Está en la página 1de 20

EL INTUICIONISMO DE PRICHARD 1

MAURICIO RENGIFO GARDEAZÁBAL


UNIVERSIDAD DE LOS ANDES
mrengifo@uniandes.edu.co

Resumen: El propósito de este artículo es presentar las principales tesis de


Harold Arthur Prichard sobre la moral. De acuerdo con Prichard, toda la
filosofía moral está basada en un conjunto de errores, similares en muchos
aspectos a los que produce la epistemología. Intentaré articular tales críti-
cas buscando producir un todo coherente. La ausencia de una presenta-
ción de este tipo puede explicar algunos de los malentendidos a los que la
propuesta intuicionista ha dado lugar. El principal objetivo de este trabajo
consistirá, pues, en llenar este vacío.
Palabras clave: intuicionismo, metaética, lenguaje moral, obligación moral.

Abstract: The purpose of this article is to introduce Harold Arthur Prichard´s


main philosophical thesis concerning human morality. According to
Prichard, the whole body of moral philosophy rests on a set of mistakes,
similar in many senses to those produced by epistemology. In this article I
will try to summarize a general overview of Prichard´s work concerning
these issues. The lack of such an account of Prichard´s thinking could
explain much of the misunderstandings about intutionism. The main goal
of this article is to close this gap.
Keywords: intuicionism, metaethics, moral language, moral obligation.

E
l propósito de este ensayo es presentar de forma sistemática la
concepción intuicionista de la moral, de acuerdo con las tesis
planteadas por uno de sus más importantes representantes:
Harold Arthur Prichard. Para tales efectos, me he basado principal-
mente en su libro La obligación moral. No creo que hasta la fecha se
haya intentado una presentación de este tipo por lo que creo necesa-
rio explicar su valor. Los trabajos de la mayoría de los intuicionistas
no cuentan con ninguna clase de sistematicidad. Sus opiniones se
encuentran dispersas en cientos de debates particulares. Parte de ser
un intuicionista se nota en ese hecho. Un intuicionista no tiene nin-
guna pretensión de sistematicidad en la exposición, precisamente
porque intenta ser consecuente con su doctrina. Pero precisamente,
este relativo desorden en sus ideas ha servido para que sus detracto-
res malinterpreten sus opiniones. El único mérito de este trabajo es
proporcionar una versión más depurada de sus puntos de vista.
Espero que este intento no haga ninguna violencia a esta concepción
particular de la teoría moral.

1 Este artículo hace parte de mi tesis doctoral sobre el lenguaje moral que se

está adelantando bajo la dirección del profesor Juan José Botero, profesor de la
Universidad Nacional.

© IDEAS Y VALORES Nº 127 ABRIL DE 2005 BOGOTÁ, COLOMBIA 35


MAURICIO RENGIFO

En La obligación moral, Prichard parte de la siguiente pregunta: ¿cuál


es la característica que un acto tiene que poseer para que sea una
obligación hacerlo? ¿Cuál es el criterio del deber? Según el autor, tales
interrogantes implican la idea de que sólo es nuestro deber hacer
aquellos actos a los que estamos moralmente obligados en virtud de
una característica común (Prichard 1949: 114 ss.). En teoría moral,
esta característica universal se denomina “la propiedad base” de la
obligación moral. Para Prichard, la idea de que hay una propiedad
básica es por lo menos plausible y se origina en la expectativa de que
nuestras obligaciones tengan alguna suerte de explicación y funda-
mento que les otorgue coherencia y sistematicidad. Si es factible dar
con la propiedad base, tendremos un criterio para establecer cuándo
estamos obligados a realizar una acción. Pese a que muchos han creído
en la existencia de propiedades básicas, no es claro bajo qué caracterís-
ticas caen nuestras obligaciones porque pertenecen a especies muy va-
riadas como decir la verdad, cumplir las promesas, educar a los hijos,
etc. Prichard señala que incluso por razones prácticas puede resultar
útil establecer cuál es la característica común a nuestras obligaciones,
pues, de lo contrario, nunca podríamos estar seguros de que los actos
que comúnmente pensamos como deberes lo sean efectivamente.
Según Prichard, las teorías éticas existentes son intentos de res-
ponder a la pregunta por el criterio de la obligación moral. Tales
teorías se clasifican en tres categorías: (a) teorías teleológicas de la
obligación, (b) teorías cuasi-teleológicas y (c) teorías axiológicas2. En
lo que sigue, examinaremos cada grupo y resumiremos las objecio-
nes intuicionistas.

(a) Teorías teleológicas de la obligación


Quienes formulan teorías teleológicas razonan de la siguiente for-
ma. Es cierto que todos los seres humanos tenemos un propósito últi-
mo e invariable. Por lo tanto, si queremos descubrir qué debemos ha-
cer, hay que establecer primero cuál es ese propósito universal y,

2 Prichard tomó la denominación “teorías teleológicas” de la obra de Paulsen y

Muirhead Rules and End in Morals. En el libro se distingue entre teorías teleológicas
y deontológicas para incluir en el primer grupo a los utilitaristas, y en el segundo,
a los kantianos. En mi opinión, Prichard sólo tomó la primera categoría y no la
segunda porque Kant aparece en el tercer grupo con una intención distinta. Años
más tarde, Rawls estableció la distinción entre intuicionistas teleológicos como
Moore y deontológicos como Prichard (cf. Rawls 1979: 53 ss.). Sin duda Prichard
habría rechazado esta distinción porque, por una parte, opinaba que Moore había
abandonado el consecuencialismo en su ética, y por otra, porque consideraba que
su filosofía estaba muy lejos de la deontología kantiana.

36 IDEAS Y VALORES
EL INTUICIONISMO DE PRICHARD

luego, averiguar cuáles son los actos que más contribuirán a su reali-
zación. Se sigue que la propiedad base que habrá de servir como crite-
rio moral para que un acto sea nuestro deber es la de contribuir a la
realización de nuestro propósito. Por lo general, la finalidad es repre-
sentada como la realización de una vida de disfrute y satisfacción.
De acuerdo con el intuicionismo, las teorías teleológicas cometen
siempre un error fatal conocido como falacia naturalista. Dicha fala-
cia consiste, como es bien sabido, en pretender analizar lo inanaliza-
ble, en tomar lo simple como algo complejo. Se comete, por ejemplo,
cuando se intenta definir lo bueno (en sentido adjetivo) mediante al-
gún tipo de predicado como “el placer”, “la armonía”, etc. Cuando la
falacia naturalista se comete directamente con las palabras deónticas
“obligación” y “deber” en sentido moral, se denomina falacia del debe
al es. Se trata de un caso especial de la falacia en la que se intenta
definir “moralmente obligatorio” mediante predicados tales como
“causa de un bien”, “origen de un placer”, etc. Hay otro caso de la
falacia naturalista que es el que más llama la atención de Prichard. Lo
he denominado, en contraste con el caso anterior, falacia del es al debe.
Ocurre cuando se confunde el sentido moral con el sentido no moral
de las palabras “deber” y “obligación”. Puesto que las segundas sí
son analizables, se atribuye el significado de las palabras no morales
a las morales y en ello reside el error. Consideremos, a manera de
ilustración, las oraciones siguientes:
(1) Carlos debe decir la verdad
(2) Carlos debe decir la verdad (si quiere salir de la cárcel)
En la frase (1) el “debe” se utiliza en sentido moral y en (2) en sentido
no moral. En el análisis de Prichard, (2) equivale a:
(3) si Carlos no dice la verdad, entonces no saldrá de la
cárcel
lo que sugiere que “debe” en sentido no moral significa aproximada-
mente “conducente a la realización de su propósito”. La falacia natu-
ralista, en este caso del es al debe, consiste en atribuir el significado de
“debe”, que es “conducente a la realización de su propósito”, al
“debe” en sentido moral.
Según Prichard, las teorías teleológicas incurren principalmente
en la falacia del es al debe, porque reducen el “debe” moral al “debe”
no moral. Al hacer tal cosa, representan nuestro deber moral de rea-
lizar una acción como si fuera la misma cosa que tenemos que hacer
si queremos realizar nuestros propósitos. En sentido estricto, el in-
tuicionismo sostiene que las teorías teleológicas no son teorías de la
obligación moral porque, al incurrir en la confusión mencionada,
cambian de tema. Son, a lo sumo, teorías de la obligación pero no
teorías de carácter ético. El intuicionismo insiste en que no es lo
mismo “estar obligado” que “estar moralmente obligado”, así como

Nº 127 ABRIL DE 2005 37


MAURICIO RENGIFO

son distintos los pensamientos de realizar nuestros propósitos y


cumplir nuestros deberes (Prichard 1949: 117). Al respecto escribe
Prichard:

For we have only to ask ourselves whether some act’s being which
would do most to make us happy would render it what we are bound to
do, to know that it would not. The fatal objection of principle is that it
resolves the moral “ought” into the non moral “ought”, representing
our being morally bound to do some action as if it were the same thing
as the action’s being one which we must do if our purpose is to become
realized. And in consequence, strictly speaking, the theory is not a
theory of obligation, or duty at all [....] (1949: 117).

Cita como ejemplos de tales errores, las definiciones de “deber” pro-


puestas por los utilitaristas más conocidos, Bentham, Mill y Sidgwick,
así como la teoría de la obligación de Green.3 Es importante agregar
que las teorías teleológicas no sólo se equivocan al definir el “debe” en
sentido moral, sino que también suponen que existe un propósito de
todos los seres humanos, trátese del propio bien, de la felicidad o del
bien común. Ahora bien, según Prichard no hay un único propósito
que sea común a toda la humanidad y tampoco a cada persona en
particular. Hay múltiples fines y propósitos, así como muchas formas
de realizarlos.

(b) Teorías cuasi-teleológicas

Las teorías teleológicas se basan en dos ideas centrales: que en


toda acción deliberada podemos descubrir una única meta o propó-
sito final y que un acto es considerado un deber por conducir a la
realización de la meta o propósito. Para descubrir lo que debemos
hacer, es decir, el criterio de la obligación, habría que precisar cuál es
nuestra meta y luego averiguar qué es lo que más conduce a su reali-
zación. Hemos visto que, de acuerdo con el intuicionismo, no hay
una única meta o propósito y, si la hubiese, tales teorías confunden
el “debe” en sentido moral con el “debe” en sentido no moral. En
consideración a este tipo de críticas, algunos teóricos han propuesto
alterar las teorías originales para construir versiones más fuertes e
inmunes a las objeciones. La modificación más conocida se dirige a
sustituir la tesis de que hay una única meta o propósito final por la
idea de que hay un único propósito o meta a la que debemos dirigir

3 Sobre la refutación de Thomas Hill Green, recomiendo la lectura del artículo de

Prichard titulado “Green´s Principles of Political Obligation” (Prichard 1949), que


se encuentra igualmente en la compilación de Ross (1930). El artículo es una notable
anticipación de las ideas de Herbert Hart sobre teoría jurídica. cf. Hart 1999.

38 IDEAS Y VALORES
EL INTUICIONISMO DE PRICHARD

nuestras acciones. Tales teorías se denominan “cuasi-teleológicas”.


Entre las cosas que debemos tener como fines se cuentan: la felicidad,
nuestra propia perfección, la felicidad general y la perfección de la
humanidad. De acuerdo con Prichard, hay dos ideas subyacentes a
las teorías cuasi-teleológicas: (a) que tiene que existir alguna cosa a la
que debemos dirigirnos al actuar, y (b) que la característica por la cual
debemos realizar una acción está determinada por aquello a lo que
debemos dirigirnos, pues lo que debemos hacer es aquello que con-
duzca a lo que debemos dirigirnos (Prichard 1949: 127). De acuerdo
con el intuicionismo, la primera idea está expuesta a dos objeciones.
La primera objeción puede reconstruirse más o menos de la siguiente
forma: en el habla ordinaria los enunciados que contienen la palabra
“debe” tienen la forma “yo debo hacer tal y tal cosa” o “yo debo reali-
zar cierta actividad”. Por otra parte, las oraciones:
(4) dirigirse a algún X
(5) tener a X como meta o fin
son expresiones metafóricas de:
(6) tener a X como propósito
o bien de:
(7) considerar a X como nuestro motivo
e incluso de:
(8) ser movido por el deseo de X
Si lo anterior es correcto, se sigue que el enunciado:
(9) yo debo dirigirme a X
significa:
(10) yo debo ser motivado a actuar por el deseo de X
Prichard se pregunta si el enunciado (10) puede ser verdadero cuan-
do la palabra “debe” se usa en sentido moral y responde que no, por-
que las obligaciones morales son deberes de realizar alguna activi-
dad. La segunda objeción parte de la premisa según la cual a lo impo-
sible nadie está obligado. Si, en efecto, sólo estamos obligados a hacer lo
que está en nuestro poder, y no está en nuestro poder desear algo,
entonces no estamos obligados a desear ser movidos a actuar por cier-
tos deseos. En nuestro poder está realizar algunas acciones, pero no el
desear ciertas motivaciones. Prichard reconoce que podemos hacer
algo para suscitar o fortalecer un deseo del que ya eramos capaces,
pero no podemos tener el deber de desear así como tampoco pode-
mos querer querer. Afirmar que debemos estimular o fortalecer un
deseo dado es una cosa y otra, muy distinta, es pensar que estamos
en la obligación de actuar desde ciertos deseos. Lo primero sería un
deber de realizar acciones y lo segundo, de tener un motivo concreto
(Prichard 1949: 128 ss.).

Nº 127 ABRIL DE 2005 39


MAURICIO RENGIFO

El intuicionismo pretende confirmar las dos razones aludidas me-


diante el estudio de situaciones ordinarias tomadas de la vida cotidiana.
Se nos pide que imaginemos una motivación o deseo concreto, como el
deseo de ayudar a un amigo en peligro o de pagar nuestras deudas y,
a continuación, que nos preguntemos si es un deber de nuestra parte
ayudar a un amigo en peligro o es un deber ayudarlo desde un cierto
deseo. Lo mismo en el segundo caso: ¿debemos pagar nuestras deudas
o debemos pagarlas desde un cierto motivo? La respuesta siempre es
la misma: hay que cumplir con nuestros deberes con independencia de
las motivaciones. Los propósitos y deseos sólo tienen lugar cuando
queremos evaluar la bondad moral del acto pero no la existencia mis-
ma de los deberes. El intuicionismo también apela al sentido común
cuando nos pide que corroboremos las críticas a la teorías cuasi-
teleológicas considerando instancias a la mano de nuestros deberes.
El resultado que arroja el sentido común es que nuestros deberes
siempre consisten en hacer ciertas acciones, como pagar nuestras
deudas, sin que pensemos en los deberes incluyendo a los motivos.
Prichard agrega a todo esto que:

We find that when we consider whether some past act is one which the
agent ought to have done, we think the question independent of the
question of what his motive was in doing it (1949: 130).

Prichard anticipa dos respuestas posibles a su punto de vista. La


primera es que podemos establecer una distinción entre dos tipos de
deberes, los deberes objetivos, que consisten en la realización de cier-
tos actos, y los deberes subjetivos, que consisten en manifestar ciertos
deseos. Sobre esta distinción Prichard escribe:

Such an attempt, however, must be admitted to fail, on the ground that


it is really self-evident that an obligation is necessarily an obligation to
perform a certain action, and not to have a certain motive (1949: 131).

La segunda réplica es mucho más compleja y tiene como principal


expositor a Joseph, quien argumenta aproximadamente de la si-
guiente manera: no es cierto que los actos tengan características pro-
pias que los hagan independientes de los motivos. En consecuencia,
tampoco es cierto, como lo cree Prichard, que podamos hacer el mis-
mo acto por diversos motivos. Para probarlo es necesario tener claro
que hay dos tipos de acciones, las automáticas o de comportamiento
y las deliberadas que incluyen los motivos. Los deberes se predican
exclusivamente de los actos deliberados y no de las acciones auto-
máticas. Ejemplos típicos de acciones automáticas son los parpa-
deos, estornudos, reflejos, enervaciones y distensiones musculares,
etc. Lo que Joseph sostiene es que no es posible abstraer un acto de

40 IDEAS Y VALORES
EL INTUICIONISMO DE PRICHARD

sus motivos porque tal cosa sería reducir una acción deliberada a un
acto automático. Si la abstracción no es posible, resultaría absurdo
hablar de deberes sin incluir los motivos. Prichard estaría tratando
de considerar la acción moralmente obligatoria con independencia de
los motivos; estaría cometiendo un error semejante al del filósofo pla-
tonista que piensa que los universales como el rojo o el verde pueden
existir separados de sus instancias.
La respuesta de Prichard es muy interesante (cf. 1949: 131 ss.). En
primer lugar, opina que es intuitivamente evidente que una misma
acción puede haber sido hecha por diferentes motivos, cosa que no
podría ser si Joseph tuviera razón. Además, es trivialmente cierto
que si las acciones no tienen alguna propiedad independiente de los
motivos, no habría acciones de las cuales pueda ser motivo un moti-
vo y, por tanto, tampoco habría motivos. Cuando hablamos de accio-
nes no estamos incluyendo las motivaciones, deseos y propósitos.
Es cierto que un acto deliberado tiene que tener un motivo, pero una
cosa es que los actos tengan que tener un motivo y otra muy distinta
es que estos hagan parte de él. Como dice Prichard, no podemos
golpear algo sin que haya algo que golpear, pero la cosa a ser golpea-
da no hace parte de la acción de golpear, así como la cosa sabida no
hace parte del saber. Los motivos son necesarios para la acción pero
no hacen parte de ella. Se sigue que los deberes no incluyen los moti-
vos y que no hay deberes de tener ciertos motivos. Sobre este punto
Prichard escribe:

And should anyone be inclined to persist in maintaining that an action


includes a motive, he should ask: “If so, what is that part of an action
which is not a motive?” The answer will have to be “an action”, since
that is to which a motive move us; and then, an action will be represen-
ted as being part of itself, which is of course, impossible (1949: 135).

En conclusión, la primera idea de las teorías cuasi-teleológicas es


errónea porque no existen obligaciones de tener ciertos motivos. La
segunda idea, por su parte, establece que lo que debemos hacer es todo
aquello que más conduzca a lo que debemos dirigirnos. Ahora sabe-
mos que también esta segunda idea está equivocada porque no hay
nada a lo que debamos dirigirnos. Pero aun si por mor de la discusión
se aceptara que existe ese algo, y estuviéramos obligados a tener una
cierto propósito en la acción, no se sigue ni que estemos obligados a
hacer lo que más conduzca a dicho propósito, ni que tengamos el
deber de hacer lo que más nos conduzca a hacer de tal meta el motivo
al que debamos dirigirnos. En resumen, las teorías cuasi-teleológicas
tampoco proporcionan un criterio para establecer cuáles son nuestras
obligaciones morales.

Nº 127 ABRIL DE 2005 41


MAURICIO RENGIFO

(c) Teorías axiológicas4

En este grupo se cuentan las teorías que sostienen que ningún acto
puede ser un deber a menos que exista algún bien conectado con la
acción, de modo tal que, si se realiza el acto, algún bien empezará a
existir y, si no es llevado a cabo, no existirá. En este grupo, el intuicio-
nismo distingue tres posibles alternativas: (a) las que consideran que
el bien está (a) ya en algún efecto, (b) ya en la acción misma y (c) ya en
algún efecto o en la acción misma. Se sigue que el criterio de la obliga-
ción moral de las teorías axiológicas puede ser, respectivamente, el
causar algún bien, el ser un bien o la combinación de ambas opciones.
Prichard cita como ejemplos de la primera categoría a los hedonistas,
como ilustración de la segunda a Kant, Bentham, Hutcheson, Butler y
Price y, de la tercera, a Rashdall y Moore.
Veámos algunas definiciones de “obligación moral” reseñados por
Prichard (1949: sección VII). En el grupo (a) se cuentan las de Rashdall,
quien afirma que “una obligación es correcta cuando suscita el bien”,
y Moore, quien sostiene en sus Principia que “estar obligado a realizar
una acción” significa “la acción producirá la mayor cantidad de bien
en el universo”. En el grupo (b) estaría la de Laird, quien habría esta-
blecido que “obligación” y “valor” están en una conexión fundamen-
tal. En el grupo (c), finalmente, tenemos la afirmación de Joseph según
la cual, la acción correcta es “causa del bien y además es un bien”. No
debe sorprender que las definiciones proporcionadas por estos filóso-
fos no coincidan con las alternativas citadas en el párrafo anterior. En
la reconstrucción de Prichard se muestra cómo la mayor parte de los
filósofos morales no son consecuentes con sus propias definiciones y
pasan inadvertidamente de una posición a la otra. Por ejemplo, Pri-
chard opina que Moore frecuentemente implica no sólo que un acto es
correcto por causar algún bien, sino por poseer valor intrínseco. De
hecho, Moore habría sostenido que la consideración de nuestras obli-
gaciones debería tener en cuenta tanto la bondad de las acciones con-
sideradas en sí mismas como en sus efectos. A causa de esta afirma-
ción, la teoría de Moore pertenece al grupo (c), pese a que su definición
de “correcto” corresponde al grupo (a). Laird también es responsable
de una trasgresión semejante, pero en su caso se parte de una defini-
ción del grupo (b) para terminar sosteniendo una teoría del grupo (c).
Al principio, mantiene que la obligación se justifica a partir de su sola
bondad, pero en otros pasajes sostiene que también deberíamos tener
en cuenta los resultados de la acción. Joseph, por su parte, empieza con

4 La denominación es mía. Prichard se refiere a este grupo bajo el título de

“bondad y obligación”. Creo, no obstante, que el uso de la expresión “axiología”


corresponde al utilizado por los intuicionistas, que consideraban el estudio del
bien y el valor como investigaciones idénticas.

42 IDEAS Y VALORES
EL INTUICIONISMO DE PRICHARD

una definición correspondiente al grupo (c), pero termina defendiendo


un enfoque característico del grupo (b). Empieza con su definición de la
bondad intrínseca de los actos combinada con sus buenos efectos, para
luego quedarse únicamente con la primera parte de la alternativa.
La frecuencia con que se producen estas inconsistencias se debe a
que todas las teorías se fundan en el mismo error. Se trata de una
falacia similar a la descrita con ocasión de las teorías teleológicas, que
pasan del “debe” moral al “debe” no moral (falacia del debe al es),
resolviendo el objeto de la ética en otra cosa. En este caso, lo que las
teorías axiológicas hacen es resolver el “debe” en sentido moral en
términos de la propiedad “debe existir”. Los pasos que conducen a
esta confusión reseñada por Prichard son aproximadamente los si-
guientes. La teoría de la obligación moral busca una característica en
virtud de la cual podamos saber si estamos o no obligados a realizar
una acción. La búsqueda de dicho criterio parece presuponer que es la
acción la que posee la característica y no el agente moral que se en-
cuentra obligado. Así, cuando afirmamos que “X está moralmente
obligado a hacer tal y tal cosa” pensamos que la frase es análoga a “la
acción de X es moralmente obligatoria”. A continuación, los teóricos
morales se preguntan “¿qué propiedad denota la fórmula ‘moralmen-
te obligatorio’?” y responden que se trata de algún tipo de valor que
tiene que existir. En este razonamiento habría dos errores. El primero
consiste en resolver la frase “X está moralmente obligado a hacer tal y
tal cosa” en “la acción de X es moralmente obligatoria”. Para el intui-
cionismo, “estar moralmente obligado” es una característica directa
del agente moral y no de las acciones, porque así lo manifiesta nuestra
conciencia moral. Ocurre que somos los agentes morales los que senti-
mos la carga de las obligaciones y no que nuestras acciones den lugar
indirectamente a nuestra conciencia del deber. El segundo error lo
denomino falacia del debe al existe. Consiste en afirmar que la propie-
dad denotada es un valor que tiene que existir. El problema con este
análisis, como anotamos en un pasaje precedente, es que atribuye
existencia a lo que no existe, lo cual es imposible. Hay formas de salir-
le al paso a esta réplica, por ejemplo construyendo un análisis de tipo
condicional. Pero, de nuevo, no parece convincente que un enunciado
que se usa categóricamente tenga un sentido hipotético.
Hay otras objeciones que se formulan por separado a cada grupo de
teorías. Con respecto al grupo (a) es claro que el criterio de la obligación
moral no puede ser el causar un bien porque tal cosa no coincide con
nuestro sentido común. Es probable que cumplir con la obligación de
salvar a un menor contenga la misma cantidad de bien que la de salvar
a un hijo pero es obvio que no pensamos en ambos deberes como inter-
cambiables. Lo mismo puede decirse de la obligación de autocontrol
que suscita paciencia y la observación formulada a un tercero para

Nº 127 ABRIL DE 2005 43


MAURICIO RENGIFO

que se controle, realizada también para dar lugar a la paciencia. El


resultado es el mismo pero pensamos en ambas obligaciones como per-
tenecientes a deberes de categorías diferentes. Las teorías del grupo (a)
pasan por alto estas singularidades. Con relación al grupo (b), en el
que se afirma que la característica que los actos deben tener para ser
obligatorios es la de ser buenos, Prichard asegura que se exponen a
tres objeciones. Es claro que aplicamos a los motivos la propiedad de
la bondad moral. Cuando afirmamos que una acción es moralmente
obligatoria porque es buena, estamos introduciendo los motivos en la
acción. Esto es otra forma de decir que debemos actuar desde ciertos
motivos o que estamos obligados a tener ciertos motivos. Pero ya sabe-
mos que sólo estamos obligados a realizar aquello que está en nuestro
poder; dado que nuestros deseos no están en nuestro poder, pues no
podemos querer querer, el análisis muestra que las teorías axiológicas
proponen algo imposible. Además, si aceptamos esta versión de las
teorías axiológicas, se sigue que no existen acciones que debamos ha-
cer, ya que nuestro único deber es ser movidos por el pensamiento de
ser buenos. En opinión de Prichard, el origen de esta confusión está en
introducir los motivos en las acciones. Es cierto que tener un motivo es
una condición necesaria para la acción humana, pero no una parte de
ella. Cuando describimos concretamente las acciones de los seres hu-
manos, en frases como “X entregó el paquete”, “Y pagó la deuda”, etc.,
no tiene sentido incluir los motivos. En cambio, descripciones más
generales pueden incluirlos, pero, en este caso, no hablamos de debe-
res. Por ejemplo, decimos que “X es generoso” o “Y es valiente”. Pri-
chard establece una distinción importante. Por una parte, están las
acciones concretas o en sentido exclusivo que son las que pueden ser
objeto de obligaciones y deberes, para las cuales no es relevante men-
cionar los motivos. Por otro lado, están las acciones abstractas o en
sentido inclusivo que describen un haz de conductas y acciones e
incluyendo los motivos. Por lo general, no predicamos deberes de las
acciones en sentido inclusivo. Prichard escribe al respecto:

This conclusion, it should be noticed, would have to be admitted even if


we were to allow that the motive of an action is part of it. For anyone
who maintains this would have to allow that in doing so he was using
the term “action” in the more inclusive sense in which we speak, for
instance, of some as generous, and not in the narrower sense in which
we speak, for instance, of killing someone as an action; and he would
then have to distinguish from an action in the more inclusive sense an
action in the less inclusive sense, viz, that of effecting, or at least,
making an effort of effect, some change, since otherwise he would have
nothing for the motive to be a motive of. He would then have to allow
that according to the theory only acts in the more inclusive sense can be
duties, so that acts in the less inclusive sense cannot (1949: 154).

44 IDEAS Y VALORES
EL INTUICIONISMO DE PRICHARD

Finalmente, habría que objetar a las teorías axiológicas en su ver-


sión (b) que, si estuvieran en lo cierto, se seguiría que no podrían
existir deberes concientes. Expliquemos esta crítica un poco más. Los
defensores de las teorías axiológicas sostienen que las acciones mo-
ralmente obligatorias tienen que realizarse porque son buenas en sí
mismas. Esto quiere decir que la acción se realiza por motivos buenos
como los que suelen acompañar las acciones virtuosas. Pero si se rea-
lizan por buenos motivos, esto parece excluir el que se hagan por
sentido del deber, es decir, por la mera conciencia de que se trata de
una obligación. En conclusión, o las obligaciones se realizan por sen-
tido del deber y las teorías axiológicas son falsas, o las obligaciones se
cumplen por un buen motivo y las teorías en cuestión son verdaderas.
Si la segunda posibilidad es el caso, entonces el agente moral nunca
sería consciente de sus deberes pero actuaría por un buen motivo.
Nuestra conciencia moral nos revela que sí somos conscientes de
nuestros deberes, por lo tanto es la primera posibilidad la que habría
que elegir. Finalmente, las teorías axiológicas en su versión (c) son
falsas por la combinación de las objeciones formuladas a (a) y (b).

II

Hemos visto que el intuicionismo plantea serias objeciones a las


teorías éticas. El paso siguiente es extraer una conclusión de carácter
general. Prichard hizo tal cosa al concluir que la teoría ética, entendi-
da como un intento de suministrar un criterio de la obligación moral,
se funda en una confusión conceptual. Ahora reconstruiré la argu-
mentación de Prichard con base en su artículo más importante: “¿Des-
cansa la filosofía moral en un error?” (1912). Al presentar sus opinio-
nes, expondré nuevamente sus razonamientos más conocidos, pero
esta vez agrupados alrededor de su tesis central: la imposibilidad de
la teoría moral.
Según Prichard, la teoría moral genera una insatisfacción profunda
en quienes la han estudiado (1912: 1). Dicha insatisfacción no sólo se
manifiesta en la argumentación concreta sino también en el tema mis-
mo, en el hecho de que existan teorías morales. Al parecer, la filosofía
moral surge cuando reconocemos la existencia de obligaciones, pero no
deseamos cumplirlas. El paso siguiente es preguntarnos si hay alguna
razón por la que deberíamos actuar en la forma en que hasta aquí he-
mos pensado que debemos actuar, si hay alguna característica de las
acciones obligatorias que sea la razón por la cual son obligatorias. En
otras palabras, intentamos dar con un criterio moral, con una prueba de
lo que anteriormente aceptábamos sin necesidad de fundamentos. El
proceso sería análogo al que dio origen a la teoría del conocimiento.

Nº 127 ABRIL DE 2005 45


MAURICIO RENGIFO

Confiábamos en los sentidos, encontramos algunos ejemplos que con-


tradicen nuestra experiencia sensible y, a continuación, intentamos
dar con un criterio o fundamento del conocimiento.
En la teoría moral se habrían planteado tres posibles criterios o fun-
damentos de la obligación.5 El primer criterio, propio de las teorías
teleológicas, establece que debemos hacer nuestros deberes porque
conducen a nuestro propio bien, nuestra ventaja o felicidad. El segun-
do criterio, característico de las teorías cuasi-teleológicas, dispone que
debemos cumplir con nuestras obligaciones porque conducen a de-
sear lo que debe ser nuestro propósito. El tercer criterio consiste en que
debemos realizar nuestras obligaciones por la bondad de algo que
está involucrado en la acción o por la bondad de algo que causa la
acción. Según Prichard, ninguna de estas propuestas contribuye a
responder la pregunta planteada, esto es: ¿cuál es la característica que
un acto tiene que tener para que sea obligatorio moralmente hacerlo?
Exploremos las razones por las que fracasa la teoría moral. El primer
criterio es inadecuado porque incurre en un caso de la falacia naturalis-
ta, a saber, la falacia del debe al es. En efecto, se intenta resolver la obliga-
ción en sentido moral en una obligación en sentido no moral, cuando se
nos dice que el criterio del deber es conducir a la realización de un
propósito del agente moral. De esta forma, la pregunta que se responde
no es “¿cuál es la característica que tiene que tener un acto para que sea
moralmente obligatorio hacerlo?”, sino esta otra: “¿cuál es la caracterís-
tica que tiene que tener un acto para que sea obligatorio hacerlo?”. Lo
único que las teorías teleológicas pueden hacer es restaurar la resolu-
ción perdida de un agente moral indiferente u opuesto a cumplir con
sus deberes, pero no responder a la pregunta original.
El segundo criterio también es inadecuado, porque tampoco respon-
de a la pregunta que pretende dilucidar, sino más bien a esta otra, que
es obviamente distinta: “¿cuál es la característica que tiene que tener
un acto para que sea moralmente obligatorio querer hacerlo?”. Ade-
más, las teorías cuasi-teleológicas, al suponer que existe la obligación
de tener ciertos motivos, incurren en las siguientes objeciones. Prime-
ro, no podemos tener el deber de tener ciertos motivos porque sólo es
obligatorio lo que es posible, es decir, lo que está bajo nuestro control.
Los deseos no están directamente bajo nuestro control. Podemos culti-
var los deseos y controlarlos indirectamente, pero eso es todo. Lo que sí

5 Es importante aclarar que en el artículo “Does Moral Philosophy Rest on a

Mistake?” no aparece la distinción entre teorías teleológicas, axiológicas y cuasi-


teleológicas. Al principio, Prichard opinaba que sólo había teorías teleológicas y
axiológicas. No obstante, lo que después habría de llamar “teorías cuasi-
teleológicas” aparece en el artículo, unas veces en el campo de las teorías teleológicas
y en otras ocasiones bajo la esfera de las teorías axiológicas. Por lo tanto, no pienso
que resulte equivocado mantener la tripartición.

46 IDEAS Y VALORES
EL INTUICIONISMO DE PRICHARD

está bajo nuestro control son las acciones y ellas son las que debemos
o no hacer. Segundo, decimos que las acciones son deberes de los
individuos pero no que los motivos son deberes en absoluto. Las teo-
rías cuasi-teleológicas no están de acuerdo con nuestro uso del len-
guaje moral. Por ello, hay que insistir en la distinción entre haber
hecho lo que debemos y haberlo hecho como debíamos. Tercero, las
teorías cuasi-teleológicas se apartan de nuestra conciencia moral por-
que todos sentimos la obligación de actuar, pero no sentimos la obli-
gación de actuar desde ciertos motivos.
El tercer criterio tampoco responde a la pregunta “¿cuál es la carac-
terística que tiene que tener un acto para que sea moralmente obligato-
rio hacerlo?”, sino más bien a “¿cuál es la característica que tiene que
tener un acto para que sea moralmente bueno hacerlo?”. La ventaja de
este cambio es que no propone, como las teorías teleológicas, un pro-
pósito vinculado a los deseos del agente moral. Al afirmar que lo obli-
gatorio es causa de un bien o es un bien en sí mismo, las teorías axio-
lógicas presuponen que lo bueno es algo que ha de buscarse por sí
mismo o que “tiene que existir”. De esta forma, se pretende restaurar la
resolución a actuar del agente moral porque éste debe causar aquello
que tiene que existir. Al responder de esta manera, se comete la falacia
del debe al existe. En efecto, ¿cómo podemos querer actuar para gene-
rar algo que tiene que existir, motivados por algo que aún no existe?
Afirmar que algo que no existe nos mueve a hacerlo existir porque
tiene que existir es un absurdo. Hay que agregar que esta respuesta
también está reduciendo el “debe” moral a otra cosa, a saber, el
“debe existir”. Además, decir que una acción es obligatoria porque
es la causa de un bien no coincide con nuestra conciencia moral.
Sobre este punto Prichard escribe:

Perhaps, however, the best way to see the failure of this view is to see its
failure to correspond to our actual moral convictions. Suppose we ask
ourselves whether our sense that we ought to pay our debts or to tell
the truth arises from our recognition that in doing so we should be
originating something good, material comfort in A or true belief in B, i.
e., suppose we ask ourselves whether it is this aspect of the action which
leads to the recognition that we ought to do it. We at once and without
hesitation answer: “No” (1912: 4).

Y, en la nota aclaratoria siguiente, afirma:

It may be noted that if the badness of pain were the reason why we
ought not to inflict pain on another, it would equally be a reason why
we ought not to inflict pain on ourselves; yet, though we should allow
the wanton infliction of pain on ourselves to be foolish, we should not
think of describing it as wrong (1912: 5).

Nº 127 ABRIL DE 2005 47


MAURICIO RENGIFO

Finalmente, las teorías axiológicas terminan cometiendo los mis-


mos errores que las teorías cuasi-teleológicas. Esto se explica porque
lo que denominamos “moralmente bueno” son los motivos de las per-
sonas. Por ejemplo, decimos que Carlos es bueno porque actuó genero-
samente al ser motivado por un deseo altruista. En cambio, no deci-
mos que Carlos cumplió su deber por estar motivado por deseos al-
truistas. La bondad no entra en juego en materia de obligaciones y
deberes. Si decimos que las obligaciones deben realizarse porque son
buenas, entonces estamos incluyendo en la acción a las motivaciones,
con todas las críticas que esto acarrea.
De acuerdo con el intuicionismo, las obligaciones éticas se manifies-
tan directamente a la conciencia moral. Prichard describe este hecho
de la siguiente forma:

The sense of obligation to do, or of the rightness of an action of a particu-


lar kind is absolutely underivative or immediate. The rightness of an
action consists in its being the origination of something of a certain kind
A in a situation of a certain kind, a situation consisting in a certain
relation B of the agent to others or to his own nature. [....] This appre-
hension is immediate, in precisely the sense in which a mathematical
apprehension is immediate, e.g., the apprehension that this three-sided
figure, in virtue of its being three-sided, must have three angles. Both
apprehensions are immediate in the sense that in both insight into the
nature of the subject directly leads us to recognize its possession of the
predicate; and it is only stating this fact from the other side to say that
in both cases the fact apprehended is self-evident (1912: 7).

Expliquemos un poco más la forma como se manifiestan nuestras


obligaciones en el intuicionismo. Prichard sostiene que la obligación
moral no es derivada sino directa. No se puede probar que estamos
obligados a hacer tal y tal cosa; simplemente, nos sentimos obligados
a actuar y lo hacemos. ¿Por qué sucede tal cosa? La conexión entre la
simplicidad de la obligación moral y la imposibilidad de probar que
estamos obligados a realizar ciertos actos es la clave de todo este asun-
to. Cuando se nos dice que la obligación es simple e indefinible, lo que
implícitamente se está diciendo es que no hay proposiciones analíti-
cas sobre la obligación en sentido moral, aparte de las aseveraciones
tautológicas. Todas las proposiciones relativas al deber de un indivi-
duo son exclusivamente sintéticas. Frases como:
(11) X está obligado moralmente a hacer tal y tal cosa para
realizar sus propósitos.
no pueden ser analíticas sino sintéticas.
Si la frase (11) fuera analítica, el que un acto tuviese como caracterís-
tica conducir a la realización de los propósitos de X la haría entonces
moralmente obligatoria. Puesto que no hay proposiciones analíticas

48 IDEAS Y VALORES
EL INTUICIONISMO DE PRICHARD

sobre el deber moral, tampoco puede existir un criterio para la obliga-


ción moral. Ningún razonamiento lógico puede servir como fundamen-
to o prueba absoluta de la existencia de una obligación moral. Suponga-
mos que un defensor de las teorías teleológicas argumentara así:
(12) El propósito de X es obtener Y.
(13) La acción Z tiene la característica de conducir a X, a
obtener Y.
Luego,
(14) X está en la obligación moral de realizar la acción Z.
en este caso concreto se estaría cometiendo la falacia del debe al es, al
darse por sentada una premisa que no es analíticamente verdadera, a
saber:
(15) estar moralmente obligado significa conducir a la reali-
zación de mi propósito.
¿Por qué no concluir entonces que no hay obligaciones morales en
absoluto? Porque nadie puede negar que en diversas circunstancias
de la vida ha sentido la obligación de realizar una acción. Por eso
escribe Prichard:

The negative side of all this is, of course, that we do not come to appre-
ciate an obligation by an argument, i.e. by a process of non-moral thin-
king, and that, in particular, we do not do so by an argument of which
a premiss is the ethical but non moral activity of appreciating the good-
ness either of the act or of a consequence of the act; i.e. that our sense of
the rightness of an act is not a conclusion from our appreciation of the
goodness either of it or of anything else (1912: 9).

Por lo general, para apreciar la obligatoriedad de los actos, basta


con tener en cuenta dos hechos. El primero es la relación involucrada
en la situación del agente moral. Por ejemplo, puede ocurrir que este-
mos obligados a agradecerle a otra persona que nos ha beneficiado. Si
caemos en cuenta de una acción previa ejecutada por un tercero y que
ha resultado para bien nuestro, entonces podemos aprehender el sen-
tido del deber que acarrea este tipo de acontecimientos. El segundo es
el efecto que podría ocurrir si no realizamos la acción. Al imaginarnos
lo que sucedería si no pagamos nuestras deudas o pasamos por alto
ayudar a un amigo muy querido, etc., aprehendemos el sentido del
deber que encierran estas circunstancias posibles. Pero una vez am-
pliamos nuestra reflexión en la forma descrita, nuestra aprehensión
de la moralidad de ciertos deberes es directa e inmediata. En este pun-
to, es importante señalar que el intuicionismo puede encontrar legíti-
ma la pregunta “¿por qué debemos realizar tal y tal conducta?”, siem-
pre y cuando el agente moral no haya captado las circunstancias que

Nº 127 ABRIL DE 2005 49


MAURICIO RENGIFO

rodean la obligación. Pero si se han explorado las circunstancias


mencionadas, la pregunta es ilegítima porque ya no puede ser contes-
tada. Persistir en el intento de darle una respuesta conduciría a la
teoría moral que, como hemos visto, es el producto de una confusión
(Prichard 1912: 8-9).

III

Las objeciones al enfoque intuicionista son muchas. Consideremos


algunas de ellas para luego contrastarlas con las opiniones de Pri-
chard. Se ha dicho, por ejemplo, que la inexistencia de un criterio moral
puede llevar a una especie de rapsodia caótica de toda nuestra expe-
riencia moral. La verdad es que esta apreciación, aunque un poco exa-
gerada, es en parte cierta. Las obligaciones morales resultan de múlti-
ples situaciones que no se dejan reducir a una sola fuente. Sin embargo,
lo que los argumentos intuicionistas han hecho no es más que demoler
una ilusión. Por lo demás, tampoco las teorías éticas suministraban un
criterio coherente de la obligación. Así, por ejemplo, las teorías axiológi-
cas se limitaban a defender que el criterio de la obligación en sentido
ético era la bondad moral, pero la uniformidad aparente de esta doctri-
na desaparece cuando nos preguntamos qué cosas son buenas. Sin
duda muchas cosas diferentes. ¿Por qué no ahorrarnos un paso y admi-
tir que, al igual que las teorías sobre el bien reconocen muchas clases de
cosas buenas, lo mismo pasa con las obligaciones?
Con frecuencia se ha dicho que el intuicionismo es falso porque no
hay tal conocimiento por evidencia. Como prueba de ello se aduce
que para unos individuos existen ciertas obligaciones que, a menu-
do, otros no reconocen. Prichard ha escrito que esta divergencia se
explica por los diversos grados de desarrollo moral de los indivi-
duos o la falta de apreciación completa de las circunstancias que
rodean a la obligación (1912: 9-10). La objeción más seria al intuicio-
nismo está en los problemas de consistencia que pueden presentarse
ante nuestra conciencia moral. Si las obligaciones son intuiciones,
entonces la oposición entre dos obligaciones no tiene solución posi-
ble. La respuesta de Prichard, que en este punto se parece a la de Ross,
es que las obligaciones morales se dan en grados. Reiterando su críti-
ca a teorías teleológicas como el utilitarismo, afirma que la pregunta
que debemos plantearnos no es “¿qué curso de acción alternativo pue-
de originar mayor bien?” sino “¿cuál es la obligación más fuerte?”.
Prichard realizó tres precisiones importantes sobre el intuicionis-
mo. La primera tiene que ver con su posible relación con la filosofía
moral kantiana. Podría llegar a pensarse que, el hecho de que las
obligaciones no estén fundadas en la bondad, implica la conclusión
contraria, a saber, que lo bueno lo es en razón de la corrección de los

50 IDEAS Y VALORES
EL INTUICIONISMO DE PRICHARD

actos. Prichard es enfático en afirmar que el intuicionismo no acepta


la filosofía moral kantiana y se apresura a aclarar que:

The rightness of a right action lies solely in the origination in which the
act consists, whereas the intrinsic goodness of an action lies solely in its
motive; and this implies that a morally good action is morally good not
simply because it is a right action but because it is a right action done
because it is right , i.e. from a sense of obligation. And this implication,
it may be remarked incidentally, seems plainly true (1912: 10).

En contra de la filosofía moral kantiana, el intuicionismo sostiene


que la bondad moral no depende de la corrección del acto –pues esto
sería incluir los motivos en los actos obligatorios- sino de que el acto
sea hecho en acatamiento directo de la conciencia moral.
Quizás la segunda anotación es la consecuencia más interesante
del intuicionismo. Cuando los agentes morales actúan en cumpli-
miento de sus obligaciones en sentido moral, no lo hacen, en sentido
estricto, con un propósito o meta. En la acción moralmente obligatoria
no existen fines que esperamos alcanzar, mientras que en el acto mera-
mente obligatorio, las metas se postulan para orientar la acción. Pri-
chard aclara que las acciones moralmente obligatorias, si bien no tie-
nen un propósito o meta, no carecen de motivos. Debemos recordar
aquí que no deben confundirse los motivos o deseos con los propósi-
tos o metas. Los propósitos son los objetos del deseo; los motivos,
aquello que nos hace movernos en una dirección. Los motivos son de
dos clases: por una parte, los deseos, que tienen por objeto una meta,
fin o propósito; por otra, el sentido del deber, que es la manifestación
de nuestra conciencia moral. Sobre este punto Prichard escribe:

At bottom, however, we mean by a motive what moves us to act; a sense


of obligation does sometimes move us to act; and in our ordinary conscio-
usness we should not hesitate to allow that the action we were conside-
ring might have had as its motive a sense of obligation. Desire and the
sense of obligation are coordinate forms or species of motive (1912: 11).

Por último, el intuicionismo implica que la obligación moral y la


virtud son formas independientes del bien, pese a que, en ocasiones,
pueden encontrarse relacionadas. En efecto, la acción virtuosa surge
de un deseo voluntario acompañado de una buena emoción. En cam-
bio, las acciones moralmente obligatorias se realizan por sentido del
deber. Las circunstancias que rodean la aparición de las acciones vir-
tuosas son muy distintas de las que hacer surgir las obligaciones mo-
rales. Como señalamos anteriormente, la conciencia de la obligación
nace cuando se reconocen ciertas relaciones del agente moral, sean
naturales (como las que se dan entre padres e hijos) o sociales (como

Nº 127 ABRIL DE 2005 51


MAURICIO RENGIFO

en el caso de celebración de un contrato o la formulación de una


promesa). Virtudes como la generosidad o la moderación surgen de
otros tipos de motivaciones, como el deseo de convertirse en un cier-
to tipo de persona. Por supuesto que en muchas ocasiones un mis-
mo individuo puede actuar por una combinación de motivos, entre
deseos virtuosos y el deseo de cumplir los deberes. Por esta razón
Prichard reconoce que:

Nevertheless, at any rate in certain cases, an act can be done either


virtuously or morally or in both ways at once [...] Further, although we
recognize that in each case the act possesses an intrinsic goodness, we
regard that as the best in which both motives are combined; in other
words, we regard as the really best man the man in whom virtue and
morality are united (1912: 12).

Si la independencia conceptual entre la virtud y la obligación moral


es cierta, entonces las obligaciones morales no pueden basarse en las
virtudes, y viceversa, los actos virtuosos no se fundan en que sean obli-
gatorios. En consecuencia, el siguiente razonamiento sería inválido:
(16) La valentía es una virtud
por lo tanto,
(17) es obligatorio actuar valientemente
recuérdese que sólo tenemos la obligación de actuar y no la obligación
de actuar desde un cierto deseo, por ejemplo, de dominar el pánico en
una batalla o de parecerse a un gran guerrero, etc. Por supuesto que
existe la obligación de hacernos mejores hombres y de realizar los
actos que conduzcan a desarrollar nuestras virtudes, pero no la obli-
gación de ser valiente, etc.
Después de asimilar las críticas intuicionistas, habría que pregun-
tarse qué es propiamente la teoría ética. La respuesta de Prichard,
como hemos visto, es que se trata de una doctrina imposible que des-
cansa en un malentendido. Dicho malentendido es análogo al que da
origen a la teoría del conocimiento: confiamos en nuestro conocimien-
to previo, descubrimos algunos errores y nos preguntamos si todo el
conocimiento también podría estar basado en un error. Preguntamos
cosas como:
(18) ¿sabemos que “5 + 4 = 9”?
luego, ensayamos criterios que prueben que un determinado es-
tado mental es conocimiento. Es decir, pretendemos
(19) saber que sabemos que “5 + 4 = 9”
Sin embargo, esta pretensión implica una regresión al infinito,
dado que ahora habría que averiguar si:
(20) sabemos que sabemos que sabemos que “5 + 4 = 9”

52 IDEAS Y VALORES
EL INTUICIONISMO DE PRICHARD

Además, la duda es ilegítima pues (18) no tiene sentido. La pre-


gunta correcta sería:
(21) ¿es “5 + 4 = 9” una creencia verdadera?
Para responder la pregunta no es preciso encontrar un criterio. Todo
lo que habría que hacer es reconsiderar la cuestión apreciando la ver-
dadera naturaleza de la operación, es decir, contando de nuevo. Una
vez repetimos la operación, pasamos de un estado mental de creencia
a uno de conocimiento, y eso es todo. Lo mismo habría que decir de la
filosofía moral. Sobre este punto Prichard opina que:

The sense that we ought to do certain things arises in our unreflective


consciousness, being an activity of moral thinking occasioned by the
various situations in which we find ourselves [...] We then want to have
it proved to us that we ought to do so, i.e., to be convinced of this by a
process which, as an argument, is different in kind from our original and
unreflective appreciation of it. This demand is, as I have argued, illegiti-
mate [...] Hence, in the first place, if, as is almost universally the case, by
Moral Philosophy is meant the knowledge which would satisfy this de-
mand, there is no such knowledge, and all attempts to attain it are doomed
to failure because it rests on a mistake, the mistake of supposing the
possibility of proving what can be only apprehended directly by an act of
moral thinking (1912: 16).

La filosofía moral sólo es, pues, conocimiento cuando consiste en la


aprehensión directa de la bondad de las virtudes y disposiciones.

Bibliografía

Hart, H. (1999). El concepto de derecho. Buenos Aires: Abeledo.


Prichard, H. A. (1912). Does Moral Philosophy Rest on a Mistake? En: Mind,
vol. XXI, n 81, Enero 1912.
(1949). Moral Obligation. Essays and Lectures. Oxford: Clarendon Press.
(1968). Moral Obligation and Duty and Interest. Oxford: Clarendon Press.
Rawls, J. (1979). Una teoría de la justicia. México: F. C. E.
Ross, W. D. (1930). The Right and The Good. Oxford: Clarendon Press.
(1939). Foundations of Ethics. Oxford: Clarendon Press.

Artículo recibido: febrero 15 de 2005; aceptado: marzo 21 de 2005

Nº 127 ABRIL DE 2005 53


Revista de Filosofía
Vol. XVI, No 2, 2004
Pontificia Universidad Católica del Perú
Departamento de Humanidades

Artículos

Michael Devitt
Realismo moral: una perspectiva naturalista

Alfonso Ibáñez
Castoriadis o el proyecto de autonomía democrática

Gustavo Pereira
Virtudes cívicas procedimentales, democracia participativa y
educación ciudadana

Lorena Rojas
De la divinidad de lo oculto. Pausanias en el Banquete de
Platón

Documentos

“En la filosofía francesa hemos vivido una retórica de la ruptura”


Jean François Courtine en conversación con la Redacción de Areté

Michel Serres
Hombre y tiempo: de la evolución creadora al creador de la evolución

Reseñas

Hilary Putnam, Ethics without Ontology


Javier Gil

Edmund Husserl: Zur phänomenologischen Reduktion, Texte aus


dem Nachlass (1926-1935), Husserliana XXXIV
Rosemary Rizo-Patrón

Revista de Filosofía
Departamento de Humanidades - Apartado 1761, Lima 100, Perú
Teléfono: (511) 460-2870, anexos: 358, 251. Fax: (511) 463-5873
Dirección electrónica: arete@pucp.edu.pe - http: //www.pucp.pe/~human/fil/arete

También podría gustarte