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TEORÍA DE SIGMUD FREUD

El Psicoanalista Sigmund Freud creía que el


comportamiento y la personalidad derivan de la interacción
constante y única de fuerzas psicológicas conflictivas que
operan en tres diferentes niveles de conciencia: el
preconsciente, el consciente y el inconsciente. La teoría
psicoanalítica de la mente consciente e inconsciente a
menudo se explica utilizando una metáfora del iceberg: El conocimiento
consciente es la punta del iceberg, mientras que el inconsciente está representado
por el hielo oculto debajo de la superficie del agua.
La mente consciente
Incluye todo aquello de lo que somos conscientes. Este es el aspecto de nuestro
proceso mental que nos permite pensar y hablar de forma racional. A parte de
esto, incluye nuestra memoria, que no siempre es parte de la conciencia, pero se
puede recuperar fácilmente en cualquier momento y se pone en nuestro
conocimiento. Freud llamó a esto el preconsciente.
La mente preconsciente
Es la parte de la mente que representa la memoria ordinaria. Si bien no somos
conscientes de esta información en cualquier momento dado, podemos
recuperarla y tirar de ella en la conciencia cuando sea necesario.
La mente inconsciente
Es donde guardamos nuestros sentimientos, pensamientos, impulsos y los
recuerdos que se encuentran fuera de nuestro conocimiento consciente. La mayor
parte de los contenidos del inconsciente, según Freud, son inaceptables o
desagradables, como los sentimientos de dolor, ansiedad o conflicto. Para él, el
inconsciente puede influir en nuestra conducta y experiencia, a pesar de que no
somos conscientes de estas influencias subyacentes.

Freud no inventó exactamente el concepto de mente consciente versus mente


inconsciente, pero desde luego lo hizo popular. La mente consciente es todo
aquello de lo que nos damos cuenta en un momento particular: las percepciones
presentes, memorias, pensamientos, fantasías y sentimientos. Cuando trabajamos
muy centrados en estos apartados es lo que Freud llamó preconsciente, algo que
hoy llamaríamos “memoria disponible”: se refiere a todo aquello que somos
capaces de recordar; aquellos recuerdos que no están disponibles en el momento,
pero que somos capaces de traer a la consciencia. Actualmente, nadie tiene
problemas con estas dos capas de la mente, aunque Freud sugirió que las mismas
constituían solo pequeñas partes de la misma. La parte más grande estaba
formada por el inconsciente e incluía todas aquellas cosas que no son accesibles
a nuestra consciencia, incluyendo muchas que se habían originado allí, tales como
nuestros impulsos o instintos, así como otras que no podíamos tolerar en nuestra
mente consciente, tales como las emociones asociadas a los traumas.

De acuerdo con Freud, el inconsciente es la fuente de nuestras motivaciones, ya


sean simples deseos de comida o sexo, compulsiones neuróticas o los motivos de
un artista o científico. Además, tenemos una tendencia a negar o resistir estas
motivaciones de su percepción consciente, de manera que solo son observables
de forma disfrazada. Ya volveremos más adelante con esto.

El Ello, el Yo y el Superyo
La realidad psicológica freudiana empieza con el mundo lleno de objetos. Entre
ellos, hay uno especial: el cuerpo. El cuerpo (Nos referiremos a cuerpo como
vocablo para traducir “organism”, ya que en psicología es más aceptado el
término. N.T.) es especial en tanto actúa para sobrevivir y reproducirse y está
guiado a estos fines por sus necesidades (hambre, sed, evitación del dolor y
sexo).
Una parte (muy importante, por cierto) del cuerpo lo constituye el sistema
nervioso, del que una de sus características más prevalentes es la sensibilidad
que posee ante las necesidades corporales. En el nacimiento, este sistema es
poco más o menos como el de cualquier animal, una “cosa”, o más bien, el Ello. El
sistema nervioso como Ello, traduce las necesidades del cuerpo a fuerzas
motivacionales llamadas pulsiones (en alemán “Triebe”). Freud también los llamó
deseos. Esta traslación de necesidad a deseo es lo que se ha dado a conocer
como proceso primario.
El Ello tiene el trabajo particular de preservar el principio de placer, el cual puede
entenderse como una demanda de atender de forma inmediata las necesidades.
Imagínese por ejemplo a un bebé hambriento en plena rabieta. No “sabe” lo que
quiere, en un sentido adulto, pero “sabe” que lo quiere…¡ahora mismo!. El bebé,
según la concepción freudiana, es puro, o casi puro Ello. Y el Ello no es más que
la representación psíquica de lo biológico.

Pero, aunque el Ello y la necesidad de comida puedan satisfacerse a través de la


imagen de un filete jugoso, al cuerpo no le ocurre lo mismo. A partir de aquí, la
necesidad solo se hace más grande y los deseos se mantienen aún más. Usted se
habrá percatado de que cuando no ha satisfecho una necesidad, como la de
comer por ejemplo, ésta empieza a demandar cada vez más su atención, hasta
que llega un momento en que no se puede pensar en otra cosa. Este sería el
deseo irrumpiendo en la consciencia.
Menos mal que existe una pequeña porción de la mente a la que nos referimos
antes, el consciente, que está agarrado a la realidad a través de los sentidos.
Alrededor de esta consciencia, algo de lo que era “cosa” se va convirtiendo en Yo
en el primer año de vida del niño. El Yo se apoya en la realidad a través de su
consciencia, buscando objetos para satisfacer los deseos que el Ello ha creado
para representar las necesidades orgánicas. Esta actividad de búsqueda de
soluciones es llamada proceso secundario.
El Yo, a diferencia del Ello, funciona de acuerdo con el principio de realidad, el
cual estipula que se “satisfaga una necesidad tan pronto haya un objeto
disponible”. Representa la realidad y hasta cierto punto, la razón.

No obstante, aunque el Yo se las ingenia para mantener contento al Ello (y


finalmente al cuerpo), se encuentra con obstáculos en el mundo externo. En
ocasiones se encuentra con objetos que ayudan a conseguir las metas. Pero el Yo
capta y guarda celosamente todas estas ayudas y obstáculos, especialmente
aquellas gratificaciones y castigos que obtiene de los dos objetos más importantes
del mundo de un niño: mamá y papá. Este registro de cosas a evitar y estrategias
para conseguir es lo que se convertirá en Superyo. Esta instancia no se completa
hasta los siete años de edad y en algunas personas nunca se estructurará.

Hay dos aspectos del Superyo: uno es la consciencia, constituida por la


internalización de los castigos y advertencias. El otro es llamado el Ideal del Yo, el
cual deriva de las recompensas y modelos positivos presentados al niño. La
consciencia y el Ideal del Yo comunican sus requerimientos al Yo con sentimientos
como el orgullo, la vergüenza y la culpa.

Freud consideró que todo el comportamiento humano estaba motivado por las
pulsiones, las cuales no son más que las representaciones neurológicas de las
necesidades físicas. Al principio se refirió a ellas como pulsiones de vida. Estas
pulsiones perpetúan (a) la vida del sujeto, motivándole a buscar comida y agua y
(b) la vida de la especie, motivándole a buscar sexo. La energía motivacional de
estas pulsiones de vida, el “oomph” que impulsa nuestro psiquismo, les llamó
libido, a partir del latín significante de “yo deseo”.
Finalmente, Freud estableció claramente una forma de terapia. Salvo para algunas
terapias conductuales, la técnica fundamental sigue siendo “la cura por la palabra”

Algunas de las ideas de Freud están claramente atadas a su cultura y su época.


Otras no son tan fáciles de comprobar. Incluso algunas podrían pertenecer más a
la propia personalidad y experiencias de Freud. Pero este autor fue un excelente
observador de la condición humana y mucho de lo que dijo aún tiene relevancia,
tanto que Freud será parte de los libros de personalidad en los años venideros.
Incluso cuando algunos teóricos vengan con nuevas teorías sobre cómo
funcionamos, compararán sus ideas con las freudianas.
TEORIA DE ALFRED ADLER
Adler plantea la teoría de la personalidad en un sistema de
la psicología individual. Se centra en la seguridad del ser
humano, en su conciencia y sus fuerzas sociales. Según
Adler todos nacemos con un sentimiento de inferioridad,
causado porque al nacer somos indefensos y dependemos
de otros; este sentimiento nos motiva a superarnos,
complementarlo con el sentimiento de superioridad o
perfección, el cual es el fin último del ser humano.

Sin embargo, cuando uno no es capaz de compensar los sentimientos de


inferioridad se genera el complejo de inferioridad (incapacidad para afrontar los
problemas de la vida); por otro lado, cuando la retribución es excesiva, se forma el
complejo de superioridad (opinión exageradamente de nuestras habilidades y
logros).

Determinan nuestra personalidad patrones adquiridos según nuestro estilo de vida


y orden de nacimiento, según Adler.

Los estilos de vida, existen cuatro tipos básicos: el tipo dominante o controlador,
muestra una actitud autoritaria, sin consideración hacia los demás, llegan a
convertirse en delincuentes o psicópatas, en menor grado solo drogadictos,
alcohólicos; el tipo inclinado a recibir, el más común, es dependiente de otras,
espera recibir no dar; el tipo evasivo, no hace frente a los problemas, no arriesga,
pasa por alto las dificultades por miedo a fracasar; el tipo socialmente útil, los
anteriores estilos de vida no son útiles a la sociedad, este en cambio, es tolerante
con las personas, busca ayudar a otros y se desarrolla dentro de los estatutos
sociales. Estos cuatro estilos de vida, a su vez, son determinados por el orden de
nacimiento.
El orden de nacimiento: los primogénitos, son los engreídos que sufrirán el
destrono por sus hermanos, al principio reciben mayor atención por sus padres,
sobreprotegen a sus hermanos y si no superan su destrono son proclives a
problemas posteriores ; los segundos, son los hijos a quien le da igual lo que
suceda con ellos, no han sido destronados ni son los más engreídos; lo últimos
hijos, son los engreídos, consentidos e hiperactivos, puesto que no aprenden a
hacer solo sus cosas sino que tienen a sus hermanos, les cuesta adaptarse a la
vida adulta; el hijo único, nunca pierde la supremacía, son pegados a mamá,
pueden sufrir de mamitis, les cuesta compartir y competir con otros porque en
casa siempre tuvieron todo para ellos solos, además de ser egocéntricos.
Adler muestra al ser humano más optimista que otros, no lo hace víctima de su
pasado, le da el libre albedrío y la capacidad para moldear su desarrollo.
Considera importante en el desarrollo de la personalidad los factores cognoscitivos
y sociales.

El nombre de Psicología individual no refiere, sin embargo, a un individuo sino


todo lo contrario: es una psicología en la que tienen especial importancia los
factores sociales, dado que Adler consideraba a la humanidad como un conjunto
individual e indivisible.

A partir de sus divergencias con Freud y el Psicoanálisis, Adler dejó la postura


sobre la primacía de la sexualidad y la libido como determinantes de la vida
anímica y formuló otra donde la evaluación individual del mundo es lo más
determinante.

Adler consideraba que una persona se encuentra en confrontación en tres frentes


distintos: el social, el amoroso y el vocacional. Estas tres fuerzas con las que se
confronta determinan la naturaleza de la personalidad.

Basó sus teorías en el desarrollo infanto-juvenil de la persona, una herencia del


psicoanálisis. Se enfocaba principalmente en áreas como discapacidades físicas
al nacer, el orden del nacimiento y otras.

Su teoría comparte ideas con la Psicología Humanística de Abraham Maslow,


quien ha reconocido la influencia de Adler en sus propias teorías. Ambas
sostienen que el propio individuo es quien mejor puede determinar sus propias
necesidades, deseos, intereses y crecimiento.

La personalidad de un individuo se deriva de factores externos. El carácter del


individuo está formado por su respuesta de la siguientes formas:

Compensación. Cuando una persona sufre de desventajas que le hacen inferior a


los otros, su meta principal se convierte en neutraliza dichas desventajas. Aquellos
que alcanzan esta meta con éxito obtienen éxito en sus vidas tanto social como
individualmente.

Resignación. Aquellos que admiten sus desventajas y se reconcilian con ellas.


Suelen ser la mayoría de las personas y su actitud hacia el mundo que les rodea
es relajada y un poco desinteresada.
Sobrecompensación. Las personas que se obsesionadas con la idea de
compensar sus desventajas se dejan llevar en exceso por su búsqueda por
alcanzar la meta. Éstos son los que se vuelven neuróticos.

Para Adler, las neurosis son el resultado de la pugna entre los impulsos de
poderío del individuo y las exigencias del mundo exterior.
Las neurosis son una forma mórbida de imponerse y adquirir poderío, puesto que,
mediante ellas, el sujeto logra que los que lo rodean, contraigan obligaciones para
con él.
Toda neurosis debe ser entendida como una tentativa cultural, equivocada, para
librarse de un sentimiento de inferioridad y formarse uno de superioridad.
En las neurosis existen factores no sexuales como los impulsos de agresión.

Según Adler, el terapeuta debe tratar activamente las dificultades aparentes del
enfermo, y no limitarse a escuchar e interpretar.
En resumen, la psicología individual pasa por alto lo inconsciente y no trata las
transferencias ni las resistencias.
El terapeuta debe ser finalista, es decir que debe explicar a su paciente a qué
tiende el sujeto a través de cada manifestación psíquica patológica o a qué fin
quiere llegar con su neurosis.

Adler, en su lucha contra las teorías freudianas, eliminó la importancia del


inconsciente dinámico y de la sexualidad en general, y del amor en particular, en
la “normalidad” y en las patologías.

Adler mantuvo siempre ideas propias a pesar de suscribir a la teoría del


psicoanálisis pero cuando se separó del círculo íntimo en 1911, junto a otros
psicoanalistas importantes como Carl Jung, se dedicó a trabajar en su propia
teoría con más ahínco, fundando la Sociedad para la Psicología Individual en
1912.

Después de la I Guerra Mundial, Adler se dedicó a profundizar su teoría y


difundirla, llegando a ser un académico invitado tanto en Europa como en EEUU.

Su teoría comparte ideas con la Psicología Humanística de Abraham Maslow,


quien ha reconocido la influencia de Adler en sus propias teorías. Ambas
sostienen que el propio individuo es quien mejor puede determinar sus propias
necesidades, deseos, intereses y crecimiento.

TEORIA DE CARL JUNG


Carl Jung fue un psiquiatra-filósofo suizo que nació en 1875. Empezó como
estudiante en la carrera de medicina a fines del siglo diecisiete.
Jung tuvo una breve amistad con, Sigmund Freud sin embargo sus teorías diferían
y eso hizo que terminaran su amistad. Carlo Jung murió en 1961.

Una de las teorías está enfocada en estudiar la mente inconsciente. Así como
Freud, Carl Jung creía que la mente inconsciente era una porción bastante amplia
del cerebro la cual no puede ser accesada por la mente consiente. La diferencia
entre la teoría del inconsciente de Freud y la de Jung es que Freud basó su teoría
en las memorias reprimidas del inconsciente.

Carl Jung fue considerado el fundador de la psicología analítica. El hizo uso de la


identidad del ser humano y la sociedad para interpretar la naturaleza de la
humanidad.

Los aspectos en los cuales puso énfasis para realizar sus estudios fueron los
sueños, el arte, la religión y la mitología. Es por eso que sus teorías psicológicas
hacen referencia a la religión y se centralizan en la mitología.

El creía que si esas memorias salían a flote podían causar una crisis emocional en
el individuo y eso era peligroso para la estabilidad mental de la persona.

Carl Jung por otro lado percibía la mente inconsciente como el área de la mente
donde se encontraba la creatividad en su máxima potencial.

Jung también creía que la mente inconsciente era la que almacenaba todo tipo de
arquetipos tales como mitos de la religión la figura femenina, la similardad de
todas las religions. El creía que estos arquetipos estaban pre programados en el
individuo en su mente inconsciente. Según el a nivel inconsciente esta área de la
mente era la única que los humanos podían compartir a nivel inconsciente.

Otra diferencia con las teorías freudianas es la identidad de los géneros. Freud
veía los géneros masculino y femenino como algo separado. Jung creía que todos
los hombres tiene algo de femenino en el inconsciente y las mujeres algo de
masculino. El creía que todo ser humano nace con el anima y el animus dentro de
si mismo. Jung fue uno de los primeros teoristas que estudio el androginismo.

Otro concepto de la teoría de Jung es la creencia de que los humanos tenemos


una sombra. Carl Jung no veía la sombra como algo negativo mas bien como algo
que era parte del inconsciente y que representaba la parte opuesta de la
personalidad del individuo. La mejor analogía para entender esto es la reacción de
una persona que es siempre muy tranquila de pronto reaccionar gritando o
tornarse violenta.

Desafortunadamente las teorías de Jung no son muy estudiadas en el mundo de


la psicología son vistas más bien como teorías filosóficas. Esta creencia está
basada en que Carl Jung estudió y analizo detalladamente la mitología.

La teoría de Jung divide la psique en tres partes. La primera es el Yo, el cual se


identifica con la mente consciente. Relacionado cercanamente se encuentra el
inconsciente personal, que incluye cualquier cosa que no esté presente en la
consciencia, pero que no está exenta de estarlo. El inconsciente personal sería
como lo que las personas entienden por inconsciente en tanto incluye ambas
memorias, las que podemos atraer rápidamente a nuestra consciencia y aquellos
recuerdos que han sido reprimidos por cualquier razón. La diferencia estriba en
que no contiene a los instintos, como Freud incluía.

Después de describir el inconsciente personal, Jung añade una parte al psiquismo


que hará que su teoría destaque de las demás: el inconsciente colectivo.
Podríamos llamarle sencillamente nuestra "herencia psíquica". Es el reservorio de
nuestra experiencia como especie; un tipo de conocimiento con el que todos
nacemos y compartimos. Aún así, nunca somos plenamente conscientes de ello. A
partir de él, se establece una influencia sobre todas nuestras experiencias y
comportamientos, especialmente los emocionales; pero solo le conocemos
indirectamente, viendo estas influencias.

Los contenidos del inconsciente colectivo son los llamados arquetipos. Jung
también les llamó dominantes, imagos, imágenes primordiales o mitológicas y
otros nombres, pero el término arquetipo es el más conocido. Sería una tendencia
innata (no aprendida) a experimentar las cosas de una determinada manera.

Una parte de la persona es el papel masculino o femenino que debemos


interpretar. Para la mayoría de los teóricos, este papel está determinado por el
género físico. Pero, al igual que Freud, Adler y otros, Jung pensaba que en
realidad todos nosotros somos bisexuales por naturaleza. Cundo empezamos
nuestra vida como fetos, poseemos órganos sexuales indiferenciados y es solo
gradualmente, bajo la influencia hormonal, cuando nos volvemos machos y
hembras. De la misma manera, cuando empezamos nuestra vida social como
infantes, no somos masculinos o femeninos en el sentido social. Casi de inmediato
(tan pronto como nos pongan esas botitas azules o rosas), nos desarrollamos bajo
la influencia social, la cual gradualmente nos convierte en hombres y mujeres.
Jung decía que no existía un número fijo de arquetipos que pudiésemos listar o
memorizar. Se superponen y se combinan entre ellos según la necesidad y su
lógica no responde a los estándares lógicos que entendemos. Jung, sin embargo,
definió algunos otros.

Jung nunca se aclaró con respecto a sus creencias religiosas, pero esta idea
inusual de sincronicidad la hallamos fácilmente explicada en la perspectiva hindú
de la realidad. Desde este punto de vista, nuestros Yo individuales son como islas
en el mar. Estamos acostumbrados a ver el mundo y a los demás como entes
individuales y separados. Lo que no vemos es que estamos conectados entre
nosotros por medio del suelo marino que subyace a las aguas.

En la actualidad, encontramos la dimensión de introversión-extroversión en varias


teorías, de las cuales destaca de forma notable la de Hans Eysenck, aunque esta
dimensión se esconda bajo los nombres alternativos de "sociabilidad" y
"surgencia".

Aun cuando seamos introvertidos o extrovertidos, está claro que necesitamos lidiar
con el mundo, tanto interno como externo. Y cada uno de nosotros posee su
propia manera de hacerlo, de manera más o menos cómoda y útil. Jung sugiere
que existen cuatro maneras o funciones de hacerlo:

La mayoría de nosotros sólo desarrolla una o dos de las funciones, pero nuestra
meta debería ser desarrollar las cuatro. Una vez más, Jung considera la
trascendencia de los opuestos como un ideal. Su teoría está planteada sobre la
base de varios postulados centrales: el ya mencionado inconsciente colectivo
como parte de la división del yo, la existencia de los arquetipos, las dinámicas del
psiquismo, la sincronicidad y su perfil de personalidad centrado en la introversión y
extroversión, sumado a las funciones de dicha personalidad.

Sin embargo, aunque Freud lo tomara casi como heredero del trono
psicoanalístico, Jung nunca compartió todas las ideas de su colega. Por ello, tan
rápido como en 1909, la relación profesional y la amistad empezó a dejar ver sus
primeras fricciones. Y, de alguna forma, allí empezaría el período más fértil en la
obra de Carl Jung.

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