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Tema 9 Metodos de Enseñanza. Relacion Profesional
Tema 9 Metodos de Enseñanza. Relacion Profesional
Luego, pues si estamos frente a una materia cuyo contenido está profundamente
entroncado en el propio contenido de las ciencias jurídicas y ha de avanzar entonces
de acuerdo al avance de ellas y si por esa naturaleza es preciso que la materia sea
enseñada a través de todo el currículo de la carrera de abogado es, pues lógico
deducir que la metodología corresponderá a cada una de las tres formas de
enseñanza que hemos propuesto.
Seguramente que en ninguna otra materia como en ésta, el método activo, formativo
del estudiante es más importante porque tratándose de una materia que enseñará
normas de conducta, revelado: las de ser el comportamiento del alumno en el propio
proceso de asimilación y aplicación de esas normas. La clase activa, con participación
directa del alumno que ya no sufrirá el monólogo doctoral de la clase magistral
únicamente es, pues en ese sentido un método positivo para la enseñanza de esta
materia.
Pero aún más, esta materia abre un campo valioso a la investigación que enriquecerá
su propio contenido. Por lo mismo que es una materia que incide en los actos
cotidianos del profesional es muy fácil que la realidad proporcione rico material para
estudiarla.
¿No es, cierto que sería sumamente provechoso organizar un estudio del
comportamiento profesional dentro de los procesos sobre derecho familiar o sobre
derecho laboral, sobre alimentos; es decir, sobre aquellos bienes jurídicos en disputa
que exigen una solución pronta, ¿pero que tropiezan con el litigio desleal?
¿Y no sería acaso positivo un estudio comparativo entre los plazos señalados por la
ley y el tiempo de duración de los procesos?
En fin, la vida es un rico venero para la investigación de la conducta del hombre, esta
materia como ninguna tiene pues, amplios predios para la especulación y la
investigación.
LA RELACIÓN PROFESIONAL
1. LA CONSULTA.
El vínculo profesional se establece en el momento de la consulta. Es la consulta la que
inicia la relación del abogado con su cliente. Por tanto, será importante analizar la
naturaleza jurídica del acto que es la consulta y establecer asimismo la naturaleza del
vínculo que resulta de ella.
La consulta es el acto por el cual el cliente acude al consejo profesional para decidir un
asunto que puede ser conflictivo o no conflictivo. La consulta puede pretender
servicios de asesoría, o servicios de abogacía, de defensa en proceso que puede ser
contencioso o rio contencioso. Esta condición de la consulta determina un vínculo en
el que por un lado se propone el problema y por otro debe proponerse o buscarse la
solución al problema. Quien propone el problema es la persona que podrá convertirse
en cliente, cuando el abogado haya aceptado el asunto.
Para que el abogado pueda absolver la consulta y satisfacer la duda del cliente, es
importante el deber de sinceridad del cliente, quien debe presentar el caso con la
mayor exactitud y con la mayor amplitud. En la sinceridad del cliente está implícita la
revelación de de secretos que incumben solamente al fuero íntimo de las personas o
de sus familiares. 1 que serán confiados al amparo del secreto profesional porque no
podrán ser revelados y quedarán solamente en el conocimiento del abogado.
Sólo podrá ser sincero el cliente, cuando tenga confianza en el consejo del abogado.
La relación profesional es fundamentalmente relación de confianza. Si no existe esa
confianza, el cliente no podrá ser sincero con el abogado, ni podrá proporcionar la
información requerida para la mejor solución del asunto.
Al estudio del abogado suelen llegar las personas debido a diversas causas, el nombre
profesional prestigiado por una larga carrera, la seriedad profesional que invita a la
confianza o el mero consejo .de parientes o amigos. Pero en cualquier caso habrá de
tenerse en cuenta, necesariamente la honestidad profesional. Es decir, aquella
conducta que sea garantía de versación y probidad. EI cliente acude donde el
abogado confiando en su integridad moral, con la seguridad de que su versación
jurídica y su honestidad profesional, han de guiar el asunto. Pero suele ocurrir también
que existen clientes que deliberadamente buscan la malicia o la dilación y que
pretenden utilizar para esos fines los servicios del profesional. En esos casos, el
abogado honesto deberá excusarse de intervenir y si el caso comprometiese también
la malicia de otros colegas, deberá denunciar el hecho ante el Colegio de Abogados,
para evitar el perjuicio que pueda ocasionar.
Los deberes de sinceridad y confianza, generan a su vez otro deber del cliente: la
lealtad que debe tener para con el abogado, que significa el deber de informar si
hubiese declinado su confianza, o si tuviese necesidad de cambiar de defensor, o de
extinguir la relación profesional satisfaciendo el honorario concertado.
Frente a la confianza del cliente y la sinceridad con que actúe, el abogado tiene
también importantes deberes, resumidos fundamentalmente en el deber de lealtad
para con el cliente.
La confianza del cliente y la lealtad del abogado son los elementos morales que
configuran la relación profesional. La lealtad del abogado se expresa en la honestidad
con que se absuelve la consulta, honestidad que pone al servicio del cliente, todos los
conocimientos técnicos necesarios para resolver el problema, sin temor a solicitar el
tiempo requerido para el estudio profundo e integral. No debe olvidar el abogado, que
hasta ese momento está en libertad de aceptar la defensa, pero que después de
aceptada, tiene la obligación de ser consecuente con ella. No tendrá tampoco reparo
en expresar que el asunto será tratado por un especialista, cuya opinión se ha de
demandar. La lealtad del abogado se expresa asimismo en la honestidad con que
asume o rechaza el asunto; en la entereza y decisión con que lo defiende; en la
seguridad con que protege el secreto profesional, en la honradez e independencia que
mantiene frente al asunto confiado.
La legislación invocada, confirma pues nuestra tesis de que las normas morales que
regulan la actividad profesional, se van convirtiendo en normas jurídicas. El propio
código de ética profesional. ya no es el conjunto de normas morales que solamente
tienen la' sanción de la conciencia del individuo. Constituyen normas que, al ser
trasgredidas, constituyen faltas a la moral que son sancionadas disciplinariamente
unas veces y penalmente otras.
4. LIBERTAD DE PATROCINIO.
En el ejercicio de la profesión, el abogado tiene libertad para aceptar o rechazar el
asunto. Este es un derecho inherente a la naturaleza libre de la profesión. "Es de la
esencia del ejercicio libre la opción que tiene el abogado para aceptar o rechazar el
patrocinio", reza el Informe de la Comisión Preparatoria del Consejo Provincial de
Concepción, presentado a la Primera Comisión del Sexto Congreso Nacional de los
Abogados de Chile. 67 Sin embargo no existe ley alguna que declare obligatorio acudir
a un abogado para la defensa. Existen juzgados ante los cuales pueden defenderse
las mismas partes (juzgados de Paz no letrados) y existen procedimientos en los que
no es necesaria la presencia del abogado Aún más, debido a nuestras condiciones de
subdesarrollo, nuestra derogada ley orgánica del poder judicial, Decreto - Ley N-q
14005, establecía en su artículo 313 que en los lugares donde hubiese tres abogados
en ejercicio, no debía admitirse petitorio escrito no firmado por abogado. Lo que
contrario sensu, era aceptar que ahí donde había solamente dos abogados en
ejercicio, podía ejercer la profesión cualquier persona no titulada. Esa norma no ha
sido reproducida por la Ley orgánica del Poder Judicial, Decreto Legislativo Ne 767,
vigente desde el 19 de enero de 1992. Sin embargo, se sanciona el ejercicio ilegal de
la profesión sin decir en qué consiste.
En segundo lugar, debernos decir que este derecho del ahogado 110 es irrestricto.
Nuestro código de ética lo limita, por razones de nombramiento de oficio.
Adolfo E. Parry, cree que el abogado tiene derecho a declinar el asunto, sin fundar su
resolución es decir que el notable deontologista argentino, tiene más en consideración
la voluntad del abogado, que la naturaleza de su ministerio. Si consideramos que la
abogacía no es solamente un menester privado, sino que tiene trascendencia pública,
que está directamente vinculada con el orden social y que tiene razón de ser debido
precisamente al orden social, comprenderemos que el abogado no puede ser
absolutamente libre de decidir si acepta o no un caso. Si la defensa estuviese librada
solamente a la voluntad del abogado, podría suceder que la persona quede sin
defensa. en contra del principio elemental de que toda. persona tiene derecho a la
defensa.
Nuestro código de ética, dice, asimismo, que, en la decisión del abogado, no deben
influir el interés personal, ni el monto pecuniario del asunto, ni el poder y la fortuna de
los interesados. Esto es que el abogado no declinará debido a que el asunto sea de
poca monta, ni por que el adversario sea poderoso o afortunado. Son tal vez ejemplos.
con los cuales la norma ha querido destacar que, en la balanza de la evaluación
profesional, solamente pesarán la justicia o la Injusticia del caso, sea cual sea su
monto patrimonial, y sea o no poderoso o afortunado el contrincante.
5. LA INDEPENDENCIA.
La independencia es la libertad profesional. La ausencia de todo factor que pueda
influir en la conducta profesional. Trátese de factor social, económico, político, de
parentesco, de amistad, o de otra índole. El abogado debe actuar sin tener que
responder a ninguna circunstancia que pueda alejarlo de su papel de conductor del
asunto. Hay que concebir al abogado como el guía que conduce el asunto y cuya
labor, no puede estar enturbiada ni por los sentimientos del cliente, ni por factores
sociales o económicos que priven de la claridad con que el abogado debe mirar la
perspectiva del caso. No olvidemos que el modo como atienda a su cliente el abogado,
se reflejará necesariamente en el proceso que bien puede perder serenidad y destino,
si acaso, factores de diversa índole influyesen en la conducta profesional, Los
intereses que perturban la libertad profesional pueden hacer del proceso un
instrumento de injusticia y perjuicio social, en vez de ser elemento de orden social.
El pacto de cuota-litis, en el que se paga el honorario con una parte de los bienes
discutidos, hace litigante al abogado, quien ya no es el director del asunto, sino parle
interesada en su resultado. Antiguamente fue prohibido; algunas legislaciones
modernas todavía lo prohíben. Pero nuestro código de ética lo admite y considera
lícito. El artículo 49, dice que el pacto de cuota-Ibis no es reprobable, siempre que se
celebre sobre bases justas entre las que acepta que el abogado nunca tenga
participación mayor que el cliente en el bien con el cual se paga el honorario. En
cualquier caso, desde el momento en que el abogado, en condiciones justas o
injustas, ingresa a ser parte del proceso y tiene interés patrimonial, no solo profesional,
en el resultado del juicio, se convierte en litigante y pierde por tanto su independencia.
Ya no será el ecuánime director del asunto, el que serenamente lo guía y conduce,
sino el interesado litigante que busca la mayor ventaja económica en el resultado del
conflicto.
Otra de las circunstancias en que no han reparado los estudiosos, es el mandato que
asume el abogado y lo conviene en parte del conflicto. El abogado que sirve de
mandatario está representado los intereses de la parte y consiguiente, es la parte en el
conflicto. Sostengo pues que también el mandato perturba la independencia del
abogado. La mayor parte de los tratadistas, admiten que el abogado "representa" al
cliente y nuestro código de ética, acepta que pueda ser designado mandatario. El
inciso 12 del artículo 48, estima como factor para evaluar los honorarios, la condición
de mandatario, del abogado.
¿Debe el abogado, ser apoderado del cliente? El mandato es acto jurídico por el cual
el mandatario se obliga a realizar aptos jurídicos por cuenta y en interés del mandan/e.
Significa pues que el mandatario ejercita la representación del demandante, de quien
recibe inclusive una remuneración y cuyas instrucciones debe seguir. Indudablemente
el mandato priva al abogado de su independencia profesional, lo convierte en litigante.
El cliente tiene derecho asimismo a ser informado sobre la marcha del asunto, con la
mayor verdad. Si el abogado es solamente un guía del asunto, no tendrá
inconveniente en revelar a su cliente la verdad del proceso, por mucho de que haya
incurrido en errores que puedan hacer cambiar a la perspectiva de la causa. Su lealtad
profesional le obliga a revelar el estado de la causa, tal cual se presenta. En este
sentido, tendrá asimismo la obligación de reconocer honestamente los propios errores,
sin tener que atribuírselos a tercero.
1. PLANTEAMIENTO.
De la relación profesional pueden derivarse deberes del abogado para con la
autoridad. Si su relación profesional es de asesoría, las relaciones del abogado
quedarán establecidas solamente con el cliente y quizás con algunos colegas u otros
profesionales. Pero no serán relaciones con la autoridad. En cambio, si la relación
profesional es de defensa y patrocinio de un asunto jurisdiccional o administrativo, el
abogado tendrá relaciones y deberes para con la autoridad. Hablarnos en términos
generales de autoridad, sea esta jurisdiccional o administrativa. Debemos entender por
autoridad, para los efectos de este estudio, las potestades o facultades de que
legítimamente se ha investido a una persona. "La persona revestida de algún poder,
mando o magistratura", dice Cabanellas. La autoridad es fundamentalmente la
potestad, poder, o facultad que tiene una persona para gobernar las relaciones
sociales. Si el poder o la facultad no están destinados al gobierno social, entonces no
podremos hablar de autoridad.
El poder, o potestad que tenga el sujeto para el gobierno social ha de tener pues
fuente legítima. Es esa la autoridad a la que nos referimos.
Entre los "deberes" del abogado, están defender con sujeción a los principios de
lealtad, probidad, veracidad, honradez y buena fe; con sujeción a la ley, la verdad de
los hechos y las normas del código de ética profesional, según los incisos 2 y -3 del
artículo 288. I de acuerdo con el artículo 50 del código procesal civil, Decreto
Legislativo. N2 768, el juez puede sancionar al abogado que actúe en el proceso con
dolo o "fraude" (sic).
Pero no todos los "deberes" del abogado enumerados en la ley orgánica del poder
judicial, constituyen obligaciones jurídicas. No tienen sanción legal los deberes
establecidos en los incisos 1, 8, 9 y 11- del artículo 288. Es decir que el incumplimiento
de los deberes de actuar como servidor de la justicia y como colaborador de los
magistrados, cumplir las obligaciones asumidas con el cliente, abstenerse de
promover la difusión pública de aspectos reservados por proceso no resuelto, o
denunciar a las personas que incurran en ejercicio ilegal de la abogacía, no tienen
sanción legal. Esto es que, si el abogado no actuó como servidor de la justicia, no
existirá norma alguna que lo obligue. Tampoco existirá norma que lo obligue si el
abogado deja de cumplir las obligaciones contraídas con el cliente, o si no denuncia a
las personas que ejercitan ilegalmente la abogacía.
Pero además de las obligaciones y los deberes mencionados en la ley orgánica del
poder judicial existen otras obligaciones importantes en otros cuerpos de leyes. El
abogado no podrá ingresar armado al juzgado, pues cometería el delito de desacato
sancionado por el artículo 375 del código penal. La violación del secreto profesional,
está sancionada por el artículo 165 de este código. I si el abogado incurre en
prevaricato, lo sancionará el artículo 421 del código penal.
4. RESPETO A LA AUTORIDAD.
En primer lugar, debernos decir que el deber, más que la obligación se refiere a la
conducta del abogado frente a la autoridad en general. Puede ser ésta jurisdiccional o
administrativa. Ese respeto debe ser estimado como la consideración que guarde el
abogado por la persona que ejercita la autoridad. No será una consideración al
individuo, sino una consideración a la majestad del cargo que ostenta, es decir a la
autoridad. Puede ser el sujeto que ejerce la autoridad, sabio o ignorante, haber
recibido el cargo por méritos o por favor, ser honesto o deshonesto, pero ninguno de
estos elementos, debe influir en el respeto que debe guardarse no al sujeto que ejerce
el cargo, sino a la majestad del cargo ejercido. Es cierto que una persona corrompida,
no merece respeto, debido a su deshonestidad, pero mientras esté ejerciendo el
cargo, el respeto se brindará a éste, y no a la persona que lo ejercita. Es cierto
también que es difícil separar el cargo de la persona que lo ejerce. Pero el abogado
debe saber, por r espeto a la función ejercida, eludir las tentaciones del mal
funcionario, aun a costa del resultado.
La ley orgánica del poder judicial impone la obligación de defender de acuerdo con las
normas de ética profesional. Pero el código de ética del Colegio de Abogados de Lima,
no contiene norma alguna relativa al deber de actuar con verdad en el proceso.
Consiguientemente es una disposición, que carece de sustento.
La ley orgánica del poder judicial impone la obligación de defender de acuerdo con las
normas de ética profesional. Pero el código de ética del Colegio de Abogados de Lima,
no contiene norma alguna relativa al deber de actuar con verdad en el proceso.
Consiguientemente es una disposición, que carece de sustento.
6. FE EN LA JUSTICIA.
En cuanto a la fe en la justicia, decíamos que el abogado no podrá ejercer su
ministerio, sin tener plena confianza en que la justicia será realizada, el derecho
restablecido, y otorgada la paz a los hombres que la perdieron. Sin embargo, de que la
justicia, quizás mejor, la administración de justicia pasa por innumerables vicisitudes,
entre las cuales está su corrupción, el abogado ha de tener necesariamente fe en la
justicia. I tener fe en la justicia, es tener el convencimiento de que será reparado el
quebranto del derecho, armonizada la libertad universal que otorga la paz, restablecido
el orden social. Sólo esa fe, alentará su ministerio. Si la pierde, dejará de ser un
defensor. Podrá seguir siendo un abogado, pero no será el que defienda el derecho
conculcado. Calamandrei, decía en el "Elogio de los jueces hecho por un abogado":
Para encontrar la justicia, es necesario serle fiel; corno todas las divinidades se
manifiesta solamente a quien cree en ella. El código de ética profesional del Colegio
de Abogados de Lima, que reproduce casi literalmente el Proyecto de Código Unico de
Etica Profesional, aprobado por el Comité XII de la Conferencia Interamericana de
Abogados, como su fuente, no dice nada, en cuanto a los deberes del abogado frente
a la autoridad, limitándose a normas relacionadas con el nombramiento de los
magistrados. Quizás si la norma más importante en este rubro es la relativa a la
puntualidad.
7. INDEPENDENCIA
El deber de independencia del abogado frente a la autoridad, debe ser entendido
como libertad de todo vínculo que relacione el ejercicio de la abogacía con el ejercicio
de la autoridad. Ni los vínculos de amistad, ni los de parentesco, ni los vínculos
societarios, ni vínculos de otra índole, pueden limitar el ejercicio del derecho a la
defensa, ni ésta puede ampararse en esos vínculos para ser provechosa. Si existiesen
vínculos de amistad que permitiesen la influencia del abogado en la decisión del
asunto, o si por razones de parentesco la autoridad tuviese que perder imparcialidad,
no existiría una relación independiente, que es la necesaria para que la decisión sea
justa. En lugar de un juez, tendríamos un socio o un aliado. La decisión entonces no
resultaría de la imparcialidad del juzgador, sino del interés de la parte.
Algunos habrá que piensen que este deber privarla al juez de. imparcialidad. Pero es
un deber que hay que saber cumplir con entereza y dignidad. ¡Así como no se puede
aceptar que el juez conduzca el proceso, abandonando la ley; tampoco es posible que
el esfuerzo, y estudio del juez para el análisis y conducción del proceso, ¡resulten
inadvertidos. La forma como se ejercite el deber, permitirá comprender la bondad o
perjuicio del comportamiento del juez. La crítica será enérgica pero respetuosa. Será
una manifestación de la libertad del derecho a la defensa.
Pero es mucho más importante el otro deber que le hemos asignado al abogado, en
dirección a la realización de la abogacía ministerio de paz social que preconizamos.
Comprendiendo que el servicio de administración de justicia se satura con procesos
muchos de los cuales serán rechazados, es deber del abogado contribuir a la pronta
liquidación del conflicto de intereses. Si el abogado ejercita su función pacificadora a
través de la conciliación, autocomposición, o la transacción, habrá obtenido tres
resultados importantes: darle inmediato sosiego a su cliente y restablecer la paz social
quebrantada por el conflicto de intereses y descongestionar la administración de
justicia. Cada proceso fenecido será un proceso ganado para la paz social y para el
servicio de administración de justicia. Este es el deber más importante del abogado.
por pe tiene trascendencia social. Mientras los otros deberes quedan en el ámbito de
la relación con la autoridad, en el caso de la conciliación, el deber trasciende a la
sociedad, a la que se ha devuelto paz. bienes y trabajo para el desarrollo social. El
proceso que afecta al patrimonio con el que hay que sostenerlo, al tiempo que hay que
perder en antesalas de abogados, jueces y ministros o escribanos: al sosiego que se
pierde con el conflicto, o al servicio estatal de administrar justicia, es proceso negativo
al desarrollo de los pueblos y debe ser combatido.
1. INTRODUCCIÓN
De la relación profesional se derivan también indirectamente, deberes del abogado
para con el abogado adversario, la parte contraria, los testigos y los pe-ritos. No son
deberes señalados directamente, sino que brotan indirectamente de la relación
profesional. cuando ésta es de defensa o patrocinio. Aunque en ciertos casos, siendo
la abogacía de asesoría. podrían también presentarse. Si el abogado es llamado para
opinar sobre un informe o dictamen profesional, podrá entrar en relación con otros
profesionales.
Este abogado, el que enreda el hilo de la justicia, el que hace de la profesión actividad
habilidosa de esguinces y trapacerías, no merecerá de nosotros respecto alguno. El
respeto se lo debemos a quien respete la justicia. De quedar pues claro que el respeto
del abogado por el colega que ejerce la defensa del adversario, será un respeto a su
actitud profesional, a la entereza moral con que sepa llevar el caso; a sutil dignidad en
la victoria o en la derrota.
Este respeto encierra también la lealtad del abogado al colega, Pues será leal quien
sepa respetar las ideas ajenas, quien sepa y significa sobre todo la honestidad con
que se comprender el esfuerzo ajeno comporte en el proceso. Por eso la lealtad que
grafica ser contendiente pundonoroso y combatir con las armas de la verdad.
Significa asimismo la entereza para denunciar el ejercicio desleal. Así corno la lealtad
obliga a ser contendiente honesto y limpio, también obliga a condenar el ejercicio
forense que no reúna estas condiciones.
4. LA ABOGACÍA DESLEAL
Al tratar de los deberes del abogado con el abogado adversario hemos dicho que el
respeto se lo debemos a quien respete la justicia, pero que no podrá exigirnos respeto
para con el abogado desleal' Queremos desarrollar algunas ideas con relación a la
abogacía desleal.
Carnelutti decía que el objeto del proceso, es la composición del conflicto. I Laborde
Lacoste decía que el procedimiento es garantía de desarrollo social. No cabe duda
que el procedimiento tiene u honesto: componer el conflicto y servir al desarrollo
social. Pero ese destino es deformado por la abogacía desleal, que hace del proceso,
vehículo de la mentira, la malicia o la sorpresa, cuando de jalonamiento ordenado al
servicio de la justicia de, se transforma en instrumento de ventaja procesal de dilación
debido a la malicia se construye en el proceso una verdad distinta de la verdad real y
el juez deberá necesariamente resolver de acuerdo a la verdad procesal. En un
proceso honesto debe producirse necesariamente la coincidencia de la verdad real,
con la verdad procesal. Es decir que el proceso debe servir para que la verdad real
sea demostrada en juicio; pero por obra de la malicia, suele diferir la verdad procesal
de la verdad real. I en ese afán distorsionador, juega la abogacía desleal sabiendo que
el juez deberá decidir de acuerdo con los autos, con la verdad que aparezca del
proceso.
De la abogacía desleal, es de la que Pio Baroja hacía decir a uno de los personajes de
"La Busca", "tu no sirves para nada útil, estudia para abogado". es a la abogacía
desleal a la que refiere Mefistólfeles cuando aconseja profesión al estudiante, en la
obra de G e: ' leyes y los derechos se suceden como eterna enfermedad; se les ve
pasar de generación en generación y arrastrarse sordamente d punto a otro; la razón
se convierte en locura y el beneficio un en tormento...". Es pensando en el abogado
desleal que el Cabildo de Buenos Aires negó el ingreso de los licenciados Diego
Fernandez de Andrade, Jusepe Fuensalida y Grabiel Sanchez Ojeda. "Porque la
experiencia ha demostrado el daño de haber letrados en este puerto, que ha sucedido,
que, con su asistencia, siempre que los hay, no faltan pleitos trampas y marañas y
otras disensiones de que han resultado a los pobres vecinos y moradores,
desinquietudes, gastos y pérdidas de hacienda".
Radbruch cree que la aversión de los poetas y en general de los artistas hacia la
ciencia jurídica, se debe a la "objetividad" del derecho, que actúa abstractamente,
deshumanizado. Pero esa no es la razón. La razón está en la maliciosa subversión de
la verdad, en la utilización deliberada de la falsedad y el engaño para obtener ventaja;
en la repugnancia que determina la actuación del abogado desleal, que postergó la
honradez, para dar paso a la deshonestidad. La abogacía denostada, la que
condenaron poetas y novelistas, la que fue objeto de la ridiculización de pintores y
escultores, es la abogacía desleal, aquella que no existe sin la trapacería, cuyo
condimento es el engaño. La abogacía honesta, la que se cumple dentro de los
cánones de la ética y tiene por objetivo no tanto el derecho como la justicia, esa es
respetada y enaltecida y lo será mucho más todavía cuando sea comprendida como
un ministerio de paz social. Cuando se entienda que la abogacía no está hecha para
crear conflictos, sino para evitarlos. Si el abogado es un intérprete científico del
derecho y pone toda la fuerza de su ciencia para defender la justicia, convertirá la
abogacía en apasinado apostolado por la verdad y el bien.
Ángel Francisco Brice 84 habla de la confraternidad corno regla moral en el trato con
los demás colegas y se refiere al artículo 59 del código de ética profesional
venezolano, que utilizando el mismo vocablo considera que el espíritu de fraternidad
debe enaltecer la profesión. Carlo Lega denomina principio de la colegiabilidad, el que
guía la conducta del abogado en sus relaciones profesionales con el abogado de la
parte adversaria. Considera que las relaciones entre colegas se desarrollan en tres
aspectos: el jurídico, el sociológico y el deontológico. Desde este último aspecto,
estima que "deben caracterizar sus comportamientos y por tanto sus relaciones
recíprocas por los principios deontológicos de corrección, colegiabilidad, lealtad...".
Podrá ser diferente la lealtad en cuanto al sujeto a quien va dirigida, pero, como valor y
como sentimiento es la misma lealtad. La lealtad con el colega ha de entenderse como
la entereza en el trato, el combate pundonoroso y la utilización de las armas legales de
la verdad, el desarrollo de la contienda con fidelidad a los principios de la buena fe, al
honor y a la hombría de bien; el cumplimiento con nobleza y sin reservas de las
obligaciones profesionales.
5. EL DEBER DE INDEPENDENCIA.
La independencia del abogado adversario, es resultado de la propia lealtad al cliente.
g No se podría mantener ésta, si el abogado dependiese en cualquier forma del
abogado adversario. Esa puede dependencia de múltiple naturaleza. Puede suceder
que vínculos de parentesco g o unan a los abogados enfrentados en el proceso. En
este caso es preferible que el abogado decline la defensa. Será sumamente difícil
mantener los principios que conducen el proceso cuando el parentesco puede
perturbarla profundamente. Puede a si mismo por razones de orden social, por
vinculaciones amicales (cuando ambos abogados son socios del mismo club social) o
cuando vínculos de índole política, afectan a la limpieza y soltura que debe tener debe
tener el patrocinio, es preciso que el abogado sepa ubicarse en el sitial que su deber
de profesional, comprometido ante su cliente, le señala. En estos casos debe el
abogado diferenciar con claridad su deber profesional de los vínculos que pueden
perturbarlo. Solamente manteniendo una sólida moralidad frente al proceso, podrá el
abogado mantener relaciones amicales o políticas con el adversario, sin que ellas
constituyan abdicación del deber profesional. La energía y decisión con que se ejercite
la defensa, será la mejor demostración de la independencia del abogado. I suele
suceder también que, por razones económicas, pueda el abogado perder su
independencia y hacer depender de su conducta en el proceso el seguir manteniendo
las ventajas económicas de que goza. En los estudios colectivos, cuando el honorario
resulta de la participación profesional y de la cantidad de casos llevados, suele el
abogado someter la causa que patrocina al fondo común de procesos del Estudio y
entonces gran parte de sus relaciones estarán subordinadas a la organización y
técnicas del Estudio. No podrá el abogado, actuar independientemente. Si los
abogados adversarios son miembros del mismo Estudio, será sumamente difícil que
cada uno mantenga la independencia profesional que necesita. Consiguientemente, el
abogado debera declinar la defensa y recomendar al cliente que no tome otro abogado
del mismo Estudio colectivo, porque sería reproducir el fenómeno.
1. INTRODUCCIÓN.
Nos ocupamos del prevaricato por dos razones importantes. Primera, que, sin
embargo, de ser el prevaricato de los abogados, crimen de traición, no ha sido
desarrollado en los textos sobre deontología, debiendo serlo, y segunda porque
queremos llamar la atención, sobre todo de los alumnos, sobre la trascendencia que
debe tener la lealtad profesional.
2. DEFINICIÓN.
Prevaricato, viene de la voz latina "prevaricare" que significa delinquir diciendo o
Proponiendo a sabiendas o por ignorancia inexcusable, resolución de manifiesto
injusticia. Cabanellas lo trata dentro sus dos aspectos, el prevaricato judicial y el
prevaricato de los abogados y procuradores. En cuanto al primero considera que
prevaricato es el incumplimiento malicioso o por ignorancia inexcusable de las
funciones públicas que se desempeñan. En cuanto a los abogados y los procuradores,
no da definición alguna, limitándose a citar las leyes españolas y argentina. Escriche
en cambio, trata solamente del prevaricato de los abogados y procuradores, dice que
es delito que cometen violando la fidelidad debida a su cliente para favorecer a su
contrario.
Tiene objeto que nos ocupemos también del prevaricato de jueces y fiscales, porque
ambos son resultado de la Facultad de Derecho, son expresiones de la carrera
jurídica, a la que debían ingresar apoyados en los dos pilares sustanciales de la
abogacía: la versación técnica y la probidad. Cuando el artículo 418 del código penal,
sanciona al juez o al fiscal que emite resolución o dictamen contrario al texto expreso
de la ley, o que lo fundamenta en pruebas inexistentes o hechos falsos, en leyes
supuestas o derogadas, está reprimiendo un crimen en que la inmoralidad consiste en
invocar deliberadamente textos legales falsos o inexistentes o apoyar la decisión o el
dictamen en leyes inexistentes derogadas. Se trata de versación p una actitud en la
que se contraría la profesional que obliga al conocimiento de la ley y que contraría
también la probidad, porque ha de dejar de ser probo quien maliciosamente expide
una resolución o evacúa un dictamen invocando leyes inexistentes o falsas. Del mismo
modo, cuando el artículo 420 del código penal, sanciona al juez o fiscal que conoce
como autoridad un proceso que anteriormente patrocino como abogado, se está
penando un hecho basado en la inmoralidad de la autoridad a la que le está prohibido
intervenir como tal, en los procesos en que intervino como abogado.
Puede, asimismo, el abogado, sin coludirse expresamente y sin que medie proceso
judicial o administrativo, dar consejo o asesoría a partes de intereses opuestos, o de
cualquier otro modo causar perjuicio al cliente, como cuando siendo simultáneamente
abogado y mandatario en el juicio, deliberadamente deja vencer los términos o permite
que declaren confeso al mandante con el propósito de causarle perjuicio. En estos
casos también el delito es doloso, pues actúa intencionalmente con el propósito del
causar perjuicio al cliente. Eusebio Gomez comentarista del código penal argentino,
citando a Carrara, decía que muchos móviles pueden motivar la conducta del
abogado, tales como el odio o la enemistad con el cliente, o la compasión por el
adversario. A nuestro juicio, ninguno de estos móviles podría justificar una conducta
tan repugnante. Cualquiera que sea la causa que impelió a la comisión del delito, el
deberá ser rigurosamente sancionado, con mayor razón si se trata de móviles
subalternos, o si tratándose de un móvil altruista, se considera que no existe alguno
capaz de hacer abandonar el deber de lealtad para con el cliente, que siempre es
superior a cualquier móvil de traición.
El ejercicio ilegal de la abogacía, fue atenuado por el artículo 313 de la antigua ley
orgánica del poder judicial D.L. N5 14605, puesto que en los lugares en que la defensa
no fuese cautiva, podían ejercer la abogacía, libremente, las personas que no tenían
título profesional. Pero esa norma, la del artículo 313, de la ley orgánica del poder
judicial, no ha sido reproducida por la nueva ley orgánica del poder judicial Decreto
Legislativo N' 767. Consiguientemente ha desaparecido el concepto de "defensa
cautiva" que se presentaba, cuando en un lugar había tres o más abogados en
ejercicio. Será entonces punible el ejercicio de la abogacía por persona no titulada,
cualquier que sea el número de abogados en ejercicio que haya en el lugar. Así se
desprende también del artículo 132 del nuevo código procesal civil. ¿Podrá asimilarse
a la condición de abogado, el rábula sin título profesional que ejerce la profesión de
abogado y que en su ejercicio comete prevaricato? Consideramos que no podrá
asimilarse a esa condición, pese a que el bien jurídico violado es el mismo: la lealtad
profesional; tanto porque en asuntos penales no existe analogía, tal cual lo establece
el inciso 9' del artículo 139 de la Constitución del Estado, como por que la ley penal,
expresamente se refiere al abogado. ¿Pero entonces como se sancionará al rábula
que prevarica en agravio de su cliente? Habrá que denunciarlo por el delito de ejercicio
ilegal de la abogacía una de cuyas consecuencias resulta ser la violación del deber de
lealtad.
mero colaborador del juez, como lo define el artículo 19 del código de ética del Colegio
de Abogados de Lima. El abogado e que eso. Es intérprete científico del derecho,
quien recoge el pensamiento del legislador y lo alcanza procesado en su
interpretación, al juzgador. Más que de las manos del juez, la jurisprudencia ha
brotado de los bufetes de abogados, que, construyendo doctrina interpretativa de la
norma, han contribuido al desarrollo del derecho. Comentando el libro "Etica de la
Abogacía" de Adolfo Parry, Héctor Lafaille decía en el Colegio de Abogados de
Buenos Aires, del juicio de que los abogados éramos solamente auxiliares de la
administración de justicia: "Ese es un concepto diminuto y hasta despectivo en cierta
medida, porque los abogados somos bastante más que auxiliares de justicia. No será
posible dará a cada cual lo suyo si los letrados no asesoraran a las partes
intervinientes en el proceso, y si examinamos detenidamente esa jurisprudencia de los
tribunales, veremos que nos corresponde en gran medida a nosotros. Cuántas veces
los fallos repiten la argumentación de los alegatos y hasta sus palabras, sin ponerlas
entre comillas...".
7. LA SANCIÓN.
Siendo así que el código de 1924, calificaba de mejor manera el abigeato, resultó ser
sumamente benigno. Sancionaba el prevaricato, solamente con las penas de multa de
la renta de 30 a 90 días e inhabilitación por el lapso de tres años. Si el delito es de
traición; si el actor actúa deliberadamente en contra de los intereses del propio cliente,
utilizando deslealmente el secreto que le confió en mérito a la confianza que significa
el servicio profesional; si el autor es capaz de concertarse criminalmente en contra del
cliente, con el deliberado propósito de causarle daño, estarnos pues frente a un delito
gravísimo de traición en el que no se aplicaba el principio de la adecuación de la pena
a la gravedad del delito y a la personalidad del agente. La multa y la inhabilitación,
eran pues sanciones sumamente benignas.
LA AUTOCOMPOSICION
1. DEFINICION:
Es autocomposición cualquier solución del conflicto de intereses sin intervención
judicial, o con su intención meramente aprobatoria, no jurisdiccional. El conflicto de
intereses significa el enfrentamiento de pretensiones que puede ser compuesta por el
juicio, o que fuera de él. Carneluti decía que el proceso era la vía a través de la cual se
compone el conflicto. Pues bien, en el caso de la autocomposición puede suceder que
el conflicto de intereses sea resuelto por las propias partes, fuera o antes del juicio, o
dentro de él, pero sin sentencia. La intervención del juez será meramente aprobatoria
de la voluntad de las partes. La función de juez no es jurisdiccional. Se produce un
momentáneo abandono de la misión del juez para convertido en un mediador. Del
magistrado que debe ser imparcial para la decisión, pasa a ser, al aprobar la
transacción judicial, simplemente un mediador, que se despoja de las condiciones de
juez para convertirse en un intermediario de la voluntad de las partes. Aunque según
las normas de nuestro reciente código procesal civil, la transacción judicial, resulta un
procedimiento solemne, en el que el juez interviene como tal, sea proponiendo la
fórmula de conciliación, o la suspensión y reanudación de la diligencia.
2. REFERENCIA HISTORICA:
Estimada la transacción, como sinónimo de conciliación, hay que decir que fue
reconocida todavía en la ley de las doce tablas. Los “mandaderos de paz” del Fuero
Juzgo y los “Jueces Avenidores” de las Partidas, los incluyen. Pero donde es
expresamente reconocido como instrumento de paz social es en las ordenanzas de
Bilbao, cuya ordenanza IV del capítulo primero, relativo a la jurisdicción del
consultado, dice: se ordena que siempre que cualquier persona pareciere en dicho
consultado a intentar cualquier acción no se le admitan, ni pueden admitir, demandas,
ni peticiones algunas, por escrito, sin que ante todas cosas el prior, y cónsules hagan
parecer ante sí a las partes, si buenamente pudieren ser habidas, y oyéndolas
verbalmente sus acciones, y excepciones procuraran atajar entre ellos el pleito, y
diferencia que tuvieron con la mayor brevedad, y no lo pudiendo conseguir, les
admitan sus peticiones por escrito; con que no sean dispuestas, ordenanzas, ni
firmadas de abogados, como se ha practicado y ha sido y es de ordenanza…” hay que
comprender que las ordenanzas de Bilbao, regulaban las relaciones comerciales, y se
expiden en el siglo XVI, momento en el que la economía española estaba en proceso
de desarrollo, y consiguientemente no podía inhibirse con el juicio. Es por eso el
énfasis pacificador del texto, el empeño de los jueces por “atajar” el pleito y el empeño
legislativo en contra del pedimento escritos redactados sobre todo por abogados, que
indudablemente retrasaban el desarrollo de esas relaciones.
Esta ordenanza era aplicable en las colonias de américa, pues la ley V, del Título Diez,
del libro V, de la recopilación de leyes de indias, decía: ordenamos que las sentencias
dadas por jueces árbitros, juris, o jueces, amigos arbitradores y componedores y las
transacciones se ejecuten conforme al derecho y leyes de estos reynos de castilla.
El artículo 33 de la carta de las naciones unidas, establece la obligación que tienen los
estados de buscar una solución a sus diferendos, sobre todo por la vía de la
negociación, la investigación, a la mediación, la conciliación, el arbitraje, u otros
medios pacíficos eviten la guerra. El Preámbulo de la Carta es una proclama por la,
dignidad del hombre, cuyos derechos fundamentales se debe reafirmar, y evitar que
otra vez el fantasma de la guerra vuelva a morar en la tierra. Esa reflexión no es sólo
para el trato internacional. El abogado del futuro debe comprender que su misión
también es la defensa de la dignidad humana y que la intranquilidad, el desasosiego
que produce el proceso, menoscaba profundamente la paz.
3. CLASIFICACIÓN.
La autocomposición comprende la legítima defensa, el trato directo, la transacción
propiamente dicha, la conciliación, el desistimiento y el avenimiento.
Son razones de urgencia las que justifican la legitima defensa posesoria. Los
comentaristas alemanes del código civil de 1900 entre ellos von Thur, estiman que la
legítima defensa posesoria, sólo es justificable cuando no puede acudir oportunamente
la autoridad. Nosotros creemos que para el ejercicio de la legítima defensa posesoria
no es necesario descartar la falta de intervención de la autoridad. Es importante
comprender que entre la agresión y la defensa no debe haber solución de continuidad
y que consiguientemente, si el poseedor tuviese que acudir en busca de la autoridad,
no podría recuperar la posesión sin intervalo de tiempo, corno lo exige a ley.
3.4. LA TRANSACCIÓN
Se ha debatido mucho sobre la naturaleza jurídica de la transacción. La transacción
es una declaración de voluntad encaminada a definir privadamente y según el arbitrio
de tos Interesados una relación jurídica en cual to sus efectos sean considerados
dudosos o litigiosos.
Nuestro código civil, la incluye entre los modos de extinguir obligaciones, sin embargo,
que admite que puede crear, modificar o extinguir relaciones jurídicas distintas de las
que han sido objeto de controversia entre las partes. Es decir que sin embargo de
atribuirle lo, efectos de un contrato de acuerdo con el artículo 1351, nuestro Código
civil, sólo la considera como modo de extinguir las obligaciones.
Según Jerzy Lapierre " la transacción es un contrato concluido ante el tribunal, por el
cual las partes mediante concesiones mutuas deciden una relación litigiosa o incierta y
liquidan el conflicto que los enfrenta sobre las pretensiones de esa relación. Es decir
que, para el profesor polaco, la transacción tiene la connotación doctrinaria
generalizada reproducida en los códigos civiles. La definición de Lapierre recoge la del
artículo 917 del código civil y del artículo 223 del código de procedimientos civiles
polaco.
Analizando las ventajas y desventajas de la transacción, dice que sus ventajas son la
economía del proceso, la economía de tiempo, de gastos y de trabajo del tribunal, de
las partes, de los testigos y de los otros órganos y personas. Señala igualmente como
ventaja la posibilidad de adoptar soluciones y arribar a resolver las que serían
inaccesibles por la vía del procedimiento.
Indudablemente las ventajas que ofrece la transacción son evitar los gastos en la
tramitación de la causa, y por supuesto la terminación del conflicto constituye una
importante economía procesal y de trabajo del tribunal.
Es esta ventaja la que nos lleva a postular la transacción como medio de pacificación,
dentro de la autocomposición, porque evitará el gasto en el proceso, la pérdida de
tiempo, el desasosiego que todo proceso produce y descongestionará los tribunales.
Pero no sólo este papel importante, que la sabiduría popular perennizó en el adagio
"más vale mala avenencia, que buena sentencia", sino que además le atribuirnos a la
transacción un fundamental papel creador de paz social. Este es el papel que hemos
que el abogado entienda, que comprenda que, al liquidar el conflicto, se está
devolviendo bienes, trabajo y sosiego a la producción. Parte del subdesarrollo, es el
conflicto. La sociedad subdesarrollada es altamente conflictiva, y el abogado que
profesa en ella, tiene todavía el falso concepto de que su destino es crear pleitos y no
evitarlos, siendo así que el abogado es un intérprete científico del derecho, que pone
su ciencia al servicio de la paz social. Contribuye mucho más a la pacificación, el
abogado que transige la controversia, que el abogado que lleva la demanda hasta
conseguir una sentencia. Si bien el procedimiento contribuye al progreso social,
cuando es procedimiento justo y correcto, se convierte en padecimiento social, que
estraga patrimonio, tiempo y sosiego, cuando en malicioso y dilatorio y que por tanto
es preciso evitar en cualquier momento.
¿Pero es cierto que todas estas causas no son transigibles? Indudablemente que ha
cambiado el criterio sobre muchas causas que ahora si son transigibles. Sin embargo,
quedan vigentes algunos criterios.
Pero la acción penal comprende también la acción civil derivada del delito. Mientras
que la acción penal destinada a perseguir y sancionar el delito no es transigible, si lo
es la acción civil. Una parte de él admite la transacción. Así lo establece el propio
código civil (Art. 1306). Además, dentro del derecho penal contemporáneo se percibe
tendencia a flexibilizar las penas. El agravio a la sociedad que constituye el delito no
resulta de su magnitud, resulta de la conducta antisocial del delincuente, para quien en
el caso de delitos leves y contra el patrimonio, se ha instituido la diferencia de faltas,
que son sancionadas con penas más leves y que inclusive pueden convertirse en
simples sanciones pecuniarias, mientras a los sujetos relativamente Imputables se les
aplica medidas de seguridad, que son distintas de las penas; la pena puede ser
suspendida condicionalmente en algunos casos, etc. Existe pues una tendencia a
hacer benigno el derecho penal.
Los asuntos verbales, como cualquier otro asunto son susceptibles de ser transigidos.
Se ventilan corno proceso verbal, debido a la cuantía del asunto y no en cuanto a su
naturaleza. Consiguientemente, cualquier asunto verbal podrá ser susceptibles de
transacción, si es que las partes se ponen de acuerdo en evitar el conflicto.
No existe disposición constitucional alguna que haga intransigibles los conflictos con el
Estado, pero no todos los asuntos del Estado serán intransigibles. La mayor parte de
los asuntos del Estado versan sobre problemas administrativos o patrimoniales. El
Estado no tiene derechos personalísimos. Pero además el Estado no es dueño de los
bines que administra. El Estado es sólo administrador de los bienes cíe la Nación. La
titular del derecho de propiedad es la Nación, vale decir el pueblo. Consiguientemente
el Estado para transigir algún asunto patrimonial - pues los de orden administrativo no
podrá hacerlo, ya que dejaría de respetar la ley - debe requerir de la autorización que
otorgue la Nación, titular del derecho a través de los órganos institucionales
respectivos. No será suficiente entonces el mero Decreto Supremo autorizativo, para
transigir sobre los bienes que el Estado administra. Deberá promulgarse la ley especial
que establezca las condiciones en las que se podrá transigir. Se dirá que la
promulgación de una ley por el Parlamento. demoraría la solución de la controversia a
la entrega de los bienes que pertenecen a la Nación. Pero la demora sería evitada si la
ley autorizativa de una transacción sobre bienes de la Nación tiene preferencia en el
debate parlamentario.
Es por eso que recomendamos la más severa vigilancia de los intereses del Estado y
también la más severa responsabilidad, cuando ellos fueran abandonados.
Es Pues claro que también el conflicto prolongado, extraviado do en los vericuetos del
procesalismo, le hace daño al Estado y perjudica sus intereses, siendo por tanto
recomendable también la transacción de los intereses del Estado, cuando hasta la
seguridad de que esos intereses serán severamente vigilados, pero indudablemente
sometidos a los principios de elevada moral de los representantes estatales y
severidad en la responsabilidad de funcionarios y abogados del Estado.
En cuanto a los bienes de menores e incapaces, dispone nuestro código civil en sus
artículos 448, 449, 532, 568, que los bienes de menores e incapaces son transigibles,
pero para ello los términos de 1a transacción deberán ser conocidos previamente por
ei juez que autoriza a los padres, tutores a curadores, centro de los trámites
establecidos por el código procesal civil oyendo en lo posible a los menores que
tengan 16 años cumplidos. Pero, además, de acuerdo con el articulo 1307 la propia
transacción merecerá la aprobación judicial, con opinión previa del ministerio público y
del consejo de familia si estuviese constituido y lo crea conveniente el juez.
Esto es, que para transigir sobre los derechos de menores e incapaces será necesario
un doble trámite judicial; uno de autorización a los representantes legales para que
puedan transigir y otro de aprobación judicial de la transacción. La que quiere decir
también que tratándose de los intereses de menores e incapaces, no habrá una
transacción legítimamente extra judicial, ya que inclusive la transacción deberá ser
aprobada por el juez. Es cierto que esa no es una decisión jurisdiccional, pero en todo
caso será necesaria la presencia del juez.
En la responsabilidad civil y penal esta no solo el honor del funcionario, sino la propia
seguridad de la sociedad. Este debe ser un proceso que se finalice por los cauces de
la sentencia, porque ella si debe 6citicar a la sociedad. La jurisprudencia que se
extraiga de ella, será profundamente educativa para el pueblo, que será capaz de
comprender cuanto de bueno y cuánto de hicieron los personales juzgados. Por algo,
el procedimiento de responsabilidad de funcionario, debe ser necesariamente público.
Se dice también que el procedimiento arbitral es intransigible, debido posiblemente a
que es resultado de la voluntad de las partes quo crean una jurisdicción especial para
la solución de su conflicto.
Nuestra Ley de Arbitraje D.L. 25935 admite el arbitraje en rebeldía (\ri. 26) de donde
resulta que el juicio arbitral no es plenamente el resultado de la voluntad de partes.
Puede parte ser suplida por la ley o por el juez. Se admite la apelación contra el laudo
de derecho, que ha de formularse ante el Poder Judicial a ante instancia arbitral (Art.
54). Pero además el laudo arbitral puede ser objeto de nulidad en los casos señalados
por el artículo 56 de la ley de arbitraje, es decir por nulidad de convenio arbitral. por
haber actuado como árbitro quien no acepto el cargo o quien tuviese incompatibilidad
para serlo: no haberse expedido el laudo por la mayoría: haber sido expedido el laudo
fuera del plazo o haber laudado sobre materia no sometida expresa o implícitamente a
la decisión de los árbitros. Es decir que el procedimiento arbitral puede set también
objeto de un dilatado procedimiento.
Esto es que de ningún modo podrá limitarse o negarse el derecho que tiene la
persona a reclamar alimentos. Pero esto no quiere decir que no pueda ser reducido o
ampliado una transacción. ¿Qué será entonces lo intransigible?
Solamente el derecho a pedir los alimentos, pues la forma en que deben ser
proporcionados, la oportunidad y cantidad en que debe hacerse, podrán ser sometidos
a una transacción, e inclusive podrán ser objeto de compensación.
Pero analizada en profundidad la norma, del monto alimenticio, significa la
transigibilidad del derecho. Si el derecho a los alimentos, ha de ser expresado en una
cantidad y esa cantidad puede ser aumentada o disminuida, es claro que la propia
esencia del derecho resulta asimismo transigible. Si el monto de una obligación
alimenticia, expresada dinero, lo compensarnos con otra obligación que damos por
pagada, estaremos compensando el propio derecho alimenticio.
Se dirá, para reducir fuerza a este argumento, que no es el derecho de pedir alimentos
el que se transige, sino la cantidad en que se expresa ese derecho. Si el derecho se
Italia expresado en una cantidad, y esa cantidad puede ser transigible,
indudablemente se está transigiendo el derecho mismo.
No puede olvidarse quo la conciliación es una fase del proceso laboral, destinada
precisamente a obtener el avenimiento de las partes.
Hay que comprender que la conciliación era concebida como un procedimiento previo
a la interposición de la demanda, pero si esta se promovía y prosperaba, en pleno
juicio podría fenecerse la controversia establecida, sin que este hecho origine la
nulidad de lo actuado. Si la conciliación como procedimiento previo, no deba el
resultado pacificador que se le otorgo, quedaba aún la transacción sobre la cual se
pronuncia el código civil de 1852, del articulo 1702 at 1728.
Este articulo 103 de la ley orgánica del poder judicial concebía la conciliación, no como
un proceso previo al juicio, sine Como una facultad quo la concede solamente a los
jueces de primera instancia. Ni los jueces superiores, ni los de la Corte Suprema,
tenían facultad para convocar a un comparendo de conciliación. Pero si lo podía hacer
en cualquier estado del juicio del juez de primera instancia, quién buscara por esta
media el avenimiento de las partes. Además, habrá cambiado totalmente el criterio de
la ley. En el código de enjuiciamientos civiles, la conciliación era un trámite obligatorio,
ahora solamente quedaba librado a la facultad del juez; ni siquiera las partes podían
intentarlo. En la Comisión reformadora del código de procedimientos civiles volvió a
aparecer la conciliación coma un trámite previo.
Indudablemente que nadie podrá negarles a las partes el derecho de transigir inclusive
después de sentenciada la causa. No sólo porque sin embargo de la sentencia, el
conflicto puede seguir siendo dudoso, sino porque inclusive después de definido el
conflicto, las partes quieren evitar la ejecución che sentencia. El artículo 339, le quita
al arreglo que se celebre después de la sentencia, la calificación de transacción, para
el efecto de su calificación jurídica.
Pero tendrá de todos modos los caracteres de la transacción pues el propósito que
perseguimos, no es solamente la transacción jurídicamente entendida, sino toda forma
El Texto Único Ordenado de la ley orgánica del poder Decreto Legislativo 14P 767, de
29 de noviembre de 1991, dedica dos artículos a la conciliación. El art. 64 que hace
obligación de los jueces de paz "propiciar la conciliación de las partes", y el artículo
185, que hace facultativo de los magistrados "propiciar la conciliación de las partes
mediante un comparendo, en cualquier estado del juicio". Indudablemente es mucho
más amplio que el artículo 103 de la ley orgánica del poder judicial de 1912, pues la
conciliación puede proponerse en cualquier instancia y ante cualquier juez. Pero
padece de contradicción al establecer que los jueces de paz tienen la obligación de
propiciar la conciliación, mientras que los jueces de otras jerarquías solo estarán
facultados Para propiciarla. Es decir que podrán o no ejercitar esa facultad. Los jueces
de paz son también magistrados.
Al normar sobre los órganos jurisdiccionales del Poder Judicial, el articulo 26 incluye a
los jueces de paz letrados y el artículo 59, establece que los Magistrados, cualquiera
sea su rango especialidad o denominación ejercen la dirección de los procesos, dentro
de in que indudablemente tiene que estar el propósito de liquidar el conflicto.
El inciso del artículo 123 del D.L. 17716, ley de reforma agraria, establecía la
obligación juez de tierras de proponer la conciliación finalizar la inspección ocular, y
mucha jurisprudencia
“en cualquier estado del juicio podrá el juez citar a las partes a un comparendo de
conciliación en el que procurará que pongan término a sus diferencias por un
avenimiento amigable.”
Pero tendrá de todos modos los caracteres de la transacción pues el propósito que
perseguimos no es solamente la transacción jurídicamente entendida, sino toda la
forma de avenimiento entre las partes en conflicto
El Texto Único Ordenado de la ley orgánica del poder judicial, Decreto Legislativo N°
76, de 29 de noviembre de 1991, dedica dos artículos a la conciliación. El artículo 64
que hace obligación de los jueces de paz “propiciar la conciliación de las partes”, y el
artículo 185, que hace facultativo de los magistrados “propiciar la conciliación de las
partes mediante un comparendo en cualquier estado del juicio”.
Indudablemente es mucho más amplio que el artículo 103 de la ley orgánica del poder
judicial de 19212, pues la conciliación pude proponerse en cualquier instancia y ante
cualquier juez. Pero padece de contradicción al establecer que los jueces de paz
tienen la obligación de propiciar la conciliación, mientras que los jueces de otras
jerarquías solo estarán facultados para propiciarla. Es decir que podrán o no ejercitar
esa facultad. Los jueces de paz son también magistrados.
Al normar sobre los órganos jurisdiccionales del Poder Judicial, el artículo 26 incluye a
los jueces de paz letrados y el artículo 5, establece que los Magistrados, cualquiera
sea su rango especialidad o denominación ejercen la dirección de los procesos, dentro
de la que indudablemente tiene que estar el propósito de liquidar el conflicto
El inciso 3 del artículo 123 del D.L 17716, ley de reforma agraria, establecida la
obligación al finalizar la inspección ocular y mucha jurisprudencia del tribunal agrario,
declaró la nulidad del proceso en los que no se propuso la conciliación
Sin embargo, de contar con los instrumentos legales, no se utilizó la conciliación para
finalizar el proceso y devolver bienes para el desarrollo. La naturaleza facultativa que
tenía la norma hacía que el juez no le concediese mucha importancia. Sin embargo, la
importancia social de la conciliación es trascendental. Ella sirve no solo para liquidar el
conflicto sino inclusive para devolver bienes a la producción. En una sociedad en la
que el proceso es deformado y con esa deformación se causa prejuicio, la conciliación
resulta remedio invalorable, para restituir el tiempo de trabajo, para impedir la pérdida
del patrimonio, para devolver sosiego al espíritu, y sobre todo para descongestionar el
poder judicial, de tanto procesado inútil, que seguramente habrá de ser desechado.
EL SECRETO PROFESIONAL
1. LA RELACIÓN PROFESIONAL.
El secreto profesional, nace de la relación profesional. El secreto profesional es un
deber, un derecho y una obligación. Es decir que tiene base moral y jurídica, que nace
de la relación profesional. Al escuchar la consulta de quien pude transformarse en
cliente, el abogado contrae la obligación jurídica de guardar el secreto revelado en ella
y también contrae la obligación jurídica de guardar el secreto profesional y el deber
moral de non revelarlo, nacen de la relación profesional, que puede o no convertirse
en contrato de locación de servicios. Si se acepta la defensa, el abogado se convertirá
en defensor, y el consultor en cliente. Esa aceptación se hará constar en el contrato
pertinente de locación de servicios profesionales. Pero si no acepta la defensa no
existe vínculo jurídico que una al abogado con el cliente; sin embargo, el abogado
tendrá siempre la obligación y el deber de guardar el secreto de aquello que fue objeto
de la consulta. Entonces, pues la guarda del secreto profesional nace simplemente de
la relación profesional y no del contrato que el abogado celebre con el cliente
Algunos teóricos, ha estimado que el deber de guardar el secreto profesional mace del
contrato que celebre el abogado con el cliente, y le han dado a ese contrato diferentes
calificaciones. Unos estiman que el contrato que celebra el abogado con el cliente es
de mandato. Pero el abogado bien no puede ser mandatario del cliente. El mandato es
un contrato independiente del contrato por el cual se comprometen los servicios
profesionales, que nosotros no aconsejamos celebrar, porque priva de independencia
a la abogacía, y convierte al abogado en litigante. Otros piensan que la guarda del
secreto profesional constituye un contrato de depósito de las cosas, jurídicamente
entendida, es decir los objetos materiales con valor económico. Además, el depósito
obliga a devolver la cosa depositada y en el caso secreto profesi9onal, no habría cosa
alguna que devolver.
2. DEFINICIÓN:
Secreto es aquello que se tienen reservado u oculto. Secreto profesional es deber que
tienen los miembros de ciertas profesiones, entre ellos los abogados, de no descubrir
los hechos que han conocido por elejer4cicio de su profesión. El secreto profesional,
nace pues de una relación en la que existe una persona que confía un hecho o un
documento y un confidente, que recibe la noticia, con la obligación de guardarla y no
comunicarla.
José Rigo Vallbona, citado por Olga Islas Magallanes dice que “es un concepto de
relación humana referida a noticias o conocimientos que voluntaria u obligatoriamente
se tiene o deben tenerse reservados y ocultos.”
Antonio Fernández Serrano, citando a José Salmans, dice que los moralistas
distinguen el secreto de confesión, el secreto conmiso, el secreto promiso y el secreto
natural. Secreto de confesión es la declaración del pecador; el secreto “conmiso” es la
confidencia hecha bajo promesa de sileel secreto “promiso” es aquel cual reserva esta
garantizada por el confidente, y el secreto natural, es el que debe conservarse por
caridad, si su divulgación puede producir daño
El secreto profesional del abogado, es una forma de secreto “promiso”, como sostiene
Salmans No es resultado de ninguna promesa de silencio. El secreto profesional es
una obligación tácita en función del ejercicio profesional. Quien ejercita la abogacía,
tiene la obligación de guardar reserva de los secretos confiados en el ejercicio de la
profesión, pero ese deber u obligación no se pacta, nace automáticamente de la propia
relación profesional. El cliente jamás confiaría el secreto al abogado si no tuviese
confianza de que ha de guardarlo. Pero esa reserva no resulta de ninguna cláusula del
contrato de locación de servicios, nace tácitamente de la relación profesional, de tal
modo que, aunque no se pacte, existirá siempre la obligación de guardar el secreto.
3. REFERENCIA HISTÓRICA
El secreto profesional es institución de la larga data. Se conoce en el derecho griego y
en el derecho romano, Hipócrates, establece en su conocido juramento, la obligación
de guardar el secreto profesional. “Todo cuanto en el trato con los demás, tanto en el
ejercicio de la profesión, como fuera del mismo, viere u oyere, que no deba divulgarse,
lo consideraré absolutamente secreto”. El Derecho Canónico, estableció que el sigilo
sacramental es inviolable, y que el confesor debía guardarse de descubrir al pecador.
Algo más, prohibía, prohibía al confesor hacer uso, con agravio del penitente de los
conocimientos adquiridos por la confesión. La ley I, del Título VII, de la Partida VII,
decía: “Otrosí faría falsedad, el que tuviese en guarda de algún consejo, o tener
paridad, si las leyes o demostrase maliciosamente a los que fuesen contrarios de
aquel que gelas dio condesijo”.
Norma parecida tiene la Recopilación de Leyes de indias que en su Ley XI, del Título
XXIV, Libro II, dice: “Ordenanza 221, que ningún abogado descubriese el secreto de
su parte contraria o a otra en su favor, o si se hallare que aconseja a ambas partes
contrarias en el mismo negocio, o si no quisiese jurar el contenido con estas
ordenanzas y en las leyes y pragmáticas de estos reinos de Castilla, de más de lo
sobre esto en derecho establecido, por el mismo hecho sea privado y desde luego le
privamos del oficio de la abogacía; y después usaré de en cualquier forma, pierda la
mitad de sus bienes para nuestra cámara.”
Mucho más breve el código penal del 3 de abril de 1991.En su artículo 165, establece
una punición benigna de dos años y sesenta a ciento veinte días de multa. Concibe el
delito de revelación de secretos, dentro de los delitos contra la libertad individual y
sanciona a quien no haya recibido consentimiento del interesado, afirmando aún más
su concepción privatista.
4. NATURALEZA JURÍDICA.
¿Qué naturaleza jurídica, tiene el secreto profesional? ¿Corresponde solamente al
interés del cliente, o corresponde también al interés social? Responder estas
preguntas, equivale a determinar la naturaleza jurídica del secreto profesional. Si
estamos en el campo del derecho privado, su violación será un agravio del interés
privado. Pero si estamos en el campo del interés social, la violación del secreto
profesional, será un daño no solo al cliente, sino a la propia sociedad.
No creemos por eso que el secreto se tutele porque es la fuerza de la defensa. Puede
haber secretos nacidos de una mera consulta, sin que haya habido- ninguna defensa.
No se tutela el secreto profesional porque es inherente y necesario para la defensa,
sino porque es preciso otorgarle seguridad a la sociedad.
Tampoco creemos que el secreto se protege para evitar que después no se-puedan
recibir confidencias. Es cierto que el abogado que divulga sus secretos profesionales
perderá la confianza, pero eso no le priva de que siempre pueda recibir confidencias.
No es pues protegido el secreto por que esa protección nos haga susceptibles de
nueva confidencia. El secreto se protege por seguridad social, para proteger la
sociedad, para que las relaciones sociales no sean caóticas. Es por eso que la
violación del secreto profesional constituye inclusive un delito. No es sólo una falta
contra el deber moral de guardarlo, sino un delito, que viola la obligación jurídica de no
revelarlo.
Samuel Syro Graldo coincide en que en la guarda del secreto profesional tiene interés
la comunidad y no solamente quien hizo la confidencia.
Consideramos que no, que existe la prohibición de revelación del secreto, también
como un deber moral del abogado, que en su nombre puede negarse a testificar.
Pero no solo la revelación puede ser hecha oralmente. Puede serlo también por
escrito. La inviolabilidad del secreto comprende también a los documentos confiados al
abogado, tanto para que se informe de ellos, como para que los guarde. El Estatuto
Judiciario Portugués, en su artículo 555, dispone: "No puede ser aprehendida en el
escritorio u otro archivo del abogado, la correspondencia que se refiere al ejercicio de
la profesión". Se trata de la inviolabilidad del bufete del abogado, que no puede ser
objeto de pesquiza ni menos de aprehensión de los documentos guardados.
Las revelaciones hechas por terceros, podrán sedo en ejercicio profesional y fuera del
ejercicio profesional. Nuestro código de ética, solo tutela aquellas que se realicen en el
ejercicio de la abogacía. Nosotros creemos que todas las revelaciones que se realicen,
dentro o fuera del ejercicio profesional deben ser tuteladas, si su revelación puede
causar perjuicio al cliente o a la sociedad. Nuestro código de ética, padece de
limitaciones. La abogacía que es actividad de confianza, que se basa en la
honorabilidad del abogado, no admite diferenciar entre las revelaciones de terceros,
dentro o fuera del ejercicio profesional.
Es necesario el secreto para el ejercicio del derecho a la defensa. El cliente tiene para
con el abogado, el deber de sinceridad y este debe corresponder con lealtad la
fidelidad del cliente. De este vínculo de confianza nace el deber moral de guardar el
secreto, que es importante para el ejercicio de la defensa. No podrá realizarse la
defensa o la consulta si el cliente no refiere los hechos. Muchos de ellos corresponden
al fuero íntimo de las personas. Como decía Ossorio muchas grandezas y muchas
miserias del alma humana pasan por el bufete. I todos los bienes jurídicos pueden es
comprendidos. Podrán ser miserias o grandeza patrimoniales, con10 podrán ser
miserias o grandezas de orden familiar, o relacionadas con el honor o la propia vida. El
bufete del abogado será testigo del drama humano, tan vasto, tan doloroso, tan
profundo frente a él, el abogado deberá siempre guardar silencio. No le es permitido ni
el más pequeño comentario, sino es con agravio al secreto profesión
Existe el deber moral, sea que la confidencia se haya hecho palabra o por escrito.
Igual deber asiste a las confidencias orales y a la guarda de documentos. Todas nacen
de la relación profesional fondo moral de la relación profesional.
Quienes consideran al secreto profesional solamente dentro del ámbito privado, creen
que la autorización expresa del cliente ara revelar el secreto es suficiente exención de
la obligación de guardarlo. Nosotros no pensamos de ese modo. Creemos que la
autorización del cliente, extingue la obligación jurídica de guardar el secreto, pero no
extingue el deber moral que tiene el abogado de guardarlo. El secreto profesional lo
hemos dicho no corresponde solamente al ámbito del derecho privado. En el secreto
profesional está la propia seguridad social. No es pues de derecho público el secreto
porque sea necesario para la defensa que es de derecho público. Es necesario
guardar el secreto porque su divulgación produciría el caos social, el desorden social,
la inseguridad social.
Entonces, la autorización del cliente para revelarlo, no releva al abogado del deber
moral que tiene de guardarlo por el bien social. Sin embargo, de la autorización del
cliente, el abogado podrá no revelar el secreto, no sólo porque una norma moral lo
impone, sino por respeto a la sociedad.
Nuestro código de ética, en su artículo 20, exige que el abogado haya sufrido agravio
de su cliente y que de ese agravio se deriva una acción judicial, en la que sea
necesario acudir al secreto profesional, para la defensa del derecho del abogado.
Quiere decir que, si no hay agravio, no estará dado el presupuesto sustancial para la
exención. Cualquier otro enfrentamiento judicial, que resulte de otro hecho, que no sea
el agravio al abogado, no justificará la exención.
Debe existir una acción judicial, promovida sea por el cliente, sea por el abogado,
acción en la que sea necesario para la defensa revelar el secreto del cliente.
Igualmente, si no existiese acción judicial, tampoco estará dado e; otro presupuesto
para que opere la exención.
Finalmente, nuestro código exige que debe utilizarse el secreto profesional "hasta
donde sea indispensable para su defensa". Quiere decir que, debe existir la necesidad
de revelar el secreto para la defensa del abogado y la utilización del secreto, solo será
admisible en cuanto sea indispensable para esa defensa. Esto es que no será
suficiente que exista agravio, ni que exista acción judicial entre cliente y abogado. Ha
de ser necesario el secreto para la defensa del abogado, y no se puede recurrir al sino
en cuanto sea indispensable para la defensa. Lo que nos conduce a especular sobre
la divisibilidad o indivisibilidad del secreto. Si es divisible, sólo se utilizará aquella parte
indispensable para la defensa. Si es indivisible, es innegable que tendrá que utilizarse
en su totalidad.
Este es otro caso, en que ha de ser la evaluación del abogado la que dicte su
conducta. Indudablemente no puede tratarse de cualquier delito. Tendrá que ser
necesariamente un delito grave, que ponga en juego bienes jurídicos importantes. No
es lo mismo decir que se cometerá un homicidio, que decir que se cometerá la
alteración de un documento. Si bien ambos hechos son punibles y repugnantes,
indudablemente, el que amenaza la vida será más grave que el que amenaza la fe
pública. No tiene acierto nuestro código de ética profesional, cuando habla
simplemente de delito. Estimamos que el delito que se pretende cometer, ha de ser
grave es decir que ha de amenazar bienes jurídicos importantes.
Pero no es suficiente dejar al criterio del abogado, revelar o no el secreto para evitar el
delito. Es preciso proporcionarle por lo menos un criterio de referencia para determinar
su conducta. Este criterio de referencia, será en primer lugar, la seguridad de que el
delito se va a cometer y en segundo lugar la evaluación de los bienes jurídicos en
pugna. El abogado ha de tener certeza que su cliente cometerá el delito. Si no la tiene,
es preferible que siga guardando en reserva la intención de su cliente. Puede tratarse
de una amenaza irrealizable o de una balandronada. I concurriendo ese carácter de la
amenaza, es decir siendo susceptible de ser cumplida, ha de tratarse de la comisión
de un delito grave. Entonces el abogado comparará la importancia que tiene el secreto
profesional, frente al bien jurídico amenazado. Si el bien jurídico amenazado, es
superior y hay la seguridad de que se cumplirá la amenaza, deberá sacrificar el
secreto profesional para tutelar el otro bien jurídico.
Jiménez de Asúa que defendió al periodista, alegó que la revelación del secreto habría
significado, no solo la prisión, sino hasta la muerte de fa persona que reveló el hecho.
Estaban pues en juego, de un lado el secreto profesional y de otro la tutela de la vida.
Pesó en el ánimo del tribunal la razón por la cual el periodista se negó a la revelación
del secreto y lo absolvió. Sin embargo, la” Gestapo” alemana y los esbirros
franquistas, capturaron a Zugazagoitia asilado en París y lo llevaron a España donde
fue condenado a muerte y ejecutad. Lo que demuestra, asimismo, que el secreto
profesional se protege muchas veces con la propia vida