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Mujer: blanco
del conflicto armado
en Colombia
Women: the Blank of Armed
Conflict in Colombia
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302 | Margarita Rosa Cadavid Rico
Resumen
Una forma de entender el conflicto armado colombiano es por medio de sus víctimas,
y las mujeres, al igual que los niños, son las principales víctimas sobrevivientes de
esta violencia. Las violaciones ejercidas contra ellas a través del abuso sexual, el
desplazamiento forzado, el secuestro, la desaparición, la muerte y el control social
son muestras fehacientes de su situación de vulnerabilidad y de la arraigada cultura
machista que las convierte en armas de guerra y blancos de intimidación.
Palabras clave:
Conflicto armado, desplazamiento forzado, violencia sexual, inclusión social, paz.
Abstract
One way to comprehend the Colombian armed conflict is through its victims,
especially women and children who become the main survivors of violence. The sexual
abuse, forced displacement, kidnapping, disappearance, death and social control are
a sample of violations against women. The aforementioned aspects show the group’s
vulnerability situation and rooted sexist culture which make them war weapons and
blank of intimidation.
Key words:
Armed conflict, forced displacement, sexual abuse, social inclusion, peace.
Resumo
Uma forma de interpretar o conflito armado é através de suas vítimas, e as mulheres,
assim como as crianças, são precisamente as principais vítimas sobreviventes desta
violência. As violações exercidas contra elas através do abuso sexual, o deslocamento
forçado, o sequestro, o desaparecimento, a morte e o controle social são um claro
exemplo de sua situação de vulnerabilidade e da arraigada cultura machista que as
converte em armas de guerra e alvos de intimidação.
Palavras-chave:
Conflito armado, deslocamento forçado, violência sexual, inclusão social, paz.
Introducción
El conflicto armado en Colombia tiene cuerpo de mujer. A través de sus ojos,
manos, arrugas y los golpes que ya no se ven pero que todavía duelen, se refle-
jan la angustia, el terror, la huida, la muerte y la violación. Los hombres son los
dueños de la guerra, las mujeres y los niños las principales víctimas. Es la mujer
huérfana, viuda, madre soltera, violada, desplazada, secuestrada, desaparecida y
asesinada, quien vive el terror que ocupa el campo y dispara, sin piedad a las hijas
de Colombia, a la zozobra y a la impunidad.
Violencia de género
en el marco del conflicto armado
En Colombia, como en la mayoría de los países del mundo, la violencia de género
es una violencia fundamentada en una cultura patriarcal en la que los hombres se
suponen con poder sobre las mujeres, las consideran inferiores y de su propiedad.
Se creen dueños de sus pensamientos, sentimientos, comportamientos y libertad:
de su vida. En el contexto de la violencia colombiana, además de sufrir la inti-
midación machista y patriarcal de la cotidianidad son, al igual que los niños, las
principales víctimas de la guerra.
Leyes como la 975 de 2005, conocida como la Ley de Justicia y Paz2 brindaron
de manera desproporcionada mayores garantías para los actores armados en me-
noscabo de los derechos de las víctimas. Como ejemplo de ello, con la menciona-
da ley, el 10% de los más de 50.000 paramilitares desmovilizados redujo sus penas
a cambio de entregar armas, confesar crímenes y devolver tierras y propiedades a
sus legítimos dueños. Paralelamente, las víctimas han carecido de protección por
parte del Gobierno a la hora de denunciar o reclamar sus tierras. “Hasta junio de
2013 veinte reclamantes de tierras han sido asesinados y más de 700 amenazados
desde que empezó el proceso de restitución. Sólo la Unidad de Víctimas ha recibi-
do 59.352 denuncias de amenazas” (Proyecto Víctimas. 5.5 millones de víctimas
y contando. Crímenes de guerra, violencia sexual, 2013, p. 100). Así mismo, la
extradición de líderes paramilitares ha dejado en el olvido cientos de procesos de
víctimas de asesinatos y desaparición forzada.
2 La Ley 975 de 2005 fue el marco legal con el que más de 50.000 miembros de las Autode-
fensas Unidas de Colombia (AUC) se desmovilizaron y obtuvieron beneficios del Estado, tales
como la reducción de penas y la participación en programas de reinserción social a cambio
de la entrega de armas y de la confesión de los crímenes cometidos.
La militarización de la feminidad
El reclutamiento de mujeres jóvenes y niñas no únicamente forzado. Las condi-
ciones económicas y socio-culturales, de pobreza, subordinación y patriarcado en
la que crecen un sin número de mujeres, en su mayoría campesinas, las conduce
a que su proyecto de vida esté determinado por la dependencia de la figura mas-
culina, el trabajo doméstico o a la ilegalidad. En zonas donde tradicionalmente la
ley, es la ley del actor armado de turno y la violencia hace parte de la cotidianidad,
trabajar para los grupos ilegales se presenta como una opción de vida.
Las mujeres reclutadas por los grupos armados ilegales han crecido en medio
del conflicto y de una arraigada cultura machista, cuya principal problemática,
La muerte
Aunque las mujeres son las principales víctimas sobrevivientes de la violencia, su
asesinato en Antioquia y Colombia es un crimen en aumento. Como se señaló en
páginas anteriores, el principal delito cometido contra ellas es la violencia sexual
seguida del desplazamiento forzado. No obstante, el incremento en la desapari-
ción forzada, a partir de 1996 en zonas de alta presencia paramilitar, aumentó el
índice de mujeres asesinadas. Primero son secuestradas, luego torturadas -prác-
ticas dentro de la que se encuentra la violencia sexual- y, finalmente, asesinadas.
Aún no existen cifras exactas de la muerte de mujeres en Antioquia por causa del
conflicto armado. Excepto las masacres, la mayoría de estas muertes son con-
sideradas por los organismos de investigación como crímenes pasionales o de
delincuencia común.
Es necesario conocer las razones por las cuales las mujeres mantienen su dolor
en silencio para, a partir de estas causas, crear un proceso integral de atención,
protección y reparación con perspectiva de género:
Sentimiento de culpa
En culturas tan patriarcales como las del campo, las mujeres tienden a culparse
de los actos cometidos contra su integridad. Este tipo de violencia ocurre siste-
máticamente porque en numerosos casos ellas dan la razón al hombre por ser
golpeadas o agredidas verbalmente. Dicha problemática evidencia el alto grado
de sumisión y desigualdad de género en Colombia.
Del mismo modo, existen testimonios en los que las mujeres piensan que pro-
vocaron los actos violentos por no seguir las tradiciones machistas de su región o
los parámetros impuestos por los actores armados.
Normalización de la violencia
50 décadas de lucha armada han blindado a campesinos y ciudadanos de la cruel-
dad de la guerra. Los colombianos perciben la muerte o el secuestro como un
suceso más de la vida cotidiana. Para un gran número de mujeres acostumbradas
a ver la muerte en su día a día, el abuso sexual o el desplazamiento forzado es un
mal menor al de morir. Por el hecho de ser sobrevivientes se sienten agradecidas,
aun cuando físicamente, moralmente y psicológicamente han sido ultrajadas.
Justicia tardía
Además de las razones detalladas anteriormente, las mujeres sienten un gran es-
cepticismo frente al Estado y sus instituciones. El temor a denunciar está ligado
con el alto nivel de corrupción de miembros del Ejército y la Policía, muchos
de ellos en lugar de proteger a las víctimas son, en conocidos casos como en los
denominados falsos positivos, los perpetradores de los crímenes. En otros contex-
tos dan su consentimiento para que los delitos sean cometidos por otros actores
armados o actúan con negligencia e irrespeto. Del mismo modo, los largos y
dispendiosos procesos burocráticos a los que se ven obligadas a seguir disminuye
en ellas la esperanza de verdad, justicia y reparación.
(…) Su calvario comenzó un día de septiembre de 1987. Solo hasta el 2010 Marta
se atrevió a revelar su historia a fiscales de Justicia y Paz. Pero sus expectativas de
verdad, justicia y reparación, son pesimistas: “no hay reparación que pueda curar el
dolor de la pérdida de un ser querido ni borrar lo que a uno le pasó. Y uno escucha
esas historias de lo que hicieron, y que uno ha visto y ha padecido, y ve ahí a los
victimarios, tranquilos escuchando, eso me hace sentir mal. (Verdad Abierta, 2012)
Sobrevivir y resistir
La condición económica y la afectación psicológica de las víctimas las enfrentan a un
cambio de vida en situación de extrema vulnerabilidad. Como ya se ha menciona-
do anteriormente, la pérdida del hombre y el desplazamiento forzado obligan a las
mujeres a llevar el sustento económico del hogar, además de las tareas domésticas.
Pero también hay una lucha que resiste. En medio de la pobreza y el desampa-
ro, los movimientos sociales y las ONG son los principales entes de protección,
apoyo y cohesión de las mujeres que deciden unirse para reclamar sus derechos,
hablar de su dolor, buscar a familiares desaparecidos, encontrar empleo, entre
otras necesidades. Estas organizaciones integran a mujeres del campo, la ciudad,
afro e indígenas bajo el paraguas de la paz. En Antioquia, el movimiento Madres
de la Candelaria es pionero en la resistencia contra el dominio de las armas. A
pesar de las amenazas, de la poca protección del Estado y la falta de dinero para
movilizarse, madres, esposas, hijas o hermanas no pierden la esperanza, reclaman
sus seres queridos, piden respuestas, piden verdad, piden ser escuchadas.
Constructoras de paz
Las mujeres víctimas del conflicto deben, como ciudadanas plenas de derecho,
tener garantizado un proceso oportuno y seguro de verdad, justicia y reparación.
Tal proceso debe ser realmente efectivo y reparador en la medida en que conten-
ga una perspectiva de género, en la que sus políticas estén diseñadas a partir de
componentes psicosociales, económicos y culturales, que les permitan hacer un
duelo reparador y reconstruir sus vidas. Es imposible pensar en las mujeres como
constructoras de paz sin antes garantizarles una vida digna con acceso pleno de
los derechos mínimos de salud, vivienda y educación, una vida en condiciones
alejadas del conflicto y del contexto que las convirtió en víctimas.
• El respeto por parte de todos los actores armados del Derecho Internacional
Humanitario de proteger a las niñas y mujeres.
• La rehabilitación, integración y reconstrucción de las comunidades afectadas
por la violencia.
• Atender oportunamente las denuncias de violencia de género y actuar con res-
peto hacia la víctima, y severidad sobre el victimario con el objetivo de poner
fin a la impunidad.
• Evitar las amnistías para los crímenes contra las mujeres.
• Incorporar las necesidades particulares de las mujeres en los programas de
mantenimiento de paz.
Conclusiones
• En el marco del conflicto colombiano, la mujer ha sido concebida como arma
de guerra por los actores armados, por lo que es despojada de su dignidad y
vida por medio de la violencia sexual, el secuestro, la tortura y el asesinato. Tal
problemática tiene como base una arraigada cultura patriarcal en la que prima
la dominación masculina; control que, en numerosos casos, es ejercido por
medio de la violencia física.
En una sociedad que busca la paz es necesario construir una nueva cultura en
la que se deslegitime la relación de poder del hombre sobre la mujer, se de-
rrumben los estereotipos que la conciben como sujeto pasivo y objeto sexual y
se empiece a hablar de ella no como madre o esposa sino como individuo.
Por otra parte, el reclutamiento forzado también se constituye como una for-
ma de violencia ya que la mujer debe renunciar a sus sueños y a una futura
posibilidad de ser madre y crear una familia para someterse, en la mayoría de
ocasiones, a la esclavitud doméstica y sexual. Así pues, la reinserción social de
excombatientes debe ir acompañada de un enfoque de género que les permita
una verdadera integración social en su nuevo proyecto de vida.
Referencias
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