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CONSTITUCION POLITICA
28/10/2019
HABEAS DATA
En estas condiciones, el habeas data se concibe como un derecho de doble vía, pues si bien es
cierto que los usuarios pueden conocer, actualizar y rectificar las informaciones que de ellos se
tiene sobre el cumplimiento de sus obligaciones, también lo es que las instituciones y el resto
de la sociedad tienen derecho a conocer la solvencia económica de sus clientes, más aún por
tratarse de asuntos de interés general. En otras palabras, supone la facultad de «conocer e
incidir sobre el contenido y la difusión personal que se encuentra archivada en bancos de
datos» y, paralelamente, significa que esa información debe ajustarse a ciertas exigencias
mínimas. Pues bien, de conformidad con la abundante jurisprudencia constitucional sobre la
materia, la información registrada no puede lesionar la honra y el buen nombre de las
personas y, además, debe ser veraz, imparcial, completa y suficiente4 . La veracidad implica
una correspondencia entre el registro efectuado y las condiciones empíricas del sujeto pasivo.
La imparcialidad supone que ninguno de los intervinientes en el proceso de suministrar,
registrar y divulgar la información, persiga un fin ilegítimo, ya sea para obtener provecho
indebido o para causar un agravio injustificado a otra persona. Por último, cuando se exige
información completa y suficiente, quiere advertirse sobre la necesidad de dinamizar el
proceso cognoscitivo para evitar que la información se reciba en forma sesgada o sugestiva. El
derecho de habeas data adquiere relevancia en el ámbito de las relaciones comerciales y
financieras. Las entidades bancarias y las centrales de información desempeñan aquí un papel
central, las primeras al momento de reportar la situación de sus clientes; las otras, en el
registro, actualización y divulgación de la información. Cualquier anomalía, por pequeña que
parezca, puede afectar gravemente los derechos no sólo de un cliente o de un deudor, sino de
todo aquel que pretenda hacer uso de los datos puestos a su disposición, más aún tratándose
de personas que se encuentran en situación de indefensión5.
2. CARACTERÍSTICAS
El denominado habeas data es sin duda un derecho fundamental y, por tanto, goza de la
misma preeminencia que la Carta política otorga a los demás, aunque simultáneamente
constituya un mecanismo adecuado para la defensa específica de otros de tales derechos,
como el que toda persona y familia tienen a su intimidad, a su honra y a su buen nombre. El
contenido básico de ese derecho reside en la posibilidad que se otorga a toda persona para
acudir a los bancos de datos y archivos de entidades públicas y privadas con el fin específico de
demandar que le permitan el conocimiento, la actualización y la rectificación de las
informaciones que hayan recogido acerca de ella. De no ser por este valioso instrumento de
defensa la persona se encontraría inerme ante el poder de las entidades que se dedican a la
mencionada actividad, las cuales, independientemente de que a su vez ejercen el derecho
constitucional fundamental a recibir y suministrar informaciones (artículo 20 CP), controlan
elementos técnicos, organizativos e informativos suficientes para disponer en la práctica del
dato que concierne a aquélla, y que la puede perjudicar, sin fundamento, en el núcleo esencial
de sus derechos individuales o familiares.
Con el agravante de que –en el caso de los datos relativos a la materia crediticia– tales
entidades gozan de una gran receptividad en el sector financiero, y los datos consignados en
las centrales que lo sirven tienen amplísima e inmediata difusión. Esta incide de manera
decisiva en el prestigio de la persona a quienes tales informaciones aluden y en sus
posibilidades actuales y futuras de crédito.
4. OPORTUNIDAD
Este derecho podrá ejercitarse en cualquier tiempo, siempre que se considere que se
mantiene vigente su vulneración.
El problema radica, desde el punto de vista del afectado, en que la rapidez con que se
consignan los datos negativos sobre él no es la misma que se aplica a su retiro, o a su
rectificación, cuando objetivamente carecen de sustento o cuando las circunstancias han
cambiado. Es allí donde tiene aplicación la garantía constitucional, que, sin desconocer el
derecho a la información de las centrales y archivos de datos y de las instituciones financieras
–indispensable para un adecuado funcionamiento del sistema crediticio–, reivindica el que
toda persona tiene a verificar qué se difunde acerca de ella y cuál es el fundamento de los
datos correspondientes, así como a corregir o aclarar lo inexacto y solicitar la eliminación de
las informaciones falsas o erróneas que, por tanto, lesionan su buen nombre, y las de aquellas
que invaden la órbita reservada de su intimidad personal o familiar.
Es evidente que la permanencia del dato negativo equivocado causa, minuto a minuto,
enorme daño a la persona, por lo cual es indudablemente contraria a la Constitución y
altamente ofensiva para la dignidad del individuo, y que si, habiendo sido reclamada
directamente la rectificación en ejercicio del habeas data, ella no se produce inmediatamente,
hay lugar al ejercicio de la acción de tutela contra la entidad para obtener la protección del
derecho fundamental violado, por medio de una orden judicial perentoria. Lo propio puede
afirmarse del dato que versa sobre aspectos de la vida privada, cuya sola inclusión en un
sistema informático relativo a asuntos financieros resulta inadmisible por prohibición expresa
del artículo 15 de la Carta, de donde se infiere que, solicitado su retiro, debe producirse sin
demoras, so pena de que se entienda gravemente violado el derecho fundamental a la
intimidad. El otro aspecto del habeas data es el que guarda relación con la posibilidad cierta y
efectiva que debe ofrecerse a toda persona, en cuanto constituye un derecho fundamental
suyo, para actualizar las informaciones que sobre ella han sido recolectadas. Al respecto, la
Corte Constitucional ha manifestado: «...según las voces del artículo 15 de la Carta, las
personas tienen derecho no solamente a conocer y a rectificar sino a «actualizar» las
informaciones que se hayan recogido sobre ellas en bancos de datos y en archivos de
entidades públicas o privadas. Lo primero implica la posibilidad que tiene el concernido de
saber en forma inmediata y completa cómo, por qué y dónde aparece su nombre registrado; lo
segundo significa que, si la información es errónea o inexacta, el individuo debe poder solicitar,
con derecho a respuesta también inmediata, que la entidad responsable del sistema
introduzca en él las pertinentes correcciones, aclaraciones o eliminaciones, a fin de preservar
su buen nombre; lo tercero implica que el dato debe reflejar la situación presente de aquel a
quien alude. Para la hipótesis específica de las obligaciones con entidades del sector
financiero, la actualización debe reflejarse en la verdad actual de la relación que mantiene el
afectado con la institución prestamista, de tal manera que el responsable de la informática
conculca los derechos de la persona si mantiene registradas como vigentes situaciones ya
superadas o si pretende presentar un récord sobre antecedentes cuando han desaparecido las
causas de la vinculación del sujeto al sistema, que eran justamente la mora o el
incumplimiento» (Cfr. Corte Constitucional. Sala quinta de revisión. Sentencia T-110 del 18 de
marzo de 1993. M. P.: Dr. José Gregorio Hernández Galindo)...» Es que los datos que se
consignan en las centrales informáticas no pueden tener el carácter de inmodificables. Son
eminentemente variables, en la medida en que evolucionan los hechos en que se apoyan. Por
lo tanto, pierden vigencia cuando discrepan de lo acontecido en la realidad y tal situación debe
reflejarse necesariamente en su actualización, la cual puede ser reclamada por la persona
afectada, acudiendo en principio a la solicitud directa y, si ella no es atendida inmediatamente,
a través de la acción de tutela. La Corte repite que, en el caso de las obligaciones incumplidas
con entidades financieras, éstas no tienen facultad –y menos los bancos de datos o las
centrales de riesgos– para sancionar a quienes fueron o han sido sus deudores morosos, ni
tampoco les permite la Constitución que mantengan un dato negativo indefinidamente (Cfr.
sentencias T-414 del 16 de junio de 1992 y T-110 del 18 de marzo de 1993). Los datos caducan
y una vez producida la caducidad deben ser borrados del correspondiente sistema de modo
definitivo (Cfr. sentencias SU-082 y SU-089 del 1 de marzo de 1995. M. P.: Dr. Jorge Arango
Mejía).
Ahora bien, lo que sí puede ocurrir –la Corte Constitucional lo ha admitido en guarda del
derecho que tiene el sector financiero a estar informado oportunamente sobre los
antecedentes más próximos de sus actuales o potenciales clientes y con miras al estímulo de
las sanas prácticas del crédito– es que, cuando se ha presentado la mora en el cumplimiento
de obligaciones de ese tipo, permanezca registrado el dato por un tiempo razonable después
de efectuado el pago, lapso que esta Corporación, a falta de regla legal exactamente aplicable,
ha indicado por vía jurisprudencial: «Corresponde al legislador, al reglamentar el habeas data,
determinar el límite temporal y las demás condiciones de las informaciones. Igualmente
corresponderá a la Corte Constitucional, al ejercer el control de constitucionalidad sobre la ley
que reglamente este derecho, establecer si el término que se fije es razonable y si las
condiciones en que se puede suministrar la información se ajustan a la Constitución. Hasta la
fecha no se ha reglamentado este derecho, por lo tanto su desarrollo se da a la luz del artículo
15 de la Constitución y su defensa también procede por vía de tutela, previa solicitud de
rectificación.
Al respecto la sentencia SU-082 de 1995, magistrado ponente Jorge Arango Mejía, señaló los
elementos básicos de este derecho: ¿Cuál es el núcleo esencial del habeas data? A juicio de la
Corte, está integrado por el derecho a la autodeterminación informática y por la libertad, en
general, y en especial económica. «La autodeterminación informática es la facultad de la
persona a la cual se refieren los datos, para autorizar su conservación, uso y circulación, de
conformidad con las regulaciones legales.
DERECHO DE PETICIÓN
1. CONCEPTO El derecho de petición es el que tiene toda persona para presentar solicitudes
respetuosas, verbales o escritas, ante las autoridades públicas o ante los particulares que
prestan servicios públicos o ejercen funciones públicas y obtener de ellos una respuesta pronta
y oportuna que resuelva lo solicitado. El derecho de petición está consagrado en la
Constitución política como derecho fundamental y su protección puede lograrse judicialmente,
mediante el ejercicio de la acción de tutela.
2. FINALIDAD DE LAS PETICIONES ANTE LAS AUTORIDADES PÚBLICAS Estas se presentan para
que por motivos de interés general o particular se inicie por las autoridades una actuación
administrativa; para que por motivos de interés general o particular estas permitan el acceso a
la información sobre las acciones adelantadas por ellas; para que por motivos de interés
general o particular las autoridades permitan conocer documentos no reservados u obtener
copia de los mismos o para que por motivos de interés general o particular ellas den
dictámenes o conceptos sobre asuntos de su competencia.
* El objeto de la petición.
4. TÉRMINOS QUE TIENEN LAS AUTORIDADES PARA DAR RESPUESTA A UNA PETICIÓN
Todo servidor público tiene el deber de resolver, con celeridad y eficacia, todas las peticiones
que se le formulen; cuenta para ello como máximo con los siguientes plazos: quince días para
contestar quejas, reclamos y manifestaciones; diez días para contestar peticiones de
información; y treinta días para contestar consultas. La resolución de una petición debe ser
adecuada a la solicitud planteada, efectiva para la definición del caso respectivo, y oportuna,
es decir, dentro de los términos establecidos en la ley y referidos anteriormente.
DERECHOS VULNERADOS
Derecho de petición (artículo 23 C. P.): «Toda persona tiene derecho a presentar peticiones
respetuosas a las autoridades por motivos de interés general o particular y a obtener pronta
resolución». Este derecho de petición se encuentra reglamentado en diversos estatutos. En el
caso bajo examen, por ser un derecho de petición elevado ante autoridades administrativas, se
encuentra regulado en el Código contencioso administrativo, el cual en su artículo 6°
preceptúa que el término de respuesta es de quince días. Por otra parte, respecto al alcance
del derecho de petición, la Corte Constitucional ha expresado lo siguiente:
Por lo anterior, según la propia norma constitucional, este derecho involucra no sólo la
posibilidad de acudir ante la administración, sino que supone además, un resultado de ésta,
que se manifiesta en la obtención de una pronta resolución». Así lo manifestó esta Corte, en
sentencia T-567 de 23 de octubre de 1992, M. P. Dr. José Gregorio Hernández Galindo. En fallo
número T-426 de 24 de junio de 1992, con ponencia del Dr. Eduardo Cifuentes Muñoz, se
definió el núcleo esencial de un derecho fundamental como el ámbito intangible del derecho
cuyo respeto se impone a las autoridades y a los particulares. Por ello, el derecho a obtener
una pronta resolución hace parte del núcleo esencial del derecho fundamental de petición
(itálicas fuera de texto) «De manera que, sin la posibilidad de exigir una respuesta rápida y
oportuna carecería de efectividad este derecho. Así mismo, indica la sentencia, el ejercicio del
derecho de petición supone el obtener una pronta resolución. Por ello, la dilación indebida en
la tramitación y respuesta de una solicitud, constituye vulneración de este derecho
fundamental». Finalmente hay que destacar de la sentencia antes citada, la forma en que se
satisface este derecho fundamental. «E. Resolución idónea de la autoridad a la petición
formulada. «Ha manifestado esta Corporación, que el Constituyente al consagrar en el artículo
23 de la Constitución política, la palabra resolución quiso referirse a una decisión sobre la
petición y no a una simple respuesta, puesto que ésta no implica solución definitiva a lo
solicitado, en donde podrían encauzarse además respuestas evasivas o no directas respecto al
asunto planteado. A este respecto, se hace menester traer a colación apartes de la sentencia
T-220 de 4 de mayo de 1994, con ponencia del Dr. Eduardo Cifuentes Muñoz, quien señaló:
«...Por lo menos tres exigencias integran esta obligación (la de los funcionarios públicos de
responder y resolver de manera oportuna las peticiones provenientes de los particulares). En
primer lugar, la manifestación debe ser adecuada a la solicitud planteada. No basta, por
ejemplo, con dar una información cuando lo que se solicita es una decisión. Correspondencia e
integridad son fundamentales en la comunicación oficial. En segundo lugar, la respuesta debe
ser efectiva para la solución del caso que se plantea. El funcionario no sólo está llamado a
responder, también debe esclarecer, dentro de lo posible, el camino jurídico que conduzca al
peticionario a la solución de su problema. Finalmente, la comunicación debe ser oportuna. El
factor tiempo es un elemento esencial para la efectividad de los derechos fundamentales; de
nada sirve una respuesta adecuada y certera cuando ella es tardía.
HABEAS CORPUS
1. CONCEPTO El habeas corpus es una acción pública que tutela, en cualquier tiempo, el
derecho fundamental a la libertad personal cuando alguien ha sido capturado con violación de
las garantías constitucionales o legales, o cuando se prolonga ilícitamente la privación de su
libertad, por la acción u omisión de actuación de cualquier autoridad pública. Es, entonces, el
derecho fundamental que tiene toda persona a reclamar, de las autoridades judiciales, la
protección de su derecho a la libertad personal, si fuere privada ilegalmente de ella. El habeas
corpus, consagrado en el artículo 30 de la Constitución política, posee un doble carácter: como
derecho constitucional fundamental y como medio procesal específico orientado a proteger
directamente la libertad individual.
* La autoridad judicial, que debe resolver, en el improrrogable término de treinta y seis horas,
sin que el término se afecte por los días festivos o la vacancia judicial.
3) cuando, pese a existir una providencia judicial que ampara la limitación del derecho a la
libertad personal, la solicitud de habeas corpus se formuló durante el período de prolongación
ilegal de la libertad, es decir, antes de proferida la decisión judicial;
4) si la providencia que ordena la detención es una auténtica vía de hecho judicial. [...]
En otras palabras, las primeras están destinadas a establecer reglas para que una persona
pueda ser privada de su libertad y, por tanto, pueden quedar incluidas en una ley ordinaria,
mientras que las segundas operan después que el individuo ha sido privado de la libertad
como consecuencia de una decisión de una autoridad, tomada en forma arbitraria o 54 GUÍA
DE MECANISMOS CONSTITUCIONALES DE PROTECCIÓN DE DERECHOS HUMANOS ilegal y, por
tanto, el habeas corpus se encamina a restablecerle al ciudadano el derecho violado
permitiendo que recobre la libertad perdida, siendo así no hay duda que se trata de la
regulación de un derecho fundamental que a la luz del antes citado artículo 152-a de la
Constitución debe ser objeto de ley estatutaria. Además, existe otra diferencia que justifica
dicha medida, pues el habeas corpus constituye un mecanismo destinado a garantizar la
libertad personal injustamente limitada por las autoridades, esto es, ilegal o arbitraria. En
cambio, el Código de procedimiento penal es un código para juzgar y proteger la libertad
cuando se priva legalmente de ella, es decir, la que se ajusta a la Constitución y a la ley. Por
otra parte, llamó la atención de la Corte Constitucional, que en el inciso segundo del artículo
382 del Código de procedimiento penal se haya consagrado que la petición de libertad de
quien está legalmente privado de ella debe ser resuelta dentro del mismo proceso y, por
consiguiente, por el mismo juez que dictó la medida, de manera que la petición de habeas
corpus vendría siendo decidida por el mismo funcionario que ha podido incurrir en la violación
alegada, lo que a juicio de la Corte infringe la Constitución, por no garantizar la autoridad
judicial competente para resolverla la imparcialidad debida. Cómo aceptar que quien dicta la
medida de privación de la libertad pueda tener la objetividad e imparcialidad suficiente para
decidir en forma eficaz y justa que ha sido el autor de la medida arbitraria e ilegal mediante la
cual se ha privado de la libertad al peticionario del habeas corpus, declaración que además,
implica o deja al descubierto la comisión de una falta que puede acarrear sanciones
disciplinarias o penales. Nada más contrario a los principios que rigen la administración de
justicia. Quien conoce y decide las peticiones de habeas corpus debe ser un juez o tribunal
autónomo e independiente con el fin de garantizar al máximo la imparcialidad y el principio de
justicia material, como sucede en otros países, pues la autoridad judicial que debe resolver el
habeas corpus, «necesita toda la dignidad e inviolabilidad que la majestad de la justicia puede
otorgar, porque su deber consiste en amparar al débil contra el fuerte, a la persona humana
individual contra el poder del Estado utilizado como fuerza opresiva…»3 .
Igualmente, vale la pena señalar respecto de esta misma disposición y del artículo 383, [del
CPP], que asigna únicamente al juez penal la competencia para resolver las peticiones de
habeas corpus, que la Constitución es clara al señalar, en el artículo 30, que este puede
interponerse ante «cualquier autoridad judicial». [...] Se reitera entonces, que el legislador al
regular en forma íntegra y completa el derecho fundamental de habeas corpus y los
mecanismos.