Está en la página 1de 36

Veritas I

¡Bienvenido al MAC como miembro comprometido!

No olvides jamás que una Institución vale lo que valen sus miembros.

El Corazón de Jesús te invita a ser soldado en un Movimiento que es todo de su


propiedad. Y las armas que te da para ello son el carisma y la espiritualidad del MAC.
Es tu deber perfeccionarlas por medio del trato íntimo con Él, con la práctica de
las virtudes y con la profundización en las verdades de nuestra fe, verdades que te
mostrarán a Él que es la Verdad.

Por eso, esta etapa toma el nombre de Veritas, pues te dará las armas necesarias para
que en tu búsqueda de la Verdad encuentres respuestas concretas, de manera que con
los fundamentos bien puestos y el corazón lleno de celo por las almas, incendies a
otros en el amor y fe que ya conoces, y los conquistes para Dios. Los años anteriores
has puesto las bases para una vida cristiana coherente, la que ya tienes. Ahora es
momento de llevar ese cristianismo a tantos que aún no conocen el mensaje de
Cristo.

“…en el capítulo 3 de San Marcos, se describe lo que el Señor pensaba que debería
ser el significado de un apóstol: estar con Él y estar disponible para la misión. Las
dos cosas van juntas… Por tanto es esencial estar con Él y así sentimos la inquietud y
somos capaces de llevar la fuerza y la alegría de la fe a los demás, de dar testimonio
con toda nuestra vida y no sólo con las palabras” (Benedicto XVI, 13 de mayo 2005).

VERITAS 1 3
4 VERITAS 1
1
CREO EN DIOS
CREADOR
INTRODUCCIÓN

Todo hombre lleva inherente en sí mismo muchas interrogantes: ¿quién


soy? ¿De dónde vengo? ¿Quién me creó? ¿Cuál es mi fin? La inteligencia
humana ha buscado incesantemente la respuesta acerca de sus orígenes.
Numerosas investigaciones científicas han enriquecido magníficamente
sus conocimientos acerca de la edad, el cosmos, la aparición de los seres
vivos. Estos descubrimientos lo llevan a admirar más la grandeza del
Creador, reconociendo con certeza que, a la luz de la razón y de la fe, es
posible afirmar su existencia (CEC 283).

La Sagrada Escritura toma sus primeras palabras para hacer referencia


al acontecimiento creador de Dios: “En el principio, Dios creó el Cielo y
la tierra” (Gn 1,1). Más allá del conocimiento natural, Dios nos reveló el
misterio de la Creación, señalándolo como el primer paso de su Alianza
con el hombre y el fundamento de todos sus designios para su salvación
(CEC 289).

- Dar respuestas a las interrogantes acerca de


OBJETIVOS quién es Dios creador y de cómo y por qué
existe la Creación.
- Conocer la existencia de los ángeles como
obra creadora de Dios y al servicio de la sal-
vación humana.
- Dar razón de cuál fue el plan de Dios en la
creación del hombre.

5 VERITAS 1 VERITAS 1 5
“Al principio creó Dios el Cielo y la Tierra.
Génesis 1, 1

1. DIOS COMO CREADOR


La Creación es, pues, el comienzo de la obra redentora de Dios.

LA CREACIÓN COMO OBRA DE LA SANTÍSIMA


TRINIDAD
Dios Creador ha dado principio a todo lo que existe fuera de Él. Esto supone haber
hecho de la nada todo cuanto hay en el cielo y en la tierra, es decir todo lo visible y
lo invisible.

La Creación es la obra común de la Santísima Trinidad. Aunque particularmente


se atribuye al Padre, es verdad de fe que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son
el principio único e indivisible de todo lo creado. Dice San Ireneo (CEC 292) “Sólo
existe un Dios...: es el Padre, es Dios, es el Creador, es el Autor, es el Ordenador. Ha
hecho todas las cosas por sí mismo, es decir, por su Verbo y por su Sabiduría... por
el Hijo (Jn 1, 1-3) y el Espíritu” que son como sus manos.

“EL MUNDO HA SIDO CREADO PARA LA GLORIA DE DIOS”


(CEC 293)
Dios no tiene otra razón para crear que su amor y su bondad. Por ello, su creación no
tiene como objetivo aumentar su bienaventuranza, sino por el contrario manifestarla
y comunicarla a todas sus criaturas: “Porque la gloria de Dios es el hombre vivo, y
la vida del hombre es la visión de Dios” (San Ireneo).

EL MISTERIO DE LA CREACIÓN (CEC


295-301)
La Creación es obra de la sabiduría y del amor de Dios. Dios crea todas las cosas
de la nada y establece un orden. El hombre puede llegar a conocerle a través de la
comprensión de las leyes del universo y cuanto mejor conozcamos la naturaleza de
las cosas y el universo mejor conoceremos a Dios. “Y vio Dios que era bueno” (Gn
1).

Dios está presente en su creación. Él conduce la creación, es decir no sólo le da el ser


y el existir, sino también le mantiene a cada instante en su ser, sostiene su obrar y le
lleva a su término.

LA DIVINA
PROVIDENCIA
La Creación no salió plenamente acabada de las manos del Creador: fue hecha en
“estado de vía” (CEC 302) hasta un destino último. Llamamos divina providencia a
las disposiciones con que Dios conduce su obra hasta esta perfección final.

El testimonio de la Sagrada Escritura en este sentido es determinante: Dios tiene


cuidado de todo (CEC 303). Su solicitud y su soberanía son absolutas (Sal 115,3;
Ap 3,7). Además, Él exige el abandono filial en Su providencia: “No andéis, pues,
preocupados diciendo: ¿qué vamos a comer? ¿qué vamos a beber?... Ya sabe
vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo eso. Buscad primero el Reino de
Dios y su justicia, y todas estas cosas se os darán por añadidura” (Mt 6, 31-33; 10,
29-31) (CEC
305).

LA PROVIDENCIA Y EL ESCÁNDALO
DEL MAL
Si Dios cuida de todas sus criaturas, ¿por qué existe el mal? (CEC 309-314).

Las criaturas de Dios deben caminar hacia su destino último por elección libre y
amor de preferencia. Por ello se pueden desviar; de hecho se desviaron con el
primer pecado, el Pecado Original. Y a pesar de todo, Dios no es ni directa ni
indirectamente el causante de este mal, pero misteriosamente lo permite porque
respeta la libertad de su criatura y porque saca del mal un bien: “Porque Dios
todopoderoso... por ser soberanamente bueno, no permitiría jamás que en sus obras
existiera algún mal, si Él no fuera suficientemente poderoso y bueno para hacer
surgir un bien del mismo mal” (San Agustín). Porque además “todo coopera al bien
de los que aman a Dios” (Rm 8, 28).

2. LA CREACIÓN DE LOS ÁNGELES


¿QUIÉNES SON LOS ÁNGELES? (CEC
329-332)
Los ángeles son creados por Dios como seres puramente espirituales, dotados de
inteligencia y voluntad; son criaturas personales e inmortales que superan en
perfección a todas las criaturas visibles. Su función es constituirse como servidores
de Dios y mensajeros del designio de salvación a los hombres (cf Hb 1, 14).

En la Sagrada Escritura los ángeles aparecen desde la creación comunicando la


salvación humana: detienen la mano de Abraham (Gn 22, 11), conducen al pueblo de
Dios (Ex 23, 20-23), asisten a los profetas (1R 19-5), anuncian el nacimiento del
Mesías (Lc 1, 11-26), protegen la infancia de Jesús (Mt 1, 20; 2, 13.19), sirven a
Jesús en el desierto (Mc 1,12), lo reconfortan en la agonía (Lc 22, 43), etc.

LOS ÁNGELES FIELES E INFIELES (CEC


391-395)
Los ángeles que fueron fieles a Dios gozan de su visión y cooperan al designio
divino de salvación. Según Santo Tomás “Los ángeles cooperan en toda obra buena
que hacemos”. Sin embargo, aquéllos que fueron infieles a Dios, instigan al hombre
al pecado y son los que comúnmente se llaman demonios. “Porque Dios no perdonó
a los ángeles que pecaron, sino que los precipitó en el infierno y los sumergió en el
abismo de las tinieblas, donde están reservados para el Juicio” (2 P 2, 4).

EL ÁNGEL CUSTODIO (CEC


336)
“Cada fiel tiene a su lado un ángel como protector y pastor para conducirlo a la
vida” (San Basilio). Los ángeles custodios son los que cuidan al hombre en la tierra
y lo guían hasta el Cielo, brindándole su asistencia e intercesión. “No te alcanzará
ningún mal, ninguna plaga se acercará a tu carpa, porque Él te encomendó a sus
ángeles para que te cuiden en todos tus caminos. Ellos te llevarán en sus manos para
que no tropieces contra ninguna piedra; caminarás sobre leones y víboras, pisotearás
cachorros de león y serpientes” (Sal 91, 10-13).
3. LA CREACIÓN DEL HOMBRE
EL PLAN DE DIOS EN LA CREACIÓN DEL HOMBRE
(CEC 356)
El hombre ocupa un lugar único en la Creación: es la única criatura en la tierra a
la que Dios ha amado por sí misma. Sólo él está llamado a participar en la vida de
Dios; sólo él ha sido destinado para conocer, amar y servir a Dios en esta vida; de
modo que pueda verle y gozarle en su gloria futura. Ésta es la razón fundamental de
su dignidad.

Dios ha querido, en su infinita bondad, hacer participar al hombre en la comunión de


amor que existe entre las personas de la Trinidad, admitiéndole a formar parte de su
familia divina (Ef 1, 1-24). Para ello, le concedió el don precioso de la gracia divina
y lo hizo un hijo de Dios y heredero del Cielo.

DIOS CREA AL HOMBRE “A SU IMAGEN Y SEMEJANZA” (Gn 1, 27)


(CEC 357) Dios crea al hombre como un ser inteligente e inmortal, llamado a
colaborar con Él en la construcción del mundo. Por haber sido hecho a imagen
suya, tiene la dignidad de persona: es capaz de conocerse, poseerse y darse
libremente, entrando en comunión con otras personas y estableciendo, por la fe y el
amor, una alianza con su Creador.

EL HOMBRE ES CUERPO Y ALMA (CEC


362-368)
El hombre es una unidad de cuerpo y alma. Su espíritu y su materia no son dos
naturalezas unidas, sino una unidad indisoluble (CEC 365). El relato bíblico lo
expresa con un lenguaje simbólico cuando afirma que “Dios formó al hombre con el
polvo del suelo e insufló en sus narices aliento de vida” (Gn 2, 7).

“HOMBRE Y MUJER LOS CREÓ” (CEC


369-373)
El hombre y la mujer son creados por Dios en perfecta igualdad en tanto personas,
pero con sus respectivas diferencias en tanto varón y mujer. Ambos son creados el
uno para el otro, es decir están destinados para vivir en comunión de personas,
complementándose mutuamente.

EN EL PLAN DE DIOS, EL HOMBRE Y LA MUJER ESTÁN LLAMADOS


A “SOMETER LA TIERRA” (Gn 1, 28) como administradores de Dios, a fin de
hacer crecer y madurar solidariamente la vida personal, familiar y social. En este
sentido el varón y la mujer, dentro del matrimonio, están llamados a santificarse y a
transmitir, a través de sus descendientes, la vida humana cooperando en forma única
a la obra de creación de Dios.

- Repasa la parte del Génesis acerca de la Creación.


- Averigua cuál es la diferencia entre ser criatura de
Dios e hijo de Dios.
- Lee el capítulo primero de la profesión de fe: Creo en
CONOCE Dios Padre todo poderoso.
Apuntes

VERITAS 1 9
Apuntes

10 VERITAS 1
2
CAÍDA DEL
HOMBRE
INTRODUCCIÓN

El pecado es fruto del mal uso que el hombre hace de su libertad, que le
fue dada para amar a Dios primero y a sí mismo después. Pero el hombre
invierte ese orden por un bien aparente.

El pecado está presente en la historia del hombre y para comprenderlo es


preciso reconocer primero el vínculo profundo del hombre con Dios y la
ruptura de ese vínculo (origen del pecado). Dios crea al hombre para
colaborar en su obra en unión con Él y cumplir así su plan. Pero el
hombre no cumplió este plan, desde el principio, y pecó.

- Definir y entender los orígenes del pecado


OBJETIVOS y su consecuencia en la historia y en vida del
hombre.

11 VERITAS 1 VERITAS 1 11
Conocer qué es el pecado, su división y consecuencias
en el hombre. “…Seréis como Dios, conocedores del bien
y el mal… Así que tomó de su fruto y comió“.
Génesis 3, 5-6

1. ¿QUÉ ES EL PECADO ORIGINAL?


(CEC 396-
401)

Al ser creado, el hombre vivía en estado de justicia original y estaba destinado a ser
plenamente divinizado por Dios en la gloria. Gozaba plenamente de la gracia
santificante y de los dones preternaturales, que le libraban del sufrimiento y de la
muerte (esto significa justicia original).

Pero el hombre, haciendo mal uso de su libertad, desobedeció el mandamiento de


Dios y se prefirió a sí mismo hasta la desobediencia directa a un mandato divino:
“no comas del árbol del conocimiento del bien y del mal, porque si comes de él
morirás irremediablemente” (Gn 2, 16-17). A este primer pecado le llamamos
Pecado Original.

2. ¿CUÁLES FUERON LAS CONSECUENCIAS?


(CEC 402-
409)

Adán había recibido la santidad y la justicia originales no para él solo, sino para toda
su descendencia.

Con el Pecado Original el hombre se ve privado de todos los dones especiales


que Dios le había concedido: una elevada sabiduría, el librarle de la muerte y
del sufrimiento, y sobre todo la comunión con Dios que lleva consigo la gracia
santificante.

El pecado destruye esa justicia original y los dones iniciales preternaturales


desaparecen: el hombre morirá irremediablemente, sufrirá, experimentará la
enfermedad y la necesidad y su entendimiento se verá confundido por las pasiones y
las limitaciones de su propia naturaleza caída. Es la consecuencia directa a su
decisión de romper con Dios. Fue una elección del hombre egoísta más que un
castigo divino.

Si bien la naturaleza humana no está totalmente corrompida, fue herida con la


inclinación al mal: la concupiscencia, que lleva al hombre al combate espiritual por
hacer el bien (CEC 409).

Desde este primer pecado, el hombre empieza egoístamente a mirarse a sí mismo y


pone como el centro de su vida a las cosas del mundo, convirtiendo la tierra en un
lugar de odio, violencia, esclavitud, destruyéndose a sí mismo y a sus hermanos.
3. DIOS NO ABANDONA AL HOMBRE
(CEC 401-
411)

Dios llama al hombre y le anuncia la victoria sobre el mal y el levantamiento de


su caída. Promete redimirnos e inicia así un camino que llegará a su plenitud con la
Encarnación del Verbo, su Pasión, Muerte y Resurrección. Los cielos perdidos se
volverán a abrir para el hombre.

La Tradición Cristiana nos aclara que Jesucristo es el nuevo Adán, prometido por
Dios al hombre desde el momento mismo de su caída (Gen 3, 15); María es “la
mujer”, la única concebida sin Pecado Original, la Madre de Cristo.

4. DEFINICIÓN DEL PECADO


(CEC 1846-
1851)

El pecado es una ofensa a Dios. Es la transgresión voluntaria a la ley divina: “Contra


ti, contra ti solo he pecado, lo malo a tus ojos cometí” (Sal 50, 6).

Es una falta al amor verdadero que debemos a Dios, a nosotros mismos y al


prójimo, a causa de un apego a bienes que aparecen como atractivos por efectos de la
tentación, pero que en verdad son dañinos para el hombre. Por eso el Papa Juan
Pablo II señala que el pecado, bajo la apariencia de “bueno” o “agradable”, es
siempre un acto suicida.

Es una palabra, un pensamiento, un acto, un deseo o una omisión contrarios al plan


de felicidad que tiene Dios para el hombre.

“El pecado es el amor de sí hasta el desprecio de Dios”


(San Agustín)

El pecado se levanta contra el amor que Dios nos tiene y aparta de Él nuestros
corazones. Como el primer pecado, es una desobediencia, una rebelión contra Dios
por el deseo de hacerse “como dioses”, pretendiendo conocer y determinar el bien y
el mal (Gn 3, 5). Por esta exaltación orgullosa de sí, el pecado es diametralmente
opuesto a la obediencia de Jesús que realiza la salvación (cf. Flp 2, 6-9).

5. DIVISIÓN DEL PECADO


(CEC 1854-
1864)

PECADO
MORTAL
El pecado mortal es la transgresión deliberaba y voluntaria de la ley en materia
grave, con plena advertencia (sabiéndolo) y consentimiento perfecto (queriéndolo).

¿QUÉ CONSECUENCIAS TIENE EL PECADO


MORTAL?
La pérdida de la gracia santificante, es decir, la pérdida del estado de gracia. Sin
el arrepentimiento del hombre y el perdón de Dios, causa la muerte eterna en el
infierno.
PECADO
VENIAL
El pecado venial es la transgresión de la ley de Dios en la que no se dan con totalidad
alguno o algunos de los componentes del pecado mortal. Es decir, si la materia es
leve, por ejemplo, una mentira jocosa, falta de aprovechamiento en los estudios
-que no tiene consecuencias graves-, una pequeña desobediencia a los padres. O, si
con materia grave, el consentimiento o la advertencia no fueron plenos, por ejemplo,
pensamientos impuros semi-consentidos, ofensa en deporte por apasionamiento.

De acuerdo a la enseñanza de Santo Tomás, el pecado venial es un desorden en las


cosas, un mal empleo de las fuerzas para caminar hacia Dios, pero en el que se
conserva la ordenación fundamental al último fin.

¿QUÉ CONSECUENCIAS TIENE EL PECADO


VENIAL?
Debilita la caridad, entraña un afecto desordenado a bienes creados, impide el
progreso del alma en el ejercicio de las virtudes, merece penas temporales, nos
dispone poco a poco a cometer el pecado mortal.

- A partir de las citas bíblicas expuestas, reflexiona y


analiza la estrategia que utilizó del demonio para hacer
caer al hombre.
- Averigua cuáles son los dones preternaturales (CEC).
CONOCE - Lee la parte correspondiente del Catecismo sobre la
Creación y la caída.

Apuntes
3
Y EL HIJO DE DIOS SE
HIZO
HOMBRE
INTRODUCCIÓN

Jesús es nuestro Salvador y Mesías, el enviado de Dios para liberarnos de


la esclavitud del pecado, es decir, para darnos la posibilidad de ser felices.
Más allá de un hecho histórico importante, reconozcamos el valor de la
venida de Jesucristo al mundo como la máxima obra de amor de Dios por
el hombre que culmina con su muerte y resurrección.

- Dar razón de la verdad de Jesucristo como


OBJETIVOS Dios y como Hombre verdadero.

- Comprender y saber explicar el valor del


misterio de la Encarnación y Nacimiento de
Jesucristo.
“Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”.
Juan 1, 14

1. EL HOMBRE ANTES DE LA ENCARNACIÓN


(CEC
458)

A causa del pecado original, el hombre perdió las gracias que le permitían vivir en el
gozo permanente de la presencia de Dios, es decir, de una felicidad completa y fue
presa de la concupiscencia que le inclina a hacer el mal.

Las puertas de este paraíso le habían sido cerradas para siempre sin que pudiera
hacer nada que restaurara su estado original.

Este hecho es la causa del gran vacío del hombre que, por naturaleza, aspira al Bien
Supremo y cuya debilidad para la virtud no le permite alcanzar.

Dios, al contemplar el estado en el que ha caído su criatura predilecta, y el daño que


le causa, no puede resistirlo y en un impulso de gran misericordia por su amor
infinito decide hacerse Hombre para salvar al hombre.

2. DIOS Y HOMBRE VERDADERO


Una ofensa cobra su gravedad según la proporción que exista entre el ofensor y el
ofendido. Por esa razón, el Pecado Original es tan grave, porque el hombre siendo
tan pequeño se prefirió a sí, rechazando a Dios, el Ser infinito.

Sólo Jesucristo, Dios verdadero, podía ofrecer un sacrificio que en verdad reparara la
ofensa de valor infinito. Asimismo, por ser Hombre verdadero, su sacrificio
satisfacía la falta que había sido cometida por el hombre.

Es pues, nuestra Redención, un milagro gratuito e inmerecido nacido únicamente del


amor de Dios por nosotros.

3. ENCARNACIÓN (CEC 461-463)

Se llama Encarnación al hecho de que el Hijo de Dios haya asumido una naturaleza
humana para llevar a cabo por ella nuestra salvación. Es la unión admirable de la
naturaleza divina y la naturaleza humana, es decir, que el Verbo de Dios tomó carne
humana en el seno de María. Esto ocurrió al momento en que Ella pronunció las
palabras “hágase en mí, según tu palabra” (Lc 1, 38). Esta unión de las dos
naturalezas se hizo por obra y gracia del Espíritu Santo, tal como se lo dijera el ángel
Gabriel a la Virgen María en el momento de la Anunciación “el Espíritu Santo
vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra” (Lc 1, 35), pero
también gracias al generoso consentimiento de María.

Recordamos este hecho al rezar el Ave María, el Angelus, los Misterios del Rosario,
el Credo, etc.

4. EL NACIMIENTO DE JESÚS
Conforme a un edicto del César, que ordenaba un empadronamiento (censo); todos
tuvieron que regresar a su ciudad de origen. Por lo tanto, José y María tuvieron que
viajar desde Nazareth hasta Belén.

Aquello ocurrió para que se cumpliera lo predicho por los profetas: “Y tú, Belén,
tierra de Judá, no eres, no, la menor entre los principales clanes de Judá; porque
de ti saldrá un caudillo que apacentará a mi pueblo Israel” (Mi 5,1; Mt 2, 6).

El Hijo de Dios, al encarnarse, hace posible que el hombre adquiera una altísima
dignidad, porque entra en la historia humana y se ha dispuesto a caminar con
nosotros, hacia la plenitud del encuentro con Dios.

Con el nacimiento de Jesús se ponen de manifiesto dos aspectos que debemos tener
en cuenta. El primero de ellos es que, al nacer en un pesebre, Él se sitúa entre los más
pobres, resaltando que lo esencial es la humildad. Lo segundo, y lo más importante,
es que asume nuestra naturaleza para poder restablecer la comunión del hombre con
Dios, que fue rota por el pecado original (Rm 5, 15).

Luego del nacimiento de Jesús, el primer anuncio se hace a unos pastores que se
encuentran a los alrededores (Lc 2, 11-13). La segunda manifestación del
nacimiento, se hace a los gentiles, en la figura de los Magos de Oriente (Mt 2, 10-
12).

Los regalos llevados por los Reyes Magos a Jesús, representan la entrega del corazón
y de lo mejor de sí al Señor (oro); la dedicación a la oración y la adoración al Niño
(incienso); la ofrenda de los sufrimientos a Él, que lo merece todo y que sufrirá por
nosotros (mirra).

Después de ello, Jesús fue perseguido por Herodes para ser asesinado, por lo cual,
José, María y Jesús tuvieron que huir a Egipto. Éste, al verse burlado, ordenó matar a
todos los primogénitos menores de dos años, creyendo que así lograría matar a
Quien era anunciado por los profetas, como Rey. Permanecieron allí hasta que
recibieron un nuevo anuncio del ángel por el que podían regresar, ya que Herodes
había muerto (cf Mt 2, 13 – 23).

5. ¿POR QUÉ EL VERBO SE HIZO CARNE?


- Para salvarnos reconciliándonos con Dios: “Dios nos amó y nos envió a su Hijo
como propiciación por nuestros pecados” (1 Jn 4, 10). ”El Padre envió a su Hijo
para ser salvador del mundo” (1 Jn 4, 14).
- Para que nosotros conociésemos así el amor de Dios: “En esto se manifestó el
amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Hijo único para que
vivamos por medio de Él” (1 Jn 4, 9).

- Para ser nuestro modelo de santidad: “Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended
de mí...”(Mt 11, 29). El Padre, en el monte de la transfiguración, ordena:
“Escuchadle” (Mc 9, 7). Él es, en efecto, el modelo de las bienaventuranzas y la
norma de la ley nueva: “Amaos los unos a los otros como yo os he amado” (Jn 15,
12).

- Para hacernos “partícipes de la naturaleza divina” (2 P1, 4). “Porque tal es la razón
por la que el Verbo se hizo hombre, para que el hombre al entrar en comunión con el
Verbo y al recibir así la filiación divina, se convirtiera en hijo de Dios” (S. Ireneo).

Averigua lo siguiente y compártelo en grupo:


- ¿Qué profeta anunció el nacimiento de Jesús? ¿Qué
lo caracterizó?
- ¿A quiénes se les manifestó la llegada del Salvador
CONOCE esos primero días de Jesús entre nosotros?
- ¿Por qué celebramos Navidad el 25 de diciembre?

Apuntes
4
RESURRECCIÓN
Y
ASCENSIÓN
INTRODUCCIÓN

Es verdad,
¡Resucitó!

El acontecimiento central de la fe cristiana, aquello que ha dado sentido a


las vidas de innumerables santos, mártires, misioneros y amigos varios de
Jesucristo es el acontecimiento de la Resurrección que está unido
indisolublemente al misterio de la cruz. La Resurrección da sustento a
todo lo que predicamos, es la razón de nuestra esperanza. El temor a la
muerte y la incertidumbre acerca de nuestro destino ha quedado despejada
por Cristo. Él ha vencido a la muerte, Él nos ha dado esperanza. Es
importante que profundicemos en este misterio, mejor aún, que lo
vivamos intensamente, que esta verdad de fe cale hondo en nuestro
corazón. Para ello, esta lección nos invita a profundizar en este misterio

- Fundamentar la Resurrección de Cristo


OBJETIVOS como confirmación de su divinidad.

- Identificar las implicaciones de la


Ascensión de Cristo en nuestra vida.
“Cristo murió por nuestros pecados, conforme
a la Escritura. Fue sepultado y resucitó al
tercer día, de acuerdo con la Escritura”.
1 Corintios 15, 3-4

1. CRISTO DESCENDIÓ A LOS INFIERNOS


(CEC 631-
637)

Cuando Jesús murió en la cruz, su alma unida a su persona divina, descendió a


los infiernos, como salvador del mundo proclamando la Buena Nueva. La Escritura
llama infierno a la “morada de los muertos”, donde bajó Cristo después de muerto,
porque los que se encontraban allí estaban privados de la visión de Dios.

Jesús no bajó a los infiernos para liberar allí a los condenados, ni para destruir el
infierno de la condenación, sino para liberar a los justos que le habían precedido.
Cristo, por tanto, bajó a la profundidad de la muerte para “que los muertos oigan la
voz del Hijo de Dios y los que la oigan vivan” (Jn 5, 25).

Jesús, el príncipe de la vida, aniquiló mediante la muerte al señor de la muerte, es


decir, al diablo y libertó a cuantos, por temor a la muerte, estaban de por vida
sometidos a la esclavitud. En adelante, Cristo resucitado “tiene las llaves de la
muerte” y “al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra y en
los abismos” (Flp 2,10).

En la expresión “Jesús descendió a los infiernos”, el símbolo confiesa que Jesús


murió, realmente, y que, por su muerte a favor nuestro, ha vencido a la muerte y al
diablo “señor de la muerte” (Hb 2,14).

2. ES VERDAD: ¡RESUCITÓ!
(CEC 638-
658)

Los apóstoles de Jesús comenzaron su predicación anunciando este hecho


indiscutible: Jesús de Nazaret, quien fue clavado en una cruz y sepultado, resucitó.
Todo su mensaje giró en torno de esta noticia; hoy la Iglesia también centra todo su
trabajo apostólico en Jesús resucitado. A partir de esta verdad, se realiza la
evangelización, hace dos mil años y hasta nuestros días.

La resurrección de Jesús es el hecho más importante de toda la Historia de la


Salvación. Es un asunto fundante -en él está fundada nuestra fe- y fundamental -sin
Resurrección sería absurda, y no tendría razón de ser nuestra fe-. Si Cristo no hubiera
resucitado, la Iglesia no podría anunciar ninguna Buena Noticia de salvación para
nadie.

San Pablo lo afirma claramente: “Si Cristo no fue resucitado, nuestra predicación
ya no contiene nada ni queda nada de lo que creen ustedes…. Y… ustedes no
pueden esperar nada de su fe…. Pero no, Cristo resucitó de entre los muertos…”
(1Co 15, 14; 17;
20).

La Resurrección de Jesús es una verdad, a la que de ninguna manera debemos


renunciar si nos llamamos cristianos.

3. PRUEBAS DE LA RESURRECCIÓN
La máxima obra de Dios, la Resurrección de su Hijo, no tuvo testigos. Sin embargo,
sí se puede comprobar; hay “evidencias”:

• El sepulcro vacío: Los cuatro evangelistas lo mencionan. Lo reconocen incluso


los soldados, los sacerdotes y las autoridades romanas. Aunque no es una prueba
directa, es un signo especial, es el primer paso para el reconocimiento de la
Resurrección. Juan dice: “vio y creyó” (20, 8).

• Las apariciones del Resucitado: En ellas se basa el argumento definitivo para


afirmar la Resurrección. NO FUERON VISIONES subjetivas, sino HECHOS
OBJETIVOS, HISTÓRICOS. Se describen (en los últimos capítulos de los
evangelios), como presencia real y hasta carnal de Jesús; come, camina, deja que lo
toquen, platica con ellos. Son una base sólida de la fe en la Resurrección.

• El testimonio de los que creemos: Aunque no hubo testigos de la resurrección, sí


los hay del Resucitado. Quienes lo vieron comenzaron a decir que el “Crucificado
estaba vivo” y así es como surge la Iglesia. Nuestra fe procede de los primeros que
creyeron y continuamos hoy transmitiendo esa misma fe en Jesús de Nazaret que
murió por nosotros, y que RESUCITÓ como primicia de lo que será nuestra propia
resurrección. ¡Desde hace dos mil años, hombres y mujeres han dado testimonio de
la fe en la Resurrección y así seguirá ocurriendo hasta el fin de los tiempos!

4. ¿QUÉ SE ENTIENDE POR


RESURRECCIÓN DE JESÚS?
La Resurrección de Jesús es un hecho real, histórico -como todo lo que dicen los
evangelios sobre Jesús de Nazaret- y metahistórico, es decir, que va más allá, pues
anticipa nuestra propia resurrección. Cuando pienses en esta VERDAD DE FE, toma
en cuenta estas cuatro afirmaciones:

• La resurrección de Jesús no es una vuelta a su vida anterior, para volver a morir de


nuevo. Jesús entra en la vida definitiva de Dios; es “exaltado” por Dios (Hch 2,23);
es una vida diferente a la nuestra (Rm 6, 9-10).

• Jesús resucitado no es un “alma inmortal”, ni un fantasma. Es un hombre completo,


con cuerpo, vivo, concreto, que ha sido liberado de la muerte, del dolor, de las
limitaciones materiales, con todo lo que constituye su personalidad.

• Dios interviene, para volver a unir el cuerpo y el alma de Jesús, pero además
ocurre un nuevo prodigio, una intervención creadora de Dios, el cuerpo de Jesús es
glorificado. El Padre actúa con su fuerza creadora y poderosa, levantando al muerto
Jesús a la vida definitiva y plena.

• No se trata de que Jesús resucitó “en la fe” de sus discípulos, o “en su recuerdo”. Es
algo que aconteció verdaderamente en el muerto Jesús y no en la mente o en la
imaginación. Jesús realmente ha sido liberado de la muerte y ha alcanzado la vida
definitiva de Dios.

5. SIGNIFICADO DE LA RESURRECCIÓN
Con la Resurrección de Jesús, Dios afirma cosas muy importantes:

• Dios estaba de parte de Jesús, le da la razón en todo lo que hizo y dijo y se la quita
a quienes estaban en su contra.

•Rehabilita su causa y su persona: Jesús es su Hijo, el Cristo, el Mesías esperado.

• Dice a la Iglesia naciente que su misión está fundada no solamente en el hecho


histórico, sino en la experiencia Pascual, en el encuentro de cada cristiano con Jesús
Resucitado.

• Es la anticipación de la meta de la historia; hace surgir una fuerza dinámica e invita


a un programa de vida para cada hombre.

• Hay un nuevo horizonte para la vida y nuevo sentido para la muerte. La vida
es un camino que se puede andar con esperanza, pues la muerte no es el fin del
hombre, sino el medio para volver a su destino final: Dios Padre.

6. EL ENCUENTRO DEL
HOMBRE CON EL RESUCITADO
En los evangelios se describen varios “encuentros” de Jesús Resucitado con varios
de sus discípulos; hay cosas en común en estas experiencias:

•Jesús se “deja ver”, para que salgan de su incredulidad y de su desconcierto.

•El encuentro afecta a la totalidad de sus personas: transforma el miedo en celo


por el evangelio; la ignorancia en sabiduría; la debilidad en fortaleza; la tristeza en
alegría (Gal 1,23).

• Les descubre los enigmas de la fe: “se les abren los ojos”“ven y
creen”.

• Los encuentros siempre conducen a una llamada a la evangelización “vayan y


digan” (Mt 28, 18-20; Mc 16,15; Lc 24, 28; Jn 20, 21).

• Comprenden que deben vivir su vida cotidiana con otro sentido y otra profundidad, el
encuentro con el Resucitado es una experiencia prolongada en la vida (2 Cor 4,10).
• La fe en Cristo Resucitado anima nuestra fe. “Si Cristo no resucitó, la fe de
ustedes es inútil y sus pecados no han sido perdonados” (1Co 15, 17).

Finalmente, la Resurrección de Cristo, y el propio Cristo resucitado, es principio y


fuente de nuestra resurrección futura: “Cristo resucitó de entre los muertos como
primicia de los que durmieron” (1 Co 15, 20). En la espera de que esto se realice,
Cristo resucitado vive en el corazón de sus fieles.

En Él los cristianos “saborean los prodigios del mundo futuro” (Hb 6,5) y su vida
es “arrastrada por Cristo al seno de la vida divina para que ya no vivan para sí los
que viven, sino para Aquel que murió y resucitó por ellos” (2 Co 5,15).

7. LA ASCENSIÓN (CEC 659-667)


A los cuarenta días de la Resurrección, habiendo instruido a sus Apóstoles sobre la
misión de establecer el Reino de Dios en el mundo, Jesús subió al cielo. Bendijo a su
Madre, a los Apóstoles y discípulos y se despidió de ellos. Una nube lo ocultó de sus
miradas.

Al situarse junto al Padre, toda la corte celestial entonó un himno glorioso de


alabanza, como el que oyó Juan en sus visiones:

“Digno es el Cordero, que ha sido degollado, de recibir el poder y la riqueza, la


sabiduría y la fuerza, la honra, la gloria y la alabanza” (Ap 5, 12).

Jesús entró en los cielos para tomar posesión de su gloria. Mientras estaba en la
tierra, gustaba siempre de la visión de Dios; pero únicamente en la Transfiguración
se manifestó la gloria de su Humanidad Sacratísima, que, por la Ascensión, se colocó
al lado del Padre celestial y quedó ensalzada sobre toda criatura humana.

La noche antes de morir oraba Jesús al Padre diciendo:

“Te he glorificado en la tierra, cumpliendo la obra que me habías encargado.


Ahora tú, Padre, dame junto a ti la misma Gloria que tenía a tu lado desde antes
que comenzara el mundo” (Jn 17, 4).

Por estar unida al Verbo Divino, que es la Segunda Persona de la Santísima Trinidad,
la Humanidad de Jesús disfruta del derecho a la gloria eterna. Comparte con el Padre
la infinita felicidad y poder de Dios. Justa recompensa por todo lo que hizo y
mereció en la tierra. Humanidad elevada al Cielo por encima de toda criatura, porque
en la tierra por debajo de todo se humilló.

Cuando acabe la lucha en esta vida, Jesús nos dará la gracia de compartir
eternamente el gozo de su victoria.

Jesús subió a los cielos para ser nuestro mediador ante el Padre. Allí está
intercediendo por nosotros. Subió para rendir cuentas al Padre celestial de la gran
obra que había acabado en la tierra: la naciente Iglesia, la gracia brota en
abundancia de su Cruz y se distribuye por los Sacramentos, la deuda de justicia es
pagada, la muerte y el
infierno son vencidos, el Cielo es abierto y el hombre es puesto en el camino de
salvación. Jesús merecía este glorioso recibimiento, al regresar a su hogar.

- El MAC tiene un folleto sobre la resurrección:


“Resucitó, ¿Mito o realidad?” Léelo y transmite tus
conclusiones a algún amigo o familiar.
CONOCE - Lee en el Catecismo los numerales 638 - 667.

Apuntes
5
ESPÍRITU SANTO
E IGLESIA
INTRODUCCIÓN

Tan importante es el rol del Espíritu Santo dentro de la Iglesia que cuando
se formuló el Credo de los Apóstoles, se determinó colocar el artículo de
fe: “Creo en el Espíritu Santo” y en “la Santa Iglesia Católica”, a fin de
recalcar la relación del Espíritu Santo con la verdadera Iglesia de Cristo.
Consideraremos la divina asistencia del Espíritu Santo dentro de la Iglesia
Católica en general y también en particular en cada miembro de la
Iglesia. Que estas consideraciones nos puedan mover a una mayor
devoción hacia el Espíritu Santo y nos inspiren a trabajar incansablemente
por la renovación, fortalecimiento y expansión de la Iglesia.y a
transmitirlo a nuestros hermanos.

- Reconocer quién es y cómo se manifiesta


OBJETIVOS la Tercera Persona de la Santísima Trinidad.

- Dar razón del origen, misión y característi-


cas de la Iglesia.
“Cuando venga el Espíritu de la verdad,
os guiará a la verdad completa”.
Juan 16, 13

1. PROMETIÓ UN CONSOLADOR
Antes que nada, cuando Nuestro Señor y Salvador Jesucristo estableció su Iglesia,
prometió a sus Apóstoles que enviaría a otro Consolador, a quien llamó el Espíritu de
Verdad. Leemos en el Evangelio de San Juan:

“Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para
siempre: el Espíritu de Verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve,
ni le conoce” (Jn 14,16).

“Pero cuando venga el Espíritu de verdad, Él os guiará a toda la


verdad”
(Jn 16,13).

A partir de estas referencias bíblicas, podemos claramente ver la asistencia divina


que el Espíritu Santo proporciona a los Apóstoles -ayudarles a enseñar las verdades
divinamente reveladas por el Hijo de Dios, Jesucristo.

“Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y
fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado” (Mc 16,16).

Los Apóstoles, después del descenso del Espíritu Santo en Pentecostés, cumplieron
esta orden de Cristo y predicaron el evangelio a todas las naciones. De sus
enseñanzas hemos recibido lo que se conoce como el Depósito de Fe, todo lo que ha
sido revelado por Dios.

El Depósito de Fe se compone de la Sagrada Escritura y de la Sagrada Tradición.

Después de la muerte de los Apóstoles, la Revelación Divina había sido completada


y Dios ya no reveló nada destinado a la humanidad entera.

Pero no pensemos que la divina asistencia del Espíritu Santo se limitó únicamente a
los Apóstoles y que cesó después de la promulgación del evangelio. El Depósito de
Fe necesitaba salvaguardarse y preservarse dentro de la Iglesia de Cristo.

Y también cuando Cristo ordenó a sus Apóstoles enseñar a todas las naciones,
añadió: “Y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”
(Mt 28,20).Por tanto, el Espíritu Santo mora en la Iglesia Católica a perpetuidad para
divinamente ayudarla a enseñar a todas las naciones todo lo que Cristo mandó:
“todos los días, hasta la consumación del mundo”.
2. ¿QUIÉN ES EL ESPÍRITU SANTO?
Consubstancial con el Padre y el Hijo, el Espíritu Santo es la Tercera Persona de la
Santísima Trinidad. Con su gracia, es el “primero” que despierta en la fe al creyente,
porque “Nadie puede decir: ¡Jesús es Señor! sino por influjo del Espíritu Santo”
(1Co 12, 3). De tal modo es protagonista de la fe cristiana, que “sin el Espíritu no es
posible ver al Hijo de Dios, y, sin el Hijo, nadie puede acercarse al Padre, porque el
conocimiento del Padre es el Hijo, y el conocimiento del Hijo de Dios se logra por el
Espíritu Santo” (San Ireneo, CEC 63).

“La presencia del Espíritu Santo es vital en la historia de la salvación. Sin embargo,
desde el principio de la Sagrada Escritura se observa que jamás se manifiesta con el
nombre de Espíritu Santo. La tercera persona de la Trinidad no se revela a sí misma,
sino que da a conocer a Cristo, su Verbo, y al Padre” (CEC 687).

En realidad, las palabras “Espíritu Santo” pueden también aplicarse con razón al
Padre y al Hijo, pues ambos son espíritu y santos. También se pueden aplicar a los
ángeles y a las almas de los justos, y por eso debe evitarse el error al que puede llevar
la ambigüedad de estas palabras: la Iglesia aplica este nombre a la Tercera Persona
de la Santísima Trinidad, según se toma de la Sagrada Escritura, porque el Espíritu
Santo carece de nombre propio.

Se le pueden también aplicar otros nombres, p.ej. el nombre de Paráclito, que


significa consolador o abogado (cf. Jn 5, 3-4, 16-26), y abunda en el sentido de que
es una Persona real. Por eso se le atribuyen acciones que sólo realizan los seres
personales, como ser maestro de la verdad, dar testimonio de Cristo, conocer los
misterios de Dios (cf. Jn, 16, 13; 1 Co 2, 10).

3. EL ESPÍRITU SANTO ASISTE A LA IGLESIA


Como lo había prometido Jesús antes de marcharse de nuevo al Cielo, desde allá nos
envía, junto con su Padre, al Paráclito. Es San Lucas quien nos relata su venida:
“Llegado el día de Pentecostés estaban todos reunidos en un lugar, cuando de
repente sobrevino del cielo un ruido como de viento impetuoso, que llenó toda la
casa. Y aparecieron unas como lenguas de fuego que se posaron sobre cada uno
de ellos. Y todos fueron llenos del Espíritu Santo” (Hch 2, 1-5).

El Espíritu Santo Iluminó el entendimiento de los Apóstoles en las verdades de la fe,


transformándolos de ignorantes en sabios, y fortificó su voluntad, pasando de
cobardes a valerosos defensores de la doctrina de Cristo.

El Espíritu Santo no descendió sólo para los Apóstoles, sino para toda la Iglesia, a la
cual enseña, defiende, gobierna y santifica.

• Enseña, ilustrándola e impidiéndole que se equivoque, por eso Cristo lo llamó


“Espíritu de verdad” (Jn 16, 13).
• La defiende, librándola de las asechanzas de sus enemigos.
• La gobierna, inspirándole lo que debe obrar y decir.
• La santifica con su gracia y sus virtudes.

Es muy significativo que los Apóstoles, en el primer Concilio, en Jerusalén,


invocaron la autoridad del Espíritu Santo como fundamento de sus decisiones:
“Nos ha parecido al Espíritu Santo y a nosotros” (Hch 15, 28).

EJEMPLOS DE ESTA
ASISTENCIA:

a) Ningún Pontífice Romano ha errado en sus decisiones dogmáticas.

b) Siempre se han desencadenado contra la Iglesia graves males, pero entonces


suscita eminentes varones que los contrarresten.

c) Los perseguidores de la Iglesia nunca han podido hacer daños irreparables.

d) Nunca han faltado cristianos de gran santidad.

EL ESPÍRITU SANTO VIVE EN EL ALMA EN


GRACIA
“La Iglesia, por tanto, instruida por la palabra de Cristo, partiendo de la experiencia
de Pentecostés y de su historia apostólica, proclama desde el principio su fe en el
Espíritu Santo, como aquél que es dador de vida, aquél en el que el inescrutable Dios
uno y trino se comunica con los hombres construyendo en ellos la fuente de vida
eterna” (Juan Pablo II, Dominum et vivificantem, n.1).

Esta santificación la realiza principalmente a través de los sacramentos, que son signos
sensibles instituidos por Jesucristo, que no sólo significan sino que confieren la gracia.

• Habita en el alma y la convierte en templo suyo.


• La ilumina en lo referente al conocimiento de Dios.
• La santifica con la abundancia de sus virtudes, gracias y dones.
• La fortalece en el bien y reprime sus malas inclinaciones.
• La consuela (por eso es llamado “Espíritu Consolador”).

Sabemos que el Espíritu Santo es el “dulce huésped del alma”, que está dentro de
nosotros cuando vivimos en gracia. De la misma manera que tratamos al Padre y
a Jesucristo, hemos de acostumbrarnos a hablar con el Espíritu Santo, nuestro
santificador.

Al Espíritu Santo hemos de pedirle de modo especial sus siete dones, tan necesarios
para vivir de verdad como cristianos:

• El don de ciencia, que nos enseña cuáles son las cosas que nos ayudan a caminar
hacia Dios.
• El don de sabiduría, que nos hace saborear las cosas de Dios.
• El don de entendimiento, que nos ayuda a entender las verdades de nuestra fe.
• El don de consejo, que nos ayuda a saber lo que Dios quiere de nosotros
y de los demás.
• El don de fortaleza, que nos da fuerzas y valor para hacer las cosas que
Dios quiere.
• El don de piedad, con el que amamos más y mejor a Dios y al prójimo.
• El don de temor de Dios, que nos ayuda a no ofender a Dios cuando
flaquee nuestro amor.

Pocos años antes, el Concilio Vaticano I había declarado que Cristo, “Pastor eterno,
decidió fundar la Santa Iglesia para perpetuar la obra salvífica de la redención”(Dz.
1821).

En contraposición a la carne, el Espíritu otorga la armonía y las virtudes que nos


permiten asemejarnos a Cristo en nuestra convivencia con Dios y con los demás. Su
acción santificante puede notarse sobre todo acá: al obrar en nosotros podemos notar
cómo nos hacemos diferentes a los que nos rodean. “El fruto del Espíritu es
amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre,
dominio de sí” (Ga 5, 22).

4. LA IGLESIA
“¿Qué objetivo -se preguntaba el Papa León XIII- persiguió Cristo al fundar la
Iglesia? ¿Qué se propuso? Una sola cosa: transmitir a la Iglesia, para continuarlos,
la misma misión y el mismo mandato que Él había recibido de su Padre” (Encíclica
Satis Cognitum).

Etimológicamente, Iglesia significa reunión, congregación de personas, y católica


significa universal.

Cristo es la Cabeza y constituye la salvación; la Iglesia es su Cuerpo, y constituye


su culminación. Su papel consiste en comunicar a los hombres esa salvación ya
conseguida definitivamente por Cristo. La Iglesia es ese Cuerpo que debe crecer
hasta alcanzar su talla adulta (cf. Ef. 4, 13) y convertirse en el Cristo total, y que
debe extender el Reino hasta los confines del mundo.

5. ORIGEN DE LA IGLESIA
Toda la vida de Jesucristo estuvo orientada a fundar la Iglesia. Pueden en ella
distinguirse los siguientes momentos:

a) Preparó su fundación instruyendo a sus discípulos y a sus Apóstoles durante tres


años, haciéndoles aptos para la predicación de su doctrina.

Durante toda su vida pública, Cristo va revelando el Reino de Dios prometido


muchos siglos antes en las Escrituras, concibiendo su realización en una comunidad
unida a su persona a la que se llamará Iglesia.
b) Fundó la Iglesia cuando, después de haber instruido a un número amplio de
discípulos, de entre ellos elige a doce “para que estuvieran con él y para enviarlos a
predicar” (Mc 3, 13-14).
• Les instruye acerca de los misterios del reino (cf. Mc. 4, 10-
11).
• Les descubre el sentido de las parábolas (cf. Mc. 7, 17).
• Les revela el futuro de Jerusalén y el comienzo de la nueva era (Mc 13, 3ss.)
y sobre todo, el misterio de su Pasión y de su Muerte (cf. Mc10, 32).

c) Instituye el Sacramento de la Nueva Alianza. De tal modo que desde la última


Cena, existe un pueblo que celebra la Nueva y definitiva Alianza.

d) El Señor les da una MISIÓN: predicar su doctrina por todo el mundo,


confiriéndoles el triple poder de enseñar, santificar y gobernar a los fieles (cf. Mt 28,
18).

e) Y, como la jerarquía de los Apóstoles necesitaba un principio de unidad


estable, una cabeza que rija, gobierne y mantenga unida a la grey, “para que el
episcopado fuese uno solo e indiviso, estableció al frente de los demás apóstoles al
bienaventurado Pedro” (Constitución Lumen Gentium, n. 18).

EL TIEMPO DE LA IGLESIA:
PENTECOSTÉS
Los Apóstoles comenzaron a cumplir la misión que Cristo les confió el mismo día
de Pentecostés, con tanto éxito que San Pedro convierte ese día a 3,000 personas con
su primera predicación (Hch 2, 41), y más adelante a 5,000 (Hch 4, 4).

Luego los Apóstoles se esparcieron por todo el mundo, e iban fundando comunidades
cristianas donde predicaban. Estas comunidades eran regidas por obispos
consagrados por ellos, y estaban unidas entre sí por una misma fe, unos mismos
sacramentos y un mismo jefe común: San Pedro y sus sucesores.

6. LA IGLESIA TRIUNFANTE, PEREGRINANTE Y PURGANTE


(CEC
954,962)

La Iglesia está conformada no sólo por los que vivimos aquí en la tierra, sino por
aquellos que partieron ya hacia la casa del Padre.

• La Iglesia peregrina en la tierra, somos nosotros hasta el día de nuestra muerte.


• La Iglesia purgante son los difuntos que aún no han ido al cielo y que purifican
en el purgatorio.
• La Iglesia triunfante, ya glorificada en el cielo, son los santos que ya gozan de
la visión beatífica.

- ¿Qué himno canta la Iglesia invocando al Espíritu


Santo en las ordenaciones sacerdotales?
- ¿Qué herejía negaba la divinidad del Espíritu Santo?
CONOCE
6
JUICIO FINAL
Y VIDA E
TERNA
INTRODUCCIÓN

La paz que otorga una conciencia tranquila, el saberse fiel a la voluntad


de Dios, es algo invaluable. La conducta ética se comprende en plena
dimensión a la luz de la relación con Dios, de la amistad con Él. Así,
el Juicio Final no debe ser visto como ocasión de castigo y tormento, sino
como el encuentro indispensable entre la criatura y el Creador, un
encuentro que se da en amor y en justicia.

En esta lección abordaremos los contenidos teológicos pertinentes y lo


que la fe nos enseña al respecto.

- Explicar qué es el Juicio


OBJETIVOS Final.

- Adoptar una actitud correcta frente a él que


lleve a un mayor crecimiento espiri- tual.
“Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria rodeado de todos los
ángeles, se sentará en su trono glorioso. Todas las naciones serán
reunidas en su presencia, y Él separará a unos de otros, como el pastor
separa las ovejas de los cabritos, y pondrá a aquellas a su derecha y a
éstos a la izquierda”. Juan

1. DESDE ALLÍ HA DE VENIR A JUZGAR A


LOS VIVOS Y MUERTOS”
• “Cristo murió y volvió a la vida para eso, para ser Señor de vivos y muertos” (Rm
14, 9).
• Cristo reina ahora como Señor del cosmos y de la historia, cabeza de su Iglesia,
Cristo glorificado permanece misteriosamente en la tierra.
• Desde la Ascensión de Cristo, el designio divino de Dios ha entrado en su
consumación. Estamos ya en “la última hora”.
• El Reino de Cristo está ya presente entre nosotros, aunque de manera imperfecta:
aún es objeto de los ataques del mal. Por este motivo los fieles cristianos pedimos
que se apresure el retorno de Cristo; es un tiempo de espera y de vigilia.
• La venida gloriosa de Cristo acontecerá con el triunfo definitivo de Dios en la
Parusía (segunda venida de Jesucristo) y con el Juicio Final. Este advenimiento
escatológico puede cumplirse en cualquier momento; sólo el Padre conoce el día y la
hora en que tendrá lugar (Mc 13, 32).
• Pero, antes de este advenimiento, la Iglesia deberá pasar por una prueba final:
Cristo develará el “Misterio de iniquidad”, bajo la forma de una impostura o
calumnia religiosa que proporcionará a los hombres una solución aparente a sus
problemas mediante el precio de la apostasía de la verdad (2 Ts 2).
• La Iglesia sólo entrará en la gloria del Reino a través de esta última Pascua en la
que seguirá a su Señor en su muerte y su Resurrección.
• El triunfo de Dios sobre la rebelión del mal tomará la forma de Juicio Final (Mt 25,
31ss).
• Cristo no ha venido para juzgar sino para salvar: juzgará a los vivos y a los muertos
con el poder obtenido como Redentor del mundo, pero ha venido para salvar a los
hombres. Los secretos de los corazones serán develados, así como la conducta de
cada uno con Dios y el prójimo. Todo hombre será colmado de vida o condenado
para la eternidad, según sus obras.

2. EL JUICIO PARTICULAR (CEC 1021-1022)


El juicio particular es el juicio de retribución inmediata, que en el momento de la
muerte, cada uno recibe de Dios en su alma inmortal, en relación con su fe y sus
obras. Esta retribución consiste en el acceso a la felicidad del cielo, inmediatamente
o después de una adecuada purificación, o bien a la condenación eterna del
infierno.

El Juicio Particular, como su nombre lo dice, será para cada uno de nosotros en lo
personal. En éste, Dios nos preguntará: “¿Cuánto amaste?” Y cada uno de nosotros
tendrá que responder a esta pregunta. Dios espera que cada uno de nuestros actos sea
hecho por amor.

“A la tarde te examinarán en el amor” (San Juan de la Cruz).

3. EL JUICIO FINAL (CEC 1038)

• La resurrección de todos los muertos, “de los justos y de los pecadores”,


precederá al Juicio Final (Dn 12, 2; Jn 5, 28-
29).

• El objeto del Juicio Final es, en primer lugar, dar gloria a Dios, manifestando
su justicia, sabiduría y misericordia a la humanidad entera.

• Revelará hasta sus últimas consecuencias lo que cada uno haya hecho
bien o haya dejado de hacer durante su vida terrena.

• Sucederá cuando vuelva Cristo glorioso.

• Revelará que la justicia de Dios triunfa de todas las injusticias cometidas


por sus criaturas y que su amor es más fuerte que la muerte.

• El mensaje del juicio final llama a la conversión, inspira el santo temor de


Dios.

4. LA ESPERANZA DE LOS
CIELOS NUEVOS Y LA TIERRA NUEVA (CEC
1042)

• La Biblia llama “Cielos nuevos y Tierra nueva” a esta renovación


misteriosa
que transformará la humanidad y el mundo (2 P 3, 13; Ap 21, 1).
• El universo, liberado de la esclavitud de la corrupción, participará de la
gloria de Cristo.
• Se alcanzará la plenitud del Reino de Dios, es decir, la realización definitiva
del designio salvífico de Dios.

- ¿Qué herejía de los primeros siglos enseñaba que al


final de los tiempos el demonio sería perdonado junto
con los condenados?
- Enumera las partes en las cuales se divide el libro del
Apocalipsis.
CONOCE
- Lee en el Catecismo los artículos dedicados al juicio
final (1020).
Apuntes

34 VERITAS 1

También podría gustarte