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E
l propósito de este ensayo es presentar de forma sistemática la
concepción intuicionista de la moral, de acuerdo con las tesis
planteadas por uno de sus más importantes representantes:
Harold Arthur Prichard. Para tales efectos, me he basado principal-
mente en su libro La obligación moral. No creo que hasta la fecha se
haya intentado una presentación de este tipo por lo que creo necesa-
rio explicar su valor. Los trabajos de la mayoría de los intuicionistas
no cuentan con ninguna clase de sistematicidad. Sus opiniones se
encuentran dispersas en cientos de debates particulares. Parte de ser
un intuicionista se nota en ese hecho. Un intuicionista no tiene nin-
guna pretensión de sistematicidad en la exposición, precisamente
porque intenta ser consecuente con su doctrina. Pero precisamente,
este relativo desorden en sus ideas ha servido para que sus detracto-
res malinterpreten sus opiniones. El único mérito de este trabajo es
proporcionar una versión más depurada de sus puntos de vista.
Espero que este intento no haga ninguna violencia a esta concepción
particular de la teoría moral.
1 Este artículo hace parte de mi tesis doctoral sobre el lenguaje moral que se
está adelantando bajo la dirección del profesor Juan José Botero, profesor de la
Universidad Nacional.
Muirhead Rules and End in Morals. En el libro se distingue entre teorías teleológicas
y deontológicas para incluir en el primer grupo a los utilitaristas, y en el segundo,
a los kantianos. En mi opinión, Prichard sólo tomó la primera categoría y no la
segunda porque Kant aparece en el tercer grupo con una intención distinta. Años
más tarde, Rawls estableció la distinción entre intuicionistas teleológicos como
Moore y deontológicos como Prichard (cf. Rawls 1979: 53 ss.). Sin duda Prichard
habría rechazado esta distinción porque, por una parte, opinaba que Moore había
abandonado el consecuencialismo en su ética, y por otra, porque consideraba que
su filosofía estaba muy lejos de la deontología kantiana.
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EL INTUICIONISMO DE PRICHARD
luego, averiguar cuáles son los actos que más contribuirán a su reali-
zación. Se sigue que la propiedad base que habrá de servir como crite-
rio moral para que un acto sea nuestro deber es la de contribuir a la
realización de nuestro propósito. Por lo general, la finalidad es repre-
sentada como la realización de una vida de disfrute y satisfacción.
De acuerdo con el intuicionismo, las teorías teleológicas cometen
siempre un error fatal conocido como falacia naturalista. Dicha fala-
cia consiste, como es bien sabido, en pretender analizar lo inanaliza-
ble, en tomar lo simple como algo complejo. Se comete, por ejemplo,
cuando se intenta definir lo bueno (en sentido adjetivo) mediante al-
gún tipo de predicado como “el placer”, “la armonía”, etc. Cuando la
falacia naturalista se comete directamente con las palabras deónticas
“obligación” y “deber” en sentido moral, se denomina falacia del debe
al es. Se trata de un caso especial de la falacia en la que se intenta
definir “moralmente obligatorio” mediante predicados tales como
“causa de un bien”, “origen de un placer”, etc. Hay otro caso de la
falacia naturalista que es el que más llama la atención de Prichard. Lo
he denominado, en contraste con el caso anterior, falacia del es al debe.
Ocurre cuando se confunde el sentido moral con el sentido no moral
de las palabras “deber” y “obligación”. Puesto que las segundas sí
son analizables, se atribuye el significado de las palabras no morales
a las morales y en ello reside el error. Consideremos, a manera de
ilustración, las oraciones siguientes:
(1) Carlos debe decir la verdad
(2) Carlos debe decir la verdad (si quiere salir de la cárcel)
En la frase (1) el “debe” se utiliza en sentido moral y en (2) en sentido
no moral. En el análisis de Prichard, (2) equivale a:
(3) si Carlos no dice la verdad, entonces no saldrá de la
cárcel
lo que sugiere que “debe” en sentido no moral significa aproximada-
mente “conducente a la realización de su propósito”. La falacia natu-
ralista, en este caso del es al debe, consiste en atribuir el significado de
“debe”, que es “conducente a la realización de su propósito”, al
“debe” en sentido moral.
Según Prichard, las teorías teleológicas incurren principalmente
en la falacia del es al debe, porque reducen el “debe” moral al “debe”
no moral. Al hacer tal cosa, representan nuestro deber moral de rea-
lizar una acción como si fuera la misma cosa que tenemos que hacer
si queremos realizar nuestros propósitos. En sentido estricto, el in-
tuicionismo sostiene que las teorías teleológicas no son teorías de la
obligación moral porque, al incurrir en la confusión mencionada,
cambian de tema. Son, a lo sumo, teorías de la obligación pero no
teorías de carácter ético. El intuicionismo insiste en que no es lo
mismo “estar obligado” que “estar moralmente obligado”, así como
For we have only to ask ourselves whether some act’s being which
would do most to make us happy would render it what we are bound to
do, to know that it would not. The fatal objection of principle is that it
resolves the moral “ought” into the non moral “ought”, representing
our being morally bound to do some action as if it were the same thing
as the action’s being one which we must do if our purpose is to become
realized. And in consequence, strictly speaking, the theory is not a
theory of obligation, or duty at all [....] (1949: 117).
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EL INTUICIONISMO DE PRICHARD
We find that when we consider whether some past act is one which the
agent ought to have done, we think the question independent of the
question of what his motive was in doing it (1949: 130).
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EL INTUICIONISMO DE PRICHARD
sus motivos porque tal cosa sería reducir una acción deliberada a un
acto automático. Si la abstracción no es posible, resultaría absurdo
hablar de deberes sin incluir los motivos. Prichard estaría tratando
de considerar la acción moralmente obligatoria con independencia de
los motivos; estaría cometiendo un error semejante al del filósofo pla-
tonista que piensa que los universales como el rojo o el verde pueden
existir separados de sus instancias.
La respuesta de Prichard es muy interesante (cf. 1949: 131 ss.). En
primer lugar, opina que es intuitivamente evidente que una misma
acción puede haber sido hecha por diferentes motivos, cosa que no
podría ser si Joseph tuviera razón. Además, es trivialmente cierto
que si las acciones no tienen alguna propiedad independiente de los
motivos, no habría acciones de las cuales pueda ser motivo un moti-
vo y, por tanto, tampoco habría motivos. Cuando hablamos de accio-
nes no estamos incluyendo las motivaciones, deseos y propósitos.
Es cierto que un acto deliberado tiene que tener un motivo, pero una
cosa es que los actos tengan que tener un motivo y otra muy distinta
es que estos hagan parte de él. Como dice Prichard, no podemos
golpear algo sin que haya algo que golpear, pero la cosa a ser golpea-
da no hace parte de la acción de golpear, así como la cosa sabida no
hace parte del saber. Los motivos son necesarios para la acción pero
no hacen parte de ella. Se sigue que los deberes no incluyen los moti-
vos y que no hay deberes de tener ciertos motivos. Sobre este punto
Prichard escribe:
En este grupo se cuentan las teorías que sostienen que ningún acto
puede ser un deber a menos que exista algún bien conectado con la
acción, de modo tal que, si se realiza el acto, algún bien empezará a
existir y, si no es llevado a cabo, no existirá. En este grupo, el intuicio-
nismo distingue tres posibles alternativas: (a) las que consideran que
el bien está (a) ya en algún efecto, (b) ya en la acción misma y (c) ya en
algún efecto o en la acción misma. Se sigue que el criterio de la obliga-
ción moral de las teorías axiológicas puede ser, respectivamente, el
causar algún bien, el ser un bien o la combinación de ambas opciones.
Prichard cita como ejemplos de la primera categoría a los hedonistas,
como ilustración de la segunda a Kant, Bentham, Hutcheson, Butler y
Price y, de la tercera, a Rashdall y Moore.
Veámos algunas definiciones de “obligación moral” reseñados por
Prichard (1949: sección VII). En el grupo (a) se cuentan las de Rashdall,
quien afirma que “una obligación es correcta cuando suscita el bien”,
y Moore, quien sostiene en sus Principia que “estar obligado a realizar
una acción” significa “la acción producirá la mayor cantidad de bien
en el universo”. En el grupo (b) estaría la de Laird, quien habría esta-
blecido que “obligación” y “valor” están en una conexión fundamen-
tal. En el grupo (c), finalmente, tenemos la afirmación de Joseph según
la cual, la acción correcta es “causa del bien y además es un bien”. No
debe sorprender que las definiciones proporcionadas por estos filóso-
fos no coincidan con las alternativas citadas en el párrafo anterior. En
la reconstrucción de Prichard se muestra cómo la mayor parte de los
filósofos morales no son consecuentes con sus propias definiciones y
pasan inadvertidamente de una posición a la otra. Por ejemplo, Pri-
chard opina que Moore frecuentemente implica no sólo que un acto es
correcto por causar algún bien, sino por poseer valor intrínseco. De
hecho, Moore habría sostenido que la consideración de nuestras obli-
gaciones debería tener en cuenta tanto la bondad de las acciones con-
sideradas en sí mismas como en sus efectos. A causa de esta afirma-
ción, la teoría de Moore pertenece al grupo (c), pese a que su definición
de “correcto” corresponde al grupo (a). Laird también es responsable
de una trasgresión semejante, pero en su caso se parte de una defini-
ción del grupo (b) para terminar sosteniendo una teoría del grupo (c).
Al principio, mantiene que la obligación se justifica a partir de su sola
bondad, pero en otros pasajes sostiene que también deberíamos tener
en cuenta los resultados de la acción. Joseph, por su parte, empieza con
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EL INTUICIONISMO DE PRICHARD
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II
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está bajo nuestro control son las acciones y ellas son las que debemos
o no hacer. Segundo, decimos que las acciones son deberes de los
individuos pero no que los motivos son deberes en absoluto. Las teo-
rías cuasi-teleológicas no están de acuerdo con nuestro uso del len-
guaje moral. Por ello, hay que insistir en la distinción entre haber
hecho lo que debemos y haberlo hecho como debíamos. Tercero, las
teorías cuasi-teleológicas se apartan de nuestra conciencia moral por-
que todos sentimos la obligación de actuar, pero no sentimos la obli-
gación de actuar desde ciertos motivos.
El tercer criterio tampoco responde a la pregunta “¿cuál es la carac-
terística que tiene que tener un acto para que sea moralmente obligato-
rio hacerlo?”, sino más bien a “¿cuál es la característica que tiene que
tener un acto para que sea moralmente bueno hacerlo?”. La ventaja de
este cambio es que no propone, como las teorías teleológicas, un pro-
pósito vinculado a los deseos del agente moral. Al afirmar que lo obli-
gatorio es causa de un bien o es un bien en sí mismo, las teorías axio-
lógicas presuponen que lo bueno es algo que ha de buscarse por sí
mismo o que “tiene que existir”. De esta forma, se pretende restaurar la
resolución a actuar del agente moral porque éste debe causar aquello
que tiene que existir. Al responder de esta manera, se comete la falacia
del debe al existe. En efecto, ¿cómo podemos querer actuar para gene-
rar algo que tiene que existir, motivados por algo que aún no existe?
Afirmar que algo que no existe nos mueve a hacerlo existir porque
tiene que existir es un absurdo. Hay que agregar que esta respuesta
también está reduciendo el “debe” moral a otra cosa, a saber, el
“debe existir”. Además, decir que una acción es obligatoria porque
es la causa de un bien no coincide con nuestra conciencia moral.
Sobre este punto Prichard escribe:
Perhaps, however, the best way to see the failure of this view is to see its
failure to correspond to our actual moral convictions. Suppose we ask
ourselves whether our sense that we ought to pay our debts or to tell
the truth arises from our recognition that in doing so we should be
originating something good, material comfort in A or true belief in B, i.
e., suppose we ask ourselves whether it is this aspect of the action which
leads to the recognition that we ought to do it. We at once and without
hesitation answer: “No” (1912: 4).
It may be noted that if the badness of pain were the reason why we
ought not to inflict pain on another, it would equally be a reason why
we ought not to inflict pain on ourselves; yet, though we should allow
the wanton infliction of pain on ourselves to be foolish, we should not
think of describing it as wrong (1912: 5).
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The negative side of all this is, of course, that we do not come to appre-
ciate an obligation by an argument, i.e. by a process of non-moral thin-
king, and that, in particular, we do not do so by an argument of which
a premiss is the ethical but non moral activity of appreciating the good-
ness either of the act or of a consequence of the act; i.e. that our sense of
the rightness of an act is not a conclusion from our appreciation of the
goodness either of it or of anything else (1912: 9).
III
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The rightness of a right action lies solely in the origination in which the
act consists, whereas the intrinsic goodness of an action lies solely in its
motive; and this implies that a morally good action is morally good not
simply because it is a right action but because it is a right action done
because it is right , i.e. from a sense of obligation. And this implication,
it may be remarked incidentally, seems plainly true (1912: 10).
52 IDEAS Y VALORES
EL INTUICIONISMO DE PRICHARD
Bibliografía
Artículos
Michael Devitt
Realismo moral: una perspectiva naturalista
Alfonso Ibáñez
Castoriadis o el proyecto de autonomía democrática
Gustavo Pereira
Virtudes cívicas procedimentales, democracia participativa y
educación ciudadana
Lorena Rojas
De la divinidad de lo oculto. Pausanias en el Banquete de
Platón
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