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Esto no es lo que quedamos.

Voto,
partidos y elecciones en el siglo XXI.
Patricio G. Talavera
Introducción

El siglo XXI, en una gran cantidad de democracias occidentales, implicó


novedades completamente distintas a las que los observadores, analistas y el
público en general estaban habituados.

Así, comenzaron a extenderse nuevos liderazgos con discursos extremos;


sistemas de partidos políticos estables que estallaron por los aires; cambios cada
vez más bruscos en la opinión pública y dictaduras inconmovibles que amenazan
caen producto de inéditas protestas callejeras.

De Filipinas a España, de Estados Unidos a Túnez, pasando por Argentina,


Brasil y Francia, muchos países atraviesan cambios que contradicen las
predicciones y las experiencias conocidas. En este texto desarrollaremos cuáles
son, fundamentalmente, esos cambios y cuáles son sus causas.

A la vez, este articulo planteará algunos de los problemas que presenta el rumbo
que adopta el mundo y de qué manera esos nuevos desafíos están generando
modificaciones de importancia en la vida política.

Un mundo en cambio

En Europa, la crisis económica de 2008 ha dejado como resultado un continente


que parece marchar de “dos velocidades”: un norte (Holanda, Alemania,
Bélgica), mas tecnificado, productivo y con mayor crecimiento, y un sur (España,
Italia, Grecia) más atrasado, con alta desocupación y diferencias sociales.

Una de las grandes diferencias entre ambos grupos de países es la aplicación


de nuevas tecnologías y la consiguiente agregación de valor a lo producido, lo
que otorga más autonomía frente al vaivén de precios internacionales de
productos primarios.
La eficiencia de la tecnología, esto es del capital, influye mucho más en las
posibilidades de desarrollo que la mano de obra y los distintos factores en que
ésta se basa. Hace unos pocos siglos, la agricultura se basaba, no única, pero
sí principalmente, en la mano de obra. Más de dos tercios de la población tenían
que trabajar en la agricultura para poder dar de comer a la población, a veces
sin conseguir suficiente producción.

Actualmente, se consigue (y sobra) con un dos o tres por ciento de la población


para t obtener la producción necesaria para alimentar, incluso, a mucho más
personas que antes. Ese aumento de la productividad lo ha conseguido la
tecnología, no más trabajadores, ni más horas de los agricultores en sus labores,
que de hecho han disminuido drásticamente.

Los Estados del sur de Europa no transitaron estos cambios de la misma


manera, por diversos factores, pero fundamentalmente porque dado que
carecían del capital necesario para utilizar la tecnología necesaria para dar ese
gran salto.

En Inglaterra, ya en 1850 solo un tercio de la población vivía de trabajar la


agricultura. Cien años después, en España, y de forma similar en el resto del sur
de Europa, todavía más de un tercio de la población aún vivía de las labores
agrícolas. El contraste es claro y eso, no ha cambiado con el paso del tiempo.

Si bien ha logrado muchos y visibles avances, el proceso de convergencia


económica de la Unión Europea al cabo de 30 años, no ha logrado reducir
totalmente las brechas entre territorios europeos, lo que resulta una amenaza la
viabilidad económica del euro y la cohesión social de los integrantes de la Unión.

Según Ayala (2013) los salarios bajos derivados del sistema productivo
(centrado en la construcción y los servicios) hacen que países como España
estén peor que hace 15 o 20 años. Esto ocurre porque para muchas familias
tener un trabajo ha dejado de ser una forma de satisfacer sus necesidades.

Esto tiene diversas consecuencias, por ejemplo, en países como Italia aumenta
la cantidad de hijos que se quedan a vivir con sus padres por falta de posibilidad
de mantenerse en forma autónoma, aumentando la edad en la cual se abandona
el hogar materno.
En España, los abuelos se han transformado en una importante fuente de
sostenimiento de sus familias. Esto se explica porque, mientras el salario básico
español se mantenía estancado al nivel de Rumania (ex país comunista con
largo historial de atraso económico), las jubilaciones crecían un 11% durante la
crisis.

Según la ONG Educo, para España en 2015, los abuelos dedicaban una media
de 290 euros al mes para ayudar a hijos y nietos y uno de cada tres les entrega
una cantidad de forma regular. De hecho, el 50% reconocía en ese momento
que daba de comer a sus hijos o nietos todos los días o varias veces por semana.

El mercado laboral español, reformado varias veces, acabó siendo dual: por un
lado, trabajadores de baja calificación, con mayor antigüedad y estabilidad, y por
otro, una nueva generación de universitarios que no logran salir de la trampa de
empleos temporales y precarizados.

Esto ocurre en paralelo a una fuerte concentración de la riqueza, se da como


marca Piketty (2014, pp. 240-241),

“En la actualidad, en la década de 2010, el 10 por ciento


más rico posee alrededor del 60 por ciento de la riqueza
nacional en la mayoría de los países europeos, y en
particular en Francia, Alemania, Gran Bretaña e Italia. El
hecho más llamativo es, sin duda, que, en todas estas
sociedades, la mitad de la población posee casi nada: los
más pobres el 50 por ciento invariablemente poseen menos
del 10 por ciento de la riqueza nacional, y por lo general
menos del 5 por ciento. En Francia, según los últimos datos
disponibles (de 2010 a 2011), el 10 por ciento de comandos
62 por ciento más rico de la riqueza total, mientras que el
50 por ciento más pobre sólo el 4 por ciento propia. En los
Estados Unidos, la más reciente encuesta de la Reserva
Federal, que cubre los mismos años, indica que el decil
más alto propio del 72 por ciento de la riqueza de los
Estados Unidos, mientras que la mitad inferior reclamación
sólo 2 por ciento”.
Vale aclarar que cuando el autor habla de “auto reportados” se refiere a las
encuestas cuando se consulta a la persona sobre su riqueza, y por tanto, tiene
margen para ocultar, no reportándola.

A todo esto, el envejecimiento demográfico afecta la economía, aumentado la


clase pasiva (que cobra prestaciones como jubilaciones) y reduciendo la clase
activa (que aporta de su salario al sostenimiento del sistema). Es decir, que cada
vez hacen falta más ciudadanos activos para mantener a los pasivos pero al
mismo tiempo la natalidad no aumento, todo lo contrario. Otro de los efectos del
envejecimiento de la sociedad es que aumenta la presión sobre la salud pública
y el Estado debe aumentar los recursos que dispone para ella.

Paralelamente la expansión de economías con bajos salarios y escasos


derechos para los trabajadores, como ocurre en la India, Vietnam o China entre
otros países, coloca en situación desventajosa a las economías occidentales con
trabajadores sindicalizados y captadores de mayores ingresos. A mayor costo
del trabajo, mayor costo de los productos obtenidos. Y esto dificulta la
competencia con los productos hechos en los países asiáticos.

Ambos elementos empujan a realizar reformas que devuelvan competitividad a


los países occidentales, por ejemplo buscan retrasar la edad de jubilación y
flexibilizar las condiciones de trabajo, añadiendo temporalidad, facilidad para el
despido y reduciendo la indemnización, como ocurrió en Grecia, España,
Alemania e Italia.

Sin embargo, en Oriente tampoco encuentran en las diferencias salariales una


salida. :En 2011, un trabajador en Shanghái, China, que ganaba el salario
mínimo de 1280 yuanes al mes (195 dólares), y vivía en una ciudad como
Shanghái donde una entrada de cine rondaba en ese momento los 100 yuanes
(15 dólares).

Esa realidad contrastaba con la expansión económica. En 2010 se había


reportado, solo para la ciudad antes mencionada, un crecimiento del 10% de su
producto bruto interior. Un fenómeno de crecimiento pero excluyente, es decir
que no se observaba en la misma magnitud en la vida cotidiana de sus
habitantes.
De esta manera, "los del clan de la luz de la luna"1 en Shanghái, como los
“mileuristas” (los que ganan en torno a mil euros al mes) en París, Madrid o Roma
son incapaces de ahorrar. Es decir, viven al día y en ocasiones tienen que pedir
prestado dinero a familiares o amigos para llegar a fin de mes, ya que gastan
todos sus ingresos en la vivienda, la alimentación y el transporte público para ir
al trabajo.

Otro de los fenómenos contemporáneos es la creciente urbanización de la vida


social. Es decir, cada vez más gente vive en las ciudades porque piensa que allí
conseguirá mejores oportunidades. Para el año 2050 casi el 70% de la población
mundial vivirá en ciudades.

Pero este cambio traerá también nuevos desafíos y abrirá otras problemáticas
económicas, sociales y ambientales. ¿Están las ciudades preparadas para este
cambio?

En lo social en la actualidad ya existen serios problemas. Por ejemplo en lo


social. Muchas veces la desigualdad queda determinada tan solo por tu lugar de
residencia, ya que no toda la ciudad ofrece la misma calidad de vida. Por
ejemplo: la renta de promedio de Alcobendas en Madrid es de 113 mil euros,
seis veces más que la renta promedio de una persona que del barrio de
Entrevías.

Una de las principales autopistas madrileñas, la M-30, marca la diferencia


haciendo caer o subir 10 mil euros de renta según vivas de un lado o del otro de
su trazado. Lo mismo ocurre en Londres a medida que el subte se va alejando
del centro de la ciudad.

Y también eso ocurre en forma similar a Buenos Aires. Según la Encuesta


Trimestral de Ocupación e Ingresos que elabora la Dirección de Estadísticas
porteña, en el cuarto trimestre del 2016 la población al norte de la avenida
Rivadavia tuvo ingresos 70% superiores a los vecinos del sur de la misma
avenida.

1
Literalmente "yue guang zu", un juego de palabras con la expresión "yue yue hua guang", es decir,
"mes a mes gastado sin quedar nada".
En Nueva York, los costos de las necesidades básicas aumentaron casi tres
veces la tasa de salarios entre 2000 y 2018, lo que dejó a más familias con la
difícil decisión de pagar el alquiler frente a los alimentos, el cuidado de los niños
o la atención médica, las luces o el gas. Para las familias con niños pequeños,
los costos de la vivienda y el cuidado infantil combinados generalmente
representan la mitad de sus presupuestos, según el Center for New York City
Affairs.

La política en un mundo en cambio

Volviendo al tema planteado en la introducción. Todo esto genera malestar y


frustración en grandes capas de la sociedad. Y esto tiene un correlato electoral
y además produce un deterioro de la credibilidad de la democracia.

Y En ese contexto aparece la apuesta por liderazgos que desafíen todo lo


relacionado con los criterios políticos e institucionales establecidos. Aun cuando
eso pueda reforzar los riesgos de continuar perdiendo beneficios.

En Uruguay, país reconocido por la estabilidad de los partidos e instituciones, el


rebrote de la violencia urbana (hoy existen dos veces más posibilidades de morir
en un incidente violento en Montevideo que en Buenos Aires, y tres veces más
que en Santiago de Chile, según cifras del Ministerio del Interior uruguayo) ha
empujado a figuras que no pertenecen a la clase política y empresarial tradicional
a lanzarse como candidatos.

Por ejemplo, esto se observa en líderes que se muestran exitosos en sus


trayectorias empresariales (como Edgardo Novick o Juan Sartori en 2019) ya
que pueden autofinanciar sus campañas y gastos políticos.

Ese fue uno de los principales factores que llevó a Trump a ganar frente a
candidatos apoyados por grandes corporaciones empresariales en Estados
Unidos, como Jeb Bush o Marco Rubio, en las primarias, y luego a Hillary Clinton.
Eso también ayudó a Jair Bolsonaro a ganar la presidencia de Brasil. Bolsonaro
contó con un gasto reducido y apeló exitosamente a una campaña no tradicional
por Whatsapp y Twitter y con ello logró derrotar a los partidos clásicos de
derecha e izquierda, el Partido de la Social Democracia Brasileña y el Partido de
los Trabajadores.
Este tipo de figuras, captan el descontento social y la creciente sensación de
retroceso económico. En Estados Unidos esto se vio agravado con la extendida
percepción sobre que el ingreso migratorio era una amenaza a las fuentes
laborales de los locales, la pérdida de valor del salario y de otros beneficios,
sobre todo en la zona de producción automotriz del denominado “Cinturón del
óxido” norteamericano. Ese sector fue el que le dio el triunfo en 2016 a Donald
Trump.

Fueron esos Estados (Pennsylvania, Michigan, Wisconsin) donde se produjo la


quiebra de la tradicional industria automotriz norteamericana (Ford, General
Motors) frente a la competencia de japoneses y europeos. A esto también
colaboró el traslado de fábricas a países con menores costes como las ubicadas
en Oriente asiático antes mencionado. Como resultado de este proceso
quedaron centenares de miles de trabajadores sin empleo o precarizados,
afectando además, sus aportes jubilatorios y pensión futuras.

En Alemania, la coalición de jóvenes descontentos precarizados y jubilados


molestos por el recorte en sus jubilaciones, dio lugar a la primera fuerza de
extrema derecha desde el nazismo en las elecciones de 2017. Su crecimiento
fue notable: casi seis millones de votos sobre 46 millones de votantes, y 94
bancas sobre 709 fueron para Alternativa por Alemania, un partido abiertamente
antiinmigrante y xenófobo.

Este avance se debe a desencantados de los partidos tradicionales, los


socialcristianos y los socialdemócratas, y los abstencionistas. Como también
ocurre con Sartori en Uruguay, Jair Bolsonaro en Brasil o Andrés Manuel López
Obrador en México. La zona más fuerte de estos grupos de ultraderecha: está
ubicada en la ex comunista Alemania Oriental, la zona más atrasada de
Alemania.

En esa parte del país que fue Alemania oriental, la parte comunista de cuando el
país estuvo dividido en dos, se produjeron incidentes xenófobos como los de
Chemnitz en 2015, la emergencia del movimiento PEGIDA y el buen resultado
de AfD (Alternativa por Alemania, en alemán) impulsan el rencor por las
diferencias regionales.
Todo este contexto de inestabilidad y desencanto, lleva también a una retracción
a ámbitos locales y familiares, en busca de refugio y protección. La vuelta a lo
local como reacción a una globalización que parece fuera de control y que parece
afectar, además de la calidad de vida, las identidades y estilos de vida.

El partido extremista español Vox, logró un importante crecimiento electoral en


las últimas elecciones de la región más atrasada de España, Andalucía. . Y esto
parece extenderse a regiones que, según el Instituto Andaluz de Estadística, no
tienen gran cantidad de inmigrantes, pero si son vecinas a otras localidades que
si recibieron mucha inmigración, sobre todo, de África.

El miedo a cambios que amenazan cambiar para peor la vida cotidiana de las
personas aparece como el motor para el rechazo de la política, y los políticos,
tradicionales. La inmigración masiva, acentuada des 2010 por las guerras como
las de Siria y Libia, han aumentado el temor el fantasma de la “islamización” de
Europa. En países envejecidos donde lo que nacen son menos que los que
fallecen, el temor es mayor y moviliza a los votantes.

Este fenómeno también adquiere otras formas. La periferia reclama mayor


sensibilidad y redistribución al centro concentrador de dinero y atribuciones. Esto
se ve en muchos lugares, por ejemplo, Río de Janeiro contra Brasilia; Andalucía
contra Cataluña y Madrid y Nápoles versus Milán, entre otros.

Por esto mismo en el sur norteamericano, menos desarrollado y dependiendo de


la industria de servicios al consumo de menor valor (Walmart es el principal
empleador en lugares como Alabama, Texas y Oklahoma), Trump logró grandes
triunfos electorales. Por el contrario, en donde las Universidades (Michigan y
California) o el sector salud (como Vermont o Minnesota), son predominantes,
los votantes se mantuvieron refractarios al candidato antisistema.

El rechazo a las condiciones materiales generadas por los sectores tradicionales


de la política, llevaron al voto por candidatos antisistema. Y estos se
caracterizaron por llevar adelante un discurso claramente contrario a los
consensos e instituciones democráticas:
Como marcan Levitsky y Ziblatt (2018), los candidatos presionan sobre los
“guardarails” de la democracia bajo el discurso de que el sistema es disfuncional
e insensible a las necesidad de los ciudadanos.

Conclusiones

La democracia, como nos recuerda Przeworski (2019), permite el recambio del


poder sin la violencia que era habitual en los regímenes antiguos. Y que además,
implicaban un gran desgaste de los liderazgos y las instituciones.

Sin embargo, las democracias contemporáneas, viejas y nuevas, padecen hoy


las tensiones generadas por una serie de factores: en primer lugar el crecimiento
de la desigualdad conviviendo con crecimiento económico en el marco de una
urbanización creciente en la vida de las personas.

A esto debe sumarse el envejecimiento demográfico que afecta la economía, y


la expansión de la esperanza de vida que genera un mayor stress en el sistema
previsional, el cual se ve expuesto a reformas que muchas veces empeoran la
prestación de servicios sociales, generando más malestar social. También la
inmigración, producida por conflictos internacionales o en situaciones de
estancamiento económico en muchos países de occidente, facilita reacciones
xenófobas y extremas, con sus respectivas manifestaciones políticas.

En segundo lugar, emergen demandas de nueva generación de sectores


sociales que han accedido, a diferencia de sus padres, a niveles de educación
superior, pero esta formación no se ha traducido en mayor bienestar; por el
contrario, la amenaza de vivir peor que la generación anterior es clara.

A esto debe sumarse la amplificación de las redes sociales que condiciona y


fragiliza los procesos políticos al hacerlos más visibles y menos controlables.

Es muy difícil sostener discursos matizados y múltiples en esferas diferentes sin


someterse a un desgaste frente a la opinión pública. Las unanimidades se
disuelven y la declinación de los medios de comunicación tradicionales por
nuevas formas de interacción electrónica dificulta el establecimiento de un
criterio para saber que es verdad y que es mentira, aumentando la llegada de las
denominadas “fake news”.
Por supuesto que los cambios sociales contemporáneos han tenido también
muchos aspectos positivos, los cuales no han sido tratados en este artículo que
se ha detenido fundamentalmente en los nuevos problemas sociales y su
repercusión en la política. El malestar social –más que los aportes positivos- es
lo que se ha manifestado y manifiesta con más fuerza en la política de los países
y por ello requiere de análisis y explicaciones.

Quedará entonces por ver varias cosas. Por ejemplo las posibilidades de los
partidos políticos clásicos, con estructuras más propias del siglo XX que del siglo
XXI, para hacer frente a los nuevos desafíos que plantean sus electorados. Y
también para los nuevos partidos que han sido muy hábiles en desarrollar nuevas
formas de representación y que deberán ahora demostrar que también tienen la
capacidad de administrar el Estado del malestar.

Bibliografía

Ayala, L., R. Martínez y J. Ruiz-Huerta. 2013. "Desigualdad y redistribución en


los países de la OCDE". Pp. 25-73 en Primer informe sobre la desigualdad en
España. Madrid: Fundación Alternativas.

Piketty, T. 2014. El capital en el siglo XXI, México, Fondo de Cultura. Económica.

Levitsky S. , Ziblatt,D.2018. Cómo mueren las democracias. Barcelona, Ariel.

Przeworski, A. 2019. Siglo Veintiuno Editores, Colección Derecho y Política.

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