Está en la página 1de 66

ROMPIENDO LIGADURAS DEL ALMA

Pastores Alberto y Mariam Delgado


Publicado por ADM Enterprise
©Todos los derechos reservados. No se permite la reproducción total o parcial de esta obra, ni su
incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o medio (electrónico,
mecánico, fotocopia, grabación u otros) sin autorización previa y por escrito del autor. La infracción
de dichos derechos puede constituir un delito contra la propiedad intelectual.
Diseño de carátula: Jonathan “Big John” Rivera
Diagramación: Luis Bravo - Bravo GD, Graphic Design
Edición y corrección de estilo: Madeline Díaz / José Anhuaman
ISBN 978-0-9963171-1-5
A menos que se indique lo contrario, las citas bíblicas son tomadas de la Santa Biblia, Reina-
Valera 1960 Reina-Valera 1960 © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Renovado ©
Sociedades Bíblicas Unidas, 1988. Antigua versión de Casiodoro de Reina (1569), revisada por
Cipriano de Valera (1602). Otra revisión: 1862. Revisiones por Sociedades Bíblicas Unidas: 1909,
1995 y 2011 (Reina Valera Contemporánea). Reina-Valera 1960® es una marca registrada de la
American Bible Society y puede ser usada solo bajo licencia. Las citas bíblicas marcadas (NVI) son
tomadas de la Santa Biblia, Nueva Versión Internacional®, NVI®, ©1999 por la Sociedad Bíblica
Internacional. Usadas con permiso. Todos los derechos reservados. Las citas bíblicas marcadas
(TLA) son tomadas de la Traducción en lenguaje actual® © Sociedades Bíblicas Unidas, 2002,
2004. Traducción en lenguaje actual® es una marca registrada de Sociedades Bíblicas Unidas y
puede ser usada solo bajo licencia.
Para obtener información respecto a distribución, diríjase a: Alpha & Omega 305-273-1263
o envie un correo electrónico a marketing@alpha-omega.org
Impreso en U.S.A.
INTRODUCCIÓN
Hay momentos en la vida en los que experimentamos
situaciones que marcan nuestro presente y, sin darnos cuenta,
también nuestro futuro. Podemos estar viviendo problemas
financieros, matrimoniales, laborales, líos entre amigos, etc., y
no darnos cuenta dónde se originaron esos conflictos ni cómo
solucionarlos.
Tal vez por no ponerle la debida atención, podemos estar
viviendo con muchas ataduras, y no darnos cuenta. Estas
ataduras son las causantes del rumbo que toma nuestra vida en
la tierra, ya sea para bien o para mal y nos afecta a nosotros y a
nuestra descendencia.
Para comprender más sobre el tema es necesario que
estemos conscientes que cada ser humano tiene tres partes
(espíritu, alma y cuerpo): somos espíritu, tenemos un alma y
vivimos en un cuerpo.
Cuando acudimos a Dios, nuestro espíritu se vivifica, nuestro
cuerpo se llena de Su santo espíritu, pero ¿qué de nuestra alma?
Esa área es la que requiere más tiempo para restaurarse, y
esto sólo se puede conseguir con una verdadera liberación a
través de la sanidad interior.
Por eso hemos escrito este libro, “Rompiendo ligaduras del
alma”. Este es un tema que nos apasiona. Nuestro corazón se
inunda de alegría cuando vemos, tanto a hombres como a
mujeres, siendo liberados de toda aflicción, de toda atadura y de
toda maldición.
En estas páginas encontrarás consejos, principios bíblicos y
declaraciones que te ayudarán a romper con toda ligadura que
ha estado afligiendo tu corazón, y a no caer en una nueva
atadura. Dios desea restaurar completamente tu vida y llenarte
de gozo y completa paz.
Introducción
Capítulo 1: La verdadera sanidad interior
Capítulo 2: ¿Por qué necesitamos sanidad interior?
Capítulo 3: Nuestro libertador
Capítulo 4: ¿Cómo puede el quebrantado de corazón abrirle
la puerta a Satanás?
Capítulo 5: Un corazón quebrantado
Capítulo 6: El hogar, el primer blanco de nuestras maldiciones
Capítulo 7: ¿Cómo romper las maldiciones?
Capítulo 8: Las ataduras del alma
Capítulo 9: Ligaduras en las finanzas
Capítulo 10: La integridad
Capítulo 11: Ligaduras familiares
Capítulo 12: Ligaduras en el área sexual
Capítulo 13: El peligro de vivir en yugo desigual
Declaración o acto profético
Conclusión
5
9
15
27
35
41
53
63
71
83
93
103
113
129
141
143

CAPÍTULO 1
LA VERDADERA
sanidad
INTERIOR
¿
Qué es sanidad interior? Cuando hablamos de sanidad interior,
nos estamos refiriendo a permitirle al Espíritu Santo que entre y
sane aquellas áreas de nuestra vida que permanecen heridas,
dañadas o sin restaurar, y que nos están causando dolor y
sufrimiento. Esto no significa manipular a las personas, o crear
en ellas dudas con respecto a lo que el Señor ya ha sanado y
restaurado. Más bien se trata de permitirle al Espíritu de Dios
que a través de Su palabra penetre nuestro corazón y lo sane, de
modo que cambie nuestra vida y la de aquellos que nos rodean.
Este tema con frecuencia resulta controversial. No cabe duda
que el diablo imita todas las cosas que Dios tiene para nosotros.
Por eso, muchas personas comparan los dones y las
manifestaciones del Espíritu Santo que se mencionan en 1
Corintios 12 con las prácticas de espiritismo y ocultismo. De ahí
que, hay personas que cuando escudriñan las Escrituras y leen
acerca de cosas sobrenaturales, afirman que lo mismo hizo la
médium o la espiritista cuando le leyó las cartas y le habló
acerca del futuro a alguien. Sin embargo, aunque ambas cosas
pueden parecerse, no son lo mismo.
Nosotros no trabajamos con vasos de agua, no tomamos
aguardiente ni fumamos tabaco cuando estamos hablando desde
el púlpito. De hecho, el trabajo lo hace Dios mismo, con los dones
que el Espíritu Santo reparte a quien quiere. Ministramos al
pueblo con el poder de la Palabra de Dios y los milagros se
manifiestan.
«Cuando les anunciamos la buena noticia, no lo
hicimos sólo con palabras. Al contrario, cuando
estuvimos entre ustedes dejamos bien claro que
tenemos el poder de Dios, y que el Espíritu Santo
actúa por medio de nosotros, para el bien de ustedes»
(1 Tesalonicenses 1:5, TLA).
Ten cuidado, porque el noventa y cinco por ciento de las
veces que oigas hablar de sanidad interior fuera de la iglesia,
podrían estar haciendo referencia a algún tipo de ocultismo y
satanismo. Así que cuando oigas hablar de sanidad interior, y
sientas dudas, no vayas a ese lugar. Jesús dijo que Él vino a sanar
a los quebrantados de corazón. Él es quien da la sanidad
interior, igual que la exterior.
Solo existe una verdadera sanidad interior, y es a través de
nuestro Señor Jesucristo. Aunque algunos prefieren no usar esta
terminología, por temor a ser malinterpretados, no cabe duda
alguna que el alma se encuentra en el interior de nuestro cuerpo
y no fuera. Así que, desde un punto de vista técnico, sí es
aplicable usar el término «sanidad interior».
Las Escrituras declaran en Lucas 5:22 lo siguiente: «Jesús se
dio cuenta de lo que estaban pensando, y les preguntó: “¿Por qué
piensan así?”» (TLA). ¿Cuántas veces has leído este verso? Un
grupo estaba pensando mal del Señor, maquinando cosas
incorrectas, y la Biblia explica que Él, conociendo sus mentes,
indagó acerca de los motivos que los llevaban a pensar así. Jesús
no leía las mentes, pues leer la mente es algo satánico. Lo que
ocurría era que el don de conocimiento estaba en pleno
desarrollo en ese momento y el Espíritu Santo le decía a Jesús lo
que estaba pasando por sus mentes. No se trataba de que le
leyera la mente a nadie. El Espíritu Santo le revelaba a Cristo lo
que alguien pensaba. Así que aparentemente ambas cosas son
similares, pero no son lo mismo. Existe un don de palabra de
conocimiento por medio del cual el Espíritu Santo revela cosas
que están sucediendo ahora.
Para que haya engaño tienen que haber realidad. Puedes
distinguir un billete de cien dólares falso porque existe una gran
cantidad de esos billetes que son verdaderos. Puedes encontrar
un billete de veinte dólares falso porque existen los billetes de
veinte dólares reales. Sin embargo, nunca vas a ver un billete de
tres dólares falso, porque no existe un billete de tres dólares
real. Esto quiere decir que, para que haya mentira tiene que
haber una verdad, sino la mentira no tendría en qué sostenerse.
La mentira es un artificio que te dice que algo es verdad, cuando
en realidad no lo es. Por eso, para que algo falso funcione debe
tener cierto parecido con la realidad.
De ahí que hay tantas cosas que ocurren, y la gente cree que
son ciertas, pero son mentiras. Viven engañados al no conocer la
verdad, porque aquel que conoce la verdad no puede recibir la
mentira. No obstante, aquel que no conoce la verdad es
vulnerable a cualquier clase de mentira. Por eso debemos tener
conocimiento de la Palabra de Dios.
CAPÍTULO 2
¿POR QUÉ
NECESITAMOS
sanidad
INTERIOR?
Jesús vino al mundo a sanar corazones quebrantados. Él
muestra Su poder cuando nuestros corazones están hechos
pedazos. Así que puedes estar seguro que tu corazón sanará y
será fortalecido. En lugar de permanecer tranquilos o
lamentándonos de lo malo que nos sucedió, corramos a Dios. Él
nos ofrece sanidad interior al vendar y sanar nuestros
corazones, tal como lo promete en Su palabra.
«Él sana a los quebrantados de corazón, y venda sus
heridas» (Salmo 147:3).
Muchos son los creyentes que nacen de nuevo, son hijos de
Dios, y el Espíritu Santo vive en ellos. Sin embargo, esas
personas creen que apenas reciben a Cristo automáticamente
reciben también la sanidad interior, y esto no siempre es así,
aunque a veces ocurre. Hay personas que han venido al altar
enfermas físicamente, y luego de haber aceptado a Jesucristo
como su Señor y Salvador, recibieron su sanidad. No obstante, la
mayoría de ellos al regresar a su asiento continúan sintiendo el
mismo dolor y la misma enfermedad. Esas personas tienen que
empezar a entender que para poder llegar a ser totalmente
sanos, tienen que basar su fe en las promesas de sanidad que
Dios le ha dado.
«Ten misericordia de mí, oh Jehová, porque estoy en
angustia; se han consumido de tristeza mis ojos, mi
alma también y mi cuerpo. Porque mi vida se va
gastando de dolor, y mis años de suspirar; se agotan
mis fuerzas a causa de mi iniquidad, y mis huesos se
han consumido. De todos mis enemigos soy objeto de
oprobio, y de mis vecinos mucho más, y el horror de
mis conocidos; los que me ven fuera huyen de mí. He
sido olvidado de su corazón como un muerto; he
venido a ser como un vaso quebrado».
(Salmo 31:9-12)
Tenemos que darnos cuenta que hay áreas de angustia,
tristeza y quebrantamiento, de dolores, pesares, inseguridades y
penas interiores. Todos en un momento específico podemos
pasar por etapas de quebrantamiento del corazón, de un
profundo dolor interior por algo que nos sucedió en un
momento dado, que nos destruye o devasta. No tiene que
tratarse de algo que haya ocurrido en la vida adulta. Puede ser
un suceso que ocurrió en la niñez y que ha causado un trauma, el
cual ha estado allí por años. Por eso seguimos atados al pasado,
a las heridas recibidas, y nos dejamos dominar por los
sentimientos de rechazo. Arrastramos maldiciones
generacionales que con urgencia necesitan recibir sanidad
interior.
Todo lo que afectó a una persona en el pasado, tiene vigencia
en el presente. Sin embargo, aquellos que claman a Dios
buscando que Él sane sus dolencias del alma, y ponga el gozo y la
paz de Jesús en sus corazones, pueden tener la seguridad de que
Él los librará de su angustia. Ir en busca de Dios como nuestro
sanador y libertador debe ser nuestro único camino.
Al igual que la sanidad exterior, la sanidad interior se obtiene
a través de la fe, en base a las promesas que Dios nos da. Es
cierto que los problemas existen, y no podemos tapar el sol con
un dedo. De modo que tenemos que ser sanados a través de la fe,
solucionando los problemas más profundos que a veces nadie
conoce. Debemos liberarnos de los recuerdos malos, dañinos o
negativos que producen traumas en el presente. No podemos
esperar que el tiempo borre las heridas, porque eso no sucederá.
Solo la sanidad interior, por medio de la Palabra de Dios y la
unción del Espíritu Santo, nos hará libres. Jesús es el único que
tiene poder para sanar esas heridas y Él puede hacerlo.
«[Jesús fue ungido para] ordenar que a los afligidos
[...] se les dé gloria en lugar de ceniza, óleo de gozo en
lugar de luto, manto de alegría en lugar del espíritu
angustiado» (Isaías 61:3).
Cuando nos referimos a la sanidad interior no estamos
hablando de sanar el espíritu del ser humano, sino que hacemos
alusión a la sanidad que ocurre en el alma. La persona que no
conoce la diferencia entre ambos jamás comprenderá a
cabalidad la Biblia. La verdadera sanidad interior toma lugar en
el alma, porque es en ella donde se alojan las heridas, dolores,
penas y tristezas. En cambio, el espíritu permanece intacto, y no
puede ser herido; tampoco puede ser sanado, sino que se
regenera. Antes estábamos vivos físicamente, pero muertos sin
Cristo (separados de Dios), pero al recibir a Cristo entró la luz,
llegó la vida, y el espíritu fue vivificado. Todos necesitamos el
espíritu de vida que hay en Cristo Jesús (Romanos 8:2, 10, 11).
Hoy Cristo ha entrado a tu corazón y está en tu espíritu.
«El Señor hace justicia, y juicios a favor de todos los
oprimidos» (Salmo 103:6, LBLA).
Tenemos un alma que está compuesta de nuestras
emociones, intelecto y voluntad. Es en el alma donde se
almacenan las tristezas, las penas, las angustias y los traumas.
Esas son las áreas donde Cristo quiere llegar, a fin de tocarlas y
sanarlas. No basta con olvidar tus aflicciones. Cristo en la cruz ya
pagó para que seas libre. Por eso, cuando recibiste a Jesús,
automáticamente la sanidad te pertenece, y lo que debes hacer
ahora es reclamar lo que es tuyo. Lo mismo sucede en lo físico,
tienes que reclamar esa promesa, y en fe afirmar que fuiste
sanado hace más de dos mil años en la cruz del Calvario. Tienes
que mantenerte profesando y confesando la Palabra de Dios
hasta que la sanidad física se manifieste. No puedes esconder la
basura debajo de la alfombra, porque la casa coge mal olor. Lo
mismo sucede con Dios, es necesario limpiar y acabar con la
basura.
«El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha
ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha
enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a
pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a
poner en libertad a los oprimidos» (Lucas 4:18).
De modo que tenemos que cambiar nuestra mentalidad.
Tenemos que ver también cuáles de Sus promesas han sido
efectivas en nuestra vida y cuáles precisan que esperemos un
tiempo para que sucedan y tomen lugar.
«El ánimo del hombre soportará su enfermedad; mas
¿quién soportará al ánimo angustiado?» (Proverbios
18:14).
Aquí la Palabra está hablando de ánimo y angustia, y estas
son cosas que ocurren en el alma. Nuestro espíritu estaba
muerto; separado de Dios por no tener a Cristo en nuestro
corazón. Después que recibimos a Cristo, cobra vida. Ahora
Cristo vive en nosotros y somos perfectos en el espíritu. El
problema está en la carne y el alma. Los problemas y las
enfermedades físicas se sanan cuando creemos que Cristo llevó
en la cruz todas nuestras enfermedades, y por su llaga hemos
sido sanados (Isaías 53:4-5). ¿Y cómo se sanan las
enfermedades, angustias, problemas, tristezas y dolores
interiores que están impregnados en nuestra alma? De la misma
forma que cuando padecemos una enfermedad física. Creyendo
que Jesucristo es nuestro sanador y que a través de Su gracia,
poder, paz y compasión somos sanos.
Aquello que conocemos como el “corazón quebrantado”, en
realidad se refiere a nuestra alma que está herida. Es en esa área
donde los creyentes enfrentan la mayoría de problemas. Puede
ser que hayas tenido malas experiencias cuando eras niño o
niña, y estas heridas aún se mantienen sin sanar. Por ejemplo, lo
que tu madre o tu padre te hacían; lo que presenciaste entre tu
madre y otro hombre; si fuiste violado(a) por tu padre, tío,
abuelo o primo; si te amarraban o te ponían de rodillas sobre
piedras; si fuiste víctima de torturas o te quemaban con
cigarrillos; o si te rechazaban y te hacían a un lado. Todo eso
produjo traumas, problemas, y quebrantó tu corazón, y ahora
éste necesita con urgencia ser sanado. Esas heridas no atendidas
se propagan rápidamente como un cáncer por tu alma, y te
llevan a vivir en amargura total, mientras tú te mantienes sin
saber por qué te suceden las cosas que te suceden.
Hay quienes dicen, «Es mi carácter», tratando de esconder su
realidad. Sin embargo, la verdad es que se trata de una raíz de
amargura profundamente metida en tu alma. Es por eso que
cuando tocan ciertas áreas de tu vida, vuelven a cobrar vida esas
experiencias traumáticas que no has perdonado. Entonces
reaccionas como un perfecto desconocido, dándote cuenta (tú y
quienes te rodean) que en realidad no eres así. Resulta necesario
tratar esto de la misma forma como se trata un cáncer,
atendiendo directamente los puntos de dolor en las zonas del
alma y combatiendo las «células degeneradas» por esa
experiencia.
El poder de Dios, Su palabra y el perdón, harán que
recuperes la felicidad en todas las áreas que afectaron tu vida en
el pasado. Ahora que te has dado cuenta que eso te impide
funcionar como Dios te está pidiendo, podrás poner los
correctivos necesarios. ¡Podrás vivir en completa libertad,
porque conocerás la verdad y ésta te hará libre! Esa libertad te
permitirá fluir en Dios, y que Su propósito para ti tome lugar en
estos tiempos. Asimismo, la sangre derramada en la cruz te
limpiará de todo pecado. Dios, por medio de la sangre de Cristo,
hoy te ve limpio, perdonado y en paz con Él.
La sanidad tiene que manifestarse, y no puedes hacerla a un
lado como si no fuera necesaria. Algunos cristianos niegan la
realidad de la enfermedad. Nosotros no la negamos, sino que
decimos que la Palabra de Dios es más real que la enfermedad,
por lo tanto, vence a la misma. Este es un punto de realización.
Cuando yo digo que “no estoy enfermo”, lo que estoy haciendo es
no aceptar la enfermedad. Aunque esté sufriendo algunos
síntomas, tengo la absoluta certeza de que ésa no es la verdad. El
diablo ha puesto esa mentira en mi cuerpo, y como es mentira, y
no proviene de Dios, yo no la acepto. Esto no quiere decir que no
tenga el problema. La cuestión es que me la han endilgado y no
es mía. Es una mentira y no la recibo. No se trata de negar la
realidad, sino de aceptar que hay una realidad mayor, y esta
realidad sobrepasa la realidad inferior.
Cuando existe un área que presenta un cuadro clínico,
producto de problemas anteriores, por ahí Satanás se cuela. Te
induce a ignorar o negar tales problemas, como si no existieran,
cuando en realidad deberías pararte firme en la Palabra y
apropiarte de las promesas de Dios. Entonces, debido a la
influencia satánica, esos problemas hacen que te alteres y caigas
en depresión; incluso te quieren llevar al suicidio y otras
tragedias. ¿Mi consejo? No escuches voces faltas de fe, que traen
a tu mente experiencias de otras personas: «De eso murió mi tía
y no duró mucho con una enfermedad parecida a tus síntomas»
o «Vas a tener que vivir con eso». Por el contrario, recuerda que
Cristo murió por todas tus enfermedades en la cruz del Calvario,
y las heridas hechas por los latigazos que recibió llevaban el
nombre de tu enfermedad, física o emocional. ¡Y por Su llaga
fuimos sanados! Así que sé libre de tu enfermedad, sé libre de tu
dolor oculto.
En muchas ocasiones el cristiano necesita liberación. ¿Y
puede un cristiano ser liberado de un demonio? Sí. ¿Y por qué
estaba poseído? No, un cristiano no puede estar poseído bajo
ninguna circunstancia. El término “posesión” aplica solamente al
área espiritual. Y si Cristo vive en tu corazón, no puedes ser
poseído, ya que resulta imposible que Dios pueda compartir el
mismo espacio con el diablo. Es improbable que donde habita la
luz, puedan haber sombras y oscuridad al mismo tiempo y en el
mismo lugar. Es absurdo que la luz y las tinieblas puedan
convivir.
Sin embargo, estamos hablando de la influencia que el diablo
puede ejercer sobre el alma, la cual se llama opresión, no
posesión. El diablo ejerce presión, oprimiendo a la persona ya
sea en sus emociones, su mente o cualquier otra área que él
escoge. En muchas ocasiones estas personas necesitan ser
liberadas, pues al llegar a un determinado nivel dentro del
cristianismo caen en situaciones de depresión constante. Esto se
debe a que aún tienen esas heridas del alma en carne viva. Como
no se han parado firmes en la Palabra de Dios, no han
proyectado su fe en las promesas divinas y la sanidad que Cristo
puede obrar en ellos, de modo que continúan con los mismos
problemas. Entonces el diablo juega con eso, y las lleva a tal
punto de depresión que hasta anhelan morirse. Nada las hace
reír. Tampoco nada sale de sus labios que emane amor o gozo.
Van a la iglesia, se gozan, cantan, danzan y se sienten bien
porque se esconden en el Señor, pero cuando salen, el enemigo
las está esperando para darles latigazos.
Es posible amar a Cristo con todo el corazón y ganar el cielo,
pero mantener heridas interiores por cosas pasadas que no se
han puesto en las manos del Señor. De este modo el diablo
continúa escarbando en esa llaga hasta el punto de intentar
llevar a la persona a la locura. Tal vez tú puedas identificarte con
esto.
CAPÍTULO 3
NUESTRO
libertador
Tenemos que llegar a la convicción total de que Cristo Jesús es el
libertador de todas las áreas de nuestra vida. Cristo es quien nos
limpia. A través de la fe en lo que Dios ha hablado, podemos
recibir nuestra sanidad interior. Esto ocurre del mismo modo
como recibimos la sanidad física, ya que en el fondo son lo
mismo. Son heridas, enfermedades, tragedias y angustias, y Dios
es más que suficiente para sanar todo en todos. Él sana nuestra
alma igual que sana nuestro cuerpo. ¡Él es Jehová, mi Sanador!
Por eso, debemos tener cuidado de no caer en el mismo error
en el que muchos han caído por años. Como lo expresé al
principio, muchas veces la terminología de la sanidad interior se
ha visto conectada al ocultismo. Ciertamente creo que hay una
sanidad interior falsa y una sanidad interior verdadera. De
hecho, la Biblia no habla de sanidad interior, pero sí hace
referencia a problemas internos. Esto ha llevado a conectar la
sanidad interior con la sicología y la siquiatría. Estas ramas del
saber humano, en muchos casos hipnotizan a los pacientes, y
hacen que entren en una búsqueda interior en su vida. Hay
quienes dicen ser transportados hasta el momento en que se
encontraban en el vientre de su madre. A otros les dicen que su
mamá los rechazó y los quiso abortar, y que por esa razón
nacieron llenos de odio. Eso no solo puede ser erróneo, sino
sumamente peligroso.
Sí existe una verdadera sanidad interior en Cristo. El Señor
puede tocarte, y al recibir Su toque sanador casi
inmediatamente derribarás el muro de culpabilidad que habías
experimentado por años. Si queremos esconder el problema,
éste seguirá ahí, oculto pero presente. Y el diablo aprovechará
esa situación para acabar con tu existencia, ya que te odia.
El diablo es nuestro adversario. Tenemos que saber que él es
nuestro enemigo y que persigue un solo fin: destruirnos. Sin
embargo, Dios lo puso bajo nuestros pies, así que vamos a
pisarle la cabeza. Dice la Escritura que mayor es el que está en
nosotros que el que está en el mundo (Juan 4:4). Sabemos cuál
es su misión. No obstante, aunque esté listo para destruirnos, y
eso sea lo que esté intentando hacer en tu vida hoy, no es para
que tiembles de temor. La misión tuya es parecida a la de él: él
estará en tu contra y tú en contra de él.
«Por cuanto no se acordó de hacer misericordia, y
persiguió al hombre afligido y menesteroso, al
quebrantado de corazón, para darle muerte» (Salmo
109:16).
Dios nunca miente, y Él dice que tenemos mayor poder que
Satanás. Aquellos que le tienen miedo al diablo son víctimas del
maligno, quien les inyecta temor. La mayoría de la gente le teme
por ignorancia, pero tú no tienes que tenerle miedo. Todo lo
contrario, él es quien tiene que temerte. La Biblia nos manda a
“resistirlo”. Así que enfréntalo con autoridad, y él huirá de ti. No
hay cosa peor para Satanás que le recuerden cuál será su final.
Recuérdale que se va a quemar por los siglos de los siglos en el
lago de fuego y azufre. Recuérdale quién era y a dónde va,
porque para él no hay regreso. Encáralo y oponle resistencia.
Si el enemigo ha logrado quebrantar tu corazón con el
propósito de darte muerte, ya sea espiritual (alejándote de Dios)
o física (por medio de una enfermedad), o está tratando de
destruir tus relaciones con tus seres queridos, hoy es el día de
sanar por completo. No puedes mantener una herida interior ni
caminar con quebrantamiento de corazón, y pensar que vas a
ser feliz. Aunque seas cristiano, aunque conozcas la Palabra,
aunque vayas a la iglesia, aunque hagas lo que hagas, si no
buscas sanarte hoy, el diablo estará ganando terreno en
diferentes áreas de tu vida. Si te mantienes con un corazón
quebrantado, si hay heridas en ti, jamás serás feliz. El diablo te
estará acechando, persiguiéndote sin misericordia, con el fin de
herirte y destruirte.
«El ladrón no viene sino para hurtar y matar y
destruir; yo he venido para que tengan vida, y para
que la tengan en abundancia» (Juan 10:10).
No es momento de decir: «Mi dolor yo me lo guardo». ¿Por
qué está quebrantado tu corazón? Quizá te sucedió algo malo, y
la ignorancia o negatividad que ya actúa en tu vida te llevó a
quedarte atrapado en ese círculo vicioso. Lamentablemente no
eres el único al que le ocurre eso. Con frecuencia, el diablo nos
trata de engañar, haciéndonos ver que hay placer en el
sufrimiento, trayendo a nuestra memoria angustias y malos
recuerdos. Ese es un plan satánico que, finalmente, te quiere
destruir. Hoy tenemos que sacudirnos del negativismo, y en vez
de hacer cosas que nos duelan y nos hieran más, debemos actuar
de manera positiva a fin de superar el dolor.
La Biblia nos enseña que recibir a Cristo no es únicamente
para ir al cielo; esa es apenas una parte de nuestra bendición. La
salvación también incluye un nuevo sistema de vida. Por tanto,
tenemos que apropiarnos de ese conocimiento si queremos
recibir el fruto del Señor aquí en la tierra. Como está escrito, el
diablo vino a robar, matar y destruir; sin embargo Jesús vino a
darnos vida en abundancia (Juan 10:10), y también fue enviado
a sanar a los quebrantados de corazón (Lucas 4:18).
CAPÍTULO 4
¿CÓMO PUEDE EL
QUEBRANTADO DE
corazón
ABRIRLE LA PUERTA
A SATANÁS?
Hay varias cosas que le dan permiso al diablo para entrar en la
vida de una persona.
Primeramente, cualquier persona que peca y no se arrepiente
le abre la puerta a Satanás. Quien recibe a Jesús como su Señor y
Salvador, queda limpio por medio de la sangre de Cristo.
Sabemos que no hemos alcanzado la perfección, pero seguimos
imitando a nuestro modelo, que es Jesús, y por ese camino
avanzamos. Sin embargo, cometemos errores, fallamos y
pecamos. Todos en algún momento caemos, pero la misericordia
de Dios nos vuelve a levantar para seguir la senda de la luz. ¿Y
cómo nos levanta? Cuando nos arrepentimos. Sin
arrepentimiento, Satanás nos destruye rápidamente.
Otra forma como Satanás entra en tu vida es usando tu
lengua.
«La muerte y la vida están en poder de la lengua, y
el que la ama comerá de sus frutos» (Proverbios
18:21).
En otras palabras, lo que hablamos puede ser para vida o
para muerte. Lo que dices y afirmas tiene suma importancia
para tu vida. Quienes siempre hablan de enfermedad, dolor y
muerte, hablan condenación sobre sus vidas. Cuando
sembramos lo mismo una y otra vez, establecemos un patrón de
conducta que va más allá y convierte esas palabras en realidad.
Lo creas o no tu lengua dirige toda tu vida y te gobierna,
porque no la puedes domar. Nuestras palabras nos delatan y nos
condicionan a vivir la clase de vida que confesamos. El pecado le
abre las puertas a Satanás, pero la boca también, ya que si
hablamos negativamente le permitimos traer a nuestra vida
todo lo que estamos afirmando y creyendo. Sin embargo,
aquellos que hablan de prosperidad, de salud, de gozo, de amor
y aquellos que hablan de vida, eso es lo que tendrán a su
alrededor.
¿Qué tiene que ver esto con el corazón quebrantado y la
sanidad interior? Nuestra lengua tiene mucho que ver con
nuestro corazón quebrantado.
«¡Generación de víboras! ¿Cómo podéis hablar lo
bueno, siendo malos? Porque de la abundancia del
corazón habla la boca» (Mateo 12:34).
Jesucristo en este versículo se está dirigiendo a gente mala.
Sin embargo, no se está dirigiendo a asesinos, ni le está
hablando de criminales, tampoco está amonestando a gente que
no conoce a Dios. La enseñanza aquí es que si tienes un corazón
herido, en él habrá angustia, dolor, pena, y de esa abundancia
vas a hablar. Así que tenemos un grave problema, porque a
causa de las heridas que tienes, tarde o temprano va a brotar
todo lo que cargas: la negatividad, el dolor, la angustia, el rencor
y el odio que albergas en ti. Cristo dijo que eso va a salir de tu
boca y Él no miente.
De modo que te aconsejo que comiences a hablar la Palabra
de Dios, memorices textos bíblicos y llenes tu corazón con
mensajes de vida. Una vez que tu corazón esté lleno de la
Palabra de Dios, será como un banco lleno de recursos. Sí,
recursos para cuando venga cualquier prueba o dificultad. Sin
importar lo que suceda —ya que tu corazón está lleno de
palabras de vida— eso es lo que saldrá de él. En el mundo
espiritual se establecerá lo que estás declarando. Aplicarás las
promesas de Dios a la situación que enfrentas, porque de la
abundancia del corazón hablará tu boca. Te sorprenderás al ver
cómo las cosas van cambiando y se tornan a tu favor. Hablarás
palabras de vida y no de muerte.
Entendamos esto claramente. Si vas a hablar cosas negativas,
eso traerá muerte. Si hablas lo nocivo que ha echado raíces en tu
corazón, estarás declarando muerte. Y si hablas muerte, el
diablo se aprovechará de eso. Es imposible seguir escondiendo
lo que está en nuestro corazón, ya sea enfermedad, tragedia,
angustia o división. No podemos hablar palabras de muerte,
porque nuestras heridas se desarrollarán cada vez más. Por el
contrario, esas heridas tienen que ser sanadas. Mientras más
tiempo se queden, sus frutos empezarán a salir por nuestros
labios, de una manera u otra. Empezaremos a hablar muerte
para nosotros mismos, y ésta a la larga se hará realidad. Por el
contrario, cuando hablas palabras positivas, el poder de Dios
que tiene vida en sí mismo se mueve y llega la salud, la
prosperidad, el gozo y el amor.
Hay cristianos que están abatidos o sumidos en estado
depresivo agudo. Esto se debe a que esas heridas internas han
empezado a brotar. La mayoría de problemas mentales tienen
profundas raíces espirituales, por eso, todo el que se suicida
primero cae en estado depresivo. Ante tales circunstancias, la
única solución es permitir que Jesús señoree en nuestra vida. Él
fue ungido para predicar las buenas nuevas, para sanar a los
quebrantados de corazón y traer libertad a los cautivos de
Satanás.
CAPÍTULO 5
UN
corazón
QUEBRANTADO
Las Escrituras declaran: «A causa de los profetas mi corazón
está quebrantado dentro de mí, todos mis huesos tiemblan»
(Jeremías 23:9). La enseñanza de este versículo se puede dividir
en tres partes importantes.
Primera parte: Hay algo que ha llevado a la persona a la
condición en que está. ¿Qué es? Las palabras de los profetas, de
mi mamá cuando yo era pequeño, de mi tío, de mi abuela, de mis
amiguitos en la escuela... Seguramente encontrarás tu propia
razón, que te ha llevado a la condición en que te encuentras en
este momento.
Segunda parte: El corazón está quebrantado. En otras
palabras, lo que sucedió y las experiencias que viví desde mi
niñez, con familiares y amigos, han quebrantado mi corazón.
Hay heridas en mí, que son frutos del dolor, la angustia, el temor,
el odio y la envidia.
Tercera parte: Existen síntomas exteriores que se
manifiestan debido al quebrantamiento del corazón. Todos mis
huesos tiemblan. Tengo un nerviosismo con el que no puedo
estar ni vivir. La mayoría de personas que se encuentran
recluidas en instituciones mentales, han tenido problemas
nerviosos que luego han alcanzado un nivel en el que ya no
pueden ser controlados. Esto se debe a que hay heridas
interiores que nunca han sido sanadas, las cuales hacen que las
personas experimenten todos esos síntomas, y estén fuera de
control, sin que haya medicamento que las curen.
Resulta necesario sanar esas heridas interiores, y solo Cristo
puede hacerlo. Todo lo demás es temporal. Esas personas se
encuentran agotadas por sus problemas, están fatigadas por sus
heridas y ya no pueden más. Llega el momento en que sin darse
cuenta entran en un estado depresivo, caen en una situación de
desesperación, y el diablo se aprovecha de ellas a mayor nivel.
Y no solamente las instituciones mentales se encuentran
llenas de personas con heridas interiores, las cárceles también lo
están. Escuchamos en las noticias acerca de personas a las que le
dio un ataque de nervios, hasta el punto de no poder controlarse
y empezar a gritar en medio de la calle, o salir corriendo sin
ropa. Algunas no le hacen daño a nadie, pero vemos que a otras
les da por matar, robar y hacer daño. Todo esto ocurre por la
misma razón: las heridas interiores.
Es muy duro para un niño cuando su padre deja el hogar,
sobre todo si tiene entre siete y nueve años de edad, que es
cuando necesita a su padre constantemente a su lado. El padre
se ha ido y no llega a la hora de dormir. El hecho de darle un
beso a la mamá sin que el padre esté presente es bastante fuerte,
pues crea heridas internas. La mamá llora y el niño nada puede
hacer, aunque ame a su madre, porque también ama a su papá. Y
si la madre en su dolor habla mal del padre del niño, esto lo
afecta aun más. Se producen heridas internas y el corazón se
quebranta, de modo que cuando ese niño va creciendo, hay una
exteriorización de lo que siente, y más todavía si el papá le fue
infiel a la mamá.
Este niño puede crecer odiando, violando y hasta matando a
mujeres, y todo por culpa de un corazón quebrantado. Los
resultados son terribles. Sin embargo existe una salida: Cristo
puede sanar esas heridas internas y hacernos libres. Evita que
tus generaciones futuras paguen por tus errores y pecados, así
como tú hoy estás pagando por lo que hicieron tus generaciones
pasadas. Es hora de permitirle a Cristo entrar a nuestro corazón,
cambiarnos y sanarnos. Es hora de reconocer que no podemos
seguir ocultando esta situación. Por eso, tenemos que poner
estas cosas en las manos del Señor.
Igual que una vez creíste que el Señor sanaría tu cuerpo,
tienes que creer que Él sanará tu alma y con un toque te
restaurará. Hay sanidad en Cristo para ti. El Señor quiere tocar
tu alma y quiere rehacer tu corazón. Quiere poner piezas nuevas
y darte un corazón nuevo. Permítele hacer ese cambio en tu
vida, pues solo Él puede darte felicidad y alegría.
«El corazón alegre constituye buen remedio; mas el
espíritu triste seca los huesos» (Proverbios 17:22).
Cristo te da un corazón alegre y remedia tus situaciones.
Aquellas personas que siempre las ves riéndose y con gozo,
están recibiendo la medicina que Cristo nos ofrece. Cuando
conoces a una persona persistente, emprendedora y que
resuelve, dices: «Esa persona tiene tremendo espíritu». Eso
significa que siempre tiene buena actitud y buen ánimo. Cuando
la Biblia habla acerca de un «espíritu triste» o un «espíritu
herido» está haciendo referencia a una actitud o ánimo, y se
trata de una figura retórica.
Del mismo modo, al hablar del corazón quebrantado, no se
quiere dar a entender que el corazón está hecho pedazos dentro
del cuerpo y aun así bombea sangre. Utilizamos la alusión al
corazón como una figura retórica, pues realmente estamos
hablando del alma, las emociones, la mente y la voluntad. Si
recibiste a Cristo como Señor y Salvador, Él ya vive en tu espíritu
y ahí no puede haber tristeza, ahí no puede haber heridas. La
actitud triste pertenece al área del alma, y la misma te seca por
dentro.
«El ánimo del hombre soportará su enfermedad; mas
¿quién soportará al ánimo angustiado?» (Proverbios
18:14).
Si tu ánimo está angustiado, eso te llevará a una gran
desgracia que debes resolver. ¿Y cómo la resuelves? Con la mano
de Jesús, con Sus llagas producto del sufrimiento y el dolor que
soportó por ti. Esa mano es la que tiene que actuar y buscar en
qué momento fuiste herido para que te vaya sanando a través de
las promesas del Señor. Si tienes un cáncer, estás buscando
sanidad, y esa sanidad te la da el Señor, porque la misma se basa
en lo que sucedió en la cruz hace más de dos mil años. No
obstante, la sanidad está tomando lugar en tu cuerpo porque
estás creyendo en la Palabra. No importa si el cáncer comenzó
hace seis años o hace cinco días, lo tienes, y tienes que desear
ser sano. No importa si la experiencia dolorosa ocurrió dentro
de la barriga de tu mamá, cuando eras pequeño o ya de viejo, la
cuestión es que estás herido y necesitas sanidad interior al igual
que sanidad física.
Volvamos nuevamente al Salmo del que hablamos al
comienzo, a fin de ver varias características de las personas cuyo
corazón está quebrantado.
«Ten misericordia de mí, oh Jehová, porque estoy en
angustia; se han consumido de tristeza mis ojos, mi
alma también y mi cuerpo. Porque mi vida se va
gastando de dolor, y mis años de suspirar; se agotan
mis fuerzas a causa de mi iniquidad, y mis huesos se
han consumido. De todos mis enemigos soy objeto de
oprobio, y de mis vecinos mucho más, y el horror de
mis conocidos; los que me ven fuera huyen de mí. He
sido olvidado de su corazón como un muerto; he
venido a ser como un vaso quebrado» (Salmo 31:9-12).
«Estoy en angustia». Se refiere a que hay señales, sin duda
alguna, de que usted necesita un toque del Señor en su vida.
«Porque mi vida se va gastando de dolor, y mis años de
suspirar». La gente que anda sumida en la angustia, la depresión
y el quebrantamiento tiene un vacío en su corazón, aunque
tenga a Cristo, porque hay tristeza y dolor.
Nos han enseñado que cuando recibimos a Cristo ya somos
totalmente libres, y no hay que proyectar nuestra fe ni buscar
versículos bíblicos que la apoyen. Debido a eso hemos levantado
defensas y muros. Lo hacemos con el fin de esconder nuestros
verdaderos sentimientos. Por esa razón no hay quien llegue a ti,
porque has establecido conductas y actitudes que la gente nota,
y sabe que algo raro te está pasando. Y es cierto; hay cosas raras
en tu alma, como dolores, traumas y tragedias antiguas, pero has
levantado murallas de modo que ni el mismo Cristo ha podido
llegar ahí, y es Su mano la que sana. Por eso tenemos que
derribar esas defensas y permitir que Jesús entre, toque y
cambie nuestro interior.
«Se agotan mis fuerzas a causa de mi iniquidad, y mis huesos
se han consumido». La gente que está quebrantada de corazón
se fatiga. No llega a la meta, no logra nada y se rinde rápido. Sus
fuerzas se van exterminando y en todo lo que hacen, ya sea en el
ámbito espiritual o físico, comienzan y luego se fatigan y
deprimen. Los médicos podrían diagnosticarlos con fatiga
crónica. Sin embargo, el único que los puede sacar de su agonía
es aquel que derramó Su sangre en la cruz del Calvario. Si usted
es cristiano Dios lo puede hacer, de lo contrario, Él no lo puede
sanar ni cambiar, porque esas promesas se cumplen solamente
en aquellos en cuyo corazón Cristo vive.
«De todos mis enemigos soy objeto de oprobio, y de mis
vecinos mucho más, y el horror de mis conocidos; los que me
ven fuera huyen de mí». Hay personas que cuando llegan a algún
lugar, las que ya están ahí quieren irse. Muestran una cara de
tragedia que al mirarlas todo el mundo huye. Ese tipo de
personas solo habla de enfermedad. La mayoría de ellas están
quebrantadas de corazón, están afligidas por problemas físicos y
su presencia resulta negativa. Es notorio que poseen heridas
completamente abiertas y vivas, atraen cosas malas a su
alrededor y también a su propio cuerpo. Y la gente no quiere
eso, sino que busca algo mejor, ya que han encontrado a un
Cristo que promete librarlos, de modo que no desea oír hablar
de tragedias. Si éste es tu caso, ten en cuenta que las personas
quieren escuchar cómo saliste de tus problemas, que le ofrezcas
tu testimonio. Si no haces esto, huirán de ti.
Cristo resuelve tu tragedia, Cristo resuelve tu problema. Eso
es lo que Él hace. Si tienes alguno de estos síntomas, tienes que
ponerte en las manos del Señor y decirle: «Padre, yo he nacido
de nuevo, yo he recibido tu Espíritu en mí, he recibido sanidad
física, pero he estado escondiendo cosas en mi alma, las cuales
ahora confieso para que tu mano santa me toque y suplas toda
necesidad en mi vida».
«Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió
nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado,
por herido de Dios y abatido» (Isaías 53:4).
En realidad, el término hebreo que se traduce como «sufrió
nuestros dolores» se refiere a aquellos de las áreas interiores,
como penas, tristezas, ansiedades, heridas emocionales,
angustias mentales y sufrimientos. Cristo cargó sobre sí todas
estas cosas, muriendo en la cruz por tus pecados al igual que por
tu enfermedad. Si hasta ahora podías creer en Él para la sanidad
de tu problema del hígado, los ojos, la vesícula, la espalda, la
rodilla y el pie, también es bueno que sepas que tu alma puede
ser tocada por Él a fin de recibir sanidad total y completa.
CAPÍTULO 6
EL HOGAR, EL
primer blanco
DE NUESTRAS
MALDICIONES
primer blanco
primer blanco
¿
Qué significa maldecir? Maldecir es decir mal, hablar mal de
alguien o de nosotros mismos. Tenemos que tener mucho
cuidado en cuanto a lo que decimos de nuestros hijos o
cónyuges, sobre todo si son cosas que no los edifican. Pues,
aunque el hogar es el lugar en el que se originan las mayores
bendiciones, también es donde comienzan las peores
maldiciones, y nuestra familia más cercana es el primer blanco
de ellas. La maldición es una enfermedad espiritual. Todo lo
malo que nos acontece en la vida, o que se repite sin que
podamos controlarlo, constituye una maldición que debemos
romper.
«Así también la lengua es un miembro pequeño, pero
se jacta de grandes cosas. He aquí, ¡cuán grande
bosque enciende un pequeño fuego!» (Santiago 3:5).
Existen diferentes formas de clasificar las maldiciones:
• Maldiciones por el pecado: Pecado
de los padres, maldiciones de la ley, maldiciones por
contactos con
hechicería y espiritismo.
• Maldiciones por palabras: Palabras
de otros sobre uno mismo u otras
personas.
• Maldiciones por desobediencia y
desorden: Desórdenes familiares.
Sin embargo, me gustaría enfatizar dos clases de maldiciones
en particular:
Primero, las maldiciones que imponemos a los demás. En el
libro de Génesis vemos que Jacob estuvo catorce años
trabajando para Labán, el padre de su esposa. Jacob estaba
cansado, pues su suegro abusaba de él, y lo usó para
enriquecerse durante el tiempo que trabajó bajo sus órdenes. De
modo que Jacob se escapó sin decirle a Labán que se iba con su
esposa, nietos e hijos. Solo se fue.
Génesis 31:31-32 narra que cuando Labán encontró a Jacob
quien había huido, él le respondió: «“La verdad es que me entró
mucho miedo, porque pensé que podrías quitarme a tus hijas
por la fuerza. Pero si encuentras tus dioses en poder de alguno
de los que están aquí, tal persona no quedará con vida. Pongo a
nuestros parientes como testigos: busca lo que sea tuyo, y
llévatelo”. Lo que Jacob no sabía era que Raquel se había robado
los ídolos de Labán» (NVI).
Aquí vemos que sin querer Jacob maldijo a Raquel, su esposa,
que fue quien robó los ídolos. Como él no sabía que su esposa
era quien lo hizo, maldijo al ladrón e involuntariamente maldijo
a quien amaba. Lanzó una maldición sobre la persona que robó
los ídolos, sin saber que estaba maldiciendo a Raquel. Si
continuamos leyendo el capítulo, podremos ver que Raquel
murió no mucho tiempo después, cuando estaba dando a luz a su
hijo Benjamín.
Mayormente lanzamos maldiciones sin darnos cuenta.
Muchas veces hacemos esto cuando sentimos ira o estamos
molestos. Proferimos insultos, ofensas, cosas hirientes, palabras
cargadas de odio, dolor y amargura. Lo hacemos sin darnos
cuenta que lo que sale de nuestra boca son maldiciones que
podrían afectar el resto de nuestras vidas. Si no nos
arrepentimos y cancelamos toda palabra de condenación que
hemos pronunciado, la maldición nos alcanzará.
«Como el gorrión en su vagar, y como la golondrina en
su vuelo. Así la maldición nunca vendrá sin causa»
(Proverbios 26:2).
Muchas veces le decimos a nuestros hijos frases como: «Eres
un torpe... un idiota... un estúpido», «¡Tú no vas a ser nada en la
vida!», «¡No sé para qué naciste!», «Vas a ser igual que tu padre...
terminarás en la cárcel como él», «¡Eres un bueno para nada!» o
«¡Eres un inútil!». Tal vez en incontables ocasiones has
comparado a uno de tus hijos con otro chico o con otro hermano,
y le has dicho: «Eres un bruto, mira tu hermano qué inteligente
resultó. ¡Él sí es inteligente! Tú no vas a llegar a ser nada».
¿Cuántas veces has dicho eso? ¿Sabes lo que has hecho?
Maldecirlo.
¿Qué ocurre cuando pronuncias cualquiera de esas palabras?
Satanás, literalmente, toma cada una de ellas y asigna demonios
para que se encarguen de ejecutarlas. Eso es lo que sucede.
Lentamente la maldición comenzará a actuar en la vida de tu
hijo, pero con seguridad él o ella avanzarán hacia el destino que
tú mismo les impusiste. ¿Por qué ocurre eso? Porque Dios te dio
autoridad y poder para crear por medio de lo que hablas.
«La muerte y la vida están en poder de la lengua, y el
que la ama comerá de sus frutos» (Proverbios 18:21).
Dios nos hizo seres espirituales, por eso somos la imagen y
semejanza de Dios (Génesis 1:26). Él hizo, creó y formó todo con
el poder creativo de Sus palabras. Del mismo modo, nosotros
tenemos poder por medio de las cosas que decimos. En nuestras
palabras hay poder y autoridad. Si no tenemos conciencia de la
autoridad y el poder que tienen nuestras palabras, podemos
destruir la vida de las personas que amamos.
Por eso, el propósito de ir a la iglesia es aprender, recibir la
Palabra de Dios y ser confrontado, de modo que puedas vencer
todo problema, situación y obstáculo. No puedes esconder las
cosas, tienes que ser confrontado para conquistar esa área que
no te deja avanzar y, por el contrario, te trae problemas.
Segundo, las maldiciones autoimpuestas. Estas son
maldiciones que lanzamos sobre nosotros mismos, ya sea de
forma conciente o inconsciente. Vayamos a la Escritura para
ejemplificar esto. En Génesis 27:6-13, vemos lo que le ocurrió a
Rebeca, la madre de Jacob.
Ella le dijo a su hijo Jacob:
—Según acabo de escuchar, tu padre le ha pedido a tu
hermano Esaú que cace un animal y se lo traiga para hacerle un
guiso como a él le gusta. También le ha prometido que antes de
morirse lo va a bendecir, poniendo al Señor como testigo. Ahora
bien, hijo mío, escúchame bien, y haz lo que yo te mando. Ve al
rebaño y tráeme de allí dos de los mejores cabritos, para que yo
le prepare a tu padre un guiso como a él le gusta. Tú se lo
llevarás para que se lo coma, y así él te dará su bendición antes
de morirse.
Pero Jacob le dijo a su madre:
—Hay un problema: mi hermano Esaú es muy velludo, y yo
soy lampiño. Si mi padre me toca, se dará cuenta que quiero
engañarlo, y esto hará que me maldiga en vez de bendecirme.
—Hijo mío, ¡que esa maldición caiga sobre mí! —le contestó
su madre—. Tan sólo haz lo que te pido, y ve a buscarme esos
cabritos.
Este es un caso de maldición autoimpuesta, pues ella estaba
conciente de lo que dijo. Muchas veces preferimos que algo malo
nos ocurra a nosotros en vez de que vaya sobre nuestros hijos,
pero eso no debe de ser así. Dios tiene el poder de librarnos de
toda situación difícil o mala sin que lleguemos al extremo de
autoimponernos maldiciones.
Es bueno aclarar que Rebeca no pudo disfrutar lo que hizo
por ese hijo. Jacob tuvo que salir huyendo, ya que su hermano lo
quería matar. Tal cosa nos indica que Rebeca pagó las
consecuencias de esa automaldición. Sufrió la lejanía y la
enemistad de sus hijos hasta morir, y nunca más pudo estar con
ninguno de ellos.
Permíteme ponerte otro ejemplo, y este es un caso que
ocurrió en mi propia familia.
Recuerdo a mi tío Sam quien era un jugador empedernido.
Como buen árabe, jugaba a todo. Él vivía en Texas, pues mi papá
no lo quería en Puerto Rico, ya que había muchos casinos. Mi tío
era muy hábil para los negocios, así que trabajaba, ganaba un
dineral, y luego viajaba a Las Vegas y lo perdía todo. Volvía otra
vez, hacía dinero trabajando tres años, y se iba para Atlantic City
y lo gastaba todo.
Desde niña escuché a mi tío Sam decir que iba a morir en una
mesa de juego. Afirmaba: «Cuando me llegue la hora, quiero
morir jugando». Y te contaré que así fue. Estaba jugando póquer
y en la mesa de juego le dio un ataque al corazón y allí mismo
quedó muerto. ¿Pura casualidad? No, no lo creas. Es increíble el
poder que tiene lo que declaramos con nuestra boca.
Las maldiciones generacionales de los juegos de azar
operaron desde mi bisabuelo, allá en el Líbano, trasmitiéndose a
mi abuelo, hasta llegar a mi tío, el jugador de quien les acabo de
contar.
También recuerdo que mi mamá siempre decía: «Yo doy diez
años de mi vida para que a ninguno de mis hijos le pase nada.
Cualquier cosa que venga sobre ellos, que el Señor me quite diez
años de mi vida si eso hace que ellos no sufran». El resultado: mi
mamá murió antes de tiempo.
Cuando conocí al Señor, pude comprender el poder que
tenían las maldiciones que ella había echado sobre sí misma.
Entiendo que mi mamá no debía haber muerto a una edad
temprana, pero ella siempre se mantuvo auto maldiciéndose de
manera inconsciente. ¡Qué tristeza!
Debemos ser muy cuidadosos con lo que decimos acerca de
nosotros mismos. Todo lo que establezcamos sobre nuestra vida
sucederá. Todo lo que hablemos lo recibiremos. Y todo lo que
anunciamos lo veremos acontecer. Nosotros recibimos la
cosecha de nuestras palabras, así que debemos ser más hábiles
en cuanto a la manera de hablar, porque el ciclo de vida es
activado por las palabras que hablamos.
«Cada uno se llena con lo que dice y se sacia con lo
que habla» (Proverbios 18:20, NVI).
Piensa y considera cómo eso que siempre pronunciaste
sobre ti mismo se hizo realidad. Observa cómo se ha cumplido lo
que has profetizado sobre ti. Si declaras: «Nunca me va a
alcanzar el sueldo», así será. Si afirmas: «Nunca me voy a curar
de esa enfermedad», así será. Decir nunca es establecer un
tiempo indefinido. Si aseguras: «Voy a volverme loco», así será.
Si indicas: «Ninguno de mis hijos me ama», así será. Y si te
lamentas diciendo: «Nunca saldré de deudas», también será así.
Como cristianos, debemos pronunciarnos en contra de las
cosas con las que no estamos de acuerdo. Sigamos el ejemplo de
Jesús, que fue exitoso en su vida porque solo hablaba lo que Su
Padre le decía:
«Porque yo no he hablado por mi propia cuenta; el
Padre que me envió, él me dio mandamiento de lo que
he de decir, y de lo que he de hablar. Y sé que su
mandamiento es vida eterna. Así pues, lo que yo
hablo, lo hablo como el Padre me lo ha dicho» (Juan
12:49-50).
CAPÍTULO 7
¿CÓMO
romper
LAS
MALDICIONES?
Una «maldición» puede ser provocada y estar asociada a una
ligadura del alma. Sin embargo, es posible romper con estas
maldiciones, y a continuación te mostraré los tres pasos básicos:
PRIMER PASO: Las rompemos por medio de la oración, con
un arrepentimiento sincero y un cambio de actitud en nuestra
vida. Dios quiere y puede dejar sin efecto toda palabra de
maldición, muerte, ruina o enfermedad que hayas establecido
sobre ti mismo, tu cónyuge, tus hijos o tu prójimo.
«En su angustia, clamaron al Señor, y él los libró de su
aflicción» (Salmo 107:6, NVI).
«Los sacó de las sombras tenebrosas y rompió en
pedazos sus cadenas» (Salmo 107:14, NVI).
«Yo, Señor, soy tu siervo; soy siervo tuyo, tu hijo fiel;
¡tu has roto mis cadenas! Te ofreceré un sacrificio de
gratitud e invocaré, Señor, tu nombre» (Salmo 116:16,
17 NVI).
SEGUNDO PASO: Las rompemos al ponernos la armadura de
Dios, como dice el libro de Efesios. Con ella enfrentamos al
enemigo cuando quiera venir y traernos condenación.
«Por lo demás, fortaleceos en el Señor y en el poder de
su fuerza. Revestíos con toda la armadura de Dios
para que podáis estar firmes contra las insidias del
diablo. Porque nuestra lucha no es contra sangre y
carne, sino contra principados, contra potestades,
contra los poderes de este mundo de tinieblas, contra
las huestes espirituales de maldad en las regiones
celestiales. Por tanto, tomad toda la armadura de
Dios, para que podáis resistir en el día malo, y
habiéndolo hecho todo, estar firmes. Estad, pues,
firmes, ceñida vuestra cintura con la verdad,
revestidos con la coraza de la justicia, y calzados los
pies con el apresto del evangelio de la paz; en todo,
tomando el escudo de la fe con el que podréis apagar
todos los dardos encendidos del maligno. Tomad
también el yelmo de la salvación, y la espada del
Espíritu que es la palabra de Dios. Con toda oración y
súplica orad en todo tiempo en el Espíritu, y así, velad
con toda perseverancia y súplica por todos los
santos» (Efesios 6:10-18, LBLA).
TERCER PASO: Las rompemos al cancelar las maldiciones
impuestas. Permíteme contarte que mi padre era libanés
(musulmán) y mi madre era española, de las Islas Canarias. Mis
abuelos llevaron a mi papá para Cuba cuando él tenía como
nueve años. Mi papá se enamoró de mi mamá, que era católica.
No hay palabras para expresar lo que mi mamá vivió y todo lo
que le hizo la familia de mi papá. Hubo mucho racismo y fueron
muchas las maldiciones que mi abuela pronunció en contra de
mi mamá.
En el momento que salimos de Cuba hacia Puerto Rico, yo
tenía como siete años y mi hermana apenas alcanzaba un año de
edad. Una vez que llegamos, mi mamá adquirió una enfermedad
y estuvo dos meses en el hospital. A consecuencia de esa
enfermedad le encontraron un tumor en el cerebro, y tuvieron
que operarla para extirpárselo. Ella demoró alrededor de dos
años en restablecerse por completo y volver a tener una vida
normal.
El Señor trajo a mi corazón que lo acontecido a mi madre se
debió a las maldiciones que mi abuela lanzó sobre mi madre por
el hecho de no ser musulmana. Mamá sufrió muchos rechazos, y
mi papá se tuvo que enfrentar a mi abuelo, pero especialmente a
mi abuela, quien era muy fuerte de carácter. Una vez que
salimos de Cuba la relación fue más fácil, pues mi mamá ya no
estaba bajo el yugo de mi abuela.
Cuando mi mamá estaba embarazada de mí, mi abuela
comenzó a maldecir su vientre, o sea, a mí. Asumió la actitud de
lanzar maldiciones horribles en el idioma español, el cual apenas
hablaba, ya que más se comunicaba en árabe o en francés. Ella
casi no sabía español, pero aprendió a maldecir en ese idioma.
En lo que a mí respecta, desde pequeña comencé a hablar árabe,
porque eso era lo que ellos hablaban.
En el momento que reconocí lo que habían hecho, y ya
conociendo al Señor, comencé a cortar toda maldición y a
cancelar toda palabra que mi abuela había pronunciado sobre
mi mamá y sobre mí, de modo que todo eso quedó revocado. Sin
embargo, tuve que confrontar tales blasfemias, porque la
bendición viaja, al igual que viaja la maldición. Si no te paras
firme y cortas esa maldición, pasará de una generación a otra.
Quizá en tu familia han ocurrido suicidios que vienen desde
atrás: se suicidó el tatarabuelo, el bisabuelo, el abuelo, el tío o el
primo, y algunos miembros de la familia tienen pensamientos
suicidas. Tienes que cortar con eso. Necesitas confrontar algunas
cosas para poder conquistar otras, rompiendo también toda
atadura del alma que no te deja avanzar.
CAPÍTULO 8
LAS
ATADURAS DEL
alma
¿
Qué es una atadura? Una atadura es una ligadura, unión, lazo,
enlace o traba. Aun siendo cristianos podemos tener en nuestra
alma cosas que desagradan a Dios. Y podemos estar atados,
aunque hayamos conocido a Jesús como Salvador personal y
seamos Sus hijos, pues hemos dejado circunstancias sin
resolver, y así hemos creado ataduras del alma.
«En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del
viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos
engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra
mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios
en la justicia y santidad de la verdad» (Efesios 4:22-
24).
Hay sucesos, circunstancias, conductas, pactos y personas
que mantienen atada nuestra alma, y no nos permiten avanzar
en nuestra nueva vida en Cristo. Quizá esto ocurre por algo que
hace tiempo ya no practicamos. Sin embargo, aunque hicimos a
un lado esas experiencias, debido a la conexión que en el pasado
tuvimos con ellas, aún se mantienen latentes en nuestras vidas.
Por eso no podemos ver la luz, a pesar de los pasos que damos, y
en nuestro interior sabemos que no tenemos total libertad. Por
esa causa Dios tiene que hacer ajustes en nosotros, para poder
darnos lo que nos tiene reservado. Él necesita que cuando nos
dé esa bendición, podamos correr con ella con libertad, y no nos
quedemos paralizados a causa de nuestro pasado, porque éste
nos ata y apaga nuestra fe. No obstante, Dios ha prometido
bendecirnos hasta que sobreabunde, por eso sé que grandes
cosas vienen para ti.
«Hagan todo esto estando conscientes del tiempo en
que vivimos. Ya es hora de que despierten del sueño,
pues nuestra salvación está ahora más cerca que
cuando inicialmente creímos. La noche está muy
avanzada y ya se acerca el día. Por eso, dejemos a un
lado las obras de la oscuridad y pongámonos la
armadura de la luz» (Romanos 13:11-12, NVI).
No toda ligadura es mala. Hay ligaduras santas que Dios
bendice, y hay ligaduras que no son santas, y por el contrario
traen maldición. En ellas no hay avance ni desarrollo, ya que
aquello que coarta tu libertad te anula, amarra e inutiliza en
algunas áreas o por completo.
Cuando hablamos de ataduras del alma, nos estamos
refiriendo a ligaduras que envuelven las emociones y el
intelecto. Esas ligaduras mentales y emocionales evitan que tu
voluntad pueda tomar decisiones para llevarte a otros niveles.
Todo comienza en el plano espiritual, cuando obedecemos o
desobedecemos a Dios, y vamos más allá de lo que Él quiere que
hagamos. Eso afecta tres áreas importantes de la toma de
decisiones: el alma, nuestras emociones y nuestro intelecto.
Hay ataduras que hacen que las personas se llenen de
complejos, porque mentalmente se ven inferiores a lo que son,
mientras otras que se creen superiores a todos. Hay ataduras
mentales y ataduras emocionales, las cuales hacen que las
personas constantemente estén sumidas en depresiones y se
vuelvan hipersensibles.
«Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual
que está entre vosotros, que no tenga más alto
concepto de sí que el que debe tener, sino que piense
de sí con cordura, conforme a la medida de fe que
Dios repartió a cada uno [...] No seas vencido de lo
malo, sino vence con el bien el mal» (Romanos 12:3,
21).
Las ligaduras del alma adquieren importancia porque es el
alma quien las controla. La Biblia dice que el espíritu y la carne
están en constante batalla. Gálatas 5:17 afirma: «Porque el deseo
de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la
carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que
quisiereis».
Mientras más conocimiento de la Palabra de Dios tengas y
mientras más logres romper las ataduras del pasado, más el
Espíritu de Dios podrá controlar tu vida. El alma, en realidad, es
quien toma la decisión final. Así que, si tu alma está atada, como
cristiano tu espíritu está vivo y vas al cielo, pero en la tierra no
puedes avanzar. Aquellas áreas que están ligadas, amarradas o
atadas no te dejarán prosperar.
Antes que recibieras a Cristo, la carne te dominaba y el alma
no hacía más que complacer todo lo que la carne te pedía. Y si
algunas de las cosas que hacías sin haber recibido a Cristo no
resultaron peores, fue por la misericordia de Dios. En casos
como esos el alma es la que gobierna y controla, porque cuando
el espíritu está separado de Dios se encuentra muerto, ya que
Dios es vida. Cuando la carne domina, el alma se inclina a
complacer los deseos de la carne. Sin embargo, una vez que
recibimos a Cristo, el espíritu se aviva y la Palabra de Dios se
vivifica en nosotros. Por eso la Escritura afirma que hay una
batalla continua entre el espíritu y la carne. Y el alma observa
atenta a ver quién gana.
«No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo
lo que el hombre sembrare, eso también segará.
Porque el que siembra para su carne, de la carne
segará corrupción; mas el que siembra para el
Espíritu, del Espíritu segará vida eterna» (Gálatas 6:7-
8).
Hay ligaduras del alma que son santas, como la del
matrimonio. La Escritura declara: «Por tanto, dejará el hombre a
su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola
carne» (Génesis 2:24).
Dios tuvo la intención de que esa ligadura del alma fuera un
vínculo santo. Como vemos, no siempre las ligaduras del alma
son malas. Dios establece ligaduras en algunos momentos de
nuestra vida, y lo que Dios une el hombre no puede separarlo.
Sin embargo, sí tenemos que desligarnos de todo aquello a lo
que nos hemos atado por nuestra propia cuenta, sin que sea la
voluntad de Dios, porque eso trae malas consecuencias.
El matrimonio es una ligadura santa, porque la Palabra de
Dios establece que una pareja de casados se convierte en un solo
ser. Esto significa que sus cuerpos, almas y espíritus se ligan por
un principio divino y por el pacto que han hecho entre ellos
delante de Dios. Y Él bendice esa ligadura porque trae unidad. Lo
importante es con quién te unes, y que lo hagas de acuerdo a la
voluntad de Dios.
También pueden establecerse ligaduras santas en relaciones
cercanas como la hermandad. Hay amistades acerca de las
cuales la gente se expresa así: «Quiero a esta persona más que a
mí mismo». Hay individuos que tienen una amistad tan grande,
que están conectados entre sí más que con sus propios
hermanos de sangre. Lo vemos en niños que jugaban pelota
cuando pequeños, fueron a la escuela juntos, continuaron siendo
amigos y han pasado por tempestades, reído y llorado juntos.
Hay relaciones que son bendecidas por Dios y el alma se liga de
esa manera.
En la Escritura vemos cómo David y Jonatán ligaron sus
almas. El aprecio que se tenían estos dos hombres era tan
grande, que llegaron a hacer un pacto o un compromiso de
lealtad. Este ejemplo sirve para confirmarnos que sí puede
producirse una ligadura del alma entre dos personas.
«Aconteció que cuando él hubo acabado de hablar con
Saúl, el alma de Jonatán quedó ligada con la de David,
y lo amó Jonatán como a sí mismo. Y Saúl le tomó
aquel día, y no le dejó volver a casa de su padre» (1
Samuel 18:1-3).
Hay ligaduras de hermandad en relaciones cercanas que son
buenas, pues se basan en el amor, la fidelidad y la lealtad. Sin
embargo, también hay relaciones cercanas en las cuales Dios no
tiene la intención de que se establezca una ligadura del alma y
están fuera de Su voluntad. Un ejemplo muy común en nuestros
días son los muchachos que se involucran en pandillas, que ligan
su alma, viven en la calle, pero son capaces de morir el uno por
el otro. La proyección de ellos es la ganga o las pandillas,
estableciendo pactos de venganza con respecto a otros, ya sea
para luchar por los territorios que dominan o por cualquier otro
asunto personal. En esas ligaduras Dios no está, ni su mano está
presente.
Resulta difícil que alguien pueda soltarse por sí solo de las
ligaduras con las que el diablo lo ata. Esas cuerdas atan su alma
hasta que la persona comprende que Dios tiene un camino de
libertad. Toda atadura acarrea malas consecuencias. Comienzan
a imponer cargas sobre la vida de esa persona, que le
obstaculizan que pueda avanzar, que pueda fluir, que pueda
llegar a cumplir su propósito y completar lo que Dios tiene para
él o ella. Hoy, Dios quiere romper las ligaduras que te impiden
avanzar.
«Rompamos sus ligaduras, y echemos de nosotros sus
cuerdas» (Salmo 2:3).
Existen varios síntomas que evidencian que hay una atadura.
Si has tenido dificultades en completar o alcanzar algo, y tienes
problemas porque te ves bloqueado, tienes que empezar a ver si
hay algo espiritual que ha amarrado tu alma, te ha enlazado y no
te deja mover hacia adelante. Hay ligaduras del alma que
incluyen compromisos y obligaciones. En otras palabras, existen
pactos y promesas que hemos establecido con nuestra boca, que
nos atan. Es importante que entendamos que estamos sufriendo
los síntomas de una atadura que resulta negativa para nuestra
nueva vida en Cristo. Esta nos hace caer, pero luego nos
arrepentimos, buscamos el perdón del Señor y nos levantamos.
Sin embargo, al poco tiempo nuevamente caemos, como si se
tratara de un nuevo ciclo, o como si tropezáramos con la misma
piedra.
«Cuando alguno hiciere voto a Jehová, o hiciere
juramento ligando su alma con obligación, no
quebrantará su palabra; hará conforme a todo lo que
salió de su boca» (Números 30:2).
Hay mucho poder en nuestra boca. La Biblia dice en
Proverbios 18:31que, «La muerte y la vida están en poder de la
lengua, y el que la ama comerá de sus frutos». Esto significa que,
con tus palabras puedes herir y maldecir, y con esos mismos
labios puedes alabar a Dios. Lo creas o no, tu lengua está
dirigiendo toda tu vida. Por eso existe una conexión en muchas
de las cosas aquí expuestas. El pacto que tú haces con tus
palabras es importante, pues te puede traer maldición o
bendición.
«Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca,
sino la que sea buena para la necesaria edificación, a
fin de dar gracia a los oyentes» (Efesios 4:29).
Cuando vayas a hablar, cuida bien tus palabras. Tu lengua
puede emplearse para corrupción o para edificación, para decir
cosas malas o para decir cosas buenas que agraden a Dios. Usa la
tuya para bendecir a Dios y edificar a los demás.
Hay personas que no pueden amar a nadie, porque en un
momento específico hablaron cosas que las amarraron. Por
ejemplo, una mujer puede haber dicho, «Tú serás el único
hombre de mi vida, no le perteneceré jamás a nadie, solo a ti».
Entonces cuando ese hombre muere y pasa el tiempo, ella se da
cuenta que no puede encontrar otro esposo, porque hubo un
pacto que no ha sido roto. Pasan cinco años y quisiera tener un
compañero, pero ese pacto existe todavía. Está correcto que lo
haya dicho cuando estaba con él, pero si la relación terminó
irremediablemente, ella tiene que romper también ese pacto, de
lo contrario no podrá avanzar. El pacto está vigente, aunque la
otra persona ya no esté.
Por eso vemos que hay muchas mujeres solas en el mundo,
que están buscando una pareja y no la encuentran. La razón es
que tienen una ligadura del alma con alguien. Si en algún
momento llegaran a encontrar a otra persona, enfrentarían
situaciones horribles, debido a este pacto. Lo que te estoy
diciendo es que hay poder en tu boca, y que tus palabras tienen
poder. Por medio de ellas establecemos pactos que nos atan y
que se cumplen.
«El que guarda su boca y su lengua, su alma guarda
de angustias» (Proverbios 21:23).
Esas son algunas de las angustias que puede producir un
pacto. A veces tú quisieras que ya no existiera más, pero aún se
mantiene vigente. Sin embargo, la solución está en tus manos:
simplemente tienes que deshacerlo y acabar con él.
CAPÍTULO 9
ligaduras
EN LAS
FINANZAS
Otra área de nuestras vidas donde puede haber ligaduras es en
las finanzas. Una ligadura frecuente proviene de la manera cómo
conseguiste el dinero. Por ejemplo, si vendiste drogas y el dinero
que tienes ahora fue obtenido por ese medio, aunque ya no sigas
en el negocio y te hayas arrepentido, tienes que romper esa
ligadura. La droga es un arma satánica que destruye, no solo a
nuestra juventud, sino a toda la sociedad, ya que aleja de Dios el
corazón del ser humano. Si vendiste drogas o eras un mensajero,
te entregaste al enemigo, de modo que el dinero que tienes es
dinero mal habido. Esa ligadura, tarde o temprano te llevará a la
ruina y ésta será traspasada a tus hijos. ¿En qué anduviste
envuelto? ¿Invertiste dinero y te involucraste en algo que sabías
que era ilícito y podía causar daño? Si es así, tu negocio se
desmoronará, aunque ahora mismo seas multimillonario, pues
sabías lo que estabas haciendo y que Dios no bendecía tu
proceder.
Esto es importante saberlo porque en la actualidad, cuando
uno pronuncia una palabra no se le da valor. Sin embargo, en los
tiempos antiguos la palabra que se decía verbalmente era
equivalente a un contrato firmado. Y el diablo ha mantenido eso
a fin de acusarnos y tomar derecho legal sobre los
pronunciamientos de nuestra boca.
En el ámbito de la mafia es frecuente ver que algunas
personas hacen pactos a través de una palabra, y la
consecuencia es que matan a cualquiera que no cumple o
deshonra su palabra. Dios quiere que seas íntegro en tu palabra.
Que tu sí sea sí, y que tu no sea no, como indica la Biblia en
Mateo 5:37. ¿Por qué Dios insiste en que esto sea así? Porque
hay leyes divinas que activan consecuencias cuando no se
cumplen las promesas, y de acuerdo a estas leyes, cuando
hablaste estableciste un compromiso. La obligación es mayor
cuando le das tu palabra a Dios. ¿Por qué te hago saber esto?
Porque tal vez la ligadura a la que estás amarrado hoy, es el
resultado de haberle hecho alguna promesa a Dios años atrás, y
no le has cumplido. Permaneces amarrado por medio del
compromiso, y eso hay que deshacerlo. ¿Y cómo se deshace esa
ligadura? Cumpliendo lo prometido. Tu integridad hace que el
lazo que te había mantenido atado, se rompa de una vez y para
siempre.
El libro de Proverbios 10:19 dice: «El que mucho habla,
mucho yerra; el que es sabio refrena su lengua» (NVI). Por tanto,
habla menos, escucha más, y antes de hablar piensa bien lo que
vas a decir, sobre todo si piensas establecer un compromiso con
Dios, o prometerle algo. Esto es porque hay una ligadura que
viene con la obligación, y toda ligadura del alma trae
consecuencias cuando no se deshace; excepto las que Dios
mismo impone, como las ligaduras que se establecen en el
matrimonio. Dios no quiere que esas ligaduras se rompan, pero
sí desea que destruyas cualquier otro tipo de atadura que te
mantiene esclavizado. Él quiere que la quebrantes y cumplas lo
que has prometido. De lo contrario, permanecerás atado y
tendrás que experimentar las consecuencias.
«Cuando a Dios haces promesa, no tardes en
cumplirla; porque él no se complace en los insensatos.
Cumple lo que prometes. Mejor es que no prometas, y
no que prometas y no cumplas» (Eclesiastés 5:4-5).
Dios te ama y sabe que hay leyes y principios que funcionan,
porque Él los creó. Si eres uno de los que siempre prometes y no
cumples, como muchos que dicen: «No te preocupes, que yo voy
a hacer esto» o «Aquí estoy para lo que necesites» o «Daría la
vida por ti», acuérdate que eso trae consecuencias espirituales.
Tienes que pedirle perdón a esa persona y no te puedes
esconder, porque has hecho una promesa y Dios sabe que has
ligado tu alma. Además, toda promesa incumplida produce una
activación en el mundo de las tinieblas, y la ligadura se
mantiene.
Recuerda que, aunque esto es algo espiritual, la ligadura en sí
está arraigada en el alma. Sin embargo, la ligadura que Dios
establece por medio del matrimonio se produce en el espíritu,
alma y cuerpo. Y debes recordar que el alma y el espíritu son dos
cosas diferentes. Como dije anteriormente, somos seres trinos,
así como Dios es trino; conformados por espíritu, alma y cuerpo;
igual que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
«Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y
todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea
guardado irreprensible para la venida de nuestro
Señor Jesucristo» (1 Tesalonicenses 5:23).
Eso quiere decir que tengo un cuerpo, pero yo realmente soy
espíritu, porque he sido hecho a imagen y semejanza de Dios.
Repasemos una vez más Génesis 1:26 cuando Dios dice:
«Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra
semejanza».
La Biblia le llama hombre interior al espíritu. Éste es el que
se comunica con Dios, percibe las cosas que son de Dios y tiene
como propósito agradarle. El espíritu es como un reflejo de la
gracia de Dios que nos da vida y también nos protege. Cuando
decimos que una persona anda en el espíritu, nos referimos a
que anda conforme a la voluntad de Dios, satisfaciendo los
deseos del espíritu y no los de la carne.
«Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los
deseos de la carne».
(Gálatas 5:16)
El alma siempre está unida al espíritu, pero no son lo mismo.
El cuerpo viene a ser una especie de traje espacial que Dios nos
ha dado para poder vivir aquí en la tierra. En realidad, tú eres el
hombre interior que fuiste creado a Su imagen y semejanza. Dios
no es un alma, Él es un espíritu. Quien va al cielo o al infierno
eres tú. Si recibes a Cristo vas al cielo, y si no, vas al infierno.
Digo una vez más, tú tienes un cuerpo físico que Dios te ha dado
para que puedas funcionar en este planeta. Sin embargo, cuando
llegue el tiempo de dejar este mundo, nos quitaremos el «traje
espacial» y nuestro espíritu regresará al lugar donde pertenece.
El alma consta de tres aspectos: la mente, que es el intelecto;
los sentimientos, que son las emociones; y la voluntad, donde
escoges y decides. La voluntad está sujeta a lo que establezcan
las emociones y el intelecto. Hay gente que toma todas sus
decisiones basados en su inteligencia, de la misma forma que
hay otros que cada vez que toman una decisión, son guiados por
las lágrimas. La voluntad hace lo que las emociones dicen, lo que
el intelecto dice, o una combinación de ambas cosas.
De ahí provienen la opresión de las ligaduras de alma, las
consecuencias de las depresiones y las cargas que te doblan bajo
su peso abrumador. El alma cargada encorva el espíritu. Quien
está encorvado no mira hacia arriba, en otras palabras, pierde la
percepción de la visión futura. Un alma cargada no ve el futuro
ni tiene visión positiva, porque futuro y presente le parecen
iguales. La carga la hace caer en depresión y no la deja avanzar.
Las personas así se quejan diciendo: «Doy un paso hacia
adelante y tres hacia atrás». No pueden llegar a un nivel superior
porque las cargas no se lo permiten. Experimentan ataduras del
alma que necesitan romper y soltar. En realidad, es el alma el
que se ata, y tienes que saber que la atadura puede ser mental o
emocional. Claramente, son las emociones y el intelecto las que
llevan a la voluntad a tomar decisiones.
Cuando el espíritu está muerto (separado de Dios), la carne
controla el alma. La carne domina, y al hacerlo el alma es
vencida por todo lo que la carne quiere. Cuando recibimos a
Cristo, hay vida en nuestro espíritu, porque está vivo. Cristo es el
camino, la verdad y la vida (Juan 14:6). La Palabra de Dios se
vivifica en nosotros, por eso las Escrituras enseñan que tiene
lugar una batalla entre el espíritu y la carne. La carne mantiene
una lucha diaria contra nuestro espíritu, mientras el alma está
viendo quién gana.
«Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los
deseos de la carne. Porque el deseo de la carne es
contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne;
y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que
quisiereis» (Gálatas 5:16-17).
Mientras más conocimiento de la Palabra de Dios tengas y
más te desligues de las cosas del pasado, más el espíritu va a
poder controlar tu vida. Como hemos mencionado antes, el alma
es la que en realidad toma la decisión final. Por lo mismo, un
alma que está amarrada, atada o ligada, sin importar que seas
cristiano y vayas al cielo, no puede avanzar aquí en la tierra.
CAPÍTULO 10
LA
integridad
Según el Diccionario de la Real Academia Española, íntegro
significa: «Que no carece de ninguna de sus partes; recto,
intachable». También significa estar sano. La palabra hebrea
para integridad es tom, que también significa estar completo o
ser sólido.
Cuando tu alma ha quedado ligada a un compromiso, no
cumplirlo trae consecuencias; obstaculiza, estorba y bloquea. Sin
embargo, el alma se desliga del compromiso o la obligación en el
momento en que cumples lo que has prometido con tus
palabras, demostrando integridad. En este tiempo Dios está
buscando personas íntegras.
Ser íntegro te diferencia del mundo, pues en el mundo no
abunda la integridad. Recuerda que tú y yo salimos del mundo y
tampoco éramos íntegros. No obstante, Dios afirma que sin
integridad no puedes continuar tu vida de creyente. Aquellos
que solo aparentan ser íntegros son hipócritas. Dios quiere que
su iglesia comprenda que Él le está dando poder para entrar a
niveles de integridad que van a hacernos diferentes a como
éramos antes. Una vez que eres cristiano, precisas llevar una
vida caracterizada por la rectitud y la honradez, porque la
integridad es una de las mayores armas que tienes.
A veces nos engañamos a nosotros mismos diciéndonos que
«estamos bien». Nos presentamos delante de todos como si
estuviéramos en control, cuando en realidad nuestra alma está
en una mala situación. Sufrimos y tenemos deseos de hacer
nuestra voluntad, olvidándonos de seguir el consejo que nos
ofrece la Palabra de Dios.
«Pero sed hacedores de la palabra, y no tan
solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos»
(Santiago 1:22).
«Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a
nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros» (1
Juan 1:8).
Los dones del Espíritu Santo son impactantes en momentos
específicos durante los cuales una persona puede ser sana. El
don de profecía resulta impresionante al darnos a conocer una
palabra poderosa. Sin embargo, la integridad es una cosa
constante; se asemeja a un arma que constantemente está
disparando y deja ver que eres diferente; entonces tu testimonio
habla por ti. Creo que la integridad es una de las armas más
poderosas que tenemos, y debemos agradecerle a Dios que
ahora que somos cristianos Él nos quiere usar si nos
arrepentimos, sin importar lo poco íntegros e hipócritas que
éramos en el pasado.
El espíritu nos redarguye y nos deja ver nuestro «tipo de
integridad» y las áreas de nuestra vida que no están claras. Es tu
verdadera integridad en Dios la que te lleva a cumplir tus
promesas. La integridad te hace enfrentar la verdad y tomar
decisiones correctas, las cuales desligan tu alma del pasado. De
no hacerlo, vendrán consecuencias negativas de las cuales
resulta imperativo deshacerse. Las ligaduras del alma que no
sean desatadas son iguales a las ataduras que frenan tu futuro;
por su puesto, con la excepción del vínculo matrimonial que es
establecido por Dios.
«Y los apacentó conforme a la integridad de su
corazón, los pastoreó con la pericia [habilidad] de sus
manos» (Salmo 78:72).
Existen obstáculos, estorbos y bloqueos. Consideremos por
un momento los significados de estas tres palabras:
• Obstáculo: Cosa que impide pasar o avanzar.
• Estorbo: Dificultad, inconveniente o molestia para ejecutar
algo.
• Bloqueo: Impedimento o paralización del
funcionamiento.
Todas estas cosas pueden estar sucediendo en tu trabajo, tu
familia o en cualquier situación que estés manejando. Enfrentas
dificultades en todo porque hay estorbos, y no sabemos dónde
realmente se encuentran o de dónde provienen. El estorbo en
verdad es una ligadura que tienes en el alma, y que necesita ser
roto. Veamos un ejemplo de un obstáculo que pudieras estar
enfrentando: cada vez que llegas al cierre de un contrato de
negocios, éste se malogra, y dices: «Siempre me pasa lo mismo».
Trabajas con ahínco, y cuando estás a punto de llegar a la meta y
obtener la victoria, algo ocurre. Hay obstáculos y áreas
bloqueadas las cuales no te dejan fluir.
Y todas estas cosas te llevan a otras situaciones, porque una
persona que vive con estorbos, bloqueada y obstaculizada, cada
vez que quiere hacer algo solo consigue que las cargas caigan
sobre ella. Empieza a perder la visión de futuro, se deprime, le
cambia el carácter. Hay hombres que vienen a la iglesia, levantan
las manos y bendicen al Señor, pero ya cuando llegan al
estacionamiento, son unos malhumorados. ¿Cómo es posible que
esto suceda? Van a la iglesia y han recibido con sinceridad a
Cristo en sus corazones. Entonces, ¿qué es lo que pasa? Hay
bloqueos y ciertas situaciones que no los dejan avanzar en la
vida; son obstáculos que llegan al punto de convertirse en
frustraciones. Y un hombre frustrado se siente muy mal, sobre
todo cuando la mujer no es sabia y se queja en todo momento.
Además, al estar frustrado, el hombre se vuelve malhumorado.
La mujer necesita que le ofrezcan seguridad, y la busca en su
esposo. En momentos específicos le gusta sentir la fortaleza del
hombre, y ellos a veces no entienden eso. Existe una parte de
ella que busca la seguridad que brinda la paternidad. ¿Por qué la
Biblia llama al hombre el proveedor de la casa? ¿No es el padre
el proveedor del hogar? Hay diversas funciones y características
del esposo que también son asignaciones de un padre. ¿Y por
qué Dios le atribuye eso de proveedor y de dar seguridad como
si fuera un padre? Porque hay momentos en que la mujer
necesita sentir esa seguridad en él.
Por otro lado, el hombre lo que busca es respeto. ¿Y cómo el
hombre recibe respeto cuando hay dependencia? Cuando el
hombre tiene ataduras del alma y está obstaculizado, atado, sin
poder salir adelante, siente que la mujer no lo respeta. La mujer
tiene que comprender que necesita ayudarlo a triunfar y no
empeorar la situación. Esto solo lo puede resolver el hombre
rompiendo las ataduras de su alma. De esta forma, todo el
consejo que el apóstol Pablo le da a la iglesia en Éfeso le
resultará más fácil de entender y realizar.
«Esposos, amen a sus esposas, así como Cristo amó a
la iglesia y se entregó por ella para hacerla santa. Él
la purificó, lavándola con agua mediante la palabra,
para presentársela a sí mismo como una iglesia
radiante, sin mancha ni arruga ni ninguna otra
imperfección, sino santa e intachable. Así mismo el
esposo debe amar a su esposa como a su propio
cuerpo. El que ama a su esposa se ama a sí mismo,
pues nadie ha odiado jamás a su propio cuerpo; al
contrario, lo alimenta y lo cuida, así como Cristo hace
con la iglesia, porque somos miembros de su cuerpo.
“Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y
se unirá a su esposa, y los dos llegarán a ser un solo
cuerpo”. Esto es un misterio profundo; yo me refiero a
Cristo y a la iglesia. En todo caso, cada uno de ustedes
ame también a su esposa como a sí mismo, y que la
esposa respete a su esposo».
(Efesios 5:25-33, NVI)
Si el esposo se desliga de las ataduras de su pasado y de lo
que realmente le impide desempeñarse correctamente, los
versículos anteriores se cumplirán. Si amas a tu esposa como a ti
mismo, el resultado será que tu esposa también te amará y
respetará. ¡Qué mujer no anhela tener un esposo con tales
características!
Cuando hacemos referencia a todas esas almas atadas y
ligadas, ¿estamos hablando de cristianos? Sí, de cristianos; no de
gente que no ha recibido a Jesús en su corazón. Así que tú
puedes ser cristiano y estar atado. Existen muchos problemas en
el pueblo de Dios y se llevan a cabo muchas consejerías acerca
de problemas sexuales, de carácter, de temperamento, de
finanzas, de enfermedades. La pregunta es: si ya Cristo se llevó
todo eso, ¿por qué seguimos experimentando tantos problemas?
Si Cristo se llevó la enfermedad en la cruz, ¿por qué hay tantos
enfermos y el diablo nos ataca con diferentes enfermedades?
Como estamos en este mundo y el enemigo está aquí abajo,
todavía tenemos que permanecer en contienda con nuestra
propia carne. Cristo nos dio autoridad para que podamos
apropiarnos de lo que Él hizo por nosotros en la cruz del
Calvario. Así que no te dejes confundir; somos atacados, aunque
seamos cristianos. Sin embargo, Cristo ha limpiado con Su
sangre nuestras vidas, dándonos el poder para actuar con
integridad y rectitud, así como la autoridad para romper
ligaduras y establecer lo que Él nos ha dado.
«Habiendo reunido a sus doce discípulos, les dio
poder y autoridad sobre todos los demonios, y para
sanar enfermedades. Y los envió a predicar el reino de
Dios, y a sanar a los enfermos» (Lucas 9:1-2).
CAPÍTULO 11
ligaduras
FAMILIARES
Hay otras ligaduras del alma que son negativas y demoníacas,
cautivan la mente y activan consecuencias dañinas que
enferman el alma. Lo hacen a tal punto, que la persona se
acostumbra tanto a estar atada y ser afectada, que incluso
voluntariamente toma decisiones que no le permiten
desprenderse del problema que le aflige. Todo esto, porque
simplemente no quiere hacerlo. Un ejemplo son las ligaduras
familiares. Hay veces que la persona dice: «Mi hermano no
encuentra trabajo, lo tengo que mantener, pues está divorciado
y tiene dos hijos». Sin embargo, el hombre no trabaja hace
cuatro años y tiene treinta y cinco años de edad; y tú lo sigues
manteniendo, y dices: «Pero qué voy a hacer, es mi hermano».
Actuando así ayudas a desarrollar un «parásito social», mientras
tu vida se deshace debido a que siempre tendrás carencias.
Aunque te resulte difícil de creer, hay gente que se ha
arruinado manteniendo al hermano, a un tío o un primo; o que
se hunde económicamente bajo el peso de mantener hijos o
nietos ya adultos. Ellos experimentan una ligadura del alma, y
nunca son felices. Siempre se mantienen al tanto de cómo están
los otros; si comieron, si pagaron la renta, y luego los ves
haciéndose las mismas preguntas: «¿Por qué? ¿Hasta cuándo,
Señor?». Ese tipo de personas están amarradas a tal nivel, que
aceptan esa ligadura. Afirman que están acostumbradas a vivir
con esa cruz, y es cierto, porque ya se adaptaron.
Existen situaciones emocionales y familiares en las que
alguien sufre constantemente por otra persona. Ciertamente, si
es un familiar cercano, hay sentimientos que no podemos
borrar. Pero una cosa es que te duelan ciertas circunstancias que
enfrenta involuntariamente alguno de ellos, y otra muy diferente
es cuando la persona quiere seguir en ese tipo de vida o de
actitud. Vemos que alguien está sufriendo por su propia
voluntad, y aunque la ves sufrir, observas también que lo está
aceptando. Te puedes decir: «Posiblemente mi hermano está
desviado, pero él ha escogido ese estilo de vida permaneciendo
en sus propias ataduras; sin embargo, no puede amarrarme a
mí».
Si ese es tu caso, no permitas que te arrastre con él. Tu
familiar tiene que ver cómo desata su propia ligadura, y Dios
quiere que asuma responsabilidad por sus actos. Por eso
observamos que la característica principal de uno que sufre de
codependencia, tiene que ver ante todo con la auto
identificación con otros, y con las ligaduras de codependencia.
Las ligaduras familiares son horribles, hacen que se
divorcien miles de personas por la influencia directa del suegro
o la suegra. Ellos intervienen causando conflictos y ligaduras
que no existían en sus hijos antes del matrimonio. Cuando hay
un hijo que es muy «dependiente» de su mamá, resulta
insoportable. La suegra le hace la vida imposible a su nuera.
Debido a la atadura que tiene con su madre, el hijo no le da la
posición correcta a su esposa, y ella entonces lo tiene que soltar,
y buscar la estrategia que le permita romper esa atadura y
ligadura familiar. En este punto, la mujer comprueba que su
esposo está casado con la madre, el padre, el tío y todo el
mundo, y ella es la última en esa larga fila.
Lo correcto es que la madre no se inmiscuya en el
matrimonio. Por eso, es vital identificar cuáles son las ataduras
con el fin de romperlas. Y el hecho de que desaten esas ligaduras
no quiere decir que dejen de amar a sus familiares. En el Salmo
45:10 aparece un consejo al respecto: «Oye, hija, y mira, e inclina
tu oído; olvida tu pueblo, y la casa de tu padre». Esto es lo que
debe suceder cuando comienza un nuevo hogar entre dos seres
fundidos en una sola carne, y que establecen una nueva
sociedad. Por eso, si tales ligaduras clasificadas de nocivas y
enfermizas están dañando tu matrimonio, es hora que tomes
acción y pongas en orden tus prioridades.
«Sácame de la red que han escondido para mí, pues tú
eres mi refugio».
(Salmo 31:4)
Por el contrario, hay otros que llegan a tal punto que se
resignan y dicen: «Con esta cruz voy a vivir toda la vida». Eso
ayuda a que el diablo se sienta como en su casa. Toda la opresión
que experimentabas hasta hoy, y las cargas que soportaste hasta
ahora van a aumentar, porque si hasta este momento has estado
cargado, ahora además vas a ser culpable ante los ojos de Dios.
El enemigo se aprovechará de ti aún más, porque entraste en un
nivel de desobediencia. ¿Por qué? Porque eres pertenencia de
Dios, comprado con la sangre de Cristo, y ya no te perteneces a ti
mismo, aunque se trate de tu vida.
«Porque habéis sido comprados por precio; glorificad,
pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu,
los cuales son de Dios» (1 Corintios 6:20).
Él te quiere ofrecer libertad, pero tú no la quieres aceptar, de
modo que ahora estás en total desobediencia. La gente cree que
desobediencia es hacer lo malo ante los ojos del Señor, pero
desobedecer también es no aceptar las cosas buenas que Dios
tiene para ti. Hacer lo malo es ir contra el corazón de Dios. Hacer
lo malo es no hacer las cosas que te gustan, aun cuando sea por
motivos errados. Dios quiere que las hagas, que te liberes, pero
tú quieres seguir cargando tu cruz. No te gusta tu cruz, pero
crees que has nacido para cargarla, porque el diablo te ha
engañado de esa manera.
Efesios 4:3 dice: «Esfuércense por mantener la unidad del
Espíritu mediante el vínculo de la paz». Las palabras ligadura y
vínculo significan lo mismo, y aquí se hace referencia a un
vínculo de paz. Cada vez que hay un vínculo de paz, la ligadura
proviene de Dios. Si el vínculo o la ligadura no te traen paz, no
son de Dios. Si aquello a lo que está ligada tu alma, lo que te ata,
no te trae paz, tienes un problema serio. Y no estoy hablando de
que se rompa la paz en un momento específico. Tú eres humano
y en algún instante puedes tener una fricción con tu cónyuge,
con un hijo u otra persona, o pueden darse situaciones de
conflicto. Sin embargo, por eso no puedes decir que no hay paz.
Es imposible que siempre haya paz en tu casa, aunque la
mayoría del tiempo la disfrutes. Con todo, tenemos que buscar la
paz en nuestra familia, con nuestros hijos y nuestro cónyuge.
«Bienaventurados los pacificadores, porque ellos
serán llamados hijos de Dios» (Mateo 5:9).
No obstante, hay gente que sin importarle cuánto busquen la
paz, no la encuentran. Esas son ligaduras por las cuales hay que
orar para que se rompan. A veces puede resultar doloroso,
porque es posible que se trate de personas allegadas a nosotros.
Una cosa es honrar a tu padre y tu madre y otra es permitir que
ellos quieran vivir tu vida después que eres adulto, tienes tu
cónyuge y tus propios hijos. La madre tiene que saber dar un
paso atrás, pero tú también tienes que soltarte, porque le estás
haciendo daño a tus hijos con esa ligadura que quieres
mantener. Y si no te liberas, él o ella tendrán que hacerlo, y
entonces va a crearte un dolor mayor.
«El ayuno que he escogido, ¿no es más bien romper
las cadenas de injusticia y desatar las correas del
yugo, poner en libertad a los oprimidos y romper toda
atadura?» (Isaías 58:6).
La impiedad es una ligadura, la opresión es una ligadura,
todo yugo es una ligadura. Es posible que estés en un yugo en el
que no quieres permanecer, o en un trabajo que está
destruyendo tu vida. Por ejemplo, no puedes ser empleada de
una casa y que el esposo de tu patrona esté tratando de meterse
en tu cuarto. Intentas evadirlo porque no quieres perder el
trabajo, pero no puedes vivir así. No puedes trabajar en una
oficina donde el jefe cada vez que pasas te toca. No puedes
aguantarlo. ¡O te respeta o te vas! No temas, Dios te dará un
trabajo mejor. Eso no puede ser. Esas son opresiones y yugos
que Dios no quiere que tú experimentes. Como dice la Escritura:
«Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres» (Juan 8:32).
CAPÍTULO 12
ligaduras
EN EL
ÁREA SEXUAL
Una de las ligaduras del alma más frecuentes, y que activa las
más dolorosas consecuencias, viene a través del sexo cuando se
realiza fuera de la voluntad de Dios. Las ligaduras de origen
sexual, o la impureza sexual, son las más fuertes de todas. Por
eso debemos tener mucho cuidado con los pecados sexuales, y
de ellos debemos tratar de ser libres a como dé lugar. La Biblia
afirma que esto se debe a que cualquier otro pecado está fuera
del cuerpo, pero cuando pecas en el área sexual, cuando te
acuestas con tu novio o novia, cuando eres un hombre o una
mujer casados y cometes adulterio, estás pecando contra tu
propio cuerpo. Y acuérdate que tú eres el templo del Espíritu
Santo. Esto implica desobedecer a Dios y Sus mandamientos.
Debido a eso hay una contaminación espiritual muy grave y una
fragmentación del alma.
«¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del
Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis
de Dios, y que no sois vuestros?» (1 Corintios 6:19).
El pecado sexual atenta contra tu propio cuerpo e implica
directamente la muerte. Aquí se refiere a la muerte espiritual, la
cual significa separación eterna de Dios y condenación. A veces
las consecuencias no las vemos de inmediato, pero yo te aseguro
que si no cortas con eso, muy pronto las verás. El tiempo y los
años te van a demostrar que eso es cierto.
«Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva
de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro».
(Romanos 6:23)
No existe una unión de almas más cercana que la que toma
lugar en la entrega sexual. En ella hay una ligadura inmediata. Y
en esa ligadura también puede haber transferencia de espíritus
malignos. El hecho de acostarte con una mujer que no es tu
esposa, o con un hombre que no es tu esposo, produce una
transferencia de demonios con los que quedas completamente
atado. Lo peor es que se establece una ligadura muy fuerte.
Imagínate cuántos espíritus esa mujer ha podido ir acumulando
durante su vida, y cuando el hombre que se acostó con ella
regresa a su casa, lleva esos espíritus sin él mismo darse cuenta.
Todo esto, sin contar que puede volver lleno de
enfermedades venéreas o hasta contagiado de SIDA, pues
durante el acto sexual ocurre una transferencia física al igual
que una transferencia espiritual. Y eso no solo ocurre al tener
relaciones con una mujer prostituta. Puede suceder con
cualquier mujer, incluso con una muchachita, durante una salida
con los amigos después del trabajo.
«¿No saben que el que se une a una prostituta se hace
un solo cuerpo con ella? Pues la Escritura dice: “Los
dos llegarán a ser un solo cuerpo”».
(1 Corintios 6:16, NVI)
La intención de Dios al crear el placer sexual fue para ser
disfrutado dentro del matrimonio; por eso, éste se consuma por
medio del sexo. Entonces las almas quedan ligadas, y la Escritura
afirma que los esposos se convierten en una sola carne. De modo
que, si tienen relaciones sexuales fuera del matrimonio, ocurre
otra ligadura, la cual trae una contaminación tan grave que
fragmenta el alma. Por eso, si algún hombre se acuesta con una
mujer que no es su esposa, o una mujer con un hombre que no
es su esposo, tienen que romper esas ataduras. Al final de este
libro los guiaré para que sean libres.
Un ejemplo de esto es el de una muchacha que conozco, la
cual cometió adulterio y se arrepintió. Ella tiene que romper esa
ligadura, pero me pregunta si se lo debe decir a su esposo.
Teológicamente, hay divisiones en este tema, porque no debe
haber secretos en el matrimonio. ¿Pero secretos de qué? Dios
mismo asegura que cuando te arrepientes con sinceridad, Él lo
lanza al fondo del mar. Esto quiere decir que ni Él mismo lo
sacará de allá abajo. Y cuando dice al fondo se refiere a lo más
recóndito de las profundidades del mar, para que nadie tenga
que buscarlo; se da por perdido, por olvidado. Yo le dije a esta
joven: «Tú puedes hacer lo que tú quieras, y tal vez hay pastores
que te aconsejen que se lo digas a tu esposo, pero si se lo vas a
contar, mejor es que lo hagas por teléfono, porque cuando sepa
de tu traición podría actuar con violencia». Aunque el hombre
no la agrediera —y es muy posible que pueda reaccionar de esa
manera— esa relación se podría destruir para siempre. Yo creo
que se demuestra ignorancia al confesar este pecado al cónyuge,
porque al hacerlo, en vez de edificar terminas destruyendo. Y
para afirmar esto me baso en el consejo bíblico de que, todo lo
que digamos sea para edificación. Sobre todo, cuando tenemos
que hablar acerca de errores o pecados sobre los cuales nos
hemos arrepentido con sinceridad, y nos hemos apartado de
ellos.
Ahora, de que tienes que romper esa ligadura, por supuesto
que tienes que romperla. No es simplemente arrepentirse
delante de Dios con sinceridad, sino también hacer un acto de
renuncia y romper esa ligadura que te puede mantener en
condenación cada vez que tengas intimidad sexual con tu
cónyuge. De no hacerlo, la persona con la que caíste en pecado
se puede volver un fantasma en tu vida aunque no lo veas más, y
no serás feliz. Sí, tienes que arrepentirte. Sí, te duele haberle
hecho esto a tu cónyuge. Sí, te sientes culpable. Pero todavía
tienes que romper esa ligadura.
Si has cometido adulterio, ya seas hombre o mujer, tienes
que confesárselo a Dios. Sin embargo, tienes que identificar ese
pecado como una ligadura que necesita ser rota, que precisa ser
destruida. Pero existen otros casos: hay mujeres que ahora están
casadas, pero que cuando eran adolescentes o jóvenes, en
momentos específicos tomaron bebidas sin control y se
acostaron con otra muchacha. Vivimos tiempos donde hay una
alta exposición a la inmoralidad sexual en los medios de
comunicación y en los anuncios de televisión, y estos influyen
mucho en ese tipo de conducta. Tenemos que tener cuidado con
estas cosas.
Ya no es tan fácil admitir: «Mi hija se quedó a dormir con su
amiguita y pasaron la noche en la misma cama». Eso antes era
común, que las dos amiguitas se quedaban a dormir en casa de
una de ellas. Ahora es un acto sumamente peligroso, pues
notarás que se quedan viendo televisión hasta la una o las dos
de la madrugada, y sabe Dios lo que ven, o qué película en DVD
ha traído la amiga. Quizá tú, o alguien cercano a ti ha tenido un
fallo temporal de esa índole. Es necesario arrepentirte ante Dios,
pero también necesitas romper esa ligadura del alma.
Lamentablemente, esos casos están sucediendo cada vez más, y
resulta altamente delicado.
Quizá hay hombres que se han acostado con homosexuales
en algún momento específico de su vida. Si uno de ellos eres tú,
tienes que romper esa ligadura para poder avanzar. Debes
renunciar a esas ligaduras para que tu fe no solo rompa tales
vínculos, sino que impida que ellas alcancen a tus hijos y a tus
futuras generaciones.
Argentina fue el primer país latinoamericano que aprobó la
ley que acepta el matrimonio entre homosexuales y lesbianas.
Allí existe una abierta inclinación al liberalismo. De ese modo se
promueve la idea de que acostarse con el novio no es tan malo,
si se compara con tener relaciones homosexuales entre dos
hombres o dos mujeres. Esto lo consideran “diferente”. Sin
embargo, en la Biblia encontramos una advertencia contra esta
tendencia de los últimos días que se ha puesto de manifiesto:
«¡Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo; que
hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz; que ponen lo
amargo por dulce, y lo dulce por amargo!» (Isaías 5:20).
Por otra parte, permíteme decirte que hay cosas que te han
regalado que te pueden atar. Hay regalos que te han hecho con la
doble intención de atarte a alguien. Hay obras satánicas de
brujería y hechicería que se hacen a través de una medalla o una
cadena; peor aún, por medio de un anillo o una argolla de
compromiso, lo cual es todavía más fuerte, pues va a atar tu vida
futura a otra persona. Por eso te recomiendo que, cada vez que
te den algo lo descontamines, pues no sabes con qué intención
fue dado. No sabes si proviene de alguien que te tiene celo o
envidia, y te ha dado eso para atar tus finanzas o frenar tu
desarrollo. Esos regalos casi nunca son baratos, sino que por lo
general son prendas buenas, preferiblemente de oro, para que te
la pongas a menudo, porque mientras más caras sean, más te las
vas a querer poner.
Este es un tipo de ocultismo que quizá no es hechicería.
Simplemente está ligado a los deseos del corazón de la persona
que hace el regalo, aunque quien lo reciba no crea en la
hechicería.
Siempre hay que tener cuidado con respecto a los anillos de
compromiso que las parejas se entregan, especialmente si en
algún momento rompen el compromiso. No falta un familiar que
le dice a la novia, por ejemplo: «¡Pero tú estás loca! Ese hombre
después que estuvo contigo tanto tiempo ahora te dejó, así que
no le devuelvas el anillo. Es un anillo muy lindo». Si ese es tu
caso, devuelve el anillo, sobre todo si tuviste relaciones sexuales
con él. Actualmente, la mayoría de muchachas se acuestan con
los novios, aunque siempre hay una minoría que no lo hace. Sin
embargo, cada vez es más reducido el grupo que se mantiene
firme, y opta por no tener relaciones sexuales antes del
matrimonio. Tristemente, hay un ambiente de liberalismo tan
grande, que hace que esto sea lo más común entre los
muchachos. Así que al devolver el anillo no solo te liberas de esa
atadura, sino que no permites que tu vida futura ni tu felicidad
queden atadas.
«A otros salvad, arrebatándolos del fuego; y de otros
tened misericordia con temor, aborreciendo aun la
ropa contaminada por su carne» (Judas 1:23).
El pacto que estableces con tus palabras es importante. Hay
personas que no pueden amar a nadie porque en un momento
específico hablaron cosas que las amarraron. Como una
muchacha que le dijo a su pareja: «Tú serás el único hombre de
mi vida, no le perteneceré jamás a nadie, solo a ti». No me
malinterpretes. No quiero decir que eso esté mal dicho, porque
en el momento que se pronunció tal frase había una relación
correcta. Así que está bien que ella lo dijera, pero ya el hombre
la dejó o se murió. Ahora pasaron cuatro o cinco años, y ella
quisiera un nuevo compañero, pero ese pacto permanece en el
aire.
«Te has enlazado con las palabras de tu boca, y has
quedado preso en los dichos de tus labios» (Proverbios
6:2).
Es necesario romper pactos como ese, porque, aunque la
persona ya no esté, esa atadura se mantiene vigente. Hay poder
en tu boca, porque tus palabras tienen fuerza y poder. Y las
ligaduras se establecen de esa manera.
«El que guarda su boca y su lengua, su alma guarda
de angustias».
(Proverbios 21:23)
Esas son las angustias que puede producir un pacto que tú
quisieras que no se mantuviera y todavía está presente. Y como
deseas que se deshaga, pues simplemente tienes que acabar con
él.
Las consecuencias del pecado sexual, en cualquiera de sus
formas, son entre otras: pobreza, enfermedad, ruina, traición,
culpa, sufrimiento y muerte. Lo peor es que eso también
alcanzará a tu descendencia. Todas las perversiones que una
persona practicó pasarán también a sus hijos, porque se le
otorgó derecho y autoridad a Satanás. Así que vemos que los
hijos caen en los mismos pecados sexuales que sus padres
cometieron. Se abrió una puerta y por ahí el enemigo entró
legalmente, ya que la propia persona le dio permiso.
Cuando el pecado alcanza a una persona, también puede
alcanzar a sus hijos, haciendo que experimenten situaciones
similares o peores a las que les tocó vivir a ella. La historia se
repite, y es que la maldición de su propio pecado los alcanza,
como dice en la Biblia.
«Pero si se niegan, estarán pecando contra el Señor. Y
pueden estar seguros de que no escaparán de su
pecado».
(Números 32:23, NVI)
Se trata de una maldición que solamente se va a cortar o a
detener cuando abandones tu vida de pecado. Cuando renuncies
a seguir actuando de la misma forma, por el bien de tu
descendencia. Cuando acabes con la práctica del pecado y te
arrepientas de todo corazón.
«Pero te confesé mi pecado, y no te oculté mi maldad.
Me dije: “Voy a confesar mis transgresiones al Señor”,
y tú perdonaste mi maldad y mi pecado».
(Salmo 32:5, NVI)
La psicología ha determinado que cuando un individuo ha
caído en vicios sexuales, nunca dejará de practicarlos. También
asegura que un antiguo parafílico (desvío de índole sexual,
donde se obtiene placer por medio de objetos y actividades
atípicas), siempre tendrá esa tendencia, y ésta nunca
desaparecerá. Sin embargo, yo te digo lo que Dios promete, y Él
puede hacer cosa nueva en tu vida.
«No os acordéis de las cosas pasadas, ni traigáis a
memoria las cosas antiguas. He aquí que yo hago cosa
nueva».
(Isaías 43:18-19)
«Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo
dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el
corazón de piedra, y os daré un corazón de carne».
(Ezequiel 36:26)
Si te arrepientes, confiesas tu pecado y cambias de rumbo, Él
te dará una nueva vida, una nueva oportunidad, y echará tu
pecado al fondo del mar.
«Él volverá a tener misericordia de nosotros;
sepultará nuestras iniquidades, y echará en lo
profundo del mar todos nuestros pecados» (Miqueas
7:19).
Si pones esa área de tu vida en las manos de Dios, Él promete
que tendrá cuidado de ti. Todo es cuestión de creer y obedecer.
Los espíritus inmundos que fueron apropiándose de tu alma
y tu vida, con el pasar de los años en los que no conocías al
Señor, no saldrán en cinco minutos de oración que hagan por ti.
No obstante, si te arrepientes y renuncias a ese tipo de vida, y le
pides al Espíritu Santo que te ayude y te fortalezca en tu
debilidad, verás que con la oración constante algo comienza a
cambiar en ti. Ya no vas a querer hacer las cosas que antes te
gustaban, pero tienes que tomar una decisión, y algunas
personas incluso necesitan cortar con ciertas amistades que las
llevan a pecar y caer.
Tienes que cortar con los lugares que visitabas, que ya sabes
que son propensos a hacerte caer de nuevo. Tienes que
renunciar a la práctica del pecado, tomar una decisión firme y no
caer en el mismo ciclo. Esto es algo que precisas hacer, porque
esos demonios todavía se creen con derecho, y van a querer
influenciar a tu descendencia.
El Espíritu Santo te dará las fuerzas necesarias y suficientes
para que abandones el pecado que te asecha. Tienes que tomar
la decisión de comprometerte con la pureza sexual. El Espíritu
Santo comenzará a trabajar de una manera especial en tu vida.
De modo que cuando tu fuerza y tu voluntad flaqueen, te dará
una fuerza sobrenatural para poder vencer y rechazar el pecado.
Te levantará con las fuerzas del Espíritu y declararás: «¡Basta ya,
en el nombre de Jesús, amén!». Así que es mejor que te pares
firme, porque acuérdate que con tus propias fuerzas no lo vas a
poder lograr.
El Espíritu Santo nos redarguye de todo pecado. Cuando
tienes a Jesús en tu corazón, sabes cuándo haces las cosas bien,
conoces lo que le agrada a Dios y lo que no le agrada. ¿Y tú sabes
por qué te da convicción de pecado? Porque no quiere que
Satanás te destruya a ti ni a los tuyos. Porque quiere que acudas
a Él arrepentido, buscando misericordia. Si permanecemos en Él,
si estamos dispuestos a obedecer, nos revestimos de una
fortaleza espiritual sobrenatural que hará que no nos
desviemos, y comenzará un proceso de restauración sexual total
en nuestra vida.
En este momento quisiera hacer una oración por medio de la
cual haremos un rompimiento total y desligaremos tu alma de
todo aquello que te ha mantenido amarrado. Haz la oración
según lo que se aplique a tu caso, tomándote un tiempo para
buscar exactamente todos los tipos de ligaduras que ahora sabes
que están presentes en tu vida. Debes declararlas inoperantes y
canceladas. Ora así con todo tu corazón:
Padre Santo, vengo a ti en el nombre de Jesús, acudo
confiadamente ante Tu trono de gracia, pidiéndote perdón por
todo acto sexual del pasado. Suplico perdón y pido que me
limpies ahora, en el nombre de Jesús.
Quebranto, destruyo y arranco toda ligadura de mi alma,
cuerpo y espíritu que establecí al tener sexo con cualquier
persona en el pasado, incluyendo mi antiguo cónyuge. En este
momento me declaro libre de todo derecho, libre de todo poder,
libre de toda la influencia que estas uniones ilícitas han tenido
sobre mi vida. Me desligo total y completamente de cada una de
estas personas, me desligo ahora, en cuerpo, alma y espíritu. Ato
y echo fuera todo espíritu inmundo que llegó a mí a través de
esas relaciones sexuales cuando me convertí en un solo ser con
estas personas. Lo echo fuera, en el nombre de Jesús. Quebranto
toda maldición que llegó a mi vida por medio de estas relaciones
sexuales, ato y echo fuera todos los demonios que ministran
estas maldiciones, ellos se van ahora, en el nombre de Jesús.
Padre Santo, solo Tú conoces mi alma y solo Tú sabes dónde
se encuentran los fragmentos de ella. Confío y te pido que
traigas y reúnas de nuevo los fragmentos de mi alma que han
quedado dispersos a causa de mi pecado. Me encomiendo a Ti y
te pido que vuelvas a reintegrar mi alma a su estado original de
pureza sexual. Señor, yo confío en Ti, creo en Ti, te amo y te
obedezco. Te doy gracias porque ya lo has hecho. Amén. ¡Soy
libre!
CAPÍTULO 13
EL PELIGRO DE
vivir
EN YUGO
DESIGUAL
Hay relaciones que son enfermizas y podrían hacerte el blanco
de serios peligros, de modo que la separación sería un acto de
supervivencia. La gente cree que el divorcio ocurre solo a
consecuencia del adulterio; sin embargo, la Biblia da también
otras razones. Por ejemplo, en el caso que fueras una mujer que
se ve maltratada física y emocionalmente. Tú no puedes estar
casada con un hombre que te da golpes y llega borracho todas
las noches porque, aunque Dios tuvo la intención de que esa
ligadura fuera buena, ese hombre está rompiendo el pacto
divino. Tú no eres un trapo, ni tampoco una alfombra de piso, tú
tienes que darte a respetar y poner en alto tu dignidad de mujer.
Ese hombre no ha sido fiel al pacto matrimonial.
También puede darse otro caso: ¿Cómo vas a estar con un
hombre que hace tres años no tiene relaciones sexuales contigo?
¿Qué matrimonio es ese? En ocasiones ocurre que los hombres
muestran un desinterés total en tener sexo con su mujer.
Comprendo que con la edad la falta de hormonas afecta a la
mujer adulta y no hay tanta actividad sexual. Lo mismo sucede
con los hombres en la tercera edad, cuya actividad sexual
también disminuye. Sin embargo, una cosa es que no haya tanta
actividad, y otra que no exista en absoluto, ni que se muestren
afecto en años. Esa ligadura no trae paz. Hay algo raro en esa
situación, y posiblemente el hombre buscará, sin quererlo (y
créeme que el diablo la pondrá en su camino), otra mujer que le
resuelva. Así caerá en la trampa de la infidelidad, o se sumergirá
en la pornografía. Porque el diablo ataca con más fuerza en las
áreas más vulnerables del ser humano.
«Sino que cada uno es tentado, cuando de su propia
concupiscencia es atraído y seducido. Entonces la
concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el
pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la
muerte» (Santiago 1:14-15).
Esa es la forma como trabaja el diablo para robar matar y
destruir. A fin de seducirte, el diablo usará cualquier estrategia
que sabe que te puede hacer caer, usando tus propias armas y
manipulándote por medio de la lógica con que tú funcionas.
Utilizará tu temperamento, los deseos de tu alma y tu forma de
ser como persona.
Las siguientes son solo algunas de las formas como él
intentará manejarte:
• Si eres callado, manso o tímido, buscará la forma de
minimizarte, y que te veas lejos de
lo que la Biblia dice que eres en Cristo Jesús.
• Si eres de espíritu fuerte y firme, como el
de Saulo de Tarso (después conocido como el
apóstol Pablo), te animará a ser agresivo,
y que tomes la justicia en tus manos.
• Si eres un «cristiano» que te encanta lo
mundano, te atraerá usando como imán los
placeres de la carne. De seguro te presentará
tentaciones que doblegarán tu voluntad.
• Aun si eres una persona espiritual y de
oración, la Biblia dice que se te presentará
como ángel de luz. ¡Qué te parece!
En otras palabras, conforme a los frutos del Espíritu en tu
vida, él ve y adapta sus maquinaciones. Todo con el fin de
hacerte caer de nuevo y luego acusarte. De esa manera buscará
tu destrucción espiritual y física con las enfermedades
adquiridas.
«No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues
todo lo que el hombre sembrare, eso también
segará. Porque el que siembra para su carne, de su
carne segará corrupción; mas el
que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará
vida eterna».
(Gálatas 6:7-8)
Tenemos que alcanzar la libertad. Dios no quiere que vivas
en sufrimiento. Dios desea que seas libre. Él venció la muerte
para darte libertad. Resignarte a recibir golpes y a sufrir por
Cristo son malas enseñanzas que te han inculcado. Tú no puedes
sufrir por Cristo, ya Él sufrió por ti. Tal vez creciste creyendo
que como Cristo sufrió, tú necesitas sufrir de igual manera, o
tienes que resignarte a vivir con una enfermedad, o teniendo
que experimentar desgracias. Estás equivocado si hasta hoy
creíste eso. Cristo sufrió por ti y por mí porque somos pecadores
y tuvo que pagar nuestra deuda. Pero nosotros no tenemos que
sufrir por Cristo, porque Él no es pecador. Él tuvo que sufrir
para salvarme, pero yo no tengo que sufrir para salvarlo a Él. Tu
tarea es decirle al mundo lo que Él hizo en la cruz del calvario, y
cómo Él cambió tu vida; no tratar de mejorar lo que Él hizo.
«De otra manera le hubiera sido necesario padecer
muchas veces desde el principio del mundo; pero
ahora, en la consumación de los siglos, se presentó
una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo
para quitar de en medio el pecado».
(Hebreos 9:26)
«Este es el mensaje que hemos oído de él, y os anunciamos:
Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él. Si decimos que
tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y
no practicamos la verdad; pero si andamos en luz, como él está
en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de
Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado. Si decimos que no
tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad
no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y
justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda
maldad. Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él
mentiroso, y su palabra no está en nosotros» (1 Juan 1:5-10).
Hagamos un acto profético para romper toda ligadura. Un
acto profético es una señal que Dios quiere que hagamos en lo
natural, lo que a su vez tiene un efecto que trasciende el mundo
espiritual, y trae resultados en el mundo físico. ¿Por qué sucede?
Porque nuestras palabras tienen un impacto en ambos mundos.
Significa obrar la voluntad de Dios para tu vida futura, en base a
una promesa o revelación del Padre.
En Isaías 55:11 la Palabra de Dios declara: «Así será mi
palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará
lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la
envié». Me gusta también la versión La Biblia de las Américas,
que dice: «Así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a
mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en
aquello para que la envié».
Cuando decimos o hacemos algo que Dios quiere, somos Sus
voceros aquí en la tierra, somos Sus canales. Cuando Él dice que
hagamos algo, eso producirá bendición. Cuando Dios nos indica
que llevemos a cabo un acto profético, tenemos que hacer dos
cosas: primero, necesitamos ser obedientes, y segundo,
precisamos actuar en fe.
A veces Dios te va a pedir que hagas algo que no tiene
sentido para ti, como les sucedió a dos hombres de Dios que
hicieron actos proféticos en la Biblia. El acto profético debe ser
hecho con fe y convicción. Permíteme comentarte acerca de
estos dos ejemplos:
• El primer acto profético se encuentra en
Éxodo 14:21. Aquí vemos lo que hizo Moisés
cuando ex-tendió su mano con la vara sobre
el mar.
«E hizo Jehová que el mar se retirase por recio viento
oriental toda aquella noche; y volvió el mar en seco, y
las aguas quedaron divididas».
El acto profético aquí se da cuando Moisés extiende su mano
con su vara y se abre el Mar Rojo. ¿Por qué él extendió la mano?
Porque Dios le dijo que lo hiciera y Moisés obedeció.
• El segundo acto profético se encuentra en
Éxodo 17:6, cuando Moisés golpea la roca.
«He aquí que yo estaré delante de ti allí sobre la peña
en Horeb; y golpearás la peña, y saldrán de ella
aguas, y beberá el pueblo. Y Moisés lo hizo así en
presencia de los ancianos de Israel».
Los actos proféticos son medios que le dan derecho legal a
Dios para hacer algo aquí en la tierra. Tú puedes usar una soga
como un símbolo para que Dios rompa toda ligadura, para
romper el retraso de las cosas que estás esperando y que aún no
llegan. Dios quiere desatar a Su pueblo, liberarlo, quiere
desligarlo y soltar sus ataduras.
El Señor te va mostrar la autoridad que tienes, y que te ha
dado para soltar lo que está amarrado, y romper con toda
ligadura. A través de ese acto profético, estaremos
desamarrándonos, desligándonos y liberándonos de todo lo que
ha detenido nuestras finanzas, nuestra familia, nuestra salud o
nuestro ministerio, porque el pueblo de Dios tiene que caminar
en libertad.
Tú vienes a la iglesia a entrenarte, a aprender qué dice Dios,
cómo Él quiere que tú vivas, cómo quiere que te proyectes, cómo
quiere que te resignes a algo, o que luches por alguna cosa que
aún no te pertenece. Si no lo haces, simplemente eres un oidor
de la Palabra y nada va a suceder contigo ni con tu familia. No
obstante, si oyes la Palabra de Dios, la aplicas y la pones por
obra, y sinceramente vienes delante de Dios, te aseguro que tu
vida va a comenzar a cambiar. Porque Dios se complace en unir
y arreglar lo que está desordenado. Lo que para el hombre no
tiene valor, sí lo tiene para Dios.
Dios quiere restaurar tu familia, Dios quiere restaurar a tus
hijos, Dios quiere restaurar tu hogar, Dios quiere restaurar tus
finanzas. Sin embargo, tienes que tomar una decisión y dar
pasos de fe. Eso es lo que Dios está buscando. Él te va a desligar,
va a desamarrar lo que te está deteniendo, y va a desatar lo que
estaba retenido debido a circunstancias del pasado.
Si estás experimentando ligaduras debido a sociedades en las
que antes participaste, y que ahora no te permiten avanzar en
tus negocios; si has estado con socios que te han amarrado, hoy
es el día en el que Dios va a restaurar tus negocios y desatar
todas esas ligaduras. Solo necesitas tomar la decisión y declarar
ahora mismo que estás libre de esa unión, en el nombre de Jesús.
Muchas madres que solas están criando a sus hijos, sin tener
el apoyo del padre, verán cómo Dios va a depositar un manto
sobre ellas para que saquen adelante a sus hijos, y estos no se
van a desviar.
Si eres una madre soltera, el Señor te dice que no estás sola,
que Él es quien te guarda, quien te ayuda a criar a tus hijos. Él
está contigo, te ayuda y te fortalece. Él es tu proveedor. Míralo,
Él es quien te abre puertas y quien te provee. Mujer, Dios quiere
que sueltes tu carga, porque Él no te hizo para que lleves sola
esa carga tan pesada.

DECLARACIÓN
O ACTO PROFÉTICO
(Lee esto en voz alta, con todo tu corazón, y ten una
soga en tu mano para hacer el acto profético).
En este momento, por la autoridad y el poder de la
Palabra de Dios, desamarro, desligo y desato esta soga,
símbolo de las ligaduras que atan mi alma. Declaro que
mi alma se desata de toda palabra de pacto que me ha
ligado a maldiciones. Declaro que nunca prosperarán;
quedan totalmente inactivas; se secan. Las arranco de
raíz, en el poderoso nombre de Jesús. Ahora, echo fuera
todos los demonios que ministran esas ligaduras, los
echo fuera, quedan notificados, quedan desalojados,
ahora, fuera... fuera... fuera... ¡Se han ido ya! En el
nombre de Jesús, nombre que es sobre todo nombre, se
dispersan y se disipan. Declaro que desamarro mis
finanzas, ahora, en el poderoso nombre de Jesús de
Nazaret, mi Salvador y mi libertador. Las desato en el
nombre de Jesús, amén. ¡La gloria es para Cristo! Me
declaro libre.

DECLARACIÓN
Me gustaría terminar este libro elevando una oración a nuestro
misericordioso Dios, pidiéndole perdón por cualquier ligadura
que hayamos permitido o establecido en nuestra vida.
Rogándole que nos limpie con la preciosa sangre de Cristo, nos
fortalezca con el poder del Espíritu Santo, y envíe una lluvia de
bendiciones sobre nosotros:
Padre celestial, ten misericordia de mí, ten misericordia
de mis antepasados, confieso sus pecados, sus iniquidades
y delitos, y te pido perdón en esta hora de todo corazón.
También confieso mis pecados, mis iniquidades y mis
delitos, y te pido perdón.
He pecado, he hablado palabras de amargura,
pobreza, ruina, enfermedad y negativismo, lo he hecho en
mi hogar, lo he hecho contra mi prójimo y contra mí
mismo. Te pido que nos perdones por toda palabra ociosa,
obscena, llena de amargura, dolor, enfermedad, ruina,
pobreza, muerte y venganza que he hablado en mi hogar
o en contra de mi prójimo. En este momento y por la
autoridad y el poder de la palabra, arranco, deshago,
quebranto y destruyo toda maldición que llegó a mí y a mi
descendencia a causa de toda palabra de maldición que
he pronunciado sobre mis hijos, mi cónyuge, mi persona y
mi vida. Declaro que nunca prosperarán, quedan
totalmente inactivas y secas. Las arranco de raíz, en el
poderoso nombre de Jesús. Ahora echo fuera todos los
demonios que ministran estas maldiciones, y quedan
notificados y desalojados. Se disipan ya, en el poderoso
nombre de Jesús.
Lo mismo pido para toda palabra de maldición, toda
hechicería, toda brujería y ocultismo que se haya
impuesto sobre mí y sobre mi casa, en cualquier momento
del tiempo. No tienen poder, ni contra mí, ni contra mi
casa, ni contra mi descendencia. Quebranto, deshago,
destruyo y arranco toda obra de ocultismo puesta sobre
mi vida. Todos los demonios que ministran estas
maldiciones quedan inactivos, dispersos, en el poderoso
nombre de Jesús.
Gracias, Señor, porque tú me limpias con tu sangre,
gracias porque soy libre de toda maldición, soy libre de
toda opresión, soy libre de todo derecho de Satanás. Mis
hijos son libres, mi hogar es libre y mi descendencia queda
libre, en el poderoso nombre de Jesús.
Espíritu Santo, ven y lléname con tu poder. Lléname
con tu presencia. Gracias, Padre santo, porque te has
levantado como gigante para librarnos. Gracias por todo
lo que nos das, en el nombre de Jesús.
Bendito Padre celestial te doy gracias por mi
liberación y sanidad de todas mis ligaduras del alma, te
doy gracias por salvar mi vida y la de mi familia, por mi
futuro y las nuevas puertas que están ahora abiertas para
mí. Yo sé que tú, Señor, estás contento, porque nos amas y
tu deseo es abrir nuevas puertas y llevarnos a diferentes
niveles de bendiciones. Ahora, declarando este acto
profético, abro mi corazón y te entrego mi vida para que
tengas el derecho de hacer lo que Tú deseas conmigo. Sé
que por tu amor me quieres bendecir. Recibo tu bendición,
recibo tu amor, y seguiré con la mano en el arado. Oro en
el nombre de Jesús. Amén.
Y una declaración final. Resulta evidente que ahora
entendemos que la fe es la certeza (sustancia) de lo que se
espera, la convicción (demostración) de lo que no se ve, por lo
tanto, demostremos lo que oramos ante el Señor, vivamos
poniendo de manifiesto que somos libres de nuestras ataduras,
las cuales ya no están ahora en nosotros, ni nos afectarán en
nuestra nueva vida. Pongamos en práctica estas palabras de un
autor desconocido:
Haz como el sol. No te aferres al pasado ni a los recuerdos
tristes. No reabras la herida que ya cicatrizó. No revivas los
dolores y sufrimientos antiguos. Lo que pasó, pasó...
De ahora en adelante, pon tus fuerzas en construir una vida
nueva orientada hacia lo alto, y camina de frente, sin mirar atrás.
Haz como el sol que nace cada día, sin pensar en la noche que
pasó. ¡Vamos levántate... que afuera está la luz del sol
esperando alumbrar para ti!US

También podría gustarte