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Ha vuelto Antonio Nariño

“Estudiantes boyacenses clonan a Antonio Nariño

En la ciudad de Berlín, once estudiantes de la Institución Educativa Antonio Nariño


de Villa de Leyva lograron clonar al prócer de la Independencia, apoyados por un
prestigioso grupo de científicos europeos y sus sofisticados equipos para llevar a
cabo dicho procedimiento […]
Por otro lado, se sabe que el prócer arribará a la ciudad de Bogotá en dos
semanas para recibir condecoraciones de los representantes del Estado
colombiano”.

“Presidente de Colombia recibe con honores al prócer Antonio Nariño

Un encuentro histórico que reúne al actual presidente con el fundador de esta


patria. El prócer fue ovacionado en el Congreso de la República por todos los
congresistas, en cabeza de los presidentes de Senado y Cámara”

“Antonio Nariño se lamenta por situación de Derechos Humanos en Colombia

El prócer colombiano, luego de recibir toda suerte de homenajes, y de recorrer las


distintas regiones del país, manifestó su inconformidad por la situación de muchos
compatriotas que no tienen vivienda, se les dificulta el acceso a la educación y el
desplazamiento masivo del campo a la ciudad”

“Colombia campeón de la Copa América

Apoteósico: La selección nacional se corona campeona del certamen realizado en


Brasil, tras imponerse al equipo anfitrión 2 a 0 en la final”

Así se expresaba la prensa ante el gran acontecimiento de traer de vuelta a uno
de los libertadores de Colombia. En las esferas políticas, se evitaba hablar de
Nariño; pues se le consideraba peligroso y polarizador, pues “acentuaba la lucha
entre los campesinos y los habitantes de las ciudades, entre los ricos y los
pobres”. Las condecoraciones a los héroes de la selección colombiana eran las
principales noticias, discursos, videos virales en qué ocuparse; se les vitoreaba y
recordaba como si hubieran sido mártires.
A Antonio Nariño se le vio luchar en los estrados por reclamar su casa en Villa de
Leyva, el pueblo donde murió la primera vez. Pero cada vez aparecieron más
complicaciones burocráticas para reclamar esa tierra. Llegó un punto en que
recibió amenazas de muerte por reclamar esa propiedad. Así que decidió irse a
vivir al campo.
En una vereda incierta –como tantas de Colombia -, Antonio Nariño armó su casa.
Se interesó por la permacultura; pues veía que los monocultivos habían acabado
con la diversidad de los paisajes que él conoció en su infancia. Así que construyó
huertas orgánicas y semilleros de todo tipo de plantas para cultivarlas entre los
árboles nativos que tenía en esa tierrita. También proyectó construir unos
reservorios de agua lluvia y un sistema de paneles solares. Tenía un gran plan
para transformar su campo.
Al principio, sus vecinos lo veían como un loco, pues no dejaba de hablar de
inequidades, cambio climático, acumulación de tierras, concentración de los
medios de producción. Les parecía extraño todo eso que decía, como si hablara
otra lengua. De modo que le restaron importancia.
Pero, cierta mañana, un grupo de ingenieros llegó a la vereda. Traían grandes
equipos para perforación de pozos, y los acompañaba un contingente del ejército
colombiano. Los hombres llegaron sin hablar con nadie e iniciaron sus trabajos.
Quienes trataron de acercarse a esta comitiva, fueron detenidos por el ejército y
se les forzó a alejarse de esa zona mientras ellos estuvieran en esas labores.
Un profundo miedo se esparció como niebla en la vereda, invadiendo a niños,
ancianos, mujeres e incluso a los animales, quienes por los ruidos y temblores
comenzaron a huir de la zona.
Un grupo de jóvenes del colegio rural se preguntaron si Antonio Nariño tendría
todavía la fuerza que tuvo cuando se opuso a los españoles. De manera que se
dispusieron a visitarlo en su rancho.
Entre decenas de mariposas amarillas, se percibía a Antonio Nariño arrancando
un racimo de bananos de su mata. Luego se lo echaba al hombro y emprendía
camino a la casita. En ese momento se percató de los estudiantes que lo miraban,
así que los saludó con una sonrisa y los invitó a que lo acompañaran.
En la casa comían algunos bananos, y mientras tanto los estudiantes le
explicaban la situación al legendario prócer. Para Antonio, esta situación no era
nueva, de manera que no mostraba ningún asombro. Se le veía reflexivo, como
tratando de identificar cómo resolver ese problema. De pronto, se levantó de su
asiento, agarró la macheta con la que cortó el racimo y expresó:
-Las armas ya nos dieron una independencia, pero las leyes no nos hicieron libres.
Recorrí el país, desde sus instituciones hasta los lugares más remotos. Vi cómo se
discuten leyes de todo tipo. Leyes ridículas como objetar un acuerdo de paz o
decidir si la inversión pública debe ir a multinacionales o a los campesinos y a los
más pobres. Vi cómo las leyes coartan las libertades ciudadanas y cómo estas
hacen de este un país cada vez más desigual. Y aun así, a nadie parece
importarle. Eso sí, los vi celebrar con gran júbilo unos partidos de fútbol. Me
gustaría que ese entusiasmo se expresara también para reclamar sus derechos.
-Don Antonio, ¿qué podríamos hacer para que estas cosas cambien?
-Cuando nos enfrentamos al rey de España, clamamos con mayor fervor el
reconocimiento de los derechos humanos, sobre todo aquél que nos reconoce a
todos como iguales ante la ley. Pero eso no es lo que se ve actualmente. De modo
que debemos hacer saber a las personas de esta comunidad, y de las demás
comunidades, que este es el principio por el que debemos luchar. Debemos
empoderarnos ante la ley para reclamar lo que nos pertenece, lo que nos
arrebataron. Así que debemos organizar una protesta para exigir respuestas de
aquellos hombres, realizar carteles y consignas para reclamar por una respuesta
sobre qué es lo que quieren hacer en nuestras tierras. Alguien tendrá que
responder.
Los jóvenes invitaron a toda la comunidad para que se sumaran a esta iniciativa.
Escucharon con mucho entusiasmo cada palabra que pronunciaba Nariño. Esta
vez era claro lo que decía, pues veían que la situación les afectaba directamente.
El agua y las mismas tierras estaban en riesgo por estas exploraciones. Era hora
de reclamar por su bienestar.
Se organizó un grupo nutrido que se puso frente a los militares que custodiaban a
los ingenieros. Las consignas, las arengas, los reclamos no se podían callar de
ningún modo. Llegaron alcaldes y concejales de los pueblos aledaños, medios de
comunicación. Pero solo ellos pudieron acceder para observar lo que hacían los
ingenieros; luego se despidieron de ellos entre sonrisas y abrazos. Un helicóptero
llegó para evitarles la fatiga de retornar por esas trochas. Solo uno de los alcaldes
se atrevió a decir algo a la comunidad antes de subir al helicóptero:
-Todo esto es por su bien; ya les ofrecerán trabajos y mucho bienestar. No hay de
qué preocuparse. Hasta luego, y tengan paciencia que luego regresará la
abundancia.
Pero los temblores, el agua contaminada y el éxodo de los animales continuaban
semanas después de esta visita. Ofrecieron algunos trabajos en seguridad para
algunos hombres de la comunidad. Se les dieron armas y equipos de
comunicación para que estuvieran alerta ante cualquier irregularidad en la zona.
Así que Antonio Nariño y los estudiantes debieron planear muy bien cómo entrar a
la zona de exploraciones para observar lo que se hacía. Tenía que ser de manera
clandestina, pues en todos los miembros de la comunidad ya no se podía confiar.
Una noche avanzaron más allá de la primera zona de control del ejército.
Observaron las máquinas trabajando a toda marcha, y las oficinas en containers
donde los ingenieros discutían los planes de las obras. En éstas se fueron
apagando las luces, y los ingenieros salían para sus barracas. Antonio decidió
entrar para mirar los planos que allí tenían.
Mientras dos estudiantes vigilaban que nadie se acercara a los containers, Antonio
verificaba cuál era el proyecto que ejecutaban los ingenieros: estaban haciendo
las primeras pruebas de fracturación hidráulica para sacar petróleo de los
acuíferos subterráneos. “El fin de la biodiversidad” –pensó Antonio. Luego sintió
unos ruidos y vio cómo los estudiantes corrían hacia lo oscuro. Habían corrido a
prisa, sin tiempo para avisar al prócer.
En ese mismo momento, los hombres de seguridad entraron al container y se
llevaron a Nariño.
Unos días después, en algunos periódicos aparecieron los siguientes titulares:

“Uno más: 182 líderes sociales asesinados este año

En las cercanías de una zona de exploración petrolífera, apareció muerto otro líder
social que –según la comunidad –trataba de defender el agua y la biodiversidad de
la región”

“Sin noticias de Antonio Nariño

Los estudiantes de Villa de Leyva, que lograron traer al prócer a esta época,
manifiestan que desde los homenajes a Antonio Nariño no saben cuál es su
paradero”

“Capitán de la Selección Colombia firma con el Real Madrid

El volante estrella manifiesta que cumplió su gran sueño de llegar al Santiago


Bernabéu, donde fue ovacionado por miles de españoles y colombianos que
asistieron a su presentación”

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