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GUERRA CIVIL Esquema
GUERRA CIVIL Esquema
Durante los primeros meses del conflicto se impuso la guerra de columnas*. Las
milicias catalanas, victoriosas en Barcelona, organizaron columnas hacia Aragó n,
que vieron detenido su avance a causa de la desorganizació n, la falta de un mando
comú n y la resistencia encontrada. La estrategia militar de los alzados se centró en
la toma de Madrid. El ejército de Á frica atravesó el estrecho de Gibraltar —
bloqueado por la marina republicana— gracias a un puente aéreo con Sevilla y a
los convoyes de barcos protegidos por la aviació n enviada por Hitler y Mussolini.
Desde allí se inició el avance hacia Extremadura. La toma de Mérida el 11 de agosto
unió a los dos sectores de la Españ a nacional. En las ciudades ocupadas se ejerció
una política del terror*, que en el caso de Badajoz alcanzó una extrema dureza.
La columna del norte, reforzada con falangistas y requetés, tomó los puertos de
Somosierra y de los Leones, en el sistema Central. Sin embargo, las milicias
populares frenaron su avance. A comienzos de octubre, bajo la direcció n de Franco,
las columnas nacionales alcanzaron las proximidades de la capital, y en noviembre
se encontraban en la Ciudad Universitaria. Miles de madrileñ os fortificaron Madrid
al grito de «¡No pasará n!». Ante la inminente caída, el Gobierno republicano se
trasladó a Valencia. La confusió n entre los defensores se vio agravada por la
presencia de quintacolumnistas*, lo que precipitó la matanza de simpatizantes
nacionales en Paracuellos del Jarama.
Los atacantes iniciaron un asedio frontal. Madrid resistió defendida por militares
leales a la Repú blica, brigadistas internacionales y milicias de partidos y sindicatos.
El 23 de noviembre finalizó la batalla y se fijó el frente a pocos kiló metros de la
ciudad. Fracasado el intento de entrar en Madrid, Franco pretendió aislar la
capital. La batalla del Jarama, que trató de impedir las comunicaciones
republicanas con Valencia, apenas movió el frente pese a las numerosas bajas. En la
batalla de Guadalajara las tropas italianas rompieron el frente, pero el contrataque
republicano restableció la situació n.
A una nueva ofensiva de Franco sobre Madrid a finales de 1937 los republicanos
respondieron en enero de 1938, en el invierno má s crudo del siglo, con la toma de
Teruel. Sin embargo, la ciudad fue recuperada por los sublevados tras una feroz
batalla. El fracaso republicano puso de manifiesto sus carencias al tiempo que hizo
evidente la abrumadora ventaja en hombres, material y organizació n del bando
sublevado.
Tomando la iniciativa, las tropas franquistas avanzaron sobre Aragó n y el norte de
Castelló n hasta alcanzar el Mediterrá neo en Vinaroz el 15 de abril de 1938. La
Repú blica se encontraba en una situació n precaria, con el territorio dividido,
escasez de alimentos y enfrentamientos internos. Franco se adentró hacia Valencia,
pero el Gobierno republicano ordenó una contraofensiva de distracció n. Las
unidades má s selectas del ejército republicano atravesaron el Ebro el 25 de julio de
1938. La batalla del Ebro se prolongó hasta noviembre de ese añ o. Esta lucha de
desgaste favoreció a Franco que, respaldado por su superioridad artillera y aérea,
rechazó finalmente el ataque. El ejército republicano perdió a sus mejores hombres
y su falta de reservas le impidió renovar el material perdido.
El 23 de diciembre de 1938 comenzó la ofensiva sobre Cataluña. El 26 de enero
las tropas de Franco entraron en una desguarnecida Barcelona y el 10 de febrero
alcanzaron la frontera francesa. Miles de refugiados pasaron a Francia, entre ellos
Manuel Azañ a con los miembros del Gobierno. El Reino Unido y Francia
reconocieron al Gobierno de Franco y el 27 de febrero Azañ a dimitió como
presidente de la Repú blica.
2. LA ESPAÑA REPUBLICANA
La Iglesia
Los eclesiá sticos españ oles se alinearon mayoritariamente con el bando
nacional
La pastoral de monseñ or Enrique Plá y Deniel, obispo de Salamanca, del 30 de
septiembre de 1936, legitimaba el alzamiento y la Guerra Civil, otorgá ndoles el
estatuto de «cruzada» por la religió n, por la patria y por la civilizació n.
El 1 de julio de 1937 se hizo pú blica una carta colectiva de los obispos
españoles en apoyo a la sublevació n.
Se establecieron relaciones diplomáticas con la Santa Sede.
La nueva sociedad
Base social:
o Oligarquía tradicional.
o Sectores rurales (pequeñ os propietarios agrícolas)
o Gran parte de las clases medias urbanas se identificaron con los
principios de orden del nuevo régimen.
Valores respaldados por la Iglesia, el Ejército y la Falange:
o El nacionalismo españ ol.
o La defensa de la religió n, de la jerarquía, del deber, de la obediencia y
del recato.
Las mujeres:
o Fueron alejadas de la vida laboral fuera de casa y se realzó su papel
de madres y esposas cristianas.
o La Secció n Femenina de la Falange canalizó sus escasas actividades
políticas.
La educación:
o Se ideologizó , con una fuerte presencia de la religió n cató lica y de los
ideales de la Falange.
o La coeducació n de niñ os y niñ as fue suprimida.
o Los maestros fueron depurados.
Consecuencias económicas
La falta de productos de primera necesidad llevó al racionamiento y favoreció
la ruralización del país.
Miles de viviendas, pueblos enteros y barrios urbanos desaparecieron a causa
de los bombardeos.
Gran parte de la infraestructura se vio afectada.
La producción agraria de 1939 bajó un 20% con relació n a los añ os anteriores
a la contienda.
El sector industrial conservó casi toda la infraestructura, aunque la producció n
se contrajo en un 30%.
El índice del coste de la vida aumentó y hasta 1954 la renta per capita no
volvió a sobrepasar la anterior a 1935.
La Hacienda pú blica quedó sin divisas y sin reservas de oro.
Endeudamiento con Alemania e Italia.