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LECTURA

Saber escuchar
Uno de los aspectos tratados en clase que más me ha hecho reflexionar es
la importancia de saber escuchar. Todos hemos asistido a reuniones que
terminan en “caos” pues los asistentes queremos exponer “nuestro
discurso” sin esperar a que termine el otro. O lo que ocurre en tertulias de
radio y televisión. O la frustración de esas personas que vienen a
exponernos un asunto importante para ellos y se quedan con la sensación
que no les hemos hecho caso.
Para la publicación en el blog decido investigar algo sobre este asunto y
me ha sorprendido la poca importancia que ha tenido hasta hace poco
tiempo el hecho de fomentar el “saber escuchar” frente al hecho de
“saber hablar”.
Hasta ahora, para mí y creo que para la mayoría de nosotros, cuando nos
hablaban de “aprender a comunicar”, nuestra mente se dirigía
automáticamente a “aprender a hablar en público”. Pero creo que el
hecho de comunicar va más allá. Reflexionas y te das cuenta que
“escuchar” es parte fundamental de toda relación humana y una prueba
de estima y de respeto hacia los otros. Saber escuchar es un proceso
fundamental para una comunicación eficaz.
Oír y escuchar
¿Nos hemos detenido alguna vez en la diferencia entre “oír y escuchar”?.
Oír y escuchar son dos actitudes distintas. Se oyen muchas cosas, pero se
escucha poco. Cuando oímos no préstamos una atención profunda, sino
que simplemente captamos la sucesión de sonidos que se produce a
nuestro alrededor. Mientras que cuando escuchamos nuestra atención va
dirigida hacia algún sonido o mensaje específico, es decir, existe una
intencionalidad, encontrándose todos nuestros sentidos enfocados a lo
que estamos recibiendo.
Aprender a escuchar, la base de toda comunicación
Un proverbio oriental dice: “Nadie pone más en evidencia su torpeza y
mala crianza, que el que empieza a hablar antes de que su interlocutor
haya concluido”.
El hecho de escuchar no es una actitud natural del individuo, que más bien
tiende a centrarse en sí mismo o a interpretar lo poco que escucha a su
manera. La verdadera naturaleza del hombre es sobre todo verbalizar sus
sentimientos, juzgar y dar consejos.
Saber escuchar pocas veces es algo innato. Más bien al contrario. Como el
lenguaje, la escucha se aprende y se perfecciona con el tiempo.
El justo equilibrio entre saber escuchar y saber hablar produce el dialogo.
Ocurre a veces que cuando estamos hablando con otra persona tenemos
tanto el otro como nosotros dificultades para escuchar, pasando de
“escuchar” a “oír” en muchas ocasiones, mientras elaboramos qué vamos
a decir cuando el otro acabe, en vez de intentar prestar atención a lo que
nos dicen, quedando el dialogo bloqueado. Si todos queremos hablar a la
vez y no se escuchan las razones de los otros, no habrá dialogo como tal
sino monólogos yuxtapuestos.
Solo una actitud de escucha atenta hace fecunda la palabra que podemos
dar a nuestro interlocutor. Es difícil poder decir al otro algo que resulte
válido si no abrimos de par en par nuestros oídos para escucharlo. Así la
persona escuchada sentirá que le están dando la importancia que merece,
quedando agradecida y creándose a su vez un clima de respeto, estima y
confianza.
Otros hablan de empatía. Esto consiste en ponerse en el lugar del otro
para comprender mejor lo que siente. Esto sirve justamente para mostrar
a la otra persona que comprendes lo que dice y que puede confiar
plenamente en ti.
La habilidad de “saber escuchar” es más difícil de encontrar y desarrollar
que la de ser “buen comunicador”, pero proporciona más autoridad e
influencia que esta última, dicen los especialistas. Si alguien es buen
comunicador, pero no sabe escuchar, corre el riesgo de expresar en forma
elocuente cosas que no le interesan a su interlocutor. Además, va a
privarse de recibir informaciones y conocimientos que por otra vía no
recibiría.
El saber escuchar está entre las principales habilidades de las personas
con altos niveles de inteligencia emocional. Se considera una de las
primeras aptitudes que determinan el manejo de las relaciones, lo que
posibilita comprender a los demás, en lo que se incluye percibir
sentimientos y perspectivas ajenas, e interesarse activamente por sus
preocupaciones.

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