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Charlie Hebdo El Evento Del Fin Del Nihi
Charlie Hebdo El Evento Del Fin Del Nihi
Charlie Hebdo El Evento Del Fin Del Nihi
Charlie Hebdo
Evento del fin del nihilismo cumplido
Conferencia plenaria
XV Congreso Nacional de Filosofía del Perú
Universidad Nacional del Altiplano, Puno, 2015
Pero detengámonos un instante en el nihilismo, que de ser palabra con resonancia desde
la segunda mitad del siglo XIX, ha pasado a requerir de algún tipo de aclaración, pues es
hoy extraña a los lenguajes sociales y su significado filosófico puede no ser evidente
incluso para los filósofos mismos. El nihilismo fue descrito como un fenómeno
metafísico por Nietzsche, con el que de alguna manera caracterizaba al producto social de
los tiempos modernos. Nietzsche aparentemente recogió la expresión de la cultura
política europea contemporánea; se refería, de manera genérica, a la pérdida paulatina de
los factores orientadores de sentido de la existencia humana, aquello que le asigna al
hombre criterios de reconocimiento e identidad, algo que Nietzsche llamó “valores” para
significar –así de sencillo- lo que hace de una vida humana una narración significativa en
la cual reconocerse. Un mundo nihilista es un mundo cuya esencia se halla desprovista o
consiste en la ausencia de esos valores. Es un mundo donde los valores se han debilitado
y han generado un relieve de laxitud, sinsentido y vacío. Nosotros asociamos “valores”
como conceptos epistémicos, de supuesto contenido normativo, que son relativos a
creencias humanas. En el contexto de Nietzsche “valores” se refería a criterios
articuladores cuyo conjunto, que puede ser difuso o abierto, caracterizan la existencia
humana; cosas tales como pertenecer a una comarca, de la cual uno es vecino, se halla la
familia y se practica la reciprocidad y la amistad; se halla en el horizonte una cultura y
una tradición de referentes que la significan; se es súbdito de la Casa Tal y Tal, a la que
se rendía honor en la vida social y lealtad en las guerras; de ella a cambio se recibía
sentido de pertenencia histórica en la sucesión de las dinastías; se hallaba también allí la
experiencia de la vida humana como un conjunto en un tiempo trascendente, envolvente
del hombre en el cosmos todo, cuyo sentido se consumaba en el mundo de Nietzsche en
la esperanza de lograr la salvación. A esto que los valores significaban podemos llamarlo
“el ajuar del sentido”.
Heidegger sabía que Nietzsche había hecho una distinción entre diversos tipos de
“nihilismo”. Para efectos de Charlie Hebdo como una publicación nihilista, interesa
enfocarse en lo que Nietzsche denominaba “nihilismo activo”. Independientemente de las
consideraciones de detalle sobre lo que Heidegger o Nietzsche interpretaron o quisieron
decir con esa expresión, podemos definir esa clase de nihilismo como el esfuerzo,
socialmente efectivo, es decir, que se convierte en productos sociales reconocibles, de
llevar a cabo y consumar con el propio esfuerzo la experiencia de la nada, que se instala y
reemplaza al ser en el mundo social como encuentro para el hombre mismo, que se siente
así perteneciente a esa nada, teniendo a la nada, la ausencia de orientación y sentido,
como propia. El nihilismo activo es la realización social e histórica de la nada por agentes
humanos específicos; éste puede ser reconocido fácilmente en la vida cotidiana en el
activismo que busca destruir referentes de sentido para la vida humana, sea la propia, sea
la de los demás. Esto encierra la paradoja de justificar la nada en nombre del hombre
mismo, como efecto de un sentido de la humanidad en la que ésta encontraría su plenitud
en prácticas, creencias e instituciones que permitieran ser a la nada, por decirlo de alguna
manera. La actividad antirreligiosa es una variedad de este extraño humanismo, en el que
Heidegger reconoció, junto a la abolición o el extrañamiento de lo santo, también la
destrucción de la comarca, la sabiduría y el reconocimiento humano del relieve visible, la
simplificación del hombre concreto en el mundo del comercio y la banalidad burguesa.
En Francia las iglesias de los poblados donde a nadie le interesa más la misa misma por
cuya celebración fueron construidas suelen ser hoy demolidas, incluso a pesar y quizás en
virtud de su significado histórico, artístico y cultural. Marcan un relieve de sentido; es
natural que el nihilismo activo se esmere en su desaparición. La experiencia de la misa en
los últimos decenios se asemeja mucho a la de un club de autoayuda más algo de música
de radio de amplitud modulada; mientras más humana se ha vuelto la misa latina, en el
sentido humanista de la expresión “humana”, más razones tiene la municipalidad para
demoler sus bellos e inútiles locales medievales.
El hombre ordinario, el hombre medio nihilista que pasa el tiempo con revistas satíricas
fue tipificado por Heidegger en la analítica de Sein und Zeit (1927) por tener por su
esencia las habladurías del mundo público, es decir, por lo que dicen los noticieros, los
tabloides, las redes sociales o los programas de televisión de cable; se identifica con el
nihilismo que estas instituciones presuponen y actúan. Ahora bien. El nihilismo activo
que revistas como Charlie Hebdo significan implican, presupone un ámbito hermenéutico
de plenitud, esto es, que ese hombre ordinario de Sein und Zeit es el representante de la
esencia humana de ese mismo mundo humano sin dioses al que pertenece y en el que se
realiza. Cuando decimos que el nihilismo se halla cumplido, quiere decir que ha
sustituido a lo que sea que lo precedió como la esencia del mundo. Es el mundo normal,
usando el término en sentido consagrado de Thomas Kuhn. En un mundo así descrito se
cumple que lo que se dice de él en las habladurías, que resultan ser también su norma; es
a la vez obligatorio que la norma se cumpla e impensable que cualquier cosa que lo altere
pueda jamás suceder. Es un punto interesante cuya reflexión se halla en la conferencia de
Heidegger La época de la imagen del mundo (1938).
Para usar el vocabulario de Carl Schmitt, el mundo histórico nihilista tiene, como todo
mundo, un ámbito que le es propio, el equivalente en la interpretación humana de un
territorio, lo que Schmitt denomina un nomos. Todo mundo se instala políticamente,
como antes lo había hecho el mundo de la comarca, los amigos, las dinastías y los
templos; por eso hay un alcance territorial para ese mundo, donde hay instituciones cuya
validez significa. Un nomos nihilista es un ámbito de alcance y mando político en el que
la actividad del nihilismo constituye un mundo histórico inmóvil, pues la nada cumplida
no se mueve o, al menos, no debería. Es inmóvil como lo era el dios que Aristóteles puso
como el sentido de su cosmología intemporal, sólo que en este caso marca la vigencia e
incuestionabilidad del nihilismo mismo en el mundo social. Dijo Miguel Giusti en otro
contexto, para significar ese mundo políticamente, que responde a un consenso que “es
no problematizable”. Sublevarse contra ese mundo no sólo está prohibido en el alcance
de ese nomos. Por ser normalidad y esencia, es imposible. No es que lo sea desde el punto
de vista lógico, sino desde el punto de vista de la comprensión socialmente entendida.
Quiere decir que lo mismo que da carácter perentorio a la norma es también lo que hace
inadmisible la mera idea de que una realidad no nihilista pueda interrumpir las apacibles
tardes de chiste para el hombre del mundo público.
Es posible que no resulte convincente aún el carácter donativo e inicial del evento
Charlie Hebdo. Ha escrito la notable experta en nihilismo Remedios Ávila en 2005 que
“Vivimos una época nihilista. Parece como si la nada hubiera tomado por asalto el lugar
que un día correspondió al ser”. Subrayemos en esta cita de la filósofa española la
expresión parece. Si los europeos no son capaces más de ir a la santa cruzada es porque
el nihilismo activo se ha impuesto como horizonte de mundo; uno debería esperarse que
los chistes de los pasquines satíricos antirreligiosos fueran siempre para todos, para el
hombre ordinario que vive en el mundo público de las habladurías, ocasión de una gran
risa. En un mundo nihilista no debía haber lugar para la indignación, la ofensa o el dolor
cuando se mancilla algo que alguien considera sagrado, esto es, sagrado no como en el
mundo europeo contemporáneo lo es un animal, sino como un dios lleno de esplendor y
majestad, cuya experiencia es de lo tremens et fascinans. Y de hecho no lo hay. El
Heidegger que estaba por estudiar el nihilismo activo el año siguiente de su conferencia
El origen de la obra de arte, que se ha citado, llamó a la misa en 1935 “el sacrificio
esencial”, y no dudó en caracterizar la misa tridentina como uno de los ámbitos de
manifestación de la verdad del Ser, a pesar de que sostenía a la vez que en el nihilismo
como actividad social el Ser se desvanece y oculta. Las parodias sexuales publicadas
contra este mismo sacrificio en Charlie Hebdo antes del 7 de enero no han merecido
comentario papal alguno jamás, sin embargo, al extremo de que podemos decir que es
una verdad social europea del nihilismo cumplido que la religión no constituye un
sentido, y aun ni siquiera para los cristianos mismos pues, como se ve, ni el Papa ha
mostrado jamás disconformidad antes de este episodio con que Jesús apareciera entre
dibujos de las más curiosas aberraciones. Muchos curas de Francia se solidarizaron
con Charlie Hebdo, algo que es muy humano, pensando en la muerte del personal de la
revista, ejecutado por algo inexplicable que irrumpió en sus oficinas, aunque esos
mismos curas jamás mostraron incomodidad alguna por las sátiras contra realidades que
pregonan ellos mismos como santas y dignas de temor y temblor en sus ritos, lo cual
muestra la pertenencia de ellos mismos al nihilismo, pues es obvio que esto del temor y el
temblor no les pasa a estos curas por la mente, al menos no cuando su pertenencia se
presume no humana.
Estas consideraciones nos remiten al problema de por qué el mundo nihilista es inmóvil y
en qué sentido el evento Charlie Hebdo lo ha movido. El nomos nihilista funciona bajo el
presupuesto de que no hay nada exterior a él; no es posible que halla ámbitos
hermenéuticos que puedan constituir un afuera de su ley y sus derechos. Uno podría tener
aquí la tentación sociológica de creer que se trata de una caracterización banal de
cualquier mundo humano y que, en ese sentido, el mundo nihilista es inmóvil en el
mismo sentido en que cualquier otro lo sería al describirse a sí mismo. Los romanos del
año 300, por ejemplo, no podían imaginarse que dos siglos después su mundo iba a
retroceder 1500 años tecnológicamente y que Roma, su capital, en ruinas, iba a ser la
sede de la iglesia cristiana. Pero la inmovilidad aquí es ontológica porque parte de
presupuestos que hacen de este horizonte una exigencia metafísica. Otros mundos
históricos alternativos no son metafísicos en ese sentido y, por lo mismo, tienen la
movilidad como parte de su propia descripción. Esto se debe a que este mismo mundo es
el resultado de un proceso histórico del cual la metafísica, que parece una inocua
disciplina que se ocupa e interesa por el Ser como la medicina por la salud, ha logrado
algo que otras disciplinas no han hecho, a saber, transformar la naturaleza del mundo a
través de la aplicación de sus presupuestos como descripción del mundo histórico-social.
Siguiendo una narrativa heideggeriana, el mundo moderno, que es en último término la
realidad histórica en la que el nihilismo activo alcanza su cumplimiento, es el producto, el
efecto histórico de la metafísica. Ésta se plantea en la era moderna la fundamentación del
conocimiento, de tal manera que los temas propiamente ontológicos son transferidos al
ámbito de la ciencia.
Un buen día los problemas más fundamentales relativos al Ser parecen el trabajo de los
epistemólogos, pero más aún de los científicos y, finalmente, de los productores de
tecnología aplicada. Cuando esto sucede, los caracteres de la metafísica terminan
constituyendo el mundo donde la tecnología tiene su sentido, que es este mismo mundo
del hombre nihilista. El Ser ha sido desplazado del horizonte, y se hallan en su lugar los
productos tecnológicos. Su cuenta de Facebook, por ejemplo. Y entonces la metafísica,
que se caracteriza por pensar lo eterno o, mejor dicho, que tiene su dios en el motor
inmóvil de Aristóteles, se ha transformado en un mundo donde es obligatorio el nomos
nihilista. Metafísica y nihilismo, aunque no sean lo mismo, acontecen juntos.
No se puede culpar a nadie de que parezca que no hay nada fuera del mundo del hombre,
esto es, del nomos del mundo nihilista, pues el hombre, sus cables y sus animales
parecen serlo todo; no parece posible que haya nada que pudiera jamás escapar de la
naturaleza metafísica de ese mundo. El novum es tan imposible en el mundo social como
lo era la Estrella nueva para los que la vieron a inicios del siglo XVII, cuando se creía
que el Cielo era estable y eterno de manera semejante. Es notorio que en las ciencias de la
naturaleza no tiene sentido pensar en algo realmente nuevo, pues la ley natural es en sí
misma una idea opuesta al milagro, esto es, a lo anómalo e inexplicable; así como la
regularidad y la repetición son el trasfondo de la experiencia de todo significado
“científico”, en el mundo ordinario cuya metafísica sostiene el nihilismo también el
milagro histórico-social se halla excluido y sólo hay lugar para lo siempre igual; en este
sentido, ha escrito Vattimo en su libro De la realidad, de 2012, que “el Ser sólo puede ser
inmóvil y ahistórico”. En un mundo histórico humano pensado metafísicamente parece
“natural” la ausencia de movimiento, es decir, que nada acontezca y no haya historia;
nada puede alterar, apropiarse de la atención emotiva del hombre de ese mundo
justamente porque es un mundo nihilista. Pero la experiencia social de lo que parece
después de Charlie Hebdo es que ese mundo inmóvil del nihilismo se ha movido. ¿No es
esto una sugerencia de que el Ser se ha instalado en un lugar que (antes) era propio de la
nada?
Consideramos Charlie Hebdo como novum o “evento fundante” porque pone en situación
de urgencia un mundo metafísico instalado. El lector podría pensar que es algo
caprichoso ver motivos suficientes para comprender Charlie Hebdo como un fenómeno
ontológico y no uno policiaco, un rapto fundamentalista, etc. Un horizonte histórico de
instalación del hombre, el nihilismo cumplido, allí donde el nihilismo significa una
garantía para la quietud y la permanencia de las instituciones sociales –pueden razonar
las habladurías del mundo público- ha recibido un remezón, pero, en esencia, una vez
liquidados los terroristas y restablecida en circulación la revista y sus chistes, queda todo
igual como estaba antes. Ésta sería una interpretación óntica del evento, donde todo se
trata de policías, medidas de seguridad, fanáticos o controles migratorios. Éste no es en
absoluto el caso para el hermeneuta.
7 de enero. Desde un ámbito hermenéutico que puede ser pensado pero no comprendido,
tres hombres, o bien Alá o su santo Profeta, han hecho “moverse” ontológicamente un
mundo histórico; han generado una “revolución”, que es como describe esta clase de
situaciones el conde Joseph de Maistre en sus conocidas Considérations sur la France
(1796). Millones se “movieron” en toda Francia bajo el grito unánime “Je suis Charlie
Hebdo”; Charlie Hebdo, pocos días después, imprimió a costa del Estado francés el
número metafísico de 7 millones de ejemplares, cuando antes lo hacía con unos pocos
miles. Millones de musulmanes se movieron en todo el mundo contra la Francia nihilista
y sus multitudinarias manifestaciones agitaron el triste y banal mundo de las habladurías.
Esta idea de ser movido frente al mundo social inmóvil puede y debe ser interpretada en
términos de un novum, un evento fundante, que quiebra e instala un sentido que altera y
transforma el mundo movido, que es el del nihilismo cumplido. La urgencia que este
movimiento ha instalado es ontológica; ha sustraído del silencio un mensaje de un mundo
otro en un régimen de historicidad nuevo que se narrará, en un mundo cuya naturaleza se
ha trastocado y cuya constitución fáctica, con más terror, o de otra manera inaccesible
para nosotros, desde el 7 de enero de 2015. Nos preguntamos si el fin del mundo nihilista
no será también la instalación de un nuevo nomos que, quizá, devuelva su carácter de
urgencia y evento a la comarca, a las dinastías y a los dioses. En cualquier caso, el 8 de
enero Charlie Hebdo apareció en las primeras planas de todos los diarios serios del
mundo; Alá y el santo Profeta estaban, desde un ámbito hermenéutico otro,
discretamente, a su lado.
Caetera desiderantur…