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2- INCUMPLIMIENTO INIMPUTABLE

Caso Fortuito o Fuerza Mayor: Se presume que el


incumplimiento de la estipulación en un contrato hace
nacer la responsabilidad del incumplidor, quien debe
indemnizar al acreedor los daños y perjuicios que haya
sufrido. Pero este principio general tiene, entre otras
excepciones, la imposibilidad de cumplimiento que deriva
del caso fortuito o de la fuerza mayor (art. 1730 CCyC). La
imposibilidad de la que hablamos no es la imposibilidad
originaria de la prestación, ya que ella no es un obstáculo
al cumplimiento, sino al propio nacimiento de la
obligación y se le aplica otro régimen jurídico (art. 955,
956 y 1732 CCyC).

Cuando la imputabilidad no surge por que el hecho


dañoso no depende de la voluntad del agente, se perfila
la figura del llamado caso fortuito y, consiguientemente,
la exoneración de todo género de responsabilidad. Es,
pues, caso fortuito, todo hecho no imputable, todo hecho
que sea independiente de la humana voluntad y más
precisamente – cuando el caso fortuito se relaciona con el
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incumplimiento de la obligación- todo hecho que haga
este imposible, sin culpa del obligado.

Concepto: El art. 1730, 1er párrafo del CCyC establece:


“Caso fortuito. Fuerza mayor. Se considera al hecho que
no ha podido ser previsto o que, habiendo sido previsto,
no ha podido ser evitado. El caso fortuito o fuerza mayor
exime de responsabilidad, excepto disposición en
contrario”. La norma sigue de cerca al código de Vélez.
Este concepto clásico y tradicional del caso fortuito se
remonta en sus orígenes al derecho romano.

El caso fortuito en el nuevo código civil y comercial: En la


postura del código ambos términos se utilizan como
sinónimos, en cuanto a los efectos que producen sobre la
obligación, y por consiguiente la definición del art. 1730
CCyC se aplica también a la fuerza mayor. La
jurisprudencia nacional ha dicho atinadamente que “caso
fortuito” es el que no ha podido preverse, o que previsto,
no ha podido evitarse; pero en verdad, más importante
que la imprevisibilidad es la inevitabilidad, puesto que

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tanto lo imprevisible como lo previsible exoneran al
deudor de responsabilidad cuando resulta inevitable.

Antecedentes Históricos: El concepto de caso fortuito, al


menos considerado en sentido moderno, tiene su origen
en Roma; el corpus iuris civilis contiene numerosos textos
atribuidos a juristas de la época clásica, que utilizaron los
términos “causus fortuitus” o “casus maior” a la par de
otras expresiones semejantes, para referirse a
determinados hechos por los que el deudor no debía
responder.

Es conveniente aclarar que en el derecho romano no llegó


a formularse un concepto general del casus, sino que los
pretores fueron concediendo liberaciones puntuales y
concretas de responsabilidad, en aquellos casos en que se
presentaba una causa sobrevenida de imposibilidad de
cumplimiento de la prestación, siempre que dicho
incumplimiento no fuera imputable al deudor.

Caso fortuito y factores de atribución: (culpa y riesgo)


Desde los romanos, el casus es una noción antitética de la
culpa, al punto que puede decirse que tales conceptos

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son mutuamente excluyentes, ya que en un caso sólo
puede operar uno de los dos. Ni que hablar respecto del
dolo: no hay casus admisible, invocado por quien ha
actuado con malicia. El art. 1733, inc. d), CCyC establece
que el caso fortuito no excusa la responsabilidad del
deudor cuando el hecho hubiere ocurrido por su culpa,
afirmando sobre la culpa una pared ante la que se
detiene la alegación de fuerza mayor.

El caso fortuito o la fuerza mayor, por tratarse de hechos


que puedan o no eximir de responsabilidad, según el
criterio que se sostenga, es inseparable del estudio de las
causales de responsabilidad, que serían para las distintas
doctrinas, paradigmáticamente, la culpa y el riesgo
creado. La idea que se tenga sobre qué es responsabilidad
civil y hasta donde llegan sus dominios y cual es el alcance
de cada uno de de sus factores de atribución, impacta o
condiciona lo que se piensa sobre el caso fortuito. Es de
toda lógica que el ensanchamiento de las fronteras de la
responsabilidad civil, por la introducción o extensión de
nuevas causales de responsabilidad (riesgo creado, riesgo
de actividad, etc. Art. 1757 CyC), va correlativamente
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reduciendo el ámbito de aplicación del caso fortuito, al
ser éste alegable en menos ocasiones.

Prueba del caso fortuito: Acreditado el hecho que genera


prima facie responsabilidad del demandado, debe el
sindicado como responsable producir prueba d ela
existencia de una eximente, si quiere liberarse de
responsabilidad. Si alega la producción de un caso
fortuito, a su cargo se halla la prueba de tal evento y de
su incidencia en el caso. Jurisprudencialmente se ha
expuesto que el caso fortuito o fuerza mayor
determinante del incumplimiento oportuno de la
obligación asumida constituye un eximente específico
cuya configuración debe ser demostrada acabadamente.

Respecto de la eximición de responsabilidad del guardián


de cosas riesgosas, supuesto de responsabilidad
objetivada, en la doctrina francesa se ha expuesto que el
guardián debe poder descargarse totalmente de la
responsabilidad que pesa sobre él invocando un supuesto
de fuerza mayor, en cuyo caso debe dejar establecido su
carácter imprevisible e irresistible.

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3- TEORIA DE IMPREVISION: Esta teoría presenta puntos
de contactos y diferencias puntuales con el caso fortuito.
Ambas constituyen remedios jurídicos para supuestos de
incumplimiento inimputable del deudor.

Su aplicación es mayoritaria a los contratos de tracto


sucesivo, esto es, aquellos cuyo cumplimiento se dilata en
el tiempo.

Se conoce como teoría de la imprevisión a la herramienta


jurídica que permite modificar, por evidente lesión
económica para el acreedor o el deudor, ciertos contratos
de tracto sucesivo o de ejecución dilatada en el tiempo,
que se han visto alterados en su ecuación económica por
causas ajenas a las partes, generalmente provenientes de
modificaciones macroeconómicas sobrevenidas.

Esta teoría persigue, frente a acontecimientos


extraordinarios y sorpresivos, evitar que se consume una
flagrante injusticia, dejar intactas las prestaciones
pactadas cuando han cambiado las condiciones en que se
contrató por acontecimientos sobrevinientes a la
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contratación e imprevisibles entonces. Esta doctrina no
requiere para su aplicación que tales acontecimientos
imposibiliten el cumplimiento de la obligación, como
tampoco cubre cualquier pérdida, perjuicio, mal negocio
o exceso de optimismo. El CCyC regla la cuestión en su
artículo 1091.

Ámbito de aplicación: Esta teoría no se aplica a todo y


cualquier contrato, sino que tiene un ámbito de
aplicación concreto, demarcado por ciertas coordenadas,
por lo que rige normalmente en los contratos que reúnan
cuatro características: ellos deben ser contratos
bilaterales, conmutativos y de ejecución diferida o
permanente y onerosos.

Normalmente se aplica en los siguientes contratos:

a-contratos bilaterales;

b-contratos onerosos;

c- contratos conmutativos;

d-contratos de ejecución permanente o ejecución


diferida.

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Naturaleza de la imprevisión: La teoría es de orden
público, pues no representa únicamente una ventaja
económica para el contratante perjudicado sino un medio
para asegurar, en beneficio del interés público o general,
la correcta ejecución de los contratos, lo que interesa a
toda la sociedad.

Es por ello que constituye un principio general y tiene


carácter implícito, en el sentido de que no tiene que estar
pactada previamente por las partes y podría no estar
prevista expresamente en la ley positiva. Su carácter de
orden público impide que ella pueda ser objeto de
disposición o renuncia por las partes.

Fundamento de la imprevisión: El fundamento de la


teoría es que al producirse una serie de imponderables,
de carácter interno o internacional, que al unirse dan
como resultado fluctuaciones en el mercado, alzas en los
precios y en la mano de obra, desocupación,
desvalorización de la moneda, restricción en el consumo,
etc. Se genera el derecho de la parte perjudicada por

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tales eventos o de ser nivelada la carga del contrato o de
ser liberada de una obligación ruinosa.

Diferencia entre la imprevisión y la imposibilidad de


cumplimiento: La imprevisión contractual no torna
imposible sino excesivamente oneroso el cumplimiento.
El deudor puede cumplir, pero a un costo excesivo o
ruinoso, por haberse transformado la prestación
excesivamente onerosa con respecto a las imprevisiones
o presupuestos que las partes tuvieron en mente al
contratar.

Los hechos imprevisibles son objetivos, ajenos al sujeto


que los invoca, mientras que puede darse el caso de que
la imposibilidad de cumplimiento sea subjetiva, es decir
dependa de la persona del deudor y que no se
corresponda con el objeto de la prestación, sino con la
situación del sujeto con relación a tal prestación.

La cláusula rebus sic stantibus: Es un viejo mecanismo


medieval acuñado por los posglosadores; ella permitía al
deudor desobligarse de su prestación, quedando
enervados los efectos del contrato, cuando hechos

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sobrevinientes al contrato e imprevisibles, producían la
alteración del estado de cosas existentes.

Cabe aclarar que si bien se la conoce como clausula rebus


sic stantibus, no es una clausula en realidad, porque una
clausula es una previsión contractual pactada por las
partes y éste es un mecanismo implícito, que no se apoya
en la voluntad de las partes.

4- MORA DEL ACREEDOR Y PAGO POR CONSIGNACION:

El objeto o funcionalidad de esta acción es,


primeramente, desvincular al deudor de la obligación,
cuando éste busca cumplirla debidamente y el acreedor
opone reparos insustanciales o excusas sin apoyatura
alguna en derecho; en segundo término busca remover
obstáculos formales de pago o evitar discusiones
interminables sobre legitimación para recibirlo; luego,
ella, al declararse procedente, detiene las consecuencias
negativas para el deudor de continuar atado a la
obligación, como que los intereses continúen
generándose y, finalmente, éste mecanismo transfiere al
acreedor el riesgo de la cosa o prestación cumplida y hace

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pesar o recaer sobre éste los gastos de conservación de
ella.

El ordenamiento civil confiere esta modalidad de pago


como un medio de defensa del deudor contra su acreedor
reticente o contra posteriores reclamantes que pudieran
reclamarle nuevamente el pago, invocando que ha
pagado mal. Es un mecanismo clarificador de situaciones,
que evidencia ante el juez quien tenía la razón de su
parte, en caso de conflicto de intereses y posturas entre
solvens y otro sujeto, que puede ser un acreedor, un
tercero, un embargante, etc.

Caracteres del pago por consignación: Las notas


distintivas que caracterizan esta figura jurídica son:

1-Es un procedimiento formal, reglado, pero en cualquier


caso estructurado sobre la base de la intervención de un
funcionario especialmente facultado (juez o escribano) y
de un procedimiento que debe seguirse rigurosamente,
para dar garantías a ambas partes en el proceso judicial o
a ambos sujetos obligacionales en el extrajudicial.

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2-Debe adecuarse a los principios generales que regulan
el pago. El pago por consignación es un sustituto del
pago, por lo que para ser liberatorio debe adecuarse a los
requisitos de éste en cuanto a las personas, al tiempo, al
objeto o prestación y al modo.

3-Es facultativo para el deudor, pues no está obligado a


este medio de liberación, y le basta con constituir en
mora accipiendi al acreedor, para liberarse de las
consecuencias del incumplimiento de la obligación.

4- Constituye un remedio excepcional, ya que éste medio


sólo se torna viable ante el obstáculo efectivo del pago
directo o eficaz.

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