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Fuerza IV

5) Elul: El desafío de transformar la realidad


Extraído del Calendario Cabalístico de Agosto / Elul. Ben Itzjak. Editorial Edaf

Elul y la historia
El lector de nuestro Calendario Cabalístico, en los meses dedicados al análisis de los dos meses
anteriores – tamuz y av – ya tuvo la oportunidad de detenerse y profundizar en el momento
histórico en el que Moisés asciende a los cielos a recibir la Torá, y al descender encuentra que el
pueblo se ha desviado construyendo un becerro de oro. En aquellos volúmenes de nuestra obra
también reflexionamos en el significado de que Moisés, al observar a su pueblo adorando un ídolo,
arrojara a tierra las Tablas de la Ley que acabada de recibir de manos de Dios. De igual modo nos
referimos a la implicancia histórica del castigo divino posterior.

En todo caso, y de acuerdo con el relato bíblico, Moisés no acepta la propuesta divina que señala
el completo exterminio del pueblo de Israel a causa del pecado cometido, como tampoco se ve
tentado a ser el iniciador y líder de una nueva nación:

«El Eterno habló a Moisés: Ve, desciende, pues tu pueblo, al que hiciste ascender de la tierra de
Egipto, se ha corrompido. Rápidamente se descarrió del camino que les he ordenado. Se han
hecho un becerro fundido y se han postrado ante él, y han sacrificado para él, diciendo: «Este es tu
dios, Israel, que te hizo ascender de la tierra de Egipto». El Eterno le dijo a Moisés: He visto a este
pueblo, y he aquí que es un pueblo obstinado. Y ahora, desiste de Mí. Que Mi enojo se encienda
contra ellos, y los consuma; y te convertiré en una gran nación». (éxodo 32: 7-10).

Moisés no se rinde, el máximo líder, el más humilde de todos los hombres, ni baja los brazos ni se
da por vencido. Entonces, tras ocuparse y castigar a los transgresores, se dirige sin dudarlo a un
Dios encendido en cólera e intercede por su amado pueblo:

«Moisés rogó ante El Eterno, su Dios, y dijo: «¿Por qué, El Eterno, habría de encenderse Tu ira
contra Tu pueblo, al que sacaste de la tierra de Egipto con gran poder y con mano fuerte? ¿Por
qué habría de decir Egipto lo siguiente: Con mala intención los sacó, para matarlos en las
montañas y para aniquilarlos de la faz de la tierra? Que se aplaque Tu ira ardiente y reconsidera el
mal que atentas contra Tu pueblo. Recuerda a Abraham, Isaac e Israel, Tus siervos, a los que Tú
juraste por Ti mismo, y les dijiste: Aumentaré tu descendencia como las estrellas del cielo, y daré a
tu simiente toda esta tierra de la que hablé y será su heredad por siempre.» (Idem, ídem, 11-13).

En términos históricos, Moisés ascendió al Monte de Sinaí para intentar lo imposible – rogar por
Israel para que el decreto divino fuera anulado – el primer día del mes de elul, y permaneció allí
durante cuarenta días y cuarenta noches. Y precisamente durante este mes el líder alcanzó su
cometido: lograr el perdón divino y descender con las segundas Tablas de la Ley. Esto explica
también por qué el Día del Perdón, el Iom Kipur, coincide con el décimo día mes de tishrei, ya que
en esta fecha, lejana cuarenta días del primero de elul, Moisés logró el perdón celestial y la nueva
oportunidad para que Israel continuara existiendo.

Pensemos: ¿puede existir una acción más creativa que la de Moisés intentando modificar el
decreto divino de exterminio? ¿Acaso algún hombre de carne y hueso logró alguna vez modificar
hasta tal punto una realidad existente?

¡Es un acto increíble! Ya existía un decreto divino – «Que Mi enojo se encienda contra ellos, y los
consuma; y te convertiré en una gran nación» – y una decisión se había tomado. Tal como los
sabios cabalistas nos enseñan, y en oposición al hombre, no existe diferencia alguna entre el
pensamiento divino y la acción. Lo que el Creador piensa, es. Tal como lo expresan los sabios
autores del rezo: «Bendito Sea (Dios) que dijo, y el mundo fue». Sin embargo, gracias al poder de
la acción durante el mes de elul, el máximo líder de Israel consigue cambiar el decreto divino y
trastocar de modo absoluto una realidad existente.

Y tal como nos enseñan textos muy profundos de sabiduría: cuando una puerta espiritual se abre
en los cielos, ya nunca jamás se vuelve a cerrar.
Moisés abrió una puerta en el mes de elul, y depende de nosotros ingresar por ella.

Las primeras Tablas y … las segundas


La historia llana es conocida. Moisés asciende al Monte de Sinaí porque El Eterno lo convoca a
recibir la Gran Sabiduría, la Torá. Y el primer intento resulta fallido. Mas ahora, durante el segundo
ascenso, Moisés logra descender con los Diez Mandamientos y entregarlos al pueblo. Mas, ¿eso
es todo? ¿La única diferencia entre las dos Tablas de la Ley es que la segunda es posterior a la
primera?
¡Evidentemente no es así! Toda diferencia en la Torá, por más mínima que sea, esconde un
significado primordial. Y el texto bíblico lo expresa con la máxima claridad:

«El Eterno le dijo a Moisés: Graba para ti dos Tablas de piedra como las primeras, y Yo inscribiré
sobre las Tablas las palabras que había en las primeras Tablas que quebraste… Moisés se levantó
a la mañana temprano y ascendió al Monte de Sinaí, tal como le había mandado El Eterno, y tomó
dos Tablas de piedra en la mano… El Eterno descendió en una nube y se ubicó junto a él allí, y
proclamó con el Nombre El Eterno… El permaneció allí, junto a El Eterno, durante cuarenta días y
cuarenta noches, y no comió pan ni bebió agua, y El escribió sobre las Tablas las palabras del
pacto, los Diez Mandamientos» (éxodo 34: 1-27).

Sin entrar al análisis minucioso de las diferencias de contenido entre las dos Tablas, diremos que,
aunque nos cueste entenderlo, Moisés logra en el mes de Elul algo sencillamente inimaginable. Lo
que El Eterno había hecho en la primera ocasión, al entregar las primeras Tablas, ahora es
realizado por un hombre, por Moisés, y escrito por el mismo Creador.
Las segundas Tablas ya no provienen exclusivamente de los cielos, sino que ahora es Moisés
quien debe actuar – «Graba para ti dos Tablas de piedra» – y grabar dos tablas de pierdas y
subirlas al monte por sus propios medios. Entonces recién allí, en lo más alto, tras el acto físico de
Moisés, El Eterno termina por escribir las segundas Tablas del pacto, Los Diez Mandamientos.
Se trata de uno de los momentos en los que el líder es puesto a prueba y exigido al máximo. En el
mes de Elul Moisés potencializa su «imagen y semejanza» y asume el rol esencial más elevado:
crear y transformar la realidad.

El orden interno de la Torá


Si bien, para facilitar al lector la comprensión del mensaje, presentamos anteriormente el
calendario de festividades a partir del Año Nuevo, Tishrei, es importante aclarar que la Torá
mantiene un orden interno que comienza con la salida de Egipto, durante el mes de nisán. Cuando
los pasajes bíblicos nombran al primer mes se refieren a nisán, cuando citan al segundo se refieren
a iyar, cuando el tercer mes es nombrado la intención es siván, etc. Y así, analizado el calendario
en este orden, encontramos que el mes de elul es el sexto mes a partir de nisán.
Nisán el primero, elul el sexto, tishrei el séptimo.

Desde esta perspectiva, no sorprende entonces que el gran cabalista, el Arí Hakadosh, sugiriera en
su lenguaje hermético que «siempre el seis sirve de preparación para el siete.»
El sexto día, el viernes, tiene su propia esencia y su valor, los cuales deben ser utilizados para
ingresar en el estado y el nivel adecuado al séptimo día, al shabat.
El sexto milenio sirve de preparación para el séptimo, el Shabat del mundo.
Y de igual modo en el sexto mes, Elul, debemos utilizar su energía particular con la intención de
prepararnos para el séptimo mes, Tishrei.

Cuidado: No queremos señalar que el sexto mes de modo casual sirve para esta preparación sino
que la misma se logra a través de la correcta utilización de su esencia y de su energía particular.

Una aparente contradicción


En la introducción al Calendario Cabalístico aclaramos que la palabra año, shaná, señala un ciclo
que vuelve y se repite constantemente. El año está marcado por el sol, el cual determina las
estaciones que, cada doce meses, comienzan otra vez: primavera, verano, otoño, invierno. El mes,
por su parte, el jodesh, indica el jidush, la renovación, razón por la cual el mismo está regido por la
luna, la que cada mes crece, alcanza su plenitud y vuelve a renovarse.

Ahora bien: determinar un comienzo en un proceso cíclico parece decididamente una


contradicción. En una mesa redonda no existe cabecera. ¿Cómo puede ser entonces que el año
tenga un Año Nuevo, un Rosh Hashaná, literalmente una cabeza de año?

Precisamente esa es la preparación que debemos alcanzar si utilizamos correctamente la energía


de Elul: determinar un inicio y una cabeza en un proceso aprehendido como cíclico y reiterativo.
Históricamente, la recepción de las nuevas Tablas posibilitan empezar de nuevo y de crear una
realidad por completo renovada: la de seguir viviendo tras el decreto divino de exterminio y
destrucción.

Ben Itzjak

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