Está en la página 1de 6

ÁFRICA LLORA

INDIFERENCIA
Conciertos, cumbres, manifestaciones… todo en pos de un 0,7% que nunca llega.
Mientras, cientos de miles de inmigrantes sufren en nuestras calles. ¿Es tan
importante ese dinero? Que respondan los verdaderos protagonistas.

“Vivir de la ayuda no es vivir, y darme comida no es ayudar”.

“La ayuda internacional es una cadena que, al llegar abajo, se convierte en negocio”

“Que los presidentes africanos vivan de lujo no quiere decir que sea por el dinero de la
cooperación”

José María Malo de Molina Galán


“España es una cárcel para mí”. Sumida en sus pensamientos Madeleine aparece por una
boca de metro y atraviesa la calle Santa Engracia de Madrid para acudir a su clase diaria de
informática. Allí le espera María, su profesora y miembro de la ONG Karibu. La tristeza de
esta camerunesa de 32 años salta a la vista al poco de mirarla. Vive en la calle y no entiende
de cerocomasietes, pero su mirada habla de pateras, pobreza y pena, mucha pena.

En 1974, treinta años antes de que Madeleine llegara a Algeciras, en Naciones Unidas se
reunieron los países más ricos del mundo para echarle un pulso a la pobreza. Bien por acabar
con esta lacra o, como muchos piensan, para callar conciencias, allí decidieron entregar el
0,7% de su PIB a los países menos desarrollados. A día de hoy ese 0,7 es solo un símbolo,
una bandera.

Muy posiblemente ninguno de los firmantes de ese documento concertara una entrevista
con nadie como Madeleine. Quizás, al oírla hablar, hubiera cambiado su forma de ver el
problema. “Me hace gracia cuando en Europa, para acabar con la inmigración o la pobreza, se
sientan a hablar con los presidentes de los países africanos. El presidente de mi país no es mi
presidente. Ellos viven bien y se aprovechan de que la gente huye del país para consolidad
cada vez más su poder”.

Madeleine tiene muy claro cual es el origen de esta lacra. “El primer problema de mi país
es el Gobierno, y lo primero que tendrían que hacer en Europa es acabar con los gobernantes
corruptos”, afirma con voz quebrada. Le duele África, y su mirada destila una rabia contenida
contra los que no les dejan salir adelante. “En España veo que muchas asociaciones sufren
para recoger dinero en la calle, pero cuando se manda allí desaparece, nadie sabe donde se
queda”. Aunque sin duda, lo que más dañado tiene Madeleine es el orgullo. “Vivir de la
ayuda no es vivir, y darme comida no es ayudar”.

Lejos de escuchar la voz de los que sufren, los países ricos se afanan todavía en alcanzar
ese 0,7% que un día prometieron. A día de hoy solo cinco países lo cumplen. Nuestro
presidente, José Luis Rodríguez Zapatero, ha prometido que España alcanzará el 0,7% si es
reelegido para una segunda legislatura.

Esa precisamente es la esperanza de Marta Caravantes, portavoz de la Coordinadora de


ONG para el Desarrollo en España (CONGDE), que considera “completamente factible”
alcanzar el objetivo. Sin embargo, su visión del problema dista mucho de la que tiene
Madeleine. “Que los presidentes vivan de lujo no quiere decir que sea por el dinero de la
cooperación. Puede que alguna parte se quede en el camino, pero la mayoría llega a su
destino”.

Como coordinadora de oenegés, Marta explica que el dinero de la cooperación se reparte


entre muy diversos actores: Ayuda Oficial,
oenegés, universidades... Sin embargo,
advierte que el dinero de la cooperación está
muy controlado y llega casi siempre,
“aunque es muy difícil que alguien que vive
en un país pobre lo note, a no ser que su
comunidad sea beneficiaria de un proyecto
muy concreto”.

El cepo de la pobreza
Marta Caravantes junto a varios carteles de la
Las recias manos de Mohamadou Campaña Pobreza Cero
delatan su pasado en el campo. Nació en Gambia hace 31 años y lleva en España más de
cinco. “En mi país hay trabajo, pero solo en la agricultura y en el comercio, falta una
economía como la que hay aquí”. Con su precario español, este circunstancial vendedor de
discos, ha dado en una de las claves del problema. Según muchos analistas, África se
encuentra en una “trampa de pobreza”, que ni el 0,7% ni ninguna ayuda puntual podrá
solucionar, por lo menos a corto o medio plazo.

El prestigioso diario The Economist afirma que “simple y llanamente, el continente es


demasiado pobre para crecer”. Según su análisis, la situación de África es el resultado de un
trágico cúmulo de despropósitos. A las cuestiones geopolíticas hay que sumarle las
pandemias de SIDA y malaria, además de la extrema lejanía del mar que muchos de sus
países sufren. Todo esto hace que África sea incapaz de ahorrar, perpetuando su pobreza y
viviendo de lo que produce en el día.

“En mi país la gente quiere estudiar, pero al acabar, como no hay economía, tienen que
hacer otras cosas”. Lo que cuenta Mohamadou está respaldado por un informe de la UE,
según el cual África pierde una media anual de 70.000 personas cualificadas, que emigran a
países desarrollados. Suma y sigue.
Tras una dura jornada de trabajo, Zamba Mpega sube a su furgoneta y da un interminable
trago a la botella de agua. Resopla. Llegó hace veinte años a nuestras costas y, tras mucho
tiempo como ilegal, consiguió regularizar su situación y abrir un negocio en Granada. Le da
para vivir y viajar todos los años a su país, Burkina Faso, y al de su madre, Senegal. Tiene
una visión privilegiada del problema, pues lo ve desde ambas fronteras. “En donde yo vivía sí
se veía la ayuda físicamente, pero la gente la vendía en las calles, no se regalaba. Esto es
como una cadena, y puede que desde arriba se regale, pero bajando ya se empieza a hacer
negocio”.

Asombrado por lo que vio al llegar, Zamba tiene claro que lo fundamental en África es
mejorar la sanidad y la educación. La anécdota de su “fin de curso” resume la idea que en
África se tiene de la educación: “Yo estudiaba, y el día mismo del examen para sacarme el
título de Primaria, mi padre me dijo que
le esperara en la tienda porque él tenía
una reunión. Le dije que tenía examen, y
me respondió que si sabía leer y escribir
ya era suficiente para la familia”.

La lucha por el 0,7% es quizás la


faceta más representativa de esta carrera
en pos de un imposible. Pero como
afirma Antonio Alfonso Sánchez Barber,
Mohamadou (derecha) esconde su director de la Red Acoge en España: “el 0,7
mercancía tras huir de la policía
no es la solución a los problemas, aunque sí
sirvió como meta volante para concienciar a los países ricos”. La elevada deuda externa de
los países subdesarrollados, la baja competitividad de sus productos, la fuga de cerebros o la
falta de una educación básica son lacras que lastran igual o más que la falta de capital.

LOS PAÍSES BÁLTICOS ALECCIONAN A LOS PODEROSOS


AOD 2006 * % del PIB
Actualmente, la ayuda media del conjunto
de los países que forman el Comité de Suecia 3.967 1,03%
Ayuda al Desarrollo es del 0,33% del Luxemburgo 291 0,89%
PIB. Esta cifra es la misma que se Noruega 2.946 0,89%
registraba en 1992. Lo que muchas
ONG´s denuncian es que en estas cifras se Países Bajos 5.452 0,81%
incluyen las condonaciones de la deuda Dinamarca 2.234 0,80%
externa o la ayuda en caso de desastres
naturales, con lo que la ayuda real es muy Francia 10.448 0,47%
inferior. Reino Unido 12.607 0,52%
Como se puede observar en la tabla, solo Alemania 10.351 0,36%
cinco países cumplen con el 0,7, mientras
España 3.801 0,32%
que llama la atención que EEUU, el país
más poderoso del mundo, solo llegue al EEUU 22.739 0,17%
0,17%, a pesar de lo cual es el país que,
en números absolutos, más dinero aporta.

* AOD neta en 2005-2006 (en miles de millones de dólares corrientes)


Fuente: OCDE

Acostumbrado a tratar día a día con inmigrantes, Antonio Alfonso conoce las raíces del
problema. Habla despacio pero seguro, como si hubiese meditado mil veces esas palabras
antes de decirlas. “Los políticos, además de ser elegidos por nosotros, son nuestro reflejo, y si
ellos no se ocupan de este tema es porque a los ciudadanos no nos importa”. Su vaticinio es
realista, a la vez que poco alentador: “Cuando alguna arista del problema nos toque de
lleno… entonces quizás decidamos meterle mano al asunto”.

Aprendiendo a no llorar
Acaba la clase y Madeleine vuelve a “casa” junto con Emilie. Nadie habla, pero la
compañía les reconforta a ambas. Quizás la amiga de Madeleine no hubiera venido si hubiese
sabido lo que le esperaba. Con solo 23 años ya vaga por las calles de una enorme ciudad que
la mira con indiferencia. “Cuando salimos de nuestro país no sabemos lo que nos vamos a
encontrar aquí, pero te aseguro que no nos esperamos esto”.

Escéptica, Emilie reacciona con rabia cuando oye la palabra ayuda. “Si casi todos pasan
de nosotros cuando estamos aquí, pues imagínate lo que ocurre cuando hay que ayudar a los
que están a miles de kilómetros”. Con el antebrazo, y en un movimiento casi automático, la
joven senegalesa retira una inoportuna lágrima que aparece en su cara. No quiere que la vean
llorar.

Quizás lleve razón, pero lo cierto es que, mientras las dos sombras se pierden en la fría
noche madrileña, miles de personas anónimas continúan trabajando para tratar de mejorar el
mundo. Otros se limitan a encender la tele. Las mil caras de este lamentable puzzle siguen
sin unirse y, con tantos problemas encima, alcanzar la meta del 0,7 parece, a estas horas de la
noche, lo de menos. “No podéis llegar a la meta, porque todavía no habéis comprado la bici”.
Emilie dixit.

También podría gustarte