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Sermón - Dios Quiere Que Ministremos (Sirvamos) Con Su Amor - 28 10 18, N.Miraflores
Sermón - Dios Quiere Que Ministremos (Sirvamos) Con Su Amor - 28 10 18, N.Miraflores
(De ahí el título de este sermón “Dios quiere que ministremos (sirvamos) con su amor”)
(oración)
(Lectura del pasaje)
Proposición: La motivación al ministerio (servicio) no puede ser otra que el amor de Dios.
Pero, ¿Cómo debe ser el amor que sentimos por Dios que nos motiva a cumplir con el llamado
al ministerio (servicio)?
Encontramos cuatro elementos sobre como amar a Dios y que nos motivan adecuadamente en
el ministerio.
El primero es que…
1- Debemos amarle tanto que creamos que somos los que más amamos a Dios y al mismo
tiempo presentar nuestro amor con humildad.
Cuando creemos que amamos a Dios más que las demás personas estamos poniendo en alto
nuestro amor a Dios, basado en lo que somos, sus hijos amados. No se trata de que amo a Dios
más que tú y compararme contigo; Jesús no quiere que le amemos comparándonos
humanamente con otros ni en el sentido de mostrar o aparentar sobre este amor. Se trata de que
le amemos conforme a lo que él ha puesto en nuestro corazón pues el amor verdadero en
definitiva proviene de Dios, y así le glorificamos. El amor de Dios es único y especial para con
cada uno de nosotros, de forma particular.
Si yo te pregunto ahora, ¿amas a Dios más que éste? Si eres sincero, dirías que no sabes,
quizás tendrías deseo de decir que si pero no lo harías por pena, evitar el orgullo o subestimar a
alguien, pero tampoco dirías que no.
Sabemos que no es voluntad de Dios que nos conformemos con un poco de amor; ni siquiera
con mucho amor. El dice claramente (Lc. 10:27): con todo tu corazón, con toda tu alma, con
todas tus fuerzas, y con toda tu mente; ¿y si cumples con este mandamiento? ¿Acaso no le amas
más que tu hermano? Pero, no se puede medir el amor en este sentido.
Solo podemos asegurar que al que más se le ha perdonado, ese ama más. Pero tampoco
sabemos a quién Dios le ha perdonado más. (despacio)
En este caso, yo respondería lo mismo que Simón Pedro, “Señor, tú sabes que te quiero”,
claro, ahora que conozco el pasaje. En ese momento, no sé como le hubiera respondido.
Simón, el hijo de Jonás respondió con humildad, sin resaltar su amor a Jesús por encima de la
omnisciencia y soberanía de Dios. Creo que en ese momento pasó la prueba.
Estoy seguro que Dios quiere que presentemos nuestro amor también con humildad. Cuando
digo humildad no me refiero a la falsa humildad sobre la que muchos esconden sus verdaderos
sentimientos. Hablo de la humildad nacida de un corazón sincero, que reconoce sus debilidades
y limitaciones, que obra en base a este conocimiento y que sabe que Dios sabe. Y cómo sabe
que Dios sabe, y tiene temor, no pretende ser otra cosa pues se engañaría a si mismo.
Por eso, debemos amarle tanto que creamos que somos los que más amamos a Dios y al
mismo tiempo presentar nuestro amor con humildad, pues siempre se puede crecer en tu
relación de amor con Dios.
El segundo elemento sobre como amar a Dios y que nos motiva adecuadamete en el ministerio
(servicio) es que …
2- El amor a Dios debe ser constante, perseverante, persistente y proviene de Él mismo.
No podemos cansarnos de mostrarle amor a Dios, de adorarle, de repetirle cuánto le amamos.
En oración, en voz alta, en la congregación, en intimidad. Amarle por lo que ha hecho por
nosotros, por el regalo de la vida eterna, por su sacrificio, por ser sus hijos. De esta
manifestación suprema del amor de Dios es que proviene el que podamos amarle nosotros
también.
Pedro podía perseverar amando a Jesús porque le conocía, sabía lo que había hecho por él y
conocía que el amor de Dios es constante, estable, vivo. Jesús era el mismo de siempre,
podemos ver una similitud tremenda con el día en que les llamó a que fueran pescadores de
hombres y ellos respondieron que sí. Ahora compartía con ellos el alimento que él mismo
proveyó y preparó; era el mismo servidor de siempre. Mostró el mismo amor práctico conque
siempre les había amado. Este amor es divino, único, incomparable.
Con respecto a la triple respuesta de Simón en el pasaje de Juan 21, se mantuvo firme en su
posición esta vez, había aprendido anteriormente una lección, amarga pero muy satisfactoria.
Comenzaba a entender el valor del amor que glorifica a Dios. No es el amor humano el que
tiene poder, no se trata ni siquiera de demostrar nuestro amor a Dios haciendo cosas que le
pueden agradar. Estos serían meros esfuerzos humanos que pueden hacernos bien, incluso hacer
bien a otros, pero difícilmente garantizan un cambio espiritual permanente.
Pedro trató de hacerlo anteriormente, él trató de servirle a Dios pero todo le salió mal porque
su motivación no era la correcta, no era un amor proveniente de Dios, este amor humano era
inconstante, inmaduro, fluctuante, débil. Con este tipo de amor no vamos a llegar a ninguna
parte en la voluntad de Dios.
Sin embargo, he visto cómo Dios obra en su soberanía usando muchas cosas inadecuadas que
no entendemos completamente, no es correcto juzgar a nadie cómo hace las cosas por esta
misma razón, quizás Dios lo esté usando así. (Filipenses 1:14-18) La Escritura dice también
que aquel que no ame no conoce a Dios realmente, porque Dios es amor. (1 Juan 4:7-8) Por eso
es tan importante guardar la premisa del amor divino, que es la base de nuestra salvación (Juan
3:16). El evangelio de Cristo es una expresión suprema del amor de Dios. A través de Jesús el
plan de salvación se realizó. Su sacrificio fue incondicional pero con un gran propósito, pues ya
no tenemos que pagar por nuestros pecados. A partir de la fe en Cristo comenzamos una nueva
vida de relación con Dios.
Por eso debes ser constante, perseverante, persistente en el amor que proviene de Dios.