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Samuel Gallegos
Es verdad que han existido numerosas interpretaciones del significado de esta obra maestra de
Freddie Mercury y la banda siempre se negó a darle una interpretación, y si bien Mercury dijo
alguna vez, que cada quién puede formarse su propia opinión al respecto, llevarla al extremo de
canción demoniaca, para mí es eso, un exceso.
Cuando uno se acerca a la canción, ni siquiera tiene que saber nada de ella. Puede uno escucharla
como lo que es, una rapsodia, con todos los elementos propios del género y simplemente
disfrutarla como pretendía el propio Freddie que se hiciera. Pero si ya se trata de analizarla,
entonces uno puede iniciar por la propia negativa de la banda a revelar su significado o con las
propias palabras de Mercury, quien efectivamente hizo una investigación para componerla, pero
también tenía la intención de que fuera “una ópera medio humorística”. Pero si se quiere hacer
más en la interpretación, se puede tomar lo que nos revela Roger Taylor, baterista de Queen,
cuando dice que Bohemian Rhapsody es “claramente de auto-exposición, con sólo unas pequeñas
partes sin sentido en el medio”. O tomar lo que dice Sheila Whiteley, quien sugiere que la letra de
esta canción refleja la orientación sexual de Mercury. En lo personal, prefiero quedarme con la
interpretación de Gerardo Daniel Ramos, quien desde una perspectiva teológica, interpreta
Bohemian Rhapsody como la expresión de un juicio y combate escatológico.
Artísticamente, Freddie fue perdonado por los demás integrantes de la banda, después de
haberlos abandonado. El público también lo absolvió. María misma, la única mujer que amó
Mercury, también lo exoneró. En contrapartida, la misericordia de Dios queda expresada en el
corazón y recuerdo dolido de la madre de Freddie. Finalmente , dice Daniel Ramos, que Freddie,
quien representa de alguna manera la vida de muchos jóvenes posmodernos marginales, se
transforma en el mal llamado “hijo pródigo”, que regresa a casa, es abrazado y da lugar a una
verdadera fiesta (Lc 15,11-32).