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PERSONA HUMANA
QUE ES LA PERSONA?
De la persona, Santo Tomás, siguiendo en esto una definición tradicional dada por
Boecio, dice que es una “sustancia individual de naturaleza racional”. Para entender
mejor esta definición de Santo Tomás, veremos lo que ella niega. En primer lugar niega
que la persona sea un conjunto de impresiones más o menos endebles, de emociones y
recuerdos, falto de cualquier principio de coherencia interna y estabilidad. Muchas
veces se difunde entre nosotros la idea de que la persona es sólo su estado de conciencia
actual. Esto hace que nos encontremos con la contradicción de personas que tienen, o
afirman, haber tenido, estados de conciencia radicalmente diferentes unos de otros, a
distancia de pocos días o hasta de pocas horas. Un feroz asesino puede, a distancia de
pocas horas, enternecerse con una flor, o a distancia de algunos meses de su crimen,
pretender “ser otra persona”. Es más, esta inestabilidad está ahora especialmente
difundida como consecuencia de la creciente precariedad de las relaciones familiares. Si
se concibe una persona en esos términos, se vuelve imposible comprender como pueda,
en el presente, seguir comprometida por un acto realizado en el pasado. Esto es
particularmente claro en el caso del matrimonio. Quien compartiese una concepción de
la conciencia como estado de conciencia actual podrá decir, por ejemplo: “es verdad, te
juré, amor eterno, pero fue ayer y mi yo de ayer es distinto del de hoy. Mi estado de
conciencia ha cambiado, y ¿cómo puedo estar obligado por un acto que ya no me
pertenece?”
A todo esto se opone el concepto tomista de sustancia. Etimológicamente sustancia
significa “lo que sostiene”. Debajo de los diferentes estados de conciencia, que
cambian, existe algo que no cambia esencialmente, que es la subjetividad de la persona.
Es ella la que se compromete en los actos libres, pasando a través de los estados de
conciencia. Más aún, la sustancia de la persona está, en cierto sentido, expuesta al
cambio, pero tal cambio no es accidental y arbitrario. Todo acto de la persona se refiere
a esta sustancia y la muda, la hace cada vez más auténtica, y la conduce hacia una más o
menos auténtica actualización de su potencialidad.
Así pues, a través de sus acciones, la persona crece, se vuelve mejor o peor en cuanto
persona y, de todos modos, conserva en sí misma las propias acciones o, al menos, su
valor moral. La sustancia de la persona, nos dice también Boecio, es individual: cada
persona es responsable de sus propias acciones, es su causa y su origen. El hecho de que
nuestro actuar está condicionado por el ambiente, por la sociedad, por el contexto
general de nuestra existencia, no cambia en nada por el hecho de que nosotros somos
sus autores. Ninguna responsabilidad colectiva puede sustituir a nuestra responsabilidad
personal. Finalmente, el hecho de que la persona sea una sustancia individual de
naturaleza racional, nos indica la medida según la cual debe ser juzgada su acción, para
comprender si realiza o desfigura su naturaleza y su tarea originales. La persona, en
cuanto sujeto racional, puede conocer la verdad propia de sus diferentes ámbitos de
acción y está obligada a actuar según tal verdad.
Es bueno recordar esta concepción tomista de la persona al principio de este capítulo
porque nosotros, al intentar explorar algunas dimensiones del ser personal que no están
inmediata y explícitamente implicadas en esta definición, no pretendemos en ninguna
forma negar lo que en ella se afirma, sino que más bien, en cierto sentido, lo
presuponemos.
Aquí pretendemos considerar otro aspecto del ser personal que, por lo demás, no es
desconocido al mismo Santo Tomás: aquel aspecto por el cual la persona es relación.
Para comprender bien este aspecto será bueno referirse a la primera aparición de esta
expresión, persona, en el lenguaje de la filosofía y de la teología.
Originalmente, persona significa máscara, la máscara que el actor de la antigüedad se
ponía en la cara. Por extensión, la palabra indica el papel teatral, que es definido por su
relación con otros papeles. La función del personaje es la de ser interlocutor en un
diálogo, que es a su vez el eje conductor de un drama en el que se aclaran el destino y el
sentido de la existencia de los diversos interlocutores. Esto hace que la persona tenga
una consistencia en sí misma, pero no pueda tampoco propiamente subsistir en sí
misma sin la relación con los demás. ¿Cómo podría subsistir Antígona fuera de la
relación con Creonte y con Edipo y sus hermanos es decir, fuera del papel que se le
asigna en el drama? En la teología, el concepto de persona entra como eminente
concepto de relación. Es introducido para pensar en la relación entre el Padre, el Hijo y
el Espíritu. El Hijo subsiste en sí, pero al mismo tiempo, recibe continuamente en sí el
don del Padre que lo engendra, e igualmente el Espíritu coincide en cierto sentido, con
el acto de reunir en el amor al Padre y al Hijo. En Dios, sustancia y acción coinciden y
por lo tanto también sustancia y relación, en una forma que excede a la razón humana.
De aquí l fórmula trinitaria de una sola sustancia en tres personas. La calidad de la
relación entre las personas, la totalidad de la donación recíproca es tal que implica la
unidad de la sustancia, su compartición radical, el no ser sustancialmente otra cosa el
uno respecto del otro, aunque manteniendo, la distinción de las personas, en virtud de la
cual puede solamente subsistir la relación del don.
Es bastante significativo el hecho de que esta noción de persona, introducida
originariamente para comprender la naturaleza de las relaciones intra trinitarias, se haya
convertido siempre más, progresivamente, en noción para la controversia sobre lo
humano. Tal vez se puede ver en ello una cierta confirmación experimental de la
afirmación bíblica según la cual “Dios creó al hombre a su imagen y semejanza”.
ROCCO BUTTIGLIONE
Persona
La palabra latina persona fué originalmente usada para designar la máscara usada por un actor.
De ésta, se aplicó al rol que éste asumía y, finalmente, a cualquier carácter en el escenario de la
vida, a cualquier individuo. Este artículo discute:
la definición de "persona", especialmente en referencia a la doctrina de la Encarnación; al uso de la
palabra "persona", y su equivalente griego en conexión con las disputas Trinitarias. Para el
tratamiento psicológico del tema ver Personalidad. 1. Definición
La definición clásica es la dada por Boecio en "De persona et duabus naturis", c. ii: Naturæ
rationalis individua substantia (substancia individual de naturaleza racional).
Sustancia - es usado para excluir los accidentes: "Vemos que los accidentes no pueden constituir a
la persona" (Boecio, op. Cit) La substancia es usada en dos sentidos: de la sustancia concreta
como existiendo en el individuo, llamada substancia primera, lo que en Aristóteles corresponde a la
ousia prote; y de las abstracciones, substancia como existiendo en género y especies, llamada
substancia segunda y en Aristóteles, llamada ousia deutera. Se discute cuál de la dos acepciones
tomadas en sí mismas significan en este artículo. Es muy probable que en sí mismas, ella
prescinda de la substancia primera y substancia segunda, y sea restringida a la significancia
primera solo por la palabra individua. Individua - Individua, i.e., indivisum in se, es aquel tal que,
distinto a los brazos más altos del árbol de Profirio, género y especies, no pueden ser ulteriormente
subdivididos. Al dar Boecio su definición pareciera que no le adjunta ninguna otra definición a la
palabra. Es, meramente sinónimo de singularidad.
Naturaleza Racional - Persona se predica sólo de seres intelectuales. La palabra genérica que
incluye a todas las substancias individuales existentes, es una suppositum. Por lo tanto, la persona
es una subdivisión de suppositum, el cual es aplicado igualmente a lo racional e irracional,
individuos vivos e inertes. Una persona es, por lo tanto, algunas veces definida como una
suppositum naturae rationalis.
La definición de Boecio tal como está, puede dificilmente ser considerada satisfactoria. Las
palabras tomadas literalmente pueden ser aplicadas al alma racional del hombre y también a la
naturaleza humana de Cristo. Que Santo Tomás la aceptara, presumiblemente se debió al hecho
que la encontró en posesión y reconocida como una definición tradicional. El la explica en términos
que prácticamente constituyen una nueva definición: La Individua substantia dice, significa,
substancia, completa, por sí subsistente, separata ab aliia, es decir, una sustancia completa,
subsistente por sí, existiendo aparte de otras (III,Qxvi, a. 12, ad 2um).
Si a esto le sumamos rationalis naturae, tenemos una definición que comprende las cinco notas
que constituyen una persona:
substantia - lo que excluye el accidente; completa - debe formar una naturaleza completa; el que
sea una parte, ya sea actual o "aptitudinalmente", no satisface la definición; per se subsistens - la
persona existe en sí misma y para sí misma;ella es en justicia (sui juris), la esencial poseedora de
su naturaleza y todos sus actos, el sujeto fundamental de predicación de todos sus atributos; aquel
que existe en otro no es persona; separata ab aliis- Esto excluye la universal substancia segunda,
la cual no tiene existencia fuera del individuo; rationalis naturae - excluye toda supposita no
intelectual. Pertenece, por lo tanto, a la persona una triple incomunicabilidad, expresada en las
notas (b), (c) y (d). El alma humana pertenece a la naturaleza como parte de ella y, por lo tanto no
es una persona, aún cuando existe separadamente. La naturaleza humana de Cristo no existe per
se seorsum, pero in alio en la Divina Personalidad de la Palabra. Es por lo tanto comunicada por
asunción y, por lo tanto, no es una persona. Finalmente, la Divina Esencia, aunque subsistente per
se, está tan comunicada con las Tres Personas que no existe aparte de ellos; es, por lo tanto, no
una persona.
Los teólogos concuerdan que en la Unión Hipostática la razón inmediata porqué la Sagrada
Humanidad, aunque completa e individual, no es persona es que no es una subsistencia, no per se
seorsum subsistens. Sin embargo, han discutido por siglos lo concerniente a la determinación
fundamental de la naturaleza la cual si estuviera presente podría hacerla subsistente y por lo tanto
una persona, lo que en otras palabras es el fundamento esencial de la personalidad. De acuerdo a
Scoto, tal como es usualmente entendido, el fundamento esencial es una mera negación. Que la
naturaleza individual intelectual es una persona, la cual no está en su naturaleza destinada a ser
comunicada-como lo es el alma humana-tampoco está actualmente comunicada-como lo está la
Sagrada Humanidad. Si cesa la Unión Hipostática el último podría ipso facto, sin ninguna
determinación posterior, pasar a ser persona. Por esto se objeta que la persona posee la
naturaleza y todos sus atributos. Es difícil creer que este poseedor como distinto a los objetos
poseídos, esté constituído solo por una negación. Consecuentemente, el Tomismo tradicional, que
siguió a Cayetano, sostenía que hay una determinación positiva que llamaron "modo" de
subsistencia. Es la función de este modo que hace a la naturaleza incomunicable, terminada en sí
misma y capaz de recibir su propio ser o existencia, Sin este modo, la naturaleza humana de Cristo
existe sólo por el creciente ser de la Palabra.
2. El uso de la palabra persona y sus equivalentes griegos en relación a las disputas trinitarias
Para la constitución de una persona se requiere que una realidad sea subsistente y absolutamente
distinta, es decir, incomunicable. Las tres realidades Divinas son relaciones, cada una se identifica
con la Esencia Divina. Una relación finita tiene realidad solo y en cuanto es un accidente; tiene
realidad de inherencia. Sin embargo, las relaciones Divinas son por naturaleza no por inherencia
sino por identidad. La realidad que tienen, por lo tanto, no es aquella de un accidente, sino aquella
de una subsistencia. Son una con ipsum esse subsistens. Nuevamente, cada relación, por su
propia naturaleza, implica oposición y por lo tanto, distinción. En la relación finita, esta distinción es
entre el sujeto y el término. In las relaciones infinitas no hay sujeto distinto de la relación misma; la
Paternidad es el Padre-y ningún término se distingue de la relación opuesta; La Filiación es el Hijo.
Las realidades Divinas son por lo tanto distintas y mutuamente incomunicables a través de esta
relativa oposición; con subsistentes como siendo identificados con la subsistencia del la Mente De
Dios, es decir, son personas. El uso de la palabra persona para denotarlos, sin embargo, provocó
controversia entre el Este y el Oeste. El equivalente griego preciso fué prosopon, asimismo usado
originalmente como la máscara usada por el actor y luego, del carácter que representaba, pero el
significado de la palabra no prosperó como aquel de persona, con la significación general de
individuo. Consecuentemente tres personae, tria prosopa, tenía sabor a Sabelianismo para los
griegos. Por otro lado, su palabra hypóstasis, de hypo-histeme, fué tomada por su correspondiente
en latín substancia, de sub-stare. Tres hypóstasis, por lo tanto, aparecían en conflicto con la
doctrina Nicómaca de la unidad de substancia en la Trinidad. Esta diferencia fué una causa
principal del Antioquenismo del siglo cuarto (ver MELETIUS DE ANTIOQUIA). Eventualmente en el
Oeste, se reconoció que el verdadero equivalente de la hypóstasis no era la substancia sino la
subsistencia y en el Este que para entender prosopon en el sentido latino de persona se excluyó la
posibilidad de una interpretación Sabeliana. Sin embargo, en el Primer Concilio de Constantinopla
se reconoció que las palabras hypóstasis, prosopon y persona eran igualmente aplicables a las
tres realidades Divinas (ver Encarnación; Naturaleza; Substancia; Trinidad).
BOECIO, De Persona et Duabus Naturis, ii, iii, in P.L., LXIV, 1342 sqq.; RICKABY, Metafísica
General, 92-102, 279-97 (London, 1890); DE REGNON, Etudes sur la Triniti, I. studies i, iv; ST.
TOMAS DE AQUINO, III, Q. xvi, a. 12; De Potentia, ix, 1-4; TERRIEN, S. Thomae Doctrina de
Unione Hypostatica, bk. I, c. vii; bk. III, cc. vi-vii (Paris, 1894); FRANZELIN, De Verbo Incarnato,
sect. III, cc. iii-iv (Rome, 1874); HARPER, Metaphysics of the School, vol. I, bk. III, c. ii, art. 2
(London, 1879).
L.W. GEDDES Transcrito por Rosalie Nesbit Traducido por Carolina Eyzaguirre A. Dic'2001.
http://ec.aciprensa.com/wiki/Persona#.Uw6ZIeN5MkQ
enciclopedia católica
Todos los seres humanos queremos ser felices. Es así que todo lo que hacemos, incluso
nuestros errores, responden a esa necesidad de alcanzar un estado que llamamos felicidad.
Es también de sentido común que identifiquemos la felicidad con el amor.
Para saber cómo es el amor al que estamos llamados y que nos dará la plenitud que
buscamos, debemos ver otros aspectos primero y resolver algunas preguntas fundamentales.
El cuerpo
En una primera instancia puedo percibir que tengo un cuerpo, con características muy
particulares, es un cuerpo que tiene una serie de funciones, que es bueno en sí mismo,
que debo cuidarlo y tratarlo con reverencia. Sin embargo, yo no soy sólo mi cuerpo, soy
más que eso.
La mente
Avanzando un poco más, percibo en mí una dimensión más profunda, es el área
psicológica. Mi propia experiencia me dice que en mi mente es un ámbito poco conocido
por mí, de hecho necesito conocer mejor este aspecto tan importante.
Los elementos que son reconocidos por la mente como buenos, verdaderos, falsos, o
malos, despiertan en la persona una reacción emotiva llamada pasión, la cual
corresponderá al juicio que se tenga sobre el objeto conocido.
El odio: cuando el objeto es falso, malo, teniendo en cuenta que es vencible por nosotros.
El odio es una fuerza que nos sirve para eliminar los obstáculos.
El miedo: cuando el objeto es malo y nos amenaza siendo invencible o muy peligroso.
La tristeza: pasión que se manifiesta ante la pérdida de un bien deseado. O cuando dicho
bien no es alcanzable.
Las pasiones, como todas las potencias humanas, no son buenas ni malas, sino que lo
serán en la medida que las use para el bien o para el mal.
La voluntad es otro elemento importante al nivel de la mente, es una potencia del alma
que nos permite ponernos en movimiento para alcanzar un bien o rechazar un mal, es la
concreción de una opción en la acción, puede o no estar en concordancia con una pasión.
Cada persona tiene una manera especial de ser, al nivel de la mente podemos decir que
algunos son más discursivos, otros más emotivos, hay personas que son secundarias,
esto es, que las emociones quedan marcadas por mucho tiempo, otras son primarias.
El espíritu
He conocido lo que significa el yo psicológico. Dicha realidad es transitoria, se trata de un
conjunto de experiencias que van y vienen, así, pienso y dejo de pensar, tengo temor o
angustia y dejo de tenerla, y podría decir lo mismo con la alegría, los recuerdos, etc. Toda
esta corriente continua constituye el yo psicológico.
Sin embargo, es indudable que existe algo permanente, algo interior, más de raíz. Se
trata de un mismo punto de referencia, una conciencia profunda de identidad. Por
ejemplo, cuando era niño, mi apariencia era la de un niño, mis pensamientos eran los de
un niño, ahora que soy adulto, tanto mi cuerpo como mis criterios, emociones y
sentimientos son de adulto. Sin embargo no he dejado de ser yo mismo, hay algo que en
mi ha permanecido, se trata de algo que hace que uno sea siempre el mismo.
1
En este caso entender “amor” como emoción, como atracción hacia alguien, no en el sentido global de auto
entrega. Los griegos hacen la distinción entre los distintos amores que experimenta la persona.
Al encuentro de nuestra mismidad
Esta realidad profunda que hemos descubierto es llamada mismidad, nombre que nos
sirve para distinguirla de cualquier otra realidad con la que nos podemos identificar.
Cuando los místicos hablan de la "chispa", el "hondón" del Alma, hablan de esa realidad
que otros llaman sujeto, porque todo lo demás está apoyándose en él, porque está por
debajo de la corriente de todo lo que pasa. En el caso de cada uno, esa realidad es mi
mismidad y eso es lo que importa.
Características de la mismidad:
Este hambre de infinito que impulsa al ser humano a buscar la felicidad, tiene una serie de
características concretas:
En primer lugar se trata del anhelo de una realidad infinita, intensa, que abarque todos los
aspectos de la realidad humana y que se expresa en la posesión de la verdad, la libertad,
la bondad y la belleza infinitas.
En segundo lugar, el hombre anhela que esta bondad, libertad, belleza y verdad infinitas,
sean eternas, que no se acaben, que sean para siempre.
Los anhelos que hemos mencionado nos dicen algo muy concreto; el hombre anhela en lo
más profundo de sí, el encuentro amoroso con una realidad que sea personal eterna e
infinita, y que encierre en sí misma la verdad, la bondad, la libertad y la belleza en los
mismos términos. El ser humano, en el fondo anhela a Dios.
LA PERSONA Y EL AMOR
En el caso del ser humano, naturalmente, la relación entre sustancia y relación es
diversa que en el caso de la Trinidad. Cada ser humano posee, como ya hemos visto,
una substancia suya, que le pertenece de modo inalienable. También es verdad que cada
ser humano se vuelve consciente de la propia dignidad óntica y toma consciencia del
propio valor como hombre sólo a través de la relación con otros y, precisamente,
cuando otro ser humano asume hacia él la actitud que corresponde al valor de la
persona, esto es, el amor. El amor, entendido aquí en sentido general y no
exclusivamente sexual, es una respuesta afectiva de toda la persona que implica el
reconocimiento de la dignidad del otro, pero también el estupor afectivo y la
contemplación de su dignidad y su grandeza, de donde nace la disponibilidad de
comprometerse a sí mismo para defender tal dignidad y belleza y acompañarla hacia su
adecuada realización.
Para la persona humana, el tomar consciencia de sí es decir, el ser auto consciente, no
es algo accesorio que pueda darse o no darse. La autoconsciencia es pues, un acto
propio de la persona, decisivo para su auto realización como persona. Sólo de tal modo
puedo, no sólo hacer lo que es justo, sino también vivir tal acción como mi acción
propia que me pertenece y me constituye esencialmente.
Esta autoconsciencia, como hemos dicho, es posible sólo a través de la mediación del
otro, es decir, en la medida en que otro, dirigiéndose hacia mí, despierta en mí la
consciencia de la parte que tengo que representar en el drama de la vida y de la historia.
Empiezo a existir como ser autoconsciente ante la llamada del otro, y como respuesta a
la disponibilidad que desde el principio manifiesta hacia mí.
En este sentido, el ser de la persona es por naturaleza comunial. El ser sujeto individual
no contradice esa estructura de la persona, sino que ayuda a comprenderla mejor. En
efecto, la relación con la otra persona humana no crea ni al sujeto ni a su conciencia,
pero se inserta sobre el presupuesto de una primera donación original del ser y del
sentido de parte de Dios, como su desenvolvimiento y explicitación. Esto significa que
en la relación interpersonal, y en particular en la educación, el hombre coopera con
Dios en la creación de la interioridad del otro. Esto es de vital importancia porque nos
induce a rechazar cualquier pretensión de un hombre de considerar a otro hombre como
un producto de su iniciativa. Nuestros hijos, que engendramos en la carne y educamos
en el espíritu, no nos pertenecen, precisamente en virtud de la donación originaria del
ser y del sentido del ser por parte de Dios; pertenecen a un destino infinitamente mayor,
hacia el cual nosotros nos esforzamos en lo posible por guiarlos y en todo caso por
acompañarlos. Sin embargo, esto no debe inducirnos a no ver el otro lado de la verdad.
Cada uno de nosotros es, en cierto sentido, la suma del amor que le ha sido dado; otros
hombres participan realmente en la creación de nuestra personalidad concreta, tanto
que, sin ellos, no seríamos lo que somos. Existen relaciones humanas decisivas y
nuestro destino depende en gran medida del modo en que las vivimos.
ROCCO BUTTIGLIONE
a. Unidad de la persona
El hombre ha sido creado por Dios como unidad de cuerpo y alma. El alma
espiritual es el principio de unidad del ser humano, es aquello por lo cual
éste existe como un todo en cuanto a persona. La persona (incluido el
cuerpo) está confiada enteramente a sí misma y es en la unidad de alma y
cuerpo donde ella es el sujeto de sus propios actos morales.
Mediante su corporeidad, el hombre unifica en sí mismo loe elementos del
mundo material. Esta dimensión le permite al hombre su inserción en el
mundo material, lugar de su realización y de su libertad no como en una
prisión o en un exilio. No es lícito despreciar la vida corporal; el hombre, al
contrario, debe tener por bueno y honrar a su propio cuerpo, como criatura
de Dios que ha de resucitar en el último día. La dimensión corporal, sin
embargo, a causa de la herida del pecado, hace experimentar al hombre las
rebeliones del cuerpo y las inclinaciones perversas del corazón, sobre las que
debe siempre vigilar para no dejarse esclavizar y para no permanecer
víctima de una visión puramente terrena de su vida.
Por su espiritualidad el hombre supera a la totalidad de las cosas y penetra
en la estructura más profunda de la realidad. Como cuando se adentra en su
corazón, es decir, cuando reflexiona sobre su propio destino, el hombre se
descubre superior al mundo material, por su dignidad única de interlocutor
de Dios, bajo cuya mirada decide su vida. Él, en su vida interior, reconoce
tener en sí mismo la espiritualidad y la inmortalidad de su alma y no se
percibe a sí mismo como partícula de la naturaleza.
El hombre tiene dos características diversas: es un ser material, vinculado a
este mundo mediante su cuerpo, y un ser espiritual, abierto a la
trascendencia y al descubrimiento de una verdad más profunda, a causa de
su inteligencia que lo hace participante de la luz de la inteligencia divina. La
iglesia afirma: la unidad del alma y del cuerpo es tan profunda que se debe
considerar al alma como la forma del cuerpo, es decir, gracias al alma
espiritual, la materia que integra el cuerpo es un cuerpo humano y viviente;
en el hombre, el espíritu y la materia no son dos naturalezas unidas, sino que
su unión constituye una única naturaleza. Ni el espiritualismo que desprecia
la realidad del cuerpo, ni el materialismo que considera el espíritu una mera
manifestación de la materia, dan razón de la complejidad, de la totalidad y
de la unidad del ser humano.
b. Apertura a la trascendencia y unicidad de la persona
c. La libertad de la persona
- Valor y límites de la libertad.- el hombre puede dirigirse hacia el bien
sólo en la libertad, que Dios le ha dado como signo eminente de su
imagen: Dios ha querido dejar al hombre en manos de su propia
decisión, para que así busque espontáneamente a su creados y,
adhiriéndose libremente a éste, alcance la plena y bienaventurada
perfección. La dignidad humana requiere, por tanto, que el hombre actúe
según su conciencia y libre elección, es decir, movido e inducido por
convicción interna personal y bajo la presión de un ciego impulso
interior o de la mera coacción externa.
El hombre justamente aprecia la libertad y la busca con pasión:
justamente quiere y debe, formar y guiar por su misma iniciativa su vida
personal y social, asumiendo personalmente su responsabilidad. La
libertad, en efecto, no sólo permite al hombre cambiar convenientemente
el estado de las cosas exterior a él, sino, que determina su crecimiento
como persona, mediante opciones conformes al bien verdadero: de este
modo el hombre se genera así mismo, es padre de su propio ser y
construye el orden social.
La libertad no se opone a la dependencia creatural del hombre respecto
a Dios. La Revelación enseña que el poder de determinar el bien y el mal
no pertenece al hombre, sino sólo a Dios. El hombre es ciertamente libre,
desde el momento en que puede comprender y acoger los mandamientos
de Dios. Y posee una libertad muy amplia, porque puede comer de
“cualquier árbol del jardín”. Pero esa libertad no es ilimitada: el hombre
debe detenerse ante el “árbol de la ciencia del bien y del mal”, por estar
llamado a aceptar la ley moral que Dios le da. En realidad la libertad del
hombre encuentra su verdadera y plena realización de esta aceptación.
El recto ejercicio de la libertad personal exige unas determinadas
condiciones de orden económico, social, jurídico, político y cultural que
son, con demasiada frecuencia desconocidas y violadas. Estas
situaciones de ceguera y de injusticia gravan la vida moral y colocan
tanto a los fuertes como a los débiles en la tentación de pecar contra la
caridad. Al apartarse de la ley moral, el hombre atenta contra su propia
libertad, se encadena a sí mismo, rompe la fraternidad con sus
semejantes y se rebela contra la verdad divina. La liberación de las
injusticias promueve la libertad y la dignidad humana: no obstante, ante
todo, hay que apelar a las capacidades espirituales y morales de la
persona y a la exigencia permanente de la conversión interior si se
quieren obtener cambios económicos y sociales que estén
verdaderamente al servicio del hombre.
DIGNIDAD DE LA PERSONA
Objetivo
Preguntas iniciales
Por favor, lee con atención las siguientes frases y anota una V si crees que es
verdadera y F si crees que es falsa:
Por haber sido hecho a imagen de Dios, el ser humano tiene la dignidad
de persona. No es solamente algo, sino alguien. Es capaz de
conocerse, de poseerse y de darse libremente y entrar en comunión con
otras personas, y es llamado por la gracia, a una alianza con su
Creador, a ofrecerle una respuesta de fe y de amor que ningún otro ser
puede dar en su lugar.
El valor de la vida
Sí, ya sabemos que todos están pensando, que es por demás hablar de
este tema, porque todos los que estamos aquí sabemos que nadie se
atrevería a quitarle la vida a otro, pero lo que buscamos es darnos
cuenta de si somos capaces de educar a nuestros hijos para que ellos
dimensionen el correcto valor de la vida, sobre todo en el mundo actual
en que vivimos, que conozcan a fondo todas las amenazas que atentan
contra la vida y luchen contra ellas. “Debemos forjar las conciencias de
nuestros hijos para que se den cuenta que meterse con un ser humano
es meterse con Jesús, que el día del Juicio Final preguntará: “¿Me viste
a mí, o no me viste a mí en tu prójimo?” (Richards, p.p. 1991).
El aborto
De cualquier forma en que se practique, lo cierto es que ese bebé debe ser
aniquilado. Y es que las madres no han entendido o no quieren entender que
el feto es una vida que debe ser protegida, no es una parte del cuerpo de la
madre, simplemente está ahí como huésped de paso y ella no puede disponer
sobre él.
Y como dijo el Dr. Jerome Lejeume, la misión de los médicos es curar a los enfermos, no matarlos. Nosotros
tenemos que combatir la enfermedad y no al paciente.
La eutanasia
La contracepción
El Papa Juan Pablo II nos cita en un párrafo del Concilio Vaticano II: “En
el acto que expresa su amor conyugal, los esposos están llamados a
darse el uno al otro. Nada de lo que constituye su ser persona puede
excluirse de esta donación. El amor conyugal abarca el bien de toda la
persona”, y concluye que la contracepción contradice la verdad del amor
conyugal.
La manipulación genética
Este es otro de los frentes de ataque en los que debemos poner
atención. Algunos de los experimentos en los que se trabaja manejando
embriones humanos son los siguientes:
Conclusión
Dios da la vida, por lo tanto todo ser humano tiene el derecho a vivir
una vida digna. La vida es sagrada íntegramente, en todas sus
circunstancias imaginables e inimaginables. Su valor sagrado alcanza a
todos los aspectos de nuestra existencia, quienquiera que sea, o
cualquiera que sea el que participe de la maravillosa obra de la
Creación. Tenemos el derecho de llevar a cabo la misión para la que
fuimos creados y nadie puede tratar de impedirlo.
Del don de la vida somos responsables cada uno en particular, pues no hay
don más grande que éste. Al ser el don del que dependen todos los otros
dones, es el que más hay que cuidar, el que más hay que proteger.
Lecturas recomendadas
El Derecho a la Vida
Editora de Revistas, S.A. de C.V.
Números: 1700-1715
Ed. Trillas.
Ver y a tratar a todas las personas “minusválidas” como nos gustaría ser
tratados. Si ves alguno durante la semana, acércate y salúdalo.
Reflexión en Grupo
Instrucciones
Qué pudo haber orillado a las personas a realizar los actos que se
analizan (tratar de definir las causas concretas).