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Pontificia Universidad Javeriana

Vida contemporánea
Relatoría 1 (9 de marzo 2020).
Natalia Lizeth Prieto Barrera

Neil Lynch: estética en la arquitectura.

La exposición se dividía en cuatro capítulos que buscan argumentar como la estetización


de la cultura puede convertirse en un peligro en un mundo como el actual. En el apartado
llamado “La an-estética de la arquitectura” se empiezan a establecer dos tipos de
sociedades que en la contemporaneidad son tan comunes:

1. Sociedades mediáticas: en las cuales hay un éxtasis exagerado de comunicación


propiciado por el entorno al existir un bombardeo y reproducción de imágenes tan
continuo, que en últimas representan cientos de copias infinitas de una realidad
que se siente tan distante.
2. Sociedad de la información: en la cual las imágenes aparecen de manera
masiva sin que haya un procesamiento de por medio por parte de quien las recibe,
con el fin de realizar una interpretación de aquello que se presenta y busca ser
comunicado.

A partir de dichos enunciados sobre la sociedad actual, Neil trata de denunciar como la
era de la información en medios digitales está produciendo una saturación en la
información que a diario percibimos, ya sea en las calles, noticieros o medios electrónicos
a los cuales estamos muy expuestos; sobre una realidad replicada. Dicha saturación crea
un nuevo efecto sobre como se están interpretando las imágenes, ya que en últimas estas
no están comunicando aquello para lo cual fueron destinadas, debido a la dificultad que
representa para las personas atender a varios estímulos al tiempo (entropía), lo cual
genera la pérdida de la atención e impide captar los diferentes mensajes allí expuestos.

Respecto a la estetización del mundo, se menciona como la contemporaneidad está


produciendo realidades no tangibles, las cuales se suelen considerar más importantes
que aquellas que cumplen con los elementos y requisitos estéticos que suelen otorgar un
significado valioso desligado de lo económico y político. Un ejemplo de ello es lo que
actualmente se puede denominar la “disneylización”, al proponerlo como un componente
de la cotidianidad creado para cumplir con ideales sociales basados en las fantasías, lo
cual termina influyendo en las definiciones de aquello que se denomina bello por
excelencia (como el castillo de Disney al ser considerado como parte de la
contemporaneidad a pesar de que no cumpla con los elementos arquitectónicos por
excelencia). Es así como se empieza a instaurar un tipo de arte en el cual no se respeta el
valor de su significado, sino en el cual se imponen los deseos individuales de quien lo
plasma.

Este hecho representa un quiebre muy importante por parte de la contemporaneidad al


representar un mundo al servicio de una demanda individual y no una colectiva, tal y
como sucede dentro de la arquitectura (mundo de la imagen) con su moderno modelo
deconstructivista (siendo Saha una de sus representantes), en cuyas obras se pone de
manifiesto como este proceso da cuenta de experiencias individuales y de reconocimiento
a partir de lo cual se puede afirmar como la imagen mata la experiencia vital.
Frente a este hecho Negret afirma que “el mundo de la imagen se convierte en enemigo
de la imaginación” debido a que estás imágenes expuestas en el mundo parten de
símbolos creados en la subjetividad individual, lo cual imposibilita un conocimiento o
entendimiento por parte de la comunidad; en ese sentido aparece una ruptura entre el
conocimiento y las necesidades.

En el segundo apartado del libro se empieza hablar y concebir al arquitecto como


fascista. Teniendo en cuenta la postura política de Nietzsche, se puede afirmar como la
estetización se explota y es utilizada como un arma política a favor de la voluntad del
poder (como en el caso de los Nazis, quienes decidieron usar el argumento racional frente
a la raza superior para sostener su filosofía basada en el dominio, la estrategia y la
división). En ese sentido, la estética puede estar al servicio de la política, quien a su vez
busca generar inestabilidad social (como la guerra) a partir del movimiento de las masas
con el objetivo de dividir y poder clasificar la sociedad.

Walter Benjamín es otro de los autores que sostiene como el fascismo se nutre de la
estética y la política. Según su teoría emergente de la guerra, el fascismo utiliza un disfraz
con el cual trata de ocultar las preocupaciones éticas en cuestiones estéticas para lograr
instaurar en el mundo ideales políticos desagradables camuflados en necesarios, valiosos
y utilitarios. En ese sentido trata de sublimar y maquillar la realidad para llevar a cabo la
violencia, siendo ésta una celebración de la estética.

Por tal razón Neil postula como la arquitectura está al servicio de la guerra, ya que le
permite a la política manipular el entorno a partir de las imágenes, distorsionando tanto la
realidad como la comprensión de lo que conlleva la guerra. También expone las 3 fases
de la arquitectura dentro de la guerra:

1. El primero denominado como inyección, en el cual existe una deconstrucción de


las edificaciones que son destruidas por los misiles, bombas, tiroteos, etc., que se
dan durante la guerra, dando lugar a edificaciones caídas y ciudades llenas de
escombros.
2. El segundo catalogado como cicatriz, debido a que en el lugar que fue destruido
durante la guerra se realiza una nueva construcción con la finalidad de “arreglar”
aquello que una vez fue derrumbado, como un intento de reparación al daño.
3. Por último, la costra, entendida como aquello que busca unir lo nuevo con lo viejo,
sin olvidar el proceso que hubo por medio.

En el tercer apartado del libro se habla de la estética de la embriaguez, en el cual se


empieza a explicar cómo actúa y vive el nuevo individuo que la sociedad contemporánea
está generando, y al que Neil denomina como “individuo metropolitano moderno”. Para
esta nueva/contemporánea persona empieza a distinguirse de manera muy drástica la
civilización de la vida rural, dando una mayor preferencia a la labor y vida que se lleva en
la ciudad, ya que en ella se encuentran personas “mejores”, más educadas, con un mayor
nivel intelectual; perdiendo así la tierra el valor que en épocas anteriores se le otorgaba,
transformándose en un sueño condicionado por el consumismo y las nuevas experiencias
que este puede traer a las personas. Se denomina metrópolis debido a que la ciudad
empieza a ser una fabrica de turismo al recibir gente de todo el mundo, perdiendo así su
apropiación territorial, ya que, sin la innovación, sin las personas de fuera que llegan, la
cotidianidad se convertiría en algo aburrido (como por ejemplo Cartagena, ya que es una
ciudad que recibe a cientos de turistas).
Teniendo en cuenta a este nuevo ciudadano de la metrópolis, Neil comienza hablar de
dos actitudes: Blasé y Flaneur. En la primera se encuentran aquellas personas
estimuladas por una sociedad que los expone casi que cotidianamente a la demanda de
miles de estímulos; hecho frente a lo cual las personas no pueden responder, ya que su
capacidad de asombro se encuentra saturado al estar su percepción y sus nervios muy
agotados debido a la gran demanda del entorno. Esta situación es muy influenciada por la
moda al establecer objetos que resultan inalcanzables para la gran mayoría, y que
dependen en gran medida del capitalismo. En segundo lugar (actitud Flaneur) se trata de
describir a un individuo ocioso en medio de lo urbano, quien disfruta de un equilibrio de
entornos (habita espacios intermedios), catalogado como un observador desinteresado,
consumidor y parte de la “muchedumbre”.

Teniendo en cuenta los anteriores postulados es posible llegar a pensar que las personas
se encuentran en estado de shock debido a la influencia del mundo moderno, de la
sobreestimulación que el entorno aporta diariamente, casi obligándonos a establecer una
barrera para protegernos de los estímulos, dando como resultado el vivir solo momentos y
no vivir y disfrutar las experiencias, como también el disminuir la importancia del hecho en
el sí mismo y de perder el sentido de la experiencia en la cotidianidad.

Es así como el concepto de estética y anestesia empiezan a ser vistos en conjunto, ya


que la experiencia de lo primero lleva a que perdamos la conciencia de nuestros sentidos
(resultado de lo segundo), tal y como por ejemplo sucede en el cine: solemos estar tan
expuestos a las imágenes de muerte y asesinatos que empezamos a perder la sensación
de pesadumbre y disgusto que estos hechos debería generar, convirtiéndola en una
realidad que efectivamente ocurre, pero que se encuentra aislada y ajena a nuestra
experiencia, ya que en el cine existe la posibilidad de ignorar y no involucrarse con los
hechos.

Finalmente se plantea la seducción, el último refugio. En este apartado se enfatiza en


las experiencias más como apariencias debido a que se viven sin un foco que profundice
la realidad; se pierde el interés seductor (entendido más allá de lo sexual), aquello que
moviliza al individuo para que indague por más, para que produzca y cree nuevos modos
de ser y de ver el mundo.

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