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1.

Introducción

Los índices de violencia escolar en Latinoamérica ha sido un tema relevante en la última


década en estudios de diversos enfoques; temas como el bullying (acoso escolar) o la
violencia de género siguen siendo de interés para la labor del psicólogo siendo partícipes
a través de distintas actividades y apoyando a otros profesionales (docentes, pedagogos y
servidores sociales).

Desde hace algunos años, alrededor del 30% de los niños, niñas y adolescentes en edad
escolar en América Latina afirman haber vivido situaciones de violencia en la escuela,
tanto en forma de agresiones físicas como verbales y psicológicas, ya sean burlas o
mensajes que conllevan distintos motivos.

En México, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) reportó en 2011 que
“30% de los estudiantes de primaria declaraban sufrir algún tipo de violencia. Para 2013
este porcentaje aumentó. 40% dijeron haber sido víctimas de robo; 25% recibieron
insultos de amenazas; 16% fueron golpeados y 44% han atravesado algún episodio de
violencia” (citado en Ayala-Carrillo, 2015, p. 49).

A esto cifra se deben sumar la cantidad de docentes que pueden afirmar haber detectado
casos de violencia, algunas familias que notan los factores de riesgo en el hogar y la
percepción que se tiene dentro del aula sobre el ambiente escolar.

El método más común en que la información sobre la violencia ha sido recopilada es a


través de distintos campos de análisis, al tratarse de un fenómeno multidimensional.
Varían entre enfocarse en el acto mismo (la agresión); las características que intervienen
dentro de la propia conducta violenta, es decir, la víctima y el victimario; el contexto o
lugar en el que surge dichos comportamientos y los factores que aumentan o disminuyen
las probabilidades de cometer o sufrir actos violentos.

Por otra parte, hay una clara deficiencia con respecto a la cuestión preventiva ya que las
conductas agresivas o violentas que perciben los niños y niñas por parte de sus
compañeros, pueden pasar desapercibidas por el personal de la escuela, como también
por algunos padres que consideran que estos comportamientos son típicos de la edad y
los ayudan a crecer, dificultando la valoración del problema.

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Otras de las deficiencias que han podido aparecer se relacionan con el número reducido
de instrumentos propios en México; sin embargo se ha comenzado a estandarizar otros
instrumentos.

Las investigaciones que han podido reportar diferencias y descripciones sobre este
fenómeno en Latinoamérica son aquellas que han obtenido información útil a partir de
entrevistas y encuestas; a través del análisis descriptivo de los datos para marcar las
tendencias y encontrar ciertos patrones de comportamientos y esos factores de riesgo de
la violencia como los distintos agentes del ambiente.

En cuanto al tipo de información, la más evidente de reportar serían las conductas


agresivas y violentas, su frecuencia, su intensidad, su contexto y sus agentes
involucradas (violencia objetiva); y la forma en que perciben esto los niños, niñas y
adolescentes de sus compañeros, la intención detrás de una agresión, los mecanismos de
defensa, las repercusiones físicas y morales, así como las decisiones con respecto a su
evaluación en un contexto y momento determinado (violencia subjetiva)

En este documento se realiza una recopilación bibliográfica de la información que hay al


respecto de la violencia escolar en México y definir las distintas concepciones de la
violencia, los tipos de violencia y sus campos de análisis en diferentes disciplinas.

También la controversia que generan los cambios generacionales y las nuevas


interrogantes que se han estado investigando a lo largo de la última década. Así mismo, la
pérdida de identidad que generan dichos cambios ya que los grupos sociales ha tenido
una transformación interesante con respecto a lo moralmente admisible en las escuelas y,
por tanto, lo que genera mecanismos de aislamiento o exclusión por parte de las
personas.

La segunda parte reúne las características físicas de la violencia escolar; los factores
sociales, como el marco legal y la normativa escolar y los programas de convivencia
escolar en América Latina. Y los factores psicológicos que se han investigado sobre el
tratamiento y la prevención de la violencia escolar. Por último, la eliminación de las
barreras espaciales de comunicación frente al riesgo cada vez más grande de separación
afectiva.

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2. Diferencias conceptuales sobre la violencia

Cuando se habla de violencia, hace referencia una cantidad enorme de disciplinas y a un


gran número de descripciones sobre lo que puede o no considerarse un acto violento. El
hecho de concebir a la violencia dentro de un contexto determinado ha venido a ser una
solución inmediata al problema principal del concepto.

Ante el hecho de que no existe una definición de violencia que sea ampliamente aceptada
por distintos profesionales, es necesario establecer algo, que en esencia, podamos
considerar el consenso general utilizando los elementos centrales que contienen cada una
y algunas diferencias importantes para esclarecer el término.

El primer acercamiento lo otorga la observación, los indicadores claves ante este


problema son las consecuencias físicas. Indica que la violencia contiene un elemento
físico en el que se destaca el uso de la fuerza para causar daño a alguien. Sin embargo,
el daño producido puede (o no) venir de una o varias personas; también el propósito o
finalidad que conlleva el acto de violencia.

Se cree también, que la condición de ser violento es algo inherente al ser humano, algo
que se constituye desde el nacimiento (o incluso antes de él). Están quienes consideran
que la violencia es algo creado socialmente y, por lo tanto, aprendido e interiorizado y
puede que sea la manera que el ser humano ha encontrado para resolver sus conflictos a
través de soluciones constructiva (García & Ascencio, 2015, p. 37)

Martínez realiza una esbozo de las distintas concepciones de la violencia, destacando


ésta como un evento donde “alguien hace daño a alguien intencionalmente mediante el
uso de la fuerza física o de otro tipo, y la intención conlleva a obligar a la(s) persona(s)
dañada(s) a algo que no quiere(n).” (2016, p. 10).

Con lo cual es posible definir que si la violencia dependería forzosamente el uso de la


fuerza física, no explica de manera eficiente distintas situaciones como efectos morales, el
abuso de poder, las afecciones cognitivas y emocionales (como el chantaje y la extorsión)
y que estos también son eventos violentos claves entre los afectados. Así mismo, dejaría
de lado la concepción del contexto y de las condiciones culturales a las que será sometido
a evaluación.

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“La agresión, hostilidad y violencia son conceptos relacionados que con frecuencia
utilizamos como sinónimos aunque no sean iguales” (Hidalgo, Ramírez & Manosalva,
2013, p. 17). Es en este terreno, distintos estudios comparten que la violencia puede
incluir las siguientes características: a) se produce entre pares, b)es reiterado en el tiempo
y c) debe existir algún tipo de cercanía o relación entre las partes.

Pero todo lo anterior no es más que un problema de análisis, es decir, tras toda la gama
de apreciaciones del concepto la violencia, es vista como un medio para conseguir un fin
y es lo que se comprende como la intencionalidad y “con el contexto en el que se
presenta la violencia quedaría restringida espacial y temporalmente.” (Martínez, 2016, p.
11).

Cuando la violencia es algo latente en la sociedad puede manifestarse en distintos medios


e intensidades, tanto en los individuos como en algún grupo, no significa que sea la única
manera de convivir, ni mucho menos la más adecuada. Así también existen tantas
definiciones de violencia como individuos que lo experimentan.

Existe también, un ángulo de apreciación que dividen a la violencia en dos aspectos; el


primero como un acto relacional de tipo objetivo, analizado a través de acciones concretas
en momento específicos y del lado subjetiva, la apreciación de dichos eventos por los
agentes de la violencia (víctima, victimario y espectadores). Con respecto a eso, Martínez
afirma que “la violencia puede ser vista como adjetivo que califica determinadas formas de
relación” (2016, p. 15).

Pues bien, a todo acto de agresión, física, moral o institucional, dirigido contra la
integridad de uno o de varios individuos o grupos puede llegar a considerarse violento, y
donde se marca la diferencia será en el contexto (espacio y momento) y la regulación
normativa (leyes, acuerdos, reglamentos, etcétera).

Sobre el espacio, hay una clara discrepancia, pues también existen distintos tipos de
violencia que aluden al lugar en el que ocurren (labora, escolar, familiar, entre otros). Al
referirse a un lugar, es necesario hablar del grado en que dicho lugar logra mantener esa
violencia en un nivel aceptable o que no se perciba como negativo (disruptivo).

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Con respecto a la restricción temporal, lo común sería que dichos actos queden
inmediatamente apoyados al momento de la acción, al evento suscitado de violencia.
Siendo esto, tendremos dos acepciones importantes: a) la violencia se genera a partir de
la interacción de dos o más personas en un contexto determinado y un tiempo específico
y b) ésta puede expresarse de forma física o verbal y con consecuencias en distintas
esferas de la salud (incluyendo la salud mental).

Se acepta, entonces que existen distintos tipos de violencia y que a pesar de que todas
son importantes, la violencia generada por en algún contexto particular (como la escuela)
y los mismos agentes que componen dicho espacio (alumnos, docentes o autoridades)
son quienes terminan dañando a la propia escuela, su ambiente y a ellos mismos.

Los agentes que se encargan de regular las actividades propias relacionadas a evitar la
violencia también están atadas a las acepciones antes mencionadas; puesto que en un
mismo contexto son las autoridades quienes definen el método de acción apropiado para
cada caso.

Es por ello que comportamientos comunes como la pelea, pueden no ser vistos como
actos violentos per sé, si el contexto o la relación así lo determinan. En el caso de dos
peleadores de arte marcial; hay un acuerdo implícito donde ambos están a favor de
combatir, las personas que están presentes en dicho suceso reconocen también este
acuerdo y todo el escenario está regido por autoridades (juez) y un marco normativo
(reglas de combate de dicha arte marcial).

Por todo esto, los distintos conceptos de violencia difieren en las siguientes
características: a) la violencia se refiere al plano físico o puede incluir otras
manifestaciones; 2) solo se refiere a las personas o también a los objetos e instalaciones;
3) las manifestaciones deben ser abiertas y directas o deben poder contemplarse, como
las amenazas previas a una manifestación misma; 4) Se debe normativizar los actos de
violencia para justificarse o apoyarse legalmente como actos disruptivos o ilegales y 5) es
posible una ejecución violenta impersonal dado por un grupo de individuos o incluso por
una institución, por medio de reglamentos, prácticas, hábitos en relación al trato con las
personas afectadas. (Muñoz, 2008, p. 1199).

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Entonces, la violencia puede evaluarse por su origen o causas, visto desde un punto de
vista físico y psicológico, en niveles e intensidades variadas; por su función y/o intención,
ya sea de los individuos o de los grupos y de la percepción de quienes la experimentan;
por el contexto, y las prácticas que lo representan (legal o normativo); y por sus
consecuencias, a corto y largo plazo.

2.1. El origen de la violencia y las causas

Entonces, el primer acercamiento de la violencia aparece en estudios que investigan


acerca del origen del acto, es decir, de la agresión, pero lo más recurrente es que se le
atribuya una multicausalidad a éste fenómeno.

Mientras sea posible reconocer en un acto de agresión algún medio, su intensidad, a


través de un comportamiento que se encuentren por encima de la regulación en un
contexto determinado hablaremos de violencia. El ambiente provee de característica o
factores que puede incrementar propician la violencia

Habrá entonces, factores que favorecen o causan violencia; la primera de forma activa
que se analiza de forma objetiva, medible y observable; mientras que también hay causas
de violencia reactiva o subjetiva, es decir, la percepción del efecto producida tras la
violencia.

Martínez (2016) afirma que las causas de la violencia activa suelen ser “la dominación, el
deseo de conquista sobre otro (sometimiento psicológico, sexual o físico) o la extracción
de patrimonios materiales” (p. 20).

Es posible observar estas características en muchos casos comunes como el niño que
roba los juguetes desde muy pequeño; la pareja que obliga a dejar o hacer cosas que el
otro no quiere; o el jefe que manipula o amenaza para no dejar salir o descansar a su
empleado, por mencionar algunos.

Otra de las causas tiene que ver con la historia que genera la violencia, lo que denota el
hecho de que las raíces sociohistóricas y las características contextuales específicas que
se relacionan. El detonante de la violencia, puedan servir como un indicador de futuros
actos violentos y este detonante.

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El contexto es, a su vez, una causa de violencia, lo cual se vuelve pertinente y explica
porque hay una tendencia a investigar temas como bullying, acoso, violencia de género,
violencia familiar, violencia escolar, entre otros. Además, se debe analizar datos el medio
y función de la violencia, su estructura y las pautas de comportamiento que estos
generen.

2.2. Función y aplicación de la violencia

La violencia entonces, tiene una función que cumplir dentro de nuestra convivencia, el
medio o la aplicación de ésa violencia es también la que determina las siguientes
funciones que se deben cumplir para completar este marco generado a través de las
relaciones que se han construido sobre ella.

Se debe explicar varias cosas antes de evaluar un acto como violento, entre ellas: el
modo o las formas que puede asumir un acto violento; las características de ésta y las
dinámicas de participación involucradas; y todas ellas forman otro tipo de investigaciones,
orientadas al desarrollo propio de la violencia.

Cada una de estas formas difieren en cuanto a la concepción del el desarrollo de una
serie de dinámicas y características propias de un acto violento; su función se explica
principalmente por la aplicación que tiene, en cierto contexto o tiempo. Por tanto, es
posible medir distintos tipos de violencia por su medio (físico, psicológico, verbal, social) y
por su intensidad. De ese modo pueden existir varios tipos de violencia entre sí, sufriendo
cambios en el grado de daño o efectos más intensos unos que otros.

Por un lado tenemos el medio físico; siendo este “todo acto de agresión intencional en la
que se utiliza cualquier parte del cuerpo, algún objeto, arma o sustancia, con la finalidad
de sujetar, inmovilizar o causar daño a la integridad física de otra persona, generalmente
más débil, encaminado a su sometimiento y control.” (Hidalgo, Ramírez y Manosalva,
2013, p. 19). Entre este tipo de violencia se incluyen los empujones, bofetadas,
puñetazos, puntapiés, etcétera

Sería el tipo de violencia con mayor número de estudio, pues su posible medición y líneas
de investigaciones suelen tener mayores coincidencias. También es posible replicar y
comparar dichos estudios a partir de lo esperado o de los patrones que se han ido
encontrando.

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A partir de los resultados de investigaciones como la de Hidalgo (et. Al. 2013), Martínez
(2016), Ayala-Carrilo (2015), Calvo (2015), Cañón (2007), Eljach (2011), entre otros; han
surgido estas interrogantes sobre la violencia que no es física pero sigue manteniéndose
una función directa (de agresor a agredido) y el concepto de violencia psicológica ha ido
tomando mayor peso en los últimos años.

Es posible afirmar que la violencia psicológica “es una forma de maltrato. A diferencia del
maltrato físico, este es sutil y más difícil de percibir o detectar. Se manifiesta a través de
palabras hirientes, descalificaciones, humillaciones, gritos e insultos.” (Hidalgo, Ramírez y
Manosalva, 2013, p. 19).

En término simples, la violencia psicológica será aquellas con consecuencias en la salud


mental, no es exclusiva por lo que suele ser acompañado de otro tipo de violencia. Entre
estos tipos aparece también la violencia verbal.

Los actos de violencia verbal, “son todos aquellos en los que una persona lastima a otra
por medio de agresiones, tales como gritos, desprecios, insultos, mentiras, comentarios
sarcásticos, y burlas que exponen a la víctima en público” (Hidalgo et. Al, 2013, p. 20). Se
expresa tanto en escenarios de la vida privada como pública, en las relaciones entre
ciudadanos y entre estos y lo estados.

Es común que características físicas o fisiológicas, generan en algún grado un tipo de


violencia que surge como un evento que es inherente al desarrollo sociocultural. Entre los
más comunes, la violencia de género pues es el ejemplo de la percepción de todo lo
demás: lo social, lo político, lo religioso, etcétera. Como tal está abierto al cambio y su
objeto de interpretación.

También es recurrente asociar, a la función de la violencia, el distanciamiento de algo


inaceptable; el desplazamiento de esto y el aprendizaje que se genera tras la violencia. El
primero en función de alejar aquello que provoca una percepción negativa tras una
agresión; el segundo como un medio para modificar la experiencia a una donde no sea
tan desagradable; y al final aprender a partir de un evento violento generando patrones de
comportamiento, redes para comprenderla y un método más preciso para reaccionar en
un tiempo más inmediato.

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Por último, queremos denotar la violencia que es directa; que no es más que aquella que
tienen una función clara y un medio entre pares (los golpes, los mensajes); y la indirecta,
aquella que se genera a través de la interpretación y la percepción de un acto (los
rumores, por ejemplo).

2.3. El contexto en la violencia

Como hemos ido mencionando, el contexto es muy importante en términos de violencia;


más allá de evaluar las causas, es posible observar sus consecuencias acercándose al
ambiente en que se produce y registrando el grado de relación que tiene con distintas
problemáticas.

La violencia también tiene un factor social, que sería aquello que genere una percepción
social negativa como la dispersión de rumores y como resultado la exclusión social que
limita la relación y modo de vida de un grupo o individuo.

Es a partir de estos contextos que la violencia tiene participación a medida que los
contextos van evolucionando y están ligados a las transformaciones que dichos contextos
sufren.

Hace muchos años, a los niños en las aulas se les castigaba la indisciplina con cierto
grado de violencia que era aceptable y reconocida por las partes involucradas en esta
dinámica. Con el tiempo, se ha tenido que prescindir de estos actos y buscado soluciones
cada vez más acorde con los estándares que regulan estas actividades.

De modo que para estudiar el contexto debemos posicionarnos en un estado temporal


adecuado, en una normativa común y determinar quienes o que grupo determina el actuar
a partir de un consenso común.

En el contexto es posible observar también: la cultura, la normatividad, los reglamentos,


los acuerdos (implícitos y explícitos) y el marco legal.

Sobre la cultura podemos encontrar diferencias que han sido apropiadas por un grupo de
personas en particular; así también la religión, las tradiciones, las costumbres y su
desarrollo son algunas de las características que se suelen encontrar entre los factores de
la violencia.

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Sobre la normatividad, reglamentos y acuerdo. Esto hace referencia no necesariamente a
algo legal, sino a los términos que los integrantes de un grupo en específico han
establecido a lo largo de la historia del mismo. Este tipo de acuerdos no necesariamente
pueden determinarse de forma clara y concreta y en ocasiones también no queda lo
suficiente entendible para todos los miembros.

Algo que se empieza a notar en este punto es que podemos apreciar las jerarquías del
grupo; en una familia, los padres tendrán una jerarquía mayor que los hijos; en la escuela
los docentes y directores suelen tener una posición privilegiada.

Cuando se trata de violencia en algún grupo, se pueden presentar patrones selectivos por
estas posiciones, dejando al rol predominante como agresor. A nivel escolar se considera
que esta agresión es perpetrada mayormente por hombres y entre pares por los que sean
mayores.

En términos de vulnerabilidad, las mujeres se encuentran en una posición menos


protegida, al igual que los niños o las personas de edad avanzada.

Es por eso, también, que se ha optado por combatir la vulnerabilidad en estos grupo y
mejor el estatus social de diversas minorías. Más allá de una equidad moral, la igualdad
de oportunidades busca brindar un apoyo formal a las características contextuales que
producen violencia en estos grupos.

2.4. Consecuencias de la violencia

Con todo lo que está involucrado en la violencia (causas, función, tipos y contextos), es
posible que se hayan creado estándares socialmente aceptables que han permitido
sobrellevar este problema, sin embargo, es difícil tratar con las consecuencias de algo
que ya ha sucedido y se verá que toda violencia tiene consecuencias de distinta índole.

Muchas veces la violencia deja heridas o cicatrices, enfermedades de por vida y en un


grado severo, la muerte. Éstas serían las consecuencias directas que se han podido
evaluar y que también generaron una mejor construcción de lo se debe hacer después.

En la violencia psicológica esto sigue construyéndose ya que como consecuencia de este


tipo de maltrato se ven disminuidos factores como la autoestima de la persona y afecta el
desarrollo emocional.

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La percepción del daño puede activar, en quienes lo padecen, respuestas agresivas y
violentas contra la fuente responsable de la producción de ese dolor, traspasando incluso
las barreras temporales y espaciales. Esto es claramente una respuesta parecida al
castigo pues busca reducir la frecuencia de un acto que nos parece doloso.

Tendría que verse cómo reacciona la otra parte. El empleado que sufre empieza a tener
agotamiento físico o mental; la frustración de un niño sin su juguete o las heridas físicas y
daño emocional de la pareja atacada.

De acuerdo con Martínez (2016, p. 31) afirma que puede concebirse el tema de la
valorización del propósito de la violencia a partir de cuatro esferas: la calificación, la
racionalización, la justificación y la juridización.

La clasificación se refiere a la consideración de si es buena o mala determinada


manifestación de la violencia, ya que está sujeta a los actores, a los hechos y la
perspectiva o concepción que de la violencia tenga.

Por racionalización, puede entenderse una situación en la que se busca otorgarle a la


violencia algún sentido posteriormente a su producción. Esta racionalización es necesaria
tanto para las víctimas como para los victimarios; a los primeros les ayuda a soportar los
males recibidos, y a los segundos les permite liberar culpas. Es una especie de
justificación posterior elaborado compi un discursos ideológico, coloquialmente lo
tomaríamos como acomodar lo vivido para darle sentido.

La justificación podemos verla, aunque en la misa línea de otorgamiento de sentido a la


violencia, como en un punto opuesto a la racionalización, pues sirve no tanto para valorar
los hechos una vez producidos, sino antes de la violencia legitimándola. Esto ha permitido
la normalización de algunos comportamientos violentos.

Y por juridización entendemos aquellos aspectos que buscan, por medio del derecho,
nombrar situaciones, reconocer sus alcances y poder actuar, de alguna manera para
regular o combatir la violencia. Es darle orden al procedimiento posterior a la violencia por
medio de la normativa del contexto particular en el que surja.

Por lo anterior, la violencia escolar surge como un tema de impacto, pues en ella se
observa un contexto en riesgo de sufrir y promover actos violentos, recordando tener

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cambios debido a la aparición de nuevas herramientas tecnológicas que permiten vía libre
para nuevas funciones de la violencia.

Las consecuencias del contexto educativo suelen ser tanto directas como indirectas,
física, psicológicas, verbal y de todo tipo; también hizo su aparición el concepto de
cyberbullying en estos estudios.

También es importante señalar que “el espectador desempeña un papel muy importante
en la intimidación, ya que al reírse o pasar por alto el maltrato contribuye a perpetuarlo o
reforzarlo”. Así mismo, su participación para soluciones la violencia es fundamental, ya
que puede contener el abuso si evitan aplaudir o bien apoyar a las víctimas y no solo si
denuncia las agresiones.

Se tratarán de cubrir aspectos de calificación, racionalización, justificación y juridización


de este tipo de violencia. Explicando los estudios, las nuevas normas surgidas a partir de
ellos, la participación de los profesionales, la intervención y los métodos de prevención
que se están trabajando.

Para los espectadores de la violencia corre el riesgo de insensibilizar ante las agresiones
cotidianas y de no reaccionar a las situaciones de injusticia en su entorno o creer que no
puede ayudar a la víctima (rol pasivo). Puede generar sentimientos de enojo, rabia,
impotencia y culpabilidad por no saber cómo ayudar a la víctima. Presenta pesadillas y
preocupación o tiene repercusiones negativas en el desarrollo de su personalidad.

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3. La Violencia Escolar

En el caso de la violencia en las escuelas, están directamente involucrado otros contextos


como el hogar, siendo la familia y el agente de mayor jerarquía quien atiende las
demandas. En todos los casos, los problemas de violencia se relacionan con otros
factores sociales y culturales que le dan poder y significado.

Con respecto a la violencia escolar, entendemos a todo acto violento en un ambiente


educativo y que puede darse en cualquier de los tipos y funciones antes mencionados. La
violencia entre alumnos también puede ser directa, por medio de golpes, patadas,
etcétera; o indirecta, utilizando medios como las cartas, notas, recados, correos o
mensaje, por ejemplo.

Las personas encargadas de regular las actividades y garantizar un ambiente escolar


armónico, se enfrentan mayoritariamente a violencia verbal, psicológica, física y social
(principalmente, las dos primeras) de la relación entre alumnos.

Esta relación entre pares, es decir, entre los estudiantes de una institución educativa
puede presentarse como violencia de todos los tipos y, recientemente, como
cyberbullying, que hacen referencia al acoso a través de las redes sociales virtuales.
(Gamboa, 2014, p. 40).

También es complicado que ni las distintas instituciones educativas, ni las familias de los
estudiantes ha tomado medidas contundentes en el asunto. El medio influye en esta alza
de la violencia. Otros factores a tomar en cuenta son la misma pobreza y las carencias de
los estudiantes.

Otro problema es que se ha tenido que diferenciar entre lo que es la violencia escolar y lo
que es acoso escolar o bullying; ya que el segundo implica una relación de desequilibrio
en la que una de las partes es agredida (sin defenderse) y la otra presenta como
agresora, por un periodo de tiempo reiterativo.

Frente a las diversas manifestaciones de violencia escolar que amenazan en definitiva la


posibilidad de convivir en armonía, ha sido necesario construir espacios para la
convivencia donde predomine el diálogo, un buen clima institucional, además de un
excelente relación familia-escuela. Los hechos de violencia se han convertido en algo
cotidiano, ante lo cual ni las autoridades

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Si los jóvenes y niños están creciendo en un contexto de violencia como el actual, puede
que éste influya en su percepción de las relaciones con otros sujetos. (Gamboa, 2014, p.
43). Pero este problema se puede trabajar y transformar para que la vida de los escolares
sea digna.

3.1 Factores psicológicos

Cuando las características físicas no son tan evidentes es posible que se localicen rasgos
o consecuencias de otro tipo. La violencia psicológica será el reconocimiento de
características de un daño provocado a la salud mental.

Se reconoce como factores psicológicos de la violencia escolar a partir de las


características inherentes en los alumnos (como el género, las características físicas,
biológicas y fisiológicas, o la historia personal).

Estas influyen en el comportamiento de los individuos y aumentan sus probabilidades de


convertirse en víctimas o perpetradores de actos violentos. Entre los factores que pueden
medirse o rastrearse se encuentran las características demográficos (edad, educación
ingresos), los trastornos psíquicos o de personalidad, las toxicomanías y los antecedentes
de comportamiento agresivos o de haber sufrido maltrato (OPS, 2002, citado en Ayala-
Carrillo, 2015, p. 488).

Es posible percibir emociones como la ira y el enojo, que de acuerdo con BULLIYNG
“surgen de las frustración, y ésta es resultado de la confrontación entre la expectativa
sobre las acciones de los demás y la acción real.” (García y Ascensio, 2015, p. 29).

Las investigaciones también muestran un impacto negativo en los estudiantes que han
recibido apoyo posterior a un evento violento en la escuela. “Le evaluación clínica de las
víctimas indican que ellos resultan dañados emocionalmente de forma seria, además de
incrementar una respuesta opuesta a la esperada” (Eisenbraun, 2007, p. 465).

Los factores que incrementan el riesgo pueden proceder desde: el bajo coeficiente
intelectual, la pobre capacidad de resolución de conflictos, las actitudes y conductas de
riesgos (abuso de alcohol y drogas), hiperactividad, temperamento difícil en la infancia,
frustración, ansiedad y depresión (SEP, 2008)

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3.2 Factores socioculturales

Los factores sociales y culturales de la violencia son aquellos que traspasan al evento
propio de la agresión. Pueden o no estar directamente relacionados pero afectan a la
gravedad o magnitud del daño, de estos también dependen las medidas a tomar a partir
de evaluar un suceso violento.

Factores como la pobreza, los problemas de delincuencia, la cultura machista o


dominante, la presencia de armas y la identificación con modelos agresivos a través de
medios de comunicación (Televisión, radio, cine, internet, videojuegos); incrementan la
probabilidad de riesgo también.

Estadísticas nacionales registran como situaciones características de violencia el suicidio


y las lesiones autoinflingidas que llevan a la muerte. Existe un patrón que indica
diferencias significativas por edad y género; según datos del INEGI, SS y OPS (2008,
citados en Ayala-Carrillo, 2015, p. 499) de las muertes por violencia a nivel nacional el
4.4% fueron por suicidio (1.6% en mujeres y 7.2% e hombres).

Adolescentes y jóvenes de 15 a 24 años, ocupan el primer lugar en sectores vulnerables,


seguidos de personas adultas y de personas adultas mayores, sin embargo, se ha
detectad un incremento en niños menores de 10 años. En todos los estados de la
república, los varones son quienes más se suicidan.

A todo esto hay que sumar que, comparativamente, en las mujeres predomina la
violencia. En primer lugar la verbal, seguida por la violencia social y psicológica; por el
contrario en los varones, es la violencia verbal y psicológica la más recurrente.

También se destaca que los niños sufren más de violencia que las niñas, y los estudiantes
de zonas rurales experimentan menos maltrato por parte de sus compañeros que los de
zonas urbanas En Brasil, Guatemala, Perú y Uruguay pareciera no haber diferencia en
este último punto.

Eisenbraun (2007), sugiere que en América Latina, particularmente aquellos de un estrato


social bajo, son más propensos a sufrir violencia. Y por tanto, los estudiantes de esas
zonas de igual forma. Además, perteneces a un grupo minoritario incremento este riesgo
pues no solo depende de las condiciones socioeconómicas.

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3.2.1 Normas de convivencia

Lo aceptable en la convivencia puede ser complicado; no es lo mismo el niño que se cría


jugando en la calle o el parque sin supervisión, haciendo amigos en los alrededores a la
convivencia que hay en un aula. En ocasiones las distintas normas de convivencia que
hay en los contextos con los que interactúa suelen obstaculizar en un niño o un
adolescente el comprender lo que está bien.

Por ello, mientras más problemas surgen sobre la violencia escolar, las regulaciones de la
conducta disciplinaria deben renovarse a su ritmo. Pese a esto, la gran demanda de
acuerdo y sanciones sigue siendo insuficiente en muchos aspectos.

A nivel histórico, es complicado hablar de las nuevas normas de convivencia, puesto que
las adaptaciones han diferido entre ciertos ámbitos de relevancia en dicho punto. Entre los
principales mecanismos normativos internacionales referentes a la protección contra la
violencia hacia los niños, niñas y adolescente destacan: “i) Convenio 182 de la OIT sobre
las Peores Formas de Trabajo Infantil y Juvenil (1999); ii) Convención sobre los Derechos
del niño (1989); iii) la posición de la OMS; iv) Convención Internacional sobre la
Eliminación de todas las Formas de Discriminación Racial (1965) y v) Convención sobre la
Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (1979) (Trucco &
Inostroza,2017, p. 19).” Además de diversos instrumentos que han sido históricamente
reconocidos por la comunidad internacional e incorporado en sus legislaciones.

Dichos programas depende del uso adecuado de los recursos que provee el gobierno, es
por eso que la utilización del gasto público en educación como porcentaje del PIB es un
indicador de la relevancia que tiene el sector educativo para la política pública del país.
Por tanto, el desarrollo educativo de un país está ampliamente concentrado en los niveles
de violencia que se experimentan y percibidos dentro de las aulas.

Las consecuencias de ciertas relaciones de violencia pueden llevar a la desestructuración


de los lazos sociales a mediano y largo plazo, a la instauración del miedo y la
desconfianza social y a la manifestación de las dinámicas de espiral de violencia y
comprometer el futuro desarrollo (económico, normativo, etcétera) de mucha gente.

Dichas normas no pueden sobrepasar las garantías individuales, así mismo, los padres y
demás integrantes de la familia de los estudiantes, deben participar en la formación de la
convivencia a través de la educación en casa

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Sin embargo, la sobre dependencia al marco legal también ha hecho más pasivos los
agentes que deben encargarse de resolver los conflictos en las aulas. Esto ocurre porque
más que evaluar una situación, se ha buscado soluciones por medio de una serie de
procedimientos que no siempre pone fin a las consecuencias de un acto violento e incluso
en algunas ocasiones no promueve al menos el ambiente de convivencia armónico.

Algunos factores escolares que promueven la violencia son la falta de reglas y límites
claros en la institución, las relaciones poco afectivas y la pertenencia a grupos con
actividades riesgosas (delictivos, que consumen drogas, por ejemplo).

3.2.2 La familia como factor de la violencia escolar

Se ha mencionado que los contextos son condiciones importantes de la construcción de la


violencia; la familia es un contexto sumamente ligado al ambiente escolar ya que casi
todas las actividades dependen de la buena armonía entre la relación familia-escuela.

A su vez, también hay familias que permean situaciones de violencia sobre la escuela y
viceversa; en la cuestión individual, un hijo puede aprender de sus padres a superar o
estancarse en un ambiente de violencia.

Es más probable que los alumnos que ejercen maltrato hayan sido disciplina de manera
punitiva y provengan de hogares den los que sus padres manifiestan poca conformidad
con su vida laboral y personal. Bullying menciona “los adolescentes que no ejercen
maltrato, provienen de hogares donde se les trata de forma afectiva, pero con límite y
controles firmes” (García y Ascensio, 2015, p. 28).

Más allá de comprender valores y reglas de convivencia, la composición y estructura


familiar, así como la dinámica que se establece en el interior de ella, influyen en el
aprendizaje de comportamientos, actitudes, pautas culturales, valores, ideas y creencias
en las primeras etapas de vida de niños y niñas.

Eisenbraun (2007) mencionar que “ser estricto con el fin de mantener el orden y la forma
dominante, autoritaria de su métodos, así como el exceso de castigos físicos y muestras
emocionales muy explosivas. Este tipo de parentalidad generan las mismas conductas
inapropiadas en los niños” (p. 464).

17
Principalmente, distintos estudios (Cerezo, 2006; Calvo, 2015; Ayala-Carrillo, 2015;
Martínez, 2016) afirman que a través de la educación familiar, los(as) hijos(as) deben
tener garantizadas res condiciones básicas: 1) una relación afectiva cálida; 2) un cuidado
atento; 3) una disciplina consistente.

Por tanto, el maltrato infantil es un detonante importante de la violencia. El INEGI (2009


citado en Ayala-Carrilo, 2015, p. 501) señala que Puebla (7%) es la entidad federativa en
donde se presentaron más casos comprobados de maltrato infantil, seguida de Coahuila
(5.5%), México (4.4%), Yucatán (3.9)%, Chihuahua (3.5%), Nuevo León (2.4), y Sinaloa e
Hidalgo (1.7%).

La baja cohesión familiar, el estrés familiar, la desintegración familiar, vivencias de


maltrato y los estilos parentales coercitivos, aumentan el riesgo de violencia.

18
4 Violencia escolar en México: atención y prevención

En México, los medios de comunicación han destinado espacios para difundir hechos en
extremo violentos en las distintas regiones del país; mensaje que también predomina en
los discursos del gobierno federal que se presentan regularmente.

La violencia en las escuelas ha sido un tema preocupante pero también existía una
especia de temor a introducir el tema violencia escolar a las aulas, particularmente
cuando éste se relacionaba con prácticas comunes o inclusive normales cuando lo
relacionamos con el ambiente que existía hace algunas décadas.

Comportamientos como darles una palmada o jalarle las orejas a los niños que no
cumplían con los estándares de convivencia era algo no solo aceptado sino inclusive
esperado por los padres de niños con un indisciplina.

Poco a poco estos cambios se han ido dando gracias a investigaciones que demuestran
el papel que estas conductas se reflejaba en los alumnos, en el ambiente escolar y en la
convivencia fuera de las aulas.

A lo que más se enfrentan niños, niñas y adolescentes en México, actualmente es a cierto


tipo de falta de respeto de sus pares, por ejemplo: ponerles apodos, no hablarles, aislarlos
del grupo, hacer llorar a alguien, robar sus cosas, contar mentiras sobre algún
compañero, reírse cuando se equivoca, insultarse, esconderle a las cosas, gritarle, por
mencionar algunas.

En una comparación con América Latina, algunos países que comparten estas similitudes
con México, como son Nicaragua y Brasil. Particularmente se puede atribuir a que los
niveles de delincuencia en escuelas son también muy parecidos en estos; la incidencia de
robos en escuela es aproximadamente del 43-46%. (Muñoz, 2008).

Los estados del conocimiento indican una clara tendencia sobre el análisis del acoso
entre pares, conocidos como bullying; ha sido presente en diversos niveles de
inestigación (tesis, libros artículos, ponencias, proyectos, etcétera) financiados por las
distintas universidades del país.

19
También las mircroviolencias consideradas así por ser esporádicas y de menor intensidad
que otras, o por su naturaleza y consecuencias menos trascendentes, pero no por ello
menos importantes; sin embargo es difícil determinar las medidas correctas ya que el
contexto no deja muy claro cuáles son las estrategias que inhiban dichos sucesos.

En México, a partir de febrero del 2007, se presentó un programado denominado “Escuela


Segura”, cuya pretensión era la de convertir a los centros escolares en espacios libres de
violencia, delincuencia y adicciones” (SEP, 2007, citado en Muñoz, 2008, p. 1196)

Otra de las medidas que se han tomado es la realizar análisis descriptivos para un
número reducido de instituciones que permite resolver conflictos más concretos y así
brindar soluciones más inmediatas.

Los escenarios más frecuentes de violencia con los niños de primaria suele ser el patio de
recreo, mientras que con los de secundaria se amplía a otros contextos, tales como:
aulas, pasillos, baños, vestidores, el trayecto a la escuela, al regresar a casa y los
cambios de clase.

Para detectar a una víctima es posible detectar algunas cosas: viene con golpes, se pone
nervioso(a) al participar en clase, muestra apatía, inventa enfermedad, tiene problemas de
concentración, sufre irritabilidad, tiene ideas destructivas o frecuentemente pierde cosas.

A un agresor se le reconoce por que puede carecer de empatía, tiende a hablar


despectivamente o se burla, se enoja fácilmente, directamente tiene comportamiento
agresivo que no controla o se muestra escasamente reflexivo.

Sobre los cambios históricos que ha tenido, la regulación de los comportamientos


aceptados en una sana convivencia han incluido aspectos antes no evaluados como el
uso de redes sociales, el aprendizaje de la TIC, la educación en casa como parte del
desarrollo de valores, el equilibrio familia-escuela y las nuevas formas de familia que
están apareciendo.

Se ha optado más por formar una cultura de la prevención, más que del tratamiento, es
decir, formar niños que crezcan con un menor número de factores de riesgo y una gama
de factores de protección que hace algunos años.

20
4.1 Prevención de la violencia escolar

No solo se han creado programadas gubernamentales para prevenir la violencia, sino que
también se busca renovar la idea que se tiene sobre castigar o reprimir y buscar más el
explicar y armonizar las conductas violentas.

Y con el fin de prevenir problemas de violencias escolar, se ha potenciado y reforzado la


educación desde su aspecto regulatorio, para la consecución de los objetivos de calidad
del aprendizaje y el desarrollo personal de alumnos y docentes.

En el caso de México, cada estado federal se ha encargado de desarrollar y regular l


tratamiento de la convivencia, la seguridad y la violencia en las escuelas, aprobando una
diversidad de leyes al respecto desde el año 2004. Estas leyes contemplan
consideraciones y definiciones conceptuales sobre el tema de violencia en la escuela, así
como la reglamentación de derechos y obligaciones de los diversos acotes que hacen
parte de la comunidad escolar. Si bien no es posible equiparar el tratamientos que se da
en cada una de estas leyes al fenómeno de la violencia y le bullying, se puede decir que
se ha buscado impactar en la formulación de políticas públicas y su implementación a
nivel federal y estatal así como enfrentar los sucesos y establece responsabilidad a nivel
de la escuela. (Trucco & Inostroza, 2017, p. 23).

Con el fin de prevenir la violencia, las escuelas se han apoyado también de mejores
condiciones ambientales físicas; algo que genere en los estudiantes un mejor sentido de
pertenencia en las escuelas como: mantener las escuelas limpias y libres de graffiti.

Hay condiciones que se relacionan indirectamente con la violencia pero ampliamente con
la convivencia: el uso de la cafetería o tiendita de la escuela; el acceso, el uso de
uniforme, la inclusión de áreas verdes y de actividades creativas. Aparentemente
actividades que mejoren la creatividad, la percepción de libertad y satisfacción, la
autonomía de aprendizaje, etcétera.

A nivel primaria (SEP, 2008), se centra en realizar acciones e implementar programas que
contibuyan a evitar conductas antisociales, mediante el control de los factores de riesgo.
Normalmente el docente tiene a su disposición programas establecidos que no solo
desarrollan la buena convivencia sino que permite la inclusión de otros agentes fuera de
las aulas (como los padres).

21
En secundaria, estos programas se destina a personas que se encuentran en grupos
donde existe el riesgo de convertirse en agresores o víctimas de la violencia. Se actúa
sobre personas que viven bajo vulnerabilidad o en un ambiente propicio para cometer
delitos o adoptar un estilo de vida que las pueda hacer especialmente peligrosas.

El adolescentes tiene rasgos de personalidad más arraigados que puedieran dificultar la


tarea de los docentes por sí solos para crear un ambiente saludable; y de formarse, es
probable que existen pequeños grupos segregados que manifiesten inconformidad con
respecto a las normas que se les impone.

Por ello, más que programas impositivos, se está optando más por desarrollar la
creatividad y un sentido de pertenencia grupal; es posible ver campañas sobre deporte o
pintura, donde lo jóvenes expresan más sus emociones y evitar los factores de riesgo
individuales reconocidos en el aislamiento de los alumnos.

Se habla principalmente de comunidades donde se ha desestructurado el salón como un


equipo que trabaja en conjunto y que sus miembros se han estigmatizados o creado
grupos minoritarios, donde los alumnos llegan a tener fácil acceso a las armas de fuego,
consumo de sustancias (como alcohol, tabaco u otro tipo de drogas), entre otros.

En el grupo hay que detectar al grupo implicado; las formas, frecuencias y lugares
habituales de agresión y la percepción de gravedad y/o seguridad en el centro. Empezar a
asignar la responsabilidad que tienen los agentes involucrados puede llevar a una tarea
extensa.

Por último, para recabar la información hay que investigar: los aspectos personales de los
sujetos implicados; aspectos académicos; nivel de indefensión/agresión y valoración
conductual; aspectos relativos a sus relaciones interpersonales; valoración del entorno
familiar y la valoración del entorno escolar. (Cerezo, 2006).

Habiendo logrado estas condiciones, el psicólogo puede trabajar de una forma más
específica y comenzar a lograr resultados a nivel individual, entre pares y grupal.
Mejorando el ambiente, asignado estrategias e integrando a los alumnos, docentes y
directivos.

22
4.2 Papel del psicólogo educativo

El psicólogo educativo se ha encargado de encontrar los factores de riesgo sobre la


violencia escolar. Ya vimos que pueden ser del tipo individuales, familiares, escolares,
etcétera. Sus actividades se dividen en dos parte: la evaluación y el tratamiento.

En la evaluación, el psicólogo recupera toda la información necesaria. Primero de la


agresión (medio, tipo, intensidad y magnitud), luego de las personas afectadas
(características individuales) y de su relación; por último del contexto (normas,
reglamento, programas, actividades, etcétera).

A partir de esta evaluación se determina cómo enfrentar el problema, a este proceso lo


conocemos como el tratamiento. Una de las formas de tratamiento más comunes es la de
brindar atención individual a la víctima y victimario. Con los años esto ha ido
transformando y el trabajo en las aulas ha invlucrado más a los espectadores o agentes
indirectos de la violencia (compañeros, maestros, entre otros).

También han determinado los factores de protección, aquellas características que


después del tratamiento, ayudan a prevenir futuras amenazas relacionadas a la violencia
escolar.

Estos factores pueden ser “alguna habilidad, elemento y/o situaciones que permiten a las
persona actuar adecuadamente ante una situación de riesgo, y su impacto varía durante
el proceso de aprendizaje, en la toma de decisiones para construir un proyecto integral de
vida” (SEP, 2008, p. 17). Y por eso se debe dar seguimiento a las conductas agresivas de
varios estudiantes.

Zubieta (2008) menciona que también se han tenido que implementar mecanismos de
prevención en las escuelas, tales como la identificación de amenazas y las causales de
las mismas ya que permiten indicar cuáles estrategias (psicológicas y pedagógicas)
pueden implementarse el colegio para disminuir los índices de violencia.

Se trabaja de manera integral, involucrando a los docentes, autoridades del colegio, a la


familia, a las organizaciones sociales y a los pares del estudiante. Una de las estrategias
más efectivas de reducir el hostigamiento es trabajar con los espectadores y no enfocarse
solo con la víctima y el agresor.

23
En la literatura se suele discrepar sobre si es poco común que los conflictos generados
sobre la violencia escolar recurran directamente al psicólogo educativo; sin embargo, el
alumno, docente o padre de familia, llega a la oficina de este a partir de algún reporte o
sanción que la norma de la escuela ha impuesto.

La primera tarea del psicólogo será la de esclarecer el caso que se esté trabajando; tomar
las medidas inmediatas que se realizan en el aula o área donde haya ocurrido la agresión,
diferenciar la magnitud del daño y regular la convivencia para que retome su curso tras
solucionar el conflicto.

Por tanto, la función que cumplen los profesionales es vista como un agente de orden y
recuperación; los adultos responsables también se integran evitando la mencionada
actitud pasiva y haciéndolos partícipes de las actividades junto con todos los miembros
que se relacionen con la violencia escolar.

Al respecto Díaz-Aguado (1999) añade: “Los resultados (de la investigación) han


permitido comprobar que ayudar a los (niños y) jóvenes a desempeñar el papel de
expertos es muy eficaz. Cuando hacen, por ejemplo, de expertos contra el racismo,
adquieren habilidades formales que dicha actividad supone y se apropian al mismo tiempo
de su objetivo: la defensa de la tolerancia” (p. 430).

Por último otra de las actividades que realizan son los talleres y programas de educación
dirigidos a los alumnos sobre características que les ayuden a mejorar en aspectos que
protegen de producir ser víctimas de la violencia. Desarrollar habilidade sociales óptima
para una convivencia saludable.

Programas que fomenten empatía, asertividad, manejo de emociones, toma de


decisiones, control de ira, por mencionar algunos. Todos ellos dirigidos a la expresión de
los alumnos que resulta en un incremento de los factores de protección.

Al ser actividades lúdicas, los maestros, padres de familia y demás instancias educativa
han podido participar en ellas y han permitido mejorar características del contexto que
puede no cambiar de tratarse como un caso aislado; o de dirigirse a una clínica
psicológica.

24
4.3 Estrategias y programas contra la VE

Para los profesionales de convivencia escolar, existe una necesidad de organización de


mayor alcance y que involucre a todos los actores de la escuela. Debe tener en cuenta las
políticas escolares de actualidad e integrarla al desarrollo profesional de los docentes y
directivos y a la forma en que estos comprenden la violencia.

El gobierno mexicano, a partir de la última década ha incrementado el número de


programas que combaten la violencia en las escuelas; ya se por medio de encuestas o
registros y de una regulación específica hacia el trabajo docente. Dependencias como el
INEGI y el IMJ son las más antiguas en investigar con respecto al tema.

Algunas de las encuestas generales que incluyen aspectos sobre la violencia escolar está
la Encuesta Nacional de Juventud del Instituto Mexicano de la Juventud, aplicada en los
años 2000 y 2010; el INEGI aplicó en 2007 la Encuesta Nacional sobre Violencia en el
Noviazgo (Envinov); la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de Hogares (Endireh).

Poco a poco a través de las descripciones de la información obtenida se han podido


generar estrategias que previenen la violencia, obteniendo los factores de riesgo antes
mencionado y los protectores que utilizan durante los programas preventivos.

No todas las estrategias van dirigidas directamente al alumno, también hay estrategias
que protegen específicamente contra el desarrollo del comportamiento violento en todo el
contexto, como: permanecer en le escuela, mantener una relación armónica con los jefes
de familia, o al menos con uno de ellos o con otro adulto de confianza; gozar de adecuada
supervisión parental en la convivencia con la comunidad; y tener una actitud mental de
autosuficiencia, capacidad de planificación, y por actividad hacia la solución de
problemas.

Otras más involucran el desarrollo de los estudiantes como una función subjetiva que da
sentido a seguir las normas, por ejemplo: plantear metas a corto plazo para el logo del
aprendizaje escolar; establecer relaciones de vínculo positivo entre la familia, la escuela y
comunidad; y determinar normas de comportamiento claras en la familia la escuela y la
comunidad.

25
Estos últimos, son factores externos que evitan desarrollarse o adquirir nueva situaciones
de riesgo. El psicólogo entonces reconoce las deficiencias existentes en estas
características y comienza por evaluar el nivel al que se debe trabajar (individual, grupal o
de la interacción).

En los alumnos hay que desarrollar: a) autonomía moral y habilidades para la vida, que le
permiten tener herramientas para percibir y evaluar mejor las situaciones de riesgo; la
autodeterminación, que “implica la capacidad para diseñar y llevar a cabo un proyecto
integral de vida” (SEP, 2008, p. 19). Y la resiliencia, que es “la capacidad humana para
hacer frente a las adversidades de la vida, superarlas y salir de ellas fortalecido e incluso
transformado” (Ibíd, p. 19).

De la interacción entre dos o más personas, siendo estos alumno o docente, hay que
establecer nuevamente la relación que tienen los involucrados, renovando los acuerdos
implícitos y llegando a acuerdos al respecto. Puesto que hemos mencionado que la
relación entre dos o más personas puede conllevar distintas distinciones que pueden
diferir de las aceptadas por el contexto.

Y sobre el grupo, la SEP (2008) recomienda enseñarle a los niños que: a) todos tenemos
derecho a que se respete su integridad; b)qué actitudes y conductas no deben permitirse
con sus iguales y con los adultos; c) no ceder a las presiones y afrontar conductas
incómodas más no responder con violencia sino asertivamente; d) crearse una cultura
pacífica; e) a tomar conciencia de informar y dar a conocer si son víctimas de abuso
físico, psicológico o sexual (romper el silencio).

Mejorando estos tres niveles se ha podido obtener resultados a partir de estas


mediciones, y después de una década ha tenido que irse modificando junto con los
cambios que han tenido el contexto y la cultura.

Los docentes están implementando estrategias más directas como aprender a utilizar los
números de emergencia y enseñarles a usar los medios de forma más apropiada, el
navegar seguro en internet y analizar situaciones concretas de violencia en grupo.

En el aspecto cultural, las familias han ido cambiando también, puesto que ahora se
encuentran diferente niveles de poder y jerarquía, la mono-parentalidad se ha vuelto más
común y han aumentado los factores de riesgo de violencia.

26
En el trabajo con la familia; los psicólogos dedican un espacio a explicar la importancia de
la responsabilidad de los padres: preocuparse por sus hijos, estar en contacto personal
con la escuela, conocer a los amigos de sus hijos, regular los horarios y medios para el
ocio de sus hijos y enseñarles a descifrar, criticar y auto controlarse sobre lo que ven en
su día a día.

También la formulación de perfiles que se elaboran en los casos clínicos, han permitido
tener una noción satisfactoria de los elementos que las escuelas pueden regular.
Dinámicas que van dirigidas a reducir la incidencia de antecedentes en algún escenario
escolar. Entre los más comunes se encuentran programas contra los siguientes
fenómenos: violencia de género, acoso ente pares (bullying), la prevención del delito, la
violencia en el noviazgo y navegación segura en internet y uso de redes sociales (SEP,
2008)

Al final, el psicólogo tendrá cinco niveles consecutivos para proceder con la intervención
(Cerezo, 2006): “a) La concientización del problema en alumnos, profesores y padres; b)
Un periodo de consultas y recogida de información; c) La confección del programa a
través de asambleas de aula y acuerdos generales; d) informar del plan a la comunidad y
compromiso de cumplimiento; e) la puesta en funcionamiento, revisión y mantenimiento”
(p. 344).

En la concientización, el profesional desarrolla presentaciones para alumnos, maestros,


directivos y los padres de familia que explique el proceso de la violencia escolar tal como
se ha tratado en otras escuelas.

En la consulta se brindan algunos medios para que todos puedan compartir experiencias
que hayan vivido personalmente. El psicólogo debe asegurarse de que exista un espacio
que proteja la integridad de las víctimas y que no genere un efecto opuesto a sentirse
vulnerable o señalados.

La confección de los programas debe presentarse con formalidad para todos los
involucrados como un evento importante; comienza con la invitación formal de una
asamblea y tener una estructura detallada.

El informe nos sirve para describir los resultados de la consulta y puede darse
consecutivo a la confección con las mismas características.

27
La intervención concluye con la puesta en función, la revisión constante de los avances y
darle mantenimiento.

En el caso de que el programa no haya funcionado al nivel que se esperaba, se debe


retomar los puntos obtenidos en la consulta y renovar la confección. Al darle
mantenimiento se refiere a solucionar las deficiencias que existen en cualquier programa
que se implemente.

Algunas de las situaciones que pueden ocurrir para que la intervención difiera del
resultado esperado es que no se logra la integración de alguno de los miembros en el
programa. Para evitar esa situación es importante lleve a cabo la confección que mejor
describa la consulta y recogida de información.

28
5 Conclusiones

Es importante resaltar que la violencia se encuentra muchas veces en las casas, o bien
en la calle, cine, televisión, política o la sociedad; no es un problema exclusivo de las
escuelas y tampoco los estudiantes son los principales o únicos responsables.

Por parte de los docentes; se deben preparar para que educar la convivencia como un
medio para la prevención de violencia interpersonal.

La comprensión de la violencia e las escuelas, al menos e todas aquellas que son parte
de contextos de alta pobreza, con una amplia ausencia de garantías sociales y situadas
en sectores periféricos y segregados socialmente.

Es interesante reconocer que los investigadores buscaron ajustar instrumentos de


evaluación del acoso escolar (cuestionarios, escalas, listas de chequeo) diseñados en
otros países, para aplicarlos en poblaciones de alumnos mexicanos y muy pocos que
hayan tenido un desarrollo propio.

Otra tendencia ha sido analizar la violencia escolar que se ejerce a través de las
tecnologías de la información y la comunicación; también se han enfocado en explicar los
problemas derivados de la presencia del narcotráfico en los planteles escolares (ya sea
por el consumo, la venta, distribución de drogas), “por los conflictos que se suscitan entre
grupos delincuenciales que afectar a la escuela o por la manifestaciones de la
narcocultura entre los alumnos.” (Saucedo & Guzmán, 2018, p. 218)

En tanto a los niveles escolares, se privilegian tanto a la primaria como a la secundaria y


son menos los estudios que abordan los niveles de preescolar, medio superior y superior;
escuelas públicas, urbanas y generales. Son escasos los estudios en escuelas privadas o
en escuelas rurales.

En lo referente a la gravedad de la violencia, el debate ha puesto especial interés en


distingue los actos propiamente delictivos, de los actos de indisciplina, las transgresiones
a las normas escolares y rompen las relaciones de respeto y buena convivencia.

Los docentes y las familias son un gran apoyo. Haciendo énfasis en que el abuso del
poder que pueden llegar a tener también desestructura la buena convivencia en el hogar y
en la escuela.

29
Aún hay escasa información con respecto a temas como las nuevas tendencias sobre la
sexualidad de los jóvenes; la familia homoparental; la cultura próvida y los grupos de
choque sobre el consumo de proteína animal. A eso le añadimos los nuevos medios que
están rompiendo barreras culturales del idioma así como el hecho de la sobrepoblación en
México.

30
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32

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