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CACERE-Í y OTROS CUENTOS

CACERE'Í
TóG~rJ - TAf-A f fJ'I
Robos, saqueos, asaltos y muertes asolaban el departamento de Ñeembucú. Eso obli-
gaba al Delegado de Gobierno, Mayor Morínigo, a frecuentes reuniones con el Comisario a
cargo de la gendarmería, buscando la manera de reforzar la dotación que se manejaba a
caballo, a fin de desentrañar lo que parecía ya todo un misterio. Los delitos, por producirse
casi a diario y a grandes distancias unos de otros desorientaban a la policía. Lo peor es que
.mientras investigaban un delito producido en Tacuaras, ya se sucedía otro a 100 kilómetros,
en el distrito de Humaitá. A veces, eran simples robos. Otras, horrendos crímenes que cau-
saban terror.. ·

La comunidad departamental estaba preocupada. No habían siquiera sospechosos.


Cuando la policía averiguaba con las distintas poblaciones distritales, nada conseguía aún
cuando, en algunos casos, flotaba en el ambiente que la gente, por algún motivo, no quería
hablar.
¡1'
En Pilar, en aquella década del 40, funcionaban la cárcel y los tribunales.
Los investigadores procuraron conocer algo interrogando a los presos. Algunos vul-
gares rateros y abigeos que nada sabían de los asaltos mayores y muertes que se habían
producido.
Eran las 7 de aquella fresca mañana de otoño. Ruperto Cáceres terminaba de ensillar
su hermoso caballo bayo y estaba dando las últimas chupadas al mate que le servía un mita-
í (niño). No hacía mucho tiempo que había regresado de la Argentina en donde le había ido
muy bien, porque vivía en una pensión, en el Hotel Pachí, como le llamaban, entonces, a ese
negocio. Además, tenía allí, en un establo, al hermoso caballo bayo que utilizaba para sus
frecuentes paseos. Mantenerse en una pensión, poseer un caballo que se alimentaba de alfal-

-·.
mucho que había ganado en el país________
. vecino. ___________
fa y maíz y vestirse como él lo hacía, evidenciaban una solvencia económica que indicaba lo
......,.
-Al terminar la guerra con Bolivia, de la que regresé con el grado de sargento, me fui
a la cosecha de algodón del chaco argentino. Me fue muy bien allí porque me rebusqué con
un pequeño negocio, fui a otras cosechas y luego gané mucho dinero en el sur, donde hace
mucho frío, pero donde pagan bien.
Esa era la escueta explicación que daba Cáceres. Mientras tanto vivía bien y ·sin
necesidad de un trabajo fijo. Tenía fama de ser generoso con las personas pobres y más de
uno contaba que había recibido ayuda de Cácere-í, que era como más se le conocía( en
guaraní, el fonema i funciona como diminutivo). Cácere-í se podría traducir como "pequeño
Cáceres". Y, en efecto, Ruperto Cáceres era de estatura baja, pelo rubio y ojos verdes. De tez
blanca y aspecto agradable. Tenía maneras suaves. De hablar pausado, muy discreto. Pare-

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,./; CACERE-Í y OTROS CUENTOS CACERE-Í y OTROS CUENTOS

¡,v; cía mezquinar sus palabras, aunque no su sonrisa, que se dibujaba con mucha facilidad en su
rostro apacible.
anhelad~:e~:~~ad~~:a~º:. ~:v;e~i:~~~::l~~~v~~~~~~u~! 1Y f~:ica que conduce al logro de lo
transformar la esperanza en la seguridad que da la fe. mi agro que va suceder les permite
Frecuentaba las carreras cuadreras que se realizaban en Chircas, lugar cercano a la
pista de aviación de aquella época, donde hoy se levanta la planta de Ande en el barrio -Un asesino como Cacere-í no puede obrar milagros como un santo -sentenció un
Ytororó de Pilar. El nombre de la cancha de carreras me intrigó y según pude averiguar, se cura.
trata de la denominación de una planta resinosa llamada así, o más comúnmente Chilcas, en -¿Quién le condenó?
la Argentina. Cáceres no apostaba mucho y jamás se enfrascó en las discusiones, en esas que
caen las gentes aficionadas a estos juegos. Iba también a los bailes. Especialmente a los que
se realizaban en la pista Blanco y Negro, de don Pachí, que también era el dueño de la
conden~;~:.j~~~~:~~r~e;i:~ ~~; i~o~~~ce~.~onfesó sus crímenes Y robos, sus cómplices lo
s pensión de Ruperto Cáceres:--En las fiestas se comportaba con toda corrección y nunca se lo
~· vio empinar el codo. esta al~:~:a~~~zb:~~~~~~a~ean;r~:fr~~~:~ ~~:~d!:~:~eo~en~~~;~~; la actitud de Dios, ante
Y sin embargo, a pesar de su vida apacible en apariencia, muy pronto se vería en-
ff vuelto en un grave problema, acusado de cosas horribles, generándose toda una historia que se ::;!¡~:t~;~sc~~~e~: ~~~agr~s porque se compadece ~e la gente sencilla e ignorante
se le atribuye milagros. ere1, como se postra ante la imagen de algún santo a quien

1
legendaria y una rara devoción a la cruz de su tumba, a la que atribuye milagros diversos, la
imaginería religiosa popular.
-Usted puede tener razón, pero yo como cura no d .
./ Hasta hoy, quien se acerque a la tumba de Caccre-í, observará el rastro de centenares alguno que se practique fuera de la igle . ' pue o aceptar m fomentar culto
~; SJa.
t de velas, su cruz mostrando las huellas de haber sido "podada", ya que las gentes llevan un
troci~o de la misma como amuleto o reliquia. También se puede ver alguno que otro agujero. Cáceres había sido asesinado en 1 , 1 1
bárbaras torturas y salvajes heridas De ~~:~e '1 uego de haber padecido mucho tiempo
1
·(

frente a la compasión que producía l~ cond· . , ~ o que se ¡~ acus~b~, se olvidó la gente,


al costado de su tumba, donde se había puesto una carta para el finado dando gracias por
favores recibidos, algún tul de novia, alguna foto. Sobre la lápida, más de una placa puesta . ., ic10n e una especie de victima 0 mártir en 1
por los promeseros. Para cavar su fosa se buscó el último rincón del cementerio, hacia el c?nvirt10 1a policía represora cruel y asesina del régimen de ent b que e
dictador, Gral. Higinio Morínigo. onces, encá ezado por el
este, en el ángulo formado por las murallas del sur y del este. Allí, solamente envuelto en un
trapo sucio, se lo sepultó. Una señora piadosa le colocó cruz a la tumba y prendía velas los El pueblo tiene poca memoria En tr 1b .
lunes. Después, aparecieron otros devotos. Como todos llevaban un trozito de cruz, tuvieron muy frágil. Muy pronto el pueblo ;!vid~ c~: pa a ras, se dice que la memoria col_ectjva es
que mandar hacer varias cruces, hasta de hierro. Lo mismo, los devotos se agenciaban para socio-sicoló~ico. Nunca leí 0 escuché que alg~ ~n~::~~~ ~;~i~::t;:e de ~n problema
obtener su reliquia. Según decían, tener el amuleto de la cruz de Cacere-í daba suerte, sobre
todo en los juegos de azar y también en el amor, cuando no se era correspondido. ~:c~~d~a;~;1 :1 ~ec:~~~~~ ~:~ ~:::~~s ~ene:actores de com~nidades, ~~~:er~~~~~~aº~
La devoción, al principio, era de pocas personas, pero eso fue creciendo en formt ~~!~~~:s ~e~::: ~a!~rmulan falsas .pro;e::sc~~e~na~u;:ci~i~:~r:~~p~::1~d ~~;a::~~~
toda tranquilidad, las p~~~~~~: ~~:~~:s:;,ui::0~:ie~e;~:!º0~:;~;r~~:~i~o~:~r eso, co n
impresionante. En las décadas· del 60 y 70, centenares de personas acudían a la tumba d1,
Cacere-í a pedir el milagro. Algunos pocos escépticos decían que eso era cosa del mal y qu~ 1
quienes llevaban trozos de la tumba, lo utilizaban para "payé" o maleficios, basados en h ~~~i~~~ :~~~~:ahdad, en una sociedad que no les condena, que no les reproch::~o~~~~
magia negra. Los curas no perdían tampoco oportunidad para descalificar el poder de Cácere-
. Por eso, aún cuando que Ruperto Cáceres había sido señalado .
delmcuente, un asesino culpable de ho d , como un repudiable
.Sin embargo, las cosas que contaban eran verdaderamente extraordinarias. Com>
1 . . . rren os cnmenes y todo Pilar y el de rt
prmc1p10, no dudaban de ello la frágil m . i . . , pa amento, en
todos los milagros que se suceden en todo el mundo. Inexplicables algunos y verdaden- tión de meses, no más reem ] , . emona co ectiva o~vid? pronto aquello y en cues-
mente asombrosos. torturado hasta el deli;io por~a:z~el~i~;~:ª¡~el f~:~z ~ sang~nano asesino por la del mártir,
Muchas veces reflexioné sobre el tema de la fe y de los milagros. De la creencia de lt de tortura y siempre respondió que era ino~~~t~a~:~~:s. o~que Cácere-í sufrió todo tipo
gente sencilla. Fe sin complicacione?, que les hace creer sí o sí. asesinado por la Policía, luego de haber atentado ' . el mismo momen~o en que fuera
· ______ ._}a.vanas veces contra la vida del pequeño
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CACERE-Í y OTROS CUENTOS

El baile estaba por comenzar cuando llegó la comisión policial al lugar. Eso era
hombre que vivió durante el tiempo que estuvo preso, recluido en un sucio calabozo Y
normaL Se trataba del resguardo que la Policía brindaba a la población cuando efectuaba sus
engrillado, es decir con las piernas atadas a dos barras paralelas de hierro.
fiestas, tanto en la Pista Blanco y Negro, allí en El Mango, que después se llamó La Colme-
El caso de Ruperto Cáceres fue que, un hombre que había cometido un horrible triple na, en La Paraguaya y otras pistas.
asesinato lo había involucrado como jefe de la gavilla de criminales que asolaba la región.
Por eso l~ habían tomado preso y por eso la policía se ensañaba buscando la confesión que
-Buenas noches. ¿Cómo está don Martínez?-Dijo el oficial a quien le habían puesto
el apodo de "Veneno'', y que venía al mando de 3 gendarmes conscriptos, pálidos e imber-
no lograban ni con las más terribles torturas. La forma de vida cómoda, sus lindas r?pas, el bes.
hermoso montado y su buen pasar en un hotel, sin trabajar, eran motivos más que suficientes
para que las personas dudaran de la inocencia de Ruperto y ju~tamente con la policía creye- Martínez después de contestar al oficial fue a ordenar el comienzo de la fiesta. La
ran que la acusación del criminal, de que Cáceres era el cabecilla de la banda de asaltant~s y concurrencia no sobrepasaba las cincuenta personas. Cáceres sonreía a Veneno y le comentó
asesinos, era de lo más cierta. algo sobre una chica vestida de azul y muy llamativa por el brillo de su ropa, El oficial, con
un ligero temblor en sus labios finos, le contó a Cáceres el doble homicidio que hacía unas
-Es .un hombre demasiado bueno para ser un criminal.
boras no más se había producido en Costa Rosado, lugar al que se llegaba después de cabal-
-La apariencia engaña, mi amigo. gar, por lo menos, 6 o 7 horas.
-Yo he hablado con él más de una vez y denota mucha bondad. -Yo si llego a tornarle a ese asesino infeliz, que mató a esos pobres ancianos, no le
-Cuando mataba bolivianos en la guerra no mostraba bondad alguna. No te olvides voy hacer llegar a la cárcel. Por el camino lo voy a liquidar. Esa clase de gente no merece
vivir.
que su ascenso se debió a la gran cantidad de enemigos que liquidó.
La detención de Cácere-í había suscitado una verdadera polémica. Pero volvamos Ruperto se puso muy pálido y con voz temblorosa expresó su compasiva sórpresa.
atrás en nuestro relato. -Yo le conocía a esa pareja. El sábado estuve en una carrera en San Juan. Al regreso
La noche de un día jueves llegaba la horrible noticia de que un doble homicidio quedé a comer algo allí y a tomar una cerveza. Eran muy buenos y amables. Cuánto lo
siento!
ocurrió en Costa Rosado, cerca de San Juan Ñeembucú. Una pareja de ancianos que vivían
solos y tenían un pequeño almacén, presumiblemente, luego de ser asa~t~dos, recibieron -Ya salió una comisión para allí. Otra está en la zona de Desmochados donde se
varias puñaladas y fueron encontrados muertos. El lugar queda cuarenta kllometros, aprox.1- produjo un robo y muerte. Yo estoy convencido que hay una banda que opera en la zona.
madamente de Pilar. El hecho se produjo al atardecer y como se trataba de un negoc10 Están organizados. Y él, o los que mataron a los viejos, a lo mejor ya están en Pilar.
concurrido, 'muy pronto fueron encontrados los cadáveres. Desde San Juan Ñeei_nbucú avisó
-Eso es imposible -dijo Cáceres, al tiempo que aumentaba la palidez de su rostro.-
por telégrafo el Alcalde Policial. La cuestión es que para las ocho y unos mmutos ya se
No, mi amigo. Si tienen caballos de posta por el camino, pueden cometer el crimen en Costa
conocía en Pilar el terrible suceso.
Rosado a las cinco y media y para las ocho o nueve de la noche estar con nosotros aquí, en
Los jueves, sábados y domingos se realizaban bailes en el lugar llamado: "Pista El la fiesta.
Mango", en el barrio Hu gua Ñaró, hoy San Antonio. Allí también funcionaba un bar y h~bía
Cáceres calló. Una son;ibra se dibujó sobre sus ojos. ¿Era la profunda pena que sentía
billares. Lugar donde solía concurrir Ruperto Cáceres. Esa noche llegó a las ocho, y i_nedia al
por la muerte de los ancianos? Veneno se tocó el bigotito, tan delgado como él. Se alejó
negocio y se puso a hablar con don Martínez: el dueño, mientras llegaba el publico. Las
golpeando con la fusta, el costado de sus lustrosas botas negras. Cácere í levantó el ala de su
chicas, sin excepción, venían acompañadas, rigurosamente, de sus madres. Eso era normal
sombrero. Miró al oficial y luego de sonreír, fue junto a la mujer de vestido azul brilloso y la
en aquella época. Ruperto las miraba y sonreía a sus conocidas. Sus ojos c~aros eran invitó a bailar.
acariciantes su hablar calmo y suave cautivaba a las chicas. Sin embargo, nadie lograba
conquistar a este hombrecillo. Él bailaba con todas y se decía que c~mino a Hu~aitá, vivía Un dúo de voces con acompañamiento de guitarras era el número vivo de la fiesta.
una señora dueña de una pequeña granja, que _era la amante de Caceres. Algmen, alguna La gente bailaba con mucha alegría y entusiasmo las polkas. Todavía recuerdo algunas que
vez, lo habfa visto allí o habría divisado el caballo. Esta señora no tenía marido Y sí, un.hijo entonces estaban de moda: Virginia, Nde resá Kuarahy 'ame, Che pochy ma nendive, Mal vita,
de pocos años, casi un bebé. Minero Sapukai, y tantas otras músicas nuestras muy lindas y ~motivas.

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CACERE-Í y OTROS CUENTOS

El estampido del ~rma de fuego asustó tremendamente al chico que empezaba a vivir
Cuando los cantores se cansaban, sonaba el parlante que emitía la música que salía
de los discos negros de acetato. Allí se escuchaba ~ Samuel Agua~o con su~ N~~hes del la terrible tragedia. Otro y otro disparo. Luego el chillido de su hermanita y su cabeza que
Paraguay, Agustín Barbaza con Flor de Pilar. Al Duo Hermanos Cacere~ con, Adms, Pue- reventaba de un balazo. Su mamá gritaba. De su garganta salía como un lamento en forma
blo; entre otros. Alguna cumbia colombiana, algún fox amencano y los rnfaltables boleros
para bailar muy juntos. repetida: "Por Dios, che compadre, por Dios, mba e ko rejapova." (Qué es lo que haces?).
Desde las sombras del matona] bajo y sucio de cortaderas y karaguatá, el niño para-
La fiesta terminó puntualmente a las doce de la noche con los sones de "Campamen-
to". lizado y mudo de terror vio, a la luz del farol mbopí, el cuerpo ensangrentado de su padre
tumbado boca abajo, su hermanita con la cabeza reventada y fue testigo del momento en que
Por fin se dejó ver la arboleda. El lugar donde debían pasar la noche ya est~ba muy su padrino descargaba los últimos proyectiles sobre el pecho de su madre, silenciándole la
cerca. Apenas unos diez minutos y ya podrían descansar ell~ y los ~ueyes. A la mujer s1em- amarga queja. Era su padrino el que cometía la atroz acción. El chico entendió la situación
pre le canso, e1 VIaJe
· · de tres di'as para unir Laureles con ,Pilar y viceversa. ,Ahora ,estaban y más que nada comprendió que si lo tomaba su padrino no le iba dejar vivo. Quería correr
regresan d o con 1a Carreta Vacl'a . Media tonelada de algodon y otras
, cosas
, mas, habian. ven- pero no podía. Por eso vio la última y terrible escena, antes que el asesino se apoderara del
dido en la ciudad. Ahora que viajaba en la carreta le resultaba mas comodo que la s~lla de dinero. Su madre gemía: parecía que no podía morir porque tenía otra vida adentro.
montar que había utilizado en el viaje de venida, trayendo en ancas a su nena de 7 anos.
Con una frialdad increíble, el asesino desenvainó el filoso cuchillo que portaba en la
S h .. d 9 andaba detrás del papá. En el viaje hacia Pilar, sobre el montado de su cintura, cortó la panza de la mujer y sacó el feto tibio y palpitante y le cortó el cuello.
U !JO e , , d 1 d,
padre iba punteando los bueyes mientras que éste, trepado so~re un bol~on e a .go on, Después de prender un cigarrillo y ajustar la cincha de su caballo, se fue al trote del animal
miraba cual de los seis bueyes necesitaban el estímulo de sus gritos o la pua de la picana. hacia Pilar, en sentido contrario al que llevaba la familia antes de que se truncara el viaje.
Casi al oscurecer estarían desatando del yugo a los bueyes para que se unan a los dos El niño corrió. Primero, entre las malezas, luego sobre la huella del camino real.
de reserva que venían atados a la parte trasera del carro. Se~ún ,su cálculo, esta~a embaraz~­ Sabía que cerca había un puesto policial, ya orillando el caserío de la compañía.
da ya de 8 meses. "En cuanto lleguemos a casa me dedicare a los preparativos -penso-
mientras decidía lo que iba a cocinar para la cena. El sargento, que se había despertado ante los gritos de qngustia del niño, que también
rompió a llorar desesperadamente, no quiso creer lo que escuchaba.
De golpe cayó la noche. Las tortillas ya estaban aguardando en una fuente; e~ la olla
Patéticamente, desgarradoramente, el niño contaba como su propio padrino Anastacio
negra y barriguda, colocada sobre el fuego que chisporroteaba alegremente, se freian una
había matado a su padre, hermanita y a su madre y relató que el asesino se había apoderado
docena de huevos. En un plato hondo unas galletas grandes y bland~s, como tªn fresco,
estaban listas para acompañar la frugal cena de los viaje;os. A mujer le gustaba el pan 1: del bolso de cuero de su padre, donde éste portaba el dinero, fruto de las ventas realizadas en
Pilar.
sobado y las galletas graneles que compraba de la panadena del senor Paredes, donde ~raba­
jaba un pariente suyo de nombre, José-í Céspedes. Claro que ~o le agradab~ cuando este le Un cuadro dantesco se abrió ante los ojos del sargento de compañía. Con luces y
decía no sabía si en serio 0 en broma, que amasaban la harma con los pies descalzos. A sombras del farol, que se bamboleaba movido por la brisa de la madrugada, los rastros de la
veces' le daba rabia que le haya contado la operación del ai_nasado, pero se consolaba pen- tragedia adquirían una tonalidad macabra. El anciano juez venido apresuradamente del pue-
sando que el señor Paredes seguro que les hacía lavar los pies. blo vecino, se asustó terriblemente cuando vio el nonato degollado y con el cordón umbilical
todavía prendido a las entrañas de su madre, de cuyo pecho manaba aún sangre. No pudo
La mujer se deleitaba viendo comer de buenas ganas a sus dos hijos y a su marido. contener las arcadas que se subían de su estómago vacío.
Estaba cenando un tazón de leche, un trozo de queso y la rica galleta. No quería cargar su
estómago comprimido ya por la criatura que llevaba adentro. Una vez más el telégrafo llevaba la triste noticia a Pilar. Pero esta vez con el nombre
del autor del múltiple crimen. La comisión policial, compuesta de 15 gendarmes armados
...Eas.anQ..~~del alambrado, a ta vera del camino, detrá~ de ~~ arbol~~' había
- l aguna donde f..u.'e~e o~ de fusiles bolivianos y dos oficiales, capturó en Isla Umbú a Anastasia, en cuyo poder se
·
una_pegyeua 'e1 n-1noínfmp-rar
u o cu. 1ertos.
-----:--- - utilizando
- - . la blanca . . encontró el bolso de cuero que contenía dinero y la libreta de baja de la víctima. El hombre
;~~-:;; ,,11 t"""·"··"'";•·;:;··"···A·ñ
··ar~""-,.· ----~-;,·e-.-~~r··00····E···n···es·a-fru'eáestal:ía·cTíañao·escuchó una voz que le era fam1har.b no podía negar nada. No había tiempo. En la misma comisaría de Isla Umbú, el oficial
-Un hombre saludaba a sus padres. Nítidamente le llegó la voz de su madre que le pregunta a
Garcete, que era un policía de carrera que había estado becado estudiando su profesión en el
a la visita si quería comer algo y que €sta, le ~ecía que ya había cenado.
Brasil, levantó un acta con la declaración del delincuente, considerada por el policía como

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,CACERE-Í y OTRO!) GUENTOS

de una extraordinaria importancia, porque ella, daba luz a una serie de enigmas que intriga-
'~an a la policía. Garce_te no. tUVO' necesidad de ell1:pie'31- apremio algún o contra: A.na:stasio. ·~ACERE-Í Y.OTROS CUENTOS
, . Él, que ten~a un~ mentalidad fascista, lhmo d~ ganas de torturarly al asesino, ape11as
le habí<1, dado dos. bofetadas y µna patada en el vien~re .cu,ary,d.o lo apre~aron a ~¡:¡asta~io, que se. escapó. El más gra~de. Vos l~ con~c~_s.. aAnastasiO, ese que una vez vin~ junto a vos aquí
estaba .en la casa de un amigo jugando truco. El delincuente que no había ofrecido resisten- mismo. Ahora vamos a apresarle. Bl oficial Garcete se va al mandó de la comisión y yo me
le
Cia alguna y que prn: el contrario, se mostró hómllde;letiij'o a Garcete qüe contáría todo. vo~ lueg? de ~aqueaµ o, p9rílue l~ copo;z;c;o .a ese. tipo y sé donde. le vallios a agarrar más
y ld hízo con lujo de detalles. . . ' . ' 1 ' . mejor -dIJO el soldado charlatán. ., . . , .. · ·
' ' '

Esa mañana .temprano, ctiando fue a la p()licía, ni, .se imaginó la misión, que se le ,• L11ego de marcparse .el gitqdarme,,, C\lc~re 'í .dejó el desayuno a medio terminar y fue
}~ncqmendaría..El .comisario ya se encontraba en ,su escr,~torio. .a,presuradameqte a su e.u.arto. De, paso pidió qµe le ensillara el e.aballo. Al .poco rato salió
portando dos "grupas" de cuero, subió al montado y sal,ió galopando, toma~do d camino
-Señor- le dijo el cábo que hacíade comandante de guardia-El comis'arioquiere que
que pasaba por el costado del cementerio, camino a Boquerón, una compañía de Isla Umbú.
se presente de inmediato. - ,1: ' ' ' ' 1 1 ' ,.

El .oficia? Garcete no quería ~reer lo que escuchaba. Anastasi~, era ~n cob~cle. Asus-
-Garcete, le en~omiendo un trabajo muy deÜcad¿. Usted no puede fracasar.
tado ante el P?hcía; por la .~arna.~~ tortu.ra?~f que te?ía éste,· o simplemente; al caer preso y
' y por supue~to la· identidad del holl)icida.
Y le dio todos los deti1lles de la. t~age,dip. estar acusa~o por s~ ptopm afo~ado. despu:s del tnple h~micidio, se. convenció que todo
Además le proveyó de un gendarme.q~e l~,cono~ía,aAnastasioy qlfe había 11segurado que esta?a ~erd1do para el y en su caida pretendia arrastrar toda la banda. Ineluso ar respetado y
se encontraría en .Isla µmbú, .en Cf\~fl qe yi1 ,a:rp.igo con. quüm tc;imapa qnos .tragos y solía temido Jefe.
jUgar truco.
· En total en1n 16 los cop:iponentes del. gn.¡po c1e Q.elincuentes según había declarado
Isla Urp.l;rú, no~bre que prove1'dría,dd ~ast~llano ~rqlico y que debiera ser Isla Umbú, Anastasio en Isla Umbú. ., · . . · ·. · ·
era una població~ antig~a, con un.a iglesia é'onstrui<la en'el sigl~ pasado, con casas colonia-
El comisario escuchó la declaración par'cial'del asesinüytodd alterado grito:
les de corredor y estaqueos ·eri su ma:yorfa, áunql.le tenía una casa de dos pisos, de la familia
López. ' ,I -Oficial de guardi~! ,. ' ·. ' ' '·

Cuandolacomisión policialseacercó al pueblo, que distaba tres leguas de Pilar, por -A su orden mi comisario!
·el antiguo camino que permitía: •el paso de carretas y jinetes; Garcete ordenó a sus hombres
-Rápi,do, envíe al cabo Morales con dos gendarmes bien armados y traigan detenido
que se escondieran en un bosqueciUo; para no llamar la atención en el pueblo,· tan chico, y a Ruperto Caceres. .
alertar al delincuente.
-¿Cácere'í?
RupertO Cáeeres se habfá~levantado más temprano que nunca a tomar su mate y
rasquetear a su caballo blancciApe'sar que esa noche había dormido tarde por haber estado . -Sí señor. No pierda tiempo. Que Mo~áles no' se descuide y lo traiga bien prendido.
bailando en El Mango. ·: ··' ~~elJefe de .la ban,dfl.de ladi::o[les y as.ysinos. Si se.resiste, que lo mate, s.in asco, sin compa-
\ . ,'' ' ' ' s10n. ··
. . ¿Es que le impresio~~bÁ\)~, ~1i1er!e de .l()s ¡¡i~ci~p.os? ¿~as.exp~~SÁ~9re~. d~l ,oficial
"Veneno", que parecía agresivo,~ ,~~9n~co \11 deC¡:ir q1¡1e,c;µalquier\l \11.fe pc:>seía cab:lllos de La orden era terri?le y el oficial se lo exageró aún más al cabo Morales, famoso or
posta, podría haber cometido el crimen y estar en Pilar en una par de horas, era lo que le su crueldad y obsecuencia. p
preocupaba a Ruperto?
~orales, que con9cía la h~bit~ci,ó¡¡ d~Rupe~to, ni siq~iera pidió permiso para entrar
Estaba en el comed~r to~¡tndoya s,u desayuno y escuchando la anécdota nueva.o el en el pat10 del bote!. Por un p.9~t?n l,a.t<r~al se.)ntrodujo, revólver en mano, acompañ~do de
..chiste que co11taba Don Pachi, cµando llegó Roberto a comprar m¡lsas para el avío del ofi- los d9s gendarmes, ya con el fusil cerrpJado,,prestos para dispµrar sus armas .
, cüü Garceit; que e.staba por partir, hé;lcia Isla Umbú. .
La puerta: estaba entornada y en la'hábítación bien arreglada, no se encontraba nadie.
-¿Saben lo que ocurrió anoche? Un crimen de la gran puta! Mataron a una pareja, a Tampoco en el comedor, donde. se tópa·r.oh c. on. la hermana del dueño· Alcira ·q .. . ·
.d · ., . .. . . . ' · , men muy
su hijita y •a un mita-ídel vientre de su mamá. El asesino fue identificado por el mita"Í, que sorpren d 1 a por la mupc10n mtempestiva de la policfa, les informó que Cácere'í hábía sali-
do a la mañana; a caballo y que no había regresado para almor:la:r.
90 El comisario estaba sumamente nervioso. Era evidente que Cáceres queJiab'
ñado a medio mundo, vendiendo la imagen .de un hombre bondados~ y ha~t~ tierno, t: ~~~:a
.· _

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escapado. En la cuadra de gendarmes, donde estaba toda la dotación irrumpió dando voces. El criminal entró saltando en el despacho del comisario. Parecía un cachilito 0
'El comisario se desahogaba retando por cualquier cosa al oficial de guardia. chingolito cuando se desplazaba porque no podía caminar ya que estaba engrillado, es decir,
. -¿Alguno de ustedes sabe donde se le puede encontrar a Ruperto Cáceres? Y no nne tenía las piernas atadas a dos barras paralelas de hierro, un poco más arriba del tobillo. Por
digan en la pensión Pachi ,que el tipo se escapó de allí. eso, para ir de un lugar a otro, debía hacerlo dando saltos lo que determinaba que "camina-
ra" con mucha dificultad.
-No sé si estará donde yo pienso, mi comisario. Pero, suele ir a la casa de una señorra,
camino a Humaitá, dos veces le vi allí -dijo con cierta timidez el conscripto Clementiruo, Mientras las comisiones policiales se desplazaban por todo el departamento en pro-
impresionado por los gritos del comisario. cura de los 15 bandoleros restantes y en libertad, el comisario quería enterarse de boca del
único preso, hasta ahora, de las fantásticas historias que el asesino había declarado ya al
-Mi hijo querido. Es una posibilidad, antes de que se me ~scape a la Argentina. oficial Garcete y que estaban resumidas en el acta labrada en Isla Umbú, y con la interven-
Oficial de guardia, hágale llamar al oficial Garcete, ahora mismo. Él irá al frente dé ción del juez del lugar, Higinio Pino, quien certificó la declaración y firma de Anastacio.
una comisión para apresar a Cácere'í. Irá d~ guía el gendarme Clementina. Hay que prepa- En la parte inicial del papel que ostentaba el sello del juzgado del pueblo, figuraba la
rar tres comisiones más para capturar al resto de los implicados. patética declaración del niño sobreviviente de la tragedia familiar.
-A su orden, mi comisario. El comisario, que era un hombre duro y difícil de conmoverse, vio temblar su mano
Febrilmente se prepararon las comisiones de gendarmes quienes montados a caballo con la que sujetaba el papel. Miró fijamente al tipo, que bajó la vista.
salieron por los caminos del norte, del sur y del este en procura de capturar a los delincuen- -Infeliz, que clase de persona sos! La forma como mataste a esa familia no es creíble-
tes, delatados en su totalidad, con domicilio y todo por el asesino capturado, gracias a la le dijo en guaraní el policía.
denuncia del niño que vio morir a sus padres y a su hermanita menor.
Anastacio bajó aún más la cabeza, parecía que quería esconder el rostro en el pecho.
-Permiso para entrar, mi comisario. Todas las comisiones partieron.
Después, cuando el comisario se calmó y alejó de sí las ganas que tenía de ajusticiar
-¿Qué hora es? con sus propias manos al repulsivo delincuente, Anastacio comenzó a hablar. Daba la infor-
-Las 20 y 30 horas, señor. mación con lujo de detalles. No dejaba sin respuestas ni una sola de las preguntas.

-¿El preso Anastasia? Ruperto Cáceres, Cacere'í, era el cabecilla organizador del grupo que, incluido él,
componían 16 personas, distribuidas en los principales distritos del Ñeembucú. José y Ra-
-En el calabozo, engrillado. Ya se le dio la cena. ·món, hermanos, al igual que Anastacio y Luis, fueron los primeros integrantes de la "socie-
-Tráigamelo aquí, en mi despacho, sin quitarle el grillo. Quiero conversar con él. dad anónima".
Mañana ya se le pondrá a disposición de la justicia. Hay que llevarle a los tribunales. Todo comenzó en Pedro González, pueblo que hoy se llama Mayor Martínez y que
-A.su orden. festeja su fiesta patronal en el mes de Octubre, honrando a la Virgen del Rosario.

El comisario se quedó pensativo jugando con un lápiz. La banda de asaltantes y Contaba el delincuente que de todas las compañías y distritos vecinos llegaba muchí-
asesinos que había cometido tal cantidad de hechos delictivos, que no pudieron ser aclara- sima gente, atraída por el programa, que ofrecía tres sucesos muy apreciados, la procesión,
dos, caería en pocas horas más. El misterio que había rodeado a los robos y asesinatos después de la misa cantada en latín por el sacerdote y coro que venían de Pilar; la carrera de
estaba develado. Eso lo ponía contento y se dijo que debía proteger a Anastasia hasta que caballos que contaba con un lance central, o sea con una "depositada" y, finalmente, el gran
declare al juez y repita lo que ya dijo. Ruperto Cáceres debía caer. La posibilidad de que se baile que se desarrollaba en la plaza.
escape lo preocupaba y ponía sombras a su alegría. De tener éxito las comisiones, si pudiera . Centenares de caballos de todos los pelajes entraban al pueblo dando saltos y simu-
apresar a todos o por lo menos a la mayoría de los integrantes de la banda, le daría un gran lan~o bravura, azuzados por sus jinetes. Sobre un caballo bayo, con sus riendas, pecheras y
prestigio. Ya el DéÍegado de Gobierno, que era su jefe inmediato le había dado carta blanca rabmchos adornados de plata, con una fusta que mostraba algunos anillos de oro, había
para actuar, luego de felicitarle por haber apresado al homicida. Tener carta blanca signifi- llegado a la fiesta Ruperto Cáceres. El comisario escuchaba al preso y solamente le inte-
caba que podía torturar y matar s.i era necesario. rrumpía cuando no entendía algo y necesitaba aclarar. ·

93
CACE,RE-Í. y OJROS CUENTOS

' CACERE-Í 'y oTR.osctJENTOS . ~Tepg,o que tenerle en mi& mfl,nos a este famoso Cacere) -pensaba el jefe policial,
mientras cr:uzaba en su to~alidaq la plaza_)' de.sde la altura del costado de la entonce.s Escuela
Normal, hoy Colegio Técnico, miraba las aguas crecidas del ~oyo Ñ~eÍnbucú. · ,
' · AnastaCio conocía a: Ruperto Cáceres por haber estado juntos en más de una fiesta ' ' ' 1 ' ' ~ " ': ,' • ' • ¡:

patronal. Además, habían viajado a la Argentina,' ]'.>ata la cosecha. En esa fiesta patronal de -Qué belleza! -se dijo -Estos pilarenses se acostumbraron ya a todo esto que no
Pedro Gorízáléz se encontraron uirn vez más'. Fue e1hsa oportunidad que le preséntó a Luis valoran lo que tienen. :: '• · ;
y luego a los hermanos José y Ramón, En efecto, esa noche, último día de otoño, tenía una claridad extraña. Casi una trans-
Después de practicar el juego de la carrera de la sortija, atropello a la pared falsa y parencia, podía. decirs.e. El. cielQ estaba completamente_ limpio y las. luces de las estrellas
otros divertimentos para los caballeros; fuero'n a uria'cantilla donde almorzaron gallina re- resaltaban en el cielo con gran intensidad, porque no había contaminación de la claridad de
llena, sopa paraguaya y asado de cerdo; todo regado ton cerveza. Cáceres pagó la éuenta los focos, y a que, después de medianoche, la fábrica de Alberzoni, que proveía el alumbrado
porque para ese momento ya las dbs parejas· de herinan'os se comprometieron con Ruperto público, apagaba los faroles de las esquinas. ·.
que, estaba formando su pandilla, según contaba' el deten,ido al, cada vez más sorprendido,
La luna se veía redonda, grande y muy luminosa en el cielo diáfano. Era intensa la
comisario. claridad cjlie derramaba sobre la corriente aei riacho, que se deslizaba hasta la barranca en
Las horas pasaban con el relato que Hasta se patecía a una r\.ovela. Había sílencio en un movimiento de muchas lucecitas que estallaban sobre las aguas y que daban la impresión
la aldea grande que era entonces Pilá:r. A lo lejos' se 'escuchaba 'el chirriar de los ejes de las que aquello er.a plata derretida. .. ..
carretas que, en la mad;rugada,. se acen;a)J~n a la ciud¡¡q, dqnde tenían, un 'ugar de. estaciona-
. Por im momento el policía quedó inmóvil mirando el gran disco que se dibujaba en el
miento, llamado Piso, Otras; carretas pas~)Jan al rnisnm c¡:os~ado de. la Polic;í<t-¡ Cárcel, por la cielo. Ineluso las sombrás de las montañas. O de eso que decían 'qúe er~n montañas.
calle Mcal. Estigarribia, rumbo a la fábrica, con su cargamento de algodón. El edificio de la ' '

Policía estaba én donde' hóy sé'tevarifa la guardería fofantl.l, frente ida Plaza de Armas. -Ahora voy a averiguar con Anastacio, como sabe él ,que Ruperto Cáceres m;tó a los
ancianos de Costa Rosado. Debe saber también donde se halla el dinero y las cosas que
-Espere un momento - dijo el Comisario al preso - Es hora de t~mar mate. robaron Y como se reparten - masculló en voz alta el comisario; al' mismo tiempo que se
Y pegó un golpe seco al timbre de mesa, con el que llamó al cabo de guardia a quien asustaba de su propia voz y llevaba maquinalmente la mano derecha sobre el mango de
ordenó mate para él y uh buen jarro de cocido para el preso. · nácar de su revólver. · ' '

-Usted esta colaborando con la policía. Si se comporta asfcon el Ju~4, estoy seguro Anastacio, este asesino cruel y despiadado que mató miserablemente a sus compa-
que se le va tener consideración. Dentro de lo que se le pueda tener, porque el crimen que dres, estaba demostrando la más desp'recíable de las cobardías. Tenfa uri miedo pánico a la
usted cometió es horrible. Tome' su cocido con esas galietas y después continuaremos ha- muerte. Estaba aterrorizado y por ello dispuesto a contar hasta lo que no sabía. Cuando el
blando. Tel}gO preguntas quéhácerle'. · · · comisario lo dejó solo. en, el de¡;pacho, s.e arrugó en la silla y se puso a temblar. Después
·comenzó a llorar. Un llanto ext¡-año que más se parecía a una convulsión epiléptica. Era la
Mientras preparaban su pedido, el comisario salió a la calle, frente aJa policía -
cobardía repulsiva que le salía por la boca..No se trataba de arrepentimiento, como creyó el
cárcel y paseó su mirada por la vieja Plaza de Armas, que en el centro tenía u~, mástil y un
guardia que en ausencia del comisario espió al prisionero, sino que el infeliz convulsionaba
pedestal circunvalándolo, en dos n.ivéles. El de arriba se usaba como escénlltio en las fiestas de pánico. .
del 14 de Mayo. ·' '' · ' ·' · ·. ' ' '
-Cuando le cuent~ todo lo que sé ,me va matar -pensaba en medio del temblor -Si
Estaba nervioso, al mísm6 tiempo que ~6htíauha grari excitación porque el' misterio
amanece. antes, puede se~ que me salve.
que los tenía tan intrigados y sin posibilidades de resolver, sé había aclarado en su totalidad.
El crimen de Costa Rosado en que fueron ejecutados cruelmente los dos ancianos, había . Y miró la ventan.a c;on. gruesas rejas de hierro, hacia la iglesia, donde se. dibujaba la
sido perpetrado por Ruperfo Cáceres, segúríAnastácio. La teoría del oficial "Verieno" que silueta os,~µra de la torre y µ~a.incipiente tonalidad en la que se mezclaban el amarillo y el
se podía utilizar caballos de posta para viajar a gran velocidad y desorientar a la policía y a rosado, como una fruta pintona, próxima a madurar. Se llega el amanecer, pensó Anastacio,
todo el mundo, se confirmaba. Cacere'í cometió~l crimen a 4.0 kilómetros de Pilar, alrede- mie~tra~ ~e fijaba en e1j~rró de lata que ya no despedía el vapor que tan agresivo le pareció
dor de las cinco de la tarde: Para la& 7 estaba en su hotel y .a las 8, bailando en la "Pista El al pn~c1p10. Sorbió de buena gana ~l líquido .semi dulce y rnordió con fuerza la galleta dura
Mango". Claro que esto implicaba la existencia de personas complicadas. con. el bmtal ase- que, sm embargo, se deshacía al contacto ~on el mate cocido.. .
sino. El comisario se dijo a sí mismo que e.se era otro mjsterio que debía distraerle de las
investigaciones actuales. 95
CACERE-Í y OTROS CUENTOS

CACERE-Í y OTROS CUENTOS


-Cuanto más tarde el comisario, mejor -pensó, en el momento en que el cabo de
guardia que se encontraba en la puerta contigua, se cuadraba y con voz enérgica decía: ./ Si cae preso Ruperto Cáceres, el éxito será completo -pensó y más que pensar deseó
-El mate está listo en el rancho, mi comisario. Le traigo cuando ordene. jcon vehemencia el uniformado. Seguro que a esa hora debían ya de estar regresando los
que habían ido camino a Hurnaitá, a la casa de la señora donde, según el relato reciente del
-Ahora mismo, pero lleve el termo. de mi armario. preso, iba con frecuencia Cácere'í, porque tenía una relación sentimental c·on la mujer. Muchas
-Asu orden! veces Anastacio, su hermano Luis, o los hermanos José y Ramón habían ido a esa casa que
se encontraba en un paraje solitario, no muy lejos del arroyo Hondo, para encontrarse con
Cuando el policía entraba en su pieza, el preso estaba tomando el último sorbo del Ruperto, con quien salía hacia un bosque cercano, donde se reunían para recibir la parte de
cocido. las "ganancias", o para entregar al Jefe algún botín.
-Quiere más? El oficial Garcete, al mando de la comisión hacia Humaitá es demasiado inteligente
El preso asustado por la amabilidad negó con la cabeza, en tanto el ge~darme salía y seguro que va sorprender al delincuente -se dijo el policía, en tanto sonaba en la preven-
del despacho llevando un termo rojo, que terminaba en un corcho con un camto de metal ción cuatro agudas pitadas de silbato, indicando que el Mayor Morínigo llegaba, como casi
que simulaba ser pico de la pava. todas los días, para la inspección matinal de la vieja comisaría. Morínigo era un hombre
ligeramente alto y de porte arrogante. Militar retirado, había combatido en la reciente Gue-
Cuando ya la luz del sol se filtraba con fuerza en la habitación del comisario salvan-
rra del Chaco. Usaba un bigote fino y bien recortado. De pelo negro y facciones delicadas,
do las rejas de metal forjado de la época de López, el asesino ya nada tenía que contar al
mostraba un tipo de hombre interesante para sus cuarenta años. Se decía pariente del Gene-
policía. En el fondo se sentía mejor luego de declarar y contar todo. Porque en verdad, nada ral Higinio Morínigo, entonces Presidente de la República.
de lo que sabía dejó de decir.
Esa mañana, el delegado, lucía su permanente sonrisa. Un traje azul claro, corbata
Después de un largo silencio, en el que el comisario quedó mirando su mate, segura-
muy roja y un clavel reventón del mismo color en el ojal, como todos los días.
mente reconstruyendo el escalofriante suceso que el asesino volvió a relatar dando d~talles
de la muerte de sus compadres, el policía perdió finalmente el control y clavando la vista ~n Cuando el comisario salió apresuradamente de su despacho, el oficial de Guardia,
los ojos abiertos de terror del criminal, pegó un puñetazo a su escritorio e increpó aAnastac10: franqueado por el Comandante de Guardia y el Jefe de Relevos, estaba dando el parte al
superior.
-Criminal asqueroso! Si no existieran los tribunales y jueces y abogados, haría justi-
cia. con mis propias manos. Cobarde, traidor, miserable. Infeliz, hijo de una grandísima puta -Tengo novedades, Íni mayor. Quiere venir a mi despacho?
que en mal momento te parió. Morínigo nada contestó al comisario pero se dirigió al escritorio del policía aceptan-
Grandes eran los gritos del policía motivando la inquietud del personal de guardia, a do su invitación.
punto de ser relevado. Gritos que acompañó con un fustazo que cruzó la cara del detenid<J, -Si es mucho cuanto vamos a hablar, será mejor que ordene el mate.
que cayó al suelo, más por el susto que por el impacto, llorando con lamentos agudos, para
llamar la atención y como pidiendo socorro. Gregorio Morínigo, de quien se contaba cosas no santas y hasta que se decía que
,. estaba involucrado en los misteriosos robos, se adueñó del despacho del comisario, en tanto
-Llévenle a este miserable a la celda. Y que no se olvide de ni un solo detalle cuanpo éste llamaba al Jefe de Relevos y le alcanzaba los elementos, ordenando el mate para el
declare ante el juez. señor delegado.
y de una soberana patada sacó a Anastacio de su despacho, siendo recibido por el
Por aquella época Pilar no tenía radio ni medio de comunicación. Ni periodistas,
Jefe de relevo, que lo sostuvo y, lentamente, acompañando los saltos de las piernas engrilladas menos aún licenciados en ciencias de la comunicación. Sin embargo, las noticias se difun-
del homicida, lo llevó a la celda, que en unas horas más se poblaría de detenidos. dían a gran velocidad y en cuestión de horas, toda la población se enteraba de lo que suce-
El comisario estaba ev~luando lo provechoso que había sido pasar la noche interro- día. Funcionaba lo que folklóricamente se ha dado en llamar "ragio so ó" y que incluía,
gando al preso. Ahora tenía tantas cosas PU:ª informar a su superior, el Mayor Morínigo, como normalmente permisible, la propagación de chismes, es decir de trascendidos, a veces
delegado de gobierno del departamento de Neembucú. relacionados con la intimidad de las personas y que no necesitaban prueba alguna ni fuente
responsable y se originaba, casi siempre, en "lo mita", o sea, en los muchachos. Claro que,
entonces, Pilar era una ciudad muy chica, lo aue fa,..;i;+,,'1a la tarea del intercambio de nove-
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9/
CACERE-Í y OTROS CUENTOS
CACERE-Í y OTROS CUENTOS
que eran magnificadas, agrandadas convenientemente en Ja v ·, ¡ ·
, . ers10n popu ar que también
dades que se producía en diferentes lugares y que finalmente se comentaba en cada casa, en terna ·sus artistas sensacionalistas. '
cada vecindario.
Además, has ta los niños estaban enterados de la salida presurosa de · " · ·
La difusión de las novedades y el intercambio de los comentarios se producían en " d · vanas com1s10-
nes , o sea,. e _vanos grupos de gendarmes de la policía, a caballo y que se diri ían hacia
diferentes lugares y a horas diferentes. Comenzaba alrededor de las 4 de la madrugada, que diferentes d1stntos. Por ello, no solamente el comisario aguardab · d dgl
d , t · a con ans1e a e regreso
era la hora en que las personas debían acudir al único mercl\do de la carne que se tenía para ~es os_grupos, srno que, todo el pueblo, distribuido en los cuatro barrios, estaba expectante
toda Ja población y que se hallaba ubicado en la manzana de las calles Alberdi, Tte. René e 1mpac1ente por ver el regreso de las comisiones y el resultado Es d · t ·
Ríos, Palmas 'f Sargento Azzarini. Se llamaba Mercado Centenario, porque el edificio, muy habían caído presos_ . CCir, en erarse qmenes

espacioso, había sido inaugurado en 1911, en ocasión de celebrarse el centenario de la inde-


pendencia. En realidad había poca carne. Si uno no se adelantaba no conseguía sino huesos Esa ~isma mañan~ llegó Don Julián de San Roque, paraje que quedaba más cerca de
para puchero. Seguramente, porque en aquel entonces, no había congeladoras se carneaban Pedro Gonzalez y que sm embargo per,tenecía a Desmochados. Le llamó la atención el
pocos animales. Lo justo y menos para que no sobre. Muy temprano la gente acudía para grupo de gendarmes con los que se cruzo. Andaban demasiado apurados.
competir por los mejores cortes y se producían grandes aglomeraciones frente a los cuatro o Algo habría sucedido. "Con tal que no sea un crimen como l ,
. ,, , . e que se perpetro en este
cinco puestos de venta. En esa circunstancia se generaba el intercambio de novedades, que -penso el hombre mientras se horrorizaba al solo imagi"narse a ¡a senora
-
cammo. _ con ¡as
muchos niños también escuchaban y transmitían a sus madres. en t ranas sangrantes y el feto arrancado de su vientre.
El otro punto que seguía al mercado municipal era la iglesia, donde se iniciaba muy Después de lo que venía sucediendo en distintos lugares del d t
temprano la llamada misa primera. Entonces las misas se celebraban solamente por lama- sentía seguro en San Roque y sobre todo el dinero que tenía guardado epar amel nht~, no se
d d 1 . en su co e on pro-
ñana y como se rezaba más de una, la primera debía comenzar de madrugada y que era la ucto e a venta de media docena de novillitos que le había comprado el t J ¡· ~
preferida de las beatas, que también constituían el grupo de personas mejor informadas de la
· 1 d l 1 . , · ropero. u ian era
un agncu tor e os Jamados mbonahu ryvatá (pobre con el esto' 11 )
1 11 - mago eno -que es como
ciudad, ya que por pertenecer a alguna cofradía, recorrían muchas casas, para cobrar cuotas, se es ama en la campana a los de condición humilde, pero no pobres de misericordia
menester que era muy bien aprovechado para la difusión de todo tipo y especie de noveda- que, generalmente, poseen algunas vacas. Ahora llevaba s d" d y
· 1 · · u mero a.,guar ar en la casa
des. Sabían de todo. El otro lugar, caja de resonancia, era la fábrica de tejidos, con sus comercia Ferre1ro y Bnsco de Pilar. Esta era una de las do. '1 · ,
. , . s casas comercia1es mas grandes
cambios de turno. Tanto al entrar como al salir los obreros, que entonces eran llamados que existian en esta crndad, en aquella época. Hacían de r d 1 , + .,
d' ¡ b", ien a, a macen, lerretena y ven-
"fabriqueros'', comentaban cuanto habían visto y escuchado. Por último estaban los nego- ian a por mayor y tam 1en al detalle. Al mismo tiempo actuaban como B · · ·b· d
cios, que también eran contados. Un almacén en el barrio (entonces Ja despensa no existía) en guardad" d r L ' aneo, rec1 1en o
. mero e sus cientes. ª.otra casa comercial grande era Santos e Hi"os. También
y dos o tres casas grandes. También esos lugares eran utilizados para el generoso intercam- importaban y exportaban por el activo puerto. J
bio de información.
· ~n ~sla Umbú, ya cerca ~e Pilar, llegó a la casa de los López y allí le confirmaron
Por ser una población pequeña y contar con tantos agentes, lugares y forma de difu- ya babia sido apresado el asesmo de la familia y de quien se t t b L que
, d , ra a a. e aseguraron que
sión, se puede asegurar, que en la década del 40, el pueblo de Pilar estaba mejor informado con f eso to o y que caenan más implicados.
que en nuestros días, a pesar de que pePsiste el "radio so ó", pero con el inconveniente de
Él, le conocía a Anastacio, que era de Desmochado ¡· 1 h ·
que los pilarenses ya no se conocen y por lo fáfitO han dejado de conversar, como lo hacían s, a 1gua que su ermano Lms.
antes, cuando todos eran conocidos o amigos y el diálogo se producía con mucha facilidad, Apuró el andar de su montado porque de pronto sintió miedo y t , h
de n p·1 "L . . ema mue as ganas
\' con toda naturalidad. egar ya a I ar. a apariencia engaña" -meditó don Juli.a'n al d 1 b
"bl h recor ar o ueno ¡0
apac1 e y asta afable que se mostraba Anastacio No pod' ¡¡ '
Esa mañana, mientras el Mayor Morínigo recibía la información del comisario, en el t - · D" · Ja creer que egara a cometer
amano cnmen. icen que lo que robó era el importe de¡ 'lf ·d d ,
mercado, en Ja iglesia, en la fábrica, en las calles, se comentaba el apresamiento del criminal había llevado el finado a comercializar. a u ima part1 a e algodon que
qué había ultimado a la familia. Todo Pilar estaba conmocionada con la noticia. La serie de
crímenes que se habían producido en otros distritos, que había sido motivo de preocupación Al entrar en el pueblo y pasar por el "Piso", que así se denominaba el Ju ar donde
ciudadana, podía aclararse con la caída del delincuente. Es lo que presumía la gente. Y más aparcaban las carretas, en las dos manzanas baldías de lo que es h ¡ d. 1Mg
Abast ¡h b oy ª ra 10 Y e creado de
que presumir, era la expresión del deseo de toda la población. Que se aclaren los crímenes y o, e om re no se extrañó que hubiesen tan pocas carretas en el luga E ¡ · d
caigan los asesinos. Estos hombres que dejaban feroces y horribles rastros de sus acciones y con toda seguridad. 'r. ra e m1e o,

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98
I
CACERE-Í y OTROS CUENTOS / CACERE-Í y OTROS CUENTOS

Enfiló por la calle 14 de Mayo hacia el negocio. Era una calle de profunda arena, con Claro ~~e Julián ten'.a muchos deseos de regresar esa noche y, desde luego, iba a
dos huellas en. el medio, que formaban el par de camiones y las carretas que transitaban por buscar compania porque tema un gran inconveniente: la famosa y temida "Picada Curupay".
esa llamada calle principal. Las gentes del lugar nunca la cruzaban por la noche. Salvo que estuvieren acompañadas.
El edificio de Ferreiro y Brisco era enonne y muy lindo. Construido al puro estilo Hasta en horas del día temían pasar esa picada de la que se contaban fantásticos sucedidos.
renacentista italiano. Hasta hoy se mantiene en pie. Allí, en una parte funciona una discoteca L~ picada _no es otra cosa que el monte atravesado por un pequeño camino. Sendero
y en la otra parte la "Tienda Pilar". que permite, mediante dos surcos o huellas, el paso de una carreta. La picada en cuestión era
Esta firma ya desaparecida, tuvo su origen en 1888, cuando un señor uruguayo, Ven- larga Yno tení: nad~ que ver con las picadas convencionales. En verdad, era una gran picada
que se extend1a casi por dos kilómetros.
tura Rebori vino a instalarse en Pilar, juntamente con Marcelino Ferreiro, fundando la casa
comercial Ferreiro Rebori, que funcionó en el edificio de la actual escuela San Vicente. En Parecía un túnel por el tupido follaje de los árboles que lo cubría en la parte del cielo,
1896 se retiró Rebori de la firma, quedando sólo el señor Ferreiro, quien hizo construir, a por lo que, normalmente era oscura y tenía eco.
finales de siglo, el local que comentábamos, todo un monumento y en 1904 se asoció a don
José María Brisco, pasando a ser Casa Ferrciro y Brisco. En 1928 murió el Sr. Brisco, pero . . ~eg~~ contab~n las gentes de la zon_a, en _esa picada había sucedido una gran desgra-
ciaª pnncip10s del siglo pasado. Un matnmomo se había celebrado en la "capilla" como
la firma continuó bajo la dirección de don Rodolfo J. Fcrrciro, que sucedió a don Marcelino.
En la época d~l relato, era único dueño don Rodolfo, que continuó conservando el nombre. llamaban a la cabecera del distrito. Terminada la ceremonia religiosa, los novios, utilizando
una carreta, regresaron, a la cas~ donde se iba a celebrar el acontecimiento, a unas pocas
-Don Rodolfo, quiero guardar dinero. legu~~ de Pedro_ Gonzale;-. Teman unos acompañantes, muy pocos, pues el grueso de la
comitiva o cortejo se habia adelantado al cansino andar de la carreta.
-Eso es bueno, mi amigo, quiere decir que a usted le va bien.
-Resulta que vendí unas vaquitas y tengo mieuo de tener dinero en casa. El sol ya se había ocultado tras el horizonte y las sombras comenzaban a caer sobre
la comarca. La picada, por la que andaba la carreta con la pareja de novios, se volvió muy
-Sí. Con la ola de asaltos y crímenes, ni nosotros, aquf en el pueblo nos sentimos ~scura. Un fuerte y penetrante aroma de azucenas salvajes parecía levantarse de la misma
seguros. Pero, parece que todo ya va terminar. Cayó uno y detrás caerá el resto. tierra. Las flores blancas y azules se esparcían a lo largo del "túnel vegetal".
-Le conozco a Anastacio. Es "medio" mi vecino. También su hermano dicen que e~tá , Los dos viejos que precedían a la carreta, unos cuantos metros, no entendieron lo que
complicado. sucedia cuan~o un :gudo grito salió de la garganta de la novia, mientras el cuerpo de su
-Le voy a contar lo que yo conozco, mientras contamos los billetes --dijo don Rodolfo, flamante mando caia cadáver al suelo, con el corazón atravesado por el puñal.
al acomodar su infaltable cigarrillo en la comisura de los labios. Cu~ndo se acercaron vieron el blanco traje de la novia tenido de un rojo salvaje Ja
Don Julián estaba asombrado. Tanta gente conocida sospechosa de integrar la banda. s~ngre saha a ?orbotones, de la garganta de la mujer degollada. El ex novio desairado y con
No podía creerlo. Mientras apuraba el regreso, solo pensaba en llegar a su casa. Realmente el honor mancilla~o, h~bia lavado la deshonra. El picador 0 boyero , otro anciano , no había
era como para tener miedo. Gente con quien uno compartió momentos, hoy sindicada como despegado los lab10s m se había movido de su lugar. Todo se había consumado . Solo se
escuchaba el eco del galope del asesino y el chistido de alguna lechuza .
criminales. /
- Increíble! Increíble! -se dijo a sí mismo Julián, mientras un escalofrío le subía por Desde entonces, resulta imposible, dicen, pasar por el lugar sobre todo a la noche .
la columna, al tiempo que recordaba la última fiesta patronal de Desmochados. El había Hay aparecidos, una mujer d_e, blanca vestimenta asusta a los caballos y ni que decir
regresado ya después de la medianoche y había tenido la compañía de Anastacio. Del a los caballeros . Se escuchan tambien voces gemidos y llantos
mismísimo Anastacio el asesino de toda una familia. Del que mató a sus propios compadres.
Por eso nadie cruza solo la picada por la noche incluso cuentan que los hechos anor-
Ahora lo recordaba nítidamente. Estaba bailando una canción correntina, muy en males se han producido también de día.
boga entonces en las fiestas campesinas, cuando se le acercó Anastacio que le preguntó en
guaraní si tenía planeado regresar esa noche a San Roque, diciéndole que él iría hasta Pedro Era P~r eso que, recordaba ahora Julían , se había puesto contento con la compañ ia
de ese conocido.
González.

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O\.CERE-Í y OTROS CUEN'TOS
CACERE-Í y OTROS CUENTOS
En realidadAnastacio no era su amigo, pero ocasionalmente había hablado con él., le
parecía un tipo bueno . Ahora no podía creer cuanto le habían contado. . El Mayor Morínigo se dirigió a su despacho para esperar las noticias. El comisario
Don Rodolfo fue muy crudo y no olvidó detalles cuando r~lató el múlti~l: asesmmto. comenzó a pensar en los hombres que había comisionado para capturar a Ruperto Cáceres.
El sabia muy bien todo cuanto había confesado el reo, en las prox1mas horas uan cayemdo Garcete era todo un perro de presa. Detrás de su aspecto inofensivo de hombre rubio, son-
uno tras otros los implicados, le había dicho. riente y menudo; se ocultaba una fuerte personalidad. Tenaz y cruel, capaz de asumir los
más_ grandes sacrificios para llegar a obtener los objetivos de una misión impuéstale.
_Habrán otras sorpresas? -se preguntaba Julían mientras _su caballo, al entender que
regresaba a su querencia daba otro ritmo a su trotar , como queriendo apurar el retorno. - No. Garcete no va regresar con las manos vacías - reflexionó en voz alta, para darse
tranquilidad el jefe policial.
_Llegaremos antes del anochecer - dijo en voz alta corno hablando con el animal que
zó a dar fuertes resoplidos, en tanto cruzaban el aparcadero de las carretas y cam¡pa-
cornen . l' 1 1 eblo Después sonrió con satisfacción al recordar que el guía de la expedición era el gen-
mento de los campesinos, que traían frutos para comercia izar os en e pu .
darme Clementino. Hombre gracioso, alegre y de una gran picardía. Felizmente, con su
información este solda(io había abierto una esperanza, una posibilidad de que Cacere'í no
Gregorio Morínigo, delegado de gobierno, escuchaba el relato del comisario. Pare- haya viajado aún a la Argentina y que esa pérdida de tiempo de estar en la casa de la tal
cía sonreír, mientras alisaba sus finos bigotes. señora del camino a Humaitá, tres leguas después de Isla Umbú, permita a la comisión
alcanzarlo.
_Estamos frente a una banda muy hien organizada - decía el _co~isario - con un jefe
muy inteligente. Esperemos que la comisión que envió cumpl~ su ~bJetlvo y podamos tener- El sonido del timbre del teléfono que indicaba una llamada lo sobresaltó. Estaba tan
le al tal Cácere'í en las próximas horas. A la totalidad de los 1mphcados, m1 mayor. abstraído en sus pensamientos, tan lejos de la oficina donde aguardaba con ansiedad el
regreso de sus hombres, que la llamada telefónica, al sacarlo con violencia de la situación,
, un e'xi'to . Porque Ja ausencia
- E so sena , de Cáceres. de su hospedaje habitual me hizo que se levantara de su silla, como impulsado por un resorte.
huele a huida. Temo que para esta hora ya esté en la Argentma.
- La puta! Me asustaste, carajo - le espetó al aparato mientras descolgaba el tubo.
_ En unas pocas horas más tendremos el resultado de las distintas comisiones, señor
- Hola ... comisario?
delegado.
- Si.
_ Está bien. Pero sin desmerecer la importancia del apresamiento de l,os demás, me
interesa de sobremanera tenerlo al hombre responsable de tantos asaltos y cnmenes.
- Comisario, es usted, capitán?
- Lo tendremos. Pierda usted cuidado.
- Si, señor. Quién habla?
_ Sea la hora y el momento que fuese, usted me comunicará inmediatamente cuando
Ruperto Cáceres se encuentre en sus m~l)OJ!. - Soy el jefe de Correos y Telégrafos.

_A su orden, mi mayor. En unas pocas horas ya tendremos novedades. - Don Nicolás, qué tal, mi amigo. En que le puedo servir, Jefe?

_ No descuide la vigilancia y seguridad una vez que los pájaros estén encerrados. - Tengo buenas noticias para usted. Le estoy enviando un telegrama recibido de
Usted no debe liberarlos de los grillos. Desmochados. De su personal comisionado que le avisa que atraparon a los hermanos José
y Ramón, que intentaron escapar, según dice el despacho.
_Ya estoy instruyendo a los oficiales, sargentos y cabos. Además q~e después de la
confesión de Anastacio, sabemos que la cosa es de gravedad extrema y los tipos sumamente - Qué buena noticia. Cuanto le agradezco. No sabe lo contento que me pone.
peligrosos.
- Me imaginaba y por eso quise adelantarle la novedad.

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CACERE-Í y OTROS CUENTOS CACERE-Í Y OTROS CUENTOS

- Cualquier cosa ... La comisión de este oficial traía un detenido Atad _ .


tas, como en súplica, venía arrastrando sus pies el . 1as munecas,
o en 1 las manos JUn-
- Desde luego, le adelantaré por teléfono. Hasta luego, capitán. acompañaba al grupo desde Loma Clavel Gru pres?, ante a vista de mucha gente que
plaza, donde quedaron las personas a mira~ el fi~ºalqduelrba engr.~sándose, hasta llegar a la
- Gracias, Don Nicolás. e a procesron.
El hombre venía a pie y el tiento de cuero · ·
Este jefe de Correos y Telégrafos es una persona muy correcta y sabe como ganar el atado a la montura de un gendarme. El preso estaba que ~pns10naba sus manos terminaba
aprecio de la gente con su vocación de servicio. Al adelantarse así a su mensajero, sabía que su caminar. Su vista clavada en el suelo cansa ~Y es9 se notaba en la torpeza de
estaba dando tranquilidad a una persona preocupada - pensó el Comisario. ancha. y su rostro protegido por un sombrero de ala muy

Es que en el pueblo ya había corrido, como reguero de pólvora, la noticia del aptesa-
Agudos gritos de triunfo lanzaron los gendarm h ,
mientó de uno de los mal vivientes. Además, ya se había filtrado la novedad de que la policía regreso de sus compañeros al verlos de vuelta s es qlue abian quedado aguardando el
había buscado a Ruperto Cáceres en su pensión. Y el movimiento de las partidas policiales , anos y sa vos.
que salieron del local de la Comisaría y Cárcel Pública que estaban asentadas en el mismo El cabo de semana corrió a presentarse al oficial · ·, .
centro, cerca de la plaza, no pasó desapercibido de las personas, las mismas que se encarga- el éxito de su misión. «Veneno» había viajado en p 'c~mo nndiendole un homenaje por
ron, gracias al sistema de comunicación "radio so ó", de hacérselo saber, si no a toda, a casi su objetivo. Por eso; esta vez todos hasta el públº rocur~ e uln hombre y había conseguido
toda la población de la entonces pequeña ciudad de Pilar. , . ' ico cunoso e había mostrado su . t'
Y e1 sent1a esto, lo que le causaba gran satisfacer· on.
, ' simpa ra
Todos los barrios tenían sus líderes comunicadores y eran muy conocidos y popula-
El comisario pegó un salto cuando escuchó el .t , .
res. Era un poco así como los actuales voceros oficiales y casi nunca, por no decir nunca, abierta de su escritorio la aglomeración d gn eno Y VIO por la ventana entre
trasmitían noticias muy alejadas de la verdad. Podrían ser exageradas pero falsas, jamás. .- . e gente en la vereda de la plaz Nº - h
mnos, mujeres y hombres jóvenes curioseaban m;rand 1 . . a. mos, mue os
ese momento llegaba precipitadamente al despach ¿f~ vieJdO portón. El jefe de relevos en
En la Comisaría había mucha nerviosidad que trasmitía el Comisario. soldado gritó: 0
·
0
°
pean el taco de sus zapatones el

Un minuto antes había salido de su despacho para gritar a la guardia que ha habían
- Permiso, mi «capitán». Llega la comisión con un detenido ...
caído presos los hermanos José y Ramón.
- Bien, carajo! - exclamó el comisa · d d · ·
- Ya tenemos tres pájaros - dijo del policía, mientras se fijaba en su reloj de bolsillo. no, an o escape a su impaciencia contenida.
Deseaba que fuese Cáceres el que venía a ·
Era uno de los últimos hombres que todavía gustaba llevar prendida a una cadena de vó que desmontaba Y al trote se acercaba el pe~ p_resof- p·e~o al salir al amplio patio obser-
plata, el hermoso reloj, con tapas del mismo metal, que a principios de siglo se usaba en un diente. Se fijó en el preso y a pesar que ya co uen~ 0 icra para darle el parte correspon-
bolsillito de chaleco, con la cadena prendida a uno de los botones. Estos relojes de marcas mismo. No era el jefe de los maleantes. menza a a oscurecer pudo ver los rasgos del
famosas, tenían tapas muy ricamente labradas y en algunos casos, el conjunto del aparato y
cadena eran de oro. · · Anastasia, recluido en una celda que tenía una - ·
escuchar el griterío se puso de pie y dando saltos pe,qulen~ ventamta en la puerta, al
El oficial «Veneno», que había ido al frente de una comisión estaba de regreso y se acerco a mirador.
entraba por el portón grande de la Policía y Cárcel Pública de Pilar.
Con dificultad buscó el motivo de la alegría general.
Venía delante de la comisión. Se había desplazado" por la calle Mcal. Estigatribia, Con un temblor en los labios susurró:
que entonces se llamaba 25 de Noviembre. Buen policía, aunque un tanto repulsivo por su
aspecto delgadíto, con un bigote muy fino y facciones irónicas; resultaba buen conversador
- Ya cayó también Luis. La puta ... nos van a agarrar a todos.
y finalmente agradable, aunque,.co~o todo policía de aquella época, no despertaba s:mpa-
tía.
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CACERE-Í y OTROS CUENTOS
CACERE-Í y OTROS CUENTOS
En ese momento el cabo de semana daba la «bienvenida» a Luis con unos_ latigaz0>s,
tan bien aplicados que estallaban sobre la espalda del preso, sonando corno disparos fde
- Cualquier cosa pedime no má, mi capitán - salió el soldado sin cumplir con el
revólver. saludo de retiro ante su superior.
Tres más ya estaban entre rejas totalizando cuatro detenid~s. Sin embargo, pasaba~
De la torre se escuchaban los sones de la campana que ahora llamaba a los fieles para
las horas y nada se sabía del principal. El comisario estaba imp~ciente y preocupado .. Casi.
la devoción. Al oscurecer había sonado el «ángelus>> al igual que sonaba, para lo mismo al
todas las comisiones habían ya regresado. Las noticias que trajeron, las que no t~vien::m
medio día. Era cuando los fieles se detenían un minuto para rezar y recordar la anunciación
éxito, de que 6 de los implicados ya escaparon hacia la Argentina, o est~~an escondido~ en
a la Virgen María. Algo que ya no se acostumbra más, por lo menos en Pilar, corno tampoco
los inmensos e impenetrables carrizales del Paraná, espera~do la .oca~10n de escabulltr el
se acostumbraba al repique de campanas, a medianoche, para anunciar la Navidad de Jesús
cuerpo, cruzando las aguas del caudaloso río,"empeoraba la impaciencia. y la irrupción del año nuevo.
Si no atrapamos aCacere 'í, que es el jefe, vamos a fracasar - pensó casi con ang~stia
Desde su ventana, el comisario vio al Padre Zorrilla ir con sus monaguillos hacia la
el comisario. y en ese instante se le presentó en el recuerdo, el rostro apacible, bon~chon de
iglesia. Su negra sotana resultaba como un juguete para el viento que soplaba con más
Ruperto Cáceres, que parecía sonreírle desde la profundidad de su bondadosa mirada de
intensidad, mientras que los niños saltaban para entrar en calor. Las devotas de todas las
ojos verdes. noches, también se acercaba a la Iglesia.
_Va tomar mate, mi comisario? - preguntó el cabo de semana, ingresando atrevida-
- Menos mal que hay gente generosa que reza por «nosotros los pecadores» - pensó
mente en el despacho del comisario. en voz alta el comisario.
El cabo de semana era una autoridad en el i:nanejo de la comisaría - cárce~ de Pilar. ~i
Sobre su escritorio humeaba un jarro lleno de cocido, aromática infusión de yerba
bien había un oficial de guardia, un auxiliar y un jefe de relev?s, este personaJ~ que, tema
mate, bien endulzada, y dos grandes y muy blancas galletas que invitaban a la merienda, por
como símbolo de mando un «tejú ruguay», látigo muy especial, era el que ~ispoma del
lo que el comisario abandonó su.puesto de observación, cerrando los postigos.
corralón, la cocina 0 rancho, las celdas. y los depósitos donde guardaba~ los vivere~. Ade-
más en el rancho se mantenía el fuego, para el mate cocido o para cocmar algo; siempre
A medianoche, puntualmente, se hizo el cambio de guardia. El jefe de relevo comu-
habfa un buen resto de fuego; siempre había un buen resto de carne. El cabo de semana
nicó la novedad al comisario que dormitaba, apoyando la cara en las manos y los codos en el
mandaba discrecionalmente en esa juridicción y su autoridad era ~espeta?a hasta por el escritorio.
comisario, porque en la medida que el «semana» se sentía reconocido mejor atendia a su
superior. Enseguida escuchó el agudo y característico sonido del silbato policial que rasgaba
·Ia noche, emitido por el soldado del puesto uno. Luego la contestación de los otros guardias
_Ya hace fresco. Esta noche va hacer frío - afirmaba mientras cerraba la ventana del repartidos por la ciudad.
comisario que daba hacia la plaza.
Un agudo grito, característico en el paraguayo, retumbó en el gran cuadrilátero de las
El policía pensaba que, de no regresar la comisión de Garcete, iba a pasa~, u~a vez plazas, sacudiendo la modorra de los guardias policiales.
más, la noche en la comisaría. El sol ya había desaparecido, el viento este ,se msmuaba
travieso. De la oficina de guardia salió el oficial que gritó:
Tomaré un buen medio litro de cocido bien caliente - dijo el comisario, mientras se - Es Clementino .... es Clementina!!
decía a si mismo, que el mate lo tomaría más tarde, para matar el sueño.
-Atraparon a Cacere'í!
_ Bueno. Para la cena tengo bife «coyguá» y galleta blanda. Ese preso uruguayo que
tenemos, hizo comprar galleta fresca y me regaló un kilo.
- Dios te oiga - dijo el Comisario mientras se esforzaba por ver en la oscuridad.
- Gracias. Por lo menos esta noche de espera no la voy a pasar mal.
La silueta de varios jinetes y los gritos que se repetían, confirmaban el regreso de la
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comisió_n. los soldados iban dormitando, el observaba. Ponderaba la amplia visión que se tenía y como
a lo lejos se veían pequeños montecitos a los que se les llamaban «islas». Admiraba la flora
- Piii ... puuu - sonó el agudo grito. y la fauna. Miles de aves. Las ruidosas como los teros y los chajá: las apacibles e ingenua-
mente mansas, como las garzas y cigüeñas. Y los hermosos patillas de plumas verdes y
- Cálmense - dijo nervioso el policía, para agregar que el grito podía ser de victoria o doradas, tan brillantes que se dirían de metal.
de tristeza por el fracaso de la misión.
Su objetivo era el monte grande del que hablaba Clementina. Planeaba esconder allí
Pii ... puuu - grito del paraguayo que, indistintamente suena cuando está conteJOto o su tropa hasta bien entrada la noche y sorprender a Cacere'í.
cuando le invade la tristeza o la añoranza.
Detuvo bruscamente su caballo ante la presencia de una enorme víbora en el sende-
Garcete no quería llamar la atención de las gentes. A pesar que su comisión no era ro, a orillas del estero que estaba bordeando buscando por donde cruzar.
demasiado numerosa, un grupo de gendai:me armados, a caballo, despertaba la curiosidad y
movía a todo tipo de conjeturas. Por eso decidió ir al lugar de destino, por un camino muy - Es un kuriyú, mi oficial. No «pica», ni tiene veneno - le dijo Clementina que no se
poco transitado y n~ por el habitual, que pasaba por Isla Umbú. separaba de Garcete.

- Clementino, vamos a ir por Boquerón - le dijo al conscripto guía - así no vamos a Después le explicó, a su manera, que se trataba de una boa constrictora, de sus cos-
llamar la atención de nadie que pueda avisarle a Cáceres. tumbres y de cómo se alimentaba. Le contó la lucha entre un yacaré y una víbora kuriyú en
medio del estero y como finalmente la enorme kuriyú - medía 1O metros - se tragó al feroz
Me parece bien, mi oficial. Pero de Boquerón no hay camino hacia Humaitá. Forzo- yacaré.
samente tenemos que pasar por Isla Umbú y de ahí a Arroyo Hondo ...
El reptil se apartó lánguidamente del camino. Garcete pudo seguir la marcha.
- La casa donde vamos, me dijiste, está exactamente sobre el arroyo Hondo hacia
nuestro lado y pegada a un monte que se extiende hacia el oeste, hasta el río Paraguay. El sol estaba todavía alto en el horizonte esa tarde, pero habían marchado ya varias
horas y el objetivo estaba cerca.
-Así mismo es, la casa está a cien metros del camino a Humaitá, hacia el «poniente»
y antes del monte grande. - Después de aquella isla que se ve allá, hay una limpiada. Luego ya vamos a encon-
trar el monte, que va toda la orilla del arroyo Hondo, hasta el río.
El monte grande era el objetivo de Garcete que pensaba transitar por las cañadas y
humedales, pasando por los campos para evitar el camino. Desde el monte operaría para - Esperaremos la noche en el monte y después nos acercaremos a la casa.
atrapar al sujeto, a quien consideraba sumamente peligroso y sobre todo muy habilidoso.
Garcete no podía fracasar por apresuramiento o falta de cuidado. Todo cuanto había apren- - La casa esta a una legua de esta dirección.
dido en las escuelas de policía del ·país y el ex,tranjero asomaba ahora a su lúcida mente.
- Me parece muy bien. Vamos a apurarnos para ganar el monte.
Y comenzó el lento avance de cabaJlos cuando ingresaron en el campo de los Medina.
Una nube de mosquitos que se levantaba de la interminable cañada, los acompañaba. A Los caballos, libres de sus monturas y también de los mosquitos, comían con ánimo
veces, debían sortear lagunas y en otros casos esteros profundos. el largo pasto que los soldados recogieron de la orilla del estero.

Y como evitaban todo tipo de encuentro, debían dar penosas vueltas para buscar por Los hombres no debían hablar y permanecer acostados sobre los cojines. Las aves
donde superar las alambradas. Claro que siempre encontraron el portón o la tranquera opor- del monte rompían el silencio.
tuna y se guiaron por pequeños senderos marcados, hasta en el agua, por los peones de la
estancia que hacían frecuente inspección. · Garcete y su guía estaban apenas a l 00 metros de la casa donde, presuntamente,
estaría Cáceres. Escondidos en un montecito de tala, miraban con ansiedad, en tanto que ya
Garcete no era oriundo del Ñeembucú, por eso todo le llamaba la atención. Mientras comenzaba a teñirse de un rojo subido el oeste, indicando la pronta desaparición del sol.
. ,

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CACERE-Í y OTROS CUENTOS CACERE-Í y OTROS CUENTOS

El Mayor Morínig<J, pariente cercano del presidente de la república, estaba acusado


Más de una vez, vieron a la mujer y a un niño en el corredor posterior de la casa, pero de corrupción. Mucha gente decía de él que era un ladrón porque se había sentido atropella-
del sujeto, ni una señal. Preocupado Garcete miró a Clementina que sonreía ~e puro comten- da en sus derechos, por esta autoridad, que representaba aquí la dictadura fascista de Higinio
to, mientras señalaba, con el índice extendido, hacía el lugar donde estaba su3eto a un cabes- Morínigo. Incluso, cuando todo terminó con el largo caso de Cacere'í, se decía que este
tro corto, un lustroso caballo. delegado había estado complicado con los facinerosos o por lo menos con el jefe de esta
banda.
- El montado de Cacere'í?
De cualquier manera algo había que justificaba que la mayoría de la población y
- Si, mi oficial. El tipo está adentro. sobre todo la gente expectable de Pilar estuviera en contra de esta autoridad, aunque hay que
decir que, casi en todos los casos, los que cumplían esta función en este departamento, eran
Desde el estero cercano se oía el concierto de sapos y ranas. La noche no era si1en- víctimas de una fría indiferencia por parte de la sociedad, la que al desconocer o ignorar su
presencia, sometíanle a una disimulada y nada agradable situación de persona despreciada.
cmsa. e¡ monte también escapaban una serie <le sonidos. La· vida continuaba
. D · d Gcon toda su Morínigo fue, prácticamente destituido por los pilarenses, encabezados por Román Cálcena,
· t ns·1dad. La casa ya estaba completamente rodeada y las mstrucc10nes e arcete eran
quee el cerco debía ir cerrándose, sin dejar ni una so 1a pos1'bT
m 1 l dad de escape. Ramón Viveros, Alcibiades Quintana y otros, que se reunían en la casa del primero de los
nombrados y que habían conformado un comité para el efecto.
Cáceres se entregó sin oponer resistencia alguna. Era un hombre demasiado inteli-
gente y se dio cuenta muy rápido que Garcete le decía la verdad. En aquella época, en que se sucedieron los hechos delictivos, más de una muerte
misteriosa se había adjudicado a este delegado de gobierno. Además que Morínigo
_ Ruperto Cáceres: La casa esta completamente rodeada. ~i qu~ere seguir ~iviendo, implementó una férrea persecución política de la que no se salvaron ni sus correligionarios,
entréguese. Los gendarmes tienen orden de tirar a mata: - habia gntado con ~1~eza el como Alberto Dávalos, que en el Night Club de Luis Bértoli, había dicho vivas a su partido,
policía, que instaba y más que instar, ordenaba, en guaram y castellano, que se rmd1era. sufriendo como consecuencia, la personal agresión con golpe de puño del delegado y su
posterior confinamiento a Laureles.
Al acceder a la esquina de la casa de la familia .Gra?ada y com.enzar a bordear la
plaza, al tiempo que miraba al prisionero esposado y cab1z?,ªJO, Clementm~ no pu~~ ~on su Cáceres fue sometido a crueles torturas y sufrió lo inimaginable en la cárcel de Pilar,
genio y lanzó al aire el famoso grito paraguayo, que tamb1en se llama: «gnto patnot1co». a pesar de estar a disposición de la justicia, pues había tribunales en esta ciudad y su caso
estaba a cargo de un juez. Sin embargo, en aquella época, lejos estábamos de pensar en los
- Piiipuuuu! ! Piiipuuuuuu ..... !! derechos humanos y hasta mucha gente se había quedado anclada con la legislación de «Las
7 Partidas», que admitía la tortura. Se decía que Cácere 'í no se declaraba culpable y que por
- Perdone que lo moleste a esta hora. .las noches la policía «ayudaba» al juez que tomaba declaraciones, introduciendo al preso en
la pileta electrificada, usando picanas, también electrificadas y otras formas de causar tor-
Eran un poco más de las tres de la madrugada y no resultaba .usual que alguie·n·p~die­ mento. Es una manera de justificar hasta las heridas con cuchillo que se le infringía al
ra golpear la puerta del delegado de gobier~o a esa hora. La guardia no se lo penmtma. sujeto. Empero, también se decía que las torturas se debían a que Cáceres no confesaba
donde tenía guardado el botín de los muchos robos.
El Comisario acompañado de dos gendarmes había podido hacerlo.
Muchísimos años después se dijo que la mujer, en cuya casa se le apresó a Ruperto
_ Perdone que lo moleste a esta hora. Pero debo informarle que Cácere~ está preso. Cáceres, era la «tesorera» de la organización delictiva, que había negociado con Morínigo y
Garcete tuvo éxito. Lo encontró en la casa de la señora cuyo nombre y apellido usted ya que por lo tanto había quedado con una gran fortuna.
sabe.
Este rumor tuvo visos de credibilidad cuando, unos veinte años después del suceso,
_ Muy bien _ dijo el Mayor Morínigo en tanto se acentuaba la sonrisa en su rostro - el que fuera niño, hijo de la supuesta amante de Cácere'í, que llevaba una vida modesta de
Por ahora no vamos a molestar para nada a esa señora. No debemos mezclar el amor con empleado, aquí en Pilar, en una fuerte casa de negocios, construyó un gran edificio para la
· esta historia - agregó. época, en donde abrió una monumental tienda, almacén y ferretería.

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CACERE-Í y OTROS CUENTOS
CACERE-Í y OTROS CUENTOS
Un connotado abogado pilarense, tomó a su cargo la defensa de Cacere'í en los religioso.
tribunales, pero, ¿quién 1o defendía de la crueldad de la gendarmería de Pilar y de su Jefe, el
comisario? - Que ayer le viste a Cáceres .. Cómo sucedió eso?
El Padre Zorrilla comenzaba á preocuparse. No era la primera vez que escuchaba los
Y el niño, que apenas contaría unos diez años le ,
gritos y llantos de dolor que emitían los presos que sufrían tormentos. Habitualmente la les habló de la banda de delincuentes, de los casos o~urr~~~to que en la escu~la, la maestra
policía conseguía la declaración de los presos mediante ese método y los enviaba al Juez, todo una verdadera fábula en torno al personaje jefe de los fo~· ~~los d~pr?s~m1entos y sob'.e
por escrito. Era la Policía una parte del Poder Judicial, en la práctica ilegal de aquella época. co:respondiente. Al terminar la clase, la maestra les dijo que ~~~a~s, ictan oles !ªmoraleja
No era raro que los comisarios efectuaran diligencias que no les correspondía, como, por naJe. La escuela primaria anexa a la Escuela Normal funcion b da ~on~cer a dicho perso-
ejemplo, las audiencias de conciliación. Caso de vecinos que peleaban, generalmente recu- Colegio Juan XXIII, muy cerca de la policía y cárcel. a a on e oy se encuentra el
rrían a la Comisaría y la autoridad policial los citaba y analizando el problema, luego trataba
de conciliar la situación. En casos más graves, en vez de pasar los antecedentes a la justicia . , - Al principio, pa'í yo tenía miedo, Cuando la rnaest . · , · ,
y poner el supuesto delincuente a cargo del juez, realizaba, si posible fuera, toda la investi- pohcia, mi corazón latía fuerte. Después vimos que traían a ~~~os ~b1co en el ,Jardm de Ja
gación y ya con el resultado el juez lo único que hacía era solamente ratificar lo actuado y atadas h~cia delante de donde salía un tiento de cuero que bajabaº; ;elqu~tema las man~s
dictaba sentencia. No importaba que la confesión se haya obtenido mediante la aplicación en sus piernas. El no podía caminar, por eso venía salta as a ~s ierros ~~e tema
de tremendas y prolongadas torturas. car_nina saltando ... Lo pusieron frente a nosotros ... Nos di. ondo ... par~cia un cac~1hto que
qmen estuvimos hablando» El nos m1·ro' uno a J ¡~maestra. «Este es Caceres, de
· uno y se sonna y 0 y 1 . d ,
Ruperto Cáceres, Anastacio, Luis, José, Ramón, Juan, eran los 6 presos de la banda m~cha compasión, pa'í. Más todavía porque el estaba mo. . a no. e, tuv_e mie o y s1,
que se calculaba en una docena, más gentes implicadas que no eran mencionadas, según la depban dormir. Cada vez que cierra los ojos le derramami:~~ ~a~~ p~hcia dlJO ~ue no le
policía, por estos sujetos. que de una vez por todas declare y cuente todo lo que hizo. e e agua - dijo - para

El padre Zorrilla, un ex salesiano, había venido de Pilar, por ese tiempo, como cura
ayudante del padre Colmán, que era el Párroco y que se pasaba gran parte del mes fuera de D b' Las palabras
· del niño impactaron la ·sensibil1'dad
' ' del buen sacerd ote A 1 z ·u
. e ia entrevistarse con el Comisario y conseguir la uutorizac·, . . nge orri a.
la ciudad, recorriendo el campo a caballo. Eran muy diferentes estos sacerdotes. El padre mteresaba de sobremanera hablar con el famoso Cacere 'f p IOn p~a VlSltar a los presos. Le
Colmán era ex capellán de la Guerra del Chaco, ten~a una cicatriz de bala en la cara, lado ble de los repulsivos crímenes, estaba la <:ondició~ de prÓ ..ºr encimla qu_e f~ese o no culpa-
izquierdo y el maxilar inferior dañado, lo que le obligaba a hablar con cierta dificultad. cristiana. ~imo Y e sentimiento de caridad
Tenía el carácter recio, era poco amable, muy directo, usaba palabras fuertes, gustaba de las
cuadreras, del juego de naipes y nunca dejaba de portar el revólver, en el bolsillo de su
. - -~risto perdonó a sus verdugos. Debo darles asistencia es irit ·
sotana. nos y mitigarles el sufrimiento con la posibilidad de inv p ual a est?s seres huma-
dos. ocar Y rogar el perdon de los peca-
Su ayudante era fino, muy espiritual, amaba los niños como buen discípulo de Don
BQsco, por ello formó lo que él llamó<<elpequeño clero», una veintena de,niños que integra-
El padre Zorrilla estuvo sumido en el silencio las ma ·
ban una reducida banda de músicos. Cmn'é este hombre era tan sensible y como que con la mente abstraído. ' nos Juntas, como rezando, total-
captura de Cacere 'í se intensificaron las sesiones de tortura, los gritos de dolor, los gemidos,
toda clase de queja le llegaba al padre Zorrilla, muy claramente, porque entonces la casa
C~litos que lo vio así al cura, luego de prepararle la mes , ·
parroquial se encontraba en donde hoy se levanta el Colegio Santo Tomás y la cárcel donde sobre la mISma el guiso que mandó doña Josefina se ret' , a para el almuerzo y dejar
se encuentra la Guardería Alberzoni, tomó la decisión de visitar a sus -vecinos e indagar la • 1ro a su casa.
situación de los presos. - Dos cosas me traen junto a Usted, sefior Comisario_ d.· ·
ner no más la oficina del policía. IJO el padre Zomlla al traspo-
- Tal vez yo pueda ayudar a evitar que se les siga torturando a esos presos - afirmó el
pa'í. - Tome asiento, pa'í - Estoy a sus órdenes.
- Ayer de tarde nosotros le vimos a Cacere'í - le contó Carlitas, un monaguillo, al
El comisario se expresaba con mucha seguridad y no demostra ha desconfianza
. o
112 113
CACERE-Í y OTROS CUENTOS CACERE-Í y OTROS CUENTOS

- Mi escritorio, el despacho, es todo suyo, reverendo padre.


preocupación alguna por la presencia del sacerdote en la comisaría, porque ya lo había
hablado todo con el delegado y tenía sus precisas instrucciones. Apenas llegó a su despacho
Primero
. accedió el ladrón de ganado · Era un hornbre
. . de unos trema
· t anos.
-
y directamente de la Iglesia había venido el mi ta·Í, ayudante de misa del padre, a solicitarle
audiencia, en nombre del religioso. Esto motivó la rápida comunicación telefónica con el ,_,
- Cómo te llamas?
mayor Morínigo quien le autorizó la entrevista y le recomendó mucha amabilidad con el
Cura, evitando responder con respecto a tortura o maltratos, teniendo que derivarle a él esa
- Diego ...
cuestión.
- Por qué estás preso?
- Lo escucho, padre.

- Antes que nada me interesa visitarlc.t\ los presos. A todos. Y particularmente deseo - Yo, padre? - hací~ la pregunta con evidente intención de pensar su respuesta. Un
recurso
. propio de la rnayona de los paraguayos que usan el famoso·. « Che· p1·ko.
'? » para ganar
hablar con el grupo que lidera Ruperto Cáccres y con este último, en forma privada.
tiempo.
- Aparte de la gente de Cacere'í, solamente tenemos a una persona procesada por
abigeato. Cuando son condenados, los presos sori remitidos a la cárcel de Asunción - infor- - Entré en la estancia de Don Froilán y en un montecito llevé una vaca y la faené.
mó el uniformado. Al cura le llamó la atención los ojos húmedos de Diego quien al segu d lt, 1
llanto. . n o so o e
- Bien. Cuando usted disponga y como le parezca, comenzaré la entrevista.
- Bueno. Eso es malo.
- Vamos a habilitarle esta oficina, Padre. ¿Podría volver en una hora, mientras prepa-
ramos todo? - Tenía hambre mi familia - trató de justificarse, entre hipos , el .ab.igeo.
·
Sin entender eso del preparativo, el pa'í cruzó la calle e ingresó a su vieja casita
- Y llorás de arrepentimiento?
colonial, con olor de años y años y fue directamente al comedor donde ya humeaba, en la
taza enlozada, un negro y aromático cocido .que le preparó Ramoncito, alias pitogué, el más
- Lloro de vergüenza. Desde Isla Umbú me trajeron caminando t d ¡
niño de sus acólitos y que con el tiempo sería el Monseñor Mayans, prelado de la Armada. el cuero de la vaca que robé, cubriéndome la espalda despidiendo un' a
·d , ' · o or nauseaabzounydcon
la o a un oy
segm o por un ·montan ,de moscas.
· Cuando cruzaba esta ciudad queri'a ·
m 0 nrme. L a pnmera
·
- Con el jugo de «concorosa» y de tapekué, te preparé el cocido, pa'í Angel.
~rsona ~on qmen cruc.e 1a mirada. era con la que fuem.i maestra de primer grado 1 - ·t ·
Bien d p p . · . , a senon a
vern a arra. or eso 11 oro y porque siento mucha verg· ü n
- Gracias mi pequeño. Esos yuyos que me manda tu mamá, doña Isabel, le vienen ff d e za.
- 10s per ona a los ladrones q~e se arrepienten. Te han maltratado?
muy bien a mi maltratado hígado.
,t~::;!k
- No, padre.
Carlitas, Pastor, Ramoncito, Gabriel, Bivio, entre otros, se turnaban para no dejar
solo al pa'í. Lo mismo sucedía con las señóras Josefina, Teodosia, Irenea, Heliodora y otras
- No te pegan? No te meten en la pileta?
que ya no recuerdo, para el envío de comida'. para el sacerdote, que vivía, literalmente, de la
limosna de los fieles, en una digna pobreza cristiana: Ellas tomaban la alimentación del pa'í
a su cargo, por toda una semana, y lo hacían como una obligación cristiana, aunque era fácil h · - No, padre. . y me tomo' 1a d.ec1arac10n
· Una vez· que conté la verdad y· firmé ·, e1JUez
· me
an ignorado. M1 abogado es el Dr; ·Presentado Antola ' que es m·1·padnno
· y ·me d.·lJO que va
dar de comer al cura; el que por sufrir del hígado solamente comía cosas hervidas y poco
a procurar que me salga una sentencia justa. '
grasosas. Guiso pupú, ryguazú ka' e, bife a la plancha, puré de papas o zapallo, e~a lo que
más le gustaba al pa'í, Angel Zorrilla. Diego dejó de sentirse una basura cuando el padre Zorrilla lo de · ·d· '· b
y le dijo: ... . sp1 10 con un a razo
- Creo que ya es hora, comisario.
CACERE-Í y OTROS CUENTOS CACERE-Í y OTROS CUENTOS

- Andáte en paz, hermano. Yo, el humilde siervo de Dios, te quiero mucho. dado, impedían que el hombre pudiera caminar con nonnalidad. Angel Zorrilla lo esperaba
de pie. Las manos juntas, los dedos cruzados. Tenía una muy buena figura. Hombre de
El comisario se paseaba nerviosamente bajo el pequeño corredor interno del vetusto estatura mediana, con la larga sotana, que tenía un montón de botones pequeños y brillantes
edificio de la Policía. Uno tras otro iba quemando los cigarrillos, que tampoco servían mu- en la delantera y el cuello blanco, aparentaba ser muy alto.
cho para aplacar sus preocupaciones. Es que el Padre Zorrilla hablaba largo tiempo con los
reclusos. Además, por momento y con algunos, hablaba en voz muy, pero muy baja. Lo que Destilaba bondad, hablaba con mucha suavidad y era excepcionalmente paciente.
no sabía el policía era que el sacerdote estaba confesando a los integrantes de la banda de Practicaba la caridad y la humildad, a la manera de Cristo. Creía en los milagros y era
'Cáceres. Por eso susurraban, arrodillados junto al oído del cura que posaba sus brazos en los devoto de San Juan Bosco, fundador de las orden Salesiana y de María Auxiliadora. El
hombros de esos hombres que, evidentemente, encontraban en ese religioso, en sus presen- contó a los niños de su «pequeño clero» las historias de Gris, el perro de don Bosco, que le
cia, en su cálida voz, la expresión de la esperanza, cuando que lo que estaban escuchando, había salvado la vida, en varias oportunidades, al religioso. Gris, finalmente, había sido un
desde su apresamiento, eran las amenaz:as ele muerte y sentían en sus carnes el dolor cuando ángel, que tomando la forma de perro había sido enviado por Dios para proteger al santo.
a cada instante torturabau a Cacere'í.
Al salir a su encuentro el cura extendía la mano, Cáceres detuvo su trabajoso despla-
Angel Zorrilla, salesiano que había ejercido en Asunción siempre, que no conocía de zamiento y después de estrechar la diestra del sacerdote, juntó las manos y levantó la vista
las miserias del mundo, sentía un dolor agudo en el pecho. En el alma. Por momentos le hacia el cura.
provocaba repulsión lo que los presos le contaban. Los .crímenes atroces y crueles. Como
Cáceres, según ellos, les había conducido en forma militar, como en la guerra. No admitía - La bendición, padre.
compasión - decían - y además confesaron que si alguno de ellos fallaba, la muerte era el
castigo que, con firmeza, aseguraba que iba a aplicar el maleante. - Te bendigo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo - respondió con
voz firme el padre Angel Zorrilla, al mismo tiempo que, posando la mano en el hombro del
Anastacio, que seguía denotando mucho miedo y que le dijo al pa'í que temía por su preso, lo invitaba a sentarse.
vida, fue el más locuaz, a tal punto que se, explayó sobre los planes que tenía Cacere'í con
relación a Pilar. Extrajo de su memoria un listado de las casas comerciales y familias que Afuera del despacho había expectativa. El comisario volvió a ponerse nervioso. Para
debían ser asaltadas por la banda de facinerosos. matar el tiempo se fue al rancho, donde se puso a conversar con el cabo de semana. En la
sala contigua al despacho donde se producían las entrevistas, estaba la oficina de guardia. El
Zorrilla les dijo a todos que debían colaborar con la justicia y confesar sus fechorías. Oficial, el comandante de guardia y el jefe de relevos, comentaban la situación y la repercu-
Al propósito había dejado último para la entrevista al que, todos, habían mencionado como sión que podía tener la entrevista.
jefe: Ruperto Cáceres.
En ese momento sonó una campanilla en el lugar de la entrevista. Asustados, los tres
Cuando salió el anteúltimo preso, el comisari.o le salió al paso. guardias irrumpieron en el despacho.
,:; '

- ¿Por qué ese ñe'émbegue? (susurro) - Disculpen que los moleste - dijo el sacerdote - Necesito agua, mucha agua y dos
jarros, por favor.
- Añemombe'ú paindi ... (Me confesé con el cura)
-A su orden.
El policía respiró con fuerza. La información del preso lo tranquilizó y lo puso de
buen humor de inmediato, a tal punto que detuvo a Cáceres, que se dirigía al despacho, El cura, apenas había escuchado la súplica de Cacere 'í, que le pedía un poco de agua
liberándole las manos de las incómodas esposas. Cuando destrababa el artefacto, miró fija- para aplacar la sed, había pulsado el timbre del escritorio del Comisario. Una nueva forma
mente a los ojos del detenido, recibiendo como respuesta una enigmática sonrisa. de tormento, ante la resistencia de Cáceres de confesar, había comenzado a hacer aplicar el
cruel Comisario - torturador.
Cáceres entró al despacho d.ando saltitos, como esos pajaritos que se desplazan con
las dos patitas moviéndose al mismo tiempo. Las dos barras de hierro, sujetas a las piernas - Soy inocente, pa'í de todo cuanto me acusan.
en forma perpendicular, aseguradas con una cadena que remataba los eslabones en un can-

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CACERE-I y OTROS CUENTOS CACERE-Í y OTROS CUENTOS

- Es que esas personas que están presas', le 'sindican como jefe de una banda: de raba de todo su cuerpo.
delinéuentes. ' 1•
- Está temblando ...
Ellos y a confesaron ante el juez.
- Tengo fiebre ... tengo sueño ... estoy agotado. No me dejan dormir. Estoy solo en
- Mienten, padre. una celda, con guardia a la vista y cada vez que dormito, el vigilante me derrama un balde de
agua.
- Han matado, han robado y dicen quetodo el botín le han entregado a usted.
Por las noches paso mucho frío.
-No es cierto.
El sacerdote, en ese instante, sintió compasión. Reconoció, íntimamente, que estaba
- ¿Y por qué habrían de mentir todos? inquiriendo al preso, como si fuese un investigador. El había venido a brindar consuelo, a
mitigar el dolor de un prójimo. .
- Y tal vez para alivianar sus ctilpas.
- Discúlpeme, Ruperto Cáceres. Ya no le pregunto nada. Yo no vine para eso sino
- Pero es que ellos han confesado - dijo con vehemencia el sacerdote. para asistir a mis hermanos que sufren. Usted será o no un asesino. Será o no será un ladrón.
Lo importante es que usted es mi hermano, porque así lo dispuso Cristo, cuando estuvo en la
- Ya me lo dijo, padre ... cruz. No me interesa del botín ... pero le pido que se confiese, para que podamos rogar a
Dios que perdone sus pecados.
- Han confesado ante Dios ... ! !
- Yo también le pido que me perdone, padre. En un momento dado sospeché que a,'
Cáceres miró fijamente a los ojos del Cura. Parecía que había callado reproche en ese usted, corno a la policía, lo que le interesa es el botín. Por favor, padre. Haga que terminen\
silencioso gesto. La sonrisa desápat'eció de su rostro y por un segundo algo brilló en la los tormentos y que si van a matarme lo hagan ya. ' ·
mirada del sospechoso. ~¡,
1
•• 1 •
'.'
- Le recomiendo que cuenten la verdad, ella hará posible que dejen de torturarle.
Parecía una advertenda; 'Como una proteSta porque el sacerdote' estaba a punto de
violar el secreto de confesión. ·· · - Es que usted sigue equivocando el camino. Cuando me habla de verdad lo que
afirma es que yo miento ... Soy inocente de todo cuanto se me acusa ..
'.-También mato. Los '~ricia'nós'de Cost'a'Ros'ádo, entre otros, fueron asesinados por
usted - la voz le tembló al cura. - Bien, Ruperto. Dejemos de lado, por un rato, la cuestión de la acusación, en la qu«
coinciden esos hÓmpres que 4ste.d djce desconocer.
- Pa'í, usted'ine está ac~anélfr'i clijó súaveil1ente, Cáceres, al tiempo que extendía la
mano en procura de agua. '· ·- Por fayor, padre. No ponga en mi boca lo que no dije. Yo los conozco a ellos, los he
visto y !:lasta hablado en alguna f~esta patron,al o c;;arrera de caballos. Lo que afirmo es que
- Lo acusan sus amigos. no son mis amigos, no son mis compañeros, no tengo nada que ver con ellos, ni con la banda
que dicen. gue yo dirijo. ·
- No son mis amigos.
Hubo' mucha firmeza y códvicción en sus palabras. Pero el sac~rdote no podía creer
- Me asegura que lds h:ertnanos Anastacio y Luis no son sus amigos? Qúe nunca los que se hubiera montado toda una conspiración para perjudicar a Cácéres. Salvo que un
ha visto. motivo. esp,ecial impulsara a la autorid,ad para ello.

L!n pesado silencio se adueñ6 pof'un largo minuto 'del recinto. El cura quedó con la - Qu'é espera usted de. rní?
mirada fija en el jarro que apretaba con fuerza Cáceres, mientras un ligero temblor se apode-

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CACERE-Í y OTROS CUENTOS CACERE-Í y OTROS CUENTOS

- Solamente que consiga alivianar mi sufrimiento, si es posible. No se filt~aba mucho cuanto decían o contaban los delincuentes. Había un especie de
secreto de sumano. Pero eran muchas las versiones y supuestos trascendidos que circulaban
- No quiere confesarse, como los otros? en el pueblo, en boca de .las m.ás destacadas Radio so -ó, que inspiraban mucha confianza.
Dentro de estos ~rasce_nd1dos figuraba ~na acción casi terrorista de Ja banda con planes de
- No, padre. No tengo nada que confesar ... asaltosª, l~s familias ~1cas de la comumdad. Por aquella época era muy cuestionado el Ma-
~~r.Morm1go. Se decia que estaba comprometido en la responsabilidad de una cantidad de
Un pesado silencio puso una larga rúbrica a estas últimas palabras. Cácere'í volvió a 1hc1to~. De~:ro de las tantas versiones que circulaban no faltaron aquellas que aseguraban
ser presa de un temblor generalizado mientras bebía agua. El padre Zorrilla quedó, una vez que Cacere 1 era solamente el lugarteniente del delegado de gobierno.
más, con las manos juntas, como rezando. De sus labios se escuchó, finalmente, un gran
suspiro en tanto que exclamaba en voz muy baja: «Misericordia, Señor!» ~o ci~rto y concreto era que también se decía que la policía se aprestaba a asesinar al
famoso J~fe I?confeso de la banda. En efecto, después volvieron las persecuciones dentro
Al preso le conmovió la actitud del religioso y se puso de rodillas súbitamente. El de la 1~st1tuc1ón de la que era víctima Ruperto. Golpes muy fuertes, heridas con c~chillo
cura se dispuso a escuchar, en tanto se persignaba y bendecía al confeso. Y el ya, por enton- contus10nes acusaba el preso junto con la admiración de los conscriptos. '
ces, famoso hombrecito inició una larga confesión, a partir de su niñez, en el distrito de Isla
Umbú, compañia de Boquerón. De todas sus travesuras, pecados y pecadillos. De su juven- - Hete pora upé Karia'y.
tud y de los largos años de la Guerra del Chaco. De la gran cantidad de bolivianos que mató.
De la orden que cumplió para ajusticiar a prisioneros. De los pequeños robos y de las men- - Oje hekyi kuaa rasavoi.
tiras de las que hizo víctima a las mujeres para conseguir sus favores. Pero de los casos
recientes, de las confesiones de Jos sujetos presos, de las terribles acusaciones, nada. Abso- - Mboicha ojejepi koagoto ha upegoto.
lutamente nada.
- Nada puedo decirle, pa'í. Desconozco todo. . En el guar~ní expresivo de los conscri~tos se hablaba de las proezas de Ruperto para
esquivar las cuchilladas y los culatazos que iban dirigidos a su pequeño físico Q , , ·1
t' . , . ~ª~
- Que Dios tenga compasión de usted. Yo le bendigo en el nombre del Señor Jesús cuerpo iene ese JOVen! Como se sabe esquivar!! Como una víbora se cimbrea de un lado a
o~! .
Crucificado.

Y dio por terminada la entrevista, al acompañar hasta la puerta al preso. Este dio tres . E~ caso era que la habilidad de Ruperto Cáceres comenzó a ingresar en el terreno de
saltos y luego giró la cabeza hacia el cura, le miró desde las profundidades de sus ojos claros lo mistenoso, en una relación muy estrecha con la magia religiosa, tan propia de la cultura y
y suplicantes y dijo: «De nuevo al infierno. Adiós .... gracias padre Zorrilla» del folklore de nuestro país.

Después de la visita del padre Zorrilla, cesaron las torturas nocturnas en la pileta Resulta que la tradición dice que Ja gente que le gusta empinar el codo debe tener
electrificada y los golpes del bastón o picana eléctrica. Incluso dejaron dormir al preso, que como patrono a San Alejo. Nunca Je va faltar su buen trago de caña y San Alejo le va
por conocerse en la comunidad la situació.n por la que pasaba, había ya comenzado a desper- proteger en sus borracheras.
tar cierta compasión en algunos sectdr~s.'~a:-preocupación del sacerdote, que había extendi-
do el domingo en una homilía sus inquietudes en torno a lo que sería, en aquella lejana He visto pequeños altares donde hay una cierta cantidad de estampas cuadros y
época, un incipiente amago de defensa de los «derechos humanos», había influido para que b~stos de Santos, con adornos de pindó karai - palma bendecida el Doming d R, y h
t 1 - S Al · . o e amos. e
l.a policía comenzará a dejar su práctica «investigativa», vía tortura, para colaborar con el vis o a.ª gun an eJo, a qmen no le faltaba su copita de caña, frente suyo en ve d la
consabida vela. ' z e
Juez de la causa y apurar el esclarecimiento de los ilícitos cometidos bajo la dirección,
según los otros presos, de Don Ruperto Cáceres, Cácere'í.
. . En nuestro mundo campesino, sobre todo en esta parte del país, donde se mezclan .las
Poco a poco, las opiniones comenzaban a dividirse. Las autoridades fueron fuerte- tra?1cwnes en la fronte~~' las personas que vivían en el peligro, las de armas de tomar y se
mente criticadas por exhibir a los presos. Tuvieron que dejar de hacerlo. Las declaraciones, veian mvolucradas en rmas, que se desenvolvían en medio del silbido de I·ts balas d ,
q ue tema_n
, b . ' , ecian
como a ogada a Santa Catalma, santa poderosa que preservaba Ja vida h t d
al principio muy apretadas en el tiempo, comenzaron a espaciarse.
los forag1dos. as a e

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CACERE-Í y OTROS CUENTOS
CACERE-Í y OTROS CUENTOS
rizados, la alegría de los niños que acompañaban el lento desplazamiento, y, la curiosidad
Si cáceres era tan hábil, si asimilaba con tanta rareza golpes y heridas y se curaba de las mujeres, que miraban desde sus puertas y ventanas, criticando a "la escandalosa
pronto, era seguro, porque estaba protegido por algún santo poderoso y «hasta era prob~ble juventud de la época, que no era como la nuestra que solo jugaba con perfume y talco ...... !!"
que tuviera escondido, en algún lugar de su cuerpo, una reliquia o relique, que le estuviera Ya entraba la noche y cuando se iniciaba el desfile, ese año en la Avda. Mayor Gardel,
dando poder». se escucharon sonidos de disparos que provenían, aparentemente de la calle Dr. Mazzei.
Todos decían: "Es el cañonero!" - aguardando con expectativa la entrada de la singular
«Mientras no se le saque de su cuerpo la reliquia no le podrá matar» - aseguraban los carroza, cuyo armaje o esqueleto era de listones, caña de castilla, tacuarilla y alambre; esta-
entendidos, que comentaban, al mismo tiempo que se hablaba de una suma determinada que ba recubierto de papel madera bien pintado para aparentar ser metal y que funcionaba con
estaba siendo asignada por el Delegado, a quien matara a Cáceres. el sistema de "tracción de sangre", ya que era sostenido y desplazado por la acción de una
Pasaron muchos meses desde que apresaron a Ruperto Cáceres y a los integrantes de docena de jóvenes, que estaban ocultos en las entrañas de la fragata.
su gavilla. Nadie en el corso se imaginaba el drama que se estaba viviendo en la cárcel y policía
.Es cierto que algunos se escaparon a la Argentina y jamás volvieron. Pero estaban en de Pilar, desde donde escapaban, en su totalidad, los integrantes de la banda, juntamente con
la cárcel de Pilar los quehabían sido capturados mediante la confesión del autor del horro- su jefe, después de herirle en la frente, con un trozo del grillo de hierro, al oficial de guardia
roso crimen de la mujer embarazada, su hijita y su esposo y que tuvo como sobreviviente y y a los gendarmes que estaban de servicio, que eran pocos, dado que las fiestas de carnaval
denunciante al hijo del infortunado matrimonio, ahijado del repulsivo y cobarde asesino. exigían el máximo resguardo de la policía, tanto en el corso, como en los diferentes lugares
donde se hacían estas celebraciones y que contaban con muchos enmascarados, que preoCU"
La verdad es que Cácere'í seguía en su empecinada posición de no aceptar ninguna
paba a los policías, aunque todas las "mascaritas'', individuales y de comparsas, tenía una
de las imputaciones provocando la rabia de todos. Policías y jueces. Ya nadie le tenía mucha
tarjeta que otorgaba la comisaría, con el nombre de "Permiso de disfraz", que llevaba un
paciencia y la orden de matarlo comenzaba a cobrar mayor convicción en los conscriptos,
número identificatorio y en el dorso el nombre del disfrazado, que también se registraba en
que al final y al cabo, no eran soldados con experiencia, sino mozalbetes de 17 a 19 años,
una planilla.
por lo que, por más que alguno intentara liquidarlo usando cuchillo, seguro que no lo hacía
con la fuerza necesaria, dando oportunidad al preso de evitarlo, provocando la fama mágica, Los disparos que efectuaba la policía en procura de detener a los evadidos, confun-
que ya corría por todo el pueblo, dado que, aparte de tener muchas heridas que no eran dió a los espectadores del corso que estaban convencidos de la proximidad del famoso
atendidas por médico alguno, estas curaban con el sólo remedio de la propia orina, que cañonero del Barrio San Antonio. Para cuya construcción habían contribuido numerosas
utilizaba para lavarlas y liberarlas de los gusanos. familias y en las tareas, se habían destacado chicas y muchachos: Ramoa, Torres, Dos San-
Llegó el tiempo de carnaval. En aquella época los festejos eran muy diferentes a los tos, Ríos, Valoriani, Granada, Britos, Trinidad, Delpino, Galeano, Parra, entre otros tantos.
de ahora. Las personas se entusiasmaban con estas fiestas y aparte de divertirse mucho El corso ese año prometía estar interesante. Los ensayos que venían efectuando las
usando el agua para los juegos, los corsos eran muy esperados, dado que la población se comparsas llamadas de "fantasía" trascendían en la pequeña comunidad. Chicos, y mucha-
ingeniaba para presentar los disfraces más originales, las comparsas más ruidosas y coloridas chas de las más lindas estaban comprometidos con diferentes agrupaciones que tenían sus
y las carrozas, que eran verdaderas expresiones de arte. directores o líderes.
Ese año se destacaba el barrio San Antonio con una carroza que representaba un Las vestimentas eran lindísimas y muy coloridas. La habilidad que tenían las modis-
cañonero, que disparaba bombas, por sus cañones. Esas bombas comunes que hoy llaman tas para confeccionar las ropas y atuendos era verdaderamente, admirable. Gorros, bonetes,
cebollas. diferentes tipos de sombreros para hombres y mujeres, eran elaborados en cartón y delica-
La Municipalidad organizaba y reglamentaba el festejo carnavalesco. Había un ho- damente forrados con tejidos de raso, seda, terciopelo y otras ricas telas, que se compraban
rario establecido para jugar con agua. Terminado éste, a la tardecita, salían máscaras Yca- en Santos e Hijos, Ferreiro y Brisco, Casa Delpino o en la tienda de Jaime y Ramón dos
rrozas a recorrer algunas calles, dando un espectáculo anticipado del corso. Así, en la tarde Santos que atendía, tan amablemente, Doña Toribia Isolini, esposa de don Ramón.
de aquel carnaval que guarda relación con este relato, Lacú Rolón, disfrazado de ~~tín Muchas eran las señoras que tenían habilidad extraordinaria para la confección y no
Fierro y otro amigo con el atuendo de gaucho argentino, daban muestra de una prod1g1osa recuerdo que entonces hubiera academias donde aprender ese arte. De niño ya tenía sensibi-
memoria, recitando en las esquinas los versos del poeta Hernández. Y el cañonero iba por la lidad para apreciar las cosas delicadas y no negaba el impacto que me produjo, por citar un
calle "catorce", disparando salvas, provocando la estampida de los perros que huían aterro-
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CACERE-Í y OTROS CUENTOS CACERE-Í y OTROS CUENTOS

recuerdo, el traje de luces, o sea de torero, que confeccionó Doña Beatriz, prácticamente La vida de los presos en la cárcel de Pilar estaba envuelta en la rutina. Todos los días
una recreación de esas costosas vestimentas y que la utilizaron unos 30 jóvenes, entre los la misma cosa. Los mismos actos que se repetían y la mayor parte del tiempo que se pasaban
que distinguí a los Cálcena - uno de ellos el organizador-Alcibiades Quintana, los Mayans;, en el calabozo. Terminaron tambi~n las sesiones de torturas y los intentos de la policía de
que se presentaron cantando una música de moda, entonces, que coreaban: "Yo quiero ser conseguir la confesión de Cacere 'í. El trataba, en lo posible, de no mostrarse a sus guardias.
torero, torero quiero ser. Torero de gran ... " y el paso doble español se pierde en los recóndi- Pasar desapercibido era lo que más le convenía, para evitar ser objeto de maltratos. La larga
tos pliegues del ya lejano pasado ... compañía de policías y delincuentes iba formando, no digo un sentimiento de amistad entre
ellos, pero sí un acostumbramiento mutuo que iba reemplazando la desconfianza y el rigor,
"Donde estarán los muchachos ...que a la cita no quieren venir... " Coreaban unas
por una cierta tolerancia. Los pobres y famélicos conscriptos que. no comían bien en la
decenas de señoritas que conformaban olra comparsa de "fantasía", todas vestidas de espa-
policía, eran también una especie de presos por la obligatoriedad del servicio militar, época
ñolas. en que ni se soñaba con la objeción de conciencia y era tan mal mirado y considerado todo
No faltaban en los corsos los disfraces individuales que siempre trataban de transmi- paraguayo que no hubiera ido al cuartel, "para hacerse hombre".
tir un mensaje, una crítica, una ironía. Otros disfraces y comparsas llamadas de "mamarra-
Claro que de vez en cuando, algún oficial enloquecía, o recibía órdenes, tal vez, y
cho", con vestimentas generalmente viejas, gastadas, ridículas o representando algo grotes-
comenzaba un nuevo vía crucis para Ruperto. Intentos de matarlo que no se concretaban,
co.
pero que dejaban profundas heridas o en el mejor de los casos, hematomas y escoriasiones,
Había una comparsa que, a pesar que se repetía todos los años, era esperada con que eran males menores.
mucha expectativa por el público. Siempre tenía algo nuevo. Se trataba de la agrupación que
Seis eran en total los presos que pertenecían a la banda: Ruperto, Anastacio, Luis,
lideraba don Daniel Bordón, apodado Chopí por el color oscuro de su piel, que se compara-
José, Ramón, y Eusebio. Este último, cayó cuando estuvo a punto de pasar a la Argentina,
b.a con el negro y lustroso plumaje del ave de ese nombre, que en castellano se llama Tordo.
hacia donde se habían fugado otros seis, que habían sido denunciados por sus compañeros,
Chopí simulaba ser un enérgico cacique guaraní que dirigía toda una tribu. En ver- los que al igual que Anastacio, declararon todo, reconocieron su culpabilidad y consiguie-
dad su comparsa era espectacular. Hombres, mujeres, de diversas edades, jóvenes mujeres y ron un mejor trato, aunque casi todo el tiempo cstuban encerrados en una celda, donde
varones, niños, niñas y hasta muchos animales reales y algunos representados por personas también, amarrados a sus respectivos grillos, estaban alojados Ruperto y Anastacio. Los
que se vestían con pieles, conformaban su agrupación muy numerosa y que tenía una coreo- cuatro que no tenían grillos entendían muy bien que Cáceres estaba en esa condición, por-
grafía espectacular. Tenía vice cacique, el brujo o payé, el líder de las danzas festivas y que se negaba a declarar y el otro por el crimen horrible de la familia, con la mujer embara-
ceremoniales. Paraba el trote y los gritos en las esquinas para desplegar diferentes coreogra- zada, que nadie le perdonaba. La poi icfa, al tencrlC> engrillado, consideraba que así le hacía
fías, representaciones, danzas, cacerías y otras actitudes. Al desplazarse lo hacían al compás purgar su cobarde delito.
de un fuerte grito que coreaba la tribu. El "cacique", que superaba en potencia al coro, con
Con la llegada del verano, eran llevados, después de la medianoche, a orillas del
sus gritos impartía las diferentes órdenes. Un grito largo y agudo significaba algo para el
resto. Todos se pintaban la piel ,el torso desnudo con polvo negro. Los varones se cubrían · Ñeembucú para que se dieran un baño. Los presos eran atados de manos a un lazo de cuero
trenzado. Una vez en la ribera, era desatado Eusebio, quien desnudaba a los compañeros y
con una especie de pollerita, muy corta, fabricada de hojas de coco. No faltaban los adornos
luego que éstos se metían en las frescas aguas, los enjabonaba vigorosamente. Cáceres, en
de plumas de colores y otros materiales. Los varones llevaban arcos y flechas. Las mujeres
su pensamiento, agradecía íntimamente al comisario, quien, según decían los oficiales, ha-
tenían vestidos de colores chillones. General.II)-ente pollera y blusa.
bía ordenado este baño que se producía hasta dos veces a la semana. Además que en estas
En las esquinas, desplegaban sus representaciones. A veces con: "una prisionera o circunstancias, tanto Ruperto como Anastacio aprovechaban la ausencia del grillo para cam-
prisioneros cristianos". Otras simulaban la "Caza del tigre" o se desplegaban en sus danzas. biarse de ropa.
La Avda. Mayor Gardel donde se realizaba el corso estaba colmada de público, en Ruperto Cáceres siguió siendo, sin demostrarlo, el líder, el jefe de los reclusos de una
ambos lados. de las tres celdas que disponía la cárcel. Esa, en la que estaban todos juntos, los peligrosos
En el centro se observaban los palcos municipales, que eran alquilados por las fami- integrantes de la banda, que en sus declaraciones habían contado que estaban a punto de
lias y desde donde se divisaba mejor el desfile. iniciar una ola de asaltos en la misma Pilar y dirigida contra una veintena de personas ricas
de la cuidad. Ruperto no reprochó nada a nadie. Ni se queje? por las torturas. Manejó el tema
A poco de sonar los disparos, supuestamente del "cañonero", los muchachos de una de las relaciones con mucha habilidad y demostrando comprensión hacia sus subordinados.
comparsa cantaban a coro, trozos de una canción mejicana. Vestían trajes de charros.

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CACERE-Í y OTROS CUENTOS CACERE-Í y OTROS CUENTOS

-No todos pueden soportar la tortura. Yo no condeno a nadie por su declaración . No cimbreando la cintura, en tu promesa de amor... !!!"
necesito que me pidan disculpas. Tenemos que seguir adelante para que podamos saliir de
este encierro. 'Todos unidos seremos más fuertes y lograremos nuestra libertad. Frenéticamente Ruperto Cáceres, utilizando una pequeña pero filosa lima, gastaba el
hierro de sus grillos. Ahora sabían sus compañeros el cuento del canto. Y lo hacían con
La gran ascendencia que tenía Cáceres sobre el resto era notoria y aunque el hecho mayor persistencia que en los días anteriores y solamente con breves descansos, si bien en
de su apresamiento hay a mermado en algún momento su prestigio; el valor para soportar las horas de la siesta se suspendió el "concierto" y el trabajo de limar, para evitar inconvenien-
vejaciones, su tozuda negativa a admitir su culpabilidad y, finalmente, el halo de magia tes.
religiosa que rodeaba a Ruperto, que estaría protegido por "un santo", según comentarios de
los propios policías, hizo que los hombres de la celda se sometieran totalmente al menudo Un minuto antes que la dotación policial formara para la "retreta", Cáceres y su otro
hombrecito, que, desde luego, según las declaraciones había sido el jefe de ellos. compañero cuyas piernas estaban sujetas al grillo, ya estaban libres.

Por eso, el plan de fuga que había formulado fue aceptado sin retaceos por todos. En la formación, el oficial de guardia leyó las novedades y resoluciones y dio a
Más aún con convencimiento, ya que sabían por sus abogados, que la condena iba a ser muy conocer los servicios de guardia y vigilancia para esa noche. Noche de carnaval con corso,
larga y lamentaban que no hayan podido, como los otros, huir a la Argentina. Ruperto Cáce- en la Avda. Mayor Gardel y con varias fiestas carnavalescas en la ciudad y hasta en las
res prometía la libertad. Todos decían que saliendo del edificio de la cárcel, a la calle, un compañías cercanas. Se reforzaba el grupo de recorridas o rondas, se agregaban más
mundo de posibilidades se les abría y el cruce a la Argentina sería lo de menos. gendarmes para los diferentes lugares de baile y se disminuía la dotación de la comisaría,
donde quedaban: como oficial de guardia el señor Severiano, Comandante de Guardia y
Se acercaban las fiestas de carnaval. El momento de la huida era inminente. Jefe de Relevos los gendarmes Morales y Clementina, respectivamente, y otro único gen-
-No demuestren impaciencia. Sean serenos. A partir de ahora comenzaremos a cantar. darme de guardia en la entrada, o sea en la llamada "prevención", al que los conscriptos
denominaban "Puesto Uno", donde realmente no daba gusto hacer guardia.
-Cantar? Para qué?
La "retreta" de esa noche, que ya se insinuaba con el atardecer y a la que precedió
-Obedezcan sin preguntar. Conseguiremos una guitarra del conscripto Mancuello, una anticipada cena, nada tenía que ver con el descanso que normalmente debiera darse con
más adelante. esa formación. Más bien fue de apresto, como si se prepararan para la guerra. Hubo hurras
Comiencen ya a cantar. Ustedes son un dúo, los hermanos José y Ramón. y vivas a la Patria, antes de romper filas y el breve acto terminó con un estruendoso: "Vencer
o morir!!" que brotó viril de las gargantas juveniles.
Y los versos en guaraní de una hermosa polca, resonaban en el patio de la policía y
llegaban hasta los oídos del Oficial Paredes, en la oficina de guardia. Después los diferentes grupos con sus respectivos jefes se dispersaron. No había
suficientes oficiales por lo que algunos conscriptos antiguos, con rango de cabos o sargen-
Hacía ya varios días que los presos cantaban. El oficial Paredes, que era muy descon- tos, actuaban como tales e iban encargados del grupo de sus compañeros, que los obedecían
fiado, hizo revisar la celda y encargó a algunos gendarmes conscriptos que averiguaran el sin chistar.
motivo del cambio del comportamiento de los presos.
Pobres gendarmes, que cenaban a las 6 de la tarde y que para las 12 o más de la noche
Salvo Cáceres, ni ellos mismos sabían porque can,taban. Por eso la revisión no dio estaban muertos de hambre, doloridos y que por eso se sentían obligados a robar naranjas de
resultado alguno. Las preguntas de los guardias, tampoco tuvieron respuestas que conduje- los patios ajenos. Llegué a tener conocimiento de unos conscriptos que robaron quesos de
ran a alguna conclusión. Simplemente cantaban, para matar el tiempo y como lo hacían muy sobrados, gallinas, patos, pavos y hasta cerdos. Era cuestión de ponerse de acuerdo con el
bien, en la policía-cárcel se fueron acostumbrando a los cantos del dúo de los hermanos José cabo de semana y el ranchero, para que se pudiera cocinar en horas de la madrugada y darse
y Ramón. un atracón.
-Cantan no más, mi oficial. Y ahora ya tienen una guitarra. No puedo dejar de mencionar el caso del robo de dos pavos hembras de la muralla de
-Mejor es que canten y no estén pensado en cosas malas. un hotel.:que funcionaba en 14 de Mayo esquina !turbe. Se les atribuyó a unos conscriptos
estudiantes que se habían fijado en el detalle de la costumbre de "las" dos aves y su marido,
Ese sábado, caluroso por cierto en la celda, un poco después del desayuno, comenza- un gran pavo negro, de dormir sobre la muralla. Los muchachos embolsaron las dos hem-
ron a cantar, esta vez en coro, parte de la canción. Fuerte era la voz de los presos cuando bras y dejaron puesto en ~l cuello del macho, a quien no quisieron, un cartelito que decía:
entonaban: "Galopera! Baila tu danza hechicera ... Galopera! Mueve tus plantas desnudas, "POR PAVO ME QUEDE VIUDO." .

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CACERE-Í y OTROS CUENTOS
CACERE-Í y OTROS CUENTOS
Una vez libres, los foragidos emprendieron la huida hacia diferentes direcciones, tal
Carlos Costas, dueño del Hotel jamás perdonó la broma y formuló tremend_as ame-
como lo tenían planeado. Anastasio corrió hacia la Iglesia y luego tomó la calle Saavedra,
nazas contra los ladrones. Amenazas que nunca se cumplieron porque jamás pudo identifi-
hasta la altura de Tacuary, metiéndose, por miedo, en un patio oscuro de la casita de la
car a los autores. esquina, escondiéndose en un pozo de basuras. Su cobardía lo llevó a la salvación, pues fue
Pero, sigamos con el .relato. La noche cayó sobre la cárcel y. con ella l~egaban los recapturado al amanecer, antes que el Mayor Morínigo diera la orden de matar a los evadi-
sonidos de los altoparlantes, desde el corso que se iniciaba y de las pistas de baile. dos, donde se lo encontrara.
La guardia estaba tranquila y en la celda se gestaba el inicio de lo que sería un dra- Lo mismo que Anastacio, Cacere 'í fue prontamente recapturado. El se había dirigido
ma ... por la calle 14 de Mayo. Para cuando alcanzaba el Banco de Fomento, el oficial qpe se había
El oficial de guardia estaba en su oficina, sentado ante su escritorio repasando el repuesto lo perseguía gritando al guardia del edificio bancario, que portaba un viejo fusil,
libro de novedades. que disparara al preso. Este, luego de la sorpresa, obedeció a su superior y disparó contra
Ruperto que recibió un balazo en la espalda hacia el lado derecho. Cayó Cáceres, pero se
s bre todo le interesaba las órdenes de los días anteriores a su guardia. En una pieza levantó y con dificultad logró, después de volver a correr, entrar en un baldío, lleno de
contiguaºreían en forma contenida Clementino y Morales, de un chiste que había contado el
malezas, en la calle Alberzoni entre Palmas y Tte. René Ríos, frente a la casa de la familia
primero. Goretta. Allí lo alcanzó el oficial, el que sangrando de la cabeza, revólver en mano, lo
-No se "pudimo" reir acá porque el oficial se va "enojá" -dijo Clementino, al propó- perseguía tenazmente. Cáceres recibió el impacto de un balazo del revólver de Severiano,
sito para causar la risa franca de Morales. en pleno pecho e increíblemente ofreció resistencia, enfrascándose en una lucha cuerpo a
y mientras eh el puesto uno se aburría mirando la oscuridad de_la plaza, el so~~adito cuerpo con el oficial, luego de sujetar la muñeca en la in.ano que manejaba el revólver. La
flaquito y más "arruinado" de 1a dótación, en la celda, los presos maqumaban la evas10n. Ya oportuna llegada del guardia del Banco, liberó a Severiano Paredes del abrazo del foragido,
se habían dado cuenta que no tenían guardia frente a la celda y que el famoso puesto tres de que recibió otro impacto de bala de revólver del oficial desplomándose, al parecer sin cono-
cimiento. Cáceres fue llevado en la carrocería de un camión, a donde había sido tirado como
la torreta, sobre la muralla no ·estaba cubierto.
una bolsa de papas por considerarlo muerto, para, finalmente ser arrojado al calabozo. Un
-Todo listo -dijo Cáceres y sus ojos brillaron en la oscuridad de la celda. gemido apagado que salía de su garganta permitía aseverar que Ruperto todavía vivía, aun-
-Si, todo listo para luchar por nuestra libertad. Anike_ pende pyta ryryi -remarcó que era fácil presumir que sus minutos estaban contados, con tres heridas de bala que san-
Luis, exhortando a sus compañeros, en guaraní, para que no pierdan el valor. graban abundantemente y con expresa prohibición de ser auxiliado por nadie, menos aún
por médico alguno.
En la Policía-cárcel había un silencio pesado que contrastaba con el sonido de m~si­
ca que se mezclaba y que procedía de diferentes_ lugares. Ya las personas, estaban, smo Luis corrió derecho por la calle Mea!. Estigarribia y se perdió en la oscuridad, cruzó
ubicadas a lo largo de la avenida, dirigiéndose hacia el corso: Compa~sa~ masc,~as s~eltas . el Ñeembucú, para luego internarse en la zona de valle Apu'a. Diez días después, lo encon-
carrozas estaban formadas en el lugar de inicio del desfile ... El canone~o ?artla del traba una patrulla, a la vera de un bosquecillo, dormido, recostado por el tronco de un árbol.
~arrio San Antonio, de la casa de Rapioa, hacia el barrio "Rosado". Lo hacia disparando De una chacra cercana había robado maíz para su alimento. Tenía dos espigas de choclos
algunas salvas. atadas con su propia chala, colgando del hombro derecho. La orden del delegado, según se
Cumpliendo con su obligación, de jefes de relevos, Clementina salió a hacer una comentó, era de no capturar vivos a los foragidos. Luis murió sin despertar. El certero dispa-
ro de fusil, a corta distancia le abrió la frente.
pequeña recorrida, acercándose a la celda. En la mirilla se encontró con_ el rostro de E~s~­
bio el más intrascendente de los presos, que le pidió por favor que le abnera la celd_a para 1r José había tomado un sendero que va por el costado del cementerio, luego de correr
al ~xcusado. Le convenció ~l joven gendarme, que estaba atacado por una fuerte diarrea. toda la calle Gral. Caballero. Se internó en el campo llamado Bado Ñú y por varios días
Al destrabar la puerta, Clementino recibió el golpe de la vara de hierro en plena vivió en una pequeña isleta, que así se llaman las pequeñas formaciones boscosas en los
humedades del Ñeembucú. De vez en cuando salía de su refugio para recoger huevos de
frente, desplomándose desmayado.
tero-tero, que dicho sea de paso, armaban un escándalo en torno al ladrón, llamando la
El escuálido soldadito del puesto uno, que se divertía con los estampidos de~ "caño- atención de los moradores de un ranchito, puesteros del campo donde pastaban miles de
nero", de pronto vio una gran luz amarilla frente a sus ojos y ~espué_s la oscundad del cabezas de ganado, que desde una distancia de más de dos kilómetros llegaron a percibir la
desmayo se apoderó del mismo, quedando tendido en el suelo, ~l mismo tien~~o qu~,P~red~'s figura del hombre que salía del montecillo y que luego del alboroto de las aves, regresaba a
era sorpren~ido en su oficina y ta~~n r_e~i~~~, ~e ~anos de Caceres, su rac10n de hierro .
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CACERE-Í y OTROS CUENTOS CACERE-Í y OTROS CUENTOS

su refugio. Cuando llegó la comisión policial al lugar donde vivía la fa~ilia, averiguando de El padre Zorrilla había averiguado del preso pero recibió una respuesta evasiva y
los evadidos, la mujer relató lo que había visto. Al oscurecer de ese dia,. u~a vez rodeada ~a seca. La orden de Morínigo era que nadie debía acercarse al herido y su compañero. Ni los
isleta, José pretendió entregarsé saliendo con las manos en alto. Fue re~1b1do por una lluvia mismos oficiales. Sólo el ranchero para llevarles alimentos y vaciar el recipiente de los
de disparos. Murió acribillad<J y por allí no más quedó en una turnba sm cruz. desperdicios.
Eusebio y Ramón tuvieron mejor suerte. Fueron juntos al bajo de] Ñeemb~cú por ~l Los soldados y oficiales comentaban, con más insistencia que nunca, sobre la famo-
t do de la Escuela Normal, hoy Colegio Juan XXIII. Cruzaron el Neembucu Y el no sa reliquia de Ruperto Cáceres. La credulidad se extendió a todo el pueblo y cobró fuerzas
cos a
Paraguay. T do como pos ta de des -
Es probable que para llegar a costa argentina h ayan ut11za cuando el herido comenzó a recuperarse y volver a caminar. A final de la tercera semana las
canso la isla Yuquerí. heridas comenzaron a cicatrizarse.
Esa noche de carnaval, mientras sonaban los disparos del oficial Severiano Paredes y El remedio que había utilizado Cacere'í era su propia orina. Usaba el líquido para
1
de conscnp· to del Banco en el corso, la gente se aglomeraba en la esquina de la calle Dr. lavar y librar de gusanos sus heridas.
, . . . . '" . - 1 ,,
Mazzei, al tiempo que los niños, Jubilosos, gritaban: 1Ya viene el canonero .....
-Es absolutamente increíble. Cacere'í se repuso de las heridas y con dos balas aden-
L heridas de Ruperto Cáceres eran graves. Una en la espalda derecha, más arriba tro, goza de buena salud-informó el Comisario a Morínigo, quien le respondió que Ruperto
del hom;;lato, le abrió un gran boquete en el pecho ,al salif' la bala ,destrozándole la claví- Cáceres debía morir.
cula . Era el impacto del fusil Además, en el pecho hacia la derecha, uno al lado del otro, se Toda la comunidad, que entonces era pequeña, comentaba los ponnenores del caso.
percibían dos orificios de bala del revólver del oficial, que probablemen~e, al no atra~esar,le, De la evasión, de los ajusticiados Luis y José, de los que lograron el objetivo: Ramón y
estaban alojadas en uno de los pulmones del infortunado. El otro evadido, Anastac1~, solo Eusebio y de los recapturados Cáceres y Anastasio. El sistema de radio so'ó funcionaba con
sufrió algunos golpes, sin mayor importancia, cuando fue re.capturado; Estaba con Caceres, noticias muy responsables. Una señora relacionada con el Hotel de Pachí difundía noticias
en la misma celda, ambos engrillados, pero con las manos hbres. Teman dos latas par~ usar muy certeras. Sabía todo lo que pasaba adentro. Todo Pilar comentaba.el sufrimiento de
como recipiente para los desperdicios, ya que estaba prohibido sacarlos de la celda m para Ruperto Cáceres, las torturas de las que había sido víctima, de su declaratoria de inocencia,
las necesidades fisiológicas. de la visita del padre Zorrilla, de la lima que recibió metida en una chipa, de los balazos y
El comisario estaba irritadísimo porque Cácere í se encontraba vivo. La situación de heridas de las que se curó utilizando su propia orina. De la sospecha que había sobre el
gravedad y el peligro de muerte que corría el infortunado, no men,g~aban en nada el mal propio delegado Morínigo de quien ya se hablaba con fuerza de que era un delincuente y
humor indisimulado del oficial. Lo mismo se decía del Mayor Monmgo. que pretendía hacerle callar para siempre a Ruperto. En fin, el pueblo comenzó a cambiar de
posición y la mayoría comenzaba a sentir compasión por el sufriente.
-No creo que sobreviva- se excusaba el oficial Severiano, que no dejaba de controlar
La justicia no se expedía. Había trabajado mucho durante el invierno y la primavera.
la celda.
Todos los casos estaban ya casi listos para la sentencia, sin embargo, el expediente de Ruperto
Tirado sobre una manta vieja y sucia, de color indefinido, estaba Ruperto Cáceres, no había caminado nada. No se le podía probar delito alguno. Todos los testimonios eran de
muriendo a cada instante . A su lado, Anastacio, que lo asistía con agua que le d~ba de beber, los detenidos, componentes de su banda. Todos los testimonios eran negados categórica-
para mitigar la fiebre y con un poco de caldo , jugo de poroto, que cada d1~ le daba ~l mente por Cacere'í, que tenía un muy buen abogado. Con el último y caluroso mes de la
infortunado, Además, nunca le faltó al herido, el litro de leche , que todos los dias le vema primavera y la llegada del verano, vino la feria judicial, sin re~lµción de los casos. Situa-
del Hotel de don Pachí. ción en que se produjo la evasión y todo cuanto se ha relatado. )
Había pasado ya una semana y el recluso mal herid.o seyasab~ g~miendo, en tono El delegado que percibía la situación de antipatía en que s~ encontraba y que también
muy bajo. Era evidente que en medio de su semi inconsc1enc1~ sufna mtensos dolores. "sintonizaba" radio so'ó, sumamente preocupado dio instrucciones al comisario. Instruc-
Anastasio no sabía que hacer con las heridas de Ruperto, que teman ya un fuerte olor, que ciones que una vez que fueran a cumplirse marcarían un episodio en la historia de Pilar, para
despedía el tejido muerto. Heridas que comenzaban a agusanarse. crearse todo un mito. Una creencia surgida de las entrañas mismas del pueblo, que cobró
La segunda semana se inició sin que cambiara el p~~orama ~n l~ celda._ Rupe~to formas y creció, para trascender hasta la Argentina luego de difundirse por todo el Ñeembucú.
Cáceres se pasaba gran parte del tiempo en un estado de se~1 mconsc1encia. Nadie le asis- -Comisario, tiene 48 horas de plazo para planear la desaparición de Ruperto Cáceres
tía. El y su compañero que lo des.pertaba de su sopor para alimentarlo. -sentenció Morínigo, al tiempo que se borraba de su cara la sonrisa que siempre le acompa-

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CACERE-Í y OTROS CUENTOS CACERE-Í y OTROS CUENTOS

ñaba y la oscuridad de una extraña sombra se cruzaba por sus ojos. sión de todos.
Y mientras en el pueblo circulaban historias fantásticas de Ruperto Cáceres; como El comisario buscaba voluntarios para la operación asesinato, ya planeada. Lo hacía
había ayudado a tantos pobres y la gente perdía todo temor para confesar su amistad con el con mucho cuidado para evitar problemas de delación. Sólo un soldado oriundo de Laure-
desdichado, en la Comisaría Cárcel, el policía que había recibido la orden, comenzaba a les, distrito distante alrededor de 100 kms. al sur de Pilar, se encargaba de los dos prisione-
planear la muerte de Cacere 'í. ros, a cuya celda ya nadie podía entrar. Era el que había sido designado para ejecutarlo.
-Se curaron milagr'2samente sus heridas. Nadie le atendió. Con el cielo limpio, la atmósfera no contaminada, las noches de luna llena de Pilar
-Ni al pa'í Zorrilla le dejaron entrar para verlo cuando estaba moribundo. tienen una belleza única. Se ve salir la luna a espaldas del arroyo, grande, redonda y brillan-
te. Y en la medida que avanza en el cielo, derrama sus luces sobre la ciudad. Inolvidables
-Tiene no más luego un "santo" que lo protege. noches de luna llena que servían de marco para las serenatas de nuestra época de estudian-
-Nadie sabe donde está escondida su reliquia. tes. Y también, porque no decirlo, para los terroríficos cuentos sobre lobisones o luisones,
hombres-perros que según la versión popular, en noches de luna llena, profanan tumbas
-Dicen que es de cristal. Que se trata de Santa Catalina y tiene bajo la piel. para alimentarse de cadáveres.
-Pero en qué lugar del cuerpo? -La noche va.estar muy clara -comentó el mayor Morínigo a su subalterno, el comi-
-Jamás va morir de heridas ese hombre, mientras posea la reliquia. sario.

-Además ahora se sabe que nunca mató. Roba a los ricos para repartir entre los po- -Pero todo ya está decidido. Dentro de unas horas, va terminar esta historia de Cacere 'í.
bres. -Conviene que así sea. La estúpida gente ignorante de este pueblo lo está convirtien-
-Tampoco hay prueba que haya robado. El tenía dinero que había ganado con su do en una víctima.
trabajo de años en el sur argentino y en todas las cosechas del Chaco. -A las doce en punto de la noche va a pasar a mejor vida. El certificado del forense,
-La vez pasada, en el billar de la casa de don Carlos Insfrán, estuvo un hombre de Isla que ya tengo en mi poder dice que murió de septicemia. Una alteración o envenenamiento
Umbú que dijo que había sido el peluquero de Ruperto. Habló maravillas de él. Hombre de la sangre.
leal, sincero, de poco hablar, jamás dijo algo malo de nadie y que cuando abría la boca era -Cuando todo haya terminado, avisame. Lo estaré esperando.
para expresar compasión por los desposeídos y sobre todo por los niños necesitados.
-Sus órdenes serán cumplidas.
-Otra cosa. Nunca fue mujeriego y tenía muchas amigas, ya que frecuentaba los
bailes. El oficial de guardia estaba nervioso. Al tomar su turno, y a poco de retirarse el
delegado, el comisario le puso al tanto de lo que iba a suceder esa medianoche.
-Ese hombre que está preso, al que hirieron cobardemente pretendiendo dejarlo mo-
rir, que no recibió condena, héroe de la Guerra del Chaco -ya que fue soldado y regresó -Vamos a liquidar a Cacere 'í.
sargento -jamás fue visto borracho o propiciando desórdenes. -Así directamente?
-Nunca estuvo preso anteriormente. Es una víctima más de este delegado de gobier- -Si. Todo está decidido. El mayor ya nada quiere saber de esta historia. El proceso en
no bandido y sinvergüenza. tribunales se alarga y la gente del pueblo ya comienza a cambiar de opinión y en vez de
Así opinaba el pueblo. El personaje comenzaba a ingresar en la leyenda. Luego se agradecernos porque les libramos de un delincuente, resulta que somos, para ellos, una
convertiría en mito. La religiosidad mágica tan propia de la creencia popular, al que se bestias crueles que estamos torturando o hiriendo a un angelito.
sumaba el indiscutido martirio del preso, provocaba la compasión de la mayoría de los -Muerto el perro se acabó la rabia.
pilarenses. El famoso jefe de una banda de foragidos, acusado, al principio, de horrendos
crímenes, entre los que figuraba, según la versión popular el asesinato de niñitos de corta -Así mismo. Muerto Cacere'í termina todo. Y viviremos más tranquilos y sin presio-
edad, colocados en una hamaca para ser ensartados en la punta de un filoso puñal por el nes. Ahora me marcho. Volveré para dirigir la operación. Si el soldado "Laureles" le pide
algo factible concédale.
sádico criminal, ahora poco a poco se iba convirtiendo en un semisanto, digno de la compa-

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CACERE-Í y OTROS CUENTOS
CACERE-Í y OTROS CUENTOS
11,30 de la ~oche advirtiendo el ca1?1bio de turno para las doce.' Comenzaba el trajinar de
-A su orden. Factible es lo que se puede, verdad? o~reros que iban a ~umphr con su Jornada .. Después de medianoche, seguiría este movi-
El comisario le lanzó una mirada fulminante al policía y se marchó. miento, por unos mmutos, hasta que pasaran todos Jos trabajadores que eran relevados y
que, presurosos, buscaban el descanso en sus hogares.
Al oficial lo que le preocupaba era el papel que él tenía que desempeñar en est:a
historia. Por un lado le agradaba que Cáceres desapareciera. Las guardias serían más tran1- El oficial de guardia, angustiado, miraba hacia la Iglesia. Ensayó una tímida oración
quilas. Pero, matar a un hombre que tenía una "reliquia" representaba para su creencia püi- ~n t~nto trat~ba de conve_ncerse de que él no tenía responsabilidad ni culpa alguna ante el
pular un hecho grave. Comenzó a dolerle la barriga. rnmme~te cr~men q~e se iba a cometer. "Robar a un ladrón, cien años de perdón". "Matar a
un ases~no... -meditaba, en tanto no sabía como terminar su improvisado refrán. "Matar a
-Carajo! -exclamó en voz alta, provocando la irrupción de jefe de relevos. un asesmo ... "
-A su orden! . Eran exactamente_ la una de la madrugada. La luna, casquivana ella, ya había dejado
-Nada. Retírese. de mirarse en ~l arroyo Neembucú y ahora estaba "afilando" con el río Paraguay, jugando
con las pequenas olas formadas por un suave y cálido viento norte. La oscuridad no era
Y en sus adentros el pobre policía renegó porque cada vez que se angustiaba, o se
total. L?s f~oles. del alumbrado público se habían apagado y las calles estaban silenciosas.
ponía nervioso o preocupado, le atacaba una feroz diarrea, digna de la mejor de las disenterías.
El comisano, ubicado en su escritorio, había dado la orden.
Ruperto Cáceres tenía las heridas cicatrizadas. Y dos balas alojadas en el cuerpo. Lo
Los p~esos fuer~n despertados bruscamente por el ruido de la cadena y el enorme
<suyo, para todos, era un milagro. candado de hierro, mampulados para abrir la puerta de la celda.
Esa noche estaba animadó y quería conversar con su compañero Anastasia. Desde la
-Arriba los detenidos! Vamos a ir a bañarnos en el Ñeembucú.
pequeña abertura que tenía la puerta de la celda, miraba el cielo. Justo podía ver la enorme
luna. Cácere'í miraba el cielo, como extasiado, y sonreía. . . Ruperto Cáceres sintió una enorme alegría. Hacía tanto tiempo que no se bañaba. Se
imagmaba la frescura del agua del cálido arroyo y la posibilidad de ch~potear en su corrien-
-Qué linda noche de luna. Parece de día - exageró.
te. A pesar _de. ~o~o su ~a largo sufrimiento, de las crueldades soportadas, su dolor, en ese
-Especial para cazar yacaré -dijo Anastasio, recordando sus noches en los esteros. momento smt10 simpatia Y gratitud hacia el comisario, el delegado, en fin, hacia todos sus
Era la época que se pagaba muy bien pot la piel de este animal que abundaba en nuestros cancerberos.
esteros y arroyos. _Metido en el agua, hasta los hombros , sintió la caricia de la corriente. Los soldados
-Pero no para los que van de "yacaré" -replicó Ruperto, al tiempo que se acentuaba custod10s también se habían despojado de sus ropas y, bulliciosos se salpicaban con el
su sonrisa y Anastasio soltaba una sonora carcajada, ya que, para los que no saben, es así agua. El límpido cielo estaba como tachonado de estrellas. '
como se dice del hombre que, furtivamente, se introduce en los aposentos de su novia a altas
. El condenado aspiró, con fuerza, el aire fresco. Metió la cabeza en el agua y espiró
horas de la noche. Creo que es porque el cocodrilo de nuestros esteros, en tiempo de sequía,
vaci~ndo sus pulmones. En ese momento, "Laureles" se aproximó a Ruperto Cáceres y le
cuando cambia de hábitat en procura de mejor lugar, con aguas más profundas, lo hace de
clavo en la espalda un largo, finísimo y filoso puñal que le atravesó el corazón y le salió
noche y, por supuesto, a rastras, que es como se desplaza este bicho. sobre la tetilla izquierda.
Después, una vez más, el silencio se apoderaba de la celda y de los hombres. Anastasio
Cacere'í parecía no haber sentido dolor alguno. Ni una queja salió de sus labios.
quiso aprovechar el buen humor de Cacere'í para seguir hablando, pero éste ya no le respon-
Solamente levantó la cabeza y miró el cielo diáfano, donde se dibujaba el rostro de su
dió. Por eso quedó dormidO' con su preocupación de todas las noches. "Cuando salga mi
madre, que alargaba los brazos, le apretaba contra su pecho y provocaba la sonrisa inefable
sentencia, me enviarán a la cárcel de Asunción. Mi vida allí va a ser terrible"
del hombre pequeño Y apacible para quien se abría las puertas de la cárcel hacia la verdadera
Ruperto quedó mirando por la pequeña abertura de la puerta hasta que la luna des- y única libertad.
apareció deÍ cuarto. De dos ágiles saltos, el preso abandonó su lugar de observación y llegó
. El ma~or Morínigo miraba con curiosidad y temor supersticioso el pequeño óvulo de
junto a sus mantas donde se acomodó, quedando dormido casi al instante.
cnstal az~l, sm atre~erse a tocarlo, que le exhibía el comisario, al tiempo que le informaba
Un rato después se oyó el largo ulular de la sirena de la fábrica. Era la llamada de las que el objeto, le habian sacado del preso, de una pequeña protuberancia que tenía en la piel,

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CACERE-Í y OTROS CUENTOS CACERE-Í y OTROS CUENTOS

en la parte in teri<Jr del antebrazo izquierdo.


Los restos mortales del asesinado fueron envueltos en unas sucias mantas y ent,:erra-
dos en el cementerio, en el rincón sureste, pegado a la muralla. La ampliación del cannpo-
santo pilarense ubicó su tumba en un lugar común y lo quitó de la orilla.
INDlCE
La mujer que le facilitó la lima para la evasión y que la metió dentro de un pan de
almidón (chipa), la misma que nunca abandonó al infortunado y que jamás le hizo faltar su
ración de leche, puso una tosca cruz de madera en la solitaria tumba. A partir de ese morrnen-
to comenzaba la leyenda y un personaje mítico nacía en el Ñeembucú.
Moreno Po 'í ..................................................... . 7
FIN. Mate Cocido ...................................................... :i'.1
Monín ................................................................

Lorenza ..............................................................

Nené................................................................... 35

La Practica de Antropología............................ .49


Claro de luna .............................................. ~...... <&:i.
Cruces ........................................................ .,,..... . ~B

Víspera de Reyes ............................................. .


Cacere ,í............................................................ . Qo

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