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Módulo I: Conceptualización – Introducción

1.1.- ¿Qué son los valores?

Con su capacidad intelectual el ser humano puede emitir juicios lógicos y


racionales sobre las distintas realidades, y al mismo tiempo juicios meta-lógicos
sobre las cosas, los cuales van más allá de lo meramente racional.

Los valores se incluyen en los juicios meta-lógicos sobre las cosas, pero los
valores no existen como realidades separadas de las cosas o del hombre, pues
quien hace una valoración de las cosas es el mismo hombre. Es decir, los valores
están ligados a las cosas y no pueden existir desligados de ellas. 1

Todo lo que existe tiene una razón para existir, y en esta razón está su
sentido y su valor. Es decir, todo lo que existe es bueno, es un bien, vale. Y
llamamos Bien a aquel o aquello que porta valor o valores. De modo que el valor
es aquello por lo cual apreciamos las cosas (“Los valores se perciben mediante
una operación no intelectual llamada estimación”)2, lo que hace buenas a las
cosas.

Es así como el valor brota de la relación dinámica entre sujeto-objeto,


conciencia-realidad, estimación-ideal. El cambio producido en cualquiera de
estos polos, produce, a su vez, un cambio en la manifestación de los mismos
valores. Y dicha realidad indica una concepción relacional del valor y no un

1Cfr. TIERNO, Bernabé: Valores Humanos. Taller de Editores S. A., 12ª edición, Madrid, 1996, Pág. 15. Como
nos sugiere el mismo Tierno: “Los valores no son ni meramente objetivos ni meramente subjetivos, sino ambas
cosas a la vez: el sujeto valora las cosas, y el objeto ofrece un fundamento para ser valorado y apreciado”.

2CARRERAS, Llorens – ELIJO, Pilar- ESTANY, Assumpció- GOMEZ, María Teresa- GUICH, Ricard- MIR,
Victória- OJEDA, Felipa- PLANAS, Teia- SERRATS, María Gracia: Cómo educar en valores –Materiales, Textos,
Recursos y Técnicas-. Editorial NARCEA, Séptima edición, Madrid, 1999, Pág. 19. Es decir, “Cualquier valor
está vinculado a la reacción del sujeto que lo estima; por ejemplo: ante el valor del amor uno puede reaccionar
sublimándolo y otro encarnándolo… Hay unos más estimables que otros, les otorgamos una jerarquía. Según
ésta, los valores pueden clasificarse en vitales, materiales, intelectuales, morales, estéticos y religiosos”.
relativismo del valor, puesto que el ser del valor consiste en impulsar la acción
del hombre hacia una meta elevada.3

El valor es entonces estable y permanente, objetivo y universal, pero,


también, dinámico y cambiante, relativo y subjetivo. Y esto así por las diversas
manifestaciones culturales de las distintas sociedades. Es decir, el valor, siendo
el mismo (justicia, solidaridad, hospitalidad) encuentra formas diferentes de
manifestación.

Sin embargo, los hombres, que son el valor esencial de la humanidad,


poseen siempre más motivos para la identidad que para la diferenciación. Como
nos señalan Pedro Ortega y Ramón Mínguez en una citación que hacen:

“Los hombres, lo mismo que las culturas, al final tienen más de común que de
diferente, sencillamente porque el ser humano es ante todo humano y constituye
una única especie, presentando las razas y las culturas una variabilidad que
afecta más a lo superficial y anecdótico que a lo profundo y esencial”. 4

El valor es una realidad cotidiana que acontece en la vida de toda persona,


y no se puede entender la persona sin la presencia de los valores, ni la
construcción de la persona sin la apropiación de valores.

“El término valor, está relacionado con la propia existencia de la persona,


afecta a su conducta, configura y modela sus ideas y condiciona sus
sentimientos. Se trata de algo cambiante, dinámico, que, en apariencia, hemos
elegido libremente entre diversas alternativas. Depende, sin embargo, en buena
medida, de lo interiorizado a lo largo del proceso de socialización y, por

3Es decir, porque las diferentes manifestaciones culturales no valgan igual, no por ello podemos tildar un valor
como relativo. Por ejemplo, no es lo mismo amputar una mano al ladrón que someterlo a un proceso de
reeducación, si con ello se quiere preservar o defender el derecho de propiedad, entendida ésta como un valor a
proteger por la sociedad.

4ORTEGA RUIZ, Pedro y MINGUEZ VALLEJOS, Ramón: Los valores en la educación. Editorial Ariel, 1ra.
Edición, Barcelona, 2001, Pág 22.
consiguiente, de ideas y actitudes que reproducimos a partir de las diversas
instancias socializadoras”.5

1.2.- La interiorización de los valores.

Lo normal es que cada ser humano, con cada una de sus actuaciones, pues
busque ser feliz; y en esa búsqueda de la felicidad realiza evidentemente el bien
que la razón práctica le propone como objetivo. De tal manera que ningún ser
humano, en su sano juicio, elegiría un contravalor que atente contra sí mismo, o
su crecimiento, o su felicidad.

Pero los valores nacen con el mismo hombre, pues éste es quien hace una
valoración de las cosas y establece un orden jerárquico entre los bienes que le
solicitan y entre los bienes a que aspira. Es decir, los valores, además de que son
propuestos por la sociedad y la cultura en que nacemos, son asimilados por cada
sujeto en un orden de importancia a partir de la incidencia interior que los
mismos proporcionen a la persona.

En este contexto podemos entender que el hombre tiene la capacidad de


sacrificar una serie de valores en la sociedad por otros valores considerados más
sublimes. Por ejemplo, en frases como estas descubrimos dicha actitud: “…el
dinero debe servir a la persona y no la persona al dinero”; “el sexo es un medio
para expresar el amor y no un fin en sí mismo”; “se puede renunciar a la propia
comodidad para dar un minuto de felicidad a alguien”.

En cada ser humano reside el poder de decisión sobre los valores que
regirán su vida, los cuales indicarán el grado de formación y educación de cada
persona, y que sobre todo rebelarán las características del proyecto de vida de
cada uno. Bernabé Tierno nos añade:

“Si la distinta jerarquización de los valores es lo que otorga la talla moral a cada
individuo, es evidente que la educación de una persona dependerá sin duda de

5CARRERAS, Llorens – ELIJO, Pilar- ESTANY, Assumpció- GOMEZ, María Teresa- GUICH, Ricard- MIR,
Victória- OJEDA, Felipa- PLANAS, Teia- SERRATS, María Gracia: Cómo educar en valores, op. cit., Pág. 20.
esta escala moral que haya interiorizado, y que se encuentra en congruencia con
el propio proyecto de vida como canalización de todas sus energías”. 6

De aquí se desprende la importancia capital de la enseñanza de los valores,


pues los mismos son los que dan dirección y sentido a las decisiones, acciones y
a la vida de cada ser humano, de un profesor y de un alumno.

1.3.- Funcionalidad de los valores

Los valores llevan dentro de sí una funcionalidad (sirven para algo), la cual
no es real porque la posean ellos mismos, sino que se hace real en cuanto que el
hombre usa los valores a partir de sus necesidades humanas, físicas,
intelectuales, relacionales. Por ejemplo, un pedazo de pan y un vaso de agua
tienen mayor valor para una persona que está muriendo de hambre que para un
glotón, quien después de hartarse, siente náuseas con sólo mencionarle la
comida. O también: una moneda de $500 pesos tiene mayor valor para un
hombre desempleado y con una familia larga, que para un gran empresario que
todavía está soltero.

Esto significa que la valoración que hacemos de las cosas no la efectuamos


con la sola razón, sino con el sentimiento, las actitudes, las obras, con todo
nuestro ser. Tal realidad la notamos, sobre todo, al contemplar una obra de arte,
digamos una pintura, una obra arquitectónica, una estatua, una composición
musical, pues con frecuencia sentimos un escalofrío que conmueve nuestro
ánimo y nos impulsa a expresar exclamaciones de admiración o aprobación. 7

6 TIERNO, Bernabé: Valores Humanos, op. cit., Pág. 17.

7 Por ejemplo, son muy variados los sentimientos que experimenta una persona al contemplar los museos
vaticanos, pues ante las antigüedades artísticas que representan los frescos, pinturas y esculturas que allí se
exhiben, un apasionado del arte podrá permanecer durante meses en un éxtasis creciente, y quizás una persona
con precaria formación artística resulte aburrido con rapidez.
Es difícil expresar lo que sentimos, mas el juicio que emitimos sobre la
belleza contemplada estará distante de ser un juicio teórico. Es decir, tiene un
significado que apunta a una realidad que trasciende al ser que contempla.
Tierno nos lo dice de manera elegante:

“El mundo de los valores constituye la puerta de entrada al mundo de la


trascendencia, puesto que los valores pueden hacer referencia a una realidad
metaempírica (realidad no verificable ni por los sentidos ni por la lógica de la
razón)”.8

1.4.- Pedagogía de los valores

En las diversas etapas de nuestra formación humana e intelectual es


imprescindible la siembra y asimilación de valores.

Es un hecho que antiguamente la escuela transmitía los valores que


marcaba la religión y el Estado, que eran también los que se vivían en la
sociedad, con lo cual no había problema de conflicto.

Sin embargo, una vez que esos valores no han sido interiorizados por la
mayoría, no han tenido sentido o han sido rechazados fuera del ámbito escolar,
se han creado situaciones conflictivas en lo afectivo, escolar, laboral y familiar
(inseguridad ciudadana, violencia, desorden familiar, agresividad).9
Insertar en los centros educativos una pedagogía de los valores es educar
al alumnado para que se oriente hacia el valor real de las cosas. Por esta

8 Ibid.

9Cabe destacar que los cambios traen a su vez resultados positivos: “La crisis de los sistemas de valores y de las
religiones puede que en el fondo no sea tan negativa; la humanidad ha sufrido y está sufriendo un profundo
cambio, es una etapa nueva; por ello, debemos estar atentos a los valores que van emergiendo, dispuestos a
modificar nuestra forma de actuar como elementos efectivos de esta dinámica” (CARRERAS, Llorens – ELIJO,
Pilar- ESTANY, Assumpció- GOMEZ, María Teresa- GUICH, Ricard- MIR, Victória- OJEDA, Felipa- PLANAS,
Teia- SERRATS, María Gracia: Cómo educar en valores, op. cit., Pág. 20.
pedagogía, las personas implicadas creen que la vida tiene un sentido, reconocen
y respetan la dignidad de todos los seres.

Todos los valores que configuran la dignidad del ser humano, son el
fundamento de un diálogo que hará posible la paz entre todos los pueblos. “La
Declaración Universal sobre los Derechos Humanos de la ONU no hace más que
recoger el común sentir de los hombres que reconocen los valores que dignifican
y acompañan la existencia de cualquier ser humano”.10

El objetivo de la educación en valores es ayudar al educando a moverse


libremente por un universo de valores para que aprenda a conocer, querer e
inclinarse por todo aquello que sea noble, justo y valioso.

Pero educar en los valores es educar moralmente, porque son los valores
los que enseñan al individuo a comportarse como hombre, establecer una
jerarquía entre las cosas, llegar a la convicción de que algo importa o no importa,
vale o no vale, es un valor o un contravalor. 11

La educación moral tiene el objetivo de lograr nuevas formas de entender


la vida, de construir la propia historia personal y colectiva. A su vez promueve
el respeto a todos los valores y opciones, no defiende valores absolutos aunque
no es relativista, no toma una posición autoritaria (solución única) ni una
posición libertaria (haz lo que te apetezca).
Ante un conflicto de valores es necesario conjugar estos dos principios:

1) La autonomía personal frente a la presión colectiva.

2) La razón dialógica en oposición al individualismo que olvida los


derechos de los demás.

Los criterios para vivir en sociedad desde el punto de vista moral son:

10
TIERNO, Bernabé: Valores Humanos, op. cit., Pág. 18.

11 Contravalor es todo aquello que dificulta al hombre llegar a ser más persona y le resta humanidad.
1) La crítica, como instrumento de análisis de la realidad que nos rodea y
para cambiar todo lo que sea injusto.

2) La alteridad, que nos permite salir de nosotros mismos para establecer


unas relaciones óptimas con los demás.

3) Conocer los derechos humanos y respetarlos.

4) Implicación y compromiso. Es la parte activa, evita que los otros


criterios queden reducidos a una simple declaración de buenas
intenciones.

La pedagogía escolar y universitaria debe interesarse y ocuparse de la


educación moral que forma parte de la educación integral de la persona,
ayudando a los alumnos (as) a construir sus propios criterios, permitiéndoles
tomar decisiones, para que sepan cómo enfocar su vida y cómo vivirla y
orientarla.

Porque el educador es un representante de los valores vigentes en la


sociedad, es un guía de valores.

1.5.- La aceptación de sí mismo

A la aceptación de sí mismo le llamamos el valor de los valores. ¿Por qué


le llamamos así? Porque amarse a sí mismo es la decisión más importante que
debes tomar a cada instante como ser humano, en todas las etapas de tu vida,
tanto en la infancia como en la ancianidad. Porque la aceptación de ti mismo te
ocupa la vida entera, hasta que tú respires. Como dice Chesterton: “No liberes
al camello de la carga de su joroba; podrías estar liberándolo de ser camello”.

Cuando te aceptas a ti mismo tal y como eres, demuestras tener: seguridad


de ti, conocimiento de ti, satisfacción con lo que eres y tienes. Por ejemplo,
cuando te manifiestas en igualdad de condiciones con los demás, sin necesidad
de sentirte superior ni inferior, te expresas con equilibrio en tu modo de actuar,
y ello contribuye a que tengas una justa valoración y aceptación de ti mismo.

La aceptación de ti mismo está en permanente conexión con la libertad, la


creatividad y las actitudes dialogantes. Como nos sostiene Bernabé Tierno:

“Por la libertad accedemos a las experiencias personales que nos


proporcionan autonomía y confianza en las propias capacidades, diseñando y
provocando nuestro quehacer vital, libre de los dominios ajenos. Aprendemos
de nuestra propia experiencia personal.
Mediante la creatividad proyectamos nuestra propia existencia como un
quehacer irrepetible, repleto de sugerencias, posibilidades, inquietudes y
esperanzas, libre de estereotipos, servilismos y esquemas acomodaticios y
despersonalizantes.
Por las actitudes dialogantes vamos madurando la capacidad de vivir
nuestra vida como búsqueda constante de encuentros humanos enriquecedores.
El entendimiento y la comprensión de los demás y el ser capaces de ver las cosas
desde su punto de vista nos conduce a la perfección madurativa humana; la
entrega a los demás, el amor y la aceptación del otro, que sólo es posible cuando
uno se acepta y se quiere a sí mismo”.12
¿Dónde inicia la aceptación de uno mismo? Evidentemente que en el
hogar, en la escuela, en el grupo de amigos.

Por eso, considerar, alabar y reconocer las aptitudes y cualidades de un


niño o niña es fundamental para lograr un nivel mínimo de autoestima, para
fomentar la confianza de cada persona.

Por el contrario, las descalificaciones permanentes, las burlas y los


sarcasmos, el dejar públicamente en ridículo a un niño o niña ante sus hermanos
o compañeros de clases, jamás favorecerán la auto aceptación y el desarrollo de

12 TIERNO, Bernabé: Valores Humanos, op. cit., Págs. 23-24. Es decir, un signo de aceptación de sí mismo es:
--El aprendizaje y crecimiento con las experiencias de uno mismo
--La creatividad con la que llenamos de dinamismo nuestra vida
--La apertura y entrega a los demás
una personalidad equilibrada y madura. ¿Cuáles sentimientos podrían
aparecer?:
--La incompetencia.
--La infravaloración.
--El obsesivo deseo de aprobación por parte de los demás.
--El qué dirán asfixia la libertad de obrar.
--Lo que puedan pensar de mí me impide expresarme críticamente.

Según el historial de aceptación con que el niño o adolescente ha sido


guiado, así también se aceptará a sí mismo. Bernabé Tierno nos explica y
ejemplifica:

“Sólo el niño que ha sido aceptado incondicionalmente por sus padres será capaz
de aceptarse tal como es. Conocemos casos de homosexualidad más o menos
larvada, motivada por el hecho de que los padres no supieron aceptar el sexo del
hijo. Querían tener una niña y les nació un varón. Su rechazo del niño fue tan
patente que éste se hizo consciente del problema desde muy corta edad y adoptó
la actitud femenina que sus padres deseaban con el objeto de contentarles de
alguna manera. Las condiciones de los padres impidieron en el hijo la
aceptación del propio esquema corporal”.13

En definitiva, es inútil querer realizarnos sin querer reconocer lo que en


realidad somos. Aceptar la propia verdad interior significa aceptarnos sin
deformar lo que realmente somos. Como nos señala Louise L. Hay: “He
comprobado que cuando realmente nos amamos, es decir, cuando nos
aprobamos exactamente tal como somos, todo funciona bien en la vida”. Por
ejemplo, es inútil que siendo mujer pretendas ser hombre; es incomprensible
que quieras ser futbolista si te falta una pierna; es imposible que puedas conocer
los colores si has nacido ciego.

Aceptar nuestra verdad interior significa a su vez aceptar nuestros errores,


porque de no aceptarlos nunca nos libraremos de ellos. Por ejemplo, Dios no
13Ibid, Pág. 25. Es obvio que cuando suceden estos casos de rechazo de los padres a los hijos, los mismos
demuestran que no aceptan a sus hijos incondicionalmente, sino que quieren que realicen las expectativas que
se hicieron con ellos, pero esta actitud deforma la conducta de un hijo y su proceso normal de crecimiento.
condenó a Caín por haber matado a Abel, sino por no haber sabido aceptar la
responsabilidad de su acción lamentable. Es decir, nuestros errores nunca nos
perdonarán hasta que no sepamos aceptarlos. Porque somos lo que somos ante
nosotros mismos y no lo que aparentamos ante los demás.

1.6.- Dimensiones morales de la persona

La presencia en cada persona de la racionalidad, la conducta, la libertad,


el temperamento, los deseos, las tendencias interiores, el entorno social, etc.,
hablan por sí mismo de las dimensiones morales que identifican la vida de todo
ser humano. Porque todo ser racional es a su vez objeto de moralidad. Luego,
sólo el hombre posee dimensiones morales.

En el ámbito de los valores conocemos una serie de dimensiones morales


(capacidades y habilidades), que facilitan el aumento de la autonomía y el
espíritu crítico. Entre las dimensiones de la personalidad moral se encuentran:

-Autoconocimiento
-Autonomía y autorregulación
-Capacidades de diálogo
-Capacidad para transformar el entorno
-Comprensión crítica
-Empatía y perspectiva social
-Habilidades sociales y para la convivencia
-Razonamiento moral.

El autoconocimiento: es aquella capacidad que facilita el progresivo


conocimiento de uno mismo, la autoconciencia del yo, así como su valoración,
permitiendo una clarificación sobre la propia forma de ser, pensar y sentir.

La autonomía: es la capacidad de autorregulación que permite una mayor


coherencia entre lo que uno piensa y hace. Es la propia persona quien establece
el valor y se organiza para actuar de acuerdo con él.
La autorregulación: son los mecanismos mediante los cuales los agentes
de cualquier negocio o industria se ponen de acuerdo en unas reglas de juego,
cuyo incumplimiento tiene repercusiones de distinta índole y en donde no
interviene el Estado. Por ejemplo, una empresa no tiene por qué dejarnos
opinar, porque tiene sus dueños, sus accionistas, sus objetivos de maximizar
beneficios. Pensémoslo en términos de canales de televisión. Los broadcasters no
toman en cuenta nuestra opinión (el rating no es una medición de opinión) sino
la de sus anunciantes o quienes compran sus espacios.

La autorregulación es un concepto bastante antiguo en la medida en que


se puede remitir al origen del derecho mismo. No obstante, donde la
autorregulación ha tenido mayor desarrollo e impacto reciente en el mundo ha
sido en el mercado de valores. En efecto, la autorregulación es un elemento
esencial a la industria bursátil, por la especialidad de las materias de ese mercado
y por la rapidez y agilidad con que en el mismo se opera. En este sentido, la
autorregulación se ha convertido en un componente integral de la industria y
de la regulación del mercado de valores.

El autorregulador en el mercado de valores generalmente emite


normatividad, supervisa y vela por su cumplimiento y disciplina a sus
miembros. Eventualmente puede desempeñar funciones de registro o arbitraje y
conciliación.

La autorregulación en el mercado de valores procura elevar los estándares


profesionales y vela por un mercado íntegro y transparente donde exista libre
formación de precios y condiciones adecuadas de seguridad para los
inversionistas y para el público en general.

Las capacidades de diálogo: que te permiten hablar de todos aquellos


conflictos de valor no resueltos que te preocupan, tanto a nivel individual como
social. Suponen el poder intercambiar opiniones, razonar sobre los diferentes
puntos de vista e intentar llegar a un entendimiento, un acuerdo justo y
motivado racionalmente.
La capacidad para transformar el entorno: que te permite formular
normas y proyectos contextualizados donde se pongan de manifiesto los
criterios de valor relacionados con la implicación y el compromiso. Esta
capacidad no se desarrolla únicamente en el aula, sino que lo hace también en
los distintos ámbitos.

La comprensión crítica: que supone la habilidad de adquirir información


de la realidad moralmente relevante, analizándola críticamente, contrastándola
con diversos puntos de vista, mostrando además una actitud de compromiso y
entendimiento para mejorarla. Por ejemplo, ¿es un problema en la actualidad la
llamada sobrepoblación? Pues de alguna manera sí. ¿Son el aborto y los
anticonceptivos las formas morales más idóneas para enfrentar esta situación?
Dicha interrogante produce un conflicto de valores, y a su vez despierta la
comprensión crítica.

La empatía y la perspectiva social: que permiten a la persona incrementar


su consideración para con los demás, interiorizando valores como la cooperación
y la solidaridad. La progresiva descentralización posibilita el conocimiento y la
comprensión de las razones, los sentimientos, las actitudes y los valores de las
otras personas. Por ejemplo, ¿eran posibles la empatía y la perspectiva social en
el socialismo que concentraba todo en el Estado? Evidentemente que no.

Las habilidades sociales (para la convivencia): se refieren al conjunto de


comportamientos interpersonales que la persona va aprendiendo y que
configuran su competencia social en los diferentes ámbitos de relación. Permiten
la coherencia entre los criterios personales y las normas y principios sociales. Por
ejemplo, tú que eres dominicano (a), vas a vivir a la tribus de los cholos en
Colombia, no puedes pretender llevar el mismo estilo de vida que tienes aquí,
pues allí el hábitat estructural, social, familiar, religioso, cultural es diverso al
tuyo. De tal manera que si tienes habilidades para la convivencia podrás
adaptarse con facilidad a dicha sociedad.

El razonamiento moral: es la capacidad intelectiva que permite reflexionar


sobre los conflictos de valor (que son las diversas opciones en juego cuando se
trata de tomar una decisión). El desarrollo del juicio moral tiene la finalidad de
llevar a pensar según criterios de justicia y dignidad personal, teniendo en
cuenta los principios de valor universales: el Amor, la Justicia, la Solidaridad.

Según Berkowitz la personalidad moral posee cinco componentes:

1) Conducta. Kohlverg argumentaba que una conducta se puede juzgar


sólo por las intenciones del actor. Por ejemplo, si intento atacarte para
robarte el dinero y con ello, sin advertirlo, te salvo de una bala perdida
que hubiera acabado contigo, ¿he actuado moralmente al salvarte la
vida? Una persona con buenas intenciones que nunca actúa en base a
ellas, ¿es plenamente una persona moral? No.

2) Carácter. Es la tendencia única y permanente de un individuo actuar


de un modo y no de otro. Por ejemplo, las tendencias a la honestidad
o la crueldad, son moralmente relevantes. ¿Dónde está el argumento
esencial? En que la conducta moral se debe aprender, practicar y en
última instancia interiorizar como un carácter o virtud, hasta convertirla
en un hábito. Por eso, conducta y carácter van unidos.

3) Valores. La educación moral se debería preocupar básicamente de los


valores morales, que son los gravados en el corazón y que son
universalmente aceptados. Los valores morales son fundamentales en
la anatomía de la persona.

4) Razonamiento moral. Es la capacidad de razonar sobre cuestiones


morales, llegar a conclusiones morales, tomar decisiones morales. No
podemos anticipar todos los posibles dilemas y elecciones morales y
programar al individuo con los valores y virtudes necesarios para
actuar moralmente en cada caso. Una persona moral madura debe ser
capaz de reflexionar sobre un problema moral y emitir un juicio racional
al respecto. Por ejemplo, vives con conciencia el valor del pudor o del
respeto a tu cuerpo desde la niñez, pero en la escuela te encuentras con
un grupo de compañeros que defienden el exhibicionismo y el nudismo,
¿Cuál ha de ser tu actitud racional? ¿Pensar como ellos para no hacer el
ridículo, o mantener tu postura del pudor que vives como un valor?

5) Emoción. Existen dos grandes categorías de emoción moral:

a) La autocensura o autovaloración negativa ante un pensamiento o


acción indeseable (nos referimos a la culpabilidad, la vergüenza, el
remordimiento). Por ejemplo, una persona que ha detestado en su vida la
masturbación, pero por más que la reprime siempre cae en ella.

b) Reacción afectiva ante la aflicción de los demás (nos referimos a


cuestiones como la empatía y la simpatía). Por ejemplo, ante la opinión
que tienen los demás de mí, pues reacciono con depresión o con
animosidad.

Estos cinco elementos no son dimensiones independientes, sino que todos


funcionan y trabajan en la persona moral de manera conjunta.

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