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Sudáfrica

AL CAMINAR por las concurridas calles de cualquier ciudad sudafricana, uno se encuentra con
gente de lo más variada: desde los que tienen la piel muy blanca hasta quienes la tienen
totalmente oscura. En medio del ruido del tráfico se alcanzan a oír conversaciones en un sinfín de
lenguas. Avanzando a la sombra de los enormes edificios de oficinas —protegido del ardiente sol—
el visitante se mezcla con vendedores de fruta, ropa o curiosidades. Incluso, si lo desea, puede
cortarse el cabello allí mismo en la acera.

Así de variopinta es la población de Sudáfrica, de más de 44.000.000 de habitantes, lo que hace


difícil señalar al sudafricano típico. Los nativos de raza negra (el 75% de la población) proceden de
los grupos zulú, xhosa, sotho, pedi, tsuana y otros grupos menores. Los blancos hablan
mayormente inglés y afrikáans, y descienden de los colonos holandeses que llegaron a mediados
del siglo XVII, de los hugonotes (protestantes franceses) que vinieron más tarde y de los ingleses,
quienes se establecieron en el país a principios del siglo XIX.

También existe una importante comunidad india, descendientes de los jornaleros que trabajaban
en las plantaciones de caña de azúcar de Natal (hoy, KwaZulu-Natal). Debido a esta mezcla de
razas y culturas, a Sudáfrica se la conoce como la Nación Arco Iris.

Ahora bien, en el pasado las relaciones interraciales fueron muy difíciles debido al apartheid,
régimen de segregación racial que fue criticado duramente por la comunidad internacional. Pero
hace unos años, el apartheid desapareció y se formó un gobierno democrático, lo cual recibió
buena acogida en todas partes.

Hoy día no existe segregación: todos pueden visitar libremente cualquier lugar público, como un
cine o un restaurante. Toda persona, sin importar su raza, puede vivir donde quiera, según lo que
su economía le permita.

Pero tras el entusiasmo inicial, surgieron varias preguntas: ¿Hasta qué grado corregiría el nuevo
gobierno las injusticias del apartheid? ¿Cuánto tiempo tardaría en lograrlo? Pues bien, aunque ya
hace más de diez años del fin del apartheid, el país todavía se enfrenta a graves problemas, como
la creciente delincuencia, una tasa de desempleo del 41% y la existencia de 5.000.000 de
portadores del VIH. Mucha gente se ha dado cuenta de que ningún gobierno humano es capaz de
erradicar estos problemas y por eso está buscando la solución en otro lado.

HERMOSA GEOGRAFÍA

Nada de esto ha impedido que al turista le siga cautivando la belleza natural de este país de clima
templado, hermosas playas soleadas, imponentes cordilleras y una amplia red de senderos para
practicar el excursionismo. Además, en las ciudades hay tiendas y restaurantes de renombre
internacional.

Uno de los atractivos principales es la biodiversidad. Sudáfrica cuenta con 200 especies de
mamíferos, 800 especies de aves y 20.000 clases de flores. Miles de personas visitan las reservas
de caza, como el Parque Nacional Kruger, donde observan en libertad a los “cinco grandes” de
África: el elefante, el rinoceronte, el león, el leopardo y el búfalo.
La visita a uno de los bosques autóctonos constituye una experiencia inolvidable. En estos
apacibles refugios, uno se deleita contemplando helechos, líquenes y flores poco comunes, así
como aves e insectos exóticos. Y al alzar la cabeza hacia la copa del impresionante palo amarillo,
que alcanza los 50 metros [180 pies] de altura y los mil años de edad, es difícil creer que este
gigante salga de una diminuta semilla.

Ahora bien, durante un siglo se ha sembrado y cultivado otra clase de semilla en este país: las
buenas nuevas del Reino de Dios, implantadas en el corazón de las personas receptivas. El salmista
comparó a estas personas con árboles grandes al decir: “El justo mismo florecerá como lo hace
una palmera; como lo hace el cedro en el Líbano, él crecerá y se hará grande” (Sal. 92:12). Así es,
los justos vivirán más que el más longevo de los palos amarillos, pues Jehová ha prometido darles
vida eterna (Juan 3:16).

AUMENTO A PARTIR DE UNAS CUANTAS SEMILLAS

El siglo XIX fue una época de gran inestabilidad debido a la guerra y a los enfrentamientos políticos
que se produjeron en el país. Además, el descubrimiento de oro y diamantes a finales de ese siglo
tuvo una profunda repercusión. Como explica Allister Sparks en su libro The Mind of South Africa
(La mentalidad de Sudáfrica), “aquel [descubrimiento] convirtió a la nación, que hasta entonces
había vivido del campo, en una nación industrial. Los campesinos se mudaron a la ciudad, y su vida
cambió por completo”.

Las primeras semillas de la verdad bíblica llegaron a Sudáfrica en 1902 en el equipaje de un


religioso holandés. En una de sus cajas venían varias publicaciones de los Estudiantes de la Biblia
(conocidos ahora como testigos de Jehová), las cuales fueron a parar a las manos de Frans
Ebersohn y Stoffel Fourie, quienes vivían en Klerksdorp. En cuanto las leyeron se dieron cuenta de
que contenían la verdad, y se pusieron a predicar. A lo largo de los años, cinco generaciones de la
familia de Stoffel —más de ochenta miembros— se dedicaron a Jehová, así como varios
descendientes de Frans. De hecho, un descendiente de Stoffel sirve actualmente en el Betel de
Sudáfrica.

En 1910 llegó William W. Johnston, un escocés de Glasgow de unos 30 años, muy formal y
confiable, con la encomienda de abrir una sucursal de los Estudiantes de la Biblia. Consiguió una
pequeña habitación en un edificio de Durban, y desde allí supervisó la predicación en un enorme
territorio: casi todo el África que se halla al sur del ecuador.

En aquella época, las buenas nuevas se arraigaron mayormente entre los blancos, pues las
publicaciones solo estaban en holandés e inglés, y no fue sino hasta muchos años después que se
tradujeron algunas a las lenguas nativas. Con el tiempo, la obra progresó en las cuatro
comunidades principales: la blanca, la negra, la mestiza y la india.

Se tienen datos de que a partir de 1911 hubo buenos resultados entre la comunidad negra.
En aquel año regresó a su localidad natal, Ndwedwe, cerca de Durban, Johannes Tshange, que
tenía algún conocimiento de la verdad. Deseaba explicarle a la gente lo que había aprendido, por
lo que empezó a celebrar clases bíblicas regularmente con un grupito valiéndose de la edición en
inglés de Estudios de las Escrituras. Este grupo llegó a ser con el tiempo la primera congregación
de hermanos negros de Sudáfrica.
Al clero de la localidad no le pasaron desapercibidos. Varios miembros de la Iglesia Metodista
Wesleyana se reunieron con ellos para averiguar si seguían la doctrina de la iglesia. El grupo
respondió que enseñaban lo que decía la Biblia. Finalmente, tras muchas conversaciones, fueron
excomulgados. Después de ponerse en contacto con ellos, el hermano Johnston los visitó con
regularidad para dirigir reuniones y darles apoyo. Aunque eran pocos, lograron muy buenos
resultados en el campo. Según un informe de 1912, habían distribuido 61.808 tratados. Además, a
finales de 1913, once periódicos de Sudáfrica publicaban en cuatro idiomas los sermones de
C. T. Russell, un destacado Estudiante de la Biblia.

PROGRESO TEOCRÁTICO DURANTE LA GUERRA

El año 1914 fue muy especial para el pequeño grupo de siervos de Jehová del país, al igual que
para el resto del pueblo de Dios de todo el mundo. Era el año en el que muchos esperaban recibir
su recompensa celestial. En el informe anual que envió el hermano Johnston a la sede mundial, en
Brooklyn (Nueva York), dijo: “En el último informe anual expresé la esperanza de que para el
siguiente informe nos halláramos en nuestra sede central, más allá del velo, pero tal esperanza
no se ha hecho realidad”. Con todo, añadió: “El año que acaba de terminar ha sido el más
productivo en la historia de la siega en África”. La mayoría de los hermanos se dieron cuenta de
que había más trabajo por hacer y se alegraron de poder colaborar. Ese entusiasmo creciente se
vio reflejado en el informe de 1915, según el cual se habían distribuido 3.141 ejemplares de
Estudios de las Escrituras, el doble que el año anterior.

Uno de los que conocieron la verdad en aquel entonces fue un competente abogado llamado Japie
Theron, quien leyó en un periódico de Durban un artículo donde se hacía referencia a
publicaciones que los Estudiantes de la Biblia habían editado décadas atrás. El artículo decía que
los acontecimientos ocurridos desde 1914 se habían predicho en la serie Estudios de las Escrituras,
que analizaban las profecías bíblicas. Japie escribió: “Me dio un enorme deseo de tener aquellos
libros, pero no los encontré en ninguna librería por más que busqué; finalmente los conseguí
escribiendo a la sucursal de Durban. ¡Cómo se me abrieron los ojos! Fue un verdadero placer
comprender las cosas ‘escondidas’ de la Biblia”. Con el tiempo, Japie se bautizó, y predicó con
fervor la verdad bíblica hasta que una enfermedad puso fin prematuramente a su vida en 1921.

En abril de 1914 se celebró en Johannesburgo la primera asamblea de los Estudiantes


Internacionales de la Biblia en Sudáfrica. De las 34 personas que asistieron, se bautizaron 16.

En 1916 se presentó en el país el “Foto-Drama de la Creación”, con muy buena acogida. El diario
Cape Argus informó: “El éxito conseguido con la producción de esta maravillosa serie de películas
bíblicas justifica sobradamente el gran esfuerzo que con visión de futuro han realizado los
Estudiantes de la Biblia para traerlas al país”. El “Foto-Drama” atrajo a una gran cantidad de
personas, y en poco tiempo se logró dar con él un buen testimonio por una extensa zona, si bien el
impacto en el campo no se vio de inmediato. El hermano Johnston recorrió más de
8.000 kilómetros [5.000 millas] por todo el país para presentar el programa.

Debido a la muerte del hermano Russell aquel mismo año, la obra se topó con contratiempos en
Sudáfrica, así como en el resto del mundo. Algunos hermanos se ofendieron por los cambios que
tuvieron que hacerse después de su muerte y causaron disensión en las congregaciones. Por
ejemplo, la mayor parte de la congregación de Durban comenzó a celebrar las reuniones por su
cuenta bajo la denominación Estudiantes de la Biblia Asociados. Solo quedaron doce miembros
fieles, en su mayoría hermanas. Esta situación puso en una encrucijada a Henry Myrdal, un
adolescente recién bautizado. Su padre se había sumado a la oposición, pero su madre se había
quedado con el pequeño grupo de hermanos. Tras meditar y orar mucho, Henry decidió
permanecer en la congregación. Como suele ocurrir, el grupo disidente no tardó en desaparecer.

En 1917, la sucursal se trasladó de Durban a Ciudad del Cabo. El aumento en la cantidad de


publicadores era continuo, y para finales de año había de 200 a 300 Estudiantes de la Biblia de
origen europeo, así como varias congregaciones florecientes entre la población negra.

Ese año, la sucursal informó lo siguiente: “Aunque no tenemos publicaciones en las lenguas
autóctonas, es increíble lo bien que comprenden la verdad presente nuestros hermanos nativos.
Solo podemos decir: ‘Esto es obra del Señor, y es maravilloso a nuestros ojos’”. Varios hermanos
de Niasalandia (hoy Malaui) vinieron al país y ayudaron a muchas personas negras a hacerse
discípulos de Cristo. Entre ellos estaban James Napier y McCoffie Nguluh.

INTRÉPIDOS SOLDADOS DE LA VERDAD

En aquellos años había un pequeño ejército de intrépidos evangelizadores que defendían la


verdad. Dos escolares de Nylstroom (Transvaal Septentrional, hoy provincia de Limpopo) leyeron
el folleto What Say the Scriptures About Hell? (¿Qué dicen las Escrituras sobre el infierno?) y
quedaron tan fascinados al aprender la verdad sobre los muertos que no pudieron callarse. Uno de
ellos, Paul Smit, dijo: “Produjo una gran conmoción en Nylstroom que dos jovencitos le dijeran a la
gente de manera tan directa que las doctrinas de la iglesia eran falsas. Fue como si hubiera pasado
un ciclón. En poco tiempo, todo el mundo estaba hablando de la nueva religión. Fiel a su
costumbre, el clero se encargó de difundir mentiras sobre el pueblo de Dios y perseguirlo. Durante
meses e incluso años, sus sermones semanales se centraron en esta ‘religión falsa’”. Pese a todo,
para 1924 había trece publicadores activos en Nylstroom.

En 1917, Piet de Jager estudiaba Teología en la Universidad de Stellenbosch. Las autoridades


eclesiásticas estaban preocupadas porque otro alumno estaba leyendo las publicaciones de los
Estudiantes de la Biblia y hablando de ellas. De modo que le pidieron a Piet que hablara con ese
compañero y lo invitara a las clases bíblicas semanales que organizaba la Asociación de
Estudiantes Cristianos. El resultado no fue el esperado, pues Piet acabó abrazando la verdad. Tras
discutir inútilmente con sus profesores sobre temas como el alma y el infierno, dejó la universidad.

Posteriormente se organizó un debate público entre Piet y Dwight Snyman, un doctor en Teología
de la Iglesia Reformada Holandesa, al que asistieron 1.500 estudiantes. El hermano Attie Smit
relata lo que ocurrió: “Piet refutó todos los argumentos del erudito y demostró con las Escrituras
que las doctrinas de la iglesia no tenían base bíblica. Uno de los estudiantes resumió así sus
impresiones: ‘Si no fuera porque estoy seguro de que Piet de Jager está equivocado, juraría que
tiene razón, pues ha probado con la Biblia todo lo que ha dicho’”.

SE PLANTAN SEMILLAS EN OTRAS COMUNIDADES

El hermano Johnston visitó el pueblo de Franschhoek, no muy lejos de Stellenbosch, y habló con
varios miembros de la comunidad mestiza. Hacía unos años, un maestro de escuela de nombre
Adam van Diemen había abandonado la Iglesia Reformada Holandesa y había formado un
pequeño grupo religioso. El hermano Johnston lo visitó, y el señor Van Diemen se quedó con varias
publicaciones para él y sus amigos.

Van Diemen y algunos de sus amigos aceptaron la verdad y se pusieron a contar a otros lo que
habían aprendido, colocando así un buen cimiento para la difusión de las buenas nuevas del Reino
en el campo mestizo. En aquel tiempo conoció la verdad G. A. Daniels, que tenía 17 años de edad,
y dedicó el resto de su vida a servir a Jehová.

Años después, otro hermano mestizo llamado David Taylor también llevó celosamente la verdad a
los de su comunidad. Había empezado a estudiar con los Estudiantes de la Biblia a los 17 años y
fue nombrado superintendente de circuito en 1950. Su asignación fue visitar a todas las
congregaciones y grupos aislados de hermanos mestizos del país, que ya ascendían a veinticuatro.
Aquello implicó muchos viajes en tren y autobús.

PROGRESO TEOCRÁTICO PESE A LAS DIFICULTADES

En 1918 se asignó al hermano Johnston a supervisar la predicación del Reino en Australia, y se


nombró superintendente de la sucursal de Sudáfrica a Henry Ancketill. Este hermano había sido
miembro de la Asamblea Legislativa de Natal. Ahora estaba jubilado y, a pesar de no tener ya el
vigor juvenil, atendió bien su asignación durante los siguientes seis años.

Pese a los turbulentos años bélicos y a los cambios en la organización, se siguió produciendo
aumento, pues muchas personas respondían con entusiasmo a la verdad bíblica. En 1921,
Christiaan Venter, el encargado de una brigada de mantenimiento del ferrocarril, encontró bajo un
riel un papel que resultó ser un tratado de los Estudiantes de la Biblia. Tras leerlo, se fue corriendo
a ver a su yerno, Abraham Celliers, y le dijo: “¡Abraham, he encontrado la verdad!”. Aquellos
hombres consiguieron más publicaciones bíblicas y las estudiaron a conciencia. Con el tiempo,
ambos llegaron a ser Testigos dedicados y ayudaron a muchas personas a conocer la verdad. En la
actualidad, más de cien descendientes suyos son testigos de Jehová.

SIGUE EL AUMENTO

En 1924 se envió una imprenta a Ciudad del Cabo. También llegaron dos hermanos de Gran
Bretaña para ayudar en la obra: Thomas Walder y George Phillips. Thomas llegó a ser
superintendente de la sucursal, y unos años después lo sucedió George, quien sirvió en ese puesto
casi cuarenta años. El hermano Phillips hizo una importantísima contribución a favor del progreso
y la estabilidad de la obra del Reino en Sudáfrica.

La obra de evangelizar cobró gran ímpetu en 1931, cuando se adoptó por resolución el nombre
testigos de Jehová. El folleto El Reino, la esperanza del mundo, que se publicó entonces, contenía
el texto íntegro de dicha resolución. Se distribuyó por todo el país, haciendo un esfuerzo especial
por entregar un ejemplar a cada clérigo, político y empresario prominente del territorio.

NUEVA SUCURSAL

En 1933 se trasladó la sucursal a un local alquilado más grande situado en Ciudad del Cabo, donde
permaneció hasta 1952. En aquel entonces había ya veintiún betelitas, que se hospedaban en
casas de hermanos y viajaban todos los días hasta las oficinas y la imprenta. Antes de comenzar la
jornada de trabajo, se reunían en los vestuarios de la imprenta para analizar el texto diario, tras lo
cual recitaban el padrenuestro al unísono.

Como algunos vivían lejos y no podían ir a casa al mediodía, recibían un chelín y 6 peniques
(15 centavos sudafricanos) para comer algo. Con ese dinero les alcanzaba para comprar en la
cafetería de la estación de tren un plato de puré de papa y una salchicha pequeña, o fruta y una
barra de pan.

En 1935, Andrew Jack fue enviado a Ciudad del Cabo para que aportara su amplia experiencia en
el campo de la impresión. Anteriormente, este escocés risueño y delgado había servido de tiempo
completo en los países bálticos de Lituania, Letonia y Estonia. Después de llegar a la sucursal de
Sudáfrica, consiguió más maquinaria de impresión, y al poco tiempo, esta imprenta de un solo
trabajador estaba funcionando a su máxima capacidad. La primera prensa automática, una
Frontex, se instaló en 1937 y durante más de cuarenta años produjo millones de formularios, hojas
sueltas y revistas en afrikáans.

Andrew sirvió en el Betel de Sudáfrica por el resto de su vida. Incluso entrado en años siguió
participando de lleno y con regularidad en el ministerio del campo, dando así un magnífico
ejemplo a la familia Betel. Este fiel hermano ungido terminó su vida en la Tierra en 1984, a la edad
de 89 años, tras cincuenta y ocho años de servir a Dios con dedicación.

GRAN CRECIMIENTO DURANTE LA GUERRA

La segunda guerra mundial no tuvo aquí el tremendo impacto que tuvo en Europa. Con todo,
muchos sudafricanos combatieron en África e Italia, y se dio mucha publicidad a la guerra para
ganar el apoyo popular y conseguir reclutas. Pese al fervoroso espíritu patriótico de la época, a
finales del año de servicio 1940 se produjo un nuevo máximo de 881 publicadores, lo que suponía
un aumento del 58,7% sobre el máximo del año anterior de 555 publicadores.

En enero de 1939 se comenzó a imprimir en afrikáans la revista Consolación (ahora ¡Despertad!),


la primera revista que publicaban en el país los testigos de Jehová. El proceso de impresión era
muy lento, pues había que colocar los tipos a mano. Poco después se decidió editar también
La Atalaya en afrikáans. Aunque los hermanos no lo sabían, aquella decisión fue muy oportuna, a
juzgar por los acontecimientos que iban a producirse en Europa. Tras instalar una linotipia y una
plegadora, salió a la luz el primer número de la revista el 1 de junio de 1940.

Hasta entonces, los Países Bajos habían estado enviando La Atalaya en holandés para los que leían
afrikáans, pues ambos idiomas son parecidos. Aquella provisión se vio interrumpida en mayo
de 1940 cuando repentinamente la sucursal de los Países Bajos se cerró debido a que Hitler había
invadido el país. Pero como en Sudáfrica ya habían comenzado a imprimir La Atalaya en afrikáans,
los hermanos no se perdieron ni un número. De hecho, la distribución mensual de las revistas
alcanzó la cifra de 17.000.

LA CENSURA NO DETIENE EL PROGRESO

En aquel mismo año, la presión de los líderes de la cristiandad y la inquietud de las autoridades
por nuestra postura neutral resultaron en que la censura confiscara los ejemplares de La Atalaya y
Consolación destinados a los suscriptores. Luego vino el anuncio oficial sobre la proscripción.
También confiscaron los cargamentos de revistas y otras publicaciones que llegaron al país.

Así y todo, los hermanos siguieron recibiendo el alimento espiritual a tiempo. De una manera u
otra, siempre llegaba a la sucursal un ejemplar de La Atalaya en inglés, y allí se componía e
imprimía. A este respecto, George Phillips escribió: “Durante la proscripción tuvimos [...] la prueba
más clara de que Jehová cuida y protege con ternura a su pueblo. Jamás nos faltó siquiera un
número de La Atalaya. Muchas veces solo conseguíamos una revista. Podía llegarnos de algún
suscriptor de una de las dos Rodesias [hoy Zambia y Zimbabue], del África Oriental Portuguesa
[hoy Mozambique] o de alguna granja aislada de Sudáfrica, o quizás nos la trajera algún viajero
que aprovechaba la breve escala de su barco en Ciudad del Cabo”.

En agosto de 1941, los censores incautaron, sin dar explicaciones, toda la correspondencia que
estaba lista para salir de la sucursal. Posteriormente, durante ese mismo año, el ministro del
Interior emitió una orden para confiscar todas las publicaciones de la organización que hubiera en
el territorio nacional. Cierta mañana, a las diez en punto, se presentaron en la sucursal varios
agentes del Departamento de Investigación Criminal con camiones para llevarse todas las
publicaciones. Sin embargo, cuando el hermano Phillips examinó la orden policial, se dio cuenta de
que no se ajustaba totalmente a la ley, pues no incluía una lista de los títulos de los libros, algo que
exigía el boletín oficial del gobierno.

El hermano Phillips les pidió a los agentes que esperaran mientras él llamaba a un abogado, y
presentó una solicitud urgente al Tribunal Supremo para que emitiera una resolución judicial que
impidiera al ministro del Interior confiscar las publicaciones. El Tribunal le concedió su petición al
mediodía, y la policía tuvo que marcharse con las manos vacías. Cinco días más tarde, el ministro
canceló la orden y pagó las costas judiciales.

La batalla legal relacionada con la proscripción de nuestras publicaciones duró varios años,
durante los cuales los hermanos tuvieron que esconderlas en sus casas. Aunque tenían menos
publicaciones para predicar, las usaban con buen juicio. Si alguien quería estudiar la Biblia, le
prestaban un libro. En aquella época, muchas personas abrazaron la verdad.

Cuando a finales de 1943 se nombró a un nuevo ministro del Interior, los hermanos solicitaron que
se derogara la proscripción, con buenos resultados. A principios de 1944 se levantó la
proscripción, y las autoridades devolvieron a la sucursal la gran cantidad de publicaciones que
tenían retenidas.

¿Lograron detener la predicación del Reino los opositores de la adoración verdadera? Las cifras del
año de servicio 1945 indican que Jehová bendijo el fiel servicio de su pueblo dedicado, pues se
había logrado mayor progreso que nunca. Un promedio de 2.991 publicadores habían distribuido
370.264 publicaciones y habían dirigido 4.777 estudios bíblicos. Un magnífico aumento, si lo
comparamos con los 881 publicadores que había en 1940.

BENEFICIOS DE LA EDUCACIÓN TEOCRÁTICA

A partir de 1943 dio inicio el Curso en el Ministerio Teocrático (conocido hoy como Escuela del
Ministerio Teocrático), el cual preparó a muchos hermanos en la oratoria pública y ayudó a
muchos más a mejorar en el ministerio del campo. Con el buen grupo de oradores capacitados que
había para 1945 se organizó una campaña de Reuniones Públicas. Los publicadores anunciaban los
discursos con pancartas y hojas sueltas.

Piet Wentzel, quien en aquel entonces era un joven precursor, recuerda: “Me enviaron a
Vereeniging con Frans Muller, otro precursor. Antes de comenzar la campaña, en julio de 1945,
preparé dos de los cuatro discursos que se pronunciarían. Cada día, a la hora de comer, iba al río a
practicar durante una hora hablando al agua y a los árboles. Hice eso durante un mes hasta que
me sentí con la confianza necesaria para dirigirme a un auditorio”. Al primer discurso que se
pronunció en Vereeniging asistieron 37 personas. Aquella reunión sentó las bases para la
formación de una congregación en la zona tiempo después.

Tras muchos años de servir de superintendente viajante, Piet fue invitado a Betel junto con su
esposa, Lina. En la actualidad es miembro del Comité de Sucursal, y no ha perdido el celo por el
ministerio ni el entusiasmo por el estudio de la Biblia. Lina falleció el 12 de febrero de 2004, tras
cincuenta y nueve años en el servicio de tiempo completo.

AYUDA AMOROSA

Otro paso adelante que se dio por instrucción de la sede mundial en Brooklyn fue el
nombramiento de siervos para los hermanos, como se llamaban los superintendentes de circuito.
Estos eran hermanos solteros con buena salud y con el vigor necesario para poder cumplir con una
apretada agenda.

Al principio, las congregaciones grandes recibían visitas de dos o tres días, y los grupos pequeños,
de un solo día. Así que los hermanos tenían que viajar muchísimo, casi siempre en transporte
público. Muy a menudo tenían que tomar el tren o el autobús a las horas menos convenientes.
Parte de su trabajo durante la visita era revisar los registros de la congregación, pero su principal
interés era predicar con los publicadores a fin de prepararlos para el ministerio.

Uno de los siervos para los hermanos nombrados en 1943 fue Gert Nel, quien conoció la verdad
en 1934 mientras trabajaba de maestro en la provincia de Transvaal Septentrional. Gert, un
hombre alto, delgado y de aspecto un tanto severo, ayudó a una gran cantidad de publicadores, y
muchos hermanos aún hoy recuerdan su fiel servicio. Este celoso soldado de la verdad se hizo
famoso por su prodigiosa memoria, aunque también sentía un gran amor por la gente. Empezaba
el servicio a las siete de la mañana y terminaba a las siete u ocho de la noche sin tomarse ni un
respiro. Cuando era superintendente viajante, tomaba el tren a cualquier hora del día o de la
noche; pasaba varios días con cada congregación, dependiendo de su tamaño, y entonces se
trasladaba a la siguiente. Eso es lo que hacía semana tras semana. En 1946 lo invitaron a Betel
para que trabajara de traductor al afrikáans, y trabajó allí fielmente hasta su muerte en 1991. Él
fue el último hermano ungido que sirvió en el Betel de Sudáfrica. Entre 1982 y 1985 también
terminaron su vida en la Tierra George Phillips, Andrew Jack y Gerald Garrard.

SIRVIERON CON TOTAL ENTREGA

Los siervos de Jehová valoran mucho el servicio que prestan los superintendentes viajantes y sus
esposas, quienes trabajan incansablemente para fortalecer la espiritualidad de las congregaciones.
Por ejemplo, Luke Dladla, que fue nombrado superintendente de circuito en 1965 y sirve ahora de
precursor regular, dijo en 2006: “Tengo 81 años y mi esposa 68, pero todavía subimos y bajamos
montañas y cruzamos ríos para predicar las buenas nuevas en el territorio. Llevamos más de
cincuenta años activos en el ministerio del campo”.

En 1954 fue nombrado superintendente de circuito Andrew Masondo. “Me asignaron a Botsuana
en 1965 junto con Georgina, mi esposa —cuenta él—. Aquello fue como una asignación misional.
Hacía tres años que no llovía, y el país padecía hambre. Georgina y yo supimos lo que es irse a
dormir sin cenar y salir a predicar por la mañana con el estómago vacío. Normalmente, la única
comida que teníamos era la del mediodía.

”Cuando regresé a Sudáfrica, me nombraron superintendente de distrito y asignaron a Ernest


Pandachuk para que me preparara. Cuando nos despedimos, me dijo: ‘No des la impresión de que
te crees más que los hermanos. Tienes que ser como una espiga, que se inclina cuando está
madura, mostrando su grano abundante’.”

LA PRIMERA ASAMBLEA DE CIRCUITO

En abril de 1947 se celebró en Durban la primera asamblea de circuito del país. Milton Bartlett,
graduado de la quinta clase de Galaad y primer misionero que llegó a Sudáfrica, expresó así su
impresión de los hermanos que asistieron al programa: “Fue fascinante ver la actitud de los
Testigos negros. Su aspecto era tan impecable, eran tan tranquilos, y se les notaban las ganas de
aprender más sobre la verdad y de salir al servicio del campo”.

Como la población negra se interesaba cada vez más en la verdad, se brindó más ayuda. Un
ejemplo fue La Atalaya en zulú, que apareció por primera vez con fecha del 1 de enero de 1949.
Se imprimió en una pequeña multicopista manual de la sucursal de Ciudad del Cabo. Es cierto que
no era como las llamativas revistas a color que conocemos hoy, pero contenía alimento espiritual
muy valioso. En 1950 se organizaron clases de alfabetización en seis idiomas, gracias a las cuales
cientos de hermanos y hermanas con muchas ganas de aprender pudieron leer por sí mismos la
Palabra de Dios.

El progreso de la evangelización hizo necesario encontrar lugares de reunión adecuados. En 1948,


un precursor fue asignado a trabajar en Strand, cerca de Ciudad del Cabo, y fue él quien tuvo el
privilegio de organizar la construcción del primer Salón del Reino del país. Una hermana del lugar
financió la obra. El hermano George Phillips comentó: “Ojalá pudiera ponerle ruedas al nuevo
salón y llevarlo por todo el país para animar a los hermanos a edificar más salones”. Pero tendrían
que pasar varios años para que se organizara la obra de construcción de Salones del Reino en
Sudáfrica.

LA COMUNIDAD INDIA RESPONDE CON ENTUSIASMO

Entre 1860 y 1911 se contrató a una multitud de jornaleros de la India para trabajar en las
plantaciones de caña de azúcar de Natal. Muchos de ellos se quedaron al finalizar sus contratos y
formaron una considerable población india, que ahora supera el millón de personas. A principios
de los años cincuenta, el interés por la verdad de la Biblia comenzó a echar raíces en esta
comunidad.

Velloo Naicker, nacido en 1915, era el cuarto de una familia de nueve hijos, cuyos padres, hindúes
devotos, trabajaban en una plantación de caña de azúcar. Las clases bíblicas a las que asistió en la
escuela le despertaron el interés por la Palabra de Dios. Siendo joven, le regalaron una Biblia, y la
leyó a diario hasta que la terminó, en cuatro años. “Mateo 5:6 me llegó al corazón —escribió—.
Cuando lo leí, me di cuenta de que a Jehová lo hace feliz que tengamos hambre de la verdad y de
la justicia.”

Finalmente, un hermano lo visitó y se empezó un estudio bíblico. Velloo se bautizó en 1954,


convirtiéndose en uno de los primeros indios del país en hacerse Testigo. La comunidad hindú de
su pueblo, Actonville (Gauteng), estaba totalmente opuesta a los testigos de Jehová, y un miembro
prominente incluso llegó a amenazarlo de muerte. Por su firme postura a favor de la verdad
bíblica, Velloo perdió su puesto de encargado de una tintorería. Pese a todo, siguió sirviendo
fielmente a Jehová hasta su muerte, en 1981. Su magnífico ejemplo dio fruto, pues ahora sirven a
Jehová más de ciento noventa parientes suyos de cuatro generaciones, incluida la familia política.

Gopal Coopsammy tenía 14 años cuando oyó acerca de la verdad por primera vez de boca de su
tío Velloo. “Él nos habló a mí y a otros jóvenes acerca de la Biblia —recuerda—, aunque no nos
daba clases bíblicas. La Biblia era un libro bastante extraño para un hindú como yo; sin embargo,
algunas cosas que leí me parecieron lógicas. Cierto día vi que Velloo iba al Estudio de Libro de
Congregación y le pregunté si podía acompañarlo. Me dijo que sí, y desde entonces no he dejado
de asistir a las reuniones. Como quería conocer mejor la Biblia, fui a la biblioteca pública, donde
encontré varias publicaciones de los testigos de Jehová. Mi familia se opuso firmemente, pero
jamás olvidé lo que dice Salmo 27:10: ‘En caso de que mi propio padre y mi propia madre de veras
me dejaran, aun Jehová mismo me acogería’. Me bauticé en 1955, a los 15 años de edad.”

Gopal es el superintendente presidente de la congregación donde sirve junto con su esposa,


Susila. Han ayudado a unas ciento cincuenta personas a dedicarse a Jehová. Cuando les
preguntaron cómo lo habían conseguido, Gopal contestó: “Cerca de nosotros vivían muchos
familiares, así que fui y les prediqué. Varios de ellos respondieron favorablemente. Además, como
trabajaba por mi cuenta, tenía más tiempo para predicar. Hice el precursorado durante cuatro
años. Me esforzaba mucho en el ministerio y volvía a visitar a todas las personas que mostraran un
poco de interés”.

EL AMOR Y LA PACIENCIA DAN SU FRUTO

Doreen Kilgour e Isabella Elleray se graduaron de Galaad en 1956 y 1957, respectivamente, y


sirvieron durante veinticuatro años entre la comunidad india de Chatsworth, en la periferia de
Durban.

Doreen explica cómo era su predicación: “Teníamos que tener paciencia; algunos nunca habían
oído hablar de Adán y Eva. Los hindúes son muy hospitalarios; para ellos, no está bien dejar que un
visitante se quede en la puerta. ‘Tomen té y váyanse’, nos decían. Esa era su manera de invitarnos
a tomar té antes de pasar a la siguiente casa. Después de varias casas no nos cabía ni una gota más
de té. Cada vez que un indio abandonaba sus creencias tan arraigadas y decidía servir a Jehová,
para nosotros ocurría un milagro”.

Isabella nos cuenta una experiencia: “Mientras estaba en el ministerio del campo, hablé con un
señor que aceptó las revistas. Su esposa, Darishnie, que acababa de regresar de la iglesia con su
bebé, se nos unió. Tuvimos una agradable conversación y quedé en volverlos a visitar. Pero nunca
encontré a Darishnie en casa. Con el tiempo me contó que su pastor le había dicho que se fuera de
casa cuando yo apareciera por allí para, según él, hacerme creer que ella no tenía interés. Por
aquel entonces fui a Inglaterra a visitar a mi familia, pero seguía pensando en ella. Así que al
regresar a Sudáfrica fui a verla. Al encontrarnos, me preguntó dónde había estado. ‘¡Qué gusto
verte de nuevo! —exclamó—. Estaba segura de que creías que no tenía interés.’ Comenzamos a
estudiar, aunque su esposo no nos acompañó, y ella se aplicó con entusiasmo; con el tiempo se
bautizó.

”Su religión enseñaba que la mujer casada debe llevar alrededor del cuello un tali, un colgante de
oro atado a un cordel amarillo. Solo se lo puede quitar si fallece su esposo. Cuando Darishnie quiso
empezar a predicar, entendió que debía quitarse el tali, y me preguntó qué debía hacer. Le
recomendé que hablara con su marido para ver qué pensaba. A él no le gustó la idea, así que le
dije que tuviera paciencia y que más adelante, cuando su esposo estuviera de buen humor,
volviera a hablarle del asunto. Al final, él estuvo de acuerdo en que se quitara el colgante. Por
supuesto, siempre animábamos a nuestros estudiantes de la Biblia a que adoptaran una firme
postura a favor de la verdad, pero al mismo tiempo les aconsejábamos que fueran prudentes y
mostraran respeto a las enseñanzas hindúes. De esa manera no herirían los sentimientos de sus
amigos y parientes, quienes, a su vez, asimilarían más fácilmente su cambio de religión.”

Cuando les preguntaron qué las había ayudado a aguantar tantos años de misioneras, Doreen dijo:
“Nos encariñamos con la gente. Nos entregamos a nuestra asignación y realmente la disfrutamos”.
Isabella añadió: “Hicimos muchas buenas amistades. Fue muy triste tener que dejar nuestra
asignación, pero nuestra salud se ha deteriorado. Así que aceptamos agradecidas la bondadosa
invitación de servir en Betel”. Isabella falleció el 22 de diciembre de 2003.

Los demás misioneros que sirvieron en Chatsworth, Eric y Myrtle Cooke, Maureen Steynberg y Ron
Stephens (ya fallecido), también entendieron que a su edad ya no podían continuar en su
asignación ni hacerse cargo del hogar misional, por lo cual fueron asignados a Betel.

UN GRAN PROYECTO

Cuando Nathan Knorr y Milton Henschel, de la sede mundial de Brooklyn, vinieron a Sudáfrica
en 1948, se decidió comprar una propiedad en Elandsfontein, cerca de Johannesburgo, para ubicar
el hogar Betel y la imprenta. El proyecto se hizo realidad en 1952. Por primera vez, todos los
miembros de la familia Betel vivían bajo el mismo techo. Se instaló una prensa plana y bastantes
máquinas más para la imprenta, en la que se imprimía La Atalaya en ocho idiomas y ¡Despertad!
en tres.

En 1959 se ampliaron la imprenta y el hogar Betel. El anexo fue más grande que el edificio original.
Se instaló una prensa Timson nueva, la primera rotativa de la sucursal.

El hermano Knorr invitó a cuatro hermanos jóvenes de Canadá para ayudar en las tareas de
impresión: Bill McLellan, Dennis Leech, Ken Nordin y John Kikot, quienes llegaron en noviembre
de 1959. Bill McLellan y su esposa, Marilyn, todavía están en el Betel de Sudáfrica, mientras que
John Kikot y su esposa, Laura, se encuentran en el Betel de Brooklyn. Ken Nordin y Dennis Leech se
quedaron en Sudáfrica, se casaron y tuvieron hijos. Ellos siguen haciendo una gran aportación a
favor del Reino. Los dos hijos de Ken sirven en el Betel de Sudáfrica.
Las nuevas instalaciones y la nueva maquinaria se utilizaron plenamente para atender el creciente
interés por la verdad que había en el país. En 1952, la cifra de publicadores superó los diez mil, y
para 1959 ya había 16.776.

UNIDAD CRISTIANA PESE AL APARTHEID

Para comprender bien los problemas que afrontaron nuestros hermanos durante el apartheid, es
conveniente saber en qué consistía esta política de segregación. La ley permitía que los negros, los
blancos (de origen europeo), los mestizos y los indios trabajaran en las ciudades en los mismos
edificios, como fábricas, oficinas y restaurantes. Pero por la noche, cada grupo racial tenía que
regresar a su barrio. Así se mantenía la separación de viviendas por grupo racial. Además, todos
los edificios tenían que tener comedores y baños separados por razas.

Cuando se construyó la primera sucursal en Elandsfontein, las autoridades no permitieron que los
hermanos negros, mestizos e indios vivieran en los mismos edificios que los hermanos blancos.
En aquel tiempo, la mayoría de los betelitas eran blancos, pues a los hermanos de las demás razas
les resultaba difícil conseguir los permisos necesarios para trabajar en la ciudad. Sin embargo, en
Betel había un grupo de doce hermanos y hermanas de raza negra y mestiza que se dedicaban
principalmente a traducir publicaciones a las lenguas vernáculas. El Gobierno dio permiso para
construir cinco habitaciones independientes en la parte posterior de la propiedad a fin de alojar a
estos hermanos. Pero más tarde, cuando las normas del apartheid se volvieron más estrictas, se
anuló el permiso y los hermanos tuvieron que alojarse en un hostal para hombres situado en el
distrito segregado más cercano, a 20 kilómetros [15 millas] de distancia. Las dos hermanas del
grupo se alojaron en casas particulares de los Testigos del mismo distrito.

La ley ni siquiera permitía a estos betelitas que comieran con sus hermanos blancos en el comedor
principal, y los inspectores municipales vigilaban que nadie infringiera la ley. Sin embargo, como a
los hermanos blancos no les gustaba la idea de estar separados, pusieron vidrios opacos en las
ventanas del comedor para poder estar todos juntos sin que nadie los molestara.

En 1966, George Phillips se vio obligado a dejar Betel a causa de la salud de su esposa, Stella.
El puesto de superintendente de sucursal que dejó vacante lo ocupó durante dos años Harry
Arnott, un hermano muy capacitado, y a partir de 1968, Frans Muller, quien más tarde fue
nombrado coordinador del Comité de Sucursal.

“LA BOMBA AZUL” PRODUCE AUMENTO

En la asamblea de distrito de 1968 se presentó el libro La verdad que lleva a vida eterna, al que se
llegó a conocer como “la bomba azul” por el efecto explosivo que tuvo en el campo. Mientras que
hasta entonces las congregaciones estaban recibiendo 90.000 libros anuales, en el año de servicio
1970 el Departamento de Envíos despachó 447.000 libros.

Cuando el hermano Knorr volvió a visitar Betel en 1971, se vio de nuevo la necesidad de agrandar
las instalaciones para albergar a la familia que ahora constaba de 68 miembros. Así que se
planificó una ampliación, y los publicadores colaboraron desinteresadamente con su trabajo y sus
donaciones hasta el fin de las obras, el 30 de enero de 1972. Más adelante, en 1978, se completó
una nueva ampliación. Toda esta expansión constituyó una confirmación del respaldo de Jehová,
pues en aquel tiempo las autoridades presionaban cada vez más al pueblo de Dios.
SE PONE A PRUEBA LA NEUTRALIDAD

En mayo de 1961, Sudáfrica abandonó la Comunidad Británica de Naciones y se convirtió en una


república. Fue un período de gran agitación política y violencia creciente. Con el fin de controlar la
situación, el Gobierno fomentó el espíritu nacionalista, lo que causó problemas a los testigos de
Jehová en los años siguientes.

Durante mucho tiempo, los hermanos no habían tenido que prestar el servicio militar, pero todo
cambió a finales de los años sesenta, cuando el país fue incrementando las operaciones militares
en Namibia y Angola. Las nuevas leyes exigían que todos los jóvenes blancos con buena salud
hicieran el servicio militar. Los hermanos que se negaban eran sentenciados a noventa días de
prisión en un cuartel.

Por ejemplo, a Mike Marx y los demás hermanos que estaban detenidos junto con él les
ordenaron ponerse el uniforme y los cascos. Él recuerda: “Como nos negamos a vestir ropa militar
porque no queríamos que nos identificaran con el ejército, el capitán al mando nos impuso la
pérdida de privilegios, el aislamiento y una dieta de hambre”. A estos hermanos les prohibieron
escribir o recibir cartas, tener visitas y poseer material de lectura aparte de la Biblia. La dieta de
hambre —supuestamente pensada para prisioneros incorregibles— consistía en dos días a pan y
agua, seguidos de siete días de raciones normales del ejército antes de los siguientes dos días a
pan y agua. Pero incluso las raciones “normales” con frecuencia dejaban mucho que desear, tanto
en calidad como en cantidad.

Los militares hicieron lo posible por quebrantar la integridad de los hermanos. Los encerraban en
pequeñas celdas individuales, y llegó un momento en que no los dejaban ni ducharse. Solo les
daban un balde para que lo usaran de letrina y otro con agua para su aseo personal. Más adelante
les volvieron a permitir que se ducharan.

“Cierto día de invierno —recuerda Keith Wiggill—, después que nos dimos una ducha de agua fría,
los guardias nos quitaron las frazadas y los colchones. Además, no nos dejaron ponernos ropa de
civil, así que tuvimos que dormir en camiseta y pantalones cortos sobre una toalla mojada en el
frío suelo de cemento. A la mañana siguiente, al jefe de la prisión le sorprendió vernos sanos y
contentos, y reconoció que nuestro Dios nos había cuidado durante aquella gélida noche de
invierno.”

Justo antes de terminar los noventa días, los volvían a llevar al tribunal porque se seguían negando
a vestir el uniforme y a recibir instrucción militar con el resto de los prisioneros. Entonces los
volvían a encarcelar. Estaba claro que las autoridades tenían toda la intención de continuar con
aquel proceso hasta que los hermanos cumplieran los 65 años, edad en la que quedarían exentos.

La ley cambió en 1972 tras mucha presión de la opinión pública y los políticos. Los hermanos
recibieron una única sentencia de cárcel correspondiente a la duración del servicio militar.
Originalmente la sentencia era de doce a dieciocho meses. Más tarde se aumentó a tres años y
posteriormente a seis. Con el tiempo les hicieron algunas concesiones y les permitieron celebrar
una reunión semanal.

Durante su estancia en prisión, los hermanos no se olvidaron del mandato de Cristo de hacer
discípulos (Mat. 28:19, 20). Así, hablaban con los demás presos, con las autoridades y con quien se
encontraran. Hasta se les permitió durante una temporada dedicar el sábado por la tarde a
predicar por carta.

En cierta ocasión, las autoridades militares decidieron que los 350 Testigos comerían junto con los
170 presos militares, y así convirtieron el centro de internamiento en el único territorio con una
proporción de dos Testigos por persona. Las autoridades no tardaron en volver a poner aparte a
los hermanos.

LA CRISTIANDAD Y LA NEUTRALIDAD

¿Qué postura adoptaron las iglesias de la cristiandad con respecto al servicio militar obligatorio?
En 1974, el Consejo Sudafricano de Iglesias presentó una resolución a favor de la objeción de
conciencia, pero en vez de utilizar argumentos religiosos, su enfoque fue claramente político.
Su argumento era que el ejército defendía una “sociedad injusta y discriminatoria”, y por tanto, la
guerra en la que participaba era injusta. Ahora bien, las iglesias afrikáneres, así como otros grupos
religiosos, no estuvieron de acuerdo con la resolución del consejo.

La Iglesia Reformada Holandesa rechazó también la resolución, por considerarla una violación del
capítulo 13 de Romanos, y apoyó la campaña militar del Gobierno. Otro grupo que se opuso al
consejo fue el de los capellanes de las Fuerzas Armadas Sudafricanas, entre los que había algunos
miembros de las iglesias que pertenecían al consejo. De hecho, en una declaración conjunta, los
capellanes de las iglesias de habla inglesa condenaron aquella resolución y, además, instaron “a
todos [sus] feligreses, sobre todo a los jóvenes, a defender el país”.

Por su parte, las iglesias miembros del consejo no adoptaron una postura clara. El libro War and
Conscience in South Africa (Guerra y conciencia en Sudáfrica) admite: “La mayoría [de las iglesias]
no explicaron con claridad su postura a los fieles, y mucho menos los animaron a hacerse
objetores de conciencia”. Este libro indica que la contundente reacción del Gobierno ante la
resolución del consejo, sumada a una legislación estricta, acobardó a las iglesias, de modo que
no se animaron a defender sus convicciones: “Los intentos por hacer que las iglesias apoyaran un
programa de acción fueron un fracaso”.

La citada obra, en cambio, reconoce lo siguiente: “El mayor grupo de objetores de conciencia
encarcelados fue sin lugar a dudas el de los testigos de Jehová”. Y añade: “Los Testigos insistieron
en que todos tienen derecho a oponerse a las guerras por motivos de conciencia”.

La postura de los Testigos era estrictamente religiosa. Aunque admiten que “las autoridades que
existen están colocadas por Dios en sus posiciones relativas”, se mantienen neutrales (Rom. 13:1).
Por encima de todo, son leales a Jehová, quien muestra en su Palabra, la Biblia, que sus
verdaderos siervos no participan en guerras humanas (Isa. 2:2-4; Hech. 5:29).

Después de varios años de encarcelamientos, se hizo evidente que los Testigos no abandonarían
su postura neutral para evitar los malos tratos. Y puesto que los centros de detención estaban
atestados y la situación estaba generando mala publicidad, desde algunos sectores oficiales se
ejerció presión para que trasladaran a los hermanos a prisiones civiles.

Pero algunos mandos militares que apreciaban a los Testigos se opusieron, pues respetaban a
nuestros jóvenes por sus elevadas normas morales. Si los enviaban a una prisión civil, les
quedarían antecedentes penales. Además, estarían con los peores elementos de la sociedad y
correrían el riesgo de ser violados. Así que se decidió que prestarían un servicio civil a la
comunidad en varias dependencias del gobierno no vinculadas con el ejército. Cuando en los años
noventa cambió el clima político, desapareció el servicio militar obligatorio.

¿Qué efecto tuvo en aquellos jóvenes el largo período que pasaron privados de libertad en una
época tan fundamental de su vida? Muchos de ellos demostraron de forma ejemplar su lealtad a
Jehová y aprovecharon la oportunidad para estudiar la Palabra de Dios y crecer espiritualmente.
“El tiempo que pasé en prisión fue decisivo en mi vida —afirma Cliff Williams—. Vi claramente la
protección y la bendición de Jehová, lo cual me impulsó a hacer más a favor del Reino. Poco
después de salir en libertad, en 1973, emprendí el precursorado regular, y al año siguiente entré
en Betel, donde todavía estoy sirviendo.”

Stephen Venter, quien fue encarcelado a los 17 años, dice: “En aquel entonces era publicador
no bautizado y tenía poco conocimiento de la verdad. Pero logré aguantar gracias a la fortaleza
espiritual que me infundieron el análisis del texto diario (que realizábamos mientras encerábamos
el piso por las mañanas), las reuniones regulares y las clases bíblicas que me impartió un hermano
experimentado. Aunque atravesé momentos muy difíciles, es sorprendente lo poco que los
recuerdo. De hecho, podría decir que aquellos tres años fueron los mejores de mi vida.
La experiencia me ayudó a madurar como hombre. Pude conocer mejor a Jehová, lo cual me
impulsó a emprender el servicio de tiempo completo”.

Los injustos encarcelamientos no fueron en vano. Gideon Benade, quien visitaba a los hermanos
encarcelados, escribió: “Al mirar atrás, me doy cuenta del enorme testimonio que se dio”.
El aguante de nuestros hermanos y la gran difusión que tuvieron los juicios y las sentencias
grabaron de manera indeleble en la mente de todos, tanto en los militares como en la población
civil, que los testigos de Jehová son totalmente neutrales.

LA INTEGRIDAD DE LOS HERMANOS NEGROS

Durante los primeros años del apartheid, los hermanos negros no tuvieron pruebas de neutralidad
como los hermanos blancos. A ellos, por ejemplo, no los obligaban a hacer el servicio militar.
Ahora bien, cuando los partidos políticos negros comenzaron a cuestionar el apartheid, a los
Testigos negros les llegaron las pruebas. Algunos fueron asesinados, otros apaleados y otros más
tuvieron que huir mientras sus casas y sus posesiones se consumían en las llamas. Y todo por
negarse a dejar de ser neutrales. En efecto, estaban decididos a obedecer el mandato de Jesús de
‘no ser parte del mundo’ (Juan 15:19).

Algunos grupos exigían a todos los habitantes de su zona que compraran la tarjeta del partido.
Enviaban a sus representantes a las casas a pedir dinero para comprar armas o para pagar el
funeral de sus camaradas caídos en la lucha contra las fuerzas de seguridad de los blancos. Como
los hermanos negros se negaban respetuosamente a pagar, los acusaban de ser espías del
gobierno del apartheid. Mientras predicaban, a veces los atacaban y los acusaban de repartir
propaganda en afrikáans para los blancos.

Tomemos por ejemplo el caso de Elijah Dlodlo, quien abandonó un futuro prometedor en el
mundo del deporte para convertirse en un siervo dedicado de Jehová Dios. Dos semanas antes de
las primeras elecciones democráticas del país, se acentuó la tensión entre las comunidades negras
rivales. La congregación de Elijah decidió abarcar un territorio a varios kilómetros de distancia en
el que apenas predicaban. A Elijah, que llevaba solo dos meses bautizado, lo mandaron con dos
jovencitos que eran publicadores no bautizados. Mientras hablaban con una señora a la puerta de
su casa, se acercó un grupo de jóvenes que pertenecían a un movimiento político. El jefe del
grupo, amenazando con un sjambok (un grueso látigo de cuero), preguntó: “¿Qué está pasando
aquí?”.

—Estamos hablando de la Biblia— dijo la señora.

Sin hacerle caso, el jefe, enojado, le dijo a Elijah y a sus dos compañeros: “Ustedes tres se vienen
con nosotros. Ahora no es el momento de hablar de la Biblia; ahora hay que luchar por nuestros
derechos”.

—No podemos hacer eso; estamos trabajando para Jehová— respondió Elijah con valor.

Al oír eso, el jefe le dio un empujón y comenzó a pegarle con el sjambok, gritándole con cada
latigazo: “¡Ven con nosotros!”. Después del primer latigazo, Elijah dejó de sentir dolor. Le resultó
muy fortalecedor recordar que Pablo dijo que todos los cristianos verdaderos ‘serían perseguidos’
(2 Tim. 3:12).

Al final, el joven se cansó y dejó de golpearlo. Entonces, uno de sus compañeros le dijo muy
molesto que Elijah no era del lugar. Eso dividió al grupo y comenzaron a pelear entre sí, al grado
que hasta el jefe recibió fuertes latigazos con su propio sjambok. Elijah y sus compañeros
aprovecharon para escapar. La experiencia fortaleció la fe de Elijah, quien siguió progresando y se
convirtió en un intrépido predicador de las buenas nuevas. Hoy, ya casado y con hijos, sirve de
anciano en su congregación.

Las hermanas negras también aguantaron con valor la presión para dejar de predicar. Tomemos
como ejemplo a Florah Malinda. Una pandilla de jóvenes quemó viva a su hija, Maki, Testigo
bautizada, por defender a su hermano, que no quería unirse a su partido político. Pese a la trágica
pérdida, Florah no se amargó, sino que continuó predicando la Palabra de Dios en su comunidad.
Cierto día, los representantes del movimiento político que había asesinado a su hija le dijeron que
si no los apoyaba, sufriría las consecuencias. En eso llegaron sus vecinos para defenderla y explicar
que ella no se metía en política, sino que estaba muy ocupada enseñando la Biblia a la gente. Los
activistas empezaron a discutir entre sí y finalmente dejaron ir a Florah. Durante aquellos tiempos
difíciles y hasta la fecha, ella ha servido fielmente a Jehová como precursora regular.

Cierto precursor regular viajaba en autobús al territorio cuando un joven activista político lo
empujó y le preguntó por qué les vendía a los negros publicaciones hechas por afrikáneres. “Me
dijo que tirara los libros por la ventana —cuenta—. Como no le hice caso, me dio una bofetada y
me quemó la mejilla con su cigarrillo. Yo seguí callado. Entonces me quitó el maletín y lo arrojó por
la ventana. Luego me arrancó la corbata y me dijo que así era como se vestían los blancos. Siguió
insultándome y burlándose de mí, diciendo que a la gente como yo había que quemarla viva.
Jehová me salvó, pues pude bajarme del autobús sin recibir males mayores. A pesar de la
experiencia, no me desanimé de seguir predicando.”

La sucursal recibió muchas cartas personales y de congregaciones en las que se relataban


experiencias de los íntegros hermanos negros. Una de estas la envió un anciano de una
congregación de KwaZulu-Natal. “Les escribimos esta carta —decía— para comunicarles la pérdida
de nuestro querido hermano Moses Nyamussua. Era soldador y mecánico. Cierto día, un grupo
político le pidió que soldara sus armas de fabricación casera, pero él se negó a hacerlo. El 16 de
febrero de 1992, el grupo celebró un mitin, en el que se produjo una pelea con un grupo rival. Esa
misma tarde, cuando volvían del enfrentamiento, se encontraron con el hermano, que se dirigía al
centro comercial, y lo atravesaron allí mismo con sus lanzas. ¿Por qué lo mataron? Dijeron que él
no había querido soldar sus armas y que por su culpa sus camaradas estaban muertos. Este suceso
nos dejó consternados a todos, pero aun así seguiremos predicando.”

OPOSICIÓN EN LAS ESCUELAS

Empezaron a surgir problemas en las escuelas de los distritos segregados porque los niños Testigos
no participaban en las oraciones ni en los himnos religiosos cuando se reunían todos por las
mañanas. En las escuelas para alumnos blancos el problema no existía, pues bastaba una carta de
los padres exponiendo su postura para que eximieran al niño de tales actividades. Pero en las
escuelas de negros, negarse a participar en las ceremonias religiosas se consideraba un desafío a la
autoridad escolar. Y los maestros no estaban acostumbrados a este tipo de resistencia. Cuando los
padres iban para explicarles su postura, les decían que no se haría ninguna excepción.

Las autoridades escolares insistían en que los niños Testigos debían estar presentes en tales
reuniones porque también se hacían anuncios relativos a la escuela. Así que los niños iban, pero se
quedaban de pie callados, sin participar, mientras los demás cantaban y rezaban. Algunos
maestros se paseaban por las filas para ver si los alumnos cerraban los ojos durante los rezos y si
cantaban los himnos religiosos. Es muy animador saber que estos niños, algunos de ellos de corta
edad, fueron valientes y se mantuvieron íntegros.

Después de que expulsaran de las escuelas a una gran cantidad de niños, los hermanos decidieron
acudir a los tribunales. El 10 de agosto de 1976, el Tribunal Supremo de Johannesburgo falló sobre
un importante caso en el que estaban implicados quince alumnos de una misma escuela. La corte
dijo: “Los demandados [...] han reconocido el derecho de los hijos de los demandantes a
mantenerse al margen de las oraciones y los himnos, y [...] también han reconocido que las
suspensiones y las expulsiones [...] fueron ilegales”. Aquella fue una importantísima victoria legal.
Con el tiempo, la situación se normalizó también en las demás escuelas.

OTROS PROBLEMAS EN LA ESCUELA

Muchos hijos de Testigos que iban a escuelas para blancos se enfrentaron a una prueba distinta de
integridad y también fueron expulsados. A fin de fomentar su ideología entre los jóvenes blancos,
el gobierno del apartheid introdujo en 1973 un programa de preparación juvenil que incluía
técnicas de defensa personal, así como marchas y otras actividades patrióticas.

Tras asesorarse legalmente, algunos padres acudieron al ministro de Educación, pero no lograron
nada, pues el ministro afirmó que el programa era puramente educativo. El Gobierno generó
mucha publicidad negativa contra los testigos de Jehová por este asunto. Aunque algunos
directores de escuela tolerantes eximían a los alumnos de los aspectos antibíblicos del programa,
otros los expulsaban.
Muy pocos padres cristianos podían permitirse el lujo de enviar a sus hijos a escuelas privadas, así
que algunos recurrieron a los cursos por correspondencia. También hubo maestros Testigos que se
ofrecieron a impartir educación en casa. Con todo, muchos de los niños expulsados no pudieron
terminar la enseñanza secundaria, aunque sí recibieron preparación bíblica tanto en su hogar
como en la congregación (Isa. 54:13). Varios de ellos emprendieron el servicio de tiempo
completo. Estos valientes jóvenes se alegraron de haber aguantado su prueba y haber confiado
completamente en Jehová (2 Ped. 2:9). Con el tiempo, el clima político cambió y dejaron de
expulsar a nuestros hijos por negarse a participar en actividades patrióticas.

NUESTRAS ASAMBLEAS DE DISTRITO DURANTE EL APARTHEID

A fin de cumplir la ley sudafricana, los hermanos organizaban una asamblea de distrito para cada
grupo étnico. La primera vez que se reunieron todas las razas en un solo lugar fue en la asamblea
nacional de 1952, celebrada en el estadio Wembley de Johannesburgo. Para la ocasión estuvieron
presentes los hermanos Knorr y Henschel, quienes pronunciaron varios discursos. Según la
normativa del apartheid, cada raza tenía que ocupar una zona distinta del estadio. Así, los blancos
se sentaron en la sección occidental, los negros en la oriental, y mestizos e indios en la norte.
Además, los asistentes tampoco podían mezclarse a la hora de las comidas. Pese a estas
restricciones, el hermano Knorr escribió: “Lo mejor fue ver a todos en el mismo estadio adorando
a Jehová en la hermosura de la santidad”.

En enero de 1974 se celebraron tres asambleas de distrito en Johannesburgo: una para los
hermanos negros, otra para mestizos e indios, y una tercera para los blancos. Sin embargo, se
organizó algo especial para el último día: todos los asambleístas, sin distinción de raza, acudirían al
estadio Rand de Johannesburgo para disfrutar juntos de la sesión de la tarde. Hubo una asistencia
total de 33.408. ¡Fue un verdadero deleite! Personas de toda raza podían circular libremente y
sentarse juntas. Además, también había muchos visitantes europeos, lo cual hizo de la asamblea
una ocasión aún más memorable. ¿Cómo fue posible? Sin darse cuenta, los organizadores de la
asamblea habían contratado un estadio reservado para acontecimientos internacionales
interraciales, y por eso no se necesitó un permiso para esta sesión especial.

SE CELEBRA LA ASAMBLEA PESE A LOS PREJUICIOS

Recordemos ahora una asamblea nacional que tuvo lugar unos años antes. Se habían hecho los
preparativos para celebrarla en Johannesburgo. Pero entonces, un representante del gobierno fue
de Pretoria a Johannesburgo en visita oficial a las oficinas gubernamentales que atendían los
asuntos bantúes (de la población negra) y leyó en unas actas que los testigos de Jehová iban a
celebrar en el Mofolo Park una asamblea a la que asistirían negros.

Al ver eso, lo informó a sus superiores en Pretoria, y el Departamento de Asuntos Bantúes canceló
de inmediato la reserva, pues, según decían, los Testigos no eran una “religión reconocida”. Los
hermanos blancos habían contratado para su asamblea el Milner Park Show Grounds, en el centro
de Johannesburgo, y los hermanos mestizos iban a reunirse en el Union Stadium, a las afueras de
la ciudad, en la zona occidental.

Dos hermanos de Betel fueron a ver al ministro responsable, que resultó ser un ex clérigo de la
Iglesia Reformada Holandesa. Le dijeron que llevaban muchos años celebrando asambleas en el
Mofolo Park y que los hermanos blancos y mestizos podían celebrar la suya, así que, ¿por qué
negarles la oportunidad de reunirse a los hermanos negros? Pese a todo, el ministro no cambió de
opinión.

Como el Mofolo Park está en la parte occidental de Johannesburgo, los dos hermanos decidieron
tratar de reubicar la asamblea en la parte oriental de la ciudad, donde también había grandes
distritos negros. Así que fueron a ver al director a cargo de los asuntos bantúes sin decirle nada de
la conversación que habían mantenido con el ministro de Pretoria. El director fue muy amable y
les concedió el estadio Wattville, que a diferencia del Mofolo Park, tenía gradas.

Todos fueron informados rápidamente del cambio y se celebró una magnífica asamblea con una
asistencia de 15.000 personas sin que Pretoria interfiriera. Durante varios años, los hermanos
siguieron celebrando asambleas en el estadio Wattville sin problema alguno.

SE FORMA UNA ASOCIACIÓN LEGAL

El 24 de enero de 1981, siguiendo las instrucciones del Cuerpo Gobernante, se formó una
asociación legal compuesta por 50 miembros: Testigos de Jehová de Sudáfrica. Esta entidad sirvió
para promover los intereses espirituales de varias maneras.

Durante años, la sucursal había tratado infructuosamente de que se concediera a los Testigos
licencia para casar. Frans Muller recuerda: “Siempre nos denegaban el permiso alegando que
nuestra religión no tenía ni las condiciones ni la estabilidad requeridas para poder casar a nadie”.

Lo que es más, al carecer de una asociación legal, no nos daban permiso para construir Salones del
Reino en los distritos negros. Las autoridades rechazaban todas las solicitudes diciendo: “Ustedes
no son una religión reconocida”.

Pero poco después de formarse la asociación, permitieron a los hermanos celebrar matrimonios,
así como construir salones en los distritos negros. En la actualidad, en Sudáfrica hay más de cien
ancianos con licencia para casar. Como pueden celebrar la ceremonia de matrimonio en el Salón
del Reino, los novios no tienen que realizar primero el trámite civil.

CAMBIOS REVOLUCIONARIOS EN LA IMPRESIÓN

Los métodos de impresión evolucionaban con rapidez, y la maquinaria de impresión tipográfica


estaba quedando anticuada. Además, era bastante difícil encontrar repuestos, y si los había, eran
muy caros. De modo que se decidió dar el salto a la fotocomposición computarizada y a la
impresión offset. Se compraron varias unidades para captura de datos y fotocomposición, y
en 1979 se instaló la rotativa offset TKS que generosamente había donado la sucursal japonesa.

Como los testigos de Jehová editamos publicaciones en muchos idiomas, se vio la conveniencia de
crear un sistema propio de fotocomposición. En 1979, los hermanos de Brooklyn (Nueva York)
empezaron a trabajar en lo que hoy conocemos como MEPS (acrónimo en inglés para sistema
electrónico de fotocomposición plurilingüe). Este sistema se instaló en Sudáfrica en 1984.
El empleo de computadoras para la traducción y fotocomposición hizo posible producir
publicaciones simultáneamente en multitud de idiomas.

PLANES PARA CRECIMIENTO FUTURO


A principios de los años ochenta se vio que las instalaciones de Betel, situadas en Elandsfontein,
habían quedado pequeñas para las crecientes necesidades del campo. Por consiguiente, se
compró en Krugersdorp, a treinta minutos de Johannesburgo, un hermoso terreno de 87 hectáreas
bordeado por un río y rodeado de colinas. Muchos hermanos dejaron sus empleos para trabajar
en la construcción, y otros usaron sus vacaciones. Llegaron algunos voluntarios de Nueva Zelanda,
Estados Unidos y otros países. La sucursal se terminó al cabo de seis años.

Todavía era difícil conseguir permiso para que hermanos negros, mayormente traductores,
vivieran en la propiedad. Al final se consiguió la autorización, pero solo para veinte personas, y
hubo que construirles habitaciones separadas. Con el tiempo, sin embargo, el Gobierno suavizó las
normas y eso permitió que los hermanos de cualquier raza tuvieran la oportunidad de ocupar
cualquier habitación de Betel.

La familia Betel estaba encantada con la magnífica sucursal y el diseño de los espaciosos cuartos.
El edificio de tres plantas, con fachada de ladrillo rojo, estaba rodeado de hermosos jardines.
Cuando comenzaron las obras en Krugersdorp, había 28.000 publicadores activos en el país.
Cuando se dedicó la sucursal, el 21 de marzo de 1987, la cifra superaba los 40.000. Sin embargo,
algunos se preguntaban si hacía falta disponer de unas instalaciones tan amplias. De hecho, una
planta de la sección de oficinas estaba sin usar, al igual que un ala residencial. Pero lo cierto es que
los hermanos habían pensado en el crecimiento que iba a producirse en el futuro.

SE SATISFACE UNA NECESIDAD VITAL

Cada vez hacían falta más Salones del Reino, pues no dejaban de formarse nuevas congregaciones.
Los hermanos que vivían en las zonas de mayoría negra celebraban sus reuniones en malas
condiciones. Tenían que utilizar garajes, construcciones anexas o aulas escolares, donde ocupaban
los pequeños pupitres de los niños. Además, también debían soportar el ruido estridente de los
cantos y los tambores de los grupos religiosos que se reunían en la misma escuela.

A finales de los ochenta, los Comités Regionales de Construcción comenzaron a probar un nuevo
método para construir en menos tiempo. En 1992, once Testigos canadienses con experiencia en
la construcción rápida se ofrecieron para trabajar en un Salón del Reino doble —un edificio de dos
plantas— en Hillbrow (Johannesburgo). Estos hermanos transmitieron sus conocimientos a los
Testigos locales y los ayudaron a mejorar sus métodos de construcción.

El primer Salón del Reino de construcción rápida se levantó en 1992 en Diepkloof (Soweto). Los
hermanos llevaban buscando un solar desde 1962. El 11 de julio de 1992, con motivo de la
dedicación del salón, Zechariah Sedibe, que había participado en la búsqueda del terreno, dijo con
una gran sonrisa en el rostro: “Pensábamos que nunca lograríamos tener nuestro salón. Éramos
jóvenes cuando empezamos a buscar un solar. Ahora ya estoy jubilado, pero al fin tenemos el
salón, el primero que hemos levantado en unos días aquí en Soweto”.

En los países que supervisa la sucursal de Sudáfrica hay actualmente 600 Salones del Reino,
verdaderos centros de la adoración pura de Jehová. Sin embargo, quedan 300 congregaciones de
treinta publicadores o más que necesitan su propio salón.

Los veinticinco comités regionales del país, bajo la dirección de la sucursal, ofrecen ayuda práctica
a las congregaciones que desean construir un salón. Las congregaciones pueden conseguir
préstamos sin interés para financiar sus proyectos. Peter Butt, quien lleva más de dieciocho años
construyendo salones y es presidente del comité regional de Gauteng, dijo que los voluntarios del
comité son padres de familia que trabajan, y aun así dedican gustosamente mucho tiempo a favor
de sus hermanos.

Jakob Rautenbach es también miembro de un comité regional. Él dice que los miembros de los
comités suelen trabajar en el lugar de las obras durante el tiempo que toma la construcción y que,
además, también trabajan en la fase de planificación. En cuanto a los voluntarios, se entusiasma al
hablar del espíritu alegre y dispuesto que manifiestan, pues con gusto costean su viaje hasta el
lugar de construcción, que a veces está a gran distancia.

Jakob relató la siguiente experiencia para ilustrar las contribuciones de tiempo y recursos que
muchos hacen con alegría. “Dos hermanas carnales que tienen una empresa de transportes se
encargan de trasladar por todo el país nuestro contenedor de 13 metros cargado de herramientas
y maquinaria —a veces incluso a las naciones vecinas—, y lo vienen haciendo desde 1993.
Su ayuda constituye una valiosísima contribución. Cuando se enteran de lo que estamos haciendo,
muchas empresas con las que tratamos dan donaciones o nos aplican descuentos.”

Tras planificar cuidadosamente el trabajo y organizar los equipos, el salón suele levantarse en tres
días. Así los hermanos se han ganado el respeto de mucha gente. En cierto lugar, al final del primer
día de construcción, se acercaron dos hombres que habían estado bebiendo mucho en un bar
cercano. Les dijeron a los hermanos que camino a su casa siempre pasaban por un terreno baldío,
pero que ahora allí había un edificio. Como estaban seguros de que se habían perdido, les pidieron
ayuda para llegar a su domicilio.

ESPÍRITU ABNEGADO

Los cambios políticos de principios de los años noventa no produjeron paz ni estabilidad.
Al contrario, la gente se volvió más violenta que nunca. La situación era compleja, y se ha atribuido
la escalada de violencia a la rivalidad política y a la frustración por la situación económica, entre
muchas otras causas.

Pese a todo, el programa de construcción no se detuvo. Los voluntarios de diferentes razas
entraban en los distritos escoltados por hermanos locales. Algunos fueron atacados por chusmas
embravecidas. Durante la construcción de un Salón del Reino en Soweto en 1993, una
muchedumbre violenta arrojó piedras a tres hermanos blancos que llevaban materiales al lugar de
las obras. Las pedradas rompieron todas las ventanas del vehículo en el que viajaban, y los tres
resultaron heridos. Pero lograron seguir conduciendo y llegar a la construcción; desde allí, los
hermanos los trasladaron enseguida al hospital por una ruta más segura.

Las obras no se atrasaron. Se tomaron precauciones, y cientos de hermanos de todas las razas
trabajaron en el salón durante el fin de semana siguiente. Los precursores del lugar se pusieron a
predicar en las calles aledañas al lugar de las obras, y cuando detectaban algún peligro, avisaban a
los hermanos que estaban construyendo el local. Al cabo de unos días, los heridos se recuperaron
y pudieron volver al trabajo.

Las congregaciones agradecen la entrega y los sacrificios de todos estos voluntarios. Por ejemplo,
en un período de quince años, Fanie y Elaine Smit han podido ayudar a 46 congregaciones a
levantar su Salón del Reino, muchas veces viajando largas distancias y corriendo con sus propios
gastos.

Una congregación de KwaZulu-Natal escribió lo siguiente al Comité Regional de Construcción:


“Ustedes sacrificaron horas de sueño, la posibilidad de estar con sus familias o descansando —y
mucho más— para que tuviéramos un salón. Además, sabemos que también gastaron mucho
dinero para materializar el proyecto. Que Jehová los recuerde ‘para bien’ (Nehemías 13:31)”.

El que las congregaciones tengan su propio Salón del Reino produce un efecto muy positivo en la
comunidad. El siguiente es uno de los muchos comentarios que hemos recibido: “Con el nuevo
salón, la asistencia aumentó tanto que hemos tenido que celebrar en dos sesiones el discurso
público y el Estudio de La Atalaya. Pronto tendremos que formar otra congregación”.

Aunque en las zonas rurales a veces cuesta financiar un salón, muchos han encontrado diversas
maneras de conseguir los fondos. En cierta congregación, los hermanos vendieron unos cerdos.
Cuando necesitaron más dinero, vendieron un buey y un caballo. Más adelante vendieron quince
ovejas, otro buey y otro caballo. Una hermana se ofreció a comprar la pintura, otra compró la
alfombra y una tercera, las cortinas. Con otro buey y cinco ovejas más se consiguieron los asientos.

Una congregación de Gauteng escribió: “Durante al menos dos semanas después de terminar el
salón, íbamos a contemplarlo al finalizar la predicación. No podíamos irnos a casa después del
servicio del campo sin ver primero nuestro Salón del Reino”.

LA GENTE SE DA CUENTA

A la comunidad no le pasan desapercibidos los esfuerzos que hacen los Testigos para tener lugares
de adoración adecuados. La congregación de Umlazi (KwaZulu-Natal) recibió una carta que decía
en parte: “La Asociación Mantengamos la Belleza de Durban agradece su empeño en mantener
limpia la zona donde están y los anima a seguir haciéndolo. Gracias a su diligencia, este lugar ha
quedado precioso. Nuestra asociación se ha comprometido a combatir la costumbre de tirar
basura y a mantener el entorno limpio, pues creemos que eso contribuye a la buena salud de
todos. Por eso elogiamos a los ciudadanos que cuidan la limpieza. Muchas gracias por su buen
ejemplo. Cuenten con todo nuestro apoyo para conservar Umlazi limpia”.

Cierta congregación escribió: “Cuando un conocido ladrón se metió a nuestro Salón del Reino
nuevo, los vecinos lo atacaron. Según ellos, él estaba destrozando ‘su iglesia’, refiriéndose al salón,
que es el único edificio religioso del vecindario. Le dieron una paliza y entonces lo entregaron a la
policía”.

SE SATISFACE LA NECESIDAD DE SALONES DEL REINO EN ÁFRICA

En 1999, la organización de Jehová puso en marcha un programa para construir salones en países
con recursos limitados. Con ese fin, se formó en la sucursal de Sudáfrica una Oficina Regional de
Salones del Reino, que coordinaría las labores en varios países africanos. La oficina envió un
representante a cada sucursal para ayudarles a crear su propia Sección de Construcción de Salones
del Reino. Esta sección se encarga de la compra de terrenos y la organización de los Grupos de
Construcción de Salones del Reino. Como parte de dicho programa, se enviaron siervos
internacionales para capacitar y ayudar en los trabajos de construcción a los hermanos de cada
país.

La oficina regional de Sudáfrica ha establecido veinticinco Secciones de Construcción de Salones


del Reino en África, que coordinan el trabajo en 37 países. Desde noviembre de 1999 se han
construido, gracias a este programa, 7.207 salones. Con todo, a mediados de 2006 se calculó que
aún hacían falta 3.305 salones más.

CONSECUENCIAS DEL CAMBIO POLÍTICO

Las medidas racistas del gobierno anterior alimentaron el descontento de la población, lo que dio
lugar a muchos incidentes violentos que afectaron directamente a algunos testigos de Jehová.
Durante aquel turbulento período se registraron en los distritos negros intensos combates en los
que murió mucha gente. Con todo, los hermanos por lo general actuaron con cautela y siguieron
sirviendo fielmente a Jehová. Cierto día, entrada la noche, arrojaron una bomba molotov en la
casa de una familia de Testigos que estaba durmiendo. Afortunadamente, ninguno perdió la vida.
El padre escribió a la sucursal: “Nuestra fe es ahora más fuerte. Aunque mi familia y yo lo hemos
perdido todo, estamos más cerca de Jehová y de su pueblo. Los hermanos nos han ayudado
materialmente. Ansiamos que llegue el fin de este sistema y le damos gracias a Jehová por nuestro
paraíso espiritual”.

El 10 de mayo de 1994 prestó juramento el primer presidente negro del país, Nelson Mandela. Era
también la primera vez que se elegía democráticamente un presidente y que se permitía votar a la
población negra. Se respiraba un ambiente de nacionalismo, lleno de euforia. Ahora algunos
hermanos se enfrentaron a otro tipo de pruebas.

Lamentablemente, hubo quienes quebrantaron su neutralidad cristiana, pero, en su mayor parte,


el pueblo de Jehová permaneció neutral. Muchos de los que habían transigido se dieron cuenta de
su error, se arrepintieron de corazón y respondieron al estímulo bíblico.

PROGRESO EN EL CORAZÓN

Poder tener más Salones del Reino es prueba de la bendición de Jehová. Sin embargo, el progreso
verdaderamente sorprendente se ha producido en el corazón de la gente (2 Cor. 3:3). Personas de
muy variados antecedentes se han sentido atraídas por la verdad. Veamos algunos ejemplos.

Ralson Mulaudzi fue encarcelado en 1986 y sentenciado a muerte por asesinato. Cierto día vio la
dirección de la sucursal en un folleto y escribió porque quería conocer mejor la Biblia. Un
precursor especial llamado Les Lee recibió permiso para visitarlo y empezó a darle clases bíblicas.
Ralson enseguida se puso a hablar con los guardias y los demás prisioneros sobre lo que estaba
aprendiendo. Se bautizó en la prisión en abril de 1990. Ralson recibe regularmente la visita de los
hermanos de la congregación más cercana. Como le permiten salir de su celda una hora al día,
aprovecha para predicar a los demás internos. Ya ha ayudado a tres personas a bautizarse y
actualmente conduce dos estudios de la Biblia. Con el tiempo le cambiaron la pena de muerte por
cadena perpetua con la posibilidad de salir en libertad condicional.

Las circunstancias de otras personas a quienes Jehová atrae son muy diferentes. Queenie Rossouw
asistía al Estudio de Libro de Congregación. Ella le pidió al superintendente del grupo que visitara a
su hijo de 18 años, que estaba estudiando el catecismo. El hermano tuvo una buena conversación
con él, y el joven empezó a acompañar a su madre a las reuniones. Más tarde, la señora le pidió al
hermano que fuera a ver a su esposo, Jannie, que era anciano de la Iglesia Reformada Holandesa y
presidente del consejo de la iglesia, pues él quería hacerle unas preguntas. El hermano fue a
hablar con el esposo, y el señor también aceptó un estudio bíblico.

Como en aquella semana se celebraba la asamblea de distrito, el hermano invitó a Queenie. Para
sorpresa suya, Jannie también asistió los cuatro días. El programa y el amor que vio entre los
Testigos le dejaron una honda impresión. Entonces, su hijo de 18 años y su hijo mayor, diácono de
la iglesia, empezaron a sentarse con ellos cuando recibían sus clases de la Biblia.

Todos renunciaron a la Iglesia y comenzaron enseguida a asistir a las reuniones. Cierto día se
presentaron en una reunión para el servicio del campo. El hermano encargado le explicó al señor
Jannie que no podía salir a predicar con ellos porque todavía no reunía los requisitos para ser
publicador no bautizado. Con lágrimas en los ojos, él contestó que llevaba toda la vida buscando la
verdad y que ahora no podía quedarse callado.

Otro hijo de los Rossouw, de 22 años de edad, estaba en tercer año de Teología. Jannie le escribió
diciéndole que ya no le pagaría la carrera, por lo que era mejor que regresara a casa. El hijo
regresó, y dos días después acompañó a su padre y a dos de sus hermanos a trabajar un día con la
congregación en el Betel de Krugersdorp. Impresionado por lo que vio, este estudiante de teología
aceptó estudiar la Biblia junto con sus hermanos. Después de varias sesiones dijo que había
aprendido más de la Biblia en un mes que en los dos años y medio que había pasado en la
universidad.

Con el tiempo se bautizó toda la familia. El padre ahora es anciano, algunos de sus hijos son
ancianos o siervos ministeriales, y una de las hijas es precursora regular.

“ALARGA TUS CUERDAS DE TIENDA”

Aunque la anterior construcción de Betel se había hecho previendo el aumento futuro, tuvo que
hacerse una importante ampliación tan solo doce años después de la dedicación del complejo de
Krugersdorp (Isa. 54:2). En esos doce años se registró un 62% de aumento en la cantidad de
publicadores de Sudáfrica y de los países que supervisa la sucursal. Por eso, se construyeron un
almacén y tres nuevos edificios de viviendas, se ampliaron la lavandería y el edificio de oficinas, y
se añadió un segundo comedor. El 23 de octubre de 1999, las nuevas instalaciones fueron
dedicadas a Jehová, y Daniel Sydlik, del Cuerpo Gobernante, pronunció el discurso de dedicación.

Recientemente se han añadido 8.000 metros cuadrados [86.000 pies cuadrados] a la imprenta


para alojar una nueva rotativa MAN Roland Lithoman. También se ha recibido maquinaria para
guillotinar, contar y apilar revistas automáticamente. Además, con la línea de encuadernación que
donó Alemania, Sudáfrica puede producir libros y biblias de tapa blanda para el África
subsahariana.

LOCALES ADECUADOS PARA LAS ASAMBLEAS

Se ha hecho un gran trabajo para satisfacer la necesidad de Salones de Asambleas. El primer salón
se construyó en Eikenhof, al sur de Johannesburgo, y se dedicó en 1982. El segundo se levantó en
Bellville (Ciudad del Cabo). Milton Henschel pronunció el discurso de dedicación en 1996. Y el
tercero se terminó en el año 2001 en Midrand, entre Pretoria y Johannesburgo.

Los vecinos de Midrand que al principio se habían mostrado disconformes con el proyecto fueron
cambiando de parecer a medida que conocían a los hermanos y los veían trabajar. Una persona
estuvo donando cajas de frutas y hortalizas cada dos semanas durante más de un año. Algunas
empresas se sintieron igualmente motivadas a hacer donaciones. Una de ellas regaló abono
orgánico para los jardines, y otra entregó un cheque de 10.000 rands (unos 1.575 dólares). Como
es natural, los hermanos también hicieron generosos donativos para financiar el proyecto.

El salón es un edificio muy bonito y muy bien diseñado. Con todo, como señaló en su discurso de
dedicación Guy Pierce, del Cuerpo Gobernante, la verdadera belleza del salón estriba en que
honra a nuestro Magnífico Dios, Jehová (1 Rey. 8:27).

LAS LEYES HUMANAS NO LOS DIVIDEN

Durante años fue complicado conseguir locales adecuados para celebrar asambleas en las zonas
de población negra. Los hermanos de la provincia de Limpopo vivían en una reserva, que era una
zona adonde no podían entrar los blancos. Corrie Seegers, el superintendente de distrito,
no lograba conseguir ni permiso para entrar ni lugar para la asamblea.

El hermano entonces se fue a hablar con el dueño de una granja adyacente a la reserva. Este
hombre no quiso que se celebrara la asamblea en su propiedad, pero le dejó estacionar allí su casa
remolque. Los hermanos de la reserva decidieron celebrar la asamblea en un claro del bosque que
estaba separado tan solo por una alambrada del terreno del granjero. El hermano Seegers llevó su
casa remolque hasta la orilla de la propiedad, frente al improvisado lugar de reunión, y desde allí
presentó sus discursos. Los hermanos estaban separados de la “plataforma” por aquella
alambrada, pero tuvieron su asamblea, y no se infringió la ley.

UN CAMBIO QUE BENEFICIA AL CAMPO

Por instrucciones del Cuerpo Gobernante, a partir del año 2000 las congregaciones sudafricanas
distribuirían las publicaciones sin costo a quienes estuvieran sinceramente interesados. Los
publicadores ofrecerían a las personas la oportunidad de hacer un pequeño donativo para
sostener nuestra obra mundial de evangelización.

El sistema de donaciones voluntarias no solo ha beneficiado a la gente del territorio, sino también
a los hermanos. Antes, muchos no podían pagar las publicaciones que se usaban en el Estudio de
La Atalaya o en el Estudio de Libro de Congregación. En algunas congregaciones de 100
publicadores, solo 10 de ellos tenían sus propios ejemplares de La Atalaya. Ahora todos pueden
tener su revista.

El trabajo del Departamento de Exportación de Betel ha aumentado en los últimos años. En mayo
de 2002 se enviaron a otros países africanos 432 toneladas de material, mayormente
publicaciones bíblicas.

En la actualidad, Sudáfrica suministra publicaciones a las sucursales de Malaui, Mozambique,


Zambia y Zimbabue en los distintos idiomas que estas utilizan. Los pedidos de las congregaciones
se colocan en los camiones de tal manera que cuando se entregan a las sucursales, las cajas
pueden cargarse directamente en los vehículos que las van a transportar a los depósitos de
distribución.

Desde que se adoptó el sistema de donaciones, la demanda de publicaciones ha aumentado


muchísimo. La producción de revistas en Sudáfrica ha pasado de 1.000.000 de ejemplares al mes a
4.400.000. Además, ahora se despachan 3.800 toneladas de publicaciones al año, una cifra que
empequeñece las 200 toneladas de 1999.

También se envían materiales de construcción a otros países africanos. Además, Sudáfrica ha


proporcionado ayuda humanitaria a hermanos necesitados. Por ejemplo, se ayudó en varias
ocasiones a los hermanos de Malaui que a causa de la feroz persecución tuvieron que huir y
establecerse en campos de refugiados. También se enviaron provisiones a Angola tras la gran
sequía que asoló el país en 1990, además de los camiones con comida y ropa que se estuvieron
despachando para los hermanos que lo perdieron todo en la guerra civil. En el año 2000 se ayudó
a los hermanos mozambiqueños que habían padecido fuertes inundaciones. Asimismo, se
despacharon más de 800 toneladas de maíz a los hermanos de Zimbabue que sufrían los estragos
de la gran sequía de 2002 y principios de 2003.

PROGRESOS EN LA TRADUCCIÓN

La sucursal de Sudáfrica cuenta con un numeroso Departamento de Traducción, que fue ampliado
hace unos años para satisfacer la creciente necesidad de traducciones de la Biblia. Actualmente
hay 102 hermanos traduciendo publicaciones a trece idiomas.

La Traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras ya está disponible en siete lenguas
vernáculas. Un hermano tsuana dijo sobre la Biblia en su idioma: “Es fácil de entender, y se
disfruta mucho su lectura. Estoy muy agradecido a Jehová y a la organización que él dirige con su
espíritu porque estamos bien alimentados en sentido espiritual”.

La tecnología moderna se ha puesto al servicio de la traducción. Sudáfrica estaba trabajando en el


desarrollo de programas informáticos para los traductores cuando se formó en Brooklyn (Nueva
York) un departamento con ese mismo fin. Los programas que produjeron ambas sucursales se
combinaron para crear el Watchtower Translation System (Sistema de Traducción Watchtower).
De modo que los programadores sudafricanos hicieron una gran aportación.

El objetivo no era crear programas que hicieran la traducción, como han intentado sin mucho éxito
algunas empresas, sino proporcionar herramientas para los traductores. Por ejemplo, ahora ellos
disponen de biblias electrónicas y pueden crear sus propios diccionarios electrónicos, muy útiles
porque algunas lenguas no cuentan con diccionarios adecuados.

SE PREDICA A LOS SORDOS

Los publicadores del mensaje del Reino se esfuerzan por llegar a todo el mundo, incluso a los
sordos. Comunicarse con ellos supone un gran desafío, pero los resultados son muy satisfactorios.
En los años sesenta, June Carikas comenzó a enseñar la Biblia a una señora sorda. Ella y su esposo,
también sordo, progresaron bien y se bautizaron.

Desde entonces han aceptado la verdad una cantidad cada vez mayor de sordos y se han formado
grupos en muchas ciudades del país. Los hermanos ya se han acostumbrado a que haya una
sección de lenguaje de señas en la asamblea de distrito. Es conmovedor verlos cantar en su idioma
y “aplaudir” con el resto del auditorio agitando sus manos en el aire.

El primer grupo de sordos se formó en la Congregación Brixton, de Johannesburgo, bajo la


dirección del esposo de June, George, que es anciano. Varios hermanos de la congregación, entre
los que había algunos betelitas, aprendieron gustosos el lenguaje de señas. En el territorio que
atiende la sucursal de Sudáfrica hay actualmente una congregación de lenguaje de señas y cinco
grupos.

FRUTO DEL REINO EN OTROS PAÍSES

La sucursal de Sudáfrica supervisa la obra de evangelización de otros cinco países. El siguiente es


un breve resumen del progreso de la obra del Reino en estos campos.

Namibia

Este país, que se extiende desde la frontera occidental de Botsuana hasta el océano Atlántico,
quedó bajo el dominio de Sudáfrica después de la I Guerra Mundial por orden de la Liga de
Naciones. En 1990, tras muchos disturbios y un sinnúmero de heridos y muertos, Namibia obtuvo
su independencia. La mayor parte del país está muy poco poblado y es árido, pero también hay
rincones de impresionante belleza, con abundante fauna y vegetación exótica. El desierto del
Namib atrae a multitud de visitantes, quienes se sorprenden al ver la cantidad de organismos que
logra subsistir en este ambiente hostil. La belleza de sus espectaculares paisajes compite con la de
su llamativa población, que se expresa en nueve idiomas oficiales.

Los primeros intentos de difundir el mensaje del Reino se remontan a 1928. La sucursal de
Sudáfrica envió durante ese año una gran cantidad de publicaciones por correo, pues no había
forma de visitar a las personas interesadas. En esa época conoció la verdad de manera poco
convencional el que llegó a ser el primer cristiano dedicado del país, Bernhard Baade. Cierto día,
Bernhard compró unos huevos que estaban envueltos con las hojas de una de nuestras
publicaciones. Leyó las hojas con mucho interés sin saber de dónde venían, hasta que encontró la
dirección de la sucursal de Alemania en una de ellas. Así que escribió solicitando más
publicaciones. A su muerte, un superintendente de circuito que había visitado su congregación
dijo que jamás pasó un mes sin que el hermano Baade participara en el ministerio.

En 1929 se envió a Lenie Theron a Windhoek, la capital. Esta precursora predicó en las principales
poblaciones del país, viajando en tren y en diligencias del correo. En cuatro meses distribuyó 6.388
libros y folletos en afrikáans, alemán e inglés. Aunque periódicamente llegaban precursores a
Namibia, ninguno se quedó lo suficiente para cultivar el interés de la gente. Esa situación cambió
en 1950 con la llegada de los misioneros, entre ellos Gus Eriksson, Fred Hayhurst y George Koett,
quienes prestaron servicio fiel hasta el día de su muerte.

Para 1953 había ocho misioneros en el país, entre los que figuraban Dick Waldron y su esposa,
Coralie. Este matrimonio tuvo que enfrentarse a la férrea oposición del clero de la cristiandad y de
las autoridades. Querían llevar el mensaje bíblico a los nativos, pero solo podían entrar a los
vecindarios negros con un permiso del gobierno. Dick lo solicitó, pero no se lo concedieron.
Cuando nació su hija, en 1955, tuvieron que abandonar el servicio misional, pero Dick siguió de
precursor durante un tiempo. Por fin, en 1960 le dieron permiso para entrar en un distrito negro:
Katutura. “La respuesta de la gente fue asombrosa”, recuerda. En poco tiempo, varias personas ya
asistían a las reuniones. Más de cincuenta años después, Dick y Coralie siguen sirviendo fielmente
en Namibia, donde han hecho una valiosísima aportación a la obra del Reino.

No fue fácil llevar la verdad a los diferentes grupos étnicos del país, pues no había publicaciones
bíblicas en las lenguas vernáculas, como el herero, el kwangalí o el ndonga. Al principio, algunos
estudiantes de la Biblia con cierta educación académica traducían diversos tratados y folletos bajo
la supervisión de hermanos locales. Más adelante, Esther Bornman, una precursora especial que
ya conocía una lengua nativa, se puso a estudiar kwanyama y logró dominarla. Ella y la hermana
Aina Nekwaya, que hablaba ndonga, se encargaron de traducir La Atalaya. Esta edición contiene
algunos artículos en kwanyama y otros en ndonga, dos idiomas que entienden bien casi todos los
habitantes de Ovamboland.

En 1990 se estableció en Windhoek una oficina de traducción con todo lo necesario. Vinieron más
traductores, y ahora, además de los dos idiomas ya mencionados, se traduce al herero, al
kwangalí, al khoekhoegowab y al mbukushu. André Bornman y Stephen Jansen supervisan el
trabajo.

Namibia es un gran productor de diamantes. Por eso, el artículo “Las gemas humanas de
Namibia”, de La Atalaya del 15 de julio de 1999, comparó las personas de buen corazón a
diamantes. Mencionó, además, que si bien se había predicado mucho en este país, aún quedaban
zonas que apenas se habían tocado. Entonces hizo esta invitación: “¿Está usted en condición de
servir donde haya gran necesidad de celosos proclamadores del Reino? Entonces, acérquese por
favor a Namibia y ayúdenos a encontrar y pulir más gemas espirituales”.

Fue emocionante ver la reacción de los hermanos. Llegaron 130 cartas de distintos países, como
Alemania, Australia y Japón, e incluso se recibieron algunas de Sudamérica. Como resultado,
83 Testigos visitaron Namibia, y dieciocho se quedaron. Dieciséis de ellos eran precursores
regulares cuando llegaron, y con el tiempo, algunos fueron nombrados precursores especiales.
El espíritu de estos voluntarios ha sido contagioso, y aún hoy llegan cartas a la sucursal en
respuesta a la invitación que apareció en La Atalaya. Por otra parte, desde 1989 han estado
sirviendo en el norte de Namibia los misioneros William y Ellen Heindel. Para comunicarse con los
habitantes de la región, los ovambo, tuvieron que aprender ndonga. Su aguante y arduo trabajo en
este peculiar territorio les ha reportado grandes recompensas. William dice: “Hemos visto a
muchachos que estudiaron la Biblia con nosotros convertirse en hombres espirituales. Algunos ya
son ancianos y siervos ministeriales en su congregación, y cuando los vemos pronunciar discursos
en las asambleas, nuestro corazón se llena de orgullo y alegría”.

En los últimos años han llegado a Namibia varios graduados de la Escuela de Entrenamiento
Ministerial, quienes han hecho un buen trabajo cultivando el interés de la gente y sirviendo en las
congregaciones. En 2006 había 1.264 publicadores en Namibia, un 3% de aumento sobre el año
anterior.

Lesoto
La cordillera Drakensberg, sistema montañoso que premia con magníficas vistas a los avezados
escaladores, aloja al pequeño país de Lesoto, con sus 2.400.000 habitantes. Sin salida al mar, este
país se halla enclavado en Sudáfrica.

Pese a que por lo general se respira un aire de tranquilidad, la nación ha vivido momentos de
agitación política. Los resultados de las elecciones de 1998 fueron causa de protestas, y al final se
enfrentaron en las calles de la capital, Maseru, soldados del ejército y policías. Veijo Kuismin y su
esposa, Sirpa, eran misioneros allí en aquel tiempo. Él cuenta: “Encontramos que entre los
afectados por el conflicto solo había unos pocos hermanos heridos, y nos organizamos para ayudar
a los que necesitaban alimento y combustible. Como resultado de esta labor, los lazos que unían a
las congregaciones se hicieron más fuertes, y la asistencia a las reuniones aumentó en todo el
país”.

La gente de Lesoto depende principalmente de la agricultura para subsistir. Pero los problemas
económicos obligan a muchos hombres a emigrar a Sudáfrica para trabajar en las minas. A pesar
de su pobreza, este país montañoso posee grandes riquezas espirituales, y mucha gente ha
respondido a la verdad de la Biblia. En 2006 había 3.101 proclamadores del Reino, 2% más que el
año anterior. Tres parejas de misioneros sirven actualmente en Maseru: los Hüttinger, los Nygren y
los Paris.

Abel Modiba fue superintendente de circuito en Lesoto de 1974 a 1978. Hoy sirve en el Betel de
Sudáfrica junto con su esposa, Rebecca. En su estilo calmado y sin prisa, lo escuchamos hablar
sobre Lesoto: “En el campo no había carreteras, así que tenía que caminar para llegar a los grupos,
a veces hasta siete horas. Los hermanos solían traer dos caballos, uno para mí y otro para mi
equipaje, pero en ocasiones el equipaje incluía un proyector de diapositivas y una batería de 12
voltios. Si el río se desbordaba, entonces había que esperar unos días hasta que bajaran las aguas.
En algunos poblados, el jefe invitaba a todos al discurso público.

”Como algunos caminaban muchas horas para asistir a las reuniones, era habitual que los que
venían de lejos se quedaran con los hermanos que vivían cerca del Salón del Reino durante la visita
del superintendente de circuito. Por eso, aquella era una semana muy especial. En las noches, nos
reuníamos para relatar experiencias y entonar cánticos del Reino, y a la mañana siguiente salíamos
a predicar.”

Los Nygren —Per-Ola y Birgitta— sirven de misioneros en Maseru desde 1993. Birgitta tuvo una
experiencia que demuestra lo mucho que las revistas pueden ayudar a la gente. Nos cuenta: “En
1997 inicié un estudio bíblico con Mapalesa. Aunque esta señora comenzó a asistir a las reuniones,
cuando íbamos a su casa para estudiar la Biblia, no la encontrábamos, y muchas veces se escondía.
Así que puse fin al estudio, pero seguí llevándole las revistas. Pasaron varios años y un buen día se
presentó en la reunión. Dijo que había leído un artículo en La Atalaya sobre la importancia de
reprimir la ira y que estaba convencida de que Jehová se lo había enviado, pues ella y sus
parientes siempre se estaban peleando. Reanudó el estudio y desde entonces no se ha perdido
ni una sola reunión. Además, empezó a participar activamente en el ministerio del campo”.

Durante muchos años, los hermanos de Lesoto celebraron las reuniones en Salones del Reino
improvisados. Sin embargo, en los últimos años, la sucursal de Sudáfrica ha ayudado a las
congregaciones del país a financiar la construcción de salones.
De todos los salones de África, el que se halla en el punto más elevado es el de Mokhotlong, a
3.000 metros [10.000 pies] sobre el nivel del mar. En su construcción participaron voluntarios de
lugares tan lejanos como Australia y California (EE.UU.). Los hermanos de la provincia sudafricana
de KwaZulu-Natal ofrecieron su apoyo económico y proporcionaron vehículos para transportar los
equipos y materiales hasta el lugar de las obras. Los voluntarios tuvieron que conformarse con un
alojamiento sencillo; incluso tuvieron que traer ellos mismos lo necesario para dormir y cocinar.
El salón quedó terminado en diez días. Un hermano mayor de Mokhotlong, que había nacido
en 1910, visitaba el sitio de las obras todos los días para ver cómo iba el trabajo. Desde que se hizo
Testigo en los años veinte había esperado el día en que se construyera allí un Salón del Reino, así
que estaba encantado con el avance de las obras de “su” Salón del Reino.

En el año 2002, el hambre azotó Lesoto, así que se enviaron camiones con harina de maíz y otros
artículos básicos a los Testigos afectados. Una carta de agradecimiento decía: “Fue una verdadera
sorpresa ver que los hermanos trajeran a mi casa harina de maíz. ¿Cómo sabían lo que necesitaba?
Le di gracias a Jehová por la ayuda que jamás soñé recibir. Se ha fortalecido mi fe en Jehová Dios y
en su organización, y me he resuelto a servirle de toda alma”.

Botsuana

Nación de clima caluroso y seco que abarca gran parte del desierto de Kalahari, Botsuana es el
hogar de más de 1.700.000 habitantes. Todos los años, multitudes de turistas visitan sus
numerosos parques y reservas naturales. El delta del Okavango es famoso por su paz, su
fascinante e inalterado paisaje y su abundante fauna y flora. El medio de transporte tradicional
empleado en los canales del delta es el mokoro (piragua labrada del tronco de algún árbol de la
zona). Botsuana tiene una economía estable, principalmente debido a la extracción de diamantes.
Desde que se descubrieron diamantes en el Kalahari en 1967, la nación se ha convertido en uno de
los mayores exportadores del mundo.

Al parecer, el mensaje del Reino de Dios llegó en 1929, cuando un hermano pasó unos meses
predicando en Botsuana. En 1956, Joshua Thongoana fue nombrado superintendente de circuito.
En aquel entonces, recuerda él, las publicaciones de los testigos de Jehová estaban proscritas.

Los entusiastas misioneros han obtenido muy buenos resultados en este productivo territorio.
Blake y Gwen Frisbee, junto con Tim y Virginia Crouch, han hecho un gran esfuerzo para aprender
el idioma tsuana. La población del norte recibe la generosa ayuda espiritual de Veijo y Sirpa
Kuismin.

En el sur están Hugh y Carol Cormican, quienes tienen un fervoroso espíritu misional. Hugh relata:
“En nuestra congregación tenemos a Eddie, un joven de 12 años. Cuando era pequeño, quiso
aprender a leer para matricularse en la Escuela del Ministerio Teocrático y participar en el
ministerio del campo. En cuanto reunió los requisitos para ser publicador no bautizado, empezó a
dedicar mucho tiempo a la predicación e inició un estudio de la Biblia con un compañero de clase.
Desde su bautismo, Eddie ha hecho el precursorado auxiliar a menudo”.

Muchas de las congregaciones de Botsuana están en la próspera capital, Gaborone, o en sus


alrededores. Esta región, situada justo en la frontera oriental, está densamente poblada. El resto
de la población vive en aldeas en la región occidental del país. Además, en el desierto de Kalahari
quedan algunas familias bosquimanas que todavía llevan una vida nómada, tomando de la tierra lo
que necesitan para vivir y cazando con arco y flecha. Los publicadores han puesto todo su empeño
a fin de predicar en los territorios aislados durante campañas especiales. Muchos han recorrido
miles de kilómetros para llevar las verdades de la Biblia a los ganaderos de las zonas rurales que
suelen desplazarse de un lugar a otro. Estas personas están muy ocupadas cultivando la tierra,
construyendo refugios con materiales de la zona y buscando leña. Aunque no les sobra el tiempo,
cuando un extraño les lleva el vivificante mensaje bíblico, están dispuestos a hacer una pausa y
reunirse para escuchar con interés, sentados sobre la suave arena del desierto.

Stephen Robbins, quien al igual que otros cinco hermanos ha servido de precursor especial
temporal, señaló: “Aquí la gente no para de moverse de un sitio a otro. Para ellos es tan habitual
cruzar fronteras como para nosotros cruzar la calle. Cierto día, en un transbordador en el río
Okavango, nos encontramos a Marks, uno de nuestros estudiantes de la Biblia. Nos dio mucho
gusto saber que se había tomado unos días libres del trabajo para llevar las verdades bíblicas a sus
amigos y parientes. Marks pasa todo su tiempo libre evangelizando”.

La acogida que están teniendo las buenas nuevas en este país es muy animadora. En 2006 había
en Botsuana 1.497 publicadores, lo que supone un 6% de aumento con respecto al año anterior.

Suazilandia

Este pequeño reino de 1.100.000 habitantes es una nación mayormente agrícola, pero muchos
hombres emigran a Sudáfrica en busca de empleo. En el país hay magníficos paisajes y varias
reservas de caza. Sus habitantes son amigables y muy tradicionales.

El difunto rey Sobhuza II simpatizaba con los testigos de Jehová. De hecho, tenía muchas de
nuestras publicaciones. Todos los años invitaba a su residencia real tanto a los clérigos como a los
Testigos para que hablaran de la Biblia. En 1956, el hermano invitado habló de la inmortalidad del
alma y del uso que hacen los guías religiosos de los títulos honorarios. Cuando terminó, el
monarca les preguntó a los clérigos si lo que había dicho era cierto. No pudieron rebatir los
argumentos del hermano.

Los Testigos tuvieron que ser firmes en su negativa a practicar las costumbres funerarias basadas
en el culto a los antepasados. En algunas partes de Suazilandia, los jefes tribales hasta echaron a
los Testigos de sus propias casas, pero sus hermanos de otros lugares se hicieron cargo de ellos.
No obstante, el Tribunal Supremo del país falló a favor de los hermanos en este asunto y
dictaminó que debía permitírseles regresar a sus hogares y sus tierras.

James y Dawne Hockett, graduados de Galaad en 1971 y 1970 respectivamente, sirven de


misioneros en la capital, Mbabane. A fin de ilustrar cómo los misioneros tienen que adaptarse a las
nuevas costumbres, James nos relata la siguiente anécdota: “Mientras predicábamos en un
territorio no asignado, un jefe me pidió que pronunciara un discurso y reunió a la gente en el
terreno de una construcción. La tierra estaba mojada, pero como había bloques de hormigón por
el suelo, me senté en uno de ellos, y Dawne se sentó a mi lado. Entonces, una hermana suazi se
acercó a Dawne y le pidió que se sentara con ella. Dawne le dijo que ella estaba bien donde
estaba, pero la hermana insistió. Luego nos explicaron que en el grupo había varios hombres
sentados en el suelo, y que las costumbres en el campo dictan que la mujer no puede estar en un
lugar más alto que el hombre”.
James y Dawne fueron a una escuela para hablar con una maestra que había mostrado cierto
interés. Ella les mandó decir con un muchacho que no podía atenderlos, así que decidieron hablar
con el joven, Patrick, y le preguntaron si sabía por qué estaban allí. Tras la conversación, le
entregaron el libro Lo que los jóvenes preguntan. Respuestas prácticas y empezaron un estudio
bíblico con él. Patrick era huérfano y vivía en un cuartito junto a la casa de su tío. Nadie cuidaba de
él; se preparaba su propia comida y trabajaba de media jornada para costearse los estudios.
A pesar de todo, progresó bien, se bautizó y ahora es un anciano cristiano.

Las buenas nuevas del Reino de Dios han sido bien recibidas en Suazilandia desde que comenzó la
predicación, en la década de 1930. En 2006 había 2.292 publicadores activos difundiendo estas
buenas noticias y se dirigían 2.911 estudios de la Biblia.

Santa Elena

Esta pequeña isla de 17 kilómetros de largo por 10 de ancho, ubicada al oeste del sur de África,
por lo general cuenta con un clima templado y muy agradable. Sus 4.000 habitantes son el
producto de una mezcla de tres culturas: la europea, la asiática y la africana. La gente habla inglés
con un acento muy peculiar. En la isla no hay aeropuerto. Un servicio marítimo comercial la
comunica con Sudáfrica e Inglaterra. Hasta hace poco —mediados de los noventa—, tampoco
había televisión; el servicio por satélite la hizo posible.

Las buenas nuevas del Reino arribaron a la isla a principios de los años treinta de la mano de dos
precursores que decidieron hacer una breve visita. Tom Scipio, policía y diácono de la Iglesia
Bautista, aceptó algunas publicaciones. Comenzó a hablar sobre lo que había aprendido, y desde el
púlpito dejó claro que no existía la Trinidad, el infierno ni el alma inmortal. A él y a otros que se
pusieron de parte de la verdad bíblica los hicieron abandonar la iglesia. Al poco tiempo, Tom y un
pequeño grupo, equipados con tres fonógrafos, se pusieron a predicar. Recorrieron toda la isla a
pie y en burro. Tom también se encargó de darles un buen fundamento espiritual a sus seis hijos.

En 1951 se envió a la isla a Jacobus van Staden, quien viajó desde Sudáfrica para animar y ayudar a
aquel grupo de Testigos leales. Les enseñó a ser más eficaces en el ministerio y organizó reuniones
regulares. George Scipio, hijo de Tom, recuerda uno de los problemas que tenían para llevar a la
gente a las reuniones: “Entre todo el grupo de interesados solo había dos automóviles. El terreno
de la isla es muy accidentado y en aquellos días había pocas carreteras buenas. [...] Algunos
empezaban a caminar por la mañana bien temprano. Yo llevaba a tres personas en mi pequeño
automóvil hasta cierta distancia, las dejaba, y ellas seguían caminando. Regresaba, recogía a tres
más y las llevaba por un trecho de carretera, las dejaba allí y regresaba de nuevo. Así es como,
finalmente, todos llegábamos a la reunión”. Aunque con el tiempo George se casó y tuvo cuatro
hijos, sirvió de precursor catorce años. Ahora, tres de sus hijos son ancianos cristianos.

Durante los años noventa, Jannie Muller visitó unas cuantas veces Santa Elena en calidad de
superintendente de circuito, junto con su esposa, Anelise. “Cuando uno sale a predicar —explica
—, el publicador que lo acompaña siempre le va a decir quién vive en la casa y cómo va a
responder. Durante la distribución del tratado Noticias del Reino titulado ‘¿Se amarán algún día
todas las personas?’ abarcamos la isla completa en un día: empezamos a las ocho y media de la
mañana y terminamos a las tres de la tarde.”
Este superintendente recuerda sobre todo las llegadas y las despedidas. “Cuando arribaba el
barco, la mayoría de los hermanos se reunían en el muelle para darnos la bienvenida. Decían que,
durante las despedidas, siempre corrían las lágrimas. Y eso era justo lo que sucedía cuando los
veíamos a todos de pie en el muelle diciéndonos adiós.”

En 2006 había 125 hermanos proclamando la verdad de la Biblia en la isla. La asistencia a la


Conmemoración fue de 239 personas. En la isla hay un promedio de 1 publicador por cada 30
habitantes: el mejor del mundo.

EL FUTURO

Pese a la sombra de tensión racial que se cierne sobre Sudáfrica, los testigos de Jehová de todas
las razas disfrutan de “un vínculo perfecto de unión” (Col. 3:14). Y mucha gente se ha dado cuenta
de ello. Por ejemplo, en 1993 llegaron muchos extranjeros con motivo de las asambleas
internacionales, y unos dos mil Testigos se dieron cita en el aeropuerto de Durban para recibir a
los representantes de Estados Unidos y Japón. Cuando los visitantes aparecieron, los hermanos
sudafricanos se pusieron a entonar cánticos del Reino, y luego todos se saludaron con abrazos
afectuosos. Entre los que observaban la escena había cierto político prominente, quien dijo luego
a unos hermanos: “Si nosotros tuviéramos el mismo espíritu de unidad, habríamos resuelto
nuestros problemas hace mucho tiempo”.

En 2003, las asambleas internacionales “Demos gloria a Dios” fueron una verdadera inyección
espiritual. Hubo asambleas internacionales en las ciudades principales, y también muchas
asambleas de distrito. Para las asambleas internacionales se contó con la presencia de dos
miembros del Cuerpo Gobernante —Samuel Herd y David Splane— y representantes de dieciocho
países. Algunos de ellos vestían sus trajes típicos, lo que realzó el sabor internacional. En total, la
asistencia a las asambleas fue de 166.873 y hubo 2.472 bautizados.

Janine, quien asistió a la asamblea de Ciudad del Cabo, estaba muy agradecida de haber recibido
allí el libro Aprendamos del Gran Maestro. “No tengo palabras para expresar cuánto agradezco
este regalo —dijo—. El libro está hecho para llegar al corazón de nuestros hijos. Jehová sabe lo
que necesita su pueblo, y Jesús, el Cabeza de la congregación, está al tanto de con cuánto esfuerzo
sobrevivimos en este mundo impío. Les doy las gracias a Jehová y a sus siervos en la Tierra desde
lo más profundo de mi corazón.”

Al repasar los hechos de los testigos de Jehová de Sudáfrica durante el pasado siglo, nos invade un
sentimiento de gran alegría por el aguante y la constancia con que han servido estos hermanos
fieles. En el año 2006, había 78.877 publicadores, que dirigían 84.903 estudios bíblicos, y la
asistencia a la Conmemoración fue de 189.108 personas. Así, todo parece indicar que en esta
parte del mundo siguen teniendo cumplimiento las siguientes palabras de Jesús: “Alcen los ojos y
miren los campos, que están blancos para la siega” (Juan 4:35). Aún queda mucho trabajo que
hacer. Pero las abundantes pruebas de que contamos con la dirección de Jehová nos motivan a
exclamar junto con nuestros hermanos de todos los cabos de la Tierra: “Griten en triunfo a Jehová,
oh gentes de toda la tierra. Sirvan a Jehová con regocijo” (Sal. 100:1, 2).

[Notas]

La biografía de Paul Smit apareció en La Atalaya del 1 de noviembre de 1985, págs. 10-13.
La biografía de George Phillips apareció en La Atalaya del 15 de agosto de 1957, págs. 488-496.

La biografía de Piet Wentzel apareció en La Atalaya del 1 de julio de 1986, págs. 9-13.

La biografía de Frans Muller se publicó en La Atalaya del 1 de abril de 1993, págs. 19-23.

La biografía de este matrimonio apareció en La Atalaya del 1 de diciembre de 2002, págs. 24-28.

La biografía de Joshua Thongoana apareció en La Atalaya del 1 de febrero de 1993, págs. 25-29.

La biografía de George Scipio se publicó en La Atalaya del 1 de febrero de 1999, págs. 25-29.

[Comentario de la página 174]

Santa Elena tiene un promedio de 1 publicador por cada 30 habitantes: el mejor del mundo

[Recuadro de las páginas 68 y 69]

¿Qué era el apartheid?

El concepto del apartheid (literalmente “separación”) fue introducido por el Partido Nacional
durante su campaña electoral de 1948. Al ganar las elecciones, el partido implantó la estricta
separación de los diversos grupos raciales de Sudáfrica como parte de la política del gobierno, con
el total respaldo de la Iglesia Reformada Holandesa. El objetivo era asegurar la supremacía blanca,
y se formularon leyes que regulaban los aspectos fundamentales de la vida: el lugar de residencia,
el empleo, la educación, el uso de lugares públicos y la política.

Los principales grupos raciales se clasificaron de la siguiente manera: blancos, bantúes (negros
africanos), mestizos y asiáticos (indios). Los defensores del sistema afirmaban que cada raza
debería poseer su propia zona separada, denominada bantustán, donde pudiera vivir y
desarrollarse de acuerdo con su cultura y costumbres. Sin embargo, cuando se llevó a la práctica,
la teoría no funcionó como se esperaba. Intimidados con armas, gases lacrimógenos y perros,
muchos negros fueron expulsados de sus hogares y reubicados con sus escasas posesiones en
otras zonas. La mayoría de las instalaciones públicas, como los bancos y las oficinas de correos,
tenían una sección para los blancos y otra para el resto de la población. Los restaurantes y los
cines estaban reservados a los blancos.

Pero los blancos todavía necesitaban la mano de obra negra para los negocios y el servicio
doméstico, pues resultaba más barata, lo que condujo a que se dividieran las familias. Por
ejemplo, mientras que a los varones negros se les permitía ir a las ciudades para trabajar en las
minas o en las fábricas y se les alojaba en residencias de hombres, sus esposas permanecían en su
bantustán. Esto deterioró la vida familiar y fomentó la inmoralidad. La servidumbre negra que
trabajaba para los blancos solía vivir en la propiedad de sus amos; pero como sus familias
no podían vivir en los barrios blancos, los padres pasaban mucho tiempo sin ver a los suyos.
Además, los negros tenían que llevar siempre una identificación para poder desplazarse.

El apartheid se hacía sentir en muchos ámbitos de la vida, como la educación, el matrimonio, el


empleo y la posesión de propiedades. Aunque los testigos de Jehová eran conocidos por su
armonía racial, obedecían las leyes del país siempre que no les prohibieran rendir a Dios servicio
sagrado (Rom. 13:1, 2). Con todo, buscaban oportunidades para disfrutar de la compañía de sus
consiervos de otras razas siempre que podían.

A partir de mediados de la década de 1970, el Gobierno implantó una serie de reformas que
suavizaron la política segregacionista. El 2 de febrero de 1990, el entonces presidente F. W. de
Klerk dio a conocer las medidas que adoptaría para desmantelar el apartheid, entre ellas otorgar el
reconocimiento oficial a las fuerzas políticas negras y poner en libertad a Nelson Mandela.
El apartheid llegó formalmente a su fin en 1994 con la elección democrática de un gobierno de
mayoría negra.

[Recuadro y mapas de las páginas 72 y 73]

Información general: Sudáfrica

Territorio

El litoral sudafricano es una estrecha llanura bordeada por una elevación montañosa que remata
en una gran meseta, la cual constituye la mayor parte del territorio nacional. La meseta alcanza su
máxima altitud en el este, al lado del océano Índico, donde la cordillera Drakensberg supera los
3.400 metros [11.000 pies]. La extensión del país es casi la misma que la de Perú.

Población

Los 44.000.000 de habitantes tienen raíces muy variadas. En 2003, el gobierno publicó un censo
que agrupó a los ciudadanos en cuatro grupos, con los siguientes resultados: negros africanos,
79%; blancos, 9,6%; mestizos, 8,9%, y asiáticos o indios, 2,5%.

Idioma

Hay once idiomas oficiales, aunque muchos hablan inglés. Estos son, alistados según la frecuencia
con que se hablan: zulú, xhosa, afrikáans, sepedi, inglés, tsuana, sesotho, tsonga, suazi, vendal y
ndebelé.

Recursos económicos

Este país de vastos recursos naturales es el mayor productor mundial de oro y platino. Millones
de sudafricanos trabajan en minas, en granjas y en la industria alimentaria, automovilística y textil,
así como en la fabricación de maquinaria y otros productos.

Clima

La región litoral del sur, en la que se encuentra Ciudad del Cabo, tiene clima mediterráneo, con
inviernos lluviosos y veranos secos. En la meseta interior, el clima es diferente, pues en verano las
tormentas refrescan el ambiente, y en invierno los días son relativamente cálidos con cielos
despejados.

[Mapas]

(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)

NAMIBIA
DESIERTO DEL NAMIB

Katutura

WINDHOEK

BOTSUANA

DESIERTO DE KALAHARI

GABORONE

SUAZILANDIA

MBABANE

LESOTO

MASERU

Teyateyaneng

SUDÁFRICA

Parque Nacional Kruger

Nylstroom

Bushbuckridge

PRETORIA

Johannesburgo

Klerksdorp

Dundee

Ndwedwe

Pietermaritzburg

Durban

CORDILLERA DRAKENSBERG

Strand

Ciudad del Cabo

PRETORIA

Midrand

Krugersdorp

Kagiso
Johannesburgo

Elandsfontein

Soweto

Eikenhof

Heidelberg

[Ilustraciones]

Ciudad del Cabo

Cabo de Buena Esperanza

[Ilustraciones y recuadro de las páginas 80 y 81]

Mi primer intento por ser testigo de Jehová

ABEDNEGO RADEBE

AÑO DE NACIMIENTO 1911

AÑO DE BAUTISMO 1939

OTROS DATOS Sirvió en la primera congregación negra de Pietermaritzburg (KwaZulu-Natal) y


murió fiel en 1995.

NACÍ y me crié cerca de Pietermaritzburg. Mi padre era pastor metodista. A mediados de los años
treinta llegaron a mis manos varias publicaciones de los testigos de Jehová. Aunque me pareció
convincente lo que leí, no tuve ocasión de hablar con ningún Testigo.

Una persona del hostal donde vivía me dio el folleto Cielo y Purgatorio. Yo jamás había visto algo
parecido. Gracias a aquel folleto, entendí lo que dice la Biblia sobre la resurrección y la esperanza
terrenal. Escribí a la sucursal de Ciudad del Cabo y pedí varios libros.

No me atrevía a dirigirme a los Testigos que veía en la ciudad, pues entre mi gente la costumbre
era no acercarse a los blancos, sino esperar que ellos dieran el primer paso.

Cierto día al atardecer, cuando llegaba del trabajo, vi frente a mi hostal el automóvil con equipo
de sonido que usaban los Testigos. Mientras yo caminaba hacia la entrada, me abordó un señor
mayor bastante fornido, vestido con un traje de verano, que se presentó como Daniel Jansen.
Pensé que aquel era el momento para conocer a los Testigos, así que le pregunté si podía escuchar
un sermón del hermano Rutherford. Enseguida se juntó una multitud. Cuando terminó el discurso,
Jansen me entregó un micrófono y me dijo: “Dile a la gente en zulú lo que se dijo en la grabación
para que también se beneficien”.

—No me acuerdo de todo el discurso —respondí.

—Pues cuéntales lo que recuerdes —me dijo.


Con la mano tembolorosa, balbuceé unas cuantas palabras en el micrófono. Aquel fue mi primer
intento por ser testigo de Jehová. El hermano Jansen me invitó a acompañarlo en la predicación,
aunque primero se aseguró de que entendía bien las enseñanzas fundamentales de la Biblia y las
aceptaba. Durante cuatro años formé parte de una compañía (o congregación) de hermanos
blancos. Yo era el único publicador negro; éramos un grupo pequeño, y nos reuníamos en la casa
de un hermano.

En aquel entonces cada publicador recibía una tarjeta de testimonio con la que presentaba el
mensaje bíblico. También llevábamos un fonógrafo, varios discos con sermones de cuatro minutos
y un maletín con publicaciones.

Para ganar tiempo, el publicador le daba cuerda al fonógrafo y le ponía una aguja nueva antes de
llamar. Cuando alguien abría la puerta, lo saludaba y le entregaba la tarjeta, que presentaba el
sermón. Al pasar más de la mitad de la grabación, el publicador abría el maletín para poder ofrecer
el libro correspondiente cuando terminara el discurso.

[Ilustraciones y recuadro de las páginas 88 y 89]

Un ejemplo de fidelidad

GEORGE PHILLIPS

AÑO DE NACIMIENTO 1898

AÑO DE BAUTISMO 1912

OTROS DATOS Se hizo precursor regular en 1914. Sirvió de superintendente de sucursal en


Sudáfrica por casi cuarenta años; murió fiel en 1982.

GEORGE PHILLIPS nació y se crió en Glasgow (Escocia). A la edad de 16 se hizo precursor,


en 1914. En 1917 fue a prisión por su neutralidad cristiana. En 1924, el hermano Rutherford
personalmente lo invitó a servir en Sudáfrica diciéndole: “George, tal vez estés un año, o tal vez un
poco más”.

George nos relata algunas de sus impresiones de lo que encontró en Sudáfrica: “En comparación
con Gran Bretaña, las condiciones eran totalmente distintas, y todo lo relacionado con la obra se
realizaba a una escala mucho menor. En aquel entonces solo había seis personas en el servicio de
tiempo completo y no más de cuarenta que apoyaban un poco la predicación. Nuestro territorio se
extendía desde la región del Cabo hasta Kenia. ¿Cómo íbamos a abarcarlo todo y a dar un buen
testimonio en un solo año? Pero ¿para qué preocuparse? Lo que debíamos hacer era seguir
adelante, utilizar las herramientas que teníamos y dejar los resultados en las manos de Jehová.

”Sudáfrica es una nación compleja, de muchas razas e idiomas. Para mí fue un verdadero placer
conocer aquella variedad de gentes. Ahora bien, organizar la obra en un campo tan vasto y colocar
los fundamentos necesarios no resultó tarea sencilla.

”A lo largo de los años he tenido abundantes pruebas del amor de Jehová por la forma en que se
ha encargado de todas mis necesidades, me ha protegido, me ha guiado y me ha bendecido. He
aprendido que ‘gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento’, y que si uno ha de
permanecer en ‘el lugar secreto del Altísimo’, es necesario que se mantenga fiel a su organización
y que trabaje en Su obra con tesón y a Su manera (1 Tim. 6:6, Reina-Valera, 1960; Sal. 91:1).”

[Ilustraciones y recuadro de las páginas 92 a 94]

Ayudé a mi familia en sentido espiritual

JOSEPHAT BUSANE

AÑO DE NACIMIENTO 1908

AÑO DE BAUTISMO 1942

OTROS DATOS Este padre de familia conoció la verdad mientras trabajaba en Johannesburgo, lejos
de su hogar en Zululandia (KwaZulu-Natal).

NACÍ en Zululandia (Sudáfrica) en 1908. Aunque mi familia estaba contenta con su sencilla vida
de granjeros, a los 19 años yo conseguí un trabajo de dependiente en la ciudad de Dundee. Con el
tiempo me enteré de que había muchos jóvenes ganándose muy bien la vida en Johannesburgo, el
corazón de la explotación de oro del país. Así que me mudé allí, donde pasé muchos años
colocando carteles publicitarios. Al principio me deslumbró la gran variedad de diversiones y
oportunidades que había, pero no tardé en darme cuenta de que la vida en la ciudad socavaba los
valores morales de mi pueblo. Muchos jóvenes se olvidaban de sus familias, que vivían en el
campo. Yo nunca me olvidé de la mía; de hecho, siempre enviaba dinero a casa. En 1939 me casé
con Claudina, una chica de Zululandia. Pero seguí trabajando en Johannesburgo, a 400 kilómetros
[250 millas] de distancia, como la mayoría de mis compañeros. Si bien es cierto que me dolía
permanecer lejos de mi familia durante largas temporadas, me sentía con la obligación de
ayudarles a mejorar su nivel de vida.

Estando en Johannesburgo, un amigo mío y yo decidimos buscar la religión verdadera. Visitamos


varias iglesias del vecindario, pero ninguna de ellas nos satisfizo. Un buen día, Elías, mi amigo,
encontró a los testigos de Jehová, y entonces empezamos a ir juntos regularmente a las reuniones
de la primera congregación negra de la ciudad. En 1942, tras dedicarme a Jehová, me bauticé en
Soweto. Cada vez que iba a Zululandia, le hablaba de mis creencias a Claudina, pero ella estaba
muy enfrascada en las actividades de la iglesia.

Aun así, mi esposa se puso a comparar nuestras publicaciones con su Biblia, y poco a poco la
verdad de la Palabra de Dios le llegó al corazón. Se bautizó en 1945 y se convirtió en una celosa
evangelizadora. Enseñaba la Biblia a sus vecinos e inculcaba los principios bíblicos a nuestros hijos.
Yo, por mi parte, tuve el privilegio de ayudar a varias personas de Johannesburgo a conocer la
verdad. Para 1945, había cuatro congregaciones negras en la zona de Johannesburgo, en una de
las cuales, la Congregación Small Market, yo era el siervo de compañía. Sin embargo, con el tiempo
se exhortó a los esposos que vivían lejos de su hogar a que regresaran y se concentraran en sus
deberes bíblicos de cabezas de familia (Efe. 5:28-31; 6:4).

Por eso, en 1949 dejé mi empleo en Johannesburgo para atender a mi familia tal como manda
Jehová. Una vez en casa, encontré trabajo con un inspector de ganado como ayudante en un
depósito de desparasitación. Era difícil mantener a nuestros seis hijos con mi escaso salario, así
que para hacer frente a los gastos también vendía maíz y verduras que cultivábamos en casa.
Aunque no éramos ricos, disfrutábamos de tesoros espirituales, pues seguíamos el consejo de
Jesús que se halla en Mateo 6:19, 20.

Para conseguir estas riquezas espirituales hay que trabajar mucho, como hacen los mineros que
buscan oro cerca de Johannesburgo. Todas las noches les leía un texto bíblico a mis hijos y le
preguntaba a cada uno qué había aprendido. Los fines de semana me los llevaba por turnos a
predicar y, cuando íbamos de una granja a otra, hablaba de temas bíblicos y procuraba inculcarles
las elevadas normas morales de la Biblia (Deu. 6:6, 7).

Durante muchos años fuimos la única familia que podía alojar a los superintendentes viajantes.
Estos hermanos y sus esposas ejercieron una influencia muy positiva en nuestros hijos, pues les
infundieron el deseo de ser evangelizadores de tiempo completo. Tanto nuestros cinco hijos como
nuestra hija, que ya son adultos, están fuertes espiritualmente. ¡Cuánto agradezco que la
organización de Jehová nos exhortara en su día a prestar mayor atención a las necesidades
espirituales de nuestras familias! Las bendiciones que hemos recibido superan con creces
cualquier cosa que el dinero pudiera comprar (Pro. 10:22).

El hermano Josephat Busane continuó fiel a Jehová hasta su muerte, acaecida en 1998. Sus hijos
siguen valorando su herencia espiritual. Uno de ellos, Theophilus, es superintendente viajante.
La revista ¡Despertad! del 8 de octubre de 1993, páginas 19 a 22, contiene más detalles acerca del
hermano Busane.

[Ilustración y recuadro de las páginas 96 y 97]

‘El servicio del Reino me ha acercado a Jehová’

THOMAS SKOSANA

AÑO DE NACIMIENTO 1894

AÑO DE BAUTISMO 1941

OTROS DATOS Aprendió cinco idiomas para ayudar espiritualmente a la gente en los lugares donde
fue precursor.

EN 1938, un maestro me regaló varios folletos de los testigos de Jehová. Para entonces, yo era
pastor de la Iglesia Wesleyana de Delmas, a 60 kilómetros [40 millas] al este de Johannesburgo, y
desde hacía mucho tiempo sentía un profundo interés por la Biblia. Mi iglesia enseñaba que
tenemos un alma inmortal y que los malvados son atormentados en el infierno, pero aquellos
folletos demostraban que las Escrituras no decían eso (Sal. 37:38; Eze. 18:4). Además, descubrí
que la mayoría de los siervos de Dios vivirán para siempre en la Tierra, no en el cielo (Sal. 37:29;
Mat. 6:9, 10).

Me sentí tan feliz al aprender estas verdades que quise transmitirlas a los miembros de mi iglesia.
Sin embargo, los demás pastores se opusieron y decidieron expulsarme, de modo que abandoné la
iglesia y me uní al pequeño grupo de testigos de Jehová de Delmas. Me bauticé en 1941, y en 1943
emprendí el precursorado.

Más tarde me mudé a Rustenburg, donde hacían falta más proclamadores del Reino. Al ser
forastero, tuve que pedirle al jefe local alojamiento y permiso para quedarme. Me pidió que
pagara 12 libras, pero yo no tenía esa cantidad. Por fortuna, un hermano blanco muy bondadoso
pagó la cuota y me ayudó económicamente para que continuara en el servicio de precursor. Uno
de mis estudiantes progresó muy bien y fue nombrado siervo de congregación después de que yo
dejé la asignación.

De ahí me trasladé a Lichtenburg, al oeste. Esta vez tuve que acudir a un supervisor blanco a fin
de obtener permiso para quedarme en la zona donde vivía la comunidad negra. Como no me lo
quiso dar, pedí ayuda a un hermano blanco que vivía en Mafikeng, no muy lejos de allí. Juntos
fuimos a hablar con el supervisor, quien nos dijo: “No lo quiero ver por aquí. Ustedes enseñan que
el infierno no existe. ¿Cómo se va a comportar la gente si no tiene miedo al infierno?”.

Al ver su reacción, me fui a Mafikeng, donde todavía sirvo de precursor regular. Mi lengua
materna es el zulú, pero poco después de aprender la verdad decidí estudiar inglés para leer todas
las publicaciones de los Testigos, lo cual contribuyó a mi crecimiento espiritual.

Para conseguir mejores resultados en el ministerio, también aprendí sesotho, xhosa, tsuana y un
poco de afrikáans. Con el paso del tiempo he tenido el privilegio de ayudar a muchas personas a
dedicarse a Jehová, entre ellas cuatro hermanos que ahora son ancianos. Además, el servicio de
tiempo completo me ha venido muy bien para la salud.

Estoy de verdad agradecido a Jehová por haberme permitido servirle hasta la vejez. Gracias a su
espíritu santo, y no a mis fuerzas, he adquirido conocimiento y he conseguido logros en el
ministerio. Pero, por encima de todo, ser constante en el servicio del Reino de tiempo completo
me ha acercado más a Jehová y me ha enseñado a depender de él.

Thomas Skosana hizo este relato en 1982. Este hermano ungido fue fiel hasta su muerte, en 1992.

[Ilustraciones y recuadro de las páginas 100 y 101]

El primer superintendente de distrito de Sudáfrica

MILTON BARTLETT

AÑO DE NACIMIENTO 1923

AÑO DE BAUTISMO 1939

OTROS DATOS Fue el primer misionero de Galaad asignado a Sudáfrica. Hizo un gran trabajo a
favor del Reino, sobre todo en las comunidades negras.

MILTON BARTLETT fue el primer misionero de Galaad en servir en Sudáfrica. Llegó a Ciudad del
Cabo en diciembre de 1946 con la misión de poner en marcha la obra de circuito y distrito.
Entonces era el único superintendente de distrito. En los años siguientes, los superintendentes
viajantes hicieron una valiosísima contribución a favor del Reino, sobre todo entre la población
negra.

Todo el mundo quería al hermano Bartlett. Era muy paciente y escuchaba con atención a los
hermanos cuando le contaban sus problemas. Gracias a eso, pudo enviar a la sucursal informes
detallados y exactos que exponían las situaciones preocupantes que afectaban a la mayoría de los
hermanos. Así se ayudó a los publicadores para que su conducta y adoración estuvieran más en
consonancia con los principios bíblicos.

Milton pudo hacer tal aportación debido a su amplio conocimiento bíblico y a sus magníficas
habilidades docentes. Además, tenía la determinación y la persistencia que se requerían para que
un hombre blanco como él consiguiera los permisos necesarios para entrar en los distritos negros.
Los funcionarios del apartheid, que estaban llenos de prejuicios, solían denegarle la entrada, por lo
que Milton se veía obligado a acudir al municipio o a otras instancias superiores. Entonces
esperaba hasta que las autoridades correspondientes celebraran una reunión y revocaran la
decisión desfavorable. De una manera u otra, casi siempre lograba entrar en los distritos negros.

A veces había agentes de la policía encubiertos para escuchar lo que decía en sus discursos.
En parte, se debía a que el clero de la cristiandad afirmaba que los Testigos eran agitadores
comunistas, acusación totalmente falsa. Cierto día enviaron a un policía negro a una asamblea
para que tomara notas de lo que se decía. “Aquello fue providencial —escribió Milton veinte años
después—, pues el policía abrazó la adoración verdadera gracias a lo que escuchó aquel fin de
semana, y todavía sigue muy activo.”

Cuando Milton llegó al país, con 23 años de edad y soltero, había 3.867 publicadores; en
veintiséis años de servicio, vio crecer la cantidad de publicadores a 24.005. En 1973, Milton
regresó a Estados Unidos junto con su esposa, Sheila, y su hijo de un año, Jason, para cuidar de sus
padres envejecidos. La fotografía de esta página se tomó en Sudáfrica en 1999 cuando Milton y
Sheila asistieron a la dedicación de la ampliación de la sucursal. Fue sumamente emocionante para
ellos reencontrarse con muchos hermanos veteranos que, veintiséis años después, todavía
recordaban sus bondadosas obras.

[Ilustración]

Milton y Sheila Bartlett (1999)

[Ilustración y recuadro de la página 107]

Escenario único

El impresionante monte Mesa constituye un magnífico telón de fondo para Ciudad del Cabo,
considerada por muchos la ciudad más hermosa de África.

En algunos días de verano, los vientos azotan las laderas de la montaña y ascienden con fuerza
hasta la cima, donde la humedad se condensa formando un “mantel”, una gruesa nube que se
extiende sobre la cumbre aplanada del monte Mesa.

[Ilustraciones y recuadro de las páginas 114 a 117]

Integridad en la prisión

ENTREVISTA A ROWEN BROOKES

AÑO DE NACIMIENTO 1952

AÑO DE BAUTISMO 1969


OTROS DATOS Estuvo encarcelado por su neutralidad cristiana de diciembre de 1970 a marzo
de 1973. Emprendió el precursorado regular en 1973, y en 1974 fue a servir a Betel. Actualmente
es miembro del Comité de Sucursal.

¿Cómo eran las condiciones en la prisión militar?

Los barracones tenían dos hileras de treinta y cuatro celdas separadas por un largo pasillo con
una zanja para el desagüe. Estábamos en celdas individuales de 2 metros por 1,80 [7 por 6 pies].
Solo nos dejaban salir dos veces al día: por la mañana, para lavarnos, afeitarnos y limpiar el balde
que usábamos como letrina, y por la tarde, para ducharnos. No podíamos escribir o recibir cartas
ni tener lápices, plumas, ni material de lectura salvo la Biblia. Tampoco nos permitían recibir
visitas.

Al llegar a la prisión, la mayoría de los hermanos llevaban consigo una Biblia a la que habían
añadido otras obras —como el libro Ayuda para entender la Biblia— con las que formaban un solo
volumen. Los guardias no se daban cuenta de eso, pues parecía una de las grandes y antiguas
biblias en holandés o afrikáans que tenía la gente en sus casas.

¿Podían conseguir publicaciones bíblicas?

Sí, las metíamos a escondidas en cuanto surgía la oportunidad. Todos nuestros efectos
personales estaban dentro de maletas en una celda vacía, y allí también guardábamos algunas
publicaciones. Una vez al mes, un guardia nos dejaba entrar para reponer los artículos de aseo
personal.

Mientras un hermano distraía al guardia dándole conversación, otro sacaba un libro y se lo


escondía bajo la camiseta o los pantalones cortos. Luego, en la celda, lo dividíamos en
cuadernillos, más fáciles de ocultar, y los repartíamos para que todos los leyeran. Había muchos
escondites: algunas celdas estaban en muy mal estado y llenas de agujeros.

Nos registraban las celdas muy a menudo, a veces en mitad de la noche, y aunque siempre
encontraban algo, nunca lograban quitarnos todas las publicaciones. Uno de los guardias, muy
comprensivo, solía avisarnos cuando iban a hacer un registro. Así nos daba tiempo a envolver con
plástico la publicación que teníamos y meterla en los tubos de desagüe. Cierto día se desató una
tormenta muy fuerte y, para nuestra angustia, vimos que venía flotando uno de los paquetes por
la zanja del barracón y que algunos presos militares se ponían a jugar al fútbol con él. De pronto se
presentó un guardia y los mandó meterse en las celdas. Nadie reparó en la “pelota”, y nosotros,
aliviados, pudimos recuperarla poco después cuando nos permitieron salir.

¿Se puso a prueba su integridad?

Constantemente. Los oficiales al mando usaban todo tipo de tácticas. Por ejemplo, por unos días
fueron muy amables con nosotros: nos dieron más comida, nos sacaron a hacer ejercicio y hasta
nos dejaron tomar sol. Pero de golpe, nos ordenaron que nos pusiéramos el uniforme militar
caqui. Como nos negamos a hacerlo, volvieron los malos tratos.

Después quisieron que nos pusiéramos unos cascos militares, pero también rehusamos hacerlo.
El capitán se puso tan furioso, que a partir de entonces no nos permitió ni ducharnos. Nos dieron a
cada uno un balde para que nos laváramos en la celda.
No teníamos zapatos, y a algunos hermanos les sangraban los pies, así que decidimos
confeccionar calzado con pedazos de frazadas viejas que usábamos para abrillantar el suelo. A un
trozo de alambre de cobre que encontramos le afilamos un extremo y le aplastamos el otro.
Luego, con un alfiler, hicimos un agujero en el extremo aplastado. Con esta “aguja” y con hilos que
sacamos de las mismas frazadas, convertimos los pedazos de frazada en mocasines.

Un buen día nos mandaron meternos en las celdas de tres en tres. Aunque nuestro espacio se vio
muy limitado, aquella medida nos vino muy bien. Pusimos a los hermanos que estaban más
débiles en sentido espiritual con los más experimentados y organizamos sesiones de estudio de la
Biblia y ensayos para el ministerio del campo. Para sorpresa del capitán, nuestra moral se
fortaleció muchísimo.

Ante su fracaso, el capitán ordenó que cada hermano compartiera la celda con dos internos
no Testigos. Aunque les habían prohibido hablarnos, los reclusos empezaron a hacernos
preguntas, de modo que pudimos dar un buen testimonio. El resultado fue que un par de ellos se
negó a participar en ciertas actividades militares. No tardamos en volver a estar solos en las
celdas.

¿Podían celebrar reuniones?

Sí, regularmente. Sobre la puerta de cada celda había una ventana con una tela metálica y siete
barrotes. Atábamos en dos de los barrotes los dos extremos de una frazada para formar una
pequeña hamaca donde sentarnos. Desde allí veíamos al hermano que estaba en la celda de
enfrente; podíamos levantar la voz y los demás hermanos del barracón nos oían. Siempre
analizábamos el texto diario y, si habíamos conseguido una revista, celebrábamos el Estudio de
La Atalaya. Al final del día, alguien, por turno, ofrecía una oración. Hasta hubo una ocasión en la
que preparamos nuestro propio programa para una asamblea de circuito.

No estábamos seguros de si un anciano de fuera iba a conseguir el permiso para entrar y celebrar
con nosotros la Conmemoración, así que la organizamos por nuestra cuenta. Hicimos vino
poniendo pasas en remojo, y para el pan, usamos del que nos daban, después de aplanarlo y
dejarlo secar. Un año permitieron que los hermanos de fuera nos hicieran llegar una pequeña
botella de vino y pan sin levadura.

¿Cambió la situación con el tiempo?

Sí, con el tiempo todo mejoró. La ley se modificó y nuestro grupo salió en libertad. A partir de
entonces, la sentencia para el objetor de conciencia fue única y de duración fija. Tiempo después
de que el grupo de veintidós hermanos en el que yo estaba fuera excarcelado, los ochenta y ocho
hermanos que aún permanecían presos recuperaron los privilegios habituales: podían tener una
visita al mes, y escribir y recibir cartas.

¿Les costó adaptarse a su libertad?

Pues sí, nos llevó cierto tiempo. Por ejemplo, resultaba intimidante estar en medio de una
multitud. Nuestros padres y los hermanos nos ayudaron bondadosamente a asumir poco a poco
más responsabilidades en la congregación.
Aunque fue una época difícil, aquella experiencia fortaleció nuestra espiritualidad y nos enseñó a
aguantar. Aprendimos a valorar de verdad la Biblia y la importancia de leerla y meditar en ella a
diario. Y, por supuesto, aprendimos a confiar en Jehová. Después de haber hecho aquellos
sacrificios por mantenernos fieles a Jehová, no nos íbamos a volver atrás. Nos propusimos darle lo
mejor, y emprender el servicio de tiempo completo, si fuera posible.

[Ilustración y recuadro de las páginas 126 a 128]

Confiamos en Jehová ante el peligro

ZEBLON NXUMALO

AÑO DE NACIMIENTO 1960

AÑO DE BAUTISMO 1985

OTROS DATOS Antes de conocer la verdad era rastafariano. Poco después de su bautismo
emprendió el servicio de tiempo completo. En la actualidad sirve de superintendente de circuito
junto con su esposa, Nomusa.

TRAS participar en la construcción del Betel de Krugersdorp, a mi compañero de precursorado y a


mí nos enviaron al distrito segregado de KwaNdengezi, cerca de la ciudad portuaria de Durban,
donde había más necesidad de predicadores. A los pocos días de nuestra llegada, nos visitaron
cinco jóvenes enviados por un grupo político con la misión de conseguir información. Nos pidieron
ayuda para proteger el distrito de un grupo político rival. (La animosidad entre estos dos grupos,
ambos zulúes, había teñido de sangre aquella región sudafricana.) Les preguntamos cuál era,
según su opinión, el remedio de tanta violencia. Ellos nos contestaron que todo se debía
principalmente al dominio del hombre blanco. Haciendo referencia a muchas naciones africanas
desgarradas por la guerra y sumidas en la pobreza, les recordamos que, como suele decirse, la
historia siempre se repite. Los jóvenes admitieron que aunque los negros llegaran al poder,
seguiría habiendo delincuencia, violencia y enfermedades. Entonces les mostramos en la Biblia
que el Reino de Dios es el único gobierno capaz de solucionar los problemas de la humanidad.

Algunos días después, por la noche, escuchamos a una turba de jóvenes coreando consignas en
pro de la libertad y vimos hombres con armas de fuego. Había varias casas en llamas y muchos
muertos. Aterrorizados, le pedimos a Jehová que nos diera fuerzas para no desanimarnos
ni transigir si nos amenazaban. También nos acordamos de los mártires que, ante circunstancias
similares, no repudiaron a Jesús (Mat. 10:32, 33). De repente, un grupo de jóvenes y adultos tocó a
la puerta. Sin saludarnos siquiera, nos pidieron dinero para comprar intelezi, una poción
“protectora” que elaboraban los hechiceros. Les rogamos que fueran pacientes y les preguntamos:
“¿Les parece bien que los hechiceros usen la brujería para fomentar el asesinato? ¿Qué pensarían
si un pariente suyo sufriera por culpa de un hechicero?”. A ninguno de ellos le gustó esta idea.
Entonces abrimos la Biblia y le pedimos al jefe del grupo que leyera Deuteronomio 18:10-12 para
que vieran qué opina Dios de este asunto. Cuando terminó la lectura, les pedimos su opinión, pero
se habían quedado atónitos. Aprovechamos el silencio para preguntarles qué les parecía más
sabio: que les hiciéramos caso a ellos, o a Jehová. Se fueron sin decir una palabra.
Al superar muchas situaciones como estas, percibimos que Jehová estaba de nuestra parte. Cierta
noche llegó a casa otro grupo pidiendo dinero para comprar armas y “proteger” a la gente.
Se quejaban de la inseguridad que generaba el grupo político de la oposición. Para ellos, la
solución era lanzar un contraataque con armas más sofisticadas. Si no les dábamos lo que querían,
dijeron, sufriríamos las consecuencias. Entonces les recordamos que su organización había
firmado un acuerdo que garantizaba los derechos humanos y el respeto a la conciencia ajena. Les
preguntamos: “¿Les parece bien que uno esté dispuesto a morir antes que violar la constitución en
la que cree?”. Dijeron que sí, y les explicamos que nosotros pertenecíamos a la organización de
Jehová, que nuestra “constitución” era la Biblia y que esta condena el asesinato. El cabecilla
señaló: “Entiendo la postura de estos hombres. Está claro que contribuirían si el dinero se
empleara para una obra social en el distrito, como la construcción de un hogar para ancianos, o
para ayudar a un vecino que necesita ser hospitalizado. Pero no nos van a dar dinero para matar”.
Entonces se pusieron de pie y, dándoles la mano, les agradecimos su paciencia.

[Ilustraciones y recuadro de las páginas 131 a 134]

Hermanas solteras con cien años de experiencia en la traducción

Varios hermanos y hermanas de la familia Betel de Sudáfrica han usado el don de la soltería para
prestar un valioso servicio a favor del Reino (Mat. 19:11, 12). Las siguientes tres hermanas han
pasado, en conjunto, cien años traduciendo alimento espiritual del “esclavo fiel y discreto” (Mat.
24:45).

Maria Molepo

Nací en la provincia de Limpopo (Sudáfrica). Una de mis hermanas mayores, Aletta, me enseñó la
verdad cuando yo aún iba a la escuela. Al terminar mis estudios, otra de mis hermanas, que no es
Testigo, se ofreció a pagarme una carrera universitaria de tres años para que fuera maestra.
Rechacé su generosa oferta porque quería servir a Jehová con mis hermanas mayores, Aletta y
Elizabeth, quienes eran precursoras. Me bauticé en 1953, y pasé seis años cumpliendo algunas
veces con el requisito de horas de los precursores antes de entregar una solicitud y ser nombrada
precursora regular en 1959.

En 1964, la sucursal de Sudáfrica me invitó a trabajar a tiempo parcial en la traducción de


alimento espiritual al sepedi. Acepté ese privilegio mientras seguí de precursora. Entonces,
en 1966 me invitaron a formar parte de la familia Betel. El servicio de Betel no era lo que
imaginaba; añoraba salir a predicar todos los días. Pero al poco tiempo cambié mi punto de vista.
Aunque no podía salir tanto como los precursores, pensé que sería “precursora” el fin de semana,
del sábado por la tarde al domingo por la noche. Disfrutaba tanto que casi nunca llegaba a la hora
de la cena ni el sábado ni el domingo. Me alegré mucho cuando a las betelitas de cierta edad nos
concedieron la mañana del sábado libre, pues así podría pasar más tiempo en el servicio del
campo.

Durante los primeros ocho años en Betel compartí una habitación con otra traductora en un
edificio fuera del hogar Betel. El Gobierno al principio nos dejaba vivir cerca de los hermanos
blancos, pero en 1974 nos lo prohibieron. Los traductores negros tuvimos que mudarnos a las
zonas reservadas para la población negra. Yo me alojé en la casa de una familia de Testigos de
Tembisa y tenía que recorrer una distancia considerable para ir a Betel todos los días. Cuando se
construyó la nueva sucursal en Krugersdorp, el Gobierno había empezado a suavizar su política
segregacionista, y pudimos vivir otra vez con el resto de los betelitas.

Le estoy muy agradecida a Jehová por haberme permitido trabajar de traductora en Betel hasta
el día de hoy. Mi hermana menor, Annah, decidió seguir mi ejemplo de soltería y ya lleva treinta y
cinco años como evangelizadora de tiempo completo. Así pues, son muchísimas las bendiciones
que he recibido por usar mi soltería en el servicio de Jehová.

Tseleng Mochekele

Nací en Teyateyaneng (Lesoto). Mi madre, que era muy religiosa, nos obligaba a mis hermanos y
a mí a acompañarla a la iglesia, algo que yo detestaba. Por aquel entonces, mi tía se hizo testigo de
Jehová y empezó a hablar de su fe con mi madre. Me alegré mucho cuando mi madre dejó de ir a
la iglesia, pero no me interesé por la verdad, pues me encantaba el mundo y sus diversiones.

En 1960 me mudé a Johannesburgo para terminar mis estudios. El día de mi partida, mi madre
me dijo: “Por favor, cuando estés en Johannesburgo, busca a los hermanos y trata de hacerte
Testigo”. Cuando llegué a la ciudad, quedé impresionada con la gran oferta de entretenimiento
que tenía ante mí. Sin embargo, al fijarme bien en cómo vivía la gente, me escandalicé, porque
eran muy inmorales. Entonces recordé lo que me había dicho mi madre y empecé a asistir a las
reuniones de los Testigos en Soweto. La primera vez que fui al salón hice esta oración: “Jehová,
ayúdame a ser una de tus Testigos”. Al poco tiempo ya estaba predicando, y en julio de ese mismo
año me bauticé. Después de terminar mis estudios, regresé a Lesoto para vivir con mi madre, que
para entonces también se había bautizado.

En 1968, la sucursal de Sudáfrica me invitó a trabajar a tiempo completo traduciendo


publicaciones al sesotho. Durante muchos años realicé este trabajo mientras vivía en casa.
En cierto momento atravesamos por dificultades económicas, y le propuse a mi familia que tal vez
debería dejar el servicio de tiempo completo para buscar un empleo y ayudar con los gastos. Pero
ni mi madre ni mi hermana menor, Liopelo, que también estaba bautizada, estuvieron de acuerdo.
Para ellas, era un gran privilegio apoyarme en mi servicio.

En 1990 llegué a formar parte de la familia Betel de Sudáfrica en las nuevas instalaciones de
Krugersdorp, donde sigo trabajando de traductora. No me arrepiento de haber permanecido
soltera. De hecho, le agradezco profundamente a Jehová por haberme bendecido con una vida tan
plena y tan feliz.

Nurse Nkuna

Nací en Bushbuckridge, una población situada en la región nororiental de Sudáfrica. Mi madre,


que era Testigo, me crió en la verdad al mismo tiempo que trabajaba todo el día para
complementar los ingresos de mi padre. Ella me enseñó a leer antes de ir a la escuela, gracias a lo
cual pude ayudar a una precursora mayor que no veía muy bien. Durante la semana salíamos al
ministerio y yo leía lo que ella me pedía. Incluso cuando empecé la escuela seguí predicando con
ella por las tardes. Gracias a aquel compañerismo con los siervos de tiempo completo llegué a
amar el ministerio; me produce un gran placer ver a la gente ponerse de parte de la verdad.
Cuando tenía 10 años, le expresé a Jehová mi deseo de ser evangelizadora de tiempo completo
toda mi vida. Me bauticé en 1983, tras lo cual pasé algunos años trabajando para ayudar
económicamente a mi familia. Pero para que no se desarrollara en mí amor por el dinero, lo cual
me impediría alcanzar mi meta de servir a Jehová a tiempo completo, le entregaba a mi madre el
sueldo para que lo administrara. En 1987 dejé mi empleo cuando aprobaron mi solicitud para
trabajar en el Betel de Sudáfrica traduciendo publicaciones al zulú.

Mi servicio en Betel como soltera me ha reportado muchas bendiciones. Los comentarios de la


adoración matutina me han ayudado a mejorar en el ministerio del campo. Además, colaborar
estrechamente con compañeros de distintos antecedentes ha pulido mi personalidad cristiana.
Y aunque no he sido madre en sentido literal, tengo muchos hijos y nietos espirituales que
no tendría de haberme casado y haber criado mi propia familia.

Al mismo tiempo que han cumplido diligentemente con su trabajo de traducción en Betel, entre
estas tres hermanas solteras han ayudado a 36 personas a dedicarse a Jehová y bautizarse.

[Ilustraciones y recuadro de las páginas 146 y 147]

Esplendor natural

La cordillera Drakensberg se extiende a lo largo de 1.050 kilómetros [650 millas] de territorio


sudafricano. Las vistas más espectaculares se encuentran en la frontera natural que forman las
montañas entre KwaZulu-Natal y Lesoto, una región que la gente suele comparar con Suiza.

Cualquier amante de la aventura se sentirá atraído por las cumbres desafiantes, como el
impresionante Sentinel, el liso y peligroso Monk’s Cowl y el traicionero Devil’s Tooth, con sus
paredes verticales. Escalar tales montañas es peligroso. Sin embargo, algunos pasos son bastante
seguros a pesar de ser muy empinados, y no se precisa equipo de escalada. Claro está, es esencial
seguir ciertas reglas básicas, como la de llevar ropa de abrigo, una tienda de campaña y comida
suficiente. Allá arriba puede hacer mucho frío y soplar un viento terrible por la noche.

Todos los años, miles de caminantes, campistas y montañeros abandonan la tensión y la


contaminación de la ciudad en busca del aire puro, la dulzura del agua de montaña y la
majestuosidad de estas imponentes cumbres.

[Ilustración]

Pinturas rupestres de los bosquimanos

[Ilustraciones y recuadro de las páginas 158 y 159]

Rescatado del espiritismo y la poligamia

ISAAC TSHEHLA

AÑO DE NACIMIENTO 1917

AÑO DE BAUTISMO 1985

OTROS DATOS Desilusionado con la cristiandad, llegó a ser un acaudalado hechicero antes de
encontrar la verdad.

ISAAC y tres amigos suyos —Matlabane, Lukas y Phillip— se criaron en los montes Sekhukhune,


en la región nororiental de Sudáfrica. De jóvenes, los cuatro abandonaron la Iglesia Apostólica por
la hipocresía que vieron en su seno y juntos se pusieron a buscar la religión verdadera. Sin
embargo, pasó el tiempo y perdieron el contacto entre sí.

Tres de aquellos cuatro amigos y sus respectivas esposas llegaron a ser más tarde testigos de
Jehová. Mientras tanto, ¿qué había sido de Isaac? Había seguido los pasos de su padre, un
afamado hechicero, y se había dedicado a ganar dinero. De hecho, era rico; había llegado a poseer
cien cabezas de ganado y una abultada cuenta bancaria. Además, como es habitual entre la gente
acaudalada, Isaac tenía dos esposas. Ahora bien, Matlabane se propuso encontrar a Isaac para
contarle que sus tres amigos habían hallado la religión verdadera.

Isaac se alegró de volver a ver a Matlabane y quiso saber por qué sus viejos amigos se habían
hecho testigos de Jehová. Así que empezó a estudiar la Biblia con el folleto ¡Disfrute para siempre
de la vida en la Tierra! En la edición en su idioma aparece en el dibujo 17 un hechicero africano
lanzando unos huesos al suelo a fin de hacer una predicción para un cliente. Isaac quedó
impresionado al leer en el texto citado, Deuteronomio 18:10, 11, que a Dios le desagradan tales
prácticas. También lo perturbó el dibujo 25, que muestra a un polígamo con sus esposas y en el
que se cita 1 Corintios 7:1-4, donde dice que el cristiano verdadero no puede tener más de una
esposa.

Como quería obedecer las Escrituras, a los 68 años de edad despidió a su segunda esposa y
legalizó su matrimonio con la primera, Florina. También puso fin a su oficio de hechicero y se
deshizo de sus huesos de adivinación. Un día, mientras estaba recibiendo una clase bíblica,
llegaron dos clientes de muy lejos para entregarle 550 rands (que en aquel entonces equivalían a
140 dólares) que le debían por servicios prestados. Él rechazó el dinero y les dijo que había dejado
la hechicería y que ahora estudiaba la Biblia para ser testigo de Jehová. Isaac no tardó en alcanzar
su meta, pues en 1985 se bautizó junto con Florina. Hace unos años que Isaac, que al presente
tiene 90 años, es anciano en una congregación.

[Ilustraciones y tabla de las páginas 124 y 125]

(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)

DATOS HISTÓRICOS: Sudáfrica

1900

1902 Las publicaciones bíblicas llegan a Sudáfrica.

1910 William W. Johnston abre una sucursal en Durban.

1916 Llega el “Foto-Drama de la Creación”.

1917 La sucursal se traslada a Ciudad del Cabo.

1920

1924 Se envía una imprenta a Ciudad del Cabo.

1939 Primer número de Consolación en afrikáans.

1940
1948 Primer Salón del Reino cerca de Ciudad del Cabo.

1949 Se imprime La Atalaya en zulú.

1952 Finalizan las obras del Betel de Elandsfontein.

1979 Se instala una rotativa offset TKS.

1980

1987 Se construye un nuevo Betel en Krugersdorp; se amplía en 1999.

1992 Se levanta en Soweto el primer Salón del Reino de construcción rápida.

2000

2004 Se amplía la imprenta y se pone en marcha la rotativa MAN Roland Lithoman.

2006 Se alcanza un máximo de 78.877 publicadores.

[Ilustración]

(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)

Publicadores

Precursores

80.000

40.000

1900 1920 1940 1980 2000

[Ilustraciones y tabla de las páginas 148 y 149]

Un país con muchos idiomas

En Sudáfrica se imprime La Atalaya en 33 idiomas

Gran variedad de estilos

Debido a las numerosas etnias presentes en África, existe una gran diversidad de estilos en ropa y
joyería

Zulú

SALUDO “Sanibona”

HABLANTES NATIVOS 10.677.000

PUBLICADORES 29.000

Sesotho

SALUDO “Lumelang”
HABLANTES NATIVOS 3.555.000

PUBLICADORES 10.530

Sepedi

SALUDO “Thobela”

HABLANTES NATIVOS 4.209.000

PUBLICADORES 4.410

Tsonga

SALUDO “Xewani”

HABLANTES NATIVOS 1.992.000

PUBLICADORES 2.540

Xhosa

SALUDO “Molweni”

HABLANTES NATIVOS 7.907.000

PUBLICADORES 10.590

Afrikáans

SALUDO “Hallo”

HABLANTES NATIVOS 5.983.000

PUBLICADORES 7.510

Tsuana

SALUDO “Dumelang”

HABLANTES NATIVOS 3.677.000

PUBLICADORES 4.070

Vendal

SALUDO “Ri a vusa”

HABLANTES NATIVOS 1.021.800

PUBLICADORES 480

[Notas]

Todas las cifras son aproximadas.

Todas las cifras son aproximadas.


[Ilustraciones a toda plana de la página 66]

[Ilustración de la página 71]

Palo amarillo

[Ilustración de la página 74]

Stoffel Fourie

[Ilustración de la página 74]

Estudios de las Escrituras

[Ilustración de la página 74]

Congregación Durban con William W. Johnston (1915)

[Ilustración de las páginas 74 y 75]

Johannes Tshange y su familia

[Ilustración de la página 75]

La primera sucursal estaba en una pequeña habitación de este edificio

[Ilustración de la página 77]

Japie Theron

[Ilustración de la página 79]

Henry Myrdal

[Ilustración de la página 79]

Piet de Jager

[Ilustración de la página 82]

Henry Ancketill (1915)

[Ilustración de la página 82]

Grace y David Taylor

[Ilustración de la página 82]

En este folleto de 1931 aparecía la resolución en la que adoptamos el nombre testigos de Jehová

[Ilustraciones de la página 84]

Familia Betel de Ciudad del Cabo con George y Stella Phillips (1931)

[Ilustración de la página 87]

Grabando en xhosa
[Ilustración de la página 87]

Andrew Jack y la prensa Frontex (1937)

[Ilustración de la página 87]

Primeros números de Consolación y La Atalaya en afrikáans

[Ilustración de la página 90]

Asambleístas en Johannesburgo (1944)

[Ilustración de la página 90]

Anunciando un discurso con pancartas (1945)

[Ilustración de la página 90]

Frans Muller y Piet Wentzel con fonógrafos (1945)

[Ilustración de la página 95]

Gert Nel, siervo para los hermanos (1943)

[Ilustración de la página 95]

Predicando en las zonas rurales (1948)

[Ilustración de la página 99]

Andrew Masondo y su segunda esposa, Ivy

[Ilustración de la página 99]

Luke y Joyce Dladla

[Ilustración de la página 99]

Primer número de La Atalaya en zulú

[Ilustración de la página 102]

El ejemplo de Velloo Naicker ayudó a 190 familiares a aceptar la verdad

[Ilustraciones de la página 102]

Gopal Coopsammy a los 21 años, y hoy con su esposa, Susila; entre ambos han ayudado a 150
personas a dedicarse a Jehová

[Ilustración de las páginas 104 y 105]

Isabella Elleray

Doreen Kilgour

[Ilustración de las páginas 108 y 109]


Original (1952)

Betel de Elandsfontein (1972)

[Ilustraciones de la página 110]

Rasgos de las asambleas

Arriba: presentación del libro Hijos (1942); centro: candidatos para el bautismo (1959); abajo: coro
de bienvenida en xhosa (1998)

El año pasado se bautizaron 3.428 personas

[Ilustración de la página 120]

A Elijah Dlodlo le dieron latigazos

[Ilustración de la página 121]

Florah Malinda es precursora regular. Su hija fue brutalmente asesinada

[Ilustración de la página 122]

Una chusma asesinó a Moses Nyamussua

[Ilustraciones de las páginas 140 y 141]

Construcción rápida de un Salón del Reino

Se ayudó a la congregación de Kagiso a levantar su nuevo lugar de adoración

Antes...

durante...

... y después

A la Congregación Rathanda, de Heidelberg, le encanta su nuevo Salón del Reino

En 37 países africanos se han construido 7.207 salones, y se necesitan 3.305 más

[Ilustración de la página 147]

La familia Rossouw en la actualidad

[Ilustraciones de la página 150]

Salón de Asambleas de Midrand

[Ilustración de la página 155]

Ayuda humanitaria para Zimbabue (2002)

[Ilustración de la página 155]

Programas informáticos facilitan la labor de los traductores


[Ilustraciones de las páginas 156 y 157]

Sucursal de Sudáfrica (2006)

Habitaciones y oficinas, nueva imprenta y Departamento de Envíos

[Ilustraciones de las páginas 156 y 157]

Comité de sucursal

Piet Wentzel

Loyiso Piliso

Rowen Brookes

Raymond Mthalane

Frans Muller

Pieter de Heer

Jannie Dieperink

[Ilustraciones de las páginas 161 y 162]

Namibia

William y Ellen Heindel

Coralie y Dick Waldron (1951)

Oficina de traducción de Namibia

[Ilustraciones de la página 167]

Lesoto

Extremo superior: Abel Modiba en la obra de circuito; centro: habitantes de las cuevas en torno a
un misionero; izquierda: Per-Ola y Birgitta Nygren

[Ilustraciones de la página 168]

Botsuana

El matrimonio Thongoana predicando a un vendedor ambulante

Predicando de choza en choza

[Ilustraciones de la página 170]

Suazilandia

James y Dawne Hockett

Predicando en un mercado de artesanías en Mbabane


[Ilustraciones de la página 170]

Santa Elena

La campaña con el tratado Noticias del Reino se completó en un día; abajo: Jamestown, ciudad
portuaria

[Ilustración de la página 175]

Asamblea internacional de 1993

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