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LA BIBLIOTECA NACIONAL EN LA REFORMA LIBERAL.

Un acercamiento a sus fuentes.

Guillermo Vera Pardo*

En las páginas que siguen hemos seleccionado un grupo de documentos que muestran distintos
ángulos de la labor desarrollada en la institución por Daniel Samper Ortega, durante la llamada
república liberal, intentando señalar muchos puntos en que coinciden los propósitos de la
administración central orientados hacia la extensión cultural con el papel que va a representar,
en sus inicios , la Biblioteca Nacional en la difusión de la cultura. Esto mientras el Ministerio
de Educación, luego de varios cambios estructurales, a fines de los años 30, retoma esta
función y la diversifica, uniendo dos secciones como ocurre con la de “Extensión Cultural “y la
de “Bellas Artes”. O como sucede a comienzos de 1940, cuando a la Sección de Extensión Cultural
y Bellas Artes se agrega, la de Cultura Popular.

Tratamos de seleccionar en el archivo de la biblioteca (del fondo que provisionalmente hemos


llamado D. S. O. ), algunas cartas, propuestas, informes, debates, discursos que permitan al
posible lector acceder a parte del material que se está digitalizando sobre un periodo de su
pasado. Material que está debidamente organizado en cajas con sus correspondientes carpetas
rotuladas, cuando por distintas razones, no alcanzó a ser empastado. Queremos de esta manera
acercar al curioso, al estudiante o al investigador a una rica fuente que en los últimos años ha
comenzado a ser explorada en varios tópicos relacionados con las bibliotecas aldeanas y, por lo
tanto, con el libro y su edición (1).

Pero quedan aún por indagar muchos otros aspectos que desplegó la biblioteca entonces y
relacionados con otras esferas de su actividad como las que surgen alrededor de la sección de
canjes , nacional e internacional, que al lado del envío de los libros oficiales permitió también
un nutrido intercambio epistolar, o del papel que en este mismo intercambio entró a jugar la
revista de la biblioteca, como órgano de propaganda de la institución, que al lado de las
actividades de divulgación cultural, usando medios masivos de comunicación, le dieron una
dimensión que traspasó nuestras fronteras, y de los que, desde luego existen registros
documentales y algunas imágenes. Veamos pues, rápidamente, como se dieron algunos de estos
cambios.

1.

Del director solo mencionaremos los aspectos menos conocidos de su actividad, pues ya antes
de nosotros varios ensayos se han encargado de mostrar en su trayectoria intelectual y laboral, su
formación, su origen familiar y sus condiciones sociales y culturales, con algún detalle (2).

Debido al ambiente cultural del que estuvo rodeado en su infancia, desde muy joven se inclinó
más que al manejo de los negocios, a los que parecía estar destinado, al de las letras, pues
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alrededor de esta afición, en la que se consagró tempranamente con varios escritos, se


desempeñó como profesor, conferencista y, aunque no se sumó a ningún grupo literario,
sobresale como difusor en dos revistas, una con contenido misceláneo la Revista Santafé y
Bogotá (1925) y otra, con contenido literario, el Repertorio Selecto, de las que es cofundador y
editor (1926). Y luego de su viaje a España en 1927 (país al que fue invitado a dictar unas
conferencias sobre el desarrollo artístico e intelectual en que pudo contrastar estas dos
realidades) y de las muchas inquietudes que surgieron alrededor de su cátedra , acerca de la
literatura, a su regreso al país, se convierte en editor de lo que sería la más grande selección
hecha hasta entonces.

Mientras va armando la mencionada selección de literatura, desempeña algunos cargos oficiales


en el Ministerio de Educación, donde en algún momento es asesor, director de la Escuela de
Bellas Artes, del Teatro de Colón y simultáneamente, ad honorem, de la Biblioteca Nacional,
cargo en el que es confirmado a comienzos de 1931. También asume la comisión dada por el
ministro J. Jaramillo Arango , para el traslado de la Facultad de Educación de Tunja a Bogotá,
anexándola a la Universidad Nacional , como parte de las reformas educativas en la educación
superior , que buscaba cualificar la formación del magisterio.

Y para completar aún más su faceta de editor, podemos citar otros casos, de interés. El
primero, cuando en 1931, por encargo de la familia de José María Vergara y Vergara, en el
centenario de su nacimiento, realiza la selección, presentación y publicación de su obra, en 5
tomos. Trabajo que implicó largas pesquisas. Y en 1935, cuando decide en el Repertorio Selecto,
semanario que exclusivamente publicaba relatos cortos de la literatura universal (3), darle
espacio a las creaciones de cuentistas colombianos y, lo que es mejor, para la profesionalización
del oficio, comenzó a retribuir, las colaboraciones (4). De esta manera, el Repertorio se asemeja
en sus propósitos a la Novela Semanal, la revista de L. E. Osorio, en que había publicado hacia
más de una década, algunos relatos cortos (5). Y para promover aún más las letras, abrió en 1936,
un concurso con el requisito de que los escritos fueran inéditos. Incluso, fantaseando con la
nueva nómina de cuentistas, pensaba cada diez entregas realizar una encuesta entre los
suscriptores sobre cuál era el mejor, premiándolo con $50. Pero de esto no tenemos mayor
detalle. Un tiempo después de publicar otras contribuciones, se suspendió la revista por que iba
a ampliar su formato y frecuencia (6). Y muchas de esas inquietudes literarias, las trata de
resolver de otro modo cuando llega a la dirección de la biblioteca, como trataremos de resaltar
ahora.

2.

En los dos primeros años las actividades de renovación, se centraron en organizar debidamente
el material bibliográfico , en inventariarlo y clasificarlo técnicamente y en ajustar el escaso
presupuesto a las necesidades que surgían a cada momento tanto en la adecuación del viejo
edificio de la biblioteca con la dinámica que imponía su ensanchamiento, en personal o equipo,
que reclamaba espacios precisos para la catalogación, canjes, encuadernación como en la
ampliación de la sala de lectura ante la creciente presencia de lectores favorecida por la
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clasificación metódica del material y la publicación de catálogos, que al ser insuficiente, planteo
la necesidad de construir un nuevo edificio, otro de sus logros. Aunque por desarrollar algunos de
estos trabajos siempre suscitó resquemores (7).

Pero al lado de estas labores el director, dentro de los propósitos futuros, estaba concibiendo la
publicación de una biblioteca colombiana, seleccionando una serie de obras de distinto contenido
(histórico, científico o literario) que permanecían aún inéditas o que por su importancia, podían
ser reeditadas, encontrándose algunas de estas publicaciones en la biblioteca y sin saber
cuantas más en baúles o en bibliotecas particulares, dispersas por todo el país. Y ante la falta de
datos precisos, empieza a organizar una oficina para el censo cultural. Entonces , contando con la
ayuda del Ministerio de Gobierno, dirige a las autoridades municipales y a los párrocos del país,
el esqueleto de un cuestionario de cuatro páginas, con distintos ítems, buscando así, recopilar
información bibliográfica, educativa y cultural, para determinar estrategias de lo que sería el
contenido de las misiones ambulantes y los probables agentes y espacios culturales con los que
podía apoyar esta iniciativa. Y sobre todo si en las distintas regiones existía energía eléctrica y si
estas, contaban también con radio, salas de cine, entre otros lugares de encuentro o
socialización. Ya había convenido con el ministro y con el inspector nacional de educación, hacer
los primeros experimentos a fines de 1933, con los que se pensaba llevar el influjo educativo del
gobierno hasta los lugares más apartados por medio de conferencias, distribuyendo algunos libros
y cartillas y exhibiendo películas educativas, que ya se habían encargado. Lo que hubo de
aplazar por falta de recursos, una y otra vez. Simultáneamente, como resultado de constantes
peticiones del exterior sobre el mundo editorial y escritores, luego de publicar varios avisos en la
prensa, Samper Ortega idea también realizar un censo intelectual enviando a cada localidad
formularios individuales, buscando así consolidar la bibliografía colombiana y de las que fueron
llegando, poco a poco, respuestas.

En Cuanto al censo cultural, en muchos casos, los alcaldes dilataron la respuesta, al punto que
un año después, se reenvió otro cuestionario con tipografía de la Contraloría General de la
República, dando de esta manera obligatoriedad a la solicitud de la biblioteca ya que, como
funcionarios públicos , se exponían a probables sanciones (8). Es bastante factible que algunos
alcaldes no entendieran la importancia del censo y entre otras razones que, como en la colonia,
muchos de ellos solo supieran firmar. Esa misma impresión, Samper Ortega la dejó consignada
en una carta. Varios formularios fueron diligenciados por algún funcionario de la alcaldía,
generalmente de la oficina de estadística. Finalmente, reunida la información la sistematizó en
cuadros estadísticos de grandes dimensiones que posteriormente, fue publicando en la revista
de la Biblioteca, por departamentos (9). Los datos sobre el mundo editorial y la prensa fueron
presentados en una larga relación organizada por regiones. Y la información acumulada del
censo, a lo largo de tres años, le permitió organizar la programación cultural de la HJN en el
periodo en que estuvo la emisora bajo la tutela de la biblioteca, comprobando su impacto en las
masas populares y campesinas.

3.
4

Por esta época, es que llega al ministerio de educación el médico Luis López de Mesa, quien en
su larga trayectoria y viajes por Estados Unidos y Europa, había ideado propósitos semejantes a
los adelantados hasta entonces por el director Samper Ortega que, de muchas maneras,
posibilitaron su proyecto de cultura aldeana y para la biblioteca, un papel protagónico.

López de Mesa, acababa de publicar De cómo se ha formado la nación colombiana, texto en el


que esboza, dentro de lo que llama “la constitución social del campo y la aldea”, parte de su
plan de cultura, que tomó como plataforma en el ministerio (10). Y años antes, en entrevistas y
escritos, había propuesto y discutido temas relacionados con el uso del cinematógrafo, las
bibliotecas mínimas (11) y los parques, con sus casas sociales o culturales, en los sitios más
apartados del país, como una política de estado. Así mismo, a fines de la hegemonía
conservadora, en la Revista Universidad, pensando en una biblioteca ideal de 100 escritores
colombianos, publicó una lista, que fue discutida y modificada, intentando establecer un canon
literario (12). Diferente, desde luego, a la selección literaria que estaba conformando Daniel
Samper Ortega, aunque existan unas pocas coincidencias. Y veinte años antes había fundado la
revista Cultura, en la que debatió críticamente, entre otros integrantes del grupo, con Gustavo
Santos y Agustín Nieto Caballero, temas de interés nacional (13).

En estas circunstancias, es que se encuentran dos iniciativas que toman un mismo cauce. La
desarrollada en la Biblioteca, durante la administración del presidente Enrique Olaya Herrera,
que queda expuesta en el balance que hace en su informe el director Samper Ortega en julio de
1934, y fijada como plan para el siguiente año, que gira alrededor de los resultados del censo
cultural y de las misiones culturales ambulantes y el proyecto de cultura que trae el ministro y
que potencia, en varios puntos, el estudio de las aldeas a través de una comisión integrada por
varios peritos, que irían observando y recorriendo el país, empezando por las regiones más
atrasadas, como en parte se realizó. Entonces, la Biblioteca Nacional logra tener un rol bastante
dinámico en el manejo de la política de extensión cultural promovida por el ministro de
educación, que queda establecida en el Estatuto de la Aldea Colombiana que, a su vez, es
refundida y presentada en el Estatuto de la Biblioteca Nacional (14). Y, es precisamente, como
veremos más adelante, en este momento por las funciones que empieza a cumplir, cuando la
biblioteca y su director se vuelven un blanco seguro al que se dirige la crítica de muchos
opositores en el Congreso Nacional (no solo la del partido conservador como se ha supuesto
hasta ahora) y en la prensa, particularmente por Laureano Gómez, en la Revista Colombiana
(15) y en El País, antes de publicar El Siglo donde, desde luego, la continua.

A grandes trazos, la inmediatez del cargo lleva al ministro no solo a plantear su plan sino a
fijarlo de alguna manera tanto en lo estrictamente educativo como en lo cultural, tornándose por
momentos la situación más compleja, cuando el presupuesto era corto y el empeño grande.
Así, al implementar las bibliotecas aldeanas, comenzaron a surgir inconvenientes para
conformar la colección mínima. Como la Imprenta Nacional estaba colapsada, opta por negociar
sólo la publicación de las cartillas (16). Para los libros colombianos, decide adoptar la Selección
Samper Ortega, con la Editorial Minerva, y para los extranjeros, varios convenios: con Araluce su
colección de literatura y con Apletton, Seix Barralt y Fabre, cartillas y manuales. En fin, el
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hecho de haber contratado con Minerva la colección de autores colombianos y solicitar una
imprenta para la biblioteca, para resolver los problemas de impresión, encontró nuevos
opositores en el congreso de la república. Para L. Gómez, que luego de argumentar
sobrecostos, descalificar muchas publicaciones oficiales y de aludir a que todos los institutos
querían publicar boletines como los de la Contraloría, esta no era necesaria. Y en sobrecostos y
probable tren burocrático coinciden J. E. Gaitán y G. Molina (17). Y algunas otras sindicaciones
(como las relacionadas con las tareas de divulgación que podían corresponder a otros ministerios)
y descargos, como se ve en la respuesta que Samper Ortega redacta para ser leída en el congreso,
que insertamos más adelante.

Veamos con algún detalle cómo se enredan las cosas. En una de las respuestas del director de
la biblioteca publicada en Senderos (18), a uno de los varios cargos que en forma desatinada le
hacia un estudiante de derecho, en un artículo publicado en El País en 1934, en que aclara que la
correría de la primera misión cultural ambulante por Boyacá, nunca ”jira”, como suponía el
estudiante, para implicar derroche, no se había hecho con dinero público sino que había sido
costeada por la familia del director, dio paso a un escrito anónimo, bastante satírico, titulado
Daniel en la cueva de los leones, que fue publicado en el mismo periódico, el 29 de noviembre de
1934. Y dicho artículo por su mordacidad, que llega incluso al escarnio personal y que
seguramente causó mucha molestia al director y goce a muchos opositores, movió rápidamente
la imaginación del caricaturista del periódico, Alejandro Gómez Leal, que parodiando al
personaje de la historia sagrada, representa al otro día, a don Daniel Samper en la cueva de...,
aludiendo a la biblioteca, a los libros y al ministro López de Mesa, que, en recipiente, le lleva
chanfaina. Y la pluma del caricaturista, en dos o tres ocasiones más, satiriza al ministro por su
política o por su reforma educativa (que debió causar a los implicados bastante escozor). En
una de estas el ministro lleva cargado en los brazos a Agustín Nieto Caballero, director de
educación secundaria (19). Pareciera que en estas imágenes se enfrentan dos grupos: el de
cultura y el de... la impostura. Por decir lo menos.

3.

Un punto, que nos da una nueva dimensión que tiene la labor del director Samper Ortega en la
Biblioteca Nacional, es la que logra desenvolver en la Revista Senderos, como órgano de
divulgación de la institución y de la política cultural del gobierno, durante dos cortos años
(20). Aunque no se debe perder de vista que uno de los fines fue la de darle a la biblioteca un
papel relevante en el exterior y la de servir en los canjes con otras naciones. La idea del editor
Samper Ortega, estaba lejos de hacer de la revista un simple listado de libros, pues siempre
tuvo como parangón al Papel Periódico Ilustrado, la revista Moderna o Cultura, por mencionar
algunas de las publicaciones más relevantes financiadas por particulares. Y esto lo quería
asegurar con las contribuciones de una gran nómina de escritores que inserta desde el primer
número, en la contra carátula, pero de los cuales casi nunca tiene respuesta (21). Al punto que
en algún momento, copiando la lista, se dirige a cada uno solicitándole algún texto. El resultado,
a pesar de las expectativas, no fue el esperado, aunque al poco tiempo solo llega una
contribución, que desde luego publica. (22)
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Sondeando el archivo, encontramos la correspondencia que llegaba a la revista y no sólo de


felicitaciones, sino comentando en detalle su contenido (23). Y la selección de la
correspondencia da origen a una sección. O los cuadros del censo cultural, que por la temática
tratada dieron paso, un poco después, a una contribución dirigida desde Venezuela. O
simplemente, un lector que emocionado por un escritor envía un poema, que Samper horrorizado
deja a un lado y escribe al margen un comentario a su secretaria, que mueve a la risa, pero que
le permite reflexionar como editor sobre lo que se debe incluir y lo contrario. Pero cuando le
gusta el contenido del envió de algún suscriptor, como una carta enviada desde Medellín, se
apresura a publicarla, y le escribe al remitente que le gustó tanto que la publicó sin consultarlo,
y todo porque tocaba, de manera vivaz, aspectos del proyecto de la cultura aldeana (24).

Y así, de un número a otro, al lado de los ensayos que compila (por ejemplo, apartes de los
discursos del presidente A. López Pumarejo, como candidato y ya como presidente, en que
alude a su política educativa y cultural, que al parecer coincidía), o los que el mismo redacta
sobre algún literato o libro, por fuera de las reseñas o informes de labores. Y , cada vez en que
hubo ocasión, como se ve en la selección que hemos preparado, publicó información relacionada
con el ministerio de educación, o con las actividades de divulgación que este le había asignado
con el manejo de las bibliotecas aldeanas ( avisos invitando a los municipios para solicitarlas, , los
requisitos y formatos de cartas, nuevos llamados de atención por no tener contestación,
como el que encabeza “La pereza nacional”), tablas estadísticas de los libros repartidos, etc. O
para mencionar otra, la carta informe, dirigida al ministro, al director de educación secundaria y
al de bellas artes, relatando la experiencia de la primera correría de la Misión Cultural Ambulante
por Boyacá, probando uno de los cuatro proyectores que trajo Gustavo Santos de Italia,
comentando la reacción del público ante las películas en cada aldea, la pelea por el uso de los
micrófonos con el Inspector de educación, para explicar alguna escena o sus impresiones sobre
las escuelas y pueblos visitados. A este primer ensayo de prueba, siguen los adelantados por
los inspectores, cuando están ya en completa marcha, las bibliotecas aldeanas.

Revisando cuidadosamente la revista Senderos, se pueden establecer otros temas que concretan
el proyecto de la Biblioteca Nacional en su intento de difundir la cultura por medios distintos al
libro y a la cartilla y, por lo tanto, de llegar a una red amplia de audiencias. En general, para
un público iletrado, en la que la radio y la cinematografía educativa tendrían gran impacto. En
cuanto a la radio, manifestó en varias ocasiones su valor, al extremo de reconocer que su
experiencia en la dirección de la emisora había demostrado las dimensiones que podía alcanzar
este medio de comunicación, dentro y fuera del país, como dejó consignado en sus informes en
los que señala el contenido de la programación y la importancia de las conferencias. Y sobre todo,
el impacto que tenía un discurso, una charla o un consejo a tiempo a un campesino sobre la
necesidad de la educación escolar, o las medidas que debían adoptar frente a las plagas que
atacaban sus cosechas o animales, o de cómo criar bien a sus hijos, de las normas de higiene y
salubridad que debían tener, etc. . Entonces, logró transmitir 75 conferencias con temas de
interés y adecuados a las necesidades del campo, contando con el auxilio de otros ministerios
(Higiene, Industrias y Agricultura) e institutos como el Fondo Cafetero o la Sociedad de
7

Agricultores. Y el director, desde luego, tomó varias veces el micrófono para celebrar un
evento o una fecha importante donde leía el discurso que previamente había escrito, o para
orientar la opinión durante el conflicto con el Perú, o simplemente para dictar una conferencia,
cuando no era solamente para rendir un informe.

4.

Podemos concluir que con el paso de los años, la biblioteca fue perdiendo paulatinamente su
papel en las tareas de “divulgación cultural”, en parte porque el proyecto de cultura aldeana se
interrumpe con la abrupta salida del ministro López de Mesa. Y más que ello, porque el
ministerio en su reestructuración técnica y centralización de funciones, continúa asumiéndolas.
Primero con el cierre intempestivo de la revista, que pasa a depender de la Sección de
Publicaciones del Ministerio, en el momento de mas auge, precisamente cuando editaba 2500
ejemplares. Además el ministerio estaba cercenado y a un alto funcionario se le ocurrió el
traspaso, para tener un órgano de divulgación propio. Y desde 1938, la cinematografía depende
de la sección de extensión cultural (25). Y aunque en el nuevo edificio de la biblioteca se había
incluido un espacio para instalar la emisora, los equipos no se modernizaron, como quería el
director para hacer excelentes transmisiones tanto de onda corta como larga. Un vestigio quedó
en la cúpula, por azar el lugar donde se encuentra el archivo Samper. Y la imprenta, con el nuevo
manejo político, se trasladó a la U. Nacional y luego, a otro ministerio.

En fin, como lo había anunciado muchas veces (sobre todo para apaciguar a sus opositores),
logrado el traslado a la nueva sede, su máxima aspiración, don Daniel Samper Ortega dejó el
cargo (26). Y aunque la biblioteca nacional continuó manejando las bibliotecas aldeanas hasta
1941, con la supervisión de Tomás Rueda Vargas, el director propuesto al presidente Eduardo
Santos en 1938, el proyecto decae en los años siguientes. De esta época, queda alguna
correspondencia (28) y un listado de las obras que constituían la biblioteca circulante (28). No
obstante, el Ministerio sigue enviando paquetes de libros a través de la dirección de educación
primaria. Y más tarde, las misiones ambulantes son remplazadas por las escuelas ambulantes.
Sin embargo, la Biblioteca Nacional, desde entonces ha continuado su labor enfrentando nuevos
desafíos, sólo que ahora, como nunca antes, necesita una nueva ampliación pues el desarrollo
algo desatinado de la industria editorial, rebasó las dimensiones de cualquier cálculo.
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