Por: Santiago Montenegro Más, no menos, globalización Recluidos en nuestras casas, en las pausas que nos dan el teletrabajo y las tareas domésticas, tenemos que hacer un esfuerzo por encontrarle un sentido a la pandemia del coronavirus. Quizá la primera gran conclusión es que el coronavirus es un ataque contra toda la especie humana, semejante al que podrían hacernos unos extraterrestres provenientes de alguna galaxia lejana y misteriosa. Si nadie está a salvo de dicho ataque, entonces, la respuesta obvia es que todos los gobiernos, todos los países, todas las personas deberíamos unirnos y aportar a una sola empresa para derrotar a este enemigo común. Infortunadamente, esta acción colectiva se ha demorado mucho y dicha demora es, hasta cierto punto, comprensible, por varias razones. En primer lugar, por la incertidumbre del alcance de esta plaga. En sus comienzos, parecía una influenza más de las que aparecen en invierno, razón por la cual solo después de muchas semanas y de muchos muertos y contagiados fue declarada como pandemia por la OMS. En segundo lugar, aún con la mejor buena voluntad de todos, la respuesta conjunta de tantos gobiernos e instituciones a nivel mundial, y aún dentro de cada país, enfrenta el desafío de “la lógica de la acción colectiva”, tal como lo planteó Mancur Olson en un documento clásico, el más citado en la historia de las ciencias sociales. En tercer lugar, el combate a la plaga se ha dificultado porque la preparación de los países era muy desigual cuando emergió la pandemia. Por ejemplo, Colombia tiene capacidad para realizar 1.500 pruebas diarias, en tanto un país con la misma población, Corea del Sur, realiza 22.000 pruebas diarias, gracias en parte a su experiencia con las anteriores pandemias, como el Sars y el H1N1. Pero lo más grave es que al INS solo están llegando 600 muestras diarias, un número realmente bajo. Esto no es culpa del INS ni de su directora, quien ha hecho una gran labor, pero sí es un cuello de botella del sistema de salud al que tenemos que prestarle una atención inmediata. En cuarto lugar, esta epidemia llegó en un momento en el que no todos, pero sí muchos gobiernos del mundo han estado en manos de personas opuestas a la cooperación, a unir esfuerzos con otros países. Por el contrario, lo que ha definido las políticas de muchos gobernantes ha sido el enfrentamiento y la polarización, la creación de muros y barreras, con una concepción de la política, no bajo la razón de la acción colectiva, sino con una lógica de amigo/enemigo, tal como la planteó el jurista nazi Carl Schmitt en los años 30 y que llegó a Latinoamérica a través de uno de sus seguidores, Ernesto Laclau, padre del populismo latinoamericano. Frente al coronavirus, entonces, necesitamos una nueva globalización, tal como la han planteado Noah Harari en su entrevista con Christiane Amanpour, en CNN, y Bernhard Zand, en Der Spiegel. Necesitamos una respuesta global, tanto contra la pandemia, como contra sus devastadores efectos sobre la economía. Porque este es un problema tanto de salud pública como de la estabilidad del empleo, de la viabilidad de las empresas y de los impuestos que pagan las personas y las empresas para que los Estados puedan proveer los bienes públicos, que tanta falta hacen en estos momentos. Queremos seguir nutriendo los debates con opiniones útiles, críticas y profundas