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Berlitz, Charles - El Triangulo de Las Bermudas
Berlitz, Charles - El Triangulo de Las Bermudas
Charles Berlitz
CAPÍTULO 1
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El Triángulo de las Bermudas Charles Berlitz
inexplicable amenaza que pesa sobre naves aéreas y marítimas en esta zona sigue rodeada
del mismo misterio de siempre.
Se han ofrecido —y considerado seriamente— las más variadas e imaginativas
explicaciones sobre las presuntas pérdidas y muertes (presuntas, ya que no se ha
recuperado un solo cadáver). Algunas de ellas van desde las repentinas mareas causadas
por terremotos hasta las bolas de fuego que explotan contra los aviones, pasando por
ataques de monstruos marinos, trastornos témporo-espaciales que conducen hacia otra
dimensión, torbellinos electromagnéticos o gravitacionales que hacen que los aviones se
estrellen o los barcos se pierdan en el mar, capturas y secuestros por OVNI manejados por
entes de culturas sobrevivientes de la Antigüedad, el espacio exterior o el futuro y en busca
de especimenes de los actuales habitantes de la Tierra. Una de las sugerencias más notables
fue la que hizo Edgar Cayce, el "profeta durmiente", un curandero y vidente que murió en
1944. Décadas antes de que se sospechase la posibilidad de emitir rayos láser, Cayce
sostuvo que los antiguos Atlantes usaban cristales como fuentes de energía, que dichos
cristales estaban localizados específicamente en la zona de las Bimini y que lo más
probable era que posteriormente se hundiesen en la Lengua del Océano, frente a la costa de
Andros, en las Bahamas, donde han ocurrido muchas de las desapariciones. Según esta
concepción, una fuente de energía errante y hundida a una profundidad de 1.600 metros al
oeste de Andros estaría ejerciendo todavía una atracción ocasional sobre los compases y el
equipo electrónico de los barcos y aviones de la actualidad.
En todo caso, la explicación o solución del misterio parece estar relacionada con el
mar, que es de por sí el más grande misterio que todavía enfrentan los habitantes de la
Tierra. Aunque nos hallamos en los umbrales del espacio, contemplando de manera un
tanto ansiosa el cosmos y pensando que ya el mundo tan concienzudamente explorado no
tiene secretos para nosotros, la verdad es que alrededor de tres quintas partes de la
superficie del globo, constituidas por las profundidades abismales del océano, nos son casi
tan conocidas como los cráteres de la luna, o incluso menos. Naturalmente, hace tiempo
que hemos trazado un mapa de los contornos generales del fondo del mar: primero por
medio de sondas mecánicas y más recientemente utilizando sonar y exploraciones
submarinas y con batisferas, luego con cámaras-sonda de gran profundidad, hemos
configurado las corrientes de superficie y submarinas. Ahora dichos aparatos están
investigando la existencia de petróleo en las plataformas continentales y tal vez muy
pronto lo harán a profundidades aún mayores.
La actividad desplegada durante la guerra fría y la creciente utilización de flotas
submarinas, pese al peligro experimentado por la marina francesa en las actividades
submarinas en el Mediterráneo y por la de los Estados Unidos en el Atlántico, contribuirían
considerablemente, si los materiales fuesen publicados, a hacer mayor nuestro
conocimiento del fondo del mar. Sin embargo, las partes más profundas del océano todavía
podrían reservarnos sorpresas considerables. Es posible que las planicies abisales y los
cañones y hendiduras contiguas contengan una fauna inesperada. En el Océano Indico se
descubrió en 1938 que el "extinguido" coleocanto, un pez supuestamente prehistórico,
dotado de extremidades residuales, estaba perfectamente vivo, y muy bien. Se trata de un
pescado azul, de cuatro miembros, que era muy abundante hace alrededor de sesenta
millones de años. Al último espécimen fosilizado que se halló antes de encontrar el
ejemplar vivo se le atribuyó una antigüedad de dieciocho millones de años.
Existen descripciones detalladas, provenientes de observadores dignos de confianza,
que en su mayoría no tienen nada que ganar, y sí mucho que perder al escribir un informe
sobre una "serpiente marina", donde se hace un boceto o se explican las características de
ciertas criaturas marinas que tienen una estructura muy parecida a la del monosaurio del
Plioceno, o ictiosaurio, el que aparentemente vive todavía en las profundidades abisales.
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Aunque siempre estamos aprendiendo más acerca de la vida en las profundidades del
océano, la mayor parte de nuestras observaciones y de nuestras capturas de ejemplares han
sido casuales, como podría ocurrir, para hacer una analogía, con exploradores del espacio
que hubiesen lanzado redes desde sus naves espaciales en diversas regiones de la Tierra,
para luego recogerlas con lo que pudiesen haber encontrado. Incluso las criaturas marinas
que ya nos resultan familiares presentan ciertos misterios en sus migraciones y hábitos
procreativos. Por ejemplo, las anguilas de Europa interior y América, que se encuentran
para la procreación en el mar de los Sargazos y desde el cual sólo los nuevos ejemplares
regresan a los lugares de origen de sus padres; los atunes, que inician su emigración frente
a las costas del Brasil, viajan a Nueva Escocia y luego a Europa y entonces algunos, sólo
algunos, siguen hacia el Mediterráneo; las langostas de púas, que caminan sobre el fondo
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del mar, descendiendo por la plataforma continental y siguiendo luego hacia abajo, rumbo
a un destino ignorado en la llanura abisal.
Entre otros misterios, se pueden citar las grandes fosas de los océanos, que
curiosamente tienen aproximadamente la misma profundidad —11.000 metros, algo
asombroso— y las criaturas vivientes que se hallan en el fondo, bajo tan enorme presión. O
las corrientes oceánicas, los grandes ríos de la mar. Algunas son de superficie y su
profundidad es variable, mientras otras fluyen a centenares de metros de hondura y a
menudo en direcciones distintas a las de la superficie. O la corriente de Cromwell, en el
Océano Pacífico, que hace algunos años subió a la superficie y luego retornó a su nivel
submarino. Casi todas estas corrientes giran: las del Hemisferio Norte como las manecillas
del reloj, y las del Hemisferio Sur en sentido contrario. Pero, ¿cómo es que la corriente de
Bengala constituye una excepción, puesto que fluye sin girar?
Los vientos y las olas son otros tantos misterios. Las tormentas más violentas y
repentinas se producen sólo en dos lugares: en el Caribe y en la región atlántica occidental,
en forma de huracanes, y en el sur del Mar de la China, en forma de tifones. Sin embargo,
algunas veces aparecen olas enormes, conocidas como olas "seiche", en medio de mares
habitualmente serenos. Se cree que estas olas provienen de deslizamientos de tierra
submarinos o de terremotos que pasan inadvertidos en la superficie y no aparecen en las
previsiones meteorológicas. En la actualidad, la riqueza mineral del océano es incalculable
y la extracción y explotación de estos depósitos minerales, además de las del petróleo,
podrían afectar considerablemente la situación financiera futura. El manto protector del
mar cubre también tesoros y vestigios de civilizaciones pasadas. Muchas de ellas resultan
evidentes en las bajas aguas costeras de la plataforma continental del Mediterráneo y el
Atlántico, pero otras podrían yacer, por ejemplo, a unas profundidades de más de 1.500
metros, frente a la costa del Perú. Allí se han fotografiado columnas talladas emplazadas
entre los que podrían ser edificios sumergidos, prueba de tremendos hundimientos de tierra
que podrían haber ocurrido dentro de la era del hombre civilizado. En muchas zonas de los
mares del mundo, desde la perdida Atlántida en el centro del Atlántico, hasta las Bahamas
o el Mediterráneo Oriental, perviven historias de civilizaciones sumergidas. Por ejemplo,
los misterios de la isla de Pascua y otras civilizaciones perdidas del Pacífico Sur, o la
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posibilidad de la existencia de una cultura ahora enterrada bajo el hielo de la Antártida, que
habría existido allí antes del desplazamiento de los polos.
Hay algunas áreas del fondo del mar que parecieran estar en constante movimiento. En
mayo de 1973, parte de la fosa de Bonin, cerca de Japón, subió casi dos mil metros. La
mayoría de los cien mil terremotos que se producen todos los años a lo largo de la cordille-
ra del centro del Atlántico ocurren en el lugar donde, según se supone desde remotas
épocas, estaba ubicada la legendaria Atlántida. Existen también el misterio del "fondo
falso", frecuentemente revelado por las investigaciones con sonar, a gran profundidad.
Dichas pesquisas revelan a menudo que la profundidad es mucho mayor que la que antes
se había supuesto y más tarde vuelven a arrojar el resultado primitivo. Se ha supuesto que
este falso fondo es el resultado de la presencia ocasional de bancos de peces u otra varie-
dad de la fauna marina, tan compacta, que presenta una superficie sólida contra la cual
rebota el sonar, proporcionando la información errónea. Los curiosos rayos brillantes del
"agua blanca" de la corriente del Golfo constituyen otro misterio perturbador. Se ha
pensado que podrían ser causados por bancos de peces fosforescentes, o por la marga
agitada por los pescados, o por la presencia de radioactividad en el agua. En todo caso, el
fenómeno resultó suficientemente notable como para que ya Colón lo comentase, hace
cinco siglos, y fue también la última luz terrestre que pudieron ver los astronautas rumbo al
espacio. Por último, tenemos la teoría de los continentes que se desplazan, al separarse uno
del otro a lo largo del océano y alejarse de su posición original, donde se hallaban
agrupados y formando un supercontinente. Esta teoría ha sido aceptada sólo recientemente
y podría tener estrecha relación con la rotación, composición y comportamiento de la
propia Tierra.
Sin embargo, hay una diferencia entre estos múltiples misterios, que podrían ser
finalmente resueltos (y que por ahora producen considerable inquietud), y el que plantea el
Triángulo de las Bermudas, que introduce un elemento de peligro para el viajero. Natural-
mente, es verdad que todos los días un gran número de aviones vuelan sobre el Triángulo,
que barcos grandes y pequeños navegan por sus aguas y que innumerable cantidad de
viajeros visitan la región sin que se produzca ningún incidente. Además, barcos y aviones
se han perdido y se siguen perdiendo en el mar y en los océanos del mundo por una serie
de razones. Por cierto, debemos acordarnos de distinguir entre "perdido en el mar", lo que
sugiere el hallazgo de un naufragio o de ciertos restos identificables y "desaparecido", que
es el caso en que no se encuentra nada. Pero, en ninguna otra región, aparte del Triángulo
de las Bermudas, han sido tan numerosas las desapariciones sin explicación. En ninguna se
las ha registrado tan bien, ni han sido tan repentinas y acompañadas de circunstancias tan
extrañas, algunas de las cuales llevan el elemento de la coincidencia hasta los límites de lo
imposible.
Muchas autoridades marítimas o aeronáuticas podrían hacer la observación de que
es perfectamente natural que algunos aviones, barcos o yates desaparezcan en una zona en
que hay tantos viajes marítimos y aéreos, todos ellos sujetos a tormentas repentinas y a las
múltiples posibilidades de accidentes y errores de navegación. Esas mismas autoridades
comentarían, tal vez, que el Triángulo de las Bermudas sencillamente no existe y que esa
denominación en sí es falsa, o errónea, y constituye un misterio fabricado para divertir
a los lectores curiosos e imaginativos. Las líneas aéreas que sirven la región comprendida
en el Triángulo de las Bermudas suscriben esta versión con un entusiasmo fácil de
comprender, aunque hay muchos pilotos experimentados que no están muy seguros de su
inexistencia. Los que aseguran que el Triángulo no existe tienen razón, en cierto sentido,
porque el área de las desapariciones inexplicables podría no ser un verdadero triángulo,
sino más bien una elipse, o tal vez el segmento gigante de un círculo cuyo ápice estaría
cerca de las Bermudas y cuyo fondo curvo se extendería desde la baja Florida hasta más
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allá de Puerto Rico, describiendo una curva hacia el Sur y el Este a través del mar de los
Sargazos, y volviendo luego hacia las Bermudas.
En general, los que más han estudiado el fenómeno están de acuerdo en su ubicación,
aunque puedan diferir en detalles. Ivan Sanderson, que se ocupó del tema en su obra
Invisible Residents (Residentes invisibles) y en numerosos artículos, llegó a la conclusión
de que la zona tenía la forma de una elipse, o punta de diamante, y de que habría otras doce
similares, esparcidas en todo el mundo a intervalos regulares; entre ellos, el tristemente
célebre mar del Diablo, en el Japón. John Spencer piensa que el área peligrosa sigue la
plataforma continental: parte de un punto frente a Virginia y se dirige luego al Sur, a lo
largo de la costa norteamericana, y pasa más allá de Florida para continuar alrededor del
Golfo de México. Cree también que la región incluiría los escalones submarinos de las
islas del Caribe y la periferia de las Bermudas. Vincent Gaddis, autor de Invisible Horizons
(Horizontes invisibles) y de un artículo en la revista Argosy —que fue el que proba-
blemente dio su nombre al Triángulo—, traza su forma triangular aproximadamente dentro
"... de una línea que va de Florida a las Bermudas, otra desde las Bermudas a Puerto Rico,
y una tercera que vuelve a Florida a través de las Bahamas". En cambio, John Godwin, en
su libro This Baffling World (Este mundo sorprendente) sugiere que el "Mar de la Mala
Suerte" es "una especie de cuadrado, cuyos límites se extienden entre las Bermudas y la
costa de Virginia" y cuyo extremo sur está "formado por las islas de Cuba, Hispaniola y
Puerto Rico". Incluso la Guardia Costera de los Estados Unidos, que no cree en el
Triángulo de las Bermudas, lo sitúa cortésmente, para aquellos que solicitan información,
en un impreso —registro 5720— del Séptimo Distrito del servicio. Comienza así:
El "Triángulo de las Bermudas, o del Diablo", es una zona imaginaria situada frente a
la costa Atlántica sudoriental de los Estados Unidos, que es conocida por la alta proporción
de pérdidas inexplicables de barcos, pequeños botes y aviones. Los vértices generalmente
aceptados del Triángulo son las Bermudas, Miami (Florida) y San Juan (Puerto Rico).
Los meteorólogos se refieren con frecuencia al "Triángulo del Diablo" como un área
limitada por líneas que van desde las Bermudas, hasta Nueva York, por el Norte, y por el
Sur hasta las Islas Vírgenes, ondulando como un abanico hacia el Oeste y abarcando 75° de
latitud Oeste.
Si el lector observa el mapa en el que se indican las desapariciones importantes de bar-
cos y aviones, podrá sacar sus propias conclusiones acerca de la forma del Triángulo de las
Bermudas y verificar si es un triángulo, o tal vez uno pequeño dentro de otro mayor, una
elipse gigante, un cuadrado, o un fenómeno que se desplaza paralelamente a los escalones
continentales y de las islas.
En círculos marítimos se sabía hace mucho tiempo que numerosos barcos habían
desaparecido en esta zona y algunas de las anteriores desapariciones podrían haber
contribuido a elaborar la leyenda del "Mar de los Barcos Perdidos", o del "Cementerio de
Barcos", ubicado en el mar de los Sargazos y parte del cual está situado dentro del
Triángulo. Los registros concernientes a las desapariciones de barcos parecen indicar
desapariciones de una frecuencia creciente, desde la década de 1860, tal vez debido a que
entonces hubo una información más detallada. Las desapariciones comienzan después de la
Guerra Civil, descartando así posibles ataques de parte de los Confederados. Sin embargo,
algunos meses después de la Segunda Guerra Mundial se produjo un incidente notable, que
sugeriría que los aviones que vuelan sobre esta zona podrían desvanecerse del cielo por las
mismas razones que han hecho que los barcos se pierdan en el mar. Ese fue el incidente
que dio su nombre al Triángulo de las Bermudas.
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CAPITULO 2
Jefe de vuelo (teniente Charles Taylor): Llamando a la torre. Esta es una emergencia. Parece
que hemos perdido el rumbo. No podemos ver tierra... Repito... No podemos ver tierra...
Torre: ¿Cuál es su posición?
Jefe de vuelo: No estamos seguros de nuestra posición. No podemos estar seguros acerca de
dónde estamos. Parece que nos hemos perdido...
Torre: Tome dirección debida, hacia el Oeste.
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Jefe de vuelo: No sabemos en qué dirección está el Oeste. Todo anda mal... Es extraño... No
podemos estar seguros acerca de ninguna dirección... ni siquiera el océano tiene un aspecto
normal...
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radiales entre Florida y las Bahamas, pero las dificultades de los aviones comenzaron antes
de que se perdiera el contacto radial.
Una junta naval de investigación que examinó todas las evidencias disponibles, terminó
igualmente a oscuras respecto de lo que había ocurrido. Además, tuvo que discutir el
sometimiento a corte marcial de un oficial experto en instrumentos, que luego resultó
exonerado, al comprobarse que todos los que tenía a su cargo habían sido revisados antes
del despegue. En una parte de su informe señala: "Fue interceptado un mensaje radial que
indicaba que los aviones estaban perdidos y que sus compases estaban funcionando mal".
Posteriormente, en una entrevista de prensa, el, capitán W. C. Wingard fue algo más
directo, cuando dijo: “Los miembros de la junta investigadora no pudieron hacer ni
siquiera una buena suposición acerca de lo ocurrido".
Otro miembro de la junta comentó, en forma un tanto dramática: "Se desvanecieron
completamente, como si hubiesen volado a Marte...".
Con ello introdujo algunos inquietantes elementos relativos a viajes espaciales y
posibles OVNIS, los que desde entonces pasaron a formar parte, en buena medida, de la
leyenda del Triángulo de las Bermudas. Algunos investigadores y oceanógrafos muy serios
han ofrecido una variedad de explicaciones acerca de cómo éstos y tantos otros barcos y
aviones pudieron desaparecer sin dejar rastro, lo mismo que sus pilotos y pasajeros. El
teniente R. H. Wirshing, oficial de entrenamiento de la base aeronaval de Fort Lauderdale
en la época del incidente, que ha examinado el caso durante años, piensa que el verbo
"desaparecer" es un factor muy importante en todo lo relativo a la suerte corrida por la
tripulación del Vuelo 19, ya que jamás se ha presentado prueba alguna de que realmente
haya perecido. (La madre de uno de los pilotos perdidos, que asistió al proceso de la
Marina, declaró que tenía la impresión de que su hijo "se hallaba aún con vida, en algún
lugar del espacio".) Y el diario News de Miami reprodujo las siguientes declaraciones del
doctor Manson Valentine, un científico que ha estado observando la zona durante años
desde Miami: "Todavía se encuentran allí, pero están en una dimensión diferente, en un
fenómeno magnético que podría haber sido provocado por un OVNI",
Un oficial de la Guardia Costera y miembro de la Junta investigadora, se expresó con
una franqueza llena de frescura. Sencillamente, dijo: "¡No sabemos qué demonios ocurre
allí!".
Otro oficial de la junta, en una declaración tajante, y más formal, expresó el consenso
de los investigadores: "Esta pérdida ocurrida en tiempo de paz parece ser un misterio
completo; el más extraño jamás investigado en los anales de la aviación naval...".
Algunos desastres suelen presentar elementos de una coincidencia increíble, sobre todo
cuando ocurren en el mar. Por ejemplo, cuando el carguero Stockholm chocó con el barco
de pasajeros Andrea Doria, una muchacha que hablaba español se vio arrebatada desde su
cabina del transatlántico y lanzada con una parte del camarote hacia el interior del
carguero, junto a la cabina de un marinero que era la única persona de aquel barco que
hablaba español. La pérdida del Vuelo 19 no constituyó una excepción a esta constante de
elementos coincidentes.
Buena parte del material citado hasta ahora proviene de notas de primera mano
tomadas por el Comandante R. H. Wirshing, que era entonces teniente y se hallaba de
servicio como oficial de adiestramiento en la base de Fort Lauderdale. Wirshing recuerda
que aquel mismo día hubo también un vuelo de entrenamiento matinal que resultó un tanto
extraño. Este vuelo, al que los comentarios de prensa relativos al desastre dieron poca
importancia debido a que era bastante menos sensacional, también experimentó
dificultades con el compás, y en lugar de volver a su base, aterrizó 80 kilómetros al Norte.
Por lo menos dos miembros del Vuelo 19 parecen haber tenido un presentimiento
acerca de la catástrofe. Uno de ellos fue el propio instructor de vuelo, que se presentó con
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retraso a recibir las instrucciones para la misión. Llegó a la 1.15 de la tarde y solicitó que le
relevaran de aquella tarea específica. Sin embargo, no acompañó su petición de ningún tipo
de explicación. Simplemente dijo que no deseaba tomar parte en la misión. Puesto que no
se disponía de ningún relevo, su solicitud fue denegada.
El segundo caso, al que el teniente Wirshing asistió personalmente y que ha sido muy
comentado, fue el incidente del cabo del cuerpo de Marines, Allan Kosnar, quien, pese a
estar designado para tomar parte en el Vuelo 19, no se presentó. Según la prensa, hizo las
siguientes declaraciones: "No puedo explicar por qué, pero, por alguna extraña razón,
decidí no salir en el vuelo de aquel día".
Sin embargo, según el teniente Wirshing, el cabo era un veterano de Guadalcanal, le
quedaban sólo cuatro meses de servicio y había solicitado hacía algunos meses que le
relevasen de los vuelos. El día de la misión el asunto volvió a plantearse y el teniente
Wirshing le dijo que se presentara ante el médico de la base para solicitar su retiro. Así lo
hizo, y por ello el Vuelo 19 partió con un tripulante menos. Cuando se presentaron los
primeros indicios de la pérdida de la misión, el teniente Wirshing se dirigió al cuartel de
los reclutas, en busca de voluntarios. La primera persona que encontró fue el cabo, quien le
dijo: "¿Se acuerda de que usted me ordenó que fuera al médico? Así lo hice, y me relevó
de participar en vuelos. El que se ha perdido era el mío".
Sin embargo, el informe de pista daba a entender que los aviones habían salido con sus
tripulaciones completas, como si algún otro marino hubiese subido a bordo a última hora.
Esto obligó a realizar verificaciones de las listas del personal de la base, para comprobar si
faltaba alguien. Cuando se averiguó que todo el personal estaba presente, el misterio
adicional del "informe de tripulación completa" se convirtió en otro de los elementos
indescifrables de la múltiple desaparición.
Veintinueve años después del incidente se hizo público otro aspecto desusado. Arti
Ford, periodista, escritor y conferencista que ha seguido el caso desde 1945, hizo una
asombrosa declaración durante un programa nacional de televisión en 1974. Indicó que el
teniente Taylor había dicho por radio lo siguiente: "No vengan por mí... parece que son del
espacio exterior...". Ford sostiene que esta información le fue proporcionada en la época
del suceso por un radioaficionado, pero que no le atribuía demasiada seriedad, dadas las
dificultades que enfrenta un operador amateur al recibir comunicados de un avión en vuelo
y dados también la excitación y los rumores que circularon entonces.
Sin embargo, durante sus investigaciones posteriores, Ford halló una prueba desusada
de lo transmitido, en una transcripción de los mensajes enviados por el avión a la torre y
que fue incluida en un informe elaborado más tarde debido a la presión de los padres de los
aviadores perdidos. El documento, de carácter oficial y secreto —el cual, según Ford, sólo
pudo examinar en parte—, contenía al menos una frase "No vengan por mí..." en común
con el texto que le había proporcionado el radioaficionado civil y que, de manera muy
significativa, no había sido revelado con anterioridad. Este misterio adicional, que sugiere
posibles interferencias de otros mundos, encuentra eco en más que unas pocas de las otras
desapariciones.
Así como ha habido numerosos barcos y embarcaciones de placer desaparecidos en la
zona del Triángulo de las Bermudas antes y después de este incidente, cabe hacer notar que
los desastres ocurridos simultáneamente a los Avengers y al Martin Mariner constituyeron
la primera ocasión en que se vieron afectados aviones y en que hubo tantas y tan eficientes
unidades de aire, mar y tierra realizando una búsqueda tan extensa y acuciosa, aunque
infructuosa. Este incidente hizo que se intensificasen los esfuerzos de rescate en el caso de
las desapariciones de aviones que habrían de producirse con posterioridad, no sólo con el
propósito de salvar a los sobrevivientes, sino también de averiguar, una vez transcurrido el
tiempo probable de supervivencia, qué les había ocurrido.
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Se presumió que estos mensajes eran falsos, especialmente porque había que tomar en
cuenta la conocida conducta desvariada y lunática de ciertos individuos que siguen con
deleite los desastres. Sin embargo, cuando uno recuerda el débil mensaje recibido en
Miami, horas después del desaparecimiento del Vuelo 19, surge una inquietante similitud.
Aquel mensaje contenía las letras de la sigla del vuelo, casi como si se hubiese enviado o
retransmitido un mensaje final desde una distancia mucho mayor, en el espacio o el
tiempo, que la que podía indicar la ubicación en que los aviones habían desaparecido.
Fue designado un Tribunal Investigador, bajo la dirección de Lord Macmillan, para que
pesquisara la pérdida del Star Tiger. El nombramiento lo hizo el ministro británico de
Aviación Civil y su informe fue publicado ocho meses después de la desaparición del
avión. Sus conclusiones fueron que no parecía haber fundamentos para suponer que el Star
Tiger hubiese caído al mar, a causa de un fallo mecánico o de la radio, falta de
combustible, perturbaciones meteorológicas, errores de altimetría o incapacidad para
seguir su curso, por nombrar sólo algunas posibilidades. En cuanto al diseño y fabricación
del Tudor IV, no había tampoco base, según el informe, "para suponer que al diseñar el
avión Tudor IV, o al fabricar aquel Tudor IV en particular, el Star Tiger, se hubiesen
cometido errores u omisiones técnicas o que pudieran considerarse contrarias a la buena
práctica convenida...".
El dictamen final del tribunal puede considerarse igualmente aplicable a otras
desapariciones de aviones ocurridas en el Triángulo, antes y después de la del Star Tiger:
Realmente, podría decirse que hasta ahora no se había presentado para su investigación
un caso tan desconcertante. Ante la completa ausencia de pruebas dignas de fe en relación
con la naturaleza o la causa del desastre del Star Tiger, el tribunal no ha podido hacer más
que sugerir posibilidades, ninguna de las cuales llega siquiera al nivel de probabilidad. En
todas las actividades que suponen la cooperación de hombre y máquina, hay dos elementos
que influyen y que tienen muy distinto carácter. Uno es el factor, imposible de calcular,
relativo a la actuación humana y que depende de circunstancias cuyo conocimiento es
imperfecto. El otro es el elemento mecánico, sujeto a leyes muy diferentes. Podría ocurrir
un accidente en cualquier de los dos, o en ambos a la vez. O bien, alguna causa externa
podría hacer perder el control, tanto al hombre como a la máquina. Nunca se sabrá lo que
sucedió en este caso.
Por una coincidencia extraordinaria, y bastante inquietante, que se produjo doce días
antes del primer aniversario de la desaparición del Star Tiger, el avión gemelo, el Star
Ariel, desapareció en un vuelo entre las Bermudas y Jamaica, el 17 de enero de 1949, con
siete tripulantes y trece pasajeros a bordo. Su itinerario completo era desde Londres a
Santiago de Chile, y la escala en las Bermudas respondía a la necesidad de cargar
combustible suficiente para otras diez horas de vuelo. Cuando el Star Ariel salió de las
Bermudas a las 7.45 de la mañana, el mar estaba en calma y las condiciones
meteorológicas eran buenas. El capitán envió el siguiente informe rutinario de vuelo a las
Bermudas alrededor de 55 minutos después del despegue:
Este es el capitán McPhee, a bordo del "Ariel", rumbo a Kingston, Jamaica, desde las
Bermudas. Hemos alcanzado altura de crucero. Buen tiempo. Hora estimada de arribo a
Kingston dentro de itinerario... Voy a cambiar de frecuencia radial para ponerme en
contacto con Kingston...
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los de la Fuerza Aérea y la Guardia Costera que habían salido desde numerosos puntos a lo
largo de la costa Atlántica y a los aviones británicos enviados desde las Bermudas y Jamaica.
Cruceros, destructores y el acorazado norteamericano Missouri se unieron también a la
búsqueda en la superficie, lo mismo que los barcos británicos y los mercantes que se
hallaban en aquel momento en la región. Se envió un radiograma a todos los buques que
navegasen por la zona:
EL AVIÓN CUADRIMOTOR STAR ARIEL/GAGRE, DE LA BRITISH SOUTH AMERICAN AIRWAYS,
QUE PARTIÓ DE LAS BERMUDAS 1242 GMT 17 ENERO RUMBO JAMAICA RUTA GRADOS DOS UNO
SEIS FUE SITUADO POR ÚLTIMA VEZ CUANDO ESTABA APROXIMADAMENTE A 15 MILLAS AL
SUR DE BERMUDAS Y A LAS 1337 GMT 17 ENERO.
SOLICÍTASE TODOS LOS NAVÍOS INFORMAR ESTA BASE HALLAZGO CUALQUIER RESTO
FLOTANTE TIPO TAPICERÍA CABINA Y COJINES COLOR AZUL, BOTES SALVAMENTO AVIÓN
COLOR AMARILLO, CHALECOS SALVAVIDAS COLOR MARRÓN OSCURO, TODO MARCADO BSAA,
O CUALQUIER VESTIMENTA FLOTANTE.
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No volvió a oírse nada del avión, y una investigación que se llevó a cabo por tierra y
mar, no consiguió encontrar ni un rastro de accidente. Por cierto, no hubo sobrevivientes ni
indicios de lo que pudo ocurrir a la tripulación y los pasajeros. Puesto que el capitán
comunicó que el avión se hallaba a sólo 80 kilómetros al sur de Miami, resulta todavía más
notable que no se produjese una explosión, ni una llamarada, ni se escucharan las señales
de SOS o MAYDAY. Por otra parte, el lugar en que el avión desapareció está situado
sobre los Cayos de Florida, donde las aguas cristalinas y de una profundidad de sólo siete
metros habrían contribuido a la localización e identificación del avión. Este habría de ser
uno de los diversos casos en que avión y pasajeros se "desmaterializarían", estando casi al
alcance de un aeropuerto, o en que un barco, como veremos en el próximo capítulo, se
desvanecería estando a la vista de su puerto de arribo.
Los grandes aviones que han desaparecido desde el caso del Star Ariel, han seguido en
general un acontecer similar: primero un comportamiento de vuelo normal, y después...
nada. Ni rastros de naufragio, ni manchas de aceite o restos flotantes, o sobrevivientes; ni
siquiera una concentración sospechosa de tiburones.
Los aviones pequeños también han seguido desapareciendo. No menos de nueve se
perdieron frente a la costa de Florida, en diciembre de 1949, sin dejar rastro. Era un
número suficiente como para hacer pensar que había algo peligroso en la zona, aun cuando
las características de las desapariciones no hayan sido justamente obvias.
Las desapariciones de naves aéreas continuaron durante la década de 1950. En marzo
de 1950, un Globemaster de los Estados Unidos se perdió en el extremo norte del
Triángulo, durante un vuelo hacia Irlanda. El 2 de febrero de 1952, un transporte British
York con 33 pasajeros y tripulantes, desapareció también en el borde norte del Triángulo,
mientras se dirigía a Jamaica. Se recibieron algunas débiles señales de SOS, que resultaron
casi de inmediato inaudibles.
El 30 de octubre de 1954 ocurrió lo mismo con un Constellation de la Marina de los
Estados Unidos que llevaba 42 pasajeros y tripulantes y que volaba con muy buen tiempo
entre la base aeronaval de Patuxent River, en Maryland, y las Azores, La búsqueda a lo lar-
go de varios centenares de kilómetros cuadrados de océano fue realizada por más de 200
aviones y muchas naves de superficie, pero no se encontró nada. Como en el caso de los
otros aviones, poco antes de la desaparición se escuchó un SOS apenas perceptible.
El 5 de abril de 1956, un B-25 convertido en carguero civil con tres personas a bordo se
perdió en los alrededores de la Lengua del Océano, un cañón submarino de 1.800 metros
de profundidad, al este de la isla Andros, en las Bahamas.
Lo mismo sucedió con un patrullero Martin Marlin P5M, tipo anfibio, que se hallaba en
misión en las Bermudas el 9 de noviembre de 1956. Llevaba una tripulación de diez
hombres.
El 8 de enero de 1962, un avión-tanque tipo KB-50, de la Fuerza Aérea de los Estados
Unidos, que salía de la base Langley, en Virginia, rumbo a los Azores, corrió la misma
suerte del Super Constellation perdido en 1954. Como ocurrió en aquel caso, hubo un débil
mensaje radial que indicaba que se había producido una dificultad no especificada y luego,
silencio. Como de costumbre, no se encontraron restos ni indicios de lo que había ocurrido.
Debe recordarse que en cada uno de estos casos las tripulaciones disponían de gran
cantidad de equipo de salvamento, por si el aparato se hundía, de manera que lo que pueda
haber ocurrido a los aviones se produjo inesperadamente y de manera muy rápida.
El SOS enviado por un avión privado que se dirigía a Nassau, en las Bahamas, pero
volando en los alrededores de la isla Gran Abaco, hizo recordar la confusión que se
produjo entre los pilotos del Vuelo 19. Aunque el tiempo era excelente aquella mañana, el
piloto parecía estar volando en medio de la niebla, y fue incapaz de dar su posición. Ni
siquiera podía ver las islas que tenía debajo, pese a la excelente visibilidad que había en la
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El Triángulo de las Bermudas Charles Berlitz
zona, según el testimonio de otros observadores. En este caso, el avión no desapareció del
todo, ya que posteriormente se encontró una parte de un ala flotando en el mar.
El 28 de agosto de 1963 se produjo la pérdida de dos aviones. Al principio se creyó que
se trataba de otra desaparición, pero luego, al encontrarse algunos restos, el misterio resultó
aún más profundo. Se trataba de dos cuadrimotores a reacción tipo Stratotanker KC-135,
en misión de reabastecimiento fuera de la base Homestead de la Fuerza Aérea, en Florida.
Fueron los primeros aviones a chorro que desaparecieron en el Triángulo, poco después de
haber dado su posición, a 480 kilómetros al sudoeste de las Bermudas. Los investigadores
llegaron a la conclusión de que habían chocado en el aire, después de que una búsqueda
intensiva halló los restos, probablemente pertenecientes a los aviones, a 420 kilómetros al
sudoeste de las Bermudas. Sin embargo, algunos días más tarde se encontraron más restos
que, según se pensó, pertenecían al otro avión, pero que estaban a 260 kilómetros de
distancia de los otros. Si chocaron en el aire, pese a que una declaración de la Fuerza Aérea
precisó que no volaban cerca uno del otro, algo debió separar los restos, y con una
velocidad mucho mayor que la de las corrientes marinas. Y si se estrellaron
simultáneamente, tal vez como ocurrió en el caso de los cinco Avenger, ¿qué pudo haber
descompuesto sus instrumentos o sus motores al mismo tiempo?
Un mes más tarde, el 22 de diciembre, desapareció un Cargomaster C-132, entre
Delaware y su punto de destino en las Azores. El último mensaje del piloto indicaba que
todo estaba bien y que su posición era alrededor de 130 kilómetros frente a la costa sur de
Jersey. Se organizó una intensa búsqueda con aviones y barcos de la Guardia Costera y la
Marina que duró hasta el 25 de septiembre, pero no pudo hallarse nada que perteneciese al
avión perdido.
El 5 de junio de 1965, un "Flying Boxcar" C-119, que realizaba una misión de rutina y
llevaba una tripulación de diez hombres, se desvaneció mientras volaba desde la base de la
Fuerza Aérea en Homestead hasta la isla Gran Turco, cerca de las Bahamas. El último
mensaje que se recibió del C-119 señalaba su posición a unos 160 kilómetros de su destino
con una ETA de una hora, aproximadamente. Tras un rastreo que se prolongó durante
cinco días con sus noches, la Guardia Costera informó acerca de "resultados negativos", y
agregó un comentario que resultaba familiar: "No caben conjeturas". Al igual que en el
caso de los Avengers, el Vuelo 19, y en el de otros aviones desaparecidos, se recibieron
mensajes débiles e ininteligibles que pronto se desvanecieron, como si algo estuviese blo-
queando la transmisión radial o el avión estuviera retrocediendo más y más allá, en el
espacio y el tiempo. Cabe hacer notar que otro avión que volaba en la misma ruta, pero en
dirección opuesta a la del C-119, informó que el tiempo era claro y la visibilidad buena.
Quince aviones comerciales de línea desaparecieron en esta zona, en el período
comprendido entre 1954 y 1965, al igual que gran cantidad de aparatos militares y civiles,
y no hay señales de que el fenómeno lleve camino de extinguirse.
La desaparición de Carolyn Cascio, una mujer piloto autorizada que iba volando en un
avión ligero, se vio rodeada de una serie de circunstancias desusadas. Llevaba un pasajero
desde Nassau hasta la isla Gran Turco, en las Bahamas, el 7 de junio de 1964, y cuando
llegó al punto en que calculaba debía estar Gran Turco, comunicó por radio que no podía
encontrar la ruta y que estaba dando vueltas sobre dos islas no identificadas. Agregó: "Allí
abajo no hay nada". Y luego: "¿Hay alguna manera de salir de aquí?"
Lo extraño es que algunos observadores de Gran Turco notaron que, a la misma hora,
un avión dio vueltas a la isla durante unos treinta minutos, antes de desaparecer. ¿Cómo
fue posible que aquellos observadores pudiesen ver el avión, mientras la piloto no podía
ver los edificios de Gran Turco?
El 11 de junio de 1967, un Chase YC-122 con cuatro pasajeros y en ruta desde Palm
Beach, Florida, hacia la Gran Bahama, se perdió en algún punto al noroeste de las Bimini.
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El Triángulo de las Bermudas Charles Berlitz
No se cree que exista una aberración atmosférica en esta zona, ni que haya existido en
el pasado. Los vuelos de escuadrillas de aviones y los patrullajes aéreos se realizan con
regularidad en esta región sin que se hayan producido incidentes.
Dale Titler hace una observación muy atinada en su libro Wings of Mistery (Alas de
misterio), cuando estima que, hasta ahora, ya ha desaparecido "una considerable flota de
aviones" en esta pequeña zona sin dejar huellas:
Todos estos aviones eran pilotados por aviadores de gran experiencia, y dirigidos por
navegantes bien entrenados. Todos llevaban radio y equipo de supervivencia, y todos
desaparecieron en medio de buen tiempo.
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Existen razones para pensar que en estos misteriosos accidentes podría estar envuelto
un factor mucho más importante que la suerte.
Agrega que, cualquiera sea el nombre que se le dé, "aberración atmosférica o algún
otro, lo cierto es que ataca sin advertencia previa y con una frecuencia suficiente como
para resultar alarmante".
Como ya hemos dicho, existen muchas dudas acerca de los límites del Triángulo de las
Bermudas lo mismo que respecto a su existencia misma. Hemos oído describirlo como un
verdadero triángulo, cuyo extremo norte serían las Bermudas; como un área de forma
oblonga en la parte occidental del Atlántico Norte; como una zona que sigue la plataforma
continental del sur de los Estados Unidos, el Golfo de México y las Antillas, o como una
región peligrosa y elástica que se extiende desde las Bahamas hasta Florida, y a través de
Florida hacia el Golfo de México. Cualquiera que sea su forma exacta, lo cierto es que ha
dado origen a todo un folklore de desapariciones de objetos diversos: aviones, barcos,
yates, botes a vela, submarinos o personal de barcos abandonados que se han desvanecido.
Se ha hecho tan corriente atribuir poderes misteriosos al Triángulo de las Bermudas, que
cualquier desaparición o accidente misterioso suscita comentarios y revisiones acerca de
muchos de los demás enigmas no resueltos.
En la radio y la televisión suelen escucharse con frecuencia preguntas de radioescuchas
o televidentes comprensiblemente preocupados acerca de una zona a la que pensaban viajar
en avión. Habitualmente, estas nerviosas interrogantes se responden dando seguridades en
el sentido de que el viaje no es peligroso, puesto que suelen hacerse innumerables travesías
a lo largo del Triángulo sin que se hayan producido incidentes. En algunas ocasiones, los
pasajeros suelen preguntar dudosos a sus agentes de viaje acerca de la ruta hacia algunos
puntos situados más allá del Triángulo:
—¿El vuelo es a través del Triángulo de las Bermudas?
Resulta fácil contestar de manera negativa, ya que los límites del Triángulo son
bastante fluidos. En una ocasión se dio la siguiente excusa a un pasajero que pedía
explicaciones acerca del atraso de un vuelo:
—Tenemos que volar en torno del Triángulo de las Bermudas.
Otro elemento tranquilizador es que los aviones de hoy cuentan con muchos más
instrumentos de seguridad que algunos de los que desaparecieron en el pasado. Algunos de
esos instrumentos no estaban en uso en la época en que ocurrieron los incidentes más
llamativos. Por ejemplo, los transistores, los sistemas electrónicos de navegación decca hi-
fix (que, sin embargo, era utilizado por el Star Ariel) y el "omni", un sistema de orientación
automática, operado por radio, que permite a los aviadores encontrar la ruta de regreso a la
base en medio de las nubes más espesas y que es utilizado ahora incluso por los aviones
pequeños.
Sin embargo, pese a todas las innovaciones modernas, siguen produciéndose pérdidas y
extraños incidentes dentro del Triángulo y en las zonas costeras adyacentes. El año pasado,
varios aviones se desintegraron misteriosamente sobre tierra, a corta distancia del
aeropuerto de Miami, entre ellos un Lockheed L-1011 (vuelo 401 de la Eastern Airlines),
en el que perecieron 100 personas, entre pasajeros y tripulantes, el 29 de diciembre de
1972. Si se examinan las circunstancias en que se produjo este accidente se pueden obtener
algunas luces acerca de los muchos aparatos que han desaparecido repentinamente cuando
volaban sobre las aguas. El doctor Manson Valentine observa:
Analizando toda la información disponible, pareciera que en los últimos siete u ocho
segundos de vuelo el avión descendió a tan gran velocidad que ni la torre de control de
Miami ni los pilotos tuvieron tiempo para verificarla. Todos los altímetros estaban
funcionando, de manera que, en circunstancias normales, los pilotos habrían dispuesto de
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mucho tiempo para corregir la velocidad. El descenso fue tan rápido (no se alude a esto
como algo desusado en ninguno de los informes) que la torre de control de Miami sólo
registró una aparición en la pantalla de radar —40 segundos en total— para advertirlo. En
la segunda aparición, el aparato había descendido de 300 metros (momento en que se
advirtió que se hallaba fuera de la altura de 650 metros prescrita) a menos de 100. Para
entonces probablemente ya se había estrellado.
Ese ritmo de caída no puede ser atribuido a pérdida del piloto automático, síntomas de
paro de los motores, inexperiencia del piloto o a la posición de los aceleradores en el punto
de media potencia. Tiene que haber existido alguna razón atmosférica, y lo más probable es
que se haya tratado de alguna anomalía de tipo magnético.
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CAPITULO 3
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incluso las grandes embarcaciones de la perdida Atlántida, con sus remos cubiertos de
láminas de oro. Todos condenados a pudrirse durante centurias en un océano inmóvil.
Las primeras leyendas sobre el Mar de los Sargazos podrían haberse originado entre
fenicios y cartagineses, quienes tal vez lo cruzaron hace milenios, llegando hasta las
Américas, como lo señalan las numerosas inscripciones pétreas halladas en Brasil y en los
Estados Unidos, los tesoros de monedas fenicias encontrados en las Azores, las monedas
cartaginesas descubiertas luego en Venezuela y en la costa sudoriental de los Estados
Unidos, y las antiguas representaciones pictóricas de los que parecen ser visitantes semitas
a México. El siguiente informe del almirante cartaginés Himilco, escrito en el año 500
A.C., toca una cuerda familiar, aunque un tanto sensacionalista, en relación con los mares
de algas y la falta de vientos del Mar de los Sargazos:
No se advierte brisa que mueva el barco, tan muerto está el perezoso viento de este mar
quieto...; hay tantas algas entre las olas, que parecen contener al navío, como si fuesen
arbustos...; el mar no tiene gran profundidad, la superficie de la tierra está cubierta por muy
poca agua...; los monstruos marinos se mueven continuamente, en todas direcciones, y hay
bestias feroces que nadan entre los barcos que se arrastran lentos y perezosos...
Habría que excusar al almirante Himilco por una cierta exageración, muy comprensible
a lo largo de la bóveda de los tiempos y porque tal vez los navegantes fenicio-cartagineses
estaban más preocupados de disuadir a otros viajeros de la época de realizar posibles viajes
más allá de las Columnas de Hércules (Gibraltar), a la entrada del Mediterráneo, y de
internarse hacia el otro océano. Su afán se debía principalmente al deseo de guardar para sí
el provechoso comercio que mantenían con las culturas de las costas Atlánticas de Europa
y África, e incluso tal vez de más lejos. Los cartagineses llegaron a proclamar la pena de
muerte contra aquellos de sus capitanes del mar que dejaran ver sus rutas o incluso su
presencia en el Atlántico. Esto explicaría la tendencia cartaginesa a hundir todos los barcos
extraños en los alrededores o más allá de Gibraltar, o bien, cuando no eran lo bastante
fuertes, a escapar e incluso a hundir sus navíos, si era necesario.
Otros escritores de la Antigüedad han embellecido estos primeros informes con sus
comentarios acerca de los bancos de arena y las zonas de aguas poco profundas que han
dejado en el Atlántico los remanentes de Atlántida, el continente perdido, y también acerca
de las algas que se enredaban en los remos y detenían las galeras. Como la mayor parte de
las leyendas, el "Mar de los Barcos Perdidos" podría tener alguna base real, aunque
mezclada con sueños y fantasías. El australiano Alan Villiers, marino de toda una vida y
que cuando cruzaba el Mar de los Sargazos, realmente pudo ver un barco abandonado entre
las algas, señala (en su libro Wild Ocean, 1957) que si un barco quedara paralizado durante
un período suficientemente largo como para agotar sus provisiones, se vería "... finalmente
cubierto de musgo y lapas, hasta que le resultaría imposible navegar...". Dice también que
los gusanos barrenadores del Trópico se introducirían en los costados del navío hasta que,
convertido en "... una masa decadente y podrida, tripulada por esqueletos... se deslizaría
bajo la cálida superficie del mar inmóvil...".
Entre las numerosas embarcaciones abandonadas vistas en el Mar de los Sargazos
durante la época moderna hubo algunos que, sin llegar a verse atrapados entre las algas,
quedaron paralizados y fueron abandonados, debido a la falta de viento.
Incluso el nombre de las Latitudes del Caballo, que atraviesan este mar, es un índice de
la calma estancada. Proviene de la época en que los galeones españoles quedaban cogidos
por la calma y, al ver reducirse las provisiones de agua, estaban obligados a matar y arrojar
al océano sus caballos guerreros.
Los barcos modernos de motor no corren ya el riesgo de caer dentro de una calma, pero
ello hace todavía más misteriosas las desapariciones de algunos buques. Naturalmente,
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todas las pérdidas son misteriosas, puesto que son relativamente pocos los capitanes dis-
puestos a permitir que se produzcan. Cuando se puede establecer, o incluso presumir lo
ocurrido, se acaba el misterio. Pero no ha sido ese el caso de los numerosos barcos
desaparecidos en el Mar de los Sargazos.
En los primeros días en que se produjeron pérdidas en esta zona y en su colindante, de
la Corriente del Golfo, muchas fueron atribuidas a los piratas o al mal tiempo, pese a que
los archivos españoles eran sorprendentemente exactos, sin duda por el valor de las cargas
de los galeones que componían las flotas anuales que llevaban tesoros a España. Estos
barcos, provenientes de México, Panamá y la actual Colombia, hacían escala en La Habana
y proseguían rumbo a los Cayos y al Estrecho de Florida, donde muchos solían hundirse a
causa de los huracanas y depositaban sus tesoros en el fondo del mar, para beneficio de las
futuras generaciones de buzos. Otros eran hundidos, sin dejar huella, por corsarios o
simples piratas.
Mucho tiempo después de que la piratería dejase de ser una provechosa manera de
ganarse la vida, los barcos siguieron desapareciendo en esta zona, incluso con buen tiempo
y cada vez con mayor frecuencia, en años recientes, sin depositar restos o cadáveres a lo
largo de las playas e islas del Atlántico Occidental.
Gran número de estas desapariciones afectaron a la Marina de los Estados Unidos y a
otras Armadas. La serie se inició con el buque de los Estados Unidos Insurgent, en agosto
de 1800, que llevaba 340 hombres a bordo, y prosiguió hasta el desastre debido a causas
desconocidas que hizo hundirse al submarino Scorpion, con una tripulación de 99 hombres,
en mayo de 1968. Sin embargo, la del Scorpion no fue una "desaparición", puesto que
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En todo caso, el incidente del Cyclops posee todos los ingredientes de una novela de
misterio y aventuras: un barco de la marina de los Estados Unidos al mando de un capitán
alemán, que tal vez padecía de perturbaciones mentales, puesto que habitualmente se
paseaba por el puente luciendo calzoncillos largos y un sombrero de copa; un grupo de
pasajeros entre los que se hallaban el excónsul general de los Estados Unidos en Brasil más
tres marineros prisioneros acusados de asesinato, y dos marines desertores.
El Vicealmirante de la Marina norteamericana, M. S. Tisdall, elaboró una teoría acerca
de la desaparición en un artículo titulado "¿Se dio vuelta de campana el Cyclops?". La
teoría se basa en la tendencia del barco a balancearse, y tal vez proporcionó la idea del
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... Desde su partida (de Barbados, el 4 de marzo de 1918), no ha habido señales del
navío. La desaparición constituye uno de los misterios más asombrosos de los anales de la
Marina, y todos los esfuerzos por localizarlo han resultado inútiles... Se han sugerido
muchas teorías, pero ninguna explica satisfactoriamente lo ocurrido...
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avanzar demasiado. Aunque estas teorías volverán a ser examinadas en las páginas
siguientes, resulta interesante, teniendo en cuenta esta sugerencia acerca de la posibilidad
de un laboratorio espacial de investigación exterior (o interior), aplicar la versión de
Spencer a la desaparición de barcos y, más tarde, aviones. El espacio de tiempo
transcurrido entre las desapariciones de barcos de guerra, así como su sustitución por
pérdidas de aviones militares, y la cantidad de embarcaciones comerciales o de placer
desaparecidas, algunas con carga y otras sólo con pasajeros o con cargamentos especiales,
y por último algunos curiosos incidentes relacionados con estas pérdidas, dan lugar a
inquietantes consideraciones.
Entre los casos de barcos comerciales, uno de los primeros misterios registrados en esta
zona se refiere al Rosalie, un navío francés que se dirigía hacia La Habana, en 1840, Sin
embargo, no fue el Rosalie el que desapareció, sino sus tripulantes y pasajeros, que dejaron
el barco abandonado, con excepción de un canario, con las velas desplegadas y la carga
intacta. De haberse tratado de un caso de piratería, quienes la realizaron estaban más
interesados en las personas que viajaban a bordo, que en el barco o en su carga. Si alguna
plaga o enfermedad hubiese causado la pérdida de pasajeros y tripulación, habría quedado
alguna seña. (Como ejemplo de enfermedades repentinas que hacen abandonar un barco se
cita el caso ocurrido durante los días del tráfico de esclavos, en el Mar de los Sargazos,
cuando una goleta avistó un barco de esclavos que navegaba a la deriva. Su capitán pidió
ayuda a la goleta. Aparentemente, todos los esclavos y la tripulación habían sido atacados
por una virulenta enfermedad que producía ceguera. El barco que podía haberles asistido
rechazó la llamada de auxilio y abandonó la zona lo más rápido posible, dejando el
esclavista, a su tripulación y a los esclavos abandonados a su suerte.)
El 26 de febrero de 1855, el James B. Chester, un buque de tres palos, fue hallado por
el Marathón dentro del Mar de los Sargazos; navegaba sin destino y sin tripulación, pero
con las velas desplegadas. Las investigaciones en la cabina revelaron que las sillas y las
mesas estaban volcadas, en medio de un gran desorden y mezcladas con objetos
personales. La carga estaba intacta y los botes salvavidas en su sitio. No había señas de
derramamiento de sangre o asalto. Sencillamente, la tripulación se había desvanecido, ya
sea porque se vio arrastrada fuera del barco, o porque tal vez —cosa muy improbable—
saltó por la borda. Los hombres del Marathón notaron durante su abordaje, sin embargo, la
falta de los documentos y compases del James B. Chester.
En 1881, la goleta norteamericana Ellen Austin sufrió un accidente casi increíble.
Mientras navegaba al oeste de las Azores, encontró una nave similar abandonada. Cuando
sus hombres la abordaron, hallaron todo en orden, las velas plegadas y el aparejo intacto.
El capitán de la Ellen Austin resolvió aprovechar su buena fortuna, instalando una
tripulación a bordo, para rescatarla como botín. Sin embargo, antes de que pudieran
ponerla en movimiento, sobrevino repentinamente una tormenta que hizo que las dos
embarcaciones perdieran todo contacto. Pasaron dos días antes de que la Ellen Austin
pudiera avistar nuevamente la nave abandonada, y cuando la volvieron a abordar,
descubrieron que la nueva tripulación había desaparecido, sin dejar señales acerca de lo
que le había ocurrido o adonde se había ido. Pero el capitán era insistente y, tras vencer la
considerable reticencia de parte de su tripulación, consiguió un grupo de voluntarios a los
que persuadió para que pilotaran aquel misterioso barco, aparentemente lleno de peligros.
Poco más tarde volvió a levantarse una tormenta, se volvió a perder contacto y ya no se
volvió a ver ni la nave ni a la segunda tripulación. Si todo no resultara tan extravagante, se
podría hacer una comparación entre el barco abandonado y una trampa, de la que incluso
las tormentas formarían parte.
Lo inexplicable es que los barcos abandonados han aparecido en otras numerosas
oportunidades en el área del Triángulo. La barcaza alemana Freya, que se dirigía desde
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Manzanillo, Cuba, hacia varios puertos de Chile, en octubre de 1902, apareció a la deriva y
sin su tripulación navegando fuertemente inclinada hacia un costado. Las páginas de su
calendario de viaje habían sido arrancadas hasta el 4 de octubre.
En aquella época se había producido un violento terremoto en México y se presumió
que el choque sísmico produjo una enorme ola que arrastró a la tripulación del Freya, que
tal vez volcó parcialmente la barcaza. Luego, cuando el mar volvió a quedar en calma, la
propia embarcación recuperó a medias su posición normal.
Las historias acerca de barcos hallados vacíos en el Mar de los Sargazos o en zonas
cercanas del Atlántico narran invariablemente el caso de la Mary Celeste, tal vez el más
famoso de todos. El incidente no se produjo en el Mar de los Sargazos, aunque la nave
pasó por el Norte de dicha zona, rumbo al punto situado también al Norte de las Azores y
hacia el cual se dirigía cuando fue hallada por el bergantín inglés Dei Gratia, en noviembre
de 1872. Los marinos ingleses observaron su curso extraviado, le hicieron señas y, al no
obtener respuesta, la abordaron y la tomaron en botín. Sus velas estaban desplegadas y la
carga de barriles de alcohol yacía bien estibada en la bodega. Había suficientes provisiones
de agua y comida, pero su dotación de diez personas, incluyendo al capitán, su esposa y su
hija pequeña, habían desaparecido. A bordo quedaron dinero, pipas, objetos personales, e
incluso el cuaderno de bitácora. Sólo faltaba el sextante. La cabina principal había sido
parapetada con maderas, como si alguien hubiera querido establecer allí una plaza fuerte
para repeler un ataque.
Este misterio marino ha sido contado y adornado una y otra vez. Se ha convertido en
tema de pesquisas y juicios ante los tribunales, pero sigue sin ser resuelto. Se ha explicado
la desaparición de sus tripulantes de muchas maneras: ataque de piratas, motín y huida
después de asesinar al capitán, temor de que la carga estuviese a punto de estallar,
descubrimiento repentino de contrabando o de algún material peligroso en las bodegas,
una plaga o un secuestro cometido por supuestos amigos. El Lloyds de Londres, que pagó
el seguro, se inclina por la teoría de que un incendio repentino, pero breve, de la carga de
alcohol pudo atemorizar a la tripulación, haciéndola abandonar el barco. Posteriormente,
de acuerdo con las características del alcohol, habrían surgido llamas azuladas que se
habrían extinguido por sí solas. Para entonces, probablemente la tripulación no pudo
regresar desde el bote salvavidas al barco. Otra explicación posible del comportamiento
irracional de la tripulación es que el pan se haya mezclado con brotes de centeno en la
despensa. En otras ocasiones, el pan infectado por el centeno ha sido la causa de violentos
raptos de locura seguida de muerte y precedida por un comportamiento irracional de los
marineros. Un caso de locura colectiva como éste podría haber hecho que la tripulación
abandonase el barco en medio del pánico y explicaría algunas otras desapariciones de
dotaciones completas de "barcos fantasmas" hallados en diversos océanos del mundo.
Harold Wilkins, en su libro Strange Mysteries of Time and Space (Extraños misterios
del tiempo y el espacio) plantea seriamente la posibilidad de que el barco hubiese sido
abordado y secuestrado en el mar por algunas personas conocidas de los tripulantes. Esto
implicaría que, posteriormente, se hizo desaparecer a la tripulación y el barco vacío fue
"redescubierto" y tomado como botín.
Al desarrollar esta teoría, Wilkins hace ver las numerosas contradicciones de las
versiones del capitán y la tripulación del Dei Gratia y el hecho de que este barco
permaneció amarrado junto al Mary Celeste en Nueva York, durante una semana,
haciéndose a la mar poco después de la partida de la nave condenada.
Tras concluir el procedimiento de legalización del botín, y una vez reacondicionado, el
Mary Celeste volvió a navegar, pero con una reputación de "barco de mal agüero", que
acarreaba desgracias, destrucción y muerte a quienes navegasen en él. Finalmente, su últi-
mo patrón, el capitán Gilman Parker, repartió gran cantidad de licor a la tripulación, bebió
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al yate durante la noche, enviándolo al fondo del océano con tripulación y todo, y sin dejar
el menor rastro.
Más de medio siglo antes de la desaparición de Conover en el Renovoc, Joshua
Slocum, otro marino muy conocido por haber sido el primer hombre que circunnavegó el
globo solo, en 1909 emprendió un segundo viaje en su yola de once metros, The Spray. Se
informó de su ingreso al área del Triángulo, navegando desde Miami hacia el Sur. Poco
después, él y The Spray desaparecieron para siempre.
Las pérdidas de embarcaciones de tamaño pequeño y mediano dentro del Triángulo se
deben sin duda, en muchos casos, a condiciones meteorológicas. Sobre todo en invierno,
cuando se hacen aún más imprevisibles debido a que las masas de aire frío del Ártico cho-
can con el aire caliente de los trópicos. Este puede haber sido el caso de la goleta Windfall
(17 metros, desaparecida frente a las Bermudas en 1962), la Evangeline (16 metros, en ruta
desde Miami hacia las Bahamas, en 1962), la Enchantress (17 metros, desaparecida
mientras navegaba desde Charleston a Santo Tomás, en 1946) y el queche de 10
metros, Dancing Feather (desaparecido entre Nassau y Carolina del Norte, en 1964).
Todos se produjeron durante los meses de invierno, cuando grandes olas levantadas por
tormentas repentinas hicieron tal vez que aquellas pequeñas embarcaciones se hundieran
antes de poder enviar un mensaje por radio. Pero esto, naturalmente, no explicaría la
desaparición de barcos en aguas relativamente tranquilas, o las diversas ocasiones en que
grandes cargueros o barcos de la Marina se perdieron sin dejar huellas.
La pérdida del carguero Marine Sulphur Queen, de 130 metros, que llevaba una
tripulación de 39 hombres, se produjo el 2 de febrero de 1963, o alrededor de esa fecha, y
resulta particularmente notable por el tamaño del barco. Se dirigía a Norfolk, Virginia,
desde Beaumont, Texas, con una carga de 15.000 toneladas largas de azufre fundido
acarreadas en tanques metálicos. Hacía buen tiempo. La última vez que dio su posición era
cerca de Tortugas Secas, en el Golfo de México, un área que está dentro o cerca del
Triángulo, de acuerdo con sus límites más bien elásticos.
Lo paradójico es que, en un primer momento, la pérdida del barco no fue notada por
sus dueños, sino por una casa de corretajes. Todo ello se debió a una serie de curiosas
circunstancias. Uno de los tripulantes del Marine Sulphur Queen había estado especulando
en el mercado de corredores, específicamente en ventas de trigo a futuro, y había colocado
una orden "de compra" antes de que el barco dejara el puerto. Este es un pasatiempo que
normalmente requiere un contacto más bien estrecho con el agente de Bolsa. Justamente
por eso, la casa de corretajes ejecutó la orden y le envió un cable confirmándoselo. Al no
recibir respuesta, la casa se puso en contacto con los armadores, diciéndoles que no
lograban comunicarse con el barco. Fue la primera indicación de que las cosas no andaban
del todo bien y la señal de partida para la infructuosa búsqueda del buque, iniciada por la
Guardia Costera el 6 de febrero. Sus barcos y aviones recorrieron una amplia zona, desde
los cabos de Virginia hasta la parte oriental del Golfo de México. Aunque la búsqueda fue
interrumpida el 15 de febrero, cinco días más tarde la Marina informó haber hallado un
chaleco salvavidas del Marine Sulphur Queen en el mar, 27 km al sur de Key West. Esto
significó la iniciación de un nuevo rastreo, del que resultó solamente el hallazgo de un
nuevo chaleco. La investigación posterior examinó una serie de posibilidades: explosión
del azufre, zozobra, choque contra una mina, o incluso captura y confiscación por parte de
los cubanos (o de simpatizantes cubanos). Una Junta de Investigación de la Marina hizo
notar que el Marine Sulphur Queen había "desaparecido en el mar sin transmitir ningún
mensaje radial de alarma", pero no ofreció ninguna solución ni adelantó teoría alguna en
relación con el desastre.
Los relatos acerca del Triángulo de las Bermudas revivieron cuando el submarino
atómico estadounidense Scorpion, que llevaba una tripulación de 99 personas, no volvió a
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CAPITULO 4
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pronto se vio despertado por una avalancha de agua. Automáticamente, agarró un chaleco
salvavidas y se abrió paso hacia una portezuela que estaba abierta. Mientras luchaba por
salir advirtió que se hallaba sumergido, pero encontró un cable y lo siguió hasta la
superficie, a lo largo de una distancia que calculó entre 15 y 25 metros. Cuando escapó de
su camarote se encontraba ya sumergido a una profundidad de 12 a 15 metros.
Al llegar al extremo del cable, y a la superficie, vio que el Caicos Trader había seguido
su rumbo. Lo que ocurrió fue que la fuerza repentina que arrastró a su barco hacia el fondo,
con él dentro, amenazó con hacer zozobrar al Caicos Trader, debido a que se hallaban
unidos por el cable de arrastre. La tripulación del remolcador cortó el cable, abandonó la
zona y luego regresó, para ver si, por algún milagro, Talley había logrado escapar de la
cabina de su barco. Habían visto hundirse al Wild Goose "como si lo arrastrase un
remolino".
Cuando llevaba alrededor de media hora en el agua y se hallaba a punto de ahogarse,
Talley escuchó con sorpresa que su nombre era voceado por el megáfono del Caicos
Trader. Consiguió responder a gritos y finalmente fue rescatado. Puesto que la mayor parte
de los capitanes que navegan por esta zona se hallan familiarizados con las numerosas
pérdidas de embarcaciones que resultan inexplicables y que a menudo están acompañadas
por desperfectos de la radio y el compás, se hizo una investigación acerca del compor-
tamiento del compás durante el incidente. Sin embargo, pudo comprobarse que el timonel
fijó el curso y luego abandonó el timón, durante el percance, de manera que no se logró
saber si en aquel momento se había producido alguna aberración mecánica.
En esta región se han producido otros incidentes similares en las que los remolcadores
han perdido sus remolques. En algunas ocasiones, a diferencia de lo ocurrido con el capitán
Talley que sobrevivió para narrar su experiencia, se han perdido también las tripulaciones
del barco arrastrado. En otras, el segundo navío se ha visto envuelto por una especie de
niebla, mientras el primer sufría alteraciones en el compás y en el sistema eléctrico. Cabe
preguntarse por qué existen testimonios acerca de estas fuerzas, provenientes de
remolcadores, y no de barcos aislados. Tal vez ello se debe a que los barcos que viajan
solos sencillamente desaparecen, sin dejar testigos, mientras que los remolcadores se
hallan lo bastante cerca —al otro extremo del cable— como para observar lo que ocurre. El
capitán Don Henry tuvo en 1966 una experiencia que constituye un ejemplo gráfico de un
caso de "tira y afloja" entre el remolcador y la fuerza no identificada que, consciente o
inconscientemente, trata de capturar su remolque. Henry es dueño de una compañía de
salvamento con sede en Miami, llamada Sea Phantom Exploration Company, y tiene
muchos años de experiencia como capitán y navegante, y buzo con y sin escafandra. A los
55 años, un hombre fuerte, de pecho y brazos poderosos, como corresponde a un buceador
de toda la vida. Da la impresión de ser extremadamente vigoroso y, considerando su peso,
se mueve con velocidad y ligereza sorprendentes. Cuando habla y quiere subrayar algo,
golpea con el puño la palma de su otra mano, o hace un gesto muy ilustrativo, que le deja a
uno convencido de que no sería muy bueno hallarse al alcance de sus brazos. Sus ojos,
habituados a contemplar el océano, son francos y penetrantes. Lo certero de su
conversación y su capacidad para recordar los menores detalles hacen que valga la pena
que él cuente lo ocurrido con sus propias palabras:
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Todo ocurrió por la tarde. Hacía buen tiempo y el cielo estaba claro. Había ido a la
cabina situada tras el puente, y al cabo de algunos minutos escuché un enorme estruendo.
Salí al puente y grité:
—¿Qué diablos pasa?
Lo primero que miré fue el compás, que estaba girando en el sentido de las agujas del
reloj sin que hubiera razón. El único lugar en que recordaba haber oído acerca de algo
semejante era el río San Lorenzo, en Kingston, donde existe un gran depósito de hierro, o
tal vez un meteorito hundido, que hace que los compases giren locamente. No sabía qué
pasaba, pero estaba seguro de que era algo gordo. Parecía que el agua se nos abalanzaba
desde todas las direcciones. El horizonte desapareció, no podíamos ver dónde estaba,
porque agua, cielo y horizonte eran una misma cosa. No podíamos ver dónde nos
hallábamos.
Lo que estaba ocurriendo —fuese lo que haya sido— nos arrebató o robó todo el poder
de los generadores. Todos ellos dejaron de producir energía, aunque seguían funcionando.
El ingeniero trató de encender un generador auxiliar, pero no pudo obtener una chispa.
Yo estaba preocupado por el remolque. Estaba atado, pero no podía verlo. Estaba como
cubierto por una nube, y a su alrededor se advertía un oleaje que parecía más fuerte que en
otras zonas.
Empujé a fondo los aceleradores, pese a que no podía ver hacia dónde íbamos. Todo lo
que deseaba era salir de allí volando. Parecía como si algo estuviese impidiéndonos
avanzar, sin lograrlo.
Cuando logramos salir, pareció que veníamos de un banco de niebla. El cable de
arrastre permanecía rígido —como en el truco indio de la cuerda— pero al otro extremo,
en el lugar cubierto por la niebla, no podía verse nada. Salté al puente de mando y tiré del
cable. La condenada gabarra también salió de aquel lugar, que era el único en que había
niebla. La verdad es que yo podía ver hasta una distancia de 20 kilómetros. En el área
neblinosa el agua estaba muy agitada, aunque las olas no eran muy grandes. No fui ningún
héroe la verdad es que no procuré averiguar qué ocurría allí.
¿Han experimentado ustedes alguna vez la sensación de que alguien les tira de los dos
brazos a la vez, y en direcciones opuestas? Nos daba la impresión de que estábamos en un
lugar o en un punto que alguien o algo deseaba ocupar y de que alguien o algo quería
conducirnos a algún sitio diferente de aquel al que íbamos.
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manera impredecible. Muy pronto, el avión entero resplandecía, pero no era un brillo
reflejo, sino proveniente del avión mismo. Cuando observé las alas por la ventanilla,
recuerdo que ya no sólo tenían un color azul verdoso, sino que además parecían cubiertas
de vellos.
Ya en aquel momento no podía confiar en mis instrumentos señalizadores del horizonte
o la altura, ni en el giroscopio, y puesto que era de noche y debía volar con un horizonte
artificial, resulta que me quedé sin horizonte alguno. El brillo era tan intenso, que no podía
ya ver las estrellas, y entonces hice lo único que podía hacer: abandoné los mandos y dejé
que el avión volara en la dirección que se le antojara. El resplandor fue en aumento,
alcanzando un brillante crescendo luminoso y prolongándose alrededor de cinco minutos,
para luego disminuir gradualmente.
En cuanto se disipó aquel extraño brillo, los instrumentos volvieron a funcionar
normalmente. Verifiqué todos los circuitos y comprobé que ninguno había estallado.
Ninguno de los fusibles se había quemado, y pude comprobar que el equipo funcionaba
normalmente, ya que los señalizadores de combustible volvieron a indicar que los tanques
estaban llenos hasta la mitad. El compás magnético se estabilizó y mostró que me hallaba
sólo algunos grados fuera de mi ruta. Conecté el piloto automático y estaba funcionando
normalmente. Antes de aterrizar verifiqué todos los sistemas —velocidad de aterrizaje,
flaps y los demás—.
Todo era normal. Por cierto, el aparato mostraba cierta electricidad estática, y debí
haber eliminado todos los elementos que la producían.
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dotado de un motor diesel. Se dirigía hacia Freeport, en las Bahamas, pero no consiguió
avanzar durante varias horas, e incluso se vio arrastrado hacia atrás varios kilómetros. El
generador, las luces y la radio dejaron de funcionar, y el compás empezó a girar
alocadamente. Aunque el motor seguía funcionando, el barco no lograba avanzar. Como en
el caso del Nightmare, la tripulación notó que, aunque el agua estaba en calma y brillaban
las estrellas, en cierta parte del cielo, delante de ellos y en la dirección que deseaban
seguir, podía verse una mancha negra, sin estrellas y perfectamente configurada. Hubo un
momento en que vieron tres luces que se movían en fila, entraban a la zona oscura y luego
desaparecían. Poco después, la mancha negra se disipó repentinamente y el barco pudo
seguir su curso normalmente, con las luces, la radio y el compás funcionando. Más tarde,
el capitán y sus cuatro pasajeros se enteraron de que aquella misma noche, a 75 kilómetros
de distancia, un carguero que navegaba hacia el Sur, dentro de la Corriente del Golfo,
terminó encallado en un banco de lodo ubicado hacia el Oeste, cerca de Fort Lauderdale.
Su timón había sufrido una desviación de noventa grados.
El 15 de noviembre de 1972 se produjo otro incidente, que afectó a un Beechcraft de
dos motores que volaba desde George Town, en la isla Gran Exuma, de las Bahamas, y que
es un interesante ejemplo de lo caprichosas que pueden ser estas fuerzas. Si pudieran
atribuírseles propósitos o motivaciones concretas, éste fue un caso en que pareció que, en
lugar de proponerse destruir el avión, procuraron ayudarle. El doctor S. F. Jablonsky, un
psicólogo de Fort Lauderdale, hizo el siguiente relato al doctor Manson Valentine:
El avión salió de George Town con el crepúsculo. Llevaba nueve personas a bordo;
entre ellas, cinco pilotos. El tiempo era bueno, el mar estaba en calma y la visibilidad era
excelente. Soplaba una ligera brisa proveniente del Sudeste.
Aproximadamente diez minutos después del despegue, cuando el avión se hallaba
sobre la Lengua del Océano, al noroeste de Exuma, todos los sistemas eléctricos, el
compás, la radio, las luces e incluso los controles hidráulicos, dejaron de funcionar,
repentinamente. Las baterías parecían completamente agotadas.
La primera reacción del piloto fue tratar de aterrizar en Nueva Providencia
(aproximadamente a 100 kilómetros al Norte), puesto que podía navegar guiándose por la
puesta de sol, hasta que pudiera ver las luces de Nassau. Sin embargo, pensando con más
calma, recordó que la radio estaba descompuesta y que no podría informar al aeropuerto
acerca de su llegada, ya que, sin luces, tampoco podía señalar su aproximación. Por lo
tanto, resolvió dirigir el avión hacia la pista más cercana, en Andros y pronto, todos los
viajeros pudieron distinguir el pequeño aeropuerto, cerca del extremo sur de la isla. Luego
de dar una vuelta en torno de la pista, en dirección Oeste, para asegurarse de que no había
obstáculos y descender con la mayor exactitud posible, considerando el viento y la pista
misma, el capitán comenzó a descender planeando. Puesto que el sistema hidráulico no
funcionaba, era imposible hacer bajar las ruedas y, naturalmente, no había luces de
aterrizaje. Más tarde, el doctor Jablonsky observó que "el avión parecía estar aterrizando
como si flotara sobre un colchón de aire". Los extremos de las hélices chocaron contra el
suelo, levantando una lluvia de chispas, pero, en lugar de estrellarse, el aparato se posó en
tierra. El fuselaje no sufrió daños e incluso los extractores de aire, colocados muy bajo,
resultaron intactos.
Al día siguiente se enviaron dos hélices nuevas a Andros. Fueron instaladas
inmediatamente y se recargaron las baterías. Pero, ya antes, el sistema hidráulico había
vuelto a funcionar. El avión despegó y llegó a Fort Lauderdale sin mayores incidentes.
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diversos tipos de barcos y, como ocurrió en una ocasión, a muchos kilómetros mar afuera,
hasta una locomotora de ferrocarril, que Fisher dejó hundida, para que la encontraran los
arqueólogos marinos del futuro.
Mel Fisher piensa que algunas de las numerosas desapariciones ocurridas en la zona de
Florida - as Bahamas han sido producidas por bombas sin explotar, caídas desde algún
avión de la Fuerza Aérea, o por torpedos aún activos, o por minas flotantes que quedaron
allí desde guerras pasadas o después de alguno de los actuales ejercicios de combate. En
una oportunidad, mientras buceaba en los alrededores de un barco español cargado de
tesoros, empezó a llevar a la superficie lo que creyó era un antiguo cañón, hasta que
descubrió que aquel artefacto incrustado de lapas tema un extremo puntiagudo que
demostraba que era una bomba. ¡Y activa!
Por el número de restos de naufragio no identificados que ha descubierto en el fondo,
mientras busca los que le interesan particularmente (dos galeones españoles, La Margarita
y La Santa María de Atocha, que contienen un tesoro de un valor estimado entre 400 y 600
millones de dólares), Fisher ha llegado a la conclusión de que cientos de navíos se han
estrellado contra los arrecifes durante las tormentas y que muchos permanecen enterrados
en las arenas frente a la costa. Para llegar hasta algunos de los barcos con tesoros que ya ha
encontrado, ha tenido incluso que excavar el fondo del océano. Señala que en el lugar
donde la Corriente del Golfo deja atrás el extremo de Florida existen arenas movedizas, y
que allí han sido tragados barcos bastante grandes, que luego quedan atrapados en el fondo
arenoso.
Los caprichos de las corrientes y el fondo movedizo podrían, pues, explicar algunas de
las búsquedas infructuosas de aviones y barcos. Sin embargo, esta zona presenta otras
características submarinas que podrían también esconder las huellas de algunas de esas
desapariciones.
Existen allí los extraños "agujeros azules", dispersos entre los acantilados de piedra
caliza y otras formaciones submarinas semejantes que se encuentran a lo largo de las
Bahamas, junto a las anchas cornisas y las caídas abisales. Hace miles de años, estos
agujeros eran cuevas de piedra que estaban por sobre la superficie de las aguas. Cuando el
mar subió de nivel, como consecuencia del derretimiento de la tercera generación de
glaciares, hace unos 12 a 15 mil años, las cuevas tomaron su forma actual y se convirtieron
en un lugar favorito de pesca, en especial para los actuales y osados buceadores. Estas
cavernas y pasajes submarinos van directamente hasta el borde de la plataforma
continental, y algunos continúan hacia abajo, a través de toda la formación calcárea, hasta
una profundidad de 500 metros. Otros están conectados a través de túneles y más cuevas
con lagos interiores y grandes charcas situadas en las islas Bahama de mayor extensión.
Aunque se encuentran a muchos kilómetros de distancia del océano, estos pequeños pozos
de agua suben y bajan de nivel según el ritmo de las mareas. Allí suelen encontrarse
algunos peces que son transportados por las corrientes internas de este sistema submarino y
aparecen de pronto kilómetros tierra adentro. En una ocasión, en uno de estos tranquilos
estanques situados a 35 kilómetros de la costa apareció un tiburón que medía seis metros
de largo, causando sensación y gran alarma entre los habitantes de la región, habituados a
nadar en aquellas serenas aguas.
Los agujeros azules se hallan en el interior del océano y situados a diversas distancias
de la superficie. Los buceadores que penetran por estas cavidades submarinas notan que las
cámaras de las cavernas parten desde los pasajes, exactamente como ocurre en las cuevas
de la tierra. Las galerías parecen abrirse en muchas direcciones, confundiendo hasta a los
pescados, que suelen incluso nadar de arriba hacia abajo. Algunos de los pasajes que
comunican las cavernas parecen estar tan simétricamente diseñados que los buceadores han
llegado a buscar señales de cincel, para verificar si fueron talladas a mano en la época en
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que los arrecifes se hallaban por sobre el nivel del mar. También han notado las peligrosas
y fuertes corrientes que penetran en los agujeros azules. Esto se debe al flujo de las mareas,
que hace que grandes masas de agua entren a las cavidades y creen una especie de efecto
de tiraje de chimenea que produce fuertes remolinos en la superficie, a pesar de que en los
alrededores no hay tierra sobre el nivel del océano. Semejantes remolinos podrían arrastrar
un bote pequeño con su tripulación al interior de uno de los agujeros azules. Esta
posibilidad cobró cierto grado de verosimilitud cuando el oceanógrafo Jim Thorne
encontró un bote pesquero atrapado en una de las cavidades, a una profundidad de 25
metros, mientras participaba en una expedición submarina. Otros exploradores han encon-
trado también botes de goma y pequeñas embarcaciones dentro de los agujeros. Sin
embargo, aunque algunos botes pequeños, o incluso los restos de otros más grandes
pudieran haber ido a parar allí, permaneciendo atrapados en el interior de las cavernas, este
efecto de remolino no explicaría la desaparición de buques ni, por cierto, la de los aviones.
Aunque las vorágines marinas suelen aparecer en distintas zonas del mundo, en épocas
diversas, y especialmente dentro de la región de las Bahamas, en el Triángulo de las
Bermudas, ninguno de esos fenómenos conocidos podría compararse con el remolino de
Noruega, descrito por Edgar Allan Poe en su cuento "Un descenso al Maelstrom", excepto
tal vez algunos grandes movimientos sísmicos o perturbaciones atmosféricas. Al describir
este torbellino destructor de barcos desde algún punto de su vasta y vertiginosa pared, el
narrador dice:
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Este tipo de narraciones puede haber influido sobre algunas de las teorías en torno de
las desapariciones de barcos dentro del Triángulo y sobre las versiones acerca de la forma
de "los abismos (que) nos arrastran" en el mar. Las grandes mareas que se levantan
repentinamente, o incluso las trombas marinas, o los grandes tornados que se producen en
el mar en algunas estaciones, levantando un vasto chorro de agua hacia el cielo, a gran
altura, constituyen amenazas más verosímiles para las embarcaciones grandes y pequeñas
que recorren esta zona. Una o varias trombas marinas pueden perfectamente destrozar una
pequeña embarcación, o un avión que vaya volando bajo, de la misma forma en que los
tornados que se desencadenan en tierra firme levantan casas, vallas, vehículos y personas
hacia el cielo. Por otra parte, aunque las trombas marinas son visibles durante el día,
cuando hay tiempo para eludir el peligro, por la noche son bastante más difíciles de eludir,
sobre todo cuando el afectado es un avión que vuela en condiciones de escasa visibilidad.
Pero los fenómenos más temidos en relación con los hundimientos repentinos de barcos
son las grandes marejadas que se levantan repentinamente, como consecuencia, casi
siempre, de terremotos submarinos. La aparición de estas enormes olas depende de varios
factores: maremotos, deslizamientos de tierra, presión atmosférica, vientos, tormentas y
huracanes, que no se producen necesariamente en una zona vecina, o bien, erupciones de
volcanes sumergidos. También pueden aparecer en aguas serenas, por diversas razones,
pero las que se levantan en mares tempestuosos suelen alcanzar, según observadores
competentes, una altura de por lo menos 40 metros (buque de los EE.UU. Ramapo, 6 de
febrero de 1963).
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Las olas producidas por perturbaciones sísmicas (tsunamis) han llegado a elevarse
hasta 60 metros, tan alto como un gran rascacielos. Estas tsunamis pueden sobrevenir sin
advertencia previa y son capaces de hundir un barco, si está anclado, o de hacerlo zozobrar
si se encuentra navegando. Algunas veces, incluso barcos de gran tamaño se han partido
por la mitad ante el embate de estas olas, como resultado de la tensión y según cómo las
enfrenten o qué distancia haya entre una y otra. Aunque las embarcaciones más pequeñas
pueden cabalgar sobre la cresta de las olas y deslizarse entre una y otra sin dificultades, se
dio el caso de un destructor que resultó partido en dos, porque su largo era equivalente a
uno y medio de estos senos que se forman sobre una oleada y la siguiente. Si hubiese
medido lo mismo que uno, o dos de ellos, probablemente habría resistido.
Existen también otras olas, muy poco usuales, pero muy destructivas, que suelen ser el
resultado de deslizamientos submarinos de tierra causados por la ruptura de una falla de la
corteza terrestre. Se les conoce con el nombre de seiche y son pequeñas de altura; no son
tan espectaculares como las tsunamis, pero tienen un poder inmenso, y son seguidas por
grandes masas de agua que se acumula detrás de ellas. Resultan más difíciles de reconocer
y, por lo mismo, son todavía más peligrosas. Una de esas olas, presentándose de manera
inesperada, podría destrozar un buque y esparcir sus restos a lo largo de grandes
extensiones.
Pero, si bien los barcos pueden ser literalmente tragados por una marejada repentina,
¿es concebible que un avión desaparezca en el aire? Algunos observadores dignos de
crédito los han visto internarse en una nube sin reaparecer jamás, como si algo los hubiese
desintegrado o arrebatado del aire durante el vuelo.
En la atmósfera existen fuerzas que pueden compararse en general con las marejadas,
especialmente si un avión las enfrenta a gran velocidad. De la misma manera, como a
menudo hay vientos a distintas alturas, un avión puede encontrar, en su trayectoria de
ascenso o descenso, corrientes muy fuertes, de dirección contraria a la indicada por los
instrumentos del aeropuerto. Si son en extremo violentos, pueden tener consecuencias
nefastas para el aparato afectado. Este factor, semejante a una especie de "tenaza de
viento", juega un papel importante en las desapariciones de aviones y, en su forma más
violenta, o CAT (turbulencia de aire claro), puede comparársele con las olas tipo "seiche",
que se levantan inesperadamente, en un mar generalmente en calma. La turbulencia puede
desplazarse hacia arriba, hacia abajo, o en sentido horizontal y, cuando el cambio es
suficientemente rápido, ya sea por la fuerza de la CAT o por la velocidad del avión, el
efecto es casi como el de un choque contra una pared de piedra.
En general, resulta imposible predecir este tipo de turbulencias, aunque suele
encontrárselas en los extremos de las corrientes atmosféricas que se mueven por los cielos
como lo hace la Corriente del Golfo a través del océano, pero a una velocidad
considerablemente mayor: doscientos nudos, frente a los cuatro o menos de cuatro a que
viaja la del Golfo. Las CAT podrían explicar quizás la pérdida de algunos de los aviones
ligeros dentro del Triángulo de las Bermudas. O bien los desintegran, según la presión que
ejerzan sobre ellos (el factor G), o bien los lanzan al mar, formando un vacío a su
alrededor. Las turbulencias mismas son un misterio, ya que aparecen repentinamente, si es
que puede utilizarse la expresión "aparecen" para referirse a un fenómeno invisible, y son
impredecibles. Sin embargo, resulta dudoso que un cambio repentino de presión haya sido
la causa de todas las desapariciones de aviones ocurridas dentro del Triángulo y de la
eliminación de sus comunicaciones radiales.
Gracias a los nuevos y sofisticados sistemas de rastreo y computación que ahora
existen, podría resultar más fácil encontrar las naves aéreas que puedan perderse en esta
zona en el futuro. Si las hubiesen llevado, y si hubieran seguido existiendo, muchas de las
que se perdieron podrían haber sido recuperadas. Los aviones de hoy llevan también unos
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naturalmente, pudo ser también un choque en el aire. Pero eso es algo bastante desusado
cuando se trata de cinco aviones. El hecho es que no tenemos una verdadera opinión acerca
de esta materia.
El Séptimo Distrito de la Guardia Costera, que es el más cercano a la zona, en una carta
circular a la que ya nos hemos referido, adopta el criterio de que el Triángulo de las
Bermudas, o del Diablo, es una zona imaginaria (ver página 36), y ofrece la reconfortante
opinión de que muchas de las desapariciones son, sencillamente, una coincidencia. La carta
dice:
...El "Triángulo de las Bermudas", o "del Diablo", es una zona imaginaria situada
frente a la costa Sudoriental atlántica de los Estados Unidos, muy conocida por la alta
incidencia de desapariciones inexplicables de barcos, pequeñas embarcaciones y aviones.
Según las apreciaciones más generalizadas, sus vértices están constituidos por las
Bermudas, Miami (Florida) y San Juan de Puerto Rico.
En épocas pasadas, las búsquedas intensivas, pero inútiles, por parte de la Guardia
Costera, a que dieron lugar algunos casos de desapariciones notorios, como el de un
escuadrón completo de aviones tipo Avenger TBM, poco después de haber despegado en
Fort Lauderdale, Florida, o el hundimiento sin dejar rastros del Marine Sulphur Queen, en
el Estrecho de Florida, han dado crédito a la creencia popular acerca de los misterios y las
cualidades sobrenaturales del "Triángulo de las Bermudas".
Han sido incontables las teorías que se han ofrecido, a través de la historia de esta
región, para explicar las numerosas desapariciones. Las más factibles parecen ser aquellas
que las atribuyen a fenómenos ambientales y a fallas humanas.
La mayoría de las pérdidas pueden considerarse como debidas a las extraordinarias
características de tipo ambiental que presenta la zona. Primero, el "Triángulo del Diablo"
es uno de los dos lugares de la tierra en que un compás magnético señala hacia el Norte
verdadero. Normalmente indica hacia el norte magnético. La diferencia entre los dos es
conocida como variación del compás. El grado de variación cambia hasta 20 grados
cuando uno circunnavega la Tierra. Si esta variación o error del compás no es compensada,
el navegante podría llegar a encontrarse muy alejado de su rumbo y enfrentaría serias
dificultades.
Existe una zona llamada "Mar del Diablo" por los marinos japoneses y filipinos que
está situada frente a la costa Este de Japón y que también exhibe las mismas características
magnéticas. Al igual que el "Triángulo de las Bermudas", es conocida por las misteriosas
desapariciones que allí se producen.
Otro factor ambiental es el carácter de la Corriente del Golfo. Es extremadamente
veloz y turbulenta y puede borrar rápidamente cualquier evidencia de desastre. Las
impredecibles características meteorológicas del Atlántico-Caribe también desempeñan un
papel importante. Las repentinas tormentas de truenos y trombas marinas suelen significar
a menudo un desastre para pilotos y marinos. Por último, la topografía del fondo del
océano varía mucho, desde los extensos bajíos que rodean las islas hasta algunas de las
fosas marinas más profundas del mundo. Con la interacción de las poderosas corrientes que
se mueven sobre los numerosos arrecifes, la topografía se halla en un flujo permanente y la
navegación enfrenta constantemente nuevos accidentes, que se desarrollan con gran
velocidad.
Tampoco debe subestimarse el factor fallo humano. Hay una gran cantidad de
embarcaciones de placer que navegan por las aguas de la región situada entre la Costa
Dorada de la Florida y Las Bahamas. Suelen intentarse muy a menudo travesías con
embarcaciones demasiado pequeñas, con un conocimiento insuficiente de los imprevistos
que se producen en la zona y falta de pilotaje adecuado.
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...No conocemos mapa alguno que delinee los límites del Triángulo de las Bermudas...
(aunque agrega que) entre los Mapas Acromagnéticos de la Región Costera de los Estados
Unidos, H. O. Serie 17507... los números 9 a 15 cubren el "Triángulo de las Bermudas"...
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El interés cada vez mayor que suscitan los "mitos" del Triángulo de las Bermudas,
preocupa grandemente a los habitantes de las playas vecinas, y la preocupación crece con
cada caso que surge y se discute. La frecuencia de las desapariciones de pequeñas
embarcaciones y aviones, que podrían deberse a numerosas otras razones, hace que resulte
imposible adjudicarlas a las temibles fuerzas que operan en el Triángulo, aunque
generalmente el público las relaciona.
Robie Yonge, un destacado disc-jockey y comentarista de radio, constituye un claro
ejemplo del grado de curiosidad que este misterio ha despertado en numerosos
observadores del sur de la Florida. Desde que expresó su interés en el Triángulo de las
Bermudas, ha recibido literalmente miles de llamadas, la mayoría durante sus
transmisiones, de radioescuchas que tienen alguna historia que contar o desean recibir más
información. Actualmente está interesado en equipar una embarcación con aparatos de
control remoto y maniquíes dotados de transmisores, para luego ponerla a la deriva entre
Florida y las Bahamas, dentro del área interior del Triángulo y observar lo que ocurre por
medio del equipo electrónico de control remoto. El afán de resolver este misterio a través
de la investigación y el esfuerzo individuales se ha extendido mucho más al Norte. En los
últimos meses de 1974, una organización llamada Centro Isis para la Investigación y el
Estudio de las Artes y Ciencias Esotéricas, de Silver Spring, Maryland, debía realizar un
crucero con intenciones de seminario, que fue calificado de "fronteras de la ciencia" y que
debía realizarse en un barco alquilado, recorriendo las zonas del Triángulo de las
Bermudas en que se han registrado los fenómenos más peligrosos. Según el presidente de
Isis, Jean Byrd, los participantes en el crucero debían adquirir un seguro especial, debido al
elemento de riesgo implícito en el viaje. Además, existía el propósito de practicar tests
psicológicos a los miembros de la tripulación mientras navegaban por las zonas "de
peligro", y muy especialmente por aquellas en que las alteraciones o falta de
funcionamiento del compás evidenciaban muestras de desviación magnética. Los tests
tenían por objeto determinar si la actividad mental de los participantes reflejaba las
tensiones magnéticas. Anteriormente se ha mencionado esta posibilidad, señalándola como
una posible explicación de cómo las personas afectadas mentalmente por ondas magnéticas
podían perder el control de aviones o barcos, haciéndolos estrellarse o hundirse, o
sencillamente abandonaban la nave, debido a la presión psicológica. Sin embargo, hay que
señalar que los sobrevivientes que alegaron haber hallado esas fuerzas del Triángulo
todavía no identificadas, no recuerdan haber notado perturbación mental alguna, excepto
las muy comprensibles reacciones de sorpresa, temor, preocupación extrema y afán de
adoptar precauciones en el futuro.
Ante la falta de una explicación lógica y aceptable, los investigadores independientes
preocupados de las desapariciones han ido aún más lejos. Algunos han buscado las causas
en excepciones a la ley natural, otros han sugerido cambios interdimensionales realizados a
través de un conducto equivalente a un "agujero en el cielo" (al que los aviones entran,
pero del que no salen), otros creen que todo es obra de entes del espacio interior o exterior,
mientras otros, finalmente, ofrecen una teoría o combinación de teorías según las cuales el
fenómeno podría ser causado básicamente por complejos poderes de origen humano que
aún funcionarían y que corresponderían a una ciencia considerablemente distinta de las
nuestras y mucho más antigua.
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CAPITULO 6
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En su artículo titulado "The Twelve Devil's Graveyards Around the World" (Los doce
cementerios diabólicos alrededor del mundo), escrito para la revista Saga, Ivan Sanderson
hace un estudio más detallado del Triángulo de las Bermudas y otras regiones sospechosas.
Al señalar los lugares del mundo en que se han producido desapariciones de aviones y
barcos, Sanderson y sus colaboradores descubrieron, en primer término, que la mayoría
ocurrieron en seis zonas, todas las cuales tenían más o menos la misma forma oblonga y
estaban situadas entre las latitudes 30° y 40°, al norte y al sur del Ecuador. Entre ellas
figuraban el Triángulo de las Bermudas y el Mar del Diablo.
Al desarrollar aún más su teoría, Sanderson configuró una serie de doce "anomalías" en
torno del globo, que se producen a intervalos de setenta y dos grados y tienen su centro
exactamente en las latitudes 36° Norte y Sur. Son cinco en el Hemisferio Norte, cinco en el
Sur y los dos polos. La razón por la cual el Triángulo de las Bermudas es el más célebre es
que allí tiene lugar el mayor número de viajes. Las otras zonas en cambio, aunque menos
recorridas, presentaban también evidencias notorias de perturbaciones magnéticas tempo-
rales y espaciales.
La mayor parte de estas regiones se halla al este de las masas terrestres continentales
donde las corrientes oceánicas cálidas que se dirigen hacia el Norte chocan con las frías
que van hacia el Sur. Además, allí se encuentran también los puntos nodales en que las
corrientes de superficie toman una dirección y las submarinas otra. Estas últimas fluyen
tangencialmente, y al sufrir la influencia de distintas temperaturas provocan turbulencias
magnéticas que afectan la comunicación radial y quizá también la gravedad. En algunos
casos, y cuando se presentan condiciones especiales, provocan la desaparición de
embarcaciones aéreas y de superficie, haciéndolos dirigirse a otros puntos del tiempo o el
espacio.
Sanderson pone de relieve un aspecto muy interesante de la extraña situación que se
advierte en estas zonas cuando describe cómo algunos vuelos cuidadosamente
programados suelen llegar con un asombroso adelanto. Hay aviones que han arribado con
tanta anticipación con respecto a su itinerario, que la única explicación es que hayan
encontrado un viento de cola de una velocidad de 800 kilómetros por hora, por ejemplo.
Tales incidentes pueden ser el resultado de vientos no registrados, pero parecen producirse
con más frecuencia dentro del Triángulo de las Bermudas y otras, zonas tormentosas, como
si dichos aviones se hubiesen encontrado con la anomalía pero hubiesen logrado sortearla o
evadirse del "agujero del espacio" que ha costado la vida a tantos viajeros.
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científico. Como dijo el doctor J. Allen Hyneck, ex asesor de la Fuerza Aérea en esta
materia, "la inteligencia de los que se dedican a observar estos objetos, y de quienes han
informado haberlos visto, es por lo menos normal. En muchos casos está por encima de lo
normal y en otros es embarazosamente elevada".
Los OVNI han sido fotografiados con diversos grados de nitidez; se les ha observado
siguiendo a aviones, en algunos casos los han interceptado o destruido, y en algunas
ocasiones han aparecido en número considerable sobre capitales como Washington y
Roma. Los comunicados del Gobierno de los Estados Unidos, de la Fuerza Aérea y la
Marina han atribuido la mayor parte de las visiones a la Luna, a cometas, halos lunares,
espejismos, bolas de fuego, estelas de condensación, estrellas, meteoros, planetas (Venus,
especialmente), aviones de prueba, luces antiaéreas, fuegos artificiales, autokinesis
(cuando un objeto observado parece moverse), "postespejismos" (cuando un objeto
observado se desvanece tan lentamente que se le sigue viendo en otro lugar), fuegos fatuos,
fraudes o, sencillamente, ilusiones ópticas masivas. Sin embargo, los informes acerca de
OVNI siguen apareciendo y las diversas e importantes sociedades dedicadas a estudiarlos,
así como una verdadera proliferación de libros sobre la materia, hacen que el tema se
mantenga vivo. En todo caso, parece seguro que no son armas secretas pertenecientes a las
potencias terrestres. Por cierto, durante la Segunda Guerra Mundial, cada uno de los dos
bandos pensaba que los "cazas fantasmas" luminosos que revoloteaban junto a los aviones
de combate eran armas secretas del enemigo. Como se ha observado con toda crudeza, si
los OVNI fuesen armas secretas soviéticas, los rusos no lo callarían, por el orgullo que
sentirían de haberlos inventado, y si fueran norteamericanas, los Estados Unidos no
podrían mantenerlas fuera del alcance de su propia prensa. Es interesante anotar que aun
cuando la posición oficial de la Fuerza Aérea estadounidense sigue siendo que los OVNI
no tienen explicación, y por lo tanto no existen, su circular normativa AFR 80-17 dio
instrucciones detalladas a los pilotos acerca de las medidas que deben adoptarse cuando se
está a la vista de alguno de ellos.
Por una parte, muchas de las indicaciones de esta circular dejan en claro, que la Fuerza
Aérea no descarta el seguir investigando estos fenómenos y, por otra, que los OVNI, tan a
menudo desacreditados en las declaraciones oficiales, son muy persistentes. Las ins-
trucciones consisten "...en determinar si el OVNI constituye una posible amenaza para los
Estados Unidos y en utilizar los datos científicos o técnicos derivados del estudio de los
informes que se refieren a ellos".
Aunque la circular declara con mucha seguridad que "La mayoría de los OVNI de los
que se ha informado a la Fuerza Aérea han resultado objetos convencionales o familiares,
que no representan peligro alguno para nuestra seguridad", agrega: "Es posible que otros
países hayan desarrollado vehículos voladores de formas o propulsión revolucionarias". En
la declaración hay sin embargo algo paradójico; por una parte se dice que "con frecuencia,
algunos OVNI han resultado ser aviones". Poco más adelante se agrega: "En vista de que
se ha establecido que los aviones han sido la causa de algunos informes acerca de OVNI,
dichos aparatos no deben reseñarse según las normas de esta circular", ya que el
observador que informara acerca de un objeto de aspecto extraño no sabría si se trata de un
avión o no, puesto que estaría operando en el aire. Además, la circular prescribe lo
siguiente: "El comandante de cada base de la Fuerza Aérea deberá estar en capacidad de
realizar investigaciones acerca de los OVNI. Al recibir información sobre alguno, deberá
determinarse cuál fue la causa que provocó la visión''.
La mayor parte del documento AFB. 80-17 está dedicada a establecer el orden
jerárquico en que debe darse cuenta de las visiones de OVNI y a detallar las instrucciones
para la investigación y el revelado de las fotografías que puedan tomarse de los objetos. Se
dan también instrucciones respecto de la información que el comandante puede
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¿Qué puede constituir una prueba? ¿Tendría un OVNI que aterrizar en la entrada al
Pentágono que da hacia el río, cerca de las oficinas de los jefes del Estado Mayor? ¿O es
prueba suficiente el que una estación de radar lo detecte, envíe un avión a chorro a
interceptarlo, que el piloto del avión lo vea y lo identifique en su radar, hasta que el OVNI
huya a una velocidad fenomenal? ¿Constituye prueba el que un piloto de otro avión a
chorro dispare contra uno de esos objetos y luego insista en su versión, incluso luego de
verse amenazado con ser sometido a una Corte Marcial?...
Los informes acerca de OVNI registrados en la zona sur de Florida - las Bahamas han
sido y siguen siendo numerosos, mucho más que en cualquier otra región. Se les ha visto
bajo aguas transparentes, en el cielo y viajando del cielo al mar y del mar al cielo. Los
testimonios han provenido de observadores dignos de crédito y los lugares en que se han
producido las visiones han dado pie a algunas teorías según las cuales su presencia está
relacionada con las desapariciones que ocurren dentro del Triángulo de las Bermudas; o
mejor dicho, para ser más explícito, que los OVNI han estado secuestrando aviones y
barcos durante varias generaciones.
Uno de los partidarios más elocuentes de esta versión es John Spencer, autor del libro
Limbo of the Lost (Limbo de los perdidos). El autor está familiarizado con los aviones,
puesto que fue piloto de la Fuerza Aérea durante 10 años. Es además un estudioso del
fenómeno de los OVNI y miembro de NICAP (Comité Nacional de Investigaciones sobre
los Fenómenos Aéreos), un organismo investigador muy serio, que incluye entre sus
miembros a altos funcionarios del Gobierno, la Marina y organismos especializados en
cohetería de los Estados Unidos. Spencer comenzó a interesarse por el Triángulo de las
Bermudas —al que prefiere llamar "Limbo de los Perdidos"— durante la época de la desa-
parición del submarino atómico Scorpion, que muchos relacionaron con otras pérdidas
ocurridas dentro del Triángulo. Sin embargo, la pérdida de este submarino no constituyó
un misterio, porque fue finalmente localizado a más de 650 km de las Azores, gracias, en
parte, según Spencer, a los datos proporcionados gentilmente por los rusos a la Marina de
los Estados Unidos. Luego siguió estudiando la zona de las desapariciones y, mediante la
proyección de las pérdidas en un mapa, llegó a la conclusión de que la mayoría tienen
lugar en la plataforma continental que va desde Cape May, en New Jersey (cerca de Nueva
York) hasta el extremo de Florida, y aún más allá, siguiendo por el Oeste hacia el Golfo de
México, y por el Sudeste hasta las Antillas. Incluye también un círculo de 700 km de radio
con centro en las Bermudas, y todos los bancos de las Bahamas.
Spencer ha realizado estos estudios durante muchos años y piensa que la única
explicación plausible en torno de la pérdida de aviones y barcos con sus tripulaciones y
pasajeros, es que han sido y son arrebatados físicamente de los mares y cielos por los que
viajaban. Señala:
Puesto que la desaparición total de navíos de más de 175 metros de largo, en mares
totalmente en calma y a 80 km de la costa, lo mismo que la de aviones a pun to de aterrizar,
no puede ocurrir, según, las normas terrestres, y sin embargo, siguen ocurriendo, me veo
obligado a concluir que se los están llevando de nuestro planeta.
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El examen de los detalles de las visiones de OVNI, no sólo en nuestra época sino a lo
largo de toda la historia escrita, le han llevado a creer que existen dos tipos principales de
objetos: uno sería_el omnipresente "platillo volador", que mediría unos 25 metros de
circunferencia, y el otro un enorme navío-madre, capaz de transportar una docena o más de
"platillos", o tal vez grandes ejemplares de muestra de embarcaciones terrestres. Este
gigantesco aparato espacial de transporte correspondería a los de enorme tamaño y forma
oblonga o cilíndrica de los que algunas veces se ha hablado (llamándolos objetos "con
forma de puro"), pero no con la frecuencia con que se menciona a los "platillos".
En el año 22, tercer mes de invierno, a la sexta hora del día, los escribas de la Casa de
la Vida... notaron que un círculo de fuego se estaba acercando desde el cielo... su cuerpo
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tenía cinco metros de ancho y cinco metros de largo... se posaron sobre sus vientres... (lue-
go) fueron a dar cuenta al faraón. Su Majestad estaba meditando sobre lo que estaba
ocurriendo entonces... estas cosas se hicieron más numerosas que antes en el cielo...
brillaban más que el sol radiante y se extendía hasta los cuatro pilares del cielo.
E1 ejército del faraón observó... Su Majestad estaba en el centro... Después de la cena
estos círculos de fuego ascendieron a lo alto en el cielo, hacia el Sur.
El faraón hizo que se quemara incienso para restablecer la paz en la tierra, y ordenó
que lo ocurrido fuese escrito en los anales de la Casa de la Vida... para que fuese recordado
para siempre...
Cabe advertir que el faraón mantuvo el aplomo en medio de aquella tensión, como
corresponde a un dios, que era como se le consideraba y como tal se consideraba a sí
mismo, aunque posiblemente quedó algo confundido por esta manifestación de otros dioses
superiores.
El Gilgamesh, narración épica de la antigua Babilonia, heredada probablemente de la
anterior civilización sumeria, describe al héroe Etana cuando los dioses le transportaron
más allá de la Tierra, hasta que estuvo tan lejos que el mar le parecía un estanque de agua y
la Tierra un cereal. Esto es más o menos lo que habría visto, si hubiese contemplado el Mar
Rojo, el Golfo Pérsico y las tierras vecinas desde una gran altura, o una trayectoria orbital.
La ardiente visión presenciada por Ezequiel —"el torbellino del Norte... un fuego que
se envolvía a sí mismo... del centro surgieron cuatro criaturas vivientes..."— ha sido citada
con frecuencia como un OVNI que aterrizó y posteriormente llevó a Ezequiel como
pasajero. Esta visión celestial, que tal vez era una nave espacial, se produjo en el siglo VII
A.C. y es el tema de gran parte del Libro bíblico de Ezequiel. Recientemente fue objeto de
una investigación, en el desusado libro alemán Da Tat Sich Der Himmel Auf (Los Cielos se
abrieron), recientemente publicado en inglés con el título The Space Ships of Ezequiel (Las
naves espaciales de Ezequiel). Fue escrito por Josef Blumrich, un diseñador e ingeniero de
cohetes que ahora trabaja con la NASA en Huntsville, Alabama.
El doctor Blumrich comenzó su libro con la intención de desvirtuar la teoría, algunas
veces avanzada, de que la visión de Ezequiel fue realmente una nave espacial. Sin
embargo, a medida que avanzó en su investigación, advirtió que las detalladas alusiones de
Ezequiel a la aparición que había visto tendrían perfecto sentido si las "ruedas dentro de las
ruedas" se hubiesen referido a una propulsión similar a la del helicóptero, que habría
permitido al cohete central flotar sobre la tierra. Comprobó también que los procesos
habituales de aterrizaje y despegue de cohetes eran clara y detalladamente descritos por
Ezequiel, cuando habla de los colores cambiantes según la velocidad, la explosión del
viento, la velocidad de aterrizaje e incluso el traje del ocupante, con apariencia de tejido de
asbesto. En vista de todo ello, Blumrich modificó su tesis y escribió un libro
diametralmente opuesto al que había empezado, determinando por medio de referencias
bíblicas, no sólo que Ezequiel había visto una nave espacial repetidamente, sino que el ser
descrito por Ezequiel como Dios era, sencillamente, el capitán del cohete...
La descripción de Ezequiel no es sino una de una larga serie de relatos históricos
acerca de lo que podrían haber sido OVNI de la Antigüedad, la Edad Media, el
Renacimiento y la primera época moderna. Las diferentes formas en que los observadores
los han descrito a lo largo de los siglos resultan curiosas, variadas y a menudo divertidas.
Pero su misma variedad parece proporcionar una línea de narraciones que se van
confirmando, cuando pensamos que los que los vieron se han referido a ellos con el
vocabulario que resultaba más natural a sus mentes desconcertadas. Podríamos suponer,
por ejemplo, que Ezequiel utilizó términos como "león", "buey" y "águila" para describir
algunas de las características del cohete, comparando lo que era tal vez el mecanismo de
aterrizaje con el pie de una res (descripción, por cierto, bastante adecuada), ya que él, que
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pertenecía a una economía pastoril, estaba familiarizado con aquellos animales salvajes y
domésticos.
Alejandro el Grande, que era a su vez un conocedor eminente del arte de la guerra,
comparó un posible OVNI, que en 320 A.C. interrumpió la marcha del ejército griego por
el río Jaxartes hacia la India, con "grandes y brillantes escudos plateados".
Aristóteles (384-322 A.C.), aficionado al lanzamiento del disco de los atletas griegos,
calificó los objetos que vio en el cielo de discos celestiales. Los romanos, más belicosos,
los compararon, como Alejandro, con escudos o dardos feroces o flotas de navíos. Plinio,
en el volumen II de su Historia natural (100 A.C.), escribió: "Durante el consulado de
Lucius Valerius y Gaius Valerius, un escudo ardiente que despedía chispas recorrió el cielo
de Este a Oeste".
Los hawaiianos describen los objetos que han estado observando durante unos mil años
como "akutele" o espíritus voladores. En Europa, durante la religiosa Edad Media, los
objetos movibles que aparecían en el cielo durante la noche se asemejaban a cruces. (¿Será
posible que ésta haya sido una de las cruces vistas por Constantino y que cambió la
historia?) En algunas otras ocasiones, como Ezequiel, se las presentó bajo la forma de
ardientes ruedas giratorias.
En la era de los descubrimientos y las exploraciones, los viajeros celestiales asumían, a
ojos de los observadores, el aspecto de barcos, y más tarde, cuando se inventaron los
globos, los OVNI fueron descritos en Francia como "brillantes globos rojizos." Durante el
siglo XIX, en la ciudad de Vermont, famosa por sus telares, los que los veían los llamaban
"husos aéreos".
Y, así como en épocas anteriores se les describió según los nombres que venían más
rápido a los labios de quienes los veían, durante nuestra propia civilización los hemos
llamado "platillos volantes" u "objetos con forma de puro." Como dato interesante, habría
que señalar que, en 1947, durante los dos primeros días de visiones masivas en los Estados
Unidos, en Iowa y luego sobre el pico Mount Rainier, en Washington, se les identificó
primero como "discos" y luego "moldes de pasteles", y finalmente se les llamó "platillos".
Frank Edwards, viejo observador de fenómenos no explicados, piensa que la tremenda
explosión ocurrida en Siberia el 30 de junio de 1908, en una zona desierta a lo largo del río
Yenisei, cerca del lago Baikal (y en la que sólo murieron renos), no fue el resultado del
choque de un meteorito contra la Tierra, como se pensó durante mucho tiempo, sino una
explosión atómica producida por el estallido de una nave espacial. Cita al científico y
escritor ruso Alexander Katzenev, quien declaró que, según recientes investigaciones, el
daño que produjo la conflagración es idéntico al ocasionado por las explosiones atómicas
causadas por el hombre en condiciones similares, con radioactividad prolongada y fusión
de metales. No se ha recuperado ningún fragmento de meteorito, aunque, naturalmente,
podrían hallarse enterrados a gran profundidad. Edwards concluye: "En la catástrofe del río
Yenisei, en 1908, perdimos un visitante del Universo...".
En su libro The Case for the UFO's (El caso de los OVNI), M. K. Jessup, un autor de
considerable preparación científica, dada su condición de astrónomo y especialista en
selenografía (experto en la Luna), opinó que las famosas desapariciones de barcos y los
misterios del Triángulo de las Bermudas, como las que afectaron al Freya, al Mary
Celeste, al Ellen Austin y a tantos otros, fueron causadas por OVNI. Pero Jessup va más
allá del Triángulo y describe la desaparición de la tripulación completa del Seabird, un
gran barco de vela, que se desvaneció después de enviar señales de saludo a un pesquero,
cerca del puerto de Newport, en Rhode Island, en 1850. En el cuaderno de bitácora del
Seabird se podía leer una nota escrita a 3,5 km del puerto, y en la mesa del comedor se
halló dispuesta una comida completa. Aparentemente, el velero continuó su ruta hacia el
puerto donde estaba anclado habitualmente, fue a vararse en la playa —"como llevado de
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personas con quien habló, estaba muy deprimido. El doctor Valentine le había invitado a
cenar la noche del 20 de abril; Jessup aceptó, pero no llegó. Murió dentro de su coche,
estacionado en el parque municipal de Dade, envenenado con monóxido de carbono
proveniente del tubo de escape, que había sido conectado hacia el interior del automóvil
por medio de una manguera. Debido tal vez a la insistencia de Jessup en ciertos aspectos
de la intervención de otros mundos en asuntos de este planeta, hay quienes piensan que su
muerte no fue auto-provocada y que el incidente es una muestra de los peligros que se
corren al investigar muy de cerca en este campo.
El doctor Manson Valentine, zoólogo, arqueólogo y oceanógrafo, ha estudiado durante
varias décadas los extraños acontecimientos del Triángulo de las Bermudas, situándose en
el Triángulo mismo, en Miami, las Bahamas y otras islas. Como investigador in situ es una
fuente excelente para determinar tanto lo que ha ocurrido allí en el pasado como lo que está
ocurriendo ahora. Mucha de la información de que dispone, especialmente la que recogió
en sus últimas conversaciones con Jessup resulta tan asombrosa, que preferimos reseñarla
con sus propias palabras, en sus respuestas a las siguientes preguntas:
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Durante el gran apagón ocurrido hace algunos años en la costa del Este, fueron
observados alrededor de una docena de OVNI.
¿Existía, según el doctor Jessup, una relación entre los OVNI y el Triángulo de las
Bermudas?
Tenía una teoría, según la cual el poder de los campos magnéticos podía transformar y
transportar materia desde una dimensión a otra... Creía que los OVNI podían entrar en
nuestra dimensión y luego salir, llevándose muestras de seres humanos o de otro tipo.
Además, pensaba que algunos de los accidentes habían sido provocados por los rayos
catódicos de los OVNI, que habrían creado un vacío en el cual se desintegraban los aviones
que penetraban en aquel campo. Esto es probablemente lo que le ocurrió a Mantel. (Nota:
el 7 de enero de 1948, el capitán Thomas Mantel y varios otros pilotos de la base Godman,
en Fort Knox, persiguieron con sus Mustangs P-51 a un OVNI "de enorme tamaño" que
habían observado durante el día, cerca de la base. Cuando Mantel se elevó persiguiéndole,
algunos testigos lo vieron desintegrarse. Una declaración posterior de la Fuerza Aérea
sostuvo que el capitán "perdió el control mientras trataba de alcanzar el planeta Venus y
que el avión se destrozó al caer en picado".) Mantel voló demasiado cerca del platillo y
cayó dentro del campo ionizado. Su aparato estalló en tantos pedazos, que no se pudo
encontrar ninguno mayor que un puño. Todos los que se hallaron estaban perforados, como
si hubieran sido horadados por pequeños gusanos.
Esto podría haberle ocurrido también al Constellation que Bob Brush (un piloto de
avión comercial) vio estallar cerca de Gran Inagua, en las Bahamas, en octubre de 1971.
Bob iba volando en un DC-6 y captó en su radar al Constellation, que volaba bajo y tal vez
con dificultades. De pronto explotó, lo que provocó una llamarada que encendió el cielo de
un horizonte al otro. La explosión fue tan brillante que le hizo daño en los ojos, lo que era
absolutamente desusado. Una embarcación que se hallaba en las cercanías recogió un
manual de vuelo que Bob pudo examinar luego. Estaba acribillado de pequeños agujeros,
igual que los restos del avión desintegrado de Mantel.
Sean lo que fuesen los OVNI parecen crear un torbellino magnético temporal y un tipo
de ionización que puede causar la desaparición o la desintegración de barcos y aviones.
Antes de morir, Jessup creía que estaba a punto de descubrir la base científica de lo que
estaba ocurriendo, que para él resultaba explicable según la "teoría de campo unificado" de
Einstein.
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científico y astrónomo famoso y distinguido. Estuvo a cargo del mayor telescopio reflector
del Hemisferio Sur, dirigió diversos proyectos relacionados con eclipses, fue el descubridor
de las estrellas dobles y tenía una trayectoria científica brillante. La razón por la que estuvo
relacionado con el Experimento Filadelfia fue que un hombre que alegaba haber
sobrevivido a la prueba, llamado Carlos Allende (o Carl Allen) le escribió en 1956, en
relación con su libro El caso de los OVNI. Además, había gran similitud entre su teoría y lo
ocurrido durante el experimento. Allende comenzó a escribirse regularmente con Jessup,
quien respondía, naturalmente, como cualquier autor a un admirador. Algún tiempo más
tarde, la Oficina de Investigación Naval (ONR) le pidió que viajara a Washington.
Recuerde que la censura había encubierto el Experimento Filadelfia, con excepción de un
pequeño artículo publicado en un periódico de aquella ciudad. Le enseñaron un ejemplar
de su libro, que había aparecido misteriosamente en las oficinas de la ONR, y que estaba
lleno de anotaciones relativas a sus teorías, al Experimento y a las actividades de los
OVNI. Luego le preguntaron si reconocía la letra, que al parecer pertenecía a tres personas
distintas. Cada una había identificado sus notas con sus iniciales. Jessup creyó reconocer
uno de los escritos y la firma anexa como perteneciente a Allende y entregó las cartas de
éste a la ONR. Posteriormente, el Departamento de Marina ordenó reproducirlas en Texas,
creo. Se hicieron 25 copias exactas del libro marcado, con las notas impresas en rojo.
Según Jessup, quien recibió tres ejemplares, le dijeron que aquello sólo circularía en los
niveles más altos del Departamento. La Marina nunca admitió nada, oficialmente, pero sin
duda estaban interesados en el libro. Jessup me dijo también que la Marina trató de ubicar a
Allende por medio del remitente de su correspondencia, pero no lo consiguió. Los otros
comentaristas tampoco fueron nunca identificados.
Dijo usted "si es que se suicidó". ¿Existe algún motivo para pensar que lo mataron?
Hubo algunos comentarios en ese sentido. Algunos lo pensaron y tal vez pudo salvarse.
Cuando lo encontraron estaba todavía con vida... Tal vez dejaron que se muriera. Sus
teorías eran muy avanzadas y tal vez había gente o influencias que deseaban evitar que se
propagaran. Es curioso que el ejemplar del libro de la Marina lleno de anotaciones que
pertenecía a Jessup y otro que regaló a Briant Reeves (otro escritor especializado en
OVNI) desaparecieron del correo cuando fueron enviados a otras personas.
¿Por qué cree usted que existe esa concentración de incidentes en el Triángulo de las
Bermudas?
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Creo que es posible que los seres inteligentes que dirigen a los OVNI no estén sólo
tomando muestras y verificando nuestro progreso científico, como lo demuestra su interés
por Cabo Kennedy y nuestras pruebas espaciales, sino que están retornando a lo que
podrían ser antiguos recintos sagrados o quizá centros o estaciones generadores de energía
que actualmente están cubiertos por el mar. En años recientes hemos descubierto, cerca de
las Bimini y en otros lugares de las Bahamas, grandes construcciones en el fondo del mar
que constituyen indicios de que allí existía hace miles de años una civilización muy
desarrollada. Resulta más que curioso que hayan ocurrido tantos incidentes en esta zona y
que haya habido tantas visiones de OVNI, no sólo en el cielo, sino también entrando y
saliendo del océano.
Cabe señalar que tanto el gran apagón del Nordeste, en 1965, como la falla de energía
ocurrida en Miami en 1973 fueron seguidas de informes locales acerca de OVNI. Durante
el apagón del Nordeste, hubo observadores que advirtieron una bola roja y brillante de 30
metros de diámetro en Syracuse. Entre ellos se hallaba el subcomisionado de la Agencia de
Aviación Federal. Fueron vistos OVNI también sobre Nueva York, Newark y Filadelfia y
en numerosos lugares de Massachusets, Rhode Island y el estado de Nueva York. El
desperfecto en los motores sufrido por automóviles que se hallaban cerca de los lugares
donde fueron vistos OVNI tiene relación con los fallos eléctricos y de radio que suele
caracterizar su presencia y que ha sido confirmada por tantos pilotos de aviones y barcos,
dentro del Triángulo de las Bermudas.
Sin embargo, es evidente que muchas personas aceptaron de antemano la explicación
de los OVNI, como causantes del apagón y de las perturbaciones en los sistemas eléctricos
y de comunicaciones, y en el campo magnético de la Tierra. La noche del incidente estaban
particularmente predispuestas a descubrir visitantes celestes, sobre todo porque no había
luces que interfirieran y era una oportunidad óptima para examinar los cielos.
En todo caso, aunque el lugar en que se produjo el fallo del circuito que provocó el
gran apagón de 1965 ha sido identificado (el Sir Adam Beck No. 2, en el río Niágara), la
causa original no ha sido explicada y el comentario que alguien hizo después de la
investigación sigue siendo cierto: "El apagón causado por el fallo de la red de energía del
Nordeste ha creado uno de los mayores misterios en la historia de la civilización moderna".
Varios de los más persistentes observadores del Triángulo de las Bermudas coinciden
al señalar que, puesto que no existe una explicación terrenal acerca de las desapariciones
de tantos barcos y aviones, la explicación podría ser extraterrestre: captura de naves y
personas por intermedio de los OVNI. Además, la mayor parte de las visiones de estos
objetos hablan de luces de distintos colores e intensidades advertidas durante la noche y
algunas de las más espectaculares desapariciones de aviones se han caracterizado por las
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extrañas luces advertidas en el cielo. Eso fue lo que ocurrió en la época del Vuelo 19 y
nuevamente en el caso del Star Ariel. Sin embargo, aunque existen ciertas coincidencias
acerca de las desapariciones de aviones y barcos, no la hay respecto del lugar desde el cual
vendrían los OVNI.
Cualquier punto del espacio exterior, con sus billones de planetas posiblemente
habitados, podría ser una fuente plausible del origen de estas visitas, salvo que el tiempo
del viaje, calculado en años luz, llevaría buena parte de la vida de una persona, o varias
vidas. El viaje a la estrella más cercana, nuestro propio Sol, tomaría sólo ocho minutos,
medido en unidades de tiempo-luz, pero la siguiente estrella más próxima, Alpha Centauri,
está a 4,3 años-luz de distancia. Sin embargo, es posible que la duración de una vida
humana, tal como ahora la concebimos, sea muy distinta a la conocida en los planetas de
las estrellas lejanas. Además, en años recientes han surgido nuevas teorías relacionadas con
el límite de la velocidad —velocidad de la luz, curvatura del espacio, y relaciones entre
tiempo, masa y energía— que podrían terminar por modificar nuestro concepto acerca del
tiempo necesario para viajar a otras galaxias.
[AQUÍ]
Algunos teóricos sugieren que la fuente de las visitas podría hallarse más cerca de la
Tierra, tal vez en los océanos de la Tierra misma. Ivan Sanderson, en su libro Residentes
invisibles, señala que casi tres cuartos de la Tierra yacen bajo el agua (hay 400 millones de
km2 de agua, y sólo 150 millones de tierra) y que los seres que respiran en la atmósfera y
existen sobre el fondo terrestre del "océano de aire" viven bastante cerca de la superficie
terrestre, mientras que los que respiran dentro del agua no están limitados a permanecer en
el fondo de la hidrosfera y disponen de un volumen cúbico inmensamente mayor para
operar y desarrollarse; por esto sugiere lo siguiente:
Sanderson señala que si una civilización como ésta ha podido desarrollarse bajo el
agua, actualmente se encontraría mucho más adelantada que la que vive en la superficie y
que abandonó el mar hace tantos billones de años, para vivir sobre la tierra. Al permanecer
en el océano habría tenido la ventaja inicial de mantenerse en su ambiente original, para
luego crecer con el tiempo preocupándose muy poco de lo que ocurría en tierra firme.
La presencia de seres y actividades tecnológicas tan adelantadas bajo los mares del
mundo ha sido tal vez la causa de las numerosas leyendas conservadas a lo largo de la
historia y que se recogen incluso hoy, en una época en que los acontecimientos desusados
se advierten y registran con mucha mayor precisión que en épocas anteriores. Esto
explicaría los OVNI de mar a aire vistos en el Triángulo de las Bermudas, y también el
especial interés de los OVNI por los avances tecnológicos que se advierten en Florida y
aguas adyacentes. En cuanto a la verdad sobre su existencia, podría ser cuestión, no tanto
de que nosotros los descubriéramos, como de que ellos nos descubriesen y vieran en
nosotros una fuente de peligro para su propio medio ambiente.
En cuanto a la posibilidad de que los OVNI vengan volando desde otra dimensión, para
secuestrar aviones, barcos y personas de la nuestra, existe la teoría relativa a las otras
dimensiones, coexistentes, que a su vez tiene relación con la teoría de la materia negativa:
una Tierra negativa y mundos coexistentes. Todo ello resulta menos fantástico ahora que
hace varias décadas, cuando fue sugerido por primera vez.
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El almirante Richard Byrd, un famoso explorador y piloto que voló en varias ocasiones
sobre los intensos campos magnéticos de los Polos, transmitió por radio un mensaje
increíble mientras volaba sobre el Polo Sur, en 1929. Dijo que estaba penetrando a través
de una niebla luminosa en una zona cubierta de vegetación y con lagos sin hielo. Agregó
que veía grandes bestias, como bisontes y otros animales y seres que parecían hombres
primitivos. La transmisión se perdió casi inmediatamente y el informe del almirante fue
atribuido a cansancio nervioso momentáneo o a una alucinación. Tanto su hazaña como su
testimonio quedaron posteriormente sin publicarse, pero el hecho de que Byrd hubiera
transmitido aquel informe no hizo ningún bien a su reputación, en los círculos científicos.
Lo que resulta extraño es que cierto número de personas que iban habitualmente al cine en
los años veinte están seguras de haber visto noticieros acerca del vuelo de Byrd que
incluían escenas de "la tierra más allá del Polo". Pero es posible que, después de haber
leído acerca del incidente, hayan confundido otros noticieros que mostraban las hazañas
del Almirante con el del controvertido incidente. El hecho mismo ha sido relegado al
mundo de la leyenda y muy pocas veces se hace alusión a él, salvo por los creyentes en el
culto a la "tierra hueca", que suponen que el almirante voló a través de un agujero en la
Tierra, y no en otra dimensión, como se ha sugerido para explicar las desapariciones en el
Triángulo de las Bermudas.
En todo caso, parece existir una similitud entre los campos magnéticos del tipo
supuestamente creado por el Experimento Filadelfia y las condiciones existentes sobre los
polos, siempre suponiendo que el vuelo del almirante Byrd fue hecho en circunstancias en
que se hallaba en total control de sus facultades.
Al examinar la amplia gama de explicaciones desusadas que dan muchos serios y
calificados investigadores de los incidentes del Triángulo de las Bermudas, no podemos
dejar de recordar el epigrama de Haldane: "El Universo no es sólo más extraño que lo que
imaginamos, sino más extraño que lo que podemos imaginar".
Entre las diversas razones que se citan para justificar las inexplicables desapariciones
que acabamos de enumerar existen las siguientes: entes del espacio exterior o interior
capturarían en forma selectiva a seres humanos; existiría un agujero dimensional en el
cielo, al que los aviones pueden entrar, pero del que no pueden salir, que se ha denominado
"un desgarrón magnético en la cortina del tiempo" y, en tercer lugar, que habría ciertos
vértices o torbellinos magnéticos que serían la causa de la desaparición de los aviones, o de
su traslado a otra dimensión.
Estas teorías no son ni más ni menos fantásticas que aquella otra que predica la
existencia, dentro del Triángulo, de grandes complejos de energía, antiguas máquinas o
fuentes energéticas de una civilización anterior que yacen en el fondo del océano, dentro
del área del Triángulo, y que incluso ahora podrían ser ocasionalmente accionadas por
aviones que, al sobrevolarlas, crean torbellinos magnéticos y provocan perturbaciones
magnéticas y electrónicas. En cierto sentido, estos aviones desencadenarían, en un
momento preciso y bajo determinadas condiciones, la causa de su propia destrucción. Sin
embargo, aunque esta teoría es tal vez la menos plausible (según nuestras normas
comúnmente aceptadas), de todas las sugeridas en este y en otros capítulos, hay algunas
características de la zona en cuestión y de su historia geológica que sugieren la existencia
de un punto de unión entre ella y las que hemos señalado anteriormente.
Para examinar esta nueva teoría debemos volver atrás en el tiempo y en la vida del
océano y de la civilización humana.
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El Triángulo de las Bermudas Charles Berlitz
CAPITULO 7
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Ante una leyenda mundial tan precisa, en que incluso el período de tiempo en que
ocurrió la inundación varía sólo ligeramente, entre cuarenta y sesenta días, parece plausible
presumir que aquella catástrofe de escala mundial realmente ocurrió, y que dejó profunda
huella en la memoria de las razas. También parece cierto que tuvo alguna relación con el
mar y los cambios subsiguientes en la tierra, el clima y los niveles del agua ocurridos en
todo el planeta.
Se han encontrado vestigios de esta catástrofe, o catástrofes, no sólo en la memoria del
hombre, sino en las vastas erupciones, hundimientos y uniones de los fondos de la tierra y
el mar. Por ejemplo, las extensiones de arena que se hallan a miles de metros de pro-
fundidad en torno de las Azores; los límites de la costa que se alzan a centenares de metros
en algunos parajes, especialmente en Groenlandia, el norte de California y el Perú (donde
se han hallado restos humanos cerca del fondo de las antigaus estribaciones geológicas
resultantes de estos levantamientos). Los Andes mismos, que son geológicamente muy
recientes, parecen haber sido levantados o empujados hacia arriba, transportando con ellos
tal vez ciudades enteras, como Tiahuanaco. Mientras tanto, otras tierras costeras de la
América del Sur se hundían en el océano, en las profundidades de la fosa de Nazca. El
derretimiento de los glaciares podría haber causado la misma catástrofe, ya que habría
significado la inundación de las llanuras de las islas del Atlántico y grandes extensiones de
las plataformas continentales, que anteriormente se hallaban sobre el agua. Al mismo
tiempo, en todo el mundo se produjeron cambios climáticos, con asombrosa rapidez. En
Siberia, todavía suelen hallarse restos congelados de mamuts, helados con tal rapidez, que
su carne era aún comestible y fue ingerida, primero por perros y luego por científicos
soviéticos. Estos mamuts, rinocerontes y otros animales que en general no suelen
relacionarse con Siberia, se vieron aparentemente atrapados por grandes inundaciones de
lodo en congelación (o lodo que se congeló con posterioridad) y quedaron tan rápidamente
en estado de conservación, que en sus estómagos se han hallado restos de alimentos no
digeridos (de plantas que ya no se dan en Siberia).
Hay algunos lugares del norte de Siberia, Alaska y Canadá que se hallan cubiertos de
huesos de grandes animales que sucumbieron repentinamente, en una época que se estima
entre 10.000 y 11.000 años atrás. Hasta tal punto son abundantes, que algunas islas o
lugares elevados a los que acudieron buscando refugio parecen estar constituidos
enteramente por sus huesos. Se han encontrado también otros puntos de supervivencia en
Europa del Norte, Asia Central y China, donde especies totalmente distintas y hostiles
huyeron buscando abrigo y murieron en grandes manadas. Pareciera como si la cumbre
entera del mundo hubiese experimentado al mismo tiempo un trastorno climático rápido e
inexplicable. No obstante, en otros hemisferios se hallan también señales de exterminación
simultánea de especies, desde el gran cementerio de elefantes que existe en los Andes
colombianos, hasta zonas bajo el agua, como el otro enorme cementerio de elefantes
hallado frente a la costa de Georgia. Ninguno de estos animales eran habitantes naturales
de los sitios en que los encontró la muerte en número tan elevado y en medio del repentino
cambio climático que ocurrió hace 12.000 años.
Entre las áreas que eran tierra firme en aquel período, y que hoy están cubiertas por las
aguas, se hallan partes del Mediterráneo, puentes terrestres entre Gibraltar y África y entre
Italia y Sicilia, una gran extensión del Mar del Norte, las plataformas continentales que
están frente a Irlanda, Francia, la Península Ibérica y África, las llanuras sumergidas en
torno de las Azores, las islas Canarias y Madeira, la cordillera de las Azores-Gibraltar y la
del Atlántico Norte, y las plataformas continentales de Norte y Sudamérica, especialmente
los enormes bancos de las Bahamas, que, una vez sumergidos, se extienden a lo largo de
un área de miles de kilómetros cuadrados.
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El Triángulo de las Bermudas Charles Berlitz
Existen abundantes pruebas de que estas zonas han estado sobre la superficie del
océano en un período situado dentro de los últimos 10.000 o 12.000 años. Una expedición
rusa realizada al norte de las Azores rescató recientemente desde una profundidad de 2.000
metros, algunas rocas que presentaban evidencias de haberse formado bajo presión
atmosférica, hace unos 17.000 años. En el siglo XIX, mientras se realizaba una operación
de dragado destinada a reparar una avería en el cable transatlántico, cerca de las Azores, se
recogieron trozos de "taquilita", una lava vitrificada que se forma sobre el agua debido a la
presión atmosférica. Se estimó que las muestras tenían una antigüedad de unos 12.000
años. (Aunque este incidente ha suscitado numerosos comentarios, resulta particularmente
interesante examinar el motivo de la avería, o ruptura del cable, como un ejemplo de los
movimientos que se producen en el fondo del océano. Lo que hizo que el cable se rompiera
fue un repentino alzamiento de alrededor de 1.200 metros ocurrido en el fondo del mar.)
Un proyecto que están realizando actualmente (1973-4) en las Azores un grupo de
científicos de la Universidad de Halifax, destinado a la investigación de la energía
geotérmica, ha dado como resultado indirecto la comprobación de que en los primeros 800
metros de núcleos perforados bajo el nivel del mar se encuentran indicios de que su
formación se produjo sobre el nivel del mar. Ello implicaría que las grandes zonas que se
encuentran alrededor de las actuales islas Azores estuvieron alguna vez sobre las aguas.
Hay otros recientes descubrimientos que parecen apoyar la fecha de 12.000 años atrás
como aquella en que se produjo el hundimiento más reciente de grandes extensiones de
tierra en el Atlántico. Esto coincidiría también en la época en que se estima que se formó el
Tercer Glaciar. En 1956, los doctores R. Malaise y P. Kolbe, del Museo Nacional de
Estocolmo, manifestaron su creencia de que los fósiles de diatomeas (algas microscópicas)
de agua dulce que el doctor Kolbe extrajo de una profundidad de 3.600 metros, cerca de la
cordillera Atlántica, estuvieron depositados originalmente en un lago que existió en la
superficie de la Tierra y que ahora se hallaría en el fondo del océano. La edad de estas
diatomeas se estimó entre 10.000 y 12.000 años.
Esta cifra resulta de una curiosa coincidencia con la descripción de la Atlántida que
hace Platón en su diálogo Timeo, donde se refiere a un gran continente que habría existido
en el océano "hace 9.000 años" —unos 11.400 años antes de nuestra era—.
Aunque las fechas recogidas de leyendas resultan sospechosas, especialmente cuando
son de segunda o tercera mano (Platón recibió su información indirectamente de Solón,
quien, por su parte, la tomó originalmente durante un viaje de Sais, en Egipto), resulta sin
duda notable que estos cálculos de tiempo surjan con tanta frecuencia en otros campos
relacionados con estas tierras sumergidas.
Sin embargo, hay otros indicios de que grandes zonas del Atlántico Occidental
estuvieron alguna vez sobre el nivel de las aguas. Las playas de arena, por ejemplo, se
forman no en el fondo del océano, sino en las orillas, por la fuerza de las olas al romper
contra la costa. No obstante, suelen encontrarse playas de arena en llanuras submarinas
muy profundas que existen alrededor de las Azores. Los ríos forman cañones únicamente
en tierra; sin embargo, el cañón del río Hudson continúa bajo el agua durante cientos de
kilómetros. Otros similares se extienden de manera parecida, desde los puntos en que
algunos ríos de Europa, África y Sudamérica entran al océano.
En el fondo del Mar del Norte se han hallado huesos humanos y de mastodonte junto a
herramientas prehistóricas. Ello indica un cierto grado de adelanto y la posibilidad de que
haya existido algún desarrollo cultural en la era del Pleistoceno (anterior al año 11.000
A.C.). Pero, tal vez el más notable indicio de cómo se han estado sumergiendo los restos
culturales de los pueblos prehistóricos desde el derretimiento de los últimos glaciares son
los edificios submarinos, las paredes, diques y caminos que suelen encontrarse ahora con
frecuencia cada vez mayor bajo las aguas de las costas occidentales de Europa y Sudáfrica
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El Triángulo de las Bermudas Charles Berlitz
Hay fuertes indicios de que en el Mar Caribe existía una masa de tierra continental, de
la que algunas islas y cordilleras de las Antillas podrían ser cumbres supervivientes. En
1969, una expedición investigadora de la Universidad de Duke estudió el fondo del mar en
el Caribe y realizó operaciones de dragado en cierto número de localidades de la Cumbre
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El Triángulo de las Bermudas Charles Berlitz
de Aves, que se extiende a lo largo del límite oriental de la fosa oceánica venezolana, entre
Venezuela y las islas Vírgenes. En cincuenta oportunidades se sacaron a la superficie rocas
de granito (ácido ígneo), que normalmente sólo se encuentran en los continentes.
Comentando este hecho, el doctor Bruce Heezen, un distinguido oceanógrafo, observó:
"Hasta ahora, los geólogos creían que el granito ligero, o rocas de ácido ígneo, existían
sólo en los continentes y que la corteza terrestre bajo el mar estaba compuesta de rocas
basálticas, más pesadas y de color oscuro... De manera que la aparición de rocas graníticas
y de color más suave podría apoyar una vieja teoría, según la cual, en la región del Caribe
Oriental existió antes un continente y estas rocas podrían representar el núcleo de un
continente hundido, perdido".
Sin embargo, el área del Triángulo de las Bermudas en que más incidentes se han
producido, y en que han tenido lugar los descubrimientos más sorprendentes de restos
submarinos es la meseta de las Bahamas. Muchos de los hallazgos se han hecho a sólo
algunas brazas de profundidad. Las formaciones submarinas de piedra caliza de los bancos
de las Bahamas estaban en su mayor parte sobre el nivel del mar, hace unos 12.000 años.
Esta gran zona terrestre contenía bahías y vías de agua interiores que ahora aparecen en los
mapas de profundidad como las partes hondas del océano que cruzan sobre y alrededor de
los bancos de las Bahamas. En una época anterior al levantamiento del mar, esta
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El Triángulo de las Bermudas Charles Berlitz
considerable extensión de tierra formaba una gran isla o conjunto de islas que albergaban
una cultura muy compleja, si hemos de creer lo que señalan los restos submarinos.
Desde 1968 hasta la actualidad se han realizado descubrimientos bajo las aguas,
especialmente en las Bimini, de algo que parece haber sido una construcción de piedra
enorme. Se halla depositada sobre lo que actualmente es el fondo del mar y la componen
inmensos bloques de piedra, dispuestos de tal modo que parecen ser caminos, plataformas,
obras portuarias o murallas caídas. Se asemejan extrañamente a las construcciones pétreas
de Perú, a las columnas de Stonehenge y a las murallas ciclópeas de la Grecia de Minos.
La edad de los bloques es incierta, aunque algunas raíces fosilizadas de mangle que habían
crecido sobre las piedras han arrojado, en los análisis con carbono-14, fechas que les dan
una antigüedad de unos 12.000 años.
El más célebre de estos hallazgos ha sido el del "Camino" o "Muralla" de las Bimini,
descubierta primero por el doctor J. Manson Valentine, en 1968, junto a los buceadores
Jacques Mayol, Harold Climo y Robert Angove. A primera vista, desde un bote y cuando
el mar estaba especialmente claro y no había movimiento en la superficie, era, según las
palabras de Valentine, "un extenso pavimento de piedras lisas, rectangulares y poligonales
de diverso tamaño y grosor que, obviamente, habían sido diseñadas y alineadas para
formar una estructura muy armoniosa. Era obvio, también, que estas piedras habían
permanecido sumergidas durante un largo período, a juzgar por los bordes de las más
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El Triángulo de las Bermudas Charles Berlitz
grandes, que se habían alisado y les daban una apariencia de almohadones o trozos de pan
gigantescos. Algunas eran absolutamente rectangulares y en ocasiones casi formaban
perfectos cuadrados. (Debemos recordar que en las formaciones naturales las líneas rectas
no se dan jamás.) Las piezas más grandes, que tenían un largo de unos tres a cinco metros,
por lo menos, estaban colocadas a menudo a lo ancho de las avenidas situadas en forma
paralela, mientras las más pequeñas formaban pavimentos tipo mosaico y cubrían
secciones más amplias... Las avenidas compuestas por las piedras, aparentemente calzadas,
son paralelas y de bordes rectos; la más larga está constituida por una serie doble,
interrumpida por dos expansiones que contienen piedras lisas y muy grandes, sujetas en los
extremos por piezas verticales (como los antiguos dólmenes de Europa Occidental). El
extremo sudoriental de esta gran carretera termina en una esquina hermosamente curva; los
tres cortos diques, construidos con grandes piedras cuidadosamente alineadas, tienen una
anchura uniforme y terminan en piedras angulares...
"Desde el aire, bajo el manto de algas oscuras, resulta difícil distinguir los grandes
bloques individuales, que son precisamente los que bordean los márgenes de este desafío
geológico y arqueológico".
Los primeros descubrimientos submarinos en las Bimini recibieron duros ataques de
parte de geólogos y arqueólogos, algunos de los cuales no han visitado el lugar. Sin
embargo, los recientes hallazgos que demuestran que la gigantesca construcción hace una
curva y aparece en otros lugares del fondo del océano, indican cada vez con mayor claridad
el tamaño y las ramificaciones de esta estructura enorme, cuya finalidad sólo podemos por
ahora conjeturar. El descubridor ha expresado así sus opiniones: "...La sugerencia de que
las piedras representan restos de murallas, caminos o incluso un antiguo puerto, son
inaceptables en estos momentos, debido a que aún no se ha precisado qué hay debajo de las
rocas, si es que hay algo. Sin embargo, las observaciones más recientes, en aguas
ligeramente más profundas, han confirmado la existencia de una construcción de múltiples
ramificaciones, por lo menos, en una zona. Yo creo que este gran complejo representa la
utilización inteligente, por parte de hombres de la Antigüedad, de materiales propor-
cionados por la Naturaleza y apropiados para la creación de una especie de centro
ceremonial. En relación con esto, debe recordarse que algunos lugares sagrados, como el
Círculo de Glastonbury (55 km de circunferencia) y los trazados del desierto de Nazca, en
el Perú, de líneas e imágenes de animales de 1.800 metros de largo, que sólo pueden
apreciarse desde el aire, por sus gigantescas proporciones, no tienen prácticamente ningún
punto de referencia con nuestra tecnología moderna, ya que la finalidad de estos artefactos
majestuosos nos resulta incomprensible...".
Los vuelos de exploración realizados desde 1968 han puesto en evidencia otras
formaciones extraordinarias existentes en los bancos de las Bahamas y en el fondo del mar,
cerca de Cuba, Haití y Santo Domingo, que en apariencia habrían sido hechas por el
hombre. Algunas parecen ser pirámides o enormes cimientos de edificios. Uno de ellos,
situado en la zona de las Bimini, mide 55 por 42 metros, y podría ser la mitad superior de
una pirámide (o plataformas de templos) cuya existencia mar afuera es conocida. Dentro de
las aguas territoriales de Cuba existe un complejo entero de "ruinas" submarinas a la espera
de exploración; a menos que ya los propios cubanos (Castro es un entusiasta buceador)
hayan estado allí.
Los pilotos comerciales Bob Brush y Trig Adams fotografiaron un rectángulo partido
en los bancos de arena de Andros, mientras volaban en los alrededores de esa isla, en 1968.
Más tarde, los buceadores descubrieron que lo que se creía una muralla era una piedra. Sin
embargo, no existe información acerca de que los primitivos habitantes de la zona, o los
conquistadores españoles que llegaron luego, hayan construido semejantes estructuras allí,
y mucho menos bajo el agua. Cerca de Cayo Lobos se ha localizado y fotografiado lo que
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se cree que puede ser un camino sumergido o una muralla que corre a lo largo de las
cumbres de un acantilado. Es posible que la antigua carretera tuviese ya ese trazado cuando
tanto ella como la montaña se hallaban sobre el nivel del mar. Tal vez la visión de
escalones labrados en la plataforma continental frente a la costa Norte de Puerto Rico, de la
que informaron el capitán de la Marina francesa Georges Houot y el teniente Gérard de
Froberville desde el batiscafo Archiméde, representaba simplemente una escalera
construida en un acantilado rocoso, que descendía hasta el antiguo nivel del mar, hace
12.000 años.
En México, frente a la costa de Yucatán, existen numerosas vías terrestres que han sido
a menudo observadas desde el aire. Parten de la playa, en línea recta hacia localidades
submarinas desconocidas que se hallarían muy lejos, mar afuera, en aguas más profundas.
Aunque los caminos de enlace en tierra son invisibles, debido a la jungla que los ha
cubierto, los que se encuentran bajo el agua pueden distinguirse todavía cada cierto tiempo,
cuando alguna tormenta o las corrientes los dejan al descubierto.
En 1967, los integrantes de una misión que se hallaban a bordo del submarino de gran
profundidad Aluminaut observaron lo que les pareció un enorme camino sumergido, o tal
vez un pavimento que había estado previamente sobre el agua, frente a las costas de
Florida, Georgia y Carolina del Sur. Aparentemente, la carretera estaba construida o
pavimentada con óxido de manganeso, y cuando se le instalaron ruedas especiales al
Aluminaut, pudo avanzar a lo largo de la carretera, que en algunos lugares alcanzaba una
profundidad de unos 900 metros, como si fuese un automóvil que se desplazaba a lo largo
de un camino normal, salvo que se hallaba en el fondo del mar. El tamaño de la superficie
pavimentada era demasiado ancho para sugerir que había sido construido por el hombre.
Esto fue lo mismo que ocurrió con un muy extenso sector "embaldosado" del fondo del
océano que fue observado por el doctor Bruce Heezen, del Observatorio Lamont, durante
una profunda exploración submarina, en la zona de las Bahamas.
Entre los hallazgos hechos en las Bermudas, que parecieran haber sido construidos por
el hombre, algunos son muy visibles, pero otros se encuentran, no sólo bajo el agua, sino
debajo del fondo mismo del mar. Es un hecho que los trabajos en piedra, o los cimientos
pétreos enterrados bajo una acumulación de capas de tierra de las diversas eras, o como
resultado de terremotos o inundaciones, transforman el musgo o los otros tipos de plantas
que viven sobre ellos. Esto ha conducido a algunos exitosos descubrimientos en el pasado,
tanto en tierra como bajo el mar. Se han descubierto y reconstruido algunas estructuras que
van desde campamentos y caminos romanos en ruinas, en Inglaterra, hasta viejos sistemas
de canales y murallas de ciudades de lo que alguna vez fue Babilonia y Asiria (hoy Iraq) y
ciudades perdidas enteras, en Irán y Asia Central. Esto ha sido posible al estudiar la
variedad de formas y degradación de la flora en tierra o en los pantanos y zonas
submarinas. Hay líneas rectas que muestran, en los colores de la superficie, los lugares en
que se hallan enterrados los cimientos de murallas o en que existieron canales y carreteras.
El antiguo puerto etrusco de Spina, en Italia, desapareció hasta tal punto que se le creyó
legendario mientras no se hallaron las huellas de sus muros, cimientos, canales y muelles,
absolutamente invisibles desde tierra pero claramente perceptibles desde el aire.
La posibilidad de localizar antiguos emplazamientos desde el aire ha sido utilizada con
éxito en las Bahamas, donde la plataforma continental es lo bastante superficial como para
distinguir en una observación aérea los restos de construcciones submarinas. En muchos
lugares, dentro de la zona de bancos de las Bahamas existen asombrosas variedades de
grandes plazas, rectángulos, cruces, largas líneas paralelas unas a otras, tal vez caminos
que algunas veces dan vuelta en ángulo recto, círculos concéntricos, triángulos, hexágonos
y otras formas geométricas. Todas han sido descubiertas gracias a la presencia (o ausencia)
de musgo sobre las ruinas. Bajo el agua, los exámenes verificados por los buceadores
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indican que las construcciones de piedra descubiertas por las líneas existentes en el fondo
yacen a varios metros de profundidad bajo la arena.
Con todas estas desusadas muestras que ahora están siendo investigadas, uno podría
preguntarse por qué nadie las había advertido antes. Parte de la respuesta es que, sin duda,
nunca se le ocurrió a nadie buscar una civilización perdida en los bancos de las Bahamas,
especialmente dado que existían tantos emplazamientos por descubrir en el
Mediterráneo. Las investigaciones submarinas en esta zona y frente a la costa de Florida
han estado concentradas especialmente en los barcos españoles cargados de tesoros, que
ciertamente son objetivos que deparan una recompensa financiera más inmediata que el
descubrimiento de alguna civilización olvidada y difícil de identificar. Incluso teniendo las
pruebas en la mano, se está gastando tantos esfuerzos en los círculos científicos para
descalificar los hallazgos como entre los exploradores e investigadores para atraer la
atención pública hacia ellos.
Hay que hacer notar también que algunos investigadores muy distinguidos dudan antes
de enfrentar la opinión hostil de otros arqueólogos y oceanógrafos, o sencillamente no
están dispuestos a enfrentarla. Ocurre también que las construcciones y artefactos hallados
hasta ahora podrían quedar cubiertos por la acción de tormentas y mareas, y volverían a
perderse. Sin embargo, es notable comprobar que, desde 1968, se ha producido cierto
levantamiento del fondo del Banco de la Gran Bahama, descubriendo huellas de nuevas
formaciones, allí donde fotografías anteriores de la misma zona no permitían distinguir
ninguna. Este fue el caso de una estructura que tenía la forma de una gran flecha. Estaba
hecha de piedra, tenía 30 metros de largo y se hallaba entre los cayos North Cat y South
Cat, en las Bimini. Había otra al sudeste de South Caicos, apuntando en dicha dirección y
siguiendo otra línea recta en el fondo que aún no ha sido explorada.
Algunos de los lugares ya descubiertos parecen también estar alzándose, o tal vez la
acción de las mareas los están despojando de los sedimentos, de manera que su estructura,
artificial o construida por el hombre, puede apreciarse mejor. El doctor James Thorne,
distinguido oceanógrafo y buceador, que es sin duda neutral, o en todo caso se muestra
escéptico en cuanto al tema de las "civilizaciones perdidas bajo el mar", examinó
recientemente las gruesas columnas que sostienen algunas de las piedras de la "muralla" de
las Bimini. Ello significó una convincente refutación de las opiniones de numerosos otros
oceanógrafos, en el sentido de que todo el complejo de las Bimini y de los otros lugares de
las Bahamas son formaciones naturales. Otro grupo de buceadores, que habían hallado el
ancla sumergida de un galeón español, descubrieron mientras la examinaban y rastreaban
el fondo alrededor de ella, que estaba puesta sobre un piso de mosaico, o terraza, que pudo
haberse hundido miles de años antes.
Cada vez que se encuentran restos de alguna civilización sumergida en el Atlántico (o
en otras zonas), se publican una serie de libros y artículos de revistas que suelen
identificarlos con el continente "perdido" de la Atlántida. La Atlántida, cuya imagen ha
intrigado a la Humanidad desde épocas remotas, fue descrita con muchos detalles por
Platón en sus diálogos Timeo y Critias como la tierra de la Edad de Oro del hombre, un
grande y maravilloso imperio mundial que "se hundió bajo el mar... en medio de violentos
terremotos e inundaciones... en un sólo día y una sola noche de lluvia... y que ésa es la
razón por la cual el mar es impenetrable en esos lugares...".
Como es natural, se han identificado las ruinas submarinas de las Bahamas con la
Atlántida, aunque Platón, el más famoso comentarista de este continente perdido, parece
haberlo situado en frente de las Columnas de Heracles (Hércules), hoy conocidas como
Estrecho de Gibraltar, en algún lugar del Atlántico. Una lectura detenida del relato de
Platón revela sin embargo una información en extremo interesante, que sugiere que el
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Imperio Atlántico no era una isla, sino una serie de grandes islas a lo largo del Atlántico,
cuyo poder se había extendido a ambos lados del océano. Platón escribió:
...En aquellos días (aproximadamente hace 11.500 años), el Atlántico era navegable y
había una isla situada frente a los estrechos llamados Columnas de Heracles: la isla era
mayor que Libia y Asia juntas y era la ruta hacia otras islas, y desde ellas podía uno pasar a
través de todo el continente situado en dirección opuesta y que rodea el verdadero océano;
porque este mar que se halla dentro de los estrechos de Heracles (el Mediterráneo) es sólo
un puerto, con una entrada estrecha, pero el otro es el verdadero mar y la tierra que lo
rodea podría en verdad ser llamada un continente.
Debe señalarse que Platón mencionó a Libia (es decir, África) y Asia, pero específica y
separadamente habla del continente; es decir, el continente hacia el Oeste que, según había
dicho antes, se hallaba dentro de la égida de la Atlántida.
Los complejos submarinos de las Bimini y de otros puntos situados dentro de las
Bahamas han sido atribuidos a toda clase de tempranos viajeros oceánicos: fenicios,
cartagineses, griegos de Minos, mayas, egipcios y, como recurso final, cuando su
antigüedad se va haciendo más patente, a los atlantes. Sin embargo, es casi seguro que
ninguna raza de nuestra historia conocida fue responsable de su construcción y lo que es
del todo cierto es que no fueron construidos bajo el agua.
La referencia de Platón a un continente situado al otro extremo del "verdadero océano"
ha sido a menudo citada como prueba de que los antiguos archivos hacían referencia a la
América del Norte y que dichas menciones sirvieron de inspiración y estímulo a Colón.
Según se dice, el navegante llevaba consigo un mapa que mostraba la Atlántida y las tierras
que se extendían más allá. El relato de Platón implica de manera directa la posibilidad de
que la Atlántida (término utilizado aquí en el sentido de imperio del océano Atlántico) se
hallara en el extremo occidental del océano Atlántico. Esta zona habría abarcado las
actuales islas de los Bancos de la Gran Bahama, en la época en que grandes extensiones de
ellos se hallaban muy por encima del nivel del mar, y en que los accidentes oceánicos más
profundos de la actualidad, como la Lengua del Océano y el Estrecho de Florida formaban
una bahía interior y una barrera marina que partía desde la costa de Florida, la cual se
extendía también mar adentro, mucho más que ahora. Los declives circulares del fondo del
mar que se hallan a 25 km de los Cayos de Florida y a 150 metros de profundidad respecto
del fondo marino que los rodea (de unos 300 metros de hondura en esa zona) han sido
diseñados en mapas por el Registro Costero y Geodésico de los Estados Unidos. En ellos
se les considera lagos de agua dulce cubiertos por el mar en la época del último
levantamiento del océano, o del último hundimiento de las zonas costeras.
Observando la actual tabla de profundidades del Atlántico Occidental se advierten
claros indicios de que, si el nivel del mar descendiera entre 180 y 250 metros, existirían
grandes islas en las zonas en que actualmente se encuentran algunas pequeñas. Y resulta
particularmente interesante recordar que este ascenso de las aguas se produjo hace 11.000
o 12.000 años, lo cual coincide con la información que Platón recibió por medio de Solón,
de los sacerdotes egipcios de Sais, cuyos archivos escritos anteceden a los de los griegos en
mil años.
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A lo largo de los años, la Atlántida ha sido "situada" en distintos lugares del mundo:
bajo el océano Atlántico, bajo los mares Egeo, Caspio y del Norte, en África Occidental,
España, Túnez, Alemania, Suecia, el Sahara, Arabia, México, Yucatán, Venezuela, las
Azores, las Canarias y las islas Madeira, Brasil, Irlanda, Ceilán, e incluso las
profundidades del Océano Indico. A menudo, esto depende de la nacionalidad y tal vez
también, diríamos, de la Weltanschauung del escritor o investigador.
La candidatura de la parte occidental del Triángulo de las Bermudas como lugar de
emplazamiento de la Atlántida se ha popularizado desde los descubrimientos de 1968, que
se vieron rodeados de una serie de circunstancias curiosas y relacionadas con el año mismo
en que se produjeron. Todos giran en torno de las predicciones de Edgar Cayce, el "profeta
durmiente" que murió en Virginia en 1945 y cuyas "conferencias" (término utilizado para
describir las entrevistas concedidas por Cayce mientras se hallaba en trance) han seguido
influyendo en muchos miles de personas. Mientras vivió, dio consejo por medio de este
sistema a más de 8.000 individuos, primero sobre problemas de salud y luego sobre una
serie de diversas cuestiones. No es necesario reseñar aquí la documentación que existe
acerca de sus notables poderes curativos y telepáticos, salvo en cuanto se refiere a las
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Poseidia estará entre las primeras porciones de la Atlántida que volverán a levantarse
-posiblemente en 1968 y 1969— en una época que no está tan lejana.
Esta curiosa profecía arqueológica se cumplió casi dentro del plazo señalado cuando se
produjeron los hallazgos de los bancos de las Bahamas, el descubrimiento de algunas
construcciones causado por las mareas y una elevación del fondo del mar en algunas zonas.
Sin embargo, uno se siente tentado a preguntarse si dichos descubrimientos ocurrieron
como los habían previsto aquellas profecías o debido a las profecías mismas, o tal vez
porque aquellos que habían escuchado o leído acerca de Cayce estaban investigando. Ese
fue el caso de los pilotos que avistaron las primeras formaciones o construcciones
submarinas.
Como era de suponer, los descubrimientos de los complejos sumergidos realizados en
1968 y en los años siguientes, tal como se había profetizado 28 años antes, hicieron que
mucha gente examinara con renovado interés las demás referencias de Cayce a la Atlántida
y a toda la región. Si las "conferencias" del vidente y las antiguas leyendas se basaban en
recuerdos de hechos reales, podría contemplarse la posibilidad de que algunas fuerzas
desarrolladas por una civilización anterior científicamente muy adelantada actuasen
todavía dentro de la región en que estuvieron concentradas en una época, y debería
estudiarse también la posibilidad de que las aberraciones electrónicas, magnéticas y
gravitacionales del Triángulo de las Bermudas fueran un legado —tal vez negativo— de
una cultura tan antigua que no habrían quedado restos de ella y acerca de la cual nuestras
memorias serían más instintivas que concretas.
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El Triángulo de las Bermudas Charles Berlitz
CAPITULO 8
Sorpresas de la Prehistoria
VARIOS INVESTIGADORES DEL MISTERIO DEL TRIÁNGULO de las
Bermudas han sugerido que algunas inteligencias extrañas podrían estar interesadas en
examinar la posibilidad de que nuestro desarrollo de la fisión nuclear para fines bélicos
llegue a amenazar la existencia de la civilización en nuestro planeta. Agregan que dichos
seres inteligentes estarían incluso preocupados, ya que la energía nuclear habría destruido
anteriormente otras civilizaciones, en éste y en otros planetas.
El período durante el cual ha vivido en este planeta un hombre racional y de
inteligencia comparable a la del que hoy conocemos podría extenderse unos 40.000 o
50.000 años hacia atrás, o incluso más allá. En consecuencia, si consideramos que una
civilización como la actual tardaría alrededor de 10.000 años en progresar hasta el punto en
que la ciencia y la tecnología alcanza la capacidad de consumar su propia destrucción,
todavía tendríamos un amplio margen de tiempo en que podrían haber existido una o más
culturas anteriores a la nuestra en este mundo. Cualquier civilización técnicamente
adelantada conseguiría tal vez desarrollar, intencionalmente o por casualidad, el poder
inherente a la fisión nuclear (a la nuestra le costó bastante menos de 10.000 años) y, en este
momento, tendría que decidir si adopta algún sistema para controlar su avance o prefiere
arriesgar su propia ruina. Si semejante cultura hubiese existido y causado su destrucción,
desapareciendo luego, su recuerdo habría quedado tal vez conservado en las leyendas, o
nos sería sugerido por algunos artefactos anacrónicos de antigüedad incierta, o por grandes
ruinas imposibles de identificar o explicar. Y éstos son precisamente los elementos que
tienden a señalar el emplazamiento de dicha cultura en la zona ahora cubierta por las aguas
del Triángulo de las Bermudas.
En sus conferencias sobre la Atlántida, Edgar Cayce insistió reiteradamente en las que
parecen ser referencias a fuentes de energía nuclear, rayos Láser y Maser comparables a
los nuestros y utilizados en general en los mismos campos en que hoy los disfrutamos, si es
que podemos usar esa palabra. Sus descripciones acerca de los usos que les daban y su
observación sobre el peligro que encierra su utilización inadecuada podrían pasar hoy por
crónicas y comentarios editoriales corrientes. Pero, ¿cómo sabía Cayce todo esto, hace más
de 35 años?
El vidente describió estas fuentes de energía con bastante detalle. Eran grandes
generadores que producían fuerza para impulsar naves aéreas y submarinas y con
capacidad para producir iluminación, calor y alimentar sistemas de comunicación. Con
ellas se operaban ciertas formas de radio y televisión y se las utilizaba también para enviar
fotografías a larga distancia. Proporcionaban igualmente la potencia necesaria para
modificar y rejuvenecer tejidos vivos, incluso del cerebro, y eran también utilizadas para
controlar y disciplinar clases sociales completas.
Sin embargo, debido al mal empleo de las fuerzas naturales que habían creado, y a
trastornos civiles y externos, los Atlantes desencadenaron finalmente ciertas fuerzas
incontrolables de la Naturaleza que fueron la causa de su propia destrucción. Esta creencia
de Cayce aparece también en las leyendas acerca de muchas antiguas culturas que
existieron en el mundo. Según las palabras del "profeta":
...El hombre introdujo las fuerzas destructivas... que, combinadas con las propiedades
naturales de los gases, de fuerzas existentes en la Naturaleza y en su forma natural,
causaron la peor de las erupciones en las profundidades de la Tierra en lento proceso de
enfriamiento, y esa porción (de la Atlántida) que ahora se halla cercana a lo que podríamos
llamar el Mar de los Sargazos desapareció bajo el océano...
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...En la que la luz aparecía como medio de comunicación entre lo infinito y lo finito o
como un sistema utilizado para lograr las comunicaciones con las fuerzas del exterior. Más
tarde llegó a ser un punto de irradiación, así como un centro desde el cual partían las
señales radiales que guiaban las diversas formas de transición y viaje a través de los
períodos de actividad de los atlantes.
Estaba dispuesto como un cristal, aunque de manera muy distinta a la del primero que
fue utilizado (originalmente) aquí. No deben confundirse estos dos... porque había muchas
generaciones de diferencia. Fue en aquellos períodos cuando se produjo la orientación de
aeroplanos o sistemas de viaje, aunque en aquella época ellos viajaban lo mismo por aire
que por encima o por debajo del agua. Sin embargo, la fuerza desde la cual estaban
dirigidos se hallaba en la estación central de energía; o piedra Tuaoi que era... y el rayo
sobre el que actuaba...
... Por medio del uso de... los recientemente descubiertos gases y los de las formaciones
eléctricas y aéreas en la desintegración de las fuerzas atómicas para producir energía
propulsora de aquellos medios o modos de transporte o viaje, o para levantar grandes pesos
o cambiar las fuerzas mismas de la naturaleza.
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de la Bretaña prehistórica, uno de los cuales pesaba más de 340 toneladas y tenía una altura
de 20 metros, y las enormes piedras de las fundaciones del templo de Júpiter, en Baalbek,
Siria, emplazadas allí mucho antes de la construcción del templo y una de las cuales pesa
2.000 toneladas. Como casi todas estas construcciones resultan extremadamente difíciles
de explicar en términos de nuestra apreciación de las habilidades ingenieriles de las
culturas que pensamos que las erigieron, se ha sugerido que una civilización superior fue la
autora de su construcción. Esta teoría se ve apoyada por el hecho de que muchas de estas
ruinas inexplicables se parecen mucho.
Cayce señaló específicamente a las Bimini como uno de los diversos puntos donde
podía hallarse información respecto de las supuestas fuentes de energía de la Atlántida: "...
En la posición sumergida de Atlántida o Poseidia, donde aparece una parte de los templos
bajo el limo de épocas enteras de agua oceánica, cerca de lo que se conoce como las
Bimini, frente a las costas de Florida...".
En 1935 hizo una detallada descripción de estas fuentes de energía (¿o plantas
nucleares?). El hijo de Cayce, Edgar Evans Cayce, ingeniero y escritor, comentando la
paradoja de que los relatos de su padre acerca de la prehistoria hubiesen anticipado en
varias décadas nuestros propios descubrimientos científicos, escribió en su libro Edgar
Cayce on Atlantis: "Un observador profano de nuestra época difícilmente podría describir
con mayor claridad nuestros últimos adelantos científicos". El relato de Cayce (recogido en
1933, aunque publicado en 1968), se refiere a un edificio donde estaría guardado un
complejo "refractario" o de cristal:
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para trasladarlos al rayo que causa la desintegración del átomo... provocó la destrucción de
aquella parte de la Tierra".
En el caso, y sólo en el caso de que ocurriese un cataclismo, o una serie de cataclismos,
la gran fuente energética se habría precipitado al mar, junto con las populosas ciudades,
murallas, canales y otras construcciones de la Atlántida. Es interesante tener en cuenta que
los propios emplazamientos sugeridos por esta teoría corresponden a los lugares en que se
producen muchas de las aberraciones electromagnéticas características del Triángulo de las
Bermudas, la Lengua del Océano, por ejemplo, o las Bimini.
Aunque resulta difícil suponer que semejantes complejos energéticos puedan seguir
funcionando después de miles de años, es interesante observar lo que sucede con las
misteriosas "aguas blancas" que han sido advertidas por muchos exploradores, desde Colón
hasta los astronautas. Pareciera que los canales o corrientes de agua blanca tienen su origen
en el misino o los mismos puntos de emanación, siguen una dirección similar y luego se
desvían a lo largo de un kilómetro y medio o más. Las líneas son nítidas al comienzo y
luego se hacen menos precisas, casi como si encerraran algunos gases liberados bajo
presión.
Las desviaciones del compás y las perturbaciones eléctricas podrían ser causadas por
una enorme concentración de metal depositado bajo el agua. Esto ha sido observado en
varios lugares del mundo donde existen conocidos depósitos de hierro que provocan
variaciones en los compases. Las masas del substrato o de la subsuperficie podrían incluso
provocar alteraciones en el oleaje de los mares. En un informe elaborado por la NASA en
1970, acerca de una "cavidad" en la superficie del océano sobre la fosa de Puerto Bico, los
científicos atribuyeron el fenómeno a una "extraña distribución de masa debajo del fondo
del océano", que sería la causa de la deflección de la fuerza de atracción de la gravedad. En
el caso del Triángulo de las Bermudas se ha sugerido que algunas fuentes de energía
destruidas han conservado sin embargo algo de su fuerza y que, al ser accionadas en ciertas
oportunidades, podrían ser no sólo la causa de las desviaciones magnéticas y electrónicas,
sino también la fuente de impulsos eléctricos de las tormentas magnéticas.
Esta teoría, una de las más extrañas entre las elaboradas para explicar los incidentes del
Triángulo de las Bermudas, es la que se sugiere en las "conferencias" de Cayce. Sin
embargo, cabría preguntar si existe alguna razón por la cual las personas que sienten
curiosidad científica deben atribuir seriedad a cualquiera de las declaraciones de Cayce, y
sin que esto obste para que las admiren, como producto de su viva imaginación. Aunque es
cierto que algunas de las fuentes energéticas que él describió hace 35 años no habían sido
aún descubiertas o imaginadas siquiera en el "mundo real" (y otras no habían sido todavía
desarrolladas) debe recordarse que Cayce no era médico, ni historiador, sino simplemente
un curandero clarividente de gran reputación. Sin embargo, algunas de las profecías que
hizo durante sus charlas y que no tienen nada que ver con curaciones, han resultado
perturbadoramente exactas. Por ejemplo, las relativas a la bomba atómica, el asesinato de
presidentes y a disturbios raciales en Estados Unidos e incluso a deslizamientos de lodo en
California.
Además, las "conferencias" de Cayce se basaban en las visiones o recuerdos que sus
personajes conservaron de sus vidas durante pasadas encarnaciones. Esta circunstancia ha
hecho que aquellas personas que por motivos religiosos, por convicción científica o por
razones de lógica no aceptan la teoría de la reencarnación, nieguen verosimilitud a los
dichos de Cayce. Sin embargo, cabe preguntarse si no habrá otra explicación que justifique
esas descripciones tan detalladas y científicamente válidas sobre las civilizaciones ante-
riores y su potencialmente peligroso desarrollo.
En los documentos filosóficos y religiosos de la India, que a menudo contienen
conceptos asombrosamente modernos sobre la materia y el Universo, se encuentran
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Suelen hacerse a menudo referencias agradecidas a otras antiguas culturas muy poco
conocidas, como por ejemplo las civilizaciones prehistóricas de las Américas, India, Asia
Central y algunas otras zonas que en ningún caso afectaron nuestra propia "línea directa"
de civilización.
En todas las antiguas culturas existe una abundancia de leyendas y documentos
relativos a la repentina aniquilación de una gran cultura anterior al Diluvio, que habría
progresado tanto, que llegó a desafiar al cielo, a los dioses, o a Dios. Estas leyendas,
extrañamente semejantes entre sí, podrían constituir sencillamente relatos atractivos
difundidos por el mundo durante miles de años en los antiguos mercados y a lo largo de las
rutas de las caravanas o de los barcos, y posteriormente conservadas en los documentos
religiosos de casi todos los pueblos de la Tierra. Los conquistadores españoles
comprobaron que ya en las civilizaciones indígenas de América, en la época de la primera
conquista, existían leyendas acerca de un diluvio universal, de una torre que los hombres
trataron de levantar hasta el cielo, y cuyos constructores se vieron condenados por una
confusión de idiomas que parecía de inspiración divina, y muchas otras que nos resultan
familiares. Las poblaciones indígenas de todo el mundo han conservado leyendas que
viven a la sombra de ruinas enormes, cuya construcción sólo pudo realizarse gracias a
técnicas de transporte y colocación de piedras de una tecnología extremadamente
avanzada. Dichas leyendas se refieren siempre a una raza de apariencia divina que
desplazaba los enormes bloques de piedra, muchos miles de años antes del comienzo de su
propia historia. Incluso existen rastros de lo que pudo ser un remoto lenguaje comercial, un
antecesor tal vez del griego antiguo, con rasgos arameos, y que ha sido localizado en zonas
tan remotas del Medio Oriente que pareciera haber sido extendido por mares y océanos
hasta las más distantes playas. Pueden hallarse palabras de griego arcaico en el hawaiano y
en otros lenguajes polinésicos, en el maya de Yucatán, en el náhuatl de los aztecas y en el
ahora perdido guanche, de las islas Canarias, que era hablado por una misteriosa raza
blanca. Los guanches, descubiertos y rápidamente exterminados por las expediciones
españolas del siglo XV, conservan el recuerdo de una gran patria y de una cultura superior
que se habría hundido en el océano. Las viejas lenguas americanas también tenían palabras
de claro origen arameo y fenicio y otras análogas a las de los idiomas sinítico y polinésico
del otro lado del Pacífico, lo cual sugería largos viajes y contactos culturales de enorme
antigüedad. Se han encontrado inscripciones en fenicio, arameo, sinoico, griego y otras
lenguas no identificadas, que aparecen con frecuencia creciente en las selvas de Norte y
Sudamérica, conocidas como zonas de "segundo desarrollo". Pero las leyendas, mitos
religiosos y curiosidades lingüísticas no bastan de por sí para inspirar fe en las afirma-
ciones hechas en los documentos de Cayce y en las tradiciones, leyendas e incluso archivos
escritos de la antigüedad que se refieren a un conocimiento científico altamente
desarrollado y a la existencia, en épocas arcaicas, de diversos elementos modernos
relacionados con viajes, comunicaciones y destrucción en escala cósmica.
Sin embargo, es precisamente en esas regiones donde en años recientes, se han hecho
descubrimientos desusados y reevaluaciones de materiales descubiertos con anterioridad.
Los hallazgos incluyen signos asombrosos de conocimiento muy avanzado y de inventos
de gran sofisticación, pertenecientes a una era muy anterior a aquella en que según la
historia, habría visto el comienzo de las primeras culturas del Oriente Medio. Es
interesante recordar que tanto las leyendas de Egipto como de Sumeria se referían a
grandes culturas anteriores, de las cuales extraían su propia inspiración e impulso. En
algunas de ellas, como las del antiguo Egipto, Solivia, Perú, América Central, México y la
India, para sólo mencionar algunas, la civilización permaneció estática o incluso retro-
cedió, en lugar de mantener el ímpetu original.
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La sugerencia de que las culturas más antiguas de la Tierra conocieron las "máquinas
más pesadas que el aire" sería normalmente acogida con sorna. Sin embargo, en años
recientes se han estado descubriendo o reexaminando un número creciente de artefactos y
referencias escritas que indican el conocimiento, e incluso cierta familiaridad con aviones
y viajes aéreos, en una época muy anterior a lo que consideramos el amanecer de la
historia. Tampoco deben compararse estos informes o modelos con las pintorescas referen-
cias a la mitología antigua, y a incidentes como los de Icaro y sus alas de plumas sujetas
con cera, o el carro del sol, de Apolo, tirado por cuatro estrellas. Por el contrario, hay
referencias concretas que demuestran un conocimiento de la aerodinámica y de los
elementos relacionados con el despegue, la propulsión, el frenado y el aterrizaje.
Por ejemplo, en la antigua colección de oro de Colombia existe un modelo dorado de lo
que durante mucho tiempo se consideró un ave, mariposa o pez volador, y que fue
encontrado en una tumba junto a otros objetos enterrados cuya antigüedad se estimó en
1.800 años. Posteriormente, este artefacto fue examinado con lentes de aumento por Ivan
Sanderson, quien sospechaba que no era una réplica de un organismo vivo, sino de un
objeto mecánico de gran parecido a un avión con alas en forma de delta, compartimiento
de motor, cabina y parabrisas, todo ello situado como en un avión moderno. Estaba dotado
incluso de cola y alerones, o elevadores. Este objeto fue mostrado a varios pilotos e
ingenieros, como J. A. Ulrich, profesor de aerodinámica y que luchó como piloto en dos
guerras. Cuando le preguntaron qué era, sin advertirle de dónde provenía, ni de que antes
había sido considerado el modelo de caza F-102, y que el hecho de que las alas fueran
curvas en los extremos al igual que la forma misma del avión daba a entender que era un
aparato a chorro. Señaló que algunas de sus características, como la falta de elevadores
traseros (que el F-102 tampoco tiene) eran similares a las de un nuevo aparato Sabré,
recientemente desarrollado en Suecia. Su opinión resulta especialmente interesante, cuando
se toma en cuenta la mención por parte de Cayce de vehículos que podían volar por los
aires y bajo el mar y los informes provenientes del Triángulo de las Bermudas en que se
habla de OVNI que suelen entrar y salir del agua a grandes velocidades. Como dijo Ulrich:
Su forma es válida sólo para ciertos tipos de vuelo. Esa clase de ala es adecuada para la
atmósfera hasta una altura de 15.000 a 18.000 metros... La curvatura es para prevenir
vibraciones al superar la barrera del sonido... La estructura del ala indica posibilidades
supersónicas... Cuando se vuela a una supervelocidad se forma un colchón... También
podría volar debajo del agua, sin que le fuesen arrancadas las alas. Si se quisiera mover un
vehículo a gran velocidad en un medio como ése, debería ser (construido) de esta manera.
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encontró dentro de una pirámide. No se sabe lo que representa la figura en detalle. Una
persona que es una verdadera autoridad en cultura maya dice que el fondo es un monstruo
terrestre sobre el cual se inclina una figura, mientras el conjunto pareciera estar dominado
por un árbol. El escritor científico Alexander Kazantsev ha sugerido una explicación más
revolucionaria. Cree que la figura reclinada está encerrada en un vehículo espacial muy
estilizado, que podría compararse en construcción y diseño a los cohetes de la actualidad.
Incluso la posición del hombre (o piloto) sugiere una postura similar a la de nuestros
astronautas dentro del cohete. Se pueden reconocer todos los detalles, desde la antena, el
sistema de dirección de vuelo, el turbocompresor, el tablero de control, los tanques de
combustible y la cámara de combustión, hasta la turbina y el tubo de escape, aunque puede
que algunos aparezcan modificados, para conseguir ciertos efectos estéticos. Se tiene la
sensación de que estas réplicas de aviones y cohetes son recordatorios o memorias de una
era de una civilización superior, cuando tales naves eran dibujadas con exactitud más que
teniendo en cuenta aspectos estéticos.
En agosto de 1973, mientras los astronautas del Skylab 2 se hallaban en su órbita
espacial, recibieron una misión muy curiosa. Debían fotografiar, en lo posible, las Líneas
Nazca, que son una serie de misteriosas líneas artificiales en el valle de Nazca, en Perú,
para comprobar, si eran visibles desde el espacio. Estas enormes señales terrestres están
constituidas por una serie de líneas rectas y figuras geométricas, grandes dibujos de
animales visibles solamente desde el aire y lo que claramente parece un conjunto de pistas
de aterrizaje para aviones. Todas fueron trazadas en la tierra o labradas en el suelo rocoso
del valle, en una época desconocida. No existían leyendas locales acerca de ellas y, puesto
que en el nivel del suelo no se las podía notar, fueron descubiertas solamente desde el aire,
durante una prospección de agua en los Andes. Las líneas y los gigantescos dibujos ocupan
una gran parte del Valle de Nazca, que tiene 96 kilómetros de largo y 16 de ancho. Por
momentos desaparecen frente a algunas montañas pequeñas, pero luego emergen al otro
lado, absolutamente rectas. En algunos casos, como ocurre con los presuntos campos de
aterrizaje, los dibujos son extremadamente anchos, y otras, conforman grandes y muy
sofisticadas figuras de animales, peces y pájaros, e incluso una enorme serpiente. Aunque
existen muchas teorías acerca de su origen, la única cierta es que fueron trazadas por seres
que poseían instrumentos altamente desarrollados para calcular y que fueron hechas para
ser vistas desde el cielo, puesto que es la única manera como puede seguirse su diseño. En
la bahía de Pisco, en la costa peruana, existe una alta pared rocosa en la que está tallado un
enorme tridente, o candelabro, según la interpretación que le dé quien lo ve, ya que, a
diferencia de lo que ocurre con las líneas de Nazca, fue advertido con toda facilidad (mide
250 metros de largo) por los invasores españoles. Estos lo interpretaron como un signo de
la Trinidad para estimularlos en su obra de conquista y conversión de los bárbaros.
Cualquiera que fuese su propósito, lo cierto es que resulta más fácil de ver desde el aire
que desde el mar, y la barra central del tridente apunta directamente hacia el valle de
Nazca, como si fuera una especie de señalizador para los supuestos "campos de aterrizaje".
Puede que estos fueran, a su vez, bases para esos aviones cuyos modelos dorados resultan
asombrosos.
En diversos lugares de América, existen otras líneas geométricas y algunas figuras
enormes que pueden verse también desde el aire, como por ejemplo las grandes formas
humanoides del desierto de Tarapacá, en Chile, el laberinto Navajo, en California, las
montañas Elefante y Serpiente, en Wisconsin, y otras en diversos lugares del mundo, que a
menudo no tienen una historia arqueológica anterior.
El Egipto faraónico, ese gran depósito de elementos arqueológicos, ha revelado
recientemente algunos signos sorprendentes relativos a los principios de vuelo de cuerpos
más pesados que el aire, que se habrían conocido en la antigüedad. A diferencia de los
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aviones dorados de Colombia, éstos están hechos de madera y se encuentran en las tumbas,
donde se conservaron al abrigo de la desintegración durante miles de años, gracias al clima
seco de la región. En algunas colecciones de museos se han encontrado los que parecerían
ser modelos de planeadores y que antes, cuando se les descubrió en tumbas remotas, se
creyó que eran modelos de pájaros. En el Museo de Antigüedades de Egipto puede verse
un objeto de madera que fue identificado y estudiado por el doctor Khalil Messiha en 1969
y que, lejos de ser un pájaro, posee las mismas características de los modelos de aviones
monoplanos actuales. El timón, o cola, está levantado, y la estructura tiene una sección que
hace las veces de ala. Al comentar acerca de los ángulos diedros que se advierten a cada
lado, el hermano del doctor Messiha, G. Messiha, que es ingeniero de vuelo, observó:
El ángulo diedro negativo cumple las mismas funciones que el positivo: una sección
muestra que la superficie del ala es parte de una elipse que proporciona estabilidad durante
el vuelo; y las formas aerodinámicas de la estructura disminuyen la resistencia al aire, lo
cual es un hecho que fue descubierto en aeronáutica tras años de trabajos experimentales.
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que parece un aviso de Air India. En este mismo texto encontramos un diálogo que resulta
particularmente asombroso cuando advertimos que se adelantó en varios miles de años a
los viajes espaciales y a las narraciones acerca del aspecto que tenían las cosas en el
espacio:
Ya sea que estos relatos constituyan recuerdos de una civilización técnicamente muy
adelantada, o que se trate de simples fantasías, comparables a algunas de las imaginadas
por los actuales escritores de ciencia ficción, algunos de estos relatos del pasado remoto
suenan extrañamente contemporáneos, excepto en lo relativo al material usado como
fuente de poder para el avión (lo cual, naturalmente, podría haber sido mal traducido del
original):
... Dentro de él uno debe colocar el motor de mercurio con su sistema de calefacción
debajo. Gracias a las energías latentes en el mercurio, que hacen funcionar la turbina, el
hombre que fuera sentado en su interior podría viajar a gran distancia por el cielo... debe
haber cuatro depósitos de mercurio en su interior. Cuando son calentados por medio de un
fuego controlado... el vimana desarrolla un poder de trueno por medio del mercurio... Si
este motor de hierro, con uniones adecuadamente soldadas, es llenado de mercurio y el
fuego se dirige hacia la parte superior, desa rrolla una gran potencia, con el rugido de un
león... e inmediatamente se convierte en una perla en el cielo...
Pero los modelos y descripciones de aeronaves y los relatos acerca de cohetes y vuelos
espaciales son sólo una indicación, no una prueba, de un alto desarrollo científico. No
obstante, hay algunas técnicas y artefactos que fueron reconocidos como lo que eran
muchos años después de su descubrimiento y que proporcionan una prueba más tangible
acerca de las capacidades tecnológicas del pasado remoto, que antes no se sospechaban.
La "computadora estelar" de Antikythera es un buen ejemplo de esto. Se trata de un
pequeño objeto de bronce que consiste en láminas y ruedas o radios soldados por el mar,
que fue recogido hace setenta años junto a otros objetos, estatuas en su mayoría, de un
antiguo naufragio depositado en el fondo del Mar Egeo. A comienzos de la década del 60,
cuando fue sometido a un estudio detallado y a la acción de ácidos por diversos
arqueólogos, como Derek de Solía Price y George Stamires, resultó que se trataba de un
aparato para la localización de las estrellas y un computador de órbitas planetarias. Era un
mecanismo para verificar posiciones por la noche que demostraba un conocimiento
astronómico y de navegación insospechado en épocas remotas. Como decía el doctor Price:
"En ningún otro sitio se conserva un instrumento como éste... Encontrar una cosa así es
como encontrar un avión a chorro en la tumba del rey Tut...", lo cual es una posibilidad que
tal vez no está del todo fuera de los límites de lo verosímil, dados los recientes
descubrimientos.
En algunos museos podrían hallarse otras pruebas concretas de adelanto técnico,
clasificadas como objetos religiosos, juguetes o sencillamente "sin clasificar". Poco antes
de la Segunda Guerra Mundial, cuando excavaba en un lugar cercano a Bagdad y de una
antigüedad calculada en 2.000 años, el arqueólogo alemán Wilhelm Kónig extrajo ciertos
artefactos muy curiosos, que consistían en cilindros cubiertos de asfalto. Se hallaban dentro
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de unos jarrones y estaban provistos de un tapón de hierro. En otras palabras, eran pilas
secas desprovistas del electrodo, que posiblemente se habían evaporado. Cuando se les
agregó un nuevo electrodo —sulfato de cobre— algunas de estas baterías funcionaron
perfectamente. Después de su primer hallazgo, Konig identificó algunas partes de otras
baterías que ya se hallaban en exhibición en los museos y que estaban catalogadas como
objetos "de uso desconocido". Desde que las encontró y las identificó, se han hallado
muchos otros ejemplares en Iraq y en otros lugares del Oriente Medio.
Estas pilas eran usadas aparentemente para niquelar metales, pero habría que
preguntarse si este antiquísimo conocimiento de la electricidad, heredado tal vez de una
cultura primitiva y luego olvidado, hasta su redescubrimiento en el siglo XIX, no era
aprovechado para otros fines, aparte del niquelado. En el mundo de Grecia y Roma se
utilizaban antorchas y lámparas de aceite para la iluminación, y en todos los lugares donde
existen pasajes entre edificios de la época pueden hallarse trazas de humo en los techos.
Sin embargo, en el caso de la más remota civilización egipcia, los techos de túneles
subterráneos, bellísimamente labrados y pintados, no muestran señales de antorchas ni de
lámparas de aceite. Tampoco las hay en las paredes ni en los cielos rasos de ciertas cuevas
de Europa Occidental donde los pintores de cavernas de La Madeleine y Aurignac
realizaron sus obras maestras, con admirable sofisticación, hace 12.000 y hasta 30.000
años.
En el Templo de Hathor, en Dendera, Egipto, existe una antigua pared tallada que
durante mucho tiempo ha sido considerada un enigma arqueológico. En ella se representa
una escena en que dos sirvientes parecen transportar gigantescos bombillos luminosos con
filamentos interiores en forma de serpientes muy finas y conectados a una caja o
interruptor con cables trenzados y que se asemejan poderosamente a potentes lámparas
eléctricas apoyadas en aisladores de alta tensión. El doctor John Harris, de Oxford, ha
señalado lo siguiente:
Los cables son virtualmente una copia exacta de las actuales ilustraciones de obras de
ingeniería. Parecen muy pesados y estriados, lo que indica un haz de muchos conductores más
bien que un simple cable de alto voltaje.
Existen otras ilustraciones en papiro y en piezas talladas que han sido conservadas
durante miles de años, gracias al clima seco de Egipto y que, al ser examinadas con un
criterio moderno y no comprometido, parecen ilustrar claramente el uso desde antiguo de
ciertos artefactos contemporáneos. Debe recordarse que en los documentos egipcios se
hace referencia al reino de los dioses anteriores a la I dinastía, que fue una época de
superior civilización y poderes milagrosos, compartidos, según los recuerdos y documentos
existentes, por las más antiguas culturas de la Tierra.
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Otro mapa, el Planisferio del Rey Jaime, que data de 1502 y que es copia también de
mapas muy anteriores, muestra que el desierto del Sahara era en tiempos remotos una tierra
fértil, con grandes lagos, ríos y ciudades. El Mapa Mundial Buache de 1737 muestra la
Antártida, según la copia hecha de otro griego antiguo, como si estuviera compuesta de dos
islas muy grandes y separadas por un mar interior. (Anotemos que la existencia misma de
la Antártida sólo era supuesta en el mundo moderno, hasta que se la descubrió oficial-
mente, en 1820.) Si pudiera eliminarse el hielo, el continente Antártico tendría justamente
ese aspecto, cosa que no se supo hasta que lo descubrieron las expediciones realizadas
durante el Año Geofísico de 1958. Otros mapas muestran algunos de los glaciares de la
última era de los hielos y que aún existen en ciertas regiones de Europa, Gran Bretaña e
Irlanda y en otro, todavía, se muestra el Estrecho de Bering, no como estrecho, sino como
el istmo que fue en una época.
Los rasgos salientes de estos mapas recopiados de la Antigüedad son sus exactas
coordenadas; su conocimiento de la longitud (no desarrollada en el mundo moderno hasta
el fin del siglo XVIII, lo cual quiere decir que sus autores estaban familiarizados con la tri-
gonometría esférica y usaban instrumentos geodésicos de gran precisión) y su diseño,
realizado posiblemente durante un período que se sitúa hace 8.000 o 10.000 años. Es decir,
muchos años antes del comienzo de nuestra historia escrita.
En los documentos de razas muy antiguas se encuentran datos astronómicos de gran
corrección, pese a que, hasta donde nosotros sabemos, no disponían de telescopios gigantes
ni de ningún tipo para obtenerlos. Por ejemplo, el conocimiento de las dos lunas de Marte
(y su distancia desde el planeta), los siete satélites de Saturno, las cuatro lunas de Júpiter y
las fases de Venus (llamadas "Cuernos" en los escritos de Babilonia). Incluso se habían
descubierto aspectos de algunas estrellas distantes: la constelación de Escorpión se llama
así porque tenía una "cola" o cometa dentro. Sin embargo, éste sólo puede ser observado
con un poderoso telescopio. En el otro lado del océano, los mayas de América Central, que
tal vez compartían los conocimientos de una cultura anterior, llamaron también
"Escorpión" a esta constelación. (Los mayas fueron los únicos, entre todos los pueblos de
la Antigüedad, que calcularon el año solar con la cifra más aproximada que pueda hallarse
en cualquier calendario, incluido el nuestro: 365,2420 días. La cifra exacta es 365,2422
días.)
Debido a que el conocimiento científico fue decayendo, tras alcanzar su antiguo
apogeo, mucha de esta información astronómica adoptó el carácter de leyenda. Por
ejemplo, la del dios (planeta) Uranio, que devoró (eclipsó) a sus propios hijos (lunas) y
luego los vomitó (fin del eclipse). Aunque tales fenómenos no podían ser vistos, debido a
la desaparición de instrumentos óptimos, la información astronómica fue conservada a
través de mitos semi-religiosos.
Tal vez la más desusada de todas las indicaciones de una ciencia desarrollada en la
Antigüedad y que todavía existe y está a nuestra disposición, es la Gran Pirámide de
Egipto. Durante miles de años se creyó que era una tumba, aunque la tradición conservada
por los coptos, minoría que descendía directamente de los antiguos egipcios, indicaba que
se trataba de una recopilación de los conocimientos de la "Reina de los Dioses" y que era
un libro de piedra recopilado por Surid, uno de los reyes anteriores al diluvio, que en el
futuro sería descifrado por aquellos suficientemente adelantados como para leerlo.
Este aspecto de la Gran Pirámide como posible fuente de información secreta fue ya
advertido por los ingenieros franceses, durante la invasión napoleónica de Egipto. Cuando
trataron de utilizarla como punto de triangulación, descubrieron que sus costados estaban
orientados exactamente en la dirección de los puntos cardinales. El meridiano longitudinal
pasaba por el vértice, y las líneas diagonales que partían del vértice en dirección al Norte,
bisectaban con toda exactitud el delta del Nilo. Se traza una raya hacia el Norte, pasando
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El Triángulo de las Bermudas Charles Berlitz
por el punto de encuentro de las diagonales de la base, sólo se yerra el Polo por 4 millas
(6,43 km), y eso considerando que el Polo Norte podría haber cambiado de posición en los
siglos transcurridos desde la construcción de la Gran Pirámide.
El actual sistema métrico decimal de medidas se basa en el metro, que equivale a un
diez millonésimo del cuadrante de meridiano y que es una unidad desarrollada por los
franceses poco antes de su invasión a Egipto. El codo piramidal de cincuenta pulgadas
utilizado por los antiguos egipcios y que precedió al metro en miles de años, es casi igual a
éste en cuanto a su largo, pero en realidad es más exacto, debido a que se basa en el largo
del eje polar y no en el de un meridiano, que puede variar según los contornos de la Tierra.
Algunas medidas de la Gran Pirámide que fueron tomadas de acuerdo con el codo egipcio
indican un asombroso conocimiento de la Tierra y del lugar que ésta ocupa en el sistema
solar; conocimiento que estaba olvidado y que no fue redescubierto hasta la era moderna.
La información puede expresarse en términos matemáticos: el perímetro de la pirámide es
equivalente al número de días del año: 365,24; doblando el perímetro se obtiene el
equivalente a un minuto de grado en el Ecuador. La distancia desde la base hasta el vértice,
medida por el costado, es 1/600 de grado de latitud; la altura multiplicada por 10 9 da la
distancia aproximada de la Tierra al Sol; el perímetro dividido por el doble de la altura da
el valor de , 3,1416, que es considerablemente más exacto que la cifra de 3,1428 a la que
llegaron los antiguos matemáticos griegos. La altura de la pirámide multiplicada por 10 15
da el peso aproximado de la Tierra. El eje polar terrestre cambia día a día en el espacio
(trayendo una nueva constelación del zodíaco detrás del sol cada 2.200 años) y alcanza su
posición original una vez cada 25.827 años, cifra que aparece en los cálculos de la
pirámide (25.826,6) cuando se suman las diagonales de la base puestas en cruz. Las
medidas de la cámara real que existe dentro de la Gran Pirámide arrojan las dimensiones
exactas de los dos triángulos básicos de Pitágoras: 2.5.3 y 3.4.5, aunque fue construida
varios miles de años antes de Pitágoras. Y éstas son sólo algunas de las medidas
coincidentes de la pirámide.
Habría que preguntarse por qué se levantó una estructura tan enorme y complicada con
el sólo fin de entregar información. Tal vez se trató de traspasar esos conocimientos
después de una serie de catástrofes globales, cuando los supervivientes aún disponían de
recursos técnicos y podían hacerlo de manera que no fuese destruida, ni siquiera en el caso
de que se perdieran todos los documentos y lenguajes entonces existentes. En relación con
esto, cabe recordar la sugerencia de que, en el momento en que los exploradores del
espacio lleguen a la Tierra, o cuando las sondas terrestres alcancen otros planetas
civilizados, las matemáticas y las ecuaciones matemáticas pueden ser una manera eficaz de
establecer una comunicación primaria, puesto que las bases científicas y tecnológicas de un
viaje semejante estarían basadas necesariamente en las matemáticas. El mensaje de la
pirámide, que proviene de nuestro propio pasado, y no del futuro, podría revelar más
adelante un número de elementos de información mucho mayor, en la medida en que
adquiramos los conocimientos necesarios para reconocerlos.
Algunos investigadores de la Gran Pirámide y de la tradición cóptica han sugerido que
la Gran Pirámide sería un registro de un sistema de conocimientos que más tarde se
perdieron o dispersaron, con excepción de aquella parte que se ha conservado en las
leyendas. Semejantes vestigios de una civilización o civilizaciones anteriores, que nos
parece posible reconocer, serían un indicio de que, aunque algunos de sus adelantos eran
similares a los nuestros, pudo haber otros logrados en campos distintos y que todavía nos
resultan desconocidos. En todo el mundo se encuentran enormes estructuras de piedra que
son clasificadas como "no atribuidas". Con ello se quiere decir que nadie sabe realmente
quién las construyó. Generalmente, su construcción es similar, lo mismo que su orientación
respecto de los planetas, el Sol, la Luna y sus órbitas, las constelaciones y otras estrellas
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El Triángulo de las Bermudas Charles Berlitz
fijas, así como también otras fuerzas, que son posiblemente los campos magnéticos y las
corrientes de la tierra. Entre estas enigmáticas estructuras prehistóricas hay que incluir las
pirámides de Teotihuacán en México y las más viejas ciudades de Yucatán; las ruinas
preincaicas de los Andes peruanos y las líneas del valle de Nazca; las ruinas enormes de
Tiahuanaco, situadas a una altura de 4.000 metros; las gigantescas estructuras de piedra de
las Islas Británicas, especialmente Stonehenge y Avebury, y las grandes piedras verticales
de Bretaña, algunas de las cuales continúan bajo el mar; las ruinas prehistóricas de las islas
del Mediterráneo, del Oriente Medio y de Asia Sudoriental, los restos ciclópeos de las
Carolinas, las Marquesas y otras islas del Pacífico, las estructuras manolíticas existentes
bajo el Caribe, el complejo pétreo de Niebla, en España y las obras del norte de África —
incluido Egipto— cuyo origen se desconoce; la orientación de los grandes montículos de
piedra de los Estados Unidos y las pirámides arcaicas de la China.
Hasta la primera década del presente siglo, todas las viviendas de China eran orientadas
por un nigromante, antes de su construcción, con el fin de aprovechar las afortunadas vías
o corrientes invisibles que se desplazan a lo largo y ancho de la Tierra. (Debe recordarse
que los primeros compases vinieron de la China.) El doctor Ernst Borschmann, un agudo
comentarista del paisaje arquitectónico de la China, pensaba que la disposición de templos,
pagodas y pabellones, orientados hacia un centro desde el cual irradian, se asemeja a un
campo magnético. El procedimiento, que consiste en seguir las líneas de fuerza de la Tierra
(en chino se llaman feng shui: "viento-agua"), posiblemente un resabio de alguna ciencia
muy avanzada de la Antigüedad, ha sido ahora descartado como algo propio de hábitos
supersticiosos y feudales. Sin embargo, otra forma de "superstición", la acupuntura, que
podría también ser una reliquia científica valiosa y disfrazada a través de los siglos como
algo mágico, ha sido elevada a una posición de respetabilidad por el actual régimen chino.
Si en la Antigüedad se hubiese comprendido y desarrollado la fuerza del magnetismo y
del magnetismo invertido, hasta un punto en que la gravedad, que es en sí una forma de
magnetismo, pudiera haber sido canalizada como otras fuerzas naturales, dispondríamos de
una explicación acerca de algunas de esas construcciones prehistóricas que se nos antojan
técnicamente imposibles y muchas de las cuales parecen haber sido literalmente lanzadas
sobre las cumbres de las montañas y colgadas de los bordes de los precipicios, cual piedras
monolíticas que hubiesen volado hasta allí.
Resulta inquietante pensar que algunos restos de antiguas técnicas electromagnéticas
podrían estar aún protegiendo las pirámides egipcias, mientras los científicos de la
actualidad tratan de desentrañar sus Secretos, que en este caso serían cámaras selladas
ocultas en su interior. Desde hace algún tiempo se ha estado llevando a cabo un proyecto
que consiste en penetrar la estructura interna de la pirámide de Chefrén, en Giza, por
medio de rayos cósmicos. Los trabajos son dirigidos por el doctor Amr Gohed, de la
Universidad de Ein Shams, de El Cairo, quien utiliza, entre otros equipos, una nueva
computadora IBM 1130. Aunque las pruebas se realizan con toda pericia, los registros dia-
rios han ido arrojando, para las mismas secciones, modelos completamente diferentes:
Según el doctor Gohed, "...es algo que desafía todas las leyes conocidas de la ciencia y la
electrónica..." y que resulta "científicamente imposible". Un artículo del Times de Londres
señaló: "...Se ha llegado a la conclusión de que las esperanzas de realizar un gran
descubrimiento se han convertido en una masa de símbolos ininteligibles...", y el doctor
Gohed, al resumir la forma en que el proyecto ha fracasado hasta ahora, dijo: "En la
pirámide opera alguna influencia que desafía todas las leyes de la ciencia...".
Pero, más que un desafío a la ciencia, lo que podría ocurrir es simplemente que hubiese
otras leyes que no comprendemos todavía, como por ejemplo tensiones y fuerzas de
atracción que representan los poderes ocultos de la Tierra, el Sol, la Luna, los planetas y
las estrellas.
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En su libro, The View over Atlantis (Visión sobre la Atlántida), John Mitchell se refiere
a la unidad que muestra la cultura prehistórica y observa: "...La Tierra está sembrada de
obras prehistóricas de ingeniería relacionadas con el uso del magnetismo polar". Luego
sugiere que vivimos "... dentro de las ruinas de una antigua estructura cuyas vastas
dimensiones la han hecho ya invisible...". De allí la relación que hay entre los grandes
restos pétreos de la prehistoria que aún se yerguen en las llanuras, montañas, desiertos, en
las selvas y bajo los mares del mundo. Según su opinión, "... los filósofos de aquella época
(consideraban que) la Tierra era una criatura viva y su cuerpo, como el de cualquier otra
criatura, tenía un sistema nervioso en su interior, relacionado con su campo magnético. Los
centros nerviosos de la Tierra, que en el cuerpo humano coinciden con los puntos de
acupuntura de la medicina china, eran conservados y reverenciados en edificios sagrados,
dispuestos como un microcosmo del orden cósmico...".
Existen indicios de que en el pasado remoto pudo existir una o más civilizaciones
mundiales que desaparecieron, como resultado de las catástrofes naturales o provocadas
que se produjeron mucho antes de lo que se recuerda como los inicios de nuestra historia
cultural, en el cuarto milenio A.C. Estos indicios han sobrevivido en buena medida como
fragmentos de un conocimiento avanzado y que fue renarrado o recopiado a lo largo de los
siglos. Resulta difícil o imposible precisar la fecha en que fueron erigidos algunos edificios
o monumentos, pese a su majestuosidad y a que podría provenir de aquel período. Además,
la extensión del lapso que hemos observado previamente para la aparición y desarrollo del
hombre civilizado, apenas permite disponer del tiempo necesario para construir esta
cultura, que en gran medida es materia de hipótesis. No obstante, los recientes
descubrimientos del doctor Louis Leakey y Mary Leakey en la garganta de Olduvai,
Tanzania, y los de Ruchard Leakey en Kenya, indican que el hombre primitivo pudo existir
hace dos millones de años, y los descubrimientos en las cuevas de Vallonet, en Francia,
han establecido que la fecha de algunas herramientas primitivas es de un millón de años. El
estudio de los cráneos del hombre de Cro-Magnon (que, según se ha considerado
generalmente existió hace 30.000 o 35.000 años antes de nuestra era), indican que la
capacidad de su cráneo y el tamaño del cerebro que se desprende de ella era por lo menos
igual y algunas veces superior al nuestro.
Aunque las maravillosas pinturas de animales en cuevas de Francia y España —
situadas a menudo en cavernas que han quedado bajo el nivel del suelo— han sido
consideradas parte de la herencia artística del mundo, hay otras obras de arte menos
conocidas, que podrían conducir a una reevaluación fundamental de la edad del hombre
civilizado. En Lussac-les-Cháteaux, Francia, hay imágenes talladas en trozos lisos de roca,
cuya edad puede calcularse por las capas de tierra que las cubren y que muestran unos
dibujos pertenecientes a la época que habitualmente se asocia con el hombre de las
cavernas, de una calidad tan sorprendente, que parecen increíbles. En una época anterior en
miles de años al amanecer, de nuestra actual y familiar civilización, se muestran personas
de apariencia inesperadamente moderna, vestidas de túnicas, botas, cinturones, chaquetas y
sombreros. También aparecen hombres con barbas recortadas y bigotes.
En Sudáfrica se encuentran otras pinturas murales muy sofisticadas, dentro de cuevas
del mismo período, aproximadamente, y que representan viajeros blancos, vestidos con
ropas de complejo diseño pero imposibles de identificar, empeñados en lo que pudo ser un
safari prehistórico o un viaje de exploración.
Las nociones de evolución prehistórica señalan que un tipo de hombre sigue al otro,
dentro de la escala ascendente de la evolución y que los mejor dotados y más desarrollados
reemplazan a los más primitivos. Aunque esto es en general cierto, y el tipo Cro-Magnon
sustituyó al embrutecido hombre de Neanderthal, durante la prolongada historia de la
Tierra fue posible que aquellos dos tipos coexistieran, protagonizando una situación que
subsiste incluso hoy, con una población que incluye a los científicos atómicos y a los abo-
rígenes de Australia.
Si hubiese existido una civilización anterior a la que conocemos, parecería razonable
esperar que existiese alguna señal que lo demostrase y que nos proporcionara una prueba
concluyente (si es que algo puede ser concluyente en la investigación arqueológica) de que
tal cultura técnicamente desarrollada existió, no sólo hace algunos años, sino miles de años
atrás. Sin embargo, tal como sucedería si nuestra civilización fuese destruida, la mayor
parte de los edificios, máquinas y artefactos se pudrirían o enmohecerían y quedarían
diseminados o irreconocibles, antes de que pasaran algunos miles de años. Podrían
sobrevivir algunos indicios, si quedasen enterrados en la Tierra en movimiento, debajo del
subsuelo y los hielos del Norte o de la Antártida, o escondidos ten el fondo del mar.
El desarrollo del carbono-14, el argón potásico, el uranio teórico, la
termoluminiscencia, la dendrocronología y otros sistemas de identificación de edad, han
sacudido algunas de nuestras más antiguas teorías acerca de las primeras fechas de la
civilización. En Ngwenya, Lesotho, existe una mina de hierro que era trabajada por
mineros desconocidos hace 43.000 años. En Irán se han encontrado herramientas de piedra
a las que se ha atribuido una antigüedad de 100.000 años. En el norte de Michigan se han
descubierto labores mineras de cobre de gran magnitud que aparentemente son anteriores a
los indios en miles de años. En Wattis, Utah, un nuevo túnel perforado en una mina de
carbón permitió descubrir una serie insospechada de túneles de antigüedad desconocida. El
carbón hallado en esos túneles había estado tan expuesto a los elementos, que resultó
inservible para quemar. No había leyendas indias relativas a dichas minas, y los indios no
utilizaban técnicas de túnel para extraer el mineral.
A medida que el hombre ha explorado más el interior de la Tierra, se han ido
descubriendo algunos artefactos conservados dentro del carbón, piedras u otras capas
sólidas, lo cual sugiere una edad tan antigua, que solamente se la ha podido calcular de
manera estimativa. En Fisher Canyon, Nevada, se halló la huella de un yacimiento de
carbón cuya antigüedad se calculó en 15 millones de años. Se estima que otra huella de
tacón o sandalia encontrado en una roca arenisca, bajo el desierto de Gobi, tendría también
varios millones de años de edad. Y en Delta, Utah, quedó al descubierto la marca fosilizada
de una sandalia que contenía trilobites, lo cual significaba que se habían depositado allí
después de haber quedado grabada la huella, o bien que estaban pegados a la sandalia. Los
trilobites eran animales marinos paleozoicos que se extinguieron hace unos 200 millones
de años. En 1959, en Italia, se extrajo un esqueleto humano fosilizado rodeado de estratos
cuya edad se calculó en millones de años.
Al examinar un trozo de cuarzo hallado en California, se encontró en su interior un
trozo de hierro completamente envuelto, como los insectos prehistóricos conservados en
ámbar en el Mar del Norte. Y en Nevada, un trozo de feldespato que se extrajo de la mina
Abbey, en Treasure City, en 1865, contenía un tornillo metálico de dos pulgadas, que se
había oxidado, pero que dejó la huella de su diseño y el molde de sus roscas dentro del
feldespato. La edad de la piedra misma fue calculada en millones de años. El siglo pasado
se descubrió en la aldea de Schündorf, cerca de Vócklabruck, Austria, un pequeño objeto
metálico con forma de cubo, de menos de un centímetro de largo y ancho, que se hallaba
en el interior de un bloque de carbón. En torno del cubo hay una línea que forma una
especie de canal y que tiene bordes redondos, como si hubiese sido hecha a máquina.
Naturalmente, no hay explicación acerca de qué era o cómo llegó hasta el interior del
bloque de carbón, hace millones de años.
En la época de la conquista del Perú, un grupo de indios dirigidos por españoles
descubrió un clavo dentro de una roca. El hecho produjo conmoción, no sólo por la
aparente antigüedad del clavo, sino porque el acero era desconocido en América antes de la
llegada de los españoles.
En Blue Lick Springs, Kentucky, se extrajo un mastodonte de una profundidad de
cuatro metros. Pero, al seguir excavando, se halló un pavimento de piedras un metro más
abajo del lugar donde había estado el animal. Este es sólo un ejemplo de los varios
hallazgos de antiguas obras de piedra hechos dentro de Estados Unidos. Resultó tan
antiguo, que no se ha aceptado la determinación de su edad por medio de los objetos que le
rodeaban o se hallaban sobre él (como en el caso del mastodonte).
Estos y muchos otros casos son tan difíciles de explicar en términos históricos, que
muchos se inclinan a no atribuirles seriedad; otros los atribuyen a visitantes de otros
mundos, que dejaron sus huellas en nuestro planeta en épocas tan remotas que lo que es
ahora roca maciza era entonces un material maleable y viscoso. Sin embargo, existe la
posibilidad de que esas huellas y simples objetos fuesen hechos por hombres de razas
extremadamente antiguas que poblaban la Tierra, y que los descubrimientos en las minas
signifiquen que esa civilización era tan remota, que sólo ha podido encontrarse lo que
estaba escondido dentro de la tierra o conservado en el interior de otros materiales, pero sin
que hasta ahora se lo haya podido identificar. Uno se pregunta cuántos pequeños secretos
han sido destruidos a lo largo de los siglos, ya que sólo quedan muy pocos enigmas que
demuestren alguna evidencia acerca de una civilización remota, aparte de las leyendas.
Las leyendas y representaciones pictóricas de animales extinguidos pero reconocibles
podrían ser otros tantos indicios acerca de la antigüedad de la cultura humana. En ciertos
jarrones encontrados en Tiahuanaco se puede ver un animal que se parece mucho al
toxodón. El toxodón es un animal prehistórico que se parece en algo al hipopótamo y que
se pensaba que se había extinguido mucho antes del desarrollo del hombre civilizado. En
todo caso, se creía que no podía adaptarse a una árida meseta de 4.000 metros como
Tiahuanaco, y además, esa zona no parecía un lugar probable para la existencia de una
gran cultura. Existen indicios, como la presencia de terrazas por encima de la actual línea
de nieves en las montañas circundantes y la fauna oceánica que existe en un profundo lago,
que hacen pensar que toda la zona podría haber estado miles de metros más abajo cuando
se construyó Tiahuanaco; tal vez en el nivel del mar y en la costa.
En la meseta de Marcahuasi, cerca de Kenko, Perú, hay enormes tallas en piedra, y en
ciertos casos se dan laderas completas que han sido modificadas por el tallado. Estas obras
preincaicas, pese a hallarse desgastadas por épocas incontables, pueden ser identificadas
como leones, caballos, camellos y elefantes, ninguno de los cuales se sabe que haya vivido
en Sudamérica durante la era del hombre civilizado. También pueden hallarse en el Perú
llamas dibujadas sobre cerámicas muy antiguas, que se encontraron en las ruinas de una
ciudad costera cerca de Pisco y que son representadas con cinco dedos, como eran hace
muchos miles de años, en lugar de los cascos hendidos que desarrollaron posteriormente.
En ciertos petroglifos esculpidos en formaciones rocosas de Norte y Sudamérica se han
descubierto animales que parecieran ser dinosaurios. Pero, puesto que los lagartos
comunes, los gilamonsters (grandes lagartos venenosos de Arizona, Nuevo México, etc.) y
las iguanas, por ejemplo, se parecen a sus remotos ancestros, los dinosaurios, resulta difícil
precisar si dichos petroglifos representan monstruos prehistóricos o lagartos ordinarios.
Ese podría ser también el caso de un pictógrafo indio o preindígena que muestra a un gran
lagarto grabado en una formación rocosa de Big Sandy River, Oregon. Sin embargo, la
pintura tiene un gran parecido a un estegosaurio, un tipo especial de dinosaurio.
En 1924, la expedición Doheny encontró petroglifos de una edad antiquísima en el
Cañón Havasupai, cerca del Gran Cañón del Colorado. Uno de ellos mostraba a un grupo
de hombres atacando a un mamut, lo cual resulta muy inesperado en América, donde el
hombre ha sido habitualmente considerado un ser de aparición muy reciente,
cilíndricos que hacían un ruido como el de un trueno. Pese a que todo fue atribuido a la
antigua India, no lograron asombrar a los lectores. Algunos sospecharon que constituían un
"entrometimiento" o deslices en la traducción, debido a un comprensible intento indio de
decir: "nosotros lo tuvimos antes".
Otras armas misteriosas mencionadas en el Mahabharata fueron mejor comprendidas,
aunque antes resultaban bastante ininteligibles, en pleno desarrollo de la Primera Guerra
Mundial. Ramchandra Dikshitar, comentarista militar de la India, señaló en su obra War in
Ancient India (Guerra en la India antigua) que el Mahabharata contenía alusiones a la gue-
rra: los modernos aviones serían los equivalentes de los vimanas, el arma mohanastra que
hacía que ejércitos enteros cayesen inconscientes equivalía al gas venenoso. También dijo
que se utilizaba una cortina de niebla o de humo para producir una densa bruma para el
camuflaje, y comparó el tashtra, un arma "capaz de matar a un gran número de enemigos
al mismo tiempo", con los explosivos modernos más avanzados. Aunque los estudiosos del
siglo pasado y algunos oficiales británicos de la Primera Guerra Mundial reconocieron
algunas de las armas "redescubiertas" del Mahabharata, otras de las descripciones
resultaban tan inconcebibles, que incluso hicieron confundir a los traductores. P. Chandra
Roy, autor de la principal versión inglesa, observó en la introducción: "Para el lector inglés
puro y simple habrá muchas cosas en este libro que le parecerán ridiculas...".
Sin embargo, lo que resultaba ridículo o misterioso en la década de 1880 e incluso en la
Primera Guerra Mundial, ya no es tan enigmático para casi ninguna persona que viva en
nuestro incierto mundo de hoy. Los siguientes párrafos, que se refieren a una guerra de la
Antigüedad, nos resultan asombrosamente familiares, aunque están separados de nuestra
era atómica por muchos miles de años. Encontramos la siguiente descripción de un arma
especial lanzada contra un ejército enemigo:
Un solo proyectil, cargado con toda la potencia del Universo. Una columna
incandescente de humo y llamas, tan brillante como diez mil soles, se alzó en todo su
esplendor... era un arma desconocida, un rayo de hierro, un gigantesco mensajero de la
muerte que redujo a cenizas las razas de Vrishnis y Andakas (los enemigos contra quienes
se utilizó) ...Los cadáveres estaban tan quemados que resultaban irreconocibles. Sus
cabellos y uñas desaparecieron; jarros y objetos de greda quedaron destrozados, sin motivo
aparente, y los pájaros se volvieron blancos. Al cabo de pocas horas, todos los comestibles
estaban infectados... para escapar a este fuego, los soldados se lanzaron a los arroyos y
trataron de lavar sus cuerpos y todo su equipo.
(Aquella poderosa arma) ...arrasó con multitudes (de guerreros), corceles y elefantes,
automóviles y armas, como si fueran hojas secas de los árboles... barridas por el viento...
lucían muy hermosas, como aves en vuelo... volando desde los árboles...
... Una columna tan fatal como la vara de la muerte. Medía tres codos y seis pies.
Dotada de la fuerza del trueno de Indra, el de los mil ojos, era... capaz de destruir a todas las
criaturas vivientes...
También se puede leer un relato acerca del choque en el aire de dos cohetes:
... Las dos armas se encontraron en pleno vuelo. Luego, la Tierra con todas sus
montañas y mares comenzó a temblar, y todas las criaturas vivas sintieron el calor de la
energía de las armas y se vieron grandemente afectadas. Los cielos resplandecieron y los
diez puntos del horizonte se llenaron de humo...
otros correspondientes a los labradores primitivos de los años 6.000 a 7.000 A.C. y, más
abajo, por los indicios de una cultura de pastores, para llegar finalmente a una era corres-
pondiente a la cultura de La Madeleine de las cavernas, que existió hace unos 16.000 años.
Más abajo aún, al fondo de todos los niveles apareció un piso de cristal fundido, que no se
parecía a nada, salvo al suelo dejado en el desierto de Nuevo México por las explosiones
que inauguraron nuestra actual era atómica.
CAPITULO 9
Los observadores: Protectores, invasores, o simples
curiosos:
SI LOS OVNI U OTROS SISTEMAS ESTÁN SECUESTRANDO aviones, barcos y
personas, especialmente en el Triángulo de las Bermudas, y en otras regiones del mundo,
un elemento fundamental de cualquier investigación sobre el asunto sería el examen de la
posible razón o razones. Algunos investigadores han sugerido que ciertos seres
inteligentes, y con un grado de desarrollo científico años de luz más avanzado que el de los
pueblos relativamente primitivos de la Tierra, se habrían dedicado durante siglos a
observar nuestros progresos, y finalmente habrán de intervenir, para evitar que
destruyamos nuestro planeta. Naturalmente, esto significa presumir en esos seres del
espacio exterior o interior una condición altruista que no suele ser la dominante entre
pioneros o exploradores.
Por otra parte, podría ocurrir que en las cercanías del Triángulo de las Bermudas, y en
algunas otras localidades nodales de las corrientes gravitacionales electromagnéticas,
existiera una puerta o ventana hacia otra dimensión en el tiempo o el espacio, a través de la
cual estos entes extraterrestres, dotados de un complejo utillaje científico, pudieran
penetrar a su antojo. Sin embargo, cuando dicho conducto es hallado por seres humanos, se
convierte en una calle de una sola vía, de la cual sería imposible regresar, dado su nivel de
desarrollo científico, o debido a que una fuerza extraña lo impediría. Muchas de las
desapariciones, especialmente las relativas a tripulaciones completas de barcos, hacen
suponer la existencia de expediciones de secuestro cuya misión sería obtener seres
humanos para confinarlos en zoológicos espaciales, para exhibirlos en diferentes eras del
desarrollo planetario, o para fines de experimentación.
El doctor Manson Valentine sugiere que podrían existir diversos grupos de visitantes
espaciales, a veces hostiles, y que algunos de dichos seres provenientes del espacio, las
profundidades oceánicas o incluso alguna otra dimensión, podrían estar relacionados con
nosotros; serían nuestros primos de muchos miles de años de antigüedad y lo bastante
civilizados como para tener un motivo altruista que los llevase a protegernos a nosotros y a
nuestro planeta, o pragmáticamente preocupados acerca de su propio medio ambiente.
Desde este último punto de vista, es evidente que la Tierra y sus pobladores están en
creciente peligro de ruina y destrucción. Esto habría podido producirse en diversas
ocasiones en los milenios anteriores, pero aunque la Tierra estaba en peligro, no fue
convertida en un lugar inhabitable a diferencia de lo que tal vez sucedió con diversos
planetas y lunas cercanos. Entre algunas razas que han desaparecido casi completamente se
conservan aún recuerdos de catástrofes casi fatales, y según las tradiciones de otras muy
antiguas, no ha habido una sino varias hecatombes globales. Las razas indígenas de
América Central han contado hasta ahora tres veces el fin del mundo, y aseguran que habrá
de producirse el cuarto en una fecha no muy lejana, en esta ocasión por el fuego. Los hopi,
que entre las tribus indias de los Estados Unidos son quienes conservan el registro más
completo y curiosamente detallado de sus andanzas y del cosmos mismo, también hablan
de las tres veces que acabó el mundo: una debido a una erupción volcánica y al fuego, otra
causada por terremotos y por el desplazamiento ocasional del eje de la Tierra, y una tercera
provocada por inundaciones y hundimientos de continentes que a su vez eran la
consecuencia de la guerra entre los habitantes del "Tercer Mundo" empeñados en destruir
sus ciudades por medio de ataques aéreos. Entre paréntesis, la referencia al desplazamiento
del eje de la Tierra es en sí una muestra del extraordinario conocimiento que había
alcanzado una pequeña tribu india, no sólo acerca de la verdadera forma de la Tierra, sino
respecto de su rotación. La teoría según la cual la Tierra perdería temporalmente su
Después de explicar a Solón cómo habían conservado los egipcios sus memorias
respecto de algunos de estos acontecimientos, gracias a sus archivos, observó:
... y luego, en el período habitual, la corriente del cielo baja cual una pestilencia... y así,
tiene uno que empezar todo de nuevo, desde niño... (agregando, como una alusión tajante
respecto de la falta de registros griegos:) Ustedes recuerdan sólo un diluvio, y sin embargo,
hubo muchos...
Durante los últimos 100 años, el creciente uso de combustibles fósiles en nuestra
civilización industrial mundial ha debido traducirse en la producción de alrededor de
1.700.000 millones de toneladas de dióxido de carbono, que equivale al 70 por ciento de la
cantidad que existe actualmente en la atmósfera. Debido a que dos tercios del aumento de
esta substancia son absorbidos por el mar, puede esperarse una mayor cantidad de dióxido
de carbono en la atmósfera de un 20 por ciento. No es fácil predecir el efecto que tendrá
ese incremento, pero existen razones para pensar que producirá el aumento de la
temperatura de las capas inferiores de la atmósfera en varios grados. De esa manera y más
o menos a pesar de nosotros mismos, estamos realizando un gran experimento.
El efecto que produciría el derretimiento de los polos provocado por el hombre, con
grandes marejadas e inundaciones de las zonas costeras del mundo entero, hace recordar
aquella inundación de la prehistoria, que ahora no nos parece en absoluto legendaria y que
cubrió zonas de la superficie terrestre en el Atlántico, el Caribe, el Mediterráneo y otros
lugares. Incluso el derramamiento de petróleo por alguno de los cada vez mayores
superpetroleros o desde el oleoducto de Alaska podría hacer que el hielo polar se fundiera
en grandes cantidades y con impredecibles resultados.
La extinción de gran cantidad de especies de la fauna terrestre podría llegar a ser otra
causa de futuros desastres, sobre los cuales no podemos todavía formarnos una opinión.
Debemos recordar que, en una catástrofe anterior, Noé, que era un ecólogo antes que se
pusiera de moda serlo, recogió en su arca a siete parejas de cada uno de los animales más
útiles y también rescató un par de cada una de las otras especies, útiles o inútiles. Tal vez
en caso del hombre y de otros entes de inteligencia similar, el salto desde la barbarie a la
civilización y finalmente al conocimiento y capacidad para utilizar la fisión nuclear es un
proceso natural que ya ocurrió antes, no sólo en la Tierra, sino también en otros lugares del
Universo. Tal vez otros sistemas civilizados, extraterrestres o incluso de este planeta, como
lo han sugerido Valentine, Sanderson y otros, aunque invisibles para nosotros, han
superado este afán de autodestrucción y están estudiando nuestro mundo por medio de
rutas o puertas abiertas como el Triángulo de las Bermudas. Su finalidad sería
aprovecharlo como lección, o bien conservar algunas partes con fines de estudio, o impedir
que se autodestruya. Tal vez se proponen orientarlo incluso, del mismo modo en que las
naciones más poderosas tratan de guiar a las menos desarrolladas. Sin embargo, adjudicar
cualquier propósito a tales observadores significaría suponer que piensan como nosotros:
los animales salvajes no pueden comprender por qué los coleccionistas quieren atraparlos y
exhibirlos, en lugar de matarlos y comerlos. Tal vez, como se ha sugerido, los OVNI son
simples "exploradores" de nuestro planeta. Si es así, lo han estado observando durante un
tiempo excesivamente largo.
Si hubiese algo de cierto en la hipótesis de que seres extraños han estado visitando y
observando la Tierra y recogiendo información y muestras para algún propósito ignorado,
especialmente en la zona del Triángulo de las Bermudas, sería muy interesante preguntarse
qué razones tendrían los OVNI para concentrarse en esa región. En la Antigüedad remota
se produjeron visiones de aeronaves "celestiales" que sugieren que los OVNI habrían
aparecido en zonas que se hallaban en su apogeo, como para comprobar cada cierto tiempo
dónde se estaban desarrollando los nuevos centros de civilización y si eran potencialmente
peligrosos o no. No tenemos más que señalar la serie de antiguos testimonios relativos a
visitas celestiales de dioses o navíos a la Tierra, para distinguir una vaga tendencia a poner
énfasis en algunos aspectos que van cambiando con el tiempo. Las primeras visitas narra-
das en detalle fueron las hechas al antiguo Egipto en la época de Tutmosis III y el viaje
espacial emprendido por el sumerio Etana. Por cierto, disponemos de indicaciones más
detalladas acerca de contactos extraterrestres en el Libro de Ezequiel, quien cuenta de
visitas de aparentes navíos espaciales, que habrían llegado a la Tierra en cuatro ocasiones
dentro de un espacio de diecinueve años. Ezequiel asegura que los vio en dos
oportunidades y que, al igual que Etana, pudo viajar en ellos. Existe también un posible
indicio en el caso de Elías, que ascendió a los cielos en una "deslumbrante carroza" para no
regresar jamás. En la India hallamos el recuerdo del vuelo de Rama y en América tenemos
las alusiones a dioses que llegaron en máquinas desde el cielo para construir Tiahuanaco.
Luego, numerosos testimonios provenientes de Grecia, Roma, la Europa del Renacimiento
y —ya en nuestra época— de un número creciente de lugares en el mundo entero y en
especial en el Triángulo de las Bermudas, dejan planteada la posibilidad de que los
observadores estén interesados en el avance de la civilización tecnológica sobre la Tierra.
Estarían preocupados particularmente de los viajes aéreos, la penetración del espacio y la
guerra moderna. Durante la II Guerra Mundial y en la de Corea, llegaron a ser comunes los
casos de "cazas fantasmas" (luces u objetos no identificados que acompañaban a los
bombarderos o los aviones de caza durante el vuelo). En la actualidad hay informes acerca
de la concentración de OVNI en las cercanías de las zonas donde se realizan los viajes
espaciales, tal vez porque ellos representan un adelanto de grandes posibilidades
tecnológicas o porque significan una amenaza al sistema solar o a una parte del Universo.
No obstante, las teorías de Ivan Sanderson sugieren que la amenaza cada vez mayor al
medio ambiente oceánico podría haber causado preocupación en algunos modos de vida
altamente desarrolladas que existirían dentro de los mares.
Según parece, existen varias confirmaciones sorprendentes (aparte de las enumeradas
en el capítulo 6) sobre la actividad submarina de los OVNI, que habrían sido observadas y
detectadas por algunas unidades navales de los Estados Unidos. Como ya es usual, estos
incidentes han sido en lo posible "retirados de la publicidad", con excepción de los
informes iniciales. Uno de los más llamativos es el de la persecución de un objeto
submarino que se desplazaba a más de 150 nudos (120 kph), primero por un destructor y
luego por un sumergible, durante un ejercicio de la Marina de Estados Unidos. El hecho
ocurrió en 1963, al sudeste de Puerto Rico, en el extremo sur del Triángulo de las
Bermudas. Puesto que la maniobra consistía precisamente en practicar persecuciones, se
supuso que el objeto formaba parte de la práctica. Otros trece barcos de la Marina
advirtieron el rápido movimiento del objeto y registraron el hecho en sus bitácoras. La
persecución duró cuatro días, y en ocasiones el objeto descendió a profundidades de 7.000
metros, manteniendo su increíble velocidad. Nunca se supo lo que era, aunque la mayor
parte de los informes coincidieron en que parecía estar movido por un solo motor.
En el pasado fueron muy frecuentes los testimonios acerca de OVNI que salían del
mar, se hundían en él u operaban dentro de las aguas, pero nunca se les detectó y siguió tan
de cerca como durante las maniobra de 1963 que acabamos de describir.
Suponiendo que existe bajo el mar alguna antigua rama de la Humanidad u otra forma
de vida "civilizada", tales seres, que disponen de un espacio vital muchísimo mayor que el
que tienen los modos de vida civilizada como la nuestra en la superficie terrestre, no se
preocuparon de nuestros actos durante los milenios pasados. Sin embargo, al advertir que
nuestras posibilidades tecnológicas han llegado a representar un peligro para ellos y para
su medio ambiente, su política del laissez-faire habría cambiado y los fenómenos del
Triángulo de las Bermudas podrían constituir un examen tentativo, o una acción
exploratoria anterior a algo más definitivo.
Ivan Sanderson ha estudiado algunos informes sobre los cuales no suelen darse
explicaciones ni mucha información, relacionados con unas gigantescas cúpulas
submarinas transparentes que han sido vistas frente a la costa de España por buceadores en
busca de esponjas, y también desde la superficie, cuando la transparencia de las aguas era
favorable, en la plataforma continental norteamericana. Piensa que, si no son instalaciones
secretas de defensa, podrían formar parte de una red submarina construida por entes que
viven bajo el mar, para fines posiblemente relacionados con sus afanes de neutralizar la
creciente polución y envenenamiento de las aguas del océano. Llevando todavía más lejos
este razonamiento, sería posible, dado que la Tierra es básicamente un enorme dínamo,
El Triángulo de las Bermudas, una zona situada dentro del territorio familiar de nuestro
planeta, aunque relacionado quizá con fuerzas que aún (y tal vez no por mucho tiempo)
desconocemos, podría ser uno de esos misterios. Como especie, nos estamos acercando a la
madurez. No podemos abandonar la búsqueda de nuevos conocimientos o explicaciones,
estén en este mundo o más allá de él.
Agradecimientos
EL AUTOR DESEA EXPRESAR SU RECONOCIMIENTO A LAS SIGUIENTES personas y
organizaciones que han contribuido con sus consejos, sugerencias, experiencia, información o
fotografías a la realización de este libro. Naturalmente, la mención de cualquier individuo u
organización no significa que acepten, conozcan, o estén de acuerdo con cualquiera de las teorías
expuestas en la obra, salvo aquellas que se les atribuyen específicamente.
El autor quisiera manifestar un especial agradecimiento a J. Manson Valentine, doctor en Filosofía,
Curator Honoris del Museo Científico de Miami e investigador asociado del Museo Bishop de
Honolulú, por sus dibujos, mapas, fotografías y entrevistas, que aparecen citadas en el texto.
Deseamos mencionar los siguientes nombres, por orden alfabético:
Bibliografía
ANTES DE MENCIONAR ALGUNOS DE LOS LIBROS A LOS QUE SE HACE referencia en esta
obra, el autor quisiera recomendar a los lectores la Bermuda Triangle Bibliography (Bibliografía sobre el
Triángulo de las Bermudas), recopilada por Larry Kushe y Deborah Blomn de la Biblioteca de la Universidad
del Estado de Amona y publicada en abril de 1973. Dicha bibliografía contiene numerosas referencias a
libros, periódicos y artículos de revistas que tratan acerca del Triángulo de las Bermudas. Aunque en ella se
cita a centenares de autores, las referencias mas completas y concretas al fenómeno de esa región pueden
hallarse en las obras de Sanderson, Gaddis y Spencer enumeradas a continuación.
Libros Tauro
http://www.LibrosTauro.com.ar