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El agua es imprescindible para la vida, sin embargo, está siendo constantemente contaminada. Por
ejemplo, en el océano abierto, los barcos que surcan los mares tiran por la borda millones de
contenedores de plástico diariamente; tiras de plástico que sostienen a latas de bebidas o cerveza,
material de empaque, entre otros, son arrastrados por el agua y por el aire desde la tierra hacia los
océanos, lugar donde se acumulan. El plástico es consumido por tortugas, gaviotas, delfines, focas
y ballenas, las cuales frecuentemente mueren después de consumirlas.
También ha servido como terreno para tirar desperdicios nucleares. Además, debemos considerar
la contaminación causada por el petróleo a través de derrames de barcos petroleros,
escurrimientos por manejos inadecuados en la tierra, filtraciones de pozos petroleros costeros y
filtraciones naturales.
Por último, la creciente demanda de peces para alimentar a una población humana en
crecimiento, junto a tecnologías de pesca más eficientes, ha resultado eficiente en la disminución
de importantes grupos de peces.
Las tierras húmedas (pantanos, manglares) y las fuentes de agua dulce, como ríos, lagos y lagunas,
han sido utilizadas en forma indiscriminada, especialmente para el consumo humano o para la
actividad agropecuaria e industrial.
En forma permanente hay liberación de gases contaminantes hacia la atmósfera, los que se
mezclan y se distribuyen por todo el planeta, sin que importe su lugar de emisión. Entre las
principales fuentes contaminantes están las industrias, los hogares, los automóviles, los buses y
otros medios de transporte, cuyas emisiones gaseosas tienden a disminuir la concentración de
ozono (O3) de la estratosfera y aumentar el de la troposfera (parte de la atmósfera más cercana a
la Tierra), donde es un gas contaminante y principal componente del esmog urbano.
Paulatinamente, los informes científicos del Panel Intergubernamental de Expertos sobre Cambio
Climático (IPCC) han constatado cada vez con mayor certidumbre, la influencia humana en el
sistema climático. El primero (1990), concluyó que las emisiones de gases de efecto invernadero
habían aumentado, sin poder asignar una causalidad definida. El segundo (1995), fue crucial para
agilizar la adopción de un instrumento vinculante que obligara a las naciones industrializadas a
reducir sus emisiones (dando como resultado el Protocolo de Kyoto), pues el Panel concluyó que
existía “una influencia humana discernible” sobre el clima mundial. El tercero (2001), fue más allá
aún, al afirmar que “existe evidencia nueva y contundente de que la mayor parte del
calentamiento observado en los últimos 50 años es atribuible a actividades humanas”, y asigna
diferentes porcentajes de participación en el total de gases al dióxido de carbono (CO2), metano
(CH4) y óxido nitroso (N2O) (60, 20 y 6% respectivamente), y a otros gases como los
perfluorocarbonos (PFC), hidrofluorocarbonos (HFC) y al hexafluoruro de azufre (SF6), más
perniciosos aunque los primeros en términos de su potencial de calentamiento global.
En su Cuarto Informe de Evaluación (2007), el IPCC asevera, con una certeza de más del 90%, que
el hombre es el causante del aumento constatado de emisiones de dióxido de carbono, metano y
óxido nitroso, y que ello —ligado a un aumento de la temperatura promedio mundial de 0,74 °C
medida entre los años 1906 y 2005— ha tenido una incidencia directa en los cambios observados
en muchos sistemas físicos y biológicos, desde comienzos de los 70. Dichas emisiones seguirán
aumentando en las próximas décadas, de continuarse las políticas actuales de mitigación de
cambio climático y las prácticas de desarrollo sustentable relacionadas. Se debe, por tanto, realizar
un esfuerzo considerable para reducir la concentración de estos gases en la atmósfera, de modo
de estabilizar su concentración a un nivel que cause el menor impacto posible.
El Panel ha sido claro al señalar que para lograr estabilizar la concentración de dichos gases en la
atmósfera, entre 445 a 490 partes por millón (ppm) de CO2 equivalente hacia fines del siglo XXI
(nivel de estabilización más bajo de los evaluados por el IPCC), se necesita que disminuyan las
emisiones antes del año 2015 y que se reduzcan, aún más, a menos del 50% de las emisiones
actuales para el año 2050. Para alcanzar este objetivo, los países industrializados, como grupo,
deberían para 2020, reducir las emisiones en una escala del 25 al 40% por debajo de los niveles
registrados en 1990. Por su parte, las emisiones de los países en desarrollo necesitarán disminuir
por debajo de sus emisiones de línea de base proyectadas en los próximos decenios.
Los CFC y compuestos similares ascienden con lentitud a la estratosfera, donde se dispersan
ampliamente y, a través de ciertas reacciones químicas, descomponen las moléculas de ozono,
convirtiéndolo en oxígeno molecular.
Los efectos sobre la salud humana son solo uno de los motivos de preocupación, pues se ha
observado que el fitoplancton (el principal productor de los ecosistemas marinos) ha reducido su
capacidad de realizar la fotosíntesis, especialmente en la Antártica. También se ha visto que la
mayor cantidad de radiación UV daña ciertos tipos de árboles y los cultivos agrícolas.
b. Efecto invernadero
El efecto invernadero, como proceso natural, permitió el desarrollo de la vida en la Tierra, ya que
se logró mantener una temperatura más cálida en el planeta. En la actualidad este efecto está en
aumento gracias a diversos contaminantes.
precipitaciones.
c. Lluvia ácida
El óxido nitroso y dióxido de azufre son los principales causantes de la lluvia ácida. Estos
compuestos se relacionan principalmente con el uso de combustibles fósiles, como el petróleo.
En la atmósfera, cuando el óxido nitroso y el dióxido de azufre se combinan con vapor de agua, se
convierten en ácido nítrico y en ácido sulfúrico, respectivamente. Días después y a veces a miles
de kilómetros de la fuente, caen los ácidos, ya sean disueltos en lluvia, agua nieve, nieve o niebla.
Estos ácidos al caer con la lluvia corroen los edificios, dañan los árboles y las cosechas, y dejan los
lagos sin vida.
La lluvia ácida también puede matar a microorganismos descomponedores, con lo que se impide
el regreso de nutrientes al suelo. Las plantas, envenenadas y privadas de nutrientes, se debilitan y
se hacen más vulnerables a las infecciones y a los ataques de insectos. En varios lugares de Chile se
ha observado el fenómeno de la lluvia ácida como resultado de procesos industriales. Por ejemplo,
el valle de Puchuncaví recibe los contaminantes producidos en Ventana por la refinería de cobre,
la planta generadora de electricidad de Chilectra y las instalaciones de Codelco. En ese lugar, la
lluvia ácida ha afectado gravemente la salud de las personas y el rendimiento de la agricultura del
valle. Lo mismo se observa en los alrededores de la fundición de Chagres, en el valle del
Aconcagua y en el valle del río Loa (producto de la contaminación de Chuquicamata, Antofagasta,
Taltal y Tocopilla).
El hombre ha alterado el balance de las poblaciones naturales en ciertas áreas con la introducción
de nuevas y exóticas especies para controlar pestes y depredadores. El hombre, sin lugar a dudas,
actúa de manera determinante en el equilibrio de la naturaleza. Sin embargo, esta acción muchas
veces modifica negativamente el medio, ocasionando graves alteraciones al equilibrio natural
amenazando dramáticamente su propia existencia.
Deforestación
• Efectos de la deforestación
• Agentes de la deforestación
Existen tres agentes que son considerados las causas más inmediatas de la deforestación: