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El Ello, el Yo y el Superyo
La realidad psicológica freudiana empieza con el mundo lleno de objetos. Entre
ellos, hay uno especial: el cuerpo. El cuerpo (Nos referiremos a cuerpo como
vocablo para traducir “organism”, ya que en psicología es más aceptado el
término. N.T.) es especial en tanto actúa para sobrevivir y reproducirse y está
guiado a estos fines por sus necesidades (hambre, sed, evitación del dolor y
sexo).
Una parte (muy importante, por cierto) del cuerpo lo constituye el sistema
nervioso, del que una de sus características más prevalentes es la sensibilidad
que posee ante las necesidades corporales. En el nacimiento, este sistema es
poco más o menos como el de cualquier animal, una “cosa”, o más bien, el Ello. El
sistema nervioso como Ello, traduce las necesidades del cuerpo a fuerzas
motivacionales llamadas pulsiones (en alemán “Triebe”). Freud también los llamó
deseos. Esta traslación de necesidad a deseo es lo que se ha dado a conocer
como proceso primario.
El Ello tiene el trabajo particular de preservar el principio de placer, el cual puede
entenderse como una demanda de atender de forma inmediata las necesidades.
Imagínese por ejemplo a un bebé hambriento en plena rabieta. No “sabe” lo que
quiere, en un sentido adulto, pero “sabe” que lo quiere…¡ahora mismo!. El bebé,
según la concepción freudiana, es puro, o casi puro Ello. Y el Ello no es más que
la representación psíquica de lo biológico.
Freud consideró que todo el comportamiento humano estaba motivado por las
pulsiones, las cuales no son más que las representaciones neurológicas de las
necesidades físicas. Al principio se refirió a ellas como pulsiones de vida. Estas
pulsiones perpetúan (a) la vida del sujeto, motivándole a buscar comida y agua y
(b) la vida de la especie, motivándole a buscar sexo. La energía motivacional de
estas pulsiones de vida, el “oomph” que impulsa nuestro psiquismo, les llamó
libido, a partir del latín significante de “yo deseo”.
Finalmente, Freud estableció claramente una forma de terapia. Salvo para algunas
terapias conductuales, la técnica fundamental sigue siendo “la cura por la palabra”
Los estilos de vida, existen cuatro tipos básicos: el tipo dominante o controlador,
muestra una actitud autoritaria, sin consideración hacia los demás, llegan a
convertirse en delincuentes o psicópatas, en menor grado solo drogadictos,
alcohólicos; el tipo inclinado a recibir, el más común, es dependiente de otras,
espera recibir no dar; el tipo evasivo, no hace frente a los problemas, no arriesga,
pasa por alto las dificultades por miedo a fracasar; el tipo socialmente útil, los
anteriores estilos de vida no son útiles a la sociedad, este en cambio, es tolerante
con las personas, busca ayudar a otros y se desarrolla dentro de los estatutos
sociales. Estos cuatro estilos de vida, a su vez, son determinados por el orden de
nacimiento.
El orden de nacimiento: los primogénitos, son los engreídos que sufrirán el
destrono por sus hermanos, al principio reciben mayor atención por sus padres,
sobreprotegen a sus hermanos y si no superan su destrono son proclives a
problemas posteriores ; los segundos, son los hijos a quien le da igual lo que
suceda con ellos, no han sido destronados ni son los más engreídos; lo últimos
hijos, son los engreídos, consentidos e hiperactivos, puesto que no aprenden a
hacer solo sus cosas sino que tienen a sus hermanos, les cuesta adaptarse a la
vida adulta; el hijo único, nunca pierde la supremacía, son pegados a mamá,
pueden sufrir de mamitis, les cuesta compartir y competir con otros porque en
casa siempre tuvieron todo para ellos solos, además de ser egocéntricos.
Adler muestra al ser humano más optimista que otros, no lo hace víctima de su
pasado, le da el libre albedrío y la capacidad para moldear su desarrollo.
Considera importante en el desarrollo de la personalidad los factores cognoscitivos
y sociales.
Para Adler, las neurosis son el resultado de la pugna entre los impulsos de
poderío del individuo y las exigencias del mundo exterior.
Las neurosis son una forma mórbida de imponerse y adquirir poderío, puesto que,
mediante ellas, el sujeto logra que los que lo rodean, contraigan obligaciones para
con él.
Toda neurosis debe ser entendida como una tentativa cultural, equivocada, para
librarse de un sentimiento de inferioridad y formarse uno de superioridad.
En las neurosis existen factores no sexuales como los impulsos de agresión.
Según Adler, el terapeuta debe tratar activamente las dificultades aparentes del
enfermo, y no limitarse a escuchar e interpretar.
En resumen, la psicología individual pasa por alto lo inconsciente y no trata las
transferencias ni las resistencias.
El terapeuta debe ser finalista, es decir que debe explicar a su paciente a qué
tiende el sujeto a través de cada manifestación psíquica patológica o a qué fin
quiere llegar con su neurosis.
Una de las teorías está enfocada en estudiar la mente inconsciente. Así como
Freud, Carl Jung creía que la mente inconsciente era una porción bastante amplia
del cerebro la cual no puede ser accesada por la mente consiente. La diferencia
entre la teoría del inconsciente de Freud y la de Jung es que Freud basó su teoría
en las memorias reprimidas del inconsciente.
Los aspectos en los cuales puso énfasis para realizar sus estudios fueron los
sueños, el arte, la religión y la mitología. Es por eso que sus teorías psicológicas
hacen referencia a la religión y se centralizan en la mitología.
El creía que si esas memorias salían a flote podían causar una crisis emocional en
el individuo y eso era peligroso para la estabilidad mental de la persona.
Carl Jung por otro lado percibía la mente inconsciente como el área de la mente
donde se encontraba la creatividad en su máxima potencial.
Jung también creía que la mente inconsciente era la que almacenaba todo tipo de
arquetipos tales como mitos de la religión la figura femenina, la similardad de
todas las religions. El creía que estos arquetipos estaban pre programados en el
individuo en su mente inconsciente. Según el a nivel inconsciente esta área de la
mente era la única que los humanos podían compartir a nivel inconsciente.
Otra diferencia con las teorías freudianas es la identidad de los géneros. Freud
veía los géneros masculino y femenino como algo separado. Jung creía que todos
los hombres tiene algo de femenino en el inconsciente y las mujeres algo de
masculino. El creía que todo ser humano nace con el anima y el animus dentro de
si mismo. Jung fue uno de los primeros teoristas que estudio el androginismo.
Los contenidos del inconsciente colectivo son los llamados arquetipos. Jung
también les llamó dominantes, imagos, imágenes primordiales o mitológicas y
otros nombres, pero el término arquetipo es el más conocido. Sería una tendencia
innata (no aprendida) a experimentar las cosas de una determinada manera.
Jung nunca se aclaró con respecto a sus creencias religiosas, pero esta idea
inusual de sincronicidad la hallamos fácilmente explicada en la perspectiva hindú
de la realidad. Desde este punto de vista, nuestros Yo individuales son como islas
en el mar. Estamos acostumbrados a ver el mundo y a los demás como entes
individuales y separados. Lo que no vemos es que estamos conectados entre
nosotros por medio del suelo marino que subyace a las aguas.
Aun cuando seamos introvertidos o extrovertidos, está claro que necesitamos lidiar
con el mundo, tanto interno como externo. Y cada uno de nosotros posee su
propia manera de hacerlo, de manera más o menos cómoda y útil. Jung sugiere
que existen cuatro maneras o funciones de hacerlo:
La mayoría de nosotros sólo desarrolla una o dos de las funciones, pero nuestra
meta debería ser desarrollar las cuatro. Una vez más, Jung considera la
trascendencia de los opuestos como un ideal. Su teoría está planteada sobre la
base de varios postulados centrales: el ya mencionado inconsciente colectivo
como parte de la división del yo, la existencia de los arquetipos, las dinámicas del
psiquismo, la sincronicidad y su perfil de personalidad centrado en la introversión y
extroversión, sumado a las funciones de dicha personalidad.
Sin embargo, aunque Freud lo tomara casi como heredero del trono
psicoanalístico, Jung nunca compartió todas las ideas de su colega. Por ello, tan
rápido como en 1909, la relación profesional y la amistad empezó a dejar ver sus
primeras fricciones. Y, de alguna forma, allí empezaría el período más fértil en la
obra de Carl Jung.