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BUENOS AIRES METROPOLITANA: LOS DESAFÍOS DEL PERONISMO URBANO / CADA17 N°72-73-74

SEPTIEMBRE-OCTUBRE-NOVIEMBRE 2015 / Pedro C. Sonderéguer

LOS DESAFÍOS DEL PERONISMO URBANO - I / Cada17 N°72 - Septiembre 2015

Buenos Aires y el mundo: en el escenario global se imponen hechos que van impregnando las
agendas públicas y sobre los que conviene reflexionar, puesto que están siendo naturalizados
superficialmente, sin advertir el impacto que tienen. Hechos que hacen a la naturaleza de la
sociedad, a las necesidades de la política, a las condiciones del desarrollo, al carácter de nuestras
prácticas y al horizonte en el que nos movemos. El primer hecho relevante es la creciente evidencia
de la importancia de las ciudades en la economía global, cuestión esencial para una sociedad como
la argentina, mayoritariamente urbana desde el 900 por lo menos y que registra uno de los más
altos índices de urbanización (ver Cada17 de Mayo 2015). En este punto se inscribe el carácter
históricamente urbano de las luchas sociales en la Argentina, que tienen antecedentes en las luchas
obreras de comienzos del siglo XX y alcanzaron su punto más alto en las jornadas de octubre de
1945. Las ciudades hoy son los territorios donde se concentran las masas de la población, la mayor
parte de las riquezas y la casi totalidad de los conocimientos de las sociedades.

El segundo hecho relevante es que esta verdad evidente de la demografía y la economía trasciende
ya el campo de las ciencias sociales y ha comenzado a formar parte de la prédica espiritual. Aunque
no siempre reconocida por las tradiciones de la política, esta preeminencia de las ciudades
transcurre hoy sobre un trasfondo de reflexión religiosa desde el advenimiento del Papa Francisco,
algo que parece obvio a fuerza de su presencia cotidiana pero va modificando lentamente una larga
serie de ideas recibidas. Hasta cierto punto, el pontificado de Francisco extiende de manera
universal prácticas y sensibilidades sociales propias de la sociedad argentina. El Papa Francisco ha
hecho suya la preocupación de la Iglesia por la ciudad, que 148 Los Desafíos del Peronismo Urbano
ya expresó el cardenal Bergoglio, antes de ser Francisco, en su pastoral “Dios en la Ciudad” (Primer
Congreso de Pastoral Urbana, BsAs, 2012), y continuó en la Exhortación Apostólica Envangelii
Gaudium: Desafíos de las culturas urbanas, publicada en Noviembre de 2013. El mismo mensaje
inspiró la XXVII Asamblea Plenaria del Consejo Pontificio para Laicos, desarrollada en Roma en
Febrero de este año: Encontrar a Dios en el corazón de la ciudad. Preocupación pastoral que coincide
con la ineludible realidad de un mundo definitivamente urbano.
El tercer hecho relevante es la pertinencia y necesidad de preservación del carácter (¿el método?)
de riguroso empirismo que hizo suyo el movimiento peronista desde su nacimiento y explica quizás
su vitalidad y su profundo impacto en la vida nacional. El movimiento justicialista irrumpió en la
anacrónica vida pública de la Argentina de mediados del siglo pasado y conformó un movimiento
nacional que fue, desde el comienzo, un movimiento revelador, en un país agobiado entonces por
la opacidad del discurso político. Sobre esa base se constituyó en el portador de los reclamos
sociales. Así, si no fue el peronismo el primer impulsor de las leyes sociales (fueron los socialistas:
Palacios, Manuel Ugarte), fue el peronismo el que las hizo realidad, profundizó y extendió esos
derechos al conjunto de la población, a partir de las políticas impulsadas por el entonces coronel
Perón desde la Secretaría de Trabajo. Si no fue el peronismo el primer defensor de la educación
pública (fue Sarmiento), fue el peronismo el que incrementó dramáticamente los presupuestos y
expandió la infraestructura de educación hasta abarcar al conjunto de la sociedad, desde el primer
gobierno histórico de Perón y Evita hasta la actual multiplicación de sedes universitarias en sectores
postergados de la ciudad. Si no fue el peronismo el primer impulsor de los derechos democráticos
universales (fueron los radicales que arrancaron al régimen conservador la Ley Sáenz Peña), fue el
peronismo el partido que hizo de la defensa real de la democracia una bandera irrenunciable y puso
el cuerpo a todos los golpes de Estado que arrasaron la República a partir de 1955, desde la
Resistencia a la Revolución Libertadora en 1955 hasta el Proceso de 1976, desde el Plan Conintes
hasta el Plan Cóndor. En todos los casos la fuerza alcanzada se fundó en la capacidad de construir
política desde un riguroso empirismo un tanto escéptico, que supo desbaratar, durante años, las
trampas de las políticas del poder. En cada caso fue así posible dar la respuesta que el momento
exigía. Este conjunto de circunstancias delimita hoy el desafío mayor del peronismo, cuando, al
mismo tiempo que representa las esperanzas de los más pobres, tiene claras dificultades para crecer
en las ciudades. Hay allí una anomalía y unas cuantas cuestiones que es necesario resolver. ¿Es acaso
posible pensar en un desarrollo pleno del territorio sin la participación concertada de las grandes
ciudades? ¿Hasta qué punto sobrevive hoy en la ciudad esta atención directa a los reclamos de la
realidad, que llamamos empirismo de una práctica guiada por el sentido común? ¿Por qué el
peronismo, movimiento esencialmente urbano surgido de la rebelión de los obreros en el 45 y que
hoy tiene presencia en todas las universidades públicas, no alcanza a construir un proyecto capaz
de conducir la renovación urbana que el país necesita? ¿Puede una mirada técnica orientada por un
empirismo escéptico abordar la cuestión urbana (transporte, espacio público, trabajo, salud,
vivienda) y elaborar una agenda? Una agenda urbana que recupere los valores esenciales de la
ciudad, pluralismo y libre discusión común de los problemas, una agenda capaz de crear trabajo,
vincular el conocimiento con la producción, la construcción de infraestructuras con la economía, el
crecimiento de la ciudad con la respuesta a las demandas de la sociedad.

LOS DESAFÍOS DEL PERONISMO URBANO - II / ANACRONISMO DE LA FRONTERA SUR DE BUENOS


AIRES / Cada17 N° 73 - Octubre 2015 / Pedro C. Sonderéguer

En Buenos Aires, el sur comienza en la Avenida Rivadavia y contiene el reclamo social, ya lo dijeron
Borges y el tango y lo supieron bien los caudillos del 900. Más al sur de Rivadavia está el Riachuelo
y a medida que se desciende la cuesta que lleva a la costa aparece la verdadera frontera, el cauce
de oscura agua inmóvil que separa bruscamente la ciudad del suburbio. Poco importa que no haya
sido siempre así y menos todavía que esa visión sea una construcción reciente. Se ha pasado de la
memoria de quintas de frutas y verduras en los fondos de las casas, el vino de la costa y las remadas
al sofisma de “doscientos años de contaminación”, aunque los clubes y los restos de viejos
balnearios den testimonio de lo contrario. Esa imagen contiene además una anomalía y bien
podríamos preguntarnos si el Riachuelo como frontera es un desafío a la lógica o la evidencia de una
miopía estratégica. La geografía es tanto un dato como una construcción cultural: las visiones
sesgadas, la aparición de conceptos “que asesinan la realidad” para decirlo con Peter Berger,
pueden ser una fuerza poderosa (Peter Berger; Thomas Luckmann. La construcción social de la
realidad. 2001, Amorrortu editores). La ciudad vive de innovaciones y permanencias y lo racional no
siempre es lo que prevalece.

Entre las consecuencias no previstas del proceso que desde el Pacto de Olivos (en 1993) hasta la Ley
24588 (en 1995) condujo a la autonomía de la ciudad de Buenos Aires figura en primera línea la
consolidación de una brecha que separa a la CABA de los municipios vecinos de la provincia. Esa
brecha es económica (niveles de ingreso) y de calidad de vida (infraestructura y servicios) y se
expresa políticamente, casi sin excepciones. Una mirada al comportamiento electoral de los
municipios vecinos a la CABA, desde Avellaneda hasta Vicente López, muestra una constante: el
triunfo del FPV, con la única salvedad de Vicente López, con guarismos cercanos al 50%. Sumando
los votos del FPV y los de UNA, ese porcentaje va del 58.24% (en 3 de Febrero) al 70.27% (en La
Matanza) y representa una inquietante vecindad para la ciudad central, donde el ingreso por
habitante es muy superior, los servicios son en general mejores y el FPV es minoría. La separación
que supone la autonomía profundiza ese divorcio y favorece la construcción de una identidad
separada en la CABA. Así, al aislar al sector central de más altos ingresos, fueron creadas las
condiciones de la emergencia política de un nuevo actor. De alguna manera el PRO es hijo de la
autonomía. De esta realidad la ciudad se defiende cerrándose.

El sur es una frontera y la ciudad ha procurado siempre postergar la realización de obras que
conectaran el territorio de la CABA con los municipios del sur. En los últimos diez años por lo menos
tres proyectos fueron puestos sobre el tapete, impulsados por municipios del sur, con la idea de
aumentar la conectividad, multiplicar los intercambios y contribuir a disminuir la brecha. En los tres
casos la ciudad logró frenar esos proyectos: a) Proyecto Puente Roca-Patricios: elemento clave para
la conexión Avellaneda-La Boca, auspiciado por la Unión Industrial de Avellaneda como motor
auxiliar del desarrollo. Anunciado desde hace casi 20 años y objeto en el año 2006 de un proyecto
de la Universidad de Avellaneda por contrato con el antiguo Comité de Cuenca Matanza-Riachuelo,
el proyecto del Puente Roca-Patricios, destinado a aliviar el tránsito del Puente Pueyrredón y
reactivar la postergada zona sureste de Avellaneda Centro, alcanzó a ver firmada un Acta de
Entendimiento entre el Ministerio de Planificación Federal, el Gobierno de la CABA y el Municipio
de Avellaneda (22 de Agosto de 2006, Convenio N°39/06), antes de disolverse en postergaciones y
demoras burocráticas que terminaron archivándolo. Los Desafíos del Peronismo Urbano 152 b)
Prolongación de la AU7. La autopista AU7 es un proyecto heredado del plan de autopistas de la
dictadura pero retoma una antigua ruta norte-sur periférica a la ciudad, existente desde la Colonia,
que conectaba los pagos del sur con las tierras de San Isidro, siguiendo caminos rurales, bordeando
los bañados y tierras bajas. Hoy la AU7, destinada a conectar el centro de Buenos Aires con el
Municipio de Lanús a la altura del llamado Diamante y terrenos de ex-Fabricaciones Militares se
detiene antes del Riachuelo. c) Prolongación de la Línea H del subte. Estación Valentín Alsina. La
cabecera de la Línea H de subterráneos necesitaba, al llegar a Pompeya, un gran espacio de
maniobras para las formaciones. En colaboración con el Municipio de Lanús y la Universidad
Nacional de Lanús, la empresa Subterráneos de Buenos Aires elaboró un ante-proyecto y firmó un
convenio para el estudio de una conexión que cruzara de manera elevada el Riachuelo siguiendo la
traza de la Avenida Sáenz y bajara en la provincia en terrenos desafectados de la Estación Puente
Alsina del Ferrocarril Belgrano Sur. Esta propuesta daba solución a la necesidad de una gran área de
maniobras y al mismo tiempo iniciaba una conexión con la provincia. Eran cuestiones a solucionar
aspectos de alcances jurisdiccionales (SBASE no está autorizada a salir de los límites de la CABA) y
aspectos técnicos y de impacto ambiental, pero el proyecto naufragó en asambleas vecinales donde
se cuestionó la traza aérea. En la imposibilidad de llegar a una solución consensuada y ante las
enormes dificultades del trazo por debajo del Riachuelo, la Línea H se detuvo en la Estación Sáenz.

En los tres casos cada problema técnico contiene derivaciones políticas y alcances territoriales y
temporales de diverso grado y toca cuestiones culturales de todo tipo. El problema se inscribe en lo
que se puede llamar el Tercer Nivel de Complejidad de los problemas urbano-ambientales de la
fragmentada Área Metropolitana de Buenos Aires, donde cualquier cuestión técnica medianamente
importante rebasa los límites geográficos del municipio y supera, en su ejecución y consecuencias,
la duración previsible de la administración de turno (VI Jornadas de Desarrollo Sustentable Cuenca
Matanza-Riachuelo/UNLa 2006). Esta triple condición problemática (cuestión técnica, impacto
territorial, horizonte temporal), sin hablar de los mecanismos y dinámicas de la política local en cada
caso, pone la cuestión fuera del ejercicio político habitual. No deja de ser una paradoja que una
concepción de la política municipal que se concibe naturalmente como permanente, cultive a la vez
una práctica de presente perpetuo, donde los planes a largo plazo parecen imposibles o
irrealizables. Si es posible entender que en una perspectiva de corto plazo la ciudad opte por aislarse
del sur (en razón de los diferenciales económicos) es menos comprensible que la mayor
conectividad que esos proyectos representan no forme parte de la primera línea de una política
peronista para la capital y es todavía más difícil de entender que no sean una primera prioridad para
los municipios del sur. La conectividad genera beneficios inmediatos para las partes menos
favorecidas (oportunidades económicas, uso de infraestructuras) y a largo plazo para todos, en la
medida en que elimina o atempera brechas y fracturas. Favorecer la conectividad del Sur con la
CABA es el primer requisito para un desarrollo armónico de la ciudad en su conjunto.

LOS DESAFÍOS DEL PERONISMO URBANO - III / NUEVAS CENTRALIDADES PARA LA CIUDAD /
Cada17 Noviembre 2015 / Pedro C. Sonderéguer

La Ciudad Autónoma de Buenos Aires asiste a la emergencia de dos escenarios novedosos: la


refundación de su centralidad (proceso que culminó 154 Los Desafíos del Peronismo Urbano este
año con la mudanza del gobierno local, de Plaza de Mayo a Parque Patricios) y la apertura de su
horizonte metropolitano (cuando la ciudad real queda bajo gobiernos del mismo signo). Una serie
de problemas de larga data han sido en parte motores de este proceso: a) los problemas de límites
generados por la singular decisión de la Autonomía, alumbrada durante la década de 1990, decisión
que generó un nuevo equilibrio político en la ciudad; b) la disgregación del puerto con la
privatización del área portuaria central, proceso que cambió profundamente la condición y eficacia
portuaria del frente ribereño; c) los efectos a largo plazo del “poder blando” del gobierno de la
ciudad, que en los últimos años fue cambiando la configuración de la centralidad porteña, a la
sombra de otras polémicas: la ciudad llevó los edificios del gobierno al sur, a Parque Patricios,
mientras la atención estaba puesta en la mudanza de la estatua de Colón, cuestión de mayor
impacto inmediato pero que se desvanece en el largo plazo. ¿Cuál es la situación ahora? La
geografía, la historia, la política y las costumbres signaron la fuerte centralidad de Buenos Aires a lo
largo de cinco siglos: puerta de la tierra abierta al interior del Nuevo Mundo, último puerto atlántico
de la Colonia en el extremo sur, Aduana y nexo entre las Provincias Unidas y el mundo, cabecera de
un sistema ferro-portuario tan extenso como media Europa, arquetípica plaza latinoamericana
donde se concentraron desde la Conquista los poderes de la sociedad (político, religioso,
económico, local y regional), Buenos Aires estuvo siempre profundamente marcada por la
centralidad de sus funciones: las comunicaciones reforzaron esa condición del espacio construido.
Si, como se ha dicho, la globalización tuvo, entre otros efectos de largo alcance, el de debilitar las
funciones del Estado nacional y potenciar la autonomía de las ciudades, la eficacia de la respuesta
residió siempre en la pertinencia de las medidas tomadas por cada sociedad en esa coyuntura.

No era una cuestión simbólica ni obedecía a lógicas heredadas, sino al devenir propio de nuevos
escenarios en gestación. Así, el impulso disgregador de la globalización pudo encontrar en algunos
casos como respuesta una tentación de concentración (y de allí salió una de las ideas fuerza de la
Autonomía) y en otros casos la seducción de la descentralización, que en principio las nuevas
tecnologías favorecían (lo que se expresó en la propuesta de las Comunas). El problema en Buenos
Aires es que las dos lógicas, aplicadas simultáneamente en el mismo fragmento central, se anularon
recíprocamente (ver “El falso problema de las Comunas”, Página12, Suplemento M2, 9 de Junio
2001): la autonomía del núcleo central más rico signó profundamente el divorcio con la periferia y
generó múltiples problemas de gestión (transporte, servicios, residuos, etc.), mientras un sistema
de comunas puesto en marcha más por razones coyunturales de la política que por necesidades
funcionales reales, no encontró todavía su verdadero escenario de realización. Este escenario tiene
la oportunidad de cambiar por completo a partir de las elecciones pasadas. La ciudad se encuentra
por primera vez en su historia, desde que el crecimiento rebasó los límites fijados por el proceso de
federalización de 1880 (en su momento muy amplios y que incluía extensas zonas de campo), con
un escenario inédito, en el que la ciudad real (Ciudad Autónoma y conurbano bonaerense), por
encima de las divisiones jurisdiccionales que han fraccionado el territorio y complicado la
gobernabilidad, vivirán bajo gobiernos del mismo signo, en la capital y en la provincia. Esta nueva
condición política puede dar lugar a una formidable expansión del potencial de la ciudad, donde las
tradiciones políticas de las últimas décadas se combinen positivamente en la búsqueda de
soluciones a los problemas urbanos (cuestiones de transporte, espacio público, vivienda, salud,
empleo, esparcimiento) abandonando las posiciones de principio o regidas por las exigencias
partidarias que tantas veces complicaron la armonía del desarrollo urbano. Hay un largo plazo en la
evolución de las identidades políticas, que en este caso habría que evaluar en el conjunto del área
metropolitana, y hay momentos de mutación o de reconversión, de cara al futuro. Al mismo tiempo,
el nuevo escenario difumina las condiciones que facilitaron la emergencia de una nueva identidad
política en el área central. La opción por la autonomía desafió una tendencia secular de la ciudad a
la ampliación jurisdiccional, que se cumplió en cada crisis desde comienzos del siglo XIX, desde
Rivadavia a la Generación del 80, del Municipio de Buenos Aires de 1851 a la CONAMBA de 1984:
es posible que esta nueva configuración política favorezca la reafirmación de esa tradición, que
encontraría así los instrumentos necesarios para el manejo de cuestiones urbanas que atraviesan
las jurisdicciones. Por otro lado hay hechos difícilmente reversibles que quizás anuncien la
emergencia de cambios sustanciales en la configuración de Buenos Aires: la ruptura de la unidad del
puerto (Dock Sud y Puerto Nuevo separados ahora por Nuevo Puerto Madero, un área urbana de
hoteles y viviendas de alta gama y puertos de veleros) y la aparición de nuevas centralidades en
Parque Patricios son fenómenos destinados a evolucionar generando su propia dinámica y efectos
de largo plazo con impacto en el conjunto de la ciudad. El panorama está abierto y es posible que el
conjunto urbano se encamine a nuevas formulaciones que se deban tanto a las tradiciones
conocidas como a las peculiaridades de la coyuntura, con resultados a mediano plazo de difícil
previsión. Nada es menos seguro que la perduración de la foto actual.

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