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BOHEMIAN RHAPSODY, UN COMENTARIO

Samuel Gallegos

Con el estreno de la película “Bohemian Rhapsody”, la interpretación de la colombiana Kelly


Towers, lanzada por Twitter y recopilada por alguien en un post y propagada por WhataApp y
otros medios, se ha vuelto viral. Sobre todo en el mundo funtamentalista evangélico, alguien le
quitó la última parte del comentario Towers, en donde alaba la canción de Queen. La versión
propagada por los fundamentalistas evangélicos, se queda con la interpretación que realza la
participación demoniaca y de la muerte, en todos los elementos literarios de la canción, llevándola
al extremo de recomendar mejor no escucharla, no sea que nos vaya a poseer el demonio.

Es verdad que han existido numerosas interpretaciones del significado de esta obra maestra de
Freddie Mercury y la banda siempre se negó a darle una interpretación, y si bien Mercury dijo
alguna vez, que cada quién puede formarse su propia opinión al respecto, llevarla al extremo de
canción demoniaca, para mí es eso, un exceso.

Cuando uno se acerca a la canción, ni siquiera tiene que saber nada de ella. Puede uno escucharla
como lo que es, una rapsodia, con todos los elementos propios del género y simplemente
disfrutarla como pretendía el propio Freddie que se hiciera. Pero si ya se trata de analizarla,
entonces uno puede iniciar por la propia negativa de la banda a revelar su significado o con las
propias palabras de Mercury, quien efectivamente hizo una investigación para componerla, pero
también tenía la intención de que fuera “una ópera medio humorística”. Pero si se quiere hacer
más en la interpretación, se puede tomar lo que nos revela Roger Taylor, baterista de Queen,
cuando dice que Bohemian Rhapsody es “claramente de auto-exposición, con sólo unas pequeñas
partes sin sentido en el medio”. O tomar lo que dice Sheila Whiteley, quien sugiere que la letra de
esta canción refleja la orientación sexual de Mercury. En lo personal, prefiero quedarme con la
interpretación de Gerardo Daniel Ramos, quien desde una perspectiva teológica, interpreta
Bohemian Rhapsody como la expresión de un juicio y combate escatológico.

En su interpretación, Ramos señala al protagonista como un hombre dentro de un realidad que lo


rebasa, quien tiene consciencia de sí mismo, de las consecuencias de quien es, pero que se resiste
a morir por ello. Es un hombre que tiene miedo de ser juzgado, porque el tribunal es imperfecto y
está formado por la propia comunidad del protagonista. El hombre clama a Dios, pero es inútil. El
jurado es imparcial y está empeñado en castigarlo, porque lo ven como un monstruo, como un
vano y loco. No obstante y de modo imprevisto, un aire final de absolución interior se respira en el
viento exterior que sopla. El hombre asume y recapitula en sí todos los pecados, culpas o crímenes
posibles , lo cual le ameritaría la más severa pena del infierno. Pero hay otra voz de misericordia,
que si bien tribunal humano no le hace caso, termina imponiéndose. Ante toda posible previsión,
Fausto es absuelto por un Dios con rostro materno. El gong final con el que concluye la obra, que
en su religioso misterio asiático es comparable a las campanas de templos cristianos, hace esta
interpretación posible (incluso es una de las interpretaciones clásicas). El hombre se salva
finalmente, a pesar de que todo parecía indicar que no sería así.

Artísticamente, Freddie fue perdonado por los demás integrantes de la banda, después de
haberlos abandonado. El público también lo absolvió. María misma, la única mujer que amó
Mercury, también lo exoneró. En contrapartida, la misericordia de Dios queda expresada en el
corazón y recuerdo dolido de la madre de Freddie. Finalmente , dice Daniel Ramos, que Freddie,
quien representa de alguna manera la vida de muchos jóvenes posmodernos marginales, se
transforma en el mal llamado “hijo pródigo”, que regresa a casa, es abrazado y da lugar a una
verdadera fiesta (Lc 15,11-32).

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