema y luego el enfoque Hay un mal hábito entre los ingenieros en ventas de poca experiencia, de pasar directo a proponer su solución una vez el prospecto ha aceptado que tiene un problema y que ellos pueden ayudarles. De hecho, saltar de buenas a primeras a vender la propuesta es lo peor que se puede hacer.
Lo mejor es tomar una pausa y explorar los distintos ángulos y
las implicaciones del problema. Debemos asegurarnos de que el prospecto esté absolutamente convencido de que solucionar el problema es imperativo. Para ello debes cuantificar cuánto le cuesta no actuar.