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Francisco Pizarro
Portrait of Francisco Pizarro.jpg
Retrato de Pizarro por Paul Coutan (1835)
Adelantado, conquistador y marqués
Años de servicio 1496-1541
Lealtad Imperio español
Condecoraciones Marquesado de los Atavillos (Marquesado de la Conquista)
Conflictos Conquista del Imperio incaico y Guerras civiles entre los
conquistadores del Perú
Información
Nacimiento 16 de marzo de 14781
Trujillo, Corona de Castilla
Fallecimiento 26 de junio de 1541 (63 años)
Palacio de Gobierno
Ciudad de los Reyes, Nueva Castilla
Causa de muerte herida por arma blanca
Religión Iglesia católica
Ocupaciones conquistador y explorador
Cónyuge Quispe Sisa y Añas Colque
Hijos Francisca Pizarro Yupanqui
Firma Pizarro-Signature.png
Escudo de Francisco Pizarro.svg
Pizarro integró la expedición que descubrió el Mar del Sur (Océano Pacífico),
empresa liderada por Vasco Núñez de Balboa en 1513. En 1532, tras capturar y
ajusticiar al Sapa Inca Atahualpa, pudo imponerse sobre el Imperio incaico con
ayuda de diversos cacicazgos locales, conquistando el mencionado estado imperial
cuyo centro de gobierno se ubicaba en el actual Cuzco, Perú, además de establecer
una dependencia española sobre él. Obtuvo el título de marqués y sus descendientes
tuvieron el título de marqueses de la Conquista, pero con el nombre de Atavillos.2,
siendo este el título utilizado por el cronista don Francisco López de Gómara en su
Historia General de las Indias, capítulo CXXXII. También fue referido como marqués
por Pedro Cieza de León en su libro Chrónica del Perú. Para sus huestes indígenas
era conocido como Apu (‘jefe’, ‘señor’, ‘general’) o Machu Capitán (‘viejo
capitán’).3
Índice
1 Infancia y juventud
2 Primeros años en América
3 La conquista del Perú
3.1 La captura de Atahualpa
3.2 Guerra civil entre conquistadores
3.3 Muerte
4 Legado
5 En la ficción
6 Véase también
7 Notas
8 Referencias
9 Enlaces externos
Infancia y juventud
Fue hijo con señorío de naturaleza española del hidalgo Gonzalo Pizarro Rodríguez
de Aguilar (ca.1446-1522), llamado el largo o el romano, importante personaje de la
época con gran influencia que participó en las campañas de Italia bajo el mando de
Gonzalo Fernández de Córdoba, y de Francisca González Mateos, dama de recámara
noble de Beatriz Pizarro, la tía de Gonzalo, devota del convento de San Francisco
el Real (junto a la Puerta de la Coria). Pizarro era pariente lejano de Hernán
Cortés, quien conquistó el imperio azteca.4
A la edad de veinte años se alistó en los tercios españoles que, a las órdenes de
Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán, luchaban en las conocidas como
campañas de Nápoles contra los franceses. Según López de Gómara, habría servido
bajo las órdenes de este, siempre como soldado, en el sur de la península, Calabria
y Sicilia. Viajó a Sevilla, donde permanecerá hasta su marcha a América.
Ruta del viaje de Núñez de Balboa y Francisco Pizarro para el descubrimiento del
Mar del Sur en 1513.
En 1502 llegó a América en la expedición de Nicolás de Ovando, el nuevo gobernador
de La Española. De sus primeros años en América se sabe muy poco. Probablemente
pasó un tiempo en la isla de La Española.5 Se crearon dos nuevas gobernaciones en
las tierras comprendidas entre los cabos de la Vela (Colombia) y de Gracias a Dios
(en la frontera entre Honduras y Nicaragua). Se tomó el golfo de Urabá como límite
de ambas gobernaciones: gobernación de Nueva Andalucía y Urabá al este, gobernada
por Alonso de Ojeda, y la de Veragua al oeste, gobernada por Diego de Nicuesa.
En 1509 hubo una expedición comandada por el bachiller y alcalde mayor de Nueva
Andalucía Martín Fernández de Enciso, que salió a socorrer a su superior
jerárquico, el gobernador Alonso de Ojeda. Ojeda, junto con setenta hombres, había
fundado el poblado de San Sebastián de Urabá en Nueva Andalucía, lugar donde
después se levantaría la ciudad de Cartagena de Indias; sin embargo, cerca del
establecimiento existían muchos indígenas belicosos que usaban armas venenosas, y
Ojeda había sido herido en una pierna. Poco después, Ojeda se retiró en un barco a
La Española, dejando el establecimiento a cargo de Francisco Pizarro, que en ese
momento no era más que un soldado en espera de que llegara la expedición de Enciso.
Ojeda pidió a Pizarro que se mantuviera con unos pocos hombres por cincuenta días
en el poblado, o que de lo contrario usara todos los medios para regresar a La
Española. Hombre de fuerte carácter y poco dispuesto a la actividad sedentaria,
participó en la expedición de Alonso de Ojeda que exploró América Central y
Colombia (1510), y luego en la de Vasco Núñez de Balboa que culminó en el
descubrimiento del Mar del Sur (más adelante conocido como océano Pacífico) en
1513.
En enero de 1519, Francisco Pizarro arrestó a Vasco Núñez de Balboa por orden de
Pedro Arias de Ávila, gobernador de Castilla de Oro. De 1519 a 1523 fue encomendero
y alcalde de Panamá. Existen discrepancias sobre el estado de la fortuna de Pizarro
durante su estancia en Panamá. Al respecto, Horacio Urteaga afirmó que:
Este es el único cronista que asegura que la situación económica de Pizarro y
Almagro era holgada. Quintana y Mendiburu, que mucho averiguaron sobre la vida de
los conquistadores, aseguran que Pizarro era uno de los moradores de Panamá menos
acaudalados, y cuando llegó el caso de la famosa contrata para descubrir el Perú,
ambos socios no pudieron poner otra cosa que su industria personal y su
experiencia.
Los socios de la conquista
Trece de la Fama
Sobre la escena que se vivió en la isla del Gallo, luego de que Juan Tafur le
transmitiera la orden del gobernador Pedro de los Ríos, nos la cuenta el
historiador José Antonio del Busto:
Los incas tenían una leyenda sobre que un día el dios Viracocha regresaría desde la
tierra del sol poniente, una deidad que según ellos vestía de oro y plata, con
barba blanca y ojos verdes, y que se había ido a través del océano Pacífico para
volver en tiempos de gran necesidad. Los nativos norteños vieron la llegada de los
españoles que tenían características semejantes a las de Viracocha, narradas en su
leyenda. Los indios tayanes le comunicaron a Atahualpa que los españoles eran
dioses, dada su piel blanca, sus barbas, sus brillantes armaduras y que habían
venido en grandes naves desde el océano Pacífico.7
La captura de Atahualpa
Atahualpa
Imperio inca
Fue invitado por Atahualpa a encontrarse en la fortaleza inca de Cajamarca, por
intermedio de un emisario muy allegado a él. El emisario se encontró con los
españoles en Cajas y además de llevarle regalos (patos desollados, vasijas en forma
de fortaleza, etc.) midió las fuerzas de los españoles y lo invitó a continuar su
marcha por el valle del Chancay, cerca del pueblo de Chongoyape hasta Cajamarca
para entrevistarse con Atahualpa. Pizarro aceptó y le envió una fina camisa de
Holanda y dos copas de vidrio al Inca como regalo. Así, se adentró en territorio
inca con 168 soldados y 37 caballos, y se dirigió a Cajamarca.
Los españoles, al llegar a los núcleos incas, vieron que se trataba de una
civilización avanzada, con sistemas de irrigación, una rica cultura y un ejército
poderoso. Al llegar a la fortaleza de Cajamarca la encontraron casi vacía, y la
exploraron inquietos temiendo una emboscada. Sin embargo, Atahualpa se encontraba
en un manantial cercano con su hermana sin preocuparse en absoluto por la presencia
de los españoles. Pizarro deseaba hablar con Atahualpa, por lo que envió emisarios.
El encuentro que tuvo lugar entre el rey y los enviados de Pizarro fue muy tenso.
Atahualpa y sus hombres vistieron sus mejores galas en el recibimiento y tenía una
pose muy seria. Los incas nunca habían visto caballos, de modo que los españoles
decidieron permanecer en sus monturas y encabritarlos y hacerlos relinchar en
presencia del monarca inca. Atahualpa respondió bebiendo del cráneo de un
prisionero ejecutado. Posteriormente, ofreció copas de oro a los españoles, de las
que ellos bebieron. Finalmente, prometió ir a Cajamarca al día siguiente a
entrevistarse con Pizarro.6
Los exploradores habían contado al menos 30 000 guerreros incas, por lo que iniciar
una conquista militar sería imposible. La noche del 16 de noviembre de 1532 los
españoles rezaron pensando que sería la última vez. A la mañana siguiente los
españoles se prepararon para la batalla y se escondieron en un patio a esperar.
Posteriormente, vinieron miles de soldados incas desarmados y los rodearon. Luego,
vino un desfile de cientos de sirvientes limpiando el camino para el paso del rey
Atahualpa, que iba subido en un trono de oro rodeado de sus líderes. Entonces el
capellán de los españoles se acercó al trono con una cruz y una biblia, y pidió al
rey que se retractara de sus creencias paganas y aceptara el bautismo y la
autoridad del rey de España Carlos I. Atahualpa tomó la Biblia, la examinó sin
entender nada de lo que ponía y la arrojó al suelo, lo que fue interpretado como
una blasfemia por los españoles y Pizarro ordenó abrir fuego. Los españoles
posteriormente sacaron sus espadas, iniciaron una matanza y tomaron prisionero a
Atahualpa (16 de noviembre de 1532).
Cuarto del rescate de Atahualpa en Cajamarca. Los incas lo llenaron una vez de oro
y dos de plata. El botín fue entregado a Pizarro.
Pizarro mantuvo una estrecha alianza con la nobleza del Cuzco, partidaria de
Huáscar, lo que le permitió completar la conquista del Perú. Tras nombrar inca a
Túpac Hualpa, un hermano de Atahualpa, marchó al Cuzco (capital del Imperio inca),
que ocupó en noviembre de 1533. Su hermano Juan fue nombrado regidor de la ciudad.
Mientras tanto Pizarro en Lima sufrió también el cerco de dicha ciudad por parte de
Quizu Yupanqui, general y pariente de Manco Inca, quien tras estar a punto de tomar
la capital pereció en la batalla. La victoria de Pizarro en Lima se debió a su
estratégica alianza con los señores étnicos enemigos de los incas. En este caso en
particular destacó la alianza con la cacique de Huaylas. Estos acudieron a Lima con
cinco mil hombres, quienes pelearon junto a los españoles en la defensa de Lima
frente al cerco y ataque de Quizu Yupanqui. Tras la llegada de Almagro al Cuzco,
Manco Inca levantó el cerco, lo que aprovechó Almagro para encarcelar a Hernando y
Gonzalo Pizarro. Tras derrotar al lugarteniente de Pizarro, Alonso de Alvarado, en
la Rota de Abanday, llega a un nuevo acuerdo con Pizarro en Mala (1537), por el que
Hernando es puesto en libertad.
Muerte
El historiador José Antonio del Busto relata la escena del asesinato de Pizarro:
Los asesinos, a cuyo frente venía Juan de Rada, subieron la escalera y hallaron en
su puerta abierta a Francisco de Chaves, quien tenía la orden de mantenerla
cerrada. Suprimiendo todo diálogo, lo mataron de una estocada y penetraron al
comedor. El viejo Marqués, que por terminar de abrocharse las coracinas había
tornado a su dormitorio, salió al encuentro de los intrusos con la espada
desenvainada, reuniéndose con sus cuatro leales compañeros y dirigiéndose de modo
particular a su hermano para decirle: ¡A ellos, hermano, que nosotros nos bastamos
para estos traidores! Los doce almagristas se limitaron a mantenerse en guardia,
gritándole con ira y odio: ¡Traidor!
La lucha se entabló sin ninguna ventaja para los de Chile. Al tiempo que luchaba,
Pizarro enrostraba a sus atacantes. Había tomado el primer puesto en la pelea y
tanto era su brío que no había adversario que se atreviera a propasar la puerta. En
eso cayó Francisco Martín con una estocada en el pecho, también los dos pajes y
Gómez de Luna. Solo se puso entonces a defender el umbral, desesperando a sus
contrincantes que, acobardados, pedían lanzas para matarlo de lejos. No se retrajo
por ello el Marqués, antes bien, pretendiendo desanimar a sus enemigos, siguió
combatiendo con más intensidad que antes. Tan animoso se mostró, que Juan de Rada
entendió que así no lo vencerían nunca y, recurriendo a un ardid traicionero, tomó
a uno de los suyos apellidado Narváez y lo empujó hacia Pizarro; el Marqués lo
recibió con su espada, pero el peso del cuerpo lo hizo retroceder, aprovechando
entonces los almagristas para penetrar el umbral a la carrera y rodearlo. Pizarro
continuó la lucha, ya no atacaba, se defendía. El anillo de asesinos giró con
frenesí de odio, luego se cerró con intención de muerte. Cuando el anillo se abrió,
el Marqués estaba lleno de heridas, una de ellas en el cuello. Pizarro, caído sobre
el brazo derecho, tenía el codo lastimado; sus ropas estaban manchadas de sangre,
ésta le emanaba a borbotones, pero sin mostrar flaqueza ni falta de ánimo, trató de
levantarse para seguir luchando. Sin embargo, las fuerzas no le ayudaron y, todavía
consciente, se desplomó sobre el piso ensangrentado.
Entre las heridas más graves se encuentran dos que fueron mortales de necesidad: en
la zona de la garganta, entre la cuarta y quinta vértebra cervical. Se ve la
impronta de una espada, que entra, corta y fractura el hueso. Mientras que la otra
lesión perimórtem o post mortem, es un intento de decapitamiento que se ubica en la
primera vértebra cervical, el corte vino desde el lado derecho y se acercó a una
arteria que lleva sangre al cerebro. Finalmente, las fracturas en el cráneo, que
son del cántaro con el que le golpearon al final.9
Legado
En Perú existió una plaza Pizarro en una esquina de la Plaza Mayor de Lima donde se
instaló la estatua ecuestre de Pizarro; en 2003 el espacio fue rebautizado como
Plaza Perú.
En la ficción
Francisco Pizarro aparece en la obra teatral de Peter Schaffer The Royal Hunt of
the Sun (1964), la cual representa la conquista española del Imperio inca.
Robert Shaw interpreta a Francisco Pizarro en The Royal Hunt of the Sun (1969),
adaptación al cine de la obra teatral de Peter Schaffer dirigida por Irving Lerner.
En la novela histórica Inés del alma mía (2006) de la autora Isabel Allende, se
cuenta la vida de Inés de Suárez, amante de Pedro de Valdivia y primera española en
viajar a Chile. Francisco Pizarro es un personaje importante y desarrollado dentro
de la misma.
En la miniserie Gabriel, amor inmortal (2008) el personaje de Pizarro aparece como
el villano principal interpretado por José Luis Rodríguez.
Véase también
Predecesor:
- Gobernador del Perú
1535-1541 Sucesor:
Diego de Almagro el Mozo
Control de autoridades
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