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CAPITULO II

Algunos problemas de la educación superior en Venezuela.

El valor económico de los conocimientos en los procesos de


competitividad ha creado una discusión en torno a los nuevos
objetivos de la universidad en América Latina, al observarse una
desarticulación entre la academia y la productividad de nuestros
países. Resultado de esto es la generación de nuevos problemas
que nos afectan los cuales pueden resumirse en los siguientes:

1. La relación del sector productivo con el desarrollo de la


ciencia y la tecnología en la región.

2. Integración de los conocimientos e información con las


nuevas relaciones económicas globales.

3. El financiamiento de las universidades frente a la crisis fiscal


del Estado y la distribución de los recursos de éste
basándose en resultados.

4. El discurso de transformación de las universidades y el


problema de la autonomía.
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El autor considera conveniente analizar el último punto, por


considerarlo el más general y quizás, el más polémico.

Tal como se planteó en el capítulo ante rior, la autonomía


universitaria nace con la institución y ha quedado establecida, a
través del largo tiempo transcurrido, como un elemento esencial de la
vida misma de ella. Sin embargo, la visión que se tiene acerca de su
contenido es muy variable y refleja la seria polémica que se desata
alrededor de un tema que por largo tiempo ha sido discutido y frente
al cual se asumen posiciones divergentes y a veces antagónicas.
Con el desarrollo de las instituciones de educación superior el
concepto de autonomía ha cambiado, de aquella suerte de visión de
absoluta independencia frente a los poderes reales y eclesiásticos,
ha devenido en una propuesta académico-administrativa que le
permita a ciertas instituciones un manejo más efectivo de una
actuación responsable frente a la sociedad. Sin embargo, como ya se
dijo no hay una opinión unánime y es por ello que es pertinente
examinar el concepto en sí, a la luz de los distintos autores que han
opinado acerca del tema. Según Moros (1985), la IV Conferencia de
la Asociación Internacional de Universidades celebrada en Tokio en
1965 declaró:

... siglos de experiencia demuestran que las universidades


pueden efectuar en forma satisfactoria la tarea que se les ha
encomendado, cuando se sienten libres para tomar decisiones
que comprenden las siguientes tareas: 1)Cualquiera que sean las
formalidades para los nombramientos, la Universidad deberá
tener derecho de seleccionar su propio cuerpo de profesores. 2)
La Universidad deberá responsabilizarse de la selección de sus
estudiantes. 3) Las Universidades deberán responsabilizarse de
la formulación de los curriculos para cada grado y el
establecimiento de los niveles académicos. 4) Cada Universidad
deberá tener el derecho de tomar las decisiones finales sobre los
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programas de inves tigación que se lleven a cabo en su seno. 5)


La Universidad debe tener el derecho dentro de amplios límites
de distribuir sus recursos financieros entre sus diversas
actividades, es decir, por ejemplo: espacio y equipo, capital e
inversiones. (p.52)

Como se ve, dentro de esta concepción no se contempla el


problema de la inviolabilidad del recinto universitario, ni la propia
elección de autoridades, ni el cogobierno universitario. En estos
aspectos coincide con la visión de un venerable y auténtico maestro,
Angel Rosenblat (1975), quien en un vehemente artículo de prensa
expuso:

En la falsa mitificación de la autonomía universitaria se


cofunden muchas cosas. Puede haber autonomía sin
extraterritorialidad. Puede haber autonomía –es el caso de la
Universidad Autónoma de México- aunque el gobierno nombre al
Rector. Puede haber autonomía sin cogobierno de profesores y
estudiantes. Y ahora quiero decir con toda franqueza que soy
partidario decidido de una auténtica autonomía universitaria. Pero
no del cogobierno... pero soy partidario sin reservas de la
representación estudiantil en todos los consejos. (p.68).

El Dr. Arturo Uslar Pietri (1982), en polémica sostenida con el


Dr. Rodolfo Quintero en los años setenta, como expresión del duro
debate surgido en torno a la universidad –motivado a la crisis político
militar por la cual atravesó el país en esos años-, se refería al asunto
de la siguiente manera:

La reforma de Córdoba, que consistió en luchar por la


autonomía de la Universidad con respecto a los poderes públicos
y a convertirla internamente en un organismo aislado gobernado
por una democracia propia, en cuyo gobierno intevenían
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estudiantes y profesores, vino a resultar, en el hecho, en la


creación nacional de un poderoso centro de lucha contra los
gobiernos reaccionarios, pero en lo formal, paradójicamente, fue
un inesperado regreso, por encima de los siglos, al concepto
medieval de la Universidad como corporación independiente de
maestros y estudiantes... Siguiendo el ejemplo de Córdoba las
univ ersidades hispanoamericanas, se convirtieron en centro de
actividad política predominante y el estudiante en el abanderado
de la lucha de partidos... Por estas circunstanciales razones
nuestra Universidad se hizo cordobesa y se convirtió en una
especie de vanguardia de la lucha política en el país.... (p.80).

Claro está que Uslar hace referencia a un momento histórico


por el cual atravesó Venezuela, en donde la universidad jugó un
papel importante desde el punto de vista político, amparada en el
concepto de autonomía. Sin embargo, la opinión de este autor se
encuentra sesgada por un grado de incomprensión del movimiento
de Córdoba, el cual marcó en sus esencias a la educación superior
latinoamericana y es por ello que se analizarán algunos párrafos del
documento base de la reforma, titulado “La Juventud Argentina de
Córdoba a los Hombres Libres de Sud América”, con la intención de
visualizar algunos elementos diferentes a los señalados por Uslar
como base del movimiento, el cual fundamenta sus propuestas
sobre una acerada crítica contra el autoritarismo, el anticlericalismo
(especialmente en contra de los jesuitas), y el predominio de la
razón. Igualmente, centra la exposición en el planteamiento de la
necesidad de asumir al estudiantado como componente esencial de
la vida universitaria. La cita siguiente lo expone claramente:

Nuestro régimen universitario –aún el más reciente- es


anacrónico. Está fundado sobre una especie de derecho divino:
el derecho divino del profesorado universitario. Se crea a sí
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mismo. En él nace y en él muere. Mantiene un alejamiento


olímpico. La Federación Universitaria de Córdoba se alza para
luchar contra este régimen y entiende que en ello se le va la vida.
Reclama un gobierno estrictamente democrático y sostiene que
el demos universitario, la soberanía, el derecho a darse el
gobierno propio radica principalmente en los estudiantes (p.4).

De modo que una de las esencias de este proceso radica en la


necesidad de que el estudiantado decidiera beligerantemente en
torno a la vida universitaria.

Un párrafo de este documento que pone de manifiesto, de


manera dramática, las causas de la reforma, es el siguiente:

La rebeldía estalla ahora en Córdoba y es violenta porque


aquí los tiranos se habían ensoberbecido y era necesario borrar
para siempre el recuerdo de los contrarevolucionarios de Mayo.
Las Universidades han sido hasta aquí el refugio secular de los
mediocres, la renta de los ignorantes, la hospitalización segura
de los inválidos y –lo que es peor aún- el lugar en donde todas
las formas de tiranizar y de insensibilizar hallaron la cátedra que
las dictara. (p.3).

Semejante acusación que ocurriera a inicios del presente siglo,


denota un estado rayano en la desesperación y a su vez, un estado
de ánimo dispuesto a asumir una lucha hasta el resultado definitivo,
dejando traslucir claramente el carácter político de la misma, pero
también su condición gremialista, la cual es puesta de lado por Uslar.

La argumentación del movimiento estudiantil para imponerse


como factor de poder universitario, es esgrimida en este párrafo
envuelto de cierto romanticismo pero con una inevitable fuerza:
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La juventud vive siempre en trance de heroísmo. Es


desinteresada, es pura. No ha tenido tiempo aún de
contaminarse. No se equivoca en la elección de sus propios
maestros. Ante los jóvenes no se hace mérito adulando o
comprando. Hay que dejar que ellos elijan sus maestros y
directores, seguros que el acierto ha de coronar sus
determinaciones. En adelante, sólo podrán ser maestros en la
futura república universitaria los verdaderos constructores del
alma, los creadores de verdad, de belleza y de bien. (p.4).

Como puede verse, no sólo privó el interés de convertir a las


universidades en “cajas de resonancia de la política nacional”, sino
que además tuvo el aditamento de dar posición privilegiada al
estudiante en la toma de decisiones en las más altas instancias,
creándose el cogobierno aún hoy existente.

Darcy Ribeiro, citado por Tünnermann, “considera que las


innovaciones más importantes de Córdoba son:

a) ´La erradicación de la Teología y la introducción, en


lugar de ésta, de directrices positivistas

b) La ampliación y diversificación de las modalidades de


formación profesional a través de la creación de nuevas
escuelas profesionales

c) El intento de institucionalizar el cogobierno de la


universidad por sus profesores y estudiantes

d) La implantación, más verbal que real, de la autonomía


de la universidad referente al Estado

e) La reglamentación del sistema de concursos para el


ingreso a la carrera docente que, sin embargo, jamás
eliminó el nepotismo catedrático

f) Y, por último, algunas conquistas en el campo de la


libertad docente, de la modernización de los sistemas
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de exámenes y de la democratización, a través de la


gratuidad de la enseñanza superior pública´(p.64)

De manera que la huella dejada por Córdoba, no sólo está en


los efectos políticos del movimiento sino también en una serie de
aspectos que fueron modificados de manera sustancial y que
orientaron a las universidades latinoamericanas por nuevas vías
hacia el conocimiento.

Como corolario pudiera decirse que la universidad


latinoamericana encontró en Córdoba un movimiento que le abrió la
posibilidad de auto corregirse, adaptándose a nuevos requerimientos,
a nuevas circunstancias, siempre en el ejercicio de la autonomía

La óptica de Uslar y Quintero está marcada por el tinte político


de la época en la cual les tocó desenvolverse, en donde la
concepción de autonomía sirvió para someter a la universidad
venezolana a uno de sus más difíciles trances. Por tanto la
autonomía fue manipulada hasta llegar a connotaciones totalmente
separadas del sentido de la institución en una sociedad. En esta
dirección, el autor asume con Moros que “El autonomismo que es el
frecuente vicio de transformar los medios en fines resulta tan
perjudicial como la negación de la autonomía. Conduce al
aislamiento de la Universidad y crea una imagen falsa” (p.53).

Arnoldo Gabaldón (1982), define el concepto en los siguientes


términos:

Autonomía es la potestad que dentro del Estado pueden


gozar determinadas entidades, pertenecientes a él, para regir
intereses peculiares de su vida interior mediante normas y
órganos de gobierno que le han sido otorgados y que, por
consiguiente le son propios. Autonomía es el derecho de
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administrarse libremente dentro del cuadro de una organización


más vasta gobernada por un poder central. Autonomía es la
situación jurídica de una colectividad susceptible de determinar
ella misma, todo o en parte, las reglas que la deben gobernar, de
acuerdo a las atribuciones que ha recibido de un ente superior.
(p.155).

Para más adelante añadir:

En verdad, la autonomía universitaria tiene por fin defender


los principios dirigidos a proteger la libertad ac adémica, que debe
ser la característica fundamental de la vida universitaria. Esto
quiere decir, que es preciso eliminar toda amenaza procedente
del poder público o de la vida política del país, que pueda
interferir con dicha libertad... Darse a sí mismo gobierno propio,
por tener derecho de nombrar a los administradores de la
universidad, no es la única forma de disfrutar la autonomía
universitaria. Tener gobierno propio se confunde con el concepto
de darse a sí mismo un gobierno... La comunidad de profesores y
de estudiantes no tiene por qué elegir a los administradores de la
institución, lo que necesitan es que éstos sean capaces de darles
las facilidades necesarias para que haya allí la libertad de
enseñar, la libertad de investigar y la libertad de aprender, que
son los fundamentos de la vida universitaria independiente.
(p.157).

Para este autor existe una clara separación entre la vida


académica de la universidad y su administración, centrándose en la
primera lo fundamental de la institución y dejando al Estado la
segunda. Evidentemente que se observa una marcada tendencia
hacia la ingerencia de éste en los asuntos internos de las
universidades, poniendo de manifiesto el total desacuerdo con el
concepto de autonomía expresado en la vigente Ley de
Universidades (1970), la cual en su artículo 9, numeral 3 establece la
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“Autonomía administrativa, para elegir y nombrar sus autoridades y


designar su personal docente, de investigación y administrativo
(subrayado añadido), e igualmente, en el numeral 4 establece la
“Autonomía económica y financiera para organizar su patrimonio”.

Creemos que esta separación sería artificial y ocasionaría más


problemas que soluciones. El funcionamiento de la Universidad es un
todo en el cual, si bien lo académico debe ser prioritario, lo
administrativo, aún siguiendo los más estrictos criterios
organizacionales actuales, presenta una condición sui géneris dadas
las actividades diversas que en ella se realizan diariamente. Como
ejemplo mencionaremos las actividades de inves tigación, las cuales
sólo pueden ser comprendidas en su administración por personas
vinculadas al sector, pues de no ser así se incurriría en una serie de
errores al analizar las propuestas financieras y/o administrativas de
los investigadores; igual sucedería en las actividades de estricta
docencia o de extensión. En conclusión si la universidad es
autónoma igual debe ser su administración.

Por su parte Albornoz (1991), asume el criterio de “Autonomía


y Accountability en la Universidad”. Al respecto nos permitimos copiar
textualmente la traducción que de la palabra accountability presenta
el Diccionario “Appleton´s New Cuyás Dictionary”: “s. Contabilidad;
responsabilidad.”

Para el autor el término descrito “es un concepto asociado a


evaluación, a medición del rendimiento, a control de las funciones, de
todo género, de una universidad” (P.51).

En cuanto a la autonomía opina lo siguiente:


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...la autonomía es un equilibrio inestable ... en tanto dicho


equilibrio es precario, habida cuenta de las tensiones que se
ejercen en este sentido sobre cada universidad. La universidad,
en efecto, debe mantener una “obligación de reserva”, como dice
Weber (1990), caso en el cual deben ofrecer absoluta integridad
intelectual. Por ello es que la autonomía es equivalent e,
obviamente, a la libertad académica, absoluta. (p.43)

Albornoz asume la propuesta de Eunice Ribeiro Durham


(1989) al hablar de autonomía en las siguientes
categorías.”Autonomía de investigación, autonomía docente,
autonomía administrativa y autonomía del gasto financiero” (P.44) y
le añade la autonomía física o espacial, refiriendo el análisis de cada
una de ellas al tipo de universidad de que se hable, estableciendo la
siguiente tipología: “universidad autónoma propiamente dicha,
universidad gubernamental, ambas del sector público, como dos
tipos del sector privado, que podemos llamar universidad privada de
proyecto académico y universidad privada de proyecto comercial”
(P.44). Un aspecto que es necesario resaltar es el de la autonomía
física o espacial, tan caro a nuestras universidades.

A partir de 1958, con el advenimiento del nuevo régimen de


gobierno democrático, la idea de la autonomía cobra fuerza y, tal
como lo dice López (1985), en ese año:

El doctor Julio De Armas, como Ministro de Educación de


la Junta de Gobierno, ofreció, con vibrante voz y sincero
convencimiento, y en medio de un delirio general, la autonomía
plena de las tres universidades, de Caracas, de Mérida y del
Zulia, así como la gratuidad de la enseñanza superior. (p.p.219-
220).
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Esta autonomía incluía la inviolabilidad del recinto universitario.


Más adelante las consecuencias de este acto generarían una de las
más duras batallas libradas entre el gobierno venezolano y las
universidades autónomas, al convertirse las instalaciones de ellas en
refugio de guerrilleros y en centros de planificación de sus
actividades. No será sino hasta 1970, con la nueva ley, cuando se
dirima legalmente el asunto, al aprobarse nuevamente la
inviolabilidad del recinto universitario, pero sujeto a algunas
restricciones como las establecidas en el último párrafo del artículo
7°, según el cual se otorga a las autoridades nacionales y locales, la
vigilancia y protección de las avenidas, calles y edificios de las
universidades. Esta norma cobra justificación tiempo después
cuando en 1990 se presenta una polémica expuesta por Albornoz
según la cual era necesario dilucidar si la fuerza pública debía tener
acceso o no al recinto universitario frente a un problema de
seguridad personal, al hallarse en peligro miembros de la comunidad
universitaria,

Ello sugiere una discusión profunda porque en el caso


venezolano se trató de una serie de violaciones a mujeres
estudiantes, en zonas aledañas al recinto universitario y se
discutió si la fuerza pública podía entrar en el territorio de la
universidad o si la autonomía era de tal tipo que, bajo ninguna
circunstancia, dicho territorio podía ser vulnerado, extendiendo el
concepto de autonomía al territorio en sí de la universidad. (p.44).

Este caso evidencia la situación límite a la cual se ha llegado


en la interpretación de la autonomía, al punto de establecer casi un
principio de extraterritorialidad, inaceptable en un Estado moderno.
51

En cuanto a la relación entre accoutability y autonomía,


establece, en primer lugar, que la autonomía universitaria es relativa,
aún siendo la libertad académica absoluta y en consecuencia la
universidad puede ser accountable, “pero no así la libertad, que
trasciende las posibilidades de su medición, de aplicársele conceptos
tales como eficiencia y eficacia, de rendimiento y perfomance”.
(P.45). Esta relación implica la necesidad, por parte del Estado y de
la sociedad de establecer mecanismos de evaluación de las
actividades de las universidades, aunque respetando la autonomía
como principio fundamental del funcionamiento de las mismas.

En este sentido señala Albornoz, la resistencia que se observa


en la universidad venezolana al accountable, por estar regidas por
normativas en donde se otorga un exagerado poder a los gremios,
impide seriedad en los análisis de resultados laborales y productivos
en el caso de la investigación científica y de la docencia, al
establecerse, prácticamente, contratos de por vida con los profesores
y trabajadores. Sitúa al tercer mundo como la región en donde no
existen mecanismos de opinión pública que permitan una
accountability, llegando a afirmar que “... las formas de control
institucional tienden a ser formas de represión política” (P.51). En
síntesis podemos decir que Albornoz asume la necesidad de que la
universidad pueda ser evaluada bien por presión social, o bien por
convencimiento propio de las instituciones, estableciendo una
importante interrelación entre estos procesos y la autonomía, con la
finalidad de lograr incrementar su eficiencia interna. En otras
palabras, los controles estadales y sociales no deben ser óbice para
el mejor desempeño de las universidades autónomas. En este
52

sentido Ornelas (1996), comentando opiniones de la UNESCO,


afirma:

La otra cara de la moneda, según el documento de la


UNESCO, es que las universidades y demás instituciones de
educación superior rindan cuentas a la sociedad de sus
actividades, no sólo de los fondos públicos, sin que ello signifique
detrimento de los principios de la autonomía universitaria y la
libertad de cátedra. Esto contribuirá a mejorar el prestigio de las
universidades y a recuperar, ahí donde lo hayan perdido, el
reconocimiento de la sociedad. (p. 39).

De manera que se solicita no sólo una rendición de cuentas,


sino una respuesta integral a la sociedad, suponemos que esto es
requerido de esta forma, en vista del distanciamiento de las
instituciones de educación superior y su entorno social, cuestión
nada beneficiosa para ambas partes, sobre todo cuando el mismo
autor plantea que “Las universidades deben igualmente poner un
mayor énfasis en servir a las comunidades y regiones (tener
pensamiento universal pero actuar en la localidad) por medio de la
docencia, la investigación y demás actividades fundamentales” (P.39)

Una visión distinta es la mostrada en un documento oficial de


la Federación de Asociaciones de Profesores Universitarios de
Venezuela (FAPUV) (1991), a propósito de unas declaraciones del
para entonces Ministro de Educación, Gustavo Rossen según la cual:

En la coyuntura actual, el papel de fiscal acusador le ha


correspondido al Ministro de Educación, Prof. Gustavo Rossen,
cuyas posiciones tienen como fundamento una descalificación del
concepto de autonomía considerada como un anacronismo
medieval así como la extraterritorialidad que ello implica. En
ambas cosas se equivoca el Sr. Ministro, la autonomía implica
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una concepción del mundo y del hombre moderno,


racionalista, laica y humanista y que no significa otra cosa
que la posibilidad de libertad que la humanidad ha
conquistado: Libertad para ser libres, libertad para pensar y
expresarse, libertad de investigación y de enseñanza y
libertad para asumir el autogobierno de manera democrática
y responsable (subrayado añadido). (p. 7)

Priva en esta concepción una visión filosófico-sociológica de la


autonomía universitaria, propia de posiciones radicales asumidas en
momentos difíciles para la institución. La vigencia de este
pensamiento aún perdura y es parte de la lucha frontal con el Estado
que sostienen las universidades autónomas. Igualmente llama la
atención la autoría del documento, el cual es suscrito por ilustres
universitarios como son Rafael Pizani, Francisco Mieres y Angel
Lombardi.

La exposición de motivos del Proyecto de Ley de Educación


Superior de 1985, al referirse a “La autonomía de los institutos de
educación superior” establece que en el “Estado democrático de
soberanía popular, la autonomía de las instituciones se reduce a un
medio, uno de tantos, para realizar funciones públicas o prestar
servicios públicos. En suma, se trata de una autonomía funcional”.
(P.31), para de seguidas añadir:

Así modernamente, la autonomía propiamente dicha no es


ni más ni menos que una figura jurídica organizativa, un poder
jurídico característico atribuido por la norma, poder derivado
(derivado de la norma constitucional o legal, según los casos) en
contraposición de la soberanía que es un poder originario, fuente
primaria de toda normación. (p.31)
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Este enfoque, estrictamente jurídico, rompe con el criterio


establecido según el cual la autonomía tiene implicaciones sociales,
pedagógicas y culturales en general. Sobre esto la exposición de
motivos es muy clara al expresar que “En algunos países ha
prevalecido la concepción tradicional sobre la autonomía
universitaria, la cual presupone que la ciencia y la cultura son
productos de la comunidad nacional y a ella le corresponde entonces
promover, organizar, regir y mantener sus instituciones”. (P.31), para
finalmente concluir:

La autonomía de las instituciones de educación superior no


constituye, por consiguiente, un privilegio como el conferido a las
corporaciones medievales, consiste por el contrario, en un poder
conferido exclusivamente para ejercitar deberes, en el bien
entendido que si el poder se extralimita o el deber se incumple
comienza la contrapartida de las responsabilidades. (p.32)

Subyace una idea, de algún modo, represiva en los autores de


esta exposición de motivos, la cual trasluce una visión restringida de
la autonomía al delimitarla estrictamente desde el punto de vista
legal. Por otra parte observamos una clara coincidencia con el
planteamiento hecho por Gabaldón.

Continuando con la revisión de conceptos de autonomía,


haremos referencia a lo escrito en el Informe de la Comisión
Bicameral de Educación y Cultura sobre el Proyecto de Ley de
Educación Superior, año 1988. Poco se complican los parlamentarios
firmantes de este documento, puesto que se limitan a explicar
brevemente el contenido del proyecto, sin entrar en consideraciones
de carácter legal o filosófico. Veamos. Al abordar el tema expresan:
55

En cuanto concierne a la autonomía, se parte del principio


general consagrado en la Ley Orgánica de Educación de que
todos los institutos de Educación Superior son autónomos. Esto
es, que “tendrán la autonomía que de acuerdo con su naturaleza
y funciones les confiera la ley especial”. En materia de autonomía
se incorpora casi literalmente lo que está consagrado en la
vigente Ley de Universidades, pero además, se propone una
definición clara de lo que debe entenderse por autonomía,
entendida como un atributo otorgado por el Estado a las
instituciones de Educación Superior que comporta deberes y
derechos que consagra privilegios pero que impone obligaciones.
En suma, una noción amplia pero con limitaciones en atención a
los intereses de la sociedad, del Estado y de las propias
instituciones que la disfrutan... En lo relativo a la inviolabilidad del
recinto de los institutos de Educación Superior, se mantiene casi
literalmente lo que al respecto consagra la Ley de Universidades
para estas instituciones. Se añade tan sólo la precisión de que
este privilegio se reconoce, dentro de las limitaciones legales, a
las instalaciones dedicadas de manera sistemática y no casual a
las funciones de docencia, investigación y extensión. (p.49).

Como se puede observar no existen comentarios de fondo


acerca del tema, circunscribiéndose a asumir los postulados de la
Ley vigente. Pero es conveniente hacer notar que esta postura se
corresponde con los criterios limitativos establecidos en dicha Ley,
producto de la situación política descrita anteriormente.

Por su parte la Ley de Universidades vigente establece en su


artículo 9 las características y las limitaciones de la autonomía
universitaria, es así como expresa:

Artículo 9- Las Universidades son autónomas. Dentro de


las previsiones de la presente Ley y de su Reglamento, disponen
de:

l.- Autonomía organizativa, en virtud de la cual podrán


dictar sus normas internas
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2. - Autonomía académica, para planificar, organizar y


realizar los programas de investigación, docentes y de extensión
que fueren necesarios para el cumplimiento de sus fines;

3. - Autonomía administrativa, para elegir y nombrar sus


autoridades y designar su personal docente, de investigación y
administrativo;

4. - Autonomía económica y financiera para organizar y


administrar su patrimonio. (p.5)

En el artículo 10 se establecen las limitaciones a las cuales


estarán sometidas las universidades experimentales.

El concepto de autonomía en esta Ley es bastante amplio,


pudiéramos decir que el mismo ha permitido un funcionamiento fluido
de las universidades en cuanto a la interpretación que de la
autonomía se ha hecho.

Como hemos podido observar, son diversas los enfoques que


pueden hacerse de este tema tan controversial; lo jurídico, lo político,
lo social, lo administrativo y lo financiero, son facetas del mismo
asunto, y así lo hemos asumido. Veamos ahora la relación de esto
con el discurso de transformación de las universidades ante las
nuevas realidades del mundo actual.

Algunos elementos a considerar en este nuevo discurso son


los siguientes, en primer lugar, la necesidad de resolver el problema
de la actualización de conocimientos. La informática, según la
definición de La Gran Enciclopedia Larousse, es entendida como el
estudio de...” los métodos de transformación de la información y los
mecanismos que permiten realizar estas transformaciones, a fin de
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aplicar las técnicas así concebidas a todas las actividades humanas:


científicas, administrativas, industriales, sociales y artísticas”. (p.574),
y se convirtió, en la década pasada, en una posibilidad cierta de
contribuir a facilitar la transmisión y el acceso a la innumera
información que había venido fluyendo (es conveniente tomar en
consideración el crecimiento exponencial del conocimiento) y sin
cuyo aporte hubiera sido sumamente difícil darla a conocer.
Actualmente, los telecomandos, las imágenes interactivas, los
sistemas de expertos y las mensajerías electrónicas, se han
transformado en alternativas más complejas pero, a la vez, más
eficientes. Sin embargo, frente a este planteamiento surgen
afirmaciones que ponen en tela de juicio la autonomía universitaria,
al verse afectada en su fuero interno. Es así como Albornoz (1991)
cuestiona la propuesta al afirmar:

Un aspecto poco mencionado en la literatura acerca de la


autonomía de la universidad, en el plano estrictamente
académico, es como la internacionalización del saber vulnera, de
hecho, la soberanía intelectual de las universidades. En efecto,
como consecuencia de los avances tecnológicos, así como de las
políticas internacionales de consenso, que se han manifestado en
la década de los noventa, el espacio académico nacional se
incorpora a planteamientos globales, universales, en donde la
capacidad de autonomía de las universidades, individualmente
consideradas, tiende a disminuir, ostensiblemente. (p.49).

Altbach (1987), citado por Albornoz, por el contrario afirma lo


siguiente:

Las redes del saber son complejas. Aquellos que las


dominan poseen ventajas considerables. En cierto modo,
controlan el sistema de derechos de autor, las redes de
distribución y los lenguajes internacionales principales. Sin
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embargo, hay espacio para maniobrar. Un cuidadoso estudio de


la naturaleza de las redes, la interrelación de sus elementos, y las
posibilidades de acción independientes (subrayado añadido)
permitirán no solamente una comprensión de uno de los aspectos
más importantes de la sociedad postindustrial, sino también
considerable nivel de autonomía (subrayado añadido). (p.49).

La respuesta de Albornoz se fundamenta en el hecho de que


“las universidades pierden autonomía, en la medida en que sean
atrapadas por esos mecanismos de la producción y difusión
internacional del saber...”(P.49).

Sobre este asunto, es conveniente comentar algunos


elementos contenidos en él. El primero está referido a la producción
de conocimientos como objetivo primordial de la investigación
científica y por ende de las universidades. El proceso productivo de
ciencia y tecnología en nuestros países, presumiblemente, estaría
interferido por los saberes transmitidos desde los grandes centros
científicos del mundo postindistrial y en consecuencia, los resultados
obtenidos estarían sesgados por los intereses de estos centros. Por
supuesto que entendemos que la universalidad del conocimiento es
necesaria y que a ello ha contribuido la informática como método de
difusión del saber, en un mundo cada día más corto en distancias y
amplio en la práctica intelectual. También es sabido que la
información que fluye transcurre primero por el tamiz de la
conveniencia de los centros académicos que la generan. Sin
embargo, estimamos algo exagerada la proposición relativa a la
pérdida de autonomía por parte de nuestras universidades, al verse
afectadas por la internacionalización del saber. Si bien es cierto que
la comunicación entre las universidades está direccionada de norte a
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sur y que la relación sur-sur es muy escasa, no es menos cierto que


nuestras instituciones se han visto beneficiadas por el flujo continuo
de los avances tecnocientíficos de los centros mencionados, los
cuales han servido como insumos de las investigaciones. En todo
caso el problema estaría en las políticas de desarrollo de ciencia y
tecnología de las universidades del país, las cuales deberían estar
basadas, para la realización de sus trabajos, en las serias
dificultades atravesadas por nuestra sociedad en los últimos tiempos.
Esto implicaría asumir una posición independiente frente a otros
centros de saber y, además, hacer uso de todo el acopio necesario
de la cultura científica existente y, en consecuencia, del bagaje
tecnológico pertinente.

Precisamente, en relación con estos aspectos, es necesario


precisar algunas alternativas que permitan un proceso constante de
actualización de conocimientos en las diferentes disciplinas
vinculadas al nuevo modelo tecnoeconómico que está surgiendo en
Venezuela.

Es innegable el desarrollo de la investigación científica y


tecnológica en los últimos 10 años en el país y especialmente en las
universidades. Se ha realizado un esfuerzo considerable, el cual
contrasta con lo hecho en décadas anteriores. La previsión hecha en
la Ley de Universidades vigente, acerca de la creación del Consejo
de Desarrollo Científico y Humanístico en cada universidad (ver
Sección XIV de dicha Ley), indudablemente que fue un acierto que
tiene vinculación directa con los resultados obtenidos hasta hoy.

Se menciona esto porq ue pensamos que uno de los


fundamentos de una propuesta de actualización permanente de los
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conocimientos, es el trabajo de producción científica, puesto que ello


conlleva a la organización de fuentes de información, locales,
regionales, nacionales e internacionales, hoy en día vinculadas entre
sí a través de, las denominadas por Altbach, “Knowledge Networks in
the Modern World”, conformadas por los centros nacionales de
documentación, las sociedades culturales, las academias, las
publicaciones científicas y los laboratorios de investigación
especializados.

Como consecuencia de este planteamiento, debemos derivar


hacia la necesidad de formar profesionales con una clara inclinación
hacia la investigación, en palabras de la UNESCO, la “formación de
los trabajadores científicos”, actividad que no sólo correspondería a
las universidades, sino también a los politécnicos y a los institutos de
tecnología. Por tanto la curricula debe variar sustancialmente con la
finalidad de cumplir con este requerimiento .

El segundo, es que dentro de las nuevas tendencias del


pensamiento social se ha establecido un nuevo contexto de
“sociedad basada en el conocimiento”, García G. (1994) lo expresa
de la siguiente manera:

Para el primer tipo de desafíos -el de la competitividad- el


éxito de los programas económicos que están llevando a cabo los
países depende de la capacidad de competir en los mercados
internacionales, para lo cual –y debido a la importancia del valor
agregado que tiene el conocimiento en las ventajas comparativas
dinámicas- las políticas en ciencia y tecnología, y por tanto las
instituciones dedicadas a este tipo de conocimiento, ocupan un
lugar protagónico en la agenda de transformaciones. Ello debido
a que en este nuevo contexto de “sociedad basada en el
conocimiento” no son sólo las economías las que compiten en el
mercado internac ional sino también sus sistemas educativos. En
61

esta nueva realidad, la reconversión y la modernización de la


producción no podrían lograrse sin contar con sólidos sistemas
de investigación científica y tecnológica, y sin eficientes sistemas
de comunicación entre investigación y producción. (p.141).

De manera que los esfuerzos deben estar dirigidos a


consolidar la investigación científica en los centros de educación
superior (v. Llanos de la Hoz y Godoy, PLANIUC Nos.18-19), como
mecanismo de producción permanente de conocimientos y por ende
de constante actualización, sobre todo, dadas las necesidades
económicas y sociales que hoy confrontamos y para cuya
satisfacción es indispensable desarrollar un sistema de educación
superior, con un claro concepto de función social, que permita “la
redistribución del conocimiento”, y esto es posible realizarlo, a su
vez, a través de un sistema educativo diferente al actual y con una
visión de futuro próximo, que permita consustanciar a sus
participantes con los desarrollos productivos y sociales del país.

Como conclusión de este primer aspecto se puede decir que la


autonomía universitaria se consolida en la medida en que la
producción de los conocimientos permita una actualización
constante, por parte de los integrantes de la comunidad académica,
lo cual amplía el horizonte académico aún con la ingerencia,
deseable o no, de las Knowledge Network, porque da pertinencia a la
institución en los objetivos que la justifican.

El segundo elemento a considerar es el referido a la presencia


de la autonomía, en los términos fijados por la Ley, en un mundo que
tiende hacia la integración y hacia la globalización de la economía y
del conocimiento.
62

Didriksson (1995) expresa:

En América Latina y el Caribe, la formulación histórica de la


integración económica ha dado un vuelco, porque ha pasado de
la idea clásica bolivariana de la cooperación y la solidaridad entre
los pueblos, a la de su incorporación subordinada a la hegemonía
de los Estados Unidos, bajo expresiones de libre mercado... El
sentido central de las modificaciones, está en poner en marcha
mecanismos de mercado para llevar a cabo una nueva
normatividad, para fines de acreditación y certificación de los
conocimientos de técnicos y profesionales. El modelo que se está
adoptando para estos fines es el de los Estados Unidos . (p.32.)

Leída esta cita, es necesaria una reflexión acerca del sentido


que cobra la autonomía universitaria en un mundo en donde “... las
características de profesionalización y empleos de la actual
estructura internacional del trabajo siguen siendo definidas por las
sociedades avanzadas y, por lo tanto, estas sociedades imprimen a
las Disciplinas Universitarias sus prioridades, sus valores, y sus
criterios de investigación y formación.”(García G.P.159). Se evidencia
una severa disminución de los alcances de la autonomía frente a las
determinaciones que en el orden académico-laboral, imponen los
criterios del mundo postindustrializado. La fortaleza de las
instituciones de educación superior o su debilidad, determinarán los
alcances de las transformaciones, en el orden del conocimiento, que
serán necesarias para incorporar a nuestras sociedades al mundo
globalizado, de tal suerte que sean beneficiarias o no de sus
ventajas.

En síntesis, elementos como la incorporación de la cibernética


al trabajo universitario, la globalización económica con las
características negativas que hasta ahora han impuesto en países
63

como el nuestro y las diferentes relaciones que han asumido las


universidades con el Estado, están originando una nueva concepción
de Educación Superior para la América Latina, en donde
necesariamente habrá que desarrollar paquetes tecnológicos-
educativos diferentes, los cuales incluyan creación de nuevas
disciplinas y/o agrupamientos de las ya existentes. Nuevas
modalidades en materia de innovaciones pedagógicas que le
permitan, tanto al profesor como al estudiante universitario
desarrollar capacidades para acceder a las redes con propiedad y
eficiencia, y para lograr discriminar el conocimiento como insumo de
la investigación, entendiendo las nuevas tendencias hacia la
desintegración de la ciencia unificada y hacia la integración de los
conocimientos a través de formas más inter y transdisciplinarias. En
el caso particular de los alumnos, desarrollar las habilidades
planteadas por Morles (1988), a saber: A. Habilidad para obtener
información. B. Habilidad para aplicar o utilizar la información. C.
Habilidad para producir información, y D. Habilidad para comunicar
información.

Asimismo, reestructuraciones en cuanto a los lapsos de


formación de los nuevos profesionales. Igualmente, será n
imprescindible las sinergias entre los distintos institutos participantes
en la educación superior con la finalidad de optimizar los resultados
de este nivel educativo. Además, será necesaria una mayor
interacción entre las comunidades y las universidades con la finalidad
de alcanzar niveles de éxito en la producción de conocimiento
tecnológico y en la investigación para el desarrollo (ID), Todo esto
dentro de una concepción de gerencia adaptativa y flexible que
permita cambios en la medida en que sean requeridos por la
64

institución y por la sociedad. Estas ideas en nada afectan la


concepción autonómica de la universidad en Venezuela.

La Relación entre la Educación Superior y el Sector


Productivo Nacional

Una afirmación común entre los planificadores


gubernamentales es aquella, según la cual, el subsistema se
encuentra desvinculado del sector productivo nacional. Al respecto
anotaremos uno de los postulados centrales de la Comisión
Presidencial para la Reforma del Estado (1990), el cual
expresamente dice:

... la educación amerita ser replanteada en un proyecto que


reconozca como uno de sus propósitos centrales efectuar aportes
significativos al fortalecimiento de la capacidad económica,
científica, tecnológica y cultural, en la convicción que sin una
fuerte base económica, y sin el hombre capaz de generarla y
administrarla, es poco lo que puede hacerse para alcanzar un
futuro superior. (p.16)

Al proponer un nuevo planteamiento educativo, acepta de


hecho la desvinculación del sistema con los elementos componentes
de la estructura productiva, dejando sentado un propósito de cambio
para el sector, el cual se ve confirmado cuando en el Plan Decenal
de Educación 1993-2003 (1993), en lo relativo a los derivados de la
relación educación- trabajo en educación superior, se propone:

Elaborar un programa que permita afrontar los problemas


causados por una inadecuada relación entre los contenidos de
65

los programas de Educación Superior y los requerimientos del


mercado de trabajo. Este desajuste ha generado desempleo y
subempleo entre los egresados de ciertas carreras
administrativas(p. III48).

Aparentemente el problema luce como una falta de sintonía


entre las universidades y el sector económico, sin embargo, Palau
(1986) en un interesante trabajo analiza a fondo las causa de esta
perturbada relación y establece para América Latina:

La inadecuación entre el producto universitario y la


demanda real del mercado de trabajo, surge estrechamente
relacionada con el agotamiento del modelo económico de
´sustitución de importaciones´ configurado durante la égida del
desarrollismo en Latinoamérica, fenómeno que ha sido objeto de
análisis en diversos estudios(1), en los cuales se coincide en
señalar presentar (sic) un cuadro macroeconómico que, en última
instancia explicaría las razones de esa distorsión y que engloba
indicadores tales como: desaceleración progresiva del PNB hacia
1980 –que había experimentado crecimientos notables entre
1960-1970-, debilitamiento del proceso de industrialización,
persistencia de exportaciones basadas en los monoproductos
tradicionales, escasa demanda de tecnología por parte de la
industria –al estar alimentada en mayor grado a través de la
tecnología multinacional-, aumento de la deuda externa –que
llega a montos imprevistos -, incremento del desempleo –que
había sido reducido drásticamente a nivel regional en el período
1960-70-, y otros fenómenos similares que reflejan una
degradación económica que no parece acompañar,
precisamente, el ritmo de formación de recursos humanos
imprimidos por las Universidades. (p. 108).

Dos elementos deben ser considerados como importantes en


estas conclusiones, el primero el proceso de desacelera ción de la
economía (actualmente en vías de superación), lo cual, obviamente,
66

afecta sensiblemente la capacidad de empleo de los profesionales


universitarios, y el segundo, la escasa demanda de tecnología por
parte de la industria, factor más determinante y de más difícil
solución. Más adelante analizaremos detenidamente este a specto.

Por otra parte, el autor observa una distorsión en la capacidad


de empleo de la estructura económica venezolana al orientar al
mismo hacia el sector terciario (servicios), específicamente en el
caso de la población activa con formación superior. Veamos, para los
años 61,71 y 81, los porcentajes de participación fueron 67,4%,
71,5% y 78,7% respectivamente. Contrastando con esto, el mercado
ocupacional dentro del sector industrial se muestra extremadamente
limitado para el profesional universitario dada la característica de
presentar un sector que incorpora tecnología de punta, manejada por
profesionales importados de alta calificación. Un sector que no
incorpora tecnología de punta y otro sector, denominado informal, de
escasa productividad y a la cual está incorporado un reducido grupo
de egresados universitarios. Estos análisis coinciden plenamente con
los hechos por Alcalde (1984), quien caracteriza al desarrollo
capitalista, al empleo y la educación en la Venezuela contemporánea
en términos parecidos.

Es a partir de 1982, cuando comienza a presentarse el


desempleo de profesionales universitarios y se eleva del 3,9% en
1982 al 9,9% en 1984, sin embargo, no es precisamente al egresado
universitario a quien más afecta el desempleo, sino a los sectores
intermedios, los cuales han logrado un nivel educativo que no supera
el título de bachiller, es por ello que Palau llega a estas dos
interesantes conclusiones:
67

Dentro de esa disfunción actual entre Universidad-trabajo


la titulación universitaria, pese a todo, demuestra que sigue
dando más posibilidades de empleo que otros niveles de
formación y que la llamada “devaluación de diplomas” parece ser
compensada, en parte, por la práctica generalizada de exigir
niveles de estudios por encima de las razonables exigencias de
los puestos de trabajo. (p.115).

y en cuanto a la contradicción existente entre formación de


profesionales y estructura económica, afirma:

En síntesis podría decirse, que el esfuerzo realizado por


las universidades en forma más o menos consciente, dirigido a la
modernización de los recursos humanos ofrecidos por la
institución, se fue materializando en un abanico de carreras a
semejanza de cualquier país altamente industrializado, pero, en
la práctica, el escaso desarrollo de las estructuras económicas no
fue capaz de dar cabida armónica y funcional a tal recurso
profesional. (p.115).

En todo caso, o bien las universidades se adelantaron al


proceso de cambio económico, o éste no se dio, pero por razones
diferentes a la rela ción educación-trabajo. Un informe presentado por
Bronfenmajer, Casanova y otros (1984), al CENDES, preveía la
situación cuando expresaban:

Los cambios en el aparato productivo y en el


desenvolvimiento de las fuerzas productivas sugieren
modificaciones en la estructura de los procesos productivos:
nuevas ramas, nuevas tecnologías; en los procesos de trabajo:
división y organización, recomposición de las tareas de ejecución
(manuales) y de dirección (intelectuales); en los procesos de
calificación: determinadas presiones para con la formación y la
educación... Sin embargo es razonable asumir que en el marco
del modelo de desarrollo económico previsto para la Venezuela
del 2000, los sectores dinámicos del modelo deberán orientarse a
una mayor eficiencia y productividad y esto implica un mercado
68

laboral restringido en términos numéricos y altamente exigente en


términos de calificaciones técnicas... Pero a su vez determinará
una creciente complejidad en los mecanismos de selección y
reclutamiento ocupacional los cuales generarán situaciones de
sobreeducación, devaluación educativa y sub-empleo en la
estructura ocupacional. (p. 55-59).

Coincidiendo, en cierto modo, con Palau, Didriksson (1996),


partiendo de la idea de la inviabilidad del modelo actual de educación
superior en América Latina, y asumiendo la presencia de gérmenes
de cambio, entre los cuales se encuentra el conocimiento con valor
social y en torno al cual opina:

El problema que nos encontramos, en este mundo


moderno y tecnologizado, es que el conocimiento se encuentra al
alcance de la mano, pero hay incomprensión de lo que se puede
hacer con él, cómo realizarlo de manera más productiva y cómo
llevar a cabo una planeación estratégica de previsión de sus
desarrollos a mediano y largos plazos. (p: 30).

Sostiene la idea de que este planteamiento se expresa en una


reorganización de los mercados de trabajo en los términos de hacer
referencia “a una verdadera revolución de las habilidades y saberes
requeridos para los futuros niveles y tipos de empleo y trabajo.” Y a
tal efecto propone considerar factores tales como el “incremento en
la necesidad de la sociedad por mayores niveles de habilidades y
conocimientos de la fuerza de trabajo”; el requerimiento de nuevas
habilidades “sobre todo relacionadas con la tecnología
microelectrónica”; la reducción de la importancia y tamaño de
muchos sectores industriales y por tanto la tendencia a ser
sustituidos; e igualmente sostiene que:
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los movimientos laborales y del mercado de trabajo tienden


al crecimiento del sector servicios y a la reducción de horas de
trabajo, lo cual genera un conjunto de implicaciones hacia el
sector educativo superior, sobre todo en relación con el tiempo
libre, pero más aún en términos de crecimiento de un nuevo
sector de trabajo intensiv o, que algunos autores han diferenciado
del denominado sector ´terciario´, llamándolo ´cuaternario´, con el
énfasis de utilizar habilidades sociales, de comunicación y de uso
creativo de la inteligencia, ello abarca al propio sistema
educativo, al de salud, de trabajo comunitario y social, de las
agencias de apoyo, entre otros.(p.31)

En consecuencia, se trata de establecer vínculos entre los


institutos de educación superior y los mercados de trabajo, utilizando
el ingenio, la creatividad y la capacidad transformadora y de cambio
de las instituciones de este nivel educativo, con la finalidad de
romper con un criterio mecanicista de la relación educación-trabajo.

Los nuevos profesionales que habrán de egresar de las


universidades requerirán del desarrollo de las habilidades ya
descritas supra para poder entrar a competir laboralmente con
posibilidades de éxito. Las transformaciones ocurridas en los últimos
diez años en las estructuras tecnoeconómicas mundiales, han
originado un espacio de pensamiento -conocimiento-pensamiento
absolutamente distinto al ocupado por las estructuras denominadas
tradicionales y manejado por profesiones más o menos liberales. En
consecuencia, los planteamientos formativos formulados hasta ahora
en la curricula existente, deberán sufri r profundos cambios con la
finalidad de adecuar, en una relación biunívoca, a la sociedad y el
Estado con la universidad. En esta vía, es pertinente promover
nuevos grados de cooperación académica, con la finalidad de

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