Está en la página 1de 3

1.

La adivinación en las sociedades tradicionales

La adivinación es una práctica integrada plenamente en la vida privada y pública de las sociedades
tradicionales, de tal manera que en ellas juega un papel central tanto en las decisiones de los
individuos como en las que afectan a la comunidad en su conjunto. En este sentido se documentan
extensamente en las fuentes de conocimiento prácticas adivinatorias en buena parte de las
Culturas del Próximo Oriente antiguo, la Antigüedad Clásica, de amplias regiones de Asia, África y
América a lo largo de su historia, así como también de la Europa medieval y moderna.En estas
sociedades en las que la adivinación forma parte regular de las instituciones de gobierno y la vida
social, los hombres estiman que Los sistemas adivinatorios reposan sobre principios racionales,
pues de hecho se ajustan a los mismos fundamentos que los que regulan la práctica del derecho,
la política o la administración. En estas sociedades, además, el ‘adivino’ forma parte del cuerpo de
agentes responsables de la vida en común del grupo, y sus competencias se definen y delimitan en
relación con las de los otros garantes de la vida social. La ‘racionalidad adivinatoria’ no formaba,
pues, un sector aparte ni una mentalidad aislada, sino que estaba coherentemente inserta en el
pensamiento social (Vernant 1974a). Hasta tal punto esto se concebía así, que la adivinación
cumple en muchas de estas comunidades la función de instancia de legitimación de las
actuaciones oficiales, proporcionando decisiones socialmente objetivas (pues teóricamente
quedan al margen de intereses particulares) y por encima de cualquier posible contestación. Pero
la omnipresencia de la adivinación en el cuerpo social de estas culturas tradicionales no ha sido
siempre bien entendida por los intelectuales y élites cultas del mundo occidental moderno. Ya los
ilustrados europeos del siglo XVIII descalificaban las prácticas adivinatorias, considerándolas
burdas especulaciones motivadas por la superstición e ignorancia o bien por intereses personales.
Esta visión tan llena de prejuicios se ha mantenido hasta tiempos recientes, y todavía se rastrea en
la literatura científica de las pri-1 Sobre la adivinación en estas últimas culturas no
específicamente antiguas puede consultarse los artículos reunidos en Hastings 1911 y la colección
más reciente de ensayos editados por Caquot y Leivovici 1968.

meras décadas del siglo XX. Insignes y respetados estudiosos aún defendían en esas fechas la
relación directa entre la adivinación y el supuesto ‘primitivismo’ o ‘estadio intelectual inferior’ de
aquellas culturas que la practicaban (véase el capítulo siguiente).

Entre las sociedades tradicionales históricamente conocidas, las culturas de la Antigüedad


onstituyen un marco ideal para el estudio de la adivinación, pues todas ellas la practicaron en sus
más diversas formas y con un nivel de desarrollo probablemente único. En casi todos los estados y
pueblos antiguos se reconoce al menos la práctica de alguna forma de adivinación,como sucede
entre los babilonios, asirios, hititas, hebreos, griegos, etruscos, umbros, romanos y celtas. La única
excepción aparente entre las grandes civilizaciones fue Egipto, pues los egiptólogos no han
encontrado pruebas consistentes de su práctica más que a partir de una época muy tardía . La
constatación de la extensión de la adivinación corrobora de forma independiente la propia
percepción de Cicerón (Sobre la adivinación, particularmente I, 2 y I, 87-94) de la universalidad de
tal práctica en los pueblos ‘civilizados’ y ‘bárbaros’ desde los tiempos más remotos, de los que
menciona expresamente a asirios, caldeos, cilicios, carios, frigios, pisidios, lidios, etruscos, persas,
galos, umbros, árabes y, por supuesto, griegos y romanos.

La relativa abundancia de fuentes es otro factor de gran importancia a la hora de considerar la


Antigüedad como territorio privilegiado para la investigación de la adivinación. Los trabajos
arqueológicos y epigráficos en las bibliotecas y archivos de los centros palaciales del Próximo
Oriente están descubriendo a la comunidad científica la literatura técnica específica de los pueblos
de esa región. Se trata de documentos oficiales que recogen la práctica pública de la adivinación,
por lo que son fuentes primarias de gran valor para el estudioso. La riqueza de esta ocumentación
queda de manifiesto en las más de 300 obras consagradas a la adivinación catalogadas hasta ahora

en la que fuera biblioteca del rey asirio Asurbanipal (669-631 a. C.) (Botttéro 1974: 70-72 y 168s.).
En cuanto a las fuentes griegas y latinas, es la tradi-2 Cf. Leclant 1968. Es de interés notar que en
el Reallexikon der Ägyptologieno hay ninguna voz general concerniente a la adivinación.

LA ADIVINACIÓN EN EL MUNDO ANTIGUO Adivinación y Astrología en el Mundo Antiguo10 11

mismo a su práctica en determinados momentos de la vida oficial, lo que no deja de ser una
auténtica paradoja. En cualquier caso, la aceptación de la ‘normalidad’ de la adivinación en las
estructuras mentales y en las prácticas colectivas e individuales de las sociedades antiguas,
premisa irrenunciable para su estudio científico, es una adquisición metodológica relativamente

reciente de las disciplinas humanísticas y las Ciencias Sociales, pues no se aprecia en la literatura
especializada más que a partir de la segunda mitad del siglo XX.

La posición oficial de la Iglesia y los poderes públicos ante la adivinación en la Edad Media queda
bien reflejada en el tratado teológico de Tomás de Aquino Summa theologiae(1266-1273). El
filósofo dominico dedicó allí un capítulo específico a la “superstición adivinatoria” (II, II, quaest.
95), analizando el problema y sus causas y estableciendo finalmente el carácter irracional y
pecaminoso de la pretensión humana de conocer el futuro (que es una capacidad únicamente
reconocida a la divinidad). La misma rotunda condena a todas las formas de adivinación,
entendidas como invocaciones de los demonios, se encuentra en el Malleus maleficarum(I, quaest.
16 [1486]), el ‘manual’ de la Inquisición contra toda forma de poder maléfico.

En el gran retrato de la condición humana que propone Dante en su Divina Comedia(c. 1308-1321)
se juzga también severamente la figura del adivino clásico, siguiendo la misma línea de
pensamiento establecida por la Iglesia. Obsérvese en este pasaje que el carácter del suplicio de los
condenados en el Infiernoestá en relación con su falta. Al mítico adivino griego Anfiarao se lo
castiga desplazándole la cabeza hacia atrás por el ‘pecado’ de haber querido ver demasiado
adelante para averiguar el futuro:

«Alza la frente y mira de este lado / al que ante Tebas se tragó la tierra; / gritábanle: “¿Dó te
hundes desalado, / Anfiarao? ¿Por qué dejas la guerra?”

/ Y cayó sin parar, todo derecho, / hasta Minos, que a todo el mundo aferra.
/ Mira su espalda convertida en pecho: / pues quiso en demasía ver avante, / mira y anda hacia
atrás el contrahecho» (Infierno, XX, 31-39; trad. A. Echeverría [Alianza] 1995).

ción literaria la que aporta la evidencia más rica e informativa, si bien cierto material arqueológico
y papirológico y, sobre todo, un número creciente de inscripciones, están contribuyendo
decisivamente a un conocimiento más preciso y detallado de determinadas formas de adivinación,
particularmente la oracular. Pero frente al carácter oficial de la documentación mesopotámica, la
tradición literaria es toda ella de producción privada, por lo que en sentido propio hay que
considerarla fuente secundaria en lo que respecta al estudio de las formas públicas de adivinación
en Grecia y Roma. De ella destaca especialmente la obra de Cicerón titulada Sobre la
adivinación(De divinatione), escrita hacia el final de su vida, entre los años 45 y 44 a. e. Sin

ser realmente un tratado técnico, presenta una discusión con vocación sistematizadora sobre las
distintas formas de adivinación y los principios que las fundamentan que, por su extensión,
prolijidad y conocimiento, no se encuentra en ningún otro autor 3.

También podría gustarte