Actualmente vivimos en una época en donde la tecnología y los avances científicos te permiten vivir de una mejor manera. Pero que también la globalización en cierta forma afecta también a la fe y a la espiritualidad de las personas, cada vez las personas son más individualistas y van perdiendo la identidad de comunidad. Una de las tentaciones de los agentes de pastoral es que cada vez más evitan tener un compromiso hacia su comunidad, por miedo a que el compromiso les quite su tiempo personal, pero también se puede caer en el otra extremo, que forman parte de un grupo o buscan ser encargados o líderes de algún movimiento para sentirse realizados o con poder, esto los lleva a perder el verdadero sentido de la misión evangelizadora. La asedia pastoral también es un fenómeno que se pude llegar a observar por el hecho de dar un tiempo excesivo a proyectos pastorales, que al pasar el tiempo no se ven resultados y se frustran. Ser conscientes de que fracasó algún proyecto también nos convierte en pesimistas y desencantados ante los nuevos retos que se nos presentan, pues el fracaso nos lleva a pensar que todo va a salir mal, por lo que no hay que perder la fe y la esperanza en Cristo resucitado. También otro problema que suele suceder es la mundanidad que se esconde detrás de buenas obras o de apariencias religiosas pero de trasfondo lo que buscan es la vanagloria a sí mismos y no la gloria a Dios. Estas situaciones pueden llevar incluso a tener conflictos con los mismos grupos pastorales de la parroquia, y no solo eso sino que también los mismos fieles se llegan a cuestionar ¿cómo es posible que entre ellos mismos se critiquen o tengan conflictos? O también ¿si voy a ser como ellos mejor no me acerco tanto al templo? Creo que situaciones como estas en lugar de fortalecer una comunidad la dispersan. Es necesario analizar cómo vamos llevando a cabo la misión de evangelizar, retenernos y cuestionarnos si somos testimonio del amor de Cristo, si manifestamos la fraternidad y la reconciliación, y si no fuera el caso, no perder la esperanza de que podemos convertirnos para hacer vida el Evangelio y manifestarlo con alegría.