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El turno de noche nunca había sido el preferido de Héctor, pasar la noche recluido en una fábrica

le hacía estar el resto del día encerrado en su habitación intentando dormir, no conseguía
descansar más de 3 horas seguidas y se levantaba peor, pero el trabajo es el trabajo y encontrar
un puesto de mecánico de mantenimiento había sido una suerte sobre todo por el sueldo claro,
porque los horarios ?... por lo menos esta noche estaba siendo tranquila. No había tenido más
de un par de servicios en la zona del horno, en ocasiones así aprovechaba para ir poniendo en
orden el caos que eufemísticamente llamaban el taller.

Ahí estaba tranquilo y podía pensar y relajarse, esa noche había decidido organizar la tornillería
cientos quizás miles de pequeñas piezas metálicas que en un mundo perfecto estarían cada una
en su pequeño cajón marcado con sus medidas, pero claro ese no era un mundo perfecto, así
que Héctor se dispuso pasar una movida noche con tornillos y tuercas.

Llevaba ya unas dos horas con el rompecabezas cuando escuchó un sonido extraño, casi un
susurro. No era un sonio que molestase, podría ignorarlo si quisiera y continuar con su trabajo
sin ningún problema, pero las noches se hacen largas cuando estás trabajando solo. Y
reconozcámoslo cualquier cosa es más entretenida que organizar tornillos.

El sonido llegaba de atrás de él, consiguió fijar su origen detrás de una puerta medio oculta entre
dos estanterías metálicas, que él supiera tras esa puerta no había más que un viejo e inservible
pasillo que no conducía a ninguna parte útil. Decidió ignorar el susurro y continuar con el trabajo.

Imposible continuar, el ruidito casi imperceptible se había metido en sus oídos, aunque no
quisiera escucharlo estaba ahí haciéndose notar. Sorprendido comprobó que comenzaba a
ponerse nervioso, desechó cualquier pensamiento sobre el sonido y cogió la caja de piezas de 5
por 75 milímetros. Imposible ignorarlo, el sonido no sólo le intranquilizaba, sino que poco a poco
empezaba ponerle nervioso, no encontraba ningún motivo para estarlo, pero ese susurro
continuo. Cautelosamente y repitiéndose que era una estupidez se acercó a la puerta cerrada,
dudo un segundo, pero su mano alcanzó la perilla y lo giró. Estaba abierta, nunca se había
molestado en comprobarlo así que no podía saber si ya lo estaba antes, pero ese pequeño
detalle lo inquieto más.

El susurro se oía más fuerte, como si su origen no se encontrara muy lejano. Inspiro una vez y
abrió la puerta del todo. El pasillo era largo y oscuro se alargaba hasta más allá de donde la tenue
luz de la lámpara del taller conseguía iluminar, Agudizó la vista, pero no consiguió ver nada,
temeroso avanzó dos pasos al interior del pasadizo, el enervante sonido parecía provenir de final
donde no se veía nada más que oscuridad.

Al notar que ahora se oía con más intensidad un largo y desagradable escalofrío surco su espalda,
algo se acercaba a él susurrando, internó los ojos por averiguar qué producía ese susurro, pero
no consiguió ver nada nuevo, hasta que una sombra se movió lentamente frente a él. Una figura
alta y esbelta avanzaba entre las sombras lenta y metódica buscando la luz que surgía tras
Héctor. Todavía no podía ver con claridad, pero parecía humana, poco a poco los pasos de la
enigmática figura que hacia la luz revelaban su anatomía. Héctor no podía creer lo que veía, una
mujer joven increíblemente bella, aunque no podía adivinar su rostro envuelto en las sombras,
e increíblemente desnuda se acercaba a él desde el fondo de un pasillo que hacía años que no
se visitaba, su cabello negro y largo rosaba el suelo lleno de polvo provocando un sonido
cadencioso, tenebroso.

Héctor lejos de sentirse interesado por la desnudez de la bella muchacha sentía el pecho a punto
de estallar eso no era normal, la mujer, a medida que avanzaba a cada paso que daba iba
envejeciendo, su cara tersa y liza como de una muñeca se iba surcando de arrugas, pestilentes
poros supuraban pus que iban a perderse en su ya desventada boca, sus pechos segundos antes
llenos y turgentes caían ahora como pellejos de libro vacío, y su piel iba dejando al descubierto
la flacidez de los músculos, que cubría momentos antes su pelo cano y estropajoso. Héctor
estaba paralizado aterrorizado por la visión y no podía moverse. Por fin ella se detuvo alzó sus
brazos hacia el muchacho y sonrío, donde antes había unas encías podridas ahora hacían afilados
colmillos, Héctor grito, la mujer salto hacia la joven dispuesta a… !

La perilla comenzaba calentar la mano de Héctor, no se había atrevido todavía abrir la puerta.
¿realmente pensaba que tras ella se encontraría un terrible monstruo del averno que saltaría
sobre él para robarle el alma, o vete tú a saber qué? Sonrió sintiéndose muy estúpido, el sonido
le corto la sonrisa, seguía ahí tan amenazador o tan misterioso como si se prefiere como antes
la curiosidad pudo más que el miedo, agarró con más fuerza la perilla y tiro de él.

El pasillo no era tan oscuro y tétrico como había imaginado media apenas 4 m y daba a una
puerta que por su situación dedujo que iba a dar a la sección de clasificación, la instalación de la
maquina nueva habría segado la salida, se
animó a entrar en el corredor, todavía sudaba,
pero parte de los nervios habían desaparecido.
Sin embargo, el susurro continuaba, se adentró
algo más, un par de temerosos pasos más, se
aproximó hacia la oscuridad, pero no consiguió
ver nada, dos cautelosos pasos más, de
repente; paro en seco. El sonido había
cambiado de procedencia ahora provenía de
algún sitio situado a su espalda, sobresaltado
giro en redondo sobre la puerta por la que
había entrado tapando la luz de la lámpara, no
había nada aun así que retrocedió hacia ella con
cuidado, el sonido procedía justo de donde se
encontraba el, miro hacia el techo, nada. Venia
del suelo, lo observó con cuidado.

Aparte de las huellas que dejaba el mismo,


nada parecía haber pisado ese pasillo en años,
el sonido continuaba, de repente; el suelo
exploto hacia arriba salpicando al sorprendido
Héctor con esquirlas de cemento su
cara y produciéndole decenas de pequeños
cortes. Tentáculos de gran tamaño surgían
debajo de él, buscando atraparlo con sus
ventosas, intento escapar, pero en unos segundos quedó sujeto por los terribles miembros. Por
el centro del anillo del tentáculo una forma iba surgiendo lentamente del inframundo, su
desagradable baba caía desde su boca poblado con incontables colmillos, Héctor no pudo
apreciar el aspecto de la criatura en su magnitud por que poco a poco fue cayendo en el negro
pozo de la locura.

El sudor comenzaba a correr por la perilla de la puerta, intentó tragar saliva, pero no le quedaba
en la boca, su mirada estaba abstraída centrado en el mecanismo que sujetaba con excesiva
fuerza con su mano derecha, inspiro y se dispuso a abrir, cuando la sirena comenzó a gemir en
alguna parte de la fábrica, el mágico influjo del sonido desde luego más poderoso que el suave
susurro le hizo recobrar el sentido común, soltó la perilla y con una sonrisa mitad avergonzada
mitad aliviada dio media vuelta y salió hacia la tranquilidad que le proporcionaba la rutina
laboral.

Al salir no volvió la vista atrás, no notó que el sonido se hacía más intenso, no noto cómo la
perilla se giraba ligeramente, ni escuchó el clic de la puerta al cerrarse, tampoco escucho como
un susurro lento, metódico, se alejaba de la puerta.

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